La Iglesia de Los Primeros Años

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Carlos Alejandro Mena Poot

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• Historia del cristianismo, tomo 1 de Justo L. González. Pág. 15-231

• Introducción al nuevo testamento de Aquiles E. Martínez. Pág. 13-160

La iglesia de los primeros años

Comenzare diciendo que desde hace algunos meses atrás junto con la iglesia

veníamos estudiando el libro de hechos, y en lo personal fue de impacto el

desarrollo que tuve la Iglesia, el impacto que tenía la Iglesia en las comunidades y

como se iba extendiendo el evangelio.

Es por ello que decidí escribir un poco de ello, con algunas cosas que

encontramos en el libro de Justo Gonzales, algunos artículos que encontré de la

vida y desarrollo de los primeros creyentes en Jesucristo y del material usado en

la escuela de Formación.

La Iglesia de Jerusalén

Contexto religioso y politico

El historiador Flavio Josefo, que escribió hacia finales del siglo I, describe cuatro

grupos organizados dentro del judaísmo:

a) Saduceos. Los Saduceos posiblemente surgieron de la aristocracia sacerdotal.

Enemigos de los cambios sociales, favorecieron la autoridad romana, pues

conservaba el orden. Eran conservadores en materia religiosa, no aceptaban

ninguna tradición oral ni cualquier doctrina nueva. Temían levantamientos y


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movimientos mesiánicos. El destino de los gentiles no les interesaba mucho. Se

oponían a la doctrina de la resurrección de los muertos y a la existencia de los

ángeles.

b) Fariseos. Una estricta observancia de la Ley y una sincera piedad distinguía a

estos “separatistas”, que probablemente surgieron del movimiento Hasídico

anterior. Querían construir “un cerco alrededor de la Toráh”; y en su afán por su

preservación, iban más allá de él, manteniendo la tradición oral como igualmente

valiosa. Estaban convencidos de que Dios habían revelado a Moisés la tradición

oral. Paradójicamente, algunas de sus creencias fueron influenciadas por

doctrinas extranjeras, concretamente iraníes, como la resurrección final de los

hombres y una complicada angelología. Dos actitudes diferentes, una más

rigurosa y otra más relajada, caracterizaban las dos escuelas fariseas de Shamai y

Hilel. La actitud de éste ultimo frente a la religión estaba arraigada en el espíritu de

los profetas de Israel y era por lo tanto muy afín al mensaje de Jesús. Los fariseos

favorecieron y tal vez iniciaron el proselitismo judío.

c) Zelotes. Su movimiento de resistencia a la dominación romana por medios

violentos se basaba en la doctrina del estado teocrático. Su fundador fue Judas el

Galileo, que probablemente murió en su insurrección el año 6 d.C. Jugaron un

papel decisivo en la guerra contra Roma en 66-70 d.C. Muchos de los

supervivientes se refugiaron en Masada, donde se suicidaron para evitar ser


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capturados por los romanos (73 d.C.) Otros huyeron a Egipto, donde trataron de

incitar a los judíos a rebelarse. Uno de los discípulos de Jesús era Simón el

Zelote. Jesús fue crucificado entre dos ladrones (en griego lestai), otro nombre

dado por Flavio Josefo a los Zelotes, que también eran llamados sicarioi,

“hombres del puñal”.

d) Esenios. Los Rollos del Mar Muerto han arrojado mucha luz sobre esta especie

de organización monástica, que sin duda nació como reacción contra la

mundanalidad de los gobernantes Hasmoneos y el sacerdocio de Jerusalén, al

que consideraban ilegítimo. Sus doctrinas esotéricas eran enseñadas solo a los

iniciados. Pacifistas a los ojos de los espectadores, proclamaban una guerra santa

contra los “Hijos de la Tiniebla”. Tenemos que identificar a éstos con los gentiles,

aunque su odio se dirigía igualmente contra aquellos entre los judíos que se

habían asociado

La iglesia

Las primeras comunidades de cristianos en Jerusalén son aún judías, sus

miembros solo se distinguen por el hecho de que creen que Jesús de Nazaret es

el Mesías esperado en el que se cumplen las promesas contenidas en las

Escrituras.

