1 Juan Calatrava-Romanticismo y Arquitectura

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JUAN CALATRAVA (ed.

Romanticismo

y arquitectura

LA HISTORIOGRAFÍA ARQUI-

TECTÓNICA EN LA ESPAÑA

DE MEDIADOS DEL S. XIX

eE

ABADAEDITORES

1
LECTURAS

Serie 4H.? del Arte y de la Arquitectura

DIRECTORES Juan Miguel HERNÁNDEZ LEÓN y Juan CALATRAVA

La edición de esta obra ha contado con una Ayuda

del Proyecto de Investigación MEC-HUM-2004-01851,

del Ministerio de Educación y Cultura.

Cualquier forma de reproducción, distribución. comunicación pública o transformación

de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excep-

ción prevista por la ley. Dirijase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos.

www.Cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

O DE LOs TEXTOS, SUS AUTORES, 2011

O JUAN CALATRAVA (ED.), 2011

O ABADA EDITORES, $.L., 2011

Calle del Gobernador 18

28014 Madrid

Tel.: 914 296 862

fax: OI4 297 507

www.abadaeditores.com

2
diseño SABÁTICA

producción GUADALUPE GISBERT

ISBN 978-84-15289-I1-I

depósito legal M-19324-2011

preimpresión DALUBERT ÁLLE

impresión LAVEL

3
JUAN CALATRAVA [ED.]

Romanticismo

y arquitectura

LA HISTORIOGRAFÍA ARQUITECTÓNICA

EN LA ESPAÑA DE MEDIADOS DEL SIGLO XIX

MÁDRID 2011

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ABADA EDITORES

LECTURAS DE ARQUITECTURA

4
INTRODUCCIÓN

JUAN CALATRAVA

Los estudios aquí reunidos corresponden a las ponencias presentadas

en el Coloquio Internacional Arquitectura y Romanticismo en España, que se

celebró en Granada los días 3 y 4 de diciembre de 2007. Este evento

constituyó el momento de recapitulación final de la labor realizada en

el marco del Proyecto de Investigación La historiografía de la arquitectura del

Romanticismo español, que fue financiado entre enero de 2004 y diciem-

bre de 2008 por el Ministerio de Educación (Proyecto MEC2004-

HUM-01851). Además de los miembros del equipo de dicho proyecto

(profesores J. M. Barrios, A. Gómez-Blanco, W. Szambien, S. Talenti,

S. Blasco y J. Calatrava), en el Coloquio mencionado participaron, en

calidad de invitados, otros investigadores autores de importantes apor-

taciones en el ámbito de estudio que nos reunía (profesores A. lIsac, P.

Galera, J. Arnaldo, G. Zucconi e I. Henares).

Aproximadamente entre 1825 y 1860, el nuevo valor asignado a la

Historia por la cultura del Romanticismo se tradujo, en el terreno

arquitectónico, en un florecimiento de textos e imágenes de origen,

forma y destino muy variados, que vehicularon el nuevo interés por la

nación y su historia en el contexto del proceso de surgimiento de la ciu-

dad moderna y los orígenes del debate sobre el patrimonio.

Al lado de libros como los de J. M. Inclán Valdés, José Amador de

5
los Ríos o José Caveda, en este intenso debate de ideas desempeñaron

6
6 ROMANTICISMO Y ARQUITECTURA

un papel importantísimo publicaciones periódicas surgidas sobre todo

entre 1835 y 1855, tales como El Artista, el Semanario Pintoresco Español (la

de mayor difusión y duración: 1836-1857), el Observatorio Pintoresco

Español, El Siglo Pintoresco, El Renacimiento, No Me Olvides, el Liceo Artístico y

Literario, El Arpa del Creyente o la monumental Recuerdos y Bellezas de España, al

igual que la primera publicación española específicamente dedicada a

la arquitectura, el Boletín Español de Arquitectura.

Pero en ese siglo de las imageries (como reza el título del libro esen-

cial de Francois Hamon), los textos escritos se vieron acompañados

por una eclosión icónica sin precedentes: dibujos, cuadros, planos,

grabados y litografías y, en un momento más avanzado, fotografías...

imágenes todas ellas que no se limitaban a ser meros comentarios de

lo escrito sino que asumían el rango de verdaderos productos cultura-

les con derecho propio, en los que se plasmaba, igual que en los tex-

tos aunque con una especificidad propia, una determinada manera de

entender la arquitectura y su historia. La riquísima serie de imágenes

de la España romántica no se limita, así, a constituir un conjunto

<pintoresco> o a cumplir esa función de fedataria de una historia en

trance de desaparición que a menudo los propios autores le asignaron,

sino que, en su propio modo de ver, en su estructura misma en tanto

que imágenes, forman parte a título pleno de la historiografía de la

arquitectura y requieren la puesta a punto de métodos de análisis his-

tórico específicos.

7
El proyecto recogía, además, la propuesta, explicitada en múltiples

foros e investigaciones de las dos últimas décadas, de ampliar los lími-

tes conceptuales de lo que podemos entender por <historiografía

arquitectónica», dando entrada a textos e imágenes de carácter no

estrictamente arquitectónico, urbano o artístico: materiales de una

gran riqueza y, sin embargo, a menudo poco explotados, procedentes

de la historiografía general, de la teoría política, de la historia urba-

na, de la literatura, de los libros de viajes, de los medios de represen -

tación gráfica del siglo XIX (grabado, litografía, fotografía), de la pin-

tura, etc. Destaca de manera especial, en este sentido, por su especifi-

cidad propia, el problema de los viajes artísticos y arquitectónicos,

tanto el muy estudiado aspecto de los viajeros extranjeros por la

España decimonónica como el mucho menos conocido (y bien nece-

sitado de estudios monográficos en profundidad) de esos verdaderos

periplos iniciáticos realizados por nuestros románticos desde Madrid

o Barcelona (esto es, desde la gran ciudad en trance de transforma-

8
INTRODUCCIÓN 7

ción, desde el corazón mismo del materialismo moderno) a esos luga-

res recónditos de la geografía española donde, entre las ruinas, cre-

erán poder hallar las huellas del verdadero <espíritu de la nación >.

Hay que recordar, además, que el intento romántico de trazar (por

vez primera, aunque siempre se reconociera, no sin reservas, el papel

pionero de los intelectuales de las Luces) la historia de la arquitectura

española no se desarrolla en un puro contexto académico, sino en el

marco de la urgencia histórica provocada por las grandes destruccio -

nes patrimoniales ligadas al advenimiento de la modernidad. No

puede ser casual que el florecimiento de la historiografía romántica de la

arquitectura se sitúe precisamente entre las Desamortizaciones de

Mendizábal (1835) y Madoz (1855), de las que nuestros románticos

captarán no tanto el intento de modernización socio-económica del

país cuanto su grave y muy real secuela de destrucciones patrimonia-

les, demoliciones y abandonos de edificios de gran valor histórico y

artístico. Si bien no faltarán intelectuales que, procedentes del campo

liberal, aplaudan los aspectos más anticlericales de este proceso, lo

cierto es que la práctica totalidad de nuestros románticos evocará con

tintes elegíacos y catastrofistas el campo de ruinas en que se está trans-

formando España, tronarán (como el J. M. Quadrado de Dos palabras

sobre demoliciones y reformas) contra la monotonía y la ausencia de espíritu

de la nueva ciudad burguesa, resultante no ya de la armonía de sus

propias fuerzas espirituales sino de las leyes del mercado, y revestirán

9
así su tentativa historiográfica con los ropajes sagrados de la lucha por

la conservación de un pasado tan condenado a desaparecer como la

sociedad que lo alumbró.

La historiografía romántica de la arquitectura es, pues, inseparable

de los orígenes del discurso en torno al <patrimonio histórico», y

cada vez es más evidente que el análisis crítico de ese momento origi-

nario del debate patrimonial resulta de especial urgencia y oportuni-

dad, en un contexto en el que las intervenciones de conservación,

rehabilitación o restauración están a la orden del día pero con fre-

cuencia se echa en falta un reposado conocimiento histórico y teórico

que sirva de legítima base a las mismas y que, sobre todo, lleve a reco -

nocer en todas sus consecuencias el carácter histórico y no apriorísti-

co de tales conceptos.

Por supuesto, el estudio transdisciplinar que nuestro proyecto se

proponía hubiera quedado incompleto sin un análisis comparativo

con esos otros Romanticismos europeos de los que la cultura españo -

10
8 ROMANTICISMO Y ARQUITECTURA

la de la primera mitad del XIX es a menudo tributaria. Es evidente que

el Romanticismo hispano, pese a sus fuertes peculiaridades, no se

puede explicar al margen de su relación (influencias, reacciones,

interacciones, modos de recepción, etc.) con las reflexiones de los

románticos alemanes, franceses o británicos. Estas relaciones se plan -

tean a niveles diversos. Está, en primer lugar, la cuestión de la fTecep-

ción de las ideas elaboradas en dichos países: un problema que ha sido

profundamente estudiado para el Romanticismo literario, en menor

medida, para el campo de las artes plásticas, pero hasta momentos

recientes muy superficialmente en el terreno de las ideas arquitectó -

nicas. Por otro lado, hay que tener en cuenta que una buena parte de

la producción de nuestros románticos se realizó, por motivos políti-

cos, fuera de España y desde un profundo conocimiento de los deba-

tes arquitectónicos británicos y franceses de las décadas centrales del

siglo XIX. Todo ello hacía imprescindible abordar esta mirada polié-

drica y comparativa capaz de conectar los desarrollos españoles con el

panorama cultural global del Romanticismo europeo.

Las diversas ponencias del coloquio de Granada trataron de refle-

jar, en su variedad, la amplitud de este abanico de problemas histo -

riográficos. En el primero de los trabajos que aquí se presentan, el fir-

mante de estas páginas trata de rastrear el proceso de construcción

intelectual, en los veinte años que van de 1829 a 1848, de una visión

romántica de la historia de la arquitectura española. Se han estudiado

11
para ello cinco textos fundamentales, firmados por Juan Miguel de

Inclán Valdés, Antonio de Zabaleta, Pablo Piferrer, José Amador de

los Ríos y José de Caveda, que pueden considerarse verdaderos hitos

programáticos en los que se definen las tareas, los problemas y las

expectativas de la nueva historiografía arquitectónica.

La segunda contribución, a cargo de Selina Blasco, desarrolla uno

de los aspectos singulares más importantes de este debate historiográ-

fico: el papel desempeñado por El Escorial en la visión romántica de

la arquitectura española. La autora es, como demuestran sus numero -

sas publicaciones previas sobre esta cuestión, una gran conocedora de

la historia de la imagen de El Escorial, edificio mítico por excelencia

y jalonado por innumerables textos que han construido imágenes

alternativas del edificio, considerado unas veces como paradigma de la

buena arquitectura y otras, en cambio, desvalorizado (a veces, en

determinados comentaristas extranjeros, en evidente traslación al

terreno arquitectónico de los ecos de la <leyenda negra»).

12
INTRODUCCIÓN 9

Antonio Gómez-Blanco, arquitecto y reconocido especialista en

los problemas específicos de la imagen de la arquitectura tal y como se

la representa en la fotografía y en el dibujo, enfoca, aunando criterios

históricos y de puro análisis gráfico, el estudio y detinición de lo que

podríamos llamar la <imagen tipo> de la presentación de la arquitec-

tura en las publicaciones románticas y sus rasgos formales, estéticos y

estructurales básicos.

Dos contribuciones abordan, desde ángulos diferentes pero com-

plementarios, la importante problemática de la visión de la arquitec-

tura en los libros de viajes del siglo XIX. Pedro Galera profundiza, en

la línea de otros trabajos suyos anteriores (véase, sobre todo, su libro

La imagen romántica de la Alhambra), el estudio de los libros románticos de

viajes en cuanto que concreción de los ideales estéticos y arquitectóni-

cos de una época, y presenta una propuesta de tipología de los dibujos

de arquitectura relacionados con estos viajes. Por su parte, Simona

Talenti (autora de un estudio fundamental sobre la historiografía

arquitectónica del siglo XIX, L'histoire de ['architecture en France. Emergence d'une

discipline, 1863-1914) aporta el estudio directo de la mirada francesa

sobre la arquitectura española, a través del análisis minucioso de algu-

nos libros de viaje especialmente significativos, como los de Alexandre

Laborde, Girault de Prangey o Taylor.

Javier Arnaldo, buen conocedor de la estética y teoría del arte del

13
Romanticismo (recuérdese, por ejemplo, su Estilo y naturaleza. La obra de

arte en el Romanticismo alemán), estudia la presencia en el debate romántico

hispano de un tema de amplias repercusiones por su ubicación a caba-

llo entre ciencia, filosofía, estética y arquitectura. En la idea de la cueva

como posible arquetipo arquitectónico (alternativo a la célebre cabaña

de Laugier o al paradigma textil de la tienda del nómada) se encuen-

tran, en efecto, la estética del sublime, las peculiaridades científico -

simbólicas de la geología de los románticos y la aproximación entre

Naturaleza y Arquitectura.

Angel lsac, estudioso pionero de las ideas sobre arquitectura y el

debate arquitectónico en la España decimonónica (sobre todo con su

libro Eclecticismo y pensamiento arquitectónico en España. Discursos, revistas, congre-

sos, 1846-1919), llama, por su parte, la atención sobre la trascenden-

cia de polémicas que sólo en apariencia son puramente terminológi-

cas y que en realidad constituyen observatorios privilegiados del

movimiento de las ideas. Se plantea, en efecto, el estudio del alcan-

ce, en las revistas de arquitectura de la España del XIX, de un térmi-

14
IO ROMANTICISMO Y ARQUITECTURA

no tan usado y abusado como poco delimitado conceptualmente: el

de eclecticismo.

Juan Manuel Barrios Rozúa, profundo conocedor de los orígenes

del debate sobre el patrimonio en el XIX (véase su Reforma urbana y des-

trucción del patrimonio urbano en Granada), viene desde hace años publicando

sobre la Alhambra investigaciones basadas en exhaustivas búsquedas

archivísticas y que completan de manera decisiva nuestro conocimien -

to de ese monumento granadino tan esencial en la cristalización del

orientalismo moderno. En este caso concreto, arroja nueva luz ala

historia de las restauraciones de la Alhambra en la época romántica.

Guido Zucconi es uno de los más reputados especialistas europeos

en la arquitectura orientalista del siglo XIX, tema sobre el que sus

publicaciones son numerosas. El grupo de investigadores que, junto

con otros colegas, coordina desde su dottorato di ricerca en el Istituto

Universitario di Architettura de Venecia viene realizando una labor

colectiva de la que hoy es imposible prescindir cuando se quieren

abordar los múltiples flecos de ese complejo fenómeno conocido

como orientalismo. En este libro, su aportación se centra en la exigencia

de llevar a cabo investigaciones que partan de la especificidad de los

recorridos que el orientalismo decimonónico traza entre arquitectura

y artes decorativas, bien lejos del papel subordinado que las teorías

académicas otorgaban a estas últimas.

15
Werner Szambien, finalmente, autor de un estudio sobre la histo-

riografía arquitectónica del siglo XIX en Alemania y de toda una serie

de obras esenciales para el conocimiento del debate arquitectónico

moderno (tales como Symmeétrie, got, caractere, Le Musée d'Architecture, Jean-

Nicolas-Louis Durand. De Vimitation a la norme, Schinkel), reabre la cuestión,

ampliamente debatida en los siglos XVIII y XIX, de los orígenes de la

arquitectura gótica, y reivindica la atención del historiador moderno a

polémicas que, pese a las apariencias, están bien lejos de ser obsoletas.

