Introducción A Samuel y Otros

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 28

Introducción a Samuel, Reyes y Crónicas

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Los libros de 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes y 1 y 2 de Crónicas demuestran un interés


profundo en el trabajo. La atención predominante se centra en el trabajo de los reyes,
incluyendo los aspectos políticos, militares, económicos y religiosos. Gobernar, en la forma de
“ejercer dominio”, es una de las tareas que Dios les dio a los seres humanos en el principio
(Gn 1:28) y los temas del liderazgo, o el gobierno, pasan al primer plano en 1 y 2 de Samuel,
1 y 2 de Reyes y 1 y 2 de Crónicas. ¿Cómo se debían gobernar los israelitas, quiénes debían
gobernar y con qué propósitos? Cuando las organizaciones tienen un buen gobierno, las
personas prosperan. Cuando no existe un buen gobierno, todos sufren.

En estos libros, no solamente vemos trabajando a los reyes. Primero que todo, el trabajo de
los reyes afecta el trabajo de muchas otras personas —tales como los soldados,
constructores, artesanos y sacerdotes— y los libros de Samuel, Reyes y Crónicas tienen en
cuenta cómo afecta el trabajo de los reyes a estos otros trabajadores. Segundo, los mismos
reyes tienen que trabajar en otras labores aparte de gobernar, entre ellas la paternidad, un
tema de interés particular. Finalmente, al ser historias de Israel, estos libros se interesan en el
pueblo como un todo, y en muchos casos esto significa hablar de personas cuyo trabajo no se
relaciona con la monarquía.

Al seguir el ejemplo de los libros, le prestaremos una atención especial a las tareas de
liderazgo y gobierno de los reyes de Israel mientras que exploramos las muchas otras clases
de trabajadores que se presentan. Entre ellos se incluyen soldados, comandantes, jueces y
líderes civiles (a quienes con frecuencia se les llama “ancianos”), padres, pastores,
campesinos, cocineros y panaderos, perfumistas, los que cuidan los viñedos, músicos y
artistas, inventores, emprendedores, diplomáticos (tanto formales como informales),
protestantes o activistas, asesores políticos, artesanos, arquitectos, supervisores, canteros,
albañiles, trabajadores metalúrgicos, carpinteros, fabricantes de armas, cuidadores de pozos,
comerciantes de aceite, curanderos, niñas esclavas, mensajeros, leñadores y contadores.
También se incluyen los profetas y sacerdotes pero, para mantener el enfoque del proyecto de
la Teología del Trabajo en las labores no religiosas, nos limitaremos a su rol en el trabajo
fuera del ámbito religioso. Como veremos, ellos desempeñan un rol significativo en los
asuntos políticos, militares y económicos.

Casi todas las clases de trabajos actuales están representadas en los libros de Samuel,
Reyes y Crónicas, o se pueden encontrar aplicaciones prácticas para estas. Hablando de
forma general, descubriremos cómo aplican el buen gobierno y liderazgo a nuestro trabajo, en
vez de encontrar instrucciones acerca de cómo realizar nuestros trabajos en particular —a
menos que gobernar o liderar sea nuestro trabajo.

El trasfondo histórico de Samuel, Reyes y Crónicas


Regresar al Índice

El interés de los libros se centra en el trabajo del rey cuando Israel se convierte en una
monarquía. El relato comienza en una época en la que las doce tribus de Israel llevan
bastante tiempo violando las reglas, los principios éticos, las metas y virtudes del liderazgo
que Dios estableció para ellos, lo que se puede encontrar en los libros desde Génesis hasta
Deuteronomio. Después de casi doscientos años de gobiernos cada vez peores de varios
“jueces” (líderes temporales), Israel se encuentra en ruinas. Samuel, Reyes y Crónicas narran
la intervención de Dios en el gobierno de Israel mientras Su pueblo pasa de ser una débil
confederación tribal a una monarquía prometedora, lo que lleva al fracaso cuando las
siguientes generaciones de reyes abandonan a Dios y sus enseñanzas. Desafortunadamente,
la historia termina con la destrucción de la nación de Israel, la cual nunca fue restaurada
durante el período bíblico.

Este pareciera no ser un contexto prometedor para un estudio del arte de gobernar o liderar,
sin embargo, la guía de Dios siempre es evidente en la narrativa, sea que las personas
decidan seguirla o no. Al leer la historia miles de años después podemos aprender tanto de
sus éxitos como de sus fracasos.

La posición teológica fundamental de los libros es que si el rey es fiel a Dios, la nación
prospera económica, social y militarmente. Si el rey es infiel, surge una catástrofe nacional.
Así que la historia del pueblo de Dios se cuenta principalmente por medio de las acciones de
los altos líderes del gobierno, para decirlo en términos modernos. El gobierno es necesario en
toda clase de comunidad o institución, ya sea política, cívica, de negocios, sin ánimo de lucro,
académica o de cualquier otro tipo. Estos libros ofrecen lecciones que aplican al gobierno en
todos los sectores de la sociedad actual y permiten un estudio provechoso del liderazgo,
demostrando cómo las condiciones de vida de muchas personas dependen de lo que los
líderes hagan y digan.

Los académicos piensan que, originalmente, cada par de libros (1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de


Reyes y 1 y 2 de Crónicas) era un solo libro que se dividió en dos pergaminos. Los
pergaminos de Samuel y Reyes presentan una historia política integral de las monarquías
israelitas. Por su parte, Crónicas cuenta la misma historia de Reyes pero con un enfoque en
los aspectos sacerdotales o de adoración de la historia hebrea. Seguiremos la narrativa en
tres actos: (1) El paso de confederación tribal a monarquía, (2) la edad de oro de la monarquía
y (3) el paso de monarquías fallidas al exilio.

El paso de confederación tribal a monarquía (1 Samuel)


Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo
El primer libro de Samuel narra la transición de Israel, de una coalición inestable de tribus a
una monarquía con un gobierno central en Jerusalén. La historia comienza con el nacimiento y
el llamado del profeta Samuel y continúa con el llamado de Saúl y David y sus reinados. Esta
es la historia de la formación del estado, la centralización del poder y la adoración, y el
establecimiento de un nuevo orden social, militar y político.

Los peligros de la autoridad heredada (1 Samuel 1-


3)
Regresar al Índice

Por las últimas palabras del libro de Jueces y los primeros capítulos de 1 Samuel, sabemos
que los israelitas no tienen un líder y que están lejos de Dios. Lo más cercano a un líder
nacional es el sacerdote Elí, quien con sus hijos administra el templo en Silo. La prosperidad
económica, militar y política de los israelitas depende de su fidelidad a Dios, así que el pueblo
trae sus ofrendas y sacrificios al templo. Sin embargo, la interacción de los sacerdotes con
Dios es una farsa. “Los hijos de Elí eran hombres indignos… porque los hombres
menospreciaban la ofrenda del Señor” (1S 2:12, 17). Ellos son poco fiables como líderes
humanos y no honran a Dios en sus corazones. Los que vienen a adorar se encuentran con
que aquellos que deberían dirigirlos hacia una experiencia de adoración, les están robando.

Los peligros de la autoridad heredada

Lo primero que observamos es que la autoridad heredada es peligrosa en sí misma, lo cual es


preocupante para una nación que está cerca de convertirse en una monarquía. Esto se da por
dos razones: la primera es que no hay garantía de que incluso los descendientes del líder más
grandioso serán competentes y fieles. La segunda es que con frecuencia, heredar el poder
corrompe por sí mismo ya que resulta con demasiada frecuencia en la complacencia o —
como en el caso de los hijos de Elí— la creencia de que se tiene derecho al poder. El trabajo
del sacerdote es un cargo sagrado para Dios, pero los hijos de Elí lo ven como una posesión
personal (1S 2:12-17). Al crecer en una atmósfera que se asimila de cierta forma a un negocio
familiar, ellos esperan heredar los privilegios de su padre desde una corta edad. Debido a que
este “negocio familiar” es el templo mismo de Dios —lo que le da a la familia una pretensión
de la autoridad divina sobre el pueblo—, la mala conducta de los hijos de Elí es incluso más
nociva.

Los negocios familiares y las dinastías políticas en el mundo actual tienen paralelos con la
situación de Elí. El fundador del negocio o el orden político puede haber traído muchos
beneficios al mundo, pero si los herederos lo ven como un medio para la ganancia personal,
los afectados son aquellos a quienes deberían servir. Todos se benefician cuando los
fundadores y sus sucesores son fieles al buen propósito original. El mundo es un mejor lugar,
el negocio y la comunidad prosperan y la familia está bien abastecida. Pero, cuando se
abandona el propósito original o se corrompe, el negocio o la comunidad sufren, y la
organización y la familia están en peligro.

