Guia 9.1 Historia
Guia 9.1 Historia
Guia 9.1 Historia
1.1 Biografía.
(Carlos Andrés Pérez Rodríguez; Rubio, 1922 - Miami, Estados Unidos, 2010) Político venezolano que fue presidente del país en dos
ocasiones (1974-1979 y 1989-1993). Cursó bachillerato en el Liceo Andrés Bello de Caracas y estudió Derecho en la Universidad Central
de Venezuela. Ingresó en el Partido Democrático Nacional (PDN) en 1938. En 1945 era secretario de Rómulo Betancourt y del Consejo de
Ministros de la Junta de Gobierno. Fue elegido diputado al Congreso Nacional en 1948. Contrajo matrimonio con su prima Blanca
Rodríguez, con quien tuvo seis hijos. Después del derrocamiento de Rómulo Gallegos fue encarcelado durante un año y posteriormente
expulsado a Curazao, de donde se trasladó a Bogotá. En esta ciudad, así como en Costa Rica, continuó sus estudios de Derecho, sin llegar
a graduarse. Ingresó clandestinamente en el país. Fue arrestado y expulsado por segunda vez. Se reunió en La Habana con Rómulo
Betancourt y de allí pasó a Costa Rica. En 1958 regresó a Venezuela y reorganizó el partido Acción Democrática (AD) en su estado, por el
que resultó electo diputado al Congreso. Primer director general del Ministerio de Relaciones Interiores en 1960, dos años más tarde fue
nombrado titular del mismo. Fue jefe de la fracción parlamentaria de Acción Democrática (1964-1968) y miembro de su Comité
Ejecutivo Nacional (CEN) desde 1968. Candidato por Acción Democrática a las elecciones de diciembre de 1973, resultó electo
presidente de la República para el período 1974-1979. Durante este primer mandato llevó a cabo importantes reformas, gracias en
buena parte a los ingresos extraordinarios derivados del aumento de los precios del petróleo a raíz de la guerra del Yom-Kippur
(diciembre de 1973). Nacionalizó la industria del hierro (1975) y petrolera (1976) y puso en marcha un ambicioso plan de becas de
estudios superiores en universidades extranjeras (Gran Mariscal de Ayacucho). Regresó al palacio de Miraflores después de triunfar en
las elecciones de diciembre de 1988. El 16 de febrero de 1989 anunció la adopción de un plan de ajuste macroeconómico, auspiciado
por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que incluía, entre otras medidas, un aumento de los precios de la gasolina que produjo un
incremento en los precios del transporte público. En un contexto de aguda crisis financiera y económica, esto desencadenó los graves
disturbios y saqueos que sacudieron a Caracas, Guarenas, La Guaira, Valencia y otras ciudades los días 27 y 28 de febrero, conocidos
como "el Caracazo". La dura represión que siguió y la degradación de la situación económica alimentaron un clima de descontento y
rechazo al gobierno, que degeneró, en febrero y noviembre de 1992, en sendos intentos de golpe de Estado organizados por sectores de
las Fuerzas Armadas. Los alzamientos militares fueron sofocados, pero en 1993 el presidente se enfrentó a un procesamiento judicial,
impulsado en marzo por la Fiscalía General de la República y refrendado por la Corte Suprema de Justicia, que condujo a su destitución
el 20 de mayo. Recluido en el retén judicial de El Junquito y en su residencia, fue condenado el 30 de mayo de 1996 a veintiocho meses
de prisión domiciliaria por "malversación agravada de fondos públicos". Expulsado en marzo de 1997 de Acción Democrática, fundó el
movimiento político Apertura.
Con el apoyo de Betancourt, que salió al paso de los rumores que aseguraban su retorno a la máxima lid política, AD postuló a Pérez
para recuperar el poder en las elecciones del 9 de diciembre de 1973. Enérgico, extrovertido y jovial, Pérez desarrolló una campaña
triunfalista y centró su programa electoral en el debate del momento, la asunción por el Estado de la extraordinaria riqueza petrolera,
que había hecho de Venezuela el país de Sudamérica con el más alto ingreso per cápita. Una de las ideas del candidato que más impactó
al público fue la concepción del petróleo como el instrumento de presión de las naciones menos desarrolladas para arrancar del primer
mundo un orden económico internacional más justo, que democratizara el acceso a las nuevas tecnologías y librara de hipotecas a los
esquemas de desarrollo que cada país quisiera implantar. El lema Democracia con Energía hizo fortuna y el ya popularmente conocido
como CAP (por las iniciales de su nombre y apellido) ganó con el 48,7% de los votos válidos al candidato oficialista, Lorenzo Fernández,
que registró el 36,7%. Además, AD salió triunfante en las dos cámaras del Congreso y en la mayoría de las asambleas legislativas de los
estados y los concejos municipales. La participación en los comicios marcó un asombroso 97%.La toma de posesión el 12 de marzo 1974
de su mandato quinquenal en sustitución de Caldera no pudo celebrarla Pérez en unas circunstancias más propicias para sus propuestas
