Ciudadanos Del Cielo Ramón

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UNIVERSIDAD EVANGÉLICA DEL PARAGUAY

FACULTAD DE TEOLOGÍA
SEMINARIO TEOLÓGICO BAUTISTA

EXÉGESIS DEL NUEVO TESTAMENTO.

Lic. LEONARDO ALVAREZ.

Alumno/a: RAMÓN ALMADA ESTIGARRIBIA.


LECTURA Y RESUMEN.
CIUDADANOS DEL CIELO
(FILIPENSES 3:17-21)
Qué extraño encontrar a Pablo llorando en una carta llena de gozo. ¿Será que
llora por sí mismo y su situación difícil? No, él es un hombre con la mente sencilla y sus
circunstancias no lo desaniman. ¿Llorará por lo que algunos de los creyentes en Roma
le están haciendo? No, porque él tiene la mente sumisa y no dejará que la gente le robe
su gozo. Estas lágrimas no son derramadas por sí mismo, sino por otros. Ya que Pablo
tiene la mente espiritual, su corazón está quebrantado por la manera en que están
viviendo algunos que profesaban ser creyentes, gente que' 'piensa en lo terrenal”.
Aunque no podemos estar seguros, parece que los versículos, 18,19 describen a
los judaizantes y a sus seguidores. Seguramente, Pablo está escribiendo acerca de los
creyentes profesantes y no de la gente fuera de la iglesia. Los judaizantes eran los
"enemigos de la cruz de Cristo", porque añadían la ley de Moisés a la obra de redención
que Cristo consumó en la cruz. Su obediencia a las leyes del Antiguo Testamento
tocante a los alimentos, hacía del estómago un "dios" (ve Colosenses 2:20-23); y su
énfasis en la circuncisión era para gloriarse de aquello por lo cual deberían estar
avergonzados (ve Gálatas 6:12-15). Estos hombres no tenían la mente espiritual, sino
que pensaban en lo terrenal. Se asían de los rituales terrenales y de creencias que Dios
había dado a Israel, y se oponían a las bendiciones espirituales que el creyente tiene en
Cristo (Efesios 1:3; 2:6; Colosenses 3:13).
La palabra espiritual ha sufrido mucho abuso, así como la palabra comunión.
Muchos piensan que el creyente espiritual es místico, soñador, impráctico y distante, y
que cuando ora, cambia su voz a un tono sepulcral y. Con mucha palabrería informa a
Dios de las cosas que él ya sabe. Desafortunadamente, esta clase de piedad presuntuosa
e hipócrita es un pobre ejemplo de la verdadera espiritualidad. Ser espiritual no requiere
que uno sea impráctico ni místico. Al contrario, el que tiene la mente espiritual piensa
más claramente y hace las cosas con más eficiencia.
Tener la mente espiritual simplemente implica mirar a la tierra desde el punto de
vista celestial. "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Colosenses
3:2). El famoso pastor, D.L. Moody, acostumbraba regañar a los creyentes por "pensar
tanto en el cielo que no servían para nada en la tierra" y dichas palabras todavía
merecen nuestra atención. Los creyentes tienen una ciudadanía doble la de la tierra y la
del cielo y nuestra ciudadanía en el cielo nos debe hacer mejores ciudadanos aquí en la
tierra. El creyente con la mente espiritual no es atraído por las cosas de este mundo. El
hace sus decisiones sobre bases cuyos valores son eternos y no sigue la corriente de este
mundo pasajero. Lot escogió la llanura irrigada del Jordán porque sus valores eran
mundanos, y al último lo perdió todo. Moisés rechazó los placeres y los tesoros de
Egipto porque él tenía algo infinitamente más hermoso por lo cual vivir (Hebreos
11 :24- 26). "¿Que aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su
alma?" (Marcos 8:36).
"Más nuestra ciudadanía está en los cielos" (v.20). La palabra griega traducida
ciudadan{a es la palabra de la cual se deriva el término "política". Tiene que ver con la
conducta del ciudadano de una nación. Pablo nos está animando a tener la mente
espiritual y lo hace al señalar las características de un creyente cuya ciudadanía está en
los cielos. Así como Filipos era una colonia de Roma en suelo extranjero, la iglesia es
una colonia del cielo sobre la tierra.

