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FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS DE LA EDUCACIÓN.

Dr. Antonio Blanco Pérez.

Aunque hoy es evidente que cualquier concepción pedagógica o educativa


descansa en una determinada concepción filosófica del hombre y de la sociedad,
la discusión teórica en cuanto a la relación entre Filosofía y Educación es un tema
relativamente reciente, que se origina en el período de los agudos conflictos
político – religiosos del siglo XVII, (el enfrentamiento de la Reforma y
Contrarreforma) y continúa más tarde en el debate filosófico entre el pensamiento
racional Kantiano, que construyó una noción idealista de “Pedagogía”, y la
concepción positivista de Comte, continuada a través de Durkheim y Dewey, que
conformaron la noción de “ Ciencia de la Educación”.

La expansión de las ideas liberales, resultado directo de la Revolución


Francesa, modifica la esencia de la educación, tal como se entendía hasta ese
momento. La burguesía, que requiere de una masa suficientemente amplia de
trabajadores libres con la instrucción necesaria para responder a las exigencias de
la industria, incorpora a su discurso el derecho a la educación y el reconocimiento
de la ciencia como fuente del conocimiento, lo que introduce importantes
modificaciones a la institución escolar, que se resumen en lo siguiente:

1. El carácter público, la responsabilidad del estado y la sujeción a normas


legales, como la obligatoriedad, el carácter laico, la gratuidad, etc.
2. La democratización de la enseñanza y del discurso pedagógico, apertura al
conocimiento científico y la investigación, a la razón y la discusión, a la
diversidad social y la experimentación.

El pensamiento liberal del siglo XVIII representó una notable contribución a la


conformación de la teoría y la práctica educativa del siglo XIX. La aparición de
una concepción de la Pedagogía como ciencia independiente se atribuye a J. F.
Herbart (1) Para Herbart, la Pedagogía debía fundamentarse en un sólido
manejo filosófico, con un contenido esencialmente ético, que establece los fines
de la educación. Desde este punto de vista, la ciencia pedagógica se constituye
a partir de los saberes de otros campos del conocimiento, especialmente de la
Filosofía.

En esta apreciación coincidieron otros eminentes pedagogos posteriores a


Herbart Así, por ejemplo, el norteamericano John Dewey, de incuestionable
importancia en el desarrollo del pragmatismo filosófico y pedagógico, expresó:
“...no existe una disciplina que en si misma merezca ser considerada como
ciencia de la educación, ya que la Ciencia de la Educación se construye con los
aportes de todas las ciencias”. (2)
La tendencia a desconocer el carácter de ciencia de la Pedagogía, y, por
tanto, de las Ciencias Pedagógicas o de las Ciencias de la Educación, persiste
hasta hoy, aunque sus adeptos disminuyen. Para ellos “...más que una
Psicología Educativa, se identifican derivaciones educativas del pensamiento
genético (piagetianos), psicoanalítico (freudianos), conductual o cognitivista. De
igual manera, mas que una sociología de la educación, nos encontramos
derivaciones educativas del funcionalismo, del marxismo, de la escuela
comprensiva o de la teoría crítica.” (3)

Semejante interpretación no deja espacio para la comprensión del lugar de la


Filosofía de la Educación ( o de las otras Ciencias de la Educación) Si bien es
cierto que el pensamiento filosófico antecede en el tiempo a todas las
construcciones teóricas sobre el hombre, la sociedad y el pensamiento ( lo que
hoy denominamos ciencias humanas, humanísticas o sociales) no es menos
cierto que cada una de las ramas de ese tipo de conocimiento ha alcanzado
suficiente grado de independencia, lo que permite entenderlas como ciencias en
todo el sentido de la palabra: por la definición de un objeto de estudio propio, la
formulación de un aparato categorial específico y la identificación de leyes y
principios verificables en la práctica. Tanto la Pedagogía, como cada una de las
denominadas Ciencias de la Educación, han logrado ese nivel de elaboración
teórica y de implicación en la práctica social que permiten su estudio y
desarrollo autónomo, como ramas del saber científico aplicado a una esfera de
la actividad humana indispensables para la conservación, transmisión,
reproducción y transformación de la herencia cultural de la humanidad. (4)