La triste historia del poder heredado en gobiernos, iglesias, negocios y otras organizaciones
nos advierte que por lo general, aquellos que esperan recibir el poder como un derecho, no
sienten la necesidad de desarrollar las habilidades, autodisciplina y actitud de servicio que se
requieren para ser buenos líderes. Esta realidad desconcertó al maestro de Eclesiastés.
“Asimismo aborrecí todo el fruto de mi trabajo con que me había afanado bajo el sol, el cual
tendré que dejar al hombre que vendrá después de mí. ¿Y quién sabe si será sabio o necio?
Sin embargo, él tendrá dominio sobre todo el fruto de mi trabajo con que me afané obrando
sabiamente bajo el sol” (Ec 2:18-19). Esto era real para él y es una realidad para nosotros hoy
día. Con frecuencia, las familias que ganan riqueza y poder gracias a los éxitos de un
emprendedor en una generación, suelen perder estas ganancias en la tercera generación y
también sufren disputas familiares devastadoras y desgracias personales. [1]  Esto no quiere
decir que el poder heredado o la riqueza siempre llevan a resultados de pobreza, sino que la
heredad es una política peligrosa para el gobierno. Las familias, organizaciones o gobiernos
que otorgan la autoridad por herencia harían bien en desarrollar una multiplicidad de medios
para contrarrestar los peligros que conlleva la heredad. Existen asesorías y organizaciones
que se especializan en apoyar a las familias y los negocios en situaciones de sucesión.

Dios llama a samuel a suceder a elí

Si no eran sus indignos hijos, ¿quién podría ser el sucesor de Elí como sacerdote? En 1
Samuel 3:1-4:1 y 7:3, 17 se revela el plan de Dios para levantar al joven Samuel como
sucesor de Elí. Samuel recibe uno de los pocos llamados audibles de parte de Dios que se
registran en la Biblia, pero observe que este no es un llamado a un tipo de trabajo o ministerio
(Samuel había estado sirviendo en la casa del Señor desde que tenía dos o tres años y la
elección de su oficio la hizo su madre. Ver 1S 1:20-28 y 2:18-21). No obstante, es un llamado
a una tarea, concretamente, a informarle a Elí que Dios ha decidido castigarlo a él y a sus
hijos, quienes pronto perderían el lugar de sacerdotes de Dios. Después de atender este
llamado, Samuel continúa sirviendo bajo el mando de Elí hasta que es reconocido como
profeta por sí mismo (1S 4:1) y sucede a Elí luego de su muerte (1S 4:18). Samuel se
convierte en el líder de pueblo de Dios, no debido a una ambición egoísta o la creencia de que
tiene el derecho a serlo, sino porque Dios le ha dado una visión (1S 3:10-14) y los dones y
habilidades para guiar al pueblo a que lleve a cabo esa visión (1S 3:19-4:1) (para más
información sobre el tema del llamado al trabajo, ver Perspectiva general de la vocación).

Los peligros de tratar a Dios como un amuleto de


buena suerte (1 Samuel 4)
Regresar al Índice
No es claro si la corrupción del líder Elí causa la corrupción del pueblo o viceversa, pero los
capítulos del 4 al 6 describen el desastre que le ocurre a aquellos que son gobernados de
forma deficiente. Israel ha estado involucrado en una lucha de siglos contra el país vecino de
los Filisteos, quienes atacan de nuevo y derrotan a los israelitas, lo que resulta en la muerte
de cuatro mil personas (1S 4:1-3). Los israelitas reconocen la derrota como una señal de que
no tienen el favor de Dios. Sin embargo, en vez de examinar su culpa, arrepentirse y pedir la
guía del Señor, tratan de manipular a Dios para que cumpla sus objetivos. Ellos traen el arca
del pacto de Dios y la llevan a la batalla contra los filisteos, creyendo que el arca los hará
invencibles. Sin embargo, los filisteos masacran a Israel en la batalla asesinando a treinta mil
soldados, capturando el arca, asesinando a los hijos de Elí y causando la propia muerte de Elí
(1S 4:4-19).

Los hijos de Elí, junto con los líderes del ejército, cometieron el error de pensar que solo
porque eran el pueblo de Dios y poseían los símbolos de Su presencia, podían controlar el
poder de Dios. Tal vez los que estaban a cargo creían que realmente podían controlar el
poder de Dios llevando el arca de un lado a otro. O quizá se habían engañado a sí mismos
pensando que porque eran el pueblo de Dios, cualquier cosa que quisieran para sí mismos
sería lo que Dios quería para ellos. De cualquier forma, descubrieron que la presencia de Dios
no es garantía del poder de Dios, sino una invitación a recibir la guía de Dios. Irónicamente, el
arca contenía la forma más grandiosa de la guía de Dios —los diez mandamientos (Dt 10:5)
—, pero los hijos de Elí no se tomaron la molestia de buscar que Dios los guiara antes de
atacar a los filisteos.

¿Es posible que caigamos con frecuencia en el mismo mal hábito en el trabajo? Cuando
enfrentamos oposición o dificultad en nuestro trabajo, ¿buscamos la guía de Dios en oración o
solamente decimos una oración rápida creyendo que Dios hará todo lo que queremos que
haga? ¿Consideramos los planes de acción posibles a la luz de la Escritura, o simplemente
mantenemos una Biblia en el escritorio? ¿Analizamos nuestras motivaciones y evaluamos
nuestras acciones estando dispuestos a ser transformados por Dios o solamente nos
decoramos con símbolos cristianos? Si nuestro trabajo parece insatisfactorio o nuestras
carreras no progresan como esperamos, ¿es posible que estemos usando a Dios como un
amuleto de buena suerte, en vez de seguirlo como el señor de nuestro trabajo?

Las oportunidades que surgen de trabajar


fielmente (1 Samuel 5-7)
Regresar al Índice

A los filisteos no les fue mejor con el arca que a los israelitas y esta se convierte en una
propiedad peligrosa para ambas partes hasta que es retirada del uso militar. Entonces,
Samuel llama a Israel a que se vuelva a comprometer con el Señor (1S 5:1-7:3). El pueblo
escucha su llamado y vuelve a adorar al Señor, y la carrera de Samuel se desarrolla
rápidamente. Pronto, su rol como sacerdote se convierte en “juez” (en el sentido de
gobernador militar) y él lidera la exitosa defensa en contra de los filisteos (1S 7:4-13). Su rol
abarca realizar audiencias para temas legales (1S 7:16) y detrás de todas sus tareas, yace su
llamado a ser “un fiel profeta del Señor” (1S 3:20).
Frecuentemente, los trabajadores habilidosos y confiables que son guiados por las
enseñanzas de Dios encuentran que sus labores sobrepasan la descripción de su empleo. Al
enfrentar más y más responsabilidades, la respuesta de Samuel no es “Ese no es mi trabajo”.
En cambio, él ve las necesidades cruciales en frente, reconoce que tiene la capacidad de
atenderlas e interviene para resolverlas. Mientras lo hace, Dios aumenta su autoridad y
efectividad para que estas correspondan con su disposición.

Una lección que podemos tomar es que debemos responder a Dios con una disposición de
servir, como lo hizo Samuel. ¿Usted ha encontrado oportunidades en el trabajo que, hablando
estrictamente, no coinciden con la descripción de su labor? ¿Parece que sus supervisores o
colegas esperan que tome más responsabilidad en áreas que no son formalmente parte de su
trabajo? Con frecuencia, estas son oportunidades de crecer, desarrollarse y progresar (a
menos que a sus supervisores no les agrade que usted asuma una responsabilidad adicional).
¿Qué sería necesario para que usted dé un paso adelante y aproveche esas oportunidades?
Igualmente, es posible que vea necesidades a su alrededor que podría suplir si tuviera la
confianza y el valor para actuar. ¿Qué hace falta para desarrollar su confianza en Dios y
recibir el valor necesario para seguir su guía?

El relato final del gobierno de Samuel (1S 7:15-17) dice que él realizaba un recorrido por las
ciudades de Israel año tras año, gobernando y administrando justicia. El capítulo termina con
la frase, “Y edificó allí un altar al Señor”. Sus servicios cívicos y militares para Israel se
fundaban en su fidelidad y adoración permanentes al Señor.

