Fragmento Tesina para Cine
Fragmento Tesina para Cine
Fragmento Tesina para Cine
oSumario
1. Prólogo.
2. Introducción.
3. Consideraciones teóricas-metodológicas.
Pensando desde qué antropología.
Una concepción política de la historia.
Algunas ideas para pensar: los tiempos, las narrativas, las identidades, las
memorias y la participación política.
La historia de vida como herramienta metodológica.
La historia de vida como experiencia de campo.
5. Consideraciones finales.
6. Bibliografía.
1. Prólogo
2. Introducción
algunos objetivos a lograr. El “gran” objetivo era “analizar a partir de esta experiencia
vital los procesos de participación política en Argentina y acercarnos a la relación que
se dan entre lo individual y lo colectivo en los procesos de construcción de
identidades”. Junto a éste, otros más “pequeños” como: acercarnos a la experiencia
vital del sujeto, profundizar acerca de sus motivaciones, sus deseos y expectativas con
respecto a sus experiencias de tipo colectivas, caracterizar los distintos momentos
históricos a partir de la experiencia personal del sujeto, analizar las contradicciones,
los sentidos y sin sentidos de las representaciones del sujeto en tensión con las
representaciones colectivas y poner en tensión los discursos en referencia a los
tiempos históricos, cómo se pensaba en ese momento, cómo se piensa desde el hoy
lo actuado. Muchos de éstos objetivos “pequeños”, hemos logrado alcanzar en este
trabajo y otros aún requieren de mayor profundización a nivel teórico y de trabajo de
campo.
Consideramos de central importancia el aporte de la mirada antropológica
acerca de la historia reciente de la Argentina, dado que nos sitúa desde la perspectiva
de los propios sujetos que la protagonizaron, desde un lugar diferente del de la historia
hegemónica o cristalizada. También le da una continuidad a procesos históricos que
aparecen como coartados en un momento determinado. ¿Cuáles son los hilos de
continuidad con el presente?. Observamos como central, también, poder reconstruir
esta “otra” historia para poder descubrir lo subyacente de lo “identitario”, sacar a la luz
esa “otra” identidad que se sumerge bajo la “identidad” como entidad cristalizada por
los sectores hegemónicos. La identidad de los vencidos, la historia de los vencidos, es
aquí nuestro objeto/ objetivo principal. En este sentido Grüner nos dice “si el sentido
común, determinado por el proceso de hegemonización de las prácticas ideológico-
culturales en la sociedad civil, es por excelencia el lugar de constitución de las
“identidades” sociales, entonces esas “identidades” no son tales, en el sentido de que
no existen nunca sujetos plenamente constituidos y ‘completos’, sino justamente un
proceso de reconstitución permanente y fluida, que se redefine por los avatares de la
lucha por la hegemonía y la contrahegemonía, y, en último análisis por la lucha de
clases.” (Grüner; 1990)
Encontramos, también, relevante el hecho de revalorizar la narración de lo
cotidiano como parte constituyente de la identidad. El arte de contar historias, con su
énfasis en el detalle, en una aguda percepción y paciencia para describir lo visto,
tacto, apertura y disponibilidad frente a lo nuevo y sorprendente que se opone, de
alguna manera, al torrente de imágenes que nos invade cotidianamente y arrastra a la
social”. Pero cómo poder, a partir de universos de estudio tan reducidos como puede
ser el de la historia de vida de un sujeto, permitirnos explicar procesos sociales más
amplios. Si bien es complejo, no creemos que debamos resignarnos esta posibilidad.
Podemos decir algunas cosas con respecto a las realidades con las que nos
enfrentamos en nuestra investigación sin dejar de tener en cuenta la heterogeneidad y
la multiplicidad de factores que se relacionan en los distintos procesos.
