En 3 oraciones o menos:
Peralta, un hombre caritativo que vive en pobreza extrema con su hermana, da posada a dos peregrinos. A pesar de no tener comida, su despensa se llena milagrosamente. Los peregrinos resultan ser Jesús y San Pedro, quienes recompensan a Peralta por su bondad al darle una gran suma de dinero y ofrecerle pedir cinco deseos.
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Peralta, un hombre caritativo que vive en pobreza extrema con su hermana, da posada a dos peregrinos. A pesar de no tener comida, su despensa se llena milagrosamente. Los peregrinos resultan ser Jesús y San Pedro, quienes recompensan a Peralta por su bondad al darle una gran suma de dinero y ofrecerle pedir cinco deseos.
Título original
2. En la diestra de dios padre. Tomás Carrasquilla Naranjo.
En 3 oraciones o menos:
Peralta, un hombre caritativo que vive en pobreza extrema con su hermana, da posada a dos peregrinos. A pesar de no tener comida, su despensa se llena milagrosamente. Los peregrinos resultan ser Jesús y San Pedro, quienes recompensan a Peralta por su bondad al darle una gran suma de dinero y ofrecerle pedir cinco deseos.
En 3 oraciones o menos:
Peralta, un hombre caritativo que vive en pobreza extrema con su hermana, da posada a dos peregrinos. A pesar de no tener comida, su despensa se llena milagrosamente. Los peregrinos resultan ser Jesús y San Pedro, quienes recompensan a Peralta por su bondad al darle una gran suma de dinero y ofrecerle pedir cinco deseos.
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Clásico
En la Diestra de Dios Padre
Tomás Carrasquilla
Este dizque era un hombre que se llamaba
Peralta. Vivía en un pajarate muy grande y por el sangre de gusano”, como decía la herma muy viejo, en el propio camino real y afuerita na. de un pueblo donde vivía el Rey. No era casao y vivía con una hermana soltera, algo viejona y Una ocasioncita estaba Peralta muy fatigao de muy aburrida. las afugias del día, cuando, a tiempo de largar se un aguacero, arriman dos pelegrinos a los No había en el pueblo quién no conociera a portales de la casa y piden posada: “Con todo Peralta por sus muchas caridades: él lavaba corazón se las doy, buenos señores -les dijo los llaguientos; él asistía a los enfermos; él Peralta muy atencioso-; pero lo van a pasar enterra ba a los muertos; se quitaba el pan de muy mal, porqu’en esta casa no hay ni un la boca y los trapitos del cuerpo para dárselos grano de sal ni una tabla de cacao con qué a los po bres; y por eso era que estaba en la hacerles una comidita. Pero prosigan pa pura inopia; y a la hermana se la llevaba el dentro, que la buena voluntá es lo que vale”. diablo con todos los limosneros y leprosos que Peralta mantenía en la casa. “¿Qué te ganás, Dentraron los pelegrinos; trajo la hermana de hombre de Dios -le decía la hermana-, con Peralta el candil, y pudo desaminarlos a como trabajar como un ma cho, si todo lo que quiso. Parecían mismamente el taita y el hijo. conseguís lo botás jartando y vistiendo a tanto El uno era un viejito con los cachetes muy sumi perezoso y holgazán? Casáte, hombre; casáte dos, ojitriste él, de barbitas rucias y pa que tengás hijos a quién mantener”. “Cálle cabecipelón. El otro era muchachón, muy buen la boca, hermanita, y no diga disparates. Yo no mozo, medio mono, algo zarco y con una mata necesito de hijos, ni de mujer ni de nadie, de pelo en cachumbos que le caían hasta porque tengo mi prójimo a quien servir. Mi media espalda. Le lucía mucho la saya y la familia son los prójimos”. “¡Tus próji mos! ¡Será capita de pelegrino. Todos dos tenían por tanto que te lo agradecen; será por tanto sombreritos de caña, y unos bordones muy que ti han dao! ¡Ai te veo siempre más gruesos, y albarcas. Se sentaron en una hilachento y más infeliz que los limosneros que banca, muy cansaos, y se pusieron a hablar socorrés! Bien podías comprarte una muda y una jerigonza tan bonita, que los Peraltas, sin comprármela a yo, que harto la necesitamos; o entender jota, no se cansaban di oirla. No tan siquiera traer comida alguna vez pa que lle sabían por qué sería, pero bien veían que el náramos, ya que pasamos tantos hambres. vie jo respetaba más al muchacho que el Pero vos no te afanás por lo tuyo: tenés sangre mucha cho al viejo; ni por qué sentían una de gusano”. alegría muy sabrosa por dentro; ni mucho menos de dónde salía un olor que trascendía Esta era siempre la cantaleta de la hermana; toda la casa: aque llo parecía de flores de pero como si predicara en desierto frío. Peralta naranjo, de albahaca y de romero de Castilla; seguía más pior; siempre hilachento y zarrapas parecía de incensio y del sahumerio de troso, y el bolsico lámparo, lámparo; con el alhucema que le echan a la ropita de los niños; fogoncito encendido tal cual vez, la despensa era un olor que los Peraltas no habían sentido en las puras tablas y una pobrecía, señor, rega ni en el monte, ni en las jardine ras, ni en el da por aquella casa desde el chiquero hasta el santo templo de Dios. corredor de afuera. Figúrese que no eran tan solamente los Peraltas, sino todos los lisiaos y Manque estaba muy embelesao, le dijo Peralta leprosos, que se habían apoderao de los cuar a la hermana: “Hija, date una asomaíta por la tos y de los corredores de la casa “convidaos despensa; desculcá por la cocina, a ver si encontrás alguito que darles a estos señores. Mirálos qué cansaos están; se les ve la fatiga”. REVISTA LASALLISTA DE INVESTIGACIÓN - Vol. 5 No. 1 87 La hermana, sin saberse cómo, salió muy cam muchila muy grande requintada di onzas del biada de genio y se fue derechito a la cocina. Rey, en la propia cabecera del mocito. Corrió No halló más que media arepa tiesa y requema muy asustao a contarle a la hermana, que al da, por allá en el asiento di una cuyabra. Con momento se levantó de muy buen humor a fundida con la poquedá, determinó que alguna hacer harto