Historia de La Iglesia Antigua y Medieval Tema 3
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LA LIBERTAD
Así pues, hemos creído nuestro deber dar a conocer claramente estas
decisiones a tu solicitud para que sepas que hemos otorgado a los cristianos
plena y libre facultad de practicar su religión. Y al mismo tiempo que les hemos
concedido esto, tu excelencia entenderá que también a los otros ciudadanos
les ha sido concedida la facultad de observar libre y abiertamente la religión
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que hayan escogido como es propio de la paz de nuestra época. Nos ha
impulsado a obrar así el deseo de no aparecer como responsables de mermar
en nada ninguna clase de culto ni de religión. Y además, por lo que se refiere a
los cristianos, hemos decidido que les sean devueltos los locales en donde
antes solían reunirse y acerca de lo cual te fueron anteriormente enviadas
instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro fisco o hayan sido
comprados por particulares, y que los cristianos no tengan que pagar por ello
ningún dinero de ninguna clase de indemnización. Los que hayan recibido
estos locales como donación deben devolverlos también inmediatamente a los
cristianos, y si los que los han comprado o los recibieron como donación
reclaman alguna indemnización de nuestra benevolencia, que se dirijan al
vicario para que en nombre de nuestra clemencia decida acerca de ello. Todos
estos locales deben ser entregados por intermedio tuyo e inmediatamente sin
ninguna clase de demora a la comunidad cristiana. Y como consta que los
cristianos poseían no solamente los locales donde se reunían habitualmente,
sino también otros pertenecientes a su comunidad, y no posesión de simples
particulares, ordenamos que como queda dicho arriba, sin ninguna clase de
equívoco ni de oposición, les sean devueltos a su comunidad y a sus iglesias,
manteniéndose vigente también para estos casos lo expuesto más arriba (...)
De este modo, como ya hemos dicho antes, el favor divino que en tantas y tan
importantes ocasiones nos ha estado presente, continuará a nuestro lado
constantemente, para éxito de nuestras empresas y para prosperidad del bien
público.
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instituciones, como los concilios ecuménicos, nuevos métodos para la
conversión, se afianzaron las estructuras y se construyeron basílicas y
baptisterios. Se prestó una mayor atención a la cura pastoral, especialmente el
catecumenado y la beneficencia.
- Aspectos negativos: La Iglesia pierde el carisma de lo prohibido y de la
clandestinidad. Con esto se pierde el espíritu de vigilancia por el cual sólo gente
muy selecta había pedido el ingreso en el catecumenado. Comienza un periodo
de decadencia en el espíritu cristiano y una relajación por la facilidad e incluso
por la obligatoriedad. La Iglesia además pierde su independencia y pasa a la
sujeción del emperador cristiano. Además, vemos un distanciamiento entre la
Iglesia Occidental y Oriental. La gran cantidad de cismas y herejías de la época
obligan a muchas reuniones de los obispos con la ausencia de sus sedes
episcopales y como consecuencia el abandono de sus obligaciones pastorales.
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decantándose la victoria a favor de Constantino. Durante esta batalla sucedió
algo, según la fuentes cristianas, que decantó el final de esta guerra y que hizo
que Constantino se convirtiera al cristianismo. Dos autores cristianos, Lactancio
y Eusebio de Cesarea, relatan el hecho pero con dos versiones muy distintas.
Estando Constantino muy preocupado por la batalla decisiva contra Majencio
una tarde, estando delante de la tienda advierte una cruz sobre el sol, con esta
inscripción: “Con esto vence”, y después por la noche en sueños, se le apareció
Cristo, quien le ordenó grabar sobre los escudos de sus soldados el signo
(Crismón) que había visto sobre el sol, que no era otra cosa que la letra X griega
con el tramo superior circunflejo, y le prometió la victoria.
