Documentos Del CELAM
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Capítulo VI
La Iglesia de América Latina frente a la realidad social de nuestro
continente
Introducción
1. I Conferencia General de Río de Janeiro (1955)
2. II Conferencia General de Medellín (1968)
2.1. Contexto eclesial y sociopolítico
2.2. Metodología y documentos
2.3. Principales aportes
2.3.1. Lectura teológica pastoral de la realidad social
2.3.2. Liberación y desarrollo
2.3.3. La justicia, la paz y la violencia
3. III Conferencia General de Puebla (1979)
3.1. Contexto eclesial y sociopolítico
3.2. Lectura ética de la realidad
3.2.1. Motivación de esta lectura
3.2.2. Descripción y causas de la realidad
3.3. Cuestiones relevantes de ética social
3.3.1. La dignidad de la persona y los derechos humanos
3.3.2. Las ideologías
3.3.3. La política
3.3.4. La liberación y el desarrollo integral
4. IV Conferencia General de Santo Domingo (1992
4.1. Contexto eclesial y sociopolítico
4..2. Principales contenidos
4.2.1. Desarrollo humano y evangelización
4.2.2. Temas de D.S.I. en Santo Domingo
5, V Conferencia General Aparecida (2007)
5.1. Contexto eclesial y sociopolítico
5.2. Algunos temas sociales abordados por Aparecida
5.2.1. Promoción de la justicia y anuncio del evangelio
5.2.2. La globalización, característica de nuestro tiempo
5.2.3 El bien común global pasa por respetar y conservar la naturaleza
6. Opción por los pobres en Medellín, Puebla y Aparecida
6.1. Los pobres y la pobreza en Medellín
6.1.1. Relevancia del tema
6.1.2. Realidad de los pobres
6.1.3. Tipos de pobreza y su interrelación
6.1.4. Opción por los pobres
6.2. La opción por los pobres en Puebla
6.2.1. Continuidad con Medellín
6.2.2. Realidad de los pobres
6.2.3. Fundamentación de esta opción
6.2.4. Compromisos implicados en esta opción
6.3. La opción por los pobres en Aparecida
6.3.1. Continuidad y reafirmación de las anteriores Conferencias
6.3.2. Fundamento Cristológico de esta opción
6.3.3. Implicaciones de la opción por los pobres
6.4. Conclusión
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En el año 1955 se reúne en Río de Janeiro, convocado por el Papa Pio XII, el Episcopado
Latinoamericano en lo que fue la Primera Conferencia General de dicho colectivo.
En la Carta convocatoria el Papa habla:
- De la importancia numérica y cualitativa del catolicismo latinoamericano.
- Del problema grave de la escasez de Clero.
- De la importancia de la emigración en A. L. y la atención que dicho fenómeno social
merece por parte de la Iglesia.
- La importancia de difundir la Doctrina Social de la Iglesia.
1 "Fe cristiana y compromiso social". Departamento social del CELAM. Lima. 1981. Pag. 400.
3
- Area de promoción del hombre y de los pueblos hacia los valores de la justicia, la paz,
la educación y la justicia (1. Justicia. 2. Paz. 3. Familia y demografía. 4. Educación. 5.
Juventud.)
- Area correspondiente a la necesidad de una adaptada evangelización y maduración en
la fe de los pueblos y sus elites a través de la catequesis y la liturgia (6. Pastoral popular. 7.
Pastoral de elites. 8. Catequesis. 9. Liturgia).
- Area que trata de los problemas relativos a los miembros de la Iglesia, que requieren
intensificar su unidad y acción pastoral a través de estructuras visibles, también adaptadas a
las nuevas condiciones del continente. (10. Movimientos laicos. 11. sacerdotes. 12.
Religiosos. 13. Formación del clero. 14. La pobreza de la Iglesia. 15. Pastoral de conjunto.
16. Medios de comunicación social).
El Concilio Vaticano II exhorta que "el Pueblo de Dios, movido por la fe, que le impulsa a
creer que quien lo conduce es el Espíritu del Señor, que llena el universo, procura discernir
en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus
contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios" (G.S. 11).
La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Medellín,
entre el 26 de agosto y el 6 de setiembre de 1968, es justamente un esfuerzo episcopal de
discernir los signos de los tiempos en el continente.
"América Latina está evidentemente bajo el signo de la transformación y el desarrollo...
Percibimos aquí los preanuncios en la dolorosa gestación de una nueva civilización. No
podemos dejar de interpretar este gigantesco esfuerzo por una rápida transformación y
desarrollo como un evidente signo del Espíritu que conduce la historia de los hombres y de
los pueblos hacia su vocación" (Introducción, 4)
"El hecho de que la transformación a que asiste nuestro continente alcance con su impacto
la totalidad del hombre se presenta como un signo y una exigencia. No podemos los
cristianos dejar de presentir la presencia de Dios, que quiere salvar al hombre entero, alma
y cuerpo. ... Cristo, activamente presente en nuestra historia, anticipa su gesto escatológico
no sólo en el anhelo impaciente del hombre por su total redención, sino también en aquellas
conquistas que, como signos pronosticadores, va logrando el hombre a través de una
actividad realizada en el amor" (Introducción, 5).
Medellín nos enseña y nos invita a ejercitar la fe y el compromiso cristiano a partir de la
realidad, de los acontecimientos de nuestros pueblos.
