COLEGIO PIO IX Argumentación
COLEGIO PIO IX Argumentación
COLEGIO PIO IX Argumentación
Para profundizar el tema, lean un texto adaptado de una Conferencia realizada por
Roberto Fontanarrosa en el Congreso de La Lengua y unos fragmentos del escritor mexicano, Dante
Medina, quienes abordan la temática que nos reúne. En este caso, examinaremos algunos recursos,
nuestras primeras opiniones y refutaciones.
En primer lugar, los invito a reflexionar sobre “La internacionalización del español “, el texto de
Fontanarrosa.
Para ustedes,
1
para transmitir, para graficar algo, entonces, ¿hay palabras, palabras de las denominadas malas
palabras que son irremplazables, por sonoridad, por fuerza, algunos incluso por contextura física de
la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que decir que es un pelotudo.
Tonto puede incluso incluir un problema de disminución neurológica realmente agresivo.
El secreto de la palabra pelotudo, ya universalizada —no sé si está en el diccionario de dudas—, está
en que también puede hacer referencia a algo que tiene pelotas. Puede hacer referencia a algo que
tiene pelotas que puede ser un utilero de fútbol que es un pelotudo porque traslada las pelotas; pero
lo que digo, el secreto, la fuerza; está en la letra t. Analicémoslo —anoten las maestras—: está en la
letra t, puesto que no es lo mismo decir zonzo que decir peloTUdo.
Otra cosa, hay una palabra maravillosa que en otros países está exenta de culpa —esa es otra
particularidad, porque todos los países tienen malas palabras pero se ve que las leyes de algunos
países protegen y en otros no—, hay una palabra maravillosa, decía, que es carajo. Yo tendría que
recurrir a mi amigo y conocedor, Arturo Pérez Reverte, conocedor en cuanto a la navegación, porque
tengo entendido que el carajo era el lugar donde se colocaba el vigía, en lo alto de los mástiles de los
barcos para divisar tierra o lo que fuere, entonces mandar a una persona al carajo era estrictamente
eso, mandarlo ahí arriba.
Amigos mexicanos con los que estuve cenando anoche me estuvieron enseñando una cantidad de
malas palabras mexicanas. Ahora que lo pienso creo que me estaban insultando porque se suscitó un
problema con la cuenta a la hora de pagar. Me explicaban, que las islas Carajo son unas islas que
están en el océano Indico.
En España, el carajillo es el café con coñac y acá apareció como mala palabra, al punto que se llega a
los eufemismos se decía caracho es de una debilidad absoluta y de una hipocresía... ¿no?
A veces hay periódicos que ponen: «El senador fulano de tal envío a la M a su par…». La triste función
de esos puntos suspensivos, realmente el papel absurdo que están haciendo ahí, merecería también
una discusión acá, en el Congreso de la Lengua.
Voy a ir cerrando, hay otra palabra que quiero apuntar que creo es fundamental en el idioma
castellano, que es la palabra «mierda», que también es irremplazable. El secreto de la contextura
física está en la r —anoten las docentes— porque es mucho más débil como lo dicen los cubanos:
miELda, que suena a chino y eso —yo creo que ahí está la base de los problemas que ha tenido la
Revolución cubana—, quita de posibilidades de expresiva.
Voy cerrando, después de este aporte medular que he hecho al lenguaje y al Congreso, lo que yo pido
es que atendamos a esta condición terapéutica de las malas palabras. Mi psicoanalista dice que es
imprescindible para descargarse, para dejar de lado el estrés y todo ese tipo de cosas. Lo único que
yo pediría (no quiero hacer una teoría) es reconsiderar la situación de estas palabras. Pido una
amnistía para la mayoría de ellas. Vivamos una navidad sin malas palabras e integrémoslas al
lenguaje, que las vamos a necesitar.
Fontanarrosa, Roberto. “La internacionalización del español”. En III Congreso Internacional de la Lengua Española,
Rosario, 2007. Disponible en internet: http://congresosdelalengua.es/rosario/mesas/fontanarrosa_r.htm
2
Medina , Dante (2016) Basta de decir: ¡HAY QUE LEER! México: Puertabierta Editores.
3
4
¿Qué es argumentar?
Argumentar significa aportar pruebas con el fin primero de defender una opinión y con el fin último
de persuadir al receptor, a través de razones, para que este piense de una manera determinada.
