Mundial de Escritura - Octava - Días de Ensueño PDF

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Días de ensueño

No podría vivir sin ella. A finales del año pasado la conocí, usaba un vestido violeta con flores,
margaritas, en los bordes, cargaba una mochila demasiado grande para la ocasión, puesto a que
nos encontrábamos en un mercadito navideño, y utilizaba un par de bonitos mocasines color verde
lima, parecía un sueño de esos que esperas recordar a la mañana siguiente. Traté de hablarle, pero
su gloriosa belleza provocó el ahuyento de mi valentía y hombruna. Recuerdo que compró
exactamente siete galletas de jengibre, todas con un diseño distinto, había una galletita con un
regalito naranja, otra con un pastel, una con una planta, y las otras cuatro no estoy muy seguro de
que eran. Luego de comprar sus galletitas, se marchó, como un sueño al despertar, pero yo, como
todo hombre que no quiere abandonar sus sueños, regresé al mercadito el día siguiente. Estaba
ahí, no lo podía creer, ella regresó, más hermosa que nunca, la volví a ver y no lo estropearía una
segunda vez. “¿Cuántos baños hay en tu casa?”, mierda, lo arruiné, ¡¿Por qué no puedo preguntar
algo normal cómo, cuál es tu nombre o de dónde vienes?! Ella se rio, le dio mucha risa, diablos,
tiene una sonrisa preciosa, esta mujer me está arruinando. “Tal vez dos, si contamos el de visitas, y
ahora dime tú, ¿cuántas sillas hay en tu comedor?”, quedé loco, la amo. Nuestra conversación
encantadora de muebles domésticos tenía que continuar, así que le invité un café en una cafetería.
Ella me sorprendió, sacando dos galletas de su enorme mochila y me ofreció una para remojarla en
la bebida caliente “Es como un jacuzzi para hombres de jengibre, ya quisiera ser yo uno” dijo
mientras imitaba un chapuzón con su galletita, yo en cambio, cogí mi caballero azucarado y lo
golpeé contra un bastón de caramelo, le dije que estaba haciendo karate. Ella volvió a reír, y fue en
ese preciso momento en el que descubrí mi propósito de vida. Me sorprendió haberlo encontrado
tan rápido y sin haberlo buscado, ese mismo día me plantee una meta, un destino, un propósito, y
era hacer feliz a esa mujer hasta que mi corazón se detenga y deje de respirar. Charlamos de las
cosas más fantásticas e inútiles, hasta que el personal de la cafetería se vio obligado a echarnos
porque estaban a punto de cerrar. Fui avispado y le pedí su número, perfil en Instagram, mail,
Facebook, BeReal, (cualquiera pensaría que actué con intensidad, pero más tarde ella me dijo que
si no se los pedía yo, ella me los daría). Nos volvimos a ver el día pasado a este, y el siguiente, y el
siguiente, y el siguiente, hasta que vernos la cara diariamente se convirtió en una rutina típica como
lo es lavarse los dientes o ir al baño. Con ella todos los días siempre eran los mejores días de mi
vida, llenos de risas, torpezas, besos y felicidad. Pero me atrevo a decir que hubo una vez, que
hizo que me vuelva a enamorar, como la primera vez en la que nos vimos, tan pura, tan
emocionante y tan real. Esa vez fue una tarde de verano, estábamos sentados en el césped a la
orilla de un rio, haciendo un picnic. Yo le estaba preparando una de mis brochetas especiales de
frutilla, aceituna, queso y uva, a las que llamo “FUQA”, ella estaba tomando vino en una copa de
plástico bonita, la cual había pintado mientras conversábamos aquella tarde. Yo, concentrado en mi
hazaña, no me di cuenta que me estaba mirando, hasta que escucho un “te amo”, era la primera
vez que escuchaba esas palabras, y me arrepiento de no haber sido yo el primero en que las diga.
Me quedé atónito y solté lo que andaba escondiendo “te amo desde la primera vez en la que te vi
llenando tu enorme mochila de galletitas de jengibre” Se echó a reír, me besó y me preguntó que
por qué no lo había dicho antes, le dije que no sabía si ella estaba lista o si quería escucharlas, a lo
que me respondió “Mi corazón ha estado listo para escucharlas desde que me preguntaste la
cantidad de baños que hay en mi casa”. No aguanté más y lo saqué, quería esperar hasta que
hagamos el viaje al campo que teníamos planeado desde hace un tiempo, pero para eso faltaban
todavía cuatro días, y yo no podía esperar. “Hazme la persona más feliz del mundo y juro que seré
el mejor hombre para ti, por favor Rachel, ¿quieres casarte conmigo?”. Se lanzó hacia mí y
llenándome de besos gritó “¡sí, sí quiero!”. Éramos los más felices en este mundo y en cualquier
otro.