Entre esos acontecimientos Medellín señala tres de capital importancia:
a) La existencia de "tremendas injusticias sociales... que mantienen a la mayoría de
nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana
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miseria" (Pobreza, 1). En otros términos "el subdesarrollo latinoamericano como injusta
situación promotora de tensiones que conspiran contra la paz" (Paz, 1).4
b) La situación de injusticia reflejada en estructuras sociales que impiden la realización
de las personas. "América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de
injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada cuando, por defecto de las
estructuras de la empresa industrial y agrícola, , de la economía nacional e
internacional, de la vida cultural y política, poblaciones enteras faltas de lo necesario,
viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo
que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y
política, violándose así derechos fundamentales" (Paz, 16).
c) La toma de conciencia de los pobres sobre estas situaciones y su anhelo de liberación.
(Mov. Laicos, 2; Paz, 7).
Esto supone para la vida y el compromiso cristianos una nueva forma de experimentar la
realidad y a la vez, y esto es de suma importancia, una nueva espiritualidad que implica:
a. Seriedad frente a la realidad. La cultura, la economía, la política... son dimensiones
de la persona, mediaciones de la acción de Dios; a través de ellas, también, Dios invita,
llama, urge y salva. Por lo tanto no se pueden tomar a la ligera, como si no interesaran,
como algo extrínseco a la salvación cristiana, o como no dignas de una consideración
más que superficial.
b. Discernir en la realidad social aquellas señales y signos que indican la presencia de
Dios, las semillas del Reino. Convertir la realidad temporal en uno de los lugares donde
Dios se revela y desde el que Dios nos llama a conversión y compromiso. "Así como
otrora Israel, el Primer Pueblo, experimentaba la presencia salvífica de Dios cuando lo
liberaba de la opresión de Egipto, cuando lo hacía pasar el mar y lo conducía hacia la
tierra de la promesa, así también nosotros, nuevo Pueblo de Dios, no podemos dejar de
sentir su paso que salva cuando se da el verdadero desarrollo que es el paso, para cada
uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas"
(Introducción, n. 6).
c. Sin confundir el progreso temporal y el Reino de Cristo superar toda dicotomía o
dualismo en el cristianismo. "Sin caer en confusiones o en identificaciones simplistas,
se debe manifestar siempre la unidad profunda que existe entre el proyecto salvífico de
Dios, realizado en Cristo, y las aspiraciones del hombre; entre la historia de la salvación
y la historia humana; entre la Iglesia, Pueblo de Dios, y las comunidades temporales;
entre la acción reveladora de Dios y la experiencia del hombre; entre los dones y
carisma sobrenaturales y los valores humanos" (Catequesis, 4). Porque la
evangelización "no puede ser atemporal ni ahistórica. En efecto, los signos de los
tiempos que en nuestro continente se expresan sobre todo en el orden social,
constituyen un lugar teológico e interpelaciones de Dios" (Past. Elites, 13).5
d. Vivir una fe encarnada, es decir, una respuesta a la llamada de Dios desde las
ambigüedades, los fracasos y las miserias de lo humano. En esta historia concreta
nuestra, Dios trabaja; por lo tanto, nosotros creemos que el Reino de Dios se va
4
Justicia, 1; Past. Conj., 1; Paz, 1; Juventud, 1.
5
Ver también: Introducción, 5; Justicia, 4,6; Paz, 24; Liturgia, 3,4,7; Catequesis, 6,17.
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La justicia
Para Medellín la injusticia tiene unas causas y consecuencias bien concretas y no solamente
esto, hace también una lectura teológica de esa realidad e indica que constituye una
situación de pecado: "Al hablar de una situación de injusticia nos referimos a aquellas
realidades que expresan una situación de pecado" (Paz, 1).
Estas situaciones de injusticia son:
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La paz y la violencia
Medellín señala tres notas que caracterizan la concepción cristiana de la paz:
a. "La paz es, ante todo, obra de justicia. Supone y exige la instauración de un orden
justo" (Paz, 14).
b. "La paz es un quehacer permanente... Una paz estática y aparente puede obtenerse con
el empleo de la fuerza; una paz auténtica implica lucha, capacidad inventiva, conquista
permanente" (Paz,14).
c. "La paz es fruto del amor, expresión de una real fraternidad entre los hombres:
fraternidad aportada por Cristo, Príncipe de la Paz, al reconciliar a todos los hombres
con el Padre" (Paz, 14).
d. Donde no hay condiciones de paz hay rechazo de Dios. "Donde se encuentran injustas
desigualdades sociales, económicas y culturales, hay un rechazo del don de la paz del
Señor; más aún, un rechazo del Señor mismo" (Paz, 14).
Sobre la realidad y el concepto de violencia Medellín hace unas aportaciones de suma
importancia:
a. Existe una violencia institucionalizada.
b. Frente a esta violencia es grande la tentación de superarla por la violencia
revolucionaria. "No hay que abusar de la paciencia de un pueblo que soporta durante
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años una condición que difícilmente aceptarían quiénes tienen una mayor conciencia de
los derechos humanos" (Paz, 16).
c. Esta violencia siempre causa males gravísimos y, por lo tanto, no se justifica sino en
casos muy excepcionales.
d. Estos casos excepcionales los habia ya señalado la Populorum progresio (Paz, 19).
e. El cristiano es pacífico, no pacifista, en el sentido de no estar dispuesto a oponerse y
luchar contra el mal (Paz, 19).
f. Medellín opta por la acción del pueblo concientizado y organizado como camino hacia
la paz (Paz, 19).
