Comentari A La ST TEDH Prohibicio Vel Integral - LA LEY

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23/05/2023

La prohibición del velo integral en lugares públicos (STEDH


43835/2011, ECHR 2014)
Manuel OLMEDO PALACIOS
Magistrado. Letrado del Consejo General del Poder Judicial
Diario La Ley, Nº 8375, Sección Doctrina, 11 de Septiembre de 2014, Año XXXV, Ref. D-276, Editorial
LA LEY

LA LEY 5250/2014

Resumen
El pasado 1 de julio, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, constituido en Gran
Sala, adoptó su sentencia en el caso S.A.S. c. Francia, Rec. 43835/2011, declarando no
hallar violación alguna del Convenio por la Ley Francesa 2010-1192, de 11 de octubre.
Esta Ley, que entró en vigor el 11 de abril de 2011 después de un intenso debate en el
seno de la sociedad francesa, estableció la prohibición de portar, en lugares públicos,
prendas de vestir diseñadas para ocultar el rostro.

I. LAS CIRCUNSTANCIAS DEL CASO


La Ley Francesa 2010-1192, de 11 de octubre, prohibió, en el espacio público, vestir prendas
diseñadas para ocultar el rostro (1) . Aunque no lo dice en su articulado, de los debates previos a su
aprobación y, de forma definitiva, de su Exposición de Motivos, se deduce claramente que la norma
se dirigía a desterrar del espacio público francés (con excepción de los lugares de culto) prendas
tradicionales islámicas como el burca o el nicab (2) , que ocultan totalmente en el caso del primero y
casi totalmente el segundo (con excepción de los ojos) los rostros de las mujeres que los portan. En
concreto, la Exposición de Motivos justificaba la prohibición de ocultar el rostro en lugares públicos
por considerar que esta conducta, en particular cuando se utiliza el denominado velo integral, ponía
en cuestión los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad (cfr. el parágrafo § 25 de la
sentencia) (3) .
Frente a esta Ley y contra la República Francesa, presentó su demanda ante el TEDH una ciudadana
francesa nacida en 1990, de origen pakistaní, que declaraba ser musulmana devota y vestir
ocasionalmente las prendas mencionadas, de acuerdo con su fe religiosa, cultura y convicciones
personales. Subrayaba hacerlo sin presión ni de su esposo ni de ningún otro miembro de su familia,
de forma esporádica, cuando deseaba encontrarse en paz interior consigo misma, o en momentos
especiales para su credo (por ejemplo durante el Ramadán), todo ello sin intención alguna de
molestar a nadie. De hecho, reconocía no vestir el velo integral cuando necesitaba acudir al médico o
cuando deseaba socializar en público o quedar con amigos, y manifestaba su comprensión acerca de
la conveniencia de no vestirlo o descubrirse si se lo solicitaban en lugares particulares como bancos
o aeropuertos.
La demandante, que solicitó no se diera publicidad a su nombre, alegaba en su demanda que la Ley
le privaba de la posibilidad de vestir el velo integral en público, lo cual consideraba una violación de
los arts. 3 (LA LEY 16/1950), 8 (LA LEY 16/1950), 9 (LA LEY 16/1950), 10 (LA LEY 16/1950) y 11
CEDH (LA LEY 16/1950), considerados individualmente y en relación con el art. 14 (§ 3).

II. CUESTIONES PREVIAS

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En el examen de los antecedentes, el TEDH expone las circunstancias de aprobación de la Ley


impugnada, analizando los diversos informes internos que se elaboraron (incluyendo el del Conseil
d'État y el del Conseil Constitutionnel), los reglamentos dictados para su aplicación, e incluso una
decisión de la sección penal de la Cour de Cassation dictada en segunda instancia en aplicación de la
misma (§§ 15 al 34). También considera diversas opiniones de órganos internacionales acerca de la
prohibición del velo integral (§§ 34 al 39), y su regulación o falta de ella a nivel interno en otros
países europeos (§§ 53 al 68). En este último contexto, resume la sentencia de la Sala 3.ª del TS
español, de 6 de febrero de 2013, Rec. 4118/2011, acerca de la prohibición del velo integral en
ciertos espacios establecida por el Ayuntamiento de Lérida (§§ 43 al 48) (4) .
Continúa la sentencia rechazando tres cuestiones preliminares planteadas por el Estado demandado,
basadas en la no condición de víctima de la demandante, la falta de agotamiento previo de los
recursos internos, y el abuso de derecho en que habría incurrido al presentar su demanda (§§ 53 al
68).
Seguidamente (§§ 69-73), el Tribunal inadmite a trámite, por considerarlas manifiestamente
infundadas, las presuntas violaciones alegadas por la demandante de los arts. 3 (LA LEY 16/1950)
(prohibición de tratos inhumanos o degradantes) y 11 (derecho de asociación).

III. PRESUNTA VIOLACIÓN DE LOS ARTÍCULOS 8, 9 Y 10 DEL CEDH,


INDIVIDUALMENTE Y EN RELACIÓN CON EL ARTÍCULO 14
El Tribunal declara la admisibilidad de las violaciones alegadas por la demandante de su derecho a la
privacidad, su libertad de expresar su religión o creencias y su libertad de expresión, junto con una
eventual discriminación en el ejercicio de estos derechos (§ 75).

1. Alegaciones de las partes


1. La demandante afirma haber sufrido una seria injerencia en los derechos mencionados tras la
aprobación de la Ley francesa, pues ésta le impide manifestar su fe en público al prohibir el velo
integral. Reconoce que la prohibición está correctamente establecida por norma con rango de ley,
pero niega que persiga alguna de los objetivos legítimos reconocidos en el art. 9.2, ya sean estos a)
la seguridad pública, o b) las exigencias mínimas de vida en sociedad, y niega igualmente, c) que sea
necesaria en una sociedad democrática. Estos argumentos los reproduce posteriormente al alegar que
su derecho a la privacidad, garantizado por el art. 8 del Convenio, queda afectado en tres planos: en
primer lugar, porque llevar el velo integral constituye una parte importante de su identidad social y
cultural; segundo, porque la protección de la vida privada se extiende más allá del círculo privado
familiar para incluir una dimensión social y, por último, porque vestir el velo integral la expone a
sufrir sanciones penales y hostilidad social (§ 79). Por último, la demandante argumenta que la
prohibición genera una discriminación basada en razones de sexo, religión y origen étnico
incompatibles con el art. 14, sobre todo si se tiene en cuenta las excepciones legales que introduce,
permitiendo ocultar el rostro en público en el contexto de festividades o eventos artísticos o
tradicionales. La demandante ve en estas excepciones un trato diferenciado para la mayoría cristiana
en eventos como procesiones religiosas o carnaval.
Merece la pena detenernos en los argumentos proporcionados acerca de las limitaciones previstas en
el art. 9.2 y la necesidad de la prohibición en una sociedad democrática.
a) Respecto de la seguridad pública, la demandante considera que no puede sostenerse esta finalidad
convencional para amparar la limitación de los derechos consagrados en el art. 9, desde el momento
en que no se trata de una medida dirigida a solucionar preocupaciones concretas por la seguridad en
ciertos lugares, sino de una prohibición general.
b) En cuanto a las exigencias mínimas de vida en sociedad alegadas por el Gobierno francés, la
demandante considera que estas consideraciones no tienen en cuenta las prácticas culturales de