1. Nuestros nombres están registrados en el libro del cielo.


Los ciudadanos de Filipos tenían el privilegio de ser ciudadanos romanos, aun
estando lejos de Roma. Cuando un bebé nacía en Filipos era importante que su nombre
fuese registrado legalmente. Cuando el pecador perdido confía en Cristo y viene a ser
ciudadano del cielo, su nombre está escrito en "el libro de la vida" (Filipenses 4:3).
La ciudadanía es importante. Cuando uno viaja a otro país, es esencial que tenga
pasaporte para probar su ciudadanía. Ninguno de nosotros hubiésemos querido correr la
suerte de
Cuando uno confiesa a Cristo en la tierra, el Señor confiesa su nombre en el
cielo (Mateo 10:32,33). Su nombre está escrito en el cielo (Lucas 10:20) y permanecerá
así para siempre. (La forma del verbo griego "escrito" en Lucas 10:20 indica que' 'ha
sido registrado una vez por todas y permanecerá escrito".)
Así es nuestra entrada al cielo: debido a que hemos confiado en Cristo, nuestros
nombres han sido escritos en el libro de la vida, y entraremos en la gloria solamente por
los méritos y la intercesión de Jesucristo.

2. Hablamos el lenguaje del cielo


Aquellos que' 'piensan en lo terrenal" hablan acerca de las cosas de este mundo.
Después de todo, lo que sale de la boca revela lo que hay en el corazón (Mateo 12:34-
37). La persona inconversa no entiende las cosas del Espíritu de Dios (1 Corintios 2:14-
16); así que ¿cómo puede hablar de ellas Inteligentemente? Los ciudadanos del cielo
entienden las cosas espirituales y se gozan hablando de ellas y compartiéndolas unos
con otros. "Ellos son del mundo; por eso hablan (las cosas) del mundo, y el mundo los
oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no
nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error" (1 Juan 4:5,6).

Pero hablar el lenguaje del cielo no sólo incluye lo que uno dice, sino la manera
de decirlo. El creyente con la mente espiritual no anda recitando versículos de memoria
todo el día; pero sí, procura hablar en una manera que glorifique a Dios. "Sea vuestra
palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a
cada uno" (Colosenses 4:6). La sal impide la corrupción. Por 10 tanto, cada creyente
debe ponerle sal a su conversación. "Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca,
sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes"
(Efesios 4:29).

3. Obedecemos las leyes del cielo.-


Los ciudadanos de Filipos eran gobernados por la ley romana, no por la griega,
aunque estaban situados a cientos de kilómetros de Roma. De hecho, fue esta ley
romana la que condenó a Pablo a la cárcel cuando visitó Filipos por primera vez
(Hechos 16:16-24). El usó su ciudadanía romana para garantizar su protección bajo la
ley romana (Hechos 16:35- 40; 21:33-40; 22:24-30).
En Filipenses 3:17, Pablo amonestó a los creyentes en Filipos a que no imitaran
a los ciudadanos incrédulos. "Sed imitadores de mí”. Por supuesto, Pablo era un
seguidor de Cristo, así que su amonestación no es egoísta (1 Corintios 11: 1). Pablo se
consideraba a sí mismo un "peregrino y un extranjero" en este mundo (ve 1 Pedro 2:11).
Su vida estaba gobernada por las leyes celestiales y esto es lo que le hacía diferente. Él
se ocupaba de otros, y no de sí mismo; estaba interesado en dar y no en recibir. Su
motivación era el amor (2 Corintios 5:14); no el odio. Por fe, Pablo obedeció la Palabra
de Dios, sabiendo que un día sería recompensado.
Los hombres lo podían perseguir y atacar por un tiempo, pero en el día final él sería el
ganador.
Es triste decir que hay algunos hoy en día que son como los judaizantes de los
tiempos de Pablo, que profesan ser ciudadanos de los cielos; sin embargo, sus vidas no
lo demuestran. Puede ser que sean celosos en sus actividades religiosas e incluso rígidos
en sus disciplinas, pero no hay evidencia del control del Espíritu de Dios en sus vidas.
Todo hacen en el poder de la carne y ellos se llevan toda la gloria.
No se conforman con descarriarse ellos mismos, sino que también guían a otros en el
mal camino. Con razón Pablo lloró por ellos.

4. Somos leales a la causa del cielo


La cruz de Cristo Jesús es el tema central de la Biblia, el corazón del evangelio,
y el motivo principal de la alabanza en el cielo (Apocalipsis 5:8-10). La cruz es la
prueba del amor de Dios por los pecadores (Romanos 5:8) y del odio de Dios por el
pecado. La cruz condena lo que el mundo aprecia. Juzga a la humanidad y pronuncia el
veredicto verdadero:
¡Culpable! ¿Por qué eran los judaizantes "enemigos de la cruz de Cristo"? Por
una razón, la cruz dio fin a la religión del
Antiguo Testamento. Cuando el velo del Templo se rompió en dos, Dios anunciaba que
el camino hacia él estaba abierto a través de Cristo (Hebreos 10:19-25). Cuando Cristo
exclamó "j Consumado es!", él hizo un sólo sacrificio por los pecados y así puso fin a
todo el sistema de sacrificios (Hebreos 10:1-14). Por su muerte y resurrección, Cristo
realizó una "circuncisión espiritual", la cual hizo innecesaria la circuncisión ritual
(Colosenses 2:10-13). Todas las cosas por las cuales los judaizantes abogaban habían
sido eliminadas por la muerte de Cristo en la cruz.