Los obispos dejan en claro el motivo que les impulsa a realizar una lectura de la realidad
del continente (15 y 16)
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- La fe nos impulsa a discernir las interpelaciones de Dios en los signos de los tiempos
presentes en la historia,
- para dar testimonio, anunciar y promover las valores evangélicos de la comunión y de
la participación (211-219),
- y denunciar todo lo que va contra la filiación que tiene origen en Dios Padre y en la
fraternidad en Cristo Jesús,
- y esto no para causar desaliento, sino para estimular el cambio de las estructuras
injustas, queriendo ser voz "de quien no puede hablar o de quien es silenciado" (24).
La descripción analítica de la realidad del continente destaca los aspectos negativos y los
aspectos positivos. Con respecto a lo negativo se señala (27-50; 55-62; 127-130; 834-840):
- En general, se constata un deterioro en el cuadro socio-político y económico y se afirma
que desde Medellín la situación se ha agravado en la mayoría de los países (487),
aumentando más y más la distancia entre los muchos que tienen poco y los pocos que
tienen mucho (Mensaje, 2).
- Se advierte una situación de injusticia y de violencia institucionalizada, donde existe un
atropello de la dignidad humana hasta los derechos más fundamentales (1261).
- Se resalta la falta de participación en las decisiones políticas y de respeto a la persona
humana (desapariciones, torturas, secuestros, terrorismo, inseguridad, etc.. (42 y 46).
- se constata la proliferación de regímenes de fuerza, con abuso de poder, represión
sistemática o selectiva, inspirados en la ideología de la Seguridad Nacional (42 y 49).
- estas situaciones se dan a veces en piases en que los gobernantes declaran ser cristianos
(24).
Se puede afirmar que en todo el documento se destacan la pobreza -en la cual se encuentra
la gran mayoría- y la violación constante de la dignidad humana (1135). Estas dos
preocupaciones se retoman en la cuarta parte (sobre la acción de la Iglesia en la sociedad
nacional, 1254-1293) y se plantea la necesidad de un compromiso por la justicia social
(para erradicar la pobreza) y una promoción de los derechos humanos (para que se respete
la dignidad humana).
Esta lectura ética de la realidad del continente no se contenta con la mera descripción, sino
busca las causas, plantea metas y fija prioridades.
Las causas señaladas, como raíces profundas de los hechos de marginación y de opresión,
son (63-70):
- la presencia de sistemas económicos que no tienen al hombre como centro de la
sociedad y que no realizan los cambios necesarios para la construcción de una sociedad
justa;
- la falta de integración entre los piases latinoamericanos y el fenómeno de la
dependencia económica, tecnológica, política y cultural;
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Ya en el discurso de apertura de Juan Pablo II le dio gran énfasis a estos dos aspectos.
Podemos decir que el tema de los derechos humanos entra a formar parte de las
preocupaciones más importantes de la Iglesia latinoamericana a partir de Puebla. Ya
Medellín había hablado sobre el tema pero Puebla lo va a hacer de una manera más
detenida, enérgica y clara.
Sobre la dignidad de la persona nada mejor que la reflexión de estos tres números del
documento de Puebla:
316. Es grave obligación nuestra proclamar, ante los hermanos de América Latina, la
dignidad que a todos, sin distinción alguna les es propia (Cfr. Gén. 1,26-28; 9,2-7; Eclo.
17,2-4; Sab. 9,2-3; Sal. 8,5-9) y que sin embargo vemos conculcadas tantas veces en
forma extrema. A reivindicar tal dignidad nos mueve la revelación contenida en el
mensaje y en la persona misma de Jesucristo.
317. Profesamos, pues, que todo hombre y toda mujer (Cfr. Gál. 5,13-24) por más
insignificantes que parezcan, tienen en sí una nobleza inviolable que ellos mismos y los
demás deben respetar y hacer respetar sin condiciones; que toda vida humana merece
por sí misma, en cualquier circunstancia, su dignificación; que toda convivencia humana
tiene que fundarse en el bien común, consistente en la realización cada vez más fraterna
de la común dignidad, lo cual exige no instrumentalizar a unos en favor de otros y estar
dispuestos a sacrificar aun bienes particulares.
318. Condenamos todo menosprecio, reducción o atropello de las personas y de sus
derechos inalienables; todo atentado contra la vida humana, desde la oculta en el seno
materno, hasta la que se juzga como inútil y la que se está agotando en la ancianidad;
toda violación o degradación de la convivencia entre los individuos, los grupos sociales
y las naciones.
El documento de Puebla trata el tema de las ideologías de una manera amplia, realizando un
aporte importante al cuerpo de la Doctrina Social católica, particularmente en lo que se
refiere al tema de las ideologías en si mismas (535-562).
Encontramos la definición de ideología y las condiciones para que una ideología sea
legítima. Más aún, su necesidad "para el quehacer social, en cuanto son mediaciones para la
acción" (535).
Señala también los peligros de las ideologías, su "tendencia a absolutizar los intereses que
defiende y la mistificación (535).
Denuncia como falsas opciones para América Latina, tanto la del liberalismo capitalista
como la del colectivismo marxista. En su servicio por la promoción del continente
latinoamericano, siguiendo a Juan Pablo II, la Iglesia en Puebla "quiere mantenerse libre
frente a los opuestos sistemas, para optar solo por el hombre" (551). Recurre a la
antropología cristiana y no a las ideologías, porque en su propia doctrina la Iglesia
encuentra lo necesario para "amar, defender y colaborar en la liberación del hombre" (552).
