Comentari A La ST TEDH Prohibicio Vel Integral - LA LEY
Comentari A La ST TEDH Prohibicio Vel Integral - LA LEY
Comentari A La ST TEDH Prohibicio Vel Integral - LA LEY
LA LEY 5250/2014
Resumen
El pasado 1 de julio, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, constituido en Gran
Sala, adoptó su sentencia en el caso S.A.S. c. Francia, Rec. 43835/2011, declarando no
hallar violación alguna del Convenio por la Ley Francesa 2010-1192, de 11 de octubre.
Esta Ley, que entró en vigor el 11 de abril de 2011 después de un intenso debate en el
seno de la sociedad francesa, estableció la prohibición de portar, en lugares públicos,
prendas de vestir diseñadas para ocultar el rostro.
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ciertas minorías, olvidan que existen formas de comunicación diferentes de la visual y no guardan
relación de proporción con una prohibición general. Entiende que la alegada contradicción entre la
ocultación del rostro por las mujeres y el principio de igualdad de género es simplista, y que la
supuesta vulneración de la dignidad humana es una asunción abstracta basada en una lógica
estereotipada y chovinista (§ 77).
c) Por lo que se refiere a la necesidad en una sociedad democrática, destaca que aunque los objetivos
perseguidos por la prohibición tuvieran encaje en las limitaciones convencionalmente previstas,
dichos objetivos podrían lograrse con medios menos gravosos. Así, para el supuesto de protección de
la seguridad pública, mediante el establecimiento de controles de identidad en sitios especialmente
vulnerables.
2. El Gobierno francés, por su parte, alegó que la prohibición establecida en la Ley discutida
perseguía objetivos legítimos a la luz del convenio y era necesaria, en una sociedad democrática,
para conseguirlos. Aun admitiendo que puede suponer una limitación del derecho previsto en el art.
9, señala que la prohibición persigue garantizar la seguridad pública, concretada en la necesidad de
identificación individual para evitar riesgos para la seguridad de personas y propiedades, y de
combatir el fraude. También pretende proteger los derechos y las libertades de los demás,
asegurando el respeto al elenco mínimo de valores de una sociedad abierta y democrática, en una
triple dimensión: por cuanto la ocultación del rostro en público supone romper el contrato social y
rechazar el principio de vida en común (living together o vivre ensemble); porque la prohibición se
dirige a proteger la igualdad entre hombres y mujeres; y porque pretende conseguir el necesario
respeto a la dignidad humana, incompatible con una ocultación total del rostro en los lugares
públicos, ya sea ésta elegida o impuesta.
Además, entiende que la prohibición guarda una relación de proporcionalidad, garantizada por la
votación casi unánime en el Parlamento francés, después de un amplio debate democrático en el que
se involucró la sociedad civil, y seguidos por el parecer favorable del Consejo de Estado y el Tribunal
de Casación. Destaca la amplia libertad para vestir otras prendas con connotaciones religiosas,
siempre que no oculten el rostro, y la levedad de las penas previstas para quienes contravengan la
prohibición. También subraya que sería poco eficaz prohibir el vestido de estas prendas sólo en los
casos de mujeres obligadas a llevarlas, por la dificultad de probar la imposición y los difusos
contornos de la figura de la coacción. Alega que la jurisprudencia del Tribunal garantiza un amplio
margen de apreciación a los Estados cuando se trata de establecer el necesario equilibrio entre
intereses públicos y privados y entre éstos y otros derechos garantizados por el Convenio (§ 83) (5) .
3. En el proceso intervinieron como terceros el Gobierno belga, varias ONG y la Universidad de
Gante. El primero reiteró los argumentos proporcionados por el francés. Debe tenerse en cuenta que
Bélgica es el único país del Consejo de Europa que ha establecido una prohibición semejante a la de
la ley francesa, también en el año 2011. Destacan entre sus argumentos que el Tribunal
constitucional belga había rechazado las dudas de constitucionalidad que se habían planteado contra
la misma.
4. La ONG Amnistía Internacional parte de la consideración de que el derecho a vestir prendas con
connotaciones religiosas está protegido por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (LA
LEY 129/1966) e invita al Tribunal a tener en cuenta los Comentarios Generales del Comité de
Derechos Humanos de la ONU núms. 22, 27, 28 y 34, así como su jurisprudencia. Considera que
prohibiciones como la examinada pueden impedir el ejercicio de los derechos al trabajo, a la
educación y a la igualdad ante la ley, y pueden contribuir a generar actos de acoso y violencia. La
ONG Article 19, en parecidos términos, entiende que la vestimenta de prendas o símbolos religiosos
está amparada en la libertad de expresión y en la libertad de religión y pensamiento y recalca las
líneas directrices marcadas por el informe del Relator Especial de Naciones Unidas sobre la libertad
de religión y creencias de 2006 (6) . Este informe recomienda a los Estados que, para valorar la
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de proteger los derechos ajenos. Pasemos a examinar los pronunciamientos del Tribunal sobre estas
finalidades.
