Comezardesdecero Cast PDF
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Tania Merelas-Iglesias
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A conciliación nos tempos cotiáns da infancia en Galicia: problemáticas específicas e alternativas pedagóxico-sociais e prácticas de lecer nas escolas, familias e
comunidades. Ref: EM2014/006 (CONCILIA_D@S). EMERXENTES (2014-PG004). View project
Tesis doctoral: "La educación del ocio en los procesos de recuperación de la violencia de género. Un estudio de caso: la Casa Malva de Gijón" View project
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Comenzar
desde cero
Voces de mujeres recuperando
sus vidas
Colección dirigida
por Cristina Justo,
Tania Merelas y
Beatriz López
Impreso en Galicia
ISBN.: 978-84-17824-06-8
Depósito Legal: C 1057-2019
[5]
edicións embora
Comenzar
desde cero
Voces de mujeres recuperando
sus vidas
[7]
A Lucía C. Pan. Gracias por una amistad que llegó hace unos
años para quedarse; por ilustrar este libro y compartir su arte.
[8]
el ocio como
recurso
Belén Caballo Villar
Superando
el dolor
Ana Sánchez Bello
Las violencias machistas son un gran eje que vertebra a las socie-
dades patriarcales en las que, en mayor o menor medida, vivimos.
La humillación, el dolor (físico y/o psicológico), la sumisión, el
autoabandono, la inseguridad personal, es decir... el miedo, son
acciones que, ejercidas sobre las mujeres, consiguen reproducir
un orden jerárquico androcéntrico y patriarcal.
Introducción
En el año 2011 me embarqué en una aventura académica que
concluyó con la defensa de la tesis doctoral La educación del ocio
en los procesos de recuperación de la violencia de género. Un estudio de
caso: la Casa Malva de Gijón. Una propuesta que tenía como obje-
tivo fundamental comprender los procesos de recuperación de las
violencias machistas a partir de la experiencia, en primera perso-
na, de mujeres que se encuentran en régimen de larga estancia en
un centro de acogida; poniendo el foco en la presencia, función y
valor del ocio en esta recuperación, en sus vidas y en su bienestar.
Comenzar desde cero, pero con todo el bagaje de las que pensa-
ron y lucharon antes que nosotras.
La autora
lAS VIOLENCIAS
MACHISTAS en
el CONTEXTO DE
PAREjA
[17]
1.130...!
1
Juana Rivas luchó por no entregar a sus hijos de 3 y 10 años a su expareja, condenado
por maltrato. Su caso puso el foco sobre la desprotección de los niños en los casos de
violencia machista en la pareja.
[19]
Abnegación aprendida
Sobre las razones para dejar a sus agresores, las mujeres compar-
ten motivos diversos y particulares. No obstante, en líneas gene-
rales es posible identificar el peso que las hijas y los hijos tienen, a
veces, en su determinación; tanto a la hora de decidir quedarse en
el hogar como en el supuesto de marchar. Cuando hay criaturas
siempre hay una valoración de cómo les afectarán sus decisiones.
En el caso de Virginia, a pesar de que su situación de pareja re-
quería una solución y ella era consciente, decidió quedarse en casa
hasta que su hijo y su hija fuesen mayores, procurando evitarles
un daño que ella entendía mayor. «Yo llegué hace diez años. Qué
pasa, que lo que había entonces era un piso, y yo tenía un hijo de
dieciséis años y una hija de siete, no los iba a separar. Entonces
me miré y dije para mí, Virginia, ata los machos y tira para de-
lante hasta que puedas. Y hasta que puedas es hacer a tus hijos
mayores. En el momento en que mi hijo hizo veintiséis años, tuvo
que volver a casa por la crisis y tal, la chavala hizo dieciocho en
septiembre, pues consideré que ya tenía que poner punto y final a
esta situación y empezar a ser yo. Pero yo al cien por cien, que no
lo eres».