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ciertas minorías, olvidan que existen formas de comunicación diferentes de la visual y no guardan
relación de proporción con una prohibición general. Entiende que la alegada contradicción entre la
ocultación del rostro por las mujeres y el principio de igualdad de género es simplista, y que la
supuesta vulneración de la dignidad humana es una asunción abstracta basada en una lógica
estereotipada y chovinista (§ 77).
c) Por lo que se refiere a la necesidad en una sociedad democrática, destaca que aunque los objetivos
perseguidos por la prohibición tuvieran encaje en las limitaciones convencionalmente previstas,
dichos objetivos podrían lograrse con medios menos gravosos. Así, para el supuesto de protección de
la seguridad pública, mediante el establecimiento de controles de identidad en sitios especialmente
vulnerables.
2. El Gobierno francés, por su parte, alegó que la prohibición establecida en la Ley discutida
perseguía objetivos legítimos a la luz del convenio y era necesaria, en una sociedad democrática,
para conseguirlos. Aun admitiendo que puede suponer una limitación del derecho previsto en el art.
9, señala que la prohibición persigue garantizar la seguridad pública, concretada en la necesidad de
identificación individual para evitar riesgos para la seguridad de personas y propiedades, y de
combatir el fraude. También pretende proteger los derechos y las libertades de los demás,
asegurando el respeto al elenco mínimo de valores de una sociedad abierta y democrática, en una
triple dimensión: por cuanto la ocultación del rostro en público supone romper el contrato social y
rechazar el principio de vida en común (living together o vivre ensemble); porque la prohibición se
dirige a proteger la igualdad entre hombres y mujeres; y porque pretende conseguir el necesario
respeto a la dignidad humana, incompatible con una ocultación total del rostro en los lugares
públicos, ya sea ésta elegida o impuesta.
Además, entiende que la prohibición guarda una relación de proporcionalidad, garantizada por la
votación casi unánime en el Parlamento francés, después de un amplio debate democrático en el que
se involucró la sociedad civil, y seguidos por el parecer favorable del Consejo de Estado y el Tribunal
de Casación. Destaca la amplia libertad para vestir otras prendas con connotaciones religiosas,
siempre que no oculten el rostro, y la levedad de las penas previstas para quienes contravengan la
prohibición. También subraya que sería poco eficaz prohibir el vestido de estas prendas sólo en los
casos de mujeres obligadas a llevarlas, por la dificultad de probar la imposición y los difusos
contornos de la figura de la coacción. Alega que la jurisprudencia del Tribunal garantiza un amplio
margen de apreciación a los Estados cuando se trata de establecer el necesario equilibrio entre
intereses públicos y privados y entre éstos y otros derechos garantizados por el Convenio (§ 83) (5) .
3. En el proceso intervinieron como terceros el Gobierno belga, varias ONG y la Universidad de
Gante. El primero reiteró los argumentos proporcionados por el francés. Debe tenerse en cuenta que
Bélgica es el único país del Consejo de Europa que ha establecido una prohibición semejante a la de
la ley francesa, también en el año 2011. Destacan entre sus argumentos que el Tribunal
constitucional belga había rechazado las dudas de constitucionalidad que se habían planteado contra
la misma.
4. La ONG Amnistía Internacional parte de la consideración de que el derecho a vestir prendas con
connotaciones religiosas está protegido por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (LA
LEY 129/1966) e invita al Tribunal a tener en cuenta los Comentarios Generales del Comité de
Derechos Humanos de la ONU núms. 22, 27, 28 y 34, así como su jurisprudencia. Considera que
prohibiciones como la examinada pueden impedir el ejercicio de los derechos al trabajo, a la
educación y a la igualdad ante la ley, y pueden contribuir a generar actos de acoso y violencia. La
ONG Article 19, en parecidos términos, entiende que la vestimenta de prendas o símbolos religiosos
está amparada en la libertad de expresión y en la libertad de religión y pensamiento y recalca las
líneas directrices marcadas por el informe del Relator Especial de Naciones Unidas sobre la libertad
de religión y creencias de 2006 (6) . Este informe recomienda a los Estados que, para valorar la

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necesidad y proporcionalidad de las restricciones a la vestimenta de prendas o símbolos religiosos,


debe ponderarse si las mismas son apropiadas teniendo en cuenta el interés legítimo que persiguen,
si son las menos restrictivas, si se han analizado todos los intereses en juego, si son susceptibles de
promover intolerancia religiosa y si evitan la estigmatización de cualquier comunidad religiosa en
particular (7) . Por último, recuerda que la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa ha
recomendado recientemente que los Estados no deberían imponer prohibiciones generales de vestir el
velo integral en público (8) . Por último, la ONG Liberty destaca en su informe que la prohibición y el
debate que la rodeó contribuían a estigmatizar a los musulmanes y fomentaba actitudes racistas
contra los mismos.
5. Muy interesante es la intervención del Human Rights Centre of Ghent University (9) , que presentó
los resultados de un estudio empírico (ciertamente de alcance reducido) según el cual la presunción
de que las mujeres que visten el velo integral lo hacen bajo alguna forma de coacción es errónea. El
estudio mostraba a su juicio cómo la prohibición del velo integral no servía en realidad a su
propósito declarado, aumentando el aislamiento y marginación de las mujeres afectadas,
incrementando los casos de agresión contra ellas, y reforzando los estereotipos negativos y la
islamofobia (10) .

2. Valoración del Tribunal


El TEDH analiza en primer lugar y de manera conjunta las alegaciones sobre violación de los arts. 8
(LA LEY 16/1950) y 9 CEDH (LA LEY 16/1950), en cuanto protegen el derecho al respeto de la vida
privada y la libertad de manifestar la propia religión o creencias. Comienza afirmando que la
prohibición de vestir en lugares públicos prendas que oculten el rostro supone una injerencia en el
primero, que protege las opciones personales sobre la propia apariencia como expresión de la propia
personalidad, y plantea dudas en relación con la segunda, pues la demandante y otros sostienen que
afecta a vestimenta requerida por la práctica de su religión (§§ 107 y 108). Para el Tribunal, la
afirmación anterior no varía por el hecho de que se trate de vestimentas empleadas de forma
minoritaria ni porque se discuta su obligatoriedad dentro de la misma religión islámica (11) .
Esta injerencia o limitación, entendida en los términos de la jurisprudencia del Tribunal, sólo puede
ser compatible con lo dispuesto en los arts. 8.2 y 9.2 cuando 1) se establece por ley 2) persigue uno
o más de los objetivos legítimos allí recogidos y 3) cumple el requisito de la necesidad en una
sociedad democrática (§§ 110 y 111).
A) Previsión por la ley
El primero de los requisitos, el de la legalidad (12) , no es discutido por la demandante y se cumple
al tratarse de una ley francesa la que establece la prohibición. La práctica unanimidad de las
votaciones llevadas a cabo para aprobarla en la Asamblea Nacional y el Senado (vid. § 27) y el
amplio debate social que se sustanció paralelamente a la iniciativa legislativa son hechos que esgrime
el Gobierno francés en sus alegaciones para justificar la necesidad de la norma y el amplio margen
que, a su juicio, debe garantizar el Tribunal en la resolución del conflicto social planteado, de
acuerdo con su jurisprudencia (§ 83).
B) Objetivo legítimo
En segundo lugar, el TEDH estudia si la prohibición persigue alguna de las finalidades
convencionalmente legítimas, que califica de numerus clausus e interpretación restrictiva, y en
concreto analiza las dos empleadas por el Gobierno francés a) la seguridad pública, y b) la protección
de los derechos y libertades de los demás, concretada entre otros en el necesario «respeto por el
elenco mínimo de valores de una sociedad abierta y democrática» (§ 82). El Tribunal es consciente y
así lo afirma que este último valor no coincide con ninguno de los expresados por el Convenio en los
artículos de referencia, aunque el Gobierno francés sugiere que deriva directamente de la necesidad

