Monologos Femeninos y Masculinos

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MONOLOGOS FEMENINOS

1 PACIENTE CERO

ROSA: ¿Algo original?, ¿quieres oír algo original? (piensa un instante y de repente grita) “¡Ya he terminadooooooooo!” (su
interlocutor alucina) Qué, te parece cualquier cosa menos original, ¿verdad? (confirma la impresión del interlocutor y luego le
explica) La semana pasada fui a cenar con mis amigas -las amigas de toda la vida-, y -muy bien…-, y eso que después del
postre, me levanto un momento y voy al baño -necesidades mayores-. Y nada, que estoy en el baño, y vienen mis amigas
corriendo: “¡Venga, venga, el brindis!”. Y yo: “¡Un momento!”. A los treinta segundos vuelven a estar en la puerta: “¡’Venga,
venga, el brindis!”. Y yo: “¡¡Ya voy!!”. Y ellas: “¡¡Venga, date prisa!!” Y yo: “¡¡Que ya voy, un momento!!”. Y empiezan a
golpear la puerta. “¡¡Vengaaaaaa, vengaaaaaaa!!” Y yo: “¡¡Ya he terminadooooooooo!!”
Pues bueno, alguna grabó la escena -nada raro porque nos pasamos la noche grabándolo todo y enviándonos vídeos sin
parar-. Eso que, al día siguiente, por la mañana, me llega un mensajito: “Mira esto”. Era el vídeo de lo del baño, pero solo el
final, el momento en que digo “¡Ya he terminadooooooooo!”. Cinco segundos. Resulta -supongo- que alguno de los
whatsapps se desvió y fue a parar a una amiga de una amiga que -supongo- recortó lo del “¡Ya he terminadooooooooo!” y lo
subió a su Facebook o a su Instagram o ya no recuerdo dónde. El vídeo, a esa hora de la mañana, tenía… ¡cien mil
visualizaciones! Alucina. Pues sólo era el principio. Por la tarde, el vídeo estaba en Youtube, en Facebook, Instagram,
Snapchat, Twitter… Y tenía varios millones de visualizaciones. Al día siguiente, daba igual dónde miraras: te lo encontrabas.
Lo pusieron hasta en el informativo de la tele, ¡que me encontró comiendo en casa de mis padres! ¡Suerte que no se me veía
la cara! Y entonces te das cuenta de que la gente está empezando a enloquecer: vas por la calle y oyes “¡Ya he
terminadooooooooo!”, estás en el trabajo y los compañeros, los clientes “¡Ya he terminadooooooooo!” “¡Ya he
terminadooooooooo!”-. Todo el mundo, por cualquier cosa, “¡Ya he terminadooooooooo!” Entonces la gente se empezó
grabar vídeos diciendo “¡Ya he terminadooooooooo!” y subiéndolos a internet, no aquí ¡en todas partes! En Corea, en
Canadá, Sudáfrica, Australia… “¡Ya he terminadooooooooo!” “¡Ya he terminadooooooooo!” (con varios acentos) Y luego los
famosos: Jennifer Lopez, Leonardo di Caprio, Bill Gates -¿los has visto- “¡Ya he terminadooooooooo!” “¡Ya he
terminadooooooooo!” Y lo máximo ya fue ayer, cuando, ¿lo viste?, cuando el Papa de Roma en no sé qué acto oficial va y lo
suelta también: “¡Ya he terminadooooooooo! (está alucinando) Increíble (recuperando el tono) ¿Querías oír algo original?
Pues ahí está -soy el paciente cero de esta epidemia viral- y ahora tú, cuéntame algo, yo “¡Ya he terminadooooooooo!”
Indicaciones: Como cosa práctica, decir que el “¡Ya he terminadooooooooo!” debería tener una entonación muy
característica, particular, y sonar siempre parecido.
El interlocutor de Rosa es alguien a quien acaba de conocer. Por ejemplo, el típico tipo que, en un bar, entre copas, después de
intercambiar dos o tres tópicos, acaba diciendo aquello de “Cuéntame algo original”? (tópico, también) . Rosa es la paciente
cero de este viral que la ha hecho célebre sin perder el anonimato. Y está un poco harta del fenómeno y se siente algo
superada y, al mismo tiempo, sigue alucinando con lo que le ha pasado. Ésta es la primera vez que lo verbaliza todo de un
tirón y, en cierto modo, le resulta liberador.
Variaciones: Rosa está un poco harta, sí. ¿Y qué pasa si el hartazgo ha derivado en cabreo? Un cabreo genuíno. Se puede
explorar. ¿Qué pasa si la confesión está movida por cierto orgullo de autoría? También se puede explorar.  ¿Qué pasa si el
interlocutor… es un director de casting? Puede ser atrevido pero también se puede intentar. O ¿qué pasa si, sea quien sea el
interlocutor, Rosa no es la paciente cero del viral y se está inventando la historia? ¿Crees que cambiaría algo la manera en
que expresa el discurso?
2 VER MUNDO

ANA: Me dijo -¿no te lo conté nunca?-, me dijo: Eres muy guapa, eres encantadora, lo pasamos muy bien en la cama pero…
no te lo tomes a mal pero… Dijo: No te quiero mentir: Lo que pasa es que no quiero atarme, quiero ir más allá, quiero
conocer mundo –¡“mundo”!-, quiero estar con otras (está alucinando sólo de recordarlo). Eso me dijo. Cuando decía “guapa”,
“encantadora”, el tío quería decir “estás buena”, “me pones”, pero, por lo visto: no lo suficiente. Muy bien. Pues, nada, ahí
me quedé. Lo bueno del caso -el karma-: que la primera que se le cruzó -la primera-,¡pam!, al altar: casado, dos hijos. Toma
ya. La primera. Me lo contó el sábado. ¿Cómo fue? Pues nada, de la manera más tonta. Estaba yo por ahí comprando, en el
centro comercial, el sábado, y, oye, ¿a quién me encuentro? Al explorador. No lo conocí, te lo juro. Está más… Está menos…
Yo salía de una tienda y él estaba sentado en los bancos esos que ponen para aparcar a los maridos. Tenía todo de bolsas, y
una cara de aburrimiento… Pues eso que me ve y se le ilumina la cara, y me dice: “¡Hola Ana, qué tal!”, besos, “¡Qué tal! ¡Qué
bien te veo!”. El tío iba mirando hacia la tienda, así de reojo -tenía a la mujer dentro, comprando-. Y nada, hablamos un poco
y eso, y va y se me acerca y me dice: “Qué tal si nos vemos una tarde, tomamos una cerveza, y me cuentas con más calma, si
quieres vamos a tu piso y…” Y le digo: Y vemos mundo”. Y dice: “¡¡Sí!!” “Mira Javi”, le dije. “Yo ahora podría decirte que eres
guapo, que eres encantador, que lo pasábamos muy bien en la cama y que, venga, que sí, que lo pasaremos de puta madre
en mi casa viendo mundo un rato”… pero es que… No puedo. No puedo porque las tardes las paso con un tío cojonudo que
conocí hace dos meses en Tinder. No es mi novio, es solo un tío. Y no puedo porque no te quiero mentir. Te veo gordo, te veo
viejo y, la verdad, nunca lo pasamos bien en la cama. Al menos yo. (Sonrisa de fin de conversación) (Ana se percata de
algo) Te llaman. ¿Es tu mujer?
Indicaciones: Este monólogo emplea un habla muy coloquial. Ésa es su fuerza. Por eso debe verse así: coloquial. Está
especialmente indicado para actrices que quieran mostrar una forma de actuar natural, fresca, actual.
Se trata sin duda de una venganza. De la narración de una venganza. Ana disfruta contándole a su amiga el episodio. Y lo
saborea. Es posible que hasta lo esté adornando un poco.
Variaciones: Dos variaciones sutiles. La primera: Que no sea verdad que Ana está con un tío de Tinder. Ana puede estar sola,
pero no quiere -en absoluto- quedar con el imbécil que la dejó tirada y no quiere que este imbécil piense que está sola desde
entonces. Esta variación no supone un gran cambio pero añade un matiz. La segunda: Que Ana no vea a Javi gordo y viejo,
sino todo lo contrario. Pero le suelta eso por orgullo. Este matiz quizá es más marcado que el de la anterior variación. Si se
quiere, incluso, se pueden sumar las dos variaciones. Entonces el monólogo puede ganar en registros. Pero solo si es
necesario. Si se necesita una actuación natural, espontánea, sin más, basta con la primera lectura.

3 PRIMERAS IMPRESIONES

LETICIA: ¿Ricardo? Uh, Ricardo… Claro que sé quién es. Lo conocí en Playamar -no he vuelto a ir a Playamar, por cierto, y mira
que me dio fuerte con Playamar al principio; la primera vez que fui, me encantó: las playas de arena fina, el agua cristalina,
los bares… me enamoró, ¿verdad que es bonito Playamar?; luego seguí yendo y, tal como iba, ya, mmm  (ya no le gusta tanto)
… un día, me atracaron cuando paseaba por la calle, en Playamar, y no he vuelto a ir nunca más-. ¿Ricardo, me decías? Pues
claro que sé quién es Ricardo. Qué casualidad. Ricardo. Acabó mal, ¿no? Mira, te voy a decir algo. Cuando lo vi por primera
vez, me enamoró -así como te lo digo-, me enamoró. Qué carácter, qué personalidad. Es de esas personas que desprenden
carisma, que podrían arrastrarte hasta el fin del mundo. Cuando lo vi por segunda vez, ya se me pasó bastante. Cuando le vi
por tercera vez pensé: “Pues vaya un tío más imbécil”, ¿verdad? En fin… La gente es imprevisible, la vida es imprevisible.
Ahora no sé si estoy hablando demasiado. Es que, ¿sabes qué pasa?: Inspiras confianza. Sí. Eres de esas personas que en el
primer minuto parece un viejo amigo, ¿sabes? Tienes un carácter, una personalidad… (le encanta) ¿no te lo habían dicho
nunca? (Mira a su alrededor) Y este bar también me ha encantado, no lo conocía pero, me encanta, me veo trabajando aquí
muchos años. (Termina) Bueno, pues nada. Si estás interesado en mí, soy una buena camarera, (señalando el currículum), ahí
tienes mi teléfono (sonríe)…
Indicaciones: Leticia es muy habladora. Demasiado. Está en una entrevista de trabajo -más o menos informal- para ver si se
puede incorporar como camarera en un bar de copas. Este monólogo puede ser útil si se quiere mostrar expresividad. Permite
una actuación con mucha gestualidad, mucha energía. Leticia habla muy deprisa.
4 NO ME ENFADARE

Inés es una mamá y le está hablando a su hijo de corta edad.


INÉS: (dulce) Cariño, ¿abriste el cajón de la cómoda?, ¿buscaste algo?, ¿cogiste algo?… No me voy a enfadar, cielo, te lo
prometo. Sólo contéstame, por favor: ¿Fuiste tú quien abrió el cajón de la cómoda de mi habitación? (El niño no contesta).
Necesito saberlo, no me enfadaré. Necesito saber… mira, te explico: necesito saber si hay ladrones, ¿sabes?, ladrones que
entran por la noche, mientras dormimos, y tocan nuestras cosas, y podrían hacernos daño, porque… si es así tendré que
llamar a la policía, y tendremos que mudarnos a otra casa porque la policía no podrá garantizar nuestra seguridad, a otra casa
muy lejos de aquí, en otra ciudad probablemente, y tendrás que cambiar de colegio, cariño, y dejarás de ver a tus amiguitos,
a Eric, a Lucas, a Marco, no volverás a verlos nunca más… ¿quieres eso? No, verdad. No me enfadaré, amor, por favor, dile a
mamá: ¿Abriste la cómoda de mi habitación? ¿fuiste tú quien la dejó así? (Tras unos segundos de temerosa indecisión, parece
que el niño confiesa su culpa agachando la cabeza, mientras Inés continúa su letanía por lo bajo: “no me enfadaré, no me
enfadaré”…). ¿Sí? ¿La abriste? ¿Eso es un sí? Mírame cuando te hablo, amor. ¿Eso es un sí? ¿Se te ha comido la lengua el
gato, cariño? ¿No tienes voz? (enfadándose progresivamente) Es un sí. Abriste el cajón de mi cómoda. Hijo, ¿cuántas veces te
he dicho que no quiero que toques las cosas de mi habitación? Muchas, ¿verdad? Y tú vuelves a tocar, cuando sabes que me
molesta mucho. ¿En qué idioma hablo? Cuando digo una cosa es una cosa. ¡Punto! ¡A tu habitación! ¡Castigado!
Indicaciones: Sin duda Inés faltó a su palabra: Sí se enfadó. Empezó muy dulce, pero terminó muy enfadada. Su enfado es
progresivo. No quiere faltar a su palabra, pero no puede evitarlo. Tan pronto como su hijo confiesa, empieza a calentarse
según habla. Y no puede parar. Este monólogo es útil para mostrar un arco de comportamiento. Un cambio de tono
progresivo. Variación: Si el giro es brusco, repentino, el monólogo adquiere un tinte gracioso. En ese caso, el monólogo puede
ser útil para mostrar la vis cómica de la actriz.