cacao; corrió a contarle a los gallina forastera tal vez si había colao por un llaguientos y a los tullidos, y los topó buenos y güeco del bahareque y había puesto en algún sanos y caminando y andando, como si en su zurrón viejo di una montonera qui había en la vida no hubieran teni do achaque. Salió como despensa; que lo qu’era corotos y porquerías loco en busca de los güéspedes pa entregarles viejas sí había en la dichosa despensa hasta la muchila di onzas del Rey. Echó a andar y a pa tirar pa lo alto; pero de comida, ni hebra. andar, cuesta arriba, porque puallí dizque era Abrió la puerta, y se quedó beleña y paralela: qui habían cogido los pelegrinos. Con tamaña en aquel despensón, por los aparadores, por la lengua a fuera se sentó un momentico a la escusa, por el granero, por los zurrones, por el sombra di un árbol, cuando los divisó por allá suelo, había de cuanto Dios crió pa que coman muy arriba, casi a punto de trastornar el alto. sus criaturas. Del palo largo colgaban los Casi no podía gañir el pobrecito de puro tasajos de solomo y de falda, el tocino y la cansao qu’estaba, pero ai como pudo les gritó: empella; de los garabatos colgaban las “¡Hola, señores; espéremen que les trae costillas de vaca y de cuchino; las longanizas y cuenta!”. Y alzaba la muchila pa que la vieran. los chorizos se gulunguiaban y s’enroscaban Los pelegrinos se contuvieron a las voces que que ni culebras; en la escusa había por les dió Peralta. Al ratico estuvo cerca d’ellos, y docenas los quesitos, y las bolas de desde abajo les decía: “Bueno, señores, aquí mantequilla, y las tutumadas de cacao molido está su plata”. Bajaron ellos al tope y se senta con jamaica, y las hojaldras y las carisecas; los ron en un plancito, y entonces Peralta les dijo: zurrones estaban rebosaos de fri jol “¡Caramba qu’el pobre siempre jiede! Miren cargamanto, de papas, y de revuelto di una y que dejar este oral por el afán de venirse de mi otra laya; cocos de güevos había por toítas par casa. Cuenten y verán que no les falta ni un tes; en un rincón había un cerro de capachos medio!”. El mocito lo voltió a ver con tan buen de sal de Guaca; y por allá, junto al granero, ojo, tan sumamente bueno, que Peralta, había sobre una horqueta un bongo di arepas anqu’estaba muy cansao, volvió a sentir por di arroz, tan blancas, tan esponjadas, y tan dentro la cosa sabrosa qui había sentido por la bien asaítas, que no parecían hechas de mano de cocinera d’este mundo; y muy sí señor un noche; y el mocito le dijo: “Sentáte, amigo tercio de dulce que parecía la mismita azúcar. Peralta, en esa piedra, que tengo que “Por fin le surtió a Peralta -pensó la hermana-. hablarte”. Y Peralta se sentó. “Nosotros -dijo el Esto es mi Dios pa premiale sus buenas obras. mocito con una calma y una cosa allá muy ¡Hasta ai víver! Pues, aprovechémonos”. preciosa- no somos tales pelegrinos; no lo creás. Este -y señaló al viejo es Pedro mi Y dicho y hecho: trajo el cuchillo cocinero y discípulo, el que maneja las llaves del cielo; y echó a cortar por lo redondo; trajo la batea yo soy Jesús de Nazareno. No he mos venido grande y la colmó; y al momentico echó a a la tierra más que a probarte, y en verdá te chirriar la ca zuela y a regase por toda la casa digo, Peralta, que te lucites en la prue ba. Otro aquella güelentina tan sabrosa. Como Dios li que no fuera tan cristiano como vos, se guarda ayudó les puso el comistraje. Y nada desganao las onzas y si había quedao muy oron do. Voy qu’era el viejito; el mozo sí no comió cosa. A a premiarte: los dineros son tuyos: llevátelos; y Peralta ya no le quedó ni hebra de duda que voy a darte de encima las cinco co sas que me aquello era un milagro patente; y con todito querás pedir. ¡Conque, pedí por esa boca!”. aquel contento que le bailaba en el cuerpo sargentió por todas par tes, y con lo menos Peralta, como era un hombre tan desentendido roto y menos sucio de la casa les arregló las pa todas las cosas y tan parejo, no le dió mal ni camitas en las dos puntas de la tarima. Se se quedó pasmao, sino que muy tranquilo se dieron las buenas noches y cada cual si puso a pensar a ver qué pedía. Todos tres se acostó. quedaron callaos como en misa, y a un rato dice San Pedro: “Hombre, Peralta, fijáte bien Peralta se levantó, escuro, escuro, y no topó ni en lo que vas a pedir, no vas a salir con una rastros de los güéspedes; pero sí topó una buena 88 REVISTA LASALLISTA DE INVESTIGACIÓN - Vol. 5 No. 1 bobada”. “En eso estoy pensando, Su Mercé”, ba, se ventiaba con el sombrero, y veía contestó Peralta, sin nadita de susto. “Es que chiquito a Peralta. No pudo contenerse y le si pedís cosa mala, va y el Maestro te la dijo: “Mirá, hombre, que no has pedido lo concede; y, una vez concedida, te amolaste, principal y no te falta sino una sola cosa”. “Por porque la palabra del Maestro no puede faltar”. eso lo’stoy pen sando; no si apure Su Mercé”. “Déjeme pensar bien la cosa, Su Mercé”; y Y se volvió a que dar callao otro rato. Por allá, seguía pen sando, con la cara pa otro lao y a las mil y quinien tas, salió Peralta con esto: metiéndole uña a una barranquita. San Pedro “Bueno, Su Divina Majestá; antes de pedile lo le tosía, le aclariaba, y el tal Peralta no lo último, le quiero pre guntar una cosa, y usté voltiaba a ver. A un ratísimo voltea a ver al me dispense, Su Divina Majestá, por si fuere Señor y le dice: “Bue no, Su Divina Majestá; lo mal preguntao; pero eso sí: ¡mi ha de dar una primerito que le pido es que yo gane al juego contesta bien clara y bien patente!”. “¡Loco di siempre que me dé la gana”. “Concedido”, dijo amarrar! -gritó San Pedro juntando las manos y el Señor. “Lo segundo - siguió Peralta- es que voltiando a ver al cielo como el que reza el cuando me vaya a morir me mande la Muerte Bendito-. Va a salir con un disparate gordo. por delante y no a la trai ción”. “Concedido”, ¡Padre mío, ilumínalo!”