En esta línea, hay que considerar los efectos que el miedo tiene
sobre la salud emocional de las mujeres, pues provoca un estado
de alerta permanente que eleva los niveles de estrés de forma sig-
nificativa. La siguiente narración de Luz evidencia, en diferen-
tes momentos de la entrevista, la angustia con la que sobrevivía
al lado de su marido. «Yo dormía y despertaba todas las noches.
Muchas veces estaba toda la noche viendo películas, porque es-
taba atenta, y cuando él marchaba a trabajar yo iba a dormir».
La imaginación refuerza la estrategia de las amenazas, y las mu-
jeres acaban anticipándose a aquello que él afirma que hará de
no comportarse bajo su criterio. Este miedo dificulta la toma de
decisiones.
Violeta explica sus temores ante la nueva vida que tiene por de-
lante. «Es que me cuesta rehacer mi vida, no sé, empezar una
vida de nuevo cuesta. Primero te anulan como persona y ahora
puedes hacer lo que tú quieras, tu independencia, que escojas tú...
me cuesta asimilarlo, la verdad. Cuesta. Cuesta acostumbrarse.
Somos libres ahora, ¿no? Pero cuesta hacerlo todo».
Sueños rotos
Cuerpos dañados
Un mundito cerrado
Otro de los aspectos que se ven afectados por las violencias ma-
chistas en el marco de una relación íntima es el deterioro o ruptu-
ra de la red social. Las mujeres pierden progresivamente el con-
tacto con sus amistades y su familia, también las aficiones y hobbies
que pudieran tener. El aislamiento social es causa y consecuencia
de la violencia de su agresor. A medida que se agrava la situa-
ción en el hogar es frecuente que las mujeres vayan debilitando
y descuidando sus relaciones personales más allá de la pareja. El
mundo se va reduciendo, reduciendo, reduciendo...
Las falacias sobre las niñas y niños en los casos de violencia ma-
chista en la pareja provocan una desatención de su derecho a la
protección y a la reparación del daño que supone sobrevivir en
un ambiente de dominación y de violencia. Pasaron de ser consi-
derados testigos a víctimas indirectas o secundarias, eufemismos
para evitar nombrar la realidad. En este punto se considera que
las niñas y niños sufren la violencia cuando ven o escuchan las
agresiones dirigidas contra su madre, o cuando tratan de parar
los golpes interponiendo su cuerpo, con un gesto inocente que
pretende poner fin a la violencia. Pero no sólo eso.
de las hijas y los hijos, entre otros, son elementos que inciden de
forma significativa en el bienestar de las mujeres. En esta línea
argumenta una de las profesionales de la Casa Malva. «¿Cómo
construyes o cómo desarrollas tú un proyecto de recuperación sin
abarcar todos los ámbitos? A parte de ser mujer, eres empleada,
eres trabajadora... claro, hay que intervenir en todo». Además,
cada una de las áreas de trabajo están conectadas, de forma que
unas no evolucionan sin otras, como comenta una de las educa-
doras. «Un área puede evolucionar de una manera y necesitar,
no sé, contar con diferentes opiniones para establecer un proyec-
to común de trabajo porque si no trabajamos coordinadas no se
pueden establecer objetivos sólo hacia lo laboral o sólo hacia...».
Sin embargo, a pesar de que hoy en día cuesta imaginar otro mo-
delo de atención para las profesionales de la Casa Malva, una
de las coordinadoras recuerda que el proceso hasta llegar a este
punto no fue sencillo y necesita de compromiso para su mante-
nimiento. «¿Sabes lo qué sucede? El tema está en algo tan fácil y
tan complicado como que sea visible, un recurso visible. Y para
eso, para que fuese visible, tuvimos muchísima reacción en la so-
ciedad. Se nos puso en duda el tema de la educación... que esta-
mos estigmatizando a las mujeres. No. Es que para mí una mujer
está mucho más estigmatizada en el momento en que tú le dices
que tiene que ir a un sitio y no le puede decir a nadie donde está.
