Leyendas de Sevilla PDF
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LEYENDAS DE SEVILLA
D. Pedro I, era llamado el Cruel por unos, el Justiciero por otros. Se decía de él que
tenía el defecto que le sonaban las canillas al andar. Esto se pudo confirmar años
después de su muerte, gracias al estudio médico que el Doctor D. González Moya
realizó de sus restos que se conservan en la cripta de la Capilla Real de la Catedral de
Sevilla.
Además, como resultado del estudio se pudo afirmar que el Rey sufrió una parálisis
cerebral infantil lo que provocó un desarrollo físico incompleto en algunas partes del
cuerpo.
La leyenda cuenta que D. Pedro salió una noche a recorrer las calles de Sevilla, algunos
historiadores mantienen que fue por un lío de faldas, otros defienden que fue a
consecuencia de una conversación con Domingo Cerón, el alcalde del rey, que afirmó
que en la ciudad no se cometía un delito sin tener su castigo, y el Rey quiso
comprobarlo por sí mismo.
Lo cierto es que iba solo y embozado en su capa cuando, se dice que se topó con uno de
los Guzmanes, hijo del conde de Niebla, que apoyaba las aspiraciones al trono del
hermano bastardo del rey. La ira se desató y las espadas chocaron en el silencio de la
noche.
El ruido despertó a una anciana vecina que, movida por la curiosidad, se asomó a la
ventana alumbrándose con su candil a tiempo de ver cómo uno de los contendientes,
cuyo aspecto recordaba al mismo Rey, atravesaba el pecho a su oponente. La anciana
alarmada, volvió a cerrar la ventana pero con tan mala fortuna, que se le cayó el candil a
la calle. Apoyada sobre la ventana, intentando imaginar lo que pasaría cuando
encontrasen su candil junto al cadáver, pudo oír claramente un crujido, como de nueces
al chocar, alejándose del lugar.
A la mañana siguiente, en la Sala de Justicia, los Guzmanes se presentaron para exigir
que se buscase al culpable de la muerte de uno de los suyos. El Rey prometió hacer lo
posible por encontrarlo y concluyó: "Cuando se halle al culpable, haré poner su cabeza
en el lugar de la muerte".
Al cabo de unos días, se trajo a juicio a una anciana que había sido testigo del duelo. La
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anciana, a pesar de admitir que había visto lo sucedido, se negaba a contar lo que sabía.
Ni las preguntas inquisitivas de Domingo Cerón, ni las amenazas de los alguaciles, le
hacían decir palabra alguna. Finalmente el Rey se dirigió a ella diciendo: "Dinos a quién
vistes en el duelo y no te ocurrirá nada”. La anciana, se apartó a una gran sala que se
veía a lo lejos al fondo del pasillo. Ya en ella, miró a su alrededor y viendo un espejo
grande que había colgado en la pared dijo: Señor, por aquella ventana, si os asomáis a
ella, veréis a la persona que dió muerte a Don Luis de Guzmán.
Al día siguiente, el Alguacil Real, acompañado de una escolta de soldados armados con
lanzas y espadas, recorrió las calles de Sevilla escoltando a un carro sobre el que iba un
cajón de recia madera sólidamente clavada la tapa con gruesos clavos. El pregonero iba
al lado del Alguacil Real, y de trecho en trecho parándose la comitiva, echaba un pregón
que decía:
"Esta justicia manda hacer el Rey nuestro Señor. La cabeza del hombre que mató a Don
Luis de Guzmán, metida en este cajón, será puesta en el mismo lugar donde se consumó
aquella muerte. Y manda el Rey que nadie sea osado de intentar abrir la dicha caja, so
pena de muerte y confiscación de sus bienes".
Llegados al lugar de los Cuatro Cantillos (que era como se llamaba en aquella época ese
cruce de calles), unos albañiles que habían trabajado en abrir una hornacina o hueco en
el muro de una casa, procedieron a colocar en dicha hornacina el cajón de madera y,
para que nadie pudiera intentar quitarlo de allí, le pusieron por delante una fuerte reja de
hierro empotrada en la pared. Además, quedó allí durante largo tiempo una guardia de
soldados día y noche.
Pasaron ocho años, y el Rey Don Pedro fue asesinado por su hermano bastardo Don
Enrique de Trastamara en los campos de Montiel.