. El Se ñor, que volvió a dijo el Señor. Peralta seguía haciendo la ponerse muy sereno, le dijo: “Preguntá, hijo, lo cuenta en los dedos, y a San Pedro se lo que querás, que todo te lo contestaré a tu llevaba Judas con las bobadas de ese hom gusto”. “Dios se lo pague, Su Divina Majestá... bre: él se rascaba la calva, él tosía, él le Yo quería saber si el Patas es el que manda en mataba el ojo, él alzaba el brazo y, con el el alma de los condenaos, go es vusté, go el dedito parao, le señalaba a Peralta el cielo; Padre Eterno”. “Yo, y mi Padre y el Espíritu pero Peralta no se daba por notificao. Después de mucho pensar, dice Peralta: “Pues, bueno, Santo juntos y por separao, manda mos en Su Divina Majestá; lo tercero que mi ha de todas partes; pero al Diablo l’hemos largao el conceder es que yo pue da detener al que mando del Infierno: él es amo de sus quiera en el puesto que yo le señale y por el condenaos y manda en sus almas, como tiempo qui a yo me parezca”. “Rara es tu mandás vos en las onzas que te he dao”. petición, amigo Peralta -dice el Se ñor, “Pues bueno, Su Divina Majestá -dijo Peralta poniendo en él aquellos ojos tan zarcos y tan muy con tento-. Si asina es, voy a hacerle el lindos que parecía que limpiaban el alma de último pido: yo quiero, ultimadamente, que Su todo pecao mortal, con solamente fijarlos en Divina Majestá me conceda la gracia de que el los cristianos-. En verdá te digo que una Patas no mi haga trampa en el juego”. petición como la tuya, jamás había oído; pero “Concedido”, dijo el Señor. Y El y el viejito se que sea lo que vos querás”. A esto dió un volvieron humo en la región. gruñido San Pe dro, y, acercándose a Peralta, lo tiró con disimu lo de la ruana, y le dijo al Peralta se quedó otro rato sentao en su piedra; oído, muy sofocao: “¡El cielo, hombre! ¡Pedí el sacó yesquero, encendió su tabaco, y se puso cielo! ¡No sias bestia!”. Ni an por eso: Peralta a bombiar muy satisfecho. ¡Valientes cosas las no aflojó un pite; y el Se ñor dijo: “Concedido”. que iba a hacer con aquel platal! No iba a “La cuarta cosa -dijo Peralta sumamente quedar pobre sin su mudita nueva, ni vieja fresco- es que Su Divina Majestá me dé la virtú hambrienta sin su buena pulsetilla de chocolate di achiquitame a como a yo me dé la gana, de canela. ¡Allá verían los del sitio quién era hasta volveme tan chirringo com’una hormiga”. Peralta! Se metió las onzas debajo del brazo; Dicen los ejemplos y el mi sal que el Señor no se cantió la ruanita, y echó falda abajo. Parecía se rió ni una merita vez; pero aquí sí li agarró mismamen te un limosnero: tan chiquito y tan la risa, y le dijo a Peralta: “Hombre, Peralta; entumido; con aquella carita tan fea, sin pizca ¡otro como vos no nace, y si nace, no se cría! de barba, y con aquel ojo tan grande y aquellas Todos me piden grandor y vos, con ser un pestañonas que parecían de ternero. recorte di hombre, me pedís peque ñez. Pues, bueno...”. San Pedro le arrebató la palabra a Al otro día se fue p’al pueblo, y puso monte. su Maestro, y le dijo en tonito bravo: “¿Pero no ¡Cómo sería la angurria que se li abrió a tanto ve qu’esti hombre está loco?”. “Pues no me logrero cuando vieron en aquella mesa aquella arrepiento de lo pedido -dijo Peralta muy montonera di onzas del Rey! “¿Onde te resuelto-. Lo dicho, dicho”. “Concedido”, dijo el sacates ese entierro, hombre Peralta?, le decía Señor. San Pedro se rascaba la saya muslo uno. arri REVISTA LASALLISTA DE INVESTIGACIÓN - Vol. 5 No. 1 89 “Este se robó el correo”, decían otros en secre Siguió siempre lavando sus leprosos, asistien to; y Peralta se quedaba muy desentendido. Se do sus enfermos, y siempre con su sangre de pusieron a jugar. La noticia del platal corrió por gusano, como si fuera el más pobrecito y el todo el pueblo, y aquella sala se llenó de todo más arrastrao de la tierra. el ladronicio y todos los perdidos. Pero eso sí; no les quedó ni un chimbo partido por la mitá; Pero lo que no canta el carro lo canta la por más trampas qui hacían, por más que carreta: ¡la Peraltona sí supo darse orgullo y cambia ban baraja, por más que la señalaban meterse a señora de media y zapato! Con todo con la uña, les dió capote, con ser que en el el platal que le sacó al hermano, compró casa juego es taban toditos los caimanes d’esos de balcón en el pueblo, y consiguió serviciala y laos. “Con ésta no nos quedamos -dijo el más compró ropa muy buena y de usos muy caliente-. A noso tros no nos come este... -y ai bonitos. Cada rato se ponía en el balcón, y mentó unas pala bras muy feas-. ¡Voy a idiar apenas veía gente, grita ba: “¡Maruchenga, unas suertes, y ma ñana no le queda ni liendra tréme el pañuelo de tripilla, que voy a visitar a a este sinvergüen za!”. Y ai salió del garito, la Reina! ¡Maruchenga, tréme los frascos de echando por esa boca unos reniegos y unos perjume pa ruciar por aquí qu’está jediendo!”. Y dichos qui aquello parecía un condenao. si veía pasar alguna señora, de cía: “¡No pueden ver a uno de peinetón ni con usos Al otro día, desdi antes di almorzar, emprendie nuevos, porqui al momento la imitan estas ron el monte. Hubo cuchillo, hubo barbera; ñapangas asomadas!”