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–Ay, no, no te preocupes.

–Escuché que decía mi prima, pero yo no podía

despegar la mirada de los movimientos de mi falso novio–. No me molestó. De

hecho, me alegró saber que habían vuelto sanos y salvos.

Aaron acercó su taburete hacia mí y su perfume me golpeó con la fuerza de un

camión y me llevó de vuelta a la noche anterior, cuando me había sumergido en él

por completo. Batí las pestañas y tuve que alejar la mirada.

–Eh, de acuerdo. Bien. Eso es bueno –dije, ausente, mientras sentía que el

rubor me subía a las mejillas.

–De todos modos, me desperté un par de veces más a lo largo de la noche.

Tengo el sueño muy ligero. –La voz de Charo se desvaneció en el fondo mientras

procesaba el hecho de tener el cuerpo de Aaron al alcance de la mano–. Así que, si

llegan a escuchar ruidos extraños por la noche, soy yo caminando por el

apartamento. –Lanzó una carcajada–. Con un poco de suerte, no te cruzaré

desnudo ni nada por el estilo.

Desnudo. Aaron desnudo. De solo imaginarlo, mi mente hizo un cortocircuito

que me eyectó del taburete como si se hubiera prendido fuego.

Espacio. Aire. Necesitaba... algo. Cualquier cosa.

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