Cuando los hijos decepcionan (1 Samuel 8:1-3)


Regresar al Índice

Cuando Samuel envejece, repite el mismo error de Elí y designa a sus propios hijos para que
sean sus sucesores. Así como los hijos de Elí, ellos resultan siendo codiciosos y corruptos (1S
8:1-3). Un tema recurrente en Samuel y Reyes son los hijos de grandes líderes que resultan
siendo decepcionantes (la tragedia del hijo de David, Absalón, ocupa una gran parte del relato
de 2 Samuel, de los capítulos 13 al 19, a lo cual llegaremos más adelante. Consulte “El
manejo deficiente de David del conflicto familiar desemboca en una guerra civil” en 2
Samuel 13-19). Esto nos recuerda que el trabajo de la paternidad es tan exigente como todas
las demás ocupaciones, pero mucho más profundo emocionalmente. Aunque no se da una
respuesta en el texto, podemos ver que aparentemente Elí, Samuel y David les dieron muchos
privilegios a sus conflictivos hijos, pero muy poca intervención paternal. Aun así, también
sabemos que incluso los padres más dedicados pueden enfrentar el dolor de tener hijos
rebeldes. En vez de culpar o estereotipar las causas, notemos simplemente que ser padres es
una ocupación que requiere tanta oración, habilidad, apoyo de la comunidad, buena fortuna y
amor como todas las demás, e incluso más. Al final de cuentas, ser padre —ya sea que los
hijos traigan alegría, decepción o algo de las dos— es depender de la gracia y la misericordia
de Dios y esperar la redención de Dios por encima de lo que vemos en nuestra propia vida.
Tal vez nuestro consuelo más grande es recordar que Dios también experimentó el dolor de
un padre por Su Hijo condenado, pero venció todo por medio del poder del amor.

Los israelitas piden un rey (1 Samuel 8:4-22)


Regresar al Índice

Al ver que los hijos de Samuel no eran idóneos, los israelitas le dicen, “danos un rey para que
nos juzgue, como todas las naciones”. Esta solicitud no le agrada a Samuel (1S 8:4-6), quien
le advierte al pueblo que los reyes ponen grandes cargas sobre las naciones.

“Así será el proceder del rey que reinará sobre vosotros: tomará a vuestros hijos, los pondrá a
su servicio en sus carros y entre su gente de a caballo, y correrán delante de sus carros.
Nombrará para su servicio comandantes de mil y de cincuenta, y a otros para labrar sus
campos y recoger sus cosechas, y hacer sus armas de guerra y pertrechos para sus carros.
Tomará también a vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. Tomará lo mejor
de vuestros campos, de vuestros viñedos y de vuestros olivares y los dará a sus siervos”. (1S
8:11-14)

De hecho, los reyes fueron tan voraces que eventualmente el pueblo clama a Dios para que
los salve de ellos (1S 8:18).

Dios está de acuerdo en que es mala idea pedir un rey, porque esto se considera un rechazo
de Dios mismo como rey. No obstante, el Señor decide permitir que el pueblo escoja su forma
de gobierno y le dice a Samuel, “Escucha la voz del pueblo en cuanto a todo lo que te digan,
pues no te han desechado a ti, sino que me han desechado a Mí para que no sea rey sobre
ellos” (1S 8:7). Como lo dice el erudito bíblico John Goldingay, “Dios comienza a trabajar con
Su pueblo en donde este se encuentre; si no pueden seguir Su camino más alto, Él traza uno
más bajo. Cuando no responden al espíritu de Yahweh o cuando se dejan llevar hacia la
anarquía, Él provee… el salvoconducto institucional de los gobernadores terrenales”. Algunas
veces Dios permite la existencia de instituciones que no son parte de Su propósito eterno, y
uno de los ejemplos más claros es la monarquía de Israel.

Tanto Dios como Samuel mostraron una gran humildad, resiliencia y gracia al permitir que
Israel tomara decisiones, cometiera errores y aprendiera de las consecuencias. En muchas
situaciones institucionales y laborales, el liderazgo se debe ajustar a las malas decisiones de
las personas, pero al mismo tiempo debe dar oportunidades de crecimiento y gracia. La
advertencia de Samuel a Israel podría servir fácilmente como una advertencia actual para las
naciones, negocios, iglesias, escuelas y otras organizaciones. En nuestro mundo caído, las
personas abusan del poder y tenemos que adaptarnos y al mismo tiempo hacer lo que
podamos para cambiar las cosas. Nuestro anhelo es amar a Dios y tratar a las demás
personas como Dios manda en la ley dada a Moisés, lo cual ha sido extremadamente difícil
para el puedo de Dios en todas las épocas.

La tarea de elegir a un rey (1 Samuel 9-16)


Regresar al Índice

Saúl es elegido como el primer rey de Israel


Dios elige a Saúl como el primer rey (aproximadamente en el 1050-1010 a. C.), alguien que
parecía estar a la altura —literalmente “de los hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del
pueblo” (1S 9:2). Él también obtuvo victorias militares, la cual es la razón principal por la que
se tiene un rey (1S 11:1-11). Al comienzo, él sirvió fielmente (1S 11:13-14), pero pronto se
volvió desobediente a Dios (1S 13:8-15) y arrogante con el pueblo (1S 14:24-30). Esto
exasperó a Samuel y a Dios, quienes comenzaron a buscarle un reemplazo (1S 16:1). Antes
de que midamos las acciones de Saúl con las expectativas del liderazgo del siglo veintiuno,
deberíamos notar que él simplemente hizo lo que los reyes hacían en el Cercano Oriente
antiguo. El pueblo recibió lo que pidió (y lo que Samuel les había advertido): un tirano militar,
carismático que se engrandecía a sí mismo.

¿Cómo debemos evaluar al primer rey de Israel? ¿Dios cometió un error al guiar a Samuel a
ungir al joven Saúl como rey? ¿O fue la elección de Saúl una lección objetiva para que los
israelitas no fueran seducidos por las apariencias externas, bien parecidas por fuera pero
vacías por dentro? Al pedir un rey, los israelitas mostraron su falta de fe en Dios. El rey que se
les dio demostró a final de cuentas la misma falta de fe en Dios. La tarea principal de Saúl
como rey era garantizar la seguridad de los israelitas frente a los ataques de los filisteos
vecinos y otras naciones, pero cuando se enfrentó con Goliat, su temor venció su fe y
demostró no estar al nivel de su rol (1S 17:11). A lo largo de su reinado, Saúl dudó de Dios de
igual forma, buscando el consejo en los lugares equivocados, y finalmente se suicidó mientras
el enemigo derrotaba su ejército (1S 31:4).

David es elegido como sucesor de Saúl

Al buscar el reemplazo de Saúl, Samuel casi comete el error de juzgar por apariencias por
segunda vez (1S 16:7-7). El joven David no parecía importante ante los ojos de Samuel, pero
con la ayuda de Dios, Samuel finalmente reconoce que Dios lo había elegido para ser rey de
Israel. A simple vista, David no proyecta la imagen de seriedad que el pueblo espera en un
líder (1S 16:6-11). Poco después en la historia, Goliat, el gigante filisteo, también lo desprecia
(1S 17:42). David no es un candidato tradicional por razones que van más allá de su juventud.
Además de ser el hijo menor en una sociedad basada en la superioridad del primogénito,
proviene de una mezcla étnica (no es descendiente puro de israelitas), debido a que una de
sus bisabuelas fue Rut (Rut 4:21-22), una inmigrante de Moab (Rut 1:1-4). A pesar de que
David tiene varios puntos en su contra, Dios lo ve como alguien prometedor.

Al pensar en la selección del liderazgo en la actualidad, es útil recordar la palabra de Dios


para Samuel: “Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero
el Señor mira el corazón” (1S 16:7). En el reino al revés de Dios, puede que el último o el
ignorado resulte siendo la mejor elección. El mejor líder puede ser el que nadie está
buscando. Quizá sea tentador dejarse asombrar por el candidato que inicialmente es
impresionante, el que irradia carisma, la persona que otros quieren seguir. Pero de hecho, la
alta autoestima lleva a un bajo rendimiento de acuerdo con un artículo del 2012 de Harvard
Business Review [Revista de negocios de Harvard].[2] Lo que Dios valora no es el carisma, es
el carácter. ¿Qué se necesita para aprender a ver el carácter de una persona a través de los
ojos de Dios?

