Sucesiones. Lección 1

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DCVI 2021/2022. Grupo 4. Bloque 2. Derecho de Sucesiones. Lecció n 1.

Lección 1. La sucesión mortis causa y el Derecho sucesorio


1.- La sucesión mortis causa. Fundamentos.
2.- Clases de sucesión
2.1.-Sucesión voluntaria, legal y forzosa
2.2.- Sucesión a título universal y sucesión a título particular. Heredero y
legatario.
3.- La herencia. Elementos que la integran
4.- La capacidad para suceder. La indignidad sucesoria
4.1.- La capacidad para suceder. Incapacidades absolutas e incapacidades
relativas.
4.2.- Indignidad para suceder.
5.-Fases del fenómeno sucesorio. La herencia yacente
5.1.- Apertura de la sucesión, Vocación
5.2.- Delación. Transmisión del ius delationis
5.3.- Adquisición. Aceptación y repudiación. La herencia yacente.
6.- El derecho de acrecer.

1.- La sucesión mortis causa. Fundamentos.


El fallecimiento de la persona física es el presupuesto de la sucesión mortis causa. El
Derecho de sucesiones es la parte del Derecho Civil que regula el destino de las
relaciones jurídicas del causante (de cuius) para después de su muerte, incluyendo el
activo y el pasivo, así como las relaciones jurídicas que se originan como consecuencia
de la muerte. La sucesión mortis causa tiene lugar cuando una persona subentra en una
relación jurídica, en el lugar que ocupaba el de cuius y a causa del fallecimiento de este.
El régimen jurídico de la sucesión mortis causa encuentra su fundamento, ante todo, en
la necesidad de preservar la seguridad jurídica: garantizar la continuidad de las
relaciones jurídicas después del fallecimiento de su titular, determinando a quién o a
quiénes corresponde ocupar el lugar del causante, tanto en las titularidades activas,
como en las obligaciones. En cada sistema se protegen además otros valores que se
plasman en los principios constitucionales y en la regulación legal.
La organización de la sucesión mortis causa en nuestro sistema parte de la Constitución.
El art. 33.1 CE consagra el derecho a la propiedad privada y a la herencia; el art. 38 CE
garantiza la autonomía de la voluntad, con límites. Esto se traduce en el reconocimiento
del derecho de los particulares a disponer mortis causa, con un amplio margen de
libertad para decidir el destino de sus bienes objeto de propiedad privada; y,
correlativamente, en el derecho de otros particulares a adquirir bienes mediante la
sucesión mortis causa (art. 609 CC).
La regulación del fenómeno en el Código civil refleja además la tutela de la familia del
causante, con dos instrumentos. Por un lado, se restringe la libertad testamentaria a

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través del sistema de legítimas que favorece a los familiares más próximos y al cónyuge
viudo (lecciones 7 y 8). Los límites por razón de legítimas son muy amplios en el
Código civil, en comparación con los sistemas civiles autonómicos, hasta el punto de
que en alguno son prácticamente inexistentes. Por otro lado, cuando el causante
falleciere sin testamento o sin haber dispuesto de todos sus bienes, la ley llama a los
familiares consanguíneos del causante (con preferencia de los más próximos y hasta el
cuarto grado de la línea colateral) y al cónyuge viudo (lección 9).
La función social de la herencia (art. 33. 2 CE) se articula, en primer término, mediante
el sistema de impuestos progresivos que gravan la sucesión, en función del activo
hereditario y del parentesco con el causante. Además, en la sucesión intestada y en
defecto de parientes, la ley hace un llamamiento a favor del Estado (en ciertos casos, a
la Comunidad Autónoma: lección 9).
El Derecho de sucesiones en el Código civil (Libro III, Título III) ha sufrido muchas
reformas, a remolque, generalmente, de la importante evolución que ha experimentado
el Derecho de familia. Este sistema se aplicará al causante que tenga vecindad civil
común al tiempo de su fallecimiento (art. 16 CC).
Las Comunidades Autónomas con competencia en materia de Derecho civil tienen sus
propios sistemas sucesorios, con importantes diferencias de regulación tanto con el
Código civil como entre sí, con sucesivas reformas: Aragón (CD Foral, D.Legislativo
1/2011), Cataluña (CC Cat. Ley 10/2008), Galicia (Ley de DCivil 2/2006), Navarra
(Compilación de DC Foral Ley 1/1973), País Vasco (Ley 3/1992 y LDCVasco 5/2015).
Para determinar el sistema aplicable se atiende a la vecindad civil del causante en el
momento de su fallecimiento.

2.- Clases de sucesión

2.1.- Sucesión voluntaria, legal y forzosa


Por razón del origen del llamamiento, la sucesión puede ser voluntaria, legal
(intestada), o forzosa. Las distintas clases de sucesión atendiendo al origen del
llamamiento responden, en esencia, a la siguiente pregunta: ¿Quién designa a los
sucesores mortis causa?
La sucesión voluntaria tiene lugar cuando el llamamiento al sucesor ha sido
dispuesto por el causante en testamento (art. 658. I CC): sucesión testada. El
testamento es un negocio jurídico unipersonal, unilateral y esencialmente revocable por
el testador antes de su muerte (lecciones 5 y 6).
También es voluntaria la sucesión que se ordena en un negocio bilateral: un pacto sucesorio que
el causante celebra con otra (s) persona, y que le vincula, sin ser libremente revocable. El CC prohíbe los

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pactos sucesorios (art. 1271.II CC), como regla general, pero se admiten en algunos Derechos civiles
autonómicos.