Tan pronto como se supo en Sevilla la noticia, los Guzmanes se apresuraron a adueñarse
del mando de la Ciudad, y su primera disposición fue, mandar abrir aquel cajón de
madera, para ver si todavía se podía reconocer la fisonomía del matador de su pariente.
En efecto, se quitaron las tablas del cajón que ya estaban carcomidas por la lluvia y el
sol y, con gran sorpresa de todos, apareció la cabeza de mármol de una estatua del Rey
Don Pedro.
El monarca cumplió con su palabra de poner allí la cabeza del matador, pero no de
carne y hueso, sino de mármol.
Y allí está todavía. La podemos ver, si vamos a la calle Candilejo, hoy en día llamada
Cabeza del Rey Don Pedro.
La estatua está sobre el lugar donde se produjo el lance y, enfrente se encuentra la
carbonería a la que se asomó la vieja con el candil, y por ello esta calle se llama hoy en
día Candilejo.
LEYENDAS DE SEVILLA
EL HOMBRE DE PIEDRA
Corría el siglo XV. Estaba Mateo el Rubio bebiendo
con sus compadres en una taberna sevillana de la
calle del Buen Rostro. Entre carcajadas y órdagos se
detuvo ante la puerta el Santísimo Sacramento, ante
el que era obligatorio arrodillarse por orden del rey
Don Juan II, esta norma puede leerse todavía, bajo la
cruz de los Polaineros, en el exterior de la Iglesia del
Salvador (en la calle Villegas). Todos lo hicieron
con reverencia, salvo Mateo, que insultó y blasfemó
al Santísimo Sacramento, y se mofó de los
parroquianos y del sacerdote diciendo que eso era
cosa de beatas. Un rayo divino cayó entonces sobre
él, el cual le hundíó en la tierra las rodillas que no
quiso doblar, convirtiendo su cuerpo en piedra.
Su torso se puede contemplar todavía en la calle que lleva el nombre del prodigio y el
castigo: Hombre de piedra.
LA BELLA SUSONA
Sucedió en Sevilla allá por el siglo XIV.
Los judíos sevillanos, tras la persecución
de que fueron objeto, habían obtenido la
protección de la Autoridad Real, y vivían
con ciertas garantías, pero no por ello se
sentían del todo seguros, y soportaban innumerables vejaciones. Esto despertó en
algunos de ellos un rencor que pronto había de convertirse en afán de venganza.
Y al efecto, un judío muy principal llamado Diego Susón ideó un plan que habría de
sembrar el terror en Sevilla, y con la idea, quizá, de organizar un general levantamiento
de judíos en todo el reino.
Recordaban los judíos que las persecuciones de los visigodos dieron ocasión a que los
judíos de aquel entonces organizasen arteramente una rebelión, al mismo tiempo que
facilitaron a los árabes la invasión de España. Ahora quizá podrían hacer lo mismo. Así
comenzaron en casa de Diego Susón a celebrarse reuniones secretas para estudiar el
plan de la que sería la gran sublevación judía de España.
Tenía Diego Susón una hija, a la que por su extraordinaria hermosura se llamaba en toda
Sevilla “la fermosa fembra“. Y ella, engreída por la admiración que despertaba su
belleza, llegó a hacerse ilusiones de alcanzar un alto puesto en la vida social. Así, a
espaldas de su padre, se dejaba cortejar por un mozo caballero cristiano, uno de los más
ilustres linajes de Sevilla, que tenía en su palacio un escudo de gloriosa heráldica.
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La bella Susona se veía a escondidas con el galán caballero, y no tardó en ser su amante.
Cierto día, cuando Susona dormía en su habitación, se reunieron en la casa los judíos
conjurados, para ultimar los planes de la sublevación. Pero Susona no dormía porque
como todas las noches, aguardaba a que su padre se acostase para huir sigilosamente de
la casa, a reunirse con su amante hasta el amanecer.
Susona escuchó palabra por palabra toda la conversación de los conspiradores, y
mientras tanto, su corazón latía angustiado, pensando que entre los primeros a quienes
darían muerte estaría su amante, que era uno de los caballeros principales de Sevilla.
Aguardó a que terminase la reunión de los judíos y cuando todos se marcharon y su
padre se acostó, la bella judía abandonó la casa, marchó por las calles de la Judería
hacia la actual Mateos Gago, por donde se salía del barrio. Desde allí se dirigió a casa
de su amante y entre sollozos le refirió todo lo que había oído.