Es importante el hecho de que David esté afuera haciendo su trabajo de pastor, cuidando con
esmero las ovejas de su padre, cuando Samuel lo encuentra. El rendimiento fiel en el trabajo
que se tiene es una buena preparación para un trabajo más grande, como en el caso de David
(1S 17:34-37; ver también Lucas 16:10; 19:17). Pronto, Samuel descubre que David es el
líder fuerte, seguro y competente que el pueblo anhela, un hombre que “salga delante de
nosotros y dirija nuestras batallas” (1S 8:20). A lo largo de su carrera, David tiene en mente
que sirve por la voluntad de Dios cuidando al pueblo de Dios (2S 6:21). Dios lo describe como
un “hombre conforme a Mi corazón” (Hch 13:22).

David asciende al poder (1 Samuel 17-30)


Regresar al Índice

A diferencia de Saúl, quien comenzó su reinado poco después de que Samuel lo ungiera (1S
11:1), David debe pasar por un tiempo de formación largo y difícil antes de ser reconocido
como rey en Hebrón. Su primer éxito público es el asesinato del gigante Goliat, quien está
amenazando la seguridad militar de Israel. Cuando el ejército regresa a casa, una multitud de
mujeres comienza a cantar, “Saúl ha matado a sus miles, y David a sus diez miles” (1S 18:7),
lo que enfurece a Saúl (1S 18:8). En vez de reconocer que tanto él como la nación se pueden
beneficiar de las capacidades de David, lo ve como una amenaza y decide eliminarlo lo antes
posible (1S 18:9-13). Por tanto, comienza una rivalidad que eventualmente obliga a David a
huir para escapar de Saúl y salvar su vida. Él pasa diez años en el desierto de Judá y se
encarga de liderar un grupo de forajidos.

Cuando tuvo la oportunidad de asesinar al rey Saúl, David se rehúsa sabiendo que no le
correspondía a él tomar el trono, sino que es Dios el que lo otorga. Como lo dice el Salmo,
“sino que Dios es el juez; a uno humilla y a otro ensalza” (Sal 75:7). David respeta la autoridad
que Dios le dio a Saúl incluso cuando Saúl actúa de formas deshonrosas. En la actualidad,
esta es una lección para aquellos que trabajan con jefes difíciles o que están esperando ser
reconocidos por su liderazgo. Aunque sintamos que somos llamados por Dios a una tarea o
una posición en particular, no estamos autorizados para tomar el poder obrando en contra de
las autoridades existentes. Si todo el que piense que Dios lo llama a ser jefe, tratara de
acelerar el proceso tomando el poder por sí mismo, todas las sucesiones de autoridad serían
peor que caóticas. Dios es paciente y nosotros también debemos ser pacientes, como lo fue
David.

¿Podemos confiar en que Dios nos dará la autoridad que necesitamos a Su tiempo para
trabajar en lo que Él quiere que hagamos? Tener más autoridad en el lugar de trabajo es útil
para hacer que el trabajo necesario se lleve a cabo. Sin embargo, tomar la autoridad
prematuramente presionando para que un jefe se retire o sacando del camino a un colega no
construye confianza con los compañeros de trabajo ni demuestra confianza en Dios. A veces
puede ser frustrante cuando parece que la autoridad necesaria tarda demasiado en llegar,
pero la verdadera autoridad no se puede tomar, solo se puede conceder. David estaba
dispuesto a esperar hasta que Dios le entregara esa autoridad en sus manos.

Abigail disipa la crisis entre David y Nabal (1 Samuel 25)


Regresar al Índice

Mientras el poder de David aumenta, surge un conflicto con un propietario de tierras rico
llamado Nabal. Casualmente, la banda de rebeldes de David que están en contra del gobierno
de Saúl, ha estado acampando en el área de Nabal por un tiempo. Los hombres de David han
tratado a los pastores de Nabal con amabilidad, protegiéndolos del peligro o al menos, no
robándoles nada (1S 25:15-16). Gracias a esto, David asume que Nabal le debe algo y envía
una delegación para pedirle que done algunos corderos para una fiesta del ejército de David.
David le ordena a su delegación que sean muy amables con Nabal, quizá al darse cuenta de
la debilidad de su pretensión.

Nabal se rehúsa a darle a David algo para la fiesta y también lo insulta públicamente, niega
conocerlo y ataca su integridad diciendo que está en rebeldía contra Saúl (1S 25:10). Los
propios sirvientes de Nabal describen a su señor como “un hombre tan indigno que nadie
puede hablarle”. David inmediatamente se pone en marcha con cuatrocientos hombres
armados para asesinar a Nabal y a todos los hombres de su casa.

Repentinamente, David está a punto de cometer un asesinato masivo mientras a Nabal le


importa más su orgullo que sus trabajadores y su familia. Estos dos hombres arrogantes son
incapaces de resolver una disputa relacionada con ovejas sin derramar la sangre de cientos
de personas inocentes. Gracias a Dios, la sabia esposa de Nabal, Abigail, interviene en la
contienda. Rápidamente prepara un banquete para David y sus hombres, luego sale para
encontrarse con David y darle una disculpa que establece un nuevo estándar de cortesía en el
Antiguo Testamento (1S 25:26-31). Sin embargo, entre las palabras corteses, ella expresa
algunas verdades fuertes que David necesita escuchar. Él está a punto de derramar sangre
sin causa, por la cual tendría que cargar con una culpa de la que nunca podría escapar. David
se conmueve con sus palabras y abandona su plan de asesinar a Nabal y a todos sus
hombres y niños, e incluso le agradece a Abigail por impedirle realizar su plan insensato.

“Bendito sea tu razonamiento, y bendita seas tú, que me has impedido hoy derramar sangre y
vengarme por mi propia mano. Sin embargo, vive el Señor, Dios de Israel, que me ha
impedido hacerte mal, que si tú no hubieras venido pronto a encontrarme, ciertamente, para la
luz del alba, no le hubiera quedado a Nabal ni un varón”. (1S 25:33-34)

El incidente demuestra que las personas deben pedirles a sus líderes que rindan cuentas,
aunque esto pueda constituir un gran riesgo personal. Usted no tiene que estar en una
posición de autoridad para ser llamado a ejercer influencia, pero necesita valentía, la cual
puede recibir de Dios en cualquier momento afortunadamente.

La intervención de Abigail también demuestra que mostrar respeto, incluso al dar una fuerte
crítica, proporciona un modelo para confrontar la autoridad. Nabal convirtió una disputa
insignificante en una situación fatal al adornar un conflicto pequeño con un insulto personal.
Abigail resuelve una crisis de amenaza mortal al dar una amonestación importante adornada
en un diálogo respetuoso.

¿En qué maneras nos puede llamar Dios a ejercer influencia para que las personas que están
en posiciones altas de autoridad rindan cuentas? ¿Cómo podemos cultivar una actitud
piadosa de respeto acompañada de un compromiso inquebrantable de decir la verdad?
¿Cuánta valentía se requiere de parte de Dios para poder hacerlo?

La edad de oro de la monarquía (2 Samuel 1-24; 1 Reyes 1-11;


1 Crónicas 21-25)
Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo
Finalmente, luego de la muerte de Saúl, David es ungido como rey sobre todo Israel (2S 5:1-
10). Cuando David se convierte en rey, usa su talento para ayudar a otros a desarrollarse.
Contrario al temor de Saúl de que surgiera un rival, David se rodea de aquellos cuyas proezas
son tan grandes como las suyas (2S 23:8-39; 1Cr 11:10-47). Él los honra (1Cr 11:19),
fomenta su fama y los asciende (1Cr 11:25). Dios usa la disposición de David de apoyar y
alentar a las personas para hacerlo exitoso y para bendecir al pueblo bajo su reinado.

Al fin, la confederación débil de tribus israelitas se ha unido como una nación. Por ochenta
años, primero bajo el gobierno de David (aproximadamente en los años 1010-970 a. C.) y
luego el de su hijo Salomón (aproximadamente en los años 970-931 a. C.), Israel experimenta
una edad de oro de prosperidad y renombre entre todas las naciones del Cercano Oriente
antiguo. Sin embargo, en medio de sus éxitos, estos dos gobernantes también violan el pacto
de Dios. Aunque esto limitó el daño solamente a sus propias épocas, se establece un patrón
para que aquellos que vienen después se aparten del Señor y abandonen Su pacto.

