Cap 2019 La Esperanza Cristiana
Cap 2019 La Esperanza Cristiana
Cap 2019 La Esperanza Cristiana
La esperanza cristiana
"Aunque supiera que el mundo se desintegrará mañana,
igual plantaría mi manzano."
(Martin Lutero)
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I. Desesperanza y desaliento.
Este tema, “La esperanza cristiana”, es una propuesta de Compañeros de
san Francisco de Suecia. El 31 de agosto de 2019 se recibió un correo de
Birgitta, presentando el tema, que dice:
«Es Anders Mårtensson quién ha formulado este tema, de quien adjunto
un texto para explicar algunas ideas. También, puede ser importante
mencionar que Suecia es "un país muy secularizado", y que la fe no
ocupa una posición relevante en la vida sueca. La fe..."Ni hablar! Esto
puede explicar nuestro deseo de un tema enteramente cristiano…»
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2. Visión futura: puede inspirar a trabajar para realizar el reino de Dios
aquí y ahora.
3. Algo que impregna toda la teología: la pregunta principal se convierte
en "¿Qué podemos esperar?"
Una buena teología que puede transmitir esperanza debe estar
inspirada en estos tres puntos. Así se puede evitar que vivamos en una
esperanza que sea tan celestial que descuida la tierra o en una
esperanza que sea tan mundana que pierde todo el respeto por el cielo.
Una buena escatología une la resistencia de la fe con la paciencia de la
esperanza (Jackelén1, Reúnanse alrededor de la esperanza, 2016,
página 175).»
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Son las consecuencias de la falta de sentido, de que todo continuará con
la misma lógica, hecha de corrupción, de falsificación de noticias (fake
news) y de la realidad, difamación generalizada, la dominación de los
poderosos sobre las masas abandonadas a su destino.
Esta desolación proviene también de la percepción del futuro de nuestro
mundo y de la humanidad, importa poco lo que pueda suceder. Bien lo
observó el Papa Francisco en su encíclica “Sobre el cuidado de la Casa
Común”: «las predicciones catastróficas no pueden subestimarse con
desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejarles
demasiadas ruinas, desiertos, basura. Dado que el estilo de vida actual
es insostenible, solo puede terminar en una catástrofe» (n.161). Pero,
¿quién piensa en todo esto a no ser los que se mantienen al día acerca
del discurso ecológico mundial?
Por lo tanto, además de las múltiples crisis que nos oprimen y nos hacen
sufrir, tenemos esta sombría amenaza de naturaleza ecológica. [...]
Las tradiciones espirituales y religiosas son un himno al sentido de la
vida y del mundo. Por esto, el gran estudioso de las utopías, Ernst Bloch,
en sus dos grandes volúmenes de El principio de la esperanza
observaba: «donde hay religión, siempre hay esperanza». [...]
Termino con el profeta Jeremías, que vivió en el tiempo de la esclavitud
de Babilonia bajo el rey Ciro. Los habitantes de Babilonia se burlaban de
los judíos porque ya no cantaban sus canciones y, desanimados,
colgaban sus instrumentos sobre las ramas de los sicómoros. Le
preguntaron a Jeremías: «¿Tú tienes esperanza?» A lo que él respondió:
«Tengo la esperanza de que el rey Ciro, con todo su poder, no podrá
impedir que nazca el sol». Y yo añadiría: no podrá impedir el amor y los
niños que de ahí nacerán y renovarán la especie humana.
Alimentamos una esperanza similar de que aquellos que han provocado
esta crisis, […] que no han seguido los dictados de la justicia, no
prevalecerán. Saldremos más purificados, más fuertes y con un mayor
sentido del destino […] para beneficio de todos, empezando por los más
pobres, y para toda la humanidad.»2
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sospechas de la dictadura militar y fue expulsado de Brasil en 1971. Vivió
entonces en Chile durante 8 años, donde estuvo al frente de la creación de
un seminario en la ciudad de Talca. En su libro La Ideología de la Seguridad
Nacional, publicado en 1977, deconstruyó la doctrina que servía de base
para las dictaduras militares en América Latina; como consecuencia de la
publicación de su libro fue expulsado por Pinochet en 1980.