Huelga decir que los textos que se presentan en este libro no son en

el fondo otra cosa que tentativas de identificar temas y problemas y

balizar vías para futuras investigaciones y no agotan el estudio de un

problema histórico y cultural de gran complejidad y cuyas múltiples

ramificaciones pueden alumbrar, de hecho, proyectos de investiga-

ción autónomos. Así ha ocurrido, de hecho, con el nuevo proyecto de

investigación sobre Orientalismo y Arquitectura: entre Granada y Venecia

(HAR2008-01901) que, en el momento de escribirse estas líneas,

encuadra la labor del anterior equipo de investigación, al que se han

16
INTRODUCCIÓN II

incorporado ahora, además, los profesores Guido Zucconi, Javier

Arnaldo y Pedro Feduchi y cuyos resultados serán, en un futuro pró-

ximo, objeto de la publicación de un nuevo volumen en esta misma

editorial.

17
18
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA

DE LA ARQUITECTURA ESPAÑOLA, 1829-1848

JUAN CALATRAVA

En aproximadamente veinte decisivos años del segundo cuarto del siglo

XIX se ponen las bases para la elaboración intelectual de una visión de la

historia de la arquitectura española que, en sus líneas generales, perdu-

rará durante décadas y sólo comenzará a ser revisada en el contexto de la

crisis finisecular del 96. Este andamiaje historiográfico no se construyó,

sin embargo, sobre las frágiles bases del puro interés erudito de un

reducido círculo académico, sino que se convirtió, como ya he tratado

de exponer en alguna ocasión anterior, en uno de los ejes del gran

debate cultural en el seno del cual los intelectuales del Romanticismo

perfilaron las modernas nociones de nación, historia, tradición o patrimonio.

La primera idea de una historia de la arquitectura española resultará, así, inse-

parable de la gran tentativa romántica de redefinir y salvaguardar los

amenazados valores del Espíritu en el nuevo marco del universo capita-

lista de la mercancía, o, por decirlo con una expresión habitual en los

propios textos románticos, del grosero «materialismo del siglo>*.

I CALATRAVA, J., Estudios sobre historiografía de la arquitectura, Granada-México, Editorial


Univer -

sidad de Granada - Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, cap. 5: <La visión

de la historia de la arquitectura española en las revistas románticas», pp. 165-236.

19
2 HENARES, Il. y CALATRAVA, J., Romanticismo y teoría del arte en España, Madrid, Cátedra,
1983, y

< El historicismo en la crítica de arte del Romanticismo español», en Mayurga, 1979-1980,

pp- 309-322; ISAC, A, Eclecticismo y pensamiento arquitectónico en España. Discursos,


revistas, congresos,

1846-1919, Granada, Diputación Provincial, 1987; ARRECHEA MIGUEL, J., Arquitectura y

20
I4 JUAN CALATRAVA

Bien en consonancia con la complejidad histórica y cultural de esos

decenios que vieron el nacimiento del mundo moderno, un periodo

que aún hoy sigue constituyendo en muchos aspectos un desafío a las

tentativas académicas de periodización de la historia de la modernidad,

esta construcción histórica no es en absoluto lineal ni unívoca. Se com-

pone de numerosos ensayos plasmados en textos de muy diverso orden

(desde el artículo de periódico al libro propiamente dicho, pasando

por el discurso filosófico o académico, el relato de viajes o las propias

obras literarias de nuestro Romanticismo —un filón este, el de la pre-

sencia de la arquitectura en la literatura, cuyo análisis desde una pers-

pectiva historiográfica, con demasiada frecuencia soslayado, resulta sin

embargo imprescindible”); textos que, además, versan sobre objetos

bien distintos (desde la breve descripción de un monumento hasta la

ambiciosa tentativa de periodización histórica global); que presentan

grados de originalidad muy diferentes (desde la reflexión autóctona

genuina hasta la simple difusión, en ocasiones hasta el puro plagio, de

lo escrito por autores de fuera de nuestras fronteras), y que fueron

escritos por autores igualmente de muy diversa condición, intereses,

aspiraciones y nivel intelectual que sólo de modo muy reductor pode-

mos unificar bajo la cómoda etiqueta de <románticos>.

De entre este magma desigual de textos, que componen un inmenso

pero fragmentario y aún no exhaustivamente catalogado ni analizado

corpus de miles de páginas e imágenes”, algunos escritos destacan, sin

21
embargo, como verdaderos hitos en los que puede decirse que cristali-

zan de manera especialmente densa rosramática las ideas esenciales

p y prog

romanticismo. El pensamiento arquitectónico en la España del XIX, Valladolid, Universidad,


1989; SAZA-

TORNIL RuIz, L., «Historia, historiografía e historicismo en la arquitectura romántica

española», en AA.VV., Historiografía del arte español en los siglos XIX y AX, Madrid, Instituto
Diego

Velázquez del CSIC, 1995, pp. 63-75.

3 Deesta relación entre Arquitectura y Literatura, que constituye uno de los ejes de mi tra-

bajo actual y del Grupo de Investigación Arquitectura y cultura contemporánea. que


coordino. me

he ocupado recientemente en diversas ocasiones. Vid. sobre todo CALATRAVA, |. y NERDIN-

GER, W. (eds.), Arquitectura escrita, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2010.

4 El inicio de una catalogación completa y estudio y análisis pormenorizado de esta ingente

documentación fue abordado, entre 2005 y 2008, en el Proyecto de Investigación

MEC2004-HUM-01851, La historiografía de la arquitectura del Romanticismo español, en


cuya labor

se encuadra la edición del presente volumen colectivo. Dicho trabajo colectivo tiene una

continuidad, en colaboración con el Istituto Universitario di Architettura di Venezia, en el

Proyecto de Investigación HAR2008-01901, Orientalismo y arquitectura: entre Granada y


Venecia,

que coordino en el momento de escribirse estas páginas.

22
23
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA IR

M-—

en torno a las que se articula esta primera tentativa de construcción de

nuestra historia arquitectónica. El análisis de cinco de ellos, en abso-

luto únicos pero sí elegidos por su especial valor paradigmático, cons-

tituirá el objeto de las páginas que siguen.

Se trata —y ello constituye una evidencia de esa intrínseca diversidad

de textos a la que se ha hecho mención— de un opúsculo o folleto (los

Apuntes para la historia de la arquitectura y observaciones sobre la que se distingue con la

denominación de gótica, de Juan Miguel de Inclán Valdés, 1833), de dos

artículos breves de publicaciones periódicas (los artículos Arquitectura,

publicado por Antonio de Zabaleta en 1637 en las páginas de la revista

No me Olvides, y Sobre la necesidad de escribir la Historia de la Arquitectura Española, y

sobre la influencia de este estudio en el de la civilización española, de José Amador de

los Ríos, aparecido en 1846 en el Boletín Español de Arquitectura) de un texto

introductorio a un gran volumen ilustrado (la introducción que en

1839 redactara el poeta catalán Pablo Piferrer para el primer tomo,

dedicado a Cataluña, de una de las mayores empresas editoriales de

nuestro Romanticismo, la colección Recuerdos y Bellezas de España) y, por

último, de un libro propiamente dicho (la gran tentativa de síntesis

que, en un año tan significativo como 1846, esboza José Caveda con su

Ensayo histórico sobre los diversos géneros de arquitectura empleados en España desde la

dominación romana hasta nuestros días).

24
El primer hito de este intenso proceso de definición intelectual de

una historia puede fecharse, sin embargo, un poco antes del primero de los

cinco escritos mencionados: concretamente en 1829, que es cuando se

publican, por fin, las Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su res-

tauración”. Redactadas en las décadas finales de la centuria anterior por el

ilustrado vasco Eugenio Llaguno y Amirola, en una primera versión, y

luego ampliamente revisadas y completadas por una de las figuras cum-

bre de la llustración hispana, Juan Agustín Ceán Bermúdez, las Noticias

habían permanecido inéditas y su publicación en 1829 puede conside-

rarse como el último y tardío hito de las tentativas de los intelectuales

de las Luces por trazar un tipo de historia militante entendida como

arma para el triunfo de la Razón y de las Luces, y también como una

prueba evidente de la fuerte influencia que este paradigma ilustrado

ejercerá sobre las teorizaciones de nuestros románticos.

5 Deesta obra, editada en cuatro volúmenes, existe edición facsímil moderna, Madrid, Tur-

ner, Ig77.

25
16 JUAN CALATRAVA

Desde luego, si hace años podría haber parecido paradójico comen -

zar un análisis que tiene por objeto a la historiografía romántica de la

arquitectura con una referencia a una obra absolutamente pertene-

ciente —y no sólo por motivos cronológicos— al horizonte de las Luces,

los numerosos estudios que en los últimos treinta años han puesto el

acento sobre la multiplicidad y riqueza de las interconexiones entre

Luces y Romanticismo —incluyendo el gran debate sobre la pertinencia

o no del concepto de prerromanticismo— han dejado claro que esta paradoja

no es más que aparente. Aunque no sea éste el momento de ocuparnos

de los primeros intentos, en la segunda mitad del XVIII, de construir

una historia de la arquitectura española por parte de personajes como

Antonio Ponz, José Ortiz y Sanz, Isidoro Bosarte, Jovellanos y, desde

luego, los citados Llaguno y Ceán Bermúdez”, estas tentativas constitu-

yen sin ninguna duda el humus sobre el que se desarrollará la historio-

grafía romántica, ya sea para asumir sus tesis o bien para construir posi-

ciones propias a partir de una crítica de las mismas.

Aunque la crisis que se inicia en la última década del siglo XVIII cor-

tara de raíz el desarrollo de la historiografía artística de las Luces y

determinara un hiato de al menos tres décadas, algo de estos interrum-

pidos proyectos ilustrados será inmediatamente después recuperado

desde los nuevos parámetros del pensamiento romántico, como lo

demuestra el hecho mismo de la publicación en 1829 del manuscrito

inédito de Ceán y Llaguno. Esta recuperación no será, sin embargo, ni

26
total, ni pacífica, ni acrítica, ya que se articula sobre el gran giro histo -

riográfico que podemos simbolizar en las figuras extremas de Voltaire y

Herder: el paso decisivo desde una historia del género humano cons-

truida según los principios de la dialéctica luces/oscuridad a otra basada

en la legitimidad de todas las aportaciones históricas de los distintos

pueblos, en la idea de la construcción paulatina del alma de la nación y

en directa conexión con los orígenes de la cuestión del patrimonio.

6 Vid. sobre estas cuestiones HENARES-CUÉLLAR, l., La teoría de las artes plásticas en
España en la

segunda mitad del siglo XVIII, Granada, Universidad, 1977; BEDAT, C., La Real Academia de
Bellas

Artes de San Fernando (1744-1806), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1989; LEÓN

TELLO, F. J. y SANZ SANZ, M.A V., Estética y teoría de la arquitectura en los tratados
españoles del siglo

XVII, Madrid, CSIC, 1994; ÚBEDA DE LOS Cosos, A., Literatura artística>, en ÁGUI-

LAR PIÑAL, F., Historia literaria de España en el siglo XVIII, Madrid, Trotta, 1996, pp.
1029-1064;

CALATRAVA, J., Arquitectura y cultura en el sigla de las Luces, Granada, Editorial Universidad
de

Granada, 1999; UBEDA DE LOS CoBos, A., Pensamiento artístico español del siglo XVIII. De
Antonio

Palomino a Francisco de Goya, Madrid, Aldeasa, 2001.

e nilaliaddi Li ei iii de" MA

27
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA I7

Pero, al mismo tiempo, este paso decisivo no se da mediante la can-

celación global de la problemática de las Luces, sino mediante su inte-

oración selectiva en un nuevo discurso histórico que asume una buena

parte de las propuestas de la historiografía ilustrada. Veremos, así, por

ejemplo, cómo Antonio de Zabaleta concebirá explícitamente la nueva

historia artística nacional como una continuidad de los esfuerzos pio -

neros de Llaguno y Ceán, o cómo, al juzgar la arquitectura española de

los siglos XVII y XVIII, los románticos compartirán las críticas radicales

de nuestros ilustrados al <churriguerismo > (si bien con los importan-

tes matices de los que más abajo hablaremos), así como también —aun-

que en un tono menos entusiásticamente partidista que el de Ponz o

Ceán— los elogios al renacer del clasicismo bajo el reinado de Carlos III

y a la obra de Ventura Rodríguez o Juan de Villanueva.

En este sentido, cabe destacar que la consideración y asunción de la

labor de los intelectuales de las Luces por parte de los románticos es

contradictoria, ya que es capaz de combinar y de integrar las descalifi-

caciones filosóficas contra el <esprit de systéme”>,, las religiosas contra

el <ateísmo del siglo» y las estéticas contra el exclusivismo grecorro-

mano que se atribuye a los académicos del siglo anterior, con un claro

sentimiento difuso de continuidad de esfuerzos historiográficos por

encima del hiato napoleónico y fernandino.

28
Cuatro años después de la recuperación de la obra inédita de Lla-

guno y Ceán, el sentimiento de continuidad con respecto a la compleja

herencia de las Luces seguiría marcando la publicación, en 1833, de los

Apuntes para la Historia de la Arquitectura y Observaciones sobre la que se distingue con la

denominación de Gótica, de Juan Miguel de Inclán Valdés. Inclán Valdés,

una figura de este primer siglo XIX a la que aún no se ha prestado sufi-

ciente atención historiográfica”, puede representar muy bien dicha

continuidad, no sólo cronológicamente (nacido en 1774 y muerto en

1853) como verdadero puente entre generaciones, sino también por

7 Aúnenvida de Inclán, el escritor y teórico romántico Eugenio de Ochoa trazó de él un

breve perfil («Don Juan Miguel de Inclán», El Artista, 3, 1836, pp. 148-149). Entre los

estudios modernos que hacen referencia a su figura caben destacar las páginas que le dedi-

can CHUECA GOITIA, F., «Don Juan Miguel de Inclán Valdés (1774-1852)»>, en Revista

Nacional de Arquitectura, 87, marzo 1949, p. 140; NAVASCUÉS PALACIO, P., Arquitectura y
arquitec-

tos madrileños del siglo XIX, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1973, y Arquitectura
Espa-

ñola, 1808-1914, Madrid, Espasa, 1993; ARRECHEA MIGUEL, J., Arquitectura y


Romanticismo, cit.,

y PRIETO GONZÁLEZ, J. M., Aprendiendo a ser arquitectos. Creación y desarrollo de la


Escuela de Arquitec-

tura de Madrid (1844-1914), Madrid, CSIC, 2004.

29
"a

15 JUAN CALATRAVA

algunos datos especialmente significativos de su biografía. Sin duda el

que más nos atañe de ellos es su relación personal, en su juventud, con

Jovellanos, a quien trató en Gijón, gozando de su protección y, sobre

todo, imbuyéndose de sus teorías estéticas y de su particular visión de la

historia de la arquitectura, tan llena de matices y tan opuesta, en su

pionera reivindicación de la arquitectura medieval, a ese supuesto

fanatismo clasicista con el que tan a menudo los escritores románticos

estigmatizaron a la generación ilustrada.

Académico de San Fernando desde 1814 y Director de la institución

en 1836, Inclán Valdés personifica igualmente el paso de la estructura

académica dieciochesca a los nuevos paradigmas de la enseñanza

moderna de la arquitectura, ya que en 1844 fue nombrado Director de

la recién creada Escuela de Arquitectura de Madrid. En este sentido, si

ya en 1826 había dado a la luz Inclán, para servir a su docencia en la

Academia de Bellas Artes de San Fernando, un Tratado de Aritmética y Geo-

metría de Dibujantes, veinte años más tarde, en 1847, su enseñanza en la

nueva Escuela de Arquitectura cristalizaría en la publicación de sus Lec-

ciones de Arquitectura Civil. Sin embargo, la obra —en realidad, más bien

opúsculo— que ahora atrae nuestra atención es un texto situado a medio

camino de esta andadura, los Apuntes para la historia de la arquitectura y observa -

ciones sobre la que se distingue con la denominación de gótica (1839).

