Auxiliares Extremadura Parte Comun Paginas de Prueba

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 175

Tema 2

TEMA 2

LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978 (II):


LA CORONA. LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DEL
ESTADO. EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL.
LA REFORMA CONSTITUCIONAL

1. LA CORONA
1.1. INTRODUCCIÓN
1.2. FUNCIONES CONSTITUCIONALES DEL REY
1.2.1. Funciones generales
1.2.2. Funciones específicas
1.3. LA SUCESIÓN
1.4. LA TUTELA
1.5. LA REGENCIA
1.6. EL REFRENDO
1.7. EL PRÍNCIPE HEREDERO
1.8. LA FAMILIA REAL

2. ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DEL ESTADO


2.1. INTRODUCCIÓN
2.2. PRINCIPIOS GENERALES
2.2.1. Principio de autonomía
2.2.2. Principio de participación democrática
2.2.3. Principio de autosuficiencia financiera
2.2.4. Principio de solidaridad
2.2.5. Principio de inexistencia de privilegios por razón
del territorio
2.3. LA ADMINISTRACIÓN LOCAL
2.3.1. El régimen local español
2.3.2. Principios constitucionales
2.3.3. Regulación jurídica
2.3.4. Tipos de Entidades Locales
2.4. LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS
2.4.1. Introducción
2.4.2. Principios de constitución
2.4.3. Procedimientos de constitución
2.4.4. Organización
2.4.5. Competencias
2.4.6. El control de las Comunidades Autónomas
2.4.7. Recursos económicos
2.4.8. El mapa autonómico
2.4.9. Los Estatutos de Autonomía

— 115 —
Temario

3. EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
3.1. NATURALEZA
3.2. COMPOSICIÓN
3.2.1. Número de miembros
3.2.2. Nombramiento
3.2.3. Requisitos
3.2.4. Duración del mandato
3.2.5. Cese
3.2.6. Estatuto jurídico
3.3. ORGANIZACIÓN
3.3.1. El Presidente
3.3.2. El Vicepresidente
3.3.3. La Junta de Gobierno
3.3.4. La Secretaría general
3.3.5. El Pleno
3.3.6. Las Salas
3.3.7. Las Secciones
3.4. FUNCIONES
3.4.1. Defensa de la supremacía normativa de la Cons-
titución
3.4.2. Defensa constitucional de los Derechos funda-
mentales
3.4.3. Defensa de la correcta delimitación competencial
entre autoridades y órganos políticos
3.4.4. Función meramente interpretativa
3.4.5. Control en la licitud de su composición
3.5. COMPETENCIAS
3.5.1. Clasificación
3.5.2. El recurso de inconstitucionalidad
3.5.3. La cuestión de inconstitucionalidad
3.5.4. El recurso de amparo
3.5.5. Conflictos entre el Estado y las Comunidades
Autónomas y los de éstas entre sí
3.5.6. Conflictos en defensa de la autonomía local
3.5.7. Conflictos de órganos constitucionales del Estado
3.6. REGLAS DE PROCEDIMIENTO EN LAS ACTUACIO-
NES

4. LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN
4.1. INTRODUCCIÓN
4.2. INICIATIVA DE LA REFORMA
4.3. PROCEDIMIENTO ORDINARIO
4.4. PROCEDIMIENTO EXTRAORDINARIO
4.5. LA REFORMA DE 1992
4.6. LA REFORMA DE 2011

— 116 —
Tema 2

1. LA CORONA

1.1. Introducción

Cuando se habla de la forma de Estado, como dice Jorge de Este-


ban, nos estamos refiriendo a su estructura y a sus principios básicos.
Así pues, se puede hablar de estado de derecho, estado unitario, estado
constitucional, etc. Por tal razón, nuestra Constitución define al Estado
como un «estado social y democrático de derecho». Sin embargo, la forma
política del Estado es una adjetivación de la anterior característica, ya
que aquél puede ostentar una forma política monárquica, republicana,
etc. El artículo primero de nuestro texto constitucional define la forma
política del Estado español como una Monarquía Parlamentaria.
El autor que comentamos destaca una serie de rasgos que definen a
la Monarquía Parlamentaria, éstos son los siguientes:
a) Al Rey no se le atribuye ninguno de los tres poderes clásicos, sino
que su papel se orienta a ser el símbolo de la unidad y perma-
nencia del Estado, desarrollando una actividad moderadora con
relación a las diferentes instancias políticas, dada la preeminen-
cia de su figura y el carácter simbólico de la institución.
b) A las Cortes, sin embargo, le corresponde ocupar un puesto desta-
cado en relación a los demás poderes del Estado, toda vez que al
residir la soberanía nacional en el pueblo, la forma de ejercitarla
se personifica en las Cortes, las cuales como dice el artículo 66 de
la Constitución «representan al pueblo español». Por esta razón,
es el poder esencial, ya que ni el propio Rey puede ostentar esta
representación.
c) Al Gobierno, con la figura de su Presidente al frente, se le atribuye
la actividad más dinámica de la dirección política tanto interior
como la exterior, así como la administrativa. Es decir, desarrolla
la auténtica función ejecutiva que se encuentra perfectamente
desglosada en el contenido del artículo 97 de la Constitución.
d) Al poder judicial le corresponderá la doble función de ejercer la tu-
tela efectiva de los derechos e intereses legítimos de las personas,
conforme a lo establecido en el artículo 24 de la Constitución y de
controlar la legalidad de la actividad administrativa del Estado,
según lo dispuesto en el artículo 106 de nuestra Constitución.
En su consecuencia, la forma política del Estado español como
Monarquía Parlamentaria se caracteriza por una Corona simbólica y
representativa, por un Parlamento preeminente con relación a los demás
poderes públicos, por un Ejecutivo que ejercita propiamente la dinámica
del poder político y por un Poder Judicial independiente y sujeto tan solo
al imperio de la ley.

— 117 —
Temario

1.2. Funciones constitucionales del Rey

La posición constitucional del Rey queda definida en el conjunto de


funciones que desempeña en relación con otros órganos e instituciones del
Estado. En ese sentido se pueden diferenciar unas funciones generales y
unas funciones específicas.

1.2.1. Funciones generales

Las funciones generales del Rey están enumeradas en el artículo 56.1


de la Constitución según el cuál «el Rey es el Jefe del Estado, símbolo de
su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de
las instituciones, asume la más alta representación del Estado español
en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su
comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente
la Constitución y las leyes».

1.2.1.1. Atribución de la Jefatura del Estado

La atribución al Rey de la Jefatura del Estado es nota común de


todos los regímenes monárquicos. Nuestra Constitución considera a la
Corona (y no podía ser de otro modo en un sistema democrático) como
uno de los órganos constitucionales del Estado, aquél que se encuentra
en el vértice de la organización estatal, el de mayor dignidad formal y
posición. De ahí su carácter «soberano».
El artículo 56 declara que «el Rey es el Jefe del Estado», pero no de-
fine esa Jefatura, que nada tiene que ver con los poderes autocráticos del
precedente Jefe del Estado y que se refiere a unas funciones del Rey que
no se corresponden a los poderes de otros órganos del Estado. No porque el
Rey, como Jefe del Estado no esté sometido al Derecho, sino porque el Rey
no es uno de los poderes del estado en la división clásica de los mismos.
Realiza una función integradora acorde con su posición estructural en
la cúspide del Estado, pero jurídicamente no es un poder intermediario
ni superior a los demás poderes activos del Estado ni siquiera un cuarto
poder neutro que limite la soberanía popular. Como Jefe del Estado, el Rey
no solo se encuentra por encina de toda lucha partidista, y no es parte ni
partícipe en la contienda política, sino que la función real se coloca fuera
de la acción política propiamente dicha, aunque, al estar en el vértice de
la estructura del Estado, puede dar expresión a los actos de los poderes
del Estado, al promulgar las leyes, sancionar los reglamentos, realizar
nombramientos o dictarse justicia en nombre del Rey.
En la primacía o preeminencia del Rey como Jefe del Estado no lo
sitúa jerárquicamente por encima de los demás órganos constitucionales,

— 118 —
Tema 2

ni lo convierte en órgano superior dotado de poderes propios de supre-


macía para dictar decisiones vinculantes que se impongan a los otros
poderes. El Monarca, privado de potestas se sitúa «suprapartes», en
una posición de supremacía que le permite relacionarse con los órganos
representativos facilitando el funcionamiento efectivo del sistema de
gobierno parlamentario. La limitación de las potestades jurídicas de la
Corona supone que el Rey no es un gobernante en sentido propio, y, en
especial, que no se interfiere en la dirección política ni en las relaciones
entre el Parlamento y el Ejecutivo.

1.2.1.2. Símbolo de la unidad y permanencia del Estado

El artículo 56.1 de la Constitución define al Rey como «símbolo de


la unidad y permanencia del Estado». Otros Jefes de Estado de sistemas
republicanos cumplen también esa función de símbolo de la unidad y de la
permanencia del Estado, pero en el caso de las monarquías, ese carácter
simbólico adquiere una dimensión más trascendente, dada la especial
eficacia simbólica de la Corona, que une la tradición histórica y los valo-
res comunitarios. Los elementos iconográficos y simbólicos encuentran
un peculiar relieve en la actual sociedad de la información y la imagen,
lo que ha fortalecido el papel simbólico de la Corona, dentro y fuera del
país, como imagen e identificación de España.
El papel del Rey como símbolo de la unidad y la permanencia del
Estado (y de la nación española) no le atribuye competencias jurídicas
específicas, pero ese papel simbólico no carece de relevancia constitucio-
nal y está lleno de contenido. La doctrina constitucional distingue entre
instituciones representativas en sentido propio, basadas en el pluralismo
y en la regla de la mayoría, e instituciones simbólicas calificadas como
«instituciones para la unidad», entre las que habría de insertarse la Co-
rona. La Constitución utiliza el término símbolo no como metáfora sino
para expresar una representación de lo sensible. Este aspecto simbólico
implica al Rey más allá de su persona, lo que ha permitido afirmar que
la función del Rey es esencialmente la de «ser», la de su propia presencia,
papel que es de importancia superior a lo que el Rey diga o haga.
Como símbolo de la unidad y permanencia del Estado el Rey cumple
una importante función integradora de la vida política y de su continuidad
que se manifiesta principalmente de dos modos:
a) Como símbolo de unidad: En lo que se refiere a la unidad del
Estado, el Rey participa o se refieren a él todas las actuaciones
de los órganos constitucionales del Estado. Por eso, por ejemplo,
nombra y cesa a los miembros del Gobierno y de otros órganos
constitucionales, sanciona y promulga las leyes o la justicia se
administra «en nombre del Rey» (art. 117.1 CE). Así, la unidad

— 119 —
Temario

del Estado y del propio orden estatal se personifica simbólica-


mente en la persona del Rey. A través de su persona se reúnen
y se aúnan, coordinadamente, los diversos poderes y los diversos
niveles territoriales del Estado de modo que su papel de símbolo,
junto a la función real de declarar y manifestar la voluntad del
Estado, es un instrumento al servicio de la unidad de la Nación
española que consagra el artículo 2 de la Constitución. Como
símbolo y precisamente por su carácter meramente simbólico,
la Corona cumple una función integradora de todas las naciona-
lidades y regiones. La función simbólico-integradora del Rey lo
convierte en un factor de unidad, cohesión e integración, no solo
territorial, sino también social y político, por encima de intereses
o posiciones diferentes o enfrentadas. El Rey, en cuando signo
visible que expresa la unidad y permanencia del Estado, es un
elemento que permite la autoidentificación de la comunidad polí-
tica en su pasado y presente, y reducir a la unidad las tendencias
centrífugas o disgregadoras propias de la dialéctica de la lucha
política, consagrando la perennidad del Estado y de sus poderes
ante los cambios que refleja la sociedad política.
b) Como símbolo de permanencia: La Corona simboliza, junto a la
unidad del Estado, su permanencia o el «no cambio» en el tiempo
del «ser» de España. La permanencia es predicable de la Monar-
quía por su carácter vitalicio y hereditario. El juego democrático
trae consigo los cambios de personas en la instituciones del Esta-
do, pero la existencia de un órgano personal permanente facilita
la transmisión de tradiciones, de experiencias, de informaciones,
al margen de las contingencias de cada momento. La Constitución
habla, por ello, de la Corona como institución permanente para
distinguirla de sus titulares pasajeros, los sucesivos Reyes.

1.2.1.3. Arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones


Según el artículo 56.1 de la Constitución el Rey «arbitra y modera el
funcionamiento regular de las instituciones». Esta encomienda específica
podría dar a entender que la Constitución consagra un poder arbitral y
moderador autónomo del Monarca con las consiguientes facultades jurí-
dicas. Sin embargo, la defensa del orden constitucional tiene sus propios
instrumentos y no puede asignarse como función jurídica al Monarca,
y aún menos, como algunas han defendido, desde su papel de mando
supremo de las Fuerzas Armadas, aunque este mando puede tener algo
más de lo puramente simbólico.
No obstante, cuando la Constitución asigna al Rey arbitrar y moderar
el funcionamiento de las instituciones se está refiriendo a algo sustan-
cialmente distinto a su papel de símbolo. No se refiere ya a un «ser» sino a

— 120 —
Tema 2

un «decir» y a un «hacer». La moderación como virtud debería impregnar


toda la actuación del monarca; el Rey, en el ejercicio de sus funciones,
ha de procurar allanar, templar y moderar, en mayor o menor grado, las
posibles contraposiciones y roces entre las diversas actividades y poderes
del Estado, actuando como un invisible moderador.
Esa función moderadora y arbitral del monarca, de alcance mera-
mente persuasivo, no se configura como una potestad traducible en actos
jurídicos, ni implica la concesión de facultades jurídicas específicas que
permitan al Rey adoptar actos jurídicos vinculantes, que se impongan a
los otros poderes públicos aunque puedan tener consecuencias políticas.
Se trata de una forma de ejercicio de la autoridad personal derivada de la
preeminencia o primacía del Monarca, y de su influencia en la sociedad y
en las instituciones políticas, que le permita ejercer, con sentido modera-
dor y arbitral, una labor de estímulo y de apoyo a la buena marcha de las
instituciones, a favor del «funcionamiento regular» de los poderes públicos.
Si la intervención moderadora o arbitral real alcanzase su propósito,
por la aceptación de los poderes afectados, su resultado habrá de formali-
zarse a través de los procedimientos de decisión y actuación de los demás
órganos estatales, al igual que ocurre en la función mediadora exitosa en
los conflictos internacionales o sociales, aunque en estos últimos casos el
procedimiento mediador se formalizará a diferencia de la necesariamen-
te discreta intervención real. Los términos que utiliza la Constitución,
moderación y arbitraje, quizá no sean los más adecuados para describir
esta peculiar función real; parecen indicar situaciones patológicas de
conflictos y de crisis en las que la intervención real contribuya a la so-
lución del conflicto. Nuestro sistema constitucional ha judicializado los
mecanismos para solucionar estos conflictos, y en él no tendría cabida
ese papel resolutorio autónomo del Rey como poder jurídico «neutro» y
supra partes para decidir soberanamente.
El artículo 56.1 de la Constitución se refiere de forma genérica a
ejercer una influencia moderadora y arbitral, pero no determina sus
cauces e instrumentos. Por su naturaleza, es una función que tiene un
carácter genérico e indeterminado, y también en cuando a sus formas y
sus posibles destinatarios y que incide en toda la actuación real en su
relación con los distintos órganos e instituciones del Estado compuesto.
El Rey no solamente está excepcionalmente bien situado para ejercer la
influencia política, sino que además está constitucionalmente facultado
para ello. El reconocimiento constitucional de esa función real supone
una carga pasiva para los demás órganos estatales, no en el sentido de
que haya da aceptarse una concreta labor mediadora o arbitral a ini-
ciativa del monarca, sino desde el punto de vista de que el Rey realiza
una función constitucional y está legitimado para hacer advertencias y
recomendaciones.

— 121 —
Temario

Ello supone un derecho a ser oído, a ser respondido y, ante todo, a


ser debidamente informado. Este último aspecto ha sido consagrado en
el artículo 62.g de la Constitución que reconoce el derecho del Rey a ser
informado de los asuntos de Estado lo que normalmente se realiza a través
de las informaciones que solicite y de los contactos directos periódicos con
el Presidente del Gobierno, en los despachos semanales, los Presidentes
de los órganos constitucionales, los Ministros, los Presidentes de las
Comunidades Autónomas y demás autoridades. También a esos efectos
está prevista la eventual presidencia real del Consejo de Ministros con
fines informativos aunque previa petición del Presidente del Gobierno.

1.2.1.4. Asume la más alta representación del Estado español en las


relaciones internacionales

Esta es una función propia de un Jefe de Estado y consecuencia


del carácter simbólico de representación de la unidad y permanencia
del Estado, manifestado en el plano de las relaciones con otros Estados
u organizaciones, pero al máximo nivel pues no excluye otros tipos de
representación inferior (ministros, embajadores, etc.). Esta función se
proyecta en facultades concretas como las de acreditar y recibir a los
embajadores y otros representantes diplomáticos y manifestar el con-
sentimiento del Estado para obligarse internacionalmente por medio de
tratados (art. 63.1 y 2 CE).
La Constitución ha añadido en su artículo 56.1, en virtud de una
enmienda introducida en el Senado, un párrafo conforme al cual esta
función de representación internacional del Rey lo es «especialmente con
las naciones de su comunidad histórica». Esta referencia tiene el valor
emotivo que justifica constitucionalmente alguna especialidad de las re-
laciones políticas españolas con esas naciones (se trataría principalmente
de los países iberoamericanos), pero no se traduce en una acción efectiva
personal del Rey, independiente del refrendo.
Que el artículo 56.1 de la Constitución se refiere expresamente al
Rey como «la más alta representación del Estado en las relaciones inter-
nacionales» no debe ser entendido como que le corresponda la dirección
de la política exterior, la cual, según el artículo 97.1 de la Constitución
corresponde al Gobierno. Quizá por eso el precepto utilice el término «asu-
me» en vez de otros más comprometidos como «le corresponde», «ejerce» o
«desempeña». Sin embargo, la práctica ha demostrado la trascendencia
de la función regia de la más alta representación de España, del Reino de
España, no solo en el plano formal del Derecho internacional, sino en el
plano material de las relaciones internacionales. El Rey ha cumplido un
papel muy importante en el ámbito de la política exterior y de la mejora
de relaciones de España con otras naciones, buena parte de esa función

— 122 —
Tema 2

«exterior» del Rey se cumple a través de los contactos personales que


se derivan de las visitas que el Monarca realiza a otros Estados y sus
contactos con Jefes de Estado y de Gobierno de esos países, y también
en las visitas que realizan a España Jefes de Estado y de Gobierno de
otros países. Esos contactos, sometidos a criterios de dirección política
gubernamentales en cuanto a su programación, sobrepasan el marco
puramente protocolario en la medida en que esos contactos, ya sea en
visitas de Estado ya en viajes privados, cumplen una función importante
en el plano político exterior y en la presencia institucional de España,
favoreciendo también contactos económicos, sociales o culturales.
En las visitas de Estado, los discursos del Rey pueden expresar po-
siciones sobre temas de nuestra política exterior, sobre el reforzamiento
de las relaciones bilaterales o sobre temas generales de la política in-
ternacional, también en relación con el fomento de la cooperación y de
la pacificación de los conflictos. Aunque, en general, el Rey no asiste a
reuniones o a cumbres internacionales, ni participa en los organismos
internacionales (salvo alguna presencia protocolaria en Naciones Unidas,
OIT, etc.), encarna la imagen de España y ha servido de instrumento para
importantes logros de nuestra política exterior.

1.2.1.5. Ejerce las funciones que le atribuyan expresamente la Cons-


titución y las leyes

El artículo 56.1 concluye con la declaración de que el Rey «ejerce las


funciones que le atribuyan expresamente la Constitución y las leyes».
La exigencia de esta cláusula de cierre de que las funciones regias es-
tén atribuidas expresamente, da carácter taxativo a cualquier atribución
de prerrogativas a la Corona, sin posibilidad de ampliación analógica, y
remite directamente a los artículos 62 y 63 de la Constitución, así como
a su posible legislación de desarrollo.

1.2.2. Funciones específicas

Se trata de funciones efectivas, que realiza personalmente el Rey


pero con la participación de otros órganos, autores materiales de los
actos en que se concretan, a través del refrendo y que son responsables
de la actuación del Rey. Por esa razón parece conveniente estudiar las
funciones del Rey según la mayor relación que suponga con los diferentes
órganos del Estado.

1.2.2.1. Funciones en relación con el gobierno

Tradicionalmente el Rey era el titular del poder ejecutivo aunque


de hecho se ejerciera por el Gobierno, figura a veces desconocida en las

— 123 —
Temario

Constituciones. La Constitución de 1978, recuerda Sánchez Agesta, ha


cortado deliberadamente toda identificación del Rey con el poder ejecutivo
para pasar a ser el órgano moderador y representante del Estado, lo que
ha modulado toda relación del Rey con el Gobierno.

Nombramiento del Gobierno [arts. 62.d) y e) y 100 CE]

En el nombramiento del Gobierno debemos distinguir el nombra-


miento del Presidente del Gobierno y el de los demás miembros.
En el nombramiento del Presidente del Gobierno pueden señalarse
dos supuestos, el nombramiento ordinario y el extraordinario.
a) El nombramiento ordinario procede tras la celebración de elec-
ciones generales y en los casos de dimisión o fallecimiento del
Presidente del Gobierno y de pérdida de la cuestión de confianza
(arts. 99.1, 101.1 y 114.1). En este caso, el Rey propone al Con-
greso de los Diputados el candidato a Presidente del Gobierno y,
una vez obtenida la investidura de la Cámara, le nombra Presi-
dente con el refrendo certificativo del Presidente del Congreso
de los Diputados [arts. 62.d), 64.1 y 99.3]. La propuesta del
candidato está sometida a unos límites objetivos de hecho pues
el Rey deberá proponer al líder del partido mayoritario o capaz
de formar coaliciones o pactos. El grado de discrecionalidad en
la actuación del Rey depende de la composición del Congreso de
los Diputados. Si, por ejemplo, un partido político dispone de la
mayoría absoluta clara y apoya unánimemente a su candidato,
el Rey carece realmente de toda capacidad de maniobra; si, por el
contrario, no hay una mayoría parlamentaria suficiente y es difícil
el acuerdo entre los partidos políticos, el Rey podría intentar ese
acuerdo y actuar, por tanto, como formador del Gobierno que ha
de obtener la investidura.
b) El nombramiento extraordinario procede tras prosperar una
moción de censura del Congreso de los Diputados contra el
Gobierno, en los términos de los artículos 113 y 114.2 CE, y se
trata de un nombramiento directo y automático. En efecto, si el
Congreso adopta una moción de censura el Gobierno presentará
su dimisión al Rey y el candidato incluido en aquélla se enten-
derá investido de la confianza de la Cámara, por lo que el Rey le
nombrará Presidente del Gobierno, con el refrendo del Presidente
del Congreso (art. 114.2 y 64.1).
Los miembros del Gobierno son nombrados por el Rey, a propuesta
de su Presidente y con su refrendo [arts. 62.e) y 100]. Estrictamente el
Presidente del Gobierno hace una propuesta que el Rey puede o no acep-

— 124 —
Tema 2

tar. Pero, como antes se dijo, la facultad del Rey está sujeta a límites
objetivos que resultan del juego mismo de la vida política (por ejemplo,
la mayoría que respalda al Presidente, o la condición que éste ponga para
su continuidad en el cargo), y que han de ponderarse en la discreción
de las conversaciones entre el Rey y el Presidente. El Rey «carece de
libertad» para nombrar y separar a los miembros del Gobierno al serle
vinculante la propuesta del Presidente del Gobierno. De no ser así se
volvería al sistema parlamentario dualista o de doble confianza. Por ello,
si no hay propuesta el acto del Rey sería inexistente; y si se separa de la
propuesta sería radicalmente nulo. Cuestión distinta es la influencia y
capacidad de persuasión que el Monarca puede ejercer sobre el Presidente
del Gobierno para que incluya en la propuesta de nombramiento o cese
a determinadas personas.

Cese del Gobierno y de su Presidente

Corresponde al Rey el cese del Presidente del Gobierno y de los demás


miembros [art. 62.d) y e)] en los términos previstos en la Constitución
(arts. 101 y 114), es decir, tras la celebración de elecciones generales,
pérdida de la cuestión de confianza, triunfo de la moción de censura,
dimisión o fallecimiento del Presidente del Gobierno.
La función del Rey, en lo que al cese del Presidente del Gobierno se
refiere, obedece a un acto debido: se limitará a aceptar el cese o dimisión
que le es presentada. Como veremos más adelante, el Gobierno cesa
tras la celebración de elecciones generales y en los casos de pérdida de
la confianza parlamentaria previstos en la Constitución o por dimisión o
fallecimiento de su Presidente (artículo 101.1). En estos casos y más allá
de la literalidad del texto constitucional, el Rey en ejercicio de su «función
invisible» de persuasión e influencia puede aconsejar al Jefe del Gobierno
sobre la conveniencia o inconveniencia de su dimisión; de lo cual no que-
dará ninguna constancia formal, permaneciendo en el reservado ámbito
de las relaciones entre el Presidente del Gobierno y el Jefe del Estado.

Cese de los miembros del Gobierno

El Rey cesa (separa o pone fin a sus funciones, dice eufemísticamente


la Constitución) a los miembros del Gobierno a propuesta de su Presidente
y con su refrendo [arts. 62.e), 64.1 y 100]. La relación entre la propuesta
del Presidente del Gobierno y la aceptación por el Rey se plantea en los
mismos términos que se vieron en relación con el nombramiento.
Derecho a «ser informado de los asuntos de Estado y a presidir las
sesiones del Consejo de ministros» [art. 62.f y g) CE]

— 125 —
Temario

Característica consustancial con la Monarquía constitucional anti-


cuada y decimonónica era la presidencia efectiva por el Rey del Consejo
de Ministros. La razón para que ello fuera así estribaba en la posición
del Monarca como jefe del ejecutivo. Desde esta óptica el soberano no
era sujeto pasivo de la información de los asuntos de Estado, sino que
«estaba activamente informado de tales asuntos», por su propio «status»
jerárquico con respecto al Gobierno; y, porque al retener la potestad de
designar y cesar libremente a los miembros del Gobierno, éstos despacha-
ban habitualmente con el Rey ante el cual también respondían (dualismo
parlamentario).
Este rasgo tan característico de la Monarquía constitucional, desapa-
rece con la Monarquía parlamentaria: ahora, el Rey es informado de los
asuntos de Estado y preside las sesiones del Consejo de Ministros, cuando
lo estime oportuno, a petición del Presidente del Gobierno (artículo 62.g).
En efecto, no tanto la información como sí la presidencia de las sesiones
del Consejo de Ministros se somete al juego de sutiles expresiones: «...
cuando lo estime oportuno (el Rey), a petición del Presidente del Gobier-
no». Pudiera ocurrir que estime oportuno el Rey presidir el Consejo de
Gobierno pero el Presidente del Gobierno no ejercite la petición. Parece,
pues, que para que el Rey pueda asistir y presidir el Consejo de Ministros,
se requiere un previo acuerdo de voluntades entre aquél y el Presidente
del Gobierno. Algunos autores salvan la posible discrepancia que puede
plantearse entre ambos, otorgando a la petición del Jefe del Gobierno
carácter subordinado con respecto a la voluntad regia manifestada de
asistir a determinadas sesiones del Consejo de Ministros, o bien que la
petición del Presidente del Gobierno fuese previa a la estimación del Rey.
En la práctica la información del Rey sobre los asuntos de Estado se
canaliza, más que por las excepcionales ocasiones en que aquél preside el
Consejo de Ministros, por los habituales contactos que el Presidente del
Gobierno y sus Ministros mantienen con el Monarca. De hecho y dentro
de un loable uso político, el Rey se mantiene informado de asuntos de
trascendencia política a través de periódicos contactos con los represen-
tantes de las fuerzas políticas de oposición y Presidentes de los órganos
ejecutivos de las Comunidades Autónomas.
Esa información ha de versar sobre «asuntos de Estado», es decir,
los temas de trascendencia nacional puesto que el Rey está por encima
de problemas políticos concretos o de asuntos que afectan a la política de
partido, pero en la práctica esa información es muy amplia. No hay un
dominio «reservado» a la información del Jefe del Estado pero sí mate-
rias «sensibles» que por ser atribuidas al Rey por la Constitución exigen
su conocimiento; así, por ejemplo, todas las referentes a las relaciones
internacionales, los referéndums que haya de convocar, los decretos que
haya de expedir, los asuntos relacionados con el mando de las Fuerzas

— 126 —
Tema 2

Armadas, la convocatoria y disolución de Cortes y elecciones, el derecho


de gracia y el nombramiento de altos cargos de la Administración.

Facultad de expedir los decretos acordados en el Consejo de Ministros


[art. 62.f) CE]

Con un término procedente de la Constitución de 1876, supone una


forma de participación del Rey en la función ejecutiva que corresponde al
Gobierno. Lógicamente se incluyen los decretos legislativos y los decretos-
leyes. Asimismo, la competencia regia se extiende a los Decretos que no
han sido aprobados en el Consejo de Ministros, como los relativos al nom-
bramiento y cese del Presidente del Gobierno y de los demás miembros
de éste, la convocatoria y disolución de las Cortes, y el nombramiento de
los miembros de la Casa del Rey.
Esta función del Jefe del Estado opera en el ámbito de la potestad
reglamentaria con la misma finalidad y efectos que para la sanción de las
leyes. En todo caso el vocablo «expedir» con el que comienza el apartado f)
del artículo 62, deja a las claras que se trata de una «función-deber», sin
que le sea dado al Rey cuestionar el estampamiento de su firma so pretexto
de vicios o irregularidades en la norma aprobada en Consejo de Ministros.
Uno de los rasgos más característicos de la Monarquía parlamentaria
es la irresponsabilidad del Jefe del Estado, y esa irresponsabilidad com-
porta la no oposición del Rey hacia los actos aprobatorios de los sujetos
refrendantes, los cuales se hacen responsables de sus actuaciones. Por
otra parte, un hipotético enfrentamiento entre el Rey y el Gobierno por
una negativa del primero a expedir un Decreto aprobado en Consejo de
Ministros, supondría una quiebra en las potestades que la Constitución
atribuye al Gobierno en el artículo 97.

Facultad de conferir los empleos civiles y militares [art. 62.f) CE]

La concesión de empleos civiles y militares es una función de clási-


ca atribución a la Jefatura del Estado en el Derecho Constitucional. Es
obvio que al progresivo reforzamiento de la regulación de los criterios
de selección de los candidatos a tales empleos ha seguido el progresivo
debilitamiento de la discrecionalidad regia para su otorgamiento. Esta
realidad es constatable en base tanto al argumento legal de la creciente
y generalizada constitución sobre esta materia de una reserva material
de ley como al argumento fáctico de que en la actualidad la competencia
de la firma de los nombramientos está atribuida, como regla general, a
órganos distintos del Rey, con la sola excepción de los miembros civiles
y militares de su Casa (art. 65.2).

— 127 —
Temario

Por tanto, esta facultad no tiene alcance general, pues se limita a


aquellos cargos que, de acuerdo con la legalidad vigente, precisan de un
decreto acordado en Consejo de Ministros, lo que sucede en la Administra-
ción civil para los cargos que tengan al menos rango de Director general,
y para la Administración militar los de General.

Facultades respecto a las relaciones internacionales (art. 63 CE)

Corresponde al Rey en este orden:


a) Acreditar y recibir a los embajadores y otros representantes di-
plomáticos (art. 63.1). En la diplomacia tradicional se entiende
por «cartas credenciales» al documento que acredita la calidad
oficial del jefe de misión y demuestra que tal persona está facul-
tada por su gobierno para ejercer las funciones de diplomático.
Firmadas por el Jefe del Estado acreditante, se dirigen al Jefe
del Estado receptor en el caso de los jefes de misión de la prime-
ra clase (embajadores o ministros) y por el Ministro de Asuntos
Exteriores del primer Estado al Ministro de Asuntos Exteriores
del segundo, en el caso de los encargados de negocios.
b) Manifestar el consentimiento del Estado para obligarse inter-
nacio-nalmente por medio de tratados, de conformidad con la
Constitución y las leyes (art. 63.2). La autorización de la cele-
bración de tratados por los que se atribuya a una organización o
institución internacional el ejercicio de competencias derivadas
de la Constitución corresponde a las Cortes Generales mediante
ley orgánica (art. 93). Asimismo, la prestación por el Rey del
consentimiento del Estado para obligarse por medio de trata-
dos o convenios requerirá la previa autorización de las Cortes
Generales en los siguientes casos: tratados de carácter político,
tratados de carácter militar, tratados o convenios que afecten
a la integridad territorial del Estado o a los derechos y deberes
fundamentales, tratados o convenios que impliquen obligaciones
financieras para la Hacienda Pública, tratados o convenios que
supongan modificación o derogación de alguna ley o exijan me-
didas legislativas para su ejecución (art. 94.1). El Congreso y el
Senado serán inmediatamente informados de la conclusión de los
restantes tratados o convenios (art. 94.2), por lo que la facultad
regia precisa solo el refrendo del Gobierno.
c) Declarar la guerra y hacer la paz, previa autorización de las Cor-
tes Generales (art. 63.3). El Rey tampoco tiene en esta materia
margen de discrecionalidad, pues corresponde la iniciativa al
Gobierno (art. 97) y la autorización a las Cortes Generales. Si se
produce esa autorización no es imaginable que el Rey se negase

— 128 —
Tema 2

a firmar la declaración de guerra o la paz. Por eso la competencia


regia tiene la naturaleza de acto obligado y carácter simbólico.
En cualquier caso, la consolidación de la prohibición del uso
de la fuerza en las relaciones internacionales y su conversión
en piedra angular del ordenamiento jurídico-internacional de
nuestros días ha privado al respeto de las formalidades en la
declaración de la guerra de toda potencialidad legitimadora; de
ahí, entre otras razones, como pueden ser las puramente tácticas,
que pueda afirmarse que la declaración de guerra y la misma
noción de estado de guerra sean instituciones ilegales, a las que
los Estados tienen prohibición absoluta de recurrir. De ahí, en
consecuencia, que la disposición del artículo 63.3 sea jurídica-
mente inaceptable: el Rey, aun con la previa autorización de las
Cortes, no puede declarar la guerra, puesto que no se trata de
una posibilidad internacionalmente aceptada y cuyo recurso haría
incurrir al Estado español en ilícito internacional. Una cuestión
radicalmente diferente es que al Rey, en virtud de lo dispuesto
en el artículo 62, apartado h), corresponda el mando supremo de
las Fuerzas Armadas, con el refrendo del Gobierno, en supuestos
de agresión, como única posibilidad de recurso descentralizado
a la fuerza en la sociedad internacional.

Mando supremo de las Fuerzas Armadas [art. 62.h) CE]

Esta facultad del Rey, conectada con las funciones que el artículo 8
CE atribuye a las Fuerzas Armadas por encima de las interpretaciones
políticas, ha de ser compatible con las facultades del Gobierno que re-
frenda y al que el artículo 97 CE atribuye la dirección de la Administra-
ción militar y la defensa del Estado. En suma, esta facultad del Rey, no
obstante la expresión constitucional que parece referirse a la autoridad
de un superior que implica el «mando», es una facultad simbólica que
precisa, como todas las demás, el correspondiente refrendo ministerial.
La legislación de desarrollo en esta materia ha reforzado esta tesis.
Así el artículo 6 de la Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, de la
Defensa Nacional dispone que corresponde al Presidente del Gobierno
la dirección de la política de defensa y la determinación de sus objeti-
vos, la gestión de las situaciones de crisis que afecten a la defensa y la
dirección estratégica de las operaciones militares en caso de uso de la
fuerza. Asimismo, en el marco de la política de defensa, le corresponde
de forma específica: Formular la Directiva de Defensa Nacional, en la
que se establecerán las líneas generales de la política de defensa y las
directrices para su desarrollo, definir y aprobar los grandes objetivos y
planteamientos estratégicos, así como formular las directivas para las

— 129 —
Temario

negociaciones exteriores que afecten a la política de defensa, determinar la


aplicación de los objetivos y las líneas básicas de actuación de las Fuerzas
Armadas, tanto en el ámbito nacional como en el de la participación en las
organizaciones internacionales de las que España forma parte, ordenar
las misiones de las Fuerzas Armadas y ejercer las demás funciones que
le atribuyen las disposiciones legales y reglamentarias.

1.2.2.2. Funciones en relación con las Cortes Generales

Le corresponden al Rey en relación con las Cortes Generales las


siguientes funciones:

Convocatoria de elecciones a Cortes Generales [art. 62.b) CE]

Respecto a la convocatoria de elecciones prevista como competencia


regia en el último inciso del artículo 62.b), cabe señalar, en primer tér-
mino, que la misma debe realizarse, como no podía ser de otra manera,
en los términos previstos en la Constitución.
Respecto a los supuestos constitucionalmente previstos, habrá que
referirse, en primer lugar, a la convocatoria subsiguiente a la disolución
prevista por el artículo 115, es decir, la disolución que podríamos calificar
de discrecional. Pero hay que recordar que el titular de la discrecionalidad
es el Presidente del Gobierno, quien en el propio Decreto de disolución
fija la fecha de la convocatoria electoral (que, a tenor del artículo 42.1 de
la L.O.R.E.G., debe realizarse el día quincuagésimo cuarto posterior a
la convocatoria, o el domingo inmediatamente posterior), limitándose el
Monarca, como ya ha quedado dicho, a la firma del Decreto en cuestión.
Con referencia a la convocatoria electoral producida como consecuen-
cia del agotamiento del mandato parlamentario, habrá que atenerse a lo
prescrito en el artículo 68.6 respecto al Congreso de los Diputados, norma
que debe trasladarse también al Senado, por extensión. El artículo cita-
do indica que las elecciones deben realizarse entre los treinta y sesenta
días a contar desde la terminación del mandato. Si la existencia de tal
margen de plazo podría interpretarse como la atribución de una cierta
discrecionalidad al Monarca por parte de la regulación constitucional
de la materia que nos ocupa, la misma ha sido desmentida por la Ley
Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, que, en
su artículo 42.2, establece que los Decretos de convocatoria de elecciones
(siempre a excepción de la disolución prevista en el artículo 115) se ex-
piden el día vigésimo quinto anterior a la expiración del mandato de las
Cámaras, publicándose al día siguiente en el Boletín Oficial del Estado.
Los Decretos fijarán las elecciones el día quincuagésimo cuarto posterior
a la convocatoria, o el domingo inmediatamente posterior.

— 130 —
Tema 2

Con referencia a los otros dos supuestos de convocatoria electoral


general que quedan por examinar, los procedentes de las disoluciones
ope legis producidas en aplicación de los artículos 99.5 y 168.1, aquí sí
podría abrirse paso una interpretación más favorable a la posible discre-
cionalidad del Monarca. Nada especifican ambos preceptos citados con
respecto a la fecha de la convocatoria de las elecciones a nuevas Cortes
Generales. Ante tal silencio cabrá acudir, como norma de carácter general,
al artículo 68.6, ya referido. De él puede deducirse que la convocatoria
electoral deberá realizarse dentro del plazo comprendido entre los treinta
y sesenta días de la terminación del mandato, terminación que, en ambos
casos, se ha producido en virtud del mandato constitucional.
Tal interpretación, aparte de parecer la más correcta, tendría en el
caso de la aplicación del artículo 99.5 una ventaja añadida. Y es la de la
posibilidad de que se retrasen las elecciones hasta el límite del margen
constitucionalmente previsto (sesenta días), lo que ayudaría a que se
tratara de restablecer el mapa político, que debe estar suficientemente
complicado como para tener que repetir las elecciones generales en muy
pocos meses, en el supuesto de que la votación de investidura fracasada
sea fruto de una renovación previa del Congreso de los Diputados.

Convocatoria de las Cortes Generales [art. 62.b) CE]

Respecto a la convocatoria de las Cortes no queda margen alguno a


la discrecionalidad en la actuación regia, a tenor de lo imperado por el
artículo 68.6 de la Constitución
La convocatoria de Cortes a que se refiere el párrafo objeto de co-
mentario está relacionada con el comienzo de las funciones del Poder
Legislativo, y es la resultante de la consulta previa al cuerpo electoral a
través de las elecciones, lo cual solo ocurre al término del mandato par-
lamentario, al que se puede llegar solo por dos motivos: el agotamiento
del tiempo previsto para dicho mandato, cuatro años, o la finalización
anticipada del mismo en virtud de la disolución según los supuestos
constitucionalmente previstos.
Pues bien, elegidas las nuevas Cortes tras las elecciones, indepen-
dientemente del hecho que hayan ocasionado las mismas (agotamiento
del mandato parlamentario o disolución), la convocatoria subsiguiente es
realizada por el Rey, dentro de los márgenes legales previstos, que dejan
al Monarca escasísimo margen a su discrecionalidad.
El artículo 68.6 de la Constitución precisa respecto al Congreso de los
Diputados electo que éste deberá ser convocado dentro de los veinticinco
días siguientes a la celebración de la consulta electoral. Por analogía
debe trasladarse también esa regulación al Senado, a falta de cláusula

— 131 —
Temario

expresa respecto a tal cuestión. Dentro de ese plazo solo quedará fijar la
fecha exacta y la hora de la sesión constitutiva.

Disolución de las Cortes Generales [art. 62.b) CE]

Son posibles varios tipos de disolución:


a) Supuesto del artículo 99 CE: Recordamos, en primer lugar, la
disolución prevista en el artículo 99.5, que se produce para ambas
Cámaras, como consecuencia del hecho de que en dos meses tras
la primera votación de investidura de un nuevo Presidente del
Gobierno ningún candidato haya obtenido la mayoría requerida
en el Congreso de los Diputados. Aparte del hecho, que aquí no
cabe más que reseñar de paso, de que la disolución afecte a las
dos Cámaras cuando solo ha sido el Congreso el que ha fracasa-
do en su intento de investidura (solución que debe entenderse
dentro del criterio general de simultaneidad de las legislaturas
de ambas Cámaras) debe recordarse que, a tenor del precepto
constitucional citado, el Rey disuelve y convoca nuevas elecciones,
en este caso con el refrendo del Presidente del Congreso. Solución
también discutible por cuanto podía haberse atribuido el refrendo
al Presidente del Gobierno en funciones.
b) Supuesto del artículo 168.1 CE: Otro supuesto constitucional-
mente previsto de disolución se recoge en el artículo 168.1, al
aprobar las Cortes, por mayoría de dos tercios de cada Cámara,
una propuesta de revisión del Texto Constitucional que afecte a
alguno de los contenidos señalados en dicho precepto.
c) Supuesto del artículo 115 CE: En el caso de la disolución antici-
pada el Rey decreta la disolución del Congreso, del Senado o de
las Cortes Generales, a propuesta del Presidente del Gobierno,
previa deliberación del Consejo de Ministros, y bajo su exclusi-
va responsabilidad, refrendando el correspondiente decreto de
disolución (art. 115.1 CE). Se trata de la única disolución no im-
perada constitucionalmente, por tanto, la propiamente referida
como mecanismo de control entre los poderes estatales, es la
prevista en el artículo 115. Si en ninguno de los dos supuestos de
disolución antes descritos cabía margen alguno de discrecionali-
dad por parte del Rey, tampoco en éste puede darse ni siquiera
asomo de tal discrecionalidad. Porque de la lectura del artículo
115 se desprende de modo inmediato la afirmación de que la
potestad de disolución queda al arbitrio única y exclusivamente
del Presidente del Gobierno, con los requisitos y limitaciones que
el propio precepto señala, y que no vienen aquí al caso. La firma
regia del Decreto de disolución es un acto de naturaleza debida

— 132 —
Tema 2

y, a lo más -atendiendo a la fluidez de la relación personal entre


el Monarca y el Presidente del Gobierno-, el Rey podría ejercer
una Magistratura de influencia como árbitro y moderador del
funcionamiento regular de las instituciones -art. 56- e intentar
disuadir al Presidente del Gobierno en aras de la estabilidad
política, solicitándole un aplazamiento de la decisión. Pero, en
cualquier caso, cabe insistir en que la decisión corresponde al
Presidente única y exclusivamente.
De ahí cabe colegir que, en principio, el Rey debería estampar su
firma en el Decreto de disolución, incluso en el caso de que no se hubieran
cumplido alguno de los requisitos exigidos en el artículo 115, en cuanto
a la deliberación previa del Consejo de Ministros, o a la prohibición de
ejercer el derecho de disolución estando en trámite una moción de censura,
o antes de transcurrir un año de la disolución anterior, o que el Decreto
no contenga la fecha de las elecciones. El Monarca podrá hacer ver lo
irregular de la normativa cuya firma se le propone, pero es el Presidente
del Gobierno quien decide en última instancia, pues es quien responde
exclusivamente.

Sanción y promulgación de las leyes [art. 62.a) CE]

El texto de la ley queda fijado por la aprobación de las Cámaras una


vez concluidas todas las fases del procedimiento legislativo en sus diversas
modalidades. Sin embargo, en el itinerario del proceso legislativo hay dos
etapas posteriores a dicha aprobación y previas, a su vez, a la publicación
del texto legal en el Boletín Oficial correspondiente. Esas dos etapas son
la sanción y la promulgación.
La sanción consiste en la firma del Rey en las leyes de las Cortes
Generales, que ha de realizarse por mandato del artículo 91 de la Constitu-
ción dentro de los quince días siguientes a su aprobación. en la actualidad,
este acto del Rey no determina el contenido de ninguna norma, ni en él
parece esconderse resquicio que permita un veto ante la negativa a firmar.
La intervención del Rey, pues, funciona como un elemento que representa
la integración de voluntades y trámites jurídicos que esconden las leyes,
convirtiéndose en una dación de fe del Jefe del Estado, que contribuye
al buen fin perseguido por los poderes y engranajes constitucionales en
su actuación.
La promulgación tiene una doble eficacia: certifica la existencia de
un texto legal que ya ha sido aprobado y, por así decirlo, incorpora dicho
texto legal al ordenamiento jurídico estatal. Mediante la promulgación,
la ley se hace obligatoria, a expensas ya de su publicación, que será el
requisito final de perfeccionamiento de la ley, para que ésta alcance toda
su virtualidad.

— 133 —
Temario

En el caso español, la sanción y promulgación son actos regios de


naturaleza debida u obligatoria. A diferencia de otras Monarquías, no
cabe la posibilidad, ni siquiera en teoría, de interponer veto suspensivo.
Y ello es así en virtud del artículo 91 de la Constitución, que obliga al Rey
a sancionar y promulgar las leyes aprobadas por las Cortes Generales en
el plazo de quince días.
Esta naturaleza debida de la facultad regia prescrita por el artículo
62.a) lleva a algún autor a advertir que, pese a atribuir al Rey una fun-
ción moderadora, se le niega, en este ámbito, una posibilidad que, en su
tiempo, fue importantísima: «la prerrogativa, siquiera formal, de negar
o aplazar su sanción a los proyectos o proposiciones de ley aprobadas por
las Cortes».
Cabría, en todo caso, preguntarse si existe algún supuesto excep-
cional en el que el Rey puede negarse a sancionar. La mayor parte de la
doctrina suscribe la idea de la obligatoriedad absoluta de la sanción regia.
Doctrina de la que se aparta algún autor (De Esteban, por ejemplo) en el
supuesto de que el texto presentado a sanción carezca de algún requisito
esencial, por lo que no hay obligación de sancionar dada la manifiesta
inexistencia de ley. Algún otro autor ha planteado la posibilidad de que
el Rey manifestara objeción de conciencia a la hora de sancionar algún
texto legal, cuestión suscitada a propósito de la llamada «Ley del Aborto».
Sin embargo, el incumplimiento de esta obligación por parte del Rey
supondría un supuesto límite dentro del actual sistema constitucional,
cuya gravedad permitiría, como certeramente ha señalado algún autor,
aplicar la sanción máxima de remoción del Rey infractor, acudiendo al
procedimiento previsto en el artículo 59.2 de la Constitución que esta-
blece que «si el Rey se inhabilitare para el ejercicio de su autoridad y la
imposibilidad fuere reconocida por las Cortes Generales, entrará a ejercer
inmediatamente la Regencia el Príncipe heredero de la Corona, si fuere
mayor de edad». Evidentemente, se trata de una hipótesis muy remota,
pero que si se contempla desde una consideración teórica desemboca en la
conclusión señalada. Semejante infracción supondría un quebrantamiento
de los principios y estructuras fundamentales del sistema constitucional.
De ahí la paralela gravedad de la sanción imponible, por lo demás la única
utilizable frente a los actos inconstitucionales del Rey.