Por lo general, la argumentación se usa ante la necesidad de desarrollar temas que resultan controvertidos
y porque es posible encontrar posiciones adversas sobre ellos. 1
Entonces, los textos argumentativos plantean una hipótesis/ tesis , sus argumentos (desarrollo) y una
conclusión; por ende, tienen como finalidad convencer o persuadir al receptor. Además en su superestructura
se trabajan estrategias argumentativas o procedimientos discursivos que incluyen subjetivemas o
modalizadores.
Para quienes necesiten reforzar este tema sobre la trama argumentativa , los invito a ver el siguiente
link: https://www.youtube.com/watch?v=RcNVlKiFc3g
Actividades:
1-Relean el artículo de opinión de Roberto Fontanarrosa “La internalización del español” y realicen las
siguientes consignas:
a-¿Sobre qué se nos quiere convencer en el artículo de Fontanarrosa? ¿Por qué te parece que es así?
b-¿Hay citas en el texto? Para vos, ¿qué es lo que se quiere decir a partir de ellas? ¿por qué?
c-¿Por qué se recurre a nombres de personas destacadas?
d-¿Cuáles son los recursos argumentativos utilizados por el autor?
e-¿A qué conclusión se llega? ¿Por qué?
2-Según los fragmentos del escritor Dante Medina. a-¿Cuál es el tema planteado por el autor?
b- ¿Se puede relacionar con el artículo de opinión de Roberto Fontanarrosa? ¿Por qué?
3 -Escribe un párrafo con una refutación en la que se sintetice tu opinión sobre este tema. No
olvides utilizar dos recursos o estrategias argumentativas.
1- La Experiencia de Leer
Cierta vez, en una tribu africana, un niño con taparrabo se acercó a un antropólogo y le señaló el libro que el
hombre tenía en sus manos. El antropólogo supo que el niño no comprendía qué era lo que él hacía sentado
inmóvil durante horas con ese “objeto”, así que se dispuso a explicarle lo que significaba el acto de leer.
Primero intentó hacerle entender que un libro no era -como se rumoreaba en la tribu- un remedio para los
ojos, y después, con gestos, ademanes, y palabras sueltas que había aprendido en la lengua del niño, se
esforzó por iniciar al neófito en los misterios de la lectura. Cuando el antropólogo acabó su lección, el
pequeño mostró su dientes blancos y parejos en señal de contento, le arrebató el libro al hombre de ciencia
y se lo pegó a un oído, seguro de que oiría las voces que encerraba ese objeto mágico. Pocas experiencias
son tan extrañas como la lectura de un libro. Leer parece algo normal de puro conocido, pero, en realidad, es
1 Marsimian, Silvina (Coord..) (2001) Lengua y literatura III. Bs.As.:AZ editora. p.51.
5
una experiencia insólita, como que es el contacto de dos inteligencias sin que medien la voz ni el gesto. En
este sentido, es válido decir que leer es hacer telepatía. De hecho, tan estrecha es la relación entre el
pensamiento y el acto de leer, que la palabra “inteligencia” proviene del latín “intus legere”, que significa
“leer adentro”. Pero leer es mucho más que un suceso intelectual formidable. “Leer es el placer de los que
no pueden viajar en tren”, decía Pessoa. De modo que es aunar en una sola experiencia diversos placeres: la
sensación de liviano deslizamiento; ser llevado en vilo por una fuerza extraña; alejarse de la propia realidad
casi sin sentirlo, y observar por la ventanilla de la imaginación un paisaje huidizo como remedio a la
monotonía del vivir. El que lee viaja, no importa dónde se encuentre; y en la estación de cada nuevo capítulo
se siente en el rostro la brisa fresca de un nuevo comienzo, y el
“¡vámonos!” de un guarda del tren fantasmal.
Pero además de ser una experiencia telepática y un viaje, es una experiencia creativa. Quien lee, crea su
propia historia a la par del autor. Por eso decía Borges que hay tantos “Quijotes” como lectores hubo de la
obra de Cervantes, y por eso también los escritores deben cuidarse de la vanidad de creerse artífices
absolutos. Es el lector el que completa una obra, ya que todo acontecimiento humano genuino es,
necesariamente, un suceso co-creador y un punto de encuentro entre dos sensibilidades. (Las experiencias
humanas adquieren su valor cierto en el momento de ser compartidas. La filosofía nació en Grecia como
diálogo, y la literatura debió empezar cuando una persona le contó un cuento a otra, y no a partir de un
monólogo demencial).