La sucesión intestada/abintestato/legal (lección 9) es la que tiene lugar en


defecto de testamento, o cuando el testador no hubiere dispuesto de todos los bienes
(art. 658. I y III CC). La ley llama a suceder a determinados parientes del testador y al
cónyuge viudo y, en su defecto, al Estado o Comunidad Autónoma.
El art. 658. III CC dice que la sucesión se puede deferir «en un parte por voluntad del hombre, y
en otra por disposición de la ley». El causante puede haber hecho testamento, sin haber dispuesto de
todos sus bienes. Por ejemplo, porque la institución de heredero se hubiere limitado a una parte de la
herencia o porque el testador solo ordenó algunos legados, sin hacer institución testamentaria de heredero.
En estos casos, y respecto del resto de la herencia o de toda ella (menos los bienes específicamente
legados) se abrirá la sucesión intestada.

La sucesión forzosa no es un cauce autónomo de sucesión, porque concurre con


cualquiera de las dos anteriores. Se refiere al derecho que tienen determinadas personas
(descendientes, ascendientes y cónyuge viudo del causante) a recibir forzosamente una
parte de los bienes del causante. Esta parte se denomina legítima. De ahí que se designe
como sucesión forzosa o legitimaria.
La legítima se describe en el art. 806 CC como una porción de los bienes del causante que por
ley ha de reservarse para los denominados herederos forzosos. Con el fin de salvaguardar el derecho a la
legítima de los herederos forzosos, la ley limita imperativamente la libertad del causante de disponer por
testamento. Pero la legítima también puede resultar perjudicada por donaciones realizadas por el causante
en vida, aunque fallezca intestado. V. lecciones 7 y 8.

2.2.- Sucesión a título universal y sucesión a título particular


Art. 660 CC: «Llamase heredero al que sucede a título universal, y legatario al
que sucede a título particular». La diferencia se basa en el significado y los efectos de
la sucesión mortis causa.
La sucesión universal es la que tiene lugar en bloque (por el hecho de la muerte
y la aceptación del heredero) en todo o en una cuota de la herencia, comprendiendo el
activo y el pasivo. Los herederos «suceden al difunto por el hecho solo de su muerte en
todos sus derechos y obligaciones» (art. 661 CC).
El sistema español de sucesión mortis causa se organiza en torno a la necesidad
de que exista un heredero (o herederos) que ocupe el lugar del causante, salvaguardando
así las exigencias de seguridad jurídica y continuidad de las relaciones, activas y
pasivas. Al heredero le corresponde suceder en la titularidad de los bienes y derechos
del causante y tiene, por ministerio de la ley y sin interrupción, la posesión de los bienes
hereditarios (art. 440 CC). El sucesor a título universal recibe además todo (o una cuota)
del pasivo: responde de las deudas. El llamamiento que atribuye a una persona la
cualidad de heredero puede ser testamentario o, en su defecto, intestado (art. 658 CC).
Quien recibe el llamamiento es libre para aceptar o repudiar; ahora bien, una vez que ha
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aceptado queda investido de la cualidad de heredero, con todo lo que esto implica,
conforme a la ley. Esa cualidad, una vez adquirida por el llamado que acepta la
herencia, es en sí misma intransmisible (semel heres, semper heres)
De forma técnicamente incorrecta, pero bastante gráfica, se ha descrito al heredero como el
«continuador de la personalidad» del causante, en tanto supone la continuidad en las titularidades que
tenía en vida el causante, en el activo y pasivo de la herencia. Es el llamado a subentrar en las relaciones
jurídicas del causante: a asumir la titularidad sobre el activo (bienes y derechos: art. 1257 CC) que no
corresponda a otro sucesor. Es deudor, y responde de las deudas hereditarias, tal y como lo era el
causante, sin novación. La sucesión a título universal no depende de la consistencia de la herencia; de que
tenga más o menos activo; puede haber solo pasivo. El Código civil asigna además al heredero otras
funciones o le atribuye el ejercicio de ciertas facultades o acciones de carácter patrimonial, o no. En el
Código civil, el heredero es el encargado de administrar y liquidar la herencia, en defecto de otra voluntad
del causante. Se le confiere, por ejemplo, el ejercicio de acciones de reclamación o impugnación de la
filiación del causante, en ciertos casos. La cualidad de heredero y el papel que cumple dentro del
sistema, en definitiva, se delimita por la ley, con aspectos patrimoniales y no patrimoniales.

La sucesión a título particular tiene lugar cuando el testador dispone de uno o


varios bienes o derechos concretos a favor de una determinada persona. El legado
supone una atribución de un activo en particular de la herencia, que se detrae o segrega
del conjunto (ver lección 5). El legatario, como puro perceptor de bienes o derechos
determinados, no responde de las deudas de la herencia.
La sucesión a título particular, a diferencia de la figura del heredero, no es una necesidad del
sistema. Solamente habrá legados cuando así lo haya dispuesto el causante en su testamento, y el objeto
legado sea algo susceptible de apropiación (art. 865 CC). Si el legatario repudiase el legado, el objeto se
refunde en la herencia (art. 888 CC). Como regla general, el legatario no entra directamente en la
posesión de la cosa legada, sino que tiene que pedir su entrega al heredero (o al albacea: art. 885 CC).