5 LA DAMA DE NEGRO

ELENA: ¿Cómo? ¿Qué yo soy la “Dama de Negro”? ¿Que la mujer que lleva más de diez asesinatos a sus espaldas en esta
ciudad… soy yo? (piensa) ¿Cómo se te ha podido ocurrir? No, no, no, espera, déjame hablar. Lo sé. Supongo que habrás
reunido pruebas -eso son pruebas ¿no?- o indicios, o sospechas que te dicen que la Dama de Negro soy yo, vale, sí. Mi
pregunta es: ¿Cómo se te ocurre decírmelo aquí -¡aquí!- si sabes que la Dama de Negro mata a sus víctimas cuando está a
solas con ellas? (silencio) ¿Te parece buena idea venir hasta aquí a decírmelo? ¿Hasta aquí? (grita, abriendo los brazos) ¡Hola!
¡Mi compañero dice que yo soy la Dama de Negro!  Negro, Negro, Egro… (reproduce ella misma el eco, luego mira a su
compañero) Ni cobertura de móvil hay. No me lo puedo creer. Has sido tan vanidoso que has corrido a decírmelo nada
descubrirlo. Te morías por demostrarme que tienes mejor instinto investigador que yo. Nunca has soportado que una mujer
brille más que tú en el Departamento. Pues, ¿sabes?  -voy a pensar en voz alta-… (mira a su alrededor, no hay nadie a
kilómetros de distancia) Yo… Creo que seguimos persiguiendo pistas falsas, creo que esa asesina es asquerosamente lista,
que disfruta matando y riéndose de tipos como tú; y creo… que no soy yo.  Eso creo. Y creo que te conviene que yo siga
teniendo mejor instinto investigador que tú… ¿Verdad? (el hombre no contesta) (Se vuelve al infinito y grita haciendo
eco) ¡Verdad! ¡Verdad! ¡Verdad!…

Indicaciones: Elena y su compañero son policías. Llevan tiempo siguiendo la pista de una asesina misteriosa que no para de
matar. Unos indicios de última hora -y una sospecha que viene de antiguo- acaban de confirmarle al compañero de Elena que
ésta, Elena, muy probablemente es la asesina. En lugar de comunicar este hallazgo al departamento. El compañero ha ido a
decírselo a Elena, a la cara. No ha podido resistir el impulso. Ha actuado por vanidad. Llevaba demasiado tiempo soportando
cómo todo el mundo pregonaba que Elena era mejor investigadora que él.  
Monólogo de cine negro. De serie de TV negra. La actriz debe exprimir esos silencios, esas miradas, esas salidas de tono en las
que grita al infinito. Ha callado a su compañero. Ella manda. Controla el instante. A medida que habla, siembra el miedo en su
compañero -porque veladamente le está amenazando con matarle-. Y disfruta con ello. Elena no es la asesina. Pretende
solamente que su compañero pase un mal rato, como reprimenda por su equivocación (equivocación doble: creer que ella es
la asesina y venir a decírselo). Exprime, no obstante la duda que se genera en su compañero: ¿va a matarle? Esta duda
también la tiene el espectador del monólogo. 
Variaciones: ¿Y si Elena sí es la asesina? En tal caso, Elena parece ofrecer un trato a su compañero: si callas lo que has
descubierto, no te mato. El discurso no cambia pero el fondo puede variar un poco. Podría ser tan mala que, a pesar de abrir
una puerta a la esperanza al compañero, Elena ha decidido matarle igualmente, y sólo se está recreando. Sea como fuere, se
trata de in monólogo intenso que requiere una interpretación con carga. 
        

6 ME VALE CUALQUIERA
CARMEN: Mira, te voy a contar algo -te puedo tutear, ¿no?-. Yo siempre he querido ser actriz. Actriz de cine, de teatro, de lo
que sea. Actriz. Y creo que se me da bien, que soy buena. Hace… hará cosa de diez años fui a una audición, a un
casting. (Explica) Hice mi prueba. Y me fui. Al día siguiente me llama el director de la película. Y yo voy. Y me dice que le he
gustado, que cree que soy buena, que encajaría perfectamente en su película. Pero también me dice que hay unas cincuenta
chicas tan buenas como yo que también encajarían en su película. Y me dice -así directamente- me dice que si me acuesto
con él -allí mismo, en ese momento-, me da el papel a mí. Si hubiera aceptado, ahora no estaría aquí. Esa película me habría
lanzado, estoy segura. Pero le dije que no. No quise acostarme con él. No creas que te estoy soltando un discurso feminista,
reivindicativo, bla bla bla. No. Respeto a ese hombre. Él me propuso algo a cambio de algo. Elegí libremente. No estaba
interesada en lo que me proponía. Me fui por donde había llegado. No voy a criticarle. La película era suya. Después de eso,
fui ascendiendo en la empresa donde trabajaba y surgió la ocasión de fundar una nueva empresa, propia. No fue algo fácil. Ni
seguro. Arriesgué todo mi dinero. Y aquella pequeña empresa de material de oficina se convirtió en esto que ves hoy. ¿Cómo
me has dicho que te llamas? ¿Manuel? Manuel. Tengo a cincuenta candidatos para ese puesto de mozo de almacén. Me vale
cualquiera. ¿Estás dispuesto a hacer algo para diferenciarte del resto, Manuel? Libremente.
Indicaciones: Lo primero que quiere saber el oyente/espectador de un monólogo cuando empieza a escuchar/ver un
monólogo es la identidad del personaje que habla. ¿Quién está hablando? Luego querrá saber las circunstancias que rodean a
ese personaje. ¿Con quién está hablando? ¿De qué habla? ¿En qué situación se encuentra? ¿Con qué motivo habla?, etc. (1)
Inicialmente, ese “Yo siempre he querido actriz” de este monólogo sugiere que Carmen es una actriz que está a punto de
hacer un casting. A medida que habla, vemos que no. (2) Que no está a punto de hacer un casting. Carmen es una actriz que
le está contando a alguien una experiencia que tuvo en un casting. La clase de experiencia que hoy en día mucha gente
calificaría como humillación, abuso, o incluso como agresión sexista. (3) Pero resulta que Carmen considera que aquello que le
pasó en el casting no fue una agresión sexista, ni un abuso, ni siquiera una refinada forma de humillación. Fue una oferta que
ella rechazó. (4) Carmen no es una actriz, es una empresaria. Y en este preciso instante está hablando con un candidato a
ocupar un  puesto de trabajo en su empresa y ella, haciendo uso de una coherencia admirable, (5) le hace una oferta parecida
a la que en su día le hizo el director de cine.
El monólogo no juzga. Su gracia está en jugar con la suposición equivocada del espectador que, por 4 veces, probablemente
entenderá la escena de manera equivocada (las fases del monólogo están enumeradas entre paréntesis en el párrafo
anterior). Para terminar con una sorpresa (5).  Independientemente de lo que cada cuál piense sobre el asunto, hay que ver a
Carmen como una persona extraordinariamente coherente. Y segura de sí misma. ¿Qué quiere Carmen? Con este discurso
quiere empatizar con el chico que tiene delante. Y quiere sexo, sí. Quiere que el chico acceda a tener sexo libremente.      
  

7 SUPON

BEGOÑA: Me has dicho que no te vas a enfadar. Vale. A ver cómo te lo cuento… (piensa un poco) A ver… (da con una
idea) Vale. Supón que estoy en la calle intentando parar un taxi y no hay manera, y ya es tarde, y ya no quedan autobuses  -no
sé cómo narices voy a volver a casa-. Y supón que, cuando estoy a punto de cortarme las venas, pasa Eduardo con el coche y
me ve. Me pita. Y me dice: “Ey, Begoña, sube, que te llevo a casa”. Supón que se me ha estropeado la cafetera. Y cuando
estamos llegando a mi casa, se lo explico en plan drama -porque es un drama-. Y le digo: “Me dijo Susana que el otro día
arreglaste una de estas, ¿verdad?”. Y le convenzo para que suba y le eche un vistazo. Supón que se pone  a manipular la
cafetera y, cuando está abriendo el compartimento del nosequé, a mí se me vuelca el recipiente del agua que tenía que estar
sujetando pero que se me resbala – suerte que no estaba caliente, el agua-. Y supón que claro, se le moja la camisa y yo le
digo que se la quite, que se la seco -y yo también me tengo que quitar la mía porque también se me ha mojado-. Y le paso un
poco una toallita por el pecho para secarlo. Y también me la paso yo porque yo también me lo he mojado. Supón que, no sé
cómo, empieza a hacer mucho calor y mi sujetador vuela, y sus pantalones vuelan y acabamos allí, en el suelo de la cocina…
bueno. (Se da cuenta de que su amiga se está enfadando mucho). No, no, me has dicho que no te ibas a enfadar. Joder
Susana, no. (Susana está enfada) No quiero que te enfades. A ver… Vuelvo a empezar. Supón que Eduardo no es tu marido,
que estoy en la calle intentando parar un taxi…

Indicaciones: Difícilmente alguien utilizaría una estrategia tan mala como la de Begoña para confesar a una amiga que ha
tenido un affair con su marido. Este monólogo pertenece a la categoría de las exageraciones, de modo que se recomienda
utilizarlo en audiciones o vídeos en los que se quiera mostrar la vis cómica.
Variaciones: Pero supongamos que Begoña desea que el matrimonio de su amiga se rompa. En ese caso… hay estrategia,
mala intención. El mismo relato cómico y exagerado tendrá un interesante fondo de cinismo.
8 EL ALCOHOL ES MUY MALO

TERESA: (Interrumpiendo) Un momento, un momento, un momento… Cuando te digo “¿Qué tal el fin de semana?” No te
estoy diciendo “¿Qué tal el fin de semana?”, ni “¿Lo pasaste bien este fin de semana?” y aún menos “¿Qué hiciste este fin de
semana?” No te equivoques. Lo que te estoy diciendo es: “Te voy a contar mi fin de semana con todo lujo de detalles y tú me
vas a escuchar tanto si te apetece como si no”, así que, por favor, contesta rápido y sencillo a mi pregunta retórica de
cortesía porque tengo muchas cosas que explicar y nos quedan sólo diecinueve minutos de desayuno. ¿Has entendido?-Sí-
Has entendido. Ah, no, come, come, no hace falta que hables. Mira, ya hablo yo. Te cuento. El fin de semana, genial:
Despedimos a Samantha. Fuimos a cenar un grupito del trabajo. Le hicimos una especie de fiesta sorpresa. Luego te señalo
quienes fuimos porque si te digo los nombres te vas a quedar igual. Samantha es la chica que estaba antes con nosotros. Se
ha pedido una baja por maternidad, pero sin maternidad. Una especie de baja temporal por depresión, pero no-temporal,
sino permanente: Vamos, que se ha ido. Por lo visto se colapsó. Eso dijo. (Confidente, en voz baja) Discurso típico para que no
te quiten el finiquito. Es que si te vas voluntariamente, no ves ni un céntimo; pero si es por una cuestión médica… La tía hasta
presentó papeles, se lo curró muy bien…
Bueno, a lo que iba. Que nos presentamos en su casa. Ella no sabía nada. Ni su marido. Tenías que haber visto que cara
puso… Fue en plan despedida de soltera. La sacamos por la fuerza y nos la llevamos de fiesta. La emborrachamos. Qué
divertido fue. Ya sabes qué hace una cuarentona cuando la emborrachas: que dice unas tonteríaaaaas… Dijo que a ella el
trabajo le gustaba mucho y estaba deprimida por haber tenido que irse.
El alcohol es muy malo, niña. El trabajo es una mierda, ya lo irás viendo. Uh…, aún me da vueltas la cabeza. Es que bebimos
mucho. Mario terminó con un sombrero de cowboy en la cabeza. Irene acabó descalza y con una carrera en las medias.
Chema y Jose, subiéndose a una farola. Sandra, Bea y yo, cantando “Over the rainbow” a todo trapo –vaya panorama-, y
Samantha diciendo que yo era una harpía y no me soportaba ni me había soportado nunca…
Estuvo muuuuy bien. Aquí hay muy buen rollo, ya lo verás.
Indicaciones: Samantha dejó el trabajo porque acabó harta de Teresa. La sustituta de Samantha va a descubrir ahora en qué
clase sitio se ha metido. Teresa realmente es una harpía, pero aún no lo sabe. El interés de este monólogo está ahí: en
mostrar una Teresa disparatadamente tóxica pero, al mismo tiempo, tan ingenua como para no darse cuenta de que la gente
no la soporta.

 
9 YO QUIERO UNO COMO ELLA

Después de quince años de matrimonio, Luz se ha divorciado. Hoy, cuando estaba paseando por un centro comercial, se ha
encontrado con su marido (su ya ex-marido) con su nueva pareja: una chica de sólo diecinueve años. Luz ya tenía noticias de
esta nueva relación de su ex marido con una tan joven, y la había aceptado con naturalidad, pero el hecho de verlos juntos,
allí, le ha producido un impacto que no esperaba.
LUZ: (a su ex marido, a solas, allí mismo) Crees que sabes lo que estoy pensando: que está fuera de sitio que estés con una
niñ… con una chica de diecinueve años, a tu edad… -le doblas la edad… o un poco más, ¿no?-, así dándoos besitos,
metiéndoos mano, sin disimular ni nada… Supongo que es lo que te estará diciendo todo el mundo: “Podría ser tu hija”… Si
hubieras… Si hubiéramos tenido una hija en… ¿qué han sido? quince años de casados… más… ¿cuántos estuvimos antes? Tres
años, ¿no?… más tres años saliendo… Pero… que, entre una cosa y otra -que si tu trabajo, que si mi carrera, que si mi trabajo,
que si tu tenis y tu paddle, que si mi gimnasia y mi yoga…- vamos  que, si… entre unas cosas y otras pues… que no hubo
tiempo para hija, ni para hijo –ni para suegros, afortunadamente-, ni para según qué cosas, y que… Hay que ver qué rápido
pasó todo y… aunque han sido muchos años, parece que… no ha dado tiempo para casi nada… aunque estuvimos muy
ocupados haciendo… no sé…, la verdad, haciendo lo que hace todo el mundo, si es que tampoco fuimos muy distintos a todo
el mundo y… Imagino lo que te estará diciendo tu madre sobre… -¿cómo se llama? ¿Clara, no?- sobre Clara. Uh, puedo
imaginármelo: que si nunca valoras lo que tienes, que si eres un inconstante, que si te vas a cansar rápido de la nueva, que si
eres un caprichoso, que si es solo una cría… Como si la estuviera viendo… y… pensarás que yo también… Que yo estoy de
acuerd… ¡Realmente es una monada! Qué joven. Qué guapa. Bueno, no sé lo que dirá la gente, lo que estará pensando todo
el mundo, pero, la verdad es que… Te veo con ella y… Os acabo de ver, así de golpe, claro, no he podido evitar pensar que…
que…: Jodido cabrón, ¿dónde la has encontrado? Yo quiero uno como ella. Es que me estoy imaginando con uno de la edad
de Clara y me estoy poniendo…

Indicaciones: El interés de este monólogo está en que: aparenta ser un monólogo de desencuentro cuando, en realidad, es
todo lo contrario: es un monólogo de complicidad. A simple vista puede parecer que Luz va a expresar –está expresando- un
reproche a su exmarido. Y, si nos ceñimos a la letra del monólogo, encaja con eso: éste podría ser perfectamente el discurso
de una exmujer, dolida, que no acepta que su marido la haya cambiado por una jovencita de diecinueve años. Y, en tal caso,
Luz se expresaría con vehemencia, y hablaría atropelladamente, atacando, con un enfado que iría en aumento a medida que
los motivos de reproche se le fueran agolpando en la cabeza.