No podemos saber a ciencia cierta hasta que punto fue cierta la posible
conversión de Constantino, o simplemente una reacción supersticiosa ante este
hecho del sueño. Constantino ya se había percatado de que el cristianismo era
una fuerza en continuo ascenso, puesto que en oriente y especialmente en
Nicomedia, una gran parte de la población era ya cristiana; y entonces optó por
ella, como quien opta por subirse al carro vencedor. Parece que su bautismo
tuvo lugar unos meses antes de su muerte y en su comportamiento hay siempre
manifestaciones paganas: en sus monedas aparecen vestigios de culto al Sol
Invicto, retuvo para si el título de Pontífice Máximo del paganismo. Su
conversión tiene tintes políticos, siguiendo el ejemplo de Aureliano y
Diocleciano. Su Edicto de Milán es sólo un edito de tolerancia y plena libertad
religiosa para los ciudadanos del imperio pero no un política de conversión
auténtica. A todo esto le unimos que su vida no fue el ejemplo de un cristiano
de la época, sobre todo por sus numerosos crímenes: hizo ejecutar a su suegro,
tres cuñados a un hijo y a su mujer. Fe y costumbres no iban unidas en la vida
de Constantino.
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romanos por el apóstol Pedro, la que profesan el pontífice Dámaso y el
obispo Pedro de Alejandría (...), o sea, reconocer, de acuerdo con la
enseñanza apostólica y la doctrina evangélica, la Divinidad una y la Santa
Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Únicamente los que observan
esta ley tienen derecho al título de cristianos católicos. En cuanto a los otros,
estos insensatos extravagantes, son heréticos y fulminados por la infamia,
sus lugares de reunión no tienen derecho a llevar el nombre de iglesias,
serán sometidos a la venganza de Dios y después a la nuestra (...)
3.1.- El Clero
La nueva etapa de libertad en la que entró la iglesia tras la conversión de
Constantino cambió el status jurídico de los clérigos otorgándoles algunos
privilegios. El privilegio del fuero les sustraía de la justicia civil; el peculio
clerical y la inmunidad fiscal les eximia de los servicios públicos y de las cargas
tributarias.
En el siglo IV suele aceptarse la división entre clero superior, al que
pertenecen los obispos, presbíteros y diáconos, cuya consagración depende del
obispo y el clero inferior, que suele agrupar al subdiácono, acólitos, exorcistas,
ostiarios y lectores. El clero inferior no tenía delimitado su estatuto y variaba
según las comunidades.
Como grado inicial de ingreso en la carrera eclesiástica estaba el lector, al
que le incumbe leer la sagrada escritura en la liturgia y más tarde también el
canto de los salmos.
El ostiario tenía la función de cuidar y vigilar las iglesias, aunque no era
un grado clerical en todas la iglesias.
El exorcista tampoco tenía una consagración especial y cuidaba de los
catecúmenos y los energúmenos.
El acólito era el ayudante del subdiácono en las celebraciones litúrgicas.
El subdiácono apareció como auxiliar del diácono al que se le
encomienda cada vez más funciones administrativas en la iglesia y va
perdiendo las funciones litúrgicas.
Las funciones del presbítero y del diácono se van diferenciando,
adquiriendo los presbíteros la tarea de celebrar la eucarística y el bautismo, la
suplencia del obispo y la predicación. Los diáconos son los directos
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colaboradores de los obispos y por ello su prestigio e influencia son superiores a
la de los presbíteros.
Poco a poco se van perfilando los requisitos para ser clérigos. El papa
Zósimo da una decretal (417-18) sobre la duración de los grados: 21 años para la
consagración del acólito y subdiácono, 30 para el presbítero y entre 45 y 50 para
el episcopado. El clérigo debe tener integridad corporal, no tener enfermedades
mentales y no ser epiléptico. Además debe destacar por sus cualidades morales,
haber acreditado su fe y no ser cobarde ni haber renegado en la persecución.