. Cuando salía a la calle, pero Peralta tampoco les dejó un medio. Como era un puro gesto y un puro melindre; y auque no era ningún bobo, se dejaba ganar en era tan pánfila y tan feróstica caminaba muy ocasiones pa empecinarlos más. Determinaron repechada y muy menudito, como sintiéndose jugar dao, y montedao, y bisbís, y cachimona y muy muchachita y muy preciosa. “Maruchenga, roleta, a ver si con el cambio de juegos se caía dáca la sombrilla qui hace sol; Maruchenga, Peralta; pero si se caía a raticos, era pa seguir sacame la crizneja; Maruchenga, componeme más vio lento echando por lo negro y el esponje, que se me tuerce”; y no dejaba en acertando en unos y en otros juegos. paz a la pobre Maruchenga, con tanto orgullo y tanta jullería. Lo más particular era que Peralta con tantísimo caudal como iba consiguiendo no se daba La caridá de Peralta fue creciendo tanto que nadita d’importancia, ni en la ropita, ni en la tuvo que conseguir casas pa recoger los comida ni en nada: con su misma ruanita enfermos y los lisiaos; y él mismo pagaba las pastusa de listas azules, con sus mismitos medecinas, y él mismo con su misma mano se calzones fundillirrotos se quedó el hombre, y las daba a los enfermos. con su mismita chácara de ratón di agua, pelada y hecha un cochambre. Esto llegó a oídos de su Saca Rial y lo mandó llamar. Los amigos de Peralta y la Peraltona le Pero eso sí: lo qu’era limosnas ni el Rey las decían que se mudara y se engalanara daba tan grandes. Su casa parecía siempre hartísimo pa ir a casa del Rey; pero Peralta no publica ción de bulas, con toda la pobrecía y hizo caso, sino que tuvo cara de presentársele todos los lambisquiones del pueblo plañendo a con su mis mito vestido y a pata limpia, lo toda hora; y no tan solamente los del pueblo, mismo qui un montañero. El Rey y la Reina sino que tam bién echó a venir cuanto avistrujo estaban tomando chocolate con bizcochuelos y había en to dos los pueblos de por ai y en otros quesito fresco, y pusieron a Peralta en medio del cabo del mundo. ¡Hasta de Jamaica y de de los dos, y le sir vieron vino en la copa del Jerusalén ve nían los pedigüeños! Pero Peralta Rey qu’era di oro, y l’echaron un brinde con no reparaba: a todos les metía su peseta en la palabras tan bonitas, qui aquello parecía lo mano; y la cocina era un fogueo parejo que ni mismo que si fuera con el obispo Gómez Plata. cocina de minas. Consiguió un montón de molenderas, y todo el día se lo pasaba Peralta recorrió muchos pueblos, y en todas repartiendo tutumadas de mazamorra, los partes ganaba, y en todas partes socorría a los plataos de frijol y las arepas de maíz pobres; pero como en este mundo hay tanta sancochao. Y mantenía una maletada de plata, gente mala y tan caudilla echaron a levantale la mismita que vaciaba al día. 90 REVISTA LASALLISTA DE INVESTIGACIÓN - Vol. 5 No. 1 testimonios. Unos decían qu’era ayudao; otros, culebrilla, y el dolor de costao, y el descenso, y qui ofendía a mi Dios, en secreto, con pecaos el tabardillo, y nadie se moría. Vinieron las pes muy horribles; otros, qu’era duende y que vola tes en toítos los animales; pues tampoco se ba de noche por los tejaos, y qu’escupía la ima murieron. gen de mi Amito y Señor. Toíto esto fue corruto en el pueblo, y los mismos qu’él protegía, los Al comienzo de la cosa echaron mucha bambo mismitos que mataron la hambre con su comi lla los dotores con todo lo que sabían; pero lue da, prencipiaron a mormurar. Tan solamente el go la gente fue colando en malicia qu’eso no curita del pueblo lo defendía; pero nadie le cre pendía de los dotores sino di algotra cosa. El yó, como si fuera algún embustero. Toditico lo cura, el sacristán y el sepolturero pasaron ham sabía Peralta, y nadita que se le daba, sino bres a lo perro, porque ni un entierrito, ni la que seguía el mismito: siempre tan humilde la abier ta di una sola sepoltura güelieron en esos cria tura de mi Dios. El cura le decía que días. Los hijos de taitas viejos y ricos se los compusie ra la casa que se le estaba cayendo comía la incomodidá de ver a los viejorros con las go teras y con los ratones y animales comiendo arepa, y que no les entraba la que si habían apoderao d’ella; y Peralta decía: muerte por nin gún lao. Lo mismito les sucedía “¿Pa qué, se ñor? La plata qu’he de gastar en a los sobrinos con los tíos solteros y eso, la gasto en mis pobres: yo no soy el Rey acaudalaos; y los mari dos casaos con mujer pa tener pala cio”. vieja y fea se revestían di una enjuria, viendo la viejorra tan morocha, ¡ha biendo por ai mozas Estaba un día Peralta solo en grima en dichosa tan bonitas con qué repo nerlas! De todas la casa, haciendo los montoncitos de plata pa partes venían correos a pre guntar si en el repartir, cuando, ¡tun, tun! en la puerta. Fue a pueblo se morían los cristianos. Aquello se abrir, y... ¡mi amo de mi vida! ¡Qué escarramán volvió una batajola y una confundición tan tan horrible! Era la Muerte, que venía por él. horrible, como si al mundo li hubiera entrao Traía la güesamenta muy lavada, y en la mano algún trastorno. Al fin determinaron todos dere cha la desjarretadera encabada en un qu’era que la Muerte si había muerto, y palo ne gro muy largo, y tan brillosa y ninguno volvió a misa ni a encomendarse a mi cortadora que s’enfriaba uno hasta el cuajo de Dios. ver aquéllo! Traía en la otra mano un manojito de pelos que parecían hebritas de bayeta, para Mientras tanto, en el Cielo y en el Infierno esta probar el filo de la herramienta. Cada rato ban ofuscaos y confundidos, sin saber qué se sacaba un pelo y lo cortaba en el aire. “Vengo ría aquello tan particular. Ni un alma asomaba por vos”, le dijo a Peralta. “¡Bueno! -le contestó las narices por esos laos: aquello era la éste-. Pero me tenés que dar un placito pa desocupez más triste. El Diablo determinó confesame y hacer el testamento”. “Con tal que ponese en cura de la rasquiña que padece, pa no sea mucho -con testó la Muerte, de mal ver si mataba el tiempo en algo. San Pedro se humor- porqui ando di afán”. “Date por ai una moría de la pura aburrición en la puerta del Cie güeltecita -le dijo Peralta, mientras yo mi lo; se lo pasaba por ai sentaíto en un banco, arreglo; go, si te parece, entretenéte aquí dormido, bosteciando y rezando a raticos en un viendo el pueblo, que tiene muy bonita divisa. rosario bendecido en Jerusalén. Mirá aquel aguacatillo tan alto; trepáte a él pa que divisés a tu gusto”. Pero viendo que la molienda seguía, cerró la puerta, se coló al Cielo y le dijo al Señor: La Muerte, que es muy ágil, dió un brinco y se “Maes tro; toda la vida l’he servido con mucho montó en una horqueta del aguacatillo; se gusto; pero ai l’entrego el destino; ¡esto sí no lo echó la desjarretadera al hombro y se puso a aguan to yo! ¡Póngame algotro oficio qui’hacer divisar. “¡Dáte descanso, viejita, hasta qui a yo o sa que algún recurso!”