Liberales Conservadores PDF

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Diferencia entre liberales y conservadores

Diferencia principal
Los liberales y los conservadores son dos escuelas de pensamiento que tienen puntos de vista opuestos sobre
varios temas que van desde la economía, la política, la vida y la sociedad. Aunque estos términos se asocian
principalmente con el sistema electoral estadounidense, las personas de todo el mundo pertenecen a estas dos
categorías que definen un individuo. Desde el cambio de siglo, el número de liberales ha ido en aumento,
aunque tampoco hay menos conservadores que tienen su propio gran círculo. Hay muchas diferencias
fundamentales entre estos dos, pero ambos términos se representan a sí mismos ya las personas asociadas con
ellos.Los liberales opinan que cambiar con el tiempo es necesario para que todos sobrevivan y crean en
modificarse de acuerdo con las necesidades modernas. Los conservadores opinan que la gente debe ceñirse al
conjunto de reglas que se han establecido desde el principio y resistir cualquier tipo de cambio innecesario. La
mayoría de los liberales están a favor de mantener la religión y el gobierno separados, ya que el estado no tiene
derecho a interferir con los puntos de vista personales de los individuos, mientras que los conservadores están a
favor de mantenerlos juntos y argumentan que la religión es la base de todas las actividades.La mayoría de las
veces, las personas que pertenecen a la raza mixta serán liberales y que creen en la diversidad, mientras que los
conservadores en su mayoría se apegan a los suyos y se sienten a gusto entre las personas con pensamientos
más firmes. Los liberales, por tanto, piensan y aprovechan que son minoría y que proceden de una raza diferente.
Los conservadores creen que el único criterio para todo tiene que ser la capacidad personal. Dado que los
liberales son propensos a cambiar y la vida en la ciudad es más rápido y la gente tiende a cambiar con las últimas
tendencias, prefieren vivir en las ciudades. Los conservadores, por otro lado, tienen más probabilidades de vivir
en áreas rurales donde la vida es lenta y la gente se apega a sus normas.Tienen algunos problemas comunes en
los que están de acuerdo, pero no son los principales. La mayoría de las veces, ambas partes se contradecirán en
los temas principales. En términos políticos, a los liberales se les llama izquierdistas, a los conservadores, por el
contrario, se les conoce como derechistas. pero no son los principales problemas. La mayoría de las veces, ambas
partes se contradecirán en los temas principales. En términos políticos, a los liberales se les llama izquierdistas, a
los conservadores, por el contrario, se les conoce como derechistas. pero no son los principales problemas. La
mayoría de las veces, ambas partes se contradecirán en los temas principales.En términos políticos, a los liberales
se les llama izquierdistas, a los conservadores, por el contrario, se les conoce como derechistas.

LEER Diferencia entre Gobierno Central y Gobierno Local

Cuadro comparativo
Definición de conservadores
Los conservadores se definen como personas que tienen opiniones estrictas sobre diversos temas, especialmente
el gobierno y la religión. Creen que el gobierno es responsable de proporcionar un conjunto de reglas que las
personas deben seguir, y que deben tener su origen en la religión y, por lo tanto, oponerse a cosas como los
matrimonios homosexuales, la voluntad de las mujeres en caso de aborto y las penas de muerte. Los
conservadores también creen en la preservación de las normas de la sociedad y creen que cambiar la forma en
que las personas viven sus vidas puede conducir a la destrucción social. Su punto de vista sobre la economía es
que a las personas se les permite hacer cualquier cosa siempre que generen ganancias. Además, las personas
deben ser responsables de sí mismas y no debe haber influencia política. No estarán dispuestos a escuchar una
nueva sugerencia o adaptarse a varios puntos de vista dentro de sí mismos.
Conservadores Liberales

Personas que tienen puntos de vista estrictos Personas que creen en el cambio junto con las tendencias modernas y quieren que el gobierno

Definición sobre diversos temas, especialmente el desempeñe un papel importante para asegurarse de que las personas puedan adaptarse a los

gobierno y la religión. cambios sociales y políticos que ocurren con frecuencia.

Personas que no están dispuestas a cambiar con


Naturaleza Personas que estén dispuestas a cambiar con el tiempo.
el tiempo.