De vuelta a Brasil, se radicó en Paraíba, donde fundó un seminario rural y
estuvo al frente de la formación de animadores de Comunidades Eclesiales
de Base. Posteriormente, se trasladó a Ecuador dónde fue asesor de
Leonidas Proaño, obispo de Riobamba. uno de los principales defensores de
la opción preferencial por los pobres.
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Dios que nos da fuerza para trabajar en la esperanza. Por eso, la fe es
confianza en nosotros mismos, porque los pobres lo que más necesitan
es la confianza en sí mismos, el sentimiento de que son capaces de
construir el Reino aquí y ahora, esa es la revelación de Jesús: el espíritu
santo vendrá y hará a través vuestro obras mayores de las que yo he
hecho. O sea, el espíritu los hará libres, capaces de hablar, de crear y
de renovar la vida.
Y la tercera clave es el amor, la convocación a formar una fraternidad
entre los seres humanos. Esa es la vocación fundamental del mensaje
cristiano, como dice San Pablo: “la fe y la esperanza pasarán, todo lo
demás pasará, lo único que permanece es el amor”. Entonces, después
de la muerte, lo único que quedará es el amor. El amor que es algo
concreto, ponerse al servicio del otro, de los otros, de los necesitados en
primer lugar. Entonces, donde existe amor, ahí está presente el Reino de
Dios.»3
3 Evaristo Villar y Carlos Pereda, José Comblin, pionero de la teología de la liberación, Éxodo 78-79
(marzo-junio 2005). Disponible en: http://www.exodo.org/jose-comblin-pionero-de-la-2/
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clave lo que es el origen y el principio determinante del cristianismo:
aquel humilde artesano galileo, que fue Jesús de Nazaret: su forma de
vivir, lo que hizo, lo que dijo, lo que le interesó y le preocupó, lo que vio
en él la gente que le conoció y el "recuerdo peligroso", que aquel
hombre tan singular nos dejó.
Este "recuerdo peligroso" de Jesús quedó escrito en el Evangelio,
que se resume y se recopila en cuatro colecciones de relatos, los cuatro
evangelios, es decir, la "teología narrativa", resumen determinante de
toda posible teología que pretenda denominarse "cristiana". El centro
de la teología cristiana no puede estar fuera del Evangelio. Ni puede
ser teología cristiana si no entraña un "recuerdo peligroso".
Ahora bien, leyendo y releyendo la teología narrativa, que nos presenta
el Evangelio, lo que, en ese conjunto de relatos se advierte en seguida,
es que las tres grandes preocupaciones, que ocuparon y acapararon la
vida de Jesús, fueron: 1) la salud de los seres humanos (relatos de
curaciones, expresadas en el "género literario" de milagros); 2) la
alimentación compartida (las comidas de las que tanto se habla en los
evangelios); 3) las relaciones humanas (sermones y parábolas). La fe,
la relación con el Padre, los sentimientos personales más hondos...,
todo, en la vida de Jesús gira en torno a estas tres preocupaciones.
Y estas preocupaciones fueron tan fuertes, que Jesús las antepuso a las
normas que imponían los maestros de la ley, a las observancias de los
fariseos, a la autoridad de los sumos sacerdotes... Hasta tal punto, que
esto le costó la vida. Jesús hizo todo esto porque aseguraba que quien
le veía a él, a quien veía era a Dios (Jn 14, 7-9). O sea, se identificó con
Dios.
Lo central, en la vida de Jesús, no fue la religión. Fue humanizar este
mundo tan
deshumanizado. No nos
debería preocupar tanto el
diálogo de las religiones.