. Cristico y San Pedro me dé la gana -le dijo Peralta- que ni Cristo, se fue ron por allá a un rincón a palabriase. con toda su pionada, te baja d’es’horqueta!”. Después de mucho secreteo, le dijo el Señor: “Pues eso tiene que ser; no hay otra causa. Peralta cerró su puerta, y tomó el tole de siem Volvé vos al mundo y tratá a esi’hombre con pre. Pasaban las semanas y pasaban los me harta mañita, pa ver si nos presta la muerte, ses y pasó un año. Vinieron las virgüelas caste porque si no nos embromamos”. llanas; vino el sarampión y la tos ferina; vino la REVISTA LASALLISTA DE INVESTIGACIÓN - Vol. 5 No. 1 91 Se puso San Pedro la muda de pelegrino, se zaba a comérsela. Peralta sí era verdá que pa chantó las albarcas y el sombrero y cogió el recía ahora un duende, di aquí pa’cá, en una y bor dón. Había caminao muy poquito, cuando en otra casa, amortajando los dijuntos y conso s’encontró con un atisba que mandaba el Dia lando y socorriendo a los vivos. blo pa que vigiara por los laos del Cielo, a ver si era que todas las almas s’estaban salvando. La Muerte si aplacó un poquito; los contaítos “¡Qué salvación ni qué demontres! -le dijo San cristianos que quedaron volvieron a su oficio; y Pedro-. ¡Si esto s’está acabando!”. como los vivos heredaron tanto caudal, y el vi cio del juego volvió a agarrarlos a todos, consi Esa misma noche, casi al amanecer, llovía guió Peralta más plata en esos días que la qui agua a Dios misericordia, y Peralta dormía había conseguido en tanto tiempo. ¡Hijue quieto y sosegao en su cama. De presto se pucha si’staba ricachón! ¡Ya no tenía ondi recordó, y oyó que le gritaban desdi afuera: acomodala! Pero cátatelo ai qui un día “¡Abríme, Peraltica, por la Virgen, qu’es de amanece con una pata hinchada, y le coló una mucha necesidá!”. Se levantó Peralta, y al abrir discípula de la mala. Al momentico pidió cura y la puer ta se topó mano a mano con el viejito, arregló los corotos, porque se puso a pensar que le dijo: “Hombre; no vengo a que me des qui harto había vivido y disfrutao, y que lo posada tan solamente; ¡vengo mandao por el mismo era morise hoy que mañana go el otro Maestro a que nos largués la muerte unos día. Mandó en su testamento que su mortaja días, porque vos la tenés de pata y mano en fuera de limosna, que le hicieran bolsico, y que algún encierro!”. “Lo que menos, su Mercé -dijo precisadamente le metieran en él la baraja y Peralta-. La tengo muy bien asegurada, pero los daos; y comu’era tan humilde qui so que lo no encerrada; y se la presto con mucho gusto, enterraran sin ataúl, en la propia puer ta del con la condición de qui a yo no mi’haga nada”. cementerio onde todos lo pisaran harto. Asina “¡Contá conmigo!” -le dijo San Pedro-. fue qui apenitas se le presentó la Pelona cerró el ojo, estiró la pata y le dijo: “¡Matáme pues!” Apenitas aclarió salieron los dos a descolgar a ¡Poquito sería lo duro que li asestó el golpe, la Muerte. Estaba lastimosa la pobrecita: con el rincor que le tenía! flacuchenta, flacuchenta; los güesos los tenía toítos mogosos y verdes, con tantos soles y Peralta s’encontró en un paraje muy feíto, pare aguaceros comu’había padecido; el telarañero cido a una plaza. Voltió a ver por todas partes, se l’enredaba por todas partes, qui aquello pa y por allá, muy allá, descubrió un caminito muy recía vestido di andrajos; la pelona la tenía angosto y muy lóbrego casi cerrao por las zar llena di hojas y de porquería di animal, que zas y los charrascales. “Ya sé aonde se va por daba asco; la herramienta parecía ese camino -pensó Peralta-. ¡El mismito que desenterrada de puro lo tomaíta qu’estaba. mentaba el cura en las prédicas! ¡Cojo pu’el Pero lo que más enjuria le daba a San Pedro otro lao!”. Y cogió. Y se fue topando con era que parecía tuerta, porqui’un demontres mucha gen te muy blanca y di agarre, que diavispa había determinao hacer la casa en la parecían fefes o mandones, y con señoras muy cuenca del lao zurdo. Esta ba la pobrecita bonitas y ricas que parecían principesas. Como baldada, casi tullida d’estar horquetiada nunca fue ami go de metese entre la gente tantísimo tiempo. De Dios y su san ta ayuda grande, se fue por un laíto del camino, que se necesitaron Peralta y San Pedro pa descolgala iba anchando y po niéndose plano como las del palo. Agarraron después una es coba y palmas de la mano. ¡María Madre si había qué unos trapos; le sacaron el avispero, y ello más ver en aquel camino! ¡Parecía mismamente bien quedó medio decente. Apenas se vio una jardinera, con tánta rosa y tánta clavellina andando recobró fuerza, y en un instantico y con aquel pasto tan bo nito! Pero eso sí: ni volvió a amolar la desjarretadera... y tomó el un afrecherito, ni una chapola de col ni un mundo. ¡Cómo estaría di hambrienta con el abejorro se veía por ninguna parte ni pa ayu no! En un tris acaba con los cristianos en remedio. Aquellas flores tan preciosas no una semana. Los dijuntos parecían gusanos de güelían, sino que parecían flores muertas. co secha, y ni an los enterraban, sino que los ha cían una montonera, y ai medio los tapaban Peralta seguía a la resolana, con el desentendi con tierra. En las mangas rumbaba la miento de toda su vida. Por allá, en la mitá di mortecina, un porque ni toda la gallinazada del mundo alcan 92 REVISTA LASALLISTA DE INVESTIGACIÓN - Vol. 5 No. 1 llano, alcanzó a divisar una cosa muy grande, ción. “¿Quién sos vos?”, le dijo el Diablo. “Yo muy grandísima; mucho más que las iglesias, soy un pobrecito del mundo qui ando puaquí mucho más que la Piedra del Peñol. Aquello embolatao. Me dijeron qu’estaba en carrera de blanquiaba com’un avispero; y como toda la salvación, pero a yo no mi han recebido