A partir del siglo III se implanta la innovación de la continencia y el
celibato. Al clérigo casado se le exigía que su matrimonio fuera irreprochable y
se le prohibían las segundas nupcias. Quien recibía el orden superior y no
estaba casado no podía contraer matrimonio.
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APÉNDICE DOCUMENTAL
1.- TÁCITO
En consecuencia, para librarse de la acusación [de haber quemado
Roma], Nerón buscó rápidamente un culpable, e infringió las más exquisitas
torturas sobre un grupo odiado por sus abominaciones, que el populacho llama
cristianos. Cristo, de quien toman el nombre, sufrió la pena capital durante el
principado de Tiberio de la mano de uno de nuestros procuradores, Poncio
Pilatos, y esta dañina superstición, de tal modo sofocada por el momento,
resurgió no sólo en Judea, fuente primigenia del mal, sino también en Roma,
donde todos los vicios y los males del mundo hallan su centro y se hacen
populares. Por consiguiente, se arrestaron primeramente a todos aquellos que
se declararon culpables; entonces, con la información que dieron, una inmensa
multitud fue presa, no tanto por el crimen de haber incendiado la ciudad como
por su odio contra la humanidad. Todo tipo de mofas se unieron a sus
ejecuciones. Cubiertos con pellejos de bestias, fueron despedazados por
perros y perecieron, o fueron crucificados, o condenados a la hoguera y
quemados para servir de iluminación nocturna, cuando el día hubiera acabado.
(Anales Libro XV, 44)
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sacrificios con incienso y vino a tu imagen, que yo había hecho instalar con tal
objeto entre las imágenes de los dioses, y además maldecían a Cristo, cosas
todas ellas que me dicen que es imposible conseguir de los que son
verdaderamente cristianos, he considerado que deberían ser puestos en
libertad.
Otros, cuyo nombre había sido dado por un denunciante, dijeron que
eran cristianos, pero después lo negaron. Lo habían sido, pero después
dejaron de serlo, algunos al cabo de tres años, otros de mas, algunos incluso
por más de veinte. También todos estos han adorado tu imagen y las estatuas
de los dioses y han maldecido a Cristo
Por otra parte, estos afirmaban que toda su culpa o su error había
consistido en la costumbre de reunirse determinado día antes de salir el sol, y
cantar entre ellos sucesivamente un himno a Cristo, como si fuese un dios, y en
obligarse bajo juramento, no a perpetuar cualquier delito, sino a no cometer
robo o adulterio, a no faltar a lo prometido, a no negarse a dar lo recibido en
depósito. Concluidos esos ritos, tenían la costumbre de separarse y reunirse de
nuevo para tomar el alimento, por lo demás ordinario e inocente. Pero que
habían abandonado tales prácticas después de mi decreto, con el cual,
siguiendo tus ordenes, había prohibido tales cosas.
He considerado sumamente necesario arrancar la verdad, incluso
mediante la tortura, a dos esclavas a las que se llamaba servidoras. Pero no
logre descubrir otra cosa que una superstición irracional desmesurada.
Por eso, suspendiendo la investigación, recurro a ti para pedir consejo.
El asunto me ha parecido digno de tal consulta, sobre todo por el gran numero
de denunciados. Son muchos, de hecho, de toda edad, de toda clase social, de
ambos sexos, los que están o serán puestos en peligro. No es solo en la
ciudad, sino también en las aldeas y por el campo, por donde se difunde el
contagio de esta superstición. Sin embargo, me parece que se la puede
contener y acallar. De hecho, me consta que los templos, que se habían
quedado casi desiertos, comienzan de nuevo a ser frecuentados, y las
ceremonias rituales, que se habían interrumpido hace tiempo, son retomadas, y
que por todas partes se vende la carne de las víctimas, que hasta ahora tenían
escasos compradores. De donde se puede concluir que gran cantidad de
personas podría enmendarse si se les ofrece la ocasión de
arrepentirse» (CAYO PLINIO CECILIO SEGUNDO, Epistolarum ad Traianum
Imperatorem cum eiusdem Responsis liber X, 96.)