30
Hay que reconocer, ante todo, que los Apuntes de Inclán constituyen,

ciertamente, una aportación teórica de importancia limitada, como han

señalado casi todos los que le han prestado alguna atención”. Del carác-

ter provisional y no definitivo de su texto es consciente el propio Inclán

cuando, al inicio del mismo, da todo su sentido a la palabra apuntes del

título, reclamando otras plumas que vengan enseguida a trazar una his-

toria completa y articulada de la que él mismo se declara incapaz.

Pero, a efectos de lo que ahora nos interesa, esos apuntes encierran

sobre todo el valor de ser la primera tentativa de recuperar el pulso his-

toriográfico interrumpido desde hacía al menos tres décadas. La visión

histórica de Inclán Valdés constituye, en realidad, una particular sínte-

8 Así, en I908, Lampérez calificará a los Apuntes de Inclán como una <obrita de escasa

importancia» en la que destaca <los enormes absurdos que sienta sobre la arquitectura

gótica> (LAMPÉREZ Y ROMEA, V., Historia de la Arquitectura Cristiana Española en la Edad


Media,

Madrid, 1908, vol. 1, p. 16; existe edición facsímil, con estudio introductorio de Julio

Arrechea, Valladolid, Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León,

1999).

31
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 19

sis selectiva de ciertos argumentos ya avanzados por la última genera -

ción de los ilustrados del XVIII, síntesis que le permite compatibilizar el

mantenimiento del paradigma vitruviano (por ejemplo, en su reflexión

sobre los orígenes de la arquitectura o en el mantenimiento de la céle-

bre triada de firmitas, utilitas y venustas) con la pionera revalorización jove-

llanista del gótico, insistiendo de manera especial en la reivindicación

nacionalista de la autoctonía del gótico hispánico.

Antes de llegar al Medioevo, no obstante, aproximadamente la mitad

del texto de Inclán desarrolla una apretada <historia> de la arquitectura

en la que el primer lugar corresponde a los relatos bíblicos que relacio -

naban con los orígenes del arte de construir al propio Adán y a Caín o

Tlubalcaín, así como la torre de Babel, y con el dato de la breve y reser-

vada mención que se reserva al Templo de Salomoón —algo bien sor-

prendente en el contexto hispano marcado por la larga sombra escuria-

lense—. Es de reseñar, además, la ausencia del más mínimo eco de la

crítica religiosa ilustrada en torno a la validez literal de estas narracio -

nes sagradas, sobre la cual no alberga Inclán la menor duda.

En cuanto a los pueblos pre-griegos no bíblicos, alude tan sólo a la

dificultad de hablar de asirios, egipcios, caldeos, persas o fenicios ante

la ausencia de relatos fiables sobre su arquitectura. La arquitectura

griega es expuesta, sobre todo, de la mano de Vitruvio, y tampoco sobre

32
el ingeniero romano aparece en Inclán el más mínimo eco de la crítica

a la que el carácter normativo de los Diez Libros había sido sometido en

las últimas décadas del XVIII. Sin embargo, al lado de Vitruvio, citas

tomadas de Winckelmann, Milizia o Leroy sirven para argumentar la

perfección atribuida a la arquitectura griega. Aunque esta perfección

no nace ahora únicamente del genio griego y de esa feliz combinación

de suelo, clima y libertad que había exaltado Winckelmann: Inclán

arguye que muchos de los logros griegos fueron en realidad préstamos

de los egipcios, y se sitúa así en la estela de una cierta egiptomanía ilus-

trada que, sin cuestionar la primacía griega, trataba de encontrar un

lugar de prestigio para lo egipcio, y que había tenido en Isidoro Bosarte

asu máximo valedor en la España de las Luces”.

9 Vid. CALATRAVA, J., <Isidoro Bosarte y la nueva egiptomanía del final del siglo XVIII: las

« Observaciones sobre las Bellas Ártes entre los Antiguos > (1791) >, en Cuadernos de Arte,
Uni-

versidad de Granada, XXIII, 1992, pp. 373-383, retomado, con modificaciones, en CALA-

TRAVA, ]., Arquitectura y cultura en el siglo de las Luces, cit., pp. 179-206.

33
20 JUAN CALATRAVA

También de Winckelmann recogerá Inclán Valdés la idea de un

esquema evolutivo que, bien visible en la suerte que corre la arquitectura

en su andadura entre Grecia y Roma, puede resultar igualmente extra-

polable a otros estilos y épocas. En efecto, para Inclán el arte griego

puede servirnos de máximo ej emplo de una evolución que no es priva-

tiva de lo helénico y que emparenta el devenir artístico con los ciclos

humanos de infancia, madurez y senectud. En Grecia y en su continui-

dad romana puede comprobarse cómo la arquitectura comienza por dar

satisfacción a lo necesario, pasa después a lo cómodo y arriba por fin alo

bello; pero el logro de la belleza no es estable y siempre se corre el riesgo

de que se vea sucedido primero por lo superfluo y más tarde por lo

monstruoso.

La arquitectura romana resulta, así, inseparable de la griega, pero no

se confunde con ella. Roma aporta, resume Inclán, una personal com-

binación entre el sentido práctico constructivo y las normas griegas sus-

ceptibles de fundamentar lo bello en arquitectura. El propio Vitruvio, el

sabio que <penetró los secretos más escondidos», es el mejor símbolo

de este periodo de gracia que, sin embargo, dura poco, porque ense -

guida la arquitectura romana será presa de los efectos corruptores del

lujo, los abusos y la degeneración. Es ahora a Jovellanos y no a Winckel-

mann a quien sigue Inclán a la hora de fechar el inicio de ese proceso de

degeneración en el periodo de Vespasiano, como ya había anticipado

aquél en su Elogio de Don Ventura Rodríguez.

34
La decadencia de la bella arquitectura, marcada en un principio por

el refinamiento excesivo, los abusos ornamentales y la irrupción de lo

suntuoso y lo superfluo, se transforma en los últimos momentos del

Imperio y los primeros siglos medievales, por influencia del acento

puesto por el cristianismo en el espíritu de pobreza, en un reducirse a

la firmitas, a la mera solidez, olvidándose de todas las reglas y preceptos

que hacen la <bella Arquitectura». De la arquitectura tardoantigua y

paleocristiana no cabe extraer, pues, según nuestro autor, otras leccio-

nes que no sean las puramente constructivas, ya que ha quedado redu-

cida «al mecánico ejercicio de levantar paredes y de hacer mezclas, y

convirtiéndose sus profesores en meros albañiles y mamposteros> *

(una frase significativa en la medida en que resuena en ella, además, el

eco del secular debate entre proyecto y ejecución y la batalla de la Aca-

TO Apuntes..., p. 37-

35
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 21

demia de San Fernando por fundamentar una idea del arquitecto ajeno

al mundo de la práctica de los maestros de obras).

Pero es este momento de decadencia el que, paradójicamente, per-

mite ya a Inclán Valdés introducir por primera vez la especificidad

nacional hispana en el seno de la historia general de la arquitectura. Y,

por ahora, no precisamente para bien, porque dicha especificidad con-

siste en que la decadencia de la <bella Arquitectura> es mucho mayor

en Hispania que en ltalia o en la propia Roma. La explicación de ello

es muy interesante, porque reúne dos argumentos procedentes de tra-

diciones historiográficas bien diferentes. El primero es de índole

arquitectónica y arqueológica: España no se podía comparar con el

suelo italiano en cuanto a presencia de buenos edificios subsistentes y

presentes como eterno recordatorio. Pero el segundo introduce, como

lejano eco de los términos de esa historiogratía encomiástica contrarre-

formista que he tenido ocasión de estudiar en otros momentos”, el argu-

mento de la acendrada religiosidad innata de los españoles: es el rápido

e indiscutido triunfo del cristianismo en nuestro suelo patrio el que

facilita el consiguiente vandalismo (obviamente, el término no es de

Inclán) religioso sobre los restos de la arquitectura pagana.

También es específico de la historia hispana el nuevo factor que

viene a acentuar la decadencia: la <furiosa tempestad» de la invasión

árabe. En el embrionario proyecto de construcción historiográfica de

36
Inclán, volcado al gótico, quizás el aspecto más llamativo es la absoluta

desatención a la arquitectura islámica hispana. Ello es sorprendente

porque, como es bien sabido, la arquitectura árabe ya había suscitado,

en el marco del arabismo tardoilustrado, el interés de la Academia de

San Fernando (con el envío de la célebre expedición de Hermosilla,

Villanueva y Arnal a Granada y Córdoba, y la posterior publicación

incompleta de las Antigiiedades árabes de España), de Jovellanos y de Llaguno

y Ceán”. Inclán, en cambio, apenas le dedica una página de sus Apuntes,

II Vid., entre otros trabajos sobre esta cuestión, CALATRAVA, ]J., «Contrarreforma e imagen

de la ciudad: la Granada de Francisco Bermúdez de Pedraza», en BARRIOS ÁGUILERA, M. y

CARCÍA ARENAL, M. (eds.), Los Plomos del Sacromonte. Invención y tesoro, Valencia-
Zaragoza-Gra-

nada, 2006, pp. 419-456.

12 Vid. al respecto RODRÍGUEZ Ruiz, D., La memoria frágil. José de Hermosilla y las
Antiguedades drabes de

España, Madrid, Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, 1993, así como CALATRAVA, J.,

«La Alhambra y el orientalismo arquitectónico», en ISAC, A. (ed.), El Manifesto de la Alham-

bra 50 años después. El monumento y la arquitectura contemporánea, Granada, Patronato


de la Alham-

bra y el Generalife, 2006, pp. 11-69.

37
22 JUAN CALATRAVA

con la simple mención del Alcázar de Sevilla y la Alhambra y la expre-

sión de perplejidad ante la Mezquita de Córdoba, su carácter <singu-

lar» y <sorprendente> y su <libre arbitrariedad > *.

Y es que, como queda explícito en el propio título del opúsculo, su

objetivo principal no es otro que la reivindicación de la arquitectura

gótica, que ocupa 30 páginas de las 76 totales. Inclán defiende la deno-

minación de <gótica> para una arquitectura que en nuestro suelo

muestra testimonios de tan venerable antigtiedad como los monasterios

de San Millán de la Cogolla y Santa María la Real de lrache, los dos

ejemplos que cita en apoyo de su argumentación sin atender a las dife-

renciaciones entre <gótico antiguo» (es decir, lo que hoy llamamos

románico) y «gótico moderno> que ya habían comenzado a establecer

los ilustrados *. La conciencia, sin embargo, del grado de indefinición

en el que se encontraba la arquitectura de la Alta Edad Media queda

patente cuando Inclán hace votos por que la propia iglesia de lrache y

<otros edificios de aquella edad» <... se reconociesen, midiesen y

analizasen por una mano diestra e inteligente> >.

Por lo demás, el hilo argumental de Inclán traza una pirueta que le

permite compatibilizar la teoría del origen oriental del gótico a través

de las Cruzadas”, la metáfora vegetal de Félibien (el gótico como imita-

ción del bosque) y las reflexiones de Jovellanos sobre la arquitectura

38
«ultramarina> con la defensa radical de la autoctonía de la arquitec-

tura gótica hispana: es la especial relación de España con los árabes la

que le permite primero anticiparse y luego sacar más provecho de las

lecciones arquitectónicas procedentes de Oriente y que en nuestro pais

encontrarán el terreno mejor abonado. La conclusión es tajante:

España no ha aprendido el gótico de ninguna otra nación, ha tenido

un papel protagonista en su nacimiento y puede presentar ejemplos de

esta arquitectura cronológicamente anteriores a los franceses.

Una vez cumplido el objetivo fundamental de la reivindicación

gótica, las últimas páginas del ensayo de Inclán se limitarán a resumir de

19 Apuntes, p. 38.

I4 Vid. GARCÍA MELERO, J. E., <La visión del románico en la historiografía española del

neoclasicismo romántico'»>, en Espacio, Tiempo y Forma, 2, 1988, pp. 139-186.

I5 Apuntes..., p. 47.

IG Vid. FRANKL, P., The Gothic. Literary Sources and Interpretations through Eight Centuries,
Princeton Uni-

versity Press, 1960; PANADERO PEROPADRE, N., <Teorías sobre el origen de la arquitectura

gótica en la historiografía ilustrada y romántica española», Anales de Historia del Arte, 4,


1994,

pp. 207-211.

39
40
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 2

manera apretada las siguientes fases del esquema historiográfico puesto

a punto por los Ponz, Llaguno y Ceán, insistiendo de modo muy espe-

cial en dos de los aspectos que pasan intactos desde las Luces a la histo -

riografía romántica: la condena del churriguerismo y de <Borromino y

sus secuaces» y la restauración del buen gusto arquitectónico en las

obras de Juvara (<Jubarra>), Ventura Rodríguez (el más destacado por

Inclán, en la línea del Elogio de Jovellanos) y Juan de Villanueva.

Cuatro años después de la aparición de los Apuntes de Inclán, en

1837, publicaba Antonio de Zabaleta, en una doble entrega de los

núms. II y 12 de la revista No me Olvides, que dirigían Federico de

Madrazo y Jacinto de Salas y Quiroga, un texto mucho más corto pero

de una trascendencia teórica bastante mayor que los Apuntes de Inclán:

su breve pero denso artículo Arquitectura, verdadero toque de rebato de

los nacientes intereses románticos por una historia entendida en clave

patrimonial.

Antonio de Zabaleta (1803-1864) representa, en el panorama de

nuestro primer romanticismo, una tigura prototípica. Como tantos

otros intelectuales hispanos de la época, conoció el exilio en Francia,

durante un periodo especialmente prolongado, de 1823 a 1836, lo que

le permitió un contacto directo con la cultura romántica francesa y, en

general, con la riqueza de ideas e influencias europeas del crisol pari-

sino”. Ese periodo, de enorme importancia para su formación artística

41
y arquitectónica, estuvo marcado sobre todo por una estancia en el

estudio parisino de Félix Duban, un arquitecto clave en los debates

franceses que enfrentaban a elasicistas y románticos, y por al menos un

viaje a Inglaterra y otro a ltalia. Tras su regreso a España compatibilizó

su ejercicio de la arquitectura con una importante actividad teórica y

editorial y con el desempeño de diversos puestos docentes (Director de

la Academia en la clase de Arquitectura, Catedrático de la nueva

Escuela de Arquitectura de Madrid, Director de la misma entre 1854 y

17 La más completa investigación sobre la figura de Antonio de Zabaleta es la realizada por

SAZATORNIL RUIZ, L.., Antonio de Zabaleta, 1803-1864. La renovación romántica de la


arquitectura espa-

ñola, Santander, Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria, Ig92 (es de reseñar, sin

embargo, que el autor reconoce en su estudio la existencia de importantes lagunas sobre la

biografía de Zabaleta, difíciles de colmar debido a las numerosas pérdidas de documentos).

18 Vid., entre otros trabajos, SAZATORNIL Ruiz, L., «Madrid et Paris: pensée romantique et

architecture espagnole>, Revue de Art, 115, 1997-1, pp. 30-41, y AYMES, J.-R., Españoles en

París en la época romántica, 1808-1846, Madrid, Alianza Editorial, 20086 (aunque con muy
esca-

sas referencias al ámbito de la arquitectura).

42
24 JUAN CALATRAVA

1856) e institucionales en relación directa con la incipiente preocupa-

ción por la protección del patrimonio (fue secretario de la Comisión

Central de Monumentos de 1852 a 1857).

Arquitectura, el artículo de Zabaleta de 1837, justifica desde el princi-

pio la caracterización de texto programático que le hemos asignado, ya

que en él podemos encontrar la más clara —aunque bien concisa— rei-

vindicación de la exigencia romántica de trazar la historia de la arqui-

tectura española desde una postura nacional. A la perspectiva de una

historia general de la arquitectura, concebida desde los parámetros

ilustrados de la <historia de la humanidad» y personificada para nues-

tro autor en las tiguras de Winckelmann y D Agincourt, contrapone

Zabaleta la nueva tarea que ha de afrontar su generación, desde la con-

ciencia de que la arquitectura española no es una mera parte de un

todo global, sino un objeto determinado en su individualidad por su

estrecha ligazón al alma de la nación.

