MEP Trastornos Del Ciclo Menstrual
MEP Trastornos Del Ciclo Menstrual
MEP Trastornos Del Ciclo Menstrual
A)
INTRODUCCIÓN
Entre el 10% y el 15% de las mujeres tiene alguna alteración del ciclo menstrual. Esto determina
que los trastornos del ciclo representen un motivo de consulta muy frecuente en la práctica
ambulatoria. La paciente consulta, habitualmente, porque no menstrúa (amenorrea) o porque nota
un cambio en la frecuencia o en la intensidad del sangrado uterino.
Las alteraciones más habituales del ciclo menstrual pueden ser manejadas sin dificultad
en el ámbito ambulatorio por un médico correctamente entrenado.
Cuando una paciente consulta por alteraciones del ciclo siempre es importante descartar el
embarazo. La segunda causa a tener en cuenta es la anovulación que, en muchos casos, es un
cuadro autolimitado. Con menor frecuencia, el trastorno del ciclo será secundario a un problema
ginecológico o endocrinológico. Un sangrado anormal puede ser también la primera señal de una
neoplasia genital.
Nota: en este MEP se utilizan conceptos y drogas que ya fueron explicados en otros MEPs de
PROFAM (“Anticoncepción”, “Menopausia”, “Dolor pelviano agudo” y “Problemas de la tiroides”).
Cuando sea necesario, remitiremos al lector a dichos capítulos (la formulación de las drogas ya
mencionadas no se repite).
B)
OBJETIVOS
C)
CONTENIDOS
1) Generalidades.
2) Causas, evaluación y manejo de la amenorrea secundaria.
3) Causas, evaluación y manejo de los sangrados ginecológicos anormales.
4) Amenorrea primaria y sangrados anormales en las niñas.
MEP modificado de Trastornos del ciclo, original de Karina Bakalar, Vilda Discacciati y Claudia Dreyer.
Servicio de Medicina Familiar y Comunitaria. Hospital Italiano de Buenos Aires.
GENERALIDADES
1
El ciclo menstrual normal
El momento de la vida cuando comienza la pubertad está determinado genéticamente y puede
modificarse por factores ambientales tales como la desnutrición, las enfermedades orgánicas y los
trastornos emocionales.
La menstruación ocurre normalmente cada 21 a 35 días y dura entre uno y cinco días. En el período
posterior cercano a la menarca, los ciclos suelen ser irregulares pero habitualmente se regularizan
luego de uno a dos años.
La cantidad normal del sangrado menstrual no debe exceder los 80 ml. Como es muy difícil
cuantificarla, una forma práctica es indagar si la paciente usa una excesiva cantidad de apósitos
(más de seis por día) o si tiene anemia o síntomas relacionados.
Para comprender el ciclo menstrual, lo dividimos en tres etapas: la fase folicular, la fase
ovulatoria y la fase lútea.
Los niveles de estrógenos son máximos el día catorce del ciclo y estimulan el estallido secretorio de
la LH que desencadena la ovulación. Luego de la ovulación, los restos del folículo en crecimiento
forman el cuerpo amarillo (cuerpo lúteo) y comienza la fase lútea. Esta etapa del ciclo está bajo el
comando de la progesterona (sintetizada por el cuerpo lúteo) y la LH. La concentración de
progesterona aumenta y alcanza su valor máximo de cinco a siete días después de la ovulación.
Esto determina una diferenciación específica a nivel uterino conocida como fase secretoria del
endometrio. En este momento, si no se produce la concepción, el funcionamiento del cuerpo amarillo
y los niveles de progesterona declinan y las arterias espiraladas del endometrio se obliteran y se
produce la hemorragia (menstruación). Al final de esta fase, comienza a incrementarse nuevamente
el nivel de FSH para iniciar la foliculogénesis del siguiente período menstrual.
Los primeros catorce días del ciclo se denominan fase folicular (teniendo en cuenta lo que
ocurre en el ovario) o fase proliferativa (teniendo en cuenta lo que ocurre en el
endometrio). Luego, sobreviene la ovulación. La segunda parte del ciclo se denomina fase
lútea (en el ovario) o fase secretoria (en el endometrio).
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Definición de los trastornos del ciclo
Se define como sangrado uterino anormal todo sangrado uterino que ocurre fuera de lo
considerado normal. Se considera normal al sangrado que ocurre cada 28 +/- 7 días, dura
entre uno y cinco días, y es una cantidad menor a 80 ml.
Entre los sangrados uterinos anormales, pueden considerarse las siguientes variantes:
Hipermenorrea: son aquellos sangrados uterinos regulares, de duración normal, pero en cantidad
excesiva (mayor de 80 ml en un mes). Es decir, es una menstruación en la que la cantidad del
sangrado es excesiva.
Hipomenorrea: son aquellos sangrados uterinos regulares, de duración normal, pero en cantidad
reducida.
Menorragia: es la pérdida ginecológica excesiva, con características de hemorragia importante, de
duración prolongada y que aparece a intervalos regulares. Es decir, es una menstruación prolongada
definida por una cantidad excesiva y una duración prolongada del sangrado. Tiene un prevalencia
elevada (52% de las mujeres entre 18 y 54 años).
Metrorragia: es un sangrado uterino que aparece fuera del período menstrual y cuya
cantidad es variable.
Sangrado intermenstrual (spotting): es un sangrado escaso que se produce entre dos períodos
normales. El spotting puede ocurrir luego de la ovulación durante un ciclo normal debido a la caída
de estrógenos, durante la toma de anticonceptivos orales por insuficiencia estrogénica, a causa de
una cervicitis por clamidia o, a veces, por el DIU.
Polimenorrea: patrón de sangrado periódico, regular, pero con una frecuencia menor de 21 días.
Oligomenorrea: patrón de sangrado periódico pero con una frecuencia mayor de 35 días.
Sangrado de la posmenopausia: sangrado uterino que sucede luego de un año de la última
menstruación (menopausia).