a) Por lo que se refiere a la primera de ellas, defendida también por el Gobierno belga (§ 87), el
Gobierno francés la concreta en sus alegaciones en la necesidad de identificación de los individuos
para prevenir posibles amenazas para la seguridad de las personas y de la propiedad y para combatir
fraudes. El Tribunal, aunque acepta esta finalidad como válida, duda ya en este momento de su
discurso de la importancia que le pueda haber dado el legislador francés, teniendo sobre todo en
cuenta el dictamen del Consejo de Estado (§§ 22 y 23) (13) .
b) Dentro de la segunda finalidad, la protección de los derechos y libertades de los demás,
concretada en el «respeto por el elenco mínimo de valores de una sociedad abierta y democrática», el
Tribunal repasa los tres valores protegidos según el Gobierno francés: i) la igualdad entre hombres y
mujeres; ii) la dignidad humana, y iii) el respeto por las exigencias mínimas de vida en sociedad.
i) El Tribunal declara que la igualdad de género sigue siendo un reto fundamental para los Estados
miembros y puede justificar injerencias en ciertos derechos y libertades convencionales. Ahora bien,
un Estado parte no puede invocar la igualdad de género para prohibir una práctica que es defendida
por las propias mujeres que la observan, en ejercicio de su libertad y sin estar sometidas a coacción,
como ocurre en el caso de la demandante. En otras palabras, el objetivo legítimo de proteger los
derechos de los demás se refiere a los derechos de los terceros, distintos de la persona cuya libertad
o derecho se limita (§ 119) (14) . En su apoyo cita el dictamen del Consejo de Estado francés, que
había afirmado que la igualdad de género no es aplicable al ejercicio individual de las propias
libertades (§ 22) (15) .
ii) Con la misma contundencia establece que el respeto de la dignidad humana no puede justificar
una prohibición general del velo integral en lugares públicos. El Tribunal se muestra consciente de la
extrañeza e incluso impacto que puede causar en muchos observadores, pero entiende que se trata
de la expresión de una identidad cultural que contribuye al pluralismo inherente en democracia y que
no hay prueba de que quienes visten dichas prendas pretendan atentar contra la dignidad ajena. Por
lo que se refiere a la propia, llama la atención sobre la diferente apreciación de la virtud y la decencia
cuando se trata de examinar el vestido o desnudez de las personas (§ 120).
iii) Por el contrario, el Tribunal se muestra dispuesto a aceptar que, bajo ciertas condiciones, el
objetivo convencionalmente legítimo de la protección de los derechos y libertades ajenos puede
abarcar el «respeto de los requisitos mínimos de vida en sociedad», descrito por la Exposición de
Motivos de la Ley en cuestión como «vida en común» (le vivre ensemble o living togheter, § 25) (16)
. El Tribunal admite la argumentación proporcionada por el Gobierno francés, según la cual el rostro
juega un papel importante en la interacción social. Acepta que los «individuos presentes en lugares
abiertos a todos puede que no deseen ver prácticas o actitudes que (...) básicamente ponen en duda
la posibilidad de relaciones interpersonales abiertas, lo cual, por obra de un consenso establecido,
constituye un elemento indispensable de la vida en común dentro de la sociedad en cuestión. El
Tribunal puede así aceptar que la barrera levantada contra los demás por un velo que oculte el rostro
es percibida por el Estado demandado como una actitud que conculca el derecho de los otros a
desenvolverse en un espacio de socialización que haga la vida en común más fácil» (§ 122) (17) .
El Tribunal reconoce la flexibilidad de la noción de «vida en común», por lo que se propone examinar
con mayor detenimiento el último de los requisitos, a saber, la necesidad de la medida en una
sociedad democrática, lo que en otras palabras podríamos describir como juicio o test de
proporcionalidad constitucional (18) , en este caso convencional, de la medida. Antes de examinar
los argumentos proporcionados por el Tribunal, no está de más poner de relieve, ya desde este
momento, la contradicción en que incurre cuando, en el parágrafo 113, califica los fines que
justifican posibles limitaciones de los derechos convencionales como numerus clausus d e
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interpretación restrictiva para, a continuación, aceptar como fin válido un valor, la «vida en común»,
que ni está expresamente recogido en los arts. 8 y 9 (ni en ningún otro), ni alcanza la categoría de
derecho fundamental, y del que reconoce expresamente su flexibilidad. Volveremos sobre esto
posteriormente.