Más aun, todo aquello para lo cual vivían fue condenado por la cruz. Cristo
había derribado el muro que se levantaba entre los judíos y gentiles (Efesios 2: 14-16), y
los judaizantes estaban reconstruyendo el muro. Obedecían "ordenanzas acerca de la
carne" (Hebreos 9: 10), reglas que apelaban a la carne y que no eran dirigidas por el
Espíritu Santo. Mas el verdadero creyente crucifica la carne (Gálatas 5:24) y también es
crucificado "al mundo" (Gálatas 6:14). Sin embargo, los judaizantes estaban pensando
en' lo terrenal”.
Es la cruz la que ocupa el lugar central en la vida del creyente. El no se gloría en
los hombres ni en la religión, ni en sus propias obras; él se gloría en la cruz (Gálatas
6:14). Pablo llora porque conoce el destino final de estos hombres: "el fin de los cuales
será perdición" (v.19). La palabra' 'perdición" encierra la idea de desperdicio y así se
traduce en Marcos 14:4. Judas es llamado "hijo de perdición" (Juan 17: 12). ¡Una vida
desperdiciada y una eternidad de perdición! En contraste, el verdadero hijo de Dios,
cuya ciudadanía está en los cielos, tiene un futuro brillante.

5. Estamos esperando al Señor del cielo


Los judaizantes añoraban el pasado y procuraban hacer volver a los creyentes en
Filipos a la ley de Moisés; más los verdaderos creyentes anhelan el futuro, y esperan el
retorno de su Salvador (vs.20, 21). Como evaluador en los versículos 1-11, Pablo
descubre nuevos valores. Como atleta en los versículos 12-16, demuestra un nuevo
vigor. Ahora como extranjero, experimenta una nueva visión: "¡Esperamos al
Salvador!" Es esta esperanza de la venida de Cristo la que motiva al creyente que posee
la mente espiritual.

El creyente halla una incalculable fortaleza presente a causa de su esperanza


futura. Cuando Abraham buscaba una ciudad, se conformaba con vivir en una tienda
(Hebreos 11:13-16). Mientras Moisés buscaba las recompensas celestiales, estaba
dispuesto a dejar los tesoros terrenales (Hebreos 11:24-26). "Por el gozo puesto delante
de él" (Hebreos 12:2), Cristo estuvo dispuesto a sufrir la cruz. El hecho de que
Jesucristo va a venir es una motivación poderosa para una vida dedicada a su servicio
hoy. "Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es
puro" (lee 1 Juan 2:28-3:3).

El ciudadano de los cielos, quien vive en la tierra, no tiene por qué desanimarse
porque sabe que su Señor va a regresar un día. Así que, fielmente cumple con su trabajo
para que cuando venga su Señor, no lo halle en desobediencia (Lucas 12:40-48). El
creyente con la mente espiritual no vive para las cosas de este mundo, sino que espera
las bendiciones del mundo venidero. Esto no quiere decir que sea negligente o que
ignore sus obligaciones diarias, sino significa que 10 que él hace ahora es gobernado
por lo que Cristo hará en el futuro.
Pablo menciona en particular que el creyente recibirá un cuerpo glorificado,
como el de Cristo. Hoy vivimos en "el cuerpo de la humillación nuestra", pero cuando
veamos a Cristo, recibiremos un cuerpo glorificado. Esto sucederá "en un momento, en
un abrir y cerrar de ojos" (1 Corintios 15:52,53). En ese momento, todas las cosas de
este mundo carecerán de valorpara nosotros. Si vivimos con la mirada en el futuro,
estaremos ejercitando la mente espiritual y viviendo para aquellas cosas que realmente
son importantes. A la venida de Cristo, él "sujetará a sí mismo todas las cosas" (v.21 b).
Esa palabra "sujetará" significa "arreglará por rangos". ¿No es ese nuestro problema hoy
en día?
Nosotros no ponemos las cosas en el orden apropiado. Nuestros valores están
torcidos. Consecuentemente, nuestro vigor es desperdiciado en actividades inútiles, y
nuestra visión está nublada, y por ende, la venida de Cristo no es una motivación real ni
poderosa en nuestras vidas. Vivir con la mirada hacia el futuro quiere decir dejar que
Cristo arregle las cosas en la vida según el orden apropiado. Esto quiere decir, vivir con
los valores eternos a la vista, confiando en la promesa de Dios que dice: "El que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Juan 2:17).

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