Cuando el llamamiento tiene lugar en la sucesión intestada, es siempre un llamamiento a


título universal (lección 9): la ley, en defecto de testamento, llama a determinadas
personas a la herencia (al activo y al pasivo). En caso de sucesión testamentaria, el
testador puede realizar tanto la institución de heredero, como disponer legados; y con
frecuencia hace ambas cosas.
En la sucesión testamentaria existen, sin embargo, algunos supuestos problemáticos, en
los que se ha discutido si la institución es a título universal o a título particular. Estos
casos con:
- La institución en el usufructo: el testador dispone del usufructo de todo o de
una parte alícuota (por ejemplo, ½) de la herencia a favor de una (o varias)
persona determinada. El TS dice que el usufructuario es un sucesor a título
particular, un legatario, que no responde de las deudas hereditarias.
- El legado de parte alícuota: esta figura, que no está contemplada en el CC
(aunque sí se refiere a ella la LEC), surge cuando el testador dispone a favor de
una (o varias) persona determinada de una cuota del activo líquido de la

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herencia: una cuota del activo, deducidas las deudas. El legatario tendrá derecho
a recibir bienes por el valor de la cuota del activo líquido. Como persona
interesada en la composición del activo, el legatario de parte alícuota forma
parte de la comunidad hereditaria y tiene legitimación para pedir la partición.
Pero es considerado un sucesor a título particular: no responde de las deudas de
la herencia, aunque le afectan indirectamente porque disminuyen el activo
líquido.
- La institución de heredero en cosa cierta. Según el art. 768 CC, si el testador
dispone a favor de una persona determinada de un bien concreto de su herencia,
será considerado legatario. Aunque se hubiere utilizado la expresión heredero.
No se descarta, sin embargo, que el testador pueda instituir heredero, querer
hacer un llamamiento a título universal, asignando en el testamento algún (o
algunos) bien en particular como simple concreción de la cuota hereditaria que
corresponde al heredero instituido; una especie de partición ordenada por el
testador (v. lección 3).
- Un caso que puede ser problemático se contempla en el art. 891 CC: toda la herencia se
distribuye en legados, sin que el testador haya instituido heredero. En este caso se prorratearán
las deudas de la herencia entre los legatarios, «en proporción de sus cuotas, a no ser que el
testador hubiera dispuesto otra cosa». En teoría, se podría acudir a la sucesión intestada para
que haya un heredero, pero probablemente el llamado intestado tendrá poco interés en una
herencia sin bienes y el CC ya dispone cómo habrá de repartirse el pago de las deudas. Los
legatarios solamente responderán hasta el valor de los bienes legados.

3.- La herencia. Elementos que la integran


Art. 659 CC: «La herencia comprende todos los bienes, derechos y obligaciones
de una persona que no se extingan por su muerte».
La composición de la herencia (universum ius) incluye todos los elementos
patrimoniales del causante, que no se extinguen con el fallecimiento. Se integra por:
a) El activo patrimonial: propiedad, titularidad de derechos reales limitados,
titularidad de derechos de crédito, etc.
No se incluyen los que se extinguen con la muerte. Por ejemplo, derechos patrimoniales vitalicios como
el derecho de usufructo. Tampoco algunos bienes que por ley se atribuyen a determinadas personas a la
muerte del causante, sin incluirse en su herencia (por ej., art. 1321 CC).

Téngase en cuenta que, si se trata de la herencia de persona que había estado


casada bajo el régimen de gananciales, el activo estará integrado por los bienes
privativos más la mitad de los bienes gananciales. Para concretar cuál es el valor de su
cuota de gananciales y los bienes concretos que le corresponden será necesaria la previa
liquidación del patrimonio ganancial (con el pago de las deudas gananciales pendientes
y la posterior determinación del remanente líquido activo y su reparto por mitad: una

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para el cónyuge supérstite y la otra para la herencia del fallecido). Cada cónyuge podrá
disponer por testamento de sus bienes privativos. La disposición testamentaria de bienes
gananciales se rige por los arts. 1379 y 1380 CC.
El art. 1379 CC contempla un legado que tiene por objeto la mitad de los bienes gananciales. El
causante atribuye al legatario la mitad que le corresponderá en el activo líquido remanente del patrimonio
ganancial. El art. 1380 CC, en cambio, prevé lo que habrá de hacerse cuando el testador haya realizado un
legado de un bien ganancial en particular, teniendo en cuenta que no se sabe si le tocará o no en el reparto
de los gananciales. En este caso: la disposición testamentaria «producirá todos sus efectos si fuere
adjudicado a la herencia del testador. En caso contrario se entenderá legado el valor que tuviera al
tiempo del fallecimiento».

Si el régimen económico matrimonial del causante hubiera sido uno de


separación de bienes, la herencia estará compuesta por su patrimonio privativo, sin
perjuicio de que pueda tener bienes en proindiviso ordinario con el otro cónyuge, en
cuyo caso se integrará en su herencia la cuota que le corresponda.
b) El pasivo patrimonial. Las deudas del causante integran el pasivo de la
herencia. Como antes se ha dicho, la responsabilidad por las deudas corresponde, como
regla general, a los herederos. Ni el causante (ni los herederos) pueden alterar esto, pues
la responsabilidad por deudas forma parte del estatuto jurídico de la cualidad de
heredero. Los herederos responderán de las deudas de la herencia con los bienes de esta
e incluso con los suyos propios, cuando no hubieren aceptado a beneficio de inventario
(v. lección 2).
c) Corresponden también al heredero ciertos derechos extrapatrimoniales que
le atribuye la ley, como el ejercicio del derecho moral de autor que pervive tras la
muerte del titular.
No se integran en el contenido de la herencia
- Bienes o derechos que el causante hubiere ya enajenado antes de su
fallecimiento. Ahora bien, a ciertos efectos habrán de tenerse en cuenta los
bienes donados por el causante en vida (por ejemplo: cuando proceda la
colación, lección 3; o para la protección de las legítimas: lección 7 y 8).
- Derechos de los que era titular el causante, pero por ley se atribuyen a
determinadas personas cuando fallece el titular, sin que los hereden de este. Por
ejemplo, títulos nobiliarios; derecho a la subrogación mortis causa en un
contrato de arrendamiento urbano o rústico, etc. Son casos diversos, que por la
doctrina reciben el nombre de sucesión irregular o excepcional.
- Derechos que tenía el causante de carácter familiar, como la patria potestad o el
derecho de alimentos (art. 152. 1º CC), que se extinguen con su muerte.
- Derechos de la personalidad: se extinguen con la muerte de la persona. Si el
causante en vida hubiera ya sufrido una lesión de un derecho de la personalidad

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(por ej., una lesión de su integridad física o una intromisión ilegítima en su


derecho a la propia imagen), la acción ya nacida para obtener un resarcimiento
pecuniario sí se transmite, como un derecho de crédito integrado en la herencia.
- Prestaciones o derechos que surgen ex novo por razón del fallecimiento y a favor
de determinadas personas, sin integrarse en la herencia. Por ejemplo, el derecho
a percibir una pensión de viudedad u orfandad. O el capital que se percibe a
consecuencia de un contrato de seguro sobre la vida para el caso de muerte.