Inmediatamente el caballero acudió a casa del Asistente de la Ciudad, que era el famoso
don Diego de Merlo, y le contó cuanto la bella Susona le había dicho. Acto seguido, don
Diego de Merlo, con los alguaciles más fieles y de confianza, bien armados, recorrió las
casas de los conspiradores, y en pocas horas los apresó a todos. Pasados unos días,
todos ellos fueron condenados a muerte y ejecutados en la horca de “Buena Vista“, en
Tablada.
El mismo día que ahorcaron a su padre, la fermosa fembra reflexionó sobre su triste
suerte. Aunque su denuncia había sido justa, no la había inspirado la justicia, sino la
livinidad, pues el motivo de acusar a su padre fue solamente para librar a su amante y
poder continuar con él su vida de pecado.
Atormentada por los remordimientos, acudió Susona a la Catedral, pidiendo confesión.
El arcipreste la bautizó y le dio la absolución, aconsejándole que se retirase a hacer
penitencia a un convento, como así lo hizo y allí permaneció varios años, hasta que
sintiendo tranquilo su espíritu volvió a su casa donde en lo sucesivo llevó una vida
cristiana y ejemplar.
Finalmente, cuando murió Susona y abrieron su testamento encontraron una cláusula
que decía: “Y para que sirva de ejemplo a las jóvenes y en testimonio de mi desdicha,
mando que cuando haya muerto, separen mi cabeza de mi cuerpo, y la pongan sujeta en
un clavo sobre la puerta de mi casa, y quede allí para siempre jamás.”
Se cumplió el mandato testamentario, y la cabeza de Susona fue puesta en una escarpia
sobre el dintel de la puerta de su casa, que era la primera de la calle que hoy lleva su
nombre. El horrible despojo secado por el sol, y convertido en calavera, permaneció allí
por lo menos desde finales del siglo XV hasta mediados del XVII según testimonios de
algunos que la vieron ya entrado el 1600. Por esta razón se llamó calle de la Muerte,
cuyo nombre en el siglo XIX se cambió por el de calle Susona que ahora lleva.
LEYENDAS DE SEVILLA
NO- DO DE SEVILLA
El Rey Don Alfonso X el Sabio era un hombre de letras,
culto e instruido aunque parece ser, que no sabía demasiado
del arte de gobernar, lo que llevó al descontento a su pueblo.
Debido a esto, el pueblo (sus súbditos), se dividieron en dos bandos: los que apoyaban
al rey Alfonso X y los que seguídores de su hijo, el príncipe Sancho que contaba con el
apoyo de su madre y esposa del rey Alfonso X, doña Violante.
España se vió envuelta en una dolorosa contienda entre padre e hijo. El ejército de Don
Sancho iba día a día ganando adeptos y conquistando territorios hasta que consiguió
alzarse como rey en la mayor parte de España.
Una vez conquistada la mayor parte del país, se mostró generoso con su padre y no
quiso atacar la ciudad de Sevilla, en la que su padre, el rey Don Alfonso X viejo y
enfermo, se había refugiado.
En Sevilla pasó Don Alfonso los últimos días de su vida, arropado por algunos fieles
magnates y por todo el pueblo Sevillano que manifestó al anciano rey su apoyo y cariño
hasta el final de su vida.
Don Alfonso otorgó en señal de gratitud a este pueblo tan leal un lema a modo de
jeroglífico para el escudo de la ciudad, formado por las sílabas NO y DO con una
madeja en medio. La lectura de este criptograma es NO MADEJA DO, expresión
fonética de la frase NO ME HA DEJADO, con la que el rey quería agradecer a Sevilla
el hecho de que no le hubiera abandonado.
LA MATANZA DE LA JUDERÍA
SEVILLANA
Ocurrió que, don Fernando Martínez, llevó sus predicaciones mucho más allá de lo que
la prudencia aconsejaba, soliviantando los ánimos populares contra los judíos, bajo un
acendrado fervor religioso.
En el mes de marzo estalló al fin el odio sembrado por el Arcediano de Écija,
promoviéndose un motín popular, en el que los plebeyos, entraron, por el barrio de la
Judería saqueando tiendas y maltratando a sus moradores. Al saber la noticia, acudieron
con alguaciles D. Alvar Pérez de Guzmán (Alguacil Mayor de la Ciudad) y los Alcaldes
Mayores, D. Ruí Pérez de Esquibel y D.Fernando Arias de Cuadros.