Sangrado en las niñas: todo sangrado ginecológico que se produce antes de los nueve años debe
considerarse anormal.
Los sangrados anovulatorios representan más del 85% de los sangrados ginecológicos en las
mujeres en edad fértil no embarazadas, y sus características principales son que la duración y
cantidad es variable, no son regulares y el inicio es imprevisible. La fisiopatología es la siguiente: la
mujer no ovula, los niveles de estrógenos persisten elevados, no se forma el cuerpo lúteo, no hay
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producción de progesterona (esto se conoce como ciclo monofásico), el endometrio no puede
pasar a la fase secretoria y prolifera (crece) indefinidamente (esta situación se conoce como
endometrio disociado), hasta que llega un momento en que no se sostiene más y sobreviene el
sangrado (metrorragia). La causa más frecuente (el 80% de los casos) de sangrados anovulatorios
es el sangrado uterino disfuncional; el 20% restante se debe a disfunción del cuerpo lúteo o a
endometrio atrófico.
Los sangrados ovulatorios son menos frecuentes y suelen ser regulares. Las causas más
frecuentes son las menorragias por lesiones orgánicas (como la miomatosis uterina) y el sangrado o
spotting intermenstrual (suele producirse en la mitad del ciclo, justo después de la ovulación y debido
a la brusca caída de estrógenos).
Interrogatorio
Antecedentes clínicos: es importante conocer si la paciente ha tenido sangrados por otras causas,
como hemorragias digestivas, hematomas espontáneos, coagulopatías, etc. Las siguientes
entidades pueden alterar el ciclo: hipotiroidismo, hipertiroidismo, hipopituitarismo, estrés, cambios en
el estado emocional, cambios en el peso, obesidad crónica, anorexia nerviosa y ciertos fármacos,
como corticoides, fenotiazinas, antidepresivos y tranquilizantes.
El dato más importante del interrogatorio de una mujer que consulta por trastornos del
ciclo es conocer si existen posibilidades de que esté embarazada.
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Examen físico
Destacamos, en forma general, las maniobras del examen físico de las cuales no se debería
prescindir en la evaluación de las pacientes con trastornos del ciclo:
Evaluar signos clínicos de disfunción tiroidea, buscar signos de hirsutismo o virilización (distribución
del vello pubiano en áreas dependientes de los andrógenos -labio superior, mentón, parte superior e
inferior de abdomen y espalda, glúteos-, voz grave, clitoromegalia). Evaluar si hay signos o síntomas
de anemia. Pesar y medir a la paciente para objetivar bajo peso u obesidad. Buscar signos de
trastornos hepáticos o renales que orienten a patologías crónicas que puedan provocar alteraciones
en el ciclo menstrual. La inspección externa del aparato genital femenino puede ayudar a encontrar
lesiones en la vulva y en el ano. La especuloscopía es útil para buscar lesiones vaginales traumáticas,
visualizar el cuello uterino, evaluar las características del sangrado y, eventualmente, descartar
lesiones tumorales. En el examen pelviano, palpar el tamaño y las características del útero para
descartar aumento de tamaño, evaluar si el cuello está cerrado o si es permeable, así como tactar los
fondos de saco buscando anormalidades en los anexos. El examen mamario es importante para
descartar galactorrea que puede no ser espontánea y orienta al diagnóstico de hiperprolactinemia.
La amenorrea secundaria (AS) es una entidad frecuente que puede manejar un médico de familia o
un generalista correctamente entrenado. Por el contrario, la amenorrea primaria es menos frecuente
y, en estos casos, la función del médico de familia es la de discriminar si debe tomar una conducta
expectante o iniciar estudios diagnósticos que, habitualmente, son efectuados por el especialista (en
el contenido 4 desarrollamos brevemente los principales aspectos que debe conocer el médico de
atención primaria acerca de la amenorrea primaria). Comenzamos, entonces, describiendo las
causas de AS y, en el contenido siguiente, describiremos su evaluación y manejo habitual.
Como todo listado, para que esta enumeración de las causas de amenorrea secundaria pueda tener
utilidad clínica, debe jerarquizarse en el contexto epidemiológico. Cuando a una mujer en edad fértil
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no le viene la menstruación, lo primero que todo médico debe hacer es descartar el embarazo; una
vez descartado el embarazo, se deberán buscar problemas en los distintos niveles del eje
hipotálamo-hipófiso-gonadal. Los trastornos más frecuentes son debidos a una alteración leve del eje
a nivel del hipotálamo (disfunción hipotalámica leve) que tiene como consecuencia el advenimiento
de ciclos monofásicos anovulatorios.
Otra causa de AS es el síndrome de ovario poliquístico (SOP) que se caracteriza por la presencia
de, al menos, dos de las siguientes: 1) hiperandrogenismo; 2) oligo o anovulación y 3) ovarios
poliquísticos. El hiperandrogenismo puede expresarse con acné, hipertrofia del clítoris o hirsutismo,
además del aumento de la concentración sérica de andrógenos. La oligo o anovulación se manifiesta
clínicamente con amenorreas u oligomenorreas que pueden provocar sangrados uterinos
disfuncionales y disminución en la fertilidad. Las consecuencias del SOP exceden al aparato
reproductivo dado que aumentan las posibilidades de tener alteraciones metabólicas e incrementar el
riesgo cardiovascular.
La fisiopatogenia del SOP incluye un exceso de producción ovárica de andrógenos que se asocia, en
un alto porcentaje de los casos, a hiperinsulinemia y resistencia insulínica. Suele aparecer a partir de
la menarca, pero también puede comenzar como resultado de la ganancia abrupta de peso (la
obesidad no es un factor determinante del SOP, pero puede exacerbar el desarreglo metabólico).
Es importante destacar que, pese a que la definición de AS implica noventa días sin menstruar, la
mayoría de las pacientes consultan mucho antes y, por consiguiente, muchas veces el médico se ve
forzado a iniciar la evaluación en forma precoz. A continuación, esquematizamos la evaluación de la
AS en pasos. Cada médico deberá adaptar los tiempos de la evaluación a la situación particular de
cada paciente; no obstante, recomendamos no saltear ninguno de estos pasos.