Los éxitos y fracasos de David en su reinado


(2 Samuel 1-24)
Regresar al Índice

La Biblia considera a David como el modelo de rey de Israel, y los libros de Samuel, Reyes y
Crónicas describen sus muchos éxitos. Aun así, incluso David, un hombre conforme al
corazón de Dios (1S 13:14), abusa de su poder y actúa con incredulidad en algunos
momentos. Él tiende a tener éxito cuando no se toma a sí mismo muy seriamente, pero se
mete en apuros cuando el poder se le sube a la cabeza —por ejemplo, cuando realiza un
censo violando el mandato de Dios (2S 24:10-17) o cuando explota sexualmente a Betsabé y
ordena el asesinato de su esposo Urías (2S 11:2-17). Sin embargo, a pesar de los fracasos de
David, Dios cumple Su pacto con él y lo trata con misericordia.

El manejo deficiente de David del conflicto familiar desemboca en


una guerra civil (2 Samuel 13-19)
Regresar al Índice

La mayoría de personas nos sentimos incómodas en situaciones de conflicto, así que


tendemos a evitar enfrentarlas, ya sea en casa o en el trabajo. Sin embargo, los conflictos son
muy parecidos a las enfermedades. Los pequeños pueden desaparecer incluso si los
ignoramos, pero los grandes terminarán agravándose y volviéndose más catastróficos para
nuestro sistema si no los atendemos. Esto es lo que ocurre con la familia de David. Él permite
que el conflicto entre algunos de sus hijos sumerja a su familia en la tragedia. Su hijo mayor,
Amnón, viola y deshonra a su media hermana, Tamar (2S 13:1-19). El hermano de Tamar,
Absalón, odia a Amnón por ese crimen, pero no le dice nada al respecto. David conoce el
problema pero decide ignorar la situación (2S 13:21) (para más información sobre los hijos
que decepcionan a sus padres, ver “Cuando los hijos decepcionan” en 1 Samuel 8:1-3).

Todo parece estar bien durante dos años, pero un conflicto sin resolver de esta magnitud
nunca desaparece por sí solo. Cuando Amnón y Absalón viajan juntos al campo, Absalón le
ofrece vino en abundancia a su medio hermano y después hace que sus sirvientes lo asesinen
(2S 13:28-29). El conflicto atrae a más miembros de la familia de David, los aristócratas y el
ejército, hasta que toda la nación se sume en la guerra civil. Evitar los conflictos provoca una
destrucción que en muchos casos es peor que la incomodidad que puede resultar de tratar
con los asuntos cuando estos surgen.

Los maestros de Harvard Ronald Heifetz y Marty Linsky describen cómo los líderes deben
“orquestar el conflicto”, enfrentar el conflicto directamente, en vez de ignorarlo, evitarlo u
ocultarlo. De otra forma, este se intensificará —generalmente en el peor momento y de la
forma más perjudicial— para frustrar metas y poner en peligro las organizaciones. [1] De igual
forma, Jim Collins da el ejemplo de Alan Iverson, quien fue el CEO de Nucor Steel en un
momento en el que había grandes desacuerdos acerca de si la compañía debía recurrir al
reciclaje de desechos de acero o no. Iverson expuso las divisiones al permitir que todos dieran
su opinión, protegiéndolos de represalias de los que estaban en desacuerdo. Los “acalorados
debates” que resultaron fueron incómodos para todos. “Las personas gritaban, agitaban los
brazos y golpeaban las mesas. Los rostros se enrojecían y las venas sobresalían”. Sin
embargo, reconocer el conflicto y ocuparse de él de forma abierta evitó que fuera escondido y
explotara más adelante. Además, revelar una variedad de hechos y opiniones llevó a que el
grupo tomara mejores decisiones. “Los colegas entraban a la oficina de Iverson y se gritaban
unos a otros, pero entonces aparecían con una conclusión… La estrategia de la compañía
‘evolucionó a través de muchas discusiones y peleas angustiantes’”. [2] En realidad, el conflicto
bien orquestado puede ser una fuente de creatividad.

La desobediencia de David a Dios causa una


pestilencia nacional (1 Crónicas 21:1-17)
Regresar al Índice

David también sufre otro fracaso que, para nosotros en el siglo veintiuno, puede parecer
extraño: realiza un censo del pueblo de Israel. Aunque este parece ser un acto prudente, el
texto bíblico nos dice que Satanás incitó a David a que lo hiciera, yendo en contra del consejo
del general Joab. Además, “el censo desagradó a Dios, e hirió a Israel” (1Cr 21:7).

David reconoce su pecado al hacer un censo en contra de la voluntad de Dios. Él recibe tres
opciones, pero cualquiera de estas perjudicaría a muchas personas en el reino: podía haber
(1) tres años de hambruna, (2) tres meses de devastación por la espada de sus enemigos o
(3) tres días de una pestilencia en la tierra. David escoge la tercera opción, por la cual mueren
setenta mil personas cuando un ángel de muerte pasa por la tierra. En esta situación David
clama a Dios, “¿No soy yo el que ordenó enumerar al pueblo? Ciertamente yo soy el que ha
pecado y obrado muy perversamente, pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Oh Señor, Dios
mío, te ruego que Tu mano sea contra mí y contra la casa de mi padre, pero no contra Tu
pueblo, para que no haya plaga entre ellos” (1Cr 21:17).

Probablemente sea difícil también para nosotros entender por qué Dios castigaría a setenta
mil personas por causa del pecado de David. Aunque el texto no da una respuesta al
respecto, podemos ver que las transgresiones de los líderes perjudican inevitablemente a las
personas que están bajo su autoridad. Si los líderes de negocios toman malas decisiones en
el desarrollo de productos, las personas en su organización perderán sus trabajos cuando las
ganancias se desplomen. Si un gerente de un negocio no hace cumplir las reglas de higiene,
los comensales se enfermarán. Si un maestro da buenas notas por un mal trabajo, los
estudiantes fracasarán o se quedarán atrás en el siguiente nivel de educación. Aquellos que
aceptan posiciones de liderazgo no pueden evadir su responsabilidad por los efectos de sus
acciones sobre otras personas.

El apoyo de David a las artes musicales


(1 Crónicas 25)
Regresar al Índice

El primer libro de Crónicas agrega un detalle que no se encuentra en 2 Samuel y 1 Reyes.


David conforma un equipo de músicos “para cantar en la casa del Señor”. 

Todos éstos estaban bajo la dirección de su padre para cantar en la casa del Señor, con
címbalos, arpas y liras, para el servicio de la casa de Dios. Asaf, Jedutún y Hemán estaban
bajo la dirección del rey. El número de los que fueron instruidos en el canto al Señor, con sus
parientes, todos los que eran hábiles, fue de doscientos ochenta y ocho. (1Cr 25:6-7)

Mantener un ensamble del tamaño de dos orquestas sinfónicas modernas sería una tarea
significativa en una nación emergente en el siglo décimo antes de Cristo. Sin embargo, David
no lo ve como un lujo, sino como una necesidad. De hecho, él lo solicita en su rol como
comandante en jefe del ejército, con el consentimiento de los demás comandantes (1Cr 25:1).

Hoy día, muchos ejércitos tienen bandas y coros. Estos incluso existen en otros tipos de
lugares de trabajo, a menos que estos mismos sean organizaciones musicales. Hay algo
acerca de la música y las demás artes que es esencial para toda clase de trabajos. La
creación de Dios —la fuente de la actividad económica humana— no es solamente productiva,
también es hermosa (e.g. Gn 3:6; Sal 96:6; Ez 31:7-9) y Dios ama el trabajo hermoso (e.g. Is
60:13). ¿Cuál es el lugar de la belleza en nuestro trabajo? ¿Usted, su organización o las
personas que hacen uso de su trabajo, se verían beneficiados si su trabajo produjera más
belleza? Incluso, ¿qué significa en su caso que su trabajo sea bello?

Evaluación del reinado de David (1 Reyes)


Regresar al Índice

¿Cómo debemos evaluar a David y su reinado? Es importante mencionar que aunque


Salomón ganó más riquezas, tierras y prestigio que su padre, los libros de Reyes y Crónicas
aclaman a David como el rey más grandioso de Israel, el modelo frente al cual se debían
medir todos los demás reyes.

Puede que la respuesta de Dios a los aspectos positivos y negativos que vemos en la vida y
las acciones de David, nos traiga esperanza. Nos impresiona su devoción decisiva incluso
mientras palidecemos al ver su manipulación política, lujuria y violencia. Cuando vemos una
ambivalencia similar en nuestros propios corazones y acciones, encontramos consuelo y
esperanza en el Dios que perdona todos nuestros pecados. La presencia del Señor con David
nos da la esperanza de que incluso en nuestra infidelidad, Dios sigue estando con nosotros
como el Lebrel implacable del Cielo.