C) Necesidad en una sociedad democrática
El tercero y fundamental de los requisitos expuestos es la necesidad de la prohibición en una
sociedad democrática. Con ocasión de su análisis, el TEDH hace un repaso de su jurisprudencia en
relación con la libertad de pensamiento, conciencia y religión garantizada por el art. 9, en el que se
centra y al que refiere (como previamente habían hecho las partes) la mayor parte de la
argumentación relacionada con el derecho a la privacidad del art. 8. En este contexto, analiza a) los
principios generales sobre esta libertad; b) su aplicación en casos cercanos al examinado, y c) su
aplicación al caso concreto.
a) El Tribunal describe la libertad de pensamiento, conciencia y religión, tal y como la consagra el
art. 9, como uno de los pilares de la sociedad democrática, valor fundamental para la identidad de
los creyentes y su concepción de la vida, pero también para los ateos, agnósticos, escépticos e
indolentes. Comprende el derecho a practicar o no una religión, a mudarla, y a manifestarla
individual y colectivamente, en público y en privado. Sus manifestaciones pueden realizarse de
cualquier forma y, en particular y como dice el Convenio, concretadas en el culto, la enseñanza, la
práctica y la observancia (§§ 124 y 125, vid. las resoluciones allí citadas).
Podríamos añadir a las consideraciones del Tribunal que, según su propia jurisprudencia, la libertad
religiosa tiene un ámbito muy amplio pues comprende toda convicción personal, política, filosófica,
moral y, por supuesto, religiosa. Se extiende a ideas y convicciones filosóficas de todo tipo, con
mención expresa a las creencias de la persona, incluyendo así, por ejemplo, el pacifismo (19) , el
ecologismo (20) o la oposición de los padres a los castigos corporales (21) . No obstante, estas
convicciones personales son algo más que meras opiniones, ya que deben haber alcanzado un cierto
nivel de permanencia, seriedad, cohesión e importancia (22) .
En todo caso, y aunque no proporcione un concepto de religión, opción criticada desde ciertos
sectores doctrinales, sí que ha afirmado que el concepto no puede interpretarse de forma restrictiva,
de modo que todos los grupos religiosos y sus miembros, y no sólo las religiones «principales»,
gozan de la misma protección por parte del CEDH (LA LEY 16/1950) (23) .
Continúa el Tribunal indicando que no todo acto motivado o inspirado por la religión está protegido
por el Convenio (24) , y que en una sociedad democrática puede ser necesario establecer
limitaciones, por más que el Estado tenga la obligación de observar una posición de neutralidad e
imparcialidad en su tarea de gestor del ejercicio de las diferentes religiones, creencias y fes que
conviven en su ámbito territorial. Esta obligación de neutralidad es incompatible con una valoración
por parte del Estado de la legitimidad de las creencias de sus ciudadanos o de la forma en que se
expresan (§§ 125 y 126) (25) . El Tribunal recoge seguidamente uno de los principios básicos de su
jurisprudencia en la materia, principio que, posteriormente, va a ser empleado en su voto particular
por las magistradas Nussberger y Jäderblom (vid. § 14 del mismo) para mantener precisamente la
existencia de violación del Convenio: la obligación de neutralidad e imparcialidad en la gestión de la
convivencia de las distintas creencias exige del Estado que fortalezca la tolerancia mutua entre los
grupos en conflicto, erradicando la causa de la tensión pero sin para ello reducir o suprimir el
pluralismo (§ 127).
La sociedad democrática que defiende el CEDH (LA LEY 16/1950) y la jurisprudencia del TEDH se
caracteriza por su pluralismo, tolerancia y apertura de espíritu (26) , en la que debe asegurarse la
búsqueda continua del equilibrio que garantice el trato correcto de las minorías (§ 128). En este
contexto, saliéndonos por un momento del discurso del Tribunal, debe entenderse que éste tiene una
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consecuencia innegable de que el Estado, con su decisión, ha restringido hasta cierto punto el
alcance del pluralismo.
Como argumentos a favor de la prohibición y en contra de considerarla desproporcionada: a) el
hecho de que la prohibición no está basada expresamente en las connotaciones religiosas de las
prendas prohibidas sino en el hecho de que ocultan el rostro; b) la no afectación a la libertad de
vestir en público cualquier otra prenda o vestimenta que, con o sin connotaciones religiosas, no
oculten el rostro; c) la levedad de las sanciones previstas, las más leves posibles (multa de 150
euros máximo, junto con o alternativamente con el seguimiento de un curso de ciudadanía), y d) la
falta de consenso europeo contra la prohibición.
En último término, el Tribunal afirma que la decisión acerca de si debe prohibirse o no este tipo de
prendas pertenece a la sociedad que elige. Este último argumento es el considerado definitivo y lleva
al Tribunal, por mayoría de los magistrados de su Gran Sala, a considerar que la prohibición no viola
las disposiciones del Convenio. Entiende que, con ella, el Gobierno respondía a una práctica que el
Estado considera incompatible, en la sociedad francesa, con las reglas básicas de la comunicación
social y, en general, con las exigencias de vida en común. En este contexto, el Estado demandado
persigue proteger un principio de interacción entre los individuos, que se contempla como esencial
para la expresión no sólo del pluralismo, sino también de la tolerancia y apertura de espíritu, sin los
cuales no existiría una sociedad democrática (§ 153).
