Lectura Fcye Iii
Lectura Fcye Iii
Lectura Fcye Iii
La humanidad se jugaba su futuro en un gran partido de fútbol. Era la última oportunidad que
nos habían dado los marcianos antes de exterminarnos. Solo unos pocos equipos formados por
los mejores jugadores de los mejores clubs del mundo se ofrecieron a salvarnos. Bueno, esos, y
un equipo de abuelitos, tan viejecitos y despistados que ni ellos mismos sabían cómo habían
acabado apuntados en la lista. Y como suele pasar con estas cosas, fue el equipo que salió
elegido en el sorteo.
De nada sirvieron las quejas de los gobernantes, las manifestaciones por todo el mundo o las
amenazas. Los marcianos fueron tajantes: el sorteo fue justo, los abuelos jugarían el partido, y
su única ventaja sería poder elegir dónde y cuándo.
Todos odiaban a aquellos abuelos viejos, despistados y entrometidos, y nadie quiso prepararlos
ni entrenar con ellos. Solo sus nietos disculpaban su error y los seguían queriendo y
acompañando, así que su único entrenamiento consistió en reunirse en corro con ellos para
escuchar una y otra vez sus viejas historias y aventuras. Después de todo, aquellas historias les
encantaban a los chicos, aunque les parecía imposible que fueran verdad viendo lo arrugados y
débiles que estaban sus abuelos.
Solo cuando los marcianos vinieron a acordar el sitio y el lugar, el pequeño Pablo, el nieto de
uno de ellos, tuvo una idea:
- Jugaremos en Maracaná. Mi abuelo siempre habla de ese estadio. Y lo haremos en 1960.
- ¿En 1960? ¡Pero eso fue hace más de 50 años! - replicaron los marcianos.
- ¿Vais a invadir la tierra y no tenéis máquinas del tiempo?
- ¡Claro que las tenemos! - dijeron ofendidos. - Mañana mismo haremos el viaje en el tiempo y
se jugará el partido. Y todos podrán verlo por televisión.
Al día siguiente se reunieron los equipos en Maracaná. A la máquina del tiempo subieron los
fuertes y poderosos marcianos, y un grupito de torpes ancianos. Pero según pasaban los años
hacia atrás, los marcianos se hacían pequeños y débiles, volviéndose niños, mientras a los
abuelos les crecía el pelo, perdían las arrugas, y se volvían jóvenes y fuertes. Ahora sí se les
veía totalmente capaces de hacer todas las hazañas que contaban a sus nietos en sus historias
de abuelitos.
Por supuesto, aquellos abuelos sabios con sus antiguos y fuertes cuerpos dieron una gran
exhibición y aplastaron al grupo de niños marcianos sin dificultad, entre los aplausos y vítores
del público. Cuando volvieron al presente, recuperaron su aspecto arrugado, despistado y torpe,
pero nadie se burló de ellos, ni los llamó viejos. En vez de eso los trataron como auténticos
héroes. Y muchos se juntaban cada día para escuchar sus historias porque todos, hasta los más
burlones, sabían que incluso el viejecito más arrugado había sido capaz de las mejores hazañas.