Fueron apresados dos de los alborotadores, siendo condenados a unos cuantos azotes.
Esta impunidad, alentó al populacho que, enardecido con nuevas palabras del Arcediano
de Écija, el día 6 de junio a los gritos de "muerte a los judíos", entraron nuevamente en
el ya saqueado barrio. Esta vez, el pueblo bajo no se detuvo en saquear sino que, con
cuchillos, dagas y herramientas se dieron a buscar a los judíos persiguiéndoles como a
las fieras por las estrechas calles de la Judería.
En aquel entonces la Judería comprendía los actuales barrios de Santa Cruz, Santa
María la Blanca y San Bartolomé, y estaba separado del resto de la ciudad por un muro
(casi muralla), que bajaba desde el comienzo de la calle Conde Ibarra, pasando por la
plaza de las Mercedarias, hasta la muralla de la ciudad. Así, el barrio judío quedaba
encerrado, por un lado, por el muro del Alcázar, callejón del Agua arriba. Por otro lado,
por ese muro de la calle Conde Ibarra; por abajo por la muralla de la ciudad que iba
bordeando la puerta de Carmona, Puerta de la Carne, a enlazar con el Alcázar. Y por
arriba otro muro desde Santa Marta al Alcázar y por Mateos Gago a Conde de Ibarra.
Este barrio judío solamente tenía dos puertas, una en Mateos Gago, y otra, la Puerta de
la Carne, que daba al campo.
Por ambas puertas, se precipitó el populacho, para impedir la huida de los hebreos.
Hombres, mujeres y niños fueron degollados sin piedad en las calles, en sus casas, y en
las sinagogas.
La matanza duró un día entero y perecieron la enorme cifra de cuatro mil criaturas.
Los pocos supervivientes, huyeron a las fueras de Sevilla. Pasado algún tiempo, y no sin
recelo, volvieron algunas familias judías y reconstruyeron sus tiendas y sus casas, pero
esto, no hizo que volviera a ser el barrio considerado como judío.
De las tres Sinagogas que existían por aquel entonces, fueron expropiadas y
convertidas. La primera fue convertida en la Parroquia de Santa María de las Nieves
(vulgarmente llamada la Blanca). La segunda, la hicieron la Parroquia de San Bartolomé
y la tercera, en la Iglesia de Santa Cruz, ( pero no la actual), que estuvo en el terreno que
hoy ocupa la Plaza de Santa Cruz, hoy desaparecida (aunque actualmente está la nueva
iglesia de Santa Cruz).
Los judíos de Sevilla no volvieron a reponerse de aquel exterminio; por lo cual, el
decreto de expulsión de los judíos (dictado por los Reyes Católicos en 1492) fue notado
en todas las ciudades del reino, menos en Sevilla, de donde no se expulsó prácticamente
a nadie, puesto que no había ya judíos prácticamente en la ciudad.
LEYENDAS DE SEVILLA
PIEDRA LLOROSA
En 1857, durante el reinado de Doña
Isabel II y bajo el gobierno de Narváez,
tuvo lugar la primera guerra carlista. Se
sucedieron los motines y cuartelazos.
Los sublevados apenas dispararon un tiro, mientras las tropas les hicieron 25 muertos en
las primeras descargas e hicieron prisioneros a todos los supervivientes. El lance costó
el cargo al gobernador y al capitán general. Madrid envió con plenos poderes (civiles y
militares), a un duro comisionado de Narváez, D. Manuel Lassala y Solera quien, sin
que le temblara la mano, mandó fusilar a los 82 detenidos que se hallaban presos en el
cuartel de San Laureano.
El alcalde D. García de Vinuesa pidió en vano el indulto, pues, la mayoría eran menores
de edad y miembros de familias de aristócratas de Sevilla.
Llegada la mañana del 11 de julio, fueron sacados de San Laureano y llevados a la Plaza
de Armas del Campo de Marte para ser fusilados.
La misma Sevilla novelera que acudía a la plaza de San Francisco a los autos de fe,
llenó las afueras de la Puerta de Triana para ver el fusilamiento. Sacerdotes y hermanos
de la Caridad ayudaban a bien morir a los muchachos que, no acababan de creerse que
aquellos soldados los fusilarían.