Visto lo cual, el Tribunal concluye estableciendo que Francia tenía un amplio margen de apreciación
en el caso de referencia, y que la prohibición impuesta por la Ley de 11 de octubre de 2010 se
considera proporcionada al objetivo perseguido de preservación de las condiciones de vida en
común, como elemento de la protección de los derechos y libertades ajenos. Tras esta declaración,
entiende que por los mismos motivos carece de objeto la pretendida violación del art. 10 (libertad de
expresión) y que cualquier posible sospecha de violación del art. 14 queda descartada por la
razonabilidad y objetividad que justifican la prohibición examinada.
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libertad religiosa expresamente consignada en el art. 9.2, ni puede fácilmente deducirse de «los
derechos y libertades ajenos», particularmente en un contexto previamente definido como de
interpretación restrictiva. A mi juicio, el Tribunal efectúa un salto en el vacío cuando deduce de la
categoría mencionada la necesidad de proteger la «vida en común» o el respeto de las exigencias
mínimas de la vida en sociedad. Esta deducción supone, si no una dislocación argumentativa, como
mínimo una interpretación extensiva de «los derechos y libertades de los demás». No existe
jurisprudencia clara del TEDH sobre lo que deban ser los derechos y libertades ajenos, de modo que
éstos han de ser los consagrados en el Convenio o, llegado el caso, en otras normas internacionales
o constitucionales. Las magistradas disidentes muestran igualmente sus «fuertes reservas a este
enfoque» (§ 4 del voto particular), entienden que el concepto de «vida en común» no encaja en
ninguno de los derechos y libertades del Convenio y lo califican de «poco realista y vago» (37) . Y es
que no existe un derecho a (ni una obligación de) socializar u observar una actitud abierta a las
relaciones interpersonales en el espacio público, y menos aún el derecho a esperar esta actitud de los
demás. Por más que este comportamiento sea deseable desde alguna perspectiva, no puede deducirse
de texto positivo alguno su obligatoriedad jurídica. Por el contrario, el derecho a la privacidad sí que
protege el derecho a no relacionarse ni comunicarse con otros, y la libertad de expresión el de no
compartir e incluso atacar las costumbres de la mayoría, el derecho a actuar (y ser) diferente y, en
definitiva, como ponen de relieve las magistradas en su voto particular, el derecho a ser un outsider
(§ 8).
Por otra parte, tampoco puede sostenerse que ese concepto de vida en común pueda deducirse de la
limitación convencional de «orden público», ya que ésta, como reconoce la mayoría (§ 117) y
subraya el voto particular (§ 11) puede llegar a limitar la libertad religiosa (art. 9.2) pero no el
derecho a la privacidad (art. 8.2), afectado igualmente por la prohibición.
B) Si difícil es aceptar la primera afirmación del Tribunal acerca de la existencia de un fin
convencionalmente legítimo, más discutible aún es su apreciación acerca de la proporcionalidad de la
medida adoptada para alcanzarlo, de su necesidad para salvaguardar dicho fin en una sociedad
democrática. Debemos tener presente que el TEDH ha afirmado reiteradamente que el concepto
«necesidad en una sociedad democrática» debe concretarse en motivos entendidos como de
«necesidad social acuciante», de modo que el término «necesidad» no tiene la flexibilidad de otros
como «útil» o «aconsejable» (38) .
Los argumentos menores que proporciona son fácilmente rebatibles: ya hemos visto que el objetivo
confeso de la ley es vedar el velo integral, por más que la prohibición se amplíe de forma hipócrita a
toda prenda que oculte el rostro y permita seguir vistiendo otras como el pañuelo islámico; por otra
lado, puede que las sanciones previstas sean leves, pero dejarán de serlo cuando se acumulen las
infracciones; además, se ha optado por la decisión política de criminalizar las infracciones a la
norma, en lugar de dejarlas en el ámbito menos agresivo del ilícito administrativo; qué decir de la
humillación que puede suponer la obligación de seguir un curso de ciudadanía; por último, y en
cuanto a la falta de consenso, las magistradas Nussberger y Jäderblom ponen de relieve que sí existe
un consenso europeo en esta concreta materia: visto que sólo dos Estados han prohibido el uso del
burca y el nicab en público, parece evidente que el consenso casi unánime, en 45 de los 47 Estados,
es precisamente sobre la conveniencia de no prohibirlos (§ 19 del voto particular).
El argumento final del Tribunal para apreciar la necesidad de la prohibición queda reducido, pues, a
la afirmación de que el Estado francés debe en este caso disfrutar de un «amplio margen de
discrecionalidad» (§ 155), frente a la cual el Tribunal tiene un «deber de ejercitar un grado de
restricción en su control de convencionalidad» de la prohibición (§ 154).
La doctrina tradicional del Tribunal garantiza efectivamente un margen de apreciación a los Estados
para valorar la necesidad de injerencias en la libertad religiosa y otros derechos fundamentales,
margen sujeto a la supervisión del propio TEDH. Ahora bien, en dicha doctrina se habla de un «cierto
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margen de apreciación» (39) , del «margen apropiado» (40) o incluso del «limitado margen» (41) .
En el presente caso, el Tribunal garantiza un «amplio margen de apreciación» (42) , calificativo que
ya se empleaba en la segunda sentencia Lautsi (43) .