Los dos escritores citados, es decir, Winckelmann y D Agincourt,

«poco han dejado que desear sobre la historia general de la arquitec-

tura>. Ahora es urgente, pues, hacer justicia histórica a la arquitectura

española y completar la labor iniciada en el siglo anterior por Llaguno

y Ceán <... añadiéndole el examen y medida de los monumentos que

en ella se mencionan». Para Zabaleta <... es bien seguro que la arqui-

tectura de una misma época difiere y tiene un sello particular en cada

43
país, y que esta diferencia proviene de la diversidad de materiales, de

clima, de costumbres, de gobierno, etc.; de lo cual se infiere que lo que

en uno es aplicable, en otro no puede o no debe serlo>”.

La historia de las naciones sustituye así —o complementa— a la histo -

ria de las épocas, permitiendo que coexistan diferencias sustanciales y no

accidentales en un mismo momento y dentro de un mismo estilo, y por

eso este estudio minucioso de los monumentos de nuestro país no se

agota en sí mismo, sino que debe ir siempre acompañado de un ejerci-

cio comparativo.

En esta delimitación de las nuevas tareas historiográficas pone Zaba-

leta sobre el tapete, de manera sin duda un tanto inconeza, los proble-

mas del color en la arquitectura clásica y de la consideración de la

arquitectura gótica. Se trata de dos cuestiones de gran envergadura teó -

rica en esa década de 1830 y que insertan de lleno este texto en el gran

19 Antonio DE ZABALETA, «Arquitectura>, No me olvides, 1837, núm. II, p. 6.

44
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 25

debate decimonónico sobre las nuevas bases de la historia de la arqui-

tectura y, sobre todo, sobre su pertinencia y utilidad en la configura-

ción de la arquitectura contemporánea. Y es que en las breves pero

densas líneas que a ambos problemas dedica Zabaleta se deja ver con

claridad que su texto no forma parte de las efusiones literarias vagas,

sino que se beneficia del conocimiento directo de los grandes hitos del

debate arquitectónico europeo.

Zabaleta es el primero en introducir en España la gran polémica

sobre la policromía de la arquitectura clásica que, abierta a principios

de siglo por Quatremere de Quincy, sería inmediatamente desarrollada

por personalidades de la importancia de Félix Duban —con quien,

recordémoslo, había trabajado Zabaleta en París— Jacques-lgnaz Hit-

torff, Henri Labrouste o Gottfried Semper, a quien Zabaleta casi con

toda seguridad había conocido personalmente en 1834. en Roma”. En

España, treinta años más tarde Francisco Jareño reconocería explícita -

mente, en su célebre discurso académico de 1867, De la arquitectura policró -

mata, que sus primeros contactos con el tema de la policromía arquitec-

tónica habían venido de las enseñanzas de Zabaleta y de Aníbal Álvarez.

Para Zabaleta, que ha conocido de primera mano en París los térmi-

nos en que se planteaba este debate y que ha viajado por ltalia con los

ojos bien abiertos a los restos de policromía visibles en la arquitectura

antigua, se trata ahora de mirar y examinar todos los restos de la arqui-

45
tectura griega con un ojo carente de los prejuicios de la adoración acri-

tica clasicista. Winckelmann es culpable, en este sentido, de una mirada

tan sesgada y selectiva que no le ha permitido observar lo evidente: la

existencia de numerosos fragmentos de arquitectura coloreada que <...

aunque al parecer no presenten el mayor interés>, resultan <... sin

embargo capaces de cambiar el aspecto de la arquitectura>”.

20 Vid. al respecto VAN ZANTEN, D., The architectural polychromy of the 18305, Harvard,
Garland

Publishing, 1977; MIDDLETON, KR. D., < Hittorff's polychrome campaign», en íd. (ed.),

The Beaux-Arts and Nineteenth Century French Architecture, Londres, Thames € Hudson,
1984, pp.

174-195; VAN ZANTEN, D., «Architectural polychromy: life in Architecture», ibid., pp.

196-215; CASTILLO HERRERA, M. DEL y OCÓN FERNÁNDEZ, M., < No podría parecer
maravilla

el que los arquitectos eruditos volviesen la vista a la arquitectura policromata. El debate


europeo sobre el

color en el siglo XIX y la intervención del arquitecto», en ISAC, A. y OCÓN FERNÁNDEZ,

M4 (eds.), Intercambios culturales entre España y Alemania en el siglo XIX, Universidad de


Granada-

Freie Universitat Berlin - Instituto Cervantes de Berlín, 2009, pp. 9I-II4.

21 ibid.

46
26 JUAN CALATRAVA

Zabaleta es consciente de las opiniones encontradas que esta tesis

puede suscitar: <Ya me parece escuchar el formidable grito de anatema

de nuestros severos clásicos, que, del mismo modo que los preceptistas

en literatura, se exaltan a la menor idea de innovación en su venerado

dogma». Pero, frente al anatema o el dogma, su respuesta es el análi-

sis histórico -arqueológico desprejuiciado, el único posible en <nues-

tro siglo de incertidumbre e investigación»: <Examinemos, y el resul -

tado decidirá la cuestión». Si el tiempo y las vicisitudes históricas han

dado a las grandiosas construcciones de los griegos <la fría desnudez

del protestantismo», existen los suficientes restos policromados

—incluso en el propio Partenón— como para no tomar por norma lo

que no es sino avatar azaroso de la historia. Y, por s1 eso no fuera sufi-

ciente, la arquitectura romana suministra nuevas pruebas, bien visibles

en Pompeya, a cuyas ruinas dedica Zabaleta una pequeña digresión que

presenta el interés añadido de mostrar, como ocurría en la propia

Francia, la repercusión en materia arquitectónica de las investigaciones

naturalistas de Cuvier o Saint-Hilaire*.

Es este diferente modo de mirar los testimonios de la historia lo que

permite a Zabaleta plantear la diferencia radical entre dos tipos de apro -

ximación intelectual a la arquitectura. Si en el seno de la cultura de las

Luces Diderot había contrapuesto la figura del arqueólogo, verdadero phi-

losophe heredero del espíritu de la Antigiiedad, a la del anticuario que, per-

sonificado en el conde de Cavylus, sería heredero no ya del espíritu de la

47
Antiguedad sino tan sólo de sus fragmentos, ahora Zabaleta puede opo-

ner el verdadero historiador, no sujeto por los dogmas, a quienes <... bus-

can en la centésima medición de uno de sus intercolumnios la forma

para sus mezquinas producciones, sin importárseles gran cosa al parecer

que aquel tipo colosal, trasplantado, mutilado, y no comprendido,

pierda su majestad y su belleza>**. Es esta nueva historia la que permi-

tirá añadir un nuevo grado a estas distinciones, ya que los resultados de

sus investigaciones harán posible por fin conocer <la diferencia entre el

.-2

que es verdaderamente artista y el que sólo es constructor> >.

22 Ibid.

23 Pompeya es, en efecto, ese «trozo fósil de una existencia remota, gloriosa y gigantesca,

destinada a invadir la edad moderna, como la petrificación de un viviente antediluviano >.

Ibid., núm. I2, p. 2. Vid. AA.VV., L'Architecture, les sciences et la culture de Vhistoire au XIXe
siecle,

Publications de 1 Université de Saint-Etienne, 2001 (y en especial, dentro de este volumen

colectivo, los trabajos de Jacques Nayrolles y Laurent Baridon).

24 lbid., núm, IL, p. 7.

48
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 27

Pero, si el tema de la policromía arquitectónica es piedra de toque

de la nueva historiografía, Zabaleta aprovecha la ocasión para insertar,

en forma de digresión, la reivindicación de la arquitectura gótica his-

pana. Es esa misma adoración acrítica del clasicismo grecorromano el

que lleva una y otra vez a los arquitectos contemporáneos a <.. .desen-

terrar de las ruinas de Italia un miserable plagio para unirlo a otro pla-

gio de Grecia y formar, llenos de satisfacción, nuestra raquítica e ins1g-

nificante composición». Y, sin embargo, la arquitectura española tiene

a su disposición, para su estudio, una <planta indígena», esa arquitec-

tura gótica <que justamente pudiéramos llamar nacional >** y que, sin

embargo, sigue siendo objeto de desprecio generalizado.

Y no se trata sólo de un goticismo genérico, sino de una tentativa de

definición de la especificidad de la arquitectura gótica española. Es la

nuestra una arquitectura gótica que de ningún modo puede confun-

dirse con sus estilos hermanos europeos, ya que es portadora de un

carácter nacional específico cuyo principal rasgo diterenciador lo cons-

tituye el contacto directo con lo islámico: <... esbelta, elegante.

solemne, caprichosa, diferente (por una tendencia particular y no muy

fácil de percibir a la arquitectura árabe, voluptuosa, esmaltada y calada,

como la concepción pomposa y transparente de la poesía oriental) de la

denominada godo-germánica, de la gótica francesa de Lyon y de

Estrasburgo y finalmente de la italiana, con su tendencia visible a la

sencillez grecorromana”>. Es el estudio exhaustivo de este gótico nacio -

49
nal el que es urgente emprender y el que debe convertirse en verdadero

eje estructurador de esa nueva historia de la arquitectura nacional por

la que clama Zabaleta.

El toque de clarín de Zabaleta en 1837 no era sino uno de los sínto-

mas más evidentes de una especie de <sed de historia» que se abría

paso de manera acelerada en la cultura española de finales de la década

de 1830 y que habría de cristalizar en un impresionante cámulo de tex-

tos, publicaciones de todo tipo e imágenes que se apresuraban a dar

25 Esta estricta diferenciación terminológica es paralela, como argumenta el propio


Zabaleta,

a la propuesta lanzada por Fugenio de Ochoa desde las páginas de El Artista para distinguir

entre <pintor> y <pintador> («Pintor, Pintura», El Artista, 1, 1835, pp. 256-257; repro-

ducido también en HENARES, l. y CALATRAVA, J-, Romanticismo y teoría del arte en España,
cit.,

pp. 62-63).

26 Todas las citas entrecomilladas de este párrafo en Antonio de Zabaleta, <Arquitectura>,


No

me olvides, 1837, núm. IL, p. 7; la palabra «nacional» se encuentra en cursiva en el original.

50
28 JUAN CALATRAVA

respuesta a este llamado. Y sin duda una de las más cualificadas res-

puestas fue el inicio sólo dos años más tarde, en 1839, de una de las

mayores empresas editoriales colectivas de nuestro Romanticismo:

Recuerdos y Bellezas de España”. Emprendida sobre todo gracias a la iniciativa

del pintor y litógrafo catalán Francisco Javier Parcerisa, su objetivo era

la realización de una completa summa artística, paisajística e histórica de la

nación española, un verdadero catálogo a un tiempo monumental y

espiritual. Estructurada en volúmenes dedicados a cada una de las

regiones compuestos a partir de las entregas quincenales a los suscrip-

tores, la colección quedó incompleta”, aunque fue retomada más

tarde, en 1884, en una nueva edición con ilustraciones añadidas y bajo

el título de España, sus mon umentos y artes, su naturaleza e historia.

Fue el poeta barcelonés Pablo Piferrer (1818-1848), un intelectual

próximo a los círculos del particular catalanismo romántico represen-

tado por Manuel Mila i¡ Fontanals y muy influido por los stirmer alema-

nes y, muy especialmente, por la obra de Schiller”, quien se encargó de

la redacción del primer volumen de la obra, dedicado a Cataluña

(1839). Y es la breve Introducción a este volumen la que traemos aquiía

colación por constituir otro importante paso en la definición del

nuevo programa historiográfico de los románticos españoles.

lambién Piferrer insiste, como acababa de hacer Zabaleta y como

pocos años más tarde insistirá Caveda, en el carácter arduo y dificul-

51
toso, casi titánico, de esta empresa historiográfica, que ha de desarro -

llarse en el contexto hostil de un panorama desolador desde el punto

de vista político y de la protección y estima de las bellas artes. No es

casual que su texto se inicie con una cita de la pluma más crítica de la

época, la de Mariano José de Larra, en la que Fígaro estigmatizaba la

27 MAESTRE, V., «Recuerdos y Bellezas de España. Su origen ideológico, sus modelos»,


Coya, I8I-

162, I904, pp. 86-93.

28 Se publicaron los volúmenes dedicados a Principado de Cataluña, (1839) y Mallorca


(1842),

ambos escritos por Pablo Piferrer; Aragón (1844), Castilla la Nueva (1853), Asturias y León
(1855)

y Salamanca, Ávila y Segovia (1865), por José María Quadrado; Reino de Granada (1859),
por

Francisco Pi y Margall; Córdoba (1855) y Sevilla y Cádiz (1856), por Pedro de Madrazo.

29 Vid. CARNICER, R., Vida y obra de Pablo Piferrer, Barcelona, Consejo Superior de
Investigacio-

nes Científicas, 19063; ARNALDO, J., «Poética de las cavernas y modernidad arquitectónica:

Pablo Piferrer en Artá>, en Studi Ispanici, 3, 2000, pp. 93-108; SANTAMARÍA, V., «Pau

Piferrer, del jo a la idea>, en DOMINGO, J. M. y Ro1c, F. (eds.), El Segle Romantic. Actes del

Col.loqui sobre Josep Yxart i el seu temps, “Tarragona, Diputación Provincial, 2000, pp.
225-238;

Vid. también, en este mismo volumen, el texto de Javier Arnaldo.

52
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 29

indiferencia hispana hacia el pasado y el contraste entre las grandezas

históricas y las miserias presentes”.

La respuesta a este estado de embrutecimiento asume, para Piferrer,

la forma de un aliento de regeneración que llega a España desde las

<heladas regiones del Norte> y consigue atravesar la <espesa niebla>

que la separaba de nosotros. Goethe, Schiller y Walter Scott son, en la

visión mesiánica del poeta catalán, los «sacerdotes del norte» que traen

a España una nueva luz a partir de la cual puede formarse una genera-

ción autóctona (compuesta por los <... Larra, Martínez de la Rosa,

Gutiérrez, Patricio de la Escosura, Madrazo y cien otros... >) que, con

más tervor religioso que frialdad erudita, empiece a desvelar los tesoros

ocultos en el acervo artístico y literario de la patria. Una generación his-

pana en el seno de la cual, por encima de todos, exaltará Piterrer la

figura del por entonces recién desaparecido Larra, al que considera el

verdadero pensador de esa regeneración, < el profundo filósofo que tan

exactamente anatomizaba el arte en sus partes más íntimas».

Es justamente el negro diagnóstico de Larra sobre el estado moral del

país el que resuena en el hecho de que Piferrer justifique la iniciativa edi-

torial de Recuerdos y bellezas de España no sólo por razones culturales o espiri-

tuales de carácter genérico sino también, de manera más concreta, como

una de las actuaciones que han de poner remedio a la situación de atraso

de España con respecto a otros países europeos. Si las naciones extranje-

53
ras más avanzadas nos ofrecen numerosos ejemplos de su amor por su

propio pasado nacional (en especial Francia, con sus múltiples publica -

ciones en la línea de los objetivos que se marcaban Piferrer y Parcerisa),

es llegada ya, para Piferrer, la hora de España, que no cede a ningún otro

país en materia de monumentos. La publicación de Recuerdos y bellezas de

España deja de ser así una mera iniciativa empresarial para convertirse en

30 «Nada nos queda nuestro, sino el polvo de nuestros antepasados, que hollamos con
planta

indiferente; segunda Roma en recuerdos antiguos y en nulidad presente, tropezamos en

nuestra marcha adondequiera que nos volvamos con rastros de grandeza pasada, con rui-

nas gloriosas...>; y la cita continúa: <... si puede haber ruinas que hagan honor a un pue-

blo; pero así tropezamos con ellas como tropieza el imbécil moscardón con el diáfano cris-

tal, que no acierta a distinguir de la atmósfera que le rodea». Piferrer no da la procedencia

de la frase de Larra, que se encuentra en el artículo Horas de invierno, publicado en El


Español

el 25 de diciembre de 1836, apenas mes y medio antes del suicidio del escritor, que, como

veremos enseguida, causó un profundo impacto sobre Piferrer.

