Iliada

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Mitos y verdades de la Ilíada: las cosas que se esconden en la guerra

La Ilíada es uno de los textos más antiguos de Occidente, y eso dice mucho más


de nuestra cultura de lo que a simple vista pareciera. Esta epopeya proveniente de
la Antigua Grecia y atribuida al aeda Homero (s. VIII a. C.), el mismo compositor
de la Odisea, narra los eventos del último año de la Guerra de Troya: un conflicto
legendario en el que se enfrentaron a muerte los ciudadanos de la ciudad anatolia
de Troya, ubicada en el Asia Menor, y una gigantesca alianza de ciudades-Estado
griegas, entre las que figuraban las poderosas Atenas, Salamina, Argos, Micenas,
Arcadia, Etolia, Creta, Rodas y Lacedemonia.

Esta guerra, que en teoría duró alrededor de diez años, ocupó durante siglos un
sitio central en la imaginación de Occidente, y fue común atribuir a sus eventos la
explicación de muchas cuestiones políticas, religiosas y sociales de la Antigüedad.

El historiador griego Heródoto (484-425 a. C.) ubicó en ella el origen de la


legendaria enemistad entre los griegos y los persas, mientras que los romanos,
empujados por la imaginación de Virgilio (70-19 a. C.), se pensaban a sí mismos
como herederos (y vengadores) del bando derrotado, el de los troyanos. Todo ello
a pesar de que, a ciencia cierta, resulta difícil saber con certeza si realmente
ocurrió y menos aún si realmente ocurrió como se cuenta.

Si consultamos a las antiguas fuentes griegas, no cabrá duda de que se trató de


un evento tenido por verdadero, y mucho más que eso, por fundamental en el
modo de entender la historia de los ciudadanos de la hélade.

El mismo Heródoto consideraba que habría tenido lugar alrededor de 1250 a. C.,
mientras que Eratóstenes, ese famoso filósofo griego que calculó la redondez de
la Tierra, la fechaba entre el 1194 y 1184 a. C., y si acudimos a la Crónica de
Paros, esa cronología griega que abarca desde el 1581 a. C. hasta el 264 a. C.,
acabaremos concluyendo que la Guerra de Troya tuvo lugar entre el 1219 y el
1209 a. C.

Esto se complica todavía más si pensamos que la existencia del propio Homero
también es motivo de debate. Son muchas las hipótesis respecto a su biografía:
que se trató de un esclavo ciego, que era un descendiente de un prisioneros de
guerra, que nació en Quíos, Colofón, o en Atenas, o en Argos, o en Rodas, o en
Cumas, o en Pilos, o en muchas otras ciudades. Su propio nombre invita a la
especulación: Homeros podría ser una variante del jónico Homaros, que traduce
“rehén” o “garantía”, de modo que tal vez no era un nombre sino un apelativo de
algún tipo.

Lo cierto es que en una época en que no existía la escritura formal, Homero (o


aquellos a los que hoy en día atribuimos ese nombre) se dedicó a recoger una
tradición oral de relatos y cantos, para componer sus dos poemas épicos (o al
menos los únicos que sobrevivieron al paso del tiempo) y un conjunto de himnos
sobre el origen de los dioses y los héroes, que hoy conocemos como los Himnos
homéricos.

Haciendo a un lado la verdad histórica

La verdad histórica, en todo caso, ya sea del poeta o de los eventos narrados en
la Ilíada, no es tan importante como el modo en que se contaron. Guerras, a fin de
cuentas, ha habido desde que la humanidad existe y siempre han sido crueles,
trágicas, sangrientas, y han cambiado muy a menudo el destino
de poblaciones enteras. Pero en el caso de la Ilíada, el conflicto se debe,
fundamentalmente, a las acciones de una mujer: Helena, hija de Zeus y la mujer
más hermosa de Grecia, conocida por la historia como Helena de Troya.

Helena, tal como la Eva judeocristiana, ha cargado a lo largo de los siglos con la
culpa de la desgracia de los hombres. Cuenta el mito que Helena, nacida junto a
sus hermanos Cástor y Pólux de los amores de Zeus con Leda, la hija del rey de
Etolia, había sido reconocida y deseada por su hermosura desde edades
tempranas. Tanto así, que cuando tuvo edad para casarse, fueron numerosos sus
pretendientes de distintos reinos griegos, entre los que la joven escogió a
Menelao, rey de la Esparta micénica. Pero quiso el destino que tiempo después
los visitara en Esparta un príncipe troyano: Paris Alejandro, el favorito de Afrodita,
diosa de la pasión, y que el joven, perdidamente enamorado de Helena, decidiera
llevársela consigo a toda costa.

Las versiones discrepan, justamente, sobre los sentimientos de Helena. En


algunas versiones, la mujer también fue víctima del flechazo y escapó con Paris
de buena gana, mientras que en otras fue raptada y secuestrada por el joven
troyano.

Del modo que sea, Helena y Paris huyeron a Troya, y en su búsqueda marcharon
después Menelao y su hermano Agamenón, pero los troyanos se negaron a
devolverla (o, de nuevo, ella misma se negó a volver). Ante semejante insulto, los
líderes griegos convocaron a sus aliados para una campaña militar para asediar
Troya, recuperar a Helena y capturar los tesoros suficientes para un desagravio.

Naturalmente, es posible que Helena de Troya no fuera más que un símbolo de la


codicia y el ansia de poder humanos. A fin de cuentas, las guerras entre ciudades
y reinos a orillas del Mediterráneo fueron una constante en la Antigüedad, y los
propios romanos después emprendieron la lucha contra Grecia, buscando la
dominación comercial y cultural de la región. Así, la caída de Troya a manos de los
griegos será un motivo recurrente en la descripción de la guerra en la antigüedad.
Referencias:

 “Ensayo” en Wikipedia.
 “Ilíada” en Wikipedia.
 “La Ilíada, la guerra de todos nosotros” por Guillermo Altares en El
País (España).
 “Iliad” en World History Encyclopedia.
 “Iliad (epic poem by Homer)” en The Encyclopaedia Britannica.

Fuente: https://www.ejemplos.co/ensayo-sobre-la-iliada/#ixzz86SpKyh8N

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