Pero no es esto lo que ocurre en este monólogo. En este caso, Luz lleva bien su condición de divorciada, y no tiene nada que
reprochar a su exmarido, que siempre se portó bien con ella. Lo que pasa en esta escena es que, al ver a su exmarido
besándose con una chica jovencita, se le ha disparado la imaginación y se ha visto a ella misma con un chico de diecinueve
años en actitud igualmente amorosa y desinhibida y, a medida que está hablando, se le está haciendo más vívida esta imagen
y le va pareciendo cada vez mejor idea. Hasta que no puede evitar decirle a su exmarido: “Jodido cabrón, ¿dónde la has
encontrado? Yo quiero uno como ella.”. Es por esto que Luz hablará despacio -muy despacio-, sin ningún enojo, ligando frases
con pereza, de forma dispersa: porque está pensando en una cosa cuando trata de hablar de otra. Lo interesante del
monólogo es que la actriz, cuando lo represente, lo maneje de manera que, inicialmente parezca que la situación es la típica
de desencuentro. Y que vaya desvelando, poco a poco, que se trata de un discurso de complicidad que se destapa
abiertamente al pronunciar esa última frase de colegas. La clave para no traicionar el sentido real del monólogo es que: hable
muy despacio, con mucha pausa.
10 CONCURSANTE SOLIDARIA

María es la finalista de un concurso de televisión. Después de tres semanas de duras pruebas (pruebas físicas, de cálculo, de
estrategia, de orientación, de habilidad…), en las que han ido cayendo eliminados, uno tras otro, semana tras semana, todos
los rivales de María, ahora sólo le queda un último competidor. La decisión final corresponde al jurado. El presentador del
programa acaba de pedir a los dos finalistas que le digan al jurado en qué gastarán el premio si resultan vencedores.
MARIA:  (teatral) Bueno, ahí va mi discurso. Me parece muy respetable que mi contrincante quiera gastarse el super-premio
del concurso comprándose todas esas cosas que ha dicho: coches deportivos, mansiones, super-vacaciones en hoteles de
super-lujo, cruceros, ropa cara y todo eso que has dicho (mirando al lado). Me parece muy respetable, me encanta. (Al
jurado) Porque en realidad, yo quiero hacer lo mismo: quiero gastar el dinero del super premio del concurso en aquello que
me hace feliz. En mi caso, lo que me hace feliz es ayudar a los más necesitados. Hay mucha gente en esta ciudad que pasa
hambre, aunque no lo crean. Mucha. Hay, auténticos dramas sociales, aquí mismo, a la vuelta de la esquina. Si ustedes me
votan, señores del jurado, y gano el super-premio, lo que haré con el dinero es donarlo íntegramente a la campaña
“Ayudemos al sector 8”. Con una aportación tan importante, histórica, he calculado que podrían comer tres mil familias
durante dos años enteros, y tendrían cubiertas las necesidades de agua, electricidad y manutenciones varias, como ropa para
los niños, educación, vacunas, etc. Tanto mi rival como yo hemos hecho un muy buen concurso y, sin duda, los dos
merecemos ganar. Es una pena que no podamos ganar los dos. Ahora la decisión está en sus manos, señores del jurado.
Ustedes deben decidir quién sale ganando de aquí. Muchas gracias.
Indicaciones: Lo que hace María es un chantaje emocional. Ciertamente, no tiene nada de malo querer gastar el dinero de un
premio comprando aquello que a uno le apetezca, pero María sabe que, al apelar a una causa solidaria, de repente, el
discurso de su oponente parece caprichoso e insolidario. Y eso le va a dar la victoria en el concurso. No hay duda. María se va
creciendo a medida que pronuncia el discurso viendo cómo su oponente se encoge poco a poco. El monólogo resulta
humorístico en la medida en que se haga de forma teatral. Y resultará auténtico. Hay que tener en cuenta que María, la
concursante del programa de televisión, está “actuando” frente al jurado. Y es una actriz muy teatral. Así pues, la actriz que
interprete este monólogo en un casting, deberá tener en cuenta los dos niveles: tendrá que representar el papel de un mujer
que representa un papel. Si se le quiere añadir un matiz: podemos dar por hecho que María, en el momento de pronunciar el
discurso, sabe perfectamente que no va a donar el premio a una causa benéfica. Eso tiñe levemente de cinismo la
interpretación.

11 DEBES DECIRLO TU

CONCHITA: Cariño, no tienes que preguntarme. Yo elegí a tu padre en contra de la opinión de toda mi familia. Y he sido feliz.
Te tuve a ti. (Sonríe cálidamente) ¿Es el hombre de tu vida? Pues, adelante, qué voy a decirte yo: tienes cuarenta años, ya no
eres una niña… ¿De dónde vienen las dudas, corazón? ¿De lo que opinas tú o de lo que habla la gente? No hagas caso de lo
que diga la gente. Piensa por ti misma. Piensa en ti. ¿Dices que casarte con ese hombre te hará feliz? Pues, ya está. Eso es lo
único que importa. Yo sé que estás sinceramente enamorada de él. Siempre lo has estado. Desde que tenías diez años. Por
ese hombre me hiciste apuntaste a baile, ¿te acuerdas, que tú dudabas porque te daba mucha vergüenza y yo decidí por ti?
Seguro que, cuando le miras a la cara, aún ves al Martin Sharpe de los “Los reyes del baile” o de “Danza conmigo”. Qué voy a
decirte yo. Si crees que te hará feliz, adelante. Yo no deseo otra cosa que tu felicidad, hija mía (sonríe complaciente). Te vas a
casar con el capital Marley de “Tormenta en los mares del sur”, con el Jack Balance de “Puños de gloria”, con el príncipe
desterrado de “Jaque a la corona”… Un hombre maravilloso, sin duda. No te podrá convertir en reina, ni se pegará por ti en
un ring, ni te llevará a navegar en un velero por los mares del sur, ni podrá sacarte a bailar. Tiene más de ochenta años, ya.
Pero sigue siendo Martin Sharpe, la leyenda Hollywood, la estrella que enamoró a medio mundo durante más de cuarenta
años. Y aún tiene esa mirada seductora. Y con esa mirada, aunque ya no hable, te ha elegido a ti. ¿Quieres casarte con él? No
me toca a mí decidir… como no le correspondería decidir a la mamá que acaba de dar a luz en ese hospital de enfrente
sobre tu relación con su bebé dentro de cuarenta años… si te enamoraras de él.  (se sorprende) ¡Mira qué ejemplos tan
disparatados me haces decir! Hija, no me preguntes, debes decidirlo tú.
Indicaciones: Contrariamente a lo que dice, Conchita sí quiere decidir. Siempre lo ha hecho. Es una madre posesiva y
controladora. No obstante, articula el discurso de manera que parezca que deja la decisión en manos de la hija. Pero no es así.
Y quiere que quede suficientemente claro. Sobre todo al final. Argumenta en varias ocasiones que su hija ya es lo
bastante mayor como para tomar ella misma la decisión (“Tienes cuarenta años”). En realidad le está recordando que, en
todo este tiempo, nunca ha sido capaz de tomar una decisión importante por sí misma (empezando por la de unirse a un
hombre). Ahora no va a ser diferente. Y, en el caso que se presenta, hay además un flagrante problema de edad: el hombre es
demasiado mayor para que tenga una relación con ella. Y con toda la intención del mundo, Conchita lo ilustra con un ejemplo
tan tramposo como falaz (el ejemplo del bebé), pero que posiblemente va a resultar muy efectivo. Lo que quiere Conchita, en
definitiva, es que su hija continúe bajo su control. Quiere borrarle de la cabeza cualquier esperanza de que las cosas cambien.
Y todo ello lo hace, por supuesto, con un tono de bondad, cariño, ternura, complicidad. Como lo haría una buena madre que
piensa en el bienestar de su hija y no en el propio.
12 DESCONTRATURENME

ELSA: O sea, que tú le dices que tienes una contractura en la espalda y él te empieza masajeando la espalda pero a los diez
minutos sus dedos se van por los lados y acaba masajeándote esta parte de aquí donde empieza el pecho, que luego acerca
sus labios a tu nuca y dice que lo hace para aplicar calor, que no deja de repetirte lo guapa que eres y te acaba proponiendo
ir a su casa para hacerte un masaje en una camilla especial que tiene allí… Chica, yo creo que no hay duda. Y, mira, te diré
algo: hace un tiempo, tú me vienes con esto y te hubiera dicho: “¡Pero qué haces tía, te has vuelto loca, que estás casada y él
también!” Ahora, en cambio te digo: “¡A-de-lan-te!”. No vayas a pensar que no estoy bien con Jorge. Soy feliz: Jorge me
quiere mucho, adoro a mis dos hijos y todo es maravilloso. Sólo que a veces voy un poco estresada: los niños, el trabajo, el
inglés, el gimnasio, la casa, el baloncesto de los niños, mis padres, mis suegros… Me gusta mucho mi vida, soy muy feliz, pero
esto empezando a tener un poco de estrés y creo que me está afectando al sueño, a veces tengo como mareos, creo que se
me agarrotan los músculos, que se me hacen como contracturas en la espalda. Voy a necesitar que me descontracturen…
Indicaciones: La protagonista de este monólogo, Elsa, es una mujer muy tradicional. Es la clase de persona que siempre
desaprobará una infidelidad de una amiga. Pero algo ha cambiado. Esta vez su amiga, le ha contado -con mucho tacto- que
se está dejando llevar por las insinuaciones de su fisioterapeuta y Elsa no sólo no se lo ha reprochado  sino que la ha animado
a experimentar. ¿Por qué? Porque algo está pasando en el matrimonio de elsa -y en su vida- que la ha hecho ver la opción de
la infidelidad como apetecible. Contrariamente a lo que ha predicado durante mucho tiempo, el matrimonio de Elsa ya no es
maravilloso. De hecho, lleva un tiempo cuesta abajo, lastrado por la rutina y la falta de atención. Y se lo quiere confesar a
gritos a su amiga. Pero no puede porque siempre fue una ferviente defensora del matrimonio y la fidelidad. Pero acaba
haciéndolo veladamente. O no tan veladamente. El monólogo tiene un tono distendido, incluso cómico. A la propia Elsa le
interesa desdramatizar la situación, banalizarla.

13 LA TERCERA CABINA

ADUANERA: Tengo para ti una noticia buena y una mala. La mala es que sé lo que hay en tu maleta. No te molestes en
negarlo, lo he visto por rayos X. Calculo que llevas cuatro quilos. Si te tomaste la molestia de conocer un poco nuestra
legislación antes de lanzarte a hacer la tontería que has hecho, sabrás que por cuatro kilos te condenan a 20 años. Veinte
largos años en un auténtico infierno. ¿La buena noticia? Lo más probable es que el pesaje oficial diga que llevabas tres kilos.
Uno menos. Así que, en vez de 20 años, te caerán 15. Quince años en un auténtico infierno.
¿Te parece justo? A mí no me lo parece. Quizá ahora mismo no quieras ni pensar en ello pero te aseguro que no es justo, no
lo es. Gracias a estas “pérdidas”, los funcionarios de pesaje ganan en un minuto lo que un funcionario honrado de aduanas
no gana en una vida entera trabajando. He visto a muchas chicas como tú encubrirlos. Por 5 años. 5 miserables años de
rebaja. ¿Acaso son pocos, quince años de cárcel? Es un mal negocio, te lo digo yo. Estoy harta de verlo. Luego os arrepentís
todas, pero para cuando llegan las lágrimas es tarde. Esos corruptos van a ganar en unos minutos muchísimo más de lo ibas a
ganar tú por este transporte, y sin ningún riesgo. Ellos son parte del negocio, bonita. Y tú eres la tonta necesaria. Lo has
arriesgado todo para nada. Y la rueda sigue girando. Después de ti vendrá otra, y otra, y otra… No llores, escúchame. La mala
noticia es que he descubierto que llevas cuatro kilos en la maleta, sí. Pero la buena noticia no es que esos cuatro kilos se
vayan a quedar en tres. La buena noticia es que sólo lo he visto yo. Nadie más. Y eso significa que vas a tener una segunda
oportunidad. Quiero poner fin a estas injusticias. La corrupción lo está pudriendo todo. Escúchame bien, te diré lo que vas a
hacer: Te secarás las lágrimas y saldrás de esta habitación con total normalidad. Esto sólo ha sido un control rutinario de
pasaporte. Tomarás el pasillo de embarques y te detendrás al llegar a las terminales. Allí, a la izquierda, verás que hay unos
baños. Entrarás en el de mujeres. Dentro verás que hay seis cabinas. Entrarás en la tercera. En la tercera empezando por la
izquierda, no te equivoques. Una vez dentro, abrirás el depósito de agua y meterás dentro, con cuidado, esos cuatro
paquetes. Luego saldrás del baño, irás a tu mostrador de embarque, tomarás el avión con el resto de pasajeros y no volverás
a pisar este país nunca más. ¿De acuerdo? No llores. Anda, ve. No me lo agradezcas. No lo hago por ti, ni por mí: Sólo hago lo
que es correcto. La tercera cabina, recuerda, la tercera, no te equivoques.