Convocatoria de los referéndums [art. 62.c) CE]

En concreto se refiere esta facultad regia a la convocatoria de los


referéndums constituyente (arts. 167.3 y 168.3), el político o consultivo
(art. 92), y los de iniciativa autonómica y aprobación y reforma de los Es-
tatutos de autonomía plena (arts. 151 y 152.2). La convocatoria se realiza
por el Rey, mediante Real Decreto acordado en Consejo de Ministros y

— 134 —
Tema 2

refrendado por su Presidente (art. 2.3 LO 2/1980, de 18 de enero, sobre


regulación de las distintas modalidades de referéndum).
De todos esos casos constitucionalmente previstos solo vale la pena
detenerse en el previsto en el artículo 92, pues en los restantes casos se
trata de actos de naturaleza debida en virtud de la propia normativa cons-
titucional. Una vez producido el supuesto de hecho previsto, el referéndum
debe convocarse, sin que quepa margen alguno de discrecionalidad.
El artículo 92 hace posible que se sometan a consulta popular,
mediante referéndum, decisiones políticas de especial trascendencia.
También la actividad del Rey carece, en este supuesto, de discrecionali-
dad alguna, teniendo en cuenta que es el Presidente del Gobierno quien
efectúa la propuesta de convocatoria, que ha de estar previamente auto-
rizado para ello por el Congreso de los Diputados, por mayoría absoluta
de sus miembros, quórum no exigido constitucionalmente, sino por la Ley
Orgánica 2/1980, de 18 de enero, reguladora de las distintas modalidades
de referéndum, en su artículo 6.
Respecto al precepto citado cabe comentar, aparte del hecho de
que la legislación de desarrollo haya requerido una mayoría específica
y reforzada en la autorización del Congreso, que, siendo las que se so-
meten a consulta popular decisiones políticas de especial trascendencia
y dirigiendo el Gobierno la política interior y exterior de la Nación (art.
97), la iniciativa de la consulta corresponde lógicamente al Presidente
del Gobierno.
En cuanto a la intervención del Congreso de los Diputados, puede
señalarse que quizá esté destinada a evitar riesgos populistas de un
gobierno que acudiera con demasiada frecuencia a la consulta popular,
con los posibles excesos que tal actitud supone. Por otro lado, no es ocioso
recordar que las Constituciones actuales de nuestro entorno han hecho
una decidida apuesta por la democracia representativa en detrimento de
las instituciones de democracia directa, y la Constitución española no es
una excepción a esa regla general.

1.2.2.3. Funciones en relación con el Poder Judicial

En relación con el Poder Judicial las siguientes funciones:

Relación simbólica de carácter pasivo

La justicia se administra «en nombre del Rey» (art. 117.1 CE), lo


que alude al carácter público de la justicia, dada la condición del Rey
de símbolo de la unidad del Estado, al tiempo que supone un recuerdo
histórico de la época en que los soberanos eran titulares efectivos de la
administración de justicia.

— 135 —
Temario

Nombramiento del Presidente y de los miembros del Consejo General


del Poder Judicial (arts. 122.3 y 123.2 CE)
Los miembros de este organismo son elegidos previamente por las
Cortes Generales (arts. 122.3 CE) y nombrados por el Rey mediante Real
Decreto refrendado por el Ministro de Justicia.
Los Vocales del Consejo General del Poder Judicial eligen a su Pre-
sidente, que es nombrado por el Rey mediante Real Decreto refrendado
por el Presidente del Gobierno.

Nombramiento del Fiscal General del Estado

El citado nombramiento se efectúa a propuesta del Gobierno, oído


previamente el Consejo General del Poder Judicial (arts. 124.4 CE).

Derecho de gracia [art. 62.i) CE]

El derecho de gracia cabe conceptuarlo como la causa de exculpa-


ción por la que el Estado, en cuanto que titular del ius puniendi, exime
al condenado del cumplimiento de la pena impuesta en virtud de una
sentencia penal firme o, incluso, renuncia a su imposición.
El sujeto activo que ejerce el derecho de gracia es, obviamente, el Rey,
a quien se atribuye esta facultad. Los sujetos pasivos que pueden obtener
los beneficios del ejercicio de la facultad regia del derecho de gracia son
los condenados en virtud de una sentencia penal firme.
Los límites a la concesión del derecho de gracia son cinco, a saber:
en primer lugar, las leyes reguladoras del derecho de gracia en cuanto
que en el presente precepto se constituye una reserva material de ley
sobre esta materia (Ley de 18 de junio de 1870, modificada por la Ley
1/1988, de 14 de enero); en segundo lugar, la muy acertada exigencia de
que la ley que regule el derecho de gracia prohíba los indultos generales,
probablemente por influencia de la Constitución Española de 1931; en
tercer lugar, la necesidad de obtener el refrendo del Ministro de Justicia;
en cuarto lugar, la exclusión de esta materia de la iniciativa popular se-
gún establece en el artículo 87.3; y en quinto lugar, la inaplicabilidad del
derecho de gracia al supuesto de responsabilidad criminal del Presidente
y de los demás miembros del Gobierno, según se establece en el artículo
102 de la Constitución.
Algunos autores han manifestado su desacuerdo con la atribución al
Rey del derecho de gracia, por entender que los criterios para su ejercicio
deben fundamentarse en «sobrias consideraciones de política criminal y
no en la voluntad subjetiva de una persona individual». Semejante crítica

— 136 —
Tema 2

no sería rebatible si el derecho de gracia fuese una potestad discrecional


del Rey. Sin embargo, no es así, sino que su ejercicio está sometido a li-
mitaciones decisivas, tales como la reserva material de ley que establece
el propio precepto o la sujeción del acto regio al refrendo del Gobierno.
Así pues, la concesión del derecho de gracia no dependerá de la voluntad
subjetiva del Rey, sino de las consideraciones de política criminal que
establezca la ley y decida el Gobierno.

1.2.2.4. Funciones en relación con el Tribunal Constitucional

Corresponde al Rey el nombramiento de los Magistrados del Tribunal


Constitucional y de su Presidente (arts. 159.1 y 160 CE). Los Magistrados
del Tribunal Constitucional son nombrados efectivamente por el Rey a
propuesta de las Cámaras, del Gobierno y del Consejo General del Poder
Judicial, en las condiciones que establece el artículo 159.1 de la Constitu-
ción (art. 16.1 LOTC). El Presidente del Tribunal Constitucional es nom-
brado por el Rey, a propuesta del mismo Tribunal en pleno (art. 160 CE).

1.2.2.5. Funciones en relación con las Comunidades Autónomas

Además de los actos de otros órganos del Estado (por ejemplo la


sanción y promulgación de las leyes orgánicas de aprobación y reforma
de los Estatutos de Autonomía o de cualesquiera otras leyes en relación
con las Comunidades Autónomas) se pueden citar.
a) Convocatoria de los referéndums, concretamente los de iniciati-
va autonómica y de aprobación de reforma de los Estatutos de
autonomía plena [arts. 62.c), 151 y 152.2 CE].
b) Nombramiento del Presidente de las Comunidades Autónomas
(art. 152.1 CE), previamente elegido por la Asamblea Legislativa
correspondiente, y con el refrendo del Presidente del Gobierno
(STC 5/1987, de 27 de enero).
c) Promulgación de las leyes de las Comunidades Autónomas por
el Presidente de la Comunidad Autónoma «en nombre del Rey»,
según disponen los diferentes Estatutos de Autonomía. La razón
es simplemente la integración del ordenamiento jurídico de las
Comunidades Autónomas en el del Estado, cuya unidad simboliza
el Rey.

1.2.2.6. Otras funciones

Aunque, como vimos anteriormente, el Rey ejerce solo las funciones


que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes (art. 56.1 CE),

— 137 —
Temario

la situación no es tan evidente desde una interpretación sistemática de


los preceptos constitucionales.
En primer lugar, hemos de tener en cuenta la fórmula constitucional
del juramento del Rey establecida en el artículo 61.1 CE (ampliada en
sus mismos términos al Príncipe heredero en el art. 61.2). De acuerdo
con ese precepto, «el Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales,
prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y
hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los
ciudadanos y de las Comunidades Autónomas».
Es decir, parece que el Rey ha de ser «guardián» de la Constitución,
lo que, en tal caso, llevaría a preguntarnos inmediatamente por los
instrumentos efectivos de que dispone para llevar a cabo esa función.
Podría defenderse así su negativa a firmar leyes, decretos, decretos-leyes
o decisiones del Gobierno que estimara claramente inconstitucionales o
gravemente atentatorias a los derechos y libertades. Pero no es posible,
pues en unos casos la competencia del Rey se configura como actos debi-
dos (por ejemplo, la sanción y promulgación de las leyes) y en otros, esas
funciones son atribuidas por la Constitución a otros órganos del Estado,
por ejemplo, al Tribunal Constitucional el control de constitucionalidad
de leyes y disposiciones con rango de ley y la resolución del recurso de
amparo por violación de derechos fundamentales y libertades públicas
[art. 161.1.a) y b) CE], y a los Tribunales ordinarios el control de cons-
titucionalidad y de legalidad de normas y actos sin rango de ley [arts.
106.1, 161.1.a) a contrario y 163 CE].
En suma, parece que se trata de una cláusula retórica, que incluye
unas facultades que debieron desaparecer o darles un contenido efecti-
vo. Puesto que no se ha hecho, esa función de custodia o protección de
la Constitución que el artículo 61.1 CE atribuye al Rey se concreta en
el conjunto de facultades generales y específicas que le corresponden, y
tendría solo una virtualidad especial en situaciones límites para el Estado.
En segundo término, se ha planteado la posibilidad de facultades
implícitas del Rey, derivadas de las que le atribuyen expresamente la
Constitución y las leyes, fundamentalmente por su función simbólica de
integración y en cuanto arbitra y modera el funcionamiento regular de
las instituciones. Entre esas facultades, que pueden tener una indudable
relevancia política, podrían destacarse las audiencias y los discursos.
a) En cuanto a las audiencias, el Rey concede habitualmente au-
diencias a líderes políticos que no están en el Gobierno, a perso-
nalidades extranjeras, a líderes sociales sin funciones políticas
específicas y a representantes de grupos sociales, económicos,
culturales, etc. Aunque en la actualidad se trata de una práctica
ordinaria, en un principio se planteó su posibilidad jurídica. Quizá

— 138 —
Tema 2

una de las explicaciones más claras de esta facultad regia fue


la ofrecida por el entonces líder de la mayoría minoritaria de la
oposición, Felipe González, en unas declaraciones concedidas a
la salida de una audiencia real (recogidas en el diario El País de
25 de abril de 1980). «A mi juicio —decía Felipe González— este
tipo de consultas debían convertirse en algo acostumbrado..., sería
el propio Jefe del Estado quien debe juzgar a quién tiene que ver
y cuándo debe hacerlo», idea que «supondría el desarrollo del
poder moderador que la Constitución atribuye a la Corona y que
está por definir, aunque dada su complicación no puede regularse
sino mediante la práctica».
b) Respecto a los discursos, se trata de la facultad de pronunciar
discursos dirigidos a la Nación (a través de radio o televisión),
a las Cortes o a grupos representativos de las instituciones, que
no suponen ejercicio del poder ejecutivo, esto es, que no son es-
trictamente discursos del Gobierno, y que fueron definidos por el
portavoz socialista en la Comisión de Constitución del Senado,
en la sesión de 31 de agosto de 1978, como un hecho que confor-
maría la práctica constitucional. Es el caso, por ejemplo, de los
mensajes de Navidad, del discurso pronunciado ante las Cortes
en la sesión solemne de apertura de la legislatura, del discurso
pronunciado todos los años ante representantes de las Fuerzas
Armadas con motivo de la Pascua Militar, o del discurso dirigido
a los líderes políticos tras el intento de golpe de Estado de 1981.

1.3. La sucesión

La Constitución trata de la sucesión refiriéndose fundamentalmente


a la muerte del Monarca, ya que en el caso de inhabilitación por causa
de enfermedad o vejez, el Rey sigue siéndolo, aunque sus funciones las
desempeñe un Regente, como veremos posteriormente. En cuanto a las
abdicaciones y renuncias se resolverán por lo que determine una Ley
Orgánica.
El orden sucesorio viene establecido en el artículo 57.1 de la Constitu-
ción al disponer que «la Corona de España es hereditaria en los sucesores
de S.M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía
histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primoge-
nitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las
posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en
el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de
más edad a la de menos».
Es decir, el orden sucesorio se basa en los siguientes principios:

— 139 —
Temario

a) Primogenitura y representación, lo que supone la preferencia del


primer nacido de los descendientes del Rey, y subsidiariamente,
de los descendientes del primogénito, si éste hubiera fallecido.
b) Preferencia de las líneas anteriores sobre las posteriores. Este
principio debe interpretarse según el Código Civil que especifica
que las personas de diferentes generaciones forman una línea
directa, si descienden unas de otras, y colateral si no descienden
unas de otras, pero proceden de un tronco común (art. 916). En
este caso, serán directas las líneas que desciendan del Rey don
Juan Carlos I y colaterales las que desciendan de sus parientes
colaterales, que formen parte de la dinastía (esto es, que no hayan
renunciado o perdido sus derechos sucesorios). Se debe considerar
constitucionalmente posible la sucesión colateral puesto que la
Constitución no establece que la Corona sea hereditaria en los
descendientes del Rey don Juan Carlos I, sino en sus «sucesores».
Por consiguiente la preferencia de las líneas anteriores sobre las
posteriores implica, en primer lugar, la prioridad de las líneas
directas sobre las colaterales, y dentro de cada uno de estos dos
conjuntos, la de aquella línea que proceda del descendiente o, en
su caso, del pariente del Rey más próximo en el orden de suceder.
c) La preferencia dentro de la misma línea del grado más próximo
sobre el más remoto significa la prioridad de las generaciones o
grados anteriores (art. 915 Código Civil) sobre las más jóvenes.
d) La preferencia en el mismo grado del varón sobre la mujer es
una excepción al principio de igualdad jurídica de los sexos del
artículo 14 CE, fundamentada exclusivamente en la tradición.
e) La preferencia, en el mismo sexo, de la persona de más edad sobre
la de menos es una manifestación del principio de primogenitura.
De todos estos principios el único discutido durante el proceso
constituyente fue el de la preferencia del varón sobre la mujer. En este
punto, el senador Villar Arregui entendía que tal preferencia suponía
una contradicción con el principio de la igualdad de sexos proclamada
en la Constitución; pero que además, la postergación de la mujer sería
considerada como una vejación a todas las mujeres de España que no
entenderían que quienes estaban elaborando la Constitución dedicasen
«bellas palabras no discriminatorias a la hora de proclamar valores, pero
que discriminan radicalmente a la hora de organizar instituciones»; que
tal postergación suponía que «se habrá perdido el signo de la modernidad;
se habrá perdido el signo de los tiempos; habremos vuelto a anclar a la
Corona en la historia y no es en la historia donde la Corona debe estar,
sino proyectada hacia el futuro...». Por su parte, el Senador Satrústegui
replicaba que los razonamientos lógicos que se acababan de exponer no

— 140 —
Tema 2

se atenían a la realidad de la conciencia social en relación a lo que la


Monarquía significa: «A las dinastías —decía— cuando les falta un varón
que encarne la Corona, el hecho les produce la natural desilusión. Ello
entraña el que los futuros reyes tengan que tener distinto apellido del
que ostentaba la dinastía hasta ese momento... Por eso las Monarquías
modernas, menos la sueca, siguen ateniéndose a la regla que prevé el
proyecto de Constitución...». De otra parte, el mismo Senador señalaba,
en apoyo de su tesis, que si en las Repúblicas occidentales no suelen exis-
tir ya impedimentos jurídicos o legales que impidan la elección de una
mujer para el cargo de Jefe de Estado, en la práctica se siguen eligiendo
preferentemente a varones: «Hay una tendencia general -concluía- a que
el Jefe del Estado sea hombre...». De esta manera, los redactores de la
Constitución no se atrevieron a dar un paso que, pese a todo, habría to-
davía tropezado con la realidad y la conciencia social; y el artículo 57 de
la Constitución continúa la tradición española y aún general de conceder
preferencia al varón para el oficio de Rey.
El Príncipe heredero, como observamos al principio, desde su na-
cimiento o desde que se produzca el hecho que origine el llamamiento,
tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos vinculados
tradicionalmente al sucesor de la Corona.
Cabe añadir asimismo que la Constitución prevé la posibilidad de
que se extingan todas las líneas llamadas en derecho de suceder al Rey,
en este caso las Cortes Generales proveerán a la sucesión en la Corona
en la forma que más convenga a los intereses de España.
Se debe tener en cuenta, que conforme al artículo 57 de la Cons-
titución, si alguna de las personas que teniendo derecho a la sucesión
contrajere matrimonio contra la expresa prohibición del Rey y de las
Cortes Generales, ésta quedará excluida de la sucesión a la Corona por
sí y sus descendientes.
El Título II de la Constitución no es excesivamente prolijo a la hora
de dar solución a los problemas que pueden surgir con el orden de suce-
sión, o con las abdicaciones o renuncias, ya que se remite al efecto a lo
que sea resuelto en su caso por una Ley Orgánica.

1.4. La regencia

La Regencia es una institución de carácter público destinada a cu-


brir las funciones atribuidas al Rey en tanto se den los supuestos que la
originan, que son dos: mientras que el Rey sea menor de edad y en los
casos de inhabilitación. En nuestro derecho es de gran tradición históri-
ca, sírvanos de ejemplo, la Regencia de Espartero, la de Mª Cristina de
Borbón, la del General Serrano.

— 141 —
Temario

En el caso de minoría de edad, la Constitución determina que, cuando


el Rey fuese menor de edad, el padre o la madre del Rey y, en su defecto,
el pariente mayor de edad más próximo a suceder en la Corona, según el
orden establecido en la Constitución, entrará a ejercer inmediatamente
la Regencia, y la ejercerá durante el tiempo de la minoría de edad, por
mandato constitucional y siempre en nombre del Rey.
En el segundo caso, la inhabilitación deberá ser reconocida por las
Cortes, entrando a ejercer la Regencia algunas de las personas citadas
hasta la recuperación del Rey, su muerte o su abdicación.
La Regencia es, por tanto, una institución marcadamente provisional,
precisándose para su ejercicio ser español y mayor de edad.
Se debe tener en cuenta que se puede producir el hecho de que no
exista ninguna persona de las llamadas a ejercer la Regencia, en estos
casos, corresponderá a las Cortes Generales nombrarla, pudiendo compo-
nerse de una, tres o cinco personas. La regencia se ejercerá por mandato
constitucional y siempre en nombre del Rey.
Las funciones del Regente son, aunque no lo diga el artículo 59 que
regula la regencia, aquéllas que precisamente excluye el artículo 58 que
dispone que «la Reina consorte o el consorte de la Reina no podrán asu-
mir funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la Regencia», es
decir, las aludidas «funciones constitucionales» y que además de ejercerse
siempre en nombre del Rey, el Regente puede ejercer y debe ejercer, ade-
más de las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y
las leyes (art. 56), las denominadas «superfunciones» del propio artículo
56.1 (Jefatura del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra
y modera el funcionamiento regular de las instituciones y asume la más
alta representación del Estado español en las relaciones internacionales)
y las concretas competencias de los artículos 62 y 63, estando sometido
sin matiz alguno a la idéntica sujeción a refrendo y estatuto de irrespon-
sabilidad.
Esta absoluta identidad del ejercicio de funciones por el Rey y el
Regente viene confirmada por el artículo 61.2, que prevé que el Regente
o Regentes «...al hacerse cargo de sus funciones, prestarán el mismo jura-
mento así como el de fidelidad al Rey». Era ahí precisamente, de haberse
querido, donde podría haber previsto la Constitución excepción o reserva
respecto del ejercicio de todas las funciones, como se está sosteniendo
ahora. No se ha hecho y por tanto no hay distinción alguna que permita
construir una limitación de los poderes funcionales del Regente.
Hechas estas consideraciones hay que añadir que al titular del órgano
Regencia le son de aplicación las disposiciones que ahora examinaremos
sobre la inhabilitación para el ejercicio de la autoridad. La apreciación

— 142 —
Tema 2

de tal circunstancia o el fallecimiento del Regente hacen recaer la titula-


ridad de tal órgano en el siguiente llamado por la norma o, en su defecto,
en el elegido por las Cortes Generales. No parece que deba ofrecer duda
alguna este punto desde el momento en que aunque se trate de órgano
diferente, la identidad de funciones y la función a cumplir aconsejan que
se apliquen tales normas a la propia Regencia.
Hay una cuestión de la máxima importancia contenida en el artículo
59 y es la relativa a la naturaleza y reconocimiento de las causas de in-
habilitación para el ejercicio de la autoridad del Rey, punto sobre el que
ya ha existido polémica suficiente como para poder hablar de auténtico
debate doctrinal. El artículo 59.2 se refiere a una inhabilitación que, a
diferencia de la abdicación, determina la supervivencia en el inhabilitado
de la condición de titular del Organo y la asunción de sus funciones por
la Regencia.
La cuestión polémica se ciñe precisamente a esas llamadas con-
diciones de hecho o situaciones fácticas que determinan la entrada en
vigor de la Regencia por inhabilitación. Siempre se ha defendido que la
inhabilitación para el ejercicio de la autoridad, finalmente siempre en
manos de las Cortes Generales debe ser referida a las causas de inha-
bilitación estrictamente civiles que encuentran su acogida en la figura
de la incapacitación. En este sentido, el Rey queda inhabilitado para el
ejercicio de sus funciones cuando concurra causa de incapacitación, esto
es, una enfermedad o deficiencia persistente de carácter físico o psíquico
que impida a la persona gobernarse por sí misma. Así parece confirmarlo
la segunda expresión que utiliza el número 2 del artículo 59 al aludir al
reconocimiento de la imposibilidad, claro correlato del concepto utilizado
en el artículo 199 del Código Civil.
Si se hubiese utilizado únicamente el concepto de inhabilitación, po-
dría plantearse la tesis política, esto es, una actuación del Rey contraria a
la Constitución y a las leyes y que determinase tal inhabilidad, que reco-
nocerían a título de sanción las Cortes Generales. Además de las razones
que soportan otros argumentos favorables a la tesis de la inhabilitación
civil, me parece más relevante el concepto utilizado de imposibilidad como
interpretación literal más segura y plausible. Por otro lado, las posibles
actuaciones del Jefe del Estado contrarias a la Constitución y a las leyes
son ciertamente posibles pero muy difíciles de sistematizar, adquiriendo
especial gravedad el ejercicio de competencias sin el refrendo previsto en
el artículo 64 que en nuestra opinión podría afectar a lo que establece el
artículo 56.3 sobre inviolabilidad e irresponsabilidad.
Puede haber algunas otras cuestiones que genere la casuística de
la institución de la Regencia de gran interés histórico y con precedentes
suficientes. Todos ellos sugieren la conveniencia de regular la materia

— 143 —
Temario

reservada a la Ley Orgánica que postulamos como general y a la que se


refiere el artículo 57.5 de la Constitución que establece que «las abdica-
ciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra
en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica».
Por otra parte, debe tenerse en cuenta que la diferencia radical entre el
ejercicio de funciones constitucionales por el Regente y la función tutelar
tampoco debe impedir el examen de la conexión entre ambos campos de
actuación en nombre del Rey. Hay que indicar que existen dos normas
singulares dentro del artículo que por un lado recuerdan complejas si-
tuaciones históricas, como la designación de la Regencia por las Cortes
Generales y su composición o aquella prescripción que indica que se ejer-
cerá por mandato constitucional y siempre en nombre del Rey. Respecto
del primer punto, se indicó que la existencia de un Regente único era más
conforme a la naturaleza de la Monarquía y garantizaba la unidad de
dirección, así como implicaba facilitar la sanción y los actos de designación
del Presidente del Gobierno y disolución de las Cortes, existiendo también
razones de peso en ese momento en favor de la Regencia colectiva. En la
actual redacción constitucional, ha de entenderse que las Cámaras pueden
configurar el órgano con plena libertad dentro de las opciones que ofrece
el artículo 59.3 que dispone que «Si no hubiere ninguna persona a quien
corresponda la Regencia, ésta será nombrada por las Cortes Generales,
y se compondrá de una, tres o cinco personas» y siempre que se cumplan
las condiciones de acceso al ejercicio que regula el número 4 (ser español
y mayor de edad).
La extensión del supuesto aplicativo del artículo 59 regulador de
la Regencia a las ausencias definitivas o prolongadas que impidieran el
ejercicio de las funciones regias, sostenida por algunos autores, parece
dudosa aunque podría situarse el supuesto en una posible causa que
tuviera vinculación con la inhabilitación o imposibilidad y con alguna
actuación del órgano de representación que determinase tal aplicación
siendo más aceptable la tesis de García Torres respecto a una posible
instauración de la Regencia para el ejercicio transitorio de la función en
el caso de que se extinguieran todas las líneas llamadas en Derecho caso
en que las Cortes Generales proveerán a la sucesión en la Corona en la
forma que más convenga a los intereses de España. Sostiene este autor
igualmente que en el caso de la Regencia legítima por minoría de edad el
primer llamamiento se hace al consorte de la Reina difunta o a la consorte
del difunto Rey que conforme al artículo 58 solo pueden ejercer funciones
constitucionales como Regentes, sin que se les exija, «en desarmonía con
el artículo 60.1 de la Constitución... que permanezcan viudos mientras
ejerzan la Regencia», suscitándose la cuestión de si una identidad de sen-
tido entre ambos preceptos no puede implicar la exclusión de la Regencia
en el caso de que el Regente pierda tal estado civil.

— 144 —
Tema 2

Respecto a la extinción de la propia Regencia en cuanto constitución


del órgano, hay que distinguirla de las causas de pérdida del oficio de
Regente. En el primer caso hay que mencionar la mayoría de edad del
Rey menor o una hipotética desaparición reconocida por las Cortes de la
imposibilidad para reinar, ni prevista ni regulada en norma alguna. La
pérdida del oficio o remoción del titular se produce por el fallecimiento,
inhabilitación acordada por las Cortes o pérdida de la nacionalidad espa-
ñola también verificada por las Cortes, siendo también un punto conflictivo
la remoción sin causa de enfermedad o de pérdida de la nacionalidad
del Regente legítimo o electivo. Parece que la extensión de la cobertura
normativa que afecta al Jefe del Estado podría vedar la remoción por
otras causas, incluyéndose en el ámbito de libre voluntad sin exigencia
de refrendo la renuncia del Regente. Para este caso y para renuncia del
llamado se ha sostenido la aplicación por analogía del artículo 59.5 de la
Constitución que dice que «la Regencia se ejercerá por mandato consti-
tucional y siempre en nombre del Rey».

1.5. La tutela
La Constitución, solo reconoce la tutela por minoría de edad, dispo-
niendo su artículo 60 que «será tutor del Rey menor la persona que en
su testamento hubiese nombrado el Rey difunto, siempre que sea mayor
de edad y español de nacimiento; si no lo hubiese nombrado, será tutor
el padre o la madre mientras permanezcan viudos. En su defecto, lo
nombrarán las Cortes Generales, pero no podrán acumularse los cargos
de Regente y de tutor sino en el padre, madre o ascendientes directos del
Rey. El ejercicio de la tutela es también incompatible con el de todo cargo
o representación política». La tutela del Rey menor puede ser, al amparo
de ese precepto, de tres clases:
a) Tutela testamentaria: cuando el tutor del Rey menor sea nom-
brado por testamento por el Rey difunto; el tutor habrá de ser
mayor de edad y español de nacimiento. Cuestión discutida ha
sido si el testamento debe ser o no refrendado. La doctrina ma-
yoritariamente se ha decantado por el refrendo en atención a la
importante significación política del acto «mortis causa» por el
que se nombre tutor al Rey menor.
b) Tutela legítima: Procede en defecto de la testamentaria y co-
rresponde ser tutor al padre o la madre, mientras permanezcan
viudos.
c) Tutela parlamentaria: Tiene lugar en defecto de la tutela legítima,
procediéndose por las Cortes Generales a nombrar a un tutor
(art. 60.1).
Sólo está prevista en la Constitución la tutela del Rey menor, por lo
que ésta cesará con la mayoría de edad del Rey.

— 145 —
Temario

Finalmente se refiere el artículo 60 a las incompatibilidades de la


tutela. Estas son de dos tipos: a) incompatibilidad de cargos de Regente
y de Tutor; y b) incompatibilidad de la tutela con todo cargo o represen-
tación política. El término representación política no plantea ningún
problema: cualquier designación que encarne mediata o inmediatamente
la soberanía nacional; y en cuanto a los cargos, deben ser referidos a los
de carácter público o político.

1.6. El refrendo

El instituto del refrendo es consecuencia de la irresponsabilidad


política del Rey. Por esta razón, los actos del Rey, con las excepciones
indicadas en la Constitución, precisan del refrendo. El refrendo solo
admite las excepciones del nombramiento de los miembros civiles y
militares de su Casa, la libre distribución de la dotación presupuestaria
asignada para el mantenimiento de su familia y de su Casa y todos sus
actos personalísimos.
El artículo 64 de la Constitución dispone lo siguiente: «los actos del
Rey serán refrendados por el Presidente del Gobierno, y, en su caso, por
los Ministros competentes. La propuesta y el nombramiento del Presidente
del Gobierno, y la disolución prevista en el artículo 99 serán refrendados
por el Presidente del Congreso. De los actos del Rey serán responsables
las personas que lo refrenden». Con el refrendo, que no es más que la
contrafirma del Presidente del Gobierno, de los Ministros, o del Presidente
del Congreso, según los casos, se traslada al refrendante, es decir, a las
autoridades citadas, la responsabilidad por los actos del Rey.
De los actos que precisen del refrendo debemos distinguir, aquellos
cuyo contenido viene impuesto por la voluntad del órgano refrendante,
como, por ejemplo, los nombramientos y ceses de los Ministros, y aquellos
otros que no pueden imputarse a la voluntad del refrendante, como, por
ejemplo, los nombramientos de los miembros del Consejo General del
Poder Judicial, que han sido previamente elegidos.
Mención aparte representa el refrendo del Presidente del Congreso
al nombramiento por parte del Rey del Presidente del Gobierno, ya que
en este específico caso se vislumbra una auténtica prerrogativa real,
pues solo a la Corona le corresponderá tomar la decisión sobre cuál va
a ser su candidato a Presidente del Gobierno; por lo que, de prosperar
la candidatura de éste, el nombramiento que se produce a posteriori, no
es más que la constatación de una iniciativa del Monarca. Así pues, el
refrendo se transforma en este caso en el testimonio de una opción ejer-
citada por el Rey, de acuerdo con lo prevenido en el citado artículo 99 de
la Constitución.

— 146 —
Tema 2

1.7. El Príncipe heredero

Es evidente la importancia constitucional que posee la persona que


está llamada a convertirse en Rey, lo que explica su tratamiento en la
Constitución aunque de una manera menos detallada que en las ante-
riores.
En cuanto a sus títulos, el artículo 57.2 de la Constitución dispone
que «el Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca
el hecho que origine el llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de
Asturias y los demás títulos vinculados tradicionalmente al sucesor de la
Corona de España». Entre esos otros títulos pueden citarse los de Príncipe
de Girona o Príncipe de Navarra.
En segundo lugar, y precisamente por las funciones que debe desem-
peñar el Príncipe heredero, la Constitución regula también el juramento
que debe prestar. De acuerdo con el artículo 61.2 CE, el Príncipe herede-
ro, al alcanzar la mayoría de edad —dieciocho años según el artículo 12
CE— ha de prestar ante las Cortes Generales juramento de desempeñar
fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las
leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades
Autónomas, así como el de fidelidad al Rey. En cumplimiento de las pre-
visiones constitucionales, el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón
prestó juramento ante las Cortes reunidas en sesión conjunta el día 30
de enero de 1986.
En tercer término, y respecto al matrimonio del Príncipe heredero
no fue precisa, como ocurría en algunas Constituciones monárquicas an-
teriores, una ley de autorización expresa para el matrimonio del Príncipe
por lo que éste pudo contraerlo con la persona que libremente decidió.
Sin embargo, en el caso de que hubiese contraído matrimonio contra la
prohibición expresa del Rey y de las Cortes Generales hubiera quedado
excluido en la sucesión a la Corona por sí y sus descendientes (art. 57.4
CE).
En cuanto a las funciones del Príncipe heredero, ni la Constitución
ni ninguna otra norma las aclara expresamente, por lo que hasta la fecha
se han concretado en funciones representativas en nombre de su padre.
Se refiere la Constitución a la inhabilitación del Rey por imposibilidad
reconocida por las Cortes Generales, en cuyo caso el Príncipe heredero
entraría a ejercer inmediatamente la Regencia si fuere mayor de edad
(art. 59.2 CE).
Finalmente, la Constitución se refiere indirectamente al Príncipe
heredero en su artículo 65.1, cuando señala que «el Rey recibe de los
Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de
su Familia y Casa, y distribuye libremente la misma». No existe, sin

— 147 —
Temario

embargo, una dotación diferenciada para el Príncipe heredero, su Casa


y los Servicios que le deben asistir en sus funciones, por lo que algunos
autores como Jorge de Esteban y González-Trevijano consideran necesario
que se cree la normativa necesaria para llevar a cabo la emancipación
del Príncipe heredero a fin de asignarle un estatuto propio.

1.8. La familia real

No todos los familiares del Rey que puedan estar incluidos, de manera
más o menos próxima, en el orden de sucesión forman parte de la Familia
Real en sentido estricto, tal y como resulta definida por el Real Decreto
2917/1981, de 27 de noviembre. Esta norma, que regula el Registro Civil
de la Familia Real, determina que deben inscribirse en él los nacimientos,
matrimonios, defunciones y cualquier otro hecho inscribible relativo «al
Rey de España, su Augusta Consorte, sus ascendientes de primer grado,
sus descendientes y el Príncipe heredero de la Corona» (art. 1). Estas se-
rían por tanto jurídicamente las personas integrantes de la Familia Real.
La Constitución contiene alguna referencia a la Familia Real, bien
con carácter genérico (art. 65.1) o específicamente relativa a alguno de
sus miembros. En este sentido, además de los preceptos relativos al Rey
y al Príncipe heredero, antes examinados, el texto fundamental alude al
padre o la madre del Rey como titulares de la Regencia (art. 59.1 y 2) o
como tutores del Rey menor (art. 60.1).
Pero la Constitución hace una especial referencia a la Reina consorte
o al consorte de la Reina, estableciendo que no podrán asumir funciones
constitucionales, salvo lo dispuesto para la Regencia (art. 58). Algunos
autores, como Jorge de Esteban y González-Trevijano, sostienen aunque
sin demasiado fundamento que se trata de una excepción a lo dispuesto
en el artículo 32.1 de la Constitución, cuando señala que «el hombre y la
mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica».

2. ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DEL ESTADO

2.1. Introducción

La organización territorial del Estado, constituyó uno de los prin-


cipales problemas con los que se enfrentó el constituyente de 1978. La
ordenación del territorio realizada por la Constitución, fue la consecuencia
del proyecto de crear un Estado democrático, que recogiera la realidad
plural, no solo ideológica, sino también territorial, en la que se asienta.
El reconocimiento del hecho nacional, y de las peculiaridades que le dan
forma, supuso la quiebra de una de las ideas defendidas con más ahínco
por el régimen totalitario anterior. Este reconocimiento no podía ser úni-

— 148 —
Tema 2

camente formal sino que debía materializarse, mediante una fórmula que,
suficientemente consensuada, diera satisfacción a los distintos intereses
en juego. Rechazado el modelo federal, por las connotaciones disgregado-
ras que traía en aquel momento, y el modelo regional, por insuficiente,
se optó por un modelo autonómico, en la actualidad vigente.
La Constitución recoge los principios informadores del modelo
autonómico. El punto de partida es «la indisoluble unidad de la Nación
española, patria común e indivisible de todos los españoles», junto con
el reconocimiento y garantía del «derecho a la autonomía de las nacio-
nalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas»
(art. 2 CE). Este reconocimiento se reitera en el precepto que encabeza
el Título VIII («De la organización territorial del Estado»). Establece el
artículo 137 que «el Estado se organiza territorialmente en municipios, en
provincias y en las Comunidades Autónomas que se constituyan. Todas
estas entidades gozan de autonomía para la gestión de sus respectivos
intereses». Esto es, se definen las Comunidades Autónomas como entes
territoriales: el territorio constituye un elemento esencial, que opera
como límite de las competencias y facultades asumidas a través de los
Estatutos de Autonomía.
Sin embargo, como estableció STC de 29 de julio de 1981, no son
equiparables los tres órdenes de organización territorial del Estado, en
palabras de dicho Tribunal «la Constitución prefigura una división terri-
torial del poder público en entidades de distinto nivel, que son fundamen-
talmente el Estado, titular de la soberanía; las Comunidades Autónomas,
caracterizadas por la autonomía política, y las provincias y municipios
dotados de autonomía administrativa». Esta autonomía política, significa,
en palabras del mismo Tribunal (STC de 2 de febrero de 1981), que «las
Comunidades Autónomas gozan de una autonomía cualitativamente
superior a la administrativa que corresponde a los entes locales, ya que
se añaden potestades legislativas y gubernamentales que la configuran
como una autonomía de naturaleza política».
El Estado español se caracteriza, por tanto, por ser un Estado unita-
rio y descentralizado. Ambas calificaciones se encuentran perfectamente
distinguidas en el artículo 2 de la Constitución.. Ahora bien, ese Estado
descentralizado, o más comúnmente, ese Estado de autonomías, se ins-
titucionaliza a lo largo del articulado del Título VIII de la Constitución,
que bajo el epígrafe «De la Organización territorial del Estado» dedica
veintidós artículos (del 137 al 158) al análisis de la división territorial del
Estado. Dicho Título aparece dividido en tres capítulos, a saber: Capítulo
I «De los principios generales», Capítulo II «De la Administración Local»
y Capítulo III «De las Comunidades Autónomas».

— 149 —
Temario

2.2. Principios generales

El artículo 137 del texto constitucional establece que: «El Estado se


organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las Comu-
nidades Autónomas que se constituyan. Todas estas entidades gozan de
autonomía para la gestión de sus respectivos intereses». Por lo tanto, este
precepto nos da a entender que de la misma forma como los entes locales
están constituidos (cincuenta provincias y más de ocho mil municipios),
las Comunidades Autónomas tendrán que constituirse, es decir, que de-
berán ser objeto de un proceso abierto para su formación.
Un primer grupo de Comunidades Autónomas lo constituyen las
denominadas históricas, es decir, aquellas que, como dice la Disposición
Transitoria Segunda de la Constitución, tuvieron en el pasado un Estatuto
de Autonomía que fuese plebiscitado afirmativamente por la población
de la respectiva comunidad autónoma.
Un segundo grupo lo constituirán aquellas comunidades que sin
tales antecedentes, mediante el proceso a que nos referiremos en otra
pregunta del tema, han manifestado su voluntad de formar una comu-
nidad autónoma.
Por tanto, en este proceso abierto de creación de Comunidades Autó-
nomas, debemos distinguir los regímenes preautonómicos: vasco, catalán
y gallego y los regímenes postconstitucionales. Los primeros accedieron
a la autonomía a través del sistema abreviado recogido en la Disposición
Transitoria Segunda a la que hemos hecho referencia y los segundos, por
medio de dos procedimientos, que denominamos vía común y vía especial,
que serán objeto de comentario en otra parte de nuestro tema.
Junto a las Comunidades Autónomas el Estado se compone de otros
entes territoriales necesarios: municipios, provincias e islas que gozarán,
también, de autonomía para el cumplimiento de sus respectivos intereses.
La autonomía les viene atribuida y garantizada por la Constitución, en
su calidad de Administraciones Públicas de carácter territorial, y se tra-
duce en el ejercicio de las potestades previstas la Ley Básica de Régimen
Local; es una autonomía de carácter administrativo que le faculta para
cumplir los intereses propios que le vienen atribuidos por las leyes. En
el caso de los municipios, en su condición de entidades locales básicas,
sus intereses no serán otros que aquellos que contribuyan a satisfacer
las necesidades y aspiraciones de la comunidad vecinal. En el caso de las
provincias, al estar determinada por una pluralidad de municipios que la
constituyen, sus intereses se orientan a asegurar la prestación integral de
los servicios de competencia municipal y a participar en la coordinación
de las diferentes Administraciones Públicas.
Como ha señalado la sentencia del Tribunal Constitucional, de 28

— 150 —
Tema 2

de julio de 1981, nuestro texto constitucional persigue una distribución


vertical del poder entre entidades de distinto nivel, que son: el Estado,
titular de la soberanía, las Comunidades Autónomas caracterizadas por
una autonomía política y los entes locales dotados de una autonomía
administrativa.
Teniendo en cuenta que el Estado se organiza territorialmente en
Comunidades Autónomas, provincias y municipios, nuestra Constitución
sienta una serie de principios que caracterizan esa división territorial,
entre los cuales podemos destacar:

2.2.1. Principio de autonomía

De acuerdo con el citado artículo 137 deberá admitirse diferentes


niveles de autonomía en relación a cuales sean «sus respectivos intere-
ses». El Estado será, dentro de la diversidad territorial, la única entidad
soberana, las Comunidades Autónomas, al tener capacidad para producir
normas jurídicas con rango de ley, se les atribuirán una autonomía de
carácter político y, por último, a las Corporaciones Locales (provincias, mu-
nicipios e islas) se les dotarán de facultades suficientes para que puedan
hacer frente a la gestión de sus respectivos intereses, caracterizándose la
autonomía de los entes locales, como una autonomía administrativa, por
carecer de la facultad de dictar normas con rango de ley, aunque sí podrán
aprobar Ordenanzas y Reglamentos, con valor subordinado a la ley.

2.2.2. Principio de participación democrática

La participación democrática se podrá ejercer de forma directa, (como


podemos encontrar en los regímenes especiales del Concejo Abierto), como
de forma representativa (eligiendo los concejales), a través del sufragio
universal, libre, igual, directo y secreto, según el procedimiento estable-
cido en la Ley Orgánica de Régimen Electoral, de 19 de Junio de 1985, si
bien en el caso de los diputados provinciales la elección se efectuará de
manera indirecta, es decir, entre los propios Concejales electos.

2.2.3. Principio de autosuficiencia financiera

El principio de autonomía estaría vacío de contenido si los entes


territoriales no dispusieran de suficientes recursos para hacer frente a
sus múltiples necesidades. Con relación a las Comunidades Autónomas,
el artículo 156 del Texto constitucional, les atribuye autonomía financiera
para el cumplimiento de sus respectivas competencias, con arreglo a los
principios de coordinación con la Hacienda estatal y de solidaridad entre
todos los españoles, instaurándose un sistema mixto de financiación in-
tegrado por sus propios tributos y por su participación en los del Estado.

— 151 —
Temario

Con respecto a los entes locales, el artículo 142 resalta, por un lado, el
principio de suficiencia financiera, con lo cual se denota la importancia
que tiene para las Corporaciones locales el que cuenten con ingresos su-
ficientes, tanto provenientes de sus propios recursos financieros como del
Estado y de las Comunidades Autónomas, y por otro lado el de autonomía
financiera, con el cual se posibilita a los entes locales la aprobación de sus
propios presupuestos y la determinación de la carga financiera que va a
imponer a sus propios vecinos, dentro de los términos que permita la Ley.

2.2.4. Principio de solidaridad

Este principio se destaca en el artículo 138 de la Constitución, signi-


ficándose que el Estado deberá garantizar la realización efectiva de este
principio, estableciendo un equilibrio económico adecuado y justo entre
las diferentes partes del territorio. A tal efecto, se establece un Fondo de
Compensación Interterritorial con destino a gastos de inversión, con el
fin de corregir desequilibrios regionales.

2.2.5. Principio de inexistencia de privilegios por razón del territorio

En el sentido de que todos los españoles tengan los mismos derechos


y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado, con lo cual
no se podrán imponer medidas que limiten la libertad de circulación y
establecimiento de las personas y los bienes.

2.3. La Administración Local

3.3.1. El régimen local español

El régimen local, como cualquier otra institución jurídica, debe anali-


zarse desde la perspectiva de la Constitución y la doctrina que al respecto
siente el Tribunal Constitucional. La regulación constitucional del régi-
men local español se inserta en el Capítulo Segundo del Título VIII de la
constitución que a pesar de su notoria brevedad, testimonia la existencia
de los entes locales, como último eslabón de la división territorial del Es-
tado. A pesar de su brevedad, dado que lo integra solamente tres artículos
(artículos 140 a 142, inclusive), es lo suficientemente elocuente como para
determinar cuál es el significado del Régimen Local. En tales preceptos
se destaca el significado de los municipios como entidades básicas de
la organización territorial del Estado, se personifican a las provincias,
como entidades locales con personalidad jurídica propia e integradas por
la agrupación de municipios y al mismo tiempo como división territorial
del Estado para el cumplimiento de sus propios intereses, y se destaca la
ineludible necesidad de que tales entes tengan suficientes recursos para
hacer frente a sus necesidades.

— 152 —
Tema 2

En cuanto a la entidad territorial básica, es decir, el municipio, el


citado artículo 140 dispone lo siguiente: «la Constitución garantiza la au-
tonomía de los municipios. Estos gozarán de personalidad jurídica plena.
Su gobierno y administración corresponde a sus respectivos Ayuntamien-
tos, integrados por los Alcaldes y los Concejales. Los Concejales serán
elegidos por los vecinos del municipio mediante sufragio universal igual,
libre, directo y secreto, en la forma establecida por la ley. Los Alcaldes
serán elegidos por los Concejales o por los vecinos. La ley regulará las
condiciones en las que proceda el régimen del concejo abierto».
En lo concerniente a la provincia, el artículo 141 destaca que «la
provincia es una entidad local con personalidad jurídica propia, deter-
minada por la agrupación de municipios y división territorial para el
cumplimiento de las actividades del Estado. Cualquier alteración de
los límites provinciales habrá de ser aprobada por las Cortes Generales
mediante ley orgánica. El gobierno y la administración autónoma de las
provincias estarán encomendados a Diputaciones u otras Corporaciones
de carácter representativo. Se podrán crear agrupaciones de municipios
diferentes de la provincia. En los archipiélagos, las islas tendrán además
su administración propia en forma de Cabildos o Consejos».
Por último, el artículo 142 hace referencia al principio de suficien-
cia financiera y al de sistema mixto de financiación. Así «las Haciendas
locales deberán disponer de los medios suficientes para el desempeño
de las funciones que la ley atribuye a las Corporaciones respectivas y se
nutrirán fundamentalmente de tributos propios y de participación en los
del Estado y de las Comunidades Autónomas».
Ahora bien, como nuestro texto constitucional no es demasiado
prolijo en el análisis del régimen local, siendo dos normas estatales que
lo desarrollan, de acuerdo con las previsiones contenidas en el artículo
148.1.18 de la misma, al corresponder al Estado la competencia exclu-
siva para dictar las bases del régimen jurídico de las Administraciones
Públicas. De tal modo, y en cumplimiento de dicho mandato, y a fin de
garantizar, al mismo tiempo, su autonomía, consagrada, como hemos
visto en el artículo 137, se dictaron la Ley de Bases de Régimen Local, de
2 de Abril de 1985 y el Texto Refundido de las disposiciones vigentes en
esta materia, (Real Decreto Legislativo 781/1986, de 18 de Abril de 1986)
y en el aspecto financiero, la Ley de Haciendas Locales, que conforme a
lo prevenido en su artículo primero, también tiene la consideración de
bases del régimen jurídico de tales Administraciones.
Enmarcado el régimen jurídico en donde se deben desenvolver las
Corporaciones Locales, es preciso, siguiendo a Francisco Lliset, revelar
una cuestión previa que va a facilitar nuestro conocimiento de la temática
local: Administración Local y Régimen Local son dos conceptos que se

— 153 —
Temario

suelen emplear simultáneamente y sin embargo cada uno de ellos tiene


una dimensión distinta.
Los entes locales, como dice Angel Ballesteros, necesitan de una
organización que sea capaz de reconducir las funciones y competencias
que la Ley les atribuye, y al mismo tiempo, personifique, a través de sus
órganos, el carácter democrático de tales instituciones. Por tal motivo,
el ordenamiento jurídico, y más concretamente la LPAC califica como
Administración Pública a las entidades que integran la Administración
Local, imponiendo los mismos principios informadores que al resto de
las Administraciones Públicas, y que no son otros que los establecidos
en el artículo 103 de la Constitución, a los que hemos hecho referencia
en Temas anteriores. Pero, al mismo tiempo, en su condición de Admi-
nistración Pública, se le atribuye las mismas potestades y privilegios
que a las demás Administraciones Públicas (estatal o autonómica), a fin
garantizar el ejercicio de sus propias obligaciones.
Tal como dispone el artículo 2 de la LPAC se entenderá por Admi-
nistración Pública:
a) La Administración General del Estado.
b) Las Administraciones de las Comunidades Autónomas.
c) Las entidades que integran la Administración Local.
d) Otras entidades de Derecho Público que ejerzan potestades ad-
ministrativas.
La Administración Local es, por tanto, una de las Administraciones
en las que se subdivide la Administración Pública, y es la que representa
el conjunto de entes territoriales locales dotados de personalidad jurídica
propia y distinta de la del Estado y de la de las Comunidades Autónomas
y que se caracteriza por la representación electiva de sus miembros y el
carácter autónomo de su gestión frente a otras Administraciones Públicas.
El Régimen Local es un concepto mucho más amplio que el de Admi-
nistración Local, ya que decir Régimen Local, como expone el preámbulo
de la Ley de Bases de dicho nombre, es decir autonomía, cuya efectividad
se logra a través de dos instituciones jurídicas, a saber: la representativi-
dad directa y la personificación. La primera, se proyecta por la puesta en
práctica de un sistema democrático de elecciones, bien de forma directa
(el Concejo Abierto) o de forma representativa (los Ayuntamientos) y en
cuanto a la personificación se manifiesta ésta a través de la existencia de
una organización necesaria para que puedan hacer frente a sus propias
necesidades.
Así pues, los entes locales, a diferencia de los demás entes terri-
toriales —Estado y Comunidades Autónomas— obedecen a una forma

— 154 —
Tema 2

democrática de Administración Pública. Tales entes están regidos, bien


por los propios ciudadanos, como sucede en el régimen del Concejo Abier-
to, en donde el gobierno y la administración municipal corresponde a
un Alcalde, elegido por los vecinos y a una Asamblea vecinal de la que
forman parte todos los electores; o bien, a través de sus representantes,
Concejales, elegidos por sufragio universal, libre, igual, directo, y secreto
que constituirán el Ayuntamiento y elegirán, entre ellos, al propio Alcalde.
Esta cualidad de autodeterminación, sólo predicable de los entes locales,
les convierte en una pieza fundamental de la democracia.
La personificación de los órganos de gobierno de las Corporaciones
Locales se manifiesta, como establece el artículo 140 de la Constitución,
en los respectivos Ayuntamientos, integrados por los Alcaldes y los Con-
cejales.
El régimen orgánico de las Corporaciones Locales se caracteriza por
su uniformidad, respecto a los denominados órganos necesarios (Pleno,
Presidente, Tenientes de Alcalde o Vicepresidentes en las Diputaciones,
Comisión de Gobierno y demás órganos consultivos y de seguimiento)
y por su variedad, en cuanto a sus órganos complementarios, ya que la
existencia de los mismos dependerá de lo que establezcan sus propios
Reglamentos Orgánicos.