21 PIFERRER, Pablo, <Introducción>, Recuerdos y bellezas de España. Cataluña, Barcelona,


Imprenta de

Joaquín Verdaguer, 1839, p. 2.

54
30 JUAN CALATRAVA

uno de los más señalados ejemplos de ese nuevo florecimiento de esfuer-

zos heroicos en medio de las dificultades de la «desastrosa época».

Y es en la enumeración de los principales ejemplos monumentales y

arquitectónicos de los que puede enorgullecerse España donde se com-

prueba cómo el programa historiográfico que traza Piferrer es de

mayor amplitud aún que el de Zabaleta, pese a que la valoración de la

arquitectura gótica siga siendo dominante. En efecto, junto a las cate-

drales de Barcelona, Burgos y loledo, presenta también como monu-

mentos dignos de estudio de nuestra arquitectura la Alhambra de Gra-

nada (incluyendo la casi obligada cita de Les Orientales de Victor Hugo),

la Mezquita de Córdoba, <... tantos trozos de acueductos, circos y tea-

tros romanos>*, el monasterio de El Escorial, o incluso la propia

Puerta del Sol. Y todo ello en un proyecto que, además, no es sólo

monumental sino también pintoresco: a la huella histórica del hombre

en sus construcciones, la descripción completa de las bellezas de la

patria deberá añadir también las de orden paisajístico”.

La historia de la arquitectura española aparece así, en suma, en las

páginas de Piferrer, como el resultado del encuentro entre las exigen -

cias de la erudición, las aspiraciones patrióticas de orden nacionalista y

los primeros atisbos de una idea de patrimonio que es inseparable de la

conciencia del inminente peligro de la desaparición de los restos del

pasado. La edición de Recuerdos y bellezas es, en esta línea, tanto un consuelo

55
como una herramienta para la preservación: «En los restos del lujo y

poder de los antiguos mostremos lo que fuimos para ocultar y conso-

larnos de lo que somos. Ya que tanto se ha destruido, procuremos

hacer apreciable lo que nos queda y reparar en lo posible los agravios

que la demolición hizo al Arte>**.

Resultado directo de la confluencia entre estos planteamientos his-

toriográficos y los inicios de un debate propiamente arquitectónico, en

el que se encuadraba la institucionalización de la moderna enseñanza

de la arquitectura con la creación en I044 de la Escuela de Madrid,

sería la creación, el I de junio de 1846, de la primera revista específica -

mente de arquitectura hasta ese momento existente en España, el Bole-

32 lbid., p. 5.

33 <... la España no sólo resplandece en despedazados restos de su pasada gloria, sino aun
en

bellezas de la naturaleza, ya se busque la aspereza y grandiosidad de los lugares montuosos,

ya la tersura, verdor y extensión de las llanuras> (ibid., p. 6).

34 lbid., p. 7.

56
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 31

tín Español de Arquitectura, que fue dirigido conjuntamente por el ya citado

Antonio de Zabaleta y por José Amador de los Ríos, el prolijo intelec-

tual andaluz (Baena, 1818 -Sevilla, 1878) que muy poco antes había

dado a la luz dos de las más importantes de sus numerosas obras de

carácter histórico -artístico, Sevilla Pintoresca (1844) y Toledo Pintoresca

(1845), y que poco más tarde habría de convertirse en el primero en

teorizar la existencia del llamado estilo <mudéjar>”.

En el Boletín Español de Arquitectura (una publicación cuya vida indepen-

diente fue efímera, ya que en 1847 se fusionó con El Artista para dar

lugar a una nueva revista, El Renacimiento) publicaría Zabaleta, a modo de

primer ensayo de respuesta a la exigencia por él mismo planteada una

década antes en Arquitectura, su segundo gran recorrido histórico, el

extenso texto, dividido en varias entregas, titulado Rápida ojeada sobre las

diferentes épocas de la arquitectura y sobre su aplicación al arte de nuestros días”. Pero,

además de estas nuevas reflexiones de Zabaleta, el Boletín Español de Arqui-

tectura incluyó en su undécima entrega otro texto al que cabe asignar

también un carácter programático, el artículo Sobre la necesidad de escribir la

Historia de la Arquitectura Española, y sobre la in if uencia de este estudio en el de la


civiliza -

ción española de José Amador de los Ríos”.

Se trata de un texto paradójico, porque, aunque posee un verda-

dero carácter de manifiesto, con una llamada a la acción en la que se

57
combina el nacionalismo romántico con los orígenes de la preocupa-

ción patrimonial —José Amador de los Ríos era en ese momento secre-

tario de la Comisión Central de Monumentos—, no encabezaba el pri-

mer número del Boletín sino que se ubica más bien como reflexión

posterior a toda una serie de ensayos de esa misma historia que recla-

maba. La teorización sobre el valor de la historia sucede y no precede

a las diversas tentativas parciales de trazar esta historia que llenaron el

Boletín desde su primer número: sobre todo, las sucesivas entregas de la

ya citada Rápida ojeada sobre las diferentes épocas de la Arquitectura, y sobre sus aplica -

ciones al arte de nuestros días, de Antonio de Zabaleta, o de otros textos cuya

publicación se extenderá a lo largo de diversos números, como los

artículos sobre Arquitectura árabe”, en los que el propio Amador de los

35 El estilo mudéjar en arquitectura, Discurso de recepción en la Real Academia de Bellas


Artes de

San Fernando, 1859.

36 Boletín Español de Arquitectura, 1846, pp. II-13, 20-21, 27-28, 35-37 y 45-53.

37 Boletín Español de Arquitectura, 184.6, pp. 100-103.

38 Boletín Español de Arquitectura, 1846, pp. 26-27, 34-35 y 42-44.

58
32 JUAN CALATRAVA

Ríos evidenciaba su especial y conocido interés por el pasado islámico

de España, o los Apuntes sobre el origen y progresos de la Arquitectura, de Manuel de

Assas”.

El artículo de De los Ríos, en clara sintonía con los planteamientos

de Zabaleta, se sitúa en un punto ciertamente intermedio entre este

cúmulo de fragmentos de historia, de ensayos parciales, y la aspira-

ción, explícitamente destacada en el texto, de lograr una síntesis, un

«cuerpo de obra”>, es decir, justo lo que por esos mismos momentos

estaba intentando, desde la estructura académica, José de Caveda, con

la obra de conjunto que publicaría en 1848 y de la que enseguida

hablaremos.

En este estadio intermedio, se alza ante José Amador de los Ríos la

pregunta —significativamente definida, una vez más, en términos

indisociables de la matriz ilustrada— por la necesidad y la utilidad de

escribir la historia de la arquitectura española. Y su respuesta es

doble. Esgrime, en primer lugar, como ya hiciera Piferrer, la cues-

tión del <honor nacional», es decir, de la comparación entre la

absoluta indigencia historiográfica hispana y los firmes pasos dados

por otras naciones en el conocimiento de su pasado arquitectónico.

Los muchos estudiosos extranjeros que han escrito sobre España (cita

a Laborde, Girault de Prangey, Prescott, Chateaubriand, Maino y

Thomas Hope, con especiales elogios para la obra de este último),

59
por más que hayan abierto vías llenas de posibilidades, han dejado su

labor en un estado lamentablemente incompleto: según nuestro

autor, se han limitado a <balbucir> una gran crónica, no a narrarla.

Y ello necesariamente había de ser así no sólo por las dificultades

prosaicas de desconocimiento de la lengua española, escaso tiempo

disponible en el curso de sus viajes, dificultades de acceso, etc., sino

por la mucho más profunda razón de que su calidad de extranjeros les

hacía insensibles a ese <honor nacional» que resulta absolutamente

consustancial a la tarea del historiador.

Pero es al referirse a los precedentes españoles cuando José Amador

de los Ríos deslinda con claridad la nueva historiografía anhelada de sus

precedentes ilustrados, juzgados tan necesarios como insuficientes. En

efecto, si los intelectuales españoles de las décadas anteriores tampoco

han cumplido con esa tarea nacional, no ha sido por falta de prepara-

39 Boletín Español de Arquitectura, 184.6, pp. 49-51, 59-60, 78-79, 83-84, 91-92 y 100.

60
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 23

ción o de patriotismo. La importancia de los trabajos de Ponz, Bosarte,

Ceán Bermúdez, Llaguno y Jovellanos nunca es cuestionada por el

autor, pero sí en cambio la filosofía estética e histórica subyacente a sus

investigaciones, sobre todo en el caso del que considera como el más

importante de todos ellos, Antonio Ponz. Este último era, para nues-

tro autor, quien mejor podría haber llevado a cabo la tarea de trazar la

historia de la arquitectura española, pero, como buen <hijo de la reac-

ción antichurrigueresca»>, le lastró su exclusivismo grecorromano, la

intolerancia que le impedía apreciar <el arte bizantino y el arte ará-

bigo> y que le llevaba a comentar sólo aspectos muy parciales del gótico

y a denostar los aspectos más ornamentales del Renacimiento. De una

intolerancia similar considera Amador de los Ríos que ha hecho gala

lsidoro Bosarte, pero acompañándola además de errores. Llaguno y

Ceán, «más tolerantes», tampoco dejaron sin embargo de mostrar su

predilección por unos periodos sobre otros. Y, en cuanto a Jovellanos,

es de lamentar que su prometedora apertura de miras no terminara de

cristalizar en ese examen histórico general que él mismo había prome-

tido en algunos de sus textos.

El diagnóstico de José Amador de los Ríos es, pues, claro: existen

precedentes útiles pero cuantitativamente insuficientes y cualitativa-

mente marcados por los vicios exclusivistas de la cultura de las Luces.

Urge entonces abordar una tarea historiográfica global llena de dificul-

tades y obstáculos materiales y sociales de todo tipo.

61
Pero ¿por qué esta urgencia? Es en ese punto donde entra en juego

la segunda de las grandes razones que determinan la necesidad nacio -

nal de esta historia: la situación de riesgo inminente de desaparición

de sus testimonios materiales mismos. Trazar la historia de la arqui-

tectura española no es, para nuestro autor, un mero afán erudito, sino

un modo de intervenir en la gran lucha entre el espíritu y el grosero

materialismo moderno. Si los progresos del saber hacen ahora posible

escribir esta historia, no puede olvidarse que tales progresos son inse-

parables de ese otro «progreso> que es el del advenimiento de la civi-

lización urbana e industrial moderna con su secuela de pérdidas patri-

moniales cada vez más aceleradas: «En efecto, nunca se han reunido

tan favorables circunstancias, nunca se ha podido pensar con tanta

extensión y profundidad como ahora en dar cima a este pensamiento

apenas balbucido, y nunca ha habido mayor peligro de que los mate-

riales, los monumentos que han de contribuir a formar dicha historia,

desaparezcan ante nuestra vista, bien que el celo de las corporaciones

62
34 JUAN CALATRAVA

encargadas de tan preciosos testimonios de nuestra antigua cultura se

exalte más y más, a medida que aumentan los peligros> .

Las pérdidas materiales, el abandono, la ruina o las demoliciones de

tantos monumentos, con ser graves e irreparables, son, sin embargo,

sólo un aspecto de un fenómeno mucho más grave: la desaparición del

espíritu, del genio único y original, de un pueblo. Si José Amador de

los Ríos mencionaba con envidia y admiración los progresos hechos en

Alemania, Francia o Inglaterra en el estudio de su historia arquitectó -

nica, enseguida se apresurará a aclarar que los esfuerzos realizados en

estas naciones no son ni intercambiables ni directamente trasladables a

nuestro suelo. No existe una <historia de la arquitectura» a nivel

general, sino una historia de la arquitectura de cada pueblo en particu-

lar, siendo la de la nación española tan rica y variada como lo es su

propia historia general”.

Piedra de toque de esta particularidad esencial de nuestra historia

artística es la cuestión del arte árabe, en la que se detiene el autor, de

manera coherente con su conocido interés especial por el pasado

arquitectónico islámico y a la que ya ese mismo año de 1846 había

dedicado, como se ha señalado más arriba, una serie de tres artículos

en el propio Boletín. La eliminación de la intolerancia y del exclusivismo

grecorromano de los ilustrados, primera condición para trazar una

historia completa del genio arquitectónico español, pasa en primer

63
lugar por el reconocimiento de toda su entidad y originalidad a la

arquitectura árabe.

Pero, en este punto, el esfuerzo intelectual es doble, ya que si, por

un lado, este reconocimiento se incluye en el movimiento más general,

europeo, del nuevo orientalismo decimonónico, por otro debe reivin-

dicar además una segunda originalidad: la de la arquitectura hispanoá-

rabe con respecto a la de la generalidad del mundo islámico. Como ya

se había argumentado en los artículos previos que el Botetín había dedi-

cado al arte árabe, Amador de los Ríos aclara ahora que <... el arte

árabe aspiró a la nacionalidad, al verse separado de las fuentes de donde

40 Sobre la necesidad de escribir..., ibid., p. TO2.

AI <... bastará sólo recordar que cada pueblo tiene su carácter propio que imprime a todas

sus obras, y que habiendo pasado nuestra nación por tantas calamidades y trastornos y

sufrido tan extrañas dominaciones presenta mucha más materia de examen en los monu-

mentos que han sobrevivido al trascurso de los siglos» (ibid.).

64
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 25

traía su nacimiento, y logró alcanzarla, como más largamente vimos, al

bosquejar en otros números su historia>".

Lo mismo puede decirse para la arquitectura medieval cristiana,

que, en sus diferentes periodos (<romanesco>, <latino> o <bizan-

tino> y <gótico> o «tudesco>), hace gala de una continua <inclina-

ción y tendencia a la originalidad», ostentando en sus formas la misma

independencia que presentan a ojos del historiador los pueblos del

medioevo hispano.

Bien significativo es, por último, el hecho de que José Amador de

los Ríos rastree esta originalidad de la arquitectura española también en

el siglo XVI, encontrándola como carácter esencial de nuestro Renaci-

miento"*: la profusión ornamental del llamado «plateresco» quedaba

así definitivamente rescatada de la tacha de anticipador del <churri-

guerismo> a la que la habían condenado Ponz y Llaguno y se convertía

en rasgo definitorio de la personalidad genuina de la primera arquitec-

tura renacentista hispana.

La obra del historiador y político asturiano José Caveda y Nava

(1796-1882), Ensayo histórico sobre los diversos géneros de arquitectura, aparecida

en 1848, cierra este ciclo de quince años con el primer empeño de

verdadera síntesis de toda la reflexión romántica sobre la historia de la

65
arquitectura nacional (un empeño que tuvo, además, repercusión fuera

de nuestras fronteras, ya que fue bien conocido en Francia y muy

pronto traducido también al alemán”).

Lo primero que hay que decir es que se trata ya de un libro, de una

vasta summa que, frente a las apenas setenta y cinco páginas del libro -

folleto de Inclán o a la densa brevedad de los artículos de Zabaleta,

Piferrer o José Amador de los Ríos, se despliega ante el lector en más

de quinientas páginas estructuradas en treinta capítulos. Caveda

renuncia ya, pues, al modelo de texto fragmentario, polémico, mili-

tante (un modelo que, por lo demás, conservaría durante mucho

tiempo su vigencia en las publicaciones periódicas de las décadas cen-

42 16d.

4% De ello ya se había ocupado en el artículo <Arquitectura del Renacimiento», publicado


en

la octava entrega del mismo Boletín Español de Arquitectura, 1846, pp. 57-59.

