Ale y Nandito pasaban mucho tiempo dentro de casa debido a la lluvia constante. Cansados de esperar a que saliera el sol, decidieron hablar con la Señora Nube para llegar a un acuerdo que les permitiera jugar afuera. Tras dialogar, la Señora Nube accedió a establecer turnos de lluvia y descanso para que los niños pudieran alternar entre jugar en los charcos y montar en sus bicicletas, mientras ella continuaba cumpliendo su trabajo de regar los campos.
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Ale y Nandito pasaban mucho tiempo dentro de casa debido a la lluvia constante. Cansados de esperar a que saliera el sol, decidieron hablar con la Señora Nube para llegar a un acuerdo que les permitiera jugar afuera. Tras dialogar, la Señora Nube accedió a establecer turnos de lluvia y descanso para que los niños pudieran alternar entre jugar en los charcos y montar en sus bicicletas, mientras ella continuaba cumpliendo su trabajo de regar los campos.
Ale y Nandito pasaban mucho tiempo dentro de casa debido a la lluvia constante. Cansados de esperar a que saliera el sol, decidieron hablar con la Señora Nube para llegar a un acuerdo que les permitiera jugar afuera. Tras dialogar, la Señora Nube accedió a establecer turnos de lluvia y descanso para que los niños pudieran alternar entre jugar en los charcos y montar en sus bicicletas, mientras ella continuaba cumpliendo su trabajo de regar los campos.
Ale y Nandito pasaban mucho tiempo dentro de casa debido a la lluvia constante. Cansados de esperar a que saliera el sol, decidieron hablar con la Señora Nube para llegar a un acuerdo que les permitiera jugar afuera. Tras dialogar, la Señora Nube accedió a establecer turnos de lluvia y descanso para que los niños pudieran alternar entre jugar en los charcos y montar en sus bicicletas, mientras ella continuaba cumpliendo su trabajo de regar los campos.
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LA NUBE Y EL ACUERDO
El invierno estaba siendo muy largo. Ale y Nandito llevaban ya
muchos días jugando en casa. La temperatura parecía subir y los días empezaban a ser más cálidos. Sin embargo, la lluvia no daba muestras de querer dar una tregua. Los dos amigos pasaban horas mirando por la ventana esperando ver aparecer el sol y poder salir a la calle para montar en sus nuevas bicicletas.
Ale, cansada de tanta espera, decidió poner en práctica uno de los
tantos consejos que le daba su abuelita.
- Saldremos y hablaremos con la señora Nube. Mi abuelita siempre
me dice que hablando se entiende la gente - dijo.
Fue entonces cuando Ale y Nandito se pusieron sus cortavientos y
sus botas de agua. Estaban preparados para dialogar y alcanzar un acuerdo con la señora Nube. Corrieron bajo la lluvia y llegaron al parque. Desde allí alzaron la mirada al cielo y llamaron a la señora Nube.
- ¿Qué quieren de mí pequeños niños? - contestó la señora Nube.
- Queremos que dejes de llorar - respondió Nandito.
- Pero crear agua para regar los campos y mojar la tierra es mi
trabajo - explicó la señora Nube.
- Y nosotros queremos poder montar en nuestras bicicletas - se
quejó Ale. - Eso sería estupendo, porque desde aquí arriba me divierte mucho verlos jugar en el parque. Sus risas me ponen muy contenta - dijo la señora Nube.
- ¿Y cómo lo podemos hacer? No queremos que los campos y
ríos se queden sin tu agua - se preocupó Nandito.
- Tengo una idea. Acordaremos establecer unos turnos. Yo crearé
lluvia un rato y ustedes podrán jugar a saltar en mis charcos. Y, después, me tomaré un descanso para que puedan montar en sus bicicletas - explicó la señora Nube.
Todos estuvieron de acuerdo y se pusieron muy contentos. Ale y
Nandito no sólo iban a poder echar carreras con sus bicicletas, sino que además habían aprendido que hablar y dialogar con la señora Nube había sido la mejor solución a su problema.