indaga gente se iba colando a la cosa, Peralta se coló toria ni nadie si ha metido con yo”. también. Comprendió qu’era el Infierno, por el jumero que salía de p’arriba y el candelón que Al momento le comprendió el Diablo qu’era salía de p’abajo. Por ai andaba mucha gente alma del Purgatorio o del Cielo. ¡Figúresen, no del mundo en conversas y tratos con los enten derlo él, con toda la marrulla que tiene! agregaos y piones del Infierno. Pero como los buenos modos sacan los cimarrones del monte, y la humildá agrada El se dentró por una gulunera muy escura y hasta al mismo Diablo, con ser tan soberbio, muy medrosa que parecía un socavón, y fue a resultó que Peralta más bien le cayó en gracia, repuntar por allá a unas californias ondi había más bien le pareció sabrosito y querido. “¿Su muchas escaleras que ganar, y unos zanjones Mercé está como enfermoso?”, le preguntó muy horrendos por onde corrían unas aguas Peralta. “Sí, hombre - contestó Lucifer como muy mugrientas y asquerosas. A tiempo que muy aplacao-. Se mi han alborotao en estos pasaba por una puertecita oyó un chillido como días los achaques; y lo pior es que nadie viene de cuchinito cuando lo’stán degollando, y si a hacerme compañía, porqu’el mayordomo, los asomó por una rendija. ¡Virgen! ¡Qué cosa tan agregaos y toda la pionada no tienen tiempo ni horren da! No era cuchino: era una señora de de comer, con todo el trabajo que nos ha caído mantelli na y saya de merinito algo mono, que en estos días”. “Pues, si yo le puedo servir di la tenían con la lengua tendida en el yunque, algo a su Mercé -dijo Peralta haciéndose el con la punta cogida con unas tenazonas muy lambón-, mándeme lo que quiera, qu’el gusto grandes; y un par de diablos herreros muy mío es servile a las perso nas”. macuencos y cachipandos li alzaban macho a toda gana. ¡Hijue la cosa tan dura es la carne Y ai se fueron enredando en una conversa muy de condenao! ¡Aquella lengua ni se rasgada, hasta qu’el Diablo dijo que quería en machucaba, ni se partía, ni saltaba en tretenerse en algo. “Pues, si su Mercé quiere pedazos: ai se quedaba intauta! Y a cada golpe que juguemos alguna cosita -dijo Peralta muy le gritaban los diablos a la señora: “¡Esto es pa disimulao-, yo sé jugar toda laya de juegos; y que levantés testimonios, vieja maldita! ¡Esto en prueba d’ello es que mantengo mis útiles en es pa que metás tus mentiras, vie ja lambona! el bolsico”. Y sacó la baraja y los daos. ¡Esto es pa qu’enredés a las perso nas, vieja “Hombre, Peralta -dijo el Diablo-, lo malo es culebrona!”. Y a Peralta le dio tanta lástima que que vos no tenés qué ganarte, y yo no juego salió de güida. vicio”. “¿Cómo nu he de tener -dijo Peralta-, si yo tengo un alma como la de todos? Yo la De presto se zampó por una puerta muy juego con su Mercé, pues también soy muy anchona; y cuando menos acató, se topó en un vicioso. La juego contra cualquiera otra alma salón muy grandote y muy altísimo que tenía de la gente de su Mercé”. El Enemigo Malo, hornos en todas las paredes, muy pegaos y que ya le tenía ganas a esa almita de Peralta, muy junticos, como los roticos de las colmenas tan linda y tan buenita, li aparó la caña al onde se meten las abejas. No había nadie en momentico. el sa lón; pero por allá en la mitá se veía un trapo colgao a moda de tolda di arriero. Peralta Determinaron jugar tute, y le tocó dar al Diablo. si aso mó con mucha mañita, y ai estaba el Barajó muy ligero y con modos muy bonitos; Enemigo Malo acostao en un colchón, dormido alzó Peralta y principiaron a jugar. Iba el Diablo y como enfermoso y aburridón él. De presto se ha ciendo bazas muy satisfecho, cuando recordó; se enderezó, y a lo que vió a Peralta Peralta tiende sus cartas, y dice: “¡Cuarenta, le dijo muy fanfarrón y arrogante: “¿Qué venís as y tres! ¡No la perderés por mal que la hacer aquí, culichupao? Vos no sos di aquí; jugués!”. “¡Así será! -dijo el Diablo bastante ¡rumbati al mo mento!”. “Pues, como nadie mi picao-. Pero siga mos a ver qué resulta”. Pues, atajó, yo me fuí colando, sin saber que me iba ¿qué había de resultar? Que Peralta se fue de a topar con Su Mercé”, contestó Peralta con sobra. Se puso el Diablo como la ira mala, y le mucha modera dijo a Peralta, REVISTA LASALLISTA DE INVESTIGACIÓN - Vol. 5 No. 1 93 con un tonito muy maluco: “¿Vos sos culebra dos y la chillería. Sin nadie mandárselos aque echada go qué demonios?”. “¡Tanté, culebra! llas almas endemoniadas fueron haciendo en Lo que menos, su Mercé -le contestó Peralta el aire un caracol que ni un remolino. Los aires con su humildá tan grande-. Antes en el mundo se fueron escureciendo, escureciendo, con de cían que yo dizque era un gusano de puro aque lla gallinazada, hasta que todo quedó en arrastrao y miserable. Pero sigamos, su Mercé, la pura tiniebla. que se desquita”. Siguieron; a la otra mano sa lió Peralta con tute de reyes. “¡Doblo!”, gritó Lu Peralta, tan desentendido como si no hubiera cifer con un vozachón que retumbó por todo el hecho nada, se fue yendo muy despacio, hasta Infierno. La cola se le paró; los cachos se le que s’encontró con los tuneros del caminito del abrían y se le cerraban como los di un alacrán; Cielo. ¡Aquello era caminar y caminar, y no lle los ojos le bailaban, que ni un trompo gaba! El tuvo que pasar por puentes di un pelo zangarria, de lo más bizcornetos y horrendos; que tenían muchas leguas; él tuvo que pasar la ¡y por la boca echaba aquella babaza y aquel hilacha de la eternidá, que tan solamente Nues chispero! “Do blemos”, dijo Peralta muy tro Señor, ¡por ser quien es, la ha podido convenido. Ganó Peralta. “¡Doblo!”, gritó el medir! Pero a Peralta no le dió vaguido, sino Diablo. que siguió serenito, serenito, y muy resuelto, hasta que se topó en las puertas del Cielo. Y doblando, doblando, jugaron diecisiete tutes. Estaba eso bas tante solo, y por allá divisó a Hasta que el Patas dijo: “¡Ya no más!”