Hanal Pixan
Hanal Pixan
Hanal Pixan
El Hanal Pixan es la celebración en la que se ofrenda comida y bebida a las ánimas de los fieles
difuntos en Yucatán. Es el rito más importante de esta ceremonia practicada por la mayoría de las
familias de la entidad. Es la ceremonia de ceremonias realizada para honrar a nuestros ancestros,
para establecer y mantener el vínculo entre vivos y muertos.
En cada casa se improvisaba un altar en el que se ponía una cruz verde, simbolizando el
Ya'axche'; una vela encendida, cuatro jícaras de atole nuevo, una en cada esquina del altar, y una
quinta en el centro, que representaba a los puntos cardinales y a la ceiba. Siete montones de trece
tortillas cada uno, que recordaban los numerales del calendario Tsol k'iin; y cuatro recipientes con
carne de puerco o pavo guisados en achiote (Bixa Orellana) o en chilmole. Y como en otras
ceremonias, en total se procuraba colocar en el altar veintidos ofrendas en honor a los 13 dioses del
Óoxlajuntik'uj y a los nueve del Bolontik'uj. La celebración consistía en agasajar con comida, bebida
y rezos a las almas de los familiares y amigos fallecidos; el primer día a los niños y el segundo a los
adultos.
Las almas infantiles llegaban en la madrugada, por lo que se les encendía una vela en sus tumbas
para que vieran bien su camino. Eran recibidas con un de áak' sa' y chakbil-nal. Por la tarde se les
ofrendaban platillos especiales como chakbil kaax kaabil k'úum, yuca (Manihot Esculenta) con miel
de abeja, atole nuevo, táanchukwa', iswaaj y otras golosinas, que eran repartidas entre los asistentes
y compartidas con los vecinos cuando terminaban los rezos.
Los adultos también llegaban por la madrugada y eran agasajados de igual manera que los niños.
Sus tumbas eran limpiadas y decoradas con flores chaksi'ink'in (Caesalpinia cherrimal), pero no se
les encedían velas por creer que las almas mayores sí veían su camino. Tanto en el día de los niños
como en el de los adultos, se llenaba una jícara con un poco de la comida y la bebida ofrendadas
para colocarla en un ch'uyub pendiente de la entrada de la casa, destinada al ánima sola que no
tiene quien la recuerde.
Al finalizar su estancia en la Tierra, las ánimas eran despedidas con igual fervor y una nueva
ofrenda de ricos manjares y golosinas. El séptimo día, a las "almitas", y en la octava u ochavario, a
los mayores. Entre los platillos que se ofrendaban en esos dos días estaban incluidos los llamados
pibil kaax, pibil k'éek'en y pibil kuuts, grandes tamales píib, es decir, cocidos bajo la tierra, de masa
coloreada y condimentada con achiote, rellenos de carne de gallina, puerco o pavo de monte.
La muerte en Yucatán
Trabajo de cartonería: Elaborado en 1996 como un homenaje a los trovadores y jaraneros sobre una idea de Elvia
Rodríguez Cicerol. El trabajo de cartonería es de Aurora Caro Eng.
En la cultura yucateca todo es vida y la muerte es parte de ella. No es final, es inicio perpetuo. Ella
nos precede y sucede; sin el deceso de nuestros ancestros no tendríamos la vida. En Yucatán, la
muerte es vista como continuidad, permanencia y renovación. Todos la cargamos, es nuestra
compañera de viaje, nos alerta contra el peligro recordándonos a cada momento nuestra naturaleza
mortal y limitada.
El antropólogo José Tec Poot (1949-1985), fundador de la Unidad Regional de Culturas Populares
de Yucatán, rescató de la tradición oral este hermoso poema.
Tucul in cah u yahal cab
Tukul in cah u yocol kin
Tech tun in tuculé
Tech can a bis in pool chikin
Pensando estoy cuando amanece,
Pensando estoy cuando cae el sol,
Entonces tú, pensamiento mío,
Has de llevarme hasta la muerte.
Estas palabras ilustran claramente el porqué nos relacionamos con la muerte con naturalidad.
Los yucatecos nos revaloramos en el Hanal Pixan, reconocemos nuestras sólidas raíces mayas y
todas las influencias culturales que lo matizan. Recordemos que los españoles trajeron un
catolicismo híbrido por el que se infiltraron a América desde las prácticas más antiguas de los
pueblos celtas e iberos, hasta las medievales de musulmanes y judíos. Y que la población africana
esclavizada también trajo su equipaje de creencias y dioses que acabó entretejido con el de los
nativos. Por su ubicación estratégica en el Golfo y el Caribe, Yucatán es, y ha sido, un enclave en la
economía internacional al que arribaron, además de europeos y africanos, chinos, coreanos,
siriolibaneses, cubanos, mexicanos de todo el país y norteamericanos.
Por ello el Hanal Pixan en estas tierras ya no es una manifestación cultural homogénea sino una
práctica llena de matices familiares, étnicos y de grupo. Tiene lugar los días 31 de octubre para las
almas infantiles; 1o. de noviembre para las adultas; el 2 para los fieles difuntos y se prolonga por
ocho días en algunas comunidades.