3.3.2. Principios constitucionales

La Constitución española de 1978 establece un Estado cuya orde-


nación jurídica reside en el llamado Estado de las autonomías. Pero la
existencia de diecisiete Comunidades Autónomas y de dos Ciudades
Autónomas no pueden ignorar, que a un nivel territorial más bajo, se
encuentran las provincias y los municipios. Por tal razón, como manifiesta
el Preámbulo de la Ley de Bases de Régimen Local, la autonomía local no
puede definirse de forma unidimensional, desde una posición localista o
regionalista, sino que requiere ser situada en el marco del ordenamiento
integral del Estado. Así pues, la Constitución, no sólo residencia la so-
beranía en el pueblo español, sino que también expresa que existe una
sola y exclusiva soberanía, personificada en un sólo pueblo con un destino
político común, pero asimismo representa una pluralidad de nacionalida-
des y regiones, pero es, además, un sinnúmero de Corporaciones Locales
(50 provincias y más de 8.000 municipios) que se estructuran para la
satisfacción de sus propios intereses como partes definidas de un Estado
complejo. Así pues, como dice la doctrina constitucional en esta mate-
ria, es legítimo sostener una concepción amplia y compleja del Estado,
compuesto por una pluralidad de organizaciones de carácter territorial,
dotadas de autonomía.

— 155 —
Temario

Dentro de este contexto nos tenemos que referir a los principios


constitucionales del régimen local, que están contenidos en los artículos
137, 140, 141 y 142 de la Constitución, los cuales testimonian unos va-
lores esenciales que deberán ser respetados por la legislación básica del
Estado y por la legislación de desarrollo de las Comunidades Autónomas.
Estos principios informadores del régimen local implantados por nuestra
Constitución son fundamentalmente los siguientes: autonomía, elección
democrática y suficiencia financiera.

3.3.2.1. Autonomía

El concepto de autonomía referido a las Corporaciones Locales no


tiene el mismo alcance y significado que cuando se habla del derecho a la
autonomía de las Comunidades Autónomas. La autonomía es sinónimo
de capacidad normativa, es decir, facultad para dictar normas de rango
legislativo, por lo que desde esta concepción, las Corporaciones Locales no
gozan de la facultad para aprobar leyes, ya que tal potestad sólo la tienen
atribuidas las Cortes y las Asambleas Legislativas de las Comunidades
Autónomas. Por tal razón, es preciso delimitar el concepto de autonomía,
tal como lo hace la importante Sentencia del Tribunal Constitucional,
de 2 de Febrero de 1981, a la que hemos aludido anteriormente, al decir
que «ante todo resulta claro que la autonomía hace referencia a un poder
limitado. En efecto, autonomía no es soberanía —y aún este poder tiene
sus límites— y dado que cada organización territorial dotada de auto-
nomía es una parte del todo, en ningún caso el principio de autonomía
puede oponerse al de unidad, sino que es precisamente dentro de éste
en donde alcanza su verdadero sentido, como expresa el artículo 2 de la
Constitución. De aquí que el artículo 137 de la Constitución delimite el
ámbito de estos poderes autónomos, circunscribiéndolos a la gestión de
sus respectivos intereses, lo que exige que se dote a cada ente de todas
las competencias propias y exclusivas que sean necesarias para satisfacer
el interés respectivo».
La autonomía, por tanto, en lo que respecta a los entes locales, se
refiere al reconocimiento de una serie de potestades de acción que van a
garantizar el cumplimiento de sus propios intereses. A tal efecto el artículo
4 de la LBRL atribuye a tales entes en su calidad de Administraciones
Públicas de carácter territorial, el ejercicio de las siguientes potestades:
a) Potestad reglamentaria y de autoorganización.
b) Potestad tributaria y financiera.
c) Potestad de programación o planificación.
d) Potestad expropiatoria y de investigación, deslinde y recuperación
de oficio de sus bienes.
e) Presunción de legitimidad y ejecutividad de sus actos.

— 156 —
Tema 2

f) Potestad de ejecución forzosa y sancionadora.


g) Potestad de revisión de oficio de sus actos y acuerdos.
h) Inembargabilidad de sus bienes y derechos, así como las prela-
ciones y preferencias reconocidas a la Hacienda Pública para los
créditos de la misma.
Esta autonomía es predicable no sólo de los municipios, provincias
y territorios insulares, sino también de aquellos otros entes enumera-
dos en el artículo 3 de la Ley de Bases de Régimen Local, como son las
mancomunidades de municipios, las comarcas, las áreas metropolitanas
u otros entes supramunicipales e incluso los entes de ámbito inferior al
municipio, aunque evidentemente sus competencias no serán tan amplias
como las de los primeros (municipios, provincias e islas), ya que su ámbito
de actuación no podrá limitar las competencias propias de tales entes,
dependiendo de las leyes de las Comunidades Autónomas, la concreción
de aquellas potestades que le puedan ser atribuidas.
Los criterios actualmente predominantes en la Europa Occidental
sobre el régimen local suelen coincidir con lo anteriormente expuesto, así
la Carta Europea de la Autonomía Local, aprobada por la Conferencia
de Poderes Locales y Regionales del Consejo de Europa, en octubre de
1981, consagra a las colectividades locales como uno de los principales
fundamentos de un Estado democrático.
Asimismo cabe hacer referencia a la defensa de la autonomía local
como un proceso que se sitúa dentro de las reformas legislativas derivadas
del Pacto Local y que tiende a cumplir la previsión de la Carta Europea
de la Autonomía Local, con respecto a la creación de una vía jurisdiccio-
nal, para que los Entes locales puedan asegurar el libre ejercicio de sus
competencias, y el respeto al principio de autonomía local consagrado en
la Constitución.
Así, la Ley Orgánica 7/1999, de 21 de abril, de modificación de la Ley
Orgánica 2/79, de 3 de octubre del Tribunal Constitucional, introduce en
nuestro ordenamiento un nuevo proceso constitucional denominado «Con-
flicto en Defensa de la Autonomía Local». Según establece la Exposición
de Motivos «el nuevo procedimiento abre una vía para la defensa especí-
fica de la autonomía local ante el Tribunal Constitucional que permitirá
a éste desarrollar la interpretación de la garantía constitucional de tal
autonomía en el marco de la distribución territorial del poder».
La citada Ley legitima para la interposición del conflicto en defensa
de la autonomía local a los municipios, las provincias y las islas, aunque
dicha legitimación tenga un carácter restringido, ya que, un único mu-
nicipio o provincia carece de capacidad para interponer el conflicto, salvo
cuando sea destinatario único de la ley que pretenda cuestionar.

— 157 —
Temario

3.3.2.2. Elección democrática

La autonomía local para su desenvolvimiento precisa de una institu-


ción capaz de hacerla efectiva, la cual por expreso mandato constitucional
ha de ser representativa. Los artículos 140 y 141 del texto constitucional
disponen, como hemos visto, que el gobierno y administración de los muni-
cipios y provincias corresponden, respectivamente, a los Ayuntamientos y
a las Diputaciones u otras Corporaciones de carácter representativo. Los
Concejales serán elegidos por los vecinos del municipio mediante sufragio
universal, libre, igual, secreto y directo, en la forma establecida en la Ley
Orgánica de Régimen Electoral, de 19 de junio de 1985. Sin embargo, los
Diputados, serán elegidos entre los propios Concejales, siendo, por tanto,
una elección de segundo grado.
El principio de elección democrática exige que la gestión de las
competencias locales esté a cargo de órganos integrados por personas
que ostenten una legitimidad basada en un proceso electivo. Así pues,
de la lectura del citado artículo 140 se deducen dos regímenes distintos,
uno primero de democracia directa, personificado en el Consejo Abierto,
aplicable a aquellos municipios inferiores a 100 habitantes o a aquellos
otros que tradicionalmente cuenten con este régimen singular, en donde
el gobierno y administración municipal corresponde a un Alcalde, elegi-
do entre los vecinos, y a una Asamblea vecinal integrada por todos los
electores, ajustando su funcionamiento a los usos o costumbres locales.
Y un segundo régimen, que es la fórmula preponderante, de democracia
representativa, en donde son los concejales, elegidos por sufragio univer-
sal, libre, igual, directo y secreto, los que constituyan el Ayuntamiento,
eligiendo directamente entre los mismos al propio Alcalde, en la primera
sesión constitutiva de Pleno, siendo candidatos a la Alcaldía los cabezas
de listas.
En la actualidad, las disposiciones reguladoras de las elecciones
municipales y a Diputados provinciales se encuentran establecidas en la
citada Ley Orgánica de Régimen Electoral General, pudiendo destacarse,
al efecto, las siguientes notas:
a) El sufragio activo: El sufragio activo para las elecciones munici-
pales será ejercido por los vecinos del término municipal, estando
calificados como tales, los españoles, mayores de edad, que estén
inscritos en el censo electoral y residan en el municipio, y estén
en posesión de sus derechos políticos, pudiendo gozar de dicho
derecho los residentes extranjeros en España, cuyos respectivos
países permitan el voto a los españoles en dichas elecciones, en
los términos de un Tratado.

— 158 —
Tema 2

b) El sufragio pasivo: El sufragio pasivo será ejercitado por los


españoles que poseyendo la cualidad de electores, no se encuen-
tren incursos en las causas de inelegibilidad e incompatibilidad
establecidas en la precitada Ley. A tal efecto, debemos señalar
que la ratificación por parte de España del Tratado de la Unión
Europea (Maastricht) ha obligado a adaptar nuestro texto cons-
titucional al contenido del citado Tratado, por tal motivo ha sido
necesario llevar a cabo el primer proceso de reforma de nuestra
Constitución, concretamente del artículo 13, de modo que pueda
autorizarse el ejercicio del sufragio pasivo (ya no sólo el sufragio
activo), a aquellos residentes extranjeros originarios de los países
miembros de la Comunidad Europea.
c) El sistema electoral: Cada término municipal constituye una
circunscripción en la que se elige el número de Concejales que
resulte de la aplicación de una escala. La Ley Orgánica 2/2011
modificó el régimen electoral de los municipios que funcionan en
régimen de concejo abierto de forma que cada término municipal
constituye ahora una circunscripción en la que se elige el número
de concejales que resulte de aplicación de la siguiente escala:
Hasta 100 residentes 3 Concejales, de 101 a 250 residentes 5
Concejales. El número de concejales para el resto de municipios
se inicia cinco concejales para municipios de 101 a 250 residentes
finaliza con el número de 25 miembros para aquellos municipios
que tengan una población de derecho entre 50.001 y 100.000 re-
sidentes. Superados los 100.000 residentes se elegirá un concejal
más por cada 100.000 residentes o fracción, añadiéndose uno
más cuando el resultado sea par. A tal efecto, el artículo 179 de
la citada Ley Orgánica determina la siguiente escala:
De 101 a 250.................................. 5
De 251 a 1.000............................... 7
De 1.001 a 2.000............................ 9
De 2.001 a 5.000............................ 11
De 5.001 a 10.000.......................... 13
De 10.001 a 20.000........................ 17
De 20.001 a 50.000........................ 21
De 50.001 a 100.000...................... 25
Los Diputados, como vimos anteriormente, no se eligen direc-
tamente, sino mediante una elección de segundo orden, ya que
serán electores los Concejales elegidos dentro de los municipios
de la provincia, distribuyéndose los puestos de Diputados entre
los partidos judiciales existentes en la provincia en razón a la
población, contando al menos cada uno de ellos con un Diputado.
Determinado el número de Diputados correspondiente a cada par-

— 159 —
Temario

tido judicial, la Junta Electoral de Zona procederá a distribuir los


puestos que correspondan a los partidos políticos en cada partido
judicial, mediante la aplicación del procedimiento conforme a las
reglas del sistema D’Hont, según el número de votos obtenido
por cada grupo político en el partido judicial.
d) En lo que se refiere a la elección de Alcalde, la Constitución es-
tablece dos posibilidades: que sea elegido directamente por los
vecinos o por los Concejales. En el primer caso, que afectará a
los municipios que tradicional y voluntariamente cuenten con
ese singular régimen de bobierno y administración y aquellos
otros en los que por su localización geográfica, la mejor gestión
de los intereses municipales u otras circunstancias lo hagan
aconsejable, serán elegidos directamente por los vecinos, siendo
candidato cualquiera de los electores. En el segundo, se elegirá
por la mayoría absoluta de los votos de los Concejales que inte-
gran el Ayuntamiento, entre los candidatos, que serán aquellos
Concejales que encabecen las listas electorales. En caso de no ob-
tener ningún candidato dicha mayoría, será proclamado Alcalde
el Concejal que encabece la lista más votada en el municipio. En
los municipios comprendidos entre 100 y 250 habitantes serán
candidatos todos los Concejales.
En lo que respecta a la elección de Presidente de la Diputación,
el candidato, que podrá ser cualquier Diputado, precisará para
su elección la mayoría absoluta de los votos de los Diputados en
una primera votación y la mayoría simple en una segunda, caso
de no haber obtenido en la primera dicha mayoría.

3.3.2.3. Suficiencia financiera

El principio de autonomía estaría vacío de contenido si las Corpo-


raciones Locales no tuvieran suficientes recursos para hacer efectivo la
realización de dicho principio. Del articulado de la Constitución, funda-
mentalmente de sus artículos 137 y 142, se desprenden tres consecuencias
jurídicas que vamos a analizar:
a) La autonomía financiera, entendida como parte esencial de la
autonomía o capacidad de autogobierno de los Entes locales.
b) El principio de suficiencia financiera en el sentido de que se cuente
con recursos suficientes para prestar los servicios propios de su
competencia.
c) La estructura del sistema de ingresos de las Corporaciones
Locales impuesta por la propia definición del artículo 142 de la
Constitución.

— 160 —
Tema 2

La autonomía financiera
La autonomía financiera significa recursos propios y capacidad de
decisión, es decir, que cada Corporación Local es libre para decidir el
empleo de sus recursos y la forma de emplearlos.
Ejemplos de este principio lo encontramos en la amplia enumeración
de facultades que pueden ostentar las Corporaciones Locales, en mate-
ria financiera y presupuestaria. Así, los entes locales podrán ejercer las
siguientes potestades:
a) Potestad reglamentaria: A través de la cual pueden aprobar,
por sí mismos, sin otro control que el de legalidad ejercitado por
los Tribunales, las Ordenanzas Fiscales que han de regir la tri-
butación autónoma local, naturalmente siguiendo, en cuanto a
su procedimiento y contenido, las determinaciones de la Ley de
Haciendas Locales. La potestad tributaria de las Corporaciones
Locales es, por tanto, de carácter derivado, ya que sólo podrán
establecer y exigir aquellos tributos que vengan preestablecidos
por la Ley, toda vez que la potestad originaria, según el artículo
133 de la Constitución, se residencia en el Estado y se ejercita
por medio de Ley.
b) Potestad de programación o planificación: Que se manifiesta en la
capacidad para aprobar y ejecutar sus propios Presupuestos, como
expresión contable de los gastos que el ente local puede realizar y
de los ingresos que se prevean para cubrirlos durante el ejercicio
económico equivalente a una anualidad. Ahora bien, los entes
locales no son completamente libres a la hora de determinar sus
gastos, ya que tendrán que hacer frente preferentemente a las
obligaciones derivadas de la ley, en especial aquellas de carácter
obligatorio establecidas por el artículo 26 de la Ley de Bases de
Régimen Local. Desde la perspectiva puramente presupuesta-
ria, y a fin de que tales cartas económicas respondan a criterios
de uniformidad y generalidad, se introduce la exigencia de un
modelo de estructura presupuestaria como uno de los elemen-
tos esenciales de coordinación, estableciendo el artículo 112 de
la Ley de Bases de Régimen Local que «la Administración del
Estado determinará con carácter general la estructura de los
presupuestos de las Corporaciones Locales». La uniformidad es
una pieza clave para que cada ente local pueda instrumentalizar
su hacienda particular como componente de un todo, el Estado,
del que forma parte.
c) La potestad sancionadora y de ejecución forzosa, la de revisión de
oficio de sus propios actos, la de prelaciones y preferencias para
el cobro de los créditos que se le adeudan y la de inembargabili-

— 161 —
Temario

dad de sus bienes y derechos que estén afectos al uso o servicio


público: Se completa así el cuadro de potestades, que no son más
que otras manifestaciones del principio de autonomía financiera,
instrumentos, todos ellos, necesarios para que tales entes puedan
llevar a buen puerto el cumplimiento de sus múltiples competen-
cias.

La suficiencia financiera

Por suficiencia financiera debemos entender que los entes locales


cuenten con los recursos apropiados para hacer frente a sus necesidades.
De esta forma la Constitución garantiza en su artículo 142 el carácter de
suficiencia, al determinar que: «Las Haciendas Locales deberán disponer
de los medios suficientes para el desempeño de las funciones que la ley
atribuye a las Corporaciones respectivas».
A lo largo de la evolución histórica de los entes locales siempre ha
estado presente la falta de dotación de recursos, situación que se agrava
cuando tales entes locales pierden dependencia respecto al Estado y
adquieren un techo de competencias de mayor trascendencia que el que
tenían en la etapa precedente. Por tal razón, el principio de suficiencia ad-
quiere un rango constitucional a fin de garantizar la dotación de recursos
necesarios para que las Corporaciones Locales hagan frente a sus fines.
Así pues, la autonomía de los entes locales va a encontrar un camino
efectivo para su realización propiciado por unos medios económicos, a los
que hacemos referencia a continuación.

Sistema mixto de financiación

El sistema financiero establecido por la Constitución en su artículo


142 es de carácter mixto al disponer que «las Haciendas Locales... se
nutrirán fundamentalmente de tributos propios y de participación de los
del Estado y de las Comunidades Autónomas». La Constitución impone,
por tanto, a las leyes posteriores que desarrollen el sistema financiero
local este carácter mixto, instituyendo la participación del Estado y de
la Comunidad Autónoma no a modo de subvención, como podría haber
sucedido en épocas anteriores, sino como un derecho que tienen las Cor-
poraciones Locales a percibir estos recursos. Estas transferencias han de
responder al modelo de participación o de dotación de modo que el ente
local pueda prever con suficiente antelación la cuantía que ha de percibir.
En la estructuración de los recursos locales se pueden diferenciar
tres grupos: recursos no tributarios, los recursos tributarios y la parti-
cipación en tributos del Estado y de las Comunidades Autónomas. La

— 162 —
Tema 2

Ley reguladora de las Haciendas Locales, de 28 de diciembre de 1988,


desarrolla estos tres grupos de recursos a los que se ha hecho referencia,
de la siguiente forma:
a) Recursos no tributarios: Dentro de los recursos no tributarios se
incluyen los que proceden de sus ingresos de derecho privado, los
precios públicos, los rendimientos de las operaciones de crédito, el
producto de las multas y sanciones y las prestaciones personales
y de transportes.
b) Recursos tributarios: En el campo de los recursos tributarios
coexisten los impuestos, las tasas y las contribuciones especiales.
Respecto a los primeros se implantan tres grandes impuestos
de carácter obligatorio: el Impuesto sobre Bienes Inmuebles, el
Impuesto sobre Actividades Económicas y el Impuesto sobre Ve-
hículos de Tracción Mecánica, y otros dos impuestos de carácter
potestativo: el Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y
Obras y el Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terre-
nos de Naturaleza Urbana. En cuanto a las tasas, su imposición
grava bien aquellos servicios o actividades que puedan prestar
la Corporación Local que no sean susceptibles de ser prestados
o realizados por el sector privado, o bien los casos de utilización
especial del dominio público. En lo que respecta a las contribu-
ciones especiales debemos indicar que su hecho imponible está
constituido por el beneficio o aumento de valor de los bienes
como consecuencia de la realización de obras públicas o servicios
prestados por las Corporaciones Locales.
c) Participación en tributos del Estado y de las Comunidades
Autónomas: Finalmente, la participación de los municipios en
los tributos del Estado se configura a través de un porcentaje
sobre la recaudación líquida del Estado expresado a través de
los Presupuestos Generales del Estado. El importe global de la
participación se distribuye con arreglo a determinados módulos,
establecidos en la propia LHL.

2.3.3. Regulación jurídica

Declarado inconstitucional el artículo 5 de la Ley de Bases de Régi-


men Local (Sentencia del Tribunal Constitucional, de 21 de Diciembre
de 1989) por el que se determinaba el sistema de fuentes normativas,
es preciso remitirnos a nuestro texto constitucional para encontrar cual
será el ordenamiento jurídico regulador del régimen local. A tal efecto,
debemos señalar tres niveles normativos de diferente alcance: el Estatal:
leyes básicas; el autonómico: leyes autonómicas y de desarrollo de las del
Estado; y el local: Reglamentos, Ordenanzas y Bandos.

— 163 —
Temario

a) Dentro del primer nivel, es decir, el básico debemos resaltar que


la Constitución, en su artículo 149.1.18, reserva a la exclusiva
competencia del Estado la regulación de las bases del régimen
jurídico de las Administraciones Públicas, entre las que se en-
cuentra la propia Administración Local. Dentro de este apartado
se enumeran las siguientes normas de rango legislativo:
— Ley de Bases de Régimen Local, de 2 de abril de 1985.
— Texto Refundido de las disposiciones vigentes en esta materia
de régimen local, de 18 de abril de 1986.
— Ley 39/1988 de 28 de Diciembre, reguladora de las Haciendas
Locales (modificada ampliamente por la Ley 51/2002, de 27
de diciembre) y posteriormente derogada por el Real Decreto
Legislativo 2/2004, de 5 de marzo, por el que se aprueba el
texto refundido de la Ley Reguladora de las Haciendas Lo-
cales.
Como normas de rango reglamentario, y en ejecución de la
citada Ley de Bases, se han aprobado, hasta el momento
presente, sólo tres Reglamentos, de los seis que deberían
haber sido publicados por el Gobierno, conforme al mandato
contenido en la Disposición Final Primera de la citada Ley
Básica, faltando, por tanto, por aprobarse, el de Funciona-
rios de las Corporaciones Locales, el de Contratación y el de
Servicios. Los tres Reglamentos aprobados conforme a las
determinaciones de dicha Disposición Final son los siguientes:
— Reglamento de Bienes de las Corporaciones Locales, de 13 de
Junio de 1986.
— Reglamento de Población y Demarcación Territorial, de 11
de Julio de 1986.
— Reglamento de Organización, Funcionamiento y Régimen
Jurídico de las Corporaciones Locales, de 28 de Noviembre
de 1986.
No debemos olvidar que a consecuencia del denominado Pacto
Local se han introducido importantes modificaciones en el
citado sistema jurídico, en especial en la citada Ley de Bases
(reforma introducida por la Ley 11/1999), en la Ley Orgánica
de Régimen Electoral (con la introducción de la cuestión de
confianza) y en la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional
(conflicto en defensa de la autonomía local).
b) Dentro del segundo nivel, es decir, leyes de las Comunidades Au-
tónomas sobre Régimen Local, podemos señalar, que el desarrollo
normativo de esta materia dependerá de la actividad que desarro-

— 164 —
Tema 2

llen las Asambleas Legislativas de las diferentes Comunidades


Autónomas. Así, con carácter general, las diferentes Comunida-
des Autónomas tienen dictado sus propias normas de ordenación
del territorio, de demarcación territorial, de régimen del suelo,
de relaciones con las Diputaciones Provinciales, de Cámaras de
Cuentas, de Consejos de Municipios, de protección de espacios
naturales y del medio ambiente, o incluso, de coordinación de
policías locales existentes en sus respectivos territorios, entre
otras.
c) Dentro del tercer nivel, las Ordenanzas y Reglamentos Loca-
les, representan las manifestaciones efectivas de la potestad
reglamentaria de tales entes, las cuales deberán ser ejercidas
con estricta subordinación a la ley, ya sea estatal o autonómica,
según el sistema constitucional de distribución de competencias.

2.3.4. Tipos de entidades locales

La Administración Local española está integrada por una variada


tipología de entidades, a pesar del principio de uniformidad que carac-
terizó el régimen local español desde la Constitución de Cádiz, por in-
fluencia del régimen que nació con la Revolución Francesa. Sin embargo,
en la actualidad nuestro régimen local se caracteriza por la diversidad,
propiciada por la nueva estructura territorial del Estado, prevista en la
Constitución.
La Constitución española, al referirse en el Capítulo II de su Título
VIII al régimen local plantea la posibilidad de que puedan crearse otras
agrupaciones de municipios con independencia de los integrados en la
provincia. «Se podrán crear agrupaciones de municipios diferentes de la
provincia» expresa su artículo 141, con lo cual se abre la posibilidad de
que junto a los entes locales territoriales por excelencia, como son los
municipios, las provincias y las islas, puedan ampliarse la lista de estas
entidades, con la formación de entes supramunicipales. E incluso, se
podrán constituir entidades inferiores al municipio cuando se produz-
can las circunstancias establecidas en las leyes a fin de que tales entes
inframunicipales puedan ser instituidos.
Así, de acuerdo con el artículo 3 de la LBRL son entidades territoria-
les el Municipio, la Provincia y la Isla en los archipiélagos balear y canario.
Gozan, asimismo, de la condición de entidades locales las entidades de
ámbito territorial inferior al municipal, instituidas o reconocidas por las
Comunidades Autónomas, las Comarcas u otras entidades que agrupen
varios Municipios, instituidas por las Comunidades Autónomas de con-
formidad con esta Ley y los correspondientes Estatutos de Autonomía,
las Áreas Metropolitanas y las Mancomunidades de Municipios.

— 165 —
Temario

De esta manera, podríamos realizar la siguiente clasificación de las


entidades locales:

Entidades locales territoriales

El carácter de entidad local territorial solamente alcanzan el Muni-


cipio, la Provincia y la Isla (en los archipiélagos balear y canario). Esta
calificación sirve para atribuir únicamente a estas entidades territoriales
las potestades y privilegios enumerados en el artículo 4.1 de la citada
Ley: reglamentaria y de autoorganización, tributaria y financiera, de pro-
gramación o planificación, expropiatoria, sancionadora, de investigación,
deslinde y recuperación de oficio de sus bienes, presunción de legitimidad
y ejecutividad de sus actos, ejecución forzosa e inembargabilidad; en fin,
prelación y preferencia en el cobro de créditos. Están legitimadas, además,
para la impugnación de disposiciones o actos de las Administraciones
del Estado o de las Comunidades Autónomas que lesionen su autonomía
así como la impugnación ante el Tribunal Constitucional de las leyes
del Estado o de las Comunidades Autónomas que se entienda lesionan
la autonomía local. Estos tres tipos de entidades locales territoriales —
municipios, provincias e islas— ofrecen, a su vez, distintas modalidades
de régimen jurídico, que precisaremos a continuación:
a) Los municipios: Originalmente, la LBRL establecía un régimen
jurídico uniforme para todos los municipios. Pero es obvio que
sus exigencias organizativas son muy distintas en función de
su dimensión poblacional: la organización de un municipio de
doscientos habitantes no puede ser la misma, lógicamente, que
la de una conurbación de más de un millón de habitantes. De ahí
que la legislación haya diversificado progresivamente su régimen
jurídico en función del tamaño de cada una de las poblaciones.
Así, de menor a mayor puede distinguirse en la actualidad las
siguientes modalidades:
— Para los «micromunicipios» que tradicional y voluntariamente
cuenten con ese singular régimen de gobierno y administra-
ción (concejo abierto) así como aquellos otros en los que por
su localización geográfica, la mejor gestión de los intereses
municipales u otras circunstancias lo hagan aconsejable, la
LBRL permite un modelo muy simplificado de organización
denominado «concejo abierto».
— El segundo tipo de organización es el que podríamos de-
nominar «de régimen común», siendo aplicable a todos los
municipios que no pertenezcan a las dos categorías que se
mencionan a continuación.

— 166 —
Tema 2

— La Ley 57/2003, de 16 de diciembre, de medidas para la moder-


nización del gobierno local, estableció un régimen diferenciado
para las llamadas «grandes ciudades»: una categoría flexible,
que se aplica a todos los municipios cuya población exceda
de 250.000 habitantes, así como a los que sean capitales de
provincia, capitales autonómicas o sede de las instituciones
autonómicas (aunque no alcancen dicha población); pero
que también puede aplicarse a los municipios de población
superior a 75.000 habitantes «que presenten circunstancias
económicas, sociales, históricas o culturales especiales», siem-
pre que lo decida el parlamento autonómico correspondiente,
a iniciativa de los respectivos ayuntamientos.
— Por último, mediante leyes especiales se ha dotado de un
régimen singular, distinto del de «grandes ciudades» a los
dos mayores municipios de España, Madrid (Ley 22/2006, de
4 de julio) y Barcelona (Ley de Cataluña 22/1998, de 30 de
diciembre, y Ley 1/2006, de 13 de marzo).
b) Las Provincias: Las provincias tampoco responden a un modelo
uniforme pudiendo distinguirse entre ellas los siguientes siste-
mas organizativos:
— El «régimen común», paralelo al de los municipios, siendo apli-
cable a todas las provincias distintas de las que se enumeran
a continuación y que disfrutan de un régimen diferenciado.
— El primero y más tradicional de los regímenes provinciales
especiales es el aplicable a las provincias de la Comunidad
Autónoma del País Vasco, denominadas en su Estatuto
de Autonomía «Territorios Históricos» cuya organización
y competencias se asemejan a las de la propia Comunidad
Autónoma a la que pertenecen.
— La segunda especialidad afecta a las Comunidades Autó-
nomas uniprovinciales, esto es, a aquellas cuyo territorio
coincide exactamente con el de una sola de las provincias
tradicionales: Principado de Asturias, Cantabria, Navarra,
La Rioja, Murcia y Madrid. Su peculiaridad radica en la
inexistencia de instituciones provinciales, de manera que
sus competencias son asumidas por las de la Comunidad
Autónoma respectiva.
— Por último, poseen también una organización provincial es-
pecífica los dos archipiélagos que forman parte del territorio
español. De ellos, el de las Islas Baleares integra una sola
provincia y, por tanto, podría encuadrarse en la categoría

— 167 —
Temario

anterior (por lo que carece, por así decir, de instituciones


provinciales), si bien se diferencia de ella por la organización
peculiar que tienen las diferentes islas que forman el archi-
piélago. El archipiélago canario, en cambio, está formado por
dos provincias, cada una de las cuales dispone, como órgano
de pura representación, de una Mancomunidad Interinsular;
las competencias de la provincia se distribuyen internamente
entre los órganos de la Comunidad Autónoma de Canarias y
los de cada una de sus islas.
c) Las islas: La referencia a la isla como una de las entidades locales
territoriales se justifica en la circunstancia de ser fórmula orga-
nizatoria alternativa a la provincia: más exactamente, al modo
ordinario de gobierno de la provincia, representado por la Dipu-
tación Provincial. En todo caso, la isla es un concepto jurídico que
no guarda correlación exacta con la realidad geográfica que evoca
ya que no todas las islas, en sentido geográfico, son entidades
locales territoriales: no lo son, desde luego, las islas e islotes del
litoral peninsular español (como las Columbretes, las islas Cíes,
Alborán o el Peñón de Vélez de la Gomera, entre otras muchas),
ni los islotes pertenecientes a los dos archipiélagos (como Cabrera,
Vedra, Conejera y Dragonera, en Baleares, y Alegranza, Roque
del Este, Roque del Oeste, Mompeña, Montaña Clara y Lobos,
en Canarias); pero tampoco merecen esta consideración islas de
una cierta dimensión y dotadas de población permanente, que
forman una unidad administrativa (una isla en sentido jurídico)
con la más próxima (como Formentera, perteneciente a Ibiza, y
la isla Graciosa, perteneciente a Lanzarote).

Entidades locales sin más

Con la condición de ente local, sin más, se configuran las entidades


de ámbito territorial inferior al municipio instituidas o reconocidas por
las Comunidades Autónomas (nos referimos a las denominadas entida-
des inframunicipales comúnmente conocidas con el nombre de caseríos,
pedanías, aldeas, parroquias u otros análogos); las comarcas u otras
entidades que agrupen varios municipios; las áreas metropolitanas y las
mancomunidades de municipios. La LBRL no atribuye a estas entidades
el conjunto de privilegios y potestades propias de los entes territoriales
que hemos visto en el párrafo anterior, sino que remite a la legislación de
las Comunidades Autónomas la concreción de cuáles de estas potestades
y privilegios pueden éstas ostentar.

— 168 —
Tema 2

Otras entidades

No tienen carácter de entidad local, pero la jurisprudencia les ha


asignado la condición de persona jurídica de organización corporativa y
de interés público, otras entidades, cuya regulación tradicional se respeta
de acuerdo con el artículo 37 del Texto Refundido de Régimen Local el
cual establece que «las Entidades conocidas con las denominaciones de
Mancomunidades o Comunidades de Tierra o de Villa y Tierra, o de Ciu-
dad y Tierra, Asocios, Reales Señoríos, Universidades, Comunidades de
Pastos, Leñas, Aguas, y otras análogas, continuarán rigiéndose por sus
normas consuetudinarias o tradicionales y, sin perjuicio de la autonomía
de que disfrutan, deberán ajustar su régimen económico a lo prescrito en
la legislación de régimen local sobre formación de presupuestos y rendición
de cuentas, liquidaciones, inventarios y balances».
Por lo tanto, junto a la configuración constitucional de la organización
territorial del Estado, que se instituye en una distribución vertical del
poder público, dividido entre entidades de diferente nivel, el Estado, como
titular de la soberanía, las Comunidades Autónomas, caracterizadas por
su autonomía política y los entes locales integrados por las provincias,
las islas y los municipios, dotados de autonomía administrativa, concu-
rren otras entidades locales, que configuran la complejidad territorial de
nuestro Estado. Si bien, corresponderán a las diferentes Comunidades
Autónomas la concreción de estas entidades territoriales, de acuerdo con
sus propias leyes sobre régimen local.

2.4. Las Comunidades Autónomas

2.4.1. Introducción

Las nacionalidades y las regiones son realidades sociales que exis-


ten en España. Constitucionalmente no se señalan las diferencias entre
unas y otras ni se delimita el territorio de cada una de ellas. La Comu-
nidad Autónoma es la forma jurídica para que esa nacionalidad o región
adquiera personalidad jurídico-pública, en cuanto que forma parte de la
organización del Estado. Se califican, en base a lo dispuesto en el artículo
137 de la Constitución, como «entes territoriales que gozan de autonomía
para la gestión de sus propios intereses».
Las Comunidades Autónomas son tanto la negación del Estado es-
tructurado federalmente, como del Estado unitario centralizado. Ejercen
un papel fundamental de descentralización política, al ostentar compe-
tencias de autogobierno y gestionar las atribuidas estatutariamente. De
este modo, puede definirse el Estado autonómico (V. Escuin. 1994; p. 85)
como «la forma de organización territorial del Estado basada en la idea
de distribución de la titularidad de los poderes públicos».

— 169 —
Temario

2.4.2. Principios de constitución

2.4.2.1. Principio de voluntariedad

La autonomía se configura en la Constitución española como un


derecho (art. 2. «...y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de
las nacionalidades y regiones...»). Rige, pues, el principio de voluntarie-
dad, por el que el acceso se deja a la libre iniciativa de las mismas. Esto
es, aquellos territorios que reúnan las características establecidas en la
Constitución, gozan de libertad para acceder a la autonomía prevista en la
misma. En tal sentido y de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 143 y
144 de la Constitución. Podrán constituirse en Comunidades Autónomas:
a) Las provincias limítrofes con características históricas, culturales
y económicas comunes.
b) Los territorios insulares.
c) Las provincias con entidad regional histórica o regiones unipro-
vinciales.
d) Los territorios cuyo ámbito territorial no supere el de una pro-
vincia y carezcan de entidad regional histórica, en clara alusión
a las ciudades de Ceuta y Melilla.
e) Los territorios que no estén integrados en la organización pro-
vincial, supuesto pensado para el territorio de Gibraltar.
Las Comunidades Autónomas podrán celebrar convenios entre sí
para la gestión y prestación de servicios propios de las mismas. Igual-
mente, podrán suscribir acuerdos de cooperación, exigiéndose, en este
caso, la previa autorización de las Cortes Generales.
Este principio de voluntariedad, no obstante, tiene dos límites es-
tablecidos constitucionalmente. El primero en el artículo 144.c), en el
supuesto de que las Cortes Generales, mediante ley orgánica, sustituyan
la iniciativa de las Corporaciones locales para la constitución de la Co-
munidad Autónoma. El segundo en el artículo 145.1, cuando prohíbe la
federación de Comunidades Autónomas («en ningún caso se admitirá la
federación de Comunidades Autónomas»).

2.4.2.2. Principio de igualdad

La igualdad es uno de los principios básicos del orden constitucional,


consagrado con carácter general en su artículo 1 («España se constituye
en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores
superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igual-
dad y el pluralismo político»). Este principio se objetiviza como derecho

— 170 —
Tema 2

fundamental en el artículo 14 («los españoles son iguales ante la Ley, sin


que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento,
raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia
personal o social).
La Constitución pone especial cuidado en evitar que el principio de
igualdad pueda romperse a través de las disposiciones de los Estatutos
de Autonomía. El ejercicio del autogobierno es incompatible, por tanto,
con el establecimiento de desigualdades jurídicas, sea entre las propias
comunidades, sea entre los ciudadanos individualmente considerados.
La igualdad jurídica entre las Comunidades Autónomas se reconoce
en el artículo 138.2 («las diferencias entre los Estatutos de las distintas
Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios
económicos o sociales»); y se garantiza mediante el mecanismo estableci-
do en el artículo 150.3, que permite a las Cortes Generales el impedir la
creación de situaciones discriminatorias de unas comunidades frente a
otras, mediante la aprobación de leyes de armonización («el Estado podrá
dictar leyes que establezcan los principios necesarios para armonizar las
disposiciones normativas de las Comunidades Autónomas, aún en el caso
de materias atribuidas a la competencia de éstas, cuando así lo exija el
interés general. Corresponde a las Cortes Generales, por mayoría absoluta
de cada Cámara, la apreciación de esta necesidad»).
En lo relativo a la igualdad individual, cualquiera que sea la Co-
munidad Autónoma donde se resida o a la que se pertenezca, el artículo
139 establece que «todos los españoles tienen los mismos derechos y obli-
gaciones en cualquier parte del territorio del Estado», sin que ninguna
autoridad pueda «adoptar medidas que directa o indirectamente obsta-
culicen la libertad de circulación y establecimiento de las personas y la
libre circulación de los bienes en todo el territorio español». Este principio
viene recogido, a efectos fiscales, en el artículo 157.2, que prohíbe a las
Comunidades Autónomas «establecer medidas tributarias sobre bienes
situados fuera de su territorio o que supongan obstáculo para la libre
circulación de mercancías o servicios».
Este principio se salvaguarda, igualmente, mediante la atribución de
competencias exclusivas al Estado, para «la regulación de las condiciones
básicas que garanticen la igualdad de todos los españoles en el ejercicio
de los derechos y en el cumplimiento de los deberes constitucionales» (art.
149.1.1 de la Constitución).

2.4.2.3. Principio de solidaridad

Si la Constitución proclama como uno de sus valores superiores la


igualdad y la interdicción de privilegios discriminatorios, tanto entre los
ciudadanos como entre las propias regiones y nacionalidades, es obvio

— 171 —
Temario

que, al propio tiempo, contempla una situación de hecho marcada por


profundas desigualdades económicas y sociales (J. Leguina. 1984). De
ahí que el derecho a la autonomía que asiste a todas las Comunidades,
en base al artículo 2, se complemente con el deber de solidaridad entre
todas ellas.
La Constitución pretende que el modelo de organización autonómica
del Estado sirva efectivamente para configurar un sistema de produc-
ción y distribución de la riqueza más justo y equilibrado, entre todas las
Comunidades que lo componen (art. 138.1 CE «el Estado garantiza la
realización efectiva del principio de solidaridad consagrado en el artícu-
lo 2 de la Constitución, velando por el establecimiento de un equilibrio
económico, adecuado y justo entre las diversas partes del territorio espa-
ñol, y atendiendo en particular a las circunstancias del hecho insular»).
Para asegurar esta garantía el Estado cuenta con el mecanismo de la
planificación económica (arts. 40.1 y 131 CE), y, de forma particular,
mediante la creación del Fondo de Compensación previsto en el artículo
158.2 («con el fin de corregir desequilibrios económicos interterritoriales
y hacer efectivo el principio de solidaridad, se constituirá un Fondo de
Compensación con destino a gastos de inversión, cuyos recursos serán
distribuidos por las Cortes Generales entre las Comunidades Autónomas
y provincias, en su caso»).
Indica V. Escuin, que el principio de solidaridad añade al sistema
autonómico las notas de equilibrio e integración. Estas cumplen una doble
función: como límite negativo de la actuación de las Comunidades Autó-
nomas, de forma que la persecución de los propios intereses no suponga
un atentado a los generales o a los de otra Comunidad, y positivamente,
como medio para el establecimiento de un equilibrio adecuado y justo
entre los diversos territorios del Estado.

2.4.3. Procedimientos de constitución


La Constitución prevé cuatro tipos diferentes de procesos auto-
nómicos. El procedimiento ordinario de los artículos 143.2 y 146. El
procedimiento agravado del artículo 151. El procedimiento privilegiado
de la Disposición Transitoria Segunda y el artículo 151. Y, por último,
los procedimientos especiales, regulados en el artículo 144 y en las Dis-
posiciones Transitorias referidas a Navarra y a las ciudades de Ceuta y
Melilla. Pasamos a continuación a referirnos a cada uno de estos procesos
de constitución de las Comunidades Autónomas.

2.4.3.1. Procedimiento ordinario

Se encuentra regulado en los artículos 143.2 y 146 y las Disposicio-


nes Transitorias Primera y Tercera. La iniciativa corresponde a todas

— 172 —
Tema 2

las Diputaciones interesadas, al órgano interinsular correspondiente y


a las dos terceras partes de los municipios cuya población represente, al
menos, la mayoría del censo electoral de cada provincia o isla.
Para en los supuestos de que exista algún tipo de ente preautonómico,
se prevé la sustitución de la iniciativa de las Diputaciones por la de aquél.
Iniciado el proceso (art. 146 CE), se procede a la elaboración del pro-
yecto de Estatuto. Para ello se crea una Asamblea mixta integrada por los
diputados provinciales de las provincias afectadas y los parlamentarios
(diputados y senadores) en ellas electos. Una vez redactado el proyecto
de Estatuto, éste es remitido a las Cortes Generales para su aprobación,
siendo tramitado como Ley Orgánica.

2.4.3.2. Procedimiento agravado

En el supuesto del artículo 151 de la Constitución, la iniciativa


corresponde a las mismas instituciones que en el apartado anterior
(Diputaciones interesadas u órgano interinsular), con la salvedad que
la iniciativa debe ser adoptada por, al menos, tres cuartas partes de los
municipios de cada provincia o isla que supongan, en todo caso, la mayoría
del censo electoral en cada una de ellas. Los acuerdos de iniciativa deben
ser remitidos al Gobierno con el fin de que éste acredite tal iniciativa.
Una vez acreditada, ésta se ratifica mediante referéndum convocado por
el Gobierno. Para ello se exige la mayoría absoluta del censo electoral de
cada una de las provincias.
Cumplidos los anteriores trámites, el Gobierno procede a la convo-
catoria de una Asamblea encargada de redactar el proyecto de Estatuto.
Esta Asamblea está compuesta por los parlamentarios electos en las
provincias de la Comunidad autónoma.
Aprobado el texto de Estatuto, éste se remite a la Comisión Cons-
titucional del Congreso, que negociará con la Asamblea proponente la
fijación definitiva del texto. Una vez fijado, debe ratificarse mediante
referéndum por la población de las provincias afectadas, y por el Congreso
de los Diputados y el Senado, y someterse al Rey para su sanción.
En el supuesto de no llegarse a un acuerdo, el texto remitido por la
Asamblea se tramita como proyecto de ley orgánica, que una vez aprobado
por las Cortes se somete a referéndum, necesitándose para su aprobación
la mayoría relativa.

2.4.3.3. Procedimiento privilegiado

Constituye una variante del anterior proceso (art. 151 y Disposición


transitoria segunda CE). Consiste en una abreviación del anterior pro-

— 173 —
Temario

cedimiento, y solo puede ser utilizado por las nacionalidades y regiones


que en el pasado hubiesen plebiscitado favorablemente sus Estatutos de
autonomía y cuenten con órganos preautonómicos.

2.4.3.4. Procedimientos especiales

Con esta denominación se incluyen los previstos en el artículo 144,


en relación con las Disposiciones Transitorias Cuarta y Quinta de la
Constitución. Tienen como principal característica la excepcionalidad y
la intervención preceptiva de las Cortes Generales.
Se trata de supuestos en que no existe iniciativa de las Corporaciones
Locales (casos de Madrid, que no cumple con los requisitos del artículo
143.1, Ceuta y Melilla).

2.4.4. Organización

La creación de las Comunidades Autónomas comporta (artículo


147.2.c de la Constitución) la aparición de un aparato administrativo
propio, a través del cual aquéllas administran las materias sobre las
que poseen competencias. Ello plantea no pocos problemas, dado que la
organización territorial del Estado exige un nivel de coordinación entre
las distintas Administraciones públicas. Las Comunidades Autónomas
deberán establecer relaciones de coordinación con la Administración del
Estado, las demás Administraciones Autonómicas, locales y provinciales.
Sin perjuicio de que la Constitución reserva este modelo de organi-
zación a las Comunidades Autonómicas del artículo 151, el artículo 152
establece un modelo organizativo autonómico, que en mayor o menor me-
dida, se reproduce en gran parte de ellas. Este modelo sigue el esquema
de división tripartita de poderes, característica del Estado de Derecho.

2.4.4.1. La Asamblea legislativa

La Asamblea legislativa se constituye como el órgano de represen-


tación del pueblo de cada Comunidad que ejerce igualmente la potestad
legislativa limitada materialmente por las materias sobre las que el
Estatuto de Autonomía le atribuye competencia; y formalmente al venir
vinculada por la legislación estatal en los supuestos de competencias
compartidas. Al igual que las leyes estatales, únicamente son suscepti-
bles de control de constitucionalidad por razones materiales, formales y
de competencia. Sus miembros son elegidos por sufragio universal, con
arreglo a un sistema de representación proporcional que asegure, además,
la representación de las diversas zonas del territorio. Su estructura unica-
meral queda a la regulación de los diferentes Estatutos, con respeto a los

— 174 —
Tema 2

principios constitucionales. La función que tienen encomendada, obliga,


al igual que a los miembros de las Cortes Generales a que dispongan de
determinadas garantías para asegurar su independencia e imparcialidad.
Los parlamentarios autonómicos no están sujetos a mandato imperativos,
y gozan de inviolabilidad por las opiniones vertidas en el ejercicio de su
cargo. Igualmente, durante su mandato no podrán ser detenidos por ac-
tos delictivos cometidos en el territorio de su Comunidad salvo caso de
flagrante delito. La decisión sobre su inculpación, prisión, procesamiento
y juicio corresponderá al Tribunal Superior de Justicia de la respectiva
Autonomía. La responsabilidad penal por los hechos cometidos fuera de
su territorio se exigirá ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo.

2.4.4.2. El Consejo de Gobierno

El Poder Ejecutivo se encomienda a un Consejo de Gobierno. Sus


funciones son tanto ejecutivas como administrativas. El Consejo de Go-
bierno es un órgano colegiado sobre el que recae la potestad ejecutiva y
reglamentaria, así como la dirección de la Administración autonómica.
Está compuesto por su Presidente y los Consejeros, según la denominación
que adopten en cada Comunidad, así como, en su caso, los Vicepresidentes.

2.4.4.3. El Presidente de la Comunidad Autónoma

El Presidente de la Comunidad Autónoma es elegido por la Asamblea


y nombrado por el Rey, correspondiéndole tanto la dirección del Consejo
de Gobierno, como la suprema representación de la Comunidad Autónoma
y la ordinaria del Estado en aquélla (art. 152.1 CE). El Presidente de la
Comunidad ostenta, a su vez, la presidencia del Gobierno autonómico.
En esta doble calidad adquiere una especial significación, al simbolizar
la unidad del ordenamiento comunitario y del estatal. Como el más
alto representante de la respectiva Comunidad Autónoma simboliza la
unidad de la misma, y por tanto ostenta su representación legal. Como
representante ordinario del Estado, lo es del conjunto de los poderes del
Estado. En cuanto Presidente del órgano de Gobierno autonómico, dirige
su actuación política y coordina sus acciones. El Presidente y los miem-
bros del Consejo de Gobierno, al igual que en el Estado, son políticamente
responsables ante la Asamblea, por medio de los procedimientos y con
las consecuencias previstas en cada Estatuto.