Cree que la religión debe tenerse en cuenta Cree que la religión no debería jugar un papel importante en la elaboración de leyes y políticas
Creencia
siempre que sea posible. gubernamentales.

LEER Diferencia entre Revolución Americana y Revolución Francesa

Definición de liberales
Los liberales se definen como personas que creen en el cambio junto con las tendencias modernas y quieren que
el gobierno desempeñe un papel importante para asegurarse de que las personas puedan adaptarse a los
cambios sociales y políticos que ocurren con frecuencia. Estas personas tienen la mente abierta en diversos
temas, como los matrimonios homosexuales. Creen que cuestiones como el aborto deben dejarse para que las
personas decidan y que la vida humana no debe tomarse en forma de penas de muerte. Los liberales están
abiertos a nuevas sugerencias y tienen opiniones diversas sobre diferentes problemas mundiales. Creen que las
personas deberían ser transparentes en la forma en que se ganan la vida y en la mayoría de los demás aspectos
de la vida. También opinan que la práctica de la religión es una elección libre de todos y que la administración no
debe obligar a las personas a seguir un conjunto de leyes religiosas.

Diferencias en pocas palabras


1. Los liberales son personas que están dispuestas a cambiar con el tiempo, mientras que los conservadores son personas que
quieren seguir como siempre han sido las cosas.
2. Los liberales creen que la religión no debería jugar un papel importante en la formulación de leyes y políticas
gubernamentales, mientras que los conservadores creen que la religión debería tenerse en cuenta siempre que sea posible.

3. Los liberales son flexibles en sus puntos de vista y pensamientos, mientras que los conservadores son de línea dura que tienen
una postura estricta sobre los temas.

4. Los liberales piensan que el gobierno debería proporcionar las facilidades a las personas para lograr sus objetivos, mientras
que los conservadores creen que las personas deberían usar sus habilidades para salirse con la suya.
5. Los liberales afirman que las regulaciones deben ser tales que la sociedad se beneficie de ellas, mientras que los
conservadores enfatizan que las personas mismas deben trabajar para mejorar la sociedad.
6. Los liberales enfatizan la importancia de tener unidad entre las personas, mientras que los conservadores ponen más énfasis
en el individualismo.
Liberales y conservadores. De 1824 a 1857
Como hemos visto, tras el fracaso de la aventura imperial de Agustín de Iturbide el país se dio una constitución —en 1824— y adoptó la forma de
una república federal, nombrando a su vez al primero de sus presidentes —Guadalupe Victoria— quien sería el único en un largo periodo de casi
50 años que lograría concluir su periodo presidencial sin ser derrocado o pedir licencia y ausentarse del cargo.

La inexperiencia política de los mexicanos cobró factura y pronto fueron captados por los intereses internacionales que bajo la máscara de las
logias de la masonería comenzaron a manipular la política interna tratando de abonar a sus propios intereses. Así mismo la pretendida unidad del
movimiento trigarante pronto se vio disuelta en la práctica, pues surgieron diferentes formas de concebir la dirección política que debía darse al
país y se formaron diferentes corrientes que podemos denominar genéricamente como liberales y conservadores, aunque la pluralidad es más
amplia.

Masonería símbolo

Algunos —conservadores— consideraban que la tradición monárquica y virreinal del país requería un sistema de gobierno de similares
características; así surgieron posturas centralistas e incluso francamente monárquicas. Otros en cambio —liberales—, seguidores de los nuevos
cambios democráticos instaurados en países como Francia o los Estados Unidos de América, consideraban que debían remedarse tales formas de
gobierno en la naciente República Mexicana, aunque dentro de éstos había quienes consideraban que las reformas necesarias —como el
acotamiento del poder e influencia de la Iglesia, el ejército y las clases pudientes— debían implementarse de forma inmediata —los “puros” o
“radicales”—; mientras otros consideraban que éstas debían irse implementando con el tiempo, poco a poco —los “moderados”—. Estos últimos
sucumbieron a la intromisión que desde la masonería yorquina implementaron los intereses estadunidenses a través de su embajador en México,
Joel R. Poinsett y que, con el interés de lograr la compra-venta de los territorios norteños de México, incidieron en la política mexicana aún
apoyando alzamientos e imponiendo presidentes. Los conservadores por su parte se cobijaron en la masonería de rito escocés.
Joel Robert Poinsett