. Estaba San Pedro recostao en su banco. Apenitas lo tan sumamente medroso, daba unos bramidos vió San Pedro, se le vino a la carrera, se le tan espantosos, que toitica la gente del Infierno encaró y le dijo, midién dole puño: “¡Quitá di acudió a ver. ¡Cómo se quedarían de suspen aquí, so vagamundo! ¿Te parece que ti has sos cuando vieron a su Amo y Señor llorando a portao muy bien y nos tenés muy contentos? moco tendido! Y aquellas lagrimonas se iban ¡Si allá en la tierra no ti amasé fue porque no cuajando, cuajando, cachete abajo, que ni gra pude, pero aquí sí chupás!”. “¡No se fije en yo, nizo. En el suelo iba blanquiando la montonera, viejito; fíjese en lo que viene por aquel lao! y toda la cama del Diablo quedó tapadita. Un Vaya a ver cómo acomoda esa gentecita, y diablito muy metido y muy chocante que pare déjese de nojase”. Voltió a ver San Pedro, cía recién adotorao, dijo con tonito llorón: “¡Nun estiró bien la gaita y se puso la manito sobre ca me figuré que a mi Señor le diera pataleta!”. las cejas, como pa vigiar mejor; y apenas “¿Pero por qué no seguimos, su Mercé? -dijo entendió el enredo, pegó patas; abrió la puerta, Peralta como suplicando-. Es cierto que le he la golvió a cerrar a la carrera y la trancó por ganao más de treinta y tres mil millones de al den tro. Ni por ésas si agallinó Peralta, ni le mas; pero yo veo qu’el Infierno está sin tocar”. coló co bardía, ni cavilosió qu’en el Cielo le “¡Cierto! -dijo el Enemigo Malo haciendo puche fueran a meter machorrucio. ros-. Pero esas almas no las arriesgo yo: son mis almas queridas; ¡son mi familia, porque No bien se sintió San Pedro de puertas pa den son las que más se parecen a yo!”. Siguió tro corrió muy trabucao, y le hizo una señita al moquiando, y a un ratico le dijo a uno de sus Señor. Bajó el Señor de su trono, y se toparon edecanes: “¡ Andá, hombre, sacále a este como en la mitá del Cielo, y agarraron a conver calzonsingente sus ganancias, y que se largue sar en un secreto tan larguísimo que a toda la di aquí”. gente de la Corte Celestial le pañó la curiosidá. Bien comprendían toditos, por lo que Como lo mandó el Patas, asina mismo se cum manotiaba San Pedro y por lo desencajao plió. Mientras qui’una vieja ñata se persina, fue qu’estaba, que la conversa era sobre cosa ron echando toditas las puertas del Infierno la gorda, ¡pero muy gorda! Las santas, qui anque churreta di almas. Aquello era churretiar y sea en el Cielo siempre son mujeres, pusieron churretiar, y no si acababa. Lo qui a Peralta le los antiojos de larga vista pa ver qué sacaban parecía más particular era que, a conforme en limpio. ¡Pero ni lo negro e’l’uña! El Señor, iban saliendo, s’iban poniendo más negras, qui había estao muy sereno oyéndole las más jediondas y más enjunecidas. Parecía cosas a San Pedro, le dijo muy pasito a lo como si a todos los cristianos del mundo les último: “¡En buena nos ha meti do este Peralta! estuvieran sacando las muelas a la vez, según Pero eso no se puede de nin guna manera: los los brami condenaos, condenaos se tie- 94 REVISTA LASALLISTA DE INVESTIGACIÓN - Vol. 5 No. 1 nen que quedar por toda la eternidá. Andáte a La santica entró como en un alegato con el tu puesto, que yo iré a ver cómo arreglamos cura; pero a lo último, él se puso a relatar y ella esto. No abrás la puerta; los que vayan a jalar pluma. ¡Esa sí era escribana! ¡Se le veía viniendo los entrás por el postigo chiquito”. todo lo baquiana qu’era en esas cosas d’escribanía! Acomodada en su tabrete, iba Se volvió el Señor pa su trono, y a un ratico le escribiendo, es cribiendo, sobre el atril; y a hizo señas a un santo, apersonao él, vestido conforme escribía, iba colgando por detrás de de curita, y con un bonetón muy lindo. El santo los trimotriles ésos, un papelón muy tieso ya se le vino muy respetoso, y hablaron dos escrito, que se iba en rollando, enrollando. palabras en secreto. Y bastante susto que le Sólo mi Dios sabe el tiem po que gastó dio: se le veía, porque de presto se puso escribiendo, porque en el Cielo nu’hay reló. Por descolorido y principió a meniase el bonete. A allá al mucho rato la monja echó una plumada ésas le hizo el Señor otra seña a una santica muy larga, y le hizo seña al Señor de que ya qu’estaba por allá muy lejos, ojo con él; y la había acabao. santica se vino muy modosa y muy contenta al llamao, y entró en conversa con Cristico y el No bien entendió el Señor, se paró en su trono, otro santo. Estaba vestida de carmelitana; y dijo: “¡Toquen bando y que entre Peralta!”. Y también tenía bonete que le lucía mucho, y en principiaron a redoblar todas las tamboras del la una mano una pluma de ganso muy Cielo, y a desgajarse a los trompicones toda la grandota. gente de su puesto, pa oir aquello nunca oído en ese paraje: porque ni San Joaquín, el ¡Esto sí fue lo que más embelecó a las otras agüelito del Señor, había oído nunca leyendas santas! Por todos los balcones empezó a oise de gace ta en la plaza de la Corte Celestial. una bullita y unos mormullos, que la Virgen Cuando to dos estuvieron sosegaos en sus tuvo que tocar la campanita pa que se callaran. puestos y Peralta por allá en un rinconcito, ¡Pero nada que les valió! Figúrese qu’en ese mandó Cristo que si asilenciaran los momen to salió un ángel muy grande con un tamboreos, y dijo: “¡Pon gan harto cuidao, pa atril muy lindo, y más detrás un angelito de los que vean que la Gloria Celestial nu’es guitarris tas, con la guitarrita colgada a un lao cualquier cosa!”