2.4.4.3. Otras instituciones

Un Tribunal Superior de Justicia culminará (art. 152.1 CE) la or-


ganización judicial en el ámbito territorial de la Comunidad Autónoma,
sin perjuicio de la jurisdicción que corresponde al Tribunal Supremo del

— 175 —
Temario

Estado. En este punto, es necesario precisar que el artículo 149.1.5 define


como materia exclusiva del Estado la Administración de Justicia, por lo
que debemos concluir que el Tribunal Superior de Justicia es un órgano
estatal, cuya organización viene determinada, como ya hemos visto, por
la Ley Orgánica del Poder Judicial. El Tribunal Superior de Justicia será
competente para conocer de los litigios que tengan su causa en el derecho
de la respectiva Comunidad. Sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 123
(jurisdicción estatal del Tribunal Supremo), queda configurado como una
última instancia, al agotarse éstas ante los órganos judiciales radicados
en el mismo territorio de la Comunidad Autónoma en donde se ubicase
el órgano competente de la primera instancia.
El Delegado del Gobierno (art. 154 CE) se constituye como órgano
de coordinación del Estado y la Comunidad Autónoma. Posee una doble
función: dirige la Administración del Estado en el territorio de la Comu-
nidad Autónoma de que se trate. En segundo término, coordina, cuando
proceda, la Administración del Estado con la propia de cada Comunidad.

2.4.5. Competencias

2.4.5.1. Introducción

No basta con proclamar el derecho a la autonomía política de las Co-


munidades Autónomas que integran el Estado. Se precisa, además, para
que la autonomía política sea realmente tal y no una simple operación de
descentralización administrativa, que ese derecho esté dotado de unos
poderes distintos e independientes de los que corresponden al Estado.
Como dice Martín Mateo, el tema más problemático del régimen
autonómico se centra en el aspecto de las competencias, motivado por «la
indefinición de la Constitución y las ambiciosas declaraciones estatuta-
rias». Por tal razón y a fin de esclarecer esta problemática, siguiendo al
autor citado, podemos clasificar las competencias de las Comunidades
Autónomas en integrales y compartidas.
a) Competencias integrales: serían aquellas sobre las que a uno de
los dos órdenes (autonómico o estatal) le corresponde la totalidad
de las funciones. Por ejemplo: el sistema monetario que íntegra-
mente corresponde al Estado o la ordenación del territorio, el
urbanismo o la vivienda que específicamente le compete a las
Comunidades Autónomas.
b) Competencias compartidas: sobre una misma materia coinciden
competencias de distintos entes territoriales, por ejemplo la
protección del medio ambiente o la conservación del patrimonio
monumental.

— 176 —
Tema 2

Siguiendo nuestro texto constitucional la división de las competencias


se agrupan bajo los criterios de la exclusividad: el artículo 148 enumera
aquellas competencias que pueden ser asumidas por las Comunidades
Autónomas, mientras que el artículo 149 alude a aquellas materias que
son competencia exclusiva del Estado, aunque con la corrección de que
aquellas Comunidades Autónomas de autonomía plena podrán ampliar
sucesivamente sus competencias dentro del marco establecido por dicho
artículo.
No obstante lo anteriormente expuesto, si bien las competencias del
Estado (las del artículo 149) les vienen conferidas directamente, las de las
Comunidades Autónomas precisarán de un pronunciamiento previo por
parte de las mismas a fin de que declaren expresamente en sus propios
Estatutos que las asumen; por ello, las competencias del artículo 148 son
competencias denominadas de atribución.
Debemos indicar que la Constitución, a modo de cierre, en su artículo
149 señala tres precisiones que deben ser tomadas en cuenta: Por un lado,
se precisa que las materias no atribuidas expresamente al Estado por
esta Constitución podrán corresponder a las Comunidades Autónomas,
en virtud de sus respectivos Estatutos. Por otro, «a sensu contrario» se
determina que la competencia sobre las materias que no se hayan asumido
por los Estatutos de Autonomía corresponderá al Estado. Y por último,
se indica que, las normas del Estado prevalecerán, en caso de conflicto,
sobre las de las Comunidades Autónomas en todo lo que no esté atribuido
a la exclusiva competencia de éstas. Por ello, las normas autonómicas que
regulen materias de exclusiva competencia de las mismas sí prevalecerán
sobre las del Estado. En cualquier caso, el derecho estatal será supletorio
del derecho de las Comunidades Autónomas.
El profesor Santamaría Pastor, al tratar de las competencias del
Estado y de las Comunidades Autónomas, alude a un sistema de doble
lista y de doble cláusula residual. De doble lista porque la Constitución
establece dos listas de competencias, las del artículo 149 de exclusiva ti-
tularidad estatal y las del artículo 148 para las Comunidades Autónomas.
En cuanto a la doble cláusula residual debemos entender que, por un lado,
las Comunidades Autónomas pueden asumir mediante sus Estatutos
todas aquellas competencias que no se encuentren en ninguna de las dos
listas citadas, y por otro lado, en cuanto a la otra cláusula residual, en
este caso de signo opuesto, corresponderán al Estado las competencias
sobre las materias que no se hayan asumido por los correspondientes
Estatutos de Autonomía.

— 177 —
Temario

2.4.5.2. Competencias exclusivas del Estado


El artículo 149.1 de la Constitución reserva al Estado la competencia
exclusiva sobre las materias enumeradas en el mismo en 32 apartados
(«el Estado tiene competencia exclusiva sobre las siguientes materias...»).
Estas materias comprenden no solo las reservadas al poder central, sino
a una combinación de materias y de facultades jurídicas, que en muchos
casos podrán ser compartidos con las Comunidades Autónomas, cuando
así se prevea en los distintos apartados de este artículo.
Se puede distinguir entre materias reservadas de forma exclusiva
al Estado en su integridad. Son las mencionadas en el artículo 149 sin
posteriores precisiones. Sobre éstas la competencia se extiende, tanto
para legislar como para prestar y gestionar los servicios administrati-
vos pertinentes. De entre las que se atribuye la titularidad en exclusiva
al Estado, podemos destacar las siguientes: nacionalidad, inmigración,
emigración, extranjería y derecho de asilo (apdo. 2); relaciones interna-
cionales (apdo. 3); defensa y fuerzas armadas (apdo. 4); administración
de justicia (apdo. 5); régimen aduanero y arancelario y comercio exterior
(apdo. 10); sistema monetario, divisas, cambio y convertibilidad (apdo.
11); determinación de la hora oficial (apdo.12); hacienda general y deuda
del Estado (apdo.14); sanidad exterior (apdo. 16); marina mercante y
abanderamiento de buques, iluminación de costas y señales marítimas,
puertos de interés general (apdo. 20), etc.
Junto a las anteriores materias existen otras, en el mismo artículo
149.1, susceptibles de ser compartidas, en diverso grado, entre el poder
central y las Comunidades Autónomas. Son aquéllas en las que el Estado
se reserva la facultad de legislar, dejando a las Comunidades Autónomas
su ejecución o su desarrollo normativo, o ambas a la vez. Entre las compe-
tencias concurrentes del artículo 149.1, podemos señalar las siguientes:
legislación procesal (apdo. 6); legislación laboral (apdo. 7); legislación
civil, obligaciones contractuales, fuentes del derecho (apdo. 8); crédito,
banca y seguros (apdo. 11); planificación general de la actividad económica
(apdo. 13); investigación científica y técnica (apdo. 15); sanidad (apdo.
16); seguridad social (apdo. 17); Administraciones públicas, funcionarios,
procedimiento administrativo, contratos y concesiones administrativas
(apdo. 18); pesca marítima (apdo. 19); medio ambiente (apdo. 23); minas
y energía (apdo. 25); medios de comunicación social (apdo. 27); archivos,
bibliotecas y museos (apdo. 28); seguridad pública (apdo. 29); educación
(apdo. 30), etc. La competencia exclusiva a favor del Estado se extenderá,
también, a todas aquellas materias que, pudiendo hacerlo, no hayan sido
asumidas como propias por los respectivos Estatutos de Autonomía, en
virtud de la cláusula residual contenida en el apartado 3 del artículo 149.

— 178 —
Tema 2

Por su importancia en el presente Tema redactamos dicho artículo


149 íntegramente:
«1. El Estado tiene competencia exclusiva sobre las siguientes ma-
terias:
1. La regulación de las condiciones básicas que garanticen la
igualdad de todos los españoles en el ejercicio de los derechos
y en el cumplimiento de los deberes constitucionales.
2. Nacionalidad, inmigración, emigración, extranjería y derecho
de asilo.
3. Relaciones internacionales.
4. Defensa y Fuerzas Armadas.
5. Administración de Justicia.
6. Legislación mercantil, penal y penitenciaria; legislación
procesal, sin perjuicio de las necesarias especialidades que
en este orden se deriven de las particularidades del derecho
sustantivo de las Comunidades Autónomas.
7. Legislación laboral; sin perjuicio de su ejecución por los ór-
ganos de las Comunidades Autónomas.
8. Legislación civil, sin perjuicio de la conservación, modificación
y desarrollo por las Comunidades Autónomas de los derechos
civiles, forales o especiales, allí donde existan. En todo caso,
las reglas relativas a la aplicación y eficacia de las normas
jurídicas, relaciones jurídico-civiles relativas a las formas de
matrimonio, ordenación de los registros e instrumentos pú-
blicos, bases de las obligaciones contractuales, normas para
resolver los conflictos de leyes y determinación de las fuentes
del derecho, con respeto, en este último caso, a las normas de
derecho foral o especial.
9. Legislación sobre propiedad intelectual e industrial.
10. Régimen aduanero y arancelario; comercio exterior.
11. Sistema monetario: divisas, cambio y convertibilidad; bases
de la ordenación de crédito, banca y seguros.
12. Legislación sobre pesas y medidas, determinación de la hora
oficial.
13. Bases y coordinación de la planificación general de la actividad
económica.
14. Hacienda general y Deuda del Estado.

— 179 —
Temario

15. Fomento y coordinación general de la investigación científica


y técnica.
16. Sanidad exterior. Bases y coordinación general de la sanidad.
Legislación sobre productos farmacéuticos.
17. Legislación básica y régimen económico de la Seguridad
Social, sin perjuicio de la ejecución de sus servicios por las
Comunidades Autónomas.
18. Las bases de régimen jurídico de las Administraciones pú-
blicas y del régimen estatutario de sus funcionarios que, en
todo caso, garantizarán a los administrados un tratamiento
común ante ellas; el procedimiento administrativo común, sin
perjuicio de las especialidades derivadas de la organización
propia de las Comunidades Autónomas; legislación sobre
expropiación forzosa; legislación básica sobre contratos y
concesiones administrativas y el sistema de responsabilidad
de todas las Administraciones públicas.
19. Pesca marítima, sin perjuicio de las competencias que en la
ordenación del sector se atribuyan a las Comunidades Autó-
nomas.
20. Marina mercante y abanderamiento de buques; iluminación
de costas y señales marítimas; puertos de interés general;
aeropuertos de interés general; control del espacio aéreo,
tránsito y transporte aéreo, servicio meteorológico y matri-
culación de aeronaves.
21. Ferrocarriles y transportes terrestres que transcurran por
el territorio de más de una Comunidad Autónoma; régimen
general de comunicaciones; tráfico y circulación de vehículos
de motor; correos y telecomunicaciones; cables aéreos, sub-
marinos y radiocomunicación.
22. La legislación, ordenación y concesión de recursos y aprove-
chamientos hidráulicos cuando las aguas discurran por más
de una Comunidad Autónoma, y la autorización de instala-
ciones eléctricas cuando su aprovechamiento afecte a otra
Comunidad o el transporte de energía salga de su ámbito
territorial.
23. Legislación básica sobre protección del medio ambiente, sin
perjuicio de las facultades de las Comunidades Autónomas
de establecer normas adicionales de protección. La legisla-
ción básica sobre montes, aprovechamientos forestales y vías
pecuarias.

— 180 —
Tema 2

24. Obras públicas de interés general o cuya realización afecte a


más de una Comunidad Autónoma.
25. Bases de régimen minero y energético.
26. Régimen de producción, comercio, tenencia y uso de armas y
explosivos.
27. Normas básicas del régimen de prensa, radio y televisión y,
en general, de todos los medios de comunicación social, sin
perjuicio de las facultades que en su desarrollo y ejecución
correspondan a las Comunidades Autónomas.
28. Defensa del patrimonio cultural, artístico y monumental espa-
ñol contra la exportación y la expoliación; museos, bibliotecas
y archivos de titularidad estatal, sin perjuicio de su gestión
por parte de las Comunidades Autónomas.
29. Seguridad pública, sin perjuicio de la posibilidad de creación
de policías por las Comunidades Autónomas en la forma que
se establezca en los respectivos Estatutos en el marco de lo
que disponga una ley orgánica.
30. Regulación de las condiciones de obtención, expedición y ho-
mologación de títulos académicos y profesionales y normas
básicas para el desarrollo del artículo 27 de la Constitución,
a fin de garantizar el cumplimiento de las obligaciones de los
poderes públicos en esta materia.
31. Estadística para fines estatales.
32. Autorización para la convocatoria de consultas populares por
vía de referéndum.
2. Sin perjuicio de las competencias que podrán asumir las Comuni-
dades Autónomas, el Estado considerará el servicio de la cultura
como deber y atribución esencial y facilitará la comunicación
cultural entre las Comunidades Autónomas, de acuerdo con ellas.
3. La materias no atribuidas expresamente al Estado por esta Cons-
titución podrán corresponder a las Comunidades Autónomas, en
virtud de sus respectivos Estatutos. La competencia sobre las
materias que no se hayan asumido por los Estatutos de Auto-
nomía corresponderá al Estado, cuyas normas prevalecerán, en
caso de conflicto, sobre las de las Comunidades Autónomas en
todo lo que no esté atribuido a la exclusiva competencia de éstas.
El derecho estatal será, en todo caso, supletorio del derecho de
las Comunidades Autónomas».

— 181 —
Temario

2.4.5.3. Competencias propias de las Comunidades Autónomas

Las Comunidades Autónomas creadas con arreglo al procedimiento


general, pueden obtener, en el momento de su constitución, competencias
sobre las materias enumeradas en el artículo 148.1 de la Constitución.
Estas competencias han de figurar expresamente en los correspondientes
Estatutos de Autonomía. Se extienden desde la autonomía institucional,
a la autonomía legislativa, ejecutiva y financiera.
Institucionalmente, las Comunidades Autónomas tienen competencia
para organizar sus propias instituciones de autogobierno (art. 148.1.1
CE), sin que la Constitución imponga un cuadro mínimo institucional.
Ello supone diferentes posibilidades, que van desde la creación de órganos
meramente ejecutivos (lo que constituiría un acto de descentralización
administrativa, más que de autonomía política); hasta el establecimiento
de órganos legislativos con competencias y facultades en las materias asu-
midas por el Estatuto (lo que constituye un acto de autonomía política).
Es el esquema institucional de que se dota cada Comunidad, el deter-
minante de la posibilidad de asumir facultades legislativas, o limitarse
exclusivamente a competencias administrativas.
La autonomía financiera se reconoce en los artículos 156 y 157 de
la Constitución. Le es de aplicación los principios de coordinación con la
Hacienda estatal y de solidaridad entre todos los españoles. Comprende
la captación y administración de sus recursos económicos, que estarán
constituidos por los impuestos cedidos, total o parcialmente, por el Esta-
do; los recargos sobre impuestos estatales y otras participaciones en los
ingresos del Estado; y los impuestos, tasas y contribuciones que puedan
imponer las Comunidades Autónomas. A estos ingresos hay que sumar
las transferencias del Fondo de Compensación, los rendimientos proce-
dentes del patrimonio de la propia Comunidad, y los ingresos de derecho
privado y el producto de sus operaciones de crédito.
Dicho artículo 148 se inserta a continuación íntegramente:
«1. Las Comunidades Autónomas podrán asumir competencias en
las siguientes materias:
1. Organización de sus instituciones de autogobierno.
2. Las alteraciones de los términos municipales comprendidos en
su territorio y, en general, las funciones que correspondan a
la Administración del Estado sobre las Corporaciones locales
y cuya transferencia autorice la legislación sobre Régimen
Local.
3. Ordenación del territorio, urbanismo y vivienda.
4. Las obras públicas de interés de la Comunidad Autónoma en
su propio territorio.

— 182 —
Tema 2

5. Los ferrocarriles y carreteras cuyo itinerario se desarrolle


íntegramente en el territorio de la Comunidad Autónoma y,
en los mismos términos, el transporte desarrollado por estos
medios o por cable.
6. Los puertos de refugio, los puertos y aeropuertos deportivos
y, en general, los que no desarrollen actividades comerciales.
7. La agricultura y ganadería, de acuerdo con la ordenación
general de la economía.
8. Los montes y aprovechamientos forestales.
9. La gestión en materia de protección del medio ambiente.
10. Los proyectos, construcción y explotación de los aprovecha-
mientos hidráulicos, canales y regadíos de interés de la Co-
munidad Autónoma; las aguas minerales y termales.
11. La pesca en aguas interiores, el marisqueo y la acuicultura,
la caza y la pesca fluvial.
12. Ferias interiores.
13. El fenómeno de desarrollo económico de la Comunidad
Autónoma dentro de los objetivos marcados por la política
económica nacional.
14. La artesanía.
15. Museos, bibliotecas y conservatorios de música de interés
para la Comunidad Autónoma.
16. Patrimonio monumental de interés de la Comunidad Autó-
noma.
17. El fomento de la cultura, de la investigación y, en su caso, de
la enseñanza de la lengua de la Comunidad Autónoma.
18. Promoción y ordenación del turismo en su ámbito territorial.
19. Promoción del deporte y de la adecuada utilización del ocio.
20. Asistencia social.
21. Sanidad e higiene.
22. La vigilancia y protección de sus edificios e instalaciones. La
coordinación y demás facultades en relación con las policías
locales en los términos que establezca una ley orgánica.
2. Transcurridos cinco años, y mediante la reforma de sus Estatutos,
las Comunidades Autónomas podrán ampliar sucesivamente sus
competencias dentro del marco establecido en el artículo 149».

— 183 —
Temario

2.4.5.4. Competencias delegadas a las Comunidades Autónomas

Además de las facultades o competencias cuya titularidad y ejercicio


pueden ser asumidos como propios por las Comunidades Autónomas, la
Constitución (art. 150) contempla el desplazamiento hacia éstas de algu-
nas pertenecientes al Estado. En este caso, dichas facultades se ejercerán
por cesión o transferencia o por delegación.
El artículo 150.1 dispone que, «las Cortes Generales, en materias de
competencia estatal, podrán atribuir a todas o alguna de las Comunidades
Autónomas la facultad de dictar, para sí mismas, normas legislativas en
el marco de los principios, bases y directrices fijados por una ley estatal.
Sin perjuicio de la competencia de los Tribunales, en cada ley marco se
establecerá la modalidad del control de las Cortes Generales sobre estas
normas legislativas de las Comunidades Autónomas».
Mayor importancia y alcance tiene el artículo 150.2 de la Constitu-
ción: «El Estado podrá transferir o delegar en las Comunidades Autó-
nomas, mediante Ley orgánica, facultades correspondientes a materia
de titularidad estatal que por su propia naturaleza sean susceptibles de
transferencia o delegación. La Ley preverá en cada caso la correspondiente
transferencia de medios financieros, así como las formas de control que se
reserve el Estado». Este precepto permite al Estado tanto la transferencia
como la cesión. La transferencia supone el ceder competencias enteras de
naturaleza normativa y de ejecución; esto es, se transfiere la titularidad
de la competencia. La delegación solo atribuye las facultades de ejecución
o gestión. El artículo 150 al que se ha hecho referencia es el siguiente:
«1. Las Cortes Generales, en materias de competencia estatal, po-
drán atribuir a todas o a alguna de las Comunidades Autónomas
la facultad de dictar, para sí mismas, normas legislativas en el
marco de los principios, bases y directrices fijados por la ley es-
tatal. Sin perjuicio de la competencia de los Tribunales, en cada
ley marco se establecerá la modalidad del control de las Cortes
Generales sobre estas normas legislativas de las Comunidades
Autónomas.
2. El Estado podrá transferir o delegar en las Comunidades Au-
tónomas, mediante ley orgánica, facultades correspondientes a
materia de titularidad estatal que por su propia naturaleza sean
susceptibles de transferencia o delegación. La ley preverá en cada
caso la correspondiente transferencia de medios financieros, así
como las formas de control que se reserve el Estado.
3. El Estado podrá dictar leyes que establezcan los principios
necesarios para armonizar las disposiciones normativas de las
Comunidades Autónomas, aun en el caso de materias atribuidas

— 184 —
Tema 2

a la competencia de éstas, cuando así lo exija el interés general.


Corresponde a las Cortes Generales, por mayoría absoluta de
cada Cámara, la apreciación de esta necesidad».

2.4.6. El control de las Comunidades Autónomas

La Constitución prevé diversos mecanismos de fiscalización de la


actividad desarrollada por las Comunidades Autónomas. Esta tarea se
constriñe al ámbito de la legalidad de la actuación autonómica, quedando
a salvo la autonomía política. Se trata, por consiguiente, de un control
que será ejercido, fundamentalmente, por órganos jurisdiccionales.
La Constitución atribuye al Tribunal Constitucional la competencia
para conocer de los recursos y de la cuestión de inconstitucionalidad (art.
161.1 CE y 2 y 27.2.e) y f) LOTC) contra los actos con fuerza de ley y los
Reglamentos de los órganos legislativos (art. 1 53.a CE); el recurso de
amparo, en los casos de vulneración de los derechos a que se refiere el ar-
tículo 53.2 de la Constitución, emanados de las Comunidades Autónomas.
Igualmente tiene atribuida competencia para conocer de los conflictos de
competencia entre el Estado y las Comunidades Autónomas o de éstas
entre sí (art. 161.1.c CE).
El control ejercido por el Tribunal Constitucional no se limita a la
adecuación de la producción legislativa de las Autonomías a la Consti-
tución, sino que se extiende (art. 161.2 CE), a las disposiciones y resolu-
ciones adoptadas por los órganos de las Comunidades Autónomas. Esto
es, a disposiciones reglamentarias autonómicas. La impugnación, en este
caso, se realizará por el Gobierno y tendrá efectos suspensivos, «pero el
Tribunal, en todo caso, deberá ratificarla o levantarla en un plazo no
superior a cinco meses».
Los Tribunales ordinarios de los diferentes órdenes, y en particular la
jurisdicción contencioso-administrativa (art. 153.c CE), llevarán a cabo el
control de la actividad de las Comunidades Autónomas. En este sentido,
a todos los efectos, la Administración de las Comunidades Autónomas
se entenderá como Administración pública. Igualmente se habilita al
Estado para recurrir ante la jurisdicción contencioso-administrativa, las
disposiciones generales y actos emanadas de la Administración de las
Comunidades Autónomas y entidades sujetas a la tutela de éstas. A su
vez, éstas están legitimadas para impugnar las disposiciones de carácter
general dictadas por la Administración del Estado que afecten al ámbito
de su autonomía.
El Gobierno, previo dictamen del Consejo de Estado, ejercerá el
control (artículo 153.b CE) sobre el ejercicio de las competencias de titu-
laridad estatal transferidas o delegadas, a que se refiere el artículo 150.2.

— 185 —
Temario

Igualmente (art. 155 CE), podrá, previo requerimiento al Presidente de


la Comunidad Autónoma y con la aprobación de la mayoría absoluta del
Senado, adoptar las medidas necesarias para obligar al cumplimiento
forzoso de las obligaciones que impongan la Constitución o las Leyes, o
para la protección de los intereses generales de España.
El control económico y contable se ejercerá por el Tribunal de Cuen-
tas (artículo 153.d CE), mediante el procedimiento establecido en la Ley
Orgánica 2/1982, de 12 de mayo.

2.4.7. Recursos económicos

La Constitución, no solo atribuye autonomía financiera, como vimos


al tratar de los principios constitucionales, a las Comunidades Autóno-
mas, sino también establece en el artículo 157 los recursos que deberán
constituir las haciendas autonómicas, a saber:
a) Impuestos cedidos total o parcialmente por el Estado (Impuesto
sobre la Renta de las Personas Físicas, Impuesto sobre el Pa-
trimonio, Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos
Jurídicos Documentados, Impuesto sobre Sucesiones y Donacio-
nes, Impuesto sobre el Valor Añadido, los Impuestos Especiales
de Fabricación, etc); recargos sobre impuestos estatales y otras
participaciones en los ingresos del Estado.
b) Sus propios impuestos, tasas y contribuciones especiales.
c) Transferencias de un Fondo de Compensación Interterritorial y
otras asignaciones con cargo a los Presupuestos Generales del
Estado. En cuanto al Fondo de Compensación Interterritorial,
la Constitución dispone que «con el fin de corregir desequilibrios
económicos interterritoriales y hacer efectivo el principio de so-
lidaridad, se constituirá un Fondo de Compensación con destino
a gastos de inversión, cuyos recursos serán distribuidos por las
Cortes Generales entre las Comunidades Autónomas y provincias,
en su caso» (art. 158.2)
d) Rendimientos procedentes de su patrimonio e ingresos de derecho
privado.
e) El producto de las operaciones de crédito. Según el artículo 156.2
de la Constitución, «las Comunidades Autónomas podrán actuar
como delegados o colaboradores del Estado para la recaudación,
la gestión y la liquidación de los recursos tributarios de aquél,
de acuerdo con las leyes y los Estatutos».

— 186 —
Tema 2

2.3.8. El mapa autonómico

En la actualidad existen diecisiete Comunidades Autónomas de di-


ferentes tipologías (pluriprovinciales, uniprovinciales, insulares), de las
cuales siete surgieron con autonomía plena: las tres que plebiscitaron
sus Estatutos y tenían un régimen provisional a la entrada en vigor de
la Constitución, que son las Catalana, Vasca y Gallega, más la Navarra,
Andaluza, Valenciana y Canaria, que accedieron por la vía del artículo
151 de la Constitución, las diez restantes se instauraron a través de una
autonomía de carácter gradual, completándose el mapa autonómico con
el acceso de las dos Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla a regímenes
autonómicos especiales.

2.4.9. Los Estatutos de Autonomía

2.4.9.1. Naturaleza jurídica

Una de las novedades más importantes del sistema normativo in-


troducido por la constitución la constituyen los Estatutos de Autonomía,
cuya caracterización básica lleva a cabo el artículo 147, apartado 1, que
debe, no obstante, examinarse en conexión con otros preceptos de la
Constitución. De este examen conjunto se obtienen las notas principales
que caracterizan a este tipo de normas jurídicas de acuerdo con nuestra
Constitución. El propio artículo 147.1 señala las dos perspectivas bajo las
que cabe contemplar los Estatutos de Autonomía: como «norma básica» de
la Comunidad Autónoma a la que se refieren y, de otro lado, como «parte
integrante del ordenamiento jurídico» del Estado.

Normas básicas de la Comunidad Autónoma


El artículo 147, apartado 1 de la Constitución, define formalmente
el Estatuto de Autonomía, en primer término y de forma breve y certera,
como «la norma institucional básica de cada Comunidad Autónoma».
Aparece bajo esta perspectiva el Estatuto de Autonomía como la
cúspide del ordenamiento jurídico de cada Comunidad Autónoma; en
cierto sentido, como la «Constitución» de ésta. La afirmación requiere,
sin embargo, de una inmediata precisión. El Estatuto no es una norma de
rango constitucional, ni emana de un poder «constituyente» semejante a
las Constituciones de los Estados en un sistema confederal: el fundamento
del Estatuto se encuentra en la propia Constitución, en el derecho a la
autonomía que ésta reconoce en su artículo 2, y por eso su finalidad no es
otra que la de crear y articular orgánicamente una Comunidad Autónoma
«dentro de los términos de la presente Constitución» (art. 147, apartado
1) y de la organización territorial de un «Estado» único (art. 137).

— 187 —
Temario

Bajo una consideración formal, el Estatuto de Autonomía corona el


sistema normativo propio de cada Comunidad Autónoma: tal es uno de
los sentidos que admite su caracterización como «norma... básica de cada
Comunidad Autónoma» (art. 147, apartado 1). Esto significa, ante todo,
que cada Comunidad Autónoma dispone de capacidad normativa, lo cual
es consecuencia del reconocimiento de su «autonomía» (arts. 2 y 137) y
de su «autogobierno» (art. 143, apartado 1).
Pero aunque el Estatuto de Autonomía corona el sistema normativo
propio de cada Comunidad, ha de quedar claro que ese sistema propio no
equivale al ordenamiento jurídico todo aplicable a dicha Comunidad. No
por evidente, puede omitirse esta afirmación, consecuencia asimismo de
la configuración territorial de un Estado único que la Constitución esta-
blece. La unidad y la unicidad del ordenamiento jurídico (art. 9.1, entre
otros) significa la aplicación global de éste a todo el territorio del Estado,
sin perjuicio de las reservas de normatividad en favor de los otros entes
territoriales y, particularmente aquí, de las Comunidades Autónomas.
En éstas, por tanto, el Derecho estatal (art. 149.3) es directamente aplica-
ble, con las excepciones indicadas, de modo que el ordenamiento jurídico
aplicable a cada Comunidad no se agota en las normas que emanen de
los órganos competentes de ella.

Leyes integrantes del ordenamiento jurídico estatal

Los Estatutos de Autonomía son, también, parte integrante del


ordenamiento jurídico del Estado, como declara de modo taxativo el
artículo 147, apartado 1 de la Constitución. Prescindiendo de la adición
enfática que el texto contiene («el Estado los «reconocerá y amparará»
como parte»...), la calificación tiene un valor sustantivo considerable en
el que conviene profundizar.
Hay que reiterar aquí, con mayor fuerza si cabe, la unidad y unicidad
del ordenamiento jurídico que la Constitución declara (art. 9.1, entre otros)
y que es consecuencia de la soberanía nacional única que igualmente
proclama (preámbulo y art. 1.2). Los Estatutos de Autonomía forman
parte integrante del ordenamiento estatal y no reservas o excepciones
a aquel: la reserva de potestad normativa en favor de las Comunidades
Autónomas ni se ejerce por el Estatuto, que es una ley del Estado, ni sig-
nifica la contraposición de un «Derecho de las Comunidades Autónomas»
frente al «Derecho del Estado» más que en la dimensión instrumental
del sistema de prelación de fuentes de un ordenamiento jurídico único.
El Estatuto de Autonomía es, en sí mismo, «parte integrante» del
ordenamiento jurídico del Estado. Esto es, no se recibe o integra a pos-
teriori en aquel, sino que nace como norma del Estado.

— 188 —
Tema 2

Leyes orgánicas sui generis

Si, según ha quedado expuesto, los Estatutos de Autonomía son parte


integrante del ordenamiento jurídico estatal, habrá que precisar ahora
que, de modo más particular, se trata, en el conjunto de aquel, de leyes
orgánicas. Así resulta con claridad de diversos preceptos de la Constitu-
ción: artículos 81.1 y 151, de modo principal. Por ese su carácter de leyes
orgánicas, comparten, pues, con éstas la imposibilidad de la delegación
legislativa (art. 82.1), en tanto que, como normas de régimen de las Co-
munidades Autónomas, tampoco pueden ser aprobadas por Ley (art. 86.1).
Cuestión de mayor trascendencia presenta la indudable caracteri-
zación sui generis de los Estatutos de Autonomía dentro del conjunto de
las diversas clases de leyes orgánicas ya que gozan de «inmunidad fren-
te a otras leyes del Parlamento, tanto ordinarias como orgánicas». Esa
condición deriva lisa y llanamente, de la exigencia de un sistema propio
para la reforma o modificación del Estatuto (artículos 147.3 y 152.2 de
la Constitución; este último de dicción mucho más contundente), que
resultaría fácilmente defraudado de aceptarse la intromisión por parte
de otras leyes del Estado, incluso de naturaleza orgánica.

2.4.9.2. Contenido de los Estatutos de Autonomía

El apartado 2 del artículo 147 enumera cuatro grupos de materias


que deben constituir contenido preceptivo de cualquier Estatuto de Au-
tonomía: denominación de la Comunidad Autónoma, delimitación de su
territorio, denominación, organización y sede de sus instituciones y las
competencias asumidas. Pero esa enumeración no agota el contenido de
éstos, no solo porque otros preceptos constitucionales imponen la consig-
nación de extremos varios, sino también por cuanto ese contenido puede
tener mayor amplitud, bien en base a normas también constitucionales
o derivadas de ellas, bien conforme a la propia naturaleza y objeto del
Estatuto de Autonomía. Esta diferencia de supuestos puede servirnos de
guía a la hora de precisar con algún detalle la materia propia o contenido
de los Estatutos de Autonomía en general.

Contenidos preceptivos y facultativos

La Constitución exige en varios preceptos que los Estatutos incluyan


en su texto diversas materias. Aparte de los cuatro géneros de cuestiones
que explicita el artículo 147, apartado 2, que serán objeto de atención
especial en lo que sigue, la Constitución obliga a cada Estatuto de Au-
tonomía a consignar el procedimiento de reforma del propio Estatuto
(artículos 147.3 y 152.2).

— 189 —
Temario

Fuera de los preceptos indicados, las restantes materias que con-


tengan los Estatutos de Autonomía deben considerarse de inclusión
facultativa u opcional, aunque en la mayoría de los casos deriven de la
naturaleza de otros preceptos constitucionales (así, el ejercicio del derecho
a la autonomía por la aprobación del propio Estatuto: artículos 2 y 143.1;
o el carácter «histórico» de la Comunidad Autónoma en alguno de los tres
supuestos que contiene este último, etc.). La misma Constitución hace
mención explícita de algunas de estas materias: convenios entre Comu-
nidades Autónomas (artículo 145.2), establecimiento de circunscripciones
territoriales propias (artículo 152.3) y colaboración con el Estado en la
gestión tributaria (artículo 156.2).
Consideración particular y detallada merecen ahora los cuatro gé-
neros de cuestiones que, con carácter de contenidos preceptivos de todo
Estatuto de Autonomía, establece el apartado 2 del artículo 147.

Denominación de la Comunidad

El artículo 147, apartado 2, a), obliga a los Estatutos de Autonomía


a que recojan en su contenido «la denominación de la Comunidad que
mejor corresponda a su identidad histórica».
Resulta de aquí, en primer término, que toda Comunidad Autónoma
ha de tener una «denominación», un nombre que la designe e identifique.
Ahora bien: tal denominación solo tiene una referencia en el precepto que
nos ocupa: ser la que «mejor corresponda a su identidad histórica» (la de
la propia Comunidad Autónoma). Se trata, como es obvio, de un típico
concepto jurídico indeterminado, de difícil control en la práctica. Por
regla general, se han adoptado las denominaciones de ámbito geográfico
ya acreditadas, como ya se hiciera en los correspondientes regímenes
preautonómicos, sin que se suscitara una problemática especial. Pero en
algunos casos esas denominaciones se han etiquetado o calificado con un
concepto jurídico previo: «País» (vasco), «Principado» (Asturias), «Región»
(Murcia), «Comunidad Autónoma» (Islas Baleares) o simplemente «Comu-
nidad» (Madrid). En la preparación del Estatuto de Valencia la elección
del término «País», que era la de «mejor identidad histórica» y recogía
el proyecto, fue rechazada con ardor por uno de los polos políticos y la
polémica se zanjó con una fórmula híbrida tan al gusto de los negociado-
res de aquella etapa: «El pueblo valenciano, históricamente organizado
como Reino de Valencia, se constituye en Comunidad Autónoma... con la
denominación de Comunidad valenciana» (art. 1.1). Sin embargo, la mitad
de los Estatutos no cumple con la exigencia de hacer constar, como tal, la
denominación, aunque ello se deduzca del texto del artículo o artículos
iniciales y así ocurre en los Estatutos de Cataluña, Galicia, Andalucía, La
Rioja, Aragón, Canarias, Extremadura, Castilla y León, Ceuta y Melilla.

— 190 —
Tema 2

Delimitación del territorio

Este requisito que, como de mención obligatoria también en los Es-


tatutos de Autonomía, preceptúa el apartado 2.b), del artículo 147 («la
delimitación de su territorio»), es consustantivo a la creación de todo ente
territorial, como es el caso de las Comunidades Autónomas.
Todos los Estatutos de Autonomía han llevado a cabo una delimita-
ción del territorio que comprende la respectiva Comunidad Autónoma. Las
formulaciones muestran numerosas diferencias, pero en la gran mayoría
de los casos tienen carácter semántico y, por ello, irrelevante en la prácti-
ca, así se utilizan expresiones como son las siguientes: el territorio de la
Comunidad Autónoma... «es el de», «comprende el de», «es el comprendido
en», «formado por el de», «integrado por el de», etc.
Otras diferencias, ya sustantivas, obedecen a peculiaridades geo-
gráficas («territorios insulares» e «islas») o administrativas históricas
(«Territorios Históricos», «comarcas» o «Merindades»).
El criterio más común, seguido en casi todos los Estatutos, consiste
en referir la delimitación territorial a las dos entidades administrativas
menores preexistentes; esto es, a los municipios, integrados a su vez en
la o las provincias.
La formulación constitucional, sin embargo, no evita la modificación
indirecta del territorio de una Comunidad Autónoma por la vía de la al-
teración del de una provincia (art. 141.1), lo que no podría considerarse
válido al implicar modificación del correspondiente Estatuto de Autono-
mía, según lo antes expuesto a propósito de la «inmunidad» de éste.
Cuestión distinta es la previsión de incorporación a una Comunidad
Autónoma de territorios no comprendidos en la delimitación inicial. Pre-
visiones a este propósito figuran tanto en la Constitución como en algunos
Estatutos. En el primer caso nos encontramos con la eventual incorpora-
ción de Navarra al País Vasco (Disposición transitoria cuarta) y, ya con
una problemática especial en la que no corresponde entrar aquí, las que
pudieran derivarse de los supuestos previstos en el artículo 144. Otras
previsiones de este tipo se contienen en varios Estatutos de Autonomía.
Así, con mayor relevancia, el del País Vasco incluye un procedimiento
para la «agregación» a esta Comunidad Autónoma de «otros territorios o
municipios que estuviesen enclavados en su totalidad dentro del territorio
de la misma» (art. 8), que es el caso del enclave burgalés del Condado de
Treviño. El Estatuto de Andalucía, por su parte, recoge «la ampliación
de la Comunidad Autónoma a territorios históricos no integrados en otra
Comunidad Autónoma..., una vez que dichos territorios hayan vuelto a la
soberanía española» que da cobijo, mediante una fórmula elegante, al tema
de Gibraltar). Finalmente, dos Estatutos (los de La Rioja y Cantabria)

— 191 —
Temario

regulan la posibilidad de que sus respectivas Comunidades se integren en


otra (Castilla y León, de la que proceden, aun cuando no se la nombra).
Todavía cabría evocar un tercer supuesto que tendría incidencia en
la configuración, bien que a posteriori, del territorio de una Comunidad
Autónoma. Nos referimos a la separación de una o varias provincias,
aunque este supuesto no está contemplado en la Constitución. Como ha
podido verse en el párrafo anterior, los Estatutos de Autonomía de Na-
varra, La Rioja y Cantabria contemplan la posibilidad de incorporación
de una Comunidad Autónoma a otra, pero mediante la disolución de la
primera y en bloque, lo que, por otra parte, no podía ser de otro modo
puesto que se trata de Comunidades uniprovinciales. Sin embargo, dado
el silencio de la Constitución, ningún Estatuto regula la separación ni
la incorporación a su Comunidad de una provincia integrada en otra
pluriprovincial.

Instituciones propias

Mención obligada de todo Estatuto de Autonomía constituye también,


conforme al apartado 2.c), del artículo 147, «la denominación, organización
y sede de las instituciones autónomas propias».
Por tanto, en cuanto a las instituciones propias, el precepto exige
que se señale en los Estatutos la denominación, organización y sede
de aquellas. Este precepto cabe relacionarlo con el artículo 152.1. de la
Constitución, que señala que en los Estatutos aprobados por el procedi-
miento previsto por el artículo 151.1 la organización institucional de la
Comunidad se basará en una Asamblea Legislativa elegida por sufragio
universal con arreglo a un sistema de representación proporcional que
asegure, además, la representación de las diversas zonas del territorio;
un Consejo de Gobierno con funciones ejecutivas y administrativas; y un
Presidente, elegido por la Asamblea, de entre sus miembros, y nombrado
por el Rey, al que corresponde la dirección del Consejo de Gobierno la
suprema representación de la respectiva Comunidad y la ordinaria del
Estado en aquélla.
Pero nada ha impedido que a este esquema responda también la orga-
nización institucional de las Comunidades que accedieron a la autonomía
por la vía del 143.2 de la Constitución. Ello no obstante, hay que tener en
cuenta que, conforme dispone el artículo 148.1 de la Constitución, —y así
se determina en todos los Estatutos de autonomía—, a las Comunidades
autónomas compete la organización de sus instituciones de autogobierno,
por lo que, tal y como ha señalado el Tribunal Constitucional, —Senten-
cias 35/82 y 204/92, entre otras— las Comunidades autónomas pueden
crear otras instituciones de autogobierno, más allá de las previstas en sus
Estatutos, en la medida que lo juzguen necesario para su autogobierno.

— 192 —
Tema 2

Y así, no son pocas las Comunidades autónomas que han creado por Ley
instituciones no previstas en sus Estatutos, como por ejemplo los Conse-
jos Consultivos, o los órganos autonómicos equivalentes al Defensor del
Pueblo o al Tribunal de Cuentas.
En cuanto a la sede de las instituciones autónomas propias, del
enunciado constitucional no puede deducirse, como ha señalado el Tri-
bunal Constitucional, (STC 89/1984), una reserva estatutaria absoluta,
por lo que tal determinación puede diferirse a lo que dispongan las leyes
autonómicas.
Hay que tener en cuenta que a pesar de la mención contenida en
el artículo 151.1 con relación a los Tribunales Superiores de Justicia
(«Un Tribunal Superior de Justicia, sin perjuicio de la jurisdicción que
corresponde al Tribunal Supremo, culminará la organización judicial en
el ámbito territorial de la Comunidad Autónoma»), dichos órganos no
forman parte de la Administración Autonómica pues el Poder Judicial es
único para todo el Estado. Aquellos Tribunales son, por tanto, órganos del
Estado en la Comunidad autónoma, pero en ningún caso, órganos de éstas.

Competencias asumidas y traspaso de servicios

Con arreglo al apartado 2.d) del artículo 147, los Estatutos de Au-
tonomía deben contener «las competencias asumidas dentro del marco
establecido en la Constitución y las bases para el traspaso de los servicios
correspondientes a las mismas».
La referencia a las competencias reenvía a los preceptos en que
se establecen las correspondientes «listas» de aquellas: artículo 148.1,
para todas las Comunidades Autónomas, y artículo 148.2, en relación
con el artículo 149, para las de la vía del artículo 151 y también para las
restantes transcurridos cinco años (art. 148.2). Sin adentrarse aquí en
la problemática sustantiva que plantean las normas citadas, todos los
Estatutos de Autonomía incorporan listas, por lo común muy largas, de
las competencias que cada Comunidad asume, y ello, por cierto, con un
explicable mimetismo con respecto a los dos primeros textos aprobados,
los Estatutos vasco y catalán. En la práctica, el desglose de las corres-
pondientes listas de materias se ha efectuado en los Estatutos en base a
las facultades asumibles por cada Comunidad Autónoma, en una difícil
y a veces forzada interpretación del artículo 149.1 de la Constitución,
agrupando así aquellas en torno a las categorías de competencias «exclusi-
vas» o «plenas», competencias de «desarrollo legislativo» y de «ejecución»,
básicamente.
Por lo que se refiere a las «bases para el traspaso de los servicios»,
se trata de una exigencia que cumplen todos los Estatutos, básicamente

— 193 —
Temario

a través de la creación y regulación de las llamadas «Comisiones Mixtas


de Transferencias» (la mayoría creadas ya bajo los previos regímenes de
preautonomía).

2.4.9.3. Reforma de los Estatutos de Autonomía

Como norma institucional básica de una Comunidad Autónoma, al


igual que la Constitución, los Estatutos regulan su propio mecanismo de
reforma, cosa que no sucede con ninguna otra norma.
La Constitución prevé dos procedimientos de reforma: el general,
para las Comunidades que accedieron a la autonomía por la vía del artí-
culo 143.2, que se contiene en el artículo 147.3, a cuyo tenor «la reforma
de los Estatutos se ajustará al procedimiento establecido en los mismos y
requerirá, en todo caso, la aprobación por las Cortes Generales, median-
te ley orgánica»; y el especial, reservado a los Estatutos de Autonomía
aprobados por la vía del artículo 151.1, que está establecido en el artículo
152.2, de acuerdo con el cual: «una vez sancionados y promulgados los
respectivos Estatutos, solamente podrán ser modificados mediante los
procedimientos en ellos establecidos y con referéndum entre los electores
inscritos en los censos correspondientes».
Como ya se ha expuesto en el procedimiento de reforma intervienen
tanto el parlamento autonómico como el estatal, de tal suerte que para
que la reforma prospere es necesaria una sintonía entre ambos. Efecti-
vamente, los Estatutos prevén una primera fase en el que el proyecto de
reforma es elaborado por el parlamento autonómico que lo remite a las
Cortes Generales, para que lo aprueben mediante Ley Orgánica. Hay que
tener en cuenta que la exigencia de referéndum solo es exigible para los
estatutos aprobados por la vía del artículo 151 de la Constitución. Sin
embargo, el Estatuto de la Comunidad Valenciana, reformado por la Ley
Orgánica 1/2006, de 10 de abril, también contempla la ratificación por
referéndum de las reformas estatutarias, a pesar de no ser la Comunidad
Valenciana una de las de la vía del artículo 151.
En cuanto a la tramitación en las Cortes Generales de este tipo
de iniciativas, el silencio de los Reglamentos de ambas Cámaras hizo
necesaria la aprobación de dos Resoluciones, una de la Presidencia del
Congreso de los Diputados y otra de la Presidencia del Senado, de 16 de
marzo y de 30 de septiembre de 1993, respectivamente.
Cabe advertir que no hay coincidencia en los diferentes Estatutos
a la hora de fijar quienes tienen iniciativa para proceder a su reforma.
Así, por ejemplo, el artículo 64 del Estatuto de la Comunidad de Madrid
señala que la iniciativa corresponde al Gobierno o a la Asamblea de Ma-
drid, a propuesta de una tercera parte de sus miembros, o de dos tercios
de los municipios de la Comunidad cuya población represente la mayoría

— 194 —
Tema 2

absoluta de la Comunidad de Madrid. No se reconoce en dicho Estatuto


iniciativa a favor de las Cortes Generales, cosa que sí sucede en otros
Estatutos: Estatuto de Castilla y León (artículo 55); Castilla-La Man-
cha (artículo 54); Comunidad Valenciana (artículo 81); Aragón (artículo
61); La Rioja (artículo 58); Andalucía (artículo 74); Cantabria (artículo
58); Principado de Asturias (artículo 56); Murcia (artículo 55); Canarias
(artículo 64); Extremadura (artículo 62); Illes Balears (artículo 76); País
Vasco (artículo 46) y Cataluña (artículo 223, para el caso de reforma de
los Títulos del Estatuto que afecten a las relaciones con el Estado). Hay
Estatutos que reconocen iniciativa a los municipios (por ejemplo, artículo
64 del Estatuto de la Comunidad de Madrid; artículo 56 del Estatuto del
Principado de Asturias; y artículo 58 del Estatuto de La Rioja). El nuevo
Estatuto de Cataluña, si bien no reconoce la potestad de iniciativa de los
ayuntamientos, sí que les reconoce, siempre y cuando reúnan una serie de
requisitos numéricos, la posibilidad de proponer al Parlamento el ejercicio
de su iniciativa parlamentaria (artículos 222 y 223). Otros estatutos,
además, reconocen iniciativa de reforma al Gobierno de la Nación (art.
56 del Estatuto del Principado de Asturias, y art. 55 del de Murcia).
Por otra parte cabe señalar que algunos Estatutos prevén dos pro-
cedimientos de reforma diferenciando la que pretende ampliar el ámbito
competencial de la del resto de supuestos (en este sentido cabe hacer
referencia al artículo 61 del Estatuto de la Comunidad Valenciana que
exige acuerdo adoptado por tres quintas partes de sus miembros, salvo
que solo tuviera por objeto la ampliación del ámbito competencial, en
cuyo caso bastará la mayoría simple de las Cortes Valencianas). En el
mismo sentido artículo 55 del Estatuto de Murcia y otros, como es el caso
del Estatuto de la Comunidad de Madrid (artículo 64), del Estatuto de
Castilla-La Mancha (artículo 54) o del Estatuto de Castilla y León (artí-
culo 55) no realizan tal distinción.
El Estatuto de Cataluña también contempla dos procedimientos de
reforma, en función de la materia afectada por la misma: así, el Esta-
tuto de 2006 distingue entre la reforma de los Títulos del Estatuto que
no afectan a las relaciones con el Estado (Títulos I y II) y la reforma del
resto de Títulos.

3. EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

3.1. Naturaleza

La supremacía de la Constitución sobre el resto del ordenamiento


jurídico requiere el establecimiento de una instancia, una jurisdicción,
ante la cual se planteen aquellos recursos fundados en la presunta in-
constitucionalidad de la ley o de ciertos actos de los poderes públicos.
La Constitución española de 1978 opta por un sistema de control de la

— 195 —
Temario

constitucionalidad de las leyes, propio de buena parte de los ordenamien-


tos constitucionales de la Europa continental, establecido mediante la
creación de un Tribunal especializado que juzga sobre la adecuación de la
norma o el acto de que se trate al ordenamiento constitucional, en clara
diferencia con el existente en los países anglosajones.
El Tribunal Constitucional se constituye como el primer mecanismo
para asegurar el cumplimiento de la Constitución. Es la propia Consti-
tución quien lo establece como su principal garante. Se trata por tanto
de un órgano de autoaseguramiento constitucional. En este sentido el
artículo 1.1 de la Ley que lo regula establece que «el Tribunal Constitu-
cional, como intérprete supremo de la Constitución, es independiente de
los demás órganos constitucionales y está sometido solo a la Constitución
y a la Ley que lo regula».
El Tribunal Constitucional es pues un órgano independiente de cual-
quier otro poder del Estado, que tiene por función fundamental juzgar
sobre la adecuación de las normas al ordenamiento constitucional. El
Título IX de la Constitución se dedica íntegramente a desarrollar esta
institución, viniendo a completar su régimen jurídico la Ley Orgánica, de
3 de Octubre de 1979 modificada en varias ocasiones desde su publicación.
El Tribunal Constitucional es un órgano de caracteres específicos,
ya que aunque dicte sentencias, sus componentes no pertenecen nece-
sariamente a la carrera judicial, siendo su nombramiento, igualmente,
de carácter temporal. Es, por tanto, un órgano situado fuera del poder
judicial, aunque de naturaleza jurisdiccional. El Tribunal Constitucional
«garantiza la primacía de la Constitución y enjuicia la conformidad o
disconformidad con ella de las leyes, disposiciones o actos impugnados».
Nuestra Constitución, siguiendo el modelo europeo, optó por la
creación de un órgano específico encargado del control de la constitu-
cionalidad de las leyes con el nombre de Tribunal Constitucional y que
según el artículo 1.1 de su Ley Orgánica reguladora es entendido como
«intérprete supremo de la Constitución».
Sin duda el primer punto a abordar en el estudio de esta figura es
el relativo a su verdadera naturaleza. Como consideración inicial debe
destacarse el carácter autónomo del Tribunal Constitucional que no forma
parte de ningún poder del Estado, señaladamente del Poder Judicial. En
efecto, la Constitución distingue con claridad el Poder Judicial regulado
en el Título VI y el Tribunal Constitucional al que dedica el Título IX, a
diferencia, por ejemplo, del caso alemán en el que Tribunal Constitucio-
nal Federal sí está incluido en la organización judicial. Ahondando en
esta idea, el artículo 1.1 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional
le considera «independiente de los demás órganos constitucionales». El
propio Tribunal Constitucional ha dejado claro en su. STC 9/1981, de

— 196 —
Tema 2

31 de marzo, que no es un órgano integrante del poder judicial, aunque


cuestiones puramente formales como el hecho de que sus integrantes re-
ciban el nombre de magistrados o sus resoluciones adopten la estructura
de sentencias, autos o providencias pudieran hacer pensar lo contrario.
Sentado el carácter independiente del Tribunal Constitucional puede
decirse que es un órgano constitucional superior. Primero, porque está
creado por la propia Constitución; segundo, porque tiene jurisdicción en
todo el territorio español (art. 161.1 CE); tercero, porque es único en su
orden (art. 1.2 LOTC); cuarto, porque sus sentencias tienen valor de cosa
juzgada a partir del día siguiente de su publicación y no cabe recurso al-
guno contra ellas (art. 164.1 CE); y quinto, porque sus sentencias, salvo
las que se limiten a la estimación subjetiva de un derecho, tienen plenos
efectos frente a todos (art. 164.1 CE). Lo anterior confiere al Tribunal
Constitucional un carácter peculiar que le afianza en una posición de
privilegio en el ordenamiento español puesto que los demás órganos del
Estado deben acatar sus decisiones sin posibilidad de impugnarlas jurí-
dicamente. Ello no significa, sin embargo, que podamos decir que estemos
en presencia de un órgano «soberano» sino que, el Tribunal Constitucional
es un poder neutro, que se limita a sostener la efectividad del sistema
constitucional, pero que en modo alguno le configura y, menos aún, impide
su cambio. Es en la facultad de acordar este cambio donde justamente hay
que ver la nota de la soberanía y lo que constituye el límite infranqueable
de la justicia constitucional.
La caracterización anterior no agota desde luego la cuestión ini-
cialmente planteada, esto es, la naturaleza del Tribunal Constitucional.
En este sentido hay que decir que un primer problema se circunscribe a
determinar si estamos en presencia de un órgano jurídico o de un órga-
no de naturaleza política. Dominguez Martín, apelando al antecedente
del Tribunal de Garantías Constitucionales de la II República española,
considera que en el Tribunal Constitucional de 1978 se aprecia una
«acentuada politización». Sin embargo hay que tener en cuenta que en la
composición del órgano en 1931 se incluían, entre otros, el Presidente del
Tribunal de Cuentas, el del órgano consultivo previsto en el artículo 93
de la Constitución republicana, dos diputados, un representante por cada
una de las regiones españolas y además el Presidente era designado por el
Parlamento. Nada de eso ocurre en la actualidad aunque prácticamente
todos los Magistrados sean elegidos en instancias políticas pero siempre
respetando, como se verá más adelante, los requisitos establecidos en el
artículo 159.2 de la Constitución, que distan mucho de suponer un criterio
estrictamente político como sucedía en 1931. El ambiente social que se
vivió desde ese año hasta el estallido de la Guerra Civil tampoco fue el
más idóneo para que el Tribunal de Garantías Constitucionales desem-
peñara su labor en un plano estrictamente jurídico como puede decirse,

— 197 —
Temario

en términos generales, que ha llevado a cabo el Tribunal Constitucional


desde su entrada en funcionamiento en 1980. Ya antes (1929) y con un
carácter general, Karl Schmitt había criticado la politización de la justi-
cia constitucional. Para el famoso autor decisionista «una expansión sin
inhibiciones de la justicia no transforma al Estado en jurisdicción, sino
los Tribunales en instancias políticas. No conduce a juridificar la política,
sino a politizar la justicia. Justicia constitucional es una contradicción en
los términos». En semejante sentido, Schneider no duda en afirmar que
«la jurisdicción constitucional es de por sí justicia política».
La raíz del tema estriba en las relaciones no siempre fáciles política-
Derecho, en la concurrencia de dos efectos, a saber, la politización del
Derecho o la juridificación de la política, no siempre conciliables. Es cierto
que el Tribunal Constitucional resuelve en muchos casos conflictos pura-
mente políticos planteados ante él por cuestiones de idéntica naturaleza
pero lo importante no es tanto calificar las motivaciones que empujan
a los que residencian sus pretensiones ante el Tribunal Constitucional
sino la precisa determinación de los criterios que utiliza éste para decidir.
Para llegar a una conclusión fiable hay que partir del dato, ya conocido,
que legitima a la propia jurisdicción constitucional, es decir, la defensa
jurídica de la Constitución y más en concreto aún el carácter de norma
jurídica suprema que hoy se le reconoce a la Constitución.
El Tribunal Constitucional no es el encargado de la defensa mate-
rial o política de la Constitución, sino de su defensa jurídica partiendo
de su valor normativo supremo. Nuestro Tribunal Constitucional se ha
definido a sí mismo como «guardián de la Constitución» (STC 78/1984,
de 9 de julio), pero guardián jurídico sin duda, sujeto además a criterios
puramente jurídicos pues no hay que olvidar que según el artículo 1.1
LOTC «está sometido solo a la Constitución y a la presente Ley Orgánica»,
aunque la vinculación jurídica pueda entenderse más amplia toda vez
que el artículo 9.1 de la Constitución establece que los poderes públicos
están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico. Los
anteriores preceptos limitan pues la libertad del Tribunal Constitucional
para determinar qué tipo de criterios puede utilizar para resolver los
conflictos que le son planteados, de naturaleza política en muchos casos
sin duda, pero que deben ser decididos utilizando únicamente métodos y
argumentaciones jurídicas presididas siempre por la Constitución. Cabe
concluir por tanto que por su origen, su cometido genérico y las pautas
de su actuación, el Tribunal Constitucional es un órgano de naturaleza
jurídica.
Partiendo de esta base se nos plantea un segundo interrogante
referido a la determinación exacta del tipo de actividad, ya concebida
como estrictamente jurídica, que desempeña el Tribunal Constitucional
y que a la vista de la experiencia se entiende como la introducción de un

— 198 —
Tema 2

«problema» entre el poder legislativo y el poder judicial. En efecto, las dos


hipótesis manejadas para describir la labor del Tribunal Constitucional
han sido, bien su carácter jurisdiccional, bien su vertiente como legislador.
La propia doctrina es fluctuante en este sentido, pues si en un principio
consideró la labor del Tribunal Constitucional como «verdaderamente
jurisdiccional», luego reconoció que un Tribunal de esta especie «funciona
como legislador en sentido negativo». No fue ajena a este cambio la crítica
de Karl Schmitt cuando afirmaba que la justicia constitucional «es en
realidad legislación, e incluso legislación constitucional, y no justicia».
La doctrina española apuesta, en general, por el carácter jurisdiccional
(Sánchez Agesta, Fernández Segado, Pérez Tremps, Ignacio de Otto).
Ahora bien, es preciso hacer unas puntualizaciones previas. Cuando, por
ejemplo, Pérez Tremps habla del Tribunal Constitucional como «jurisdic-
ción especializada» obviamente no se refiere a este órgano como una más
de las especializaciones dentro del sistema judicial (penal, contencioso-
administrativo, social, etc) sino de un tipo de jurisdicción particular, la
constitucional, recogida en la Constitución con un carácter autónomo
al no estar integrada en la estructura judicial común. Por tanto no se
rompe con ello el principio de unidad jurisdiccional del artículo 117 de la
Constitución porque se trata de algo distinto en cuanto a su naturaleza
y alcance.
Así centrado el tema habría que preguntarse si verdaderamente el
Tribunal Constitucional es un órgano con un sentido equiparable a un
auténtico tribunal. La respuesta que aquí se defiende es negativa por
varias razones:
a) El Tribunal Constitucional solo actúa a instancia de parte, vién-
dose privado de una acción de oficio característica de un auténtico
órgano jurisdiccional. Se limita, pues, a una «justicia rogada»
resolviendo las cuestiones que le son planteadas.
b) El Tribunal Constitucional carece de la competencia para hacer
ejecutar lo juzgado, característica de todo órgano jurisdiccional.
Cuando sus decisiones implican la necesidad de una acción ma-
terial de ejecución positiva, ésta corresponde a otros órganos del
Estado.
c) El Tribunal Constitucional no interviene como un órgano judicial
en un verdadero proceso, es decir, no enjuicia hechos concretos a
los que deba aplicar una norma con un criterio decisorio. Sobre
todo en su sentido más propio, esto es, en el control de consti-
tucionalidad de las leyes, el Tribunal Constitucional se limita a
hacer una valoración abstracta entre dos normas, la Constitución
y una ley o norma con rango de ley, para decidir si ésta contradice
o no aquélla.

— 199 —
Temario

Rechazada la hipótesis del carácter jurisdiccional, nos queda la se-


gunda, es decir, el carácter legislativo. Debemos preguntarnos en conse-
cuencia si el Tribunal Constitucional es un auténtico legislador. El propio
órgano en STC 5/1981, de 13 de febrero dice que no es legislador. Desde
luego no es un legislador en sentido estricto, lo que podíamos denominar
legislador positivo, toda vez que según el artículo 66.2 de la Constitución
son las Cortes Generales quienes ejercen la potestad legislativa del Es-
tado. La única posibilidad es considerar al Tribunal Constitucional como
«legislador negativo», esto es, como un órgano con competencia para dejar
sin validez preceptos legales si entiende que vulneran la Constitución.
Ahora bien, realmente lo anterior no puede llevarnos sin más a la idea
del Tribunal Constitucional como legislador por diversos motivos:
a) Su origen y composición distan mucho de ser las mismas que un
verdadero órgano legislativo.
b) Sus competencias y funciones, en general, no coinciden tampoco
con las del legislador.
c) Sus decisiones no son objeto de recurso alguno (art. 164.1 CE),
en contra de la revisión a la que están sometidas las leyes pre-
cisamente ante el propio Tribunal Constitucional.
d) No tiene autocapacidad derogatoria o revisora de la legislación
por meros criterios de oportunidad política sino que se limita en
su aspecto más propio, como quedó apuntado, a una comparación
abstracta y a petición de terceros entre la Constitución y una
norma con rango de ley.
e) Su criterio de actuación es exclusivamente jurídico, en contra
del carácter básicamente político que guía las decisiones del le-
gislativo, que está formado precisamente por los representantes
de los distintos partidos políticos.
Cuestionados los dos planteamientos clásicos sobre la naturaleza
jurídica del Tribunal Constitucional, es preciso atender a la literalidad
de los preceptos y apuntar simplemente que el Tribunal Constitucional es
el «intérprete supremo de la Constitución» (art. 1.1 LOTC). Ello implica
que su labor no es estrictamente ni jurisdiccional ni legislativa, sino tan
solo interpretativa. Lo que sucede es que de su interpretación pueden
derivarse diversas consecuencias lógicas. Si el Tribunal Constitucional
entiende que una ley o norma con rango de ley contradice la Constitución,
es claro que se depurará del ordenamiento. Si resuelve un conflicto de
competencias entre el Estado y una Comunidad Autónoma o un conflicto
entre dos órganos constitucionales del Estado deberá tomar una decisión
concreta que resuelva la disputa planteada pero eso no anula su estricta
consideración de intérprete, si bien supremo, de la Constitución.

— 200 —
Tema 2

Tema distinto es el descubrimiento del valor del Tribunal Cons-


titucional en sí mismo que le legitime como intérprete supremo de la
Constitución. El propio Tribunal Constitucional tiene declarado que le «co-
rresponde, en su función de intérprete supremo de la Constitución (art. 1
LOTC), custodiar la permanente distinción entre la objetivación del poder
constituyente y la actuación de los poderes constituidos, los cuales nunca
podrán rebasar los límites y las competencias establecidas por aquél» (STC
76/1983, de 5 de agosto). De ahí que entre nosotros García de Enterría
apunte como posición jurídica del Tribunal Constitucional la de ser un
comisionado directo del poder constituyente, es decir, del pueblo soberano
para actuar a posteriori y en su nombre a fin de controlar el ejercicio de la
potestad legislativa que ese pueblo otorga en cada momento a las Cortes
Generales mediante los procesos electorales. En ese punto reside por
tanto la esencia del Tribunal Constitucional como órgano jurídico, la de
ser el representante del poder constituyente garantizando para el futuro
la observancia de lo que el propio poder constituyente quiso y que plasmó
de forma jurídica en la Constitución como norma suprema del Estado.

3.2. Composición

3.2.1. Número de miembros

El artículo 159 de nuestra Constitución, con el que se abre el Títu-


lo dedicado al Tribunal Constitucional, aborda la regulación del perfil
orgánico del Tribunal, contemplando al efecto los principios básicos que
han de regir inexcusablemente en cuatro de los aspectos medulares en
la composición de cualquier órgano: 1) la composición propiamente dicha
o integración del órgano, que abarca tanto el número de miembros como
el procedimiento de designación o elección de los mismos; 2) la cualifica-
ción requerida para el acceso al Tribunal como miembro del mismo; 3) el
período de desempeño del cargo y el procedimiento de renovación de sus
miembros, y 4) las líneas generales del estatuto jurídico de los integrantes
del Tribunal, con especial referencia a sus incompatibilidades.
En sus tres primeros apartados, el artículo 159 se refiere a los tres
primeros aspectos, mientras que los apartados cuarto y quinto se enmar-
can dentro de lo que podemos estimar como líneas generales del estatuto
jurídico de los miembros del Tribunal.
Según el artículo 159.1 de la Constitución, «el Tribunal Constitucio-
nal se compone de doce miembros». El número de integrantes de cualquier
órgano colegiado es puramente convencional por lo que carece de rele-
vancia en principio discutir si conviene un número u otro. Lo único que
puede decirse es que no parece oportuno que la composición sea excesiva,
complicando de suyo el proceso de decisión. Por eso puede parecer válido

— 201 —
Temario

que sean doce los integrantes de nuestro Tribunal Constitucional, no


desviándose demasiado de sus homólogos (nueve en Francia donde junto
a esos nueve miembros, forman parte asimismo del Consejo Constitucio-
nal, como vocales de pleno derecho y con carácter vitalicio, los antiguos
Presidentes de la República; once en Grecia; trece en Portugal; catorce
en Austria (más seis suplentes); quince en Turquía (y cinco suplentes);
dieciséis en Alemania y quince en Italia.
Lo que sí parece discutible es que se eligiera un número par con el
riesgo de que exista empate que solo será decidido con el voto de calidad del
Presidente, peligro apuntado pronto por la doctrina y que se hizo patente
en la primera sentencia del caso Rumasa, decidida por el voto de calidad
del entonces Presidente García Pelayo. No es preciso recordar la transcen-
dencia de aquella decisión por varias razones, incluida de modo notable
el proceso de su elaboración lo que contribuyó en un primer momento al
desprestigio del propio Tribunal Constitucional. En consecuencia hubiera
sido más deseable un número impar de integrantes. Hay que señalar al
hilo de lo anterior que el número de doce incluye al Presidente, que será
nombrado por el Rey entre sus miembros, a propuesta del mismo Tribunal
en pleno y por un período de tres años (art. 160 CE).
Ya en el debate constituyente las voces de los senadores señores
Sánchez Agesta y Ollero Gómez se alzaron advirtiendo acerca de la conve-
niencia de que el Tribunal contara con un número impar de Magistrados.
Lo contrario podría conducir en algún caso a un callejón sin salida a la
hora de fallar una sentencia, dada la posibilidad de empate, que aunque
podía solventarse otorgando un voto de calidad al Presidente del Tribu-
nal, solución, por lo demás, poco aconsejable, dado el peso decisivo de
responsabilidad que ello entraña para el Presidente, con el consiguiente
desgaste del mismo, en especial, por las connotaciones o interpretaciones
que tal circunstancia puede desencadenar en la opinión pública y entre
las propias fuerzas políticas, lo cierto es que debiera haber venido resuelta
por la Norma suprema.
La doctrina, por lo general, se ha pronunciado críticamente en torno a
la circunstancia que nos ocupa. Así, Aragón estima que hubiera sido más
conveniente establecer un número impar al objeto de facilitar la resolución
en los casos de empate, opinión a la que se suma González Pérez. Alzaga
lamenta la adopción de un número par, que obligará al Presidente del
Tribunal a ejercitar en determinados casos su voto dirimente, lo cual no
solo es anómalo (los Tribunales, por definición, se componen de miembros
en número impar), sino que puede complejizar y politizar en exceso la
elección del Presidente de este órgano. Garrido Falla, en idéntica dirección,
advierte que es un número que inevitablemente planteará problemas de
empate de votos, para los que no ha sido prevista la concesión de voto de
calidad para el Presidente (sí contemplada, sin embargo, por el artículo

— 202 —
Tema 2

90.1 de la L.O.T.C.). También Lucas Murillo hace constar que no parece


adecuado, en principio, fijar un número par de Magistrados, y Alvarez
Conde señala que ese número puede provocar situaciones de conflictivi-
dad. Por su lado, Pérez Tremps considera que el número, ni excesivo ni
corto, cual corresponde a las necesidades del Tribunal Constitucional,
de acuerdo a una costumbre de larga raigambre, parece incorrecto, ya
que todo Tribunal conviene que esté formado por un número impar de
Magistrados. Como vemos, la similitud de estos juicios es patente.

3.2.2. Nombramiento

El propio artículo 159.1 de la Constitución establece las cuatro vías de


procedencia para designar a los Magistrados del Tribunal Constitucional:
«cuatro lo serán a propuesta del Congreso de los Diputados por mayoría
de tres quintos; cuatro a propuesta del Senado, con idéntica mayoría; dos
a propuesta del Gobierno y dos a propuesta del Consejo General del Poder
Judicial». De esta manera, el Tribunal Constitucional es el único órgano
constitucional en el que intervienen en el proceso de nombramiento de
sus miembros todos los restantes órganos constitucionales.
Del artículo de referencia se desprenden varias conclusiones:
a) Se acentúa la designación en sede parlamentaria. Ello es lógico
si se defiende, como hicimos con anterioridad, que el Tribunal
Constitucional es en realidad un comisionado del poder consti-
tuyente, del pueblo en definitiva, por lo que parece razonable
que sea el propio pueblo a través de sus representantes en las
Cortes Generales el que tenga la mayor participación a la hora
de formar este órgano constitucional. Lo que sucede es que en
la práctica son las clases dirigentes de los partidos con repre-
sentación parlamentaria, y no el pueblo directamente, las que
deciden quiénes serán Magistrados del Tribunal Constitucional,
utilizando además unos procedimientos, las famosas cuotas por
ejemplo, que distan mucho de ser las más democráticas porque
hacen suponer que los elegidos lo serán no solo por sus méritos
propios sino también por afinidad ideológica.
b) Se deja al Gobierno una parte, si bien reducida, de designación.
Hubiera sido deseable que no se recogiera esa posibilidad porque
eliminaría la sospecha, casi inevitable, de parcialidad en sus
propuestas de nombramiento. Hay que tener en cuenta además
que en situaciones de mayoría parlamentaria absoluta el hecho
de que el Gobierno pueda designar a dos Magistrados amplía
la base ideológica común en el Tribunal Constitucional con un
riesgo evidente de politización progubernamental.

— 203 —
Temario

c) Sería más razonable ampliar el número de los designados por el


Consejo General del Poder Judicial para acentuar el carácter jurí-
dico que la Constitución quiso atribuir al Tribunal Constitucional,
teniendo en cuenta que el Consejo elegirá entre integrantes del
Poder Judicial.
En cuanto al procedimiento formal para la designación, en el caso
de las Cámaras hay que remitirse a los Reglamentos respectivos (arts.
204 del Reglamento del Congreso y 184.1 a 5, 185 y 186 del Reglamento
del Senado). Si se trata del Gobierno, simplemente hay que apuntar que
es decisión colegiada que se adopta en sesión del Consejo de Ministros y
en cuanto al Consejo General del Poder Judicial, el artículo 127.2 LOPJ
establece que la propuesta de nombramientos es competencia del Pleno
del Consejo por mayoría de tres quintos de sus miembros.
Por último, el nombramiento de los doce magistrados que integran el
Tribunal Constitucional es efectuado formalmente por el Rey (art. 159.1
de la Constitución).

3.2.3. Requisitos

La Constitución ha establecido un Tribunal Constitucional de tipo


jurídico desprovisto del componente político que caracterizó al Tribunal
de Garantías Constitucionales de la II República española. En efecto, el
artículo 159.2 de la actual Constitución es concluyente cuando afirma
que «los miembros del Tribunal Constitucional deberán ser nombrados
entre Magistrados y Fiscales, Profesores de Universidad, funcionarios
públicos y Abogados, todos ellos juristas de reconocida competencia con
más de quince años de ejercicio profesional». El artículo 18 LOTC aña-
de como requisito además que «los magistrados del Tribunal deben ser
ciudadanos españoles».
El sentido jurídico en la composición del órgano en presencia es irre-
prochable y generalmente aceptado por la doctrina por más que alguna
voz aislada, y afortunadamente sin ningún eco, defendiera lo contrario
durante los primeros años de funcionamiento del Tribunal Constitucional,
evidentemente en otras circunstancias políticas. Lo que sí parece resal-
table es la literalidad por casuística tal vez desafortunada del precepto.
Hubiera sido más oportuno redactarlo de forma más genérica aludiendo
solo al requisito de ser jurista de reconocida competencia con lo cual se
abarcarían todas las posibilidades sin necesidad de diferenciar categorías
profesionales porque con el texto en la mano, un juez, un secretario judicial
o un catedrático de Escuela Universitaria siempre que reúnan los demás
requisitos, ¿no podrían ser magistrados del Tribunal Constitucional?. Una
respuesta negativa parecería demasiado drástica.

— 204 —
Tema 2

El artículo constitucional plantea otras cuestiones. Por ejemplo, «la


reconocida competencia» es un concepto jurídico indeterminado impo-
sible de fijar a priori en reglas formales, por lo que al margen de casos
públicos y notorios sobre los que no quepa albergar duda alguna, será
una apreciación subjetiva de los órganos con capacidad para proponer
a los magistrados del Tribunal Constitucional. Por último, el requisito
de los quince años de experiencia profesional ha sido especificado en el
artículo 18 LOTC cuando señala que deberán ser nombrados juristas con
más de quince años de experiencia profesional o en activo en la respecti-
va función, decantándose en consecuencia por el cometido genérico que
conlleva el cargo que se ocupe.

3.2.4. Duración del mandato

Dice el artículo 159.3 de la Constitución que «Los miembros del


Tribunal Constitucional son designados por un período de nueve años y
se renovarán por terceras partes cada tres». En referencia a la primera
elección del Tribunal, la Disposición Transitoria Novena de la Constitu-
ción establece que «a los tres años de la elección por vez primera de los
miembros del Tribunal Constitucional se procederá por sorteo para la
designación de un grupo de cuatro miembros de la misma procedencia
electiva que haya de cesar y renovarse. A estos solos efectos se entenderán
agrupados como miembros de la misma procedencia a los dos designados
a propuesta del Gobierno y a los dos que proceden de la formulada por el
Consejo General del Poder Judicial. Del mismo modo se procederá trans-
curridos otros tres años entre los dos grupos no afectados por el sorteo
anterior. A partir de entonces se estará a lo establecido en el número 3
del artículo 159».
La LOTC aclara por su parte que ningún Magistrado podrá ser pro-
puesto al Rey para otro período inmediato salvo que hubiera ocupado el
cargo por un plazo no superior a tres años (art. 16.2 in fine). En cuanto
al procedimiento para renovar el Tribunal Constitucional, el artículo
17.1 LOTC establece que «antes de los cuatro meses previos a la fecha
de expiración de los nombramientos, el Presidente del Tribunal solicitará
de los Presidentes de los órganos que han de hacer las propuestas para
la designación de los nuevos Magistrados, que inicien el procedimiento
para ello». Por otra parte, «los Magistrados... continuarán en el ejercicio
de sus funciones hasta que hayan tomado posesión quienes hubieren de
sucederles» (art. 17.2 LOTC), solución lógica para evitar una situación
de vacío que impediría al Tribunal Constitucional actuar en plenitud
de miembros ante la pasividad de alguno o algunos de los órganos con
capacidad para proponer sus miembros que dejarían pasar el tiempo de
forma deliberada y por tanto fraudulenta para obstruir el funcionamiento
ordinario de este órgano constitucional.

— 205 —
Temario

3.2.5. Cese

Por su parte, el artículo 23.1 LOTC establece las causas de cese de


los Magistrados: primero, por renuncia aceptada por el Presidente del
Tribunal; segundo, por expiración del plazo de su nombramiento; tercero,
por incurrir en alguna causa de incapacidad de las previstas para los
miembros del Poder Judicial; cuarto, por incompatibilidad sobrevenida;
quinto, por dejar de atender con diligencia los deberes de su cargo; sexto,
por violar la reserva propia de su función; séptimo, por haber sido decla-
rado responsable civilmente por dolo o condenado por delito doloso o por
culpa grave. En caso de fallecimiento o concurrencia de las dos primeras
causas expuestas, el cese o la vacante será decretada por el Presidente del
Tribunal Constitucional. En los restantes supuestos decidirá el Tribunal
en pleno, por mayoría simple en los casos tercero y cuarto y por mayoría
de las tres cuartas partes de sus miembros en los demás casos (art. 23.2
LOTC), pudiendo ser suspendidos los magistrados por el Tribunal, como
medida previa, en caso de procesamiento o por el tiempo indispensable
para resolver sobre la concurrencia de alguna de las causas de cese. La
suspensión requiere el voto favorable de las tres cuartas partes de los
miembros del Tribunal reunido en Pleno (art. 24 LOTC).

3.2.6. Estatuto jurídico

3.2.6.1. Obligaciones

Los Magistrados del Tribunal Constitucional estarán obligados a:


a) Prestar, al asumir su cargo ante el Rey, juramento o promesa de
guardar y hacer guardar fielmente y en todo tiempo, la Consti-
tución española, lealtad a la Corona y cumplir sus deberes como
Magistrado Constitucional (art. 21 LOTC).
b) Ejercer su función de acuerdo con los principios de imparcialidad
y dignidad inherentes a la misma (art. 22 LOTC).

3.2.6.2. Prerrogativas

Los Magistrados del Tribunal Constitucional gozan de las siguientes


prerrogativas:
a) No podrán ser perseguidos por las opiniones expresadas en el
ejercicio de sus funciones (art. 22 LOTC).
b) Serán inamovibles y no podrán ser destituidos ni suspendidos sino
por alguna de las causas que establece la LOTC (art. 22 LOTC).
c) Los Magistrados que desempeñen el cargo durante un mínimo

— 206 —
Tema 2

de tres años tendrán derecho a una remuneración de transición


por un año, equivalente a la que percibieran en el momento del
cese (art. 25.1 LOTC).
c) La responsabilidad criminal de los Magistrados del Tribunal
Constitucional solo será exigible ante la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo (art. 26 LOTC).

3.2.6.3. Incompatibilidades

La Constitución establece en su artículo 159.4 un severo régimen de


incompatibilidad que se justifica en la alta misión del Tribunal Constitu-
cional, poco acorde con el desempeño de aquellas labores potencialmente
perturbadoras de la imparcialidad que debe guiar la actuación de los
magistrados. En concreto el artículo citado establece que la condición de
miembro del Tribunal Constitucional es incompatible con: todo mandato
representativo; los cargos políticos o administrativos; el desempeño de
funciones directivas en un partido político o en un sindicato y el empleo
al servicio de los mismos; el ejercicio de las carreras judicial y fiscal, y
cualquier actividad profesional o mercantil. En lo demás, los miembros
del Tribunal Constitucional tendrán las incompatibilidades propias de
los miembros del poder judicial. Ya antes, el artículo 70.1 de la Consti-
tución remite a la Ley electoral en cuanto a las causas de inelegibilidad
e incompatibilidad de los Diputados y Senadores, que comprenderán, en
todo caso: a) A los componentes del Tribunal Constitucional. En su virtud,
el artículo 6.1.c) de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General consi-
dera causa de inelegibilidad ser Magistrado del Tribunal Constitucional.
La LOTC establece de nuevo en su artículo 19.1 el listado de pues-
tos o actividades incompatibles con el cargo de Magistrado del Tribunal
Constitucional, que son éstos:
a) Primero: con el de Defensor del Pueblo.
b) Segundo: con el de Diputado y Senador.
c) Tercero: con cualquier cargo político o administrativo del Estado,
las Comunidades Autónomas, las provincias u otras Entidades
locales.
d) Cuarto: con el ejercicio de cualquier jurisdicción o actividad propia
de la Carrera Judicial o Fiscal.
e) Quinto: con empleos de todas clases en los tribunales y juzgados
de cualquier orden jurisdiccional.
f) Sexto: con el desempeño de funciones directivas en los Partidos
Políticos, Sindicatos, Asociaciones, Fundaciones y Colegios Pro-
fesionales y con toda clase de empleo al servicio de los mismos.

— 207 —
Temario

g) Séptimo: con el desempeño de actividades profesionales o mer-


cantiles.
Asimismo se establece en el párrafo 2 del citado artículo 19 que
cuando concurra causa de incompatibilidad en quiera fuera propuesto
para el cargo, deberá, antes de tomar posesión, cesar en el cargo o en la
actividad incompatible y si no lo hace en el plazo de diez días siguientes
a la propuesta, se entenderá que no acepta el cargo de Magistrado del
Tribunal Constitucional, aplicándose la misma regla en el caso de incom-
patibilidad sobrevenida.
Resulta paradójico, y así lo ha puesto de relieve la doctrina, que la
Constitución no prohíba a los integrantes del Tribunal Constitucional
ser miembros activos de un partido político a diferencia de lo que ocurre,
por ejemplo, con jueces y magistrados.

3.3. Organización

A pesar del número reducido de sus integrantes, el Tribunal Cons-


titucional es un órgano complejo en cuanto a estructura contando con la
colaboración de otros funcionarios que coadyuban a su funcionamiento
regular. En este sentido podemos diferenciar en cuanto a organización
los órganos de dirección y los órganos de trabajo.
Son órganos de dirección el Presidente, el Vicepresidente, la Junta de
Gobierno y la Secretaría General, por el contrario son órganos de trabajo
el Pleno, las Salas y las Secciones.

3.3.1. El Presidente

La Constitución establece en su artículo 160 que «el Presidente del


Tribunal Constitucional será nombrado entre sus miembros por el Rey,
a propuesta del mismo Tribunal en pleno y por un período de tres años».
El procedimiento para dicha elección se regula en el artículo 9 LOTC
que establece:
a) El carácter secreto de la votación en el Pleno.
b) En primera votación se requiere mayoría absoluta. Si no se
alcanza, habrá una segunda votación resultando elegido el que
obtenga mayor número de votos. En caso de empate se efectúa
una última votación y de repetirse el empate se propone el de
mayor antigüedad en el cargo y en caso de igualdad el de mayor
edad.
c) El Presidente podrá ser reelegido por una sola vez.

— 208 —
Tema 2

En cuanto a sus competencias, según el artículo 15 LOTC reformado


por la Ley Orgánica 6/2007 «El Presidente del Tribunal Constitucional
ejerce la representación del Tribunal, convoca y preside el Tribunal en
Pleno y convoca las Salas; adopta las medidas precisas para el funcio-
namiento del Tribunal, de las Salas y de las Secciones; comunica a las
Cámaras, al Gobierno o al Consejo General del Poder Judicial, en cada
caso, las vacantes; nombra a los letrados, convoca los concursos para
cubrir las plazas de funcionarios y los puestos de personal laboral, y
ejerce las potestades administrativas sobre el personal del Tribunal».
Hay que añadir además las competencias organizativas y disciplinarias
que se recogen en los artículos 14 y 15 del Reglamento de Organización
y Personal del Tribunal Constitucional (ROP), aprobado por Acuerdo de
5 de julio de 1990 y modificado posteriormente en varios extremos.
En caso de vacante, ausencia o enfermedad será sustituido por el
Vicepresidente y, si se hallare éste impedido por alguna de tales causas,
por el Magistrado más antiguo y, en caso de igual antigüedad, por el de
mayor edad (art. 17 ROP). La Presidencia será asistida por un Gabinete
Técnico, cuyo Jefe será nombrado libremente por el Presidente (art. 18.1
ROP).

3.3.2. El Vicepresidente

El artículo 9.4 LOTC crea la figura del Vicepresidente del Tribunal


Constitucional que no figura en la Constitución. Será elegido por el Pleno
del Tribunal mediante el mismo procedimiento previsto para elegir al Pre-
sidente, también por tres años. Suple, como hemos visto, al Presidente en
determinados supuestos y además preside la Sala Segunda del Tribunal.

3.3.3. La Junta de Gobierno

Creada por el ROP está compuesta, según su artículo 20.1 por el


Presidente, el Vicepresidente, dos Magistrados y el Secretario General,
que actuará como Secretario y asistirá a sus reuniones con voz y sin voto.
Los Magistrados serán designados por el Pleno, uno de cada Sala, y se
renovarán en el mes de septiembre de cada año (art. 20.2 ROP).
Su misión consiste en la asistencia en sus funciones al Presidente y
tiene las competencias que figuran en el artículo 21 ROP, por ejemplo en
materia de incorporación de nuevos funcionarios y personal al servicio
del Tribunal.

3.3.4. La Secretaría general

El artículo 98 de la LOTC dispone que «el Tribunal Constitucional


tendrá un Secretario General elegido por el Pleno y nombrado por el

— 209 —
Temario

Presidente entre los letrados, cuya jefatura ejercerá sin perjuicio de las
facultades que corresponden al Presidente, al Tribunal y a las Salas».
Corresponde también al Secretario General, bajo la autoridad e
instrucciones del Presidente la dirección y coordinación de los servicios
del Tribunal y la jefatura de su personal, la recopilación, clasificación y
publicación de la doctrina constitucional del Tribunal, la preparación,
ejecución y liquidación de presupuesto, asistido por el personal técnico y
las demás funciones que le atribuya el reglamento del Tribunal.
Sus competencias vienen determinadas en el artículo 25 ROP y son
fundamentalmente de orden administrativo y financiero. El Presidente
podrá designar entre los Letrados, oído el Pleno, un Vicesecretario General
(art. 26.1 ROP) a quien corresponden las competencias que se señalan
en ese mismo artículo: de sustitución, cuando sea posible, del Secretario
General; el ejercicio de las competencias que éste le delegue, previamente
autorizado por el Presidente; y la asistencia y apoyo a la Presidencia y a
la Secretaría General en el ejercicio de sus competencias y en el despacho
ordinario de asuntos.
El Secretario General cuenta para el desempeño de sus funciones
con el apoyo de la Gerencia (art. 27 ROP), el Archivo Judicial y Registro
General (arts. 30 y 31 ROP), Servicio de Estudios, Biblioteca y Documen-
tación (art. 33 ROP), Servicio de Doctrina Constitucional e Informática
(art. 34 ROP) y la Junta de Compras (art. 35 ROP).

3.3.5. El Pleno

3.3.5.1. Composición

El Pleno está integrado por todos los Magistrados del Tribunal,


presidiéndolo el Presidente del mismo o en su defecto, el Vicepresidente
y, a falta de ambos, el Magistrado más antiguo en el cargo y, en caso de
igual antigüedad, el de mayor edad (art. 6.2 LOTC).

3.3.5.2. Convocatoria

El Pleno será convocado por el Presidente (art. 15 LOTC), bien por


propia iniciativa o cuando lo pidan, al menos, tres Magistrados (art. 4
ROP).
La convocatoria se hará con tres días de antelación salvo que, a
juicio del Presidente, la urgencia del caso no permita cumplir ese plazo.
A la convocatoria se acompañará el orden del día y los antecedentes que
fuesen precisos para la deliberación, salvo que por la índole de los asuntos
a tratar no resulte aconsejable (art. 5 ROP).

— 210 —
Tema 2

3.3.5.3. Quórum y validez de acuerdos

Quedará válidamente constituido, aunque no hubieren precedido


los requisitos de la convocatoria, cuando se hallaren reunidos todos los
Magistrados y así lo acuerden por unanimidad. En los mismos términos
se podrá anticipar una reunión del Pleno previamente convocada (art. 6
ROP). El Tribunal en Pleno puede adoptar acuerdos cuando estén pre-
sentes, al menos, dos tercios de los miembros que en cada momento lo
compongan (arts. 14 LOTC y 7 ROP).

3.3.5.4. Competencias

Las competencias del Pleno vienen fijadas inicialmente en el artí-


culo 10 LOTC, modificado por la Ley Orgánica 6/2007, según el cual el
Tribunal en Pleno conoce de los siguientes asuntos:
a) De la constitucionalidad o inconstitucionalidad de los tratados
internacionales.
b) De los recursos de inconstitucionalidad contra las Ley es y demás
disposiciones con valor de Ley, excepto los de mera aplicación
de doctrina, cuyo conocimiento podrá atribuirse a las Salas en
el trámite de admisión. Al atribuir a la Sala el conocimiento del
recurso, el Pleno deberá señalar la doctrina constitucional de
aplicación.
c) De las cuestiones de constitucionalidad que reserve para sí; las
demás deberán deferirse a las Salas según un turno objetivo.
d) De los conflictos constitucionales de competencia entre el Estado
y las Comunidades Autónomas o de los de éstas entre sí.
e) De las impugnaciones previstas en el apartado 2 del artículo 161
de la Constitución.
f) De los conflictos en defensa de la autonomía local.
g) De los conflictos entre los órganos constitucionales del Estado.
h) De las anulaciones en defensa de la jurisdicción del Tribunal
previstas en el artículo 4.3.
i) De la verificación del cumplimiento de los requisitos exigidos para
el nombramiento de Magistrado del Tribunal Constitucional.
j) Del nombramiento de los Magistrados que han de integrar cada
una de las Salas.
k) De la recusación de los Magistrados del Tribunal Constitucional.

— 211 —
Temario

l) Del cese de los Magistrados del Tribunal Constitucional en los


casos previstos en el artículo 23.
m) De la aprobación y modificación de los reglamentos del Tribunal.
n) De cualquier otro asunto que sea competencia del Tribunal pero
recabe para sí el Pleno, a propuesta del Presidente o de tres
Magistrados, así como de los demás asuntos que le puedan ser
atribuidos expresamente por una Ley Orgánica.
En los casos previstos en los párrafos d, e y f del apartado anterior, en
el trámite de admisión la decisión de fondo podrá atribuirse a la Sala que
corresponda según un turno objetivo, lo que se comunicará a las partes.
El Tribunal en Pleno, en ejercicio de su autonomía como órgano
constitucional, elabora su presupuesto, que se integra como una sección
independiente dentro de los Presupuestos Generales del Estado.
Por otra parte, el artículo 2 del ROP dispone que además de las
competencias establecidas en la Ley Orgánica, corresponden al Pleno del
Tribunal las siguientes:
a) Establecer la plantilla del personal y proponer a las Cortes Ge-
nerales su modificación a través de la Ley de Presupuestos.
b) Aprobar la relación de puestos de trabajo en el Tribunal Consti-
tucional.
c) Aprobar la jornada y el horario de trabajo del personal.
d) Elegir y remover al Secretario general.
e) Aprobar las bases de la convocatoria de los concursos-oposición
para el ingreso en el Cuerpo de Letrados.
f) Proponer al Presidente la designación de quienes, en régimen
de adscripción temporal hayan de incorporarse como Letrados
al Tribunal.
g) Resolver sobre las incompatibilidades a que se refiere el artículo
96.3 de la Ley Orgánica del Tribunal.
h) Acordar la separación de los Letrados en los casos reglamenta-
riamente establecidos.
i) Aprobar el proyecto de presupuesto del Tribunal para su incor-
poración a los Presupuestos Generales del Estado y proponer o
aprobar, según proceda, las modificaciones que resulte oportuno
introducir en dicho presupuesto, siempre que las mismas no
correspondan, según la legislación aplicable, al Presidente del
Tribunal.

— 212 —
Tema 2

j) Establecer las directrices para la ejecución del presupuesto y


fijar los límites dentro de los cuales las autorizaciones de gasto
deberán ser puestas previamente en conocimiento del Pleno.
k) Fiscalizar el cumplimiento de las directrices para la ejecución
del presupuesto y conocer de su liquidación, formulada por el
Secretario general, antes de su remisión al Tribunal de Cuentas.
l) Decidir las cuestiones que afecten a los Magistrados no atribuidas
al Presidente.
m) Designar al Interventor al servicio del Tribunal, acordar libre-
mente su cese y resolver, a propuesta del Presidente, las discre-
pancias que surjan entre el Secretario general y el Interventor.
n) Cuantas otras competencias atribuyan al Pleno este Reglamento
y las demás normas reglamentarias que adopte el Tribunal.

3.3.6. Las Salas

3.3.6.1. Composición

Según el artículo 7.1 LOTC, el Tribunal Constitucional consta de


dos Salas, compuesta cada una por seis Magistrados nombrados por el
Tribunal en Pleno. El Presidente del Tribunal lo es también de la Sala
Primera que presidirá, en su defecto, el Magistrado más antiguo y, en caso
de igual antigüedad, el de mayor edad (art. 7.2 LOTC). El Vicepresidente
del Tribunal presidirá la Sala Segunda y, en su defecto, el Magistrado más
antiguo y, en caso de igual antigüedad, el de mayor edad (art. 7.3 LOTC).

3.3.6.2. Convocatoria

Las Salas son convocadas por el Presidente quien, además, debe


adoptar las medidas precisas para su funcionamiento (art. 15 LOTC).

3.3.6.3. Quórum

Los acuerdos de las Salas requerirán la presencia de dos tercios de


los miembros que en cada momento las compongan (art. 14 LOTC).

3.3.6.4. Competencias

Las Salas conocerán de los asuntos que, atribuidos a la justicia cons-


titucional, no correspondan al Pleno del Tribunal y de aquellas cuestiones
que habiendo sido atribuidas a las Secciones, entiendan que por su im-
portancia deba resolver la propia Sala (art. 11.1 y 2 LOTC), efectuándose

— 213 —
Temario

la distribución de asuntos entre las dos Salas según un turno establecido


por el Pleno a propuesta de su Presidente (art. 12 LOTC).
En aplicación del primer párrafo del artículo 11 LOTC, la misma Ley
establece en su artículo 48 que el conocimiento de los recursos de amparo
constitucional corresponde a las Salas del Tribunal. Es importante recor-
dar que, según el artículo 13 LOTC, cuando una Sala considere necesario
apartarse en cualquier punto de la doctrina constitucional precedente
sentada por el Tribunal Constitucional, la cuestión se someterá a la de-
cisión del Pleno del Tribunal.

3.3.7. Las Secciones

De acuerdo con el artículo 8 de la LOTC para el despacho ordinario


y la decisión o propuesta, según proceda, sobre la admisibilidad o inad-
misibilidad de procesos constitucionales, el Pleno y las Salas constituirán
Secciones compuestas por el respectivo Presidente o quien le sustituya
y dos Magistrados.
Se dará cuenta al Pleno de las propuestas de admisión o inadmisión
de asuntos de su competencia. En el caso de admisión, el Pleno podrá
deferir a la Sala que corresponda el conocimiento del asunto de que se
trate, en los términos previstos en la Ley.
Podrá corresponder también a las Secciones el conocimiento y re-
solución de aquellos asuntos de amparo que la Sala correspondiente les
defiera en los términos previstos en la Ley.

3.4. Funciones

De los puntos ya tratados sobre la justicia constitucional se deduce


que su función más propia es la defensa jurídica de la Constitución enten-
dida ésta como norma suprema, por tanto con un valor jurídico superior a
las demás disposiciones que la desarrollan y que en modo alguno pueden
contradecirla para asegurar así la unidad y coherencia del ordenamiento
jurídico. La función, pues, que caracteriza desde su inicio a la jurisdicción
constitucional, con independencia del modelo concreto que se adopte, es
la de velar por la defensa de la constitucionalidad de las leyes depurando
el ordenamiento respecto a aquellas que vulneran la Constitución.
Esta función inicial ha sido desbordada de alguna manera con pos-
terioridad reconociéndose en cada ordenamiento que recoge la justicia
constitucional una pluralidad más o menos ortodoxa de funciones.
En España, la declaración más explícita sobre la función del Tri-
bunal Constitucional no viene establecida en la Constitución, sino en la

— 214 —
Tema 2

LOTC cuando le califica en su artículo 1.1 de «intérprete supremo de la


Constitución», y no del resto del ordenamiento jurídico como aclara el
propio Tribunal Constitucional en STC 78/1984, apuntando además, como
vimos anteriormente, que su misión es solo esa y no la de actuar como
legislador y en consecuencia «sólo cabe solicitar de él el pronunciamien-
to sobre adecuación o inadecuación de los preceptos a la Constitución»
(STC 5/1981). Ahora bien, en nuestro ordenamiento jurídico se atribuyen
constitucionalmente una amalgama de funciones al Tribunal Constitu-
cional que va más allá del estricto e inicial control de constitucionalidad
de las leyes y que, se regulan en el artículo 161 de la Constitución de la
siguiente manera:
«1. El Tribunal Constitucional tiene jurisdicción en todo el territorio
español y es competente para conocer:
a) Del recurso de inconstitucionalidad contra leyes y disposi-
ciones normativas con fuerza de ley. La declaración de in-
constitucionalidad de una norma jurídica con rango de ley,
interpretada por la jurisprudencia, afectará a ésta, si bien la
sentencia o sentencias recaídas no perderán el valor de cosa
juzgada.
b) Del recurso de amparo por violación de los derechos y liber-
tades referidos en el artículo 53, 2, de esta Constitución, en
los casos y formas que la ley establezca.
c) De los conflictos de competencia entre el Estado y las Comu-
nidades Autónomas o de los de éstas entre sí.
d) De las demás materias que le atribuyan la Constitución o las
leyes orgánicas.
2. El Gobierno podrá impugnar ante el Tribunal Constitucional las
disposiciones y resoluciones adoptadas por los órganos de las Co-
munidades Autónomas. La impugnación producirá la suspensión
de la disposición o resolución recurrida, pero el Tribunal, en su
caso, deberá ratificarla o levantarla en un plazo no superior a
cinco meses».
A la vista de lo anterior podemos clasificar las funciones del Tribunal
Constitucional de la siguiente manera:

3.4.1. Defensa de la supremacía normativa de la Constitución

Constituye, como dijimos, la función genérica del Tribunal Constitu-


cional encaminada a asegurar el carácter preeminente de la Constitución
entendida, primero, como verdadera norma jurídica y, segundo, como
norma jurídica suprema que informa el resto del ordenamiento jurídico de

— 215 —
Temario

forma que ningún precepto inferior en rango pueda vulnerar su contenido.


De esta forma, el Tribunal Constitucional conoce, en los términos que se
verán más adelante, del recurso y de la cuestión de inconstitucionalidad
contra leyes y disposiciones normativas con rango de ley.

3.4.2. Defensa constitucional de los derechos fundamentales

Cuando se habla de defensa constitucional de los derechos funda-


mentales no se quiere decir que el Tribunal Constitucional tenga el mo-
nopolio en cuanto garantía de los derechos recogidos en la Constitución
que, como sabemos, corresponde también a la jurisdicción ordinaria a
través de la tutela judicial efectiva de la que habla el artículo 24.1 de
la Constitución. Se alude con ello simplemente a la capacidad del Tri-
bunal Constitucional para conocer del recurso de amparo constitucional
respecto a ciertos derechos generalmente una vez que el afectado agotó
la posibilidad de acudir a los tribunales ordinarios para hacer valer su
derecho supuestamente vulnerado.

3.4.3. Defensa de la correcta delimitación competencial entre autori-


dades y órganos políticos

La actual configuración territorial del Estado como Estado autonó-


mico ha supuesto la asunción de competencias por las distintas Comu-
nidades Autónomas que se han constituido, pudiendo plantearse litigios
sobre el alcance y contenido de las mismas. Por ello, la Constitución
atribuye al Tribunal Constitucional el conocimiento de los conflictos de
competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas o de los de
éstas entre sí. También como consecuencia del fenómeno autonómico,
el Tribunal conocerá de las impugnaciones que el Gobierno le presente
contra las disposiciones y resoluciones adoptadas por los órganos de las
Comunidades Autónomas.
La necesaria determinación competencial puede afectar de suyo a
los mismos órganos de la estructura central del Estado. En consecuencia,
el Tribunal conocerá asimismo de los conflictos que puedan plantearse
entre órganos constitucionales «nacionales».
Por último, tras la reforma de la LOTC por LO 7/1999, de 21 de abril,
el Tribunal Constitucional conocerá también de los conflictos en defensa
de la autonomía local.