Alienta a los cristianos al compromiso (553), pero sabiendo que para ser eficaces deben
integrarse a movimientos históricos nacidos de las ideologías, les recuerda que deben hacer
un discernimiento al respecto (554). Los católicos deben hacer un discernimiento en
comunión con los pastores, (555) conservando la doctrina y la vida cristiana (556, 1225 y
1253) y manteniendo el espíritu crítico en el seno de su militancia (557).
Dedica una atención especial a tres ideologías: La liberal capitalista (542), la marxista (543
y la de La seguridad Nacional (547).
3.3.3. La política
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La Iglesia reclama una misión en lo político: "Debe discernir e iluminar desde el Evangelio
y su enseñanza social las situaciones, los sistemas, las ideologías y la vida política del
continente" (511). Varias razones fundamentan este deber y este derecho: "El cristianismo
debe evangelizar la totalidad de la existencia humana, incluida la dimensión política (515);
"La necesidad de la presencia de la Iglesia en lo político, proviene de lo más íntimo de la fe
cristiana: del señorío de Cristo" (516. También 517).
Desde esta perspectiva se comprende la critica a ciertas formas de vivir el cristianismo que
se cierran a reconocer la misión evangelizadora de la Iglesia en lo político. La Iglesia
"critica por esto, a quienes tienden a reducir el espacio de la fe a la vida personal o familiar,
excluyendo el orden profesional, económico, social y político, como si el pecado, el amor,
la oración y el perdón no tuviesen allí relevancia" (515. También 558).
Sentido de lo político
La Iglesia valora y acepta la política. "La fe cristiana no desprecia la actividad política; por
el contrario, la valoriza y la tiene en alta estima" (514. También 513).
El orden político, por su naturaleza, tiene una cierta autonomía. "La Iglesia reconoce la
debida autonomía de lo temporal lo que vale para los gobiernos, partidos, sindicatos y
demás grupos en el campo social y político" (519).
3.3.4. La liberación
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“En Medellín se despliega un proceso dinámico de liberación integral cuyos ecos positivos
recoge la EN y el Papa Juan Pablo II. Es un anuncio que urge a la Iglesia y que pertenece a
la entraña misma de una evangelización que tiende hacia la realización auténtica del
hombre” (480).
Distingue Puebla dos aspectos a tener en cuenta en el concepto de liberación:
Aparecen dos elementos complementarios e inseparables: la liberación de todas las
servidumbres del pecado personal y social, de todo lo que desgarra al hombre y a la
sociedad y que tiene su fuente en el egoísmo, en el misterio de iniquidad y de liberación
para el crecimiento progresivo en el ser, por la comunión con Dios y con los hombres que
culmina en la perfecta comunión del cielo, donde Dios es todo en todos y no habrá más
lágrimas (482).
Características de la liberación
“Es una liberación que se va realizando en la historia, la de nuestros pueblos y la nuestra
personal y que abarca las diferentes dimensiones de la existencia: lo social, lo político, lo
económico, lo cultural y el conjunto de sus relaciones. En todo esto ha de circular la riqueza
transformadora del Evangelio, con su aporte propio y específico, el cual hay que
salvaguardar” (483).
“Debe ponerse en claro que esta liberación se funda en los tres grandes pilares que el Papa
Juan Pablo II nos trazó como definida orientación: la verdad sobre Jesucristo, la verdad
sobre la Iglesia, la verdad sobre el hombre (484).
“Así, si no llegamos a la liberación del pecado con todas sus seducciones e idolatrías; si no
ayudamos a concretar la liberación que Cristo conquistó en la Cruz, mutilamos la liberación
de modo irreparable, también la mutilamos si olvidamos el eje de la evangelización
liberadora, que es la que transforma al hombre en sujeto de su propio desarrollo, individual
y comunitario. La mutilamos igualmente, si olvidamos la dependencia y las esclavitudes
que hieren derechos fundamentales que no son otorgados por gobiernos o instituciones por
poderosas que sean sino que tienen como autor al propio Creador y Padre (485).
“Es una liberación que sabe utilizar medios evangélicos, con su peculiar eficacia y que no
acude a ninguna clase de violencia ni a la dialéctica de la lucha de clases sino a la vigorosa
energía y acción de los cristianos, que movidos por el Espíritu, acuden a responder al
clamor de millones y millones de hermanos” (486).
“Los pastores de América Latina tenemos razones gravísimas para urgir la evangelización
liberadora, no sólo porque es necesario recordar el pecado individual y social, sino también
porque de Medellín para acá, la situación se ha agravado en la mayoría de nuestros países...
Nos alegra comprobar ejemplos numerosos de esfuerzos por vivir la evangelización
liberadora en su plenitud (487-488).
Solamente enunciar los temas tratados por SD en el capítulo sobre la Promoción Humana
nos hace ver la importancia de su doctrina social: Derechos humanos, ecología, la tierra,
empobrecimiento y solidaridad, el trabajo, la movilidad humana, el orden democrático, el
nuevo orden económico, la integración latinoamericana, la familia.
