Moda Circular
Moda Circular
Moda Circular
Cada viernes, sobre las 5:30 de la mañana, el bengalí Muhamed Tahir, de 32 años, se pone
manos a la obra. En el último día laborable de la semana le toca el mercadillo de Flaminio, un
barrio burgués situado en el norte de Roma, a dos pasos de la orilla sur del río Tíber.
Tahir monta su tenderete allí, en una placita, y luego vierte sobre la extensa mesa de madera
cientos de prendas —desde jerséis de lana británica a pantalones vaqueros de marcas
estadounidenses— que él y sus colegas han traído en una furgoneta. Apenas despuntan los
primeros rayos de sol, los colores y tejidos lucen enmarañados, y poco tardan en aparecer los
clientes, que se lanzan manosear el enredo de prendas en busca de gangas.
Tahir coloca entonces un cartel sobre la mesa: «Todo a 3 euros». En apenas 10 minutos, ya se
ha formado una pequeña cola junto a la caja. Hoy prevé facturar entre 500 y 1.000 euros.
«Traigo la ropa en contenedores desde Estados Unidos. Son prendas usadas que compro a
peso. Luego la organizo y la vendo en los mercadillos de Roma», explica a El Periódico de
Catalunya, del grupo Prensa Ibérica. «El negocio va bien, sobre todo por la inflación. También
hay gente que compra porque dice que así contamina menos».
Vita Mattoni, una elegante romana de 43 años es una de ellas. “Aquí compras prendas de
marca y de calidad a precio barato. Algunas son vintage, otras de temporada. Para mí, lo
importante es que compro ropa que cobra una nueva vida sin que ello requiera nuevos
procesos químicos o más contaminación”.
En ocasiones, explica, se lleva una prenda con algún leve defecto —un descosido, una
cremallera deteriorada— y la remienda antes de que pase a formar parte de su vestuario
habitual. “Lo hacían nuestras abuelas. Nunca debimos dejar de heredar prendas para
sustituirla por la cultura del ‘usar y tirar’”.
Desde que en la década de 1980 y 1990 las multinacionales reinventaron el sector de la moda
con el concepto de ‘fast fashion’ o moda rápida, que multiplicaba el número de temporadas
para incitar al consumidor a comprar y descartar pantalones, faldas y chaquetas en apenas
algunas semanas o meses, el impacto ecológico no ha parado de crecer.
Según el Banco Mundial, el sector es responsable por el 10% de las emisores globales de CO2,
más que lo que emiten el sector naviero y de la aviación juntos . Es justo decir, sin embargo,
que también da empleo a millones de personas en todo el mundo y genera un volumen de
negocio que sólo en Estados Unidos fue de 470.000 millones de dólares en 2021.
La huella medioambiental del sector va mucho más allá de las emisiones de gases con efecto
invernadero. No es solo que para fabricar una camiseta de algodón se necesiten varios cientos
de litros de agua, además de pesticidas usados en el cultivo de la planta.
La moda rápida también provoca una ingente cantidad de residuos cuyo tratamiento es
costoso y laborioso, por lo que millones de toneladas de ropa acaban en incineradores o
vertederos. Según un reciente estudio, el 73% de los materiales usados en el sector no se
reciclan . Si tenemos en cuenta que un europeo, de media, consume unos 11 kilos de textiles al
año, no es difícil concluir que el modelo fundamentado en la cultura del usar y tirar es
insostenible.
A medida que crecía la conciencia medioambiental de la población mundial han ido surgiendo
iniciativas que proponen nuevas formas de producir, promocionar y consumir. Son alternativas
que ofrecen a los consumidores la posibilidad de cambiar su vestuario cuando quieran, pero
reduciendo drásticamente el impacto en el medio ambiente.
Los mercadillos de segunda mano —ya sean los físicos, donde trabaja Tahir, o los virtuales,
accesibles por medio de aplicaciones como Vinted o Wallapop— son ejemplos palpables del
potencial de la llamada economía circular. En Estados Unidos, el sector de lo usado creció un
69% entre 2019 y 2021, y se estima que llegará a los 64.000 millones en 2024.
Un reciente estudio de Wallapop señala que en España también se vive un auge sin parangón.
Lo usado, se lee en el informe titulado ‘La Red del Cambio’, «está ya entre las primeras
opciones de compra para casi la mitad de los consumidores españoles (43%), cifra que se eleva
hasta casi un 60% en el caso de la Generación Z». El mundo de la moda y los complementos es
el preferido por las mujeres, con un 56% que declara considerar ya comprar ropa de segunda
mano.
Pero las iniciativas van mucho más allá que simplemente reutilizar una prenda que alguien ya
no quiere. Marcas como Levi’s , Decathlon y Patagonia han lanzado gamas de productos que
tienen como base ropa de segunda mano que esas marcas han readquirido de sus cliente
Un jean deshilachado o una camiseta descolorida gana una segunda vida por medio del diseño
y la re-confección, en una vuelta de tuerca al concepto de valor añadido que implica
innovación tanto en la cadena de producción, distribución y modelo de negocio. Lo ‘vintage’ y
sostenible se convierte en un reclamo para el consumidor, y lo nuevo y perecedero pierde
tirón.