Oraciones para Implorar Una Buena Muerte
Oraciones para Implorar Una Buena Muerte
Oraciones para Implorar Una Buena Muerte
¡Jesús Señor Dios de bondad, Padre de misericordia! me presento a vos con un corazón
humillado, contrito y confuso, os encomiendo mi última hora y lo que después de la muerte
se me espera.
Cuando mis pies, perdiendo su movimiento, me adviertan que mi carrera en este mundo
está próxima a acabarse, ¡Jesús misericordioso! tened compasión de mí.
Cuando mis ojos, vidriados y contorcidos al horror de la inminente muerte, fijarán en vos
sus miradas lánguidas y moribundas, ¡Jesús misericordioso! tened compasión de mí.
Cuando mis labios, fríos y convulsos, pronunciarán por última vez vuestro adorable
nombre, ¡Jesús misericordioso! tened compasión de mí.
Cuando mi cara, pálida y amoratada, causará lástima y terror a los circunstantes, y mis
cabellos bañados en el sudor de la muerte, erizándose en mi cabeza anunciarán que está
próximo mi fin, ¡Jesús misericordioso! tened compasión de mí.
Cuando mis oídos, próximos a cerrarse para siempre a las conversaciones de los hombres,
se abrirán para oír como vuestra voz pronunciará la sentencia irrevocable que determinará
mi suerte por toda la eternidad, ¡Jesús misericordioso! tened compasión de mí.
Cuando mi corazón, débil y oprimido del dolor de la enfermedad, estará sobrecogido del
horror de la muerte, fatigado y rendido por los esfuerzos que habrá hecho contra los
enemigos de la salvación, ¡Jesús misericordioso! tened compasión de mí.
Cuando esté derramando mis últimas lágrimas, síntomas de mi destrucción, recibidlas,
Señor, en sacrificio de expiación, a fin de que yo muera como víctima de penitencia, y en
aquel momento terrible, ¡Jesús misericordioso! tened compasión de mí.
Cuando perdido el uso de los sentidos, el mundo todo desapareciere de mí, y gemiré entre
las angustias de la última agonía y los afanes de la muerte, ¡Jesús misericordioso! tened
misericordia de mí.
Cuando los últimos suspiros del corazón esforzarán a mi alma a salir del cuerpo, aceptadlos
como hijos de una santa impaciencia de ir hacia Vos, ¡Jesús misericordioso! tened
misericordia de mí.
Cuando mi alma, al extremo de mis labios saldrá para siempre de este mundo, y dejará mi
cuerpo pálido, frío, y sin vida, aceptad la destrucción de él, como un homenaje que voy a
rendir a vuestra Divina Majestad, y en aquella hora, ¡Jesús misericordioso! tened
compasión de mí.
En fin, cuando mi alma comparezca ante vos, y vea por primera vez el esplendor inmortal
de vuestra Majestad, no la arrojéis de vuestra presencia, dignaos recibirla en el seno de
vuestra misericordia para que cante eternamente vuestras alabanzas. ¡Jesús misericordioso!
tened misericordia de mí.