Indicaciones: Esta aduanera es tan corrupta como los funcionarios corruptos a los que dice aborrecer, lo que ocurre es que
está empleando un discurso con el que quiere que la víctima la vea como un ángel salvador. Es por ello que la actriz que
interpreta a la aduanera deberá adoptar un tono extremadamente dulce, conciliador. Pero deberá conseguir también que se
mantenga viva la amenaza que pesa sobre la víctima si no sigue las indicaciones que ella le está dando. Es un doble juego. Es
“el malo” de la película salvando al héroe de la caída que él mismo está causando, es un secuestrador avivando el “síndrome
de Estocolmo”.
El lenguaje corporal de la actriz tendrá que conciliar todos estos matices a lo largo del discurso:  la rigidez de la autoridad
policial, el arrojo del funcionario honrado que se rebela ante la injusticia, y la calidez y proximidad de la persona
desinteresada que quiere ayudar.
14 COMO EN LOS PUENTES DE MADISON

Carolina y Mario llevan 4 años viviendo juntos. Las cosas ya no son como antes.
CAROLINA: No te estoy pidiendo que cambiemos de coche; está bien el que tenemos, vamos, me da igual. En la escena del
semáforo… En esa escena -te la explico-, Francesca va con su marido en coche y llegan a un cruce. El semáforo está rojo.
LLueve. No hablan, sólo se oye el tic tac del intermitente, el batir de los limpia parabrisas. El semáforo cambia a verde. Los
coche de delante no arrancan -el coche de delante no arranca-. El marido se queja: “Pero, ¿a qué está esperando?” Francesca
no dice nada. En silencio, ha llevado la mano a la manilla de la puerta porque quiere salir corriendo. Quiere montarse en ese
coche que hay delante. Y no va de coches, cariño. Va de… De que no sabes de qué te estoy hablando. Va de es eso,
justamente. No es una gran película -ni una gran novela-, tranquilo. No te perdiste nada. Es que… recuerdo que me quedé
sola viéndola, en el salón, como tantas veces… Va de eso, de quedarme sola viendo películas. ¿Por qué ya no vemos películas
juntos? ¿Cuándo dejamos de hacerlo? Si hubiésemos seguido haciéndolo, sabrías de qué escena te hablo. Sabrías lo que
quiero decir. Y probablemente yo no estaría como Francesca, ahora, con la mano en la manilla de la puerta…
Indicaciones: En la escena clave de “Los Puentes de Madison”, la protagonista, Francesca, se debate, durante la pausa de un
semáforo, entre salir corriendo y subirse en la furgoneta de delante, donde la espera su amante, Robert, o permanecer con su
marido. Finalmente opta por esto último. En este monólogo, la protagonista, Carolina, lleva cuatro años casada y nota que su
matrimonio ya no tiene chispa, como le ocurría a Francesca en la ficción de “Los puentes de Madison County”. El marido de
Carolina, Mario, ya no expresa la ternura de antes, y ha dejado de mostrar interés por compartirlo todo con ella. El último
ejemplo es éste que ella está comentando.  La otra noche, empezaron a ver juntos “Los puentes de Madison” y, enseguida, él
se desentendió y la dejó sola en el salón con la tele. Lo que Carolina quiere decirle a Mario es que se vió reflejada en el
personaje de Francesca. Y el hecho mismo de que Mario no sepa de qué le está hablando -porque se fue a hacer otras cosas-
confirma su sensación. Movida por la tristeza que ésto le provoca, Carolina llega incluso a decirle a Mario que, en el caso de
verse en una situación parecida, ella quizá sí abriría la puerta y correría hacia la furgoneta de delante; o sea, que está
empezando a plantearse que quizá quiere terminar su relación. Y Mario la escucha, asintiendo y sin comprender.

15 NO ME ENTRA

Noelia y Álex tienen una cena de exalumnos. A los dos les hace mucha ilusión reencontrarse con los viejos compañeros de
instituto. De repente, parece que Noelia deja de estar ilusionada.
NOELIA: (irritada, sosteniendo una prenda de ropa, habla a su marido que está en otra habitación)  En frío, en frío, en frío…
las lavadoras se hacen en frío. Una vez que haces una y… toma, la haces en caliente. No me escuchas, cariño, no me
escuchas. Las lavadoras se hacen en frío. Mira, se ha encogido todo. Estos pantalones antes me entraban, esta camiseta me
entraba, las braguitas rojas me entraban… y ahora no me entran. No me entra nada. Todo pequeño. La próxima lavadora que
compremos no tendrá programa caliente -será de las baratas- para que no puedas cagarla. ¿Me oyes? ¡Me pongo así porque
le tenía mucho cariño a esta ropa, qué pasa! ¡Sí, le tenía cariño! ¡Y no quiero comprar ropa nueva! ¡Quiero esta ropa! Álex, no
quiero ir. No quiero ir. No voy. Yo no voy. Mañana voy al cine, estrenan la de Amenábar. Sí, la voy a ver. ¿Cuánto hace que la
estoy esperando? Me compro unas palomitas y ale, a ver la peli. Ve tú al baile si quieres. Yo no voy. También era tu curso, eh.
Mierda de Facebook. Si he estado veinte años sin verlas será por algo. Todas operadas. ¿Has visto las fotos? Yo no voy. Y este
espejo, joder, está descolgado, se ha vuelto a descolgar, Álex, mira, hace comba, qué horror, todo se rompe en esta casa.  (Su
marido le dice algo) ¿Resistencia? ¿Qué es una resistencia? Pues si también tiene rota la resistencia, con más motivo, tiramos
la lavadora y compramos una nueva, una de las baratas, que solo lave en frío, para que no la vuelvas a cagar… Mira  (vuelve a
la prenda de ropa), qué pena. Me quedaba perfecta…
Indicaciones: Noelia está negando la realidad.  La lavadora no ha podido encogerle la ropa porque la lavadora no lava en
caliente.  Álex se lo está diciendo: la lavadora tiene la resistencia rota; no puede lavar en caliente. Pero Noelia no escucha. No
quiere escuchar. Está obcecada. Se ve gorda y le echa la culpa a la lavadora. Se la echa a Álex. Se la echa a todo el mundo. Lo
que pasa es que está teniendo un ataque de pánico: su antiguas compañeras de clase se ven  estupendas y ella, no. Y la cena
de exalumnos es esa misma noche. El monólogo es cómico. Tiene que notarse lo injusta que está siendo con Álex. Ahí está la
gracia. Cuanto más habla más pone al descubierto todas sus inseguridades.

 
16 CONOZCO A ESA CLASE DE HOMBRES

Inés está preocupada porque Laura, su nueva compañera en la cadena de montaje de la fábrica, tiene una vida triste y
aburrida. El viernes por la noche la saca para que se divierta y conozca gente. Están sentadas junto a la barra de un bar. Inés
está buscando algún hombre interesante para Laura.
LAURA: (refiriéndose al último hombre que le ha señalado Inés) Te refieres a ese de ahí, el de la americana oscura… Sí, es
guapo, y parece simpático, divertido, pero… no. (Segura de lo que dice) Conozco a esa clase de hombres: Son hombres
encantadores que luego resultan tener una cara oculta. Son hombres que te ahora sacan a bailar y te hace flotar por la pista
como si fueras la princesa de una monarquía europea, luego te llevan afuera y te dicen las cosas más bonitas del mundo a la
luz de la luna, te acompañan a tu casa y te respetan, te sonríen, y se marchan elegantemente, haciendo que los desees con
todas tus fuerzas, y empiezas a contar los minutos para que llegue el viernes siguiente y puedas verlos de nuevo, temiendo
que quizá estén con otra chica, pero no, están aquí, en el mismo sitio, esperándote con un ramo de flores que lleva escrito tu
nombre dentro, y les besas, y les pides que te lleven a sus casas, y hacéis el amor, y los dos decís al mismo tiempo que
queréis pasar el resto de vuestra vida juntos, y lo dejas todo por ellos, os casáis, y… meses después, una noche, cuando te
preocupas porque es tarde y aún no ha llegado a casa, pasas por delante de un bar y los encuentras bailando con un chica
cualquiera a la que mira como si fuera la princesa de una monarquía europea…  (Se vuelve hacia Inés) Es Ignacio, mi exmarido.
Si hoy te apetece sentirte como una princesa… (invitándola a que salga a bailar)
 

Indicaciones: La tristeza que Inés llevaba semanas notando en Laura está justificada: un hombre hizo creer a Laura que era la
princesa de un cuento de hadas y ahora se encuentra sola, obligada a trabajar en una cadena de montaje para salir adelante.
Cuando Inés, tratando de ayudar a su nueva amiga, coloca a Laura, justamente, ante la clase de situación que dio lugar a sus
problemas, Laura se pone en guardia. Rechaza, uno por uno, todos los candidatos que le propone Inés porque todos le
recuerdan al hombre que la enamoró. Laura no quiere contar su historia, se la ha guardado todo este tiempo para ella. Pero
cuando Inés le señala al hombre –¡al mismo hombre exacto!- que causó su desgracia, Laura no puede callar más. Y habla.
Pero no se produce un estallido de cólera. Ni se viene abajo entre lágrimas. Hacerlo sería conceder una victoria a ese hombre.
Laura ha superado su desgracia. Y ése es el momento de demostrarlo, de demostrárselo a sí misma: tiene que contar su
historia sin alterarse lo más mínimo, sin mostrar ninguna emoción. Y lo hace. Su discurso es lento, contenido, seguro, sereno.
Lo hace, aunque no sin dificultad.
Y éste es el mayor reto para la actriz que interprete este monólogo: mostrar esa dificultad.

17 ¿TIENE HIJOS?

ERICA: (A su amiga) Estaba muy nerviosa. Es que no era una entrevista de trabajo, era más bien… una ‘conversación’. Y eso
es mucho más difícil que una entrevista de trabajo. Se trataba de charlar conmigo y ver cómo era, cómo me desenvolvía. La
entrevista la superé, tía. Era la candidata perfecta. Yo y tres chicas más. Pero yo era la mejor posicionada. Estaba a diez
minutos de conseguir el trabajo. Sólo tenía que ser yo misma, hablar con naturalidad y sonreír mucho. Eso sí: tenía que
arrancar yo la conversación. Joder, con lo que me gusta a mí ponerme a hablar con desconocidos. Y me acordé de un trucó
que dicen que siempre funciona en estos casos, que rompe el hielo muy bien: y es preguntar “¿Tiene hijos? ¿Qué edad
tienen?” Por lo visto, nunca falla: el otro se pone hablar, se le cae la baba contando lo buenos que son sus nenes, a ti te
encanta lo que te cuenta… y se hace muy agradable todo y pasa mucho rato. Así que le pregunto al hombre: “¿Tiene hijos?”
Me dice: “No”. Y yo le digo: “¿Qué hacen?” (Pausa) Joder. (Pausa) Ni le escuché. Me quedé muda. No supe qué más decir.
Como no hablaba, el hombre al final me dice: “¿Y tú? ¿Tienes hijos?” Y yo: “¿Hijos?” “Nooooooo” “Para mí lo más importante
es el trabajo”. (Suplicando tiernamente a su amiga) Por favor, ¿te los puedes quedar hoy… por favor? Será tomar una copa…
diez minutos…
 

Indicaciones: Conviene tener claro que Erica llama a su amiga para pedirle que le cuide a sus hijos esa noche, y no para
contarle cómo le ha ido la entrevista de trabajo. Si le cuenta cómo le ha ido la entrevista de trabajo es para que la amiga
entienda por qué necesita tan desesperadamente que se quede con sus hijos esa noche.
Es por esto que el relato de los hechos no será una exposición calmada, entretenida, relajada, sino todo lo contrario: será una
narración directa, rápida, nerviosa. Erica, no obstante, explotará la parte teatral de su discurso, ya que le conviene trasladar
la idea de que la entrevista ha sido un acontecimiento espectacular, inesperado, fuera de lo corriente. Y no hay mejor manera
de teatralizar un relato que usando el estilo directo (Él me dijo, Yo le dije…), cosa que permite revivir los hecho con todo su
realismo y, ya de paso, exagerarlos un poco.
Es un monólogo amable, con tono cómico. Apropiado para mostrar la vertiente natural y divertida de la actriz.
 