Ya varios autores han trabajado la problemática1. Mauss (1991) con su
concepción del “hombre total”, “hombre completo y concreto” nos plantea la necesidad
de estudiar al hombre desde la dimensión social, psicológica y biológica, como ser
indivisible. La sociología, dice, es exclusivamente antropológica, dado que sólo
constata y registra hechos humanos. Estos hechos humanos se presentan a la vez
que como experiencias personales como unidades sociales. “Todo estado social, toda
actividad social, aunque sea fugaz, deben relacionarse con esta unidad, con este total
integrado, de un género extraordinario. Total de los cuerpos separados de los hombres
y total de las conciencias, separadas, y, no obstante, unidas. Unidas, a la vez, por
constricción y volición, por fatalidad y libertad.” (Mauss; 1972:135)
Esta conexión, relación o imbricación existente entre lo particular / totalidad,
entre lo subjetivo / objetivo, entro lo individual y lo social son, según consideramos, el
objeto de estudio de la antropología. Pero al posicionarnos desde una ciencia que no
se maneja desde las concepciones de causa/ efecto y que no se posiciona desde una
posición de predictibilidad de los procesos sociales. Entonces, Antropología ¿para
qué? En este sentido consideramos que debemos pensarnos como cientistas sociales
“constructores”, “formadores de representaciones”, “actores políticos” y nuestro estudio
de los procesos sociales debe tender a reflexionar sobre las relaciones entre pasado/
presente/ futuro, desocultando los procesos ideológicos que utilizan los sectores en el
poder para ocultar la fuerza o el poder de los sectores subalternos.
“(…) la sociología está más cerca que ninguna otra ciencia del arte práctico
correspondiente, es decir la política, al menos la de los tiempos modernos. (…) la política y la
sociología no tienen mas que un mismo y único objeto: las sociedades.” (Mauss; 1972:152)
3.3 Algunas ideas para pensar: los tiempos, las narrativas, las identidades, las
memorias, las representaciones y la participación política.
es una ciencia después de ellos. Partimos de esta reflexión para acercarnos a pensar
algunos conceptos que utilizamos en este trabajo.
“La memoria nos labra y nosotros, por nuestra parte, la modelamos a ella. Eso
resume perfectamente la dialéctica de la memoria y la identidad, que se abrazan una a
otra, se fecundan mutuamente, se funden y se refunden para producir una trayectoria
de vida, una historia, un mito, un relato. Al final, por supuesto, solo queda el olvido.”
(Candau; 2001: 13)
de espera –la de los proyectos, las resoluciones, las promesas, las esperanzas y los
compromisos-, vuelta hacia el futuro. La memoria humana es representativa no como
la de las computadoras es presentativa, incapaz de elegir recordar o de decidir olvidar.
Husserl dice que el recuerdo es re- presentación, ya que el objeto rememorado
aparece con un carácter modificado: “no esta ahí como presente, sino como habiendo
estado presente”, lo que equivale a decir que es percibido a través del espesor de una
duración, “ de la sucesión fluctuante” de lo vivido”. (Candau; 2001: 60-76) Nuestra
memoria agrega pues al recuerdo el futuro de ese recuerdo. Por esta precisa razón, el
tiempo del recuerdo no es el pasado “sino el futuro- ya- pasado- del- pasado”. El
tiempo del recuerdo es pues inevitablemente diferente al tiempo vivido, ya que la
incertidumbre inherente a este ultimo se ha disipado de aquel. La amplitud de la
memoria del tiempo pasado, plantea Candau, tiene un efecto directo sobre las
representaciones de la identidad. La “memoria larga” refuerza la conciencia identitaria.
Toma a Zonaben quien la describe como la “visión de mundo” propia de una
colectividad, como un tipo de memoria fuerte, porque organiza perdurablemente la
representación que un grupo se hace de sí mismo, de su historia y de su destino.
Esta idea coincide con la cita de Hernández Arregui que trabajamos en la introducción.