energéticas, que dieron pábulo a un optimismo desaforado. A raíz de la guerra de Yom Kippur de octubre de 1973, los países árabes, con
Arabia Saudí a la cabeza, arrastraron al conjunto de la OPEP a reducir progresivamente las cuotas de producción. Entre una y otra fecha,
el precio promedio del barril en el mercado internacional se había multiplicado por nueve y países como Venezuela, ajenos a las
vindictas de Oriente Próximo, se encontraron de la noche a la mañana con un colosal capital en divisas de exportación
Pérez, con los poderes extraordinarios que en mayo de 1974 le concedió el Congreso dominado por su partido y con un amplio respaldo
social, lo que le aseguró un margen político sin precedentes para gobernar libre de componendas, emprendió de inmediato su programa
económico, muy ambicioso y de signo fuertemente nacionalista y social, con los objetivos del pleno empleo, la consolidación y mejora
del poder adquisitivo de trabajadores y pensionistas, y la redistribución de la renta nacional. El programa se ceñía a los patrones
entonces en boga del desarrollismo a ultranza y ponía el acento en el sector secundario, ignorando los criterios liberales en la gestión de
los recursos financieros, los cuales, a tenor de la coyuntura petrolera, se presumían inagotables. Sobre la corrupción administrativa y la
ineficacia de la función pública, Pérez declaró que había que acabar con ambos lastres antes de que se convirtieran "en un sistema de
vida". De entrada, el mandatario venezolano estableció una política de fuertes inversiones en grandes complejos industriales y en
transformaciones de estructuras agrarias que se nutrió de sendos fondos especiales a partir de los ingresos del petróleo. La
estatalización de la economía tomó cuerpo con la nacionalización de la industria del hierro, decretada el 16 de diciembre de 1974 e
inaugurada el 1 de enero de 1975 con el izado simbólico de la bandera nacional en el Cerro Bolívar, uno de los yacimientos más ricos del
mundo. Dando cumplimiento a la histórica aspiración de Venezuela, el 29 de agosto de 1975 se aprobó la mal llamada ley de
nacionalización del petróleo; en vigor desde el 1 de enero de 1976, en realidad se trató de la retrocesión al Estado por las empresas
privadas extranjeras de toda la industria del producto, tanto los pozos de extracción como las estructuras relacionadas con su
tratamiento y exportación, ya fueran oleoductos, refinerías o terminales de embarque, la cual había estado prevista por la Ley de
Revisión de los Hidrocarburos (1971), pero no hasta 1983 como mínimo. A través de la Comisión Presidencial para la Reversión del
Petróleo, la administración Pérez estableció el monopolio estatal Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) que, al modo de un holding,
respetó lo general de las estructuras de las 14 compañías afectadas integrándolas como cuatro divisiones operativas. Los antiguos
concesionarios fueron convenientemente indemnizados. Con la asunción bajo el Gobierno de Pérez de la plena soberanía sobre los
hidrocarburos y, por ende, de la capacidad para decidir las políticas de producción y de precios, el Estado venezolano coronó una larga
batalla cuyos últimos hitos habían sido: la reserva del 50% de la renta petrolera en concepto de impuestos (el famoso principio del fifty-
fifty, de enorme trascendencia internacional al ser sucesivamente imitado por los demás países productores) en 1948; la elevación de la
participación al ratio del 65-35% en favor del Estado en 1958; la creación de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) y de la misma
OPEP en 1960; y, ya en el quinquenio de Caldera, la nacionalización de la industria del gas. El V Plan Nacional para el período 1976-1980
insistió en un programa de gigantescas construcciones industriales, fundamentalmente la ampliación de Siderurgia del Orinoco (Sidor) y
el resto de facilidades del vasto complejo extractivo de Ciudad Guayana, la creación de nuevas plantas de refinado de bauxita y
fundición de aluminio, y diversas obras hidroeléctricas en los caudalosos ríos tributarios del Orinoco, totalizando las inversiones del Plan
los 53.000 millones de dólares. Teniendo presente que la pesca aún se hallaba por explotar (si bien la declaración en 1978 como "zona
económica exclusiva" de 500.000 km² de mar Caribe preparó el camino para esa meta), toda aquella acción estatal indicaba la
determinación de aprovechar las inmensas riquezas de un país especialmente agraciado por la naturaleza. Es más, Pérez redujo las
exportaciones petroleras para propiciar la elevación de los precios y alargar todo lo posible la duración de este recurso no renovable. En
otro orden de cosas, sus desvelos en la protección del medio ambiente y en la introducción de un modelo de desarrollo sostenible
incorporando la sensibilidad ecológica le valieron en 1975 el premio Earth Care, otorgado por primera vez a un jefe de Estado
latinoamericano.