. Y después se voltió p’onde la como carriel, y que llevaba en las dos manitos monjita, y muy cariñoso, le dijo: “Leé vos el un tinterón di oro y piedras preciosas; y escrito, hijita, que tenés tan linda pro nuncia”. después salieron dos santicos negros con dos tabretes de plata; y los cuatro arreglaron por ¡Caramba si la tenía! Esu’era como cuando los allá en un campito de lo más bueno un puesto mozos montañeros agarran a tocar el capador; como d’escribano. El cura y la monjita se como cuando en las faldas echan a gotiar los fueron dere cho a los tabretes, y cada cual se rezumideros en los charquitos insolvaos. La le sentó. El an gelito se quedó muy formal yenda comenzaba d’esta laya: “Nós, Tomás di teniendo el tintero. Aquino y Teresa de Jesús, mayores d’edá, y ¡Valientes criaturas las de mi Dios! En esti an del vecindario del Cielo, por mandato de gelito sí s’esmeró El: tenía la cabecita com’una Nuestro Señor, hemos venido a resolver un piña di oro; era de lo más gordito y achapao, punto muy trabajoso...” tan trabajoso, tan con los ojos azulitos, azulitos, que ni dos flores sumamente tra bajoso, que ni an siquiera se de linaza, y sus alitas de garza eran más blan puede contar bien patente las retajilas tan cas qui una bretaña. Casi estaba en cueritos: lindas y tan bien empa tadas escritas en la tan solamente llevaba de la cinta p’abajo un fal dichosa gaceta. ¡Hasta ai mecha la que tenían dellín coposo di un jeme di ancho, di un trapo esos escribanos! qui unas veces era di oro y otras veces era de plata, flequiao de por abajo y con unos caraco Ultimadamente el documento quería decir les y unas figuras de la pura perlería. Pero lo qu’era muy cierto que Peralta li había ganao al más lindo de todo, lo que más le lucía al Enemi go Malo esa traquilada di almas con demontres del angelito, era la cargadera de la mucha legalidá y en juego muy limpio y muy vigüelita, qu’era todita de topacios y decente; pero que, mas sin embargo, esas esmeraldas; la guitarrita también era muy linda, almas no po dían colar al Cielo ni de chiripa, y toda laboriada y con clavijitas y cuerdas di oro. que por eso tenían que quedasi afuera. Pero Dizque era el ángel de la guarda de la monjita, y por eso ‘staba tan confianzudo con ella. que, al mismo tiempo, como todas las cosas de Dios tenían REVISTA LASALLISTA DE INVESTIGACIÓN - Vol. 5 No. 1 95 remedio, esta cosa se podía arreglar sin que pe se vio solo en la plaza del Cielo. ¡Hast’ai Peralta ni el Patas se llamaran a engaño. Y el placitas! arreglo era asina: que todas las glorias que de bían haber ganao esas almas redimidas por Aquello era una cosa redonda, enladrillada con Peralta si ajuntaran en una gloriona grande y diamantes y piedras preciosas de toda color, se la metieran enterita a Peralta, qu’era el que qui hacían unas labores como los dechaos de l’había ganao con su puño. Y que la cosa del las maestras. En redondo había una ringlera Infierno si arreglaba d’esta laya: qu’esos conde de pi las di oro que chorriaban agua florida y naos no volvían a las penas de las llamas sino pachulí de la gloria; y cada una d’estas pilitas a otro infierno de nuevo uso que valía lo mismo tenía su jardinera de cuantas flores Dios ha qu’el de candela. Y era este Infierno una indor criao, pero toditas di oro y de plata. También mia muy particular que sacaron de su cabeza era di oro y de plata el balconerío de la plaza; y el cura y la monjita. Esta indormia dizqu’era al mismito fren te de l’entrada, estaba el trono d’esta moda: que mi Dios echaba al mundo de la Santísima Trinidá. Era a modo de una treinta y tres mil millones de cuerpos, y qu’esos custodia muy gran dota, encaramada en unos cuerpos les metían adentro las almas que sacó escalones muy al tos. En el redondel de la Peralta de los profundos infiernos; y qu’estas custodia estaban el Padre y el Hijo, y allá en la almas, manque los taitas de los cuerpos punta di arriba esta ba prendido el Espíritu creyeran qu’eran pal Cielo, ya’staban Santo, aliabierto y con el piquito de p’abajo. De condenadas desde en vida; y que por eso no la punta del piquito le sa lía un vaho di una luz les alcanzaba el santo bautismo, porque ya la mucho más alumbradora que la del sol, y esa gracia de mi Dios no les valía, aunque el luz se regaba y se desparpajaba por arriba y bautismo fuera de verdá; y que se morían los por abajo, de frente y por todos los costaos del cuerpos, y volvían las almas a otros, y después Cielo, y todo relum braba, y todo se ponía a otros, y seguía la misma fies ta hasta el día brilloso con aquella luminaria. del juicio; que di ai pendelante las ponían a voltiar en rueda en redondo del Infier no por sécula seculorum amén. El Padre Eterno, qu’en todas las bullas de Peralta nu’había hablao palabra, se paró y dijo Que por todo esto quizqu’es qui hay en este d’esta moda: “Peralta; escogé el puesto que mundo una gente tan canóniga y tan mala, que querás. ¡Ninguno lu’ha ganao tan alto como goza tanto con el mal de los cristianos: porque vos, porque vos sos la Humildá, porque vos ya son gente del Patas; y por eso es que se sos la Caridá! Allá abajo fuiste un gusano mantienen tan enjunecidos y padeciendo arrastrao por el sue lo; aquí sos el alma tantísimos tormentos sin candela. Estos gloriosa que más ha ganao. Escogé el puesto. quizque son los envidiosos. Y por eso quizque ¡No ti humillés más, que ya’stás ensalzao!”. Y fue qu’el Enemigo Malo no quiso arriesgar las entonaron todos los coros celestiales el trisagio almas aquellas del Infierno, porqu’esas d’Isaías, y Peralta, que to davía nu’había usao también eran d’envidiosos. la virtú di achiquitase, se fue achiquitando, achiquitando, hasta volverse un Peraltica de Peralta entendió muy bien entendido el relate, tres pulgadas; y derechito, con la agilidá que y muy contento que se puso, y muy verdá y tienen los bienaventuraos, se brin có al mundo muy buena que le pareció la inguandia. Pero que tiene el Padre en su diestra, si acomodó este Peralta era tan sumamente parejo, que ni muy bien y si abrazó con la Cruz. ¡Allí está por con todo el alegrón que tenía por dentro se le toda l’Eternidá! vio mover las pestañas de ternero: ai se quedó en su puesto como si no fuera con él. Pero de ¡Botín colorao, perdone lo malo qui hubiera’stao! gol 96 REVISTA LASALLISTA DE INVESTIGACIÓN - Vol. 5 No. 1