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Esta gran variedad de temas, en los que encontramos valiosas reflexiones y orientaciones
para el compromiso creyente podríamos agruparlos en cuatro grandes bloques temáticos:
a) La dignidad de la persona humana como fundamento de la defensa de sus derechos. Las
conclusiones hablan en forma hermosa de “proclamar el evangelio de los derechos
humanos” (165), expresión iluminadora si verdaderamente creemos en el Verbo Eterno
de Dios hecho carne en la historia y compartiendo con nosotros nuestro destino. La
encarnación de Cristo no solamente pone de relieve el inmenso amor del Padre hacia la
humanidad sino que también proclama y lleva a su más alta cima la dignidad de toda
persona humana.
b) La ecología y la tierra. Es un gran acierto y aporte de SD introducir la temática
ecológica y repensarla desde América Latina, continente de depredación sistemática de
nuestros recursos naturales; también el abordar el tema de la tierra desde las culturas
nativas de nuestros pueblos, tan distantes de la visión mercantilista de la tierra. Este
elemento cultural reformula el planteamiento mismo de la tierra como factor
económico. Hay un “valor” que la economía no puede medir y que es esencial para la
cosmovisión indígena; un valor, por otra parte, asociado al primer tema de la ecología.
c) Las personas particularmente golpeadas por nuestras estructuras injustas: los
empobrecidos, los trabajadores, los emigrantes. En estos grandes problemas sociales de
nuestro momento histórico se pone de manifiesto la importancia que tienen en la
generación de los mismos las estructuras de injusticia. Medellín y Puebla en este
aspecto, son referentes obligados para una cabal comprensión de los mismos. Este
grupo temático se relaciona íntimamente con los dos anteriores. Todos nuestros
compatriotas que viven en situaciones críticas de esta Patria Grande que es América y el
Caribe nos interpelan desde la fe en dos sentidos, por ser nuestros hermanos y por las
situaciones de injusticia e indignidad en que se encuentran. Situaciones que no son
queridas por Dios ni son producto de la fatalidad o el destino sino el resultado de
decisiones humanas que permiten o, pero todavía, contribuyen a la existencia de
estructuras sociales inadecuadas.
d) Las estructuras políticas, económicas e internacionales de integración latinoamericana.
Estos temas están muy relacionados con el momento actual de nuestro continente como
la democracia en lo político o el nuevo orden económico internacional en lo económico.
Con acierto se apunta que las amenazas de la democracia no provienen única ni
principalmente de afuera (golpes de estado, terrorismo político), sino desde dentro
como la “corrupción administrativa, distanciamientos de los liderazgos partidistas con
relación a los intereses de las bases y las reales necesidades de la comunidad; vacíos
programáticos y desatención de lo social y ético-cultural de parte de las organizaciones
partidistas; gobiernos elegidos por el pueblo, pero no orientados eficazmente al bien
común; mucho clientelismo político y populismo, pero poca participación” (192).
La unidad de los cuatro grupos temáticos se encuentra en la idea de la dignidad humana
revelada en Jesucristo que hace de todos los seres humanos los destinatarios sin exclusión
de los bienes de este mundo. En consecuencia, las situaciones de pobreza, trabajo
inexistente o mal remunerado, migración forzada y tantos flagelos sociales como azotan a
nuestro continente, no son de ninguna manera voluntad divina sino productos de una
historia concreta de la que formamos parte y somos responsables. Esas realidades nos
interpelan desde nuestra fe ya que nos están mostrando unas estructuras y realizaciones
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totalmente inaceptables para quien se siente Hijo de Dios y hermano de toda persona
humana.
¿Es misión de la Iglesia ocuparse de los problemas sociales, de aportar algo en los ámbitos
políticos, económicos, culturales? La promoción de la justicia, la solidaridad y compromiso
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con los más pobres ¿es algo “añadido” al ser y quehacer religioso o forma parte de su
misma esencia?
En la DSI y en el magisterio social latinoamericano ha sido remarcada repetidamente la
íntima relación existente entre el ser y la misión de la Iglesia y su compromiso real,
práctico y efectivo por la promoción de la justicia y por la búsqueda de un orden social
cada día más humano. La conferencia de Aparecida recalcará esta nota y abrirá caminos
nuevos de reflexión y de compromiso.
“Para la Iglesia, el servicio de la caridad, igual que el anuncio de la Palabra y la celebración
de los sacramentos, “es expresión irrenunciable de la propia esencia” (399) “El amor se
muestra en las obras más que en las palabras… Los discípulos misioneros de Jesucristo
tenemos la tarea prioritaria de dar testimonio del amor a Dios y al prójimo con obras
concretas. Decía san Alberto Hurtado: “En nuestras obras, nuestro pueblo sabe que
comprendemos su dolor”. (386).
Este criterio y el de colaborar en la construcción del Reino de Dios obliga a la Iglesia a
trabajar por la justicia, por estructuras sociales donde la dignidad de la persona sea
promovida y respetada y hacer esto en colaboración con personas e instituciones de la
sociedad civil. “Ser discípulos de Jesucristo nos lleva a asumir evangélicamente y desde la
perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser
humano... El amor de misericordia para con todos los que ven vulnerada su vida en
cualquiera de sus dimensiones, requiere que socorramos las necesidades urgentes, al mismo
tiempo que colaboremos con otros organismos o instituciones para organizar estructuras
más justas en los ámbitos nacionales e internacionales. Urge crear estructuras que
consoliden un orden social, económico y político en el que no haya inequidad y donde haya
posibilidades para todos”. (385)
La misericordia, virtud cristiana por excelencia, debe de tener como horizonte y conducir a
la justicia social: “La misericordia siempre será necesaria, pero no debe contribuir a crear
círculos viciosos que sean funcionales a un sistema económico inicuo. Se requiere que las
obras de misericordia estén acompañas por la búsqueda de una verdadera justicia social,
que vaya elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndolos como sujetos de su
propio desarrollo. (386)
Es tan estrecha la relación entre la comunión con Dios y el compromiso por la justicia y el
mejoramiento de las estructuras sociales que la llamada a la santidad, nota de la vocación
cristiana, nunca debe de conducir a una huida u olvido de las mismas: “Vivir la santidad en
la misión lleva (al cristiano) al corazón del mundo. Por eso la santidad no es una fuga hacia
el intimismo o hacia el individualismo religioso, tampoco un abandono de la realidad
urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del
mundo y, mucho menos, una fuga de la realidad hacia un mundo exclusivamente espiritual.