Igual que Saúl, David combinó la grandeza y la fidelidad con el pecado y el error. Entonces,
nos podemos preguntar por qué Dios preservó el reino de David pero no el de Saúl. En parte,
puede ser porque el corazón de David permaneció fiel a Dios (1R 11:4; 15:3), a pesar de lo
errático de sus obras. Esto nunca se dice de Saúl. O puede ser simplemente porque la mejor
forma de que Dios llevara a cabo Sus propósitos para Su pueblo era poner a David en el trono
y mantenerlo allí. Cuando Dios nos llama a realizar una tarea o a estar en cierta posición, no
significa que está pensando en nosotros necesariamente. Puede que nos escoja por el efecto
que tendremos en otras personas. Por ejemplo, Dios le dio a Ciro de Persia la victoria sobre
Babilonia, no para recompensar o beneficiar a Ciro sino para liberar a Israel de la cautividad
(2Cr 36:22-23).

David prepara a Salomón para sucederlo como rey


(1 Reyes 1; 1 Crónicas 22)
Regresar al Índice

Ya que David había derramado tanta sangre como rey, Dios decidió no permitirle construir una
casa para el Señor. En vez de él, su hijo Salomón recibió esta tarea (1Cr 22:7-10). Así que
David aceptó que su tarea final era preparar a Salomón para el trabajo de ser rey (1Cr 22:1-
16) y para rodearse de un equipo competente (1Cr 22:17-19). David proporcionó todo lo
necesario para la construcción del templo de Dios en Jerusalén diciendo, “Mi hijo Salomón es
joven y sin experiencia, y la casa que ha de edificarse al Señor será de gran magnificencia”
(1Cr 22:5). Él le cedió la autoridad a Salomón públicamente, y se aseguró de que los líderes
de Israel reconocieran a su hijo como el nuevo rey y se prepararan para ayudarle a ser exitoso
en su labor.
David reconoció que el liderazgo es una responsabilidad que sobrepasa la trayectoria de una
sola persona. En muchos casos, su trabajo continuará luego de que usted se haya ido (ya sea
por un ascenso, jubilación o cambio de trabajo). Usted tiene el deber de crear las condiciones
que necesita su sucesor para ser exitoso. En la preparación de David a Salomón, vemos tres
elementos de planeación de la sucesión.

Primero, se deben proporcionar los recursos que necesita el sucesor para completar las
tareas que queden inconclusas. Si usted ha sido exitoso (al menos moderadamente), habrá
aprendido a reunir los recursos que requiere su posición laboral. Con frecuencia, esto
depende de las relaciones que su sucesor no hereda inmediatamente. Por ejemplo, el éxito
puede depender de la ayuda de personas que no trabajan en su departamento, pero que han
estado dispuestas a ayudarle en su trabajo. Usted tiene que asegurarse de que su sucesor
sepa quiénes son estas personas y hacer que ellos se comprometan a seguir ayudando luego
de que usted se haya ido. David hizo que “todo experto en toda clase de obra” con quien
había desarrollado relaciones de trabajo, trabajara para Salomón luego de que él se fuera
(1Cr 22:15).

Segundo, se le debe transmitir al sucesor el conocimiento y las relaciones establecidas. En


muchas situaciones, esto se realiza trayendo a su sucesor al trabajo con bastante antelación.
Por un tiempo corto antes de su muerte, David incluyó a Salomón en las estructuras de
liderazgo y los rituales del reino, aunque parece que pudo ser mucho mejor si hubiera
comenzado a hacerlo antes (1R 1:28-40). En otros casos, puede que su opinión no se tome
en cuenta al designar a su sucesor y que no pueda compartir tiempo con esta persona en el
trabajo. En ese caso, usted tendrá que pasar información por escrito y por medio de aquellos
que permanecen en la organización. ¿Qué podría hacer para que el trabajo y su sucesor
puedan prosperar, para la gloria de Dios, luego de que usted se haya ido?

Tercero, es necesario entregar el poder de forma decisiva a la persona que toma el puesto.
Sea que usted la escoja o que otros tomen la decisión sin tener en cuenta su opinión, usted
tiene la oportunidad de reconocer públicamente la transición y ceder de forma definitiva la
autoridad que tenía antes. Sus palabras y acciones le otorgarán una bendición o una
maldición a su sucesor. Un ejemplo reciente de este aspecto es la manipulación en la que se
involucró Vladimir Putin para mantener el poder luego de que las limitaciones en cuanto a los
periodos como mandatario no le permitieran un tercer periodo consecutivo como presidente de
Rusia. Él hizo que parte del poder presidencial se transfiriera al primer ministro, y después usó
su influencia para que un anterior subordinado fuera elegido como presidente, el cual nombró
a Putin como primer ministro inmediatamente después.[3] Luego de un periodo como primer
ministro, Putin ocupó el lugar de presidente de nuevo fácilmente, gracias a la invitación del
titular, quien decidió hacerse a un lado.[4] Como resultado, la concentración del poder en
manos de Putin ha sido constante por décadas —lo cual es lo que tratan de evitar los límites
—, muy posiblemente en detrimento de Rusia y sus países vecinos. En cambio, David dispuso
que Salomón fuera ungido públicamente como rey, le entregó los símbolos de la monarquía y
lo presentó públicamente como el nuevo rey mientras que él mismo estaba vivo (1R 1:32-
35, 39-40).

Salomón sucede a David como rey (1 Reyes 1-11)


Regresar al Índice
Luego de tomar el lugar de David como rey, Salomón enfrenta una inmensidad de tareas (1R
3:5-15), plenamente consciente de que no es el más idóneo para la labor (1Cr 22:5) y que el
trabajo que se le encomienda es inmenso. Además del proyecto del templo, está a cargo de
una nación grande y compleja, “un pueblo inmenso que no se puede numerar ni contar por su
multitud” (1R 3:8). Incluso mientras adquiere experiencia en el trabajo, se da cuenta de que es
tan complejo que nunca podrá descifrar la forma correcta de proceder en todas las
circunstancias. En su necesidad de ayuda divina le pide a Dios, “Da, pues, a Tu siervo un
corazón con entendimiento para juzgar a Tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal.
Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo Tuyo tan grande?” (1R 3:9). Dios responde
su oración y le da “sabiduría, gran discernimiento y amplitud de corazón como la arena que
está a la orilla del mar” (1R 4:29).

Salomón construye el templo del Señor (1 Reyes 5-8)


Regresar al Índice

La primera tarea enorme de Salomón es construir el templo del Señor y para lograr esta
proeza arquitectónica, contrata a profesionales de todas partes de su reino. Se dedican tres
capítulos (1R 5-7) para describir el trabajo de la construcción del templo, de los cuales
tenemos espacio para una muestra breve:

Salomón tenía setenta mil hombres que llevaban las cargas, y ochenta mil canteros en las
montañas, además de los tres mil trescientos oficiales de Salomón que estaban al frente de la
obra y que gobernaban la gente que hacía el trabajo. Entonces el rey dio órdenes, y sacaron
grandes piedras, piedras costosas, para echar los cimientos de la casa con piedras labradas.
(1R 5:15-17)

Fundió las dos columnas de bronce; la altura de una columna era de dieciocho codos, y un
cordel de doce codos medía la circunferencia de las dos. Hizo también dos capiteles de
bronce fundido para colocarlos en las cabezas de las columnas; la altura de un capitel era de
cinco codos y la del otro capitel era de cinco codos. Había redes de obra de malla y trenzas de
obra de cadenilla para los capiteles que estaban en la cima de las columnas; siete para un
capitel y siete para el otro capitel. (1R 7:15-17)

Y Salomón hizo todos los utensilios que estaban en la casa del Señor: el altar de oro y la
mesa de oro sobre la cual estaba el pan de la Presencia; los candelabros de oro puro, cinco a
mano derecha y cinco a mano izquierda, frente al santuario interior; las flores, las lámparas y
las tenazas de oro; las copas, las despabiladeras, los tazones, las cucharas y los incensarios
de oro puro; y los goznes para las puertas de la casa interior, el lugar santísimo, y para las
puertas de la casa, es decir, de la nave, también de oro. Así fue terminada toda la obra que el
rey Salomón hizo en la casa del Señor. Y Salomón trajo las cosas consagradas por su padre
David, es decir, la plata, el oro y los utensilios, y los puso en los tesoros de la casa del Señor.
(1R 7:48-51)

Salomón involucra a un número considerable de personas que ayudan a construir y mantener


su reino. Todos en el reino contribuyen con su conocimiento y habilidades para ayudar a
construir el templo, desde los profesionales expertos hasta las personas en trabajos forzosos.
Con o sin intención, al darle empleo a tantas personas de todas las condiciones sociales,
Salomón asegura que la gran mayoría de ciudadanos inviertan de forma personal en el
bienestar político, religioso, social y económico del reino.