Así tuvimos, como ya adelantamos, un periodo de aproximadamente cincuenta años de lucha por el poder entre liberales y conservadores —
centralistas y federalistas, monarquistas y republicanos— sin poder consolidar un gobierno y crear la estabilidad necesaria para el crecimiento
económico y político del país y dejándolo a expensas de los intereses internacionales que inmediatamente trataron de sacar pr ovecho de las
nuevas naciones de la América Latina recién independizada.

Para prevenir que España, o cualquier otra potencia europea, retomara el control de sus perdidas colonias los Estados Unidos de América
manifestaron, tan temprano como 1823, su denominada “Doctrina Monroe” según la cual ellos no permitirían que ninguna potencia europea
amenazara a las nuevas naciones americanas recién independizadas, lo cual se ha traducido para efectos prácticos, y no sin ironía, como su
máxima: “América para los americanos”. No es que a potencias europeas en franca expansión como Inglaterra les intimidara, o no importara, tal
aseveración, pero resultaba adecuada para mantener a raya a su sempiterno rival: Francia, que pronto hizo muestra de sus intereses en México
al invadirlo en 1838, en la denominada “Guerra de los Pasteles” en que en reclamo del reconocimiento de afectaciones y pretendidos adeudos
del país —entre los cuales se encontraba una cuenta no pagada por militares mexicanos a un restaurantero francés, en que supuestamente se
habrían comido algunos pasteles— bloqueó los puertos mexicanos y desembarcó tropas de ocupación en Veracruz, lo que se contrarrestó por parte
del gobierno mexicano —con la ayuda de Inglaterra— aceptando las indemnizaciones impuestas por el gobierno francés, pero no las concesiones
comerciales que éste pretendía imponer.
"Toma del fuerte de San Juan de Ulua y de la Veracruz por la marina francesa"

Por su parte España intentó, mediante la expedición de Isidro Barradas, en Tampico en 1829, llevar a cabo la reconquista del territorio Mexicano.
Sin embargo, el intento fracasó y con él la intención española de reconquistar su antigua posesión, no quedándole sino otorgar su reconocimiento
final a la independencia de México en el año de 1836.

Por su parte, los Estados Unidos de América creyéndose predestinados a expandirse desde el Océano Atlántico hasta el Pacífico y dominar la
América Septentrional habían venido creciendo a partir de la compra y ocupación sin más de territorio. En 1803 compraron a la Francia napoleónica
el extenso territorio de la Louisiana, que ésta había forzado a España a devolverle. De tal forma se convirtieron en vecinos de la Nueva España y
en breve comenzaron a ocupar el territorio de la Florida, la cual, viéndola perdida España entregó a cambio del compromiso firmado en 1819 —
Tratado Adams-Onís— de no pretender —ni invadir— en el futuro territorios españoles en América. Conscientes de ello los estadunidenses apoyaron
con todo la lucha de independencia de México, pues consideraban que el acuerdo de límites quedaría sin efecto una vez consegu ida y podrían
conseguir de México por medio de la compra la sesión de tan necesarios y anhelados territorios. Cuando, lograda la independencia, vieron que el
gobierno mexicano era reacio a la venta de sus provincias norteñas hicieron uso de la ocupación y el despojo —no sin ayuda de los propios políticos
mexicanos, que enamorados de las instituciones estadunidenses y europeas, emitieron leyes como la de “colonización” de 1824 que permitía, e
invitaba, a cualquier europeo y/o sus descendientes estadunidenses a colonizar el territorio norteño de Texas con los requisitos de ser ciudadanos
“de buenas costumbres”, hablar español, ser católicos y jurar obediencia a las instituciones mexicanas. Requisitos que muy pocos, o ninguno, de
los colonos estadunidenses reunía, pero no tenían ningún reparo en jurar, ni en desobedecer.
Doctrina Monroe

Así, llegaron en tropel los estadunidenses a colonizar Texas, tan pronto que en cuatro años en las pocas ciudades en que se hallaban mexicanos,
a decir de Manuel Mier y Terán, enviado por Guadalupe Victoria a levantar un informe de la situación de la provincia, éstos eran superados en
proporción de diez norteamericanos por cada mexicano y surgieron asentamientos donde únicamente había estadunidenses.