Nos debería preocupar lo
que preocupa a todos los
humanos: la salud, la
comida compartida, las
mejores relaciones
humanas. Los tres pilares
de toda posible religión. Es
lo que centró la vida de Jesús: humanizar esta vida. En eso está el
camino de la esperanza que nos lleva a Dios.»4
4 José María Castillo, “Lo central, en la vida de Jesús, no fue la religión, sino humanizar este mundo”
(6/07/2017). Disponible en: http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2017/07/06/religion-iglesia-
teologia-opinion-jose-maria-castillo-lo-central-en-la-vida-de-jesus-no-fue-la-religion-fue-humanizar-este-
mundo.shtml#.WWEQBgRnvl8.facebook
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IV. Esperanza y sentido de la vida. Oración de Francisco de Asís en San
Damiano.
La primera oración compuesta por San Francisco de Asís que conocemos, es
una oración muy breve. A veces se la ha llamado «la oración de la hora de la
conversión». Eso no quiere decir que naciera en aquel preciso momento. Lo
que si es cierto es que se remonta a su tiempo de búsqueda y de lucha (años
1205-1206). Francisco está defraudado de su vida de burgués y de soldado,
ya había pasado por la cárcel de Peruggia y está buscando el sentido de su
vida. Con todos estos pensamientos en su cabeza se pone en oración al pie
del crucifijo de San Damián y reza:
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.
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mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la
misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que me parecía
amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo» (Test 2-3). […]» 5
9
único Señor. No, sin embargo, un Dios salvaje, mezquino, gruñón,
sectario, y desconfiado de su criatura..., sino un Dios cuya medida de
compasión, de tolerancia, de ternura y de perdón no tiene medida. Un
Dios que espera (¡porque Dios también tiene una esperanza!) que todos
los humanos hechos a su imagen adopten unos con otros el mismo
comportamiento que él.
Un Dios que abriga la esperanza de que termine de una vez esa clase
de mundo en el cual los gordos se comen a los chicos. Un Dios que
dice: que "lo que hacen al último de los maltrechos de la tierra, ¡a mí lo
hacen!" Un Señor que quiere la justicia (¡vaya!), y por ende la libertad, la
prosperidad, la felicidad para todo el mundo sin excepción, y no para
cuatro o cinco gatos no más... ¡Y con la vida eterna por encima!
Jesús esperaba que ese Reino llegara antes de su muerte y que él
mismo lo viera con sus ojos. Esperaba que sus discípulos también
fueran testigos de ello. Pero los hechos frustraron su esperanza. En vez
de ver acabándose el triunfo de los "gordos" sobre los pequeños, los
"gordos" acabaron con él, clavándolo en una cruz.
En nuestro mundo concreto hecho de átomos, las cosas son así: los
"gordos" ganan siempre. ¿Cómo no desesperar? [...]
¡Nada de desesperar! clama Pedro. Las cosas van a cambiar
seguramente. Sucede que Dios no tiene calendario ni reloj como
nosotros. Para él todo está eternamente presente. Lo que aún no ha
llegado a ser ya está allí (2 Pedro 3, 8-9). Así como la primavera está en
marcha bajo los hielos del invierno, así es lo del Reino anunciado por
Jesús.
Ese Reino, Pedro y los primeros cristianos lo esperan con toda el alma.
Aguardan la hora en que este mundo se derrita como hielo al sol para
abrir el paso a "un cielo nuevo y una tierra nueva en que reine la
justicia". (2 Pedro 3, 10-13).
Pero el mundo no se disuelve. El nuevo cielo y la nueva tierra siguen
dejándose esperar... ¡Y la justicia también!
El mismo Pablo espera el final del mundo viejo y la llegada inminente de
un mundo nuevo. Surca incansablemente el imperio de Roma con la
esperanza de preparar el mayor número de gente posible a acoger el
mundo que viene. Pero pasan los años y el mundo esperado ni se
asoma. Pablo debe rehacer sus cálculos... Intenta un nuevo enfoque.