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Primer paso: test de embarazo
fecha probable de menstruación. Este paso no debería saltearse aun cuando la mujer asegure que
es virgen o que no ha mantenido relaciones sexuales desde su última menstruación. Por supuesto,
habrá que adaptar cada caso a la situación individual y a la relación médico-paciente dada. Si el test
da positivo, ya tenemos la causa de la AS. Si da negativo, podemos pasar al siguiente paso, pero
siempre teniendo en cuenta que, si la probabilidad de embarazo es muy alta, se deberá repetir el test
más adelante.
Una vez obtenido un test de embarazo negativo, se debe realizar la prueba de progesterona. Esta
consiste en indicar 10 mg de medroxiprogesterona por día, por vía oral (VO), durante cinco a siete
días, o bien 100 a 200 mg de progesterona oleosa por vía intramuscular (IM), en una sola dosis. El
resultado de esta prueba provee información acerca de si se produjeron estrógenos.
La prueba de progesterona positiva indica, en la mayoría de los casos, que no ha habido ovulación.
La causa más frecuente de AS con prueba de progesterona positiva es la disfunción hipotalámica
leve. En esta situación, hay una alteración en la frecuencia de los pulsos de GnRH, y por lo tanto no
se dispara el pico de LH necesario para producir la ovulación, no se ovula (ciclo anovulatorio o
monofásico), no hay cuerpo lúteo y no hay producción de progesterona. El sistema reproductor
queda en un estado folicular, con grados variables de desarrollo folicular, acompañados de
concentraciones cambiantes de estradiol. Puede producirse hemorragia (metrorragia) en ausencia de
ovulación dado que el endometrio proliferativo sufrirá un desprendimiento parcial cuando se
produzca un descenso relativo del estradiol.
Una prueba de progesterona positiva en una paciente con AS indica que se trata de un
ciclo anovulatorio. Los sangrados anovulatorios más frecuentes son los sangrados
uterinos disfuncionales (SUD).
Algunos ejemplos frecuentes de situaciones en las que hay AS por anovulación son el estrés, la
pérdida brusca de peso y el ejercicio intenso. Otras causas menos prevalentes son el hipotiroidismo,
la hiperprolactinemia y el SOP.
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Tercer paso (aquí debemos distinguir si la prueba es positiva o negativa)
Si la prueba de progesterona es positiva, estamos frente a una paciente que tiene ciclos
anovulatorios. Según los antecedentes, el examen clínico y la probabilidad previa, podemos
orientarnos hacia cuál es la causa.
Hay situaciones de estrés, crisis vitales, cambios de peso bruscos o ejercicio extremo que
ocasionan un trastorno del ciclo aislado. En estos casos, la prueba de progesterona es
diagnóstica y terapéutica. Es decir, la paciente no requiere estudios posteriores. Es
conveniente reasegurarla y explicarle que su período se normalizará una vez solucionado
el problema.
Si los trastornos del ciclo se repiten y se asocian a astenia, caída de cabello, edemas, constipación o
sequedad en la piel, se debe solicitar un dosaje de tirotrofina (TSH) con el objeto de hacer
diagnóstico de hipotiroidismo.
Si la anovulación es persistente y hay otros hallazgos sugestivos como acné, hirsutismo y obesidad,
debe considerarse el diagnóstico de SOP. En ese caso, es conveniente solicitar un dosaje de
testosterona sérica. Se puede utilizar la medición de testosterona total como prueba inicial, pero debe
medirse la libre (biodisponible) si los resultados no son consistentes con la clínica de la paciente. Si el
dosaje de testosterona libre está disponible y el costo no es un problema, es preferible optar
directamente por esta prueba. Los valores de referencia están estandarizados para muestras
obtenidas temprano, a la mañana, en los días 4 a 10 del ciclo menstrual. Un nivel elevado de
testosterona (total o libre) en pacientes con ciclos anovulatorios es evidencia de hiperandrogenismo.
La demostración de hiperandrogenismo persistente en pacientes con irregularidades menstruales
cumple con los criterios de diagnóstico para SOP. La falta de hiperandrogenismo descarta el SOP, sin
embargo, en las adolescentes puede no demostrarse hiperandrogenismo en los años siguientes a la
menarca, por lo tanto, es conveniente seguirlas y no descartar SOP hasta que los ciclos se regularicen
y los niveles de andrógenos permanezcan persistentemente normales. Una ecografía ginecológica
permitirá detectar poliquistosis ovárica. El dosaje de LH y FSH es de utilidad pero no es diagnóstico (en
el SOP pueden detectarse valores de FSH ligeramente bajos y de LH levemente elevados). Existen
entidades menos frecuentes de AS o trastornos del ciclo con hiperandrogenismo como la forma no
clásica de la hiperplasia suprarrenal congénita (caracterizada por 17 OH progesterona elevada) o los
tumores virilizantes suprarrenales u ováricos (17 OH progesterona y dehidroepiandrosterona sulfato
elevadas). Su manejo es resorte del especialista.
Las pacientes que consultan por AS frecuentes y persistentes deben ser evaluadas
mediante estudios diagnósticos para orientarse principalmente a hipotiroidismo,
hiperprolactinemia y SOP. Si hay alguna característica clínica sobresaliente (por ejemplo,
galactorrea), se pide solo el estudio específico (en este caso, TSH; de lo contrario, se
realiza una evaluación hormonal general que incluya dosaje de TSH, PRL, testosterona
(total o libre), LH, FSH, 17 OH progesterona y dehidroepiandrosterona sulfato y una
ecografía ginecológica.
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Prueba de progesterona negativa
El primer dosaje que se debe realizar en este caso es el de FSH. El valor normal es de 5 a
30 mUI/ml y refleja los niveles de estrógenos circulantes (por el fenómeno de
retroalimentación negativa). Si la FSH es mayor que 40 mUI/ml, esto significa que los
niveles de estrógenos son bajos. En este caso, se asume que existe una insuficiencia
ovárica. La causa más frecuente de falla ovárica es la menopausia.