44 José Caveda, Ensayo histórico sobre los diversos géneros de arquitectura empleados en
España desde la dominación

romana hasta nuestros días, Madrid, Imprenta de D. Santiago Saunaque, 1846.

45 Bajo el título de Geschichte der Baukunst in Spanien, traducción de P. Heyse Stuttgart,


Ebner €

Seubert, 1858, con prólogo de Franz Kugler.

66
36 JUAN CALATRAVA

trales del XIx), y considera llegado el momento de vaciar todo el

cúmulo disperso del saber romántico sobre arquitectura en la forma

sólida del tratado académico, reivindicando al mismo tiempo la perti-

nencia de un análisis puramente arquitectónico que se separe del

género de las «noticias históricas» y que pueda servir de ayuda a la

construcción del gusto contemporáneo en arquitectura.

Pero no es ésta la única novedad de la empresa de Caveda. Es digno

de reseñarse, además, el hecho de que este gran trabajo académico se

presente explícitamente ligado a la primera gran repercusión institu-

cional que la pionera preocupación patrimonial de la generación

romántica había logrado: la creación, en 1844, de las Comisiones de

Monumentos Históricos y Artísticos. Tanto Antonio de Zabaleta como

José Amador de los Ríos desempeñaron en las mismas un papel prota-

gonista. Y, por lo que respecta a Caveda, miembro de la Comisión

Central, su libro fue concebido, como él mismo explica en el Prólogo,

como el instrumento previo, la herramienta de síntesis necesaria para

el inicio del trabajo de las Comisiones y, más en concreto, para garan-

tizar el éxito del proyectado «viaje arquitectónico» con el que se pre-

tendían remediar las deficiencias de anteriores tentativas (y muy en

especial la representada por el Viaje de España de Antonio Ponz).

Es significativo, en este sentido, que Caveda incluya, en el cierre del

libro, a modo de Apéndice, el texto del Informe de la Comisión nombrada por la

67
Central de Monumentos Artísticos, sobre un viaje arquitectónico a las provincias de España,

fechado el 16 de septiembre de 1846 y firmado por los tres comisionados

para la preparación de dicho viaje, es decir, el propio Caveda, José de

Madrazo y Aníbal Álvarez. En dicho informe se establecía ya la estructura

básica de la periodización de la historia de la arquitectura española que

Caveda desglosa por extenso en su libro (dividiendo la historia arquitec-

tónica hispana en nueve grandes periodos) y se proponía una especie de

ficha para el estudio de los monumentos, que debían ser objeto de una

descripción completa estructurada en cinco partes (el conjunto, la cons-

“Tracáo a patea: a patrténtaeno ) abirtavión,.

Esta ligazón explícita del libro al viaje es coherente, por otro lado,

con el sentimiento de urgencia que marca a la empresa de Caveda, fre -

nética labor contrarreloj ajena al plácido ritmo del trabajo del erudito

de gabinete”, y con un ambicioso programa de objetivos descrito así:

46 «Aún estamos a tiempo de describirlos [los monumentos españoles); mañana será ya

tarde» (Ensayo histórico..., cit., p. 17).

68
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 37

<Investigar sus orígenes |de las grandes construcciones de nuestro

suelo], seguirlas en sus vicisitudes, descubrir al través de su estructura el

espíritu y la civilización de los pueblos a quienes correspondieron,

indagar cómo de las alteraciones sucesivas de su estilo vino a resultar

otro distinto, fijar en fin las condiciones esenciales de esa transforma-

ción continua y progresiva y, por decirlo así, comprender en un vasto

cuadro la genealogía del arte y sus moditicaciones bajo distintas razas y

latitudes>*.

En esta <historia completa del arte monumental en España> a la

que aspira Caveda existe ya un capítulo específico para la arquitectura

romana, convenientemente nacionalizada y esgrimida como argumento

de la excelencia hispana en materia de arquitectura ya desde los siglos

más remotos. La enumeración de restos romanos sobre la que Caveda

basa la tesis de que <entre las provincias sujetas al Imperio romano

ninguna se dará que tanto haya participado de su esplendor y poderío

como la Península ibérica>* es verdaderamente profusa y revela su

profundo conocimiento del estado de la arqueología clásica posterior a

la herencia ilustrada.

Pero sin duda el gran eje en torno al que pivota el discurso de Caveda

es el de la reconsideración de la arquitectura medieval. En este sentido,

si uno de los puntos centrales será, como para Inclán o Zabaleta, el res-

cate de la arquitectura gótica de su injusta marginación por parte del

69
exclusivismo grecorromano (aunque no deja de reconocer precedentes

dieciochescos de interés por el gótico: en Inglaterra, el estudio de

Murphy sobre el monasterio de Batalha o la obra de William Chambers,

y en España los escritos de Jovellanos y ciertas descripciones de Llaguno,

Ceán y Bosarte marcadas por la inseguridad”), importa señalar que esta

reivindicación del gótico no se agota en sí misma, sino que llevará a

Caveda a desmarcarse de sus antecesores y a articular una compleja

visión histórica del conjunto de la arquitectura medieval hispana.

47 lbid., Prólogo, pp. V-VI.

48 lbid., p. 30.

49 ... y como recelosos de ponerse en pugna con la opinión de sus contemporáneos, toda-

vía al dar cuenta de sus propias convicciones, si bien con encogimiento e inseguridad, lejos

de ocultar la grata impresión que sobre su ánimo producían nuestras catedrales góticas,

elogiaron alguna vez en términos generales y en breves palabras su firmeza y bellas propor -

ciones, su elegancia y gentileza, y los profundos conocimientos de sus constructores en las

ciencias matemáticas» (tbid., p: 272).

70
30 JUAN CALATRAVA

Es, en efecto, la idea de que el gótico no es un producto ajeno e

importado sino que se encontraba ya implícito en los anteriores desa-

rrollos de la arquitectura <romano-bizantina> la que permite a

Caveda reivindicar la importancia, en su esquema histórico, de la

arquitectura de esos primeros siglos medievales, a los que otorga un

desarrollo propio que ocupa nada menos que siete de los treinta capí-

tulos de su obra (del IT al TX).

Ya los escasísimos restos de la <arquitectura latina en la monarquía

goda> dejan ver, en la óptica de Caveda, a unos godos hispanos

«menos rudos y groseros que los demás pueblos del Norte>” y exigen

un estudio basado en el examen arqueológico y no en «vagos asertos y

generalidades no fundadas>” . Y, en cuanto a las € primeras monar-

quías cristianas», el asturiano Caveda ofrece una de las primeras des-

cripciones detalladas de los edificios prerrománicos del Principado, en

la línea compartida en esos mismos años por otros estudiosos románti-

cos como Nicolás Castor de Caunedo en sus artículos para el Semanario

Pintoresco Español o José María Quadrado en el volumen dedicados a Astu-

rias y León (1855) de Recuerdos y Bellezas de España y continuada por el propio

Caveda en otros estudios historiográficos”. En líneas generales, Caveda

reivindicará para la arquitectura de los primeros siglos medievales y

muy especialmente para los edificios asturianos un lugar propio en la

71
historia, basado en la presencia en ellos de un avanzado saber construc-

tivo capaz de redimirlos de la apresurada tacha de <pesadez>.

Inmediatamente a continuación, la arquitectura <romano -bizan-

tina», es decir, lo que hoy llamamos románica, constituye para Caveda

el mejor ejemplo de la «variedad y confusión>” reinantes en cuanto a

la denominación de las <escuelas> de la arquitectura medieval y un

síntoma evidente del esfuerzo de clarificación científica y terminológica

que hay que introducir en la historiografía. Caveda resume así, de

modo muy documentado y con profundo conocimiento de las teoriza-

ciones francesas e inglesas, las distintas alternativas de ese debate en

50 Íbid., p. 47.

BI lbid., p. 76.

52 Memoria histórica sobre la Junta General del Principado de Asturias, 1834; Historia de
Oviedo, manuscrito

inédito, conservado en la Real Academia de la Historia, edición moderna de 19786; y, sobre

todo, Memoria histórica sobre la arquitectura de los templos construidos en Asturias,


manuscrito editado en

1982 por la Universidad de Oviedo

53 Ensayo histórico... cit., p. 123.

72
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 29

torno a la nomenclatura, haciéndose eco de las primeras propuestas de

utilización de la denominación <románico>, pero propugnando el

mantenimiento del término <romano-bizantino>.

Mucho más destacable es, sin embargo, su rotunda reivindicación

del carácter original de la arquitectura española altomedieval, clara-

mente diferenciada tanto de la arquitectura romana y bizantina como

de la árabe y de la posterior gótica. Es en este punto donde su crítica a

los precedentes de la historiografía ilustrada asume su tono más crítico.

La caracterización genérica como <gótica> de toda la arquitectura

medieval por parte de Ponz, Llaguno, Ceán y Bosarte (una nómina de

la que, muy significativamente, queda excluido Jovellanos) constituye

uno de los principales lastres del exclusivismo estético de los ilustra-

dos”, que no han llegado a comprender verdaderamente la arquitec-

tura <romano-bizantina> por no haber sabido diferenciarla de la

gótica propiamente dicha. Frente a esa historia militante y partidaria, el

arqueólogo moderno establece diferencias y articulaciones y otorga a

todos los productos de la historia humana su espacio particular en la

nueva trama.

Pero, además, no le basta a Caveda con otorgarle un lugar propio,

sino que le aporta una articulación histórico -cronológica-estilística

interna dividiendo la arquitectura <romano-bizantina> hispana en

dos épocas (que ocupan respectivamente los capítulos VIII y RON sepa-

73
radas por la cesura histórica de la conquista cristiana de Toledo y bien

caracterizadas desde los puntos de vista estilístico, constructivo, histó-

rico y espiritual”.

54 <Sin atender a estas mutaciones, sin determinar las analogías y diferencias de unas y
otras

épocas, como si todas las construcciones se distinguiesen por las mismas cualidades, Ponz,

Llaguno, Ceán Bermúdez y Bosarte las calificaron con el nombre genérico de góticas. Ni

vieron sus diversos orígenes, ni sus cualidades características. Cuanto produjo la edad

media desde el siglo IX hasta el XIII, fue solamente para ellos una antigualla gótica» (ibid.,

p. 191).

55 “En dos grandes periodos puede dividirse su larga existencia, tan diferentes entre sí,
como

las influencias sociales que los prepararon. Abraza el uno todo el siglo XI y los primeros

años del XII: continúa el segundo durante este mismo siglo, y los principios del XIII. En la

primera de estas épocas, más allegada a la latina, cuyas prácticas recuerda con respeto, no

aparece completamente segura de sus dogmas, los sigue indecisa y vacilante, y aunque se

muestra complacida de las novedades, manifiesta para adoptarlas inexperiencia y rudeza, a

pesar de sus notables progresos; en la segunda, contiada ya en sus procedimientos, se ciñe

constantemente a un sistema, pierde su primitiva adustez, olvida las prácticas romanas, y

oriental y risueña se anuncia como la precursora de la gótica-germánica> (ibid., p. 160).

74
40 JUAN CALATRAVA

En la primera época, es terrorífica, severa, misteriosa, <emblema

del poder teocrático >”, aunque contradictoriamente admita en su

seno una escultura extravagante y de <extraña e inconcebible lubrici-

dad>”. Su segunda época, más rica y fecunda, aparece en cambio mar-

cada por la influencia árabe y oriental, <ganando en cultura y gentileza

[...] desdeñando ya la severidad agreste de los pueblos septentriona-

les>*. El románico hispano se somete, así, a una especie de ley evolu-

tiva de los estilos: desde la rudeza original hacia un arte más <gentil>,

hasta <hacerle desaparecer bajo la dominación del ojivo>”. La dife-

rencia entre ambas épocas queda apuntalada, además, mediante una

referencia a la historia de la literatura española: <Hay entre los edifi-

cios del siglo XI, y los de los últimos años del XII, la misma diferencia

que entre el poema del Cid y las poesías de D. Alonso el Sabio>””.

Inmediatamente después, la arquitectura islámica es también objeto

de un amplio y novedoso desarrollo que ocupa los capítulos X al XIV,

desde un claro sentido de continuidad con respecto a los esfuerzos del

arabismo hispano y europeo desde la época de las Luces (citando los

precedentes de Jovellanos, Hermosilla y las Antigiiedades árabes o Casiri,

pero también a los contemporáneos Gayangos, Owen Jones o Girault

de Prangey). Esta idea de comunidad de esfuerzos no excluye, sin

embargo, de nuevo la conciencia de una estricta diferenciación entre

los intereses del artista y el arqueólogo”: ha llegado por tin, según

Caveda, el momento de hablar no sólo al viajero y al artista sino tam-

75
bién al verdadero estudioso, que requiere un tipo de saber especiali-

zado que va mucho más allá del emocionalismo literario y que es dolo-

rosamente consciente del escaso grado de conocimiento real sobre la

arquitectura islámica.

Se abre paso, así, la afirmación rotunda de la originalidad de la

arquitectura árabe, una idea sobre la que once años más tarde volverá el

propio Caveda el redactar, en 1859, su discurso académico Originalidad de

56 Ibid., p. 162.

57 lbid., p. 166.

58 lbid., p. IBI.

59 lbid., p. 189.

bo lbid., p. I9I.

61 <Podrán por ventura satisfacer las estampas que de ellos poseemos a los artistas que
sólo se

contentan con los rasgos principales de su carácter; pero de seguro no llenan las miras del

arqueólogo avezado a buscar en las antiguas ruinas la fisonomía de las pasadas civilizacio -

nes> (ibid., D 196).

76
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA AT

la arquitectura árabe. Heredera de la tienda del nómada, no puede ya

entenderse como aberración con respecto a la arquitectura clásica, y en

su origen desempeñan un papel esencial esos elementos textiles que por

esas mismas fechas estaban empezando a ocupar un lugar esencial en la

teorización de Gottfried Semper”. La árabe es, sobre todo, una arqui-

tectura original, aunque mal conocida, y esa originalidad deriva para

Caveda, declarado partidario del factorialismo de Hyppolite Taine,

ante todo de su carácter de respuesta adecuada a unas condiciones

ambientales: <En vano se pretenderá despojar a la arquitectura árabe

de esta originalidad fantástica; emana de la naturaleza misma >

Pero a ello se añade enseguida la especificidad de la arquitectura

islámica de España, a la que trata de dotar de una estructuración histó -

rica interna, que hace derivar de las obras de Girault de Prangey y de

Batissier, pero matizadas a partir de José Amador de los Ríos (cuya

reciente Toledo pintoresca cita elogiosamente). La arquitectura islámica

española se presenta dividida en tres periodos, evolucionando, como ya

había planteado para la arquitectura <romano-bizantina>, desde la

rudeza bélica de los primeros tiempos al refinamiento delicado de la etapa

final”, desde el carácter pesado y severo hasta lo risueño y delicado, en

un recorrido que es también el de la conquista de una originalidad

propia. Así, el primer período (Mezquita de Córdoba y Medina Aza-

hara) aún no es original y permanece apegado a lo romano -bizantino.

77
El segundo (taifas, almorávides y almohades) ofrece ya mayor persona -

62 Vid FANELLI, G. y GARGIANI, R., El principio del revestimiento. Prolegómenos a una


historia de la arqui-

tectura contemporánea, Madrid, Akal, 1999.

03 <No lo dudemos: los árabes han retratado fielmente esta originalidad de su carácter en
sus

mezquitas y palacios, en sus baños y harenes. Las épocas de su dominación, el desarrollo

progresivo de su cultura, los recuerdos de su cortesanía, el orientalismo que aclimataron

en el Mediodía de Europa, su risueña 1maginación y sus extrañas creencias, vivos se


osten-—

tan en estos restos magníficos de su arquitectura, todavía no bien clasificados, y aún no del

todo conocidos en sus detalles y pormenores» (Ensayo histórico..., cit., pp. 196-197).