Nos estigmatizábamos incluso las propias profesionales cuando
tú no podías decir dónde trabajabas, donde tú a una mujer en
plena confusión le tenías que dar un correo para sus cartas y le
tenías que dar una dirección que no era realmente la dirección.
Para nada. Total, para saberlo todo el mundo. Si trabajamos con
un buen protocolo, si trabajamos con un buen seguimiento, si tra-
bajamos sin miedo... porque tú también les tienes que demostrar
a las mujeres que no tienes miedo y aplicas naturalidad a las cosas,
no tiene porqué ser más oscuro que otras. Y también es difícil
manejarse en espacios muy pequeños, donde hay cuatro, cinco,
seis, diez mujeres. Es muy complicado. Donde tiene que haber
turnos para que todo el mundo conviva... a mí es que... hay que
cambiar. Yo no sé si a lo mejor dentro de dos años nos vemos y te
digo que esto cambió porque no hay compromiso de seguir ade-
[78]
Esta situación evidencia que hay muchas formas de dejar sin sen-
tido una ley, una de ellas es vaciarla de contenido y hacer que sea
vista como innecesaria. Esta cuestión es uno de los elementos que
preocupa a las profesionales y coordinadoras de la Red, que aña-
den el siguiente comentario en esta línea. «Una manera de dejarla
es hacerla ineficaz, es decir, si mantengo que esto no es violencia
de género porque no va conforme a la ley quiere decir que no hay
problemas de violencia de género; quiero decir, que la dimensión
se acorta, que estamos ante un cambio importante que va a refor-
zar aún más el machismo».
Sin embargo, poco a poco, «te van arreglando» como dice Nuria.
Las mujeres van ganando confianza, en sí mismas y con las com-
pañeras y las trabajadoras de la casa, hay una familiaridad con el
barrio, y los miedos, si bien no desaparecen, van disminuyendo.
La desconfianza es un mal a combatir, como indica Rebeca, «por-
que muchas veces una está acostumbrado a ser tratada tan mal
que con el buen trato que te dan dices, uy, uy, uy...».
Una vez superadas las barreras iniciales, que no son pocas, «te
vas sintiendo como en casa», comenta Helena. Las palabras de
Carla y Sonia también revelan esta transición inicial que permite
la catarsis personal. «Al inicio me pareció todo una pesadilla pero
después me di cuenta de que fue lo mejor que hice». «Ahora ya
me muevo más, ya voy a la playa, prefiero ir caminando y conocer
sitios». En la misma línea, Lorena recuerda el motivo de su lle-
gada al centro, algo que en los momentos más bajos, que siguen
apareciendo meses después, sirve de aliento para continuar el ca-
mino. «Pero después tú piensas en ti, por tu bien y dices, estoy
aquí porque voy a salir adelante; voy a salir de las garras de una
persona que no me quiere, que no me quiere bien, que no me tra-
ta bien. Y sigues tu vida. Es un apoyo».
cha gente marcha con su familia y yo, bueno, a veces voy ida por
vuelta, pero no tengo a nadie aquí».
El cambio que tiene lugar en las vidas de las mujeres permite rea-
lizar una valoración de los apoyos con los que cuentan, los cuales
no suelen ser muy significativos salvo en algún caso. El relato de
Carla es un ejemplo de la realidad que enfrentan nuestras pro-
[89]
En este sentido, hay que señalar cómo, muchas veces, las perso-
nas próximas no brindan suficiente apoyo o desaparecen cuando
las cosas se complican, cuando hay denuncias o cuando se decide
acudir a un centro de acogida, conforme evidencian las siguientes
palabras de Rosa. «Porque con esto es como si nadie me conocie-
[91]
ra, aunque muy poca gente lo sabe pero... pero nunca vi que nadie
se preocupara por hacerme una llamada. Solamente... tengo dos
personas, déjame ver... dos, tres personas que, aparte de mis hijos,
que sí, esa gente fue lo máximo. Esas cartas, esa llamada... todos
los días están ahí. Y dándome apoyo, que no me venga abajo...
y esas son realmente las personas que siempre estarán, siempre
estarán en mi vida».
