Sinodalidad y Vida Consagrada
Sinodalidad y Vida Consagrada
Sinodalidad y Vida Consagrada
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SINODALIDAD Y VIDA CONSAGRADA
La sinodalidad tiene un contenido de muchísimo valor y es tan
importante para entender la Iglesia, que el papa Francisco llega a repetir una
frase que también utilizó, allá en el siglo IV, S. Juan Crisóstomo, quien decía
que la Iglesia tiene nombre de Sínodo. O, podríamos decir también: Sínodo es
nombre de la Iglesia. Por tanto, no es algo accidental, ni una palabra de
moda, ni mucho menos, una mera añadidura, sino que brota de la identidad
misma de la Iglesia.
1 NOCKE F. J, “Doctrina Especial de los Sacramentos” en Manual de Teología, Herder, Barcelona, 1996, 873.
El bautismo es el sacramento que no une a la familia de Dios por medio
de Jesucristo, ya que nos incorpora a la Santísima Trinidad y a la comunidad
cristiana, que es la Iglesia. Al recibir el Espíritu de Amor, que es el amor mutuo
de comunión del Padre y el Hijo, nos pone en comunión de vida con el Padre,
con el Hijo y con todos los miembros bautizados de la comunidad creyente,
donde todos somos hijo de Dios. “A todos nosotros, ya seamos judíos o
griegos, esclavos o libres, somos bautizados con el único Espíritu para formar
un solo cuerpo, y sobre todos derramaron el único Espíritu” (1Cor 12, 13).
Ahora bien, por eso la primera llamada para que esto acontezca es
necesario una Conversión. Conversión significa cambiar algo en otra cosa, el
maíz es convertido harina, que a la vez es convertida en arepa, el trigo es
convertido en pan, la uva en vino, la caña en azúcar o licor. Pero conversión
también significa cambiar de rumbo. Porque quien no puede cambiar sus
pensamientos, no puede cambiar su forma de hablar y de actuar y termina no
cambiando nada. Conversión sería como reciclar la mente y el corazón.
Jeremías nos habla del cambio de opciones de vida: “Yo pongo ante ti
el camino de la vida y el camino de la muerte” (Jer 21, 8). Según el
Deuteronomio “Yo pongo ante ti el bien y la vida, el mal y la muerte” (Det 30,
15). La elección es responsabilidad nuestra.
Ahora bien, la pregunta que nos debemos hacer siempre es: Soy una
persona convertida… decir NO sin titubear es sin duda un pesimismo. Pero
decir SI a secas, según San Juan es una mentira: “porque si alguno dice que
no tiene pecado miente y la verdad no está con él” (1Jn 1, 10). Entonces ¿qué
puede significar convertirnos, para no estar real y totalmente convertidos?
Aprendamos que la conversión es simultáneamente “Gracia y Don” de
Dios y “Conquista y Tarea” nuestra, como respuesta. Normalmente lo que falla
es la respuesta. Sin embargo, jamás debemos olvidar que Dios está siempre
presente en nuestro camino como nuestro servidor. Gracias a esa presencia
gratuita es que podemos vivir animados diciéndonos: ¡Yo puedo con tu
gracia! o “te basta tu gracia…” (2Cor 12, 9).
Los discípulos tienen por misión hacer visible el amor misericordioso del
Padre, especialmente para los pobres y los pecadores. Los discípulos tienen
por misión mostrar el «rostro divino del hombre» manifestado en Jesús.
Anuncian con su misma vida, que en Jesús, se puede vivir una Vida plena, que
de verdad merezca ese nombre. Sienten con angustia el dolor de todos los
que no tienen vida plena, por pobreza, por violencia, por su propio pecado o
por cualquier causa. El dolor del mundo es un llamado urgente a fortalecer en
todos los niveles la dimensión misionera: una “conversión integral, teológica,
espiritual, social, ecológica, eclesial, fraterna y pastoral”. «La Iglesia necesita
una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, en la
cobardía, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los
pobres y necesitados. Necesitamos que cada comunidad se constituya en un
poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo» (Aparecida 362).
«Encontrarse y Conocer a Jesús es el mejor re-galo que puede recibir
cualquier persona; haberlo encontrado nosotros, es lo mejor que nos ha
ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro
gozo.» (A. 29).