La primera extensión tuvo lugar por la zona de Judea y Samaria (Hch 1) según la

promesa de Cristo de recibir poder con la venida del Espíritu santo y ser testigos,

viene inmediatamente la predicación de Pedro y la conversión de una multitud que


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provenían de diferentes lugares y diferentes idiomas, pero Dios actuaria en poder

para la conversión, después viene la persecución realizada contra los primeros

judeocristianos en Jerusalén.

Estos judíos perseguidos y expulsados de Jerusalén (Hch 6) son los primeros que

llevaran a cabo la extensión de las creencias cristianas en tierras paganas más

allá de los límites del judaísmo. Hechos de los Apóstoles (9, 32-43) cuenta cómo

Pedro visitó a los cristianos de Lidia, Jope, Sarón y Samaria.

En esta región hay que situar también la actividad de Felipe, de Simón el Mago y

la visita de Juan (Hch 8, 4-25).

La primitiva Iglesia parece aprobar esta primera extensión misionera entre los

gentiles. Además de la conversión de Simón el Mago y el eunuco etíope, en el

capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles Pedro, siguiendo las indicaciones de

una visión, bautiza al gentil Cornelio y a “muchos que se habían reunido” con él.

Cuando Pedro regresó a Jerusalén, contó lo sucedido a la comunidad de

Jerusalén que entendió y aceptó esta acción; “al oír esto se tranquilizaron

glorificaron a Dios, diciendo; ¡O sea, que Dios ha dado también a los gentiles el

arrepentimiento para conseguir la vida!” (Hch 11,18).

Algunos cristianos procedentes de Chipre y de Cirene se pusieron a predicar a los

gentiles. La Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé para que viera lo que allí ocurría.

El relato de los Hechos de los Apóstoles (11, 23) dice expresamente que Bernabé,

cuando “vio la gracia de Dios, se alegró”. Estas comunidades primitivas en tierra

gentil presentaban un judaísmo menos rígido que el de Palestina y mucho más


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abierto al sincretismo. Pero, a pesar de estas conversiones y de la aceptación de

los gentiles, el problema seguía siendo las creencias que quedaban judaísmo o el

sincretismo que algunos intentaron realizar con la finalidad de tener una mejor

aceptación en aquellos años. Las epístolas de Pablo evidencian los problemas de

convivencia, pues en algunas comunidades se insistía aún en que, para ser

cristiano, también había que circuncidarse y cumplir toda la ley.

Después de la destrucción del Templo y de la ruina de Jerusalén, los cristianos

volvieron a su tierra sobre el año 74, si bien en Judea y Galilea las dificultades

eran mayores que en otros lugares. Los cristianos que regresaron y reorganizaron

la comunidad contaron hasta el 107 como obispo con Simeón, que inició de nuevo

la predicación evangélica por Palestina no sin muchas dificultades. Allí se

mantenían los grupos judeocristianos que seguían reclamando la circuncisión

como algo obligatorio y consideraban a Jesús como un profeta. Asimismo, las

corrientes gnósticas tenían cierto arraigo en la zona, sin olvidar al judaísmo

ortodoxo que no reconocía en absoluto a Jesús de Nazaret. Cuando Adriano, tras

la revuelta de Bar Kokhba en 132-135, destruye Jerusalén, la comunidad cristiana

la forman prácticamente solo conversos no judíos, procedentes de las poblaciones

gentiles. Su primer obispo es un tal Marcos, de origen griego, y así lo fueron

también sus sucesores hasta mediados del siglo iii, algo que también era habitual

en las demás comunidades palestinas.

Los primeros grupos de la Iglesia


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Era claro que, al correr el evangelio, y de esta manera alcanzar a otros grupos

étnicos, empezó a surgir diferentes grupos por sus costumbres arraigadas, por su

estilo de vida y ocupaciones y con ello una tendencia a cierta interpretación del

evangelio que se predica.

Como sucede en nuestros tiempos que hay diferentes denominaciones que en

algún punto la forma de interpretar y practicar es diferente, algo similar comenzó a

pasar al propagarse el evangelio.