El valor de la FSH puede hacer el diagnóstico diferencial entre la falla ovárica (menopausia normal,
menopausia precoz o castración temprana) y la disfunción hipotálamo-hipofisaria severa. En la
primera, la ausencia de retroalimentación negativa estimula la liberación de las gonadotrofinas y, en
consecuencia, estas se encuentran elevadas en la sangre. En la segunda, los valores de
gonadotrofinas son bajos debido a un defecto en su producción hipofisaria. El dosaje de FSH es más
sensible que el de LH para este propósito; por lo tanto, si la prueba de progesterona es negativa y la
FSH es baja, lo más probable es que la causa sea una disfunción hipotálamo-hipofisaria severa. En
estas pacientes, es conveniente realizar un estudio por imágenes (resonancia magnética de cerebro
con gadolinio o tomografía computada con contraste) para evaluar la estructura de la hipófisis. En
general, una paciente con disfunción hipotalámica con gonadotrofinas bajas está expresando una
gravedad mayor. Por ejemplo, si el diagnóstico termina siendo una anorexia nerviosa, este hallazgo
indica que se trata de un caso grave, ya que en la mayoría de las pacientes anoréxicas la prueba de
progesterona es positiva.
Otra posibilidad es que la AS se deba a una falla uterina. En este caso, el interrogatorio suele arrojar
antecedentes de legrado uterino, de sinequias por curetajes vigorosos o de endometritis por abortos
o partos sépticos. La prueba de progesterona aquí es negativa y el valor de las gonadotrofinas es
normal. Si bien la ecografía transvaginal puede ser de utilidad para detectar lesiones uterinas, el
estudio indicado para cerciorarse de que la falla está a nivel del útero y no del hipotálamo-hipófisis es
la prueba de estrógenos y progesterona, que consiste en administrar estrógenos (1.25 mg durante
20 días) más progesterona (10 mg de medroxiprogesterona por día durante los últimos cinco días en
que se administra los estrógenos). Si no hay sangrado, se debe repetir la prueba y si, nuevamente,
no hay sangrado, la prueba se considera negativa, lo que indica que hay una falla en el efector, o
sea, en el útero. En este caso, la paciente debe ser estudiada por el ginecólogo. La prueba se
considera positiva si hay sangrado (aunque sean solo gotitas), lo que significa que el útero está
indemne para responder a estímulos hormonales y que el problema es de origen hipotálamo-
hipofisario.
Como la mayor parte de las pacientes con AS tiene como causa de su trastorno una
disfunción hipotalámica leve (estrés, pérdida de peso, ejercicio intenso, etc.), el médico
deberá manejarse con este diagnóstico como “diagnóstico operativo”. Es decir, la
paciente no menstrúa, el médico descarta embarazo e interpreta, por el interrogatorio y el
examen físico normal, que la paciente tiene una disfunción hipotalámica leve. Realiza la
prueba de progesterona que, de resultar positiva, en este caso, confirma la anovulación y
el “diagnóstico operativo inicial”.
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En las pacientes con hiperprolactinemia es importante descartar primero la presencia de
macroadenomas. De confirmarse el diagnóstico se debe derivar al especialista (endocrinología o
neurocirugía) para un eventual tratamiento quirúrgico y un seguimiento más estrecho. Si la resonancia
magnética es normal o hay un microadenoma, puede indicarse tratamiento médico con el objeto de
reinstaurar los ciclos y disminuir, si la tuviera, la galactorrea. También es importante, de ser posible,
eliminar los fármacos que pueden ser causantes del trastorno: fenotiazinas, estrógenos,
metoclopramida, antidepresivos, cimetidina, metildopa, verapamilo y risperidona). El tratamiento
médico de la hiperprolactinemia consiste en indicar un agonista dopaminérgico capaz de bloquear la
secreción de PRL en el 95% de los casos. La disminución de la prolactinemia se evidencia entre las
dos a tres semanas de comenzado el tratamiento (precede a la disminución del tamaño del adenoma)
y su efecto máximo es a las seis semanas, aunque algunas pacientes pueden demorar hasta seis
meses. La bromocriptina se utiliza en dosis de 2.5 a 5 mg en dos tomas diarias. Se recomienda
comenzar con 1.25 mg al día, por la noche, con la comida; en pocos días aumentar a 2.5 mg al día
divididos dos tomas, a las dos semanas siguientes aumentar gradualmente hasta llegar a 5 mg al día,
también en dos tomas diarias. Si aparecen efectos adversos, disminuir la dosis y luego aumentarla en
forma más lenta ya que, en general, se produce taquifilaxia de estos efectos adversos. Otra droga que
se puede utilizar es el cabergoline, un agonista dopaminérgico de acción prolongada. La dosis es de
0.5 a 1 mg en dos tomas semanales (se comienza con 0.5 mg, una o dos veces por semana por la
noche, con algún alimento y, si la tolerancia es buena, se aumenta a 1 mg, dos veces por semana). La
ventaja de esta droga es que se administra dos veces por semana y es mejor tolerada que la
bromocriptina; su desventaja es que es más cara. Los ciclos se normalizan en tres meses o menos,
momento en el cual se puede dosar la PRL y realizar un estudio por imágenes para observar la
reducción tumoral. Si no hay respuesta a un fármaco, se puede probar con el otro (el 50% de las
pacientes que no responden a la bromocriptina, responderán al cabergoline). Generalmente el
tratamiento se indica por uno o dos años, se puede suspender durante dos meses cada año, evaluar
con dosajes hormonales y recomenzar solo si es necesario. Los efectos adversos de estas drogas son
náuseas, vómitos, hipotensión ortostática, cefaleas, congestión nasal, fenómeno de Raynaud,
intolerancia al alcohol y constipación que suelen ocurrir al comienzo del tratamiento. Los derivados de
la ergotamina como el cabergoline, en dosis altas, pueden provocar enfermedades valvulares
cardíacas. Sus contraindicaciones como hipersensibilidad a la droga o a los alcaloides del cornezuelo
del centeno, toxemia del embarazo, hipertensión del posparto o del puerperio son absolutas. Para el
manejo de la hiperprolactinemia es importante conocer el deseo de la paciente por quedar
embarazada. Si la paciente no desea quedar embarazada mientras utiliza este tratamiento, debe
emplear un método anticonceptivo. Si, en cambio, desea un embarazo y queda embarazada mientras
toma esta medicación, debe suspenderla (si tiene un microadenoma, el riesgo de crecimiento tumoral
es bajo y, si tiene un macroadenoma, debe realizarse un estrecho seguimiento clínico o puede
continuarse la medicación durante el embarazo). Anteriormente, se desalentaba la lactancia posparto
en las pacientes con prolactinomas, pero actualmente se conoce que la succión no estimula el
crecimiento tumoral. Si la paciente refiere síntomas como cefalea o alteraciones visuales, debe
derivarse al especialista.
