Barroco Resumen
Barroco Resumen
Barroco Resumen
Se desarrolla a partir de la segunda mitad del siglo XVI y abarca todo el siglo XVII
primeramente en Italia y luego se extiende a los países europeos católicos y
monárquicos y también en Latinoamérica.
Los orígenes de la palabra barroco no están claros. Podría derivar del portugués
barrueco, que significa una perla de forma irregular. Se uso posteriormente, a
finales del siglo XVIII, con connotaciones negativas, despectivas para definir el
estilo artístico del siglo XVII como extravagante, raro, caprichoso y exótico.
Solo a principios del siglo XX fue rehabilitado y se reconoció su valor como un
estilo original y opuesto al equilibrio y racional renacimiento.
Arte
Características generales del barroco
1. Carácter religioso
2. Objetivo propagandista
3. Lujo, exuberancia
4. Decoración recargada
5. Dinamismo y energía
6. Realismo
7. Expresividad y espiritualidad
8. Tensión dramática
9. Contraste
La Economía en el Barroco
A lo largo del siglo XVII la situación económica de las distintas naciones
europeas fue muy diferente. A grandes rasgos puede afirmarse que el balance
fue positivo para Holanda, Inglaterra y algunas zonas del norte de Europa;
Francia terminó el siglo en una situación de relativo equilibrio, pero España,
Italia y, en general el centro de Europa, sufrieron un claro proceso de
empobrecimiento.
Las causas que justifican y explican estas diferencias fueron varias e incidieron
de manera diferente en cada zona.
Los últimos años del siglo XVI fueron el momento en el que llegaron a España
más cantidad de metales preciosos, procedentes de América, pero también el
inicio de una rápida disminución de esa afluencia de oro y plata, que en unos
50 años desapareció casi por completo.
Europa se había acostumbrado a una abundancia de monedas de alto valor
intrínseco (monedas de oro y plata) y la casi repentina decadencia de la
producción de las minas americanas, hizo precisa una reorientación de la
economía que no todos los países llevaron o pudieron llevar a cabo.
La llegada de grandes cantidades de dinero había significado, en España, una
fuerte subida de los salarios, que trajo consigo que los precios de los españoles
fueran más altos que los del resto de Europa; eso significó que, a comienzos
del siglo XVII la producción industrial española estuviera en franca decadencia
por no ser competitiva frente a la extranjera, de manera que en unos pocos
años la economía del país se vio privada del oro y la plata americanos y sin
una estructura industrial que permitiera obtener ingresos por otro camino.
Mientras tanto, y ante la imposibilidad de mantener los ventajosos intercambios
con América, los demás países europeos comenzaron a poner en práctica las
teorías mercantilistas con la intención de no permitir la salida de metales nobles
de sus fronteras.
Mercantilismo
En el siglo XVII, frente a la crisis económica, aparece el nacimiento del
mercantilismo. El mercantilismo es un conjunto de ideas económicas que
considera que la prosperidad de una nación o estado depende del capital que
pueda tener, y que el volumen global del comercio mundial es inalterable.
Francia fue el país que más intensamente mantuvo la postura mercantilista y
proteccionista, sobre todo a lo largo de la segunda mitad del siglo. Así, durante
el reinado de Luis XIV, Colbert, ministro de Hacienda, impulsó la creación de
fábricas, ya como monopolios estatales, ya como empresas manufactureras
subvencionadas (fábricas de armas, de porcelanas, de cristalerías, de
perfumes, etc.); pero, sobre todo, Colbert entendió la economía de país como
un todo que debería estar organizado y dirigido mediante una planificación
centralista que procura la riqueza de la nación; para ello no dudó en adoptar en
adoptar medidas tales como la supresión de las aduanas interiores, el impulso
de la marina mercante o la mejora de la red de carreteras.
Esta idea de control centralizado de la economía, así como el carácter
nacionalista de la misma, encajaban perfectamente con el espíritu absolutista
de las monarquías de la época.
Aunque algo más tardíamente, Inglaterra también puso en práctica los
principios del mercantilismo y desarrolló determinadas industrias como la textil
con una finalidad claramente exportadora.
Holanda, por su parte, orientó su economía, dentro del marco mercantilista,
más hacia lo estrictamente comercial, poniendo sus miras en el mundo colonial.
Los comerciantes y banqueros holandeses entendieron que era posible un
aprovechamiento de las colonias que no se limitara a los metales preciosos.
En el sur de Europa, mientras tanto, el comercio mediterráneo estaba en
completa decadencia. Una larga serie de causas, de muy diversa índole,
habían conducido a ese declive.
España estaba agotada por las deudas y a la falta del oro y de la plata
americanos se sumaron las guerras internas (sublevación de Portugal y
Cataluña en 1640 y Guerra de Sucesión en los primeros años del siglo XVIII).
Pero, además, los responsables de la economía española tampoco supieron (o
pudieron) buscar una nueva orientación al aprovechamiento de sus colonias. El
área mediterránea, por otra parte, estaba bajo la influencia católica, cuya
doctrina, condenadora de la usura y del préstamo con interés, consideró
muchas prácticas de carácter bancario-mercantil, como indignas de buenos
cristianos.
Para el caso de España podría añadirse también cierto carácter austero, de
una nobleza que, por los demás, era plenamente de’’ manos muertas’’ (la que
considera que el trabajo es cosa de villanos y nada propio de hidalgos).
La puesta en práctica de las teorías mercantilistas a lo largo del siglo XVII fue
un factor que incentivó la industria y el comercio. La agricultura, mientras tanto,
quedó olvidada por el centralismo administrativo de los estados absolutista, aun
a pesar de que seguía siendo la actividad económica básica, que ocupaba a
más de 70 por ciento de la población europea. Este olvido se produjo por varias
causas y sus consecuencias supusieron un fuerte deterioro de estructura
social.
Los estados necesitaron fuerte sumas de dinero para poder costear las
continuas guerras y el comercio fue, sin duda, mejor sistema para conseguirlo
que la agricultura. Por otro lado, gran parte de la nobleza propietaria de la tierra
cobraba sus rentas en especie, con lo que las fluctuaciones del valor del
dinero, frecuentes en el siglo XVII, no afectaban su economía.
Conviene añadir que la población europea permaneció estancada, o incluso
llego a disminuir en países como España, Italia o Alemania, por lo que no se
sintió la necesidad de aumentar las producciones agrícolas. Estas fueron
algunas de las principales razones por las que la agricultura no despertó el
interés de los grupos dominantes y por las que el mundo rural se vio sumido en
un completo abandono.
Por las razones expuestas en los apartados anteriores, el mundo agrícola
apenas mejoró sus técnicas, no hubo una suficiente difusión de los nuevos
cultivos traídos en América, como el maíz y la patata, ni apenas se
desarrollaron formulas agrícolas de carácter industrial, cuya producción se
podía orientar a los mercados.
A toda esta falta de mejoras debe añadirse que el campo europeo se vio
sometido a las devastaciones producidas por guerras, al aumento del
latifundismo (muchos campesinos, incapaces de pagar los impuestos,
perdieron sus tierras) y, en general a cierto proceso de despoblamiento rural
producido por las guerras, las epidemias y las migraciones.
Con respecto a la ganadería, la situación no fue tan mala, sobre todo en los
casos en los que la producción ganadera daba lugar a materias primas
industriales. Ese fue el caso de la ganadería lanar, que en España estaba
organizada por la mesta y que consiguió mantener ciertos privilegios frente a la
agricultura.