De este modo, y aunque algún autor consideraba que la segunda sentencia Lautsi enmendaba alguna
de las decisiones anteriores del TEDH sobre el velo islámico, e inauguraba una línea jurisprudencial
hacia una «noción inclusiva de neutralidad del Estado» (44) en relación con la libertad religiosa, lo
cierto es que con S.A.S. el Tribunal vuelve a una doctrina poco beligerante con las imposiciones de la
mayoría sobre la minoría, continúa una línea de ampliación de los márgenes de discrecionalidad del
Estado, y dificulta la inclusión de la diferencia religiosa minoritaria en el espacio público.
Además, y descendiendo a la realidad, resulta difícil entender cómo una mujer musulmana (o las
1.900 que calculaba el Gobierno francés para todo el territorio), vestida con su velo integral, que
baja al comercio más próximo a hacer la compra, o acude con sus hijos a pasear al parque, puede
suponer una amenaza a la «necesidad de socialización» y al «principio de interacción entre los
individuos», que son para el TEDH fundamento de una sociedad democrática (§ 153). La traducción a
la vida cotidiana de los términos abstractos empleados en el debate jurídico ponen ciertamente a
prueba la resistencia del test de proporcionalidad empleado por el Tribunal.
Parece incluso que el Tribunal olvida su propia jurisprudencia en el sentido de que el margen de
apreciación reconocido a los Estados tiene que ir siempre acompañado del necesario control por parte
del TEDH. En S.A.S., igual que veíamos en Lautsi II, da la impresión de que renuncia a este control y,
por primera vez, se autoimpone una obligación de restricción en el mismo (§ 154) (45) .
De este modo, en su sentencia S.A.S., lejos de justificar la necesidad de la prohibición en una
sociedad democrática, el TEDH protege la decisión de la mayoría de la sociedad de primar sus valores
mayoritarios (que supuestamente exigen la posibilidad de interacción visual, face to face, de los
individuos) sobre el estilo de vida y la vestimenta religiosa de la minoría. Digo supuestamente
porque las relaciones interpersonales actuales cada vez son más anónimas y se canalizan a través de
medios telemáticos, mientras que proporcionalmente se reduce la interacción directa de los
individuos en el espacio público, pues una parte importante de la población camina por la calle
volcada en su smartphone. El voto particular califica la decisión de la mayoría como defensora de un
«pluralismo selectivo» y una «tolerancia restringida», contrarios a la jurisprudencia del TEDH según
la cual el papel de los Estados no es eliminar las tensiones sociales reduciendo o suprimiendo el
pluralismo, sino reforzándolo (§ 14).
En realidad, el debate de fondo, al que ponen sordina una buena parte de las argumentaciones de las
partes y el Tribunal, pero que aflora en ocasiones en la propia sentencia y por remisión a las
circunstancias que rodearon el debate previo a la aprobación de la ley francesa, consiste en
determinar si es posible, jurídicamente, «proteger» a la ciudadanía de sus encuentros presuntamente
no deseados en el espacio público con mujeres que visten el velo integral. El choque que ha
supuesto, en nuestras sociedades, la presencia de mujeres que portan en público este tipo de
prendas, se ha intentado explicar por remisión a que las mismas simbolizan o responden a una
ideología incompatible con los valores básicos de la cultura moderna occidental. Parte de la
presunción de que dichas mujeres están anuladas personal y socialmente, dominadas por sus
esposos y familia, y son renuentes a aceptar el modo de vida occidental y los valores dominantes. Y
despierta en la mente de algunas personas una sensación más o menos cercana de inseguridad al
relacionarlas con el terrorismo islamista. De ahí la necesidad de «normalizar» (46) (¿por qué no
«civilizar»?) a estas mujeres, prohibiéndoles vestir esas prendas e imponiendo multa y/o curso de
ciudadanía a las que incumplan la prohibición.
Ahora bien, disipadas por el propio Tribunal las dudas acerca de la contradicción entre el velo integral
y la dignidad de la mujer y su igualdad con el hombre, y resuelta, también en sentido negativo, la
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posible adecuación proporcional entre la prohibición y la seguridad pública, queda poco espacio
argumentativo para justificar esta medida. Surge aquí el concepto indeterminado de la «vida en
común». Sin embargo, y como señala el voto particular, no existe un derecho a no ser «impactado» o
provocado por modelos diferentes de identidad cultural o religiosa, por más que sean distantes del
estilo de vida francés y europeo. Más aún, el Convenio protege como expresión de la libertad
individual las opiniones que ofenden, impactan o molestan (§ 7 del voto particular) (47) .