4.- La capacidad para suceder. La Indignidad sucesoria

4.1.- La capacidad para suceder. Incapacidades absolutas e incapacidades


relativas.
La regla general de capacidad para suceder es ser persona y sobrevivir al
causante. La ausencia de alguno de estos presupuestos básicos da lugar a la
denominada (por la doctrina) incapacidad absoluta para suceder.
La incapacidad absoluta afecta a quienes no llegan a adquirir en absoluto
personalidad jurídica. Si es persona física, ha de nacer vivo (art. 745.1ª y art. 30 CC).
Si el testador quisiera favorecer a una persona jurídica, deberá existir como tal,
habiéndose constituido conforme a la norma aplicable; la incapacidad absoluta se
predica de aquellas personas jurídicas que carecen de personalidad jurídica por estar
prohibidas por la ley (art. 745. 2º CC).
A la capacidad de las personas jurídicas para adquirir bienes por vía testamentaria se refieren los
arts. 746 y 748 CC.

En cuanto a la necesidad de que el sucesor sobreviva al causante: no puede


adquirir derecho sucesorio alguno la persona física que premuere al causante (art. 758.I
y art. 766 CC)
En algunos supuestos pueden llegar a suceder personas físicas o jurídicas
futuras que carecen de personalidad jurídica en el momento del fallecimiento del
causante, pero la adquieren más tarde. Estos supuestos son los siguientes.
- El nasciturus (concebido no nacido): se le tiene por nacido para todos los
efectos que le sean favorables, siempre que nazca vivo (arts. 29 y 30 CC). No
podrá recibir delación (ofrecimiento de la herencia para aceptar o repudiar) hasta
que efectivamente nazca con vida; mientras esto suceda se tomarán las medidas
necesarias para salvaguardar su derecho, en caso de que se consolide (arts. 959 y
ss. CC).
- En la sucesión testamentaria cabe el llamamiento a personas físicas futuras
(concepturus), siempre y cuando sean susceptibles de perfecta identificación. La
institución puede canalizarse a través de alguno de los cauces que permiten al

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testador favorecer a personas futuras que ni siquiera están concebidas en el


momento del fallecimiento (sustitución fideicomisaria, lección 5). En otro caso,
mientras el instituido no llegue a tener existencia, se pondrá la herencia en
administración, aplicándose las reglas de la institución bajo condición
suspensiva, hasta que la condición se realice (el instituido adquiere la condición
de persona) o haya certeza de que no podrá cumplirse (arts. 801 a 804 CC).
- Estas mismas reglas se aplicarán si el testador quisiera favorecer a una persona
jurídica en formación en tanto no se haya constituido (como por ej., una
fundación, que el testador prevé en el mismo testamento y a la que se dejan
bienes).
La denominada incapacidad relativa se refiere a las prohibiciones de suceder
impuestas por la ley a ciertas personas en atención a su relación con el causante, cuando
se les hubiere favorecido en un testamento, hecho en determinadas circunstancias. La
prohibición afecta, en consecuencia, a la capacidad de suceder por testamento a
determinado testador, pero los incapaces podrán suceder a esa misma persona por vía
intestada (si son parientes del causante, a los que toca el llamamiento intestado). El
fundamento de este tipo de prohibición es salvaguardar la libertad testamentaria en
situaciones en las que el afectado por la prohibición podría ejercitar en su propio favor
una influencia indebida, con el peligro de captación o manipulación de la voluntad del
causante.
Son prohibiciones tradicionales las de los arts. 753 («confesores»), 754 (notario o testigo del
testamento) y 753. I CC (afecta al tutor o curador). La Ley 8/2021 ha introducido la novedad (art. 753. II-
III CC) relativa al testamento hecho por personas que se encuentran internadas por razones de salud y
asistencia, estableciendo la prohibición de favorecer a sus cuidadores que estén empleados en dicho
centro o al propio establecimiento. No se prohíbe favorecer a otras personas físicas que presten servicios
de cuidado, pero la disposición solamente será válida si se hace en testamento notarial abierto. Son sin
embargo válidas las disposiciones testamentarias hechas a favor del tutor, curador o cuidador que sea
pariente del testador, con derecho a sucederle ab intestato.

La disposición testamentaria hecha en contra de alguna de estas prohibiciones es


nula (art. 755 CC). Si el incapaz para suceder hubiere entrado en la posesión de los
bienes hereditarios, estará obligado a restituirlos con sus accesiones y con todos los
frutos y rentas que haya percibido (art. 760 CC). La acción judicial para que se declare
la incapacidad para suceder y obtener, en su caso, la restitución corresponde a los que
resultaren beneficiados con la exclusión del incapaz. No podrá ejercitarse la acción para
que se declare la incapacidad pasados cinco años desde que el incapaz entró en la
posesión de los bienes heredados o legados. (art. 761 CC).

4.2.- La indignidad para suceder


La ley sanciona a quien realiza determinadas conductas especialmente
reprobables con la indignidad para suceder a aquél causante que padeció dichos actos.