Que la lectura es creación conjunta se ve en el “caso Conan Doyle”. Cuando Doyle, autor de Sherlock
Holmes, mató en un cuento a su célebre personaje, cientos de lectores indignados le enviaron cartas
acusándolo de monstruo y filicida. Como es sabido, tal fue la presión de los lectores, que Doyle debió
resucitar a Sherlock Holmes diez años después de haberlo precipitado por un acantilado, aun a sabiendas de
que su personaje le robaría la celebridad. Agatha Christie, en cambio, tomó sus recaudos al respecto, y mató
a su detective Poirot en el cuento titulado “Telón”, que debía publicarse póstumamente para que nadie le
pudiera exigir que reviviera al hijo de su ingenio.
Leer es, también, asimilar experiencias de otros en provecho propio: “Leer, leer, vivir la vida que otros
soñaron”, dijo el poeta, que vale tanto como decir “Soñar la vida que otros vivieron”. Y es, además, una
victoria sobre la soledad. “Leemos para saber que no estamos solos”, dijo un pensador. El buen lector goza
de la compañía del autor de un libro (y de los personajes ficticios, si es obra literaria), pero también disfruta
de sí mismo, porque el que lee está en paz, y no precisa agitarse para evadirse del vacío interior. Y si Blas
Pascal atribuyó todos los males de la humanidad a que “no sepa el hombre quedarse solo en la propia
habitación”, entonces es válido decir que todos los males se deben a la escasez de lectores en el mundo, ya
que un lector, por definición, es una persona pacífica que sí sabe quedarse a solas consigo misma en su
habitación, o donde fuere. Cabe citar los versos de Francisco de Quevedo:
“Retirado en la paz de estos desiertos / con pocos, pero doctos libros juntos / vivo en conversación con los
difuntos / y escucho con los ojos a los muertos”.
Por último, dos razones más en favor del acto de leer. La primera, que si bien Cervantes dice al comienzo de
su novela insigne que a Quijote se le secó el cerebro “del poco dormir, y del mucho leer”, hay que destacar
que el “poco dormir” se menciona primero entre las causas de la locura de Quijote, así que el “mucho leer”
pudo ser sólo un agravante de la enfermedad, y no la causa de su desdicha.
Y la segunda razón es que la lectura, además de ser una experiencia telepática, un viaje, un suceso creativo,
un encuentro de dos sensibilidades, la derrota de la soledad, un acto en favor de la paz del mundo y una
adquisición de experiencias sensibles, también es una experiencia supersensible, muy del tipo de las
experiencias narradas por los mediums: basta con que un lector sensitivo abra un libro y lea para que el
espíritu del autor le entre por los ojos y tome posesión de él, lenta y conmovedoramente. Por eso dijo el
poeta: “Cuando vibres todo entero, soy yo, lector, que en ti vibro”. (c) LA GACETA
6
Actividades:
Cada vez que se habla de lectura, maestros, escritores y editores se apresuran a levantar las banderas
del hedonismo, como si debieran defenderse de una acusación de solemnidad, y tratan de convencer a
generaciones de adolescentes desconfiados y adultos entregados a la televisión de que leer es puro placer.
Interrogados en suplementos y entrevistas hablan como si ningún libro, y mucho menos los clásicos, desde
Don Quijote a Moby Dick, desde Macbeth a Facundo, les hubiera opuesto nunca resistencia y como si fuera
no sólo sencillo llegar a la mayor intimidad con ellos, sino además, un goce perpetuo al que vuelven todas
las noches.
La posición hedonista es, por supuesto, simpática, fácil de defender y muy recomendable para
mesas redondas porque uno puede citar de su parte a Borges: “Soy un lector hedónico: jamás consentí que
mi sentimiento del deber interviniera en afición tan personal como la adquisición de libros, ni probé fortuna
dos veces con autor intratable, eludiendo un libro anterior con un libro nuevo…”
Y bien, yo me propongo aquí la defensa más ingrata de los libros difíciles y de la dificultad en la
lectura. No por un afán especial de contradicción, sino porque me parece justo reconocer que también muchas
veces en mi vida la lectura se pareció al montañismo, a la lucha cuerpo a cuerpo y a las carreras de fondo,
todas actividades muy saludables y a su manera placenteras para quienes las practican, pero que requieren,
convengamos, algún esfuerzo y transpiración. Aunque quizá sea otro deporte, el tenis, el que da una analogía
más precisa con lo que ocurre en la lectura. El tenis tiene la particular ambivalencia de que es un juego
extraordinario cuando los dos contrincantes son buenos jugadores, pero se vuelve patéticamente aburrido si
uno de ellos es un novato, y no alcanza a devolver ninguna pelota. Las teorías de la lectura creen decir algo
cuando sostienen el lugar común tan extendido de que es el lector quien completa la obra literaria. Pero un
lector puede simplemente no estar preparado para enfrentar a un determinado autor y deambulará entonces
por la cancha recibiendo pelotazo tras pelotazo, sin entender demasiado lo que pasa. La versión que logre
asimilar de lo leído será obviamente pálida, incompleta, incluso equivocada. Si esto parece un poco elitista
basta pensar que suele ocurrir también exactamente a la inversa, cuando un lector demasiado imaginativo o
un académico entusiasta lanza sobre el texto, como tiros rasantes, conexiones, interpretaciones e influencias
en las que el pobre escritor nunca hubiera pensado.