Debemos concluir afirmando que, pese a la prudencia con que se expresa el Tribunal, en su sentencia
del caso S.A.S. ha dado entrada, como limitación de los derechos y libertades de la minoría, y por la
vía de la expresión «derechos y libertades de los demás» de los arts. 8.2 y 9.2, a valores
indeterminados y no positivados. El voto particular así lo expresa cuando señala que la mayoría del
Tribunal sacrifica a principios abstractos derechos individuales concretos y garantizados por el
Convenio (§ 2). Podemos añadir que, lamentablemente, esos principios abstractos no son otra cosa
que la condensación, en forma de pretendidos valores mínimos de convivencia, de la moral de la
mayoría, identificación que ya sabemos puede dar lugar a comportamientos pretendidamente
legítimos de intolerancia y xenofobia.
(1) El art. 1 de la norma dispone, en concreto, que «Nul ne peut, dans l'espace public, porter une tenue destinée à dissimuler son
visage».
(2) El Diccionario de la RAE no recoge ninguna de las dos palabras. Sí lo hace el Diccionario de uso del español respecto de la
primera de ellas. La grafía que empleo en este artículo es la recomendada, tras la oportuna consulta, por el Departamento de
«Español al día» de la Real Academia Española. Se prefiere el empleo del grafema «c», tradicional en castellano para el sonido
representado, frente a la utilización del grafema «q», resultado de la transliteración del árabe al alfabeto latino, aunque también
es aceptable el grafema «k».
(3) La sentencia que examinamos (LA LEY 73121/2014) está disponible en:
http://hudoc.echr.coe.int/sites/eng/pages/search.aspx?i=001-145240
La cita de sentencias y decisiones del TEDH se realiza conforme a los criterios establecidos por el propio Tribunal,
distinguiendo entre las anteriores y posteriores a la entrada en vigor del Protocolo número 11 al Convenio, lo cual tuvo lugar el
día uno de noviembre de 1998. Pueden verse en: http://www.echr.coe.int/Documents/Note_citation_FRA.pdf
(4) La prohibición del velo integral en ciertas áreas municipales, realizada por el Ayuntamiento de Lleida, fue convalidada por la
Sentencia de la Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de 7 de junio de 2011. El
Tribunal Supremo, en la Sentencia de su Sala 3.ª de 6 de febrero de 2013, rec. 4118/2011, casó la anterior considerando que
la Paería no tenía competencia para establecer, indirectamente y como consecuencia del ejercicio de sus competencias locales,
una limitación al derecho de libertad religiosa. No se circunscribió, no obstante, a esta apreciación, sino que para determinar si
la medida suponía o no limitación a dicha libertad y exigía por ello ley en sentido formal, entró a valorar los argumentos de las
partes y el órgano a quo concluyendo que, sin ánimo de prejuzgar futuras opciones del legislador, no había justificación
constitucional suficiente para la limitación. Exceptuó de esta declaración lo concerniente al acceso a los transportes públicos en
los que es necesaria la identificación personal para acceder a ciertas tarifas, extremo que no consideró que afectase a la
libertad de religión.
(5) El Gobierno francés cita el caso Evans v. the UK [GC], no. 6339/05, § 77, ECHR 2007-I.
(6) Los informes del Relator Especial de Naciones Unidas para la libertad de religión están disponibles en:
http://www.ohchr.org/EN/Issues/FreedomReligion/Pages/Annual.aspx
(7) En su resolución de 2011, el Relator observa que este tipo de prohibiciones puede llevar a una discriminación contraproducente
en contra de las mujeres musulmanas, confinándolas en su hogar y excluyéndolas de la vida pública. Insiste en esta perspectiva
en su informe reciente de agosto de 2013, vid. §§ 49 y 50 y la recomendación realizada en el § 74.d. El documento puede
consultarse en:
http://www.ohchr.org/Documents/Issues/Religion/A.68.290.pdf
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(8) Resolución 1743 (2010) y Recomendación 1927 (2010), ambas de 23 de junio, citadas por la propia Sentencia en sus §§ 35
y 36. La versión íntegra está disponible en:
http://assembly.coe.int/ASP/XRef/X2H-DW-XSL.asp?fileid=17880&lang=EN
http://assembly.coe.int/Main.asp?link=/Documents/AdoptedText/ta10/EREC1927.htm
(9) http://www.ugent.be/re/publiekrecht/en/services/human-rights
(10) El TS, en la sentencia de 6 de febrero de 2013, cit., comparte parte de estas conclusiones de la doctrina en su FD 10, in fine.
(12) Véase el FD 7.º y parcialmente el 9.º de la STS de 6 de febrero de 2013, cit.: la Paería no tiene competencia constitucional ex
art. 53.1 CE (LA LEY 2500/1978) para establecer la prohibición examinada, que sólo puede realizarse por una ley en sentido
formal.
(13) La STS de 6 de febrero de 2013, cit., en relación con el tema de la seguridad y el orden público, califica los argumentos de la
STSJ de sumarios y faltos de desarrollo, asumiendo las alegaciones realizadas al respecto por la recurrente en casación y el
Ministerio Fiscal (FD 10).
(14) En los mismos términos, la STS de 6 de febrero de 2013, FD 10, que rebate los argumentos expuestos a este respecto por la
sentencia casada en su FD 3.º apartado b).