Lucía explica las ayudas que ella y su hijo tuvieron desde que lle-
garon al recurso. «Si tú tienes que coger un transporte, te dan
para el transporte. Y muchas cosas, necesitas por ejemplo, tu
hijo... yo no tenía para que mi hijo comprara cuadernos y bolígra-
fos, y un compás, y muchas cosas más; me lo pagaron todo aquí.
Me dieron dinero, y fui a la tienda, me dieron el ticket... ¿Tuve
que sacar fotos? Me lo pagaron».
La falta de tiempo
El hecho de estar solas con las criaturas es algo que limita. Son
ellas quienes atienden las diferentes situaciones que se derivan
de los cuidados: horarios de entrada y salida del colegio, activi-
dades extraescolares, reuniones en el centro educativo, ayuda en
la realización de los deberes... Todas estas, y otras tareas, acaban
por ocupar las agendas cotidianas, y como indica Bea, «antes es-
taba mi madre, ahora estoy sola». La saturación de los tiempos es
mayor. También Sonia, cuya familia está muy lejos, en otro país,
siente el vacío de la red familiar. «Y si está mi madre, por ejemplo,
si una tiene a la familia también está tranquila cuando sale. A mí
me gustaría estar... que estuviera mi familia aquí. Echarte una
mano el día que te hace falta algo, oye, si te puedo ayudar, te ayu-
[107]
El rol materno
Vivir-para-otros
cipación tiene que ver con la conciliación de la vida, pero que tam-
bién tiene que ver con algo interno. Tiene que ver con descubrir
tus gustos, porque una vez que descubres y piensas en tus gustos,
[...] una vez que te descubres y piensas, lo demás viene añadido.
Si realmente quieres participar y realmente te interesan tu ocio y
tiempo libre, y tú ves que son importantes para ti, vas a encontrar
un momento, un lugar, un interés... para sacarle partido».
Para las mujeres, como señala Noemí, «siempre hay algo más im-
portante». Y en el caso de poder tener un tiempo personal, como
se indica, existe una culpabilidad por el goce. Hay que buscar
elementos que justifiquen el placer, tal como explica una de las
monitoras. «Yo voy a la piscina porque me viene bien para la es-
palda. No te dicen porque me gusta, porque me divierte, porque
[110]
me sienta bien. No, no... siempre hay una justificación detrás del
tiempo de ocio».
El placer prohibido
Una se siente viva, viva, viva. [...] Sí, no es que te olvides de tus
problemas pero te da fuerza, un sentirse viva, da fuerza para con-
tinuar batallando [...]. Sí, da fuerzas para continuar batallando,
que a veces una está... igual que una palabra amiga; a veces cuan-
do uno está que dice, no lo voy a conseguir... y viene un amigo y
dice “oye, tú puedes”, entonces tú dices, “yo puedo”. Pues creo
que eso, tú... estoy viva y voy a continuar batallando porque estoy
viva. [...] Sí, un sentirse contenta con una misma, olvidar tanta,
tanta... y no es recuperar el tiempo perdido pero es tu deseo, ¡vol-
ví a sonreír! ¡qué bueno es esto! Ahora no voy a dejar escapar esta
sonrisa, ¿entiendes?».
misma situación que viviste tú la vivió ella, está como tú... esta-
mos en un entorno todas igual. Entonces, sales fuera, conoces a
más chicas, su vida es diferente... pues a lo mejor alguna tiene un
chico bueno... es diferente, ¿entiendes? Y te puede hacer ver la
vida de otra manera».