Los judeocristianos

El primer grupo que adquiere entidad, como es de esperar, lo hace en Jerusalén y

es en torno a los discípulos más próximos a Jesús, Pedro, Juan y los dos

Santiago. La primacía de Pedro, como se tendrá por seguro en la tradición

apostólica, no está del todo clara dentro de este grupo predilecto que comparte

con Juan y Santiago. A esta primera comunidad se la conoce con el nombre de los

judeocristianos, precisamente porque siguen fieles a las normas judías

tradicionales y a la Ley de Moisés, pero reconocen a Jesús como el Mesías

esperado. Su líder será Santiago, al que las fuentes posteriores considerarán el

primer obispo de Jerusalén. Estos judeocristianos, en el año 62, sufrieron la

pérdida de su jefe, Santiago, que fue ejecutado por instigación del sumo sacerdote

Ananías. Lo sustituyó al frente de la comunidad cristiana Simeón, que tuvo que

hacer frente al levantamiento judío en la guerra contra Roma. Los judeocristianos

no participaron en esta revuelta, sino que emigraron a Pella y otros lugares de la


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Transjordania, ya desde los años sesenta, ante el asedio de los romanos a la

Ciudad Santa. De esta forma, quedaron aislados y marginados de la evolución de

la Gran Iglesia, en estos momentos ya los seguidores de Cristo empiezan a sufrir

algún tipo de persecución.

Los helenistas

Los Hechos de los Apóstoles presentan, además, a los denominados helenistas,

que son los judíos de la diáspora, llegados a la Ciudad Santa, que se han

convertido al cristianismo y que, en absoluto, mantienen un cumplimiento estricto

de la ley y la fidelidad al Templo, sino todo lo contrario. Al frente de ellos está

Esteban, con un nombre claramente griego, que sufrió la condena de las

autoridades judías y sus seguidores abandonaron Jerusalén y se dispersaron por

otras zonas de Palestina y de los territorios de la diáspora, llegando a Antioquía.

Los Hechos de los Apóstoles (capítulos 6, 7 y 8) relatan la disputa entre los judíos

que procedían de otras regiones y que hablaban griego, los helenistas, y los judíos

de Jerusalén, los judeocristianos, por el reparto de las ayudas, sobre todo a las

viudas. Sin embargo, en el fondo del enfrentamiento, late una diferente

interpretación del mensaje de Jesús. Esteban, el líder de la facción de los

helenistas, abogaba por un cumplimiento no tan estricto de la ley y defendía el

hecho de que los gentiles, sin circuncidar, pudieran salvarse. Asimismo, pensaba

que el Templo, que iba a ser destruido por el conflicto con Roma, había que

sustituirlo por otro distinto, nuevo y no material.


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El cristianismo gentil

Los cristianos helenistas que huyen de Jerusalén tras el martirio de Esteban se

establecieron en Antioquía, la tercera ciudad más importante del Imperio, y allí

predicaron a los gentiles. Por primera vez, se constituye una comunidad cristiana

formada por judíos y gentiles. Hechos de los Apóstoles (11, 26) testimonia también

por primera vez el uso del nombre de cristianos para referirse a los que creen en

Cristo. Es aquí donde se produce el giro copernicano de la predicación cristiana.

Las primeras comunidades en Palestina pertenecían a un ambiente rural, que se

expresaba en arameo, frente al urbano que empieza a aflorar en Antioquía, que

utiliza la lengua franca del momento como es el griego de la koiné. El conflicto

entre Pedro y Pablo en Antioquía (Gál 2, 11-21) está íntimamente relacionado con

el paso auspiciado por Pablo del judeocristianismo a un cristianismo de gentiles,

expresado primero en griego y luego en latín. Pablo será el que interprete esta

comunidad como una Iglesia, que con las demás comunidades formaba una

Iglesia universal, una sola Iglesia de Jesús. El apóstol aceptaba que el primer

grupo de seguidores de Jesús había recibido las promesas de Abrahán, pero era

una comunidad diferente a la de la sinagoga.