64 Contestación de Caveda al discurso de ingreso en la Academia de San Fernando, sobre el

tema Originalidad de la arquitectura árabe, leído en 1859 por el granadino Francisco


Enríquez y

Ferrer, quien, entre otras cosas, confesaba haber aprendido en Granada su amor por esta

arquitectura y se alzaba contra los prejuicios que han impedido que sea bien conocida pro -

nosticando que pronto habría de rasgarse el velo de este desconocimiento. Vid. ISac, "_ op.

cit., pp. 58-59.

65 <Demarcan el desarrollo gradual de la civilización de sus constructores y expresan las

modificaciones de su índole desde que sangrientos y fanáticos destruyeron el imperio de

los godos hasta que más humanos y civilizadores se propusieron engrandecer sus conquistas

con el lujo oriental y el cultivo de las artes> (Ensayo histórico..., cit., pp. 200-201).

78
4.2 JUAN CALATRAVA

lidad, con más propensión a la pompa oriental y alejamiento de la tra-

dición bizantina”. El tercero es, por último, el del esplendor de la

Alhambra, <... un producto de la civilización árabe que apenas se

enlaza con lo pasado y que parece como la expresión del carácter de un

pueblo original».

La Alhambra, compendio de la andadura entera de la arquitectura

islámica, es ya objeto de una valoración entusiasta y sin reservas, en la

que a la reiteración de los habituales calificativos agrupados en torno al

eje conceptual de <lo mágico» ” se añade ahora una calibrada aprecia -

ción arquitectónica de los valores ornamentales (entre los que ocupa

un significativo lugar el color, que había sido objeto del estudio de

Owen Jones” conocido por Caveda), espaciales y constructivos (sobre

todo, las bóvedas de mocárabes). En la Alhambra, <... los editicios

agrandan sus proporciones y parecen más ligeros y risueños; se cubren

sus muros de almocárabes, matizados de oro, azul y bermellón, y bri-

llan en todas sus partes los atauriques, los festones y frisos de azulejos,

con variadas y singulares formas. Adquieren mayor esbelteza las colum -

nas, pierden toda semejanza con las romanas>””.

Si, en la inevitable comparación con el gótico, Caveda se inclina por

este último ante todo por razones constructivas”, no dejará de apreciar

en la arquitectura islámica la <tenacidad> de los gruesos muros de tie-

79
66 <«Mueéstrase llena de brío y lozanía, aspira a la originalidad, y si no del todo la consigue,

prospera, y adquiere bastante independencia para obtenerla en el siglo XIII> (ibid., pp.

221).

67 lbid., p. 225.

68 <El patio de los Leones, el de los Estanques, el salón de las dos Hermanas, el de los
Emba-

jadores, que constituyen el principal mérito de la Alhambra, reúnen la novedad a la extra-

ñeza, la profusión de los ornatos a su delicada ejecución, y con sus elegantes y delgadas

columnas, con sus arcos esbeltos y ligeros, con sus estucos y mosaicos, con sus risueñas

fuentes y surtidores, nos hacen dudar que sea una ficción el palacio de las hadas, y nos pre-

sentan la realidad como un encanto> (ibid., p. 199).

69 Owen Jones, Plans, Elevations, Sections and Details of the Alhambra, Londres, 1836-1845
lexiste edi-

ción castellana, con estudio introductorio de M.4 Ángeles Campos Romero, Madrid, Akal,

2001). Vid. también Owen Jones, El Patio Alhambra en el Crystal Palace, Madrid, Abada,
2010

[1854], con estudios introductorios de Juan Calatrava y José Tito Rojo.

70 lbid., p. 228.

71 «Hay en ésta más genio, más conocimiento del arte, más elevados pensamientos, una

noble severidad, un atrevimiento, un brío y lozanía, que jamás los sectarios de Mahoma

supieron comunicar a sus acicaladas construcciones». Y es que, frente a la elevada ciencia

constructiva gótica, la islámica presenta materiales mezquinos y una construcción mucho

80
más ignorante, por más que ello se oculte bajo <el atavío deslumbrador de su fastuosa y

variada decoración» (ibid., p. 234).

81
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 4%

rra, la ingeniosa manera de trabar en ellos elementos vegetales o la

maestría en el uso del yeso, que a veces no es sólo elemento ornamental

sino que da firmeza a la construcción y, sobre todo, forma las grandes

cúpulas mocárabes: con toda su fantasía, lujo y voluptuosidad, la arqui-

tectura árabe es, a su modo, racional ya que no ha perdido el sentido

del clima ni de las exigencias constructivas.

Retomando la evolución de la arquitectura cristiana a partir del

capítulo XV, queda claro que la división entre la arquitectura

<romano -bizantina> y la gótica, aunque mucho más neta que en los

teóricos dieciochescos que hablaban de «gótico antiguo» y «gótico

moderno», no llega a constituir, con todo, para Caveda, una cesura

absolutamente tajante. Si los ilustrados cayeron en el error de agru-

parlo todo bajo la denominación indiferenciada de «gótico», el histo -

riador moderno no ha de caer, según Caveda, en el extremo opuesto de

plantear una diferenciación radical entre ambos estilos, cuando lo

cierto es que numerosos aspectos de la última arquitectura <romano-

bizantina» preparan el advenimiento del gótico. La transición es suave

y el transcurso de la historia tal y como lo contempla Caveda responde

más al modelo de un lento fluir que de una ruptura brusca.

El análisis del gótico ocupa diez capítulos y más de 150 páginas del

libro de Caveda, y contiene numerosos puntos de interés: un exhaus-

tivo recorrido historiográfico, un pormenorizado estudio técnico -

82
constructivo que revela un profundo conocimiento de las más recientes

contribuciones francesas, una serie de análisis monográficos de las

catedrales de León (cap. XXI), Burgos (cap. XXII), Toledo (cap. XXIII)

y Sevilla (cap. XXIV)...

Pero uno de los aspectos más novedosos es, sin duda, el modo en que,

desde el principio, se desmarca Caveda de la pertinaz polémica en

torno a los orígenes del gótico, abusivamente identificados con los del

arco ojival. Para nuestro autor, este enconado debate es completamente

acientífico y está teñido de los peores aspectos del nacionalismo estre-

cho: «convertidos los escritores en campeones de sus respectivos paí-

ses>”, «casi todos sustituyen las conjeturas a las hechos: casi todos

conceden a las probabilidades la importancia de los datos positivos >73

El empecinamiento en buscar el «verdadero < lugar de nacimiento de

72 lbid., p. 249.

73 Íbid., p. 257.

83
4.4: JUAN CALATRAVA

la ojiva es síntoma de un error de base que ha lastrado toda nuestra

comprensión de esa arquitectura: la idea de que es el arco ojival lo que

define al gótico, cuando en realidad no es sino un elemento del <sis-

tema> (un término científico -filosófico que es clave en la teorización

de Caveda). Desde el momento en que se reconoce ese carácter de sis-

tema del edificio gótico, dejan ya de tener sentido los esfuerzos por ras-

trear el origen geográfico o natural de la ojiva, desde Warburton a Jove -

llanos, y se abre paso la insistencia en su caracterización como pertecta

simbiosis entre racionalidad constructiva y expresión coherente de las

condiciones históricas y la espiritualidad de toda una época.

Es este último aspecto el que proporciona a Caveda la explicación

para uno de los grandes interrogantes en torno al gótico: la simultanei-

dad de su aparición en Europa. Esta coincidencia no es, en su opinión,

casual, sino que refleja —como ya una década antes había planteado Vic-

tor Hugo en Notre-Dame de Paris— la capacidad del gótico para convertirse

en expresión completa y uniforme del espíritu cristiano en los siglos

finales de la Edad Media. El gótico es un producto tan arraigado en el

espíritu de la Cristiandad bajomedieval que se puede decir de él que es

<un idioma>”*, y, como tal, está sometido a leyes evolutivas similares a

las de las lenguas, y en concreto las lenguas romances: un argumento

lingúístico que desarrolla la idea de su evolución a partir del propio

<romano-bizantino>, sin tener que recurrir a préstamos extraños (o

que implica, entre otras cosas, un rotundo y explícito rechazo a la pro-

84
puesta terminológica de «arquitectura ultramarina> planteada en su

momento por Jovellanos y Llaguno)

Esta arquitectura, orgánicamente surgida de la evolución misma del

<romano-bizantino>, es doblemente «nacional», primero, por su

procedencia directa del espíritu de la cristiandad occidental, pero, en

segundo lugar, por su fuerte y peculiar arraigo en España, donde se

verá fortalecida por los préstamos e influencias orientales, reducidas

ahora a su justo término pero bien útiles para fundar una especificidad

gótica hispana.

Para trazar la historia interna de la arquitectura gótica, vuelve

Caveda a recurrir al esquema tripartito bien conocido: juventud ruda,

madurez elegante y ancianidad decadente. El primer período, en el

siglo XIII, muestra una rudeza y severidad coherentes con el contexto

74 lbid., p. 251.

85
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 4.5

histórico de la reconquista y directamente comparable, de nuevo, con

la evolución literaria de la lengua castellana (en este caso, con la

«nobleza y gravedad» de la prosa de Alfonso X el Sabio). En la segunda

época, el siglo XIV, <gana en lozanía y brillantez, lo que pierde quizá

en majestad y pureza>. Finalmente, a partir de mediados del siglo xv,

<abusando al fin de sus recursos, con la rica profusión de ornatos, con

la caprichosa inconstancia que le lleva a multiplicarlos, alterando sus

primitivos tipos, entra en una marcada decadencia, que en vano pre-

tende ocultar>”, hasta entrar a competir en el siglo XVI, en desigual-

dad de fuerzas, <ya próximo a su fin y harto desmedrado y decaído»,

con el nuevo gusto romano.

Pero el proyecto histórico global de Caveda no podía limitarse a la

estructuración de la arquitectura medieval hispana: tras haber integrado

los inicios romanos y la arquitectura islámica, estaba ya también obli-

gado a dar cuenta de los desarrollos más recientes. En sus últimos capí-

tulos aborda, así, como ya había planteado José Amador de los Ríos, la

caracterización de la arquitectura renacentista, barroca y borbónica.

Caveda reclama un estudio del Renacimiento hispano con criterios

científicos rigurosos, desmarcándose de todas las investigaciones ante-

riores en las que <... ganó más la erudición que la historia del arte, y

antes se satisfizo al ingenio que a la filosofía>7. El Renacimiento

ofrece ante todo el <espectáculo grandioso> de la <prodigiosa trans-

86
formación» que tiene lugar en el siglo XV”, una época compleja, de

gran originalidad”, en la que se mezclan estilos, tradiciones y tenden-

cias. Y en este panorama de transtormación liderado por ltalia, nin-

guna tierra es más adecuada que la hispana, según Caveda, para acoger

y hacer fructificar estas novedades, para <... sustituir las formas góticas

con otras más conformes a las necesidades creadas por la nueva civiliza-

ción>”, debido a la multiplicidad de desarrollos de la arquitectura

española entre finales del siglo XV y principios del XVI.

75 Esta cita y la inmediatamente anterior, en tbid., p. 278.

76 Ibid., p. 442.

77 lbid., p. 418.

78 <El Renacimiento es la palabra que expresa no un cambio en la arquitectura y la pintura,

no la restauración de su carácter bajo los Césares, sino el producto espontáneo, natural,

inmediato de una nueva dirección de los espíritus> (ibid., p. 425).

79 Ibid., p. 428.

87
46 JUAN CALATRAYA

Para la definición global de este momento de cambio no duda

Caveda en recurrir al término <eelecticismo>”: es la palabra que con-

viene a una época caracterizada por un panorama de mezcla y CoexIs-

tencia de estilos que, lejos de considerarse un fenómeno negativo,

ofrece amplias posibilidades para el desarrollo de una historia del arte

comparativa”

Es esta situación, por otra parte, la que aporta su justificación histó -

rica a ese particular fenómeno estilístico que es el «plateresco». Si las

fantasías ornamentales del primer Renacimiento habían suscitado la

desconfianza de los Ponz, Llaguno y Ceán, que veían en este <plate-

resco> un claro precedente de los desbordamientos churrigueristas,

Caveda pretende ahora proporcionar —como hará igualmente más

abajo con respecto a los propios <churrigueristas>— una explicación

histórica del mismo ajena a cualquier tipo de partidismo estético. Para

él, el <plateresco> no es sino el resultado de ese panorama multi-

forme, en el que se mezclan no sólo el tardogótico y las influencias ita-

lianas, sino también <el gusto arábigo> tan arraigado en nuestro

país ”*. La arquitectura española del primer Renacimiento queda así

nacionalizada: en ella es mucho más importante la complejidad estilís-

tica presente en suelo hispano que los elementos venidos de fuera. Ante

esta arquitectura capaz de reunir <... la ciencia de Vitruvio, la exorna-

ción arábiga, con sus prolijas labores, la buena escultura de la escuela

de Miguel Angel y la soltura característica de las basílicas gótico -germá-

88
nicas> *, Caveda no puede evitar reconocer que <... el ingenio la

aplaudirá probablemente más que la razón > *, pero el objetivo final se

ha cumplido: integrar el mal llamado «<Renacimiento> ” en una visión

80 Este eclecticismo del arte era ciertamente bien conforme a la admirable transición de la

sociedad gótica a la sociedad moderna: de las tendencias germánicas a las romanas; de las

tradiciones de la Edad Media a las de los Césares> (ibid., p. 437).

81 <La historia del arte agradece esta reunión de sus escuelas, que le permite compararlas
de

una sola ojeada: el genio inventor no se atreve a condenarla, extasiado con sus bellezas; y la

crítica artística, que vitupera el pensamiento de amalgamarlas, convierte en indulgencia su

inflexible desdén, cuando inspecciona y juzga separadamente cada una de estas partes>

(ibid., pp. 403-404).

82 <Y el gusto arábigo, sus ornatos, y aun la delgadeza de las columnas góticas y muchos de

sus detalles, vinieron a mezclarse con las formas romanas para su atavio y gentileza, resul-

tando el estilo llamado plateresco, de esta singular y extraña combinación» (tbid., p. 439).

893 lbid., p. 451.

84 lbid., p. 452.

85 <Basta, pues, lo manifestado hasta aquí para conocer con cuánta impropiedad se ha lla-

mado del Renacimiento este género de arquitectura» (ibid., p. 452).

89
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 47

evolutiva de la arquitectura española estrechamente ligada a los avatares

históricos de la nación.

El capítulo XXVII resume, bajo el significativo título de «Primera

restauración de la arquitectura greco-romana”>, los dos últimos tercios

del siglo XVI, y lo hace muy apretadamente si se compara con la aten -

ción que los teóricos de las Luces prestaban, sobre todo, a lo escuria-

lense, y con la amplitud de desarrollos concedida a la arquitectura

medieval cristiana e islámica. La figura de Diego de Siloé representa,

en el nuevo panorama clasicista, la interiorización de los <preceptos>

de <los romanos»: el arquitecto de la catedral de Granada es uno de

esos <hombres superiores» que, al imitar, lo que hacen en realidad es

descubrir principios universales. Este avance hacia <la grandiosidad y

decoro de la escuela greco-romana>, dejando atrás el primer decorati-

vismo plateresco, es síntoma de una nueva situación histórica que

representan también la figura de Alonso de Covarrubias y, sobre todo,

el palacio de Carlos V en Granada (<... ninguno entonces se acercó

tanto a las proporciones romanas>**), además de la traducción de Ser-

lio por Francisco Villalpando, que viene a corregir, según Caveda, las

deficiencias de las Medidas del romano de Diego de Sagredo”.

El punto culminante de esta <primera restauración» es, por

supuesto, El Escorial, cuya categoría de verdadero mito, elaborada

prácticamente de modo contemporáneo a su proyectación y construc-

90
ción, había sido recuperada e integrada en los primeros ensayos histo -

riográficos de los intelectuales de las Luces.