Anemia de deseos
Las ideas que las mujeres tienen sobre el ocio son el punto de par-
tida para comprender el significado que le otorgan en sus vidas.
La manera en que pensamos el ocio guarda relación con la forma
en que lo disfrutamos.
[126]
Experiencias de autocuidado
y espero que esta vez pues si... ahora en este trimestre espero que
sí. Es que me cuesta rehacer mi vida, no sé... empezar una vida
de nuevo cuesta, no sé... primero te anulan como persona y ahora
puedes hacer lo que tú quieras, tu independencia, que escojas tú...
me cuesta asimilarlo, la verdad».
El sol revitalizante
Si no puedo bailar...
Un día ideal
«Yo me levanto todos los días igual. Yo lo que más amo en la vida
es lo que hago, que no sólo es mi estilo de vida y lo que me gusta,
sino que me apasiona. Yo no podría dejar mi área doctrinal y mi
función ahí. Además de eso... yo... quisiera levantarme todos los
días en un avión, un tren, un barco... y estar en cada país diferen-
te, cada ciudad, cada sitio diferente». (Luz).
«El ver a todos mis hijos juntos, el ver a todos mis hijos juntos.
Sería mi alegría y sería el día más feliz de mi vida. Ver a todos mis
hijos unidos y con mi nieto, por supuesto, y disfrutar mucho con
ellos. Yo estar en la cocina y hacerles la comida, hacerles cosas
para ellos y que estuvieran disfrutando y... (suspira) es que no sé
cómo explicártelo». (Marta).
«¿Un día ideal para hacer lo que más me gusta de diversión? Pues
a mí me gustaría bailar, bailar. Sí, bailar, bailar hasta cansarme. Sí,
[135]
caer muerta (risas). Sí, bailar, que hace muchos años que no bailo,
bailar». (Rebeca).
«¿Un día ideal? Vamos a poner un día de verano, con sol. Pues
me gustaría ir a la playa, sentarme en algún chiringo que esté
justo enfrente a la playa, que pueda ver el agua. Tomar un re-
fresco, y después meterme en el agua y caminar por la arena.
Y cuando ya esté cansada de playa, de caminar... ya el sol esté
marchando, bueno... entonces volver para casa. Llegar a la
casa, darme una ducha... y eso es un día maravilloso para mí».
(Rosa).
«¿Yo? ¿Un día ideal? Yo tener un chico y estar con él todo el día
(risas). No, pasarlo bien... ir al cine, que no fui nunca al cine to-
davía. Un día ideal... bueno y si están los niños... tranquila, dis-
frutas el día, tú tranquila... Yo iría con un chico. Yo iría con mi
pareja, si tuviese una pareja que me gustase. Los dos pasaríamos
un buen rato, iríamos al cine, cenar... baile y todo... después lo
que pase (risas). Un día ideal, y ya está. Y eso, un día relajarnos,
pasarlo bien, tranquilos... sin preocupaciones en la cabeza, pero
ahora no puedo. Quieras o no, no es el momento. No, no es el
momento». (Sonia).
«Un día normal. Cocinarles (a sus hijos), ver una película, hablar,
reírnos con esa película, reírse de mí si es dramática... (risas). Por-
que yo soy muy gallina, si estoy cocinando los tengo alrededor, si
estoy en la habitación los tengo alrededor, no siendo que me vean
leer o meditar, que lo respetan y marchan; o si tengo la puerta de
mi dormitorio cerrada, ya saben que estoy haciendo algo y quiero
estar sola. Pero si no, estoy mucho con mis hijos, con sus amigos,
con sus amigas... y para mí... eso no hay... o viajar con ellos, me
encanta. No hay nada que lo suplante, que va». (Virginia).