De ahora en adelante Pablo va a hablar de hombre viejo y hombre
nuevo. Según él, el retorno de Cristo y la llegada del Reino serán el fruto
de una revolución interior.
Existe en nuestro ser íntimo una parte de nosotros mismos que sigue
perteneciendo a aquel mundo viejo que ha crucificado a Jesús; tenemos
que deshacernos de eso y clavarlo en la cruz para que nazca en
nosotros, junto con el Resucitado, un ser nuevo totalmente identificado
con los grandes valores del Evangelio (Efesios 2, 6; 2 Corintios 4, 16-
18).
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Si, en este lugar profundo del ser en el que cada uno y cada una es un
"Yo", las puertas están de par en par abiertas al Resucitado y a su
Evangelio, entonces sí, el Reino tan esperado ya ha llegado... y esto,
aunque estemos aún lejos de poder verlo y que no se tenga sino una
imagen extremadamente embrionaria de él (1Corintios 13, 12).
Por lo tanto, Pablo nos exhorta a no vivir como gente sin esperanza
(Efesios 2, 12). A nunca resignarnos a la injusticia, ya que sería
renunciar a la esperanza del Reino. A combatir "como si" ya hubiéramos
triunfado y a correr "como si" ya alcanzáramos la meta (1Corintios 9, 24-
27; Hebreos 11, 27).
Mi esperanza. Seré más concreto.
La esperanza que tengo para mí,
para la Iglesia, para la sociedad y
para el mundo entero es que
nuestra conciencia se despliegue
hasta 360 grados. Que primero en
nuestra mente, y luego en nuestras
actitudes y nuestro compromiso,
superemos los viejos antagonismos
entre la materia y el espíritu, el
hombre y la mujer, lo sagrado y lo
profano, la religión y la laicidad,
entre el cristianismo y el
paganismo, entre la izquierda y la
derecha, entre el conservadurismo
y el progreso, entre el tradicionalismo y la revolución (Gálatas 3, 28).
Que las cristianas y los cristianos que esperamos ser una Buena Noticia
en el mundo, comprendamos que todo lo que el Evangelio de Jesús nos
pide es ser honestos y auténticos, y que cueste lo que cueste, estar de
corazón y cuerpo, en todo y por todas partes, del lado de los pequeños,
de los vulnerables, de los empobrecidos/as así como de todas las
víctimas de los más fuertes.
Que a partir de allí, seamos, en nuestra alma y conciencia, los
incansables buscadores, defensores y promotores de la justicia, de los
Derechos de la persona, de los Derechos de la Tierra, de la libertad de
los individuos y de los pueblos, y de la fraternidad entre todos los
humanos.
Y que en esta dinámica de liberación nos abstengamos de ser cuchillos
y cortadores de cabezas.
Que sepamos guardar en nosotros mismos un amplio espacio para
respirar como humanos, pensar con sabiduría, reconciliar lo
reconciliable, curar lo curable, celebrar con alegría lo bueno, lo grande,
lo bello, y nunca negociar lo que Jesús jamás negociaría.
Que no caigamos en la tentación de combatir la injusticia con la
injusticia, la mentira con unos simulacros de la verdad, el odio con más
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odio.
Y que al mismo tiempo, en el fondo de nuestro ser, la puerta de la
fraternidad soñada permanezca abierta a toda la humanidad, incluso a
los mismos adversarios, sin tener en cuenta sus culpas o su maldad, ni
su color político, su ideología o su religión.
¿Imposible? ¿Esperar eso, no es soñar lo imposible? ... ¡Seguro! Pues
si nuestra esperanza no está hecha de imposible, nunca moveremos
montañas, jamás saldremos del atolladero en el que nos estamos
hundiendo. Dejaremos de evolucionar, dejaremos de crecer y de
avanzar.