(148)
“Los pueblos de América Latina y el Caribe viven hoy una realidad marcada por grandes
cambios que afectan profundamente sus vidas” (33). “La novedad de estos cambios es que
tienen un alcance global… Habitualmente se los caracteriza como el fenómeno de la
globalización” (34)
Destaca Aparecida la complejidad del fenómeno de la globalización y a la vez la
preeminencia que tiene en la actualidad el aspecto económico de la misma. Aunque señala
que es un fenómeno que tiene aspectos positivos, en su aspecto económico presenta
muchos aspectos negativos. Algunos de estos son:
a) Concentración de poder y de riquezas en manos de pocos, no sólo de los recursos
físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos
(62),
b) Aumento de las desigualdades que marcan tristemente nuestro continente y que
mantienen en la pobreza a una multitud de personas (62).
c) El subempleo, el desempleo, el trabajo informal y las condiciones laborales
precarias (71)
d) El empobrecimiento del campesinado (72)
e) La emigración (73).
f) Pobreza creciente cuyos rostros describe: comunidades indígenas y afroamericanas,
campesinos sin tierra, millones de personas y familias que viven en la miseria e
incluso pasan hambre…. (65)
g) La exclusión social. “Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los
sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y
opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su
misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo,
en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente
“explotados” sino “sobrantes” y “desechables” (65).
Aparecida destaca dos causas de este negativo desarrollo de la actual globalización, una de
tipo ético “la dinámica del mercado que absolutiza la eficacia y la productividad como
valores reguladores de todas las relaciones humanas” (61) y otra de tipo económico: “los
mecanismos del sistema financiero. La libertad concedida a las inversiones financieras
favorecen al capital especulativo, que no tiene incentivos para hacer inversiones
productivas de largo plazo, sino que busca el lucro inmediato en los negocios con títulos
públicos, monedas y derivados” (69).
“Por ello, frente a esta forma de globalización, sentimos un fuerte llamado para promover
una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el
respeto a los derechos humanos, haciendo de América Latina y El Caribe no sólo el
Continente de la esperanza, sino también el Continente del amor” (64). En el número 406
indica algunos caminos que conducen a una globalización de la solidaridad y de la justicia
internacional:
a) Apoyar la participación de la sociedad civil,
b) Crear oportunidades para todos colocando como prioridad la creación de
oportunidades económicas para los sectores de la población tradicionalmente
marginados,
c) Promover una justa regulación de la economía, finanzas y comercio internacional,
d) Examinar atentamente los tratados intergubernamentales y otras negociaciones
respecto del libre comercio,
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“Ante la naturaleza amenazada, Jesús, que conocía el cuidado del Padre por las criaturas
que Él alimenta y embellece (cf. Lc 12, 28), nos convoca a cuidar la tierra para que brinde
abrigo y sustento a todos los hombres (cf. Gn 1, 29; 2, 15)” (113).
“Desatender las mutuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo estableció entre las
realidades creadas, es una ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad y, en
definitiva, contra la vida. El discípulo misionero, a quien Dios le encargó la creación, debe
contemplarla, cuidarla y utilizarla, respetando siempre el orden que le dio el Creador”
(125).
“El Señor ha entregado el mundo para todos, para los de las generaciones presentes y
futuras. El destino universal de los bienes exige la solidaridad con la generación presente y
las futuras. Ya que los recursos son cada vez más limitados, su uso debe estar regulado
según un principio de justicia distributiva respetando el desarrollo sostenible” (126).
Aparecida nos propone en concreto:
a) Evangelizar a nuestros pueblos para descubrir el don de la creación, sabiéndola
contemplar y cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del
planeta.
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- Marginados (1.1.1; 3.10.c; 4.3; 12.13.e) Con ello se están indicando ya causas y
situaciones socioeconómicas que dejan fuera, que privan de sus beneficios a
sectores importantes. Destaca la "marginación cultural" (4.3) como una
"servidumbre inhumana".
- "Hecho colectivo", es decir, situación estructural. La pobreza es vista como
fenómeno social colectivo que tiene unas consecuencias en los pobres concretos
pero que no puede comprenderse desde la observación particular del pobre.
- Esta pobreza tiene unas causas, es decir, no es fruto del acaso o de situaciones
coyunturales. Sus causas son: "instituciones y sistemas económicos inhumanos"
(1.11.1), "abusos e injustas desigualdades" (2.23), "acciones injustas de naciones
poderosas" (2.32), "injusticias sociales existentes en A. Latina" (14.1). El nº 9 del
documento sobre la Paz está todo él dedicado a señalar y analizar estas causas:
"Analizamos solo aquellos factores que más influyen en el empobrecimiento global
y relativo de nuestros países...: distorsiones crecientes del comercio internacional...
Fuga de capitales económicos y humanos... Evasión de impuestos y fuga de
ganancias y dividendos... Endeudamiento progresivo... Monopolios internacionales
e imperialismo internacional del dinero".