“Hay dos clases de pobladores: los unos son los fugitivos de la república vecina, muchos marcados en el rostro con la señal que allá se acostumbra
poner a los ladrones y facinerosos; prontos a pasar y repasar según tienen necesidad de separarse del terreno en que acaban de cometer un
delito. La otra clase es la de los jornaleros pobres que no han tenido cuatro o cinco mil pesos para comprar un sitio de tierra en el norte y por
el deseo de ser propietarios”.

Manuel Mier y Terán, 1828.

En todo caso el plan de obtener el territorio del norte estaba en marcha y tan pronto como 1835, aprovechando el golpe de estado dado por
Antonio López de Santa Anna y el viraje al centralismo impuesto, los texanos al mando de Samuel Houston se declararon independientes de la
República Mexicana hasta en tanto no se restableciera el federalismo. Sin embargo combatidos por el propio Santa Anna, quien les propinó la
derrota de El Álamo y a quien capturaron en la batalla de San Jacinto y obligaron a firmar los Tratados de Velasco, los texanos se consideraron
totalmente independientes de México y formaron un estado que diez años después fue anexado a los Estados Unidos de América.
La mitificada Batalla del Álamo

Sin embargo, aunque Santa Anna era un presidente de la república con licencia cuando fue prisionero de los texanos, no tenía el poder de
conceder territorio y el Congreso mexicano jamás aceptó la independencia de Texas sino lo consideró un estado en rebeldía al que tarde o
temprano había de someter a la obediencia, pero dada la inestabilidad política y la falta de recursos nunca pudo concretarse la campaña de
Texas. Por otro lado los Estados Unidos inmediatamente dieron su reconocimiento al nuevo Estado “independiente” y a la postre se lo anexaron
en 1846.
La anexión de Texas no podía sino suponer el rompimiento de relaciones entre México y los Estados Unidos, así que los embajadores de ambos
países se repatriaron e inmediatamente surgieron “problemas” limítrofes entre los dos países. El presidente James Polk reclamaba la frontera de
Texas hasta el río Bravo, desconociendo que desde siempre se había considerado ésta en el río Nueces, más al norte, lo cual dio lugar a establecer
un “territorio en disputa” que luego el mismo Polk violaría al mandar a sus tropas al mando del General Taylor a ocupar el territorio. Mordiendo
el anzuelo las tropas mexicanas traspasarían el Bravo y se llevaría a cabo una escaramuza que sería magnificada por el propio Polk para forzar la
declaración de guerra a México, argumentando que se había ultrajado territorio norteamericano y “derramado sangre estadunidense en territorio
estadunidense”.

James Knox Polk

Así se llevó a los mexicanos a una guerra que de antemano tenían perdida. Para 1846 México cumplía 22 años de lucha interna sin lograr la
estabilidad política que le permitiera hacer frente a una invasión como la que sufriría de parte de los Estados Unidos. De he cho la fracción
conservadora no solamente se abstuvo de apoyar al gobierno liberal a hacer frente a la invasión, sino que aún financió levantamientos contra las
leyes tendientes a obtener recursos para la defensa, como sucedió con la sublevación de los polkos.