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El indigno queda inhabilitado para suceder por cualquier vía: testamentaria o intestada.
Si fuera un legitimario, pierde su derecho a la legítima.
Las causas de indignidad se recogen en el art. 756 CC. Algunas requieren la
condena por sentencia firme del indigno por razón de delitos contra la vida, la
integridad física o moral o contra la libertad e indemnidad sexual del causante, de su
cónyuge o pareja de hecho, o de alguno de sus descendientes o ascendientes. La
indignidad también tiene lugar en caso de condena por delito relacionado con el
incumplimiento grave de deberes familiares, por el incumplimiento de deberes hacia el
causante con discapacidad, o cuando el indigno hubiere sido privado de la patria
potestad, de la tutela o de la curatela y respecto de la herencia del agraviado. Otras
causas de indignidad se relacionan con conductas que atentan contra la libertad
testamentaria del causante.
Las causas de indignidad dejan de surtir efecto si por parte del causante afectado
se hubiere procedido a la rehabilitación del indigno. El causante puede perdonar al
indigno de manera tácita cuando, conociendo la causa de indignidad, hiciere testamento
y favoreciese en el mismo al indigno. O mediante declaración expresa de perdón en el
mismo testamento o en otro documento público (art. 757 CC).
Se aplican al indigno las normas sobre restitución de los bienes antes vistas (art.
760 CC), así como el plazo de cinco años para que se ejercite la acción por la que se
declare la indignidad (art. 762 CC).
Hay otros supuestos de privación de derechos sucesorios establecidos en la
ley, además de las incapacidades relativas y los supuestos de indignidad. Según los
casos, la ley puede privar al afectado de lo que se le hubiere dejado en un testamento
(por ej., art. 900 CC). El progenitor que se encontrase en alguna de las situaciones del
art. 111 CC (condenado por sentencia penal firme a causa de las relaciones a que
obedezca la generación o cuando la filiación haya sido judicialmente determinada
contra su oposición) no ostenta derechos legales en la herencia respecto del hijo o sus
descendientes. El propio hijo (o su representante legal, con autorización judicial) puede
dejar sin efecto esta restricción.

5.- Fases del fenómeno sucesorio


El fenómeno de la sucesión mortis causa se inicia con el fallecimiento del causante y
desemboca en la adquisición de la herencia por el sucesor. En este camino se distinguen
las siguientes fases: apertura de la sucesión, vocación, delación y adquisición de la
herencia.

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5.1.- Apertura de la sucesión. Vocación


La apertura de la sucesión tiene lugar en el momento del fallecimiento del
causante (art. 657 CC). También se abre la sucesión (con ciertos límites y cautelas) en
caso de declaración judicial de fallecimiento (art. 196 CC).
Es importante tanto el lugar como el momento temporal del fallecimiento. El
lugar en el que se abre la sucesión será el último domicilio del causante; esto es
relevante para determinar la competencia judicial (territorial) en relación con
determinados asuntos que afectan a la sucesión.
Se atenderá al momento del fallecimiento, como regla general, para apreciar la
capacidad de los sucesores (la sobrevivencia al causante).
Es obligatoria la inscripción de la defunción en el Registro Civil. La inscripción
hace fe de la muerte de la persona y de la fecha, hora y lugar en que se produce (art.
62.1 LRC).
Podrá instarse la adopción de algunas medidas de intervención judicial de la herencia con el fin
de asegurar los bienes y documentos del causante, hacer inventario y establecer un régimen de
administración de la herencia (arts. 790 y ss. LEC). Las medidas serán adoptadas a instancia de parte
interesada y en algunos casos de oficio por el juez.

En el momento de la apertura de la sucesión tiene lugar la vocación a la


herencia. Con la vocación a suceder se llama a todos los que podrían llegar a ser
sucesores del causante, por una vía o por otra. Reciben vocación los que tienen
llamamiento testamentario, pero también los posibles herederos intestados. De todos los
convocados saldrá el (o los) sucesor. Desde el momento en que alguien ha recibido
vocación y tiene aptitud (potencial) de suceder al causante en el momento de la apertura
de la sucesión, adquiere una expectativa que es transmisible a sus propios herederos.
Los que han recibido la vocación podrían pedir las medidas de intervención judicial de la
herencia; instar la declaración de herederos abintestato, o pedir al Notario, como persona interesada, copia
del testamento.

5.2.- Delación de la herencia. Transmisión del ius delationis


La delación de la herencia tiene lugar cuando la herencia es ofrecida a aquél que,
habiendo recibido vocación, tiene un llamamiento preferente (está en primer término)
para suceder frente a los demás convocados. Mediante la delación de la herencia, el
convocado tiene el derecho actual a convertirse ya en heredero mediante la aceptación
de la herencia. Este derecho se denomina ius delationis: el derecho de aceptar o
repudiar la herencia. Si efectivamente acepta, quedarán definitivamente excluidos los
demás convocados.
El ius delationis se extingue mediante su ejercicio: si se acepta, el aceptante es el sucesor. Si
repudia, se reproduce la delación a favor del siguiente convocado. Como de entre todos los convocados a

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la muerte del causante ha de salir el sucesor definitivo, si el ofrecimiento a favor del sucesor preferente no
cristaliza (por la razón que sea), se repite para el convocado siguiente en el orden de preferencia.