(15) La conclusión del Tribunal Supremo, en la sentencia de 6 de febrero de 2013, cit., es la misma: no puede apreciarse
transgresión alguna del principio de igualdad de género en los casos de vestimenta voluntaria del velo integral.
(16) La STS de 6 de febrero de 2013, cit., en relación con esta finalidad recoge un concepto o expresión, empleada por la Sentencia
del TSJ recurrida, que se aproxima pero que también comparte elementos o semejanzas con los conceptos de seguridad
pública u orden público. Se trata de la «perturbación de la tranquilidad que en nuestra cultura occidental produce el ocultamiento
del rostro en la realización de las actividades cotidianas» (FD 10). Nos encontramos de nuevo con un valor ambiguo que puede
referirse parcialmente a todos los anteriores. El TS comparte los argumentos de la recurrente y del Ministerio Fiscal, calificando
su apreciación en el caso por la sentencia de instancia como juicio de valor subjetivo o prejuicio personal. No considera en
absoluto probado ese efecto en la sociedad y, aunque así fuera, señala que «no podría justificar que un órgano del poder
público, cual es sin duda un Ayuntamiento, dado el papel que constitucionalmente le atribuye el art. 9.2 CE (LA LEY
2500/1978), solventase la fricción cultural que esa perturbación manifestase, en el sentido en que lo hace la sentencia
recurrida»; y cita al efecto la doctrina del TEDH que establece la obligación para los Estados de asegurar la tolerancia entre
grupos que compiten entre sí, eliminando las causas de la tensión pero sin para ello restringir o suprimir el pluralismo (Serif v.
Greece, no. 38179/97, ECHR 1999-IX, §53, o Leyla Sahin v. Turkey [GC], no 44774/98, ECHR 2005-XI, §§ 107 y 108).
(18) Como una de las aportaciones más recientes al tema en nuestro país, vid. ROCA TRIAS y AHUMADA RUIZ: «Los principios de
razonabilidad y proporcionalidad en la jurisprudencia constitucional española», ponencia presentada en octubre de 2013 en
Roma con ocasión de la Reunión de Tribunales Constitucionales de Italia, Portugal y España, disponible en
http://www.tribunalconstitucional.es/es/actividades/Documents/XV%20Trilateral/PONENCIA.pdf
(19) Arrowsmith v. UK, no. 7050/75, decision of the Committee of 12 October 1978.
(20) Chassagnou and others v. France [GC], no. 28443/95, ECHR 1999-III.
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(23) Fédération chrétienne des témoins de Jéhovah de France v. France (dec.), no. 53430/99, ECHR 2001-XI.
(24) Así, no ampara una contravención voluntaria de la ley; vid., además de las que cita la Sentencia, Pichon and Sajous v. France
(dec.), no. 49853/99, ECHR 2001-X. También en X v. The United Kingdom (dec.), 12 Jul 1978, Series A no. 55, en la que el
Tribunal no amparó como manifestación de la libertad religiosa la falta de empleo de casco por un motorista sij, en contra de la
legislación vial aplicable.
(25) Nuestro Tribunal Supremo recoge y acepta esta afirmación en la sentencia de 6 de febrero de 2013, citada, Fundamento de
Derecho octavo.
(26) Manifestación que puede encontrarse en múltiples resoluciones desde Handyside v. United Kingdom, 7 Dec 1976, Series A no.
24.
(27) Leyla Sahin v. Turkey [GC], cit. Existe Sentencia previa de la Sala, en el mismo sentido de no hallar violación del CEDH (LA LEY
16/1950), de 29 de junio de 2004. La de la Gran Sala incorpora el jugoso voto particular de la jueza belga Françoise Tulkens, a
favor de apreciar violación del CEDH (LA LEY 16/1950).
(28) La pretendida falta de consenso a nivel europeo sobre la cuestión es uno de los argumentos que empleó el Tribunal para
justificar la concesión de un mayor margen de apreciación a los Estados en la Sentencia de la Gran Sala en el caso Lautsi and
Others v. Italy [GC] núm. 30814/06, ECHR 2011, § 68.
(29) Una referencia completa a la cuestión puede encontrarse en MARTÍNEZ-TORRÓN, Javier: «La cuestión del velo islámico en la
jurisprudencia de Estrasburgo», en Derecho y religión, ISSN 1887-3243, núm. 4, 2009 (Ejemplar dedicado a: Religion in the
European law / coord. por Gerhard Robbers), págs. 87 a 109.
(30) Ahmed Arslan and Others v. Turkey, no 41135/98, ECHR 2010, §§ 44-52. Esta Sentencia está disponible sólo en francés.
(31) Según el informe del propio Gobierno francés, alrededor de 1.900 mujeres en toda Francia para el año 2009, 270 de las cuales
vivían en los territorios de ultramar.
(32) Entre ellos, la Comisión Nacional Asesora de Derechos Humanos, los terceros intervinientes, el Comisario de Derechos
Humanos del Consejo de Europa o la propia Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (§ 147).