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de proteger los derechos ajenos. Pasemos a examinar los pronunciamientos del Tribunal sobre estas
finalidades.
a) Por lo que se refiere a la primera de ellas, defendida también por el Gobierno belga (§ 87), el
Gobierno francés la concreta en sus alegaciones en la necesidad de identificación de los individuos
para prevenir posibles amenazas para la seguridad de las personas y de la propiedad y para combatir
fraudes. El Tribunal, aunque acepta esta finalidad como válida, duda ya en este momento de su
discurso de la importancia que le pueda haber dado el legislador francés, teniendo sobre todo en
cuenta el dictamen del Consejo de Estado (§§ 22 y 23) (13) .
b) Dentro de la segunda finalidad, la protección de los derechos y libertades de los demás,
concretada en el «respeto por el elenco mínimo de valores de una sociedad abierta y democrática», el
Tribunal repasa los tres valores protegidos según el Gobierno francés: i) la igualdad entre hombres y
mujeres; ii) la dignidad humana, y iii) el respeto por las exigencias mínimas de vida en sociedad.
i) El Tribunal declara que la igualdad de género sigue siendo un reto fundamental para los Estados
miembros y puede justificar injerencias en ciertos derechos y libertades convencionales. Ahora bien,
un Estado parte no puede invocar la igualdad de género para prohibir una práctica que es defendida
por las propias mujeres que la observan, en ejercicio de su libertad y sin estar sometidas a coacción,
como ocurre en el caso de la demandante. En otras palabras, el objetivo legítimo de proteger los
derechos de los demás se refiere a los derechos de los terceros, distintos de la persona cuya libertad
o derecho se limita (§ 119) (14) . En su apoyo cita el dictamen del Consejo de Estado francés, que
había afirmado que la igualdad de género no es aplicable al ejercicio individual de las propias
libertades (§ 22) (15) .
ii) Con la misma contundencia establece que el respeto de la dignidad humana no puede justificar
una prohibición general del velo integral en lugares públicos. El Tribunal se muestra consciente de la
extrañeza e incluso impacto que puede causar en muchos observadores, pero entiende que se trata
de la expresión de una identidad cultural que contribuye al pluralismo inherente en democracia y que
no hay prueba de que quienes visten dichas prendas pretendan atentar contra la dignidad ajena. Por
lo que se refiere a la propia, llama la atención sobre la diferente apreciación de la virtud y la decencia
cuando se trata de examinar el vestido o desnudez de las personas (§ 120).
iii) Por el contrario, el Tribunal se muestra dispuesto a aceptar que, bajo ciertas condiciones, el
objetivo convencionalmente legítimo de la protección de los derechos y libertades ajenos puede
abarcar el «respeto de los requisitos mínimos de vida en sociedad», descrito por la Exposición de
Motivos de la Ley en cuestión como «vida en común» (le vivre ensemble o living togheter, § 25) (16)
. El Tribunal admite la argumentación proporcionada por el Gobierno francés, según la cual el rostro
juega un papel importante en la interacción social. Acepta que los «individuos presentes en lugares
abiertos a todos puede que no deseen ver prácticas o actitudes que (...) básicamente ponen en duda
la posibilidad de relaciones interpersonales abiertas, lo cual, por obra de un consenso establecido,
constituye un elemento indispensable de la vida en común dentro de la sociedad en cuestión. El
Tribunal puede así aceptar que la barrera levantada contra los demás por un velo que oculte el rostro
es percibida por el Estado demandado como una actitud que conculca el derecho de los otros a
desenvolverse en un espacio de socialización que haga la vida en común más fácil» (§ 122) (17) .
El Tribunal reconoce la flexibilidad de la noción de «vida en común», por lo que se propone examinar
con mayor detenimiento el último de los requisitos, a saber, la necesidad de la medida en una
sociedad democrática, lo que en otras palabras podríamos describir como juicio o test de
proporcionalidad constitucional (18) , en este caso convencional, de la medida. Antes de examinar
los argumentos proporcionados por el Tribunal, no está de más poner de relieve, ya desde este
momento, la contradicción en que incurre cuando, en el parágrafo 113, califica los fines que
justifican posibles limitaciones de los derechos convencionales como numerus clausus d e