Un ocio oxigenado
Por su parte, cuando las mujeres hablan sobre los talleres orga-
nizados en el centro, con carácter general existe una valoración
positiva, en la mayoría de los casos consideran fundamental el
mantenimiento de estas actividades. De hecho, en el momento en
que se realizaron las entrevistas no estaban en activo y algunas de
las protagonistas comentaron que notaban en falta esa participa-
ción; tal y como evidencia Violeta. «Yo iba a los talleres aquí, con
mis amigas y lo pasaba pipa, te reías mucho...», y continúa, «los
echo en falta, no pienses... porque es una hora, hora y media, que
te distraes». En la misma línea habla Lucía. «Tuve la suerte de
que tenía aprobados unos talleres, me vinieron estupendamente,
ya ves que estoy diciendo que ¡a ver cuándo llegan! [...] a ver, los
echas en falta, ¿por qué? Porque aquí, por las tardes, no siendo
que pagues, ¿qué haces?».
[145]
así. Otro día nos toca baile, todas contentas veníamos... porque
vamos a bailar y después bailamos todas juntas [...]. No sé, y nos
encontramos con otro optimismo, yo misma me encuentro feliz,
alegre... y hacía mucho tiempo».
Víctimas vs supervivientes
Resilientes de la vida
Hay que cambiar las miradas. Mirar a las mujeres que están
en un recurso de acogida de otra forma. Habitualmente lo ha-
cemos desde la lástima o la desconfianza... ¿por qué no probar
nuevos enfoques? Este cambio pasa por reconocer el respeto
que merecen en tanto que personas, y poner en valor todo su
bagaje personal, pues la violencia sufrida no es más que un epi-
sodio de los muchos vividos, pero no las define en su totalidad.
En esta línea se expresan Virginia y Violeta cuando reivindican,
a través de sus narraciones, ser tratadas como personas no como
víctimas. «No, no salí de detrás de un árbol ni viví en una cueva,
y detrás de mí hay un bagaje y hay una vida, trátame como la
[161]
«Yo ahora me siento más fuerte, hay días que me levanto y digo,
¡hoy me como el mundo!» (Bea).
Objetivos sencillos
Así mismo, como decimos, estar solas añade una dificultad de-
rivada de la responsabilidad del cuidado familiar. Sin embargo,
la reflexión de Violeta permite comprender que antes, en su vida
anterior, también estaban solas y sobrevivieron. «Yo me di cuenta
cuando estuve trabajando en (pueblo asturiano), si sirvo sola. Yo
llevaba los niños, llevaba la casa y llevaba el trabajo perfectamen-
te, y el echaba todo el día en el sofá, durmiendo. Y yo decía, “para
qué te quiero si eres un mueble”».
Pensando en el autoempleo
Aprendiendo a cuidarse
este? Yo sigo, hay que perseguir esa meta, alcanzarla, lo que suce-
da a los costados, que les den, porque es así».
Incertidumbres y miedos
a modo de epílogo
Avanzar en el camino hacia
nuestra meta
la vez?. Cuando, en los años ‘80 y ‘90 del s. XX, se empezó a visibi-
lizar el problema que nos ocupa, este era el perfil que se manejaba.
Fue necesario un gran esfuerzo para cambiar esta idea y, hasta el
momento, se consiguió sólo a medias. Podríamos decir, por tanto,
que hay una trampa asociada a buscar un “perfil del maltratador”,
o más bien a buscarlo en su extracción social, en su nivel econó-
mico, en su grado de formación, en sus hábitos de consumo o en
su salud mental. Otra cosa sería que intentáramos definirlo como
un individuo profundamente egocéntrico (y por tanto posesivo),
tremendamente intolerante con la frustración y falto de control en
cuanto a la emisión de su agresividad hacia quien lo rodea, princi-
palmente hacia las mujeres (en especial su compañera), que con-
sidera causantes de su frustración y de su malestar, que al mismo
tiempo son de su propiedad y que, en consecuencia, puede hacer
con ellas lo que quiera. Quizás este otro perfil nos daría más luz
sobre la estructura de una relación presidida por el maltrato.