Lo memorable se impone como un saber presente, que procede de reinterpretaciones
constantes dentro de la tradición hablada. Lo memorable será movilizado en el marco
de las estrategias identitarias constituídas a partir de una cierta cantidad de marcas
temporales, entre las que las más significativas son el momento del llamado origen y
por otra parte, la experiencia fenoménica del acontecimiento. El punto de origen no
alcanza para que la memoria pueda organizar las representaciones identitarias. Es
necesario un eje temporal, una trayectoria signada por referencias que son los
acontecimientos. El recuerdo de la experiencia individual resulta así de un proceso de
“selección mnemónica y simbólica” de ciertos hechos reales o imaginarios –llamados
acontecimientos- que presiden la organización cognitiva de la experiencia temporal.
Son otros tantos átomos que componen la identidad narrativa del sujeto y aseguran la
estructura –siempre móvil, porque deberá integrar los acontecimientos subsecuentes-
de esa identidad. En general, son significantes de la identidad personal movilizables
en la función de tres criterios: su eficiencia memorialista, la naturaleza de las
interacciones intersubjetivas y el horizonte de expectativas del que recuerda en el
momento mismo en que lo hace. (Candau; 2001: 94-95) La exteriorización de la
memoria que va a permitir la transmisión memorialista “construir memoria”. La
escritura como modalidad de expansión de la memoria deja a menudo sin responder la
1994) Establecer una matriz grupal dentro de la cual se ubican los recuerdos
individuales. Estos marcos (familia, religión, clase social) dan sentido a las
rememoraciones individuales.
No se debe entender la noción de memoria colectiva como entidad que existe
por encima y separada de los individuos, interpretación que surge de una
interpretación durkheimiana extrema. Se las puede interpretar en el sentido de
memorias compartidas superpuestas, producto de interacciones múltiples,
encuadradas en marcos sociales y relaciones de poder. Lo colectivo de las memorias
es el entretejido de tradiciones y memorias individuales, en diálogo con otros, en
estado de flujo constante, con alguna organización social y con alguna estructura,
dada por códigos culturales compartidos. (Jelin; 2002:22)
En el ámbito de la memoria colectiva es necesario centrar la atención sobre los
procesos de construcción de la memoria, dar lugar a distintos actores y a la disputa y
negociación de sentidos del pasado en escenarios diversos. Procesos activos y
pasivos de la memoria. Restos y rastros almacenados, sáberes reconocibles,
guardados pasivamente, información archivada en la mente de las personas, en
registros, en archivos públicos y privados, en formatos electrónicos y en bibliotecas.
(Jelin; 2002:25)
La relación entre memoria/ identidad es de mutua constitución en la
subjetividad, ya que ni una ni la otra son “cosas” u objetos materiales que se
encuentran o pierden. Gillis (1994: 5), citado por Jelin (2002) expresa que “Las
identidades y las memorias no son cosas sobre las que pensamos, sino cosas con las
que pensamos. Como tales, no tienen existencia fuera de nuestra política, nuestras
relaciones sociales y nuestras historias”. Pollak (1992: 204) señala tres elementos que
pueden cumplir la función alrededor de los cuales se organiza la memoria:
acontecimientos, personas o personajes, y lugares; que permiten mantener un mínimo
de coherencia y continuidad, necesarios para el mantenimiento del sentimiento de
identidad. Los períodos de crisis de los grupos generalmente implican reinterpretar la
memoria y cuestionar la propia identidad. Crisis del sentimiento de identidad colectiva
y de la memoria. Momentos en los cuales puede haber una vuelta reflexiva sobre el
pasado, reinterpretaciones y revisionismos. Las rupturas en esas rutinas esperadas
involucran al sujeto de manera diferente. Allí se juegan los afectos y sentimientos, que
pueden empujar a la reflexión y a la búsqueda de sentido. Como señala Bal (1999) es
el compromiso afectivo lo que transforma esos momentos y los hace “memorables”. La
memoria es otra, se transforma, el acontecimiento cobra entonces una vigencia
Representaciones
Participación política
historia de vida el “compromiso” con los valores éticos a los que se adhiere van
entretejiendo relaciones con diversas prácticas y experiencias políticas, modificando
algunos o sosteniendo otros al precio de pérdidas personales.