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interpretación restrictiva para, a continuación, aceptar como fin válido un valor, la «vida en común»,
que ni está expresamente recogido en los arts. 8 y 9 (ni en ningún otro), ni alcanza la categoría de
derecho fundamental, y del que reconoce expresamente su flexibilidad. Volveremos sobre esto
posteriormente.
C) Necesidad en una sociedad democrática
El tercero y fundamental de los requisitos expuestos es la necesidad de la prohibición en una
sociedad democrática. Con ocasión de su análisis, el TEDH hace un repaso de su jurisprudencia en
relación con la libertad de pensamiento, conciencia y religión garantizada por el art. 9, en el que se
centra y al que refiere (como previamente habían hecho las partes) la mayor parte de la
argumentación relacionada con el derecho a la privacidad del art. 8. En este contexto, analiza a) los
principios generales sobre esta libertad; b) su aplicación en casos cercanos al examinado, y c) su
aplicación al caso concreto.
a) El Tribunal describe la libertad de pensamiento, conciencia y religión, tal y como la consagra el
art. 9, como uno de los pilares de la sociedad democrática, valor fundamental para la identidad de
los creyentes y su concepción de la vida, pero también para los ateos, agnósticos, escépticos e
indolentes. Comprende el derecho a practicar o no una religión, a mudarla, y a manifestarla
individual y colectivamente, en público y en privado. Sus manifestaciones pueden realizarse de
cualquier forma y, en particular y como dice el Convenio, concretadas en el culto, la enseñanza, la
práctica y la observancia (§§ 124 y 125, vid. las resoluciones allí citadas).
Podríamos añadir a las consideraciones del Tribunal que, según su propia jurisprudencia, la libertad
religiosa tiene un ámbito muy amplio pues comprende toda convicción personal, política, filosófica,
moral y, por supuesto, religiosa. Se extiende a ideas y convicciones filosóficas de todo tipo, con
mención expresa a las creencias de la persona, incluyendo así, por ejemplo, el pacifismo (19) , el
ecologismo (20) o la oposición de los padres a los castigos corporales (21) . No obstante, estas
convicciones personales son algo más que meras opiniones, ya que deben haber alcanzado un cierto
nivel de permanencia, seriedad, cohesión e importancia (22) .
En todo caso, y aunque no proporcione un concepto de religión, opción criticada desde ciertos
sectores doctrinales, sí que ha afirmado que el concepto no puede interpretarse de forma restrictiva,
de modo que todos los grupos religiosos y sus miembros, y no sólo las religiones «principales»,
gozan de la misma protección por parte del CEDH (LA LEY 16/1950) (23) .
Continúa el Tribunal indicando que no todo acto motivado o inspirado por la religión está protegido
por el Convenio (24) , y que en una sociedad democrática puede ser necesario establecer
limitaciones, por más que el Estado tenga la obligación de observar una posición de neutralidad e
imparcialidad en su tarea de gestor del ejercicio de las diferentes religiones, creencias y fes que
conviven en su ámbito territorial. Esta obligación de neutralidad es incompatible con una valoración
por parte del Estado de la legitimidad de las creencias de sus ciudadanos o de la forma en que se
expresan (§§ 125 y 126) (25) . El Tribunal recoge seguidamente uno de los principios básicos de su
jurisprudencia en la materia, principio que, posteriormente, va a ser empleado en su voto particular
por las magistradas Nussberger y Jäderblom (vid. § 14 del mismo) para mantener precisamente la
existencia de violación del Convenio: la obligación de neutralidad e imparcialidad en la gestión de la
convivencia de las distintas creencias exige del Estado que fortalezca la tolerancia mutua entre los
grupos en conflicto, erradicando la causa de la tensión pero sin para ello reducir o suprimir el
pluralismo (§ 127).
La sociedad democrática que defiende el CEDH (LA LEY 16/1950) y la jurisprudencia del TEDH se
caracteriza por su pluralismo, tolerancia y apertura de espíritu (26) , en la que debe asegurarse la
búsqueda continua del equilibrio que garantice el trato correcto de las minorías (§ 128). En este
contexto, saliéndonos por un momento del discurso del Tribunal, debe entenderse que éste tiene una

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obligación reforzada de protección de las minorías frente a injerencias desproporcionadas, y así lo


manifiesta el voto particular (§ 20).
Concluye el Tribunal su análisis general de la cuestión centrándose en el margen de maniobra que
debe respetarse al Estado en su tarea de dirección política, como agente mejor situado para evaluar
las necesidades y condiciones locales, sin perjuicio del control del propio Tribunal. Este margen debe
ser en palabras del Tribunal amplio, considerable, en un ámbito como el de la expresión de símbolos
religiosos en el ámbito público, a la vista de que el enfoque nacional a la cuestión difiere mucho
según los países. El Tribunal cita expresamente el caso Leyla Sahin (27) y otros para exponer que en
Europa no existe consenso acerca del diferente significado e impacto de la expresión pública de las
religiones y creencias, y justificar así el amplio margen de discrecionalidad que debe garantizar a los
Estados (§ 130) (28) .
b) A continuación, el Tribunal expone una serie de casos en los que se han examinado prohibiciones
o restricciones a la vestimenta o porte de prendas o símbolos religiosos en diferentes ámbitos, como
las escuelas estatales (en relación con los profesores y con los alumnos), los controles de seguridad,
o los documentos de identificación (29) . De todos ellos, el propio Tribunal considera que el caso
Ahmed Arslan and Others (30) es el que más semejanzas guarda con el analizado. En el mismo se
examinaba una prohibición general de vestir ciertas prendas con connotaciones religiosas, dirigida a
todos los ciudadanos y no sólo a funcionarios públicos, y que afectaba a todo o casi todo el espacio
público, por lo que no podía aplicarse su doctrina anterior en la materia. El Tribunal apreció que la
prohibición infringía el art. 9 del CEDH (LA LEY 16/1950). No obstante, el Tribunal establece como
elemento diferenciador sustancial que, a diferencia de en Ahmed Arslam, el presente caso recoge una
prohibición de vestir prendas que ocultan el rostro (§ 136).
c) Llegado este punto, el Tribunal entra en el núcleo de su argumentación para analizar la necesidad
de la prohibición discutida en una sociedad democrática, y lo hace desde la perspectiva i) de la
seguridad pública y de la ii) protección de los derechos y las libertades de los demás.
i) Desde la primera de las perspectivas, el Tribunal establece que una prohibición total de vestir en
lugares públicos prendas que oculten el rostro, atendida la afectación de los derechos en juego, sólo
puede ser considerada proporcional al fin perseguido en un contexto de amenaza general a la
seguridad pública. En este sentido, el Gobierno francés no ha acreditado la existencia de este
contexto, por lo que la medida no puede considerarse necesaria para la salvaguarda de la seguridad
en una sociedad democrática, en el sentido de los arts. 8 y 9 del Convenio. En particular, el Tribunal
advierte que el objetivo alegado por el Gobierno pudo alcanzarse con medidas menos invasivas,
como la mera obligación de descubrirse e identificarse en momentos o lugares de riesgo concreto o
sospecha de fraude (§ 139).
ii) Por lo que se refiere a la protección de los derechos y libertades de los demás, el Tribunal
comienza reiterando la conclusión a la que ya había llegado antes, según la cual la prohibición
impugnada puede considerarse justificada en abstracto para garantizar las condiciones de «vida en
común» (§ 122, al que se remite el 141). A continuación, relaciona los argumentos a favor y en
contra de la proporcionalidad o justificación de la prohibición en el caso concreto. Así, como
argumentos en contra de la prohibición y a favor de considerarla desproporcionada: a) el pequeño
número de mujeres afectadas (31) ; b) el considerable impacto negativo de la prohibición en estas
mujeres, que puede ser percibida como amenaza a su identidad y conllevar su aislamiento; c) el
considerable número de sujetos nacionales e internacionales que, en el ámbito de la protección de
los derechos fundamentales, consideran desproporcionada esta prohibición (32) ; d) el impacto
negativo de la prohibición y el debate paralelo sobre la comunidad musulmana, incluido un posible
elemento islamófobo en dicho debate y el riesgo de consolidar estereotipos y fomentar expresiones
de intolerancia; e) la afectación a todo el espacio público, excepto los lugares de culto; f) el
establecimiento de sanciones de tipo penal ante el incumplimiento de la prohibición, y g) la