El tratamiento del SOP se basa en el uso de anticonceptivos orales combinados (ACOC). Este
tratamiento mejora el hirsutismo y protege al endometrio de la excesiva proliferación, pero se le
cuestiona un potencial efecto sobre la reactividad vascular y la coagulabilidad de la sangre. En la
primera línea de tratamiento están los ACOC que tienen derivados de la progesterona con leve
actividad antiandrogénica o leve actividad androgénica como el diacetato de etinodiol, el
norgestimato, especialmente útil en pacientes con acné y la drospirenona emparentada con la
espironolactona, que tiene propiedades mineralocorticoides (su eficacia para reducir el vello es del
30% pero hay que esperar nueve a doce meses para que se manifieste el efecto). Otro ACOC muy
usado en nuestro país para el SOP es el acetato de ciproterona combinado con etinil estradiol.
Existen algunos estudios que demuestran que la disminución de insulina circulante aumenta la
posibilidad de ovulación, favoreciendo la restauración del ciclo menstrual y la fertilidad. Para lograr
un descenso de la insulina, el factor más importante es el descenso de peso.
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La metformina es una droga de primera línea para inducir la ovulación cuando las pacientes desean
embarazo (logra la ovulación en el 50% de las mujeres en tratamiento), y de segunda línea, luego de
los ACOC, en pacientes que no desean embarazo pero tienen irregularidades menstruales (deben
utilizar un método anticonceptivo asociado para prevenir el embarazo). Además, hay evidencia que
sugiere que la metformina es un complemento razonablemente útil para la dieta y el ejercicio de las
mujeres obesas con SOP y es útil para reducir la resistencia a la insulina y aumentar la HDL en
mujeres con SOP. El efecto beneficioso se neutraliza en aquellas que no bajan de peso. Se utiliza en
dosis de 500 mg con la cena y se aumenta de a 500 mg por semana hasta 2000 mg/día, vía oral, en
dos tomas (para más información de esta droga ver “Diabetes”).
El sangrado ginecológico anormal puede ocurrir a cualquier edad. En las niñas, las
causas más comunes son las vulvovaginitis, la presencia de cuerpos extraños, el trauma
y el prolapso uretral. En las adolescentes y mujeres en edad fértil, las causas más
frecuentes son secundarias al embarazo, a ciclos anovulatorios (sangrado uterino
disfuncional) y a enfermedades uterinas benignas. En las mujeres peri y
posmenopáusicas, debe descartarse siempre la patología tumoral (carcinoma de
endometrio), aunque la causa más frecuente de sangrado a esta edad es la atrofia
endometrial.
Causas
a) Sangrado uterino disfuncional por alteración del eje hipotálamo hipofisario: es la causa
más frecuente en las adolescentes y mujeres en edad fértil que no están embarazadas.
b) Enfermedades benignas del tracto genital: miomas (también llamados fibromas), pólipos
cervicales, pólipos endometriales, endometriosis, hiperplasia o atrofia endometrial, cervicitis,
endometritis, vulvovaginitis, prolapso.
c) Enfermedades malignas del tracto genital: carcinoma endometrial, cáncer cervical o vaginal.
d) Traumatismos y cuerpos extraños (como el DIU).
e) Causas relacionadas con el primer trimestre del embarazo: embarazo ectópico, amenaza de
aborto y aborto completo.
f) Enfermedades sistémicas: disfunción tiroidea, enfermedades de Cushing o de Addison,
enfermedad de Von Willebrand, leucemia, trombocitopenia, insuficiencia renal o hepática.
g) Uso de medicamentos que provocan o aumentan el sangrado (aspirina, warfarina, heparina).
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Evaluación
Ante la situación de un sangrado uterino anormal, el médico debería plantearse siempre los
siguientes objetivos iniciales: descartar la emergencia y el embarazo y orientarse en el diagnóstico.
Para ello sugerimos el siguiente esquema de razonamiento:
Toda paciente con sangrado agudo e hipotensión ortostática o hematocrito menor del
30% debería internarse. El tratamiento en estos casos será el de la enfermedad de base
más la probable indicación de una transfusión y manejo de la inestabilidad hemodinámica.
En muchos casos se deberá realizar un legrado uterino o bien utilizar un tratamiento
hormonal (ver más adelante).
Ante todo sangrado anormal, debe pensarse en complicaciones del embarazo (ver “Dolor pelviano
agudo”). En estos casos es de extrema utilidad el interrogatorio. El examen físico debe evaluar
siempre el cuello uterino mediante el tacto vaginal y la especuloscopía para determinar si está
cerrado o permeable.
Una vez descartado el embarazo, corresponde estudiar a la paciente para orientarse hacia la causa
del sangrado; esto no obsta que podamos decidir iniciar un tratamiento para interrumpirlo mientras
estudiamos a la paciente (ver el punto 4). Siempre es conveniente tener en cuenta los datos
aportados por el interrogatorio (patrón de sangrado, método anticonceptivo utilizado y antecedentes
ginecológicos, obstétricos y clínicos) y el examen físico (especuloscopía y examen pelviano).