La delación de la herencia puede producirse a favor de una sola persona (el


convocado preferente) o de varios de modo simultáneo (varios convocados que ocupan
el mismo orden de preferencia frente a los demás).
Generalmente, al mismo tiempo que se produce la vocación tiene lugar además
la delación de la herencia favor de alguno (s) de los convocados. El preferente (o los
preferentes), recibe en el momento de la apertura de la sucesión y de modo simultáneo
la vocación y el ofrecimiento de la herencia. En ocasiones puede no ser así.
Por ejemplo, habrá vocación sin delación actual a favor de nadie cuando el llamamiento
preferente es a favor de un nasciturus. La delación a su favor tendrá lugar cuando efectivamente nazca
vivo (arts. 20 y 30 CC). De otro lado, puede no coincidir la vocación con la delación. Por ej., cuando
fallece el causante intestado, reciben vocación todos los posibles herederos intestados del causante. La
herencia se ofrece, en primer lugar, a los descendientes. Si todos estos repudian, reciben después la
delación los ascendientes. Una vez que haya aceptado el sucesor, se entenderá (a casi todos los efectos)
que la herencia le fue deferida al fallecer el causante y que en este momento le sucedió.

Cuando el llamado es ya titular del ius delationis (sobrevive al causante, y ha recibido


vocación y delación), pero fallece sin haber ejercitado este derecho, pasa a sus propios
herederos el derecho que aquél tenía. El ius delationis se integra en la herencia de quien
recibió la delación, y su heredero adquiere aquel derecho, con la opción de aceptar a
repudiar la herencia del primer causante.
La transmisión del ius delationis por fallecimiento del llamado sin aceptar ni repudiar se
contempla en el art. 1006 CC. De esta manera, el derecho a heredar al primer causante
se transmite a los herederos del primer llamado (transmitente del ius delationis); y estos
pueden ejercitar este derecho, con la aceptación o repudiación de la primera herencia.
La estructura de la denominada sucesión iure transmissionis y la terminología es la siguiente: Un primer
causante (A) fallece. Le sobrevive y recibe delación de la herencia (B), pero (B) fallece sin aceptar ni
repudiar la herencia del primer causante. El ius delationis ya adquirido por (B) se encuentra ahora
integrado en su propia herencia; es transmitente del ius delationis. El heredero de (B) adquiere este ius
delationis; es adquirente o transmisario (C), siempre, naturalmente, que efectivamente sea heredero de
(B)/transmitente, por haber aceptado la herencia de este . El transmisario (C) podrá aceptar o repudiar la
herencia de (A). Si acepta la herencia de (A), sucede a este primer causante iure transmissionis.

5.3. Adquisición de la herencia. Aceptación y repudiación. La herencia


yacente.
La adquisición de la herencia tiene lugar cuando aquel que ha recibido delación
de la herencia queda investido como heredero en virtud de la aceptación de la herencia
por parte del llamado, con efectos retroactivos al momento de la apertura de la sucesión.
Antes de la aceptación por el llamado a ser heredero, la herencia se encuentra yacente.

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La adquisición del legado, en cambio, coincide de forma inmediata con la


delación. No hace falta aceptación, aunque el legatario puede repudiar el legado.
La aceptación y la repudiación de la herencia tienen una serie de caracteres
comunes.
- La aceptación y la repudiación requieren como presupuesto objetivo para su
eficacia jurídica que haya tenido lugar la apertura de la sucesión y que el
interesado tenga derecho a la herencia Según el art. 991 CC «Nadie podrá
aceptar ni repudiar sin estar cierto de la muerte de la persona a quien haya de
heredar y de su derecho a la herencia».
- La aceptación y la repudiación suponen una declaración de voluntad
enteramente voluntaria y libre (art. 988 CC), unilateral y no recepticia (no
requiere tener un destinatario en particular para ser eficaz), que no podrá hacerse
en parte (indivisibilidad), a plazo, ni condicionalmente (art. 990 CC). Una vez
hecha, es irrevocable, aunque podría ser impugnada por vicios del
consentimiento (art. 997 CC).
La indivisibilidad de la aceptación o repudiación se refiere a cada delación en particular. El
heredero que sea al mismo tiempo legatario puede renunciar a la herencia y aceptar el legado
(art. 890. II CC).
Cuando fueren varios los herederos llamados a la misma herencia, podrán los unos aceptarla y
los otros repudiarla (art. 1007 CC).
- Los efectos de la aceptación y de la repudiación se retrotraen siempre al
momento de la muerte de la persona a quien se hereda (art. 989 CC).

La capacidad para aceptar o repudiar ha de ser, como regla general, la plena


capacidad de obrar legal (art. 992 CC, mayoría de edad). La persona física menor de
edad habrá de actuar a través de sus representantes legales (titulares de la patria
potestad o tutor). El menor emancipado requiere el complemento de capacidad de sus
padres o de su defensor judicial (art. 247 CC). La persona mayor de edad con
discapacidad manifestará por sí misma su voluntad, salvo que otra cosa resulte de las
medidas de apoyo establecidas (art. 996 CC).
En algunos casos los representantes legales han de tener una autorización o aprobación judicial,
que se obtendrá a través del correspondiente procedimiento de jurisdicción voluntaria (arts. 93 a 95 LJV).
Por ej., los padres deberán recabar autorización judicial para repudiar la herencia o legado deferidos al
hijo. Si el Juez denegase la autorización, la herencia solo podrá ser aceptada a beneficio de inventario (art.
166.II CC). Los tutores de los menores, así como el curador que ejerza funciones de representación de
persona con discapacidad necesitada de apoyo, habrá de obtener autorización judicial para aceptar
cualquier herencia sin beneficio de inventario o para repudiar (art. 287. 5º CC).