3.4.4. Función meramente interpretativa

En este sentido, el Tribunal Constitucional no resuelve ningún


conflicto o petición litigiosa de parte, sino que se limita a expresar su

— 216 —
Tema 2

opinión respecto a un punto concreto sobre el que se le pregunta. Valga


señalar en este sentido la petición por el Gobierno o las Cámaras que
integran las Cortes Generales para que el Tribunal Constitucional declare
si existe o no contradicción entre la Constitución española y los tratados
internacionales que se pretendan celebrar (art. 95.2 CE).

3.4.5. Control en la licitud de su composición

Como vimos, el Tribunal Constitucional es competente para verificar


el cumplimiento de los requisitos que en cuanto al nombramiento de sus
Magistrados señalan la Constitución y su Ley Orgánica.

3.5. Competencias

3.5.1. Clasificación

Para cumplir las funciones anteriormente enumeradas, el Tribunal


Constitucional tiene las competencias que aparecen en el artículo 161 de
la Constitución, desarrolladas luego en el artículo 2.1 LOTC. En ambos
casos no se prevé un sistema de numerus clausus ya que en los citados
artículos se reconoce al Tribunal competencia en las demás materias que
le atribuyan la Constitución o las leyes orgánicas, teniendo en cuenta que
según el artículo 3 LOTC, la competencia del Tribunal Constitucional
se extiende al conocimiento y decisión de las cuestiones prejudiciales
e incidentales no pertenecientes al orden constitucional, directamente
relacionadas con la materia de que conoce, a los solos efectos del enjui-
ciamiento constitucional de ésta.
Conviene diferenciar por tanto las distintas competencias del Tribu-
nal Constitucional en atención a las funciones que tiene encomendadas
y que se podrían clasificar de la siguiente manera:
a) Competencias dirigidas a la defensa de la supremacía normativa
de la Constitución: Estas competencias están referidas a la labor
más típica del Tribunal, esto es, el control de constitucionalidad
de las leyes o normas con rango de ley, o como dice el propio
Tribunal Constitucional «la función principal de los procesos de
constitucionalidad es la defensa objetiva de la Constitución, el
afirmar su supremacía y privar de todo efecto a las leyes contra-
rias a la misma, excluyendo del Ordenamiento a las disconformes
con la Constitución» (STC 14/1981, de 29 de abril). Estas leyes
son procedentes tanto del Estado como de las Comunidades
Autónomas toda vez que según el artículo 153 a) de la Constitu-
ción, el Tribunal Constitucional ejercerá el control relativo a la
constitucionalidad de sus disposiciones normativas con fuerza

— 217 —
Temario

de ley. En este sentido tiene declarado el propio Tribunal que le


corresponde «en el ámbito general de sus atribuciones, el afirmar
el principio de constitucionalidad, entendido como vinculación a
la Constitución de todos los poderes públicos» (STC 1/1981, de
26 de enero). Esta competencia del Tribunal Constitucional se
manifiesta en su conocimiento del recurso de inconstitucionalidad
[art. 161.1.a) CE] y de la cuestión de inconstitucionalidad (art.
163 CE), es decir, lo que el artículo 27 LOTC denomina «los pro-
cedimientos de declaración de inconstitucionalidad» que en los
dos supuestos señalados pueden afectar al mismo objeto material
según el artículo 27.2 LOTC: Estatutos de Autonomía y demás
Leyes orgánicas; las demás Leyes, disposiciones normativas y
actos del Estado con fuerza de Ley; los tratados internacionales;
los Reglamentos de las Cámaras y de las Cortes Generales; las
Leyes, actos y disposiciones normativas con fuerza de Ley de las
Comunidades Autónomas y los Reglamentos de las Asambleas
legislativas de estas últimas.
b) Competencia dirigida a la defensa constitucional de los derechos
fundamentales: El incremento de las atribuciones de la moderna
justicia constitucional se hace especialmente notorio en lo que
Cappelletti ha denominado «jurisdicción constitucional de las
libertades», es decir, su labor de protección reforzada y especia-
lizada de los derechos fundamentales. El caso español no ha sido
ajeno a este hecho, de tal forma que, según el artículo 161.1.b)
CE, el Tribunal Constitucional es competente para conocer «del
recurso de amparo por violación de los derechos y libertades
referidos en el artículo 53.2, de esta Constitución, en los casos
y formas que la ley establezca». El último precepto citado dice
por su parte que «cualquier ciudadano podrá recabar la tutela
de las libertades y derechos reconocidos en el artículo 14 y la
Sección primera del Capítulo II ante los Tribunales ordinarios
por un procedimiento basado en los principios de preferencia y
sumariedad y, en su caso, a través del recurso de amparo ante
el Tribunal Constitucional. Este último recurso será aplicable a
la objeción de conciencia reconocida en el artículo 30».
c) Competencias dirigidas a la defensa de la correcta delimitación
competencial entre autoridades y órganos del Estado: El Tribunal
Constitucional es competente según el artículo 161.1 CE para
conocer «c) De los conflictos de competencia entre el Estado y
las Comunidades Autónomas o de los de éstas entre sí; d) De
las demás materias que le atribuyan la Constitución o las leyes
orgánicas». Por su parte, el artículo 2.1 LOTC diferencia el co-
nocimiento por el Tribunal Constitucional: «c) De los conflictos

— 218 —
Tema 2

constitucionales de competencia entre el Estado y las Comuni-


dades Autónomas o de los de éstas entre sí; d) De los conflictos
entre los órganos constitucionales del Estado; y d) bis De los con-
flictos en defensa de la autonomía local». Desde una perspectiva
más casuística, el artículo 59.1 LOTC establece que «el Tribunal
Constitucional entenderá de los conflictos que se susciten sobre
las competencias o atribuciones asignadas directamente por la
Constitución, los Estatutos de Autonomía o las Leyes orgánicas
u ordinarias dictadas para delimitar los ámbitos propios del
Estado y las Comunidades Autónomas y que opongan: a) Al
Estado con una o más Comunidades Autónomas. b) A dos o más
Comunidades Autónomas entre sí. c) Al Gobierno con el Con-
greso de los Diputados, el Senado o el Consejo General del Poder
Judicial; o a cualquiera de estos órganos constitucionales entre
sí». Por su parte, el párrafo 2 del mismo artículo 59, redactado
conforme a la LO 7/1999, de 21 de abril, establece que «el Tribunal
Constitucional entenderá también de los conflictos en defensa
de la autonomía local que planteen los municipios y provincias
frente al Estado o a una Comunidad Autónoma». Estamos pues
ante lo que el epígrafe del Título IV LOTC denomina «conflictos
constitucionales» que en su sentido más propio se refiere a que
su verdadera finalidad es la exacta determinación del ámbito
competencial reconocido en la Constitución, en un doble orden:
a) fijando las competencias de la Administración central del Es-
tado y de las diversas Comunidades Autónomas y garantizando
la autonomía local frente a las disposiciones legales del Estado
o de las Comunidades Autónomas y b) ordenando debidamente
las competencias de los órganos «nacionales».
d) Competencia en cuanto a su función meramente interpretativa:
En aplicación del artículo 95.2 CE, ya señalado con anterioridad,
el Título VI LOTC, de acuerdo con la redacción dada por Ley
Orgánica 4/1985, de 7 de junio, se refiere a la «declaración sobre
la constitucionalidad de los tratados internacionales».

3.5.2. El recurso de inconstitucionalidad

Según el artículo 161.1.a) de la Constitución, el Tribunal Constitu-


cional es competente para conocer «del recurso de inconstitucionalidad
contra leyes y disposiciones normativas con fuerza de ley. La declaración
de inconstitucionalidad de una norma jurídica con rango de ley, interpreta-
da por la jurisprudencia, afectará a ésta, si bien la sentencia o sentencias
recaídas no perderán el valor de cosa juzgada».
El estudio de este recurso puede dividirse en varios aspectos:

— 219 —
Temario

3.5.2.1. Características

Son características del recurso de inconstitucionalidad:


a) Se trata de un recurso directo dirigido a determinar si una ley
o norma con ese rango contradice o no la Constitución con inde-
pendencia de un proceso judicial previo.
b) Es un recurso objetivo, planteado como un mero análisis abs-
tracto de la disposición impugnada a la vista de la Constitución
al margen de intereses subjetivos o de parte.
c) Es un recurso jurídico, pues no se trata de valorar el grado de
oportunidad política de una norma o el acierto de su contenido
sino el de su conformidad con la Constitución.
d) Es un recurso público, pues solo los sujetos y órganos públicos
mencionados en el artículo 162.1.a) de la Constitución están
legitimados para interponerlo, sin reconocerse legitimación de
particulares.

3.5.2.2. Objeto

De forma escueta, según el artículo 161.1.a) CE, el presente recurso


se presentará «contra leyes y disposiciones normativas con fuerza de
ley», ámbito material desarrollado luego en el artículo 27.2 LOTC con el
tenor que se vio y que si bien ha sido interpretado por el propio Tribunal
Constitucional como «relación tasada» (STC 32/1983, de 28 de abril), la
doctrina apuesta por considerarla como enumeración abierta, respetuosa
con la elasticidad de la Constitución.

3.5.2.3. Legitimación

Según el artículo 162.1.a) CE, solo están legitimados para interponer


este recurso «el Presidente del Gobierno, el Defensor del Pueblo, 50 Dipu-
tados, 50 Senadores, los órganos colegiados ejecutivos de las Comunidades
Autónomas y, en su caso, las Asambleas de las mismas». No se trata por
tanto de una «legitimación privada» o mixta para la defensa de los intere-
ses particulares o derechos subjetivos sino de una «legitimación pública»
dirigida a garantizar la supremacía de la Constitución y se reconoce por
ello a los órganos citados «en virtud de la alta cualificación política que
resulta de su cometido constitucional» (STC 42/1985, de 15 de marzo).
No obstante los términos genéricos de la Constitución, la LOTC ha hecho
una interpretación restrictiva y probablemente injustificada de la legiti-
mación autonómica. En efecto, su artículo 32.1 dispone que el Presidente
del Gobierno, el Defensor del Pueblo, 50 Diputados y 50 Senadores están

— 220 —
Tema 2

legitimados para el ejercicio del recurso de inconstitucionalidad cuando se


trate de Estatutos de autonomía y demás Leyes del Estado, disposiciones
normativas del Estado o de las Comunidades Autónomas con fuerza de
Ley, tratados internacionales y Reglamentos de las Cámaras y de las
Cortes Generales. Por el contrario, los órganos colegiados ejecutivos y
las Asambleas de las Comunidades Autónomas solo pueden ejercitar el
recurso de inconstitucionalidad «contra las Leyes, disposiciones o actos
con fuerza de Ley del Estado que puedan afectar a su propio ámbito de
autonomía» (art. 32.2 LOTC).

3.5.2.4. Procedimiento

El procedimiento del recurso de inconstitucionalidad consta de las


siguientes fases:
a) Plazo de formalización: Dentro del plazo de tres meses a partir de
la publicación de la norma impugnada (art. 33.1 LOTC) en cual-
quier Boletín Oficial, ya sea el del Estado o el de una Comunidad
Autónoma. Con el fin de facilitar una solución negociada de carác-
ter previo a la interposición de recursos de inconstitucionalidad en
el ámbito de la organización territorial del Estado, la LO 1/2000,
de 7 de enero, introdujo una modificación del artículo 33 LOTC
añadiendo los párrafos 2 y 3. Según el párrafo 2, no obstante el
plazo general de tres meses para la formalización del recurso, el
Presidente del Gobierno y los órganos colegiados ejecutivos de
las CCAA podrán interponer el recurso de inconstitucionalidad
en el plazo de nueve meses contra leyes, disposiciones o actos
con fuerza de Ley en relación con las cuales, y con la finalidad
de evitar la interposición del recurso, se cumplan los siguientes
requisitos:
— Que se reúna la Comisión Bilateral de Cooperación entre la
Administración General del Estado y la respectiva Comuni-
dad Autónoma, pudiendo solicitar su convocatoria cualquiera
de las dos Administraciones.
— Que en el seno de la mencionada Comisión Bilateral se haya
adoptado un acuerdo sobre iniciación de negociaciones para
resolver las discrepancias, pudiendo instar, en su caso, la
modificación del texto normativo. Este acuerdo podrá hacer
referencia a la invocación o no de la suspensión de la norma
en el caso de presentarse el recurso en el citado plazo de los
nueves meses.
— Que el acuerdo sea puesto en conocimiento del Tribunal
Constitucional por los órganos anteriormente mencionados

— 221 —
Temario

dentro de los tres meses siguientes a la publicación de la Ley,


disposición o acto con fuerza de Ley, y se inserte en el Boletín
Oficial del Estado y en el Diario Oficial de la CA correspon-
diente.
Lo señalado se entiende sin perjuicio de la facultad de interposi-
ción del recurso de inconstitucionalidad por los demás órganos y
personas a que se refieren la CE y la LOTC (Defensor del Pueblo,
cincuenta Diputados, cincuenta Senadores, Asambleas de las
CCAA) que se ejerce en los términos generales (art. 33.3 LOTC).
b) Forma: Mediante demanda presentada ante el Tribunal Constitu-
cional en la que se deberá exponer las circunstancias de identidad
de las personas u órganos que ejercitan la acción y, en su caso, de
sus comisionados; concretar la ley, disposición o acto impugnado,
en todo o en parte; y precisar el precepto constitucional que se
entiende infringido (art. 33 LOTC).
c) Admisión de la demanda: Aunque no recogidos expresamente
en la LOTC, el Tribunal sostiene la pertinencia de los incidentes
previos sobre admisibilidad en este recurso con el fin de subsanar
determinados defectos detectados en las demandas.
d) Traslado de la demanda y personación de partes: Según el artículo
34.1 LOTC «admitida a trámite la demanda, el Tribunal Consti-
tucional dará traslado de la misma al Congreso de los Diputados
y al Senado por conducto de sus Presidentes, al Gobierno por
conducto del Ministerio de Justicia y, en caso de que el objeto del
recurso fuera una Ley o disposición con fuerza de Ley dictada por
una Comunidad Autónoma, a los órganos legislativo y ejecutivo
de la misma a fin de que puedan personarse en el procedimiento
y formular las alegaciones que estimaren oportunas». La per-
sonación y la formulación de alegaciones deberán hacerse en el
plazo de quince días (art. 34.2 LOTC).
e) Sentencia: Transcurrido el plazo precedente, el Tribunal dictará
sentencia en el de diez, salvo que, mediante resolución motivada,
el propio Tribunal estime necesario un plazo más amplio que, en
ningún caso, podrá exceder de treinta días (art. 34.2 LOTC).

3.5.2.5. Efectos

Pueden distinguirse dos, uno derivado de la pura admisión del


recurso y otro definitivo con alcance diverso según el fallo del Tribunal
Constitucional.

— 222 —
Tema 2

Efectos preventivos

Según el artículo 30 LOTC «la admisión de un recurso... de incons-


titucio-nalidad no suspenderá la vigencia ni la aplicación de la Ley, de la
disposición normativa o del acto con fuerza de Ley, excepto en el caso en
que el Gobierno se ampare en lo dispuesto por el artículo 161.2 de la Cons-
titución para impugnar, por medio de su Presidente, Leyes, disposiciones
normativas o actos con fuerza de Ley de las Comunidades Autónomas».
En este caso la impugnación producirá la suspensión de la disposición
o resolución recurrida, pero el Tribunal, en su caso, deberá ratificarla o
levantarla en un plazo no superior a cinco meses (art. 161.2 CE), salvo
que, con anterioridad, hubiera dictado sentencia (art. 77 LOTC).

Efectos definitivos

a) Sentencias estimatorias del recurso: Tienen plenos efectos frente


a todos (art. 164.1 CE) y «salvo que en el fallo se disponga otra
cosa, subsistirá la vigencia de la ley en la parte no afectada por la
inconstitucionalidad» (art. 164.2 CE). Cuando la sentencia declare
la inconstitucionalidad, declarará igualmente la nulidad de los
preceptos impugnados, así como, en su caso, la de aquellos otros
de la misma Ley, disposición o acto con fuerza de Ley a los que
deba extenderse por conexión o consecuencia (art. 39.1 LOTC),
aunque el Tribunal Constitucional tiene declarado que esa co-
nexión no es siempre necesaria ni los efectos de la nulidad en lo
que toca al pasado vienen definidos por la Ley (SSTC 45/1989, de
20 de febrero; 195/1998, de 1 de octubre). No permitirán revisar
procesos fenecidos mediante sentencia con fuerza de cosa juzgada
en los que se haya hecho aplicación de las Leyes, disposiciones o
actos inconstitucionales, salvo en el caso de los procesos penales
o contencioso-administrativos referentes a un procedimiento
sancionador en que, como consecuencia de la nulidad de la norma
aplicada, resulte una reducción de la pena o de la sanción o una
exclusión, exención o limitación de la responsabilidad (art. 40.1
LOTC).
b) Sentencias desestimatorias del recurso: Las sentencias deses-
timatorias dictadas en recursos de inconstitu-cionalidad y en
conflictos en defensa de la autonomía local impedirán cualquier
planteamiento ulterior de la cuestión por cualquiera de las dos
vías, fundado en la misma infracción de idéntico precepto cons-
titucional (art. 38.2 LOTC).

— 223 —
Temario

3.5.3. La cuestión de inconstitucionalidad

Dice la Constitución en su artículo 163 que «cuando un órgano


judicial considere, en algún proceso, que una norma con rango de ley,
aplicable al caso, de cuya validez dependa el fallo, pueda ser contraria
a la Constitución, planteará la cuestión ante el Tribunal Constitucional
en los supuestos, en la forma y con los efectos que establezca la ley, que
en ningún caso serán suspensivos». El anterior precepto suscita distintos
aspectos:

3.5.3.1. Fundamentación y finalidad

La fundamentación de la cuestión de inconstitucionalidad es clara.


Se trata de hacer compatible el monopolio de rechazo de las normas
legales contrarias a la Constitución por el Tribunal Constitucional y la
colaboración con éste de jueces y tribunales ordinarios, sometiendo a la
consideración del primero las dudas que les surjan a los segundos sobre la
posible inconstitucionalidad de una norma con rango de ley que entiendan
aplicable para decidir un proceso previamente planteado. Se busca así la
seguridad jurídica eliminando el riesgo que «hubiera implicado someter
la obra del legislador al criterio tal vez diverso de un elevado número de
órganos judiciales, de donde podía resultar, entre otras cosas, un alto
grado de inseguridad jurídica» (STC 17/1981).
La finalidad que se busca es la misma que en el recurso de incons-
titucionalidad, esto es, la defensa de la Constitución y la garantía de su
supremacía normativa frente a leyes y disposiciones con rango de ley.

3.5.3.2. Objeto

La cuestión de inconstitucionalidad se plantea contra las leyes y


normas con rango de ley recogidas en el artículo 27.2 LOTC, ya conocido,
al que nos remitimos.

3.5.3.3. Características

La cuestión de inconstitucionalidad presenta las siguientes carac-


terísticas:
a) Es un procedimiento indirecto de control de constitucionalidad
porque surge a consecuencia de un proceso judicial previo cuando
el juez entiende que la norma aplicable al caso para decidirlo
puede ser inconstitucional.
b) Responde a lo que la doctrina denomina control concreto de nor-
mas porque de su resolución depende el pronunciamiento del juez
ordinario sobre el litigio previo que origina su presentación.

— 224 —
Tema 2

c) Es un mecanismo alternativo que puede utilizarse por supuesto


al mismo tiempo que sobre el mismo objeto se ha presentado un
recurso de inconstitucionalidad. Incluso el artículo 38.2 LOTC
permite la presentación de una cuestión de inconstitucionali-
dad cuando se haya desestimado previamente un recurso de
inconstitucio-nalidad impugnando la misma norma, tal y como
acepta el propio Tribunal en su S 319/1993, de 27 de octubre).
d) Tiene un carácter dinamizador porque la colaboración de los jue-
ces ordinarios asegura que la labor depuradora del ordenamiento
jurídico por el Tribunal Constitucional sea eficaz y dinámica al
tomar en consideración el efecto que la cambiante realidad social
opera sobre el contenido de las normas (STC 17/1981, de 1 de
junio).
e) Puede tener una finalidad potencialmente subjetiva porque las
partes en el proceso judicial previo pueden instar al juez a que
presente una cuestión de inconstitucionalidad buscando no real-
mente la defensa objetiva de la Constitución y su supremacía
normativa, sino la garantía de su propio derecho subjetivo.

3.5.3.4. Legitimación

Reside únicamente en los jueces y tribunales ordinarios, incluyendo


los de la jurisdicción militar (art. 163 CE). Por su parte el artículo 55.2
LOTC recoge la «autocuestión» que puede elevar la Sala del Tribunal
Constitucional que resuelva un recurso de amparo ante el Pleno del propio
Tribunal cuando entienda que la norma con rango de ley aplicada lesione
derechos fundamentales o libertades públicas.

3.5.3.5. Procedimiento

El procedimiento de la cuestión de constitucionalidad consta de las


siguientes fases:
a) Inexistencia de plazo para presentar la cuestión de inconstitucio-
nalidad desde la publicación de la norma impugnada. El órgano
judicial de que se trate la presentará cuando albergue dudas sobre
la constitucionalidad de la norma con rango de ley que estime
aplicable al caso en tramitación.
b) El planteamiento de la cuestión por el órgano judicial puede
hacerse de oficio o a instancia de parte (art. 35.1 LOTC).
c) Debe preceder a la presentación de la cuestión el «juicio de re-
levancia» del órgano judicial. En efecto, el juez debe razonar las

— 225 —
Temario

dudas que le llevan a acudir al Tribunal Constitucional y justificar


en qué medida la decisión del proceso judicial previo depende de
la validez de la norma en cuestión.

3.5.3.6. Tramitación

1) Planteamiento de la cuestión:
— Forma: La resolución judicial al efecto debe adoptar la forma
de auto.
— Requisitos materiales o de fondo: Se precisan tres condicio-
nes: a) Que se cuestione una norma de las que se citan en el
artículo 27.2 LOTC (ley o norma con rango de ley). b) Que
esa norma sea aplicable al caso. c) Que de la validez de esa
norma dependa el fallo.
— Requisitos formales o procesales: Cabe distinguir al efecto:
a) Momento procesal de presentación: La indeterminación
del artículo 163 CE queda suplida por el artículo 35.2 LOTC
según el cual «el órgano judicial solo podrá plantear la cues-
tión una vez concluso el procedimiento y dentro del plazo para
dictar sentencia», en concreto dentro del plazo de los tres días
siguientes al trámite de audiencia previa (art. 35.2 LOTC).
b) Audiencia previa: Antes de adoptar la decisión de plantear
la cuestión de inconstitucionalidad, el órgano judicial oirá a
las partes y al Ministerio Fiscal para que en el plazo común
e improrrogable de diez días aleguen lo que deseen sobre la
pertinencia de plantear la cuestión (art. 35.2 LOTC).
2) Tramitación en el Tribunal Constitucional:
— Trámite de admisión: Según el artículo 37.1 LOTC, recibidas
en el Tribunal Constitucional las actuaciones, el procedimien-
to se substanciará por los trámites del apartado segundo de
este artículo. No obstante, podrá el Tribunal rechazar, en
tramite de admisión, mediante auto y sin otra audiencia que
la del Fiscal General del Estado, la cuestión de inconstitu-
cionalidad cuando faltaren las condiciones procesales o fuere
notoriamente infundada la cuestión suscitada. Esta decisión
será motivada.
— Traslado de la cuestión y personación de interesados: Publi-
cada en el Boletín Oficial del Estado la admisión a trámite
de la cuestión de inconstitucionalidad, quienes sean parte en
el procedimiento judicial podrán personarse ante el Tribunal
Constitucional dentro de los 15 días siguientes a su publica-

— 226 —
Tema 2

ción, para formular alegaciones, en el plazo de otros 15 días


(art. 37.2 LOTC).
— Sentencia: El Tribunal dictará sentencia en el plazo de quince
días, salvo que estime necesario, mediante resolución moti-
vada, un plazo más amplio, que no podrá exceder de treinta
días (art. 37.3 in fine LOTC).

3.5.3.7. Efectos

De estimarse la cuestión de inconstitucionalidad, los efectos son


los que aparecen en los artículos 38 a 40 de LOTC, es decir, casi en su
totalidad los mismos que se producen en el caso del recurso de inconsti-
tucionalidad. Un carácter especial si tiene, sin embargo, el artículo 38.3
LOTC según el cual «si se tratare de sentencias recaídas en cuestiones de
inconstitucio-nalidad, el Tribunal Constitucional lo comunicará inmedia-
tamente al órgano judicial competente para la decisión del proceso. Dicho
órgano notificará la sentencia constitucional a las partes. El Juez o Tri-
bunal quedará vinculado desde que tuviere conocimiento de la sentencia
constitucional y las partes desde el momento en que sean notificadas».

3.5.4. El recurso de amparo

3.5.4.1. La justicia constitucional y los derechos fundamentales

La fuerza expansiva del concepto Constitución y la propia circuns-


tancia objetiva de que ésta contempla en su articulado un conjunto de
derechos fundamentales, aconsejaba que la interpretación y defensa de
los mismos no quedara únicamente en manos de los jueces ordinarios sino
que, en última instancia, se encomendara al Tribunal Constitucional en
cuanto intérprete supremo de toda la Constitución, por tanto también
de su parte dogmática, al margen de que el carácter vinculante de sus
sentencias tiene un efecto notorio en la función aplicadora del Derecho
por la jurisdicción ordinaria.

3.5.4.2. Características

Son características del recurso de amparo ante el Tribunal Consti-


tucional las siguientes:
a) Es un recurso: Lejos de ser un juego de palabras quiere decirse que
estamos ante una solicitud de revisión de conductas o decisiones
anteriores que el particular interesado no asume por considerar-
las lesivas para alguno de sus derechos fundamentales.

— 227 —
Temario

b) Es un recurso «constitucional»: El recurso de amparo no puede


considerarse como un recurso judicial más sino como un «proceso
autónomo, sustantivo y distinto» (STC 78/1988), cuyo origen se
encuentra en la Constitución y cuyo conocimiento y resolución
se encomienda al Tribunal Constitucional, como sabemos órgano
independiente de cualquier poder del Estado, señaladamente del
Poder Judicial.
c) Tiene una finalidad inicial de defensa subjetiva de ciertos de-
rechos, insuficientemente defendidos en instancias anteriores y
en relación a casos concretos: Por eso ha declarado el Tribunal
Constitucional que «el recurso de amparo no está establecido
para el logro de declaraciones abstractas de inconstitucionalidad,
sino para la reparación de vulneraciones de derechos y libertades
fundamentales concretamente producidas a los recurrentes» (STC
78/1997, de 21 de abril). Ahora bien, el Tribunal Constitucional
entiende que además tiene asimismo un propósito de «defensa
objetiva de la Constitución, sirviendo de este modo la acción de
amparo a un fin que trasciende de lo singular» (STC 1/1981, de
26 de enero), al considerarse los derechos fundamentales como
núcleo esencial del ordenamiento jurídico en cuanto manifesta-
ción positiva de sus valores superiores (art. 1.1 CE)
d) Despliega una función interpretadora de la Constitución: Aunque
los efectos del recurso se limitan a las partes que intervienen en
él, con independencia del fallo, la argumentación jurídica de la
sentencia trasciende del caso concreto constituyendo la doctrina
del Tribunal Constitucional sobre el alcance e interpretación de
los derechos fundamentales.

3.5.4.3. Objeto y actos impugnables

El objeto del recurso de amparo es la tutela «constitucional» de los


derechos y libertades que se contienen en el artículo 14; Sección primera
del Capítulo II del Título Primero (arts.15 a 29) y en el artículo 30 de la
Constitución en lo que se refiere a la objeción de conciencia.
En relación a los actos impugnables en el recurso de amparo, la
remisión a la ley que realiza el artículo 161.1.b) CE se contempla en la
LOTC de este modo:
En primer lugar, de forma general, el recurso de amparo constitu-
cional protege, en los términos que esta Ley establece, frente a las viola-
ciones de los derechos y libertades a que se refiere el apartado anterior,
originadas por las disposiciones, actos jurídicos, omisiones o simple vía de
hecho de los poderes públicos del Estado, las Comunidades Autónomas y

— 228 —
Tema 2

demás entes públicos de carácter territorial, corporativo o institucional,


así como de sus funcionarios o agentes. (art. 41.2) En el caso de las dispo-
siciones siempre ha de tratarse de normas sin valor de Ley. En principio
no cabe el recurso de amparo con relación a actos de particulares, salvo
que sean presupuesto de una actuación judicial.
En segundo término y ya de modo específico:
a) Decisiones o actos sin valor de Ley, emanados de las Cortes o de
cualquiera de sus órganos, o de las Asambleas legislativas de las
Comunidades Autónomas o de sus órganos. Podrán ser recurri-
dos directamente dentro del plazo de tres meses desde que, con
arreglo a las normas internas de las Cámaras o Asambleas, sean
firmes (art. 42 LOTC).
b) Las violaciones de los derechos y libertades antes referidos ori-
ginadas por disposiciones, actos jurídicos, omisiones o simple vía
de hecho del Gobierno o de sus autoridades o funcionarios, o de
los órganos ejecutivos colegiados de las comunidades autónomas
o de sus autoridades o funcionarios o agentes, podrán dar lugar
al recurso de amparo una vez que se haya agotado la vía judicial
procedente. 43.1 LOTC). La vía judicial previa a la interposición
del recurso de amparo es la contencioso-administrativa ordinaria
o la configurada por el «procedimiento para la protección de los
derechos fundamentales de la persona» que se recogen en los
artículos 114 a 122 de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora
de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa. El plazo para in-
terponer el recurso de amparo es el de los veinte días siguientes
a la notificación de la resolución recaída en el proceso judicial
previo (art. 43.2 LOTC).
c) Las violaciones de los derechos y libertades susceptibles de am-
paro constitucional, que tuvieran su origen inmediato y directo
en un acto u omisión de un órgano judicial, podrán dar lugar a
este recurso siempre que se cumplan los requisitos siguientes: a)
Que se hayan agotado todos los medios de impugnación previstos
por las normas procesales para el caso concreto dentro de la vía
judicial. b) Que la violación del derecho o libertad sea imputable
de modo inmediato y directo a una acción u omisión del órgano
judicial con independencia de los hechos que dieron lugar al pro-
ceso en que aquellas se produjeron, acerca de los que, en ningún
caso, entrará a conocer el Tribunal Constitucional. c) Que se haya
denunciado formalmente en el proceso, si hubo oportunidad, la
vulneración del derecho constitucional tan pronto como, una vez
conocida, hubiera lugar para ello.
El plazo para interponer el recurso de amparo será de 30 días, a

— 229 —
Temario

partir de la notificación de la resolución recaída en el proceso judicial (art.


44.2 LOTC). El propio Tribunal Constitucional entiende que «el plazo
para recurrir en amparo es un plazo de caducidad que no puede quedar
al arbitrio de las partes ni ser objeto de prórrogas artificiales, por lo que
no es admisible pretender alargarlo y, sobre todo, reabrirlo fraudulenta-
mente mediante la prolongación, asimismo, artificial de las actuaciones
judiciales previas o la utilización de recursos inexistentes en la Ley o
manifiestamente improcedentes contra una resolución firme...» (STC
217/1997, de 4 de diciembre, con cita de anteriores pronunciamientos).
La interposición del recurso de amparo no suspenderá los efectos del
acto o sentencia impugnados (art. 56.1 LOTC),

3.5.4.4. Legitimación

Con carácter general, el artículo 162.1.b) CE habla de «toda persona


natural o jurídica que invoque un interés legítimo, así como el Defensor
del Pueblo y el Ministerio Fiscal». Por su parte, el artículo 46 LOTC dis-
tingue según el hecho impugnado en el recurso entre:
a) Recursos contra actos o decisiones de origen parlamentario [art.
46.1.a)]
— Legitimación personal: «la persona directamente afectada».
— Legitimación institucional: El Defensor del Pueblo y el Mi-
nisterio Fiscal.
b) Recursos contra actos, decisiones u omisiones de carácter ejecu-
tivo o judicial [art. 46.1.b)]
— Legitimación personal: «quienes hayan sido parte en el pro-
ceso judicial correspondiente».
— Legitimación institucional: El Defensor del Pueblo y el Mi-
nisterio Fiscal.
El Tribunal Constitucional tiene reiteradamente declarado que «el
haber sido parte en el proceso antecedente no es suficiente para compa-
recer como parte actora en el recurso de amparo, sino que es necesario
que concurra la exigencia del art. 162.1 b) de la Constitución, consistente
en poseer un interés legítimo, propio y específico» (STC 92/1997, de 8 de
mayo, con cita de anteriores sentencias).

3.5.4.5. Tramitación

La tramitación del recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional


consta de las siguientes fases:

— 230 —
Tema 2

a) Iniciación del procedimiento: El recurso de amparo constitucional


se iniciará mediante demanda en la que se expondrán con claridad
y concisión los hechos que la fundamenten, se citarán los pre-
ceptos constitucionales que se estimen infringidos y se fijará con
precisión el amparo que se solicita para preservar o restablecer
el derecho o libertad que se considere vulnerado. En todo caso,
la demanda justificará la especial trascendencia constitucional
del recurso. Con la demanda se acompañaran: El documento
que acredite la representación del solicitante del amparo y en
su caso, la copia, traslado o certificación de la resolución recaída
en el procedimiento judicial o administrativo. A la demanda se
acompañaran también tantas copias literales de la misma y de
los documentos presentados como partes en el previo proceso, si
lo hubiere, y una más para el Ministerio Fiscal. De incumplirse
cualquiera de los requisitos establecidos en los apartados que
anteceden, las Secretarías de Justicia lo pondrán de manifiesto
al interesado en el plazo de 10 días, con el apercibimiento de
que, de no subsanarse el defecto, se acordará la inadmisión del
recurso.
b) Admisión de la demanda: El recurso de amparo debe ser objeto de
una decisión de admisión a trámite. La Sección, por unanimidad
de sus miembros, acordará mediante providencia la admisión, en
todo o en parte, del recurso solamente cuando concurran todos
los siguientes requisitos:
— Que la demanda cumpla con los requisitos dispuestos en los
artículos 41 a 46 y 49 de la LOTC.
— Que el contenido del recurso justifique una decisión sobre
el fondo por parte del Tribunal Constitucional en razón de
su especial trascendencia constitucional, que se apreciará
atendiendo a su importancia para la interpretación de la
Constitución, para su aplicación o para su general eficacia, y
para la determinación del contenido y alcance de los derechos
fundamentales.
Cuando la admisión a trámite, aun habiendo obtenido la
mayoría, no alcance la unanimidad, la Sección trasladará la
decisión a la Sala respectiva para su resolución.
Las providencias de inadmisión, adoptadas por las Secciones
o las Salas, especificarán el requisito incumplido y se notifica-
rán al demandante y al Ministerio Fiscal. Dichas providencias
solamente podrán ser recurridas en súplica por el Ministerio
Fiscal en el plazo de tres días. Este recurso se resolverá me-
diante auto, que no será susceptible de impugnación alguna.

— 231 —
Temario

Cuando en la demanda de amparo concurran uno o varios defec-


tos de naturaleza subsanable, se procederá en la forma prevista
en el artículo 49.4; de no producirse la subsanación dentro del
plazo fijado en dicho precepto, la Sección acordará la inadmisión
mediante providencia, contra la cual no cabrá recurso alguno
(art. 50 LOTC)
c) Remisión de actuaciones y emplazamiento de terceros: Admitida
la demanda, la Sala requerirá con carácter urgente al órgano o
autoridad cuya decisión, acto o hecho se impugna, o al Juez o
Tribunal que conoció del procedimiento precedente para que, en
plazo no superior a diez días, remita las actuaciones o testimonio
de ellas (art. 51.1 LOTC). A su vez, el órgano requerido emplazará
a quienes fueron parte en el procedimiento antecedente para que
puedan comparecer en el proceso constitucional en el plazo de diez
días (art. 51.2 LOTC). También pueden comparecer en el proceso
de amparo constitucional, con el carácter de demandado o con el
de coadyuvante, las personas favorecidas por la decisión, acto o
hecho en razón del cual se formule el recurso o que ostenten un
interés legítimo en el mismo (art. 47.1 LOTC).
d) Alegaciones: Recibidas las actuaciones y transcurrido el tiempo
de emplazamiento, la sala dará vista de las mismas a quien
promovió el amparo, a los personados en el proceso, al Abogado
del Estado, si estuviera interesada la Administración Pública, y
al Ministerio Fiscal. La vista será por plazo común que no podrá
exceder de veinte días, y durante el podrán presentarse las alega-
ciones procedentes (art. 52.1 LOTC). Presentadas las alegaciones
o transcurrido el plazo otorgado para efectuarlas, la Sala podrá
deferir la resolución del recurso, cuando para su resolución sea
aplicable doctrina consolidada del Tribunal Constitucional, a
una de sus Secciones o señalar día para la vista, en su caso, o
deliberación y votación (art. 52.2 LOTC).
e) Sentencia: La Sala, o en su caso la Sección, pronunciará la sen-
tencia que proceda en el plazo de 10 días a partir del día señalado
para la vista o deliberación. (art. 52.3 LOTC).

3.5.4.6. Efectos

La sentencia contendrá, según el artículo 53 LOTC, alguno de estos


fallos: otorgamiento de amparo o denegación de amparo.
Cuando la Sala o, en su caso, la Sección conozca del recurso de am-
paro respecto de decisiones de jueces y tribunales, limitará su función
a concretar si se han violado derechos o libertades del demandante y a

— 232 —
Tema 2

preservar o restablecer estos derechos o libertades, y se abstendrá de


cualquier otra consideración sobre la actuación de los órganos jurisdic-
cionales (art. 54 LOTC).
La sentencia que otorgue el amparo contendrá alguno o algunos de
los pronunciamientos siguientes:
a) Declaración de nulidad de la decisión, acto o resolución que hayan
impedido el pleno ejercicio de los derechos o libertades protegidos,
con determinación en su caso de la extensión de sus efectos.
b) Reconocimiento del derecho o libertad pública, de conformidad
con su contenido constitucionalmente declarado.
c) Restablecimiento del recurrente en la integridad de su derecho o
libertad con la adopción de las medidas apropiadas, en su caso,
para su conservación (art. 55 LOTC).

4.5.5. Conflictos entre el Estado y las Comunidades Autónomas y los


de éstas entre sí

3.5.5.1. Finalidad

El Tribunal Constitucional conoce de los conflictos entre el Estado


y las Comunidades Autónomas y los de éstas entre sí a fin de establecer
el verdadero alcance de la delimitación competencial establecido por la
Constitución, los Estatutos de autonomía o las leyes orgánicas u ordi-
narias para fijar los ámbitos propios del Estado y de las Comunidades
Autónomas.

3.5.5.2. Objeto del conflicto

Darán lugar al planteamiento del conflicto «las disposiciones, resolu-


ciones y actos emanados de los órganos del Estado o de los órganos de las
Comunidades Autónomas o la omisión de tales disposiciones, resoluciones
o actos» (art. 61.1 LOTC). El Tribunal Constitucional ha entendido en
sentido amplio el alcance de los términos «actos» y «resoluciones», siendo
por tanto irrelevante la naturaleza o la forma en que aparecen. La omisión
de la que habla el artículo solo procede en relación a los conflictos nega-
tivos de competencia (STC 193/1990, de 29 de noviembre). Sin embargo,
es importante señalar que, de conformidad con el artículo 67 LOTC «si la
competencia controvertida hubiera sido atribuida por una Ley o norma
con rango de Ley, el conflicto de competencias se tramitará desde su inicio
o, en su caso, desde que en defensa de la competencia ejercida se invocare
la existencia de la norma legal habilitante, en la forma prevista para el
recurso de inconstitucionalidad».

— 233 —
Temario

3.5.5.3. Clases de conflictos

Se denominan conflictos positivos de competencia si se producen


cuando el Estado o una Comunidad Autónoma consideran como propia
una competencia que a su juicio ha sido apropiada ilegítimamente por
la otra parte a través de su conducta expresada en disposiciones, reso-
luciones o actos.
Los conflictos negativos de competencia se producen cuando el Esta-
do o una Comunidad Autónoma rechazan como propia una competencia
considerando al otro ente el responsable de la misma.

3.5.5.3.1. Conflictos positivos de competencia

Legitimación
Corresponde al Gobierno de la Nación, en el supuesto de disposiciones
o resoluciones de una Comunidad Autónoma (art. 62 LOTC) y al órgano
ejecutivo superior de una Comunidad Autónoma cuando se trata de dis-
posición, resolución o acto emanado de la autoridad de otra Comunidad
o del Estado siempre con el requisito de que «afecte a su propio ámbito»
de competencias (art. 63.1 LOTC).

Planteamiento

El planteamiento del conflicto positivo de competencia se desarrolla


de la siguiente forma:
a) Si es el Gobierno el que promueve el conflicto tiene una triple
vía:
— Formalizar el conflicto directamente ante el Tribunal Cons-
titucional en el plazo de dos meses (art. 62 LOTC).
— Requerir previamente a la Comunidad Autónoma de que
se trate para que proceda a la derogación de la disposición
o anule la resolución o acto que originó el conflicto (art. 62
LOTC en relación con el 63.1).
— Invocar el artículo 161.2 CE, es decir, «podrá impugnar ante
el Tribunal Constitucional las disposiciones y resoluciones
adoptadas por los órganos de las Comunidades Autónomas.
La impugnación producirá la suspensión de la disposición o
resolución recurrida, pero el Tribunal, en su caso, deberá ra-
tificarla o levantarla en un plazo no superior a cinco meses».
b) Si el conflicto lo plantea una Comunidad Autónoma, se exige el
previo requerimiento a la autoridad de la otra Comunidad o del
Estado para que derogue la disposición o anule la resolución o el

— 234 —
Tema 2

acto en cuestión (art. 63.1 LOTC), todo ello dentro del plazo de
los dos meses siguientes al día de la publicación o comunicación
de la disposición, resolución o acto que se entienda viciado de
incompetencia o con motivo de un acto concreto de aplicación,
dirigiéndose por ello al Gobierno o al órgano ejecutivo superior
de la otra Comunidad, dando cuenta igualmente al Gobierno
central en este caso (art. 63.2 LOTC).
El órgano requerido dispone de un mes para atender o rechazar
el requerimiento, comunicándolo en el primer caso al requirente
y al Gobierno si no lo es éste (art. 63.4 LOTC).
Terminado el plazo ahora señalado o dentro del mes siguiente a
la notificación del rechazo, el órgano requirente, si no ha obtenido
satisfacción, puede plantear el conflicto ante el Tribunal Cons-
titucional, certificando el cumplimiento infructuoso del trámite
de requerimiento y alegando los fundamentos jurídicos en que
se apoya (art. 63.5 LOTC).

Procedimiento en el Tribunal Constitucional

Cuando el procedimiento llega al Tribunal Constitucional se desa-


rrolla de la siguiente manera:
a) El Tribunal dispone de diez días para comunicar al Gobierno u
órgano autonómico correspondiente la iniciación del conflicto,
señalando plazo, nunca superior a veinte días, para que aporte
los documentos y alegaciones que considere convenientes (art.
64.1 LOTC).
b) Si el conflicto lo promueve el Gobierno una vez adoptada decisión
por la Comunidad Autónoma e invocando el artículo 161.2 CE,
su formalización comunicada por el Tribunal suspenderá inme-
diatamente la vigencia de la disposición, resolución o acto que
originó el conflicto (art. 64.2 LOTC).
Si lo promueve una Comunidad Autónoma, podrá solicitar del
Tribunal Constitucional esa misma suspensión alegando per-
juicio de imposible o difícil reparación, acordando libremente el
Tribunal lo que proceda (art. 64.3 LOTC).
c) El Tribunal dispone para resolver el conflicto de los quince días
siguientes al término del plazo de alegaciones o del que fijare
para solicitar de las partes cuantas informaciones, aclaraciones
o precisiones necesite para su decisión (art. 65.1 LOTC).

— 235 —
Temario

Efectos de la sentencia

La sentencia declarará la titularidad de la competencia discutida


y acordará, en su caso, la anulación de la disposición, resolución o acto
origen del conflicto si estaban viciados de incompetencia, pudiendo dis-
poner lo procedente en relación a las situaciones de hecho o de derecho
creadas al amparo de la misma (art. 66 LOTC).

4.5.5.3.2. Conflictos negativos de competencia

Los conflictos negativos de competencia como se ha dicho ante-


riormente se producen cuando el Estado o una Comunidad Autónoma
rechazan como propia una competencia considerando al otro ente el
responsable de la misma.

Legitimación

Están legitimados el Gobierno de la Nación y «las personas físicas o


jurídicas interesadas» (art. 60 LOTC) pero no así los órganos ejecutivos
superiores de las Comunidades Autónomas según los artículos 68 y ss.
LOTC lo cual contradice directamente lo dispuesto en los artículos 59 y
60 de la misma norma.

Planteamiento

Hay que diferenciar si el conflicto lo promueve un particular o el


Gobierno.
a) Si lo promueve un particular: Debe dirigirse previamente al órga-
no de la Administración, estatal o autonómica, que considere com-
petente para resolver una petición. Cuando el órgano requerido
rechace su competencia, el interesado, tras haber agotado la vía
administrativa mediante el recurso que proceda, podrá reproducir
su petición ante la otra Administración (art. 68.1 LOTC). Esta
segunda Administración tiene un mes para admitir o declinar
su competencia, en cuyo caso lo deberá notificar al requirente,
con indicación precisa de los preceptos en que se funda su reso-
lución (art. 68.2 LOTC). Si esta segunda Administración declina
su competencia o no se pronuncia afirmativamente en el plazo
establecido, el interesado puede acudir al Tribunal Constitucional
mediante demanda dentro del mes siguiente a la notificación de
la declinatoria o transcurrido el plazo sin resolución expresa,
solicitando el planteamiento del conflicto (art. 68.3 LOTC).

— 236 —
Tema 2

b) Si lo promueve el Gobierno de la Nación: Debe requerir previa-


mente al órgano ejecutivo superior de una Comunidad Autónoma
para que ejercite las atribuciones propias de su competencia y
esperar que éste se declare incompetente, de forma explícita o im-
plícita por su simple inactividad dentro del plazo que el Gobierno
le hubiera fijado al efecto que nunca será inferior a un mes (art.
71.1 y 2 LOTC). El Gobierno podrá plantear el conflicto dentro
del mes siguiente al día en que expresa o tácitamente haya de
considerarse rechazado el requerimiento apuntado, mediante
escrito indicando los preceptos constitucionales, estatutarios o
legales que a su juicio obligan a la Comunidad Autónoma a ejercer
sus atribuciones (art. 72.1 LOTC).

Tramitación en el Tribunal Constitucional

a) Conflicto planteado por un particular: El Tribunal Constitucional


dispone de diez días desde la presentación del escrito del parti-
cular para declarar planteado el conflicto mediante auto, dando
traslado inmediato del mismo al solicitante y a las Administra-
ciones implicadas, así como a otras que el Tribunal considere
competentes, fijando a todos un plazo común de un mes para
alegar cuanto estimen procedente (art. 69.2 LOTC). Dentro del
mes siguiente a la conclusión del plazo ahora señalado, o del que
fijara el Tribunal para que las partes le respondieran a las peti-
ciones de aclaración, ampliación o precisión, se dictará sentencia
(art. 70.1 LOTC).
b) Conflicto planteado por el Gobierno de la Nación: El Tribunal
Constitucional dará traslado del escrito presentado por el Go-
bierno al órgano ejecutivo superior de la Comunidad Autónoma,
dándole el plazo de un mes para que presente alegaciones (art.
72.2 LOTC). Dentro del mes siguiente a la conclusión de ese plazo
o del que hubiere fijado para que el Estado o la Comunidad res-
pondieran a las peticiones de aclaración, ampliación o precisión
que el Tribunal les hubiera dirigido, se dictará sentencia (art.
72.3 LOTC).

Efectos de la sentencia

a) Conflicto planteado por un particular: Declarará cual es la Ad-


ministración competente (art. 70.1 LOTC).
b) Conflicto planteado por el Gobierno de la Nación: La sentencia
contendrá alguno de los siguientes pronunciamientos (art. 72.3
LOTC):

— 237 —
Temario

— Declaración de que el requerimiento es procedente, estable-


ciendo un plazo dentro del cual la Comunidad Autónoma
deberá ejercitar la atribución requerida.
— Declaración de que el requerimiento es improcedente.

3.5.6. Conflictos en defensa de la autonomía local

La LO 7/1999, de 21 de abril, de modificación de la LO 2/1979, de 3


de octubre, del Tribunal Constitucional, ha atribuido a éste la competen-
cia para entender de los conflictos en defensa de la autonomía local que
planteen los municipios y provincias frente al Estado o una Comunidad
Autónoma (art. 59.2), dedicando a su regulación el nuevo Capítulo IV del
Título IV (arts. 75 bis a quinque).
Esta modificación constituye una manifestación del Pacto local (1999)
y el desarrollo del art. 11 de la Carta Europea de Autonomía Local hecha
en Estrasburgo el 15 de octubre de 1985 y aprobada y ratificada por Es-
paña el 20 de enero de 1988, que señala que las entidades locales deben
disponer de una vía de recurso jurisdiccional a fin de asegurar el libre
ejercicio de sus competencias y el respeto a los principios de autonomía
local consagrados en la Constitución o en la legislación interna.