El ancla es un espléndido símbolo de la esperanza (Hebreos 6, 19),
pero, por definición, se trata de un objeto que impide, precisamente, que
el barco avance... Prefiero la imagen del Principito de Saint-Exupéry: "Lo
que embellece el desierto es que esconde un pozo en alguna parte".
Mi esperanza, en el desierto, es el pozo del Reino; aunque invisible a
mis ojos, me hace caminar...
Me está llamando con señales de amigo desde las profundidades de mi
ser, desde el corazón de la Humanidad y de todo el Universo.
Me está apremiando con señales de amor desde la misma Creación, la
que, en el fondo de sus entrañas, también es impulsada por una
inmensa esperanza: la de verse "liberada a su vez de la corrupción para
entrar en la libertad de la gloria de los hijos e hijas de Dios" (Romanos 8,
20-21).»6
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sentimientos éticos primordiales y que supusieron esfuerzo o rebelión ante
un adversario potente, son el inicio de la resistencia y dan fuerza a la
esperanza.
En esta ocasión citamos a Jaume Botey, profesor de Historia en la
Universitat Autònoma de Barcelona y colaborador del centro Cristianisme i
Justicia, que destaca dos figuras
de extraordinaria significación
ideológica, ética y biográfica. Se
trata de dos personalidades muy
conocidas Simone Weil y Dietrich
Bonhoeffer.
«Simone Weil. Encarnación
con el sufrimiento “a la
espera de Dios”
Nace en París en 1909 en el
seno de una familia acomodada, judía pero agnóstica. Intelectual de
sorprendente lucidez, crítica social, conocedora de los clásicos griegos,
filósofa y mística. El enigma de su radical y corta vida está en su aguda
conciencia y voluntaria solidaridad con los oprimidos. Luchó contra dos
fuerzas del mal: la opresión obrera y la locura fascista. El rigor consigo
mismo y su inenarrable experiencia mística lo lleva a encarnarse con la
clase obrera. En 1931, es profesora de filosofía en el liceo femenino de
Le Puy.
Del sueldo que recibe vive sólo con la parte equivalente al sueldo de un
peón, el resto lo reparte. Asiste a manifestaciones de parados. Las
autoridades educativas, como sanción, la trasladan a Auxerre y después
a Ruan. Sigue participando en manifestaciones y organizaciones
obreras.
Tres años después, deja la docencia para incorporarse a la clase obrera.
Primero, en la fábrica Alsthom de París en la cadena de montaje,
después a la Carnaud de Billancourt y después a la Renault de París.
Desde entonces escribe Cahiers, núcleo de sus numerosos ensayos.
Con el estallido de la guerra civil en España decide venir a combatir
contra el fascismo. Se incorpora a las Brigadas Internacionales en la
columna Durruti, al frente de Aragón. Debe dejarlo debido a un accidente
fortuito.
En un viaje posterior a Italia, en Asís se siente impulsada a arrodillarse y
a rezar. Pasa la semana santa de 1939 en Solesmes fuertemente
impresionada por la Pasión de Cristo. Comienza un camino personal y
de difícil seguimiento de Jesucristo que le lleva a interesarse por San
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Juan de la Cruz, por los Upanisads7, por el Bhagavad Gita8. Considera
que todas las religiones son sólo iniciaciones al espíritu divino y
universal. Con el comienzo de la II guerra mundial profundiza su
búsqueda espiritual, su radicalidad desconcertante y su componente
místico.
Ante su delicado estado de salud y huyendo sobre todo de la
persecución nazi, su familia se trastada a NuevaYork, pero
inmediatamente ella siente que debe regresar para incorporarse a la
resistencia. Pronto le diagnostican tuberculosis. Por solidaridad con los
que pasan hambre por la guerra se niega a alimentarse.
Debido a la consideración de la grandeza del acto de creer y a la
pobreza espiritual que siente de sí misma, “por coherencia” y “a la
espera de Dios” se niega a recibir el bautismo. Muere el 24 de agosto de
1943.