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consecuencia innegable de que el Estado, con su decisión, ha restringido hasta cierto punto el
alcance del pluralismo.
Como argumentos a favor de la prohibición y en contra de considerarla desproporcionada: a) el
hecho de que la prohibición no está basada expresamente en las connotaciones religiosas de las
prendas prohibidas sino en el hecho de que ocultan el rostro; b) la no afectación a la libertad de
vestir en público cualquier otra prenda o vestimenta que, con o sin connotaciones religiosas, no
oculten el rostro; c) la levedad de las sanciones previstas, las más leves posibles (multa de 150
euros máximo, junto con o alternativamente con el seguimiento de un curso de ciudadanía), y d) la
falta de consenso europeo contra la prohibición.
En último término, el Tribunal afirma que la decisión acerca de si debe prohibirse o no este tipo de
prendas pertenece a la sociedad que elige. Este último argumento es el considerado definitivo y lleva
al Tribunal, por mayoría de los magistrados de su Gran Sala, a considerar que la prohibición no viola
las disposiciones del Convenio. Entiende que, con ella, el Gobierno respondía a una práctica que el
Estado considera incompatible, en la sociedad francesa, con las reglas básicas de la comunicación
social y, en general, con las exigencias de vida en común. En este contexto, el Estado demandado
persigue proteger un principio de interacción entre los individuos, que se contempla como esencial
para la expresión no sólo del pluralismo, sino también de la tolerancia y apertura de espíritu, sin los
cuales no existiría una sociedad democrática (§ 153).
Visto lo cual, el Tribunal concluye estableciendo que Francia tenía un amplio margen de apreciación
en el caso de referencia, y que la prohibición impuesta por la Ley de 11 de octubre de 2010 se
considera proporcionada al objetivo perseguido de preservación de las condiciones de vida en
común, como elemento de la protección de los derechos y libertades ajenos. Tras esta declaración,
entiende que por los mismos motivos carece de objeto la pretendida violación del art. 10 (libertad de
expresión) y que cualquier posible sospecha de violación del art. 14 queda descartada por la
razonabilidad y objetividad que justifican la prohibición examinada.

IV. VALORACIÓN FINAL DE LA SENTENCIA Y VOTO PARTICULAR


La decisión del TEDH que acabamos de exponer se basa en un discurso argumentativo débil, en un
doble sentido: A) en primer lugar, por cuanto considera justificada y convencionalmente correcta la
limitación de un derecho protegido por la Sección 1.ª del Convenio, partiendo de la protección de un
valor no expresamente definido en el mismo; B) en segundo lugar, por el amplio margen de
apreciación garantizado al Estado en el caso concreto. La ampliación del margen tradicionalmente
reconocido la había inaugurado el Tribunal con la segunda sentencia sobre el caso Lautsi (33) , sobre
la presencia de crucifijos en las escuelas públicas italianas.
A) Respecto de lo primero, ya vimos como el propio Tribunal establece que las limitaciones
establecidas en el Convenio a los derechos en él reconocidos, en particular las previstas en los arts.
8.2 y 9.2, son numerus clausus y han de interpretarse de forma restrictiva [§ 113 (34) ]. El Tribunal
entiende respetada esta enumeración exhaustiva cuando remite la justificación de la prohibición del
burca a la «protección de los derechos y libertades de los demás» (35) . Deduce de esta categoría
una obligación de respeto por «las exigencias mínimas de vida en sociedad» o de la «vida en común»
(living together o le vivre ensemble, § 121), que considera quebrantado por «prácticas o actitudes
observadas en el espacio público que básicamente ponen en solfa la posibilidad de relaciones
abiertas interpersonales, lo cual, por obra del consenso establecido, constituye un elemento
indispensable de la vida común dentro de la sociedad en cuestión» (36) . Y concluye justificando, en
abstracto, que la ocultación del rostro supone una barrera alzada frente a los demás y percibida por
el Estado como una violación del derecho de los otros a vivir en un espacio de socialización que haga
la convivencia más fácil (§ 122).
No puedo compartir este discurso del TEDH: ni la «vida en común» es una posible limitación de la

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libertad religiosa expresamente consignada en el art. 9.2, ni puede fácilmente deducirse de «los
derechos y libertades ajenos», particularmente en un contexto previamente definido como de
interpretación restrictiva. A mi juicio, el Tribunal efectúa un salto en el vacío cuando deduce de la
categoría mencionada la necesidad de proteger la «vida en común» o el respeto de las exigencias
mínimas de la vida en sociedad. Esta deducción supone, si no una dislocación argumentativa, como
mínimo una interpretación extensiva de «los derechos y libertades de los demás». No existe
jurisprudencia clara del TEDH sobre lo que deban ser los derechos y libertades ajenos, de modo que
éstos han de ser los consagrados en el Convenio o, llegado el caso, en otras normas internacionales
o constitucionales. Las magistradas disidentes muestran igualmente sus «fuertes reservas a este
enfoque» (§ 4 del voto particular), entienden que el concepto de «vida en común» no encaja en
ninguno de los derechos y libertades del Convenio y lo califican de «poco realista y vago» (37) . Y es
que no existe un derecho a (ni una obligación de) socializar u observar una actitud abierta a las
relaciones interpersonales en el espacio público, y menos aún el derecho a esperar esta actitud de los
demás. Por más que este comportamiento sea deseable desde alguna perspectiva, no puede deducirse
de texto positivo alguno su obligatoriedad jurídica. Por el contrario, el derecho a la privacidad sí que
protege el derecho a no relacionarse ni comunicarse con otros, y la libertad de expresión el de no
compartir e incluso atacar las costumbres de la mayoría, el derecho a actuar (y ser) diferente y, en
definitiva, como ponen de relieve las magistradas en su voto particular, el derecho a ser un outsider
(§ 8).
Por otra parte, tampoco puede sostenerse que ese concepto de vida en común pueda deducirse de la
limitación convencional de «orden público», ya que ésta, como reconoce la mayoría (§ 117) y
subraya el voto particular (§ 11) puede llegar a limitar la libertad religiosa (art. 9.2) pero no el
derecho a la privacidad (art. 8.2), afectado igualmente por la prohibición.
B) Si difícil es aceptar la primera afirmación del Tribunal acerca de la existencia de un fin
convencionalmente legítimo, más discutible aún es su apreciación acerca de la proporcionalidad de la
medida adoptada para alcanzarlo, de su necesidad para salvaguardar dicho fin en una sociedad
democrática. Debemos tener presente que el TEDH ha afirmado reiteradamente que el concepto
«necesidad en una sociedad democrática» debe concretarse en motivos entendidos como de
«necesidad social acuciante», de modo que el término «necesidad» no tiene la flexibilidad de otros
como «útil» o «aconsejable» (38) .
Los argumentos menores que proporciona son fácilmente rebatibles: ya hemos visto que el objetivo
confeso de la ley es vedar el velo integral, por más que la prohibición se amplíe de forma hipócrita a
toda prenda que oculte el rostro y permita seguir vistiendo otras como el pañuelo islámico; por otra
lado, puede que las sanciones previstas sean leves, pero dejarán de serlo cuando se acumulen las
infracciones; además, se ha optado por la decisión política de criminalizar las infracciones a la
norma, en lugar de dejarlas en el ámbito menos agresivo del ilícito administrativo; qué decir de la
humillación que puede suponer la obligación de seguir un curso de ciudadanía; por último, y en
cuanto a la falta de consenso, las magistradas Nussberger y Jäderblom ponen de relieve que sí existe
un consenso europeo en esta concreta materia: visto que sólo dos Estados han prohibido el uso del
burca y el nicab en público, parece evidente que el consenso casi unánime, en 45 de los 47 Estados,
es precisamente sobre la conveniencia de no prohibirlos (§ 19 del voto particular).
El argumento final del Tribunal para apreciar la necesidad de la prohibición queda reducido, pues, a
la afirmación de que el Estado francés debe en este caso disfrutar de un «amplio margen de
discrecionalidad» (§ 155), frente a la cual el Tribunal tiene un «deber de ejercitar un grado de
restricción en su control de convencionalidad» de la prohibición (§ 154).
La doctrina tradicional del Tribunal garantiza efectivamente un margen de apreciación a los Estados
para valorar la necesidad de injerencias en la libertad religiosa y otros derechos fundamentales,
margen sujeto a la supervisión del propio TEDH. Ahora bien, en dicha doctrina se habla de un «cierto