Las personas jurídicas podrán aceptar la herencia a través de sus legítimos


representantes. Los establecimientos públicos oficiales (entidades públicas) no podrán

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aceptar ni repudiar sin aprobación del Gobierno, y la aceptación habrá de ser a beneficio
de inventario (arts. 994 y 957).
En cuanto al plazo para aceptar, el llamado podrá hacerlo mientras «no
prescriba la acción para reclamar la herencia» (art. 1016 CC). Se entiende (aunque es
discutido) que este plazo es el de treinta años, cuyo cómputo se inicia a partir de la
delación. Ahora bien, cualquier persona con interés legítimo (por ejemplo, acreedores
del causante o del propio heredero, sucesores convocados, pero posteriores en orden al
primer llamado) puede dirigirse al titular del ius delationis, para que manifieste su
voluntad de aceptar o de repudiar, a través de la denominada interpellatio in iure. El
interesado podrá acudir al Notario para que éste comunique al llamado que tiene un
plazo de treinta días naturales para aceptar o para repudiar. El Notario le indicará,
además, que si no manifestare su voluntad en dicho plazo se entenderá aceptada la
herencia pura y simplemente (art. 1005 CC). Esta acción no podrá intentarse contra el
heredero llamado hasta pasados nueve días de la muerte de aquel de cuya herencia se
trate (art. 1004 CC).
El llamado a la herencia (hubiere o no recibido la interpellatio in iure) tiene la
facultad de pedir que se le fije un plazo para hacer un inventario de la herencia y
deliberar si le conviene aceptar o repudiar. Para ejercitar este derecho de deliberar (art.
1010.II CC) habrá de comunicarlo al notario, dentro de ciertos plazos, procediéndose a
la formación notarial de un inventario. Se aplican las normas que regulan el beneficio de
inventario en cuanto al plazo y al modo de realizar el inventario.
Cuando se hubiere ejercitado el derecho de deliberar, el llamado tiene ciertos plazos, desde la
conclusión del inventario, para comunicar su decisión. Si guarda silencio, se entiende que acepta (art.
1019 CC.). Lo normal será ejercitar el derecho de deliberar si ha recibido la interpellatio (art. 1005 CC)
de algún interesado. Porque si nadie ha instado al llamado para que manifieste si acepta o no, podrá seguir
deliberando de facto hasta que prescriba la acción para pedir la herencia (ALBALADEJO).

La aceptación de la herencia. Clases


Por la aceptación el llamado adquiere la condición de heredero, ejercitando el
ius delationis en sentido positivo.
Por razón de sus efectos la aceptación puede ser pura y simple o aceptación con
beneficio de inventario. La responsabilidad del heredero por las deudas de la herencia
en el primer caso podrá alcanzar tanto a los bienes de la herencia como a los bienes
propios del heredero. Si por el contrario ha realizado lo necesario para disfrutar del
beneficio de inventario (v. lecc. 2), su responsabilidad se limitará a los bienes
heredados.
Atendiendo a la forma de manifestarse la aceptación puede ser expresa o
tácita. La aceptación expresa es una declaración dirigida a manifestar la voluntad de
aceptar, en documento público o privado (art. 999.II CC). La aceptación tácita es la que

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se hace por actos que suponen necesariamente la voluntad de aceptar, o que no habría
derecho a ejecutar sino con la cualidad de heredero. Los actos de merca conservación o
administración provisional no implican la aceptación de la herencia, si con ellos no se
ha tomado la cualidad de heredero.
El Código civil señala que algunos actos que, en particular, considera de
aceptación tácita de la herencia. Según el art. 1000 CC se entiende aceptada cuando; 1º)
el heredero vende, dona o cede sus derechos sobre los bienes de la herencia a una o
varias personas determinadas, ya sean extraños o alguno de los coherederos. 2º) Cuando
renuncia gratuitamente a su derecho a favor de uno o algunos de sus coherederos, o
cuando renuncia por precio a favor de todos los coherederos indistintamente. 3º) Si la
renuncia fuese gratuita y los coherederos favorecidos son aquellos a quienes debe
acrecer la porción renunciada, no se entiende aceptada la herencia.
De otro lado, hay ciertos hechos y actos a los que por ley se atribuye el valor de
aceptación. El art. 1002 CC, a modo de sanción, dispone que «los herederos que hayan
sustraído u ocultado algunos efectos de la herencia, pierden la facultad de renunciarla,
y quedan con el carácter de herederos puros y simples». En otras ocasiones, se entiende
aceptada ante el silencio del llamado. Por ej., art. 1005 CC.

La repudiación de la herencia
La repudiación supone el ejercicio del ius delationis en sentido negativo. A
diferencia de la aceptación, el art. 1008 CC dispone que «La repudiación de la herencia
deberá hacerse ante Notario en instrumento público».
La repudiación tiene igualmente efecto retroactivo a la muerte del causante, de
modo que la delación recibida queda retroactivamente sin efecto, como si no hubiera
tenido lugar. Se producirá en consecuencia una delación de la herencia a favor del
siguiente llamado en el orden de preferencia (convocado desde el momento de la
apertura de la sucesión).
El Código civil contiene algunas normas que concretan distintos aspectos relacionados con la
repudiación de la herencia. Según el art. 1009, «El que es llamado a una misma herencia por testamento
y abintestato, y la repudia por el primer título, se entiende haberla repudiado por los dos. Repudiándola
como heredero abintestato y sin noticia de su título testamentario, podrá todavía aceptarla por éste».

Si el heredero que repudia tuviere acreedores que se vean perjudicados por la


repudiación, podrán estos pedir al Juez que los autorice para aceptarla en nombre de
aquél. La aceptación en este caso solo aprovechará a los acreedores en cuanto que les
permite obtener la satisfacción de sus créditos con bienes de la herencia. El exceso no
pertenecerá en ningún caso al renunciante, sino que se adjudicará a quienes corresponda
(art. 1001 CC). Es discutida en la doctrina el significado de este precepto y su relación
con los instrumentos generales de tutela del crédito. En general se dice que supone una

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aplicación especial de la idea de que la renuncia de los derechos no puede perjudicar a


terceros (art. 6.2 CC).