También es importante indagar acerca de signos que puedan orientar al diagnóstico de una
enfermedad sistémica.
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El valor predictivo negativo de la ecografía transvaginal para el diagnóstico de carcinoma endometrial
en el sangrado de la posmenopausia es cercano al 100%. Esto quiere decir que, si una paciente
posmenopáusica sangra y el espesor endometrial es menor de 5 mm, la probabilidad de que tenga
un cáncer de endometrio es prácticamente nula.
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Damos, a continuación, dos ejemplos de esta combinación:
Hipermenorrea y menorragia (habitualmente son ciclos ovulatorios): se estima que cerca del
10% de las mujeres tiene hipermenorrea o menorragia. Una de las consecuencias más habituales de
estas entidades es la anemia ferropénica y, de hecho, representan la causa más frecuente de
anemia ferropénica en las mujeres premenopaúsicas.
A pesar de que el diagnóstico por lo general es sencillo, existen algunas preguntas útiles: ¿cuántas
veces debe cambiarse los paños durante la noche? ¿Mancha su ropa interior? ¿Sus períodos son
regulares? ¿Perdió peso repentinamente? ¿Tiene pérdida intermenstrual, poscoital, dispareunia, dolor
pelviano o dolor premenstrual? ¿Está tomando tamoxifeno o estrógenos? ¿Tiene acné o vello
excesivo? ¿Tiene colocado un dispositivo intrauterino (DIU) con cobre? Además, es importante
detectar antecedentes de anemia crónica, de sangrados luego de extracciones dentarias,
operaciones o partos, si sangra fácilmente en la piel o en las mucosas (fundamentalmente, epistaxis)
y si existen antecedentes familiares de sangrados. Estas preguntas son fundamentales para
determinar la presencia de discrasias sanguíneas, especialmente, la enfermedad de Von Willebrand.
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La anomalía anatómica más frecuentemente hallada en las pacientes con hipermenorrea y
menorragia son los miomas (también conocidos con el nombre incorrecto de fibromas). Otra causa
menos frecuente de sangrado es la endometrosis. Para evaluar estas causas se deberá proceder al
examen pelviano y luego a la ecografía pelviana. El hipotiroidismo es una causa poco habitual de
hipermenorrea aislada, pero debe sospecharse cuando se acompaña de otros síntomas. Se
diagnostica solicitando un dosaje de tirotrofina. Debido a que muchas mujeres con menorragia suelen
anemizarse, es importante solicitar un hemograma y, eventualmente, una ferritina para ver los
depósitos de hierro.
Otra opción es indicar 10 mg de medroxiprogesterona durante los últimos diez a doce días del ciclo
y repetir el tratamiento todos los meses. Si la paciente desea anticoncepción, el tratamiento más
cómodo es el uso de ACOC. Si no se desea usar estrógenos, puede indicarse un DIU con
levonorgestrel. Si hay anemia ferropénica, debería indicarse hierro por vía oral.
Otra causa frecuente de hipermenorrea o menorragia es la presencia del DIU; en este caso, y
especialmente si la paciente no se encuentra cómoda o el hematocrito cae en forma insidiosa,
debería removerse el dispositivo.
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El spotting intermenstrual casi nunca es un sangrado importante que determine que haya
que “cortarlo” en forma aguda tal como enunciamos en el punto anterior. Si se reitera,
puede no hacerse nada, o bien usar ACOC si la mujer no desea embarazo.
Sangrados uterinos disfuncionales (SUD): los SUD son sangrados anovulatorios cuya forma de
presentación clínica pueden ser la metrorragia, la polimenorrea o la oligomenorrea. Una vez “cortado”
el sangrado, tal como vimos en el punto anterior (y habiendo previamente descartado embarazo,
enfermedades locales benignas o malignas y enfermedades sistémicas), el desafío con el SUD es
qué hacer si los sangrados son reiterados. La idea es orientarse al diagnóstico etiológico, tal como
vimos en el tercer paso, y tratar a la paciente sobre la base de los hallazgos (por ejemplo, si se
constata hipotiroidismo, tratarlo). Pero en muchos casos no se llega al diagnóstico etiológico, se
asume que la mujer tiene ciclos anovulatorios reiterados por trastornos hipotalámicos leves o porque
está en la perimenopausia y se decide utilizar un tratamiento empírico, tal como veremos más
adelante, sobre la base de la edad de la paciente y de si desea o no embarazo.
c) Pacientes perimenopáusicas: estas pacientes pueden tener frecuentes alteraciones del ciclo,
que consisten en amenorrea y menometrorragias. Si desean anticoncepción, deberán utilizar ACOC
(opción a) y, si no la desean, pueden utilizar medroxiprogesterona (opción b).
Veamos algunos ejemplos muy frecuentes en la práctica cotidiana de alteraciones crónicas del ciclo.
Una paciente de diecinueve años consulta porque está cansada de “no saber cuándo le va a venir” .
Tuvo su menarca a los doce y hasta los dieciséis menstruó regularmente; desde entonces, nunca ha
vuelto a ser regular. En general, la menstruación le viene cada 32 a 34 días y, dos o tres veces al
año, tiene atrasos más prolongados (de 40 a 50 días). Hubo momentos en los que estuvo tres meses
sin menstruar. No tiene acné, hirsutismo, obesidad, galactorrea, ni tampoco síntomas asociados con
el hipotiroidismo. La paciente reconoce estar angustiada y preocupada por problemas familiares;
tiene relaciones sexuales esporádicas y siempre su pareja utiliza preservativo.