Medellín ofrece, elementos valiosos acerca de la pobreza. ¿Que es? ¿Quien es pobre? ¿Hay
ricos que pueden a la vez desde el punto de vista humanitario o cristiano ser pobres? Para
esclarecer estos interrogantes es ya clásica y continúa siendo válida la distinción que hace
entre:
a. La pobreza como carencia de bienes de este mundo. La Iglesia denuncia esta pobreza y
el pecado que la engendra.
b. La pobreza espiritual como actitud de apertura a Dios, disponibilidad de quien todo lo
espera del Señor. Esta pobreza como infancia espiritual es predicada por la Iglesia.
c. La pobreza como compromiso, que asume, voluntariamente y por amor, la condición de
los necesitados de este mundo. La Iglesia se compromete en esta pobreza. (14.4; 14.5).
Para Medellín la relación entre estos tres tipos de pobreza es clara y llena de
consecuencias. En la persona de Cristo es donde, de modo ejemplar, se nos muestra esta
relación: "Vivió pobre y con los pobres, fue el "pobre de espíritu" por antonomasia y se
acercó y comprometió con los más pobres y desvalidos de su tiempo.
a. Fundamentación
El nº 7 del documento sobre "Pobreza de la Iglesia" fundamenta el compromiso de la
Iglesia por el pobre en tres razones:
1. "La enseñanza de Jesús" (14.7). "Cristo, nuestro salvador, no solo amó a los pobres,
sino que "siendo rico se hizo pobre", vivió en la pobreza, centró su misión en el anuncio
a los pobres de su liberación y fundó su Iglesia, como signo de esa pobreza entre los
hombres" (14.4). El primer fundamento de esta opción es Cristo mismo, su persona, su
ejemplo, su acción, su palabra. La Iglesia hace esta opción porque es la Iglesia de
Cristo, llamada a continuar su obra.
2. "La situación angustiosa "de millones de pobres de A. Latina". "La Iglesia de A.
Latina, dadas las condiciones de pobreza y de subdesarrollo del continente, experimenta
la urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en gestos, actitudes y normas que la
hagan un signo más lúcido y auténtico de su Señor. La pobreza de tantos hermanos
clama justicia, solidaridad, testimonio, compromiso, esfuerzo y superación para el
cumplimiento pleno de la misión salvífica encomendada a Cristo" (14.7.3).
3. "Las apremiantes exhortaciones del papa y del Concilio Vaticano II". Consecuencia de
las dos anteriores consideraciones: nuestra realidad y la persona de Jesús, es lógico que
el Papa y el Concilio hayan desarrollado toda una doctrina, iniciativas y compromisos
con los pobres. De ahí que el tercer fundamento que propone Medellín sea la enseñanza
social de los Papas y Concilios.
Frente a posibles manipulaciones de esta opción, ya sea para convertirla en elemento
ideológico a favor de posturas y proyectos políticos de izquierda, ya sea para achicar y
minusvalorar su alcance acusándola de “política” o de reducionista social, es provechoso
volver a explicitar esta trilogía que Medellín nos ofrece: Cristo, la misma realidad de los
pobres, la enseñanza de los papas y del Concilio. Sobre esos firmes pilares se asienta la
opción por los pobres que Medellín hizo y propuso a toda la Iglesia de nuestro continente.
c. Ponerse al lado de los pobres. "Hacer nuestros sus problemas y sus luchas, saber hablar
por ellos" (14.10). Acercarse a su realidad y "prestar su ayuda para que los desvalidos
conozcan sus propios derechos y sepan hacer uso de ellos" (1.20). Hace un llamado
especias en este sentido a los religiosos para que "atiendan, eduquen, evangelicen y
promuevan sobre todo a las clases sociales marginadas" (12.13). Pone de relieve a la
vez el ejemplo de "obispos, sacerdotes y religiosos que viven llenos de privaciones y se
entregan con gran abnegación al servicio de los pobres" (14.3).
d. "Defender, según el mandato evangélico, los derechos de los pobres y oprimidos,
urgiendo a nuestros gobiernos y clases dirigentes para que eliminen todo cuanto
destruya la paz social: injusticias, inercia, venalidad, insensibilidad" (2.22)
e. Acompañar al pueblo en su esfuerzo por organizarse y por reivindicar sus derechos
(2.27).
Puebla al hablar de los pobres es claro a quienes hace referencia: los pobres que
injustamente carecen de los medios materiales de vida necesarios para una vida digna. Así
habla de "la situación de inhumana pobreza expresada en mortalidad infantil, falta de
vivienda adecuada, problemas de salud, salarios de hambre, desempleo y subempleo,
desnutrición, inestabilidad laboral, migraciones masivas, forzadas y desamparadas, etc.
(29). (Ver también la nota al nº 1135)
Puebla, a este respecto, ofrece una vívida descripción de la pobreza de las grandes mayorías
latinoamericanas al referirse a los rostros concretos en que esta pobreza se encarna a lo
largo y ancho de nuestro continente (nº 31-40):
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Los fundamentos de la opción por el pobre, según Puebla, son de carácter teológico y, en
especial, cristológico.
Teológico ya que los pobres son amados por Dios, no porque sean buenos, sino porque son
víctimas de una situación injusta que hiere la dignidad humana y ante la cual Dios toma
postura. "Hechos a imagen y semejanza de Dios, para ser sus hijos, esta imagen está
ensombrecida y aún escarnecida. Por eso Dios toma su defensa y los ama" (1142).