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margen de apreciación» (39) , del «margen apropiado» (40) o incluso del «limitado margen» (41) .
En el presente caso, el Tribunal garantiza un «amplio margen de apreciación» (42) , calificativo que
ya se empleaba en la segunda sentencia Lautsi (43) .
De este modo, y aunque algún autor consideraba que la segunda sentencia Lautsi enmendaba alguna
de las decisiones anteriores del TEDH sobre el velo islámico, e inauguraba una línea jurisprudencial
hacia una «noción inclusiva de neutralidad del Estado» (44) en relación con la libertad religiosa, lo
cierto es que con S.A.S. el Tribunal vuelve a una doctrina poco beligerante con las imposiciones de la
mayoría sobre la minoría, continúa una línea de ampliación de los márgenes de discrecionalidad del
Estado, y dificulta la inclusión de la diferencia religiosa minoritaria en el espacio público.
Además, y descendiendo a la realidad, resulta difícil entender cómo una mujer musulmana (o las
1.900 que calculaba el Gobierno francés para todo el territorio), vestida con su velo integral, que
baja al comercio más próximo a hacer la compra, o acude con sus hijos a pasear al parque, puede
suponer una amenaza a la «necesidad de socialización» y al «principio de interacción entre los
individuos», que son para el TEDH fundamento de una sociedad democrática (§ 153). La traducción a
la vida cotidiana de los términos abstractos empleados en el debate jurídico ponen ciertamente a
prueba la resistencia del test de proporcionalidad empleado por el Tribunal.
Parece incluso que el Tribunal olvida su propia jurisprudencia en el sentido de que el margen de
apreciación reconocido a los Estados tiene que ir siempre acompañado del necesario control por parte
del TEDH. En S.A.S., igual que veíamos en Lautsi II, da la impresión de que renuncia a este control y,
por primera vez, se autoimpone una obligación de restricción en el mismo (§ 154) (45) .
De este modo, en su sentencia S.A.S., lejos de justificar la necesidad de la prohibición en una
sociedad democrática, el TEDH protege la decisión de la mayoría de la sociedad de primar sus valores
mayoritarios (que supuestamente exigen la posibilidad de interacción visual, face to face, de los
individuos) sobre el estilo de vida y la vestimenta religiosa de la minoría. Digo supuestamente
porque las relaciones interpersonales actuales cada vez son más anónimas y se canalizan a través de
medios telemáticos, mientras que proporcionalmente se reduce la interacción directa de los
individuos en el espacio público, pues una parte importante de la población camina por la calle
volcada en su smartphone. El voto particular califica la decisión de la mayoría como defensora de un
«pluralismo selectivo» y una «tolerancia restringida», contrarios a la jurisprudencia del TEDH según
la cual el papel de los Estados no es eliminar las tensiones sociales reduciendo o suprimiendo el
pluralismo, sino reforzándolo (§ 14).
En realidad, el debate de fondo, al que ponen sordina una buena parte de las argumentaciones de las
partes y el Tribunal, pero que aflora en ocasiones en la propia sentencia y por remisión a las
circunstancias que rodearon el debate previo a la aprobación de la ley francesa, consiste en
determinar si es posible, jurídicamente, «proteger» a la ciudadanía de sus encuentros presuntamente
no deseados en el espacio público con mujeres que visten el velo integral. El choque que ha
supuesto, en nuestras sociedades, la presencia de mujeres que portan en público este tipo de
prendas, se ha intentado explicar por remisión a que las mismas simbolizan o responden a una
ideología incompatible con los valores básicos de la cultura moderna occidental. Parte de la
presunción de que dichas mujeres están anuladas personal y socialmente, dominadas por sus
esposos y familia, y son renuentes a aceptar el modo de vida occidental y los valores dominantes. Y
despierta en la mente de algunas personas una sensación más o menos cercana de inseguridad al
relacionarlas con el terrorismo islamista. De ahí la necesidad de «normalizar» (46) (¿por qué no
«civilizar»?) a estas mujeres, prohibiéndoles vestir esas prendas e imponiendo multa y/o curso de
ciudadanía a las que incumplan la prohibición.
Ahora bien, disipadas por el propio Tribunal las dudas acerca de la contradicción entre el velo integral
y la dignidad de la mujer y su igualdad con el hombre, y resuelta, también en sentido negativo, la

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posible adecuación proporcional entre la prohibición y la seguridad pública, queda poco espacio
argumentativo para justificar esta medida. Surge aquí el concepto indeterminado de la «vida en
común». Sin embargo, y como señala el voto particular, no existe un derecho a no ser «impactado» o
provocado por modelos diferentes de identidad cultural o religiosa, por más que sean distantes del
estilo de vida francés y europeo. Más aún, el Convenio protege como expresión de la libertad
individual las opiniones que ofenden, impactan o molestan (§ 7 del voto particular) (47) .
Debemos concluir afirmando que, pese a la prudencia con que se expresa el Tribunal, en su sentencia
del caso S.A.S. ha dado entrada, como limitación de los derechos y libertades de la minoría, y por la
vía de la expresión «derechos y libertades de los demás» de los arts. 8.2 y 9.2, a valores
indeterminados y no positivados. El voto particular así lo expresa cuando señala que la mayoría del
Tribunal sacrifica a principios abstractos derechos individuales concretos y garantizados por el
Convenio (§ 2). Podemos añadir que, lamentablemente, esos principios abstractos no son otra cosa
que la condensación, en forma de pretendidos valores mínimos de convivencia, de la moral de la
mayoría, identificación que ya sabemos puede dar lugar a comportamientos pretendidamente
legítimos de intolerancia y xenofobia.

(1) El art. 1 de la norma dispone, en concreto, que «Nul ne peut, dans l'espace public, porter une tenue destinée à dissimuler son
visage».

(2) El Diccionario de la RAE no recoge ninguna de las dos palabras. Sí lo hace el Diccionario de uso del español respecto de la
primera de ellas. La grafía que empleo en este artículo es la recomendada, tras la oportuna consulta, por el Departamento de
«Español al día» de la Real Academia Española. Se prefiere el empleo del grafema «c», tradicional en castellano para el sonido
representado, frente a la utilización del grafema «q», resultado de la transliteración del árabe al alfabeto latino, aunque también
es aceptable el grafema «k».