Así el ejército estudunidense, bien armado, bien pertrechado y bien entrenado en una época de paz de 60 años, con la moral en alto debido a su
rápida expansión alimentada en la doctrina del “Destino Manifiesto” de los estadunidenses a la grandeza. Apoyado por un gobie rno de una
economía sólida —que le permitía al mismo tiempo firmar un acuerdo de límites con Inglaterra, que le posibilitó quedarse con el territorio de
Oregon y lograr la anhelada expansión al Océano Pacífico— se enfrentó con un ejército pobre, mal armado y desmoralizado por la leva y la miseria
al que no sería difícil derrotar.
El país fue invadido por varios frentes: por el norte ya con mucha antelación una flota de guerra al mando del Comodoro Sloat había desembarcado
y ocupado las costas de California, incluso cuando aún no se había declarado la guerra, en un descarado “madruguete”. Por Nuevo México, las
tropas al mando del general Stephen Kearny se encargaron de ocupar Santa Fe y la región del norte de California; por Tamaulipas el viejo zorro
Taylor avanzó hacia Matamoros y Monterrey; mientras que por mar nos llegaron dos flotas de ocupación: por San Blas en el Pacífico —con lo que
se bloquearon los puertos de Guaymas y Mazatlán—, pero la que resultó definitiva llegó por Veracruz y se internó por la ruta de Cortés, a quien
emulaba, el general Winfield Scott, quien para el 13 de septiembre de 1847 tomaba el Castillo de Chapultepec y para el 15 de septiembre ondeaba
la bandera de las barras y las estrellas en el Palacio Nacional en el Zócalo capitalino.
Como quitarle un dulce a un niño, ahora sólo quedaba fijar las demandas de la rendición. En los Estados Unidos se llegó a discutir incluso la
pertinencia de quedarse con todo México, lo cual si no sucedió se cree fue porque había que guardar las apariencias de legalidad de la invasión
—algunos creen que el factor del racismo jugó un papel preponderante en la decisión, pues se trataba de una nación con grandes cantidades de
criollos, indios y mestizos, católicos y supersticiosos— y porque suponía un problema la anexión de tierras que habrían de integrarse a una nación
que ya enfrentaba el conflicto interno entre estados esclavistas y no-esclavistas que estallaría diez años después en su “Guerra de Secesión”.

Finalmente, cuando se firmó el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, que puso fin a la guerra, los Estados Unidos Obtuvieron el territorio de Nuevo
México y California —además de la ya anexada Texas— a cambio de unos cuantos pesos que le dieron la apariencia de una “cesión de territorio”,
como gustan llamar al despojo que llevaron a cabo. Nada mal si consideramos que este territorio actualmente alberga los estados de California,
Nevada, Utah, Nuevo México, Texas, Arizona y partes de Wyoming, Colorado, Kansas y Oklahoma, y de que tan sólo unos días después se
encontraran grandes yacimientos de oro en California que desatarían la llamada “fiebre del oro”, provocando la rápida colonización y el
crecimiento económico de la zona y del país.
Adquisiciones territoriales de los EU

Las crónicas abundan sobre la sensación de ignominia que tuvieron algunos estadunidenses durante la invasión y las demandas. Quizá la más
ostensible sea la anécdota de que el mismo día de la firma del tratado de Guadalupe habrían llegado instrucciones al ministro plenipotenciario
de los Estados Unidos, Nicholas Trist, de aumentar las demandas hasta obtener también la Baja California, Sonora y el derecho de paso a
perpetuidad por el Istmo de Tehuantepec, pero que Trist habría fingido no recibirlas hasta haber firmado el acuerdo eufemísticamente llamado:
“Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América” que daba fin a la
guerra.
Terminada la Invasión de los Estados Unidos a México los mexicanos volvieron a sus consabidos conflictos no resueltos y los conservadores
resucitaron en 1853 al malogrado Santa Anna para establecer un gobierno conservador, detrás del cual estaría como artífice Lucas Alamán, que
sin embargo murió entonces sin ver el triunfo del mismo, lo cual significó la dictadura de Santa Anna, quien se hizo dar el título de “Alteza
Serenísima” y se dedicó a gobernar sin constitución estableciendo toda clase de impuestos para allegar recursos al erario. Famosos al respecto
son los impuestos a las puertas y ventanas y a la posesión de gatos y perros.

Para 1854 mediante un levantamiento dirigido por los generales Ignacio Comonfort y Juan N. Álvarez, conocido como la Revolución de Ayutla, se
derrocó y exilió a López de Santa Anna, estableciéndose alternadamente en la presidencia Juan Álvarez y Comonfort. Entonces se dictaron las
primeras leyes de Reforma y se promulgó la Constitución liberal de 1857 que dio origen a la Guerra de Tres Años o de Reforma,

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