18 EL COMPAS 35

CAROLINA: Fallé en el 35. Sí. Es verdad. Fallé en el 35. ¿Eso es todo lo que tienes que decirme en este momento? Sé que
significa poco para ti pero… ¿has visto lo que ha pasado después de la actuación? ¿Te has fijado en esa gente que se ha
acercado a hablarme? (Bajando la voz, como si revelara un secreto) Me estaban felicitando. ¿Qué es eso? ¿Felicitar? (Ella
misma responde) Es algo muy raro. Unos dicen: “Qué bien lo has hecho”, otros: “Me ha encantado”, hay quien te confiesa
que se ha emocionado escuchándote, y alguno incluso llega a reconocer que te envidia por tocar así el piano. No les cuentes
que la partitura está dividida en compases, que la pieza entera está sujeta a una tonalidad, a un tempo, y que tiene que
interpretarse con total exactitud, siguiendo escrupulosamente las reglas. Simplemente, les ha gustado… porque no ha
sonado mal. No ha sonado nada mal. Ha sonado bastante bien. Ha sonado bien, muy bien… Y si, en ese momento, cuando te
están felicitando, se te ocurre decirles que has fallado en el compás 35… te responden que no, ¡lo niegan!, te dicen que no ha
habido ningún fallo, que has tocado la pieza maravillosamente bien. Y con el tiempo aprendes a no discutirlo… Porque
discutirlo es como poner en duda su sensibilidad, es como decirles que no entienden sus propios sentimientos. Y ellos saben
bien lo que han sentido, no sabrán de música pero saben bien lo que sienten. No hace falta saber música para sentir. Todo el
mundo siente. “Fallaste en el 35”. ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? Muy bien. Mañana, en clase, lo trabajaremos.
Repetiré mil veces la partitura hasta que la toque perfecto para ti. Hoy, para ellos, la he tocado perfecto. Y, hasta hace un
momento, era una noche perfecta. Hasta que he hablado contigo.

Indicaciones: Carolina es una estudiante de piano. Trabaja duramente. Esta noche ha tocado en público, en un local. Al
terminar la actuación, todo el mundo la ha felicitado. Su profesor de piano, no. Su profesor le ha hecho saber que ha cometido
un error en el compás número 35. Y esto ha dolido a Carolina. Ella sabe perfectamente cuáles son los standares de calidad de
su profesor, y es perfectamente consciente de que ha cometido un pequeño error en el compás 35. Carolina se exige mucho a
sí misma. Pero en ese momento esperaba un trato más cálido, más humano. Esa noche era importante para ella. Han ido a
verla amigos, familiares… Quizá esperaba considerar a su profesor como un amigo. Y, con este comentario, el profesor ha
marcado distancias. De ahí, la decepción. Carolina pronuncia el discurso con tristeza. En cierta manera, ha perdido un amigo.
19 CHANTAJE BIBLIOTECARIO

EMMA: No está bien, me parece muy mal. Qué quieren, se quedó detrás de unas cajas, escondido, lo acabo de ver ahora. He
venido corriendo a traerlo. Y ustedes, como agradecimiento, me castigan –porque… sí, esto es un castigo- Ya sé que siete
años es mucho tiempo, pero me parece injusto: lo llego a saber y no vengo, mire qué le digo, sí, y ese dinero que me ahorro,
porque… ¿cuánto dinero es en total? No se preocupe, ya lo calculo yo. Cincuenta céntimos por cada día de retraso, ha dicho,
¿verdad? (Saca su teléfono móvil). A ver, siete años son… (teclea en el móvil, a modo de calculadora) Doce meses por siete…:
Ochenta y cuatro meses… Cada mes tiene, de media, treinta días… Eso son…: Dos mil quinientos veinte días… Dos mil
quinientos veinte días por cincuenta céntimos día… Total a pagar…: ¡¡Mil dos cientos sesenta euros!! ¡Mil dos cientos sesenta
euros por devolver un libro! ¡Y una mierda! ¡Ni se le ocurra cargarme eso en mi cuenta! ¡Qué se ha creído! ¡Borre mi
domiciliación ahora mismo! ¡Están locos o qué! ¡Vaya norma de mierda! ¿No se dan cuenta de que con eso sólo van a
conseguir que la gente no quiera devolver los libros? Te retrasas un par de semanas y te cuesta más que un libro nuevo; Te
despistas unos meses y ya te puedes pedir un crédito. Y yo… ¿qué tengo que hacer yo? Pues suerte que se me ha ocurrido
reformar la habitación y ha aparecido el libro… Se supone que una biblioteca tendría que promover buenos valores, y a mí,
ahora mismo, me está revolviendo las tripas, me está despertando los peores instintos, mire qué le
digo. (Suplicando) Perdóneme, joder, se lo suplico. No me venga con normas ni tonterías. Y usted, para qué está ahí, ¿Es un
robot? Venga, por favor, perdóneme. Escúcheme, por favor. ¿No me perdona? Muy bien. Haremos una cosa: Teclee
“Ciberíada”. Stanislaw Lem. Y “Cántico por Leibowitz”, de Walter M. Miller. Y “Viaje al país de Orfir”, de Mijaíl Cherbátov.
¿Qué le sale? Oh, llevan siete años fuera. Uy, ahora que pienso, creo que los tengo yo. Qué fastidio. Seguro que hay mucha
gente muriéndose de ganas por leer esos libros, qué pena. Mire, le propongo algo: Si quiere recuperar cuatro libros,
perdóneme la multa, de lo contrario, en cuanto llegue a casa, empezaré a arrancarles las páginas, una a una, a esos tres
libros. Despacito, raaaas… (imitando la rotura de una página con sádico placer).
 Indicaciones: Es fácil que el oyente, de entrada, se solidarice con Emma porque la chica se ha comportado correctamente: en
cuanto ha descubierto el libro ha ido corrido a devolverlo a la biblioteca. La cosa se complica cuando, por culpa de una norma
severa, Emma se encuentra con que le van a imponer un castigo desproporcionado. Y no sirven de nada todas sus súplicas. En
ese momento se activa el lado mafioso de Emma. E intimida a la bibliotecaria empleando expresiones y técnicas más propias
de extorsionadores profesionales que de una joven estudiante. La gracia del monólogo está en ver cómo una dulce muchacha
emplea frases y técnicas (que normalmente suenan aterradoras porque suelen poner en peligro la vida de personas) para
amenazar la vida de… unos simples libros. Es muy probable que a la bibliotecaria, además, le preocupe poco la integridad de
los libros (como le preocupará seguramente muy poco si Emma puede o no puede pagar la multa). Estamos presenciando,
pues, el choque entre un individuo implicado emocionalmente y otro completamente frío. El habitual encontronazo entre el
ciudadano angustiado y la impasible maquinaria de la Administración Pública. El monólogo será cómplice, gracioso,
simpático, si Emma utiliza todas sus artes para intentar parecer amenazadora, para infundir temor. Cosa que difícilmente
puede conseguir desde su posición.

20 MEJORARE LA PUNTERIA

ANABEL: ¿No puedo pedir una segunda oportunidad? Que desee una segunda oportunidad no significa que no quisiera a
Manuel. ¡Claro que le quería, qué pregunta es esa! Una se casa con el hombre al que quiere. Y yo le quería. Le quise desde el
primer día. Me enamoré de él nada más verlo. Recuerdo el día en que lo conocí: Fue cuando llegué a este pueblo. Acababa de
bajar del tren. Salí a la calle arrastrando mi maleta y allí había ocho o diez taxis esperando. Y elegí el suyo. Qué puntería,
verdad. Sí, sí, no sonría, eso es puntería: Diez taxis y elegí el suyo. No sé si buena o mala pero fue puntería… Porque nada más
subir a su taxi supe que aquel era el hombre con el que me quería casar. Y nos casamos. Y nos juramos fidelidad, “en la
alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe”, nunca olvidaré esas palabras
resonando en la iglesia, nunca olvidé ese juramento sagrado. Nos vinimos a vivir a esta casa, tan apartada, en medio de la
naturaleza, como a él le gustaba. Y yo le quise siempre, sí señor, todos los días le quise… a pesar de que él empezara a
olvidar, con las semanas, darme aquel beso de buenos días que tanta falta me hacía; le quise todos los días aunque, con los
meses, nuestras conversaciones fueran cada vez más cortas; le quise, juro que le quise en todo momento aunque, con los
años, acabáramos compartiendo sólo el rato del desayuno, cuando él volvía del turno de noche y se traía consigo ese extraño
olor a sudor y perfume barato. ¡Claro que le quería! ¡Siento terriblemente su pérdida! Hice lo que pude por evitarla. ¿Qué
habría hecho usted en mi lugar? Por más que lo pienso no veo manera de culparme: Era un domingo gris y me levanté tarde.
Oí ruidos fuera. Salí y lo encontré en el suelo con ese perro horrible encima. El animal le estaba mordiendo el cuello. Cogí la
escopeta de caza y disparé. Y le volé la cabeza. Y el perro se fue.
Dios no obliga a saber disparar, señor. Dios obliga a querer. Y juro que le quise, ¡claro que sí!, le quise “en la alegría y en la
tristeza, en la salud y en la enfermedad, hasta”… hasta… hasta aquel domingo. La próxima vez –si hay próxima vez, señor-…
tendré mejor puntería… sí, señor.
21 ¿SEÑORITA?

Gloria lleva media hora encerrada en un ascensor y, no obstante, se la ve extraordinariamente tranquila, feliz. Habla por
teléfono con dulzura, sin borrársele la sonrisa de los labios, como si estuviera contándole intimidades a una amiga. Mientras
habla, se abrocha lentamente los últimos botones de la blusa.
GLORIA: Señorita, soy yo otra vez. La llamé hace media hora porque, verá, estoy en un ascensor del número 215 de la calle
Juan XXIII, que se ha quedado detenido entre dos plantas. Si, la llamé hace media hora, ¿recuerda? No, no, tranquila, era sólo
para comentarle que aún no ha venido nadie y me preguntaba si tardarían mucho esos operarios de emergencias que usted
dijo. Sí, antes dijo que, en quince minutos, estarían aquí. No se preocupe, tranquila, lo único que ocurre es que este sitio,
realmente, es bastante pequeño y empieza a resultar un poco claustrofóbico. Luego, además, tengo una reunión importante
en el último piso y, a esta hora, han empezado sin mí. He intentando llevar la reunión desde aquí, pero es imposible. Tengo
toda la documentación arriba, los informes, las presentaciones, todo, ¿sabe? No, no tranquila, no pasa nada, me lo figuro,
estas cosas tienen su tiempo, sólo quería saber… el caballero que se ha quedado encerrado aquí conmigo y yo sólo
queríamos saber si está la cosa en camino ¿No nos han olvidado, verdad? Se acuerda de nosotros, nos tiene presentes…
Bien… ¿Sí?… ¿En todo momento?… ¿Cámara? ¿Qué cámara? (Se abrocha el último botón de la blusa. Busca con la mirada,
por un momento, una cámara en algún lugar del techo, de las paredes. Luego mira al hombre que tiene a su lado)
(Al teléfono, de nuevo) Mire, señorita, como no venga nadie a rescatarnos en menos de cinco minutos, le monto un pollo que
se va a enterar. ¡Quiere darse prisa!… ¡Ha dicho cámara!

22 NO MIRES EN EL ARMARIO

Carlos regresa a casa después de un viaje. Parece que acaba de sorprender a su mujer con un amante. Ésta, no obstante, se
enfrenta a su marido, entre triste y desafiante.
ANA: No mires en el armario de la habitación, Carlos. (Habla muy despacio, eligiendo bien las palabras) Vete. Sal a dar un
paseo. Vuelve a entrar por esa puerta dentro de media hora y haz como si esto no hubiera pasado, como si no estuviera
saliendo de la cama, a las seis de la tarde, desnuda, con la respiración alterada… sólo porque no has vuelto en el vuelo en que
dijiste que ibas a volver.
Mientras, me vestiré, haré la cama, bajaré a la cocina y me pondré a preparar la cena, tranquilamente, como si no hubiese
pasado nada: como si el martes no hubiese tenido el estúpido impulso de llamarte al trabajo para decirte cuánto te quiero y
así no hubiese podido averiguar que esa ‘agotadora y estúpida’ feria de muestras era en realidad un viaje a París para dos
personas…Yo no te saldré con aquello de que hay que llevar cuidado en el metro porque está lleno de carteristas, que un día
no es suficiente para ver el Louvre, que vale la pena hacer la cola para subir a la torre Eiffel, que lo mejor de París es navegar
de noche por el Sena. Tú… Tú, Carlos… No mires en el armario de la habitación. Eso es… abre la puerta y sal. ¿Qué querrás
para cenar?
23 MI PROBLEMA

Vanesa está en la azotea de un edificio de oficinas hablando con un hombre amenaza con suicidarse.
VANESA: Usted tiene sus problemas, pero no es la única persona que tiene problemas, ¿sabe? Mi problema es éste: He
quedado con una amiga, que se llama Cintia, dentro de un rato, para ir a comprar una blusa que vimos la semana pasada. Es
la última blusa que queda en la tienda –tendría que verla, es preciosa, una blusa entalladita, color crema, con unos reflejos
granates, ¿sabe?, tendría que ver cómo me queda, parece hecha para mí- y me la están guardando, pero sólo me la guardan
hasta hoy, mañana ya no me la guardan. La tienda cierra a las nueve y media y yo termino de trabajar a las nueve. Llegamos
con el tiempo justo, muy justo, no nos sobra ni un minuto. Piense que aún tengo que cambiarme, porque no voy a ir vestida
así. No es que tenga manías, es que no me dejan. Como no me quiere mirar, le digo cómo voy vestida: voy vestida de
barrendera municipal. No soy una policía disfrazada de barrendera, ni una psiquiatra o una negociadora de esas de las
películas disfrazada de barrendera, no. Soy una barrendera de verdad -si lo prefiere, operaria de la brigada de mantenimiento
del Ayuntamiento-. Y pasaba por aquí con mi carrito y mi escoba y he visto el pollo que ha montando. Y me he acordado
inmediatamente de la blusa que me está esperando. El asunto es que tengo que dejar esta calle limpia al final de mi turno. El
turno termina a las nueve. Son las nueve menos cuarto. Si usted se tira, me va a fastidiar porque me va a llenar la acera de
sangre, víscera y pedacitos de cerebro y no me voy a poder ir hasta que lo haya limpiado. Y usted no sabe lo que cuesta
limpiar eso. O sea, resumiendo: Si se tira me deja sin blusa. (Un instante de silencio) Piénselo bien. (Con gravedad) Si se
quiere tirar, tírese -me da igual-… pero espere a que haya terminado mi turno, por favor. Quince minutos. Usted tiene sus
problemas, yo tengo mis problemas, todos tenemos problemas. No nos fastidiemos. (Mira la hora) Qué digo quince minutos:
Diez minutos. Aguante diez minutos, señor. No cree problemas donde no los hay.