3.5.6.1. Finalidad

El conflicto en defensa de la autonomía local es una vía para la


defensa específica ante el Tribunal Constitucional de la autonomía local
garantizada constitucionalmente (arts. 137, 140 y 141 CE) frente a las
disposiciones legales del Estado o de las CCAA que pudieran no resultar
respetuosas con dicha autonomía, permitiendo además al Tribunal Cons-
titucional la interpretación de la garantía constitucional de esa autonomía
en el marco de la distribución territorial del poder.

3.5.6.2. Objeto del conflicto

Podrán dar lugar al planteamiento de este conflicto las normas del


Estado o de las CCAA con rango de ley que lesionen la autonomía local
constitucionalmente garantizada (art. 75 bis.1).

3.5.6.3. Legitimación

Están legitimados para plantear estos conflictos (art. 75 ter. 1):


a) El municipio o provincia que sea destinatario único de la ley.
b) Un número de municipios que supongan al menos un séptimo de

— 238 —
Tema 2

los existentes en el ámbito territorial de aplicación de la disposi-


ción, y representen como mínimo un sexto de la población oficial
del ámbito territorial correspondiente.
c) Un número de provincias que supongan al menos la mitad de las
existentes en el ámbito territorial de aplicación de la disposición
con rango de ley, y representen como mínimo la mitad de la po-
blación oficial.

3.5.6.4. Planteamiento

a) Para iniciar la tramitación del conflicto es necesario el acuerdo


del órgano plenario de las Corporaciones locales (Ayuntamientos
o Diputaciones Provinciales) con el voto favorable de la mayoría
absoluta del número legal de miembros de las mismas (art. 75
ter. 2).
b) Una vez cumplido este requisito, y de manera previa a la formali-
zación del conflicto, debe solicitarse dictamen, con carácter
preceptivo pero no vinculante, del Consejo de Estado u órgano
consultivo de la correspondiente CA, según que el ámbito terri-
torial al que pertenezcan las Corporaciones locales corresponda
a varias o a una CA. En las CCAA que no dispongan de órgano
consultivo el dictamen corresponderá al Consejo de Estado (art.
75 ter. 3).
c) La solicitud de estos dictámenes debe formalizarse dentro de los
tres meses siguientes al día de la publicación de la ley que se
entienda lesiona la autonomía local (art. 75 quater. 1).
d) Dentro del mes siguiente a la recepción del dictamen del Consejo
de Estado o del órgano consultivo de la correspondiente CA, los
municipios o provincias legitimados podrán plantear el conflicto
ante el Tribunal Constitucional, acreditando el cumplimiento de
los requisitos exigidos y alegando los fundamentos jurídicos en
que se apoya (art. 75 quater. 2).

3.5.6.5. Procedimiento en el Tribunal Constitucional

a) Planteado el conflicto, el Tribunal Constitucional podrá acordar,


mediante auto motivado, la inadmisión del mismo por falta de
legitimación u otros requisitos exigibles y no subsanables o cuan-
do estuviere notoriamente infundada la controversia suscitada
(art. 75 quinque. 1).

— 239 —
Temario

b) Admitido a trámite el conflicto, en el término de diez días, el


Tribunal dará traslado del mismo a los órganos legislativo y eje-
cutivo de la CA de quien hubiese emanado la ley, y en todo caso
a los órganos legislativo y ejecutivo del Estado. La personación
y la formulación de alegaciones deberán realizarse en el plazo
de veinte días (art. 75 quinque. 2).
c) El planteamiento del conflicto será notificado a los interesados
y publicado en el correspondiente Diario Oficial por el propio
Tribunal (art. 75 quinque.
d) El Tribunal podrá solicitar de las partes cuantas informaciones,
aclaraciones o precisiones juzgue necesarias para su decisión y
resolverá dentro de los quince días siguientes al término del plazo
de alegaciones o del que, en su caso, se fijare para las informa-
ciones, alegaciones o precisiones antes aludidas (art. 75 quinque.
4).

3.5.6.6. Efectos de la sentencia del Tribunal Constitucional

a) La sentencia declarará si existe o no vulneración de la autonomía


local constitucionalmente garantizada, determinando, según pro-
ceda, la titularidad o atribución de la competencia controvertida,
y resolverá, en su caso, lo que procediere sobre las situaciones de
hecho o de derecho creadas en lesión de la autonomía local (art.
75 quinque. 5).
b) La decisión del Tribunal Constitucional vinculará a todos los
poderes públicos y tendrá plenos efectos frente a todos (art. 75
bis. 2).
c) La declaración de inconstitucionalidad de la ley que haya dado
lugar al conflicto requerirá nueva sentencia si el Pleno decide
plantearse la cuestión tras la resolución del conflicto en que
declare que ha habido vulneración de la autonomía local. La
cuestión se sustanciará por el procedimiento establecido en los
arts. 37 y concor-dantes de la LOTC relativos a la cuestión de
inconstitucionalidad y con los efectos ordinarios de esa cuestión
(arts. 38 y ss.) (art. 75 quinque. 6).
d) Las sentencias desestimatorias dictadas en recursos de inconstitu-
cionalidad y en conflictos en defensa de la autonomía local impedirán
cualquier planteamiento ulterior de la cuestión por cualquiera de las dos
vías, fundado en la misma infracción de idéntico precepto constitucional
(art. 38.2 LOTC).

— 240 —
Tema 2

3.5.7. Conflictos entre órganos constitucionales del Estado

Se trata de lo que el Tribunal Constitucional denomina «conflicto de


atribuciones» en el que se garantiza «la existencia de la misma estructura
constitucional concebida como sistema de relaciones entre órganos cons-
titucionales dotados de competencias propias, que se protegen a través
de esta vía procesal» (STC 45/1986, de 17 de abril).

3.5.7.1. Objeto del conflicto

Se encuentra en la adopción de decisiones por alguno de los órganos


que, según se verá más adelante, están legitimados para formalizarlo,
y que los demás entienden que invaden competencias que consideran
propias según la Constitución o las leyes orgánicas, acordándolo en tal
sentido por el Pleno del órgano de que se trate (art. 73.1 LOTC).

3.5.7.2. Legitimación

En principio están legitimados los órganos que señala el artículo


59.1.c) LOTC, es decir, Gobierno, Congreso de los Diputados, Senado y
Consejo General del Poder Judicial. Ahora bien, esa lista, en principio
tasada, puede ampliarse mediante decisión del legislador como ocurre
con el Tribunal de Cuentas puesto que según el artículo 8.1 de su Ley
Orgánica reguladora, «los conflictos que se susciten sobre las competencias
o atribuciones del Tribunal de Cuentas serán resueltos por el Tribunal
Constitucional».

3.5.7.3. Procedimiento

a) Comunicación previa: El órgano que entienda que otro se ha


excedido asumiendo atribuciones que no le corresponden, le
requerirá en el plazo del mes siguiente a la fecha en que llegue
a su conocimiento la decisión de la que se deduce esa extralimi-
tación solicitándole que la revoque (art. 73.1 LOTC). Si el órgano
requerido afirma que actúa en el ejercicio de sus atribuciones o
no rectifica dentro del plazo de un mes a partir de la recepción
del requerimiento en el sentido que se le hubiese solicitado, el
órgano requirente puede plantear el conflicto ante el Tribunal
Constitucional (art. 73.2 LOTC).
b) Formalización del conflicto: Si el órgano al que se dirige la noti-
ficación afirmara que actúa en el ejercicio constitucional y legal
de sus atribuciones o, dentro del plazo de un mes a partir de la
recepción de aquella no rectificase en el sentido que le hubiera

— 241 —
Temario

sido solicitado, el órgano que estime indebidamente asumidas sus


atribuciones planteará el conflicto ante el Tribunal Constitucional
dentro del mes siguiente. A tal efecto, presentará un escrito en
el que se especificarán los preceptos que considera vulnerados y
formulará las alegaciones que estime oportunas. A este escrito
acompañará una certificación de los antecedentes que repute
necesarios y de la comunicación cursada en cumplimiento de
lo prevenido en el apartado anterior de este artículo (art. 73.2
LOTC).
c) Tramitación en el Tribunal Constitucional: Recibido el escrito,
el Tribunal Constitucional:
— Dará traslado del mismo dentro de los diez días siguientes
al órgano requerido dándole un mes de plazo para formular
las alegaciones que estime oportunas (art. 74 LOTC).
— El mismo trámite se hará a todos los demás órganos legiti-
mados para plantear este tipo de conflictos para que puedan
comparecer en apoyo del demandante o del demandado si
entienden que la solución del conflicto afecta de algún modo
a sus propias atribuciones (art. 74 LOTC).
— Podrá solicitar de las partes informaciones, aclaraciones o
precisiones que estime necesarias para su decisión (art. 75.1
LOTC).
— Resolverá el conflicto dentro del mes siguiente a la termina-
ción del plazo de alegaciones fijado en el artículo 74 LOTC o
del que se fije para las informaciones, aclaraciones o preci-
siones complementarias, que no será superior a otros treinta
días (art. 75.1 LOTC).

3.5.7.4. Efectos

La sentencia determinará el órgano al que corresponden las atribu-


ciones controvertidas, declarará nulos los actos ejecutados por invasión
de atribuciones y resolverá, en su caso, lo que procediere sobre las situa-
ciones jurídicas producidas al amparo de los mismos (art. 75.2 LOTC).

3.5.8. Declaración sobre la constitucionalidad de los Tratados Inter-


nacionales

3.5.8.1. Finalidad

Tiene por objeto la petición para que el Tribunal Constitucional «se

— 242 —
Tema 2

pronuncie sobre la existencia o inexistencia de contradicción entre la


Constitución y las estipulaciones de un Tratado internacional cuyo texto
estuviera ya definitivamente fijado, pero al que no se hubiere prestado
aún el consentimiento del Estado» (art. 78.1 LOTC).

3.5.8.2. Legitimación

Están legitimados para solicitar el pronunciamiento del Tribunal


Constitucional el Gobierno y cualquiera de las Cámaras (art. 95.2 CE),
es decir, Congreso de los Diputados y Senado, con exclusión por tanto de
las Asambleas autonómicas.

3.5.8.3. Procedimiento

Recibido el requerimiento, el Tribunal Constitucional:


a) Emplazará al solicitante y a los demás órganos legitimados para
que en el término de un mes expresen su opinión fundada sobre
la cuestión (art. 78.2 LOTC).
b) En cualquier momento podrá solicitar de los órganos legitima-
dos, ya señalados, o de otras personas físicas o jurídicas u otros
órganos del Estado o de las Comunidades Autónomas, cuantas
aclaraciones, ampliaciones o precisiones estime necesarias,
ampliando el plazo de un mes en el mismo tiempo que hubiese
concedido para responder a sus consultas, que no podrá exceder
de treinta días (art. 78.3 LOTC).

3.5.8.4. Pronunciamiento

Dentro del mes siguiente al plazo señalado en el artículo 78.2 LOTC, a


salvo de lo dispuesto en el artículo 78.3 LOTC, el Tribunal Constitucional
emitirá su declaración que, de acuerdo con lo establecido en el artículo 95
de la Constitución, tendrá carácter vinculante (art. 78.2 LOTC).

3.6. Reglas de procedimiento en las actuaciones ante el Tribunal


Constitucional

El Título VII LOTC se dedica a las «disposiciones comunes sobre


procedimiento», es decir, las normas «procesales» aplicables en todas
las actuaciones que se sustancian ante el Tribunal Constitucional. Al
margen de lo relativo a las normas que se refieren a la actuación interna
del propio Tribunal interesa resaltar las aplicables a los que acuden al
mismo solicitando su pronunciamiento:

— 243 —
Temario

a) Aplicación supletoria en materia de procedimiento de la Ley


Orgánica del Poder Judicial y de la Ley de Enjuiciamiento Civil
(art. 80 LOTC).
b) Comparecencia por Letrado y Procurador, salvo las personas
que tengan título de Licenciado en Derecho, aunque no ejerzan
la profesión de Procurador o de Abogado (art. 81.1 LOTC).
c) Facultad del Tribunal Constitucional, a instancia de parte o de
oficio, en cualquier momento y previa audiencia de los compa-
recidos en el proceso constitucional, de disponer la acumulación
de los procesos con objetos conexos que justifiquen la unidad de
tramitación y decisión (art. 83 LOTC).
d) Iniciación del proceso constitucional por escrito fundado en que
se fijará con claridad y precisión lo que se pida (art. 85.1 LOTC).
e) Contra las sentencias del Tribunal Constitucional no cabe recur-
so alguno (art. 164.1 CE), pero en el plazo de dos días a contar
desde su notificación, las partes podrán solicitar la aclaración de
las mismas (art. 93.1 LOTC). Contra providencias y autos solo
procederá, en su caso, el recurso de súplica que no tendrá carác-
ter suspensivo y que se puede interponer en el plazo de tres días
y se resolverá, previa audiencia común de las partes por igual
tiempo, en los dos siguientes (art. 93.2 LOTC).
f) El procedimiento ante el Tribunal Constitucional es gratuito
(art. 95.1 LOTC) pero éste puede imponer costas a las partes que
hayan mantenido posiciones infundadas o en las que se aprecie
temeridad o mala fe (art. 95.2 LOTC), aparte de las sanciones y
multas por las circunstancias a que se refiere el artículo 95.3 y 4
LOTC esto es, en los casos de formulación de recursos de incons-
titucionalidad o de amparo, con temeridad o abuso de derecho, o
de incumplimiento por cualquier persona, investida o no de poder
público, de los requerimientos del Tribunal dentro de los plazos
señalados.

— 244 —
Tema 2

4. LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN

4.1. Introducción

La Constitución como toda norma jurídica puede ser revisable en el


tiempo, ya que las circunstancias sociopolíticas o jurídicas pueden obligar
a modificar los textos constitucionales.
Por tal motivo, las constituciones suelen prever en su articulado el
procedimiento para su propia revisión, distinguiéndose al efecto entre
constituciones flexibles y rígidas, en atención a las exigencias formales
que se requieren para proceder a su reforma.
Es de destacar como modelo flexible el sistema británico, ya que su
Parlamento ordinario, al entenderse soberano, puede adoptar cualquier
decisión por grave que fuera, incluso modificar la forma política del Esta-
do. Frente a este modelo, se encuentra el sistema, que podríamos llamar
rígido, en el cual se excluye cualquier posibilidad de reforma.
Nuestro ordenamiento constitucional, que se caracteriza por su ri-
gidez a la hora de proceder a la revisión del Texto normativo, dedicando
todo un Título (el Título X) a la regulación de su reforma, distinguiendo
dos procedimiento diferenciados: uno ordinario y otro extraordinario.

4.2. Iniciativa de la reforma

El artículo 166 de la Constitución establece unas reglas sobre la


iniciativa de reforma constitucional comunes a los dos procedimientos
y, consecuentemente, residencia la legitimación activa para promover
una reforma constitucional, de conformidad con el artículo 87.1, en el
Gobierno, el Congreso de los Diputados y en el Senado. Si la iniciativa se
adopta en el Congreso de los Diputados deberá ir suscrita por dos Grupos
Parlamentarios o por una quinta parte de los Diputados. Si se adoptase
en el Senado, la proposición ha de ser suscrita por cincuenta senadores
que no pertenezcan al mismo Grupo Parlamentario (art. 152 del Regla-
mento del Senado). Según el apartado 2 del mismo art. 87, la iniciativa
de reforma también puede corresponder a las Asambleas Legislativas de
las Comunidades Autónomas, cuestión que se consideró una concesión a
los partidos nacionalistas que encerraba una paradoja jurídica, pues se
pasaba a considerar parte del Poder constituyente derivativo a órganos
aún inexistentes, que según la letra de la Constitución podían crearse o
no por los Estatutos de Autonomía y que no estaban configurados por la
propia Constitución.
El art. 169 CE, establece que «no podrá iniciarse la reforma constitu-
cional en tiempos de guerra o de vigencia de alguno de los estados previstos
en el art. 116». Estamos en presencia de lo que la mayoría de la doctrina

— 245 —
Temario

da en llamar los límites a la iniciativa de la Reforma Constitucional, y


algunos autores denominan límites circunstanciales. Durante el proceso
constituyente se barajaron dos posibilidades: La propuesta por la ponen-
cia de prohibir toda operación de reforma de la Constitución en los casos
de declaración de guerra o de haberse decretado el estado de excepción
y la elaborada en la fase del segundo consenso llevado a cabo durante el
debate en la Comisión del Congreso, que es la que definitivamente recogió
el art. 169. Los límites impuestos se justifican por la conveniencia de que
toda reforma constitucional se inicie en un clima político normalizado. Lo
menos justificable de este precepto radica en que extienda los límites al
caso de la declaración del estado de alarma que no debería ser relevante
a estos efectos.

4.3. Procedimiento ordinario

Este procedimiento será preceptivo en aquellas materias no reser-


vadas al procedimiento extraordinario, es decir, aquellas que no estén
incluidas en el Título Preliminar, en la Sección Primera del Capítulo
Segundo del Título I (artículos 15 a 29) y en el Título II, correspondiendo
la iniciativa de la reforma al Gobierno, al Congreso y al Senado, y a las
Asambleas de las Comunidades Autónomas, mediante solicitud de éstas
al Gobierno o a la Mesa del Congreso. Estando, por tanto, vedada la pro-
moción de la reforma constitucional a la iniciativa popular.
Para aprobarse el proyecto de reforma se precisará el voto favorable
de las tres quintas partes de cada una de las Cámaras. Si no se lograra
dicho quórum de votación, se intentará obtenerlo mediante la creación de
una Comisión de composición paritaria (de igual número) de Diputados
y Senadores, que presentará un texto que será votado por el Congreso y
por el Senado.
De no lograrse su aprobación con el quórum señalado, es decir, ma-
yoría de tres quintos, el proyecto de reforma podrá aprobarse, siempre
que hubiese obtenido el voto favorable de la mayoría absoluta del Senado,
si se logra la mayoría de dos tercios en el Congreso.
Aprobada la reforma por las Cortes Generales, podrá ser sometida
a referéndum para su ratificación cuando así lo soliciten, dentro de los
quince días siguientes a su aprobación, una décima parte de los miembros
de cualquiera de las Cámaras.

4.4. Procedimiento extraordinario

La Constitución reserva para aquellos supuestos que considera


esenciales un sistema de revisión reforzado, que se caracteriza por una
mayor rigidez a la hora de proceder a su modificación.

— 246 —
Tema 2

Así, cuando se propusiese la revisión total de la Constitución, o


una parcial, que afecte al Título Preliminar, a la Sección 1ª del Capítulo
Segundo del Título I, o al Título II, el procedimiento de la reforma será
el siguiente:
La iniciativa de la reforma la tendrán los mismos órganos que la os-
tentaban en el procedimiento ordinario, es decir, el Gobierno, el Congreso
o el Senado y las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas.
Ambas Cámaras precisarán del quórum de los dos tercios para apro-
bar el principio o la propuesta de reforma, procediendo inmediatamente
a su disolución.
Lo que hacen las Cámaras es manifestar su voluntad política de re-
forma, para disolverse posteriormente, a fin de que unas futuras Cortes
constituyentes lleven a cabo la reforma de la Constitución.
Celebradas nuevas elecciones, las Cámaras elegidas deberán ratifi-
car la decisión y proceder al estudio del nuevo texto constitucional, que
deberá ser aprobado por mayoría de los dos tercios de ambas Cámaras.
Aprobada la reforma constitucional por las Cortes Generales, será some-
tida a referéndum para su ratificación.
Por último, indicar que no podrá iniciarse la reforma de la Consti-
tución en tiempo de guerra o durante la vigencia de cualquiera de los
estados de alarma, excepción o sitio.

4.5. La reforma de 1992

El primer ejemplo de reforma constitucional fue consecuencia de


la ratificación por del Tratado de Maastricht, a fin de acomodar nuestro
texto constitucional a dicho Tratado, en el que se establece que todo ciu-
dadano de la Unión Europea que resida en un Estado miembro del que
no sea nacional tendrá derecho a ser elector y elegible en las elecciones
municipales del Estado miembro en el que resida.
A tal fin, una vez aprobada por ambas Cámaras la reforma del artí-
culo 13.2 de la Constitución, conforme a la modalidad del artículo 167, es
decir, a través del procedimiento ordinario, fue sancionada tal reforma por
el Rey, el 27 de julio de 1992 y publicada en el B.O.E. el 28 de dicho mes
y año. Quedando redactado el párrafo referido en los siguientes términos:
«solamente los españoles serán titulares de los derechos reconocidos en
el artículo 23, salvo lo que, atendiendo a criterios de reciprocidad, pueda
establecer por tratado o ley para el derecho de sufragio activo y pasivo
en las elecciones municipales».

— 247 —
Temario

4.6. La reforma de 2011

La reforma de 2011 gira en torno a la modificación del artículo 135


de la Constitución, estableciendo en el texto el concepto de «estabilidad
presupuestaria», constatándose un techo máximo de déficit estructural
para las comunidades autónomas y el Estado. Dicho déficit quedará
delimitado por una ley orgánica, que en ningún caso podra contravenir
el techo fijado por la Unión Europea. La reforma obliga a las entidades
locales a obtener equilibrio presupuestario a partir del año 2020. Así-
mismo se establece que el montante del conjunto de la deuda pública no
podrá superar el 60% del PIB.
La propuesta de reforma fue realizada el 23 de agosto de 2011 por el
Presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. La reforma contó
con el apoyo de los dos partidos mayoritarios, el PP y PSOE, y también
con UPN. Puesto que estos tres partidos tenían conjuntamente más del
90% de diputados y senadores, y al tratarse de una reforma por proceso
ordinario, no fue necesario un referéndum; tampoco fue solicitado por un
10% de los representantes de una de ambas cámaras, dentro del plazo
previsto que concluyó el 26 de septiembre de 2011.
Sin embargo el resto de partidos representados en la cámara se
mostraron descontentos ante dicha reforma en la que, según ellos, no
se les había llamado a la negociación lo que les llevó a acusar a ambos
partidos de romper el proceso constituyente.
El nuevo artículo 135 quedaría redactado como sigue:
«1. Todas las Administraciones Públicas adecuarán sus actuaciones
al principio de estabilidad presupuestaria.
2. El Estado y las Comunidades Autónomas no podrán incurrir en
un déficit estructural que supere los márgenes establecidos, en
su caso, por la Unión Europea para sus Estados Miembros.
Una Ley Orgánica fijará el déficit estructural máximo permitido
al Estado y a las Comunidades Autónomas, en relación con su
producto interior bruto. Las Entidades Locales deberán presentar
equilibrio presupuestario.
3. El Estado y las Comunidades Autónomas habrán de estar auto-
rizados por Ley para emitir deuda pública o contraer crédito.
Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda
pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos
en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de
prioridad absoluta. Estos créditos no podrán ser objeto de en-
mienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de
la Ley de emisión.

— 248 —
Tema 2

El volumen de deuda pública del conjunto de las Administracio-


nes Públicas en relación al producto interior bruto del Estado no
podrá superar el valor de referencia establecido en el Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea.
4. Los límites de déficit estructural y de volumen de deuda pública
solo podrán superarse en caso de catástrofes naturales, rece-
sión económica o situaciones de emergencia extraordinaria que
escapen al control del Estado y perjudiquen considerablemente
la situación financiera o la sostenibilidad económica o social del
Estado, apreciadas por la mayoría absoluta de los miembros del
Congreso de los Diputados.
5. Una Ley Orgánica desarrollará los principios a que se refiere
este artículo, así como la participación, en los procedimientos
respectivos, de los órganos de coordinación institucional entre
las Administraciones Públicas en materia de política fiscal y
financiera. En todo caso, regulará:
a) La distribución de los límites de déficit y de deuda entre las
distintas Administraciones Públicas, los supuestos excep-
cionales de superación de los mismos y la forma y plazo de
corrección de las desviaciones que sobre uno y otro pudieran
producirse.
b) La metodología y el procedimiento para el cálculo del déficit
estructural.
c) La responsabilidad de cada Administración Pública en caso
de incumplimiento de los objetivos de estabilidad presupues-
taria.
6. Las Comunidades Autónomas, de acuerdo con sus respectivos
Estatutos y dentro de los límites a que se refiere este artículo,
adoptarán las disposiciones que procedan para la aplicación
efectiva del principio de estabilidad en sus normas y decisiones
presupuestarias».

— 249 —
Temario

TESTS DEL TEMA 2

1. La Corona de España viene regulada en la Constitución de 1978 con el epígra-


fe “De la Corona”:
a) En el Preámbulo.
b) En el Título Preliminar.
c) En el Título II, arts. 56 a 65.
d) En el Título I, arts. 1 a 9.

2. En una monarquía parlamentaria, el peso de las decisiones políticas corres-


ponde:
a) Al Rey.
b) Al Parlamento.
c) Al Gobierno.
d) Al Poder Judicial.

3. La Corona, de acuerdo con la Constitución se identifica:


a) Con el Gobierno.
b) Con las Cortes Generales.
c) Con la Jefatura del Estado.
d) Con la Presidencia del Gobierno.

4. La designación de Don Juan Carlos de Borbón como sucesor a título de Rey en


la Jefatura del Estado se produce:
a) En el año 1947 tras la promulgación de la Ley de Sucesión a la Jefatura del
Estado donde se define por primera vez a España como un Reino.
b) En el año 1969 cuando de acuerdo con la Ley de Sucesión, Franco propo-
ne a las Cortes y éstas aceptan la designación de Don Juan Carlos como su
sucesor a título de Rey en la Jefatura del Estado.
c) Tras el fallecimiento del general Franco y su proclamación como Rey de
España el 22 de noviembre de 1975.
d) Tras el referéndum de la Ley para la Reforma Política en el año 1976 don-
de se legitima democráticamente la institución de la Corona.

5. Durante la elaboración de la Constitución y en el debate constituyente:


a) Algunos partidos políticos vincularon la monarquía con la legalidad de las
Leyes Fundamentales franquistas.
b) Todos los partidos políticos aceptaron incialmente la monarquía.
c) Ningún partido político se manifestó republicano.
d) El Rey se proclamó tras la aprobación de la Constitución.

— 250 —
Tema 2

6. El Rey asume la más alta representación del Estado español:


a) En las relaciones internacionales.
b) En las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su
comunidad histórica.
c) En todo tipo de relaciones de carácter público.
d) En determinadas relaciones internacionales.

7. Al Rey le corresponde el título de Rey de España, pudiendo utilizar también:


a) Los demás que correspondan a su rango.
b) Los demás que él crea conveniente.
c) Los demás que se reconozcan en la Constitución.
d) Los demás que correspondan a la Corona.

8. Con respecto a las instituciones, el Rey:


a) Asume su representación.
b) Arbitra y modera su funcionamiento regular.
c) Actúa como elemento integrador.
d) Actúa bajo su exclusiva responsabilidad.

9. Con respecto del Estado el Rey es símbolo de:


a) Su unidad y permanencia.
b) Su monopolio del ejercicio de la violencia.
c) Su grandeza y unidad.
d) Su fortaleza y permanencia.

10. El Rey, además de las funciones que expresamente tiene atribuidas en la Cons-
titución y las leyes, puede asumir:
a) Las funciones que le encomiende el Gobierno.
b) Las funciones que le encomiende el Presidente del Gobierno.
c) Las funciones que le encomiende el Congreso.
d) No puede asumir otras funciones.

11. El refrendo es una institución que determina:


a) La irresponsabilidad del Rey.
b) La responsabilidad política del Rey.
c) La responsabilidad penal del Rey.
d) La responsabilidad civil del Rey.

12. ¿De qué forma estarán refrendados los actos del Rey?
a) En la forma prevista en los Reglamentos de la Casa Real.
b) En la forma prevista en la Constitución.

— 251 —
Temario

c) En la forma prevista en un Decreto Ley del Gobierno.


d) En la forma establecida en una ley orgánica.

13. De acuerdo con los artículos 56.3 y 64.1 de la Constitución no es un sujeto re-
frendante:
a) El Presidente del Gobierno.
b) Los ministros competentes.
c) El Presidente del Congreso de los Diputados.
d) El Vicepresidente del Gobierno.

14. Las leyes y normas con rango de ley son refrendadas:


a) Por el Presidente del Gobierno.
b) Por el Ministro de la Presidencia.
c) Por el Consejo de Ministros.
d) Por el Presidente del Congreso.

15. La propuesta y el nombramiento del Presidente del Gobierno es refrendada:


a) Por el Presidente del Gobierno en funciones.
b) Por el Vicepresidente del Gobierno.
c) Por el Ministro de la Presidencia.
d) Por el Presidente del Congreso.

16. ¿Qué actos del Rey deberán ser refrendados?


a) Todos los que hayan sido encomendados por las Cortes Generales.
b) Todos los que hayan sido encomendados por el Gobierno.
c) Todos los actos del Rey excepto los que estén sometidos a control jurídico.
d) Todos los actos del Rey excepto los específicamente señalados en la Cons-
titución.

17. En lo que a su forma se refiere, el refrendo puede ser:


a) Expreso o tácito.
b) Oral o escrito.
c) Escrito o no escrito.
d) Extenso o suscinto.

18. Los actos del Rey, al ser refrendados, adquieren:


a) Credibilidad.
b) Firmeza.
c) Validez.
d) Eficacia.

— 252 —
Tema 2

19. La inviolabilidad del rey debe entenderse como:


a) Irresponsabilidad en la medida que actúa solo.
b) Traspaso de la responsabilidad en quienes refrendan sus actos.
c) Inmunidad del Monarca frente a las leyes penales.
d) Inmunidad frente a la posibilidad de responsabilidad civil de la Familia
Real.

20. Los actos del Rey carentes de refrendo:


a) Pueden convalidarse por las Cortes Generales.
b) Procucen responsabilidad en las personas obligadas a refrendarlos.
c) Son manifiestamente anulables.
d) Carecen de validez.

21. La Monarquía en España se considera una institución:


a) Hereditaria.
b) Legítima.
c) Dinástica.
d) Todas las respuestas son correctas.

22. De acuerdo con la Constitución, la Corona de España es hereditaria en los su-


cesores de S.M. Don Juan Carlos I de Borbón:
a) Legitimo heredero.
b) Legitimo heredero de la Casa Real.
c) Legitimo heredero de la dinastía histórica.
d) Legítimo heredero de la Casa de Borbón.

23. ¿Qué significa que la sucesión en el trono seguirá el orden regular de primoge-
nitura y representación?
a) Que se prefieren las líneas directas que desciendan del Rey.
b) Que se prefiere al primer nacido de los descendientes del Rey, y subsidia-
riamente, de los descendientes del primogénito, si éste hubiera fallecido.
c) Que se da prioridad a las generaciones o grados anteriores sobre las más
jóvenes.
d) Que se prefiere en el mismo grado el sexo del varón al de la mujer.

24. Siguiendo el orden regular de sucesión al trono de España, tendrá preferencia


siempre:
a) La línea anterior a las posteriores.
b) El varón sobre la mujer.
c) La persona de más edad a la de menos.
d) El grado más próximo al más remoto.

— 253 —
Temario

25. En la misma línea, tendrá preferencia en la sucesión al trono de España:


a) El varón a la mujer.
b) La persona de más edad a la de menos.
c) La línea anterior a las posteriores.
d) El grado más próximo al más remoto.

26. En la sucesión al trono de España, dentro del mismo grado se prefiere el varón
a la mujer, y en el mismo sexo:

a) La persona de más edad a la de menos.


b) El grado más próximo al más remoto.
c) La línea anterior a las posteriores.
d) Ninguna de las respuestas anteriores es cierta.

27. Las reglas establecidas en la Constitución Española, relativas al orden suceso-


rio de la Corona, indican:
a) Que el trono lo hereda el primogénito y sus descendientes, de padres a hi-
jos y nietos, con preferencia sobre los hermanos y sobrinos por razón de
línea.
b) Que las mujeres acceden al trono siempre que no tengan hermanos varo-
nes.
c) Que los nietos anteceden, en caso de fallecimiento de sus padres, a los
tíos, hermanos del difunto.
d) Todas las respuestas anteriores son correctas.

28. ¿Cuál de los principios del orden sucesorio a la Corona se discutió en el proce-
so constituyente y aún en la actualidad podría dar lugar a una reforma consti-
tucional?
a) El principio de primogenitura y representación.
b) El principio de preferencia dentro de la misma línea del grado más próxi-
mo sobre el más remoto.
c) El principio de preferencia en el mismo grado del varón sobre la mujer.
d) El principio de preferencia, en el mismo sexo, de la persona de más edad
sobre la de menos.

29. El Príncipe heredero prestará el mismo juramento que el Rey, así como el de fi-
delidad a éste:

a) Al tomar posesión del cargo.


b) Al alcanzar la mayoría de edad.
c) Cuando se produzca el hecho que origine el llamamiento.
d) Al hacerse cargo de sus funciones.

— 254 —
Tema 2

30. Con respecto al juramento de fidelidad al Rey que debe hacer el Príncipe here-
dero, ¿qué ha previsto la Constitución Española para los casos en los que se ac-
cede a esta condición siendo ya mayor de edad?
a) Que se preste dicho juramento al hacerse cargo de tal condición.
b) La Constitución no ha previsto nada para estos supuestos.
c) Que se preste tal juramento cuando se produzca el llamamiento.
d) Que ya no es necesario prestar tal juramento.
31. El Príncipe heredero de la Corona de España, tendrá la dignidad de Príncipe de
Asturias:
a) Siempre.
b) Al cumplir la mayoría de edad.
c) Desde que preste juramento de fidelidad al Rey.
d) Desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el lla-
mamiento.

32. Además de la dignidad de Príncipe de Asturias, el Príncipe heredero de la Co-


rona de España tendrá:
a) Los demás títulos que le otorgue el Rey.
b) Los demás títulos vinculados tradicionalmente al sucesor de la Corona de
España.
c) Los demás títulos vinculados a la Corona de España.
d) Los demás títulos otorgados por las Cortes Generales.

33. Extinguidas todas las líneas llamadas en derecho ¿quién proveerá la sucesión
a la Corona?
a) El Gobierno de la Nación.
b) Las Cortes Generales.
c) El Presidente del Gobierno.
d) El Congreso de los Diputados.

34. En caso de que el Príncipe heredero de España desee contraer matrimonio,


¿quien deberá autorizarle?
a) El Rey.
b) El Rey y las Cortes Generales.
c) Las Cortes Generales.
d) El Príncipe heredero no precisa autorización del Rey ni de las Cortes para
contraer matrimonio.

35. Para que se produzca la exclusión de la sucesión, la expresa prohibición del


matrimonio debe proceder ¿de quién y hacia quién?
a) De las Cortes Generales hacia el Rey y hacia el Príncipe heredero..
b) Del Rey hacia el Príncipe heredero.

— 255 —
Temario

c) De las Cortes Generales hacia el Príncipe heredero.


d) Del Rey o de las Cortes Generales hacia el Príncipe heredero o hacia cuan-
tas personas tengan derecho a la sucesión.

36. Aquellas personas, que teniendo derecho a la sucesión en el trono de España,


contrajeran matrimonio contra la prohibición expresa del Rey y de las Cortes
Generales:
a) Quedarán excluidas en la sucesión a la Corona.
b) Quedarán excluidas en la sucesión a la Corona por sí y sus descendientes.
c) Quedarán excluidas en la sucesión si dicha prohibición hubiese sido re-
frendada por el Presidente del Gobierno.
d) Quedarán excluidas en la sucesión si en dicha prohibición no hubiese di-
vergencia entre la decisión de las Cortes y la del Rey.
37. En caso de divergencia entre el Rey y las Cortes Generales sobre la prohibición
de matrimonio al sucesor de la Corona:
a) El matrimonio se consideraría nulo o inválido, dependiendo de si éste es
un matrimonio religioso o civil.
b) Las Cortes Generales determinarían mediante ley orgánica si el matrimo-
nio supone la exclusión en la sucesión a la Corona.
c) La persona que celebre ese matrimonio quedaría excluida de la posibili-
dad de ejercer cargos públicos de carácter representativo, incluida la su-
cesión a la Corona.
d) Nada dice la Constitución a este respecto.
38. El Príncipe heredero quedaría excluido en la sucesión a la Corona por sí y sus
descendientes si:
a) Abdicara.
b) Hubiese contraído matrimonio contra la prohibición expresa del Rey y de
las Cortes Generales..
c) En el momento del llamamiento fuese menor de edad.
d) Una Ley orgánica invalidara su matrimonio.
39. Las abdicaciones y renuncias que ocurran en el orden de sucesión a la Corona
se resolverán:
a) Por la institución de la Regencia.
b) Por las Cortes Generales a proposición del Rey.
c) Por una Ley Orgánica de las Cortes Generales.
d) Por el Rey y las Cortes Generales.
40. Las dudas en el orden de sucesión a la Corona se resolverán:
a) Sólo en el caso de renuncias y abdicaciones.
b) Por el Rey tanto si son de hecho o de derecho.
c) Por ley orgánica de las Cortes Generales tanto si son de hecho o de dere-
cho.
d) Por la institución de la Regencia, en su caso.

— 256 —
Tema 2

41. Con respecto a la sucesión en el trono de España, la abdicación comporta:


a) Ceder los derechos sucesorios en un grado del orden regular.
b) Ceder los derechos sucesorios al siguiente en la línea de sucesión.
c) Ceder los derechos sucesorios el varón a la mujer.
d) Ceder los derechos sucesorios por sí y sus descendientes.

42. La renuncia a la sucesión del trono de España supone:


a) La pérdida de los derechos de sucesión.
b) La pérdida de los derechos sucesorios de los descendientes.
c) La pérdida de los derechos sucesorios por sí y por los descendientes.
d) La puesta en marcha del mecanismo sucesorio.

43. No podrá ejercer funciones constitucionales salvo alguna excepción:


a) La Reina consorte.
b) El consorte de la Reina.
c) La Reina consorte y el consorte de la Reina.
d) La Reina consorte, el consorte de la Reina y el Regente.

44. ¿Cuál de las siguientes proposiciones respecto de la Reina consorte o el con-


sorte de la Reina es errónea?
a) La consorte del Rey ostenta el título de Reina.
b) El consorte de la Reina ostenta el título de Rey.
c) La tutela del Rey menor se exceptúa de las funciones que puede asumir la
Reina consorte.
d) Ninguna respuesta es correcta.

45. La Reina consorte o el consorte de la Reina no podrán asumir funciones cons-


titucionales salvo lo dispuesto para:
a) La tutela.
b) La regencia.
c) La tutela y la regencia.
d) La tutela, la regencia y las funciones de carácter representativo.

46. La regencia es una institución excepcional en la que las funciones del Rey no
son desempeñadas por éste pero, ¿por qué razón?

a) Por razones de enfermedad.


b) Por quedar inhabilitado para el ejercicio de su autoridad.
c) Por ser menor de edad o por quedar inhabilitado para el ejercicio de su
autoridad.
d) Por razones de ausencia del territorio nacional prologada o definitiva.

— 257 —
Temario

47. De conformidad con lo establecido en la Constitución Española, si el Rey fuere


menor de edad, su Regente sería:
a) El padre del Rey.
b) El padre o la madre del Rey y, en su defecto, el pariente mayor de edad
más próximo en el orden sucesorio.
c) El padre o la madre del Rey o el pariente más próximo en el orden suceso-
rio.
d) El padre o la madre del Rey o el pariente mayor de edad más próximo en
la línea sucesoria.
48. En caso de Rey menor de edad, es llamado a la regencia, en primer lugar:
a) El pariente de mayor edad, más próximo a suceder.
b) El padre o la madre.
c) El padre.
d) El pariente mayor de edad, más próximo a suceder.
49. Para el caso de Rey inhabilitado entrará a ejercer la regencia el primer lugar:
a) El regente designado por las Cortes Generales.
b) El Príncipe heredero de la Corona, aunque fuere menor de edad.
c) El Príncipe heredero de la Corona, si fuese mayor de edad.
d) El padre o la madre del Rey si aún vivieren.
50. El Regente que lo fuere por minoría de edad del Rey de España, ¿hasta cuando
podrá ejercer la Regencia?
a) Hasta que las Cortes Generales dispongan lo contrario.
b) Hasta que las Cortes Generales le sustituyan según las reglas establecidas
en la Constitución.
c) Hasta que el Rey alcance la mayoría de edad.
d) Hasta que el Rey alcance la edad de dieciséis años.
51. Las personas a quienes corresponda ejercer la Regencia del Rey de España, co-
menzarán a ejercerla:
a) Cuando se produzca su nombramiento como tales.
b) Inmediatamente de que se produzca el hecho o circunstancia que la re-
quiera, de conformidad con los casos previstos para ella en la Constitu-
ción.
c) Cuando sean requeridos por las Cortes Generales para ejercerla.
d) Cuando lo especifique la Ley orgánica que se dicte al respecto.
52. Según la Constitución Española, si no hubiera ninguna persona a quien corres-
ponda la Regencia, ésta será nombrada por:
a) Las Cortes Generales, y se compondrá por una, dos o tres personas.
b) Las Cortes Generales y el Gobierno.
c) Las Cortes Generales, y se compondrá por una, tres o cinco personas.
d) Las Cortes Generales y el Gobierno, y se compondrá de una, tres o cinco
personas.

— 258 —
Tema 2

53. La Constitución Española establece que quien deba ejercer la Regencia preci-
sa como requisito:
a) Ser español de origen, mayor de edad y gozar plenamente de los dere-
chos civiles y políticos.
b) Ser español de nacimiento y mayor de edad.
c) Ser español, mayor de edad y permanecer viudo.
d) Ser español y mayor de edad.

54. La Regencia se ejercerá:


a) Por mandato constitucional y siempre en nombre del Rey.
b) Por mandato imperativo.
c) Cuando se agoten las líneas llamadas en derecho.
d) Sin necesidad de prestar juramento de fidelidad al Rey.

55. La imposibilidad del Rey de España para el ejercicio de su autoridad, deberá


ser reconocida por:
a) Las Cortes Generales.
b) Las Cortes Generales y el Gobierno.
c) El Congreso de los Diputados y el Gobierno.
d) Las Cortes Generales y el Príncipe heredero en caso de ser mayor de edad.

56. Señale cuál de las siguientes afirmaciones relativas al ejercicio de la Regencia


es falsa:
a) El padre o la madre del Rey podrán ejercer la regencia sólo si permanecen
viudos.
b) El ejercicio de la Regencia requiere ser español y mayor de edad.
c) La Regencia se ejerce siempre en nombre del Rey.
d) La Regencia se ejercerá por mandato constitucional.

57. La tutela testamentaria del Rey menor se prevé:


a) Para el caso en que el padre y la madre del rey permanezcan viudos.
b) Para el nombramiento por el Rey difundo.
c) Para el nombramiento por las Cortes Generales.
d) Para los ascendientes directos del Rey.

58. De acuerdo con lo establecido en la Constitución Española, siempre que sea


mayor de edad y español de nacimiento, podrá ser tutor del Rey menor:
a) La persona más próxima en el orden sucesorio.
b) La persona a quien hubiese designado en su testamento el Rey difunto.
c) La persona de más edad en el orden sucesorio.
d) La persona autorizada por el Gobierno y las Cortes Generales.

— 259 —
Temario

59. Según la Constitución, en caso de que el Rey difunto no hubiera nombrado


en su testamento a la persona que debiera ejercer la tutela del Rey menor de
edad, será tutor de éste:
a) El padre.
b) La madre.
c) El padre o la madre.
d) El padre o la madre, mientras permanezcan viudos.

60. En defecto de las tutelas, testada por el Rey difunto o intestada a favor del pa-
dre o de la madre viudos, la tutela del Rey menor, de acuerdo con la Constitu-
ción Española, será nombrada:
a) Por la Familia Real.
b) Por la persona más próxima en el orden sucesorio.
c) Por las Cortes Generales.
d) Por la persona de más edad en el orden sucesorio.

61. Los cargos de regente y de tutor, de acuerdo con lo dispuesto en la Constitu-


ción:
a) No podrán acumularse en ningún caso.
b) No podrán acumularse, sino en el padre, madre o ascendientes directos
del Rey.
c) No podrán acumularse, sino en el padre o madre del Rey.
d) Podrán acumularse cuando así lo dispongan las Cortes Generales.

62. Según la Constitución, el ejercicio de la tutela del Rey es incompatible:


a) Con el cargo de Regente en cualquier caso.
b) Con el de todo cargo o representación política.
c) Con la condición de español naturalizado.
d) Con la inhabilitación judicial para cargos públicos.

63. Se establece en el artículo 61.1 de la Constitución que el Rey prestará juramen-


to al ser:
a) Coronado.
b) Nombrado.
c) Proclamado.
d) Uncido.

64. El Rey de España es proclamado:


a) Por las Cortes Generales.
b) Ante las Cortes Generales.
c) Ante el Congreso de la Diputados.
d) Por las Cortes Generales en sesiones separadas.

— 260 —
Tema 2

65. El Rey prestará juramento:


a) Antes de ser proclamado ante las Cortes Generales.
b) En el momento de su coronación.
c) Cuando las Cortes acepten su designación.
d) Al ser proclamado ante las Cortes Generales.
66. Al ser proclamado ante las Cortes Generales, el Rey no deberá prestar jura-
mento de:
a) Desempeñar fielmente sus funciones.
b) Guardar y hacer guardar la Constitución, las leyes y el resto del ordena-
miento jurídico
c) Respetar los derechos de los ciudadanos.
d) Respetar los derechos de las Comunidades Autónomas.
67. Prestarán el mismo juramento que el Rey:
a) El Príncipe heredero, al alcanzar la mayoría de edad.
b) El Príncipe heredero, al alcanzar la mayoría de edad y el Regente o Regen-
tes.
c) El Regente o Regentes y el Tutor del Rey.
d) El Príncipe heredero, al alcanzar la mayoría de edad, el Regente o Regen-
tes y el Tutor del Rey.
68. El juramento de fidelidad al Rey:
a) Sólo se prestará por el Príncipe heredero.
b) Se presta por la Reina consorte.
c) Se presta por el consorte de la Reina.
d) Se presta por el Príncipe y por el Regente o los Regentes.

69. ¿Cuántas veces como máximo podría prestar el juramento regulado en el artí-
culo 61 de la Constitución una misma persona?
a) Una vez.
b) Dos veces.
c) Tres veces.
d) Cuatro veces.

70. ¿Cuál de las siguientes proposiciones respecto de la sanción y promulgación


de las leyes es errónea?
a) La sanción consiste en la firma del Rey en las leyes de las Cortes Generales.
b) La sanción y promulgación son actos regios de naturaleza debida u obli-
gatoria.
c) El Reyestá obligado a sancionar y promulgar las leyes aprobadas por las
Cortes Generales en el plazo de quince días.
d) La sanción y promulgación de las leyes son las dos últimas etapas del pro-
ceso legislativo.

— 261 —
Temario

71. Convocar y disolver las Cortes Generales es una facultad que se atribuye:
a) Al Rey.
b) Al Presidente del Gobierno.
c) A los presidentes de las respectivas Cámaras.
d) Al Gobierno de la nación.

72. ¿Quién decreta formalmente la disolución de las Cortes Generales?


a) El Presidente del Gobierno.
b) El Rey.
c) El Consejo de Ministros.
d) Los Presidentes del Congreso y del Senado.

73. La facultad para fijar la fecha de la convocatoria electoral corresponde:


a) Al Rey.
b) Al Presidente del Gobierno.
c) Al Consejo de Ministros.
d) Al Pleno del Congreso y del Senado reunidos en sesión conjunta.

74. La convocatoria a referéndum es una facultad que corresponde:


a) Al Congreso de los Diputados
b) Al Presidente del Gobierno.
c) A las Cortes Generales.
d) Al Rey.

75. ¿Quién propone el candidato a Presidente del Gobierno?


a) Las Cortes Generales reunidas en sesión conjunta.
b) El Congreso de los Diputados.
c) El Rey.
d) El Presidente del Congreso.

76. El nombramiento del Presidente del Gobierno corresponde:


a) Al Pleno del Congreso de los Diputados
b) A las Cortes Generales
c) Al Rey.
d) Al Presidente del Congreso.
77. El cese del Presidente del Gobierno es una facultad que corresponde:
a) Al Grupo parlamentario mayoritario en en Congreso.
b) A las Cortes Generales
c) Al Consejo de Ministros.
d) Al Rey.

— 262 —
Tema 2

78. ¿Quién nombra y separa los miembros del Gobierno?


a) Su Presidente.
b) El Rey.
c) El Consejo de Ministros.
d) Las Cortes Generales.

79. ¿Quién expide los decretos acordados en Consejo de Ministros?


a) El Presidente del Gobierno.
b) Las Cortes Generales.
c) El Rey.
d) El mismo Consejo de Ministros.

80. Conferir los empleos civiles y militares y conceder honores y distinciones es


una función del Rey reconocida en el apartado f) del artículo 62 que deberá
hacerse:
a) Discrecionalmente por el Rey.
b) Con arreglo a las leyes.
c) Sin necesidad de refrendo.
d) Sin necesidad de ser previamente consultada por el Gobierno.

81. El artículo 62 de la Constitución en su apartado f) dice que corresponde al Rey


ser informado, ¿de qué tipo de asuntos?
a) De los asuntos de especial relevancia política.
b) De los asuntos que el propio Rey juzgue importantes.
c) De los asuntos de Estado.
d) De los asuntos relacionados con la Corona.

82. ¿Qué institución podrá presidir el Rey a fin de ser informado de los asuntos de
Estado?
a) El Congreso de los Diputados.
b) El Congreso de los Diputados y el Senado.
c) El Consejo de Estado.
d) El Consejo de Ministros.