Esta paciente tiene un cuadro de oligomenorrea con amenorreas aisladas. El diagnóstico más
probable es alteraciones del ciclo debidas a disfunción hipotalámica leve. Seguramente, cuando le
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viene cada 32 a 34 días (normal), los ciclos son ovulatorios mientras que, cuando le viene cada 40 a
50 días (oligomenorrea), los ciclos son anovulatorios; incluso, algunos de ellos son muy prolongados
(amenorrea). El primer paso es tranquilizarla en cuanto a que se trata de un cuadro benigno, sin
implicancias patológicas de importancia. Como el problema es crónico, igualmente sería conveniente
dosarle PRL y TSH. Recordemos que la hiperprolactinemia puede tener como única manifestación
las irregularidades del ciclo, sin que exista galactorrea asociada. En cuanto al hipotiroidismo, es
menos frecuente que se presente con alteraciones del ciclo como única manifestación, pero puede
ocurrir. Como la paciente no es hirsuta ni obesa, la probabilidad de SOP es baja, por lo que en este
caso no es necesario indicar dosajes hormonales o una ecografía, aunque tampoco es incorrecto
hacerlo. Si todos los estudios mencionados son normales, el diagnóstico más probable es el de
disfunción hipotalámica leve y es el que debe guiar el tratamiento. El tratamiento de elección,
teniendo en cuenta que no desea un embarazo, es darle ACOC, ya que regularizarán el ciclo y le
evitarán la excesiva proliferación endometrial que se produce en los ciclos anovulatorios muy
prolongados. Es importante explicarle que su pareja debe seguir usando preservativo para evitar las
infecciones de transmisión sexual (ITS). También hay que explicar que estos cuadros suelen revertir
solos, que no son peligrosos para la salud y que la idea es usar ACOC unos meses (seis, por
ejemplo) y luego suspenderlos para ver qué sucede. También es importante explicitar que puede no
usar ningún tratamiento y que también está la opción de la progesterona en forma cíclica, según su
decisión.
Una paciente de 42 años, que menstruaba regularmente hasta hace un año, comenzó hace unos
meses a tener períodos regulares pero con menstruaciones más abundantes y prolongadas. No tiene
antecedentes patológicos y utiliza preservativo como método anticonceptivo.
Esta paciente tiene una menorragia. El comienzo de este síntoma a esta edad nos debe hacer
pensar, básicamente, en miomatosis, ya que los ciclos anovulatorios que provocan SUD de la
perimenopausia suelen ser irregulares (oligomenorrea, polimenorrea y metrorragias). También
existen otras posibles causas de sangrado, como el hipotiroidismo, la endometriosis, etc., que deben
tenerse en cuenta, pero son menos probables en este caso. Es importante realizar un cuidadoso
examen pelviano, que puede demostrar la existencia de un aumento del tamaño uterino. La ecografía
es útil para evidenciar la presencia de un mioma. También debería solicitarse un hematocrito para
diagnosticar anemia. Si se confirma el diagnóstico de mioma uterino, el tratamiento indicado puede
ser ACOC, progesterona del día 16 al 25 del ciclo, o bien AINE mientras menstrúa. Si la paciente no
desea tratamiento, se puede controlar periódicamente con hematocrito y ecografía. Si el tratamiento
fracasa o la paciente tiene otra indicación quirúrgica, se debe derivar al ginecólogo para evaluar la
necesidad de la cirugía. Si no se hallan miomas y el cuadro se interpreta como un SUD, el
tratamiento es el mismo del ejemplo anterior.
Como se puede observar, la mayoría de las pacientes con trastornos crónicos del ciclo
reciben el mismo tratamiento: ACOC.
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AMENORREA PRIMARIA
Y SANGRADOS ANORMALES EN LAS NIÑAS
Amenorrea primaria
En todas las pacientes con amenorrea primaria, se deberá interrogar acerca de antecedentes
familiares de problemas congénitos, ambigüedad de genitales, anormalidades vaginales, estado
nutricional, antecedentes de hospitalización y cirugías, trastornos emocionales, resultados previos
de análisis y presencia de dolores abdominales bajos recidivantes o retención urinaria aguda para
descartar himen imperforado. Se deberá evaluar el crecimiento (estatura, peso, velocidad de
crecimiento ponderal y estatural, relación peso-talla) y el desarrollo (cambios en los caracteres
sexuales externos, etapas de la maduración esquelética). También deberán buscarse alteraciones
en la distribución del vello pubiano y axilar, la existencia de entradas (alopecia) bitemporales,
evaluar si presenta hábito femenino o masculino, buscar masas inguinales o vulvares, examinar la
tiroides, realizar un examen pelviano (la presencia del cuello uterino confirma la existencia del
útero) y buscar genitales externos ambiguos, signos de feminización o virilización y alteraciones del
tracto urinario.
Dos tercios de las pacientes que se presentan con amenorrea primaria y no tienen un retraso de
la maduración constitucional tienen una alteración en el desarrollo de las gónadas o bien en el
sistema wolfiano o urogenital. Si el desarrollo de los caracteres sexuales es normal y se constata
ausencia de útero o vagina o himen imperforado, debe sospecharse un defecto en el desarrollo de
los órganos derivados del sistema wolfiano. Sin embargo, lo más frecuente son los defectos a nivel
gonadal, que pueden ser adquiridos (generalmente, secundarios a procesos infecciosos o
autoinmunes) o congénitos. De estos últimos, los más frecuentes son: a) El síndrome de Turner: es
una disgenesia ovárica de origen genético caracterizada por la presencia de amenorrea primaria
hipergonadotrófica con cariotipo XO, clínicamente reconocible porque las chicas tienen baja
estatura, membranas cervicales, baja línea del cabello y cuarto metacarpiano corto; b) Cuadros de
mosaicismo XO/XX; o c) El síndrome de Kallmann: es una amenorrea primaria hipogonadotrófica
debida a la deficiencia congénita de GnRH que se acompaña, a veces, de anosmia y defectos
craneofaciales de la línea media. El tercio restante tendrá una alteración en el sistema hipotálamo-
hipofisario (déficit de LH-FSH), cuya manifestación cardinal será el hipogonadismo. La causa más
común es la alteración del eje por defectos severos en la nutrición; otras causas más raras son las
enfermedades congénitas o los procesos tumorales o infiltrativos.