Indicaciones: Éste es un monólogo cómico. La gracia está en que Vanesa equipara dos problemas de gravedad muy distinta :
la posibilidad de perder la vida con la posibilidad de perder una blusa. Ahí reside la gracia de este texto.
En este monólogo, a Vanesa no la mueve ningún tipo de maldad. Se trata simplemente de estrechez de miras por su parte, de
supremo egoísmo. Vanesa es buena persona. Actúa de buena fe. Cuanto más bondadosa -y convencida, por tanto, de sus
argumentos- se muestre, más gracioso resultará su mensaje para el espectador.

24 MI HIJA

Julia es una mujer de cuarenta y tantos años que aparenta tener más edad por culpa de la adicciones y alcoholismo que ha
sufrido hasta la fecha. Está en la Terminal de llegadas del aeropuerto sosteniendo un papel en el que pone, escrito a mano:
“Marta”.
JULIA: (A una señora que tiene al lado) Yo también estoy esperando a mi hija. Viene en ese avión. (Explica el motivo de su
cartel) No la he visto nunca. Bueno, cuando nació, claro. Me ha enviado alguna foto, me las envió la semana pasada, pero no
estoy segura de reconocerla cuando salga por ahí, cambiamos tanto al natural. Yo no le he sabido enviar ninguna foto, no me
aclaro mucho con estos aparatos de hoy, soy de otra generación. Antes no teníamos tantas facilidades de comunicación.
Antes, un hombre te decía: “Voy a por tabaco” y no lo volvías a ver. Su padre hizo eso, fue a por tabaco cuando me quedé
embarazada de ella. Me dijo: “No tardaré”. Y no lo volví a ver. Eran otros tiempos. Ha sido ella que ha querido conocerme.
Me buscó. Es la edad, supongo, quiere poner en orden su vida. Tiene un novio muy guapo, en una de las fotos sale con él.
Creo que me ha perdonado. No, no es que hiciera nada malo, hice lo que tenía que hacer en ese momento, lo que habría
hecho cualquier buena madre: ahora tiene un futuro. Es médico, ¿sabe?, en un hospital, qué responsabilidad, médico, mi
pequeña es un médico. Son buena gente, los médicos. A mí me han curado, les debo mucho. Su novio es médico también.
Cuánto médico… Y el padre de su novio es un doctor famoso. Son familia de médicos. Gente de mucho dinero. Pero el dinero
no es lo primero. Hay cosas más importantes que el dinero. En la foto se les ve muy juntos, él la coge así, por detrás,
abrazándola, y ella le mira y se sonríen. Apuesto a que se acaban casando algún día. La foto no miente, se les ve enamorados.
Igual viene a decirme que se casa. Si, igual es eso. Y igual… quiere que vaya a la boda… y que conozca a su familia. Sí querrá
que conozca a su familia y que… ellos me conozcan… a mí… A mí. (Refiriéndose al panel de llegadas) Ahí pone 11:30,
¿verdad? El vuelo llega a las 11:30. Uh, aún falta mucho. Son las 11. Voy a salir un rato. Voy a fumar un rato afuera. ¿Me lo
sujeta, por favor? No tardaré. Gracias…

 
25 ME CASÉ

Eva ha vuelto de unas vacaciones con su novio. Han hecho un viaje por Estado Unidos. Va a ver a su madre, María. María
siempre soñó con darle a su hija una preciosa boda con cientos de invitados. Unos rumores llevan días inquietándola.
EVA: Sí, mami, esos rumores son ciertos: me casé. No te avisé porque ni siquiera yo sabía que me iba a casar. Ni Pedro
tampoco. Simplemente, surgió. Salimos del casino, fuimos a dar una vuelta en limusina y… sí, mami, en limusina, es que
ganamos en el casino. Gané yo. Pedro jugó a cartas, a dados, a la ruleta, a todo… como una hora o dos, y al final le dije: “Ey,
la última ficha para mí”, la metí en la máquina tragaperras, le di a la palanca –como en las películas, zas, zas- y, joder, se
encendió una luz roja, sonó una alarma, como si fuera una sirena de la policía y empezó a caer dinero -no he dicho joder,
mami, he dicho jolín…-. “Ostras”. Pensé: “Ostras, me la he cargado”. Pero no. Era el premio gordo de la noche. No habíamos
recogido todo el dinero que ya teníamos a tres o cuatro tíos ofreciéndonos toda clase lujos: espectáculos, suites, limusinas,
cenas de lujo, de todo. Nos cogimos una limusina y nos fuimos a dar una vuelta. Champán, caviar. Y en estas que vimos una
capilla, en una calle perdida, con luces de neón y eso, y dijimos “¿…Qué, vamos?” Y fuimos. Entramos. Nos casamos. Y
salimos. Nos casó Elvis Presley, mami. El testigo fue una señora gorda que pasaba por la calle. La invitamos a caviar. Y luego
nos fuimos a dormir. A una suite.
 

26 LOS REYES MAGOS

Ester está sentada cara a cara con su hijo de ocho años. Tiene en la mano la lista de cosas que el niño va a pedir a los reyes
magos, pero esta vez se ha acabado: Ester y Sergio, su marido, han decidido contarle al niño la verdad sobre los reyes magos.
Sería más fácil si Sergio no se hubiera quedado en el salón viendo el fútbol.
ESTER: Cariño, hay momentos en la vida en que conviene dejar ciertas cosas cómodas atrás y afrontar la realidad. Y nunca es
fácil. Ya tienes ocho años, vida, y es hora de que sepas algo: Los reyes magos somos… Los Reyes Magos son… Los Reyes
Magos no… (Baja la vista al papel) Cuántas cosas, eh. Tendría que estar papá aquí contándote esto conmigo y no viendo el
fútbol en el salón, sería más fácil… (Sonríe de nuevo) ¿No has oído a los niños decir algo sobre los reyes magos? ¿No te han
contado nada raro? Tienes ocho años… (Su marido no viene) Debe de ser un partido muy importante, siempre lo son, él a la
suya y yo siempre cargando con todo, y nunca pasa nada porque soy imbé… (Señalando el papel) ¿Qué es esto? ¿Una pistola
de agua? Ah… (De fondo sólo oye la retransmisión del partido de fútbol) Fútbol, fútbol, fútbol. Papá metió un gol de penalti
hace muchos años, vida, ocho años; no me arrepiento de haber concedido el gol, cómo voy a arrepentirme de eso, pero quizá
sí tenía que haberme marchado con el balón a otra parte… (El niño le señala el papel) ¿Un balón? ¿También un
balón? (Lee) “El balón de… esta temporada”, ah… Cariño, hay momentos en la vida en que conviene dejar ciertas cosas
cómodas atrás y afrontar la realidad. Pero no es fácil. No es nada fácil. Sólo he venido a decirte que…: Ya es hora de irse a
dormir, y no olvides dejar un poco de agua para los camellos.
 

27 FIJACIONES

Cris y Laura son dos amigas que van, todas las noches, a tomar una cerveza al mismo bar. Cris está loca por el camarero.
LAURA: No es que se fije mucho, es que ayer llevabas el pelo moreno y hoy lo llevas rubio, pero rubio rubio… Y ha dicho:
“Vaya cambio”. No ha dicho que le gustara. Vamos, lo correcto, de buena educación. Seguro que, por lo menos, doscientas
personas te han dicho lo mismo, hoy, y ¿qué va a ser, que están todas coladas por ti? Nada, olvídalo, tía. No se fija en ti, es
que le ha venido perfecto para hacer el comentario… porque siempre hace un comentario, ¿te has fijado? Siempre -sobre el
tiempo, sobre las noticias, sobre cualquier cosa-, siempre dice algo: “Hola, ¿dos cañas?”… y pum, el comentario. Sobre todo a
principio de semana, si te fijas. En fin de semana va más de culo, con el bar lleno, y no está para muchos comentarios, pero
los lunes, los martes…: “El día cada vez es más corto, eh”, “Ya va refrescando”… “Vaya cambio”… No, no se fija mucho en ti,
cariño; vamos, lo normal, no especialmente. Sólo intenta ser correcto. Cuando habla con los clientes -¿te has fijado?- pone
como una media sonrisa, así (pone una media sonrisa) en plan correcto, para ser correcto. Es una postura porque, si te fijas,
cuando viene algún amigo suyo, cuando ha venido algún amigo suyo, le cambia la cara, se le ve de otra manera, como más
suelto, sonríe, pero de otra manera, se le marcan aquí dos holluelos pequeñitos –eh que sí-, está más mono, ¿lo has
visto? (se da cuenta de que la amiga le está clavando una mirada interrogante) ¿No te has fijado?
28 ENTREVISTA A UNA ACTRIZ

SUSANA: Sí, todas aquellas películas quedaron atrás. No reniego de ellas, qué va. Fueron buenas películas para adolescentes
pero, ya digo… para adolescentes, ¿entiende? Ahora mi carrera ha dado un giro. Estoy en la madurez. Ahora preparo a
conciencia los papeles. Papeles serios. Me sumerjo en los personajes, en sus circunstancias. Estudio a fondo todo lo que tiene
que ver con ellos. Para hacer de Jenny, la prostituta de “Camino de rendición”, estuve tres meses frecuentando el parque de
la Libertad, por la noche. Me vestía como una Jenny de verdad y pasaba horas allí. Fue impresionante. Luego, en el rodaje,
cuando decían ‘¡acción!’ para mí era como si dijeran ‘¡documental!’. Era… ¡tan real para mí! Aún me escribo mails con
algunas de las chicas. Me está sirviendo para tomar conciencia sobre muchas cosas: la problemática de la prostitución, por
ejemplo. Ahora lo veo todo de otra manera. Me está ayudando a crecer como persona. Estoy ganando… conciencia social.
Profundidad. Si Unicef me lo propone, no dudaré en hacerme algún día embajadora de buena voluntad, qué va, seguro.
Desde hace un tiempo elijo las películas con mucho cuidado. Leo muchos guiones. Tendría que ver la cantidad de porquería
que me llega. Y hay que seleccionar. De entrada no descarto nada, lo leo todo, porque puede que se esconda una pequeña
joya en una montaña de guiones. Y es el caso de esta película. Tenía en casa una montaña de guiones. Los leí todos; y el
último, éste. Bueno, la película no es maravillosa, el guión tiene algunos fallos, pero lo compensa el personaje de Eileen. La
primera mujer en el corredor de la muerte. Bueno, no la primera, pero sí la más importante. La pena de muerte parece una
cosa de hombres, verdad. Pues, no lo es. También hay mujeres en el corredor de la muerte. ¿Cuánto rato ha pensado en ello?
Yo no había pensado nada. Y ahora, desde hace unos meses, estoy sumergida. He tomado conciencia, mucha conciencia. La
pena de muerte es, es terrible. Había querido hablar con Eileen, la Eileen autentica –porque esta historia está basada en un
hecho real- y cuando fui a hablar con ella no pude porque… ya la habían ejecutado. Es terrible la pena de
muerte… (abatida) Tuve que interpretar el personaje sin referencias. Aun así, creo que lo hice bastante bien.
 

29 DIEZ MINUTOS

Andrea se presenta por sorpresa en casa de su hermana. Hace diez años que no se ven. Andrea, de repente, quiere conocer a
su sobrino.
ANDREA: Diez minutos (se la ve cansada). Diez minutos (se esfuerza por ocultar el enfado que lleva dentro). Nueve horas en
tren, una hora y media de autocar, y cuarenta y cinco minutos andando –¡a qué puñetero rincón del mundo has ido a vivir!- y
me dices que hace diez minutos que has puesto a dormir al niño. Diez minutos. Ya es mala suerte. ¡Por diez minutos! En fin,
como veo que no haces el gesto de subir a ver si quizá está despierto –ni se me ocurre pedirte que lo despiertes para mí-,
pues nada, yo me iré tal como he venido –andaré los seis kilómetros que hay desde esta preciosa urbanización hasta el
pueblo ese tan solitario, cogeré el autobús que lleva a la ciudad, y allí veré si, de madrugada, aún sale algún tren hacia mi
casa. No te preocupes. Diez minutos son diez minutos. Lo entiendo (la hermana no dice nada)
Es lo que tiene la vida moderna.¿Te acuerdas de cuando éramos pequeñas? Qué despacio iba todo. En verano. Mamá nos
daba la merienda y nos pasábamos la tarde entera con el bocadillo en la mano, sin decir nada, hasta que se hacía de noche. Y
no pasaba nada. No hacía falta que pasara nada. Nos sobraba el tiempo. Estábamos bien. Ahora, nada está bien. Parece que
en diez minutos puede cambiar todo.