Salomón centraliza el gobierno del reino (1 Reyes 9-11)


Regresar al Índice

El gran esfuerzo nacional necesario para construir el templo convierte a Salomón en el


gobernante de un reino poderoso. Durante su reinado, Israel alcanza el pico de su fuerza
militar y económica, y el reino cubre más territorio que en cualquier otra época de la historia
de Israel. Él lleva a cabo la centralización del gobierno, de la organización económica y la
adoración de la nación.

Para reunir un grupo de trabajadores tan grande, el rey Salomón recluta por la fuerza
personas de todas partes de Israel, lo que da un total de treinta mil hombres (1R 5:13-14).
Parece que Salomón les paga a los israelitas que fueron reclutados por la fuerza (1R 9:22) de
acuerdo con lo que dice Levítico 25:44-46, en donde se prohíbe esclavizar israelitas. Sin
embargo, los extranjeros residentes sí se convierten en esclavos (1R 9:20-21). Además, una
multitud de trabajadores provienen de naciones circundantes. Se reúne una gran variedad de
profesionales altamente calificados de distintas procedencias, incluyendo a los mejores
artesanos del momento. Los libros de Samuel, Reyes y Crónicas —que se interesan
principalmente en el trabajo de la monarquía— dicen poco acerca de estos trabajadores;
solamente mencionan cómo se relacionan con el templo, pero se les puede ver en el fondo de
la historia, haciendo posible la existencia de toda la sociedad. Sin embargo, al hacerlos
trabajar a la fuerza, Salomón construye su reino con métodos que debilitan su legitimidad y
estabilidad. Desde ya podemos ver que se avecinan los problemas.

Salomón ve que mientras el gobierno central se expande, será necesario alimentar el gran
grupo de trabajadores que sigue creciendo. Los soldados y los trabajadores de todos los
proyectos de construcción de Salomón necesitan sus raciones (1R 5:9-11) y la creciente
burocracia también se debe alimentar. Por tanto, el rey organiza a la nación en doce sectores
y designa a un representante como supervisor de cada sector. Cada representante se encarga
de proveer todas las raciones de alimento requeridas para un mes de cada año. Como
resultado, las hijas de los israelitas son reclutadas por la fuerza para trabajar como “cocineras
y panaderas” (1S 8:13). Israel llega a ser como los demás reinos, con trabajo forzado,
impuestos elevados y una élite central que tiene el poder sobre el resto del país.

Como lo había predicho Samuel, los reyes hacen que el ejército crezca grandemente (1S
8:11-12). La militarización florece totalmente durante el reinado de Salomón al convertirse en
un elemento esencial de la estabilidad del reino. Todo tipo de soldados, desde los del rango
más bajo hasta los generales, necesitan armas que incluyen las jabalinas, lanzas, arcos y
flechas, espadas, dagas, cuchillos y hondas. Además, necesitan un equipo protector con
escudos, cascos y armaduras para el cuerpo. Para manejar un ejército tan grande, se debe
mantener una organización militar nacionalizada. A diferencia de su padre, Salomón es
llamado “hombre de paz”, aunque esta paz se asegura por medio de una fuerza militar bien
organizada y aprovisionada.

En la historia de Salomón vemos cómo la sociedad depende del trabajo de una multitud de
personas además de las estructuras y sistemas que organizan la producción y distribución a
gran escala. La capacidad humana de organizar el trabajo es una evidencia de que somos
creados a imagen de Dios, quien trae orden a partir del caos en una escala mundial (Gn 1).
Qué apropiado que la Biblia describa esta habilidad por medio de la construcción del lugar
donde Dios se reúne con la humanidad. Se requiere una habilidad dada por Dios para
organizar el trabajo a una escala lo suficientemente grande como para construir la casa de
Dios. Pocas personas querrían regresar a los métodos de organización de Salomón —
reclutamiento, trabajos forzados y militarización—, así que podemos darle gracias a Dios por
guiarnos a usar métodos más justos y efectivos en la actualidad. Tal vez lo que tomamos de
este episodio es que Dios está sumamente interesado en el arte de coordinar el trabajo y la
creatividad humana para alcanzar Sus propósitos en el mundo.

Evaluación de la edad de oro de Salomón (1 Reyes)


Regresar al Índice

La profecía de Samuel acerca de los peligros de tener un rey se cumple en la época de


Salomón.

“Así será el proceder del rey que reinará sobre vosotros: tomará a vuestros hijos… Tomará
también a vuestras hijas… Tomará lo mejor de vuestros campos, de vuestros viñedos y de
vuestros olivares… De vuestro grano y de vuestras viñas tomará el diezmo... Tomará también
vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes y vuestros asnos… De vuestros
rebaños tomará el diezmo, y vosotros mismos vendréis a ser sus siervos. Ese día clamaréis
por causa de vuestro rey a quien escogisteis para vosotros, pero el Señor no os responderá
en ese día. (1S 8:11-18)

A simple vista, la administración de Salomón y sus campañas de construcción parecen ser


muy buenas. El pueblo está feliz de hacer los sacrificios necesarios para construir el templo
(1R 8:65-66), un lugar donde todos pueden ir a recibir la justicia (1R 8:12-21), el perdón (1R
8:33-36), la sanación (1R 8:37-40) y la misericordia de Dios (1R 8:46-53).

Sin embargo, después de terminar la construcción del templo, Salomón construye un palacio
para él de la misma escala y magnificencia que el templo (1R 9:1, 10). Cuando se acostumbra
al poder y la riqueza, se vuelve egoísta, arrogante e infiel y destina una gran parte de la
capacidad productiva de la nación para su beneficio personal. Decide revestir de oro su
grande e impresionante trono de marfil (2Cr 9:17), recibe a las visitas con lujos (1R 10:5),
deshonra los acuerdos que hace con sus aliados (1R 9:12) y su consorte son “setecientas
mujeres que eran princesas y trescientas concubinas” (1R 11:3). Este último acto lo lleva a su
ruina definitiva, porque “amó a muchas mujeres extranjeras” (1R 11:1), lo que resultó en que
“cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras otros dioses, y su
corazón no estuvo dedicado por entero al Señor su Dios” (1R 11:4). Por esto, construye
santuarios para Astoret, Milcom, Quemos y Moloc (1R 11:7). Ya que el pacto establece que la
clave de la prosperidad de la nación es que el rey sea fiel al Señor, Israel descendió
rápidamente de la cúspide. Es evidente que a Dios realmente le importa si hacemos nuestro
trabajo para favorecer Sus propósitos o si lo hacemos en contra ellos. Es posible alcanzar
logros asombrosos cuando trabajamos de acuerdo con los planes de Dios, pero cuando no lo
hacemos, nuestro trabajo se desintegra rápidamente.
El paso de monarquías fallidas al exilio (1 Reyes 11-2 Reyes 25;
2 Crónicas 10-36)
Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Aunque Salomón es apenas el tercer rey de Israel, el reino ya ha alcanzado su mejor


momento. Durante los siguientes cuatrocientos años, un mal rey tras otro lidera la nación
hacia la decadencia, la desintegración y la derrota.

La poderosa nación de Salomón se divide en dos (1 Reyes 11:26-


12:19)
Después de la muerte de Salomón, pronto se hace evidente que la tensión había estado
creciendo bajo una fachada de administración equitativa y eficiente. Luego de la muerte del
gran rey, Jeroboam (quien antes supervisaba el trabajo forzado) y “toda la asamblea de Israel”
se acercan al hijo y sucesor del rey, Roboam (aproximadamente en el 931-914 a. C.) para
pedirle, “aligera la dura servidumbre de tu padre y el pesado yugo” (1R 12:3-16; 2Cr 10:4).
Ellos están listos para hacer un compromiso de lealtad hacia el nuevo rey a cambio de una
reducción en los trabajos forzados e impuestos elevados. [1] Sin embargo, durante cuarenta
años Roboam solo ha conocido la vida lujosa en el palacio, atendida y abastecida por el
pueblo de Israel. Piensa que tiene todo el derecho al poder y por eso no permite ninguna
concesión. En vez de aligerar la carga excesiva que su padre puso sobre el pueblo, Roboam
decide hacer su yugo aún más pesado.

