Imaginando El Camino
Imaginando El Camino
Imaginando El Camino
h ps://karlosluckas.blogspot.com/2023/05/imaginando-el-camino-
hacia-una-sociedad.html
Uno podría argumentar que por esa razón tenemos teoría social. El
mismo concepto de ciencia social nace de las ruinas de los proyectos
revolucionarios. Imaginamos los equivalentes sociales de los palacios
flotantes y las Torres Tatlin; los tratamos de construir y nos
encontramos mirando consternados como quiebran y se desmoronan
a nuestro alrededor. Indudablemente, debe haber algún po de
equivalencia social a las leyes de la sica y de la gravedad, la cual aún
desconocemos. Tal como argumentaban los posi vistas durante el
despertar de la revolución francesa o como lo hacía Marx cuando
escribió́ El Capital con el trasfondo del fracaso de las revoluciones de
1848, puede que, si comprendiésemos dichas leyes, también
podríamos comprender como evitar tales escollos en el futuro. Sin
embargo, todos los intentos de plantear la sociedad humana desde un
enfoque cien fico – ya sea de izquierdas o de derechas, ya sea en
forma de economía neoclásica o de materialismo histórico – han
demostrado ser, en todo caso, aún más desastrosos.
Uno de los problemas – al menos esto es lo que muchos
revolucionarios de alrededor del planeta empezaron a percibir a par r
de los 1990’s – es que estamos trabajando con una noción de la
imaginación verdaderamente limitada. Al fin y al cabo, incluso los
arquitectos no construyen sus diseños a par r de la nada y cuando lo
hacen, la mayoría de la gente preferiría no vivir en las estructuras que
estos crean. Es más, algunos de los movimientos revolucionarios más
vitales, crea vos y imagina vos nacidos al alba del nuevo milenio – los
Zapa stas de Chiapas son seguramente el ejemplo más obvio- son esos
que simultáneamente también se han anclado en un profundo pasado
tradicional. Entre los círculos revolucionarios hay un reconocimiento
cada vez mayor de que la libertad, tradición y imaginación siempre han
estado enzarzados – y presumiblemente siempre los estarán – las unas
con las otras de maneras que no acabamos de comprender. Nuestras
herramientas teóricas son inadecuadas.
Puede que la única cosa que podamos hacer a estas alturas es volver
al pasado y empezar de nuevo.
¿Cómo puede uno desarrollar una alterna va, que además haga
jus cia a un sen do de significado, misterio, crea vidad e incluso
divinidad, elementos que se escapan de los cálculos decomerciantes y
burócratas pero que componen la existencia co diana de la mayoría
de las clases trabajadoras de esta erra? Solo nos queda volver a
indagar en la historia para comprender como se a creado esta situación
para empezar. Esto, al mismo empo, debe significar que hasta cierto
punto estamos tratando con mitos. Me apresuro a añadir que por mito
no me refiero a su significado coloquial (posi vista), es decir, “una
historia que no existe”, sino más bien que cualquier relato histórico no
solo se limita a describir los acontecimientos, sino que los organiza de
una manera más amplia y significa va que le dan un carácter más
mitológico. Tu historia es un sin sen do si carece de este sen do
mitológico. En este aspecto, crear mitos no supone ningún problema,
de hecho, es di cil imaginar a un movimiento polí co eficaz que no lo
haga. Los posi vistas también lo hacen. La clave es ser honesto sobre
lo que uno hace mientras lo hace.
¿Cómo? Bien, creo que es justo afirmar que a lo largo del siglo veinte
hay dos grandes narra vos civilizacionales que han sido capaces de
cap var la imaginación popular, y que, por lo tanto, han tenido efectos
polí cos de una gran profundidad.
En este caso, lo que está haciendo Öcalan aquí ́ es coger las mismas
piezas y reorganizarlas de un modo bastante diferente. Al hacerlo, se
inspira en la situación única de su Kurdistán na vo, en la montañosa
franja norte del mismo Creciente Fér l, donde parece haber nacido la
agricultura por primera vez. Tomando en consideración que “Ari” en el
idioma kurdo significa “relaciona- do con la erra, lugar, campo”,
argumenta que los Indo-Euro- peos originales, también conocidos
como “Arios”, no eran para nada invasores pastorales sino más bien los
inventores de la agricultura y de la cultura Neolí ca. Una cultura que
efec vamente creó la vida co diana que aún tomamos por sentada;
nuestros hábitos alimen cios básicos, un techo o nuestro sen miento
de espiritualidad y comunidad. Esto fue una transformación revo-
lucionaria para la vida humana, y tal como argumenta e insiste Öcalan,
fue una revolución, por encima de todo, creada por mujeres libres de
la autoridad patriarcal. Su atrac vo era tan evidente que se esparció
por todo el mundo, a menudo juntamente con los idiomas Indo-
europeos, no tanto por la migración sino por ser ejemplarizante y
también gracias al flujo cosmopolita de personas y hospitalidad que
este nuevo mundo agrario, mayoritariamente pacífico, hizo posible. La
contrafuerza de esto no serían los nómadas sino el crecimiento de las
ciudades, previamente mencionado, y especialmente las bases
ideológicas introducidas por el Sacerdocio Sumerio, que fue capaz de
introducir al mismo empo la subordinación de la mujer, el embrión
del estado, la mis ficación de la ideología, el sistema de fábrica y el
burdel. Fue sólo entonces cuando la élites depredadoras,
habitualmente de extracción nómada, se impusieron sobre una
estructura que ya exis a, asegurando también, que el resto de la
historia de la humanidad estaría marcada por guerras interminables,
espectaculares y en úl ma instancia, sin sen do.
Esto es lo que Öcalan llama civilización, un orden que se presenta a si
mismo como gen l, moderado, legal y razonable, pero que en realidad
ene una esencia ligada a la violación, el terror, la traición, el cinismo
y la guerra. Gran parte del conflicto de estos úl mos cinco mil años se
ha dado entre la violencia de este sistema urbano de explotación
urbana originario y los valores que aún existen de los fuertes cimientos
neolí cos de nuestra existencia colec va. Es aquí cuando su análisis
sobre el rol de la ideología, y en par cular de la religión, toma una serie
de giros sorprendentes.