Ahora bien, la euforia petrolera no ocultó la realidad, suscitando voces de preocupación ya antes de concluir el quinquenio, de una
gestión desordenada, poco atinada e incluso frívola de la riada de millones de dólares que afluía a las arcas del Estado. El voluntarismo y
la audacia desarrollista de Pérez se enfangaron en la burocracia, en la pobreza de los recursos humanos y en la corrupción, que medró
con voracidad. En el sector no estatal, las inversiones tuvieron un carácter especulativo, en negocios inmobiliarios y financieros, y el
propio presidente, entregado al populismo, fomentó las subvenciones y las prebendas y lanzó un faraónico programa de obras públicas
cuya utilidad real fue más que objetable. El programa de inversiones del Gobierno se fundó en la expectativa de que el mercado del
petróleo iba a proseguir la dinámica de encarecimiento en todo el quinquenio, pero en 1977 y 1978 los precios se mantuvieron
congelados. Para no recortar el gasto presupuestado, Pérez recurrió a los créditos de la banca privada internacional, cargándose de
deudas y agravando el déficit de la balanza de pagos, cuando a priori la excepcional recaudación fiscal estaba generando suficientes
recursos propios como para no recurrir a aquella vía. Ello tampoco fue óbice para que el mandatario, deseoso de potenciar el
ascendiente internacional de Venezuela, concediera a su vez, a través del Fondo de Inversiones de Venezuela (FIV), créditos y ayudas a
países vecinos del Caribe, Centroamérica y el área andina, con lo que la nación adquirió tanto la condición de deudora como la de
fiadora. Para hacerse una idea del volumen de estos estipendios, sírvase apuntar que la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos
concluyó que, en términos absolutos, la primera administración de Pérez gastó más dinero en cinco años que todos los gobiernos desde
la independencia sumados. El país con una de las gasolinas más baratas del mundo tenía paralizado de hecho el agro, viéndose obligado
a importar el 80% de los alimentos que consumía a precios subsidiados. Fueron años de fuerte crecimiento de la economía, de la renta
per cápita y del coste de la vida, pero las bases de todo este progreso y bienestar eran engañosas. Las funestas consecuencias de la
política dilapidadora de quien había prometido "administrar la abundancia con una mentalidad de escasez" se iban a apreciar mejor a
largo plazo, aunque en 1979 ya quedaba claro que el viejo enunciado de "sembrar el petróleo" estaba teniendo una ejecución cuanto
menos dudosa y que el país no había estado preparado para administrar cabalmente la avalancha de petrodólares.
El nacionalismo de Pérez se expresó también, y muy brillantemente, en la política exterior. Si Betancourt estableció la doctrina de no
tratar con regímenes totalitarios fueran del signo que fueran y Caldera apeló a la "solidaridad con el pluralismo ideológico" para basar su
nuevo pragmatismo diplomático, el tachirense abrazó con entusiasmo la defensa de cualesquiera causas progresistas y tercermundistas
en el mundo. Sumándose a Perú, Argentina y Panamá, Venezuela estableció relaciones con Cuba el 29 de diciembre de 1974. Poco
antes, la decisión de la administración republicana de Estados Unidos de excluir a Venezuela, al igual que otros países de la OPEP, del
Sistema General de Preferencias Arancelarias fue tachada de afrentosa e injusta por Pérez, que recordó que su país no había dejado de
suministrar petróleo a la potencia norteamericana cuando los países árabes llamaron a embargar los envíos de crudo a los países con
una diplomacia proisraelí. Su oposición vehemente a la dictadura de Anastasio Somoza en Nicaragua, su amistad con el panameño Omar
Torrijos, apoyándole en las negociaciones con Estados Unidos para la devolución del Canal de Panamá, o sus declaraciones con el
presidente mexicano del PRI Luis Echeverría en favor de la integración hispanoamericana, fueron otras tantas actuaciones que le
aseguraron protagonismo en las problemáticas, resurgidas gracias a la estabilidad de la Guerra Fría, propias del eje Norte-Sur.
Precisamente, en 1975 fundó con Echeverría el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), que estableció su sede en Caracas, con los
objetivos de promover la cooperación económica y los intercambios científicos y tecnológicos entre los países del hemisferio sur
americano y así reducir la dependencia de los países desarrollados del norte. Mandatario de prestigio e influencia, Pérez fue siempre
agasajado en sus giras por los países de Europa, Oriente Próximo, Latinoamérica o la URSS. A finales de junio de 1977 le recibió el
presidente Jimmy Carter, quien no magnificó los resquemores por los reconocimientos diplomáticos de Cuba y China Popular y que
prefirió reconocerle como el mejor representante de la democracia en un subcontinente asolado por las dictaduras.
Sobre este particular, llamó la atención que en el ejercicio de Pérez se registrara la más absoluta normalidad en los cuarteles,
contrastando con las numerosas asonadas que hubo de sofocar Betancourt. Tampoco hubo actividad guerrillera, gracias a la política de
entendimiento y pacificación aplicada por Caldera, que había permitido a las organizaciones de extrema izquierda integrarse en el juego
político. Privado Pérez por ley del segundo mandato consecutivo, para las elecciones del 3 de diciembre de 1978 AD eligió candidato a
Luis María Piñerúa Ordaz. COPEI presentó a Luis Antonio Herrera Campins, quien acusó al mandatario saliente de despilfarrar la fortuna
petrolera y de abonar la corrupción. Prueba de que al electorado no terminaban de parecerle convincentes las políticas de AD, Herrera
batió a Piñerúa y el 12 de marzo de 1979 recibió los poderes de Pérez.
Biografía
Monografias.com
Fundación Polar