(33) Lautsi and Others v. Italy [GC], cit., que revoca la de la Sala en Lautsi v. Italy, núm. 30814/06, ECHR 2009. Un excelente
análisis de ambas puede encontrarse en ARLETTAZ, Fernando, «Las sentencias Lautsi en el contexto de la jurisprudencia del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos», REDUR 10 diciembre 2012, págs. 27-44. ISSN 1695-078X. En cuanto a la sorpresa
por la Sentencia de la Gran Sala, véase MARTÍN-RETORTILLO, L., «Estudios sobre libertad religiosa», Madrid, Reus, 2011.
(34) Véanse las resoluciones citadas por la propia Sentencia, y otras como Sidiropoulos and Others v. Greece, 10 July 1998,
Reports of Judgments and Decisions 1998-IV, §§ 37-39; y también United Macedonian Organisation Ilinden v. Bulgaria, núms.
29221/95 and 29225/95, § 84, ECHR 2001-IX. Para nuestro ámbito estatal, vid. la STS de 6 de febrero de 2013, citada, y la
jurisprudencia constitucional que recoge, en particular la STC 20/1990, de 15 de febrero (LA LEY 1423-TC/1990), FJ 4.º, letra
d).
(35) Llama la atención la superficialidad con que se ha analizado en casos anteriores si con la pretendida violación de la libertad
religiosa se estaba persiguiendo un objetivo legítimo o convencional (el denominado «legitimate aim» o «but legitime»). Tanto
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las partes como el Tribunal se remiten a mi entender un tanto acríticamente al orden público y los derechos y libertades de los
demás, sin profundizar en el significado de aquél (lo cual puede entenderse quizás por la variedad con que nacionalmente se
entiende este elemento) ni tampoco (lo cual se entiende menos) de éstos. Véase en concreto Leyla Sahin v. Turkey, cit., §§
82-83 (sentencia de la Sala), y § 99 (Gran Sala): también en Dogru v. France, no 27058/05, ECHR 2008, § 60, o Ahmed
Arslan and Others v. Turkey, cit., § 43.
(39) Kokkinakis v. Greece, 25 may 1993, Series A260-A § 47; Manoussakis and others v. Greece, 26 september 1996, Reports
1996-IV, § 44.
(41) Stankov and the United Macedonian Organisation Ilinden v. Bulgaria, nos. 29221/95 and 29225/95, § 84, ECHR 2001-IX;
Church of Scientology Moscow v. Russia, no 18147/02, ECHR 2007 § 87; Svyato-Mykhaylivska Parafiya v. Ukraine, cit., §
114; Sidiropoulos and Others v. Greece, ya citada, § 40.2.
(42) Por supuesto, las partes concernidas emplean constantemente el término «amplio», véase ya en Leyla [GC], cit., § 100.
(43) Lautsi and others [GC], cit. 60. Es de obligada lectura el voto particular de la jueza Tulkens.
(44) MARTÍNEZ-TORRÓN, J., «Universalidad, diversidad y neutralidad en la protección de la libertad religiosa por la jurisprudencia de
Estrasburgo», en «Religión, matrimonio y Derecho ante el siglo XXI: Estudios en homenaje al Profesor Rafael Navarro-Valls»,
coord. por Javier MARTÍNEZ-TORRÓN, Silvia MESEGUER VELASCO, Rafael PALOMINO LOZANO, Vol. 1, 2013, págs. 275 a 301.
Comparto esa noción inclusiva de neutralidad del Estado, aunque entiendo bienintencionado atribuírsela al TEDH precisamente
en la segunda sentencia Lautsi (y si es así desde luego aprovechó el peor contexto para inaugurarla). Pero no comparto la
afirmación del catedrático según la cual el velo islámico portado por una alumna es ejercicio de proselitismo mientras que el
crucifijo en el aula no lo es. Olvida quizás la diferente percepción moral del menor alumno respecto a una compañera y frente a
la autoridad que representa el profesor y el propio espacio en el que se imparten las clases. El crucifijo presidiendo un aula, un
tribunal u otro espacio público es expresión solemne de la religión de la mayoría que, consiguientemente y como mínimo,
excluye a la minoría. En este contexto, entiendo positiva la eliminación de símbolos religiosos en la toma de posesión de cargos
públicos que ha realizado recientemente la Casa Real.
(45) La preocupación doctrinal por el progresivo aumento del margen de discrecionalidad que el TEDH garantiza a los Estados en
materia de límites a la libertad religiosa, normalmente en un contexto favorable a la tradición cristiana europea y en contra de
las minorías foráneas, especialmente la musulmana, puede verse, ya antes de las sentencias Lautsi, en MARTÍNEZ-TORRÓN,
2009, cit., pág. 108. La misma preocupación y en el mismo sentido en las conclusiones del artículo de ARLETTAZ, cit.
(47) Vid. las Sentencias allí citadas y otras como Steel and Morris v. the United Kingdom, núm. 68416/01, § 87, ECHR 2005-II, o la
más antigua Vogt v. Germany, 26 September 1995, Series A núm. 323, págs. 25 y 26, § 52.
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