Del muy especial papel que desempeña El Escorial en la historiogra-

fía romántica se ocupa por extenso Selina Blasco en otro lugar de esta

publicación. Baste ahora con señalar que Caveda vuelve a aplicar en él

el mecanismo de «nacionalización» ya ensayado para la arquitectura

islámica, el gótico o el Renacimiento. En etecto, el edificio llegará a

convertirse en <eminentemente español» en dos fases. La primera es

la representada por la figura de Juan Bautista de loledo (o «Juan de

86 lbid., p. 459. Pero hay que señalar que en el capítulo XIV, dedicado a la <tercera época»

de la arquitectura árabe, Caveda había criticado la intrusión que suponía la presencia del

palacio junto a la Alhambra, contrastando €... de un modo bien desagradable, su impo-

nente y severo aspecto, con el liviano y risueño de las fábricas moriscas en sus alrededores

levantadas> (ibid., p. 243).

87 lbid., p. 462.

88 lbid., p. 465.

91
48 JUAN CALATRAVA

Toledo>). Su conocimiento directo de la realidad artística italiana

garantiza una integración profunda y no superficial de la «severa

razón» del clasicismo. Pero es a Juan de Herrera, protagonista de la

segunda fase, a quien cabe el papel fundamental en la <españoliza-

ción> de la obra, el encargado de <acomodar la ciencia de Vitruvio al

espíritu de su siglo, e imprimirle el carácter que entonces distinguía a

la sociedad española>”. Aunque Caveda pueda preguntarse, inquieto,

si su <severa simplicidad» o su «manera varonil de emplear con pru-

dente economía los ornatos> no pueden redundar en ocasiones en una

excesiva austeridad, su respuesta tiene un alcance general, porque con-

siste en proclamar la legitimidad histórica de toda expresión artística y

el rechazo a juzgar según criterios de otras épocas: así, a Herrera <el

que vaya a juzgarle según el espíritu de nuestros días, comete un ana-

cronismo>””. El papel de Herrera está, además, cargado de trascen-

dencia para la arquitectura española, ya que El Escorial abre la senda

por la que luego caminarán Ventura Rodríguez y Villanueva, mante -

niéndose así ese hilo directo que los intelectuales de las Luces ya habían

pretendido anudar con la época de Felipe II.

Pero hasta llegar a esa <segunda restauración> habrá que pasar antes

por una dolorosa decadencia. Si Francisco de Mora es un «digno suce-

sor> de Herrera, si también Juan Gómez de Mora es un arquitecto

dotado elevadas cualidades personales, al igual que otros muchos arqui-

tectos de alto nivel cuyo anonimato o mal conocimiento lamenta

92
Caveda, todo ello no basta para conjurar una decadencia arquitectónica

que es resultado directo e inevitable de la decadencia histórica general

de la España del siglo XVII.

Y el síntoma por excelencia de esta caída es la aparición de ese

<estilo borrominesco> que ya había constituido la bestia negra de los

Ponz, Llaguno y Ceán. Caveda mantiene, desde luego, la descalifica -

ción global de este tipo de arquitectura dominada por la licencia, el

capricho, el delirio y los extravíos del gusto. Basten, a modo de ejem-

plo, sus palabras sobre Pedro Ribera, en las que parece resonar el eco

de Ponz: «¿Quién más fantástico y revesado, más fecundo en logogri-

fos, retruécanos y enmarañamientos arquitectónicos, más diabólica -

mente entortijado y sutil? >”,

59 lbid., p. 464.

90 Íbid., p. 466.

91 Íbid., p. 491.

93
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 49

Pero introduce, al mismo tiempo, matizaciones que marcan, con

respecto a las furibundas diatribas de los ilustrados, la diferencia esen-

cial del relativismo histórico de Caveda. Así, es capaz de reconocer el

genio de Borromini y de reivindicar para él un lugar en la historia de la

arquitectura”. Y es que, al juzgar el <borrominismo”>, se cometen,

para Caveda, dos errores básicos: medirlo por los parámetros de <los

principios greco-romanos, como si, independiente de ellos, no cons-

tituyese por sí solo un nuevo género», y considerarlo <sin relación al

espíritu de la época en que ha florecido >>.

El estilo, pues, como producto necesario y, por ello mismo, históri-

camente justificado, de una época. Una vez más es la literatura la que

sirve de término de comparación: Caveda esgrime ejemplos de poemas

de Góngora y Quevedo —sin que importe mucho el desfase cronoló-

gico— para caracterizar el espíritu de la época del churriguerismo. Y es

también la literatura la que apoya el rescate de estos arquitectos para la

historia, porque €... el que se encuentre dispuesto a personar a CGón-

gora sus Soledades y a Jordán sus alegorías, no rehusará su indulgencia

a esas extrañas máquinas donde se advierte el cierto no sé qué, que

encontraba Milizia en las obras del Borromino >”.

El «churriguerismo> deja, pues, con Caveda, de ser un episodio

desdichado y olvidable del arte español, para integrarse con pleno

derecho en su historia. No es sólo que a los arquitectos churrigueristas

94
haya que concederles, pese a sus caprichos y arbitrariedades, una cierta

invención, inteligencia y genio, aunque desregulado: es que, por el

solo hecho de haber constituido la expresión artística de una época, son

ya objeto mismo de la historia, adquieren explícitamente categoría de

monumento histórico”. El churriguerismo sigue siendo indefendible desde

el punto de vista estético, el Transparente de Toledo seguirá pasando a

la posteridad <... como el desbarro de una cabeza enferma», pero

92 <El novador italiano era uno de los hombres más superiores de su siglo, y si deliraba, sus

aberraciones estaban marcadas con el sello del genio y la singularidad de un talento crea-

dor. Mereció, como heresiarca en las artes, la reprobación de los escritores de juicio que le

sobrevivieron; pero nunca ese desprecio amargo y sarcástico, con que se quiso eclipsar su

nombre, y hundir en el olvido sus producciones y su ingenio> (ibid., p. 484).

93 lbid., p. 492.

94 lbid., p. 496.

95 ¿Por qué, pues, proscribir absolutamente esta arquitectura, y negarle la existencia aun

como monumento histórico? > (ibid., p- 496).

96 Ibid.

95
5O JUAN CALATRAVA

con Caveda se produce ya la definitiva escisión entre juicio artístico y

valor histórico.

Ambos vuelven a coincidir, sin embargo, en el último capítulo del

recorrido de Caveda, el dedicado a la <segunda restauración de la

arquitectura greco-romana”, es decir, a la arquitectura de la época de

la llustración. Es una resurrección en la que van parejas, como siempre

en Caveda, las letras y las artes, y que aparece directamente ligada al

advenimiento de los Borbones. Felipe V, Juvarra y el Palacio Real mar-

can el inicio de una andadura que alcanzará su punto culminante con

las dos figuras paralelas de Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva.

En estos momentos iniciales, vuelve a aparecer <... la arquitectura

romana, si no con su antigua severidad y nobleza, a lo menos sin los

teos postizos, que la desfiguraban en los últimos años del siglo XVII, y

muy ajena de las livianas pretensiones que antes la convirtieran de

matrona en ramera>”. Si el Palacio Real no está exento de <lunares>,

en él <... puede fijarse el principio de una nueva era para las bellas

artes en España, porque en sus construcciones se formaron los jóvenes

más aventajados>”. Y a él viene a añadirse enseguida el segundo gran

impulso de los nuevos tiempos: la Academia de San Fernando.

Sobre estas bases, el reinado de Carlos III sigue constituyendo la

cúspide de este proceso, y el largo y exaltado panegírico del monarca

96
que traza Caveda podría haber salido igualmente de la pluma de Ponz o

Llaguno”. Son las nuevas condiciones de la época carolina las que per-

miten la profundización de la <restauración> de la arquitectura y la

aparición de la gran figura de Ventura Rodríguez. Rodríguez es, en

efecto, el personaje clave que lleva a cabo la operación que reencamina

a la arquitectura española: el hermanamiento entre <la pompa y la

ostentación», de un lado, y <la simplicidad griega y la corrección del

gusto de otro>. O bien, dicho de otro modo por el propio Caveda, el

que acomoda las máximas del siglo XVI a la elegancia de la sociedad del

XVIII, haciendo con ello ala arquitectura <... el mismo servicio que

Meléndez a la poesía> .

Tras Ventura Rodríguez, Sabatini (<no tan elegante y gracioso»),

José de Hermosilla, Carlos <Lemeaur»> (sic), Domingo Antonio de

97 lbid., p. 502.

98 fbid., p. 501.

99 fbid., p. 508.

IDO lbid., p. 510.

97
LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA BI

Monteagudo (sic), Juan Pedro Arnal y otros muchos arquitectos e inge-

nieros llenan una completa lista de edificios e intervenciones que,

heredada en buena parte de la de Llaguno-Ceán pero completada con

los datos recopilados por el propio Caveda en gran medida de los

archivos de la Academia de San Fernando, revela lo riguroso de la

información del autor.

El último hito de la historia de Caveda lo constituye la figura de

Juan de Villanueva, que termina de <afianzar> esta <segunda restaura -

ción» gracias, como Ventura Rodríguez, a su capacidad de elaborar

una síntesis limadora de extremismos e identificada, literalmente, con

los valores del <aticismo>: «Parco y delicado en la ornamentación,

gracioso y circunspecto en las composiciones, elegante y puro en los

cortes y perfiles, amigo de las formas griegas hasta donde las ideas

entonces recibidas lo permitían, supo dar a sus editicios cierto ati-

cismo, que grandemente los realza>'”'.

Siendo el Museo del Prado <la obra que más le honra», son muy

significativas, sin embargo, las dos mejoras que Caveda hubiese deseado

para culminar la perfección del edificio: que hubiese, en la <fachada

principal», una escalinata que <... hubiera dado más esbelteza y gallar-

día a este vestíbulo», y que las cornisas del pórtico hubiesen enlazado

con las generales del edificio. Como han demostrado los estudios de

Pedro Moleón, se trata justamente de dos de los aspectos clave de un

98
proyecto que Villanueva nunca entendió como edificio unitario sino

como tensa combinación de tres edificios ”. Es evidente que el análisis

arquitectónico de Caveda, presa de esta visión unitaria —compartida,

después, por muchos de los estudiosos de este edificio—, tiene el mérito

de captar dos aspectos muy específicos del proyecto aunque los inter -

prete como errores.

El final de la historia no es, sin embargo, feliz. Silvestre Pérez es <el

último de los profesores de ese periodo brillante> **, pero la lección de

Ventura y Villanueva da lugar no tanto a un desarrollo fructífero de nue-

vos talentos (<... hallaron mayor número de panegiristas que de imita-

dores> **) cuanto a una tiranía acrítica de las reglas y preceptos del cla-

IOI lbid., pp. 517-516.

TO? Vid., sobre todo, MOLEÓN GAVILANES, P., La arquitectura de Juan de Villanueva. El
proceso del pro-

yecto, Madrid, COAM, 1988, pp. 221-261.

103 Ensayo histórico, cit., p. 519-

1O4 Ibid., p. 524.

99
52 JUAN CALATRAVA

sicismo: <Al preservarlas La las artes] de la licencia y desenfreno de la

imaginación, que tantos monstruos había engendrado, se las encade-

naba con la estrechez de las prohibiciones; y condenadas a la esterili-

dad, mirábase su lozanía como peligrosa y ocasionada a graves erro -

res ”. Reclama Caveda, por ello, una mirada histórica moderna que sea

capaz de acompañar la caracterización global de las épocas con el análi-

sis particular de las obras dentro de cada época, capaz de discernir

méritos o defectos individuales. Una mirada que, una vez más, supere

el tipo de análisis de Ponz y Bosarte, tan fanáticos en la proscripción

del churriguerismo como en la celebración acrítica de la arquitectura

de su época”. Una mirada coherente con el relativismo histórico

romántico que asigna a cada momento su legitimidad propia y que es,

para Caveda, la única capaz de culminar la construcción completa de la

historia de la arquitectura española.

IO5 lbid., p. 521.

IO6 «Conocerían [Ponz Y Bosarte] que harto indulgentes con la arquitectura de su tiempo,

demasiado severos con la de las épocas anteriores, se dejaron arrastrar por el espíritu de

escuela, y eran apasionados, cuando de buena fe pensaban proceder con imparcialidad >

r P p P Pp

(ibid., Pp: 522).

100
101
INTRODUCCIÓN

LA CONSTRUCCIÓN ROMÁNTICA DE LA HISTORIA

DE LA ARQUITECTURA ESPAÑOLA, 1529-1846

Juan Calatrava

VITRUVIO VESTIDO A LA ESPAÑOLA.

EL ESCORIAL Y FELIPE II EN LOS TEXTOS DEL SIGLO XIX

Selina Blasco

LA IMAGEN DIBUJADA DE ARQUITECTURA

EN EL ROMANTICISMO ESPAÑOL. SU ANÁLISIS FORMAL

Antonio ]. Gómez- Blanco Pontes

LA ARQUITECTURA ESPAÑOLA

DIBUJADA POR LOS ROMÁNTICOS EXTRANJEROS

Pedro Galera Andreu

LOS FRANCESES EN ESPAÑA EN EL SIGLO XIX:

LOS VIAJES PINTORESCOS

Simona Talenti

ÍNDICE

102
13

33

109

131

159

103
LA CUEVA: LUGAR DE RESURRECCIÓN DE LA ARQUITECTURA

Javier Arnaldo

EL ECLECTICISMO: UNA K<DISCUSIÓN ABIERTA >

EN LAS REVISTAS DE ARQUITECTURA ESPAÑOLAS DEL SIGLO XIX

Angel sac

ANTES DE VIOLLET-LE-Duc Y JOHN RusKINn:

LAS RESTAURACIONES DE LA ALHAMBRA EN LA ÉPOCA ROMÁNTICA

Juan Manuel Barrios Rozúa

APRENDER DE ORIENTE. RECORRIDOS ENTRE ARQUITECTURA

Y ARTES DECORATIVAS EN EL SIGLO XIX

Guido Zucconi

Los ORÍGENES DEL GÓTICO,

ENTRE EL MUNDO ISLÁMICO Y CRISTIANO.

VERDAD Y EMPRESAS NACIONALISTAS EN EL SIGLO XIX

Werner Szambien

189

215

104
231

277

295

105
106
Entre 1825 y 1860, aproximadamente, el nuevo valor asignado a la Historia

por la cultura del Romanticismo se tradujo, en el terreno arquitectónico, en

un florecimiento de textos e imágenes que vehicularon el nuevo interés por

la nación y su historia en el contexto del proceso de surgimiento de la ciudad

moderna y los orígenes del debate sobre el patrimonio.

En este volumen, estudiosos de diversas universidades europeas, agrupados

en un proyecto de investigación sobre la historiografía romántica de la arqui-

tectura, ofrecen distintas visiones de esta amplia problemática, analizando

tratados y escritos de arquitectura de la primera mitad del siglo XIX pero tam-

bién dando entrada a materiales, textos e imágenes de carácter no estricta-

mente arquitectónico procedentes de la historiografía general, de la teoría

política, de la historia urbana, de la literatura, de los libros de viajes, de los

medios de representación gráfica del siglo XIX (grabado, litografía, fotogra-

fía), de la pintura, etc., prestando además especial atención a los orígenes del

discurso en torno al «patrimonio histórico» y a la visión comparativa con esos

otros Romanticismos europeos (Francia, Inglaterra, Alemania...) de los que la

cultura española de la primera mitad del XIX es a menudo tributaria.

Textos de Juan Calatrava, Selina Blasco, Antonio Gómez-Blanco, Pedro Galera, Simona

Talenti, Javier Arnaldo, Ángel Isac, Juan Manuel Barrios, Guido Zucconi y Werner Szambien.

ABADA EDITORES| -

LECTURAS DE ARQUITECTURA o

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