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Los memoriales, en cambio, que se presenten sin firma, no deben
admitirse en ningún género de acusación, pues es cosa de pésimo ejemplo e
impropia de nuestro tiempo.
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6.- EDICTO DE MILÁN
«Yo, Constantino Augusto, y yo también, Licinio Augusto, reunidos felizmente en Milán para
tratar de todos los problemas que afectan a la seguridad y al bienestar público, hemos creído
nuestro deber tratar junto con los restantes asuntos que veíamos merecían nuestra primera
atención el respeto de la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a todos los
demás, facultad de seguir libremente la religión que cada cual quiera, de tal modo que toda
clase de divinidad que habite la morada celeste nos sea propicia a nosotros y a todos los que
están bajo nuestra autoridad. Así pues, hemos tomado esta saludable y rectísima
determinación de que a nadie le sea negada la facultad de seguir libremente la religión que ha
escogido para su espíritu, sea la cristiana o cualquier otra que crea más conveniente, a fin de
que la suprema divinidad, a cuya religión rendimos este libre homenaje, nos preste su
acostumbrado favor y benevolencia. Para lo cual es conveniente que tu excelencia sepa que
hemos decidido anular completamente las disposiciones que te han sido enviadas
anteriormente respecto al nombre de los cristianos, ya que nos parecían hostiles y poco propias
de nuestra clemencia, y permitir de ahora en adelante a todos los que quieran observar la
religión cristiana, hacerlo libremente sin que esto les suponga ninguna clase de inquietud y
molestia.
Así pues, hemos creído nuestro deber dar a conocer claramente estas decisiones a tu solicitud
para que sepas que hemos otorgado a los cristianos plena y libre facultad de practicar su
religión. Y al mismo tiempo que les hemos concedido esto, tu excelencia entenderá que
también a los otros ciudadanos les ha sido concedida la facultad de observar libre y
abiertamente la religión que hayan escogido como es propio de la paz de nuestra época. Nos
ha impulsado a obrar así el deseo de no aparecer como responsables de mermar en nada
ninguna clase de culto ni de religión. Y además, por lo que se refiere a los cristianos, hemos
decidido que les sean devueltos los locales en donde antes solían reunirse y acerca de lo cual
te fueron anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro fisco o
hayan sido comprados por particulares, y que los cristianos no tengan que pagar por ello
ningún dinero de ninguna clase de indemnización. Los que hayan recibido estos locales como
donación deben devolverlos también inmediatamente a los cristianos, y si los que los han
comprado o los recibieron como donación reclaman alguna indemnización de nuestra
benevolencia, que se dirijan al vicario para que en nombre de nuestra clemencia decida acerca
de ello. Todos estos locales deben ser entregados por intermedio tuyo e inmediatamente sin
ninguna clase de demora a la comunidad cristiana. Y como consta que los cristianos poseían
no solamente los locales donde se reunían habitualmente, sino también otros pertenecientes a
su comunidad, y no posesión de simples particulares, ordenamos que como queda dicho arriba,
sin ninguna clase de equívoco ni de oposición, les sean devueltos a su comunidad y a sus
iglesias, manteniéndose vigente también para estos casos lo expuesto más arriba (...) De este
modo, como ya hemos dicho antes, el favor divino que en tantas y tan importantes ocasiones
nos ha estado presente, continuará a nuestro lado constantemente, para éxito de nuestras
empresas y para prosperidad del bien público.
Y para que el contenido de nuestra generosa ley pueda llegar a conocimiento de todos,
convendrá que tú la promulgues y la expongas por todas partes para que todos la conozcan y
nadie pueda ignorar las decisiones de nuestra benevolencia”
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7.- TETRARQUIA
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César Galerio
305.
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