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Toda paciente que no ha comenzado su desarrollo puberal luego de cumplir los catorce
años o que no ha menstruado hasta los dieciséis años debe estudiarse (siempre deberá
descartarse la posibilidad de un embarazo); en la mayoría de los casos, se tratará de un
retraso de la maduración de tipo constitucional, pero en otros se hallarán patologías más
raras.
Los médicos de atención primaria pueden comenzar a estudiar a las pacientes con amenorrea
primaria, aunque en realidad es un cuadro raro cuyo estudio corresponde al especialista. Lo más
importante, en atención primaria, es reconocer el problema, reasegurar a la familia cuando el
cuadro no corresponde a una amenorrea primaria y derivar para estudios a la paciente en el
momento oportuno. Frecuentemente, las pacientes y su familia están ansiosos por el problema; es
muy importante ser claro en el diagnóstico, en el pronóstico y en la orientación acerca de la futura
fertilidad.
Todo sangrado que ocurre antes de los nueve años debe ser considerado anormal.
Las causas más frecuentes de metrorragia en las niñas son: a) Vulvovaginitis: es la causa más
frecuente, la mucosa es fina y por falta de estímulo hormonal puede sangrar; b) Traumatismo
genital: puede ser accidental o secundario al abuso sexual; c) Causas endócrinas: pubertad
precoz (recordemos que se considera pubertad precoz a toda menstruación que ocurre antes de los
nueve años), tumores ováricos secretores o ingesta de esteroides; d) Cuerpos extraños;
e) Prolapso uretral: ocurre cuando la mucosa de la uretra protruye del meato uretral; y
f) Tumores: causa poco frecuente, como el sarcoma botroides.
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D)
ALGORITMOS FINALES
Amenorrea Interrogatorio y
Test de
secundaria examen físico
embarazo
Negativo
Anovulación
FSH > 40 mU/ml Insuficiencia ovárica. Eventual terapia hormonal si los síntomas son severos
Negativa Positiva
Enfermedad uterina
Referencias. To: testosterona libre; FSH: hormona folículo estimulante; LH: hormona luteinizante; ACOC: anticonceptivos
orales combinados; T4: levotiroxina; *: si la causa de la hiperprolactinemia es evidente (por ejemplo, el consumo de
benzodiacepinas), modificar la causa. Prueba de progesterona: administrar 30 a 50 mg de medroxiprogesterona por vía oral
(VO) o 100 a 200 mg de progesterona oleosa por vía intramuscular (VI) en una sola dosis. El resultado de esta prueba provee
información acerca de si se produjeron estrógenos. Se considera positiva cuando se produce un sangrado entre los dos a
catorce días de suspendida la progesterona (indica integridad anatómica del aparato genital y que el ovario produce
estrógenos). Prueba de estrógenos y progesterona: administrar 2.5 mg de estrógenos conjugados durante veinte días más
30 mg de medroxiprogesterona por día los últimos cinco días. Se considera positiva si hay sangrado (significa que el útero está
indemne para responder a estímulos hormonales).
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Algoritmo de evaluación y manejo de los sangrados uterinos anormales
Mujer premenopáusica
menor de 45 años. Mujer posmenopáusica, mayor de 45 años o
con riesgo de hiperplasia endometrial.
Ecografía.
Evaluación endometrial.
Agudo. Crónico.
SUD: sangrado uterino disfuncional. La línea de puntos indica que la conducta puede o no realizarse según criterio médico.
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Hemos intentado ofrecer un esquema de evaluación y manejo de los trastornos del ciclo que tenga
en cuenta las variables más frecuentes en el contexto epidemiológico de la práctica cotidiana del
médico de atención primaria. A modo de resumen, es importante destacar que:
1. Siempre que exista amenorrea secundaria (AS) o un sangrado anormal en una mujer en edad
fértil, hay que descartar el embarazo.
3. Siempre que haya un sangrado en una mujer posmenopáusica, hay que evaluar el
endometrio mediante una ecografía transvaginal para descartar el carcinoma endometrial.
4. Todo sangrado antes de los nueve años de edad debe ser considerado anormal.
5. El sangrado uterino disfuncional (SUD) es la causa de sangrado anormal más frecuente en las
mujeres en edad fértil no embarazadas, y se produce luego de un ciclo anovulatorio (ciclo
monofásico). La anovulación prolongada es, por otra parte, la causa más frecuente de AS, una
vez descartado el embarazo (AS con prueba de progesterona positiva). Como puede
observarse, los algoritmos de evaluación y de manejo se unifican cuando se llega a la AS con
prueba de progesterona positiva y al SUD crónico. La causa más frecuente de ambos
trastornos es la disfunción hipotalámica leve; también se deben tener en cuenta el síndrome
de ovario poliquístico, el hipotiroidismo y la hiperprolactinemia. En todos estos casos, si el
cuadro es crónico, lo ideal es que la paciente reciba tratamiento ya que, cuando la anovulación
es prolongada o muy frecuente, el endometrio prolifera en forma excesiva, y aumenta el riesgo
de hiperplasia y de carcinoma endometrial. El tratamiento de elección del SUD crónico o de la
AS recurrente, una vez excluido el hipotiroidismo y la hiperprolactinemia en mujeres que no
desean un embarazo, son los anticonceptivos orales combinados (ACOC). Si la mujer desea
un embarazo y no lo logra, debe derivarse al especialista.
6. Los miomas representan una de las causas más frecuentes de menorragia e hipermenorrea.
Su manejo es sintomático; hay algunas indicaciones quirúrgicas específicas y el tratamiento
médico más indicado son los ACOC.
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E)
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
Lethaby A, et al. Antifibrinolytics for heavy menstrual bleeding. Cochrane Database Syst Rev
2000; (4): CD000249.
Lethaby A, et al. Cyclical progestogens for heavy menstrual bleeding. Cochrane Database
Syst Rev 2000; (2): CD001016.
Pena KS, et al. Evaluation and treatment of galactorrhea. Am Fam Physician 2001; 63(9):
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