Las narrativas
Candau (2001: 67-69) nos dice que toda presentación de sí descansa pues
sobre la curiosidad y la rememoración. Responder a la pregunta ¿quién?, escribe
Hannah Arendt (en La condición humana), es siempre contar la historia de una vida.
Retoma aquí la noción de identidad narrativa de Ricoeur, para quien el tiempo “se
vuelve tiempo humano en la medida en que es articulado de manera narrativa”. Esta
narración que esta en el principio de la totalización existencial, es de hecho una
reconstrucción, vuelta posible por la capacidad propiamente humana de poner el
pasado a distancia. Schank (citado por Candau; 2001) sostiene que el hecho de contar
una historia no constituye una simple repetición, sino un acto real de creación: “Es el
proceso de creación misma de la historia el que crea la estructura mnemónica que
contendrá la esencia de esta historia para el resto de nuestra vida. Hablar es
recordar”. Es la puesta a distancia del pasado lo que permite reconstruirlo para hacer
de él una combinación compleja de historia y ficción, de verdad factual y de verdad
estética. En la historia de vida se observa el poder dominar el propio pasado para
inventariar no lo vivido sino lo que queda de lo vivido. El narrador recuerda, pone en
sacar a luz lo encubierto, atravesar los muros que nos separa de esas huellas.
(Ricoeur, citado en Jelin; 2002:31) Pero esos silencios sobre memorias disidentes no
solo se dan en relación con un Estado dominante sino también en relaciones entre
grupos sociales. Para relatar hechos o experiencias que no son estimulados o
reivindicados por la cultura dominante, es también necesario encontrar del otro lado
voluntad de escuchar.
En esta relación entre discurso y experiencia, se pregunta Jelin (2002): ¿Qué
pasado es el que va a significar o transmitir? Hay pasados autobiográficos,
experiencias vividas “en carne propia”, lo cual constituiría nuestro caso. Para quienes
vivieron un evento o experiencia, haberlo vivido puede ser un hito central de su vida y
su memoria. Los sujetos pueden elaborar sus memorias narrativas porque hay otros
que lo han hecho antes, y han logrado transmitirlas y dialogar sobre ellas, es un
proceso intersubjetivo, al igual que el olvido. El lenguaje se erige como mediador de la
experiencia al igual que el marco cultural en que se expresa, piensa y conceptualiza.
Esta mediación del lenguaje hace que toda memoria sea social. Las luchas por las
representaciones del pasado están centradas en la lucha por el poder, por la
legitimidad y el reconocimiento. Estas luchas implican estrategias para oficializar o
institucionalizar una narrativa del pasado. Importa tener o no palabras para expresar lo
vivido, para construir la experiencia y la subjetividad a partir de eventos y
acontecimientos que nos “chocan”. Si toda experiencia esta mediada es necesario
repensar la supuesta distancia entre los procesos de recuerdo y olvido autobiográficos
y los procesos socioculturales compartidos por los mecanismos de mediación y
transmisión simbólica. Reconceptualizar lo que en el sentido común se denomina
“transmisión”, el proceso por el cual se construye un conocimiento cultural compartido
ligado a una visión del pasado. Articular los niveles individual y colectivo o social de la
memoria y la experiencia. Las inscripciones subjetivas de la experiencia no son nunca
reflejos especulares de los acontecimientos públicos, por lo que no podemos esperar
encontrar una “integración” o “ajuste” entre memorias individuales y memorias
publicas, o la presencia de una memoria única. Hay contradicciones, tensiones,
silencios, conflictos, huecos, así como lugares de encuentro y aun “integración”. La
realidad social es compleja, llena de tensiones y conflictos. Esta memoria narrativa
implica construir un “compromiso nuevo” entre el pasado y presente. Las narrativas
socialmente aceptadas, las conmemoraciones publicas, los encuadramientos sociales
y las censuras dejan su impronta en los procesos de negociación, en los permisos y en
los silencios, en los que se puede y no se puede decir, en las disyunciones entre
narrativas privadas y discursos públicos.