Cristológicos ya que "el compromiso evangélico de la Iglesia debe ser como el de Cristo:
un compromiso con los más necesitados.
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La Iglesia no opta por los pobres porque sean una fuerza social o política. Tampoco porque
sean buenos y agradecidos. Opta por ellos como fruto de su seguimiento de Cristo. En sus
sufrimientos y angustias descubre, por la fe, el rostro sufriente de su fundador. De ahí que
Puebla nos diga:
- "Que la situación de extrema pobreza adquiere en la vida real rostros muy concretos en
los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo el Señor, que nos cuestiona
e interpela" (31).
- "Los pobres son los primeros destinatarios de la misión" (1142)
- "Su evangelización es por excelencia señal y prueba de la misión de Jesús" (1142,
1143).
- "El servicio a los pobres es la medida privilegiada aunque no excluyente, de nuestro
seguimiento de Cristo" (1145).
- La situación de pobreza de las grandes mayorías de nuestro pueblo constituye un
"escándalo" y una "ofensa" a Dios, una "situación de pecado social" (28).
-
6.2.4. Compromisos implicados en esta opción
Frente a la realidad de los pobres "la Iglesia tiene el deber de anunciar la liberación...; el
deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que
sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización" (26).
Como se concreta este compromiso por la liberación? Puebla nos muestra varios caminos:
- Anunciar a los pobres a Cristo Salvador (1153).
- Denunciar las situaciones de injusticia que oprimen a los pobres (1159, 1160,1161).
- Apoyar las aspiraciones y organizaciones de los pobres (1162, 1163, 1164, 1137, 1220).
Parecía en los años precedentes a Aparecida que esta opción pasaba a segundo plano en la
vida de la Iglesia ya que había sido objeto de no pocas suspicacias por parte de alguno de
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sus miembros. Los Obispos de América Latina y el C aribe en Aparecida no solo vuelven a
poner en primer plano esta opción sino que la consideran muy característica de nuestra
Iglesia y por ello necesitada de más actualización y traducción a obras y estilos concretos.
“La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la
Iglesia latinoamericana y caribeña” (391).
“Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña siga
siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso
hasta el martirio. Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por los
pobres hecha en las Conferencias anteriores (196).
“Asumiendo con nueva fuerza esta opción por los pobres, ponemos de manifiesto que todo
proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación “sin la cual
no es posible un orden justo en la sociedad” (399).
“Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del
hombre”. Por eso “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica
en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza. Esta
opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro
hermano (cf. Hb 2, 11-12).
De ahí que la celebración de la eucaristía nos tenga que conducir a descubrir la presencia de
Cristo entre los pobres y a compartir nuestros bienes con ellos: “La Eucaristía es el centro
vital del universo, capaz de saciar el hambre de vida y felicidad: “El que me coma vivirá
por mí” (Jn 6, 57)… Pero…, nos exigen un espíritu comunitario, abrir los ojos para
reconocerlo y servirlo en los más pobres: “En el más humilde encontramos a Jesús mismo.
Por eso san Juan Crisóstomo exhortaba: “¿Quieren en verdad honrar el cuerpo de Cristo?
No consientan que esté desnudo. No lo honren en el templo con manteles de seda mientras
afuera lo dejan pasar frío y desnudez” (354).
Por fundamentarse directamente en Cristo, en su vida, su persona y sus palabras esta opción
no es “opcional” para los cristianos, es ineludible y permanente. Así lo han entendido todos
los santos y grandes teólogos de la Iglesia
Aparecida, mirando la realidad actual de nuestro continente nos señala alguno de estos
rostros, rostros de millones de pobres que sufren, viven y mueren a nuestro lado.
“Con especial atención y en continuidad con Puebla y Santo Domingo fijamos nuestra
mirada en los rostros de los nuevos excluidos: migrantes, víctimas de la violencia…” (402),
(65)
“Para que nuestra casa común sea un continente de la esperanza, del amor, de la vida y de
la paz hay que ir, como buenos samaritanos, al encuentro de las necesidades de los pobres
y los que sufren y crear “las estructuras justas que son una condición sin la cual no es
posible un orden justo en la sociedad…”. Estas estructuras “no nacen ni funcionan sin un
consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de
vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal”… Este
consenso moral y cambio de estructuras son importantes para disminuir la hiriente
inequidad que hoy existe en nuestro continente, entre otras cosas a través de políticas
públicas y gastos sociales bien orientados, así como del control de lucros
desproporcionados de grandes empresas” (537).
6.4 Conclusión
Desde la Biblia, pasando por los Padres de la Iglesia y los grandes teólogos y santos,
siempre ha estado viva y ha formado parte de la vida y doctrina de la Iglesia la opción por
los pobres.
Esta opción ha inspirado el quehacer teológico y la práctica pastoral de la Iglesia
latinoamericana en uno de los periodos más dinámicos y creativos de su historia. Nos
referimos al tiempo que va desde la terminación del concilio Vaticano II y la preparación
de Medellín en 1965 hasta la celebración de la V Conferencia General de Aparecida en el
2007.
La Iglesia de América latina con su práctica y su doctrina expresada sobre todo en estas tres
grandes Conferencias Generales, ha contribuido poderosamente a poner al día y a traducir
en fórmulas y compromisos actuales esa opción. La DSI la asume, por lo tanto, como uno
de sus principios orientadores básicos en la interpretación de la realidad social.
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