(3) La sentencia que examinamos (LA LEY 73121/2014) está disponible en:
http://hudoc.echr.coe.int/sites/eng/pages/search.aspx?i=001-145240
La cita de sentencias y decisiones del TEDH se realiza conforme a los criterios establecidos por el propio Tribunal,
distinguiendo entre las anteriores y posteriores a la entrada en vigor del Protocolo número 11 al Convenio, lo cual tuvo lugar el
día uno de noviembre de 1998. Pueden verse en: http://www.echr.coe.int/Documents/Note_citation_FRA.pdf

(4) La prohibición del velo integral en ciertas áreas municipales, realizada por el Ayuntamiento de Lleida, fue convalidada por la
Sentencia de la Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de 7 de junio de 2011. El
Tribunal Supremo, en la Sentencia de su Sala 3.ª de 6 de febrero de 2013, rec. 4118/2011, casó la anterior considerando que
la Paería no tenía competencia para establecer, indirectamente y como consecuencia del ejercicio de sus competencias locales,
una limitación al derecho de libertad religiosa. No se circunscribió, no obstante, a esta apreciación, sino que para determinar si
la medida suponía o no limitación a dicha libertad y exigía por ello ley en sentido formal, entró a valorar los argumentos de las
partes y el órgano a quo concluyendo que, sin ánimo de prejuzgar futuras opciones del legislador, no había justificación
constitucional suficiente para la limitación. Exceptuó de esta declaración lo concerniente al acceso a los transportes públicos en
los que es necesaria la identificación personal para acceder a ciertas tarifas, extremo que no consideró que afectase a la
libertad de religión.

(5) El Gobierno francés cita el caso Evans v. the UK [GC], no. 6339/05, § 77, ECHR 2007-I.

(6) Los informes del Relator Especial de Naciones Unidas para la libertad de religión están disponibles en:
http://www.ohchr.org/EN/Issues/FreedomReligion/Pages/Annual.aspx

(7) En su resolución de 2011, el Relator observa que este tipo de prohibiciones puede llevar a una discriminación contraproducente
en contra de las mujeres musulmanas, confinándolas en su hogar y excluyéndolas de la vida pública. Insiste en esta perspectiva
en su informe reciente de agosto de 2013, vid. §§ 49 y 50 y la recomendación realizada en el § 74.d. El documento puede
consultarse en:
http://www.ohchr.org/Documents/Issues/Religion/A.68.290.pdf

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(8) Resolución 1743 (2010) y Recomendación 1927 (2010), ambas de 23 de junio, citadas por la propia Sentencia en sus §§ 35
y 36. La versión íntegra está disponible en:
http://assembly.coe.int/ASP/XRef/X2H-DW-XSL.asp?fileid=17880&lang=EN
http://assembly.coe.int/Main.asp?link=/Documents/AdoptedText/ta10/EREC1927.htm

(9) http://www.ugent.be/re/publiekrecht/en/services/human-rights

(10) El TS, en la sentencia de 6 de febrero de 2013, cit., comparte parte de estas conclusiones de la doctrina en su FD 10, in fine.

(11) En parecidos términos, el FD 8 de la STS citada, y el FD 2º de la STSJ de Cataluña, también citada.

(12) Véase el FD 7.º y parcialmente el 9.º de la STS de 6 de febrero de 2013, cit.: la Paería no tiene competencia constitucional ex
art. 53.1 CE (LA LEY 2500/1978) para establecer la prohibición examinada, que sólo puede realizarse por una ley en sentido
formal.

(13) La STS de 6 de febrero de 2013, cit., en relación con el tema de la seguridad y el orden público, califica los argumentos de la
STSJ de sumarios y faltos de desarrollo, asumiendo las alegaciones realizadas al respecto por la recurrente en casación y el
Ministerio Fiscal (FD 10).

(14) En los mismos términos, la STS de 6 de febrero de 2013, FD 10, que rebate los argumentos expuestos a este respecto por la
sentencia casada en su FD 3.º apartado b).

(15) La conclusión del Tribunal Supremo, en la sentencia de 6 de febrero de 2013, cit., es la misma: no puede apreciarse
transgresión alguna del principio de igualdad de género en los casos de vestimenta voluntaria del velo integral.

(16) La STS de 6 de febrero de 2013, cit., en relación con esta finalidad recoge un concepto o expresión, empleada por la Sentencia
del TSJ recurrida, que se aproxima pero que también comparte elementos o semejanzas con los conceptos de seguridad
pública u orden público. Se trata de la «perturbación de la tranquilidad que en nuestra cultura occidental produce el ocultamiento
del rostro en la realización de las actividades cotidianas» (FD 10). Nos encontramos de nuevo con un valor ambiguo que puede
referirse parcialmente a todos los anteriores. El TS comparte los argumentos de la recurrente y del Ministerio Fiscal, calificando
su apreciación en el caso por la sentencia de instancia como juicio de valor subjetivo o prejuicio personal. No considera en
absoluto probado ese efecto en la sociedad y, aunque así fuera, señala que «no podría justificar que un órgano del poder
público, cual es sin duda un Ayuntamiento, dado el papel que constitucionalmente le atribuye el art. 9.2 CE (LA LEY
2500/1978), solventase la fricción cultural que esa perturbación manifestase, en el sentido en que lo hace la sentencia
recurrida»; y cita al efecto la doctrina del TEDH que establece la obligación para los Estados de asegurar la tolerancia entre
grupos que compiten entre sí, eliminando las causas de la tensión pero sin para ello restringir o suprimir el pluralismo (Serif v.
Greece, no. 38179/97, ECHR 1999-IX, §53, o Leyla Sahin v. Turkey [GC], no 44774/98, ECHR 2005-XI, §§ 107 y 108).

(17) La traducción es mía.

(18) Como una de las aportaciones más recientes al tema en nuestro país, vid. ROCA TRIAS y AHUMADA RUIZ: «Los principios de
razonabilidad y proporcionalidad en la jurisprudencia constitucional española», ponencia presentada en octubre de 2013 en
Roma con ocasión de la Reunión de Tribunales Constitucionales de Italia, Portugal y España, disponible en
http://www.tribunalconstitucional.es/es/actividades/Documents/XV%20Trilateral/PONENCIA.pdf

(19) Arrowsmith v. UK, no. 7050/75, decision of the Committee of 12 October 1978.

(20) Chassagnou and others v. France [GC], no. 28443/95, ECHR 1999-III.

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(21) Campbell and Cosans v. UK, 25 Feb 1982, Series A no 48.

(22) Campbell and Cosans, citada.

(23) Fédération chrétienne des témoins de Jéhovah de France v. France (dec.), no. 53430/99, ECHR 2001-XI.

(24) Así, no ampara una contravención voluntaria de la ley; vid., además de las que cita la Sentencia, Pichon and Sajous v. France
(dec.), no. 49853/99, ECHR 2001-X. También en X v. The United Kingdom (dec.), 12 Jul 1978, Series A no. 55, en la que el
Tribunal no amparó como manifestación de la libertad religiosa la falta de empleo de casco por un motorista sij, en contra de la
legislación vial aplicable.

(25) Nuestro Tribunal Supremo recoge y acepta esta afirmación en la sentencia de 6 de febrero de 2013, citada, Fundamento de
Derecho octavo.