Benjamín (1991; 112:134) observa por los años en que realizo su producción,
una caída de la cotización de la experiencia. Toda verdadera narración aporta de por
sí, velada o abiertamente, su utilidad; en forma de moraleja, como indicación práctica,
o bien como proverbio o regla de vida. Aunque hoy el “saber consejo” nos suene
pasado de moda, dice, es sabiduría entretejida en los materiales de la vida vivida. El
arte de narrar se aproxima a su fin, porque el aspecto épico de la verdad (la sabiduría)
se esta extinguiendo. Ésta situación es vista como un efecto secundario de fuerzas
productivas históricas seculares, que desplazaron a la narración del ámbito del habla,
y que hacen sentir una nueva belleza en lo que se desvanece. El narrador toma lo que
narra de la experiencia; la suya o la propia o la transmitida. Y la torna a su vez, en
experiencia de aquellos que escuchan su historia. La escasez en la que ha caído el
arte de narrar se explica por el papel decisivo jugado por la difusión de la información.
A pesar de la gran cantidad de información a la que tenemos acceso, dice Benjamín
por aquellos años, somos pobres en historias memorables, es que la mitad del arte de
narrar radica en referir una historia libre de explicaciones. Narrar historias siempre ha
sido el arte de seguir contándolas, y este arte se pierde si ya no hay capacidad de
retenerlas. La narración es la forma similarmente artesanal de la comunicación. Por su
medio se sumerge un asunto en la vida del comunicante, para poder luego
recuperarlo. La huella del narrador queda adherida a la narración, a flor de piel en lo
narrado, si no por haberlo vivido, por lo menos por ser responsable de la relación de
los hechos. El hombre contemporáneo ya no trabaja en lo que no es abreviable. Al
igual que a lo largo de la vida de un hombre se ponen en movimiento una serie de
imágenes de su interioridad y en las cuales se encuentra a sí mismo, así aflora de una
vez en sus expresiones y miradas lo inolvidable, comunicando a todo lo que le
concierne, esa autoridad que hasta un pobre diablo posee sobre los vivos que lo
rodean. En el origen de lo narrado esta en esa autoridad. El talento del narrador
consiste en poder narrar su vida y su dignidad; la totalidad de su vida. En ello radica la
incomparable atmósfera que rodea al narrador. El narrador es la figura en la que el
justo se encuentra consigo mismo.
Este problema de las narrativas se inscribe en una sociedad en la que se están
perdiendo las palabras. El papel, lo escrito, la imagen, el juego de lo visual, aparecen
como reemplazando la oralidad, espacio especifico de la construcción de la memoria
colectiva. Si la transmisión de la experiencia no se da por medio del boca a boca de
“La elección del sujeto para una historia de vida, qué es lo que representa y su por qué
es anterior a los requisitos de control, veracidad, etc., del procedimiento científico. Su relación
con su sociedad o su clase son también decisiones ideológicas que el autor de la historia de
vida debe explicar con su pensamiento y con su identificación con el protagonista y su posición
política y social” (Marsal 1973, citado por López Galan).
metodológica ad hoc, son síntesis históricas que expresan una época4, una cultura.