Mientras el eminente filósofo, sociólogo y pedagogo francés Durkheim


planteó que la ciencia de la educación solo se podría construir a partir del
desarrollo de la Filosofía, las corrientes más avanzadas reconoces que todas
las ciencias, incluyendo las llamadas exactas, contribuyen a la comprensión de
los procesos pedagógicos y educativos. (5)Durante todo el siglo XX muchos de
los más prestigiosos médicos, psicólogos, sociólogos, ingenieros, tecnólogos y
economistas aportaron importantes reflexiones sobre la educación desde sus
respectivos ámbitos de conocimiento, lo que enriqueció tanto a la teoría como a
la práctica educacional. Sin embargo, esta participación múltiple y diversa no
hizo disminuir el papel de la Filosofía como fundamento básico de las corrientes
pedagógicas, de los modelos educativos, de las estrategias metodológicas, de
tal forma que, en cualquiera de ellos resulta perfectamente distinguible ese
origen, bien sea a través de sus objetivos declarados, sus sistemas
conceptuales o sus componentes estructurales.
En la actualidad se pueden distinguir tres posiciones respecto al lugar y papel
de la Filosofía de la Educación, que representan diferentes formas de entender
la relación entre ambas:
1. Considerar que es factible construir un campo específico de la pedagogía,
con conceptos, leyes y metodologías exclusivas, que no requiere de
elaboraciones provenientes de otras ciencias. Esta interpretación, muy
cercana al pensamiento positivista comtiano del siglo XIX y a los
neopositivistas del XX, desconoce la creciente integración de
conocimientos que se produce en la ciencia, a tal punto que ya resulta
prácticamente imposible la investigación desde el estrecho concepto de
las “ciencias puras”.
2. Aceptar la complejidad del fenómeno educativo y, por lo tanto, reconocer
que el saber educativo (y pedagógico) solo puede formalizarse en tanto
se apoye en los desarrollos conceptuales y metodológicos de otros
campos del conocimiento científico. Esto significa que tanto las Ciencias
de la educación como la Pedagogía son disciplinas multireferenciales, lo
que no les resta identidad propia.
3. Reconocer que la relación Filosofía – Ciencia – Educación juega un papel
determinante en la reflexión sobre el sentido y la finalidad de la
educación. En esta posición la teoría y la práctica pedagógica aparecen
subordinadas a la concepción filosófica del mundo, del individuo y de su
actividad, con un carácter crítico y transformador que las somete a una
reconstrucción constante.

Estas posiciones se manifiestan de muy diversas formas, a veces


superponiendo unas a otras, de manera que no siempre resulta fácil
identificarlas. Intentando resumirlas, se puede establecer que la primera se
expresa a través del pensamiento pragmático, vinculado a la corriente
positivista, donde se intenta presentar a la educación como una ciencia
positiva más, con formulaciones exactas e incontrovertibles, apoyada en
datos estadísticos verificados experimentalmente, cuyas conclusiones son
perfectamente generalizables a cualquier situación similar. Por tanto, la
misión de la pedagogía se entiende como la de establecer leyes y principios
de valor universal.

La segunda posición se presenta relacionada con las concepciones de la


Filosofía de la Ciencia, por lo que se preocupa por la elaboración de
lenguajes teóricos y de construcciones metodológicas, a las que se confiere
una significación general para todos los procesos pedagógicos y
educativos, con independencia de las situaciones concretas en que ocurran.

Por último, la tercera posición aparece en la obra de autores relacionados


con el marxismo, como pueden ser Althusser (la noción de aparatos),
Habermas (la acción comunicativa), Gramsci (el intelectual orgánico) o
Suchodolski (teoría marxista de la educación). Una variante de esta posición
es la que representa la teoría crítica, que desmitifica la pretendida igualdad y
democracia de la educación en las condiciones de la sociedad clasista.
A modo de conclusión, puede señalarse que la Filosofía es un
fundamento esencial de las concepciones educativas y pedagógicas. La
solución que se asume del famoso “problema fundamental de la Filosofía” es
el punto de partida para las construcciones en el terreno de la teoría y la
práctica educativas. Por ello la Filosofía de la educación, como parte del
sistema de ciencias de la educación, debe ser objeto de estudio de todas los
maestros y profesores, como de los cuadros de dirección, metodólogos y
asesores, ella es la única vía para comprender el origen de los modelos
educativos, para interpretar adecuadamente las metas y fines de la
educación en cada época y para expresar, de manera coherente, las
necesidades y posibilidades educativas de la sociedad y del individuo.

Notas:

1) Díaz Barriga, A. Articulaciones entre Filosofía y Educación, En:


Revista Argentina de Educación. N. 18, set. 1992. Buenos Aires. Pág.
17
2) Dewey, J. Ciencia y Educación. Mc Graw – Hill. Nueva York. 1982.
Pág. 187
3) Díaz Barriga, A. ed. cit. Pág. 23
4) En esto aspecto véase lo que he expresado en “Introducción a la
Sociología de la Educación”, La Habana, Editorial Pueblo y Educación,
2002, cap. I.
5) Véase por ejemplo, de Guzmán, J. C.; G. Hernández Rojas y otros:
“Implicaciones educativas de seis teorías psicológicas” Facultad de
Psicología de la UNAM. Ciudad México.1993.

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