Su profunda reflexión filosófica y religiosa parte de su experiencia
mística.
Sus consideraciones acerca de la presencia de la gracia de Dios en el
mundo se fundamentan en la identificación con los vencidos.
7 Se conoce como Upanisads a cada uno de los más de 200 libros sagrados del Hinduismo escritos en
idioma sánscrito entre el siglo VII a. C. y principios del siglo III a. C.
8 El Bhagavad-Gita (El Canto del Señor) es la parte más importante del Mahabhárata (libro sagrado de la
India), una epopeya antigua que describe ciertos acontecimientos que tuvieron lugar entre 5 y 7 mil años
atrás.
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consecuencia, la iglesia no tiene como misión crear espacios o
instituciones propias y diferenciadas. La de Bonhoeffer es una llamada al
seguimiento radical de Jesús fuera ya del contexto cultural de la religión.
¿En qué consiste para Bonhoeffer este “seguimiento”? En el
reconocimiento de la opresión, en la conciencia del sufrimiento humano
y en situar la esperanza del cristiano en la superación de estas
esclavitudes y sufrimientos. El cristiano, a diferencia del que no lo es “ha
sumido su deber de participar en los sufrimientos de los hombres”.
Además de la oración, la función del cristiano es “la construcción de la
justicia en un mundo en el que Dios ya no está presente”.
La redención, concepto central en su pensamiento, no es sólo un
concepto escatológico sino, y sobre todo, la realización intrahistórica de
la justicia y la verdad. No hay islas o espacios reservados en el mundo
para un trabajo realizado desde la fe. El cristiano actúa, como cualquier
otra persona, en la sociedad, en la universidad, en el partido, en el
sindicato. Y será o no será trabajo cristiano en la medida que sea un
trabajo
que impulse la justicia y la dignidad, no en la medida que sea un trabajo
de un bautizado o de una institución religiosa.
No es la ideología la que determina los valores utópicos de la
experiencia, sino los valores profundos que la sustentan.»9
9 Jaume Botey, Construir la esperanza, Cristianisme i Justicia (junio 2008). Disponible en:
https://www.cristianismeijusticia.net/es/construir-la-esperanza
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ambiente y solo confía en su cuenta bancaria, no le quepa duda, le
robaron la esperanza.
Si ya no alberga sueños de un futuro mejor, no se inyecta utopía en
vena y no asume su protagonismo como ciudadano, sino que prefiere
aislarse en su redoma de cristal, es señal de que le robaron la
esperanza.
Los amigos de Job utilizaron todos los argumentos para que
abandonara la esperanza. ¿Cómo se obstinaba en mantenerla si había
perdido tierras, riquezas y familia? Job no introyectó la culpa, no arrojó
sobre hombros ajenos los males que lo afligían, no abominó de los
reveses que le ocurrían.
Reza el poema de Franz Wright, inspirado en la plegaria del poeta
persa Rabi'a al-Adawiyya:
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Sé que el futuro será lo que hagamos en el presente. No espero
milagros. Me arremango la camisa, convencido de que "quien sabe
hace ahora, no espera lo que acontezca".
La esperanza es una virtud teologal. La fe cree; el amor acoge; la
esperanza construye. Así como se hace camino al andar, la esperanza
se teje como el alba en el poema de João Cabral de Melo Neto:
10 Frei Betto, "Si ya no alberga sueños de un futuro mejor ni se inyecta utopía en vena, le robaron la
esperanza", Periodista Digital (3/09/2017). Disponible en:
https://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2017/09/03/opinion-frei-betto-si-ya-no-alberga-suenos-
de-un-futuro-mejor-ni-se-inyecta-utopia-en-vena-le-robaron-la-esperanza-iglesia-religion-dios.shtml
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PARA SABER MÁS…
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PARA SABER MÁS…
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