Desde unos días antes panaderos, alfareros, comerciantes, carniceros y agricultores seleccionan
y preparan para su venta los artículos y productos agrícolas que la tradición exige; las flores en los
mercados encienden el ambiente de fiesta, mientras los marchantes los invaden para comprar hojas
de plátano, xpéelon o frijol tierno (Phaseolus Vulgaris), masa nueva. Carnes, condimentos, velas,
incensarios, frutas, y dulces tradicionales. Las iglesias fortalecen sus actos litúrgicos y sus servicios.
Las escuelas y los centros culturales de la capital y los municipios organizan concursos y muestras
de altares de Hanal Pixan. Y los centros comerciales, las tiendas de electrodomésticos, las empresas
transnacionales y los hoteles adornan sus espacios con globos de colores negro y naranja, brujas,
calabazas y búhos, característicos del Halloween, celebración norteamericana que ha adquirido
mucha popularidad en Yucatán. Con días de anticipación los familiares de los muertos acuden a los
panteones para arreglar las tumbas; las limpian, les encienden velas, arreglan las cruces y las
adornan con flores típicas de la temporada, predominando los colores amarillo y morado. Y dan
comienzo los preparativos para hacer las ofrendas, cuya esencia nutrirá a los muertos. En mesas de
uso cotidiano cubiertas con manteles limpios y bordados se pone la tradicional Cruz Verde, los
retratos de los difuntos y la comida y bebidas que más apetecían en vida, acompañándolas con
frutas, flores, velas, panes, cigarrillos, sal y un vaso con agua. Esto último es indispensable, pues el
ánima viene sedienta de tan largo viaje y deberá ser alimentada para resistir tan duro esfuerzo. Por
ello la ofrenda es generosa; además de los mucbil pollos o pibes se ofrecen platillos tradicionales
como relleno negro, relleno blanco, finol con puerco, escabeche oriental, mechado, puchero,
tamales, chachawajes, chile habanero, naranjas dulces, mandarinas (Citrus nobilis), plátanos, yuca,
(Manihot esculenta), camote (Ipomea batatas), jícama (Pachyrhizus erosus), macal (Discorea alata),
dulces de coco, de pepita de calabaza (Cucurbita mostacha), de cocoyol (Acrocomia mexicana
Karw), ciricote (Cordia dodecandra) en almíbar, calabaza melada, melcochas, arepas, panes dulces
y miel.
En algunas comunidades del -sur, centro y oriente del Estado, es costumbre colocar velas en las
albarradas para iluminar el trayecto de las ánimas, e impedir que sean molestadas por los demonios.
En la víspera de la celebración se cree que cae una ligera llovizna porque los muertos lavan sus
ropas para venir a la Tierra. Asimismo, se considera que los cazadores de venado no deben ir a la
caceiía, pues corren el peligro de dispararle al alma de algún 'tirador' difunto; y las bordadoras de
huipiles no deben trabajar en esos días, pues pueden coser la piel de algún muerto. A los niños
recién nacidos se les anudan hilos de color negro en las muñecas para protegerlos de los malos
espíritus que rondan en esos días. Las mujeres limpian muy bien las casas, y con agua y hojas de
ciricote, lavan los banquillos, las mesas, jícaras y hamacas; los hombres, por su parte, barren los
solares para que las ánimas no se encarguen de hacerlo. Para que los Pixanes acudan a recibir las
ofrendas es preciso rezarles, quemar incienso, y entregar los alimentos con oraciones y rosarios de
cinco a quince misterios, con cantos que se acompañan con música de serafina (armonio).
El Hanal Pixan o Comida de Ánimas es un ritual especial y en su realización interviene toda la
familia y las mujeres son las encargadas de elaborar los alimentos y colocar el altar para las
ofrendas. Los hombres excavan el agujero y realizan el muuk para hornear los mucbil pollos, platillo
especial para esta ocasión.
Se cubre la mesa con un mantel blanco con bordados en color; se pone una cruz e imágenes de
santos, flores amarillas de xpujuk (Tageteas Patula), san-diego (Antogonon Leptopus), hojas de ruda
(Ruta Chalpensis) y albahaca (Ocimum Basilicum), un vaso con agua, las bebidas y los alimentos
que agradan a las ánimas infantiles: pollo con caldo, tamales, panes dulces, mazapanes en forma de
animalitos, hojarascas, galletas, chocolate y frutas de la temporada como naranja dulce, mandarina,
plátano y jícama. Se complementa la mesa con velas de colores, juguetes tradicionales y un
incensario
Altar de Adultos
Para estas ánimas la mesa se cubre con un mantel blanco con bordados en color negro, también se
coloca una Cruz e imágenes de santos, así como los retratos de los difuntos. Se ofrendan jícaras con
táanchuwa', un vaso con agua, mucbil pollos y el platillo que al difunto apetecía y disfrutaba en la
vida, se acompaña con panes, frutas, flores, velas grandes, de preferencia blancas y de cera,
incensarios, aguardiente y cigarros.
Altar del Ánima Sola
A un lado del altar familiar se coloca una mesa pequeña cubierta con un mantel blanco, sobre la que
se pone una vela grande blanca, un vaso de agua y un plato de comida.