83. ¿Cuándo podrá el Rey presidir las sesiones del Consejo de ministros a fin de ser
informado de los asuntos de Estado?
a) Cuando así lo estime oportuno el Rey.
b) Cuando así lo estime oportuno el Presidente del Gobierno.
c) Cuando lo estime oportuno el Rey, a petición del Presidente del Gobierno.
d) Cuando la petición del Presidente del Gobierno sea posterior a la decisión
del Rey.

— 263 —
Temario

84. Con respecto a las Fuerzas Armadas, al Rey le corresponde:


a) El mando supremo.
b) Determinar la política de defensa.
c) Dirigir la administración militar.
d) La gestión de las situaciones de crisis que afecten a la defensa.

85. El derecho de gracia es una prerrogativa que corresponde:


a) Al Rey.
b) Al Ministro de Justicia.
c) Al Consejo de Ministros.
d) Al Presidente del Gobierno.

86. El derecho de gracia lo ejerce el Rey:


a) Discrecionalmente.
b) Con arreglo a la Ley.
c) A petición del Presidente del Gobierno.
d) Cuando lo estime oportuno el Rey, a petición del Presidente del Gobierno.

87. ¿Qué límitación se establece en el artículo 62.i de la Constitución respecto del


ejercicio del derecho de gracia por parte del Rey?
a) Su reserva material de ley sobre esta materia.
b) Que se prohíban los indultos generales.
c) La necesidad de obtener el refrendo del Ministro de Justicia.
d) La inaplicabilidad del derecho de gracia al supuesto de responsabilidad
criminal del Presidente y de los demás miembros del Gobierno.

88. De acuerdo con la Constitución, el Alto Patronazgo de las Reales Academias


corresponde:
a) Al Príncipe de Asturias.
b) Al Rey.
c) A la Familia Real.
d) A la Reina.

89. De acuerdo con la Constitución, ¿qué tipo de personal diplomático acredita el


rey?
a) Los embajadores.
b) Los jefes de misión.
c) Los encargados de negocios.
d) Los embajadores y otros representantes diplomáticos.

— 264 —
Tema 2

90. La autorización de la celebración de tratados corresponde:


a) A las Cortes Generales.
b) Al Gobierno.
c) Al Rey.
d) Al Congreso de los Diputados.
91. La iniciativa para declarar la guerra o hacer la paz corresponde:
a) A las Cortes Generales.
b) Al Gobierno.
c) Al Rey.
d) Al Ministro de Defensa.
92. La propuesta de nombramiento del Presidente del Gobierno será refrendada:
a) Por el Ministro de la Presidencia.
b) Por el Presidente del Gobierno saliente.
c) Por el Ministro de Justicia.
d) Por el Presidente del Congreso.
93. El nombramiento del Presidente y de los miembros del Consejo General del
Poder Judicial corresponde:
a) A las Cortes Generales.
b) Al Presidente del Gobierno.
c) Al Ministro de Justicia.
d) Al Rey.
94. El Fiscal General del Estado:
a) Es propuesto por el Rey.
b) Es elegido por el Rey.
c) Es nombrado por el Rey.
d) Es nombrado por el Gobierno una vez oído el Rey.
95. El nombramiento de los Magistrados del Tribunal Constitucional y de su Presi-
dente corresponde:
a) Al propio Tribunal Constitucional en pleno.
b) Al Consejo General del Poder Judicial.
c) A las Cortes Generales.
d) Al Rey.
96. El nombramiento de los presidentes de las Comunidades Autónomas corres-
ponde:
a) Al Rey.
b) A las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas.
c) Al Presidente del Gobierno.
d) A las Cortes Generales.

— 265 —
Temario

97. Los actos del Rey sin refrendo:


a) Podrían considerarse anulables.
b) Carecen de validez.
c) Pueden convalidarse por las Cortes Generales.
d) Pueden convalidarse por las Cortes Generales mediante Ley Orgánica.
98. ¿Cuál de los siguientes actos del Rey no estaría sometido a refrendo?
a) El nombramiento de los miembros civiles y militares de su Casa.
b) El consentimiento matrimonial del Rey.
c) La distribución de la dotación presupuestaria de la Corona.
d) Ningúno de los anteriores actos estaría sometido a refrendo.
99. La dotación económica de la Corona:
a) Se fijará por las Cortes Generales al principio de cada reinado.
b) Se fijará anualmente en los Presupuestos Generales del Estado.
c) Estará sujeta a justificación por parte del Rey.
d) No estará sometida al pago del IRPF y del Impuesto de Patrimonio.
100. No corresponderá el tratamiento de «Alteza Real»:
a) Al titular de la Corona.
b) Al heredero de la Corona.
c) Al consorte de la Reina de España.
d) Al consorte del heredero de la Corona.

101. ¿Qué Título y Capítulo de la Constitución regula la Administración Local?


a) El Capítulo Primero del Título VIII.
b) El Capítulo Segundo del Título VIII.
c) El Capítulo Tercero del Título VIII.
d) El Capítulo Primero del Título III.
102. El principio constitucional por el que se garantiza el derecho de las entidades
locales a participar, a través de órganos propios, en el gobierno y administra-
ción de cuantos asuntos le atañen se denomina:
a) Autonomía local.
b) Colaboración entre entidades locales.
c) Elección democrática.
d) Suficiencia financiera.
103. De acuerdo con el artículo 137 de la Constitución, los municipios gozan de
autonomía:
a) Para la gestión de su autogobierno.
b) En sus relaciones con otras administraciones.
c) Para ejercer la potestad reglamentaria.
d) Para la gestión de sus respectivos intereses.

— 266 —
Tema 2

104. La autonomía local no implica:


a) Autonomía institucional.
b) Autonomía competencial.
c) Autonomía financiera.
d) Potestad legislativa.

105. Las entidades locales territoriales, ¿están legitimadas ante el Tribunal Consti-
tucional para la impugnación de normas que lesionen su autonomía?

a) No ante el Tribunal Constitucional, pero sí ante la jurisdicción ordinaria.


b) Sí, a través del recurso de amparo.
c) Sí, a través del denominado conflicto en defensa de la autonomía local.
d) Sí, sólamente contra cualquier norma de rango legal del Estado.

106. ¿Contra qué tipo de normas se puede plantear el conflicto en defensa de la


autonomía local?

a) Contra las normas del Estado con rango de ley o las disposiciones con ran-
go de ley de las Comunidades Autónomas.
b) Contra las normas del Estado con rango de leyo normas reglamentarias
y contra las disposiciones con rango de ley de las Comunidades Autóno-
mas.
c) Contra las normas del Estado con rango de ley.
d) Contra cualquier disposición proveniente del Estado o de las Comunida-
des Autónomas.

107. El régimen local español contenido en la Ley Reguladora de las Bases del Ré-
gimen Local:

a) Comprende los aspectos institucionales de la Administración local, esto


es, su organización y funcionamiento, los aspectos competenciales y los
medios personales y materiales precisos para su desarrollo.
b) Implica el establecimiento de un régimen uniforme para todas las entida-
des locales de todo el estado.
c) No permite opciones diversas, ya que las Comunidades Autónomas no
tienen competencias en estos supuestos.
d) Se aplica íntegramente a todo el territorio español.

108. De acuerdo con el artículo 140 de la Constitución, los municipios gozarán de


personalidad jurídica:

a) Propia.
b) Plena.
c) Pública.
d) Unica.

— 267 —
Temario

109. ¿A qué principio constitucional, en relación con las Corporaciones Locales,


alude el artículo 142 de la Constitución?
a) Al principio de autonomía.
b) Al principio de elección democrática.
c) Al principio de suficiencia financiera.
d) Al principio de colaboración.

110. El sistema financiero establecido en la Constitución para las Corporaciones


locales establece que las haciendas locales se nutren de:

a) Los tributos propios de las Corporaciones Locales.


b) La participación en los tributos del Estado.
c) La participación en los tributos de las Comunidades Autónomas.
d) Todas las respuestas son correctas.

111. Las entidades locales se rigen:

a) Por normas europeas.


b) Por normas estatales.
c) Por normas de las Comunidades Autónomas y de las propias entidades lo-
cales.
d) Todas las respuestas son correctas.

112. La Carta Europea de Autonomía Local:


a) Fue elaborada por el Parlamento Europeo.
b) Aún no ha sido ratificada por España.
c) Forma parte del ordenamiento jurídico español.
d) Aún no ha entrado en vigor en España.

113. Tienen la consideración de entidades locales territoriales:


a) El municipio y la provincia exclusivamente.
b) El municipio, la provincia, la isla y las entidades de ámbito territorial infe-
rior al municipio.
c) El municipio, la provincia y la isla.

114. ¿Qué tipo de entidades locales no gozan de las potestades propias que la LR-
BRL otorga al municipio, la provincia y la isla, sino que debe ser la legislación
de las Comunidades Autónomas la que debe concretarlas?
a) Las entidades de ámbito territorial inferior al municipio.
b) Las áreas metropolitanas y las comarcas.
c) Las mancomunidades de municipios.
d) Todas las respuestas son correctas.

— 268 —
Tema 2

115. No tienen carácter de entidad local:


a) Las Comunidades de Tierra o de Villa y Tierra.
b) Los caseríos.
c) Las pedanías.
d) Las aldeas.

116. Las mancomunidades de municipios son entidades locales:


a) Territoriales.
b) Con personalidad y capacidad jurídica para el cumplimiento de sus fines
específicos.
c) A las que se garantiza su autonomía.
d) Permanentes.

117. ¿Qué tipo de entidades podrán tener carácter territorial y las potestades pro-
pias de las Administraciones públicas de carácter territorial según determi-
nen las leyes de las Comunidades Autónomas?

a) Los municipios.
b) Las provincias.
c) Las islas.
d) Las comarcas.

118. La provincia se define en la Constitución como:


a) Una entidad local.
b) Una corporación local.
c) Una organización territorial.
d) Una organización local.

119. El gobierno y la administración autónoma de las provincias están encomen-


dados a:
a) Las Diputaciones.
b) Las Diputaciones, Corporaciones, Cabildos y Consejos.
c) Las Diputaciones u otras Corporaciones de carácter representativo.
d) Las Diputaciones representativas u forales.

120. Los cabildos o consejos insulares son los órganos de gobierno, administra-
ción y representación de:
a) La isla.
b) El archipiélago.
c) La provincia insular.
d) La mancomunidad provincial interinsular.

— 269 —
Temario

121. Atendiendo a su organización territorial, la forma de Estado establecida en


nuestra Constitución puede calificarse de:
a) Estado federal.
b) Estado unitario.
c) Estado autonómico o Estado de las autonomías.
d) Estado regional.
122. Según el artículo 137 de la Constitución, las entidades que forman parte de la
organización territorial del Estado tiene como nota común que gozan de:
a) Autonomía.
b) Autogobierno.
c) Autosuficiencia financiera.
d) Soberanía.
123. De acuerdo con el artículo 137 de la Constitución los municipios, provincias y
Comunidades Autónomas gozan de autonomía:
a) Para que no existan privilegios por razón del territorio.
b) Para ejercer su autosuficiencia financiera.
c) Para garantizar la solidaridad entre todas ellas.
d) Para la gestión de sus respectivos intereses.

124. De acuerdo con el artículo 138 de la Constitución ¿a quién corresponde ga-


rantizar la realización efectiva del principio de solidaridad entre las Comuni-
dades Autónomas?
a) Al Gobierno de la Nación.
b) Al Estado.
c) A los poderes públicos.
d) A los tribunales de justicia.

125. El artículo 138.1 de la Constitución dice que «el Estado garantiza la realiza-
ción efectiva del principio de solidaridad... atendiendo en particular»:
a) A las zonas de alta montaña.
b) A las circunstancias del hecho insular.
c) A las zonas especialmente despobladas.
d) A los archipiélagos y las islas.

126. De acuerdo con el artículo 143 de la Constitución ¿qué tipos de entidades te-
rritoriales podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades
Autónomas?
a) Las provincias limítrofes con características históricas, culturales y econó-
micas comunes, las provincias insulares y las provincias con entidad regio-
nal histórica.
b) Las provincias limítrofes y las provincias con entidad regional histórica
además de las ciudades de Ceuta y Melilla.

— 270 —
Tema 2

c) Las provincias limítrofes con características históricas, culturales y econó-


micas comunes, los territorios insulares y las provincias con entidad regio-
nal histórica.
d) Las provincias limítrofes con características históricas, culturales y eco-
nómicas comunes, los archipiélagos y las provincias con entidad regional
histórica.

127. ¿Qué característica territorial se exige a las provincias no insulares para que
se puedan constituir en Comunidad Autónoma?
a) Que sean limítrofes.
b) Que estén equilibradas económicamente.
c) Que tengan la misma lengua propia.
d) Que su extensión territorial sea parecida.

128. Las agrupaciones de provincias limítrofes ¿qué tipo de características comu-


nes deben reunir para poder constituirse en Comunidad Autónoma?
a) Características históricas, culturales y sociolingüísticas comunes.
b) Características históricas, culturales y económicas comunes.
c) Características demográficas, culturales y económicas comunes.
d) Características de vinculación regional, factores históricos y culturales,
conveniencia económica y estructura social.

129. Un supuesto común para la constitución de una Comunidad Autónoma men-


cionado en el artículo 143.1 de la Constitución lo constituyen:
a) Las agrupaciones de islas.
b) Los archipiélagos.
c) Los territorios insulares.
d) Las provincias insulares.

130. ¿Qué requisito se exige en el artículo 143.1 de la Constitución para poder


constituir una Comunidad Autónoma uniprovincial?
a) Que los municipios que la componen tenga características históricas, cul-
turales y económicas comunes.
b) Que tengan entidad regional histórica.
c) Que su territorio concondara con el anterior mapa preautonómico.
d) Que los municipios que la componen tengan continuidad territorial.

131. ¿Quién no puede adoptar los acuerdos para la iniciativa del proceso autonó-
mico?
a) Las diputaciones interesadas.
b) El órgano interinsular correspondiente.
c) Los municipios.
d) El Gobierno de la Nación.

— 271 —
Temario

132. ¿Qué requisito se exige a los municipios que quieran adoptar la iniciativa del
proceso autonómico?
a) Que dicha iniciativa la suscriban las dos terceras partes de los municipios
de la provincia.
b) Que la población de todos los municipios represente al menos la mayoría
del censo electoral en cada provincia o isla.
c) Que dicha iniciativa la suscriban las dos terceras partes de los municipios
de la provincia y que la población de éstos represente al menos la mayo-
ría del censo electoral en cada provincia o isla.
d) Que dicha iniciativa la suscriban las dos terceras partes de los municipios
de la provincia, que la población de éstos represente al menos la mayo-
ría del censo electoral en cada provincia o isla y que se celebre un referén-
dum consultivo con resultado afirmativo en cada uno de los municipios.
133. ¿Qué plazo se establece en la Constitución para que los acuerdos de inicia-
ción del proceso autonómico sean cumplidos?
a) Seis meses desde el primer acuerdo adoptado al respecto por alguno de
los ayuntamientos interesados.
b) Seis meses desde el primer acuerdo adoptado al respecto por alguna de
las diputaciones interesadas.
c) Seis meses desde el primer acuerdo adoptado al respecto por alguna de
las Corporaciones locales interesadas.
d) Seis meses desde el primer acuerdo adoptado al respecto por alguna de
las Corporaciones locales interesadas o seis meses a partir del acuerdo del
ente preautonómico correspondiente.
134. En caso de no prosperar la iniciativa para la constitución de la Comunidad Au-
tónoma, ¿qué plazo se establece en la Constitución durante el cual no podrá
reiterarse la misma?
a) Cinco años.
b) Cuatro años.
c) Seis meses.
d) Ocho meses.
135. Las Cortes Generales, mediante ley orgánica, podrán, por motivos de interés
nacional autorizar la constitución de una Comunidad Autónoma:
a) Cuando su ámbito territorial no supere el de una provincia.
b) Cuando no tenga entidad regional histórica.
c) Ambas respuestas son ciertas.
d) Ambas respuestas son falsas.
136. Para territorios que no estén integrados en la organización provincial, las
Cortes Generales podrán:
a) Autorizar un Estatuto de autonomía.
b) Acordar un Estatuto de autonomía.
c) Autorizar o acordar, en su caso, un Estatuto de autonomía.
d) Autorizar o acordar, en su caso, un Estatuto de autonomía mediante ley
orgánica y por motivos de interés nacional.

— 272 —
Tema 2

137. ¿Por qué razón podrán las Cortes Generales sustituir la iniciativa de las Cor-
poraciones Locales para constituirse en Comunidad Autónoma?
a) Por motivos de interés nacional.
b) Para evitar las disfunciones generales que podrían derivar de la falta de in-
tegración de algunos territorios.
c) Para cohesionar económicamente el territorio que pretende constituirse
en Comunidad Autónoma.
d) Para una mejor prestación de los servicios públicos.
138. La Constitución en su artículo 145 prohíbe:
a) La celebración de convenios de colaboración entre Comunidades Autó-
nomas.
b) La confederación de Comunidades Autónomas.
c) La federación de Comunidades Autónomas.
d) Los acuerdos de cooperación entre Comunidades Autónomas.
139. Los supuestos, requisitos y términos en que las Comunidades Autónomas po-
drán celebrar convenios entre sí para la gestión y prestación de servicios pro-
pios de las mismas se regularán:
a) En la legislación básica del Estado.
b) En el Título VIII de la Constitución.
c) En las leyes de las Comunidades Autónomas.
d) En los Estatutos de Autonomía.
140. ¿Qué tipo de instrumentos se regulan en el artículo 145.2 de la Constitución
para la cooperación entre las Comunidades Autónomas?
a) Las conferencias sectoriales.
b) Los convenios y los acuerdos de cooperación.
c) Las declaraciones conjuntas de intenciones.
d) Las exposiciones de líneas de actuación común.
141. En en procedimiento de elaboración de los proyectos Estatutos de Autono-
mía regulado en el artículo 146 de la Constitución no pueden participar:
a) Los Diputados de las provincias afectadas.
b) Los Senadores de las provincias afectadas.
c) Los miembros de la Diputación u órgano interinsular de las provincias
afectadas.
d) Los ciudadanos a través de un plebiscito.
142. En la Asamblea encargada de la elaboración del proyecto de Estatuto de Au-
tonomía no están presentes:
a) Los alcaldes de los municipios afectados.
b) Los Diputados de las provincias afectadas.
c) Los Senadores de las provincias afectadas.
d) Los miembros de la Diputación u órgano interinsular de las provincias
afectadas.

— 273 —
Temario

143. ¿Cuál de las siguientes carácterísticas referentes a los Estatutos de Autono-


mía no es correcta?
a) Son parte del ordenamiento jurídico estatal.
b) Son la norma institucional básica de la Comunidad Autónoma.
c) Al tener rango de ley orgánica se pueden modificar por medio de cual-
quier ley orgánica.
d) Están subordinados jerárquicamente solo a la Constitución.
144. De los siguientes elementos, ¿cuál de ellos no es de inclusión obligatoria en
los Estatutos de Autonomía?
a) La capitalidad de la Comunidad Autónoma.
b) La denominación de la Comunidad Autónoma.
c) La delimitación de su territorio.
d) La sede de sus instituciones propias.
145. ¿Qué tipo de denominación de la Comunidad Autónoma deberá incluirse de
forma obligatoria en los Estatutos de Autonomía?
a) La que mejor corresponda a su ámbito geográfico.
b) La que mejor corresponda a su identidad histórica.
c) La que hubiese sido acreditada en el pasado.
d) La que mejor defina los límites de su territorio.

146. Respecto de las instituciones propias de la Comunidad Autónoma, ¿qué ele-


mento no es de obligada inclusión en los Estatutos de Autonomía?
a) Su sede.
b) Su denominación.
c) Su organización.
d) Sus competencias.
147. De las siguientes instituciones, ¿cuál de ellas no se considera como institu-
ción propia de la Comunidad Autónoma?
a) La Asamblea Legislativa.
b) El Consejo de Gobierno.
c) El Presidente de la Comunidad Autónoma.
d) El Tribunal Superior de Justicia.
148. Los Estatutos de Autonomía deberán contener:
a) Las competencias asumidas dentro del marco establecido en la Constitu-
ción.
b) Las bases para el traspaso de los servicios correspondientes a las compe-
tencias transferidas.
c) Las competencias asumidas dentro del marco establecido en la Consti-
tución y las bases para el traspaso de los servicios correspondientes a las
mismas.

— 274 —
Tema 2

d) Las competencias asumidas dentro del marco establecido en la Constitu-


ción, las bases para el traspaso de los servicios correspondientes a las mis-
mas y la financiación correspondiente a tales servicios.

149. La reforma de los Estatutos de Autonomía exigirán en todo caso:


a) El referéndum popular afirmativo de los electores inscritos en los censos
correspondientes.
b) Su aprobación mediante ley.
c) La aprobación por las Cortes Generales.
d) Todas las respuestas son correctas.

150. El referéndum popular es preceptivo en la reforma ¿de qué clase de Estatutos


de Autonomía?
a) De los aprobados por la vía del artículo 143.2 de la Constitución.
b) De los aprobados por la vía del artículo 151.1 de la Constitución.
c) De todos los Estatutos de Autonomía.
d) El referéndum popular no es preceptivo en la reforma de ningún Estatuto
de Autonomía.

151. El Tribunal Constitucional:


a) Se regula en el Título IX de la Constitución, título que se dedica íntegra-
mente a regularlo.
b) Está sometido a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.
c) Sus componentes pertenecen necesariamente a la carrera judicial.
d) Es un órgano integrado en el Poder Judicial y de naturaleza jurisdiccional.

152. No es cierto que el Tribunal Constitucional


a) Es un órgano creado por la propia Constitución.
b) Tiene jurisdicción en todo el territorio español.
c) Es único en su orden.
d) Sus sentencias tienen valor de cosa juzgada a partir del día de su publica-
ción y no cabe recurso alguno contra ellas.

153. ¿Qué era el Tribunal de Garantías Constitucionales?


a) Un órgano constitucional español, antecedente del actual Tribunal Cons-
titucional, existente durante la Segunda República.
b) El tribunal que bajo el régimen dictatorial del franquismo reprimía los de-
litos políticos.
c) El tribunal que con anterioridad a la promulgación de la Constitución de
1978 reprimía los delitos de terrorismo.
d) El tribunal que creado por la Constitución de Cádiz de 1812 tenía como
función principal la interpretación de aquella Constitución.

— 275 —
Temario

154. El Tribunal Constitucional.


a) Actúa a instancia de parte o de oficio.
b) Tiene competencias para ejecutar lo juzgado.
c) Interviene como un órgano judicial en un verdadero proceso enjuiciando
hechos concretos a los que deba aplicar una norma con un criterio deci-
sorio.
d) Sus decisiones no son objeto de recurso alguno.
155. En el Tribunal Constitucional:
a) No es posible el empate en las votaciones.
b) El voto de cada miembro tendrá en cualquier caso el mismo valor.
c) Su número de miembros es impar.
d) Los posibles empates se dirimen con el voto de calidad de su Presidente.
156. ¿Cuál de las siguientes afirmaciones respecto del Tribunal Constitucional no
es cierta?
a) El Gobierno no designa ninguno de sus miembros ya que si así lo hiciera
se eliminaría la sospecha, casi inevitable, de parcialidad en sus propuestas
de nombramiento.
b) La designación de sus miembros por el poder legislativo prevalece sobre
la designación por el poder ejecutivo y el judicial.
c) En la designación de sus miembros participan los tres poderes del Estado.
d) La designación de los miembros del Tribunal Constitucional que corres-
ponden al Gobierno es una decisión colegiada que se adopta en sesión
del Consejo de Ministros.
157. La designación de los miembros del Tribunal Constitucional por el Congreso
y el Senado se llevará a cabo por:
a) Mayoría simple.
b) Mayoría absoluta.
c) Mayoría de tres quintos de ambas cámaras conjuntamente.
d) Mayoría de tres quintos de cada cámara.
158. Entre los requisitos que se exigen en el artículo 159.2 de la Constitución a los
miembros del Tribunal Constitucional no figura el de:
a) Tener más de quince años de ejercicio profesional.
b) Ser nombrados entre Magistrados y Fiscales, Profesores de Universidad,
funcionarios públicos y Abogados.
c) Ser juristas de reconocida competencia.
d) Ser ciudadanos españoles.
159. Los miembros del Tribunal Constitucional han de ser necesariamente:
a) Magistrados.
b) Juristas.
c) Abogados.
d) Funcionarios.

— 276 —
Tema 2

160. Los miembros del Tribunal Constitucional serán designados por un período
de:
a) Cuatro años.
b) Cinco años.
c) Seis años.
d) Nueve años.

161. El artículo 159.3 de la Constitución dice que «los miembros del Tribunal Cons-
titucional serán designados por un período de nueve años y se renovarán por
terceras partes cada tres», pero, en un principio ¿cómo puedieron ser renova-
dos a los tres años si fueron elegidos por nueve?:
a) Porque la Ley habilitó al Gobierno para renovar los miembros que desig-
nó a los tres años.
b) Porque en la primera elección del Tribunal Constitucional se renovó parte
de sus miembros a los tres años sin que llegaran a finalizar el mandato de
nueve años.
c) Porque la ley tiene en cuenta las posibles defunciones, renuncias o inca-
pacidades de los miembros del Tribunal.
d) Ninguna respuesta es correcta.

162. Los Magistrados del Tribunal Constitucional:


a) Cesarán automáticamente en el ejercicio de sus funciones una vez que ex-
pire la fecha de su mandato.
b) Cesarán a los quince días de expirar la fecha de su mandato.
c) Continuarán en el ejercicio de sus funciones hasta que hayan tomado po-
sesión quienes hubieren de sucederles.
d) Continuarán en el ejercicio de sus funciones hasta que hubiesen sido de-
signados quienes hubieren de sucederles.

163. De acuerdo con el artículo 159.4 de la Constitución, la condición de miembro


del Tribunal constitucional no es incompatible:
a) Con el desempeño de funciones directivas en un partido político.
b) Con el ejercicio de las carreras judicial y fiscal.
c) Con el ejercicio de cargos políticos o administrativos.
d) Ser miembros activos dentro de un partido político.

164. El Presidente del Tribunal Constitucional se elige entre sus miembros a pro-
puesta de:

a) El Gobierno.
b) El Congreso.
c) El propio Tribunal Constitucional.
d) El Consejo General del Poder Judicial.

— 277 —
Temario

165. El Presidente del Tribunal Constitucional es nombrado por:


a) El mismo Tribunal en Pleno.
b) El Rey.
c) El Consejo General del Poder Judicial.
d) El Congreso y el Senado en votaciones separadas.

166. ¿Cuántas votaciones como máximo son posibles para la propuesta-elección


del presidente del Tribunal Constitucional?:

a) Una.
b) Dos.
c) Tres.
d) Cuatro.

167. El Presidente del Tribunal Constitucional será elegido por un período de:

a) Tres años.
b) Cuatro años.
c) Seis años.
d) Nueve años.

168. El Presidente del Tribunal Constitucional:

a) No podrá ser reelegido para un segundo mandato.


b) Podrá ser reelegido para un segundo mandato.
c) Podrá ser reelegido para mandatos sucesivos.
d) Podrá ser reelegido si así lo deciden las Cortes Generales.

169. El Tribunal Constitucional actúa:

a) En Pleno.
b) En Pleno y en Salas.
c) En Pleno, en Salas y en Secciones.
d) En Pleno, en Salas, en Secciones y en Comisiones.

170. ¿Cuál es la función más propia y genérica que se atribuye al Tribunal Consti-
tucional?
a) Ser el intérprete supremo de la Constitución.
b) Ser el intérprete supremo de la Constitución y del resto del ordenamiento
jurídico.
c) La defensa constitucional de los derechos de los ciudadanos.
d) La defensa de la correcta delimitación competencial entre autoridades y
órganos políticos.

— 278 —
Tema 2

171. No están legitimados para interponer recurso de inconstitucionalidad ante el


Tribunal Constitucional:
a) Los órganos colegiados ejecutivos de las Comunidades Autónomas.
b) Las Asambleas de las Comunidades Autónomas.
c) El Presidente del Gobierno.
d) Los particulares.
172. ¿Contra qué tipo de normas pueden plantear recurso de inconsti-tucionali-
dad los órganos colegiados ejecutivos y las Asambleas de las Comunidades
Autónomas?
a) Contra cualquier Ley del Estado.
b) Contra las Leyes, disposiciones o actos con fuerza del Ley del Estado que
puedan afectar a su propio ámbito de autonomía.
c) Contra las Leyes, disposiciones o actos con fuerza del Ley del Estado o de
otras Comunidades Autónomas que puedan afectar a su propio ámbito
de autonomía.
d) Sólo contra las leyes orgánicas de los Estatutos de Autonomía.
173. Con carácter general, ¿dentro de qué plazo se podrá interponer el recurso de
inconstitucionalidad?
a) Dentro del plazo de tres meses a partir de la publicación de la norma im-
pugnada.
b) Dentro del plazo de nueve meses a partir de la publicación de la norma
impugnada.
c) Dentro del plazo de tres meses a partir de la entrada en vigor de la norma
impugnada.
d) Dentro del plazo de nueve meses a partir de la entrada en vigor de la nor-
ma impugnada.
174. La admisión de un recurso de inconstitucionalidad ¿suspenderá la vigencia y
la aplicación de la Ley?
a) Sí, en todos los casos.
b) No, en ningún caso.
c) Sí, si el recurso hubiese sido interpuesto por las Asambleas de las Comu-
nidades Autónomas contra disposiciones y resoluciones adoptadas por el
Gobierno de la Nación.
d) No, excepto en el caso en que el Gobierno de la Nación impugne ante el
Tribunal Constitucional las disposiciones y resoluciones adoptadas por los
órganos de las Comunidades Autónomas.

175. ¿Quiénes están legitimados para plantear la cuestión de inconstitucionali-


dad?
a) Los jueces y tribunales ordinarios.
b) Los jueces y tribunales de apelación.
c) Los jueces y tribunales ordinarios y los organismos administrativos que se
autodenominen «Tribunales», como por ejemplo el Tribunal para la De-
fensa de la Competencia.
d) Los jueces y tribunales ordinarios exceptuando la jurisdicción militar.

— 279 —
Temario

176. La cuestión de inconstitucionalidad se caracteriza:


a) Por la inexistencia de plazo para presentarla.
b) Porque su planteamiento por el órgano judicial solo puede hacerse a ins-
tancia de parte.
c) Porque la resolución del órgano judicial que la plantea debe adoptar la
forma de setencia.
d) Porque sus efectos son distintos de los del recurso de inconstitucioinali-
dad.

177. ¿Qué tipo de derechos se tutelan mediante el recurso de amparo ante el Tri-
bunal Constitucional?
a) Los derechos y libertades que se contienen en el artículo 14; Sección pri-
mera del Capítulo II del Título Primero (arts. 15 a 29) y en el artículo 30 de
la Constitución en lo que se refiere a la objeción de conciencia.
b) Los derechos y libertades que se contienen en el Título Primero de la
Constitución.
c) Los derechos y libertades que se contienen en el Título Primero de la
Constitución y el resto del ordenamiento jurídico.
d) Los derechos y libertades que se contienen en la Sección primera del Ca-
pítulo II del Título Primero (arts. 15 a 29) y en el artículo 30 de la Constitu-
ción en lo que se refiere a la objeción de conciencia.

178. ¿Quiénes no están legitimados para interponer recurso de amparo contra ac-
tos o decisiones de origen parlamentario?
a) Las personas directamente afectadas.
b) Las Asambleas de las Comunidades Autónomas.
c) El Defensor del Pueblo.
d) El Ministerio Fiscal.

179. ¿Quiénes no están legitimados para interponer recurso de amparo contra ac-
tos, decisiones u omisiones de carácter ejecutivo o judicial?
a) Las personas directamente afectadas.
b) Las personas que hayan sido parte en el proceso judicial correspondiente.
c) El Defensor del Pueblo.
d) El Ministerio Fiscal.

180. Cuando una Comunidad Autónoma considera como propia una competencia
que a su juicio ha sido apropiada ilegítimamente por el Estado puede plan-
tear ante el Tribunal Constitucional:
a) Recurso de inconstitucionalidad.
b) Recurso de amparo.
c) Conflicto positivo de competencia.
d) Conflicto negativo de competencia.

— 280 —
Tema 2

181. Está legitimado para interponer conflicto positivo de competencia contra las
resoluciones de una Comunidad Autónoma:
a) El Presidente del Gobierno de la Nación.
b) El Ministerio para las Administraciones Públicas.
c) El Gobierno de la Nación.
d) Cincuenta Diputados o cincuenta Senadores.

182. Está legitimado para interponer conflicto positivo de competencia cuando


se trate de disposiciones, resoluciones o actos emanados de la autoridad de
otra Comunidad Autónoma o del Estado:
a) Cincuenta Diputados de la Asamblea Legislativa de la Comunidad Autó-
noma.
b) La Consejería que tenga atribuidas este tipo de funciones.
c) El Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Autónoma.
d) El órgano ejecutivo superior de la Comunidad Autónoma.
183. ¿De qué plazo dispone una Comunidad Autónoma para plantear conflicto
positivo de competencia?
a) Un mes a contar a contar desde el día siguiente de la publicación o comu-
nicación de la disposición, resolución o acto que se entienda viciado de
incompetencia.
b) Dos meses a contar a contar desde el día siguiente de la publicación o co-
municación de la disposición, resolución o acto que se entienda viciado
de incompetencia.
c) Un mes a contar a contar desde el día de la entrada en vigor de la disposi-
ción, resolución o acto que se entienda viciado de incompetencia.
d) Tres meses a contar a contar desde el día de la publicación o comunica-
ción de la disposición, resolución o acto que se entienda viciado de in-
competencia.
184. ¿Quiénes no están legitimados para interponer conflictos negativos de com-
petencia?
a) Las personas físicas.
b) Las personas jurídicas.
c) El Gobierno de la Nación.
d) Los órganos ejecutivos superiores de las Comunidades Autónomas.

185. Para iniciar la tramitación del conflicto en defensa de la autonomía local es


necesario como primer requisito:
a) El acuerdo del órgano plenario de las Corporaciones locales con el voto fa-
vorable de la mayoría absoluta del número legal de miembros de las mis-
mas.
b) Un dictamen con carácter vinculante del Consejo de Estado.
c) Que la iniciativa esté prevista en una Ordenanza de la Corporación Local.
d) Una consulta popular donde quede ratificada la iniciativa.

— 281 —
Temario

186. ¿Qué tipo de entidades locales no están legitimadas para plantear los conflic-
tos en defensa de la autonomía local?
a) Los municipios.
b) Las provincias.
c) Un número determinado de municipios.
d) Las áreas metropolitanas.

187. No están legitimados para plantear conflictos entre órganos constitucionales


del Estado ante el Tribunal Constitucional:
a) El Gobierno de la Nación.
b) Las Asambleas de las Comunidades Autónomas.
c) El Congreso.
d) El Senado.

188. Para plantear un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional ¿es nece-
saria la comparecencia por Letrado y Procurador?
a) Sí, en cualquier caso.
b) No, en ningún caso.
c) Sí, salvo las personas que tengan título de Licenciado en Derecho, aunque
no ejerzan la profesión de Procurador o de Abogado.
d) Sí, salvo las personas que tengan título de Licenciado en Derecho, aunque
si ejercen la profesión de Procurador o de Abogado.

189. Contra las sentencias del Tribunal Constitucional.


a) No cabe recurso alguno.
b) Las partes no podrán solicitar la aclaración de las mismas.
c) Cabe recurso de súplica.
d) Cabe su suspensión previa audiencia común de las partes.

190. Las sentencias del Tribunal Constitucional dictadas respecto a cuestiones de


inconstitucionalidad:
a) Producirán efectos generales desde la fecha de su publicación.
b) Vincularán a todos los poderes públicos.
c) Vincularán a las partes en el conflicto.
d) Tendrán efectos frente a terceros.

191. Para iniciar el procedimiento de reforma de la Constitución se excluye la ini-


ciativa:
a) Del Gobierno de la Nación.
b) Del Congreso de los Diputados.
c) Del Senado.
d) La iniciativa popular.

— 282 —
Tema 2

192. ¿Pueden las Cortes Generales servirse de la iniciativa popular para provocar
el ejercicio de una iniciativa parlamentaria de reforma constitucional?
a) Sí, ya que entonces la iniciativa es parlamentaria y no popular.
b) Sí, si parte del Congreso de los Diputados.
c) Sí, si parte del Senado.
d) No, en ningún caso.
193. Las proposiciones de reforma constitucional en el Congreso podrán ser adop-
tadas:
a) Cuando las suscriban dos grupos parlamentarios o una quinta parte de los
diputados.
b) A iniciativa de un diputado con la firma de otros catorce miembros de la
Cámara.
c) A iniciativa de un grupo parlamentario con la sola firma de su portavoz.
d) Cuando las suscriban cincuenta diputados que no pertenezcan a un mis-
mo grupo parlamentario.

194. Las proposiciones de reforma constitucional en el Senado podrán ser adop-


tadas:
a) Cuando las suscriba un grupo parlamentario.
b) A iniciativa de veinticinco Senadores.
c) A iniciativa de dos grupos parlamentarios con la sola firma de sus portavo-
ces.
d) Cuando las suscriban cincuenta senadores que no pertenezcan a un mis-
mo grupo parlamentario.

195. Cuando la iniciativa de reforma constitucional se atribuye al Gobierno, ¿qué


órgano constitucional debe intervenir?
a) El Tribunal Constitucional.
b) El Defensor del Pueblo.
c) El Consejo de Estado.
d) El Consejo Económico y Social.

196. ¿Cuáles son los órganos de las Comunidades Autónomas a los que correspon-
de la iniciativa de reforma constitucional?
a) Los Diputados individualmente.
b) Las Asambleas legislativas.
c) Los Consejos de Gobierno.
d) Los Presidentes de Gobierno.

197. ¿Cuáles son los procedimientos de reforma constitucional que se establecen


en la Constitución?
a) Un procedimiento ordinario, otro extraordinario y una cláusula de intan-
gibilidad.

— 283 —
Temario

b) Un procedimiento ordinario, otro extraordinario y otro urgente.


c) Un procedimiento ordinario y otro extraordinario.
d) Un procedimiento ordinario, otro extraordinario y otro para tiempos de
guerra.
198. De acuerdo con el artículo 167 de la Constitución, ¿qué tipo de texto legisla-
tivo deberá ser enviado a las Cámaras para iniciar la reforma constitucional?
a) Un proyecto de Ley.
b) Una proposición de Ley.
c) Un proyecto o una proposición de Ley.
d) Ninguna de las respuestas anteriores es correcta.
199. Toda propuesta de reforma de la Constitución, ¿deberá indicar expresamen-
te la identificación de la parte de la Constitución o del artículo que se preten-
de reformar?
a) Sí, ya que de esta manera se evita la confusión que podría generar una re-
forma constitucional tácita.
b) Sí, ya que en caso contrario una ley aprobada con la mayoría necesaria
para reformar la Constitución, podría regular una materia de manera dife-
rente a como lo hace la Constitución, sin modificarla en este punto, es de-
cir, sin reformarla.
c) No, en ningún caso.
d) Sí, sólo en el caso de que la propuesta de reforma afectase a la parte dog-
mática.
200. Los proyectos de reforma constitucional en el procedimiento ordinario de re-
forma deberán ser aprobados:
a) Por mayoría absoluta.
b) Por mayoría de dos tercios de cada una de las Cámaras.
c) Por mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras.
d) Por mayoría de cuatro quintos de cada una de las Cámaras.
201. La mayoría cualificada exigida para aprobar los proyectos de reforma consti-
tucional se computa:
a) En relación con los miembros de derecho de ambas Cámaras.
b) En relación con los miembros presentes durante la votación.
c) Ambas respuestas son ciertas.
d) Ambas respuestas son falsas.
202. La aprobación de los proyectos de reforma constitucional exigen un quórum
de votación de tres quintas partes de cada una de las Cámaras:
a) En una votación final sobre el conjunto del proyecto.
b) En una votación individual para cada uno de los artículos que se preten-
den reformar.
c) Nada dice el artículo 167 de la Constitución al respecto.
d) En una votación final sobre el conjunto del proyecto en el caso de refun-
dición de varios artículos en uno solo.

— 284 —
Tema 2

203. ¿Cuál de las dos cámaras estudia y aprueba en primer lugar el proyecto de ley
de reforma constitucional?
a) La cámara de la que parta la iniciativa de reforma.
b) El Congreso de los Diputados.
c) El Senado.
d) El Congreso o el Senado indistintamente.

204. ¿Puede el Senado oponerse mediante el veto al proyecto de reforma consti-


tucional que le es enviado por el Congreso?

a) Sí, al igual que sucede en el procedimiento legislativo común.


b) Sí, pero antes deberá formular las enmiendas que considere oportunas.
c) Sí, pero deberá motivar su disconformidad.
d) No, en ningún caso.

205. ¿De qué plazo dispone el Senado para aprobar o rechazar el proyecto de re-
forma constitucional que le es enviado por el Congreso?

a) Dos meses al igual que sucede con el procedimiento legislativo ordinario.


b) El plazo que fije la Presidencia de la Cámara de acuerdo con la Mesa y oída
la Junta de Portavoces.
c) Tres meses en caso de que oponga su veto.
d) Dos meses en caso de que lo apruebe expresamente.

206. Si no hubiese acuerdo entre el Congreso y Senado sobre un proyecto de re-


forma constitucional, ¿qué procedimiento se deberá seguir?

a) El proyecto volverá al Congreso que se deberá pronunciar y decidir al res-


pecto.
b) Se deberá abandonar el proyecto de reforma sin que se pueda presentar
uno alternativo en los cinco años siguientes.
c) Se creará una Comisión Mixta Paritaria de Diputados y Senadores, que
presentará un texto que será votado por el Congreso y el Senado.
d) Se deberá repetir la votación en el Senado que en este caso podrá apro-
barlo por mayoría absoluta.

207. ¿Qué ocurre si el texto propuesto por la Comisión Mixta es aprobado por ma-
yoría de tres quintos en el Congreso de los Diputados y no obtiene en el Se-
nado la mayoría de tres quintos, pero sí la mayoría absoluta?

a) Quedaría interrumpida la operación de reforma.


b) Se debería repetir la votación en el Senado.
c) La reforma podría prosperar.
d) Ninguna respuesta es correcta.

— 285 —
Temario

208. La composición y el funcionamiento de la Comisión Mixta encargada de su-


perar las discrepancias entre el Congreso de los Diputados y el Senado se re-
gula:
a) En la Constitución.
b) En el Reglamento del Congreso de los Diputados.
c) En el Reglamento del Senado.
d) Los detalles sobre la composición y funcionamiento de la citada Comisión
Mixta no se encuentran especificados en ninguna norma.

209. ¿Qué condición debe cumplir el referéndum de ratificación de la reforma de


la Constitución?
a) Su solicitud debe estar avalada por una décima parte como mínimo de los
miembros de cualquiera de ambas Cámaras.
b) Su solicitud debe estar avalada por una quinta parte como mínimo de los
miembros de ambas Cámaras.
c) Su solicitud debe estar avalada por las mismas mayorías que aprobaron el
proyecto de reforma.
d) Su solicitud debe estar avalada por una décima parte de la suma de los
miembros de ambas Cámaras.
210. El referéndum de ratificación de la reforma constitucional por el procedi-
miento de reforma ordinario es:
a) Facultativo en su convocatoria y vinculante en su resultado.
b) Preceptivo en su convocatoria y vinculante en su resultado.
c) Facultativo en su convocatoria y meramente consultivo en su resultado.
d) Preceptivo en su convocatoria y no vinculante en su resultado.

211. ¿Cuál es la mayoría necesaria para la ratificación por referéndum del proyec-
to de reforma constitucional?
a) Mayoría de las tres quintas partes de los votos válidamente emitidos.
b) Mayoría de las dos terceras partes de los votos válidamente emitidos.
c) Mayoría absoluta.
d) Mayoría simple.

212. La reforma de la Constitución se llevará a cabo por el procedimiento extraor-


dinario o agravado que establece el artículo 169:
a) Cuando se modifique un Título completo.
b) Cuando se modifiquen más de la mitad de los artículos.
c) Cuando la revisión sea sustantiva.
d) Ninguna respuesta es correcta.
213. El artículo 169 de la Constitución utiliza el término:
a) Modificación total de la Constitución.
b) Reforma total de la Constitución.

— 286 —
Tema 2

c) Revisión total de la Constitución.


d) Derogación total de la Constitución.
214. ¿Qué se considera una revisión total de la Constitución?
a) La que modifique más de un Título completo.
b) La que modifique más de la mitad de los artículos.
c) La que afecte a los derechos y deberes fundamentales.
d) La Constitución no define qué ha de entenderse por una revisión total.

215. ¿En qué momento se produce la disolución de las cámaras que se exige en el
procedimiento extraordinario de reforma constitucional?
a) Una vez sometida a referéndum.
b) Una vez sancionada por el Rey.
c) Una vez que se ratifique la decisión y se haya procedido al estudio del
nuevo texto constitucional.
d) Una vez aprobado el principio de reforma por mayoría de dos tercios de
cada una de las Cámaras.

216. El referéndum de ratificación de la reforma constitucional por el procedi-


miento de reforma extraordinario o agravado es:
a) Facultativo en su convocatoria y vinculante en su resultado.
b) Preceptivo en su convocatoria y vinculante en su resultado.
c) Facultativo en su convocatoria y meramente consultivo en su resultado.
d) Preceptivo en su convocatoria y no vinculante en su resultado.

217. La reforma constitucional que pretendiese desplazar la capitalidad del Esta-


do a otra ciudad diferente:
a) No se podría someter a referéndum de ratificación.
b) No precisaría la disolución de las Cortes.
c) Podría ser aprobada por la mayoría absoluta del Senado.
d) Ninguna respuesta es correcta.

218. La solicitud de referéndum de ratificación cuando no se trata de un supueto


de reforma agravada:
a) Es potestativa para los Diputados y puede acordarse en los diez días si-
guientes a la aprobación de la reforma.
b) Es potestativa para los Diputados y debe acordarse antes de la aproba-
ción de finitiva de la reforma en las Cámaras.
c) Es potestativa para los Diputados y debe acordarse dentro de los quin-
ce días siguientes a su aprobación por al menos una décima parte de los
miembros de alguna de las Cámaras.
d) Es potestativa para los Diputados y puede acordarse en cualquier mo-
mento antes de la celebración de nuevas elecciones.

— 287 —
Temario

219. El procedimiento especial de reforma de la Constitución al que se refiere el


artículo 168, requerirá:
a) Ser sometido a referéndum para su ratificación.
b) Ser aprobado por las tres quintas partes de las Cámaras y la ratificación del
Presidente del Tribunal Constitucional.
c) Ser aprobado por la tres quintas partes de las Cámaras, la ratificación de
los Presidentes de éstas y del Presidente del Tribunal Constitucional.
d) La aprobación previa del Rey.

220. De acuerdo con el artículo 167 de la Constitución española, aprobada la re-


forma constitucional por las Cortes Generales, será sometida a referéndum
para su ratificación si:
a) Se solicita dentro de los quince días siguientes a su aprobación, por una
de ambas Cámaras.
b) Se solicita por una décima parte de los miembros de cualquiera de las Cá-
maras, dentro de los quince días siguientes a su aprobación.
c) Se solicita por un grupo parlamentario.
d) Se solicita por una décima parte de los miembros de cualquiera de las Cá-
maras en el plazo de veinte días.

— 288 —
Tema 2

SOLUCIONES TESTS DEL TEMA 2

1.C 2.B 3.C 4.B 5.A 6.B 7.D 8.B 9.A 10.D
11.A 12.B 13.D 14.A 15.D 16.D 17.C 18.C 19.C 20.D
21.D 22.C 23.B 24.A 25.D 26.A 27.D 28.C 29.B 30.B
31.D 32.B 33.B 34.D 35.D 36.B 37.D 38.B 39.C 40.C
41.B 42.C 43.C 44.B 45.B 46.C 47.B 48.B 49.C 50.C
51.B 52.C 53.D 54.A 55.A 56.A 57.B 58.B 59.D 60.C
61.B 62.B 63.C 64.B 65.D 66.B 67.C 68.D 69.C 70.D
71.A 72.B 73.B 74.D 75.C 76.C 77.D 78.B 79.C 80.B
81.C 82.D 83.C 84.A 85.A 86.B 87.B 88.B 89.D 90.A
91.B 92.D 93.D 94.C 95.D 96.A 97.B 98.D 99.B 100.A

101.B 102.A 103.D 104.D 105.C 106.A 107.A 108.B 109.C 110.D
111.D 112.C 113.C 114.D 115.A 116.B 117.D 118.A 119.C 120.A

121.C 122.A 123.D 124.B 125.B 126.C 127.A 128.B 129.C 130.B
131.D 132.C 133.D 134.A 135.C 136.D 137.A 138.C 139.D 140.B
141.D 142.A 143.C 144.A 145.B 146.D 147.D 148.C 149.C 150.B
151.A 152.D 153.A 154.D 155.D 156.A 157.D 158.D 159.B 160.D
161.B 162.C 163.D 164.C 165.B 166.C 167.A 168.B 169.C 170.A
171.D 172.B 173.A 174.D 175.A 176.A 177.A 178.B 179.A 180.C
181.C 182.D 183.B 184.D 185.A 186.D 187.B 188.C 189.A 190.C
191.D 192.D 193.A 194.D 195.C 196.B 197.C 198.A 199.C 200.C
201.A 202.C 203.B 204.D 205.B 206.C 207.C 208.D 209.A 210.A
211.D 212.D 213.C 214.D 215.D 216.B 217.D 218.C 219.A 220.B

— 289 —

También podría gustarte