Hacia finales del siglo i y los primeros veinte años del siglo II se fue imponiendo un

tipo de cristianismo de tendencia paulina, que propiciaba una total emancipación

respecto al judaísmo. Con la predicación de Pablo y de los que siguieron sus

surcos, los conversos al cristianismo procedentes de la órbita pagana se fueron

convirtiendo en el grupo mayoritario en las primeras comunidades, mientras que el


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número de judíos se redujo, habida cuenta de que la mayoría se negó a aceptar a

Jesús como Mesías. La misión de Pablo representa la nueva cultura universal a la

que está destinado el cristianismo en el área mediterráneo.

Roma

Asimismo, se puede rastrear la presencia del cristianismo en Roma al menos

desde mediados del siglo i. Se sabe de la presencia en la ciudad de una amplia

comunidad judía, que serviría de base para la predicación de la nueva religión a

través de judíos cristianos venidos de Palestina y de Antioquía, si bien son

numerosos los gentiles romanos convertidos al cristianismo en estas primeras

etapas. El propio Pablo de Tarso compone una epístola que dirige a la comunidad

de esta ciudad, la Carta a los Romanos en el año 58. corrobora la comunidad era

numerosa.

Dionisio de Corintio en una misiva escrita a los romanos entre 166 y 174 destaca

la vitalidad de esta comunidad y confirma la presencia en ella de Pedro y Pablo.

Asimismo, hay testimonios de la presencia de cristianos desde época

relativamente primitiva en escritores paganos como Tácito (Año 44) . Durante los

dos primeros siglos muchos de los cristianos eran de origen griego. La lengua

oficial de la comunidad cristiana de Roma fue el griego hasta la época del papa

Víctor, a finales del siglo ii. A mediados de este mismo siglo Hipólito de Roma

sigue escribiendo en griego. En cambio, en el siglo iii, esta Iglesia adopta ya

definitivamente el latín y es Novaciano el primer autor cristiano de Roma que


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escribe sus epístolas en esta lengua. El protagonismo de Roma, como capital del

Imperio, la convertirá también en centro del desarrollo del cristianismo universal.

Egipto. Alejandría

Una de las primeras zonas de extensión del cristianismo es el norte de África y en

concreto Egipto. A Egipto llegó, el evangelista Marcos y predicó en una región

donde ya existía una floreciente comunidad judía, en Alejandría era muy numeroso

el número de judíos que habitaban en ella.

En el siglo ii se puede constatar la extensión del cristianismo por el hallazgo de

varios papiros con fragmentos de textos bíblicos. Aunque no hay certeza total

sobre la facción de los judíos de Palestina que difunden la nueva religión en

Egipto, todo parece apuntar a una continuidad del modelo de Esteban o, más bien,

universalista de Pablo.

Con el obispo Demetrio (189-202), Alejandría aparece integrada en la ortodoxia de

la Gran Iglesia y sus sucesores, como Heraclas, van adquiriendo un poder

destacado sobre las comunidades y los obispos de toda la región. De la

comunidad cristiana de esta ciudad parece proceder la Carta a los Hebreos y la

Carta de Bernabé, si bien hay que anotar que se han hallado testimonios de la

presencia de evangelios apócrifos como el Evangelio de los hebreos (escrito

originariamente en arameo y traducido al griego, de los siglos I o II) o el Evangelio

de los egipcios (siglo ii) y de autores gnósticos como Basílides, Valentín y


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Carpócrates. Alejandría será una pieza fundamental para la conformación y

expansión de la intelectualidad cristiana.

Los padres procedentes de la escuela de Alejandría aplicarán sus razonamientos,

sus conocimientos, sus fundamentos filosóficos y su metodología a la fe cristiana y

serán capaces configurar una teológica cristiana con los moldes del helenismo.

Sin duda, ha sido el precedente del judaísmo helenístico, con Filón de Alejandría a

la cabeza, el que ha servido de modelo a Clemente y Orígenes, por citar los más

destacados. A lo largo del siglo ii el cristianismo aumenta considerablemente en

esta región, según se puede constatar, por ejemplo, por la asistencia de cien

obispos de Egipto al concilio convocado por el patriarca Atanasio de Alejandría en

relación con el conflicto arriano.

Las persecuciones

La persecución de Nerón (64 d.C.).