Realizan en un carácter, en una actitud el inevitable choque histórico entre un proyecto y sus
posibilidades estructurales”
“La evidencia de cada historia de vida sólo puede ser entendida plenamente como
parte de toda la vida pero para hacer generalizaciones acerca de un problema social en
particular tenemos que desprender la evidencia al respecto de toda una serie de entrevistas,
viéndola y redisponiéndola desde un nuevo ángulo, como si fuese horizontal, mas que
verticalmente; y, al hacer esto, le asignamos un nuevo significado. Por tanto, debemos trabajar
constantemente a contrapelo del material al partir del cual construímos nuestro análisis social
global” (Thompson; 1993: 121)
Cuando decidimos realizar la historia de vida a Oscar fue por una mezcla de
curiosidad y admiración, no teníamos dimensiones reales de lo que habían significado
algunos hechos de su vida, ni la relación que tenían éstos con problemas que se
habían producido también a nivel continental y/ o mundial. Esta idea que se empezó a
gestar por el año 99, comenzó a ser llevada a adelante en el 2000 y se extendió hasta
el 2005, la misma nos abrió también muchísimas líneas de investigación sobre las
cuales poder profundizar.
Cuando planteamos la idea a Oscar, él, nos recibió muy amablemente.
Acostumbrado al trato con estudiantes, como nos iríamos enterando, a recibir
consultas sobre el proceso militar, el terrorismo de estado y la iglesia y, también, por
ser director de tesinas de grado y docente universitario. Pero en ese momento no lo
sabíamos, nos aparecía como una historia encubierta, desconocida, con un trabajo
barrial realizado a pulmón y sostenido a pesar de las adversidades. Y así era, sin
duda, el proceso del 2001 y toda la movilización popular, el cambio de papel que
comenzaron a jugar las organizaciones sociales a partir de ese momento, pusieron a
su figura en un nivel local como más reconocida. Pero volvamos, su aspecto, el pelo
canoso, la voz pausada y firme y con una cierta formalidad amigable le dan un tinte de
“sabio”, digo yo, que cumple su rol y sabe cuál es. Cuando le comento nuestra idea
nos sugiere que podíamos hacer la historia de vida de su mujer, donde también podría
trabajar la problemática de la mujer al interior de la Iglesia y si bien nos pareció
interesante, seguimos con nuestra idea y al no recibir una negativa rotunda
continuamos trabajando. El nos planteaba como dificultad los tiempos, y éste será, sin
duda, un problema que irá tiñendo nuestra práctica en el campo. Ésta práctica que se
irá conformando en medio de los tiempos de dos personas, con sus tiempos y
problemas. Pero sin embargo, pudo ser llevada adelante, y, si bien por momentos,
hemos sentido que había una falta de interés en el trabajo que estábamos llevando
adelante por las dificultades que teníamos para poder concretar los encuentros,
miedos o inseguridades por parte nuestra para concretar las citas, encuentros fallidos
por dificultades del sujeto, esperas y olvidos, que hacían que nos desilusionemos o
vayamos perdiendo el entusiasmo. Por suerte todas estas circunstancias se iban
entremezclando con encuentros donde, si bien eran de corta duración, la riqueza de la
charla, el entusiasmo y la confianza que manifestó Oscar en nosotros, al relatarnos
sucesos de su intimidad, nos incentivaron a continuar la tarea. También creemos que
tiene que ver con tiempos personales propios, del sujeto y de la relación. Si bien
durante la entrevista yo sí sentía una empatía con el sujeto, me preguntaba si
realmente él tenía ganas de hacer esto o no, pero a esto siempre nos contestábamos,
bueno, él en un primer momento me planteó las dificultades y nosotros insistimos, así
que, a continuar. Creemos también que éste decaimiento o desilusión respecto a las
pocas expectativas del otro en el trabajo tiene que ver con experiencias anteriores
nuestras. Siempre habíamos trabajado con movimientos sociales, barrios en conflicto
por traslado, un centro comunitario en formación, sujetos con necesidades
estratégicas de hablar y hacer conocer sus problemas y, también, con necesidades
emocionales de hablar, dado que no eran generalmente escuchados, y donde su
experiencia no era tomada en cuenta por la sociedad. El caso de Oscar continua
representando un sector social que fue quedando fuera de los espacios de los que
formaba parte y tuvo que ir diseñando su propio espacio social, por su participación en
la universidad como docente y su reconocida participación en el ámbito de los
derechos humanos ha ido configurando un cierto reconocimiento social. Entonces, ten
hemos pasado de experiencias de campo donde nosotros íbamos a las casas de los
sujetos, la mayoría de las veces llegábamos sin aviso a sus casas, o acordábamos
entrevistas en el lugar de encuentro para la protesta (carpa y/ o centro comunitario) a
otra situación donde las entrevistas se realizan en el lugar de trabajo del sujeto, que en
general siempre tiene actividades programadas antes o después de la misma, por lo
cual tiene tiempos limitados. Muchas veces hemos sentido que no llegábamos a
introducirnos en la situación de la entrevista y ya teníamos que terminar, pero también
la experiencia del sujeto y su reflexividad acerca de sus vivencias hicieron que el relato
fuera de gran claridad y riqueza. También hubo momentos narrativos de gran
emotividad y profundidad como la lectura de las poesías de Cardenal en el que el
sujeto logra salirse de su lugar de “intelectual” para ser “hombre”.