En aquel espanto llegó el alcalde D. García de Vinuesa con dos alguaciles, y se dio
cuenta de lo inútil de su intento por salvarlos.
El alcalde desolado, se fue hacia la Puerta Real y, hallando una piedra en una esquina,
se sentó rompiendo a llorar. D. García de Vinuesa lamentó de todo corazón la muerte de
aquellos sevillanos fusilados (los alguaciles que lo acompañaban contaron como oyeron
al alcalde lamentarse una y otra vez, durante horas).
LEYENDAS DE SEVILLA
HISTORIA DE SEVILLA
Existen varias versiones sobre los orígenes y como se creó la ciudad de Sevilla, pero la
que se cree que se ajusta más a la realidad es la que dice que la creó Hércules, hijo de
Osiris, vino a estas tierras a vengar la muerte de su padre, quien había sido asesinado
por su hermano Tyfon, aliado del soberano de tres cabezas Gerión, que entonces reinaba
España. Hércules, despues de dar muerte a Gerión quedó prendado de la fertilidad y
riqueza de la de la ciudad, que fundó a las orillas del río.
En la antigua Puerta de Jerez desde la que se accedía a la ciudad (hoy destruida), había
grabada una inscripción que decía " Hércules me edificó, Julio César me cercó de muros
y torres altas y, el rey Santo me ganó con Garcí Pérez de Vargas."
Lo que sí se puede demostrar es que la ciudad existía antes de la época de los romanos,
teniendo pruebas fehacientes en las ruinas fenicias encontradas, las cerámicas y por
supuesto el conocido "tesoro del Carambolo", hallado en la cuesta que lleva su mismo
nombre.
Cuenta la leyenda que un comerciante fenicio llamado Melkart conocido por ser un
aventurero y del que contaban grandes proezas, iba buscando nuevas rutas comerciales
y sin querer, descubrió una zona de terreno de aluvión, (se cree que es la que va desde la
Plaza del Salvador a los Jardines de Murillo). El asentamiento se convirtió en lugar
frecuentado por comerciantes griegos y fenicios que proporcionaron a la zona una gran
riqueza, lo que ayudó a su crecimiento y desarrollo.
De Melkart el comerciante fenicio que se supone creó Sevilla se fueron exagerando sus
aventuras y, con el tiempo, pasó de ser un aventurero a un heroe, de heroe a santo y, con
el paso del tiempo, se convirtió para esta cultura en un Dios. Este Dios de los fenicios
llamado Melkart con los años fue adoptado por los griegos que le cambiaron el nombre
y le pusieron Herakles; más tarde causó furor entre los romanos quienes le cambiaron el
nombre y le bautizaron como Hércules.
Sevilla desde el principio de su origen ha estado relacionada con el comercio de metales
preciosos que, gracias al Guadalquivir le convirtió en punto de llegada y salida de
riquezas para otros lugares del mundo como por ejemplo los pueblos lejanos de Oriente.
Sevilla ha sido siempre un punto de referencia de culturas lejanas a su entorno, y a su
vez, recipiente para otras culturas.
LEYENDAS DE SEVILLA
Los Sevillanos son herederos de diferentes culturas que, a lo largo de los siglos han
habitado estas tierras como los griegos, romanos, fenicios, celtas, íberos, tartesos.
De algunas de estas culturas sólo quedan restos arqueológicos y, con toda seguridad, el
carácter singular de las gentes de estas tierras tan cálidas, hospitalarias, alegres,
extrovertidas...
CRONOLOGÍA DE SEVILLA
Fecha Acontecimiento Histórico
1000 a.C. Primeros asentamientos.
850 - 750 a.C. Surge la ciudad de Híspalis. Fundación de la mítica ciudad.
Auge de la civilización Tartésica, comercian con los fenicios,
750 - 550 a.C.
siendo rey tartésico Argantonio.
550 - 500 a.C. La región mantiene intercambios con los griegos y los focenses.
450 a.C. Fecha de la construcción en piedra más antigua en Sevilla.
384 a.C. Los cartaginenses entran en Sevilla y sustituyen a los fenicios.
216 a.C. Híspalis es destruida.
Fundación de Itálica por Pluvio Cornelio Escipión, expulsando a los
206 a.C.
cartaginenses y comenzando la reconstrucción de Híspalis.