(26) Manifestación que puede encontrarse en múltiples resoluciones desde Handyside v. United Kingdom, 7 Dec 1976, Series A no.
24.

(27) Leyla Sahin v. Turkey [GC], cit. Existe Sentencia previa de la Sala, en el mismo sentido de no hallar violación del CEDH (LA LEY
16/1950), de 29 de junio de 2004. La de la Gran Sala incorpora el jugoso voto particular de la jueza belga Françoise Tulkens, a
favor de apreciar violación del CEDH (LA LEY 16/1950).

(28) La pretendida falta de consenso a nivel europeo sobre la cuestión es uno de los argumentos que empleó el Tribunal para
justificar la concesión de un mayor margen de apreciación a los Estados en la Sentencia de la Gran Sala en el caso Lautsi and
Others v. Italy [GC] núm. 30814/06, ECHR 2011, § 68.

(29) Una referencia completa a la cuestión puede encontrarse en MARTÍNEZ-TORRÓN, Javier: «La cuestión del velo islámico en la
jurisprudencia de Estrasburgo», en Derecho y religión, ISSN 1887-3243, núm. 4, 2009 (Ejemplar dedicado a: Religion in the
European law / coord. por Gerhard Robbers), págs. 87 a 109.

(30) Ahmed Arslan and Others v. Turkey, no 41135/98, ECHR 2010, §§ 44-52. Esta Sentencia está disponible sólo en francés.

(31) Según el informe del propio Gobierno francés, alrededor de 1.900 mujeres en toda Francia para el año 2009, 270 de las cuales
vivían en los territorios de ultramar.

(32) Entre ellos, la Comisión Nacional Asesora de Derechos Humanos, los terceros intervinientes, el Comisario de Derechos
Humanos del Consejo de Europa o la propia Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (§ 147).

(33) Lautsi and Others v. Italy [GC], cit., que revoca la de la Sala en Lautsi v. Italy, núm. 30814/06, ECHR 2009. Un excelente
análisis de ambas puede encontrarse en ARLETTAZ, Fernando, «Las sentencias Lautsi en el contexto de la jurisprudencia del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos», REDUR 10 diciembre 2012, págs. 27-44. ISSN 1695-078X. En cuanto a la sorpresa
por la Sentencia de la Gran Sala, véase MARTÍN-RETORTILLO, L., «Estudios sobre libertad religiosa», Madrid, Reus, 2011.

(34) Véanse las resoluciones citadas por la propia Sentencia, y otras como Sidiropoulos and Others v. Greece, 10 July 1998,
Reports of Judgments and Decisions 1998-IV, §§ 37-39; y también United Macedonian Organisation Ilinden v. Bulgaria, núms.
29221/95 and 29225/95, § 84, ECHR 2001-IX. Para nuestro ámbito estatal, vid. la STS de 6 de febrero de 2013, citada, y la
jurisprudencia constitucional que recoge, en particular la STC 20/1990, de 15 de febrero (LA LEY 1423-TC/1990), FJ 4.º, letra
d).

(35) Llama la atención la superficialidad con que se ha analizado en casos anteriores si con la pretendida violación de la libertad
religiosa se estaba persiguiendo un objetivo legítimo o convencional (el denominado «legitimate aim» o «but legitime»). Tanto

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las partes como el Tribunal se remiten a mi entender un tanto acríticamente al orden público y los derechos y libertades de los
demás, sin profundizar en el significado de aquél (lo cual puede entenderse quizás por la variedad con que nacionalmente se
entiende este elemento) ni tampoco (lo cual se entiende menos) de éstos. Véase en concreto Leyla Sahin v. Turkey, cit., §§
82-83 (sentencia de la Sala), y § 99 (Gran Sala): también en Dogru v. France, no 27058/05, ECHR 2008, § 60, o Ahmed
Arslan and Others v. Turkey, cit., § 43.

(36) La traducción es mía.

(37) «Far-fetched and vague» en el original inglés, «factice et vague» en el francés.

(38) Svyato-Mykhaylivska Parafiya v. Ukraine, núm. 77703/01, ECHR 2007, § 116.

(39) Kokkinakis v. Greece, 25 may 1993, Series A260-A § 47; Manoussakis and others v. Greece, 26 september 1996, Reports
1996-IV, § 44.

(40) Leyla, cit., § 102.

(41) Stankov and the United Macedonian Organisation Ilinden v. Bulgaria, nos. 29221/95 and 29225/95, § 84, ECHR 2001-IX;
Church of Scientology Moscow v. Russia, no 18147/02, ECHR 2007 § 87; Svyato-Mykhaylivska Parafiya v. Ukraine, cit., §
114; Sidiropoulos and Others v. Greece, ya citada, § 40.2.

(42) Por supuesto, las partes concernidas emplean constantemente el término «amplio», véase ya en Leyla [GC], cit., § 100.

(43) Lautsi and others [GC], cit. 60. Es de obligada lectura el voto particular de la jueza Tulkens.

(44) MARTÍNEZ-TORRÓN, J., «Universalidad, diversidad y neutralidad en la protección de la libertad religiosa por la jurisprudencia de
Estrasburgo», en «Religión, matrimonio y Derecho ante el siglo XXI: Estudios en homenaje al Profesor Rafael Navarro-Valls»,
coord. por Javier MARTÍNEZ-TORRÓN, Silvia MESEGUER VELASCO, Rafael PALOMINO LOZANO, Vol. 1, 2013, págs. 275 a 301.
Comparto esa noción inclusiva de neutralidad del Estado, aunque entiendo bienintencionado atribuírsela al TEDH precisamente
en la segunda sentencia Lautsi (y si es así desde luego aprovechó el peor contexto para inaugurarla). Pero no comparto la
afirmación del catedrático según la cual el velo islámico portado por una alumna es ejercicio de proselitismo mientras que el
crucifijo en el aula no lo es. Olvida quizás la diferente percepción moral del menor alumno respecto a una compañera y frente a
la autoridad que representa el profesor y el propio espacio en el que se imparten las clases. El crucifijo presidiendo un aula, un
tribunal u otro espacio público es expresión solemne de la religión de la mayoría que, consiguientemente y como mínimo,
excluye a la minoría. En este contexto, entiendo positiva la eliminación de símbolos religiosos en la toma de posesión de cargos
públicos que ha realizado recientemente la Casa Real.

(45) La preocupación doctrinal por el progresivo aumento del margen de discrecionalidad que el TEDH garantiza a los Estados en
materia de límites a la libertad religiosa, normalmente en un contexto favorable a la tradición cristiana europea y en contra de
las minorías foráneas, especialmente la musulmana, puede verse, ya antes de las sentencias Lautsi, en MARTÍNEZ-TORRÓN,
2009, cit., pág. 108. La misma preocupación y en el mismo sentido en las conclusiones del artículo de ARLETTAZ, cit.

(46) ARLETTAZ, cit., pág. 42.

(47) Vid. las Sentencias allí citadas y otras como Steel and Morris v. the United Kingdom, núm. 68416/01, § 87, ECHR 2005-II, o la
más antigua Vogt v. Germany, 26 September 1995, Series A núm. 323, págs. 25 y 26, § 52.

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