Absolutismo, Justificadores y Mercantilismo Imprimir
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"Las monarquías absolutas introdujeron unos ejércitos y una burocracia permanentes, un sistema
nacional de impuestos, un derecho codificado y los comienzos de un mercado unificado.
[...] El absolutismo fue esencialmente eso: un aparato reorganizado y potenciado de dominación feudal,
destinado a mantener a las masas campesinas en su posición social tradicional, a pesar y en contra de
las mejoras que habían conquistado [...]
Dicho de otra forma, el Estado absolutista nunca fue un árbitro entre la aristocracia y la burguesía ni,
mucho menos, un instrumento de la naciente burguesía contra la aristocracia: fue el nuevo caparazón
político de una nobleza amenazada."
ANDERSON, Perry. “El Estado Absolutista", Siglo XXI 8ª ed 1999
TEÓRICOS DEL ABSOLUTISMO
"La monarquía es la forma de gobierno más común, antigua y natural. (…) El gobierno monárquico es el
mejor. Si es el más natural, será consecuentemente el más duradero y por ende, también el más fuerte. Así
mismo es el que mejor se opone a la división, que es el mal esencial de los estados y la causa más segura de
su ruina. (…) De todas las monarquías, la mejor es la sucesoria o hereditaria, sobre todo cuando se
transmite de varón a varón y de primogénito a primogénito. Esta clase de monarquía es la que Dios
estableció en su pueblo. (…) Dios estableció a los reyes como ministros suyos y por medio de ellos reina
sobre los pueblos. Ya hemos visto que todo poder procede de Dios. (…)El príncipe no tiene que dar
cuentas a nadie de lo que ordena. (…) Sin la autoridad absoluta no puede ni obrar el bien ni reprimir el
mal. (…) Nos encontramos así con la totalidad del pueblo reunida en una sola persona; con un poder
sacrosanto, paternal y absoluto; con una razón secreta que gobierna el cuerpo del Estado, representada en
una sola cabeza y, para finalizar, con la imagen de Dios encarnada en la persona de los reyes."
“Las causas que impulsan a los hombres a constituir un estado y someterse a un poder soberano son, por un
lado, el temor recíproco, y por otro, su propia seguridad.(...) Como el entendimiento entre los hombres
proviene de un pacto, se necesita algo que vuelva su convenio constante y obligatorio; un poder común que
los mantenga a raya y los conduzca al beneficio propio dentro de la comunidad. Una unión así hecha se
llama Estado, puesto que al reducir la voluntad de todos a una sola, ella puede ser considerada una persona
única. En el pacto que los individuos realizan entre sí, sucede como si cada uno dijera: autorizo y transfiero
a este hombre mi derecho a gobernarme a mí mismo, con la condición de que vosotros transferiréis a él
vuestro derecho, y autorizaréis todos sus actos de la misma manera.”
“Se trata, ante todo, de llevar a su apogeo la potencia del Estado y, en consecuencia, los recursos del
mismo, así como lograr un abastecimiento, independiente del extranjero, en armas, municiones, navíos,
etc. Siendo el principal medio de cambio la moneda de metal precioso, ella es la que permite, ante todo,
comprar y vender, estimular al productor, desenvolver la economía y reducir la gravedad de las hambres
y perturbaciones sociales y políticas, que son sus consecuencias. Al mismo tiempo, la moneda permite al
Estado el pago de tropas y funcionarios, el mantenimiento del orden público y de la seguridad exterior, y
reglamentando el abastecimiento, estimular de nuevo la producción. La moneda de metal precioso es “la
sangre de la economía”, la misma sangre del Estado. Pero su masa es muy reducida. [...]
Ello provoca un nacionalismo económico y una especie de guerra perpetua de dinero entre los Estados.
Cada uno busca crearse una balanza comercial favorable para atraer y atesorar el metal precioso. Las
importaciones de lujo deben ser proscritas, y las de objetos fabricados, limitadas en lo posible, teniendo
en cuenta que ellas restan trabajo a los regnícolas. Es preciso producir en el país los objetos fabricados,
incluso en el caso de que la producción resulte mucho más cara que en el extranjero. Las materias
primas deben admitirse ampliamente, pero si se trata de productos necesarios a la defensa nacional,
mástiles, madera de construcción, brea, cáñamo, resina, etc. debe procurarse en lo posible, su
producción en el país. En esta época, la agricultura proporciona la mayor parte de materias primas
necesarias a la industria. Sin vacilar, es preciso, pues, adoptar necesariamente un régimen aduanero
hostil a los agricultores del país, imponer ligeros derechos sobre los productos agrícolas concurrentes o
admitirlos libremente, prohibir la salida de los del reino o gravarla fuertemente, a fin de disponer de
productos agrícolas abundantes y a bajo precio, que aseguren el bajo precio de venta de los objetos
fabricados para la exportación.
Es preciso, en efecto, exportar lo más posible y, con preferencia, objetos fabricados, puesto que el trabajo
ha incrementado su valor. Conviene, pues, disponer del mayor número posible de productores, así como
de una política de natalidad. Pero, para triunfar en la competencia, es necesario ofrecer las mejores
calidades al menor precio. El interés debe ser, pues bajo para que el empresario encuentre capitales a
buen precio. Los salarios tienen que ser bajos y el nivel de vida del obrero, bajo también. [...]
Las colonias deben proporcionar a la metrópoli las materias primas o los productos de consumo que le
faltan, absorbiendo, a cambio, los suyos propios para mantener la balanza comercial. Interesa que
procuren géneros, materias primas u objetos manufacturados a bajo precio, a fin de que puedan ser
reexportados. [...] El Estado se reserva todas las relaciones con sus colonias. Asegura así un mercado
para sus propios productos, que puede vender caros, y los coloniales, que compra baratos, para revender
al mayor precio posible a su vez, mientras atrae hacia sus áreas la moneda de los Estados clientes y sólo
da una pequeña parte a las colonias. [...]
(En Francia) El Estado reglamenta el consumo por leyes suntuarias y el comercio, por la prohibición de
exportar metales preciosos y numerario, así como por la interdicción del acaparamiento, de los mercados
a plazos y de las asociaciones de compradores, la limitación del número de intermediarios y el
mantenimiento de la competencia, gracias a la obligación de vender en las plazas y mercados en días y
horas prescritos. El Estado reglamenta la fabricación por normas generales que prescriben longitud,
anchura, peso, calidad, aderezo. Los inspectores generales y los comisarios de las manufacturas
multiplican las visitas en los talleres y a domicilio. Multas, confiscaciones, destrucciones y, desde 1670,
picota y argolla, sancionan las faltas.”