Por otra parte, las mujeres, ya desde niñas, no podemos ser agre-
sivas. He ahí otra perversión, ya que la agresividad es un instin-
to natural que en los seres humanos se “activa” cuando algo nos
frustra; es decir, cuando alguna barrera se interpone en nuestro
camino hacia satisfacción de una necesidad, con la finalidad de
destruirla. Reprimir la agresividad supone que esta, por sí sola, se
redirecciona y se vuelve contra nosotras mismas, provocando que
nos hagamos daño, en este caso por acción.
2
Lagarde y de los Ríos, Marcela (2011), Los cautiverios de las mujeres: madresposas,
monjas, putas, presas y locas, Madrid, horas y Horas.
3
Barry, Jane y Jelena Djordjevic (2009) ¿Qué sentido tiene la revolución si no podemos
bailar? Madrid: horas y Horas.
[182]
4
“Mamá” es la principal figura de apego. No tiene que ser la madre biológica, ni si-
quiera tiene que ser una mujer. De hecho, hoy en día, hay “mamás” adoptivas, que
incluso son hombres. “Mamá” es la persona que desarrolla ese papel.
[183]
La punta de un iceberg...
5
Organización Mundial de la Salud - Organización Panamericana de la Salud (2003).
Publicación Científica y Técnica nº 588. OMS: Washington D.C.
[187]
6
Dio Bleichmar, Emilce (1991). “La depresión en la mujer”. Revista de la Asoc. Espa-
ñola de Neuropsiquiatría, XI:31. 1991 (p. 283-287).
7
Czalbowski, Sofia et. al. (2015). Detrás de la pared: una mirada multidisciplinar acerca de
los niños, niñas y adolescentes expuestos a la violencia de genero. Bilbao: Desclee de Brouwer.
8 Orjuela, Liliana et. al. (2007). Manual de atención a niños y niñas víctimas de VGP en el
ámbito familiar. Vitoria: Gobierno Vasco.
[188]
Así confluyen los tres tipos de culpa de los que Tania habla en el
capítulo 1, tras los hallazgos de una investigación en la que par-
ticipó (la impuesta por el maltratador, la reactiva y la social) a los
cuales le hay que añadir la, llamémosle “culpa de ser y culpa de no
ser” connatural a la construcción del género en femenino.
9
Art. 3.7 y art. 7 de la LEY ORGÁNICA 1/2004, del 28 de diciembre, de medidas de
protección integral contra la violencia de género.
[197]
10
Ver artículos 1 a 16, referidos a la sensibilización y a la formación en los ámbitos edu-
cativo, sanitario, profesional y de los medios de comunicación.
[199]
por cosas que les gusta o gustaría hacer: cocinar (cuando están de
“bajón”) o hacer limpieza general (cuando están frustradas o muy
tensas por algún motivo). Incluso, las que indican que les gusta la
música, dicen que la escuchan mientras hacen las tareas de la casa.
Sólo nos queda, para finalizar, insistir más una vez en que el com-
bate contra la violencia machista es competencia de todas y todos,
individual y colectivamente. De los poderes públicos, para que
habiliten los recursos humanos y materiales necesarios para abor-
dar el problema y también para prevenirlo. De las organizacio-
nes sociales y políticas para que vigilen y, en su caso, denuncien
el incumplimiento de los deberes del estado, y también para que
revisen su estructura y su funcionamiento en clave de género, ex-
cluyendo las rutinas patriarcales. De las familias y de la escuela,
para que habiliten y desarrollen modelos coeducativos basados en
las relaciones igualitarias entre niñas y niños, y mujeres y hombres.
De las personas, para que reflexionemos sobre nuestras propias
contradicciones de género y podamos iniciar el proceso de resol-
verlas... Sólo una acción sincrónica podrá eliminar radicalmente el
problema, porque lo personal es político... y lo político es personal.
[205]
Bibliografía
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la revolución si no podemos bailar? Madrid: Horas y horas.
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[208]