Llegó el día tan esperado, nuestro viaje en carro hacia el campo. Yo conducía, puesto a que el
sentido musical de Rachel era mejor que el mío (sin mencionar sus actitudes prodigiosas de
copiloto). Recuerdo que estábamos cantando “Good Old-Fashion Lover Boy” de Queen, a todo
pulmón (podemos tener un increíble sentido del humor, pero el canto no es lo nuestro), ella sacó
unas papitas de bolsa y las compartíamos. En eso suena una notificación de su teléfono, era la
aplicación de noticias que informaba la fuga de un ladrón en una camioneta azul, y si alguien lo veía
por favor alertar a las autoridades. Nos reímos del hecho que el ladrón haya escapado en una
camioneta tan chillona como el color azul, hasta que, no dio risa cuando el único y último color que
vimos fue azul. La camioneta se fue en cima de nosotros, provocando un choque que nos dejó
volcados. Supongo que nos llevaron tan rápido como pudieron a un hospital, y aunque nos hayan
separado para el traslado, creo recordar que la sentí más cerca que nunca. Un día, dos días, tres
días, y por fin al cuarto desperté, mis papás estaban en mi habitación de hospital, mi mamá sentada
en mi cama y mi papá en una silla a lado mío. Ambos lloraron cuando me vieron y para calmar el
ambiente dije “Uf, necesito ir al baño, pero por el 2”, solo a mi papá le causó gracia, mi mamá
seguía llorando. Le pedí que se calmara, su hijo está bien y sano, luego le pregunté por Rachel,
tenía muchas ganas de verla y decirle que soñé con ella. Mis papás no respondieron. Volví a
preguntar, pero con un tono más alto y preocupante, en cambio apareció un doctor, que le pidió a
mis padres que nos dejasen solos. “Rachel no sobrevivió, lo siento mucho”. Me quebré, me morí,
ese dolor en el pecho ardía con furia, no me lo creía, no, me rehusé a creerlo. “No, no está muerta y
tú me dirás dónde está. ¿Acaso crees que estoy para bromas en este momento?” le dije enojado. Él
se quitó sus lentes y contesto “está aquí” y se apuntó el pecho, yo no entendía, pero él seguía
haciendo ese gesto. Hasta que comprendí, me arranché rápidamente el camisón y efectivamente,
tenía una cicatriz en donde iba mi corazón. Me hiperventilé, el doctor, fijándose en su error, trató de
explicarme “Ella tenía muerte cerebral y tu seguías en el quirófano y todo iba bien, hasta que el
corazón se te detuvo y resultó ser que ustedes dos eran cien por ciento compatibles. Revisamos en
el registro y casualmente ella tenía permitido donar órganos, no podíamos desaprovechar esa
oportunidad. Gracias a ella sigues vivo, ella hubiera hecho lo posible para que así sea”. Puse mi
mano en mi pecho para sentir su corazón, el cual alguna vez palpitó por mí, pero que ahora lo hacía
para mí.
Preciosa, viviré con el único motivo de que tu corazón siga palpitando. Ahora tiene sentido cuando
digo que no podría vivir sin ella.

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