197 a.C. Organización administrativa de la Bética por los romanos.
Conflictos entre los turdetanos y los romanos a consecuencia de las
195 a.C.
fuertes exacciones fiscales.
Una vez pacificada, la Bética sirve de base para las batallas del
154 - 133 a.C.
norte de la península.
150 a.C. Híspalis se desarrolla, se convierte en un importante puerto.
133 - 82 a.C. Período de paz y prosperidad de la ciudad.
82 a.C. Se crea el nuevo recinto amurallado, llamado republicano.
69 a.C. César en Sevilla.
61 a.C. Vuelta de César en Sevilla.
49 a.C. Foro, astilleros navales en la Híspalis.
Construcción de una muralla más importante, viviendo la
45 a.C. guarnición romana en un suburbio llamado Baitis. El Cesar nombra
a Híspalis "Colonia Iulia Romula Híspalis" pasando sus ciudadanos
LEYENDAS DE SEVILLA
le sucede en la sede.
Concilios presididos por los obispos Leandro e Isidoro que pasará a
590 - 619 ser Santos Patronos Sevillanos. Spalis se convierte en sede
metropolitana de la Bética.
El rey godo Suintila expulsa a los bizantinos del sur de Hispania.
623 - 625
Spalis es parcialmente destruida.
Don Oppas, obispo de Sevilla, abandona al rey don Rodrigo en la
711
batalla del Guadalete. Llegada de loa árabes en Sevilla.
Construcción de la mezquita de Ibn Adabbas, levantada en el solar
829-830
de la actual iglesia de El Salvador.
844 Invasión vikinga.
850 Gran crecida del río.
Construcción de las primeras instalaciones del Alcázar.
913
Abderrahman III ordena la destrucción de las murallas.
Decadencia del Califato. Primer testimonio epigráfico de la
1009 - 1023
existencia del barrio de Triana.
1023 Se reconstruye la muralla con mortero.
1039 Nace Almutamid.
Constante formación de suburbios al exterior de las murallas, en las
zonas de Puerta de Triana, San Vicente y San Lorenzo. Un temblor
1042 - 1090
de tierra derriba la parte superior del alminar de la mezquita, pero
Almutamid la manda reconstruir en un mes.
1091 Los almorávides mandan en la ciudad, llamada ahora Isbilya.
1107 Ali Ben Yusuf manda prolongar las murallas.
1133 - 1134 Construcción del trozo paralelo al río.
1144 Crisis del poder almorávide.
1147 Los almohades son los nuevos amos de Isbilya.
1168 - 1169 Una gran riada derriba sectores importantes de la muralla.
1170 Un terremoto causa graves perjuicios en la ciudad.
Abu Yaqub Yusuf manda construir unos magníficos palacios en la
1171
ciudad.
1174 Se construye el puente de barcas para pasar desde Triana a Isbilya.
LEYENDAS DE SEVILLA
1178 - 1179 Gran crecida del río que afecta sobre todo a Triana.
1182 Se concluye la Mezquita Mayor.
1184 Es necesario agrandar las Atarazanas y trasladarlas al Arenal.
1198 Gran operación de transformación del sur de la ciudad.
Crecida sin precedentes que destruye 6.000 casas y provoca la
1201
muerte de 700 personas.
Derrota almohade en la batalla de las Navas de Tolosa abre a los
1212
cristianos pasillos hacia el valle del Guadalquivir y hacia Isbilya.
Construcción de la Torre del Oro y de una coracha, elemento de
1220 - 1221
fortificación destinado a acceder al agua.
1221 Construcción de otra muralla que duplica la anterior.
1224 Proceso de descomposición del gobierno almohade.
1229 Isbilya se separa del gobierno almohade.
1248 Fernando III toma Isbilya.
Palacio gótico de Alfonso X en el Alcázar. Monasterio de San
1254 - 1271 Pablo. Conventos de San Clemente y Santa Clara, San Francisco y
San Agustín.
1281 Establecimiento de la Lonja y del Barrio de los Catalanes.
1284 Muere Alfonso X el Sabio.
1290 Convento del Carmen.
Construcción de un importante grupo de iglesias parroquiales: Santa
1300
María, Santa Lucía, San Julián, San Isidoro, San Vicente.