¿Quién la dijo más gorda aquel día, Marta? ¿Quién empezó, tú o yo? ¿Qué coño nos dijimos? Ya no me acuerdo. ¿Tuvo algo
que ver tu marido? ¿Tuvo algo que ver mi trabajo? Joder, ni me acuerdo. ¡Sólo discutimos diez minutos! ¡Qué son diez
minutos en diez años! (Ríe)
Ayer fui al médico. El dolor de cabeza ese que tenía… No lees mis mails, verdad. Ayer fui al médico. Llevaba unos días con
un… Llevo una temporada con dolores de cabeza. Me hicieron unas pruebas. Me dieron el resultado muy rápido. Al salir del
hospital, ¿sabes qué hice? ¿Sabes qué fue lo primero que hice? Coger un tren, y un autocar y encarar una carretera
interminable. Me acordé de mi pequeño sobrino. Eso hice. Y pensé que me gustaría verlo una sola vez antes de irme. Ya ves.
Qué lástima. Por diez minutos, Marta. Diez minutos. (Mira el reloj) Perderé el autobús. Me voy. No te muevas…
30 ALGO REAL

Hoy es un mal día para María. Luis trata de animarla haciéndole un pequeño regalo.
MARÍA: (con un iPod en la mano) Toma, no lo quiero, gracias. ¿Dices que caben más de diez mil canciones? Seguro que sí,
pero no lo quiero, no te lo tomes a mal, valoro el detalle, has querido alegrarme, pero no lo quiero. Y no insistas, déjalo ya,
no voy a tener teléfono móvil, ni internet. He vivido toda la vida sin móvil, podré seguir haciéndolo. Si quieres hablar conmigo
me llamas al fijo, como se ha hecho siempre; y si no te corre prisa, me envías una carta –porque aún existe correos, ¿lo
sabes?- ¿lo has hecho algún vez? ¿sabes lo que es enviar una carta, una carta de papel? es una experiencia emocionante,
pruébalo. Es algo… físico, algo que pueden notar tus sentidos. ¿Sabes lo que se siente cuando vas a un sitio y te pierdes y
llegas tarde? El gp… ¿cómo se llama eso? el gp…s, no te deja sentirlo. Sientes temor, palpitaciones, te sientes vivo. ¿Sabes
cuánto valoras una película si para verla te has tenido que vestir, salir a la calle, con el frío, ir hasta al videoclub, alquilar la
película, volver a casa tiritando y acurrucarte en el sofá entre temblores?, eso con la incógnita siempre de que puede que
vayas al videoclub y la película ya esté alquilada. Eso te lo estás perdiendo. Y es real, es físico, lo sientes en el cuerpo. Como
siente en el cuerpo el peso de los diez libros que has metido en la mochila cuando no sabes cuál de ellos vas a querer leer en
la cafetería. Nadie te obliga, lo haces porque quieres. ¡Y quién quiere una espalda perfecta! La culpa es de… la vida, no es de
nadie. Tú tienes mal la vista y no culpas a esas pantallas.
Mi abuelo montó la librería. Mi padre siguió con ella. Yo jugaba de pequeña entre esas montañas libros. Soñé con ser como
ellos. Y juré que un día pasaría la librería a mis hijos, a mis nietos. Hoy he tenido que cerrarla, y aún no sé por qué. Vengo de
firmar los papeles. No puedes imaginar lo que he sentido. He sentido algo real, algo físico, doloroso. ¿Te gustan estos
chismes? Estupendo, disfrútalos.

31 NOSOTRAS NO ERAMOS ASI

JULIA: Me dice: “Soy la única a la que no dejan ir”. Y yo le dije: “Me da igual. No tienes edad para salir”. Yo alucino con las
otras madres. O sea, que las niñas se les van de discotecas y les da igual. Y no es que salgan por la tarde, el viernes, no, es que
salen por la tarde… y siguen por la noche, oye, y vuelven vete a saber a qué hora. Y ya están empezando a salir los sábados,
¿tú crees? Tía, no tiene ni doce años. Yo alucino. Ya la tengo cabreada desde lo del piercing. Tía, ¡un piercing! Que las demás
se han puesto uno. ¡Y a mí qué! Que no se ve, que no se ve, que es en el ombligo. Que todas llevan uno. ¡Y a mí qué! ¿Y si las
demás se tiran por la ventana, tú te tiras? Y me dijo que sí. ¿Cómo voy a dejarla salir? Y las peleas que tengo con la ropa.
Entre semana aún, que me lleva uniforme, pero los fines de semana no te cuento… Bueno, lo que descubrí del uniforme –no
te lo he dicho-…: las vi el otro día, todas allí juntitas, y ¿sabes lo que hacen? Se suben la falda del uniforme hasta aquí –
cuando salen de clase-. Se la arremangan, le dan vueltas aquí en la cintura y la dejan cortita como una mini falda. Parecen las
niñas esas de los mangas japoneses… Que no, que no, ya me puede venir con el cuento de que los padres de las otras son
más enrollados. Pero, qué es esto. ¿Hemos perdido el norte? Nosotras no éramos igual… ¿Qué haces moviendo así la
cabeza? (La amiga no habla, le basta mover la cabeza para hacerse entender) No jodas…
32 CAPACIDAD DE OBSERVACION

Marta está en una entrevista de trabajo. El entrevistador el ha pedido que se tape los ojos y describa la habitación.
MARTA: (Tapándose los ojos con una mano) Detrás de mí hay una pared lisa, color blanco, con un cuadro en medio con el
detalle ese de la Capilla Sixtina en que se ve a Dios dando la vida a Adán, de esos que venden en Ikea. La pared la acabaron de
pintar hace poco, por cierto, vamos, todas las paredes, todo el despacho está recién pintado, aún huele a pintura. A mi
derecha –a su izquierda- una línea de estanterías llenas de cajas archivadoras, aún vacías –si estuvieran llenas no se
aguantarían de esa manera-. La pared del fondo aún esta blanca, sin nada, y para llenarla un poco, han puesto una planta de
pie delante, artificial, muy resultona, y, a un lado, un perchero. En el perchero hay colgado un casco de moto, que lleva
pegado un adhesivo del Real Madrid –está del revés, por cierto, boca abajo-. A mi derecha, una ventana con persiana de
lamas, que, por la posición que la habitación tiene en el edificio debe de dar a un patio interior, y porque si tuviera una vista
abierta, bonita, se vería. Y en medio de la habitación, una mesa despacho, también de Ikea, con todos los accesorios típicos –
ordenador, abrecartas, un bote con bolígrafos, fotos de la familia, y usted mismo, dando golpecitos en la mesa con esas
manos gruesas que aún tienen restos de pintura blanca entre los dedos. (Se destapa los ojos) ¿Era esto?
Buenos días, me llamo Marta. No acabo de entender –perdone que se lo diga- eso de empezar una entrevista de trabajo
haciendo esto. Ya sé que lo hace para ver soy observadora o no, pero… ¿sabía que en la oficina de empleo nos avisan? Todas
las que pasen le van a describir el despacho perfectamente, hasta la menos observadora. Mire, le daré un consejo gratis.
¿Quiere saber de verdad si una persona es observadora? Haga esta prueba, es infalible, ¿me deja?, gracias:

Cítese con alguien a una hora determinada, en la otra punta de la ciudad. Salga de casa con tiempo de sobras para llegar
puntual. Cuando llegue al sitio, no encuentre aparcamiento. Y pierda mucho tiempo dando vueltas. Cuando esté a punto de
cumplirse la hora y usted aún no haya encontrado aparcamiento y esté desesperada, desesperado porque va a llegar tarde,
deje que se vehículo se estropée en medio de la calle, deje que se le rompa el radiador, por ejemplo, y empiece a salir ese
humo blanco tan típico de las averías de radiador. En ese momento estará en una posición privilegiada para saber si las
personas que le rodean son observadoras. Si el tipo que viene detrás con una moto, si la persona que viene detrás con una
moto, por ejemplo, le pita como un energúmeno, le adelanta, y al pasar por su lado le llama imbécil y dice en voz alta, para
que lo oiga todo el mundo: “¡Sólo a una mujer se le ocurre aparcar en medio de la calle!”, sabrá con seguridad que esa
persona no es observadora, no porque se haya puesto en el casco un adhesivo del revés y vaya tan alegremente, no, sino
porque una persona mínimamente observadora se habría dado cuenta de que usted no está en esa situación porque le dé la
gano. ¿Qué hacer en ese caso? Felicitarse por perderle de vista y decirle: “Adióooos”.
MONOLOGOS MASCULINOS

1 SOY BUENO CAPTANDO SEÑALES

ABEL: (con gravedad) Desde el primer momento en que te vi supe que me ibas a traicionar -no te molestes en negarlo, era
una intuición-, pero tiré adelante y trabajé duro para levantar esta firma, contigo -nuestra firma-, sabiendo que un día me
traicionarías, estaba seguro… ¿Cómo lo podía saber? Fácil, porque lo transmitías, siempre lo has transmitido. Las personas
emitimos señales involuntarias, ¿sabes?, y yo soy bueno captando señales -expresión corporal, lenguaje no verbal, eso clase
de cosas-: para mí siempre has sido como un faro en medio de la noche: evidente. ¿Que qué ha pasado? Muy sencillo, se
resume fácil -y no quiero que nos enfademos-: Que la semana pasada descubrí una oportunidad de mercado y la aproveché.
Ya está. Una oportunidad para uno solo, lo siento. Y, por favor, no se te ocurra insinuar que me estoy llevando nuestra
cartera de clientes (negando con la cabeza): porque son los clientes que están eligiendo venirse conmigo.
No me mires así, cualquiera habría hecho lo mismo. ¡Marriot Abogados! ¿Cuántos años hace que no entra un abogado nuevo
en Marriots Abogados? Vi que había una oportunidad y la aproveché. No era fácil. Marriots no avisó de nada, pero yo supe
verlo, supe ver la ocasión. Soy bueno captando señales. Si tú lo hubieras visto habrías hecho lo mismo: habrías corrido a
verlos y les habrías puesto nuestra cartera de clientes en la mesa, y me habrías dejado tirado, en la miseria -lo sé, estoy
seguro, lo transmites, (grave de nuevo) eres un faro en medio de la noche: solitario, egoísta, retorcido (rotando el dedo como
la luz de un faro)-. No se te ocurra cabrearte porque el cabreado aquí soy yo. Desde el primer momento supe que me ibas a
traicionar, y lo habrías hecho si hubieras podido…

Indicaciones: Este discurso es una actuación en sí mismo. Abel es extremadamente cínico. Es él quien acaba de dejar tirado a
su socio para irse a trabajar a la competencia. Y, en lugar de disculparse, argumenta -con absoluta suficiencia- que su socio
iba a traicionarle haciendo algo parecido. Pero Abel no tiene ninguna prueba objetiva de ello . El discurso es cinismo puro y
tiene cierto aire de impostación. Tiene un arranque grave, un desarrollo vivo, sentido, y un final nuevamente grave, solemne.
Variaciones: ¿Qué pasa si Abel cree realmente que su socio iba a traicionarle? No tiene más prueba que su intuición, pero lo
cree realmente, está convencido. En tal caso no hay cinismo. El de Abel es, entonces, el discurso de un tipo enfadado, triste,
dolido.

2 ¿LE APETECE UN DOLOR DE ESPALDAS?

MATEO: Creo que no es necesario darle más vueltas: Tengo un agarrotamiento aquí en la espalda, en la zona del cuello, y me
vienen mareos, y sudores fríos, y me atacan una especie de espasmos y pierdo la conciencia por momentos. Y creo que es
más que suficiente para que me firme esa baja médica, doctor. Tenga en cuenta que hago visitas a clientes en el vehículo de
la empresa. Y podría tener una de esas pérdidas de conciencia mientras voy conduciendo. Y usted sería responsable de lo que
me pudiera pasar, doctor. Porque yo estoy aquí, hoy, y usted me está diciendo que no tengo nada… cuando sí tengo algo.
Algo que me provoca mareos, que me hace perder el conocimiento y que además… duele mucho. Tengo un dolor continuo,
doctor. Es como si recibiera una descarga eléctrica, pero permanente, zas, zas, zas, todo el rato… Yo no soy médico pero creo
que necesitaré unos diez días de reposo, de “desconexión”, no menos de diez, lo suyo serían doce para curarme bien, a
contar a partir del siete de abril y hasta el veintisiete. (El doctor muestra extrañeza por la precisión de las fechas). Sí: del lunes
próximo al viernes de la semana siguiente, ambos inclusive. Es que además de doler, de dar mareos y provocar pérdidas de
conciencia, esto que tengo yo: es contagioso. Podría contagiar al resto de compañeros de trabajo. Sería un drama. Y el primer
expuesto, por el rato que llevamos aquí dándole vueltas, es usted, doctor. ¿Es que le apetece tener un dolor agudo en la
espalda, un dolor horrible de descarga eléctrica que le dejará dormir ni le dejará hacer nada? ¿Le apetece…?

