Untitled
Untitled
Untitled
c. Sobre el argumento
Un percance acaecido a Peirce en 1879, le permitió
escribir sobre el proceso de su razonamiento para
llevar a un buen final la aventura detectivesca que le
tocó vivir.
Peirce relata que en el mes de junio de ese año
viajó a Nueva York en el vapor Bristol. Una vez
desembarcado, se acordó que había olvidado a bordo
dos objetos de gran valor para él, un lujoso reloj y su
abrigo. Volvió en seguida a buscarlos, pero habían
desaparecido. Alguien los había robado, pero
¿quién? Allí comenzó su indagación con ayuda de la
policía. Al final pudo recobrar ambas cosas, pero
gracias sobre todo a la forma de investigación
propuesta y llevada a cabo por él mismo, y con
escasos aportes de los peritos policiales.[46]
El mismo Peirce describió después
detalladamente el recorrido mental e indagatorio que
había efectuado y que, finalmente, lo condujo a un
feliz término de su pequeña aventura.
Esta anécdota nos abre al tema de los estudios
realizados por Peirce sobre los procesos de
razonamientos que tiene la mente humana para
generar conocimiento. No es por cierto, una temática
menor, ya que se trata del lugar que ocupa la
epistemología en su pensamiento, a saber, de la
indagación acerca del modo de conocer y los
criterios para alcanzar la verdad.
Revisando el método usado desde la antigüedad
para argumentar sobre los fenómenos, Peirce estudia
el modo de operar que tienen las dos clásicas formas
de argumentos: el deductivo y el inductivo. Ambos
aparecen como «modelos» aptos para que nuestra
mente acceda al conocimiento de la realidad.
Lo propio de la argumentación es ordenar los
términos, los conceptos y las premisas, para
establecer alguna conclusión a nivel lógico; pero la
validez de las conclusiones depende del análisis y
observaciones de los hechos en cuestión, o sea, de la
verdad de las premisas. Es innegable que el
conocimiento adquirido a través de las operaciones
argumentativas, ha permitido el avance de las
ciencias y un mayor dominio del ser humano sobre la
naturaleza. Cada vez que algún fenómeno requiere de
una explicación, tratamos de aplicar alguna «regla»
(categorías, modelos), con el fin de obtener mayor
claridad e información acerca del mismo. La
indagación del mundo y de la realidad la hacemos a
través de los procesos de los raciocinios.
Peirce analizó primero las características de los
modelos tradicionales de la argumentación que son la
«deducción y la inducción». Después se detuvo más
profundamente a estudiar y a describir la
«abducción» como otra forma satisfactoria para
explorar la realidad y verificar la verdad de las
cosas; fue por «abducción» que llegó a descubrir al
ladrón que le había robado sus objetos olvidados a
bordo del barco.
En síntesis, estas tres formas o modelos de
razonamiento aplicados a la indagación del mundo,
son los canales a través de los cuales pasa el
razonamiento humano.
Peirce resume así el valor de estos tres modos
argumentativos:
e) La inducción
El argumento inductivo, es aquel que prescribe la
validez de una conclusión a partir de premisas
probables. Aquí el proceso semiótico es distinto del
anterior, porque se trata de verificar una serie de
fenómenos para luego poder extraer de ellos, leyes o
reglas más generales consideradas válidas.
Peirce lo explica de esta forma:
Una Induccíón es un método para formar símbolos Dicentes
relativos a una cuestión definida, método en el cual el
Interpretante no representa que partiendo de premisas
verdaderas producirá a la larga, resultados aproximadamente
verdaderos en la mayoría de las instancias, sino que representa
que, si se persiste en este método, a la larga producirá la verdad,
o una aproximación endefinida a la verdad, con respecto a cada
cuestión.[49]
f) La abducción
Peirce resucitó la reflexión sobre esta antigua
forma de argumentar que ya Aristóteles había
observado, pero sobre la cual no se había prestado
mucha atención. En el siglo XIX con la aparición de
las novelas policiales, volvió a cobrar fuerza el
modelo abductivo, en razón de que los detectives lo
utilizan con abundancia. Peirce mismo en el citado
«caso policial» del que fue protagonista en Nueva
York, nombra el rol importante que desempeñó la
abducción.
El argumento abductivo, es aquel cuyo enlace
entre las premisas y la conclusión es de tipo
hipotético. Peirce lo considera como una forma de
sacar «una predicción general sin certeza positiva»,
pero lo justifica, porque cree que este método
permite indagar las causas de un fenómeno con la
esperanza de descubrirlas mediante el uso de una
hipótesis.
La abducción es una especie de «paradigma
indiciario» que proporciona claves de interpretación
valiosa cada vez que la deducción y la inducción no
son aplicables o al menos, se muestran insuficientes
para indagar un hecho.
La naturaleza de verdad que se extrae de la
actividad abductiva, se basa en la regla de conjeturas
dentro de una gama de posibilidades adivinatorias,
pero no totalmente arbitrarias, sino en referencia a
intuiciones razonables. Allí está la validez del
razonamiento abductivo.
Un ejemplo de argumento abductivo puede ser el
siguiente.
Supongamos que un grupo de buscadores de
perlas se adentra en la selva con el fin de hallar un
supuesto tesoro escondido en algún lugar recóndito.
Las informaciones que poseen para dar con el sitio
exacto del tesoro son escasas. Sólo saben que está en
las ruinas de un antiguo templo de un dios que
adoraban los nativos. Entonces formulan una
hipótesis: ya que los antiguos nativos escondían sus
tesoros donde existen serpientes cascabel, porque así
los protegían y resguardaban, es probable que el
viejo templo se halle al otro lado de tal río, único
lugar donde hay serpientes cascabel. Con esta
abducción los exploradores tratan de conocer la
causa que explica la presencia del templo en esa
región y lugar. Al final acaban por hallar
efectivamente el templo en el sitio buscado.
La abducción, a diferencia de la inducción, usa el
mecanismo de la hipótesis para «descubrir la causa».
En cambio aquélla indaga por medio del experimento
a fin de extraer una ley. Es claro que ambos
argumentos no se excluyen, se puede hacer abducción
e inducción, pero es necesario distinguir ambos
procesos, porque no tiene la misma fuerza probatoria
el desarrollo inductivo que apunta a ensanchar
continuamente el campo de la verificación, que hacer
conjeturas acerca de las causas que han provocado un
hecho particular; esto último es un nuevo tipo de
razonamiento que intenta construir teorías generales a
partir de otra operación mental como es,
precisamente la abducción. Por esta razón se dice
que los actos abductivos son «creativos», ya que se
apoyan sobre «hipótesis de intuición y adivinación»
como la forma más común que tiene el ser humano de
indagar su entorno. En los procesos de semiosis, la
abducción abre las puertas a la invención por su
afinidad con la adivinación cognitiva, pero no como
si fuese un conocimiento al azar, sino con base de
argumentos de alguna manera previsto y razonable.
Se trata de una tarea realizada a partir de
especulaciones e indicios no totalmente probatorios,
por tanto la adquisición del conocimiento por vía
abductiva tiene también sus límites. Ella es una forma
de razonamiento que opera dentro de parámetros
cuestionables y no totalmente seguros. La fuerza
epistemológica de las abducciones reside, según
Peirce, en «este singular instinto de adivinar» que
todos poseemos, y que él mismo puso en práctica
cuando le tocó resolver el enigma del reloj y del
abrigo desaparecidos.