1301 Monasterio de San Isidoro del Campo.
1350 Comienza el reinado de Pedro I el Cruel.
1364 Construcción del Palacio de Pedro I en el Alcázar.
1366 Hospital de San Antón.
Se crea el primer impuesto municipal extraordinario "dinero de la
1380
carne".
Construcción del espigón de defensa contra el río llamado más tarde
1383
Patín de las Damas, junto a la puerta de Almenilla.
1384 Primer padrón conocido del vecindario.
LEYENDAS DE SEVILLA
a heroína de la fidelidad
A mediados del siglo XIV, la mayor parte de España (Castilla) estaba gobernada
por Pedro I, apodado el ‘Justiciero’ por sus partidarios y el ‘Cruel’ por sus detractores.
Este segundo grupo lo encabezaba su hermano bastardo, Enrique de Trastámara, y
uno de sus hombres fuertes en el sur era Juan Alonso Pérez de Guzmán. Pues bien,
en una de las conspiraciones previas al derrocamiento del monarca, la esposa de éste,
doña Urraca Ossorio de Lara, fue arrestada y condenada a morir en la hoguera
delante de todo el mundo.
curiosas y ávidas de morbo. Cuenta la leyenda que, cuando las llamas se apoderaron
de la pira, el aire caliente levantó la falda de la mujer, dejando sus partes íntimas a la
LEYENDAS DE SEVILLA
Así las cosas, se lanzó al fuego para intentar cubrir el cuerpo desnudo de doña Urraca,
consiguiendo su objetivo, aunque pagándolo con la muerte. De hecho, ambas fueron
incineradas mientras se abrazaban y gritaban de dolor, en una escena que dejó
conmocionada a la sociedad sevillana de la época. A partir de entonces, a Leonor
Dávalos empezó a conocérsele como ‘la heroína de la fidelidad’. Los restos de las dos
mujeres fueron enterradas en un mismo sepulcro en la iglesia gótica del Monasterio de
San Isidoro del Campo, de la localidad de Santiponce. Allí se encuentra una placa que
reza lo siguiente: “Aquí reposan las cenizas de Doña Urraca Ossorio de Lara, mujer de
Don Juan Alonso Pérez de Guzmán, Ilustrísimo Señor de Sanlúcar. Murió quemada en
la Alameda de Sevilla por orden del rey Don Pedro el Cruel, por quitarle los tesoros y
riqueza. También se quemó con ella, para no peligrase su honestidad, Leonor
Dávalos, leal criada. Año de 1367”.
Afirmar que los pobres siempre han aspirado a llevar el estilo de vida de los ricos
es una obviedad, pero ha habido casos excepcionales en los que ha sido a la inversa.
Y la historia del traje de gitana supone uno de ellos. En los primeros tiempos de la
Feria, los comerciantes de ganado acudían acompañados por mujeres. Los más
humildes llevaban a sus esposas porque vivían de forma ambulante y entre los dos
trasladaban el hogar de lonetas al Real, hecho que deja a las claras cuál fue el origen
de las casetas. A su vez, los tratantes más pudientes recibían la inestimable ayuda de
sus campesinas. Pero entre las cónyuges de unos y las sirvientas de otros no había
demasiadas diferencias, ya que casi todas ellas eran de etnia gitana.
Esta imitación y, por qué no decirlo, competencia entre unas mujeres y otras,
provocó que el traje de gitana fuera evolucionando con el paso de los años. Para ir un
paso por delante, se fueron añadiendo los colores vivos, los lunares, el escote de pico,
los talles cada vez más ceñidos, las flores en un pelo recogido para enaltecer los
marcados rasgos sureños, los mantones de manila… dando forma a lo que se conoce
como ‘cuerpo de guitarra’. Llegó un momento en el que era materialmente imposible
diferenciar a una mujer por su condición social, ya que todas vestían de la misma
manera. Además, como la Feria dejó de ser un centro de negocios para ir
convirtiéndose en uno de ocio y diversión, las mujeres, y por ende, sus vestidos,
fueron adquiriendo cada vez más protagonismo. Tanto es así que el traje de gitana,
también llamado de flamenca por haber estado ligado siempre a este estilo musical, se
erigió como el traje típico de Sevilla, rápidamente se extendió a toda Andalucía y hoy
día, de cara al turismo, ya tiene la etiqueta de ‘traje español’.