Indicaciones: Mateo, sin duda, se está comportando como un caradura. Pero como un caradura simpático. Quiere unas
vacaciones a costa de la empresa y no va a salir de la consulta del médico sin una baja firmada. Ojo: Mateo no es el típico
matón de barrio. No está acostumbrado a hacer este tipo de cosas. Lo hace porque se ha dado cuenta de que, en el trabajo,
sus compañeros sí hacen este tipo de cosas. Y ahora Mateo tiene la presión de su mujer que le ha preguntado si él va a ser el
único tonto que no se aprovechará nunca de la empresa. Anoche, su mujer llegó a casa con un viaje pagado, sin posibilidad de
cancelación (con los de billetes de avión, hotel, excursiones, etc.). Esto es mucha presión para Mateo, que se muestra
bastante torpe en la consulta del médico.
Por todo lo dicho, el monólogo tiene un aire cómico. Por supuesto, el actor, si lo necesitara, puede darle otra orientación. El
texto la admite. En tal caso, basta pensar que Mateo no es el último en robar a la empresa sino el primero. Lo que parece
torpeza (señalar exactamente las fechas de la baja) se convierte maestría: es tan dominante la posición de Mateo que quiere
dejársela clara al doctor. Mafia pura, en ese caso.
3 SOLO SE ME OCURREN DOS COSAS

PEDRO: He escuchado tu mensaje. (Pensativo) ¿Sabes? Sólo se me ocurren dos cosas: O te has convertido en la mejor
violinista de todos los tiempos o has abandonado. (Suspira) Llevo rato pensando, Elena, pensando bien lo que voy a decirte,
no quiero equivocarme. Vamos a ver: La última vez que me llamaste fue hace tres años, un catorce de febrero exactamente -
no es que me apunte las fechas, es que era… un catorce de febrero-. Quedamos y me dijiste aquello. Lo que más recuerdo es
el tono en que me lo dijiste. Un tono, no sabría decir, un tono… neutro. Dijiste: “Tengo que decirte algo”. Y pam. Me lo
soltaste: Querías llegar a ser la mejor violinista de todos los tiempos y resulta que yo era un problema porque te quitaba
tiempo. Así de crudo. Pero sin ningún dramatismo, como si tal cosa. ¡Sí! ¡Ése es el tono! El tono “como si tal cosa”. “Sin más”.
Como quien dice: “Se me ha roto el paraguas, no me sirve, lo tiro” Sin más. Tardé unos segundos en darme cuenta de que el
paraguas era yo. (Recuerda) Pensé que me llamarías esa misma noche, arrepentida: “¡Pedro, qué tontería te he dicho,
perdona!” (Recuerda con tristeza) Pero, no. No llamaste aquella noche. Ni al día siguiente. Ni a la semana siguiente. Por qué
ibas a llamarme. Te habías librado de la molestia que te quitaba tiempo para el violín, que es lo único que te llenaba en la
vida. Y hoy vas y me llamas para quedar. (Suspira) Solo se me ocurren dos cosas: o eres la mejor violinista de la historia o has
abandonado. Me encantaría pensar que triunfaste con el violín, que al menos sirvió para algo pero… después de tres años sin
noticias de ti, la verdad…

Indicaciones: Pedro esperó durante semanas la llamada de Elena. En las primeras semanas después de la ruptura, sintió
enfado, decepción. Ahora ha pasado mucho tiempo. Esos sentimientos desaparecieron y no fueron sustituidas por nada
porque Pedro fue olvidando a Elena y rehaciendo su vida. Hoy, la llamada de ella le ha removido. Lo que siente ahora,
principalmente, es tristeza: tristeza porque inevitablemente ha imaginado lo maravillosa que podría haber sido la relación si
hubiese continuado, y tristeza porque ahora ve -o intuye- que la ruptura, además, no sirvió para nada, puesto que ella
tampoco ha triunfado con el violín. Este ejercicio de pensamiento, puede que resucite en Pedro, poco a poco, el enfado y
decepción que sintió los primeros días, convertidos ahora en una especie de rencor mezclado con nostalgia.
El actor tendrá que expresar este rencor sin que el discurso parezca simplemente un reproche. Conviene que se note también
la tristeza que lo embarga.
 

4 ¿PRACTICAMOS LA ESCENA?

Alberto es un actor que está inmerso en el rodaje de una película. Está preocupado porque, al día siguiente, tiene que rodar
una escena íntima con su partenaire. Decide hacerle una visita por la noche. Parece nervioso.
ALBERTO: Hola. Perdona por la hora. No vengo a gorronear mini bar, aviso. Oye, qué habitación más guapa te ha tocado, qué
vista, la mía da a un patio interior, joder… Bueno, a ver, te cuento, al grano… El otro día rodé con Lucas una escena, el otro
día, la semana pasada, con Lucas, un tío muy cachas que hacía de matón, de segurata, una escena en la que, bueno, nos
peleábamos y todo eso y,… bueno, en realidad no nos llegábamos a pelear porque, de buenas a primeras, me soltaba un
puñetazo y me tumbaba, pero bueno, yo primero lo cogía un poco por las solapas, y forcejeábamos, que pareciera que le
plantaba cara, y eso… Y, bueno, pues, el hecho es que, practicamos la escena bastante, antes de hacerla, y eso fue muy bien.
Luego quedó de puta madre. Porque, estas cosas tienen que parecer auténticas, naturales, porque si no quedan fatal. La
cámaro lo ve todo. ¿Has visto hoy? Con Carlos, el que hace de mi padre, ¿lo has visto? ¿Ya estabas aquí? ¿Verdad que ha
quedado natural? La ensayamos un montón, el mes pasado, en los ensayos, sí, pero oye, igualmente, ayer llamo a Carlos y le
digo: “Papi, tenemos que pasarla más veces”, y él: “Sí, sí”. Fui a su habitación y venga: “Micky, me muero”, yo: “No, papá”,
“Hijo mío, me estoy mueriendo”, yo: “Que no, papá, qué sabrán esos médicos…”, y, venga, abrazos, lloros, “Papá”, “Micky”,
venga, va, y así, dale que te pego, “Me muero…”, “No…”, metiéndole realismo… nos estuvimos hasta las tantas. Pero,
¿verdad que hoy ha quedado bien? ¿Lo has visto? Tenía… fuerza. Era… realismo puro. Es que, si no es así, no sale. No hay otra
manera. Y claro, bueno, perdona por la hora, eh, estarás cansada del viaje, no quiero molestarte, perdona. ¿Ha ido bien el
viaje? Joder, cuantas maletas. Yo sólo llevo una… Bueno, al grano: Es que, a ver… estaba mirando lo de mañana y… Sí, la
escena pinta fácil, no hay frases, nos miramos y… venga, a dejarse llevar, pero… Llámalo inseguridad, igual sí, o
perfeccionismo, no sé, pero es que, ya me veo venir que como nos plantemos mañana en el set y queramos ser naturales,
con los focos, la gente… Imposible. A mí eso de improvisar, no, no… no me fío, no lo veo, no por ti, eh, por mí… No sé tú, pero
yo… Vale que sólo son cuatro besos, arrancarse la ropa y, ale, lo que venga, pero… A ver, se supone que somos amantes de
toda la vida, nos conocemos cada centímetro de nuestro cuerpo y, joder… no sé si escribes con la derecha o con la izquierda.
¿Entiendes lo que te quiero decir? Es que la cámara lo ve, lo ve todo, y más de tan cerca… A ver, no quiero que pienses lo que
no es, pero es que.. estoy preocupado, tía, no sé qué opinas, pero… Parece facil pero no lo es… ¿Cómo se pasa de dar un
abrazo, de dar el pésame a… revolcarse en la cama…? Joder, yo si estoy de pésame no estoy de cama… Y… no sé cómo
hacerlo… Me voy a bloquear… Lo veo. Y… como fallemos mañana, jodemos la peli entera… La jodemos entera. Y yo me juego
mucho, no sé tú pero yo me juego mucho… Bueno, tú no, eres joven, ¿qué tienes, veinte? Joder, veinte.Y además, lo tuyo es
hacer de modelo má que esto, ¿verdad?… Pero yo… Yo soy actor, quiero ser actor, he nacido para actor y si no puedo ser
actor no soy nada… ¿Entiendes lo que te quiero decir? La vamos a joder, la vamos a joder, lo veo, lo veo… ¿Que si puedes
ayudarme? Claro que puedes ayudarme, coño… (dramático, como pidiendo un abrazo) Qué calor hace aquí, joder…
5 CÓDIGO ROJO

El equipo de fútbol entrenado por el sr. Van Hareen ha ganado la Copa de la Liga, un título que su club llevaba años deseando
conseguir. No obstante, la felicidad no va a ser completa. Al día siguiente de la gran victoria, Van Haaren tiene que
comparecer ante la junta directiva del club. Por lo visto, algo va empañar el triunfo…

VAN HAREEN: (estallando de ira) ¡¡Sí, ordené un código rojo!! ¡Lo hice, y lo volvería a hacer! ¡Vieron ustedes cómo saltaron al
terreno de juego! ¡Se comieron el césped! ¡Arrollaron a ese equipo ‘invencible’! ¡Miren los periódicos! (Muestra la portada
de un periódico) ¡Somos el campeón ahora! ¡Alguien ha derrotado a ese maldito ‘equipo de leyenda’! ¡Por fin! ¡Y hemos sido
nosotros! ¡Nosotros somos los nuevos campeones! ¿Que no hicimos un fútbol cinco estrellas? ¡Bah! Me contrataron para
ganar títulos, no para reinventar el fútbol. ¡Y aquí tienen el primer título: La copa de la liga! ¡Qué quieren ahora! ¡Malditos
hipócritas! No me salgan con esos eslóganes trasnochados: tradición, valores, ejemplaridad, el adn del club… ¡Ja! Señor
presidente, permítame que se lo diga: el adn de este club no tiene nada de especial, es tan terrenal como el de cualquiera. Y
este equipo cualquiera se ha proclamado campeón de la Copa de la Liga. ¡Sí, ordené un código rojo, qué pasa! ¡Permití a mis
jugadores que fueran de putas la noche antes de la final, sí! Y si vuelvo ver que mis jugadores se ahogan entre las cuatro
paredes de un hotel la noche antes de una final, tenga por seguro que volveré a hacerlo. ¡Mire el resultado! Tradición,
valores, ejemplaridad… Sr. Presidente, señores directivos, yo soy así y no voy a cambiar. Si no les gusta cómo soy, échenme.
¡Venga, emitan un comunicado de prensa! Ahí tienen un ordenador. Escríbanlo. Lo acepto. Pero sepan que no cambiaré de
opinión. Creo firmemente que una cama del barrio rojo es el mejor sitio para que un muchacho joven se eche la noche antes
de un gran partido. Y no tan joven. Lo creo yo y estoy seguro de que el señor Krol, el señor Van Hanegem, el señor
Mulder (señalando uno por uno) y el señor Van der Wiel…. También –hola, señor Van der Wiel-. Venga, escriban el
comunicado. ¿Se lo dicto yo?
 

6 CLANDESTINIDAD

Rocco es un traficante de poca monta que está hablando con un cliente descontento por el cambio de condiciones que le
acaba de proponer.
ROCCO: ¿Denunciarme a la policía? Parece que no has entendido cómo va esto. ¿Ves a Teresa? Mi secretaria, la rubia. Desde
hace unos días lleva unos cuernos que no pasa por las puertas. ¿Tú se los notas? No, verdad. Su chico se la acaba de pegar
con otro. ¿Sabes Tino Marco, el futbolista? Ése es su chico. Sí, el de la bailarina. Hay que joderse, verdad. Enciendes la tele y
no haces más que ver a la mujer de Tino Marco en todas partes poniendo a parir al futbolista de los cojones porque se la
acaba de pegar con una bailarina de estriptis, y la pobre Teresa que llevaba cinco años follándose al tío en secreto… a joderse
y mantener la boquita cerrada… porque si se quejara quedaría como una gilipollas. Y te juro que se ha cabreado tanto como
la lerda de la mujer del tocapelotas ese. Es lo que hay. Si me denuncias, imbécil, yo iré al trullo, cierto, pero tú irás delante de
mí con honores de gilipollas, y los gilipollas no son muy bien recibidos en el trullo, créeme, lo he visto. Qué, ¿lo tomas o lo
dejas? Veinte cajas, cinco mil dosis del tipo “B”. Del tipo “B”. Del “A”, olvídate. Ya no existe para ti. Mira.  (Le señala a
Teresa) Mira a Teresa. ¿La ves triste? ¿Tiene cara de estar triste? Yo la veo bien, hasta la veo contenta. Tiene las mejillas
rosadas. Al día siguiente de salir publicada la noticia del imbecil del futbolista, Teresa se empezaba a follar a otro. Y no le ha
ido mal. No te dejes engañar por las etiquetas. “B” no es menos que “A”. Es diferente. ¿Y quién dice que no sea mejor? (Le
llaman. Es Teresa) (A Teresa) ¿Dime? Sí, ve tirando, Teresa. Yo termino de cerrar un trato con este caballero y enseguida
estoy allí. (Sonrisa de Don Juan)(A su cliente) ¿Veinte cajas?

7 CUMPLEAÑOS FELIZ

En los últimos meses, poco a poco, casi sin darse cuenta, Lucas se ha ido distanciado de su pareja. Al final del día, Lucas se
acerca a ella y le empieza a cantar, despacio, con intimidad, el “Cumpleaños feliz”.
LUCAS: Cumpleaños feliz, cumpleaños fe… (La falta de reacción de ella hace que a Lucas se le muera la canción en los
labios) Es… ¿mañana? (No hay respuesta) Fue… ¿ayer? (No hay respuesta) Es jodido. Mis padres me enseñaron de pequeño
que si no sabía una cosa, tenía que preguntar, sin avergonzarme. ¿Cuándo ha sido? Llevo días dándole vueltas, como dos
semanas, créeme. Si te lo preguntaba mal. Si no te lo preguntaba… mal, ya ves. No quise llamar a Laura, ni a Estela, para que
no pensaran que… para que no creyeran que había olvi… ¿Sabes qué he llegado a hacer, Delia? Me abrí una cuenta en
facebook –sí, en facebook, yo-… porque sabía que en facebook te avisan de los aniversarios y todo eso, pero no… no pude
entrar en tu cuenta porque para entrar en una cuenta tienen que… agregarte, ¿se dice ‘agregarte’?, tienen que… aceptarte
como amigo, bueno, tú lo sabrás mejor que yo… Y mi cuenta era anónima… Creo que le di a la tecla de preguntar si querías
ser mi amiga y creo que me ignoraste o me dijiste que no, yo qué sé -bien hecho-… y yo no insistí, no te dije que era yo
porque no quería que supieras que estaba intentando adivinar, recordar el día de tu cum… porque me pareció ridículo eso de
preguntarte si querías ser mi amiga. Sería como volver a empezar. Qué tontería, verdad. (No hay respuesta) ¿Verdad…?

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