En todo caso la literatura, como cualquier deporte, o como cualquier disciplina del conocimiento,
requiere entrenamiento, aprendizajes, iniciaciones, concentración. La primera dificultad es que leer, para bien
o para mal, es leer mucho. Es razonable la desconfianza de los adolescentes cuando se los incita a leer aunque
sea un libro. Proceden con la prudencia instintiva de aquel niño de Simone de Beauvoir que se resistía a
aprender la “a” porque sabía que después querrían enseñarle la “b”, la “c” y toda la literatura y la gramática
francesa. Pero es así: los libros, aún en su desorden, forman escaleras y niveles que no pueden saltearse de
cualquier manera. Y sobre todo, sólo en la comparación de libro con libro, en las alianzas y oposiciones entre
autor y autor, en la variación de géneros y literaturas, en la práctica permanente de la apropiación y el rechazo,
7
puede uno darse un criterio propio de valoración, liberarse de cánones y autoridades y encontrar la parte que
hará propia y más querida de la literatura.
La segunda dificultad de la lectura es, justamente, quebrar ese criterio; confrontarlo con obras y autores
que uno siente en principio más lejanos, exponerse a literaturas antagónicas, impedir que las preferencias
cristalicen en prejuicios, mantener un espíritu curioso. Y son justamente los libros difíciles los que extienden
nuestra idea de lo que es valioso. Son esos libros que uno está tentado a soltar y sin embargo presiente que si
no llega al final se habrá perdido algo importante. Son esos libros contra los que uno puede estrellarse la
primera vez y sin embargo misteriosamente vuelve. Son a veces carromatos pesados y crujientes que se
arrastran como tortugas. Son libros que uno lee con protestas silenciosas, con incomprensiones, con
extrañezas, con la tentación de saltear páginas. No creo que sea exactamente un sentimiento del deber, como
ironiza Borges, lo que nos anima a enfrentarnos con ellos, e incluso a terminarlos, sino el mismo mecanismo
que lleva a un niño a pulsar “enter” en su computadora para acceder al siguiente nivel de un juego fascinante.
Ellos no ocultan su orgullo cuando se vuelven diestros en juegos complicados ni los montañistas se
avergüenzan de su atracción por las cumbres más altas.
Hay una última dificultad en la lectura, como una enfermedad terminal y melancólica, que señalaArlt en
una de sus aguafuertes: la sensación de haber leído demasiado, la de abrir libro tras libro y repetirse al pasar
las páginas: pero esto ya lo sé, esto ya lo sé. Los libros difíciles tienen la piedad de mostrarnos cuánto nos
falta.
Actividades:
1-¿ Qué opina el enunciador acerca de la cita de Borges que incluye en su propio texto? (Soy un lector hedónico:
Jamás consentí que mi sentimiento del deber interviniera en afición tan personal como la adquisición de libros,
me probé fortuna dos veces con autor intratable, eludiendo un libro anterior con un libro nuevo.) ¿Qué tipo de
cita es (de autoridad o polémica)? ¿Por qué?
2-¿Cuáles son las dos posturas que plantea el enunciador con respecto a la lectura? ¿Cuál es la que el defiende
en su artículo?
3- ¿Qué analogías establece el enunciador para defender su tesis de la dificultad en la lectura?
4-Elijan otra analogía que exprese lo que significa personalmente la experiencia de leer.
5-¿Qué relación establece el enunciador entre la dificultad en la lectura y la formación de un criterio de
valoración con respecto a lo que se lee, la apertura de ese criterio hacia otros criterios y la conciencia de los
límites de nuestras lecturas?
6- Busquen en internet datos biográficos acerca del autor de este artículo.¿Pueden establecer alguna relación
entre su título de grado, su oficio de escritor y su concepción de lectura?
Padilla, C., Douglas, S. y López, E. ( 2011) Yo argumento. Taller de prácticas de comprensión y producción
de textos argumentativos. Córdoba: Comunicarte. (pp. 102-105)