La herencia yacente
La herencia se encuentra yacente cuando ha tenido lugar la apertura de la
sucesión, pero, por cualquier causa, no ha se producido (todavía) la aceptación. El
Código civil carece de una regulación sistemática de la herencia yacente que plantea, en
primer término, el problema teórico de explicar cómo puede haber relaciones jurídicas,
derechos y obligaciones, sin titular. La situación, sin embargo, es transitoria. Antes o
después habrá un heredero, y los efectos de la aceptación se retrotraerán al momento del
fallecimiento. Entre tanto, el problema práctico es el régimen de administración,
conservación y representación del patrimonio hereditario, en beneficio tanto del futuro
heredero como de los acreedores del causante.
Cuando exista un administrador de la herencia, el art. 1026 CC dispone que
tendrá la representación de la herencia para el ejercicio de acciones y para contestar a
las demandas que se interpongan contra la misma. El propio testador puede haber
designado a un administrador de la herencia. En su defecto, podrá solicitarse al Juez que
designe a un administrador, en distintos supuestos concretos previstos en la ley,
correspondiendo al administrador judicial la representación de la herencia (art. 798. 1
LEC). Los acreedores del causante pueden pedir el concurso de la herencia (arts. 567 y
ss. TRLC). El propio llamado, antes de aceptar, podrá realizar actos de mera
conservación y de administración provisional de la herencia, que no suponen aceptación
tácita (art. 999 CC). La jurisprudencia, por último, para ciertos efectos, ha reconocido la
legitimación procesal pasiva (capacidad para ser demandada) de la herencia yacente y la
demanda dirigida contra la propia herencia y el conjunto de los ignorados herederos.

6.- El derecho de acrecer.


La delación de la herencia (o del legado) puede tener lugar a favor de una sola
persona o a favor de varias personas que reciben la delación de modo simultáneo. La
institución testamentaria de heredero (o un legado) puede hacerse a favor de dos o más
personas para que reciban al mismo tiempo la delación como herederos (o legatarios).
Ahora bien, este llamamiento puede hacerse de dos maneras distintas.
- Por voluntad del testador se asigna a cada llamado una porción concreta de la
herencia, un «cuerpo separado de bienes». Si alguno de los llamados no llegase a
heredar, y salvo que el testador haya previsto que haya otro sucesor en defecto
del primero (como ocurre en la sustitución vulgar, lección 5), se acudiría para
esa parte a la sucesión intestada.
- El llamamiento testamentario se realiza a varias personas de modo conjunto de
modo que «si concurren todos, cada uno tome una parte, pero si alguno no

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sucede, la suya aumente o acrezca la de los demás»; de tal modo que esa parte
«no siga otro camino, sigo que vaya a los instituidos juntamente con el que
faltó» (ALBALADEJO). Cada uno de los llamados lo es potencialmente a todo, lo
se denomina delación (institución) solidaria. Cada uno recibe la parte que le
corresponde, por concurrir con los demás. Si alguno de los destinatarios no
llegase a suceder, la porción vacante será para los demás instituidos en
proporción a sus respectivas cuotas en virtud del derecho de acrecer, y no se
acudirá a la sucesión intestada.
El derecho de acrecer se regula en los arts. 981 a 987 CC y tiene su fundamento
en la voluntad del testador. Los requisitos para que tenga lugar son dos:
1º. Que haya institución o delación solidaria. Si el testador ha manifestado su
voluntad de modo expreso en el testamento en el que hace la institución, no habrá
problema en afirmar el acrecimiento. Como tampoco lo habrá si de modo igualmente
expreso lo excluye. Constando esa voluntad expresa, en un sentido o en otro, se
respetará la voluntad del causante.
Aunque el causante no haya manifestado de modo expreso su voluntad favorable
al acrecimiento, el Código civil entiende que procede igualmente el derecho de acrecer
sobre la base de la voluntad presunta del testador cuando este hubiere realizado la
institución a favor de dos o más personas a una misma herencia (o a una misma porción
de la herencia) sin hacer especial designación de partes (art. 982.1º CC).
Las expresiones utilizadas por el CC acerca de cuándo hay o no esa voluntad presunta favorable
al acrecimiento son muy confusas. En general se considera que la institución de los herederos será
conjunta si se deja una cuota a cada heredero, sea igual o desigual (por ej., instituye a mis tres sobrinos
herederos por partes iguales, o a uno en la mitad y a los otros dos en 1/4). En último término, es un
problema de interpretación de la voluntad testamentaria.

2º. Que falte alguno de los sucesores, quedando en consecuencia vacante la


parte que le hubiera correspondido, por cualquier causa. Por ejemplo, porque no pueda
suceder (premoriencia al causante, incapacidad absoluta o relativa, o indignidad) o
porque no quiera (repudiación de la herencia).
No habrá «porción vacante» si el propio testador hubiere previsto que el puesto del que falta
haya de ser ocupado por otra persona, antes que el acrecimiento. Por ejemplo, porque previó un sucesor
en defecto del primer llamado (sustitución vulgar, lección 5). De otro lado, el testador es libre para
ordenar que tenga lugar el acrecimiento solo en algunos casos (por ej., premoriencia) y no en otros.

Cuando no se cumplan los requisitos del derecho de acrecer en la sucesión


testamentaria, la cuota vacante corresponderá a los herederos intestados.
Cuando, por el contrario, concurran todos los presupuestos para que
efectivamente proceda el acrecimiento, este tendrá lugar automáticamente para los
herederos que han aceptado la herencia. No hace falta una nueva aceptación, ni podrá

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repudiarse la parte acrecida, porque la delación inicial ya era potencialmente al todo. Si


hay varios favorecidos por el acrecimiento, cada uno verá aumentada su cuota de modo
automático y en proporción a su propia cuota.
El derecho de acrecer tendrá también entre colegatarios (del mismo objeto
legado), en los términos establecidos para los herederos (art. 987 CC).

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