En el verano del 64 d.C. un incendio destruyó la mitad de los catorce distritos de la

ciudad de Roma. La catástrofe tuvo como consecuencia el surgimiento de una

serie de rumores que acusaban de incendiario al emperador Nerón (54-68).

Supuestamente, el emperador, mientras Roma ardía, se dedicó a tocar la lira y a

cantar como si estuviera presenciando en directo el incendio de Troya.

A pesar de atender a las víctimas del incendio, los rumores no desaparecieron. El

emperador no tuvo otra opción que buscar un chivo expiatorio. El chivo expiatorio

escogido fue la comunidad cristiana. Esto no habría sido posible si, por un lado, la
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comunidad cristiana no se hubiera consolidado en la ciudad y, por otro lado, no

existiera un gran sentimiento de animadversión contra ésta, no sólo por parte de la

sociedad romana, sino también por parte de los judíos, si tenemos en cuenta que

los cultos cristianos se estaban realizando al margen de la sinagoga.

No puede asegurarse nada sobre el origen del incendio. Todo parece indicar que

tuvo un origen fortuito y que, como se ha señalado recientemente, no es

descabellado pensar que pudiera ser alimentado y explotado por gentes de muy

heterogénea procedencia, entre los que no se podría descartar la presencia de

cristianos. De haber tenido los cristianos responsabilidad en el incendio de Roma,

dicho dato habría sido omitido por la literaria cristiana primitiva.

Los castigos reservados a los cristianos son conocidos. Estaríamos por tanto ante

la primera matanza de cristianos “en masa”, a pesar de que no podemos calcular

con exactitud el número de víctimas

La persecución de Domiciano (95 d.C.).

Domiciano y su supuesta intervención contra los cristianos, considerada como la

“segunda persecución” (Domiciano sería el segundo persecutor, tras Nerón), ha

sido objeto de un fuerte debate historiográfico. Algunos presentan a Domiciano

como un ser tiránico y despiadado, que convirtió los últimos años de su reinado en

una atmósfera de terror, llevando a cabo una dura represión contra la clase

senatorial, los filósofos. Las víctimas más célebres fueron miembros de la familia

imperial.
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Esta represión ha sido fechada en el año 95 d.C.28. Obsesionado por la traición,

desterró a los filósofos, condenó a muerte los cónsules, acusándolos no solo de

ateísmo sino también de adoptar “costumbres judaicas”. Otra víctima fue Flavia

Domitila, esposa de Flavio Clemente, desterrada a la isla de Pandataria.

La adopción de costumbres judías y el crimen de ateísmo convirtieron

posteriormente a Flavio Clemente y a Flavia Domitila en mártires cristianos. Aun

así, la historiografía se resiste a reconocerles como tales, porque no puede

afirmarse que se produjera una persecución encarnizada contra los cristianos, no

sólo en Roma, sino también en todo el Imperio. Sin embargo, había ya muchos

cristianos pertenecientes a las clases dirigentes de la sociedad romana. El libro del

Apocalipsis, cuya redacción suele situarse por estos años, denuncia la hostilidad

mostrada por Roma hacia las comunidades cristianas más importantes del Asia

Menor.

Aplicaciones a nuestros días

Primero entender que es Dios actuando y quien hace eficaz la predicación del

evangelio y que producirá frutos, porque Dios lo hace posible, pero vemos que la

persecución en lugar de hacer callar a la iglesia sucedió lo contrario, donde se

iban dispersando, iban comunicando el evangelio. Por lo tanto, nosotros debemos

hablar y comunicar ese evangelio en cualquier lugar donde Dios nos permita llegar

y será Dios quien en su misericordia dará entendimiento a las personas y a

reaccionar al evangelio que se les ha sido predicado.


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Segundo, aun en los inicios hubo dificultades ya sea por persecución o personas

que estaban mal interpretando el evangelio de Jesucristo, pero la Iglesia,

respondió de manera de hablar de la verdad siempre y responder ante las herejías

de aquel momento. Por lo tanto, debemos nos mantenernos firmes en la fe, estar

cimentado en la Palabra y estar preparados para presentar defensa antes las

diversas ideologías que se contraponen a la Palabra.

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