Nosotros, en nuestra experiencia de campo, intentamos hacer pie en los dos
aspectos (lo social y lo individual) y al comenzar el trabajo de campo si bien no
teníamos una dimensión real de cual era su trayectoria de vida, intentamos focalizar es
en el interés en su identidad como sujeto y, también, en función de ser un referente
social.
De los tres momentos de entrevistas que trabaja Santalamacchia, sobre todo
hemos trabajado los primeros dos. No en una única entrevista por momento sino en
series de entrevistas que ubicamos dentro de éstos dos momentos. Un primer
momento donde era un relato del sujeto a partir de preguntas abiertas orientadas a
estimular el recuerdo, obtener una visión global de su trayectoria vital y profundizar los
tópicos que concitaban nuestro mayor interés. Un segundo momento, donde a partir
de la información recogida en las entrevistas anteriores y en entrevistas o información
recibida de otras fuentes se iba repreguntando sobre algunos temas más puntuales o
tratando de trabajar desde distintos lugares. Si bien dimos a la lectura del sujeto de la
investigación el informe realizado, no hemos retrabajado sobre el mismo pero somos
concientes de esta necesidad y planteamos al presente informe como una primera
aproximación y presentación y no como un trabajo definitivo y concluso.
Tomamos la diferencia que realiza Mauss (1991: 285/286) entre “hombre total”
al que caracteriza como la mayoría de la población y al que estudian la mayoría de los
sociólogos y que esta desdoblado y no es dueño de sí mismo y queda afectado en
todo su ser por la mínima percepción del ”hombre de elite” que se encuentra “dividido”,
su inteligencia, su voluntad seguidora de esta, la lentitud con la que expresa sus
emociones, la forma en que las domina, su critica excesiva, le impiden abandonar su
conciencia a los impulsos violentos del momento. Si bien consideramos que en este
caso estaríamos trabajando con un “hombre de elite” nos preguntamos también hasta
que punto, este “hombre”, ante todo, puede tener tanto control o dominio de sus
emociones y si siempre puede hacerlo. En este sentido creemos que hay un momento
que el sujeto de la investigación marca muy bien y que tiene que ver con la praxis en
el que la razón se enmarca en situaciones prácticas que la superan o que hacen que
sea utilizada en estrecha relación con ésta, no pudiendo realizarse análisis racionales
exteriores a esta práctica que lo envuelve todo. (Ejemplo: situación de conflicto con
Bolatti.)
El material de historia de vida mismo, fue organizado y conceptualizado.
Nosotros buscamos, en este sentido, establecer nexos entre la trayectoria individual y
los procesos históricos- sociales. Si bien intentamos que, dado la riqueza del relato,
éste apareciera y que la teoría no aparezca como introduciendo un lenguaje ajeno al
relato somos conscientes que, en definitiva, termina siendo así. Molano (1998:
105:111) nos advierte sobre el papel discreto y modesto que debe tener la teoría y
como debe entrelazarse con la historia de vida. Debe estar presente, sobre todo, en la
selección y en la elaboración de la historia.
“El método de la historia de vida nos obliga, al menos, a enfrentarnos a la violencia que
se le puede hacer a la conciencia de los demás al imponerle nuestros propios términos, y
también, nos permite encontrar una solución parcial a este problema, mediante la yuxtaposición
de las historias de nuestros informantes con nuestras propias informaciones, de manera que
cuando el trabajo este escrito, la evidencia pueda seguir siendo leída tanto a su modo como al
nuestro” (Thompson, 1993: 122)
historia y vivencia. Hay relatos que son tan ricos y valiosos (considero que este junto
con otros testimonios que he recogido en la realización de este trabajo son alguno de
ellos) que dan la tentación de editarlos, publicarlos y dar por terminada la labor.
Hemos intentado una reconstrucción de una sucesión de “eventos”, organizados
cronológicamente. Molano (1998; 107-111) plantea la dificultad de teorizar sobre el
proceso de análisis porque la teoría tiende a reemplazar la vía de las historias. En la
elaboración de las historias de vida, hay algo que relaciona este trabajo intelectual con
el de un artista, no hay que tenerle miedo a la subjetividad, yo creo que las historias de
vida deben evadirse del campo de acción puramente intelectual, para buscar campos
más emocionales de trabajo; debe poner en primer plano los sentimientos de la gente
y debe buscar entre sus colores y no entre el plano frío de la elaboración intelectual
puramente teórica. Las historias de vida no son la versión de la realidad, son una
versión de la realidad, y esto tiene que quedar muy claro.
Esta historia de vida es, por un lado, un documento cultural y nos permite la
reconstrucción de un proceso sociocultural a partir de una experiencia particular. Éste
proceso sociocultural adquiere una gran importancia en lo referente al período en que
el sujeto se encuentra dentro de la Iglesia, dado la importancia de ésta institución en la
configuración del poder en la sociedad argentina. Así mismo, es de gran importancia el
rol intelectual que juega el sujeto en la sociedad y al interior de los colectivos de los
que forma parte.
El relato fue motivado por nosotros y éste relato es cruzado con informaciones
de otras fuentes, como son otros actores, biografía y documentos de las distintas
épocas y/o problemáticas. Si bien hemos tratado de tener una perspectiva totalizadora
y abarcadora de todas las áreas de la vida del sujeto, por supuesto somos conscientes
de la imposibilidad de lograr tal pretensión. Esta imposibilidad tiene que ver con, por
un lado, el resguardo lógico que realizan todos los sujetos de áreas de su vida privada
y, por otro, con una preeminencia de algunos temas sobre todos, que tienen que ver
en parte con intereses propios del sujeto que “escucha” y de la misma forma del sujeto
que “narra”. Hay temas que aparecen a lo largo de la serie de entrevistas como
reiterativos y sobre los que se vuelve una y otra vez, planteando distintas ideas y
perspectivas. Este período esta vinculado a los años del conflicto con el arzobispo
Bolatti y un poco antes, y con posterioridad hasta la dictadura militar, inclusive. Son
períodos, donde, aun desde el hoy se buscan explicaciones y se trata como de desatar
un nudo. Un nudo que sin duda imbrica toda la problemática de la construcción política
Tomamos a esta vida como una “totalidad significante” pero también como “un
cuerpo sin órganos” que hace pasar y circular partículas asignificantes, intensidades
puras. Me interesaría poder pensar esta vida desde la idea de “rizoma” (Deleuze-
Guattari,1977:16) que puede ser conectado con otro y debe serlo. Este relato/
narración es percibido como una composición colectiva de enunciación, donde se
encuentran diversos enunciadores-interlocutores: el relator de su historia de vida, la
entrevistadora y los relatos acerca de esta historia con los que el sujeto dialoga. Por
momentos se encontraba dialogando con antiguos interlocutores del pasado, en otros