Además de cumplir la predicción de Samuel (1S 8:18), se deriva una rebelión y la monarquía
se divide por siempre. Por más que el pueblo de Israel hubiera estado dispuesto a cumplir con
su buena parte del trabajo para sostener el estado, el surgimiento de expectativas
irrazonables y poco realistas resulta en la insurrección y la división. Las diez tribus del norte se
separan y ungen a Jeroboam como su rey (aproximadamente en los años 931-910 a. C.).
Aunque él fue líder de la delegación que buscaba que Roboam redujera los impuestos, es
claro que su dinastía no le da más beneficios a su pueblo.

El camino hacia el exilio del reino del norte (1 Reyes 12:25-2 Reyes
17:18)
Durante dos siglos (del 910-722 a. C.), el reino del norte de Israel es gobernado por reyes que
hacen lo malo delante de Dios. Estos siglos se caracterizan por una guerra constante, la
traición y el asesinato, lo que termina en una derrota catastrófica en manos de la nación de
Asiria. Para destruir todo el sentido de la identidad nacional, los conquistadores asirios se
llevan al pueblo, lo dispersan en diferentes partes de su imperio y traen extranjeros para
poblar la tierra conquistada (2R 17:5-24). Como se expone en “La desobediencia de David a
Dios causa una pestilencia nacional (1Cr 21:1-17)”, con frecuencia los fracasos de los
líderes tienen efectos devastadores en las personas que lideran.

Abdías salva a cien personas gracias a su trabajo


dentro de un sistema corrupto (1 Reyes 18:1-4)
Regresar al Índice

Durante este periodo encontramos al menos dos episodios que merecen nuestra atención. El
primero es cuando Abdías salva a cien profetas y puede ser de ayuda para aquellos que se
preguntan si deben dejar un trabajo en una organización que ha perdido la ética, una decisión
que muchos enfrentan en el mundo del trabajo.

Abdías es el jefe de personal en el palacio del rey Acab (Acab es famoso hasta el día de hoy
como el más malvado de los reyes de Israel). La reina Jezabel, esposa de Acab, ordena que
se asesine a los profetas del Señor. Ya que era un alto oficial en la corte de Acab, Abdías
conoce la operación de antemano así como los medios para evitarla. Él esconde a cien
profetas en dos cuevas y les provee pan y agua hasta que la crisis disminuye. Ellos se salvan
solo porque alguien que “temía en gran manera al Señor” (1R 18:3) está en una posición de
autoridad para protegerlos. Una situación similar ocurre en el libro de Ester, y se cuenta con
mayor detalle. Ver “Trabajar dentro de un sistema caído (Ester)” más adelante en “Esdras,
Nehemías, Ester y el trabajo”.

Sin duda, trabajar en una organización corrupta y malvada es desalentador, y sería mucho
más fácil renunciar y encontrar un lugar más santo para trabajar. Con frecuencia, renunciar es
la única forma de evitar que nosotros mismos hagamos algo incorrecto, pero no existe un
lugar de trabajo en el mundo que sea totalmente bueno y en cualquiera de ellos
enfrentaremos dilemas éticos. Además, entre más corrupto sea el lugar de trabajo, más
necesita personas piadosas. Si existe alguna forma de permanecer en dicho lugar sin hacer
parte de la maldad, es posible que Dios quiera que permanezcamos allí. Nuestra
responsabilidad de hacer lo que esté a nuestro alcance para ayudar a otros parece ser más
importante para Dios que nuestro deseo de considerarnos moralmente puros a nosotros
mismos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de oficiales que se oponían a Hitler


permanecieron en el Abwher (la inteligencia militar) porque esto les daba un medio tanto para
proteger judíos como para tratar de eliminar a Hitler del cargo. Sus planes fracasaron y la
mayoría fueron ejecutados, incluyendo el teólogo Dietrich Bonhoeffer. Cuando explicaron por
qué permanecieron en el ejército de Hitler, él dijo que, “la pregunta definitiva que se debe
hacer no es cómo evadir heroicamente el asunto, sino cómo va a vivir la generación venidera”.
[2] Si la forma de lograr el bien de la mayor manera requería quedarse dentro de la maquinaria
de guerra alemana, entonces Bonhoeffer creía que era su deber cristiano quedarse. Nuestra
responsabilidad de hacer lo que esté a nuestro alcance para ayudar a otros parece ser más
importante para Dios que nuestro deseo de considerarnos a nosotros mismos como
moralmente puros.

Acab y Jezabel asesinan a Nabot para tomar su


propiedad (1 Reyes 21)
Regresar al Índice

El rey Acab abusa aún más de su poder cuando comienza a codiciar la viña de su vecino
Nabot. Acab ofrece un precio justo por la viña, pero Nabot considera su tierra como una
herencia ancestral y dice que no tiene interés de venderla por ningún precio. Abatido, Acab
acepta esta limitación apropiada de su poder, pero su esposa Jezabel lo incita a la tiranía y lo
provoca diciendo, “¿No reinas ahora sobre Israel?” (1R 21:7). Si el rey no desea abusar del
poder, la reina sí. Ella le paga a dos bribones para que acusen falsamente a Nabot de
blasfemia y traición, él es sentenciado rápidamente a muerte y es apedreado por los ancianos
de la ciudad. Es natural que nos quede la pregunta del porqué los ancianos actuaron con tanta
rapidez, sin siquiera realizar el debido juicio. ¿Eran cómplices del rey? ¿Estaban bajo su
control y temían enfrentarse a él? En cualquier caso, con Nabot fuera del camino, Acab se
apodera de la viña.

El abuso de poder, que incluye apoderarse de parcelas de tierra tan descaradamente como lo
hizo Acab, continúa en la actualidad, como podemos constatar al echar un vistazo a casi todos
los periódicos. Y como en la época de Acab, el abuso de poder requiere la complicidad de
otros que deciden tolerar la injusticia e incluso el asesinato, en vez de arriesgar su propia
seguridad por el bien de su prójimo. Solo Elías, el hombre de Dios, se atreve a enfrentar a
Acab (1R 21:17-24). Aunque su oposición no puede ayudar a Nabot, sí refrena el abuso de
poder del rey, y no se registran más abusos en Reyes antes de la muerte de Acab. Más
frecuentemente de lo que esperamos, la oposición basada en principios por parte de un grupo
pequeño o incluso de una sola persona puede contener el abuso de poder. Si no, ¿por qué se
molestan tanto los líderes por esconder sus malos actos? Según su perspectiva, ¿cuál es la
probabilidad de que usted se vuelva consciente de al menos una forma incorrecta de usar el
poder en su vida laboral? ¿Cómo se está preparando para responder en caso de que la lleve
a cabo?

La atención del profeta Elías al trabajo común


(2 Reyes 2-6)
Regresar al Índice

Mientras los reyes del norte caen más bajo en la apostasía y tiranía, Dios levanta profetas
para que se les opongan más enérgicamente que nunca. Los profetas eran figuras de
inmenso poder dado por Dios que venían de la nada para hablar la verdad de Dios en los
lugares donde se encontraba el poder humano. Elías y Eliseo son claramente los profetas más
prominentes en los libros de Reyes y Crónicas, y de los dos, Eliseo es fundamentalmente
importante por la atención que le presta al trabajo de los israelitas comunes. Eliseo es llamado
a levantarse contra los reyes rebeldes de Israel durante su larga carrera (2R 2:13-13:20). Sus
acciones demuestran que él considera la vida económica de las personas como algo tan
importante como los problemas de la dinastía del reino, y trata de proteger al pueblo de los
desastres causados por los reyes.

Eliseo restaura el sistema de irrigación de una ciudad (2 Reyes 2:19-


22)
Regresar al Índice

El primer acto importante de Eliseo es la purificación del manantial de la ciudad de Jericó. La


preocupación principal en el pasaje es la productividad agrícola. Sin un manantial saludable,
“la tierra es estéril”. Al restablecer el acceso al agua potable, Eliseo hace posible que las
personas de la ciudad retomen su misión dada por Dios para la humanidad de ser fructíferos,
multiplicarse y producir su alimento (Gn 1:28-30).

Eliseo restaura la solvencia financiera de un hogar (2 Reyes 4:1-7)


Regresar al Índice

Luego de que uno de los profetas del círculo de Eliseo muriera, su familia queda en deudas.
Por lo general, lo que una familia desposeída debía hacer en el antiguo pueblo de Israel era
vender a uno o todos sus miembros como esclavos para que fueran a un lugar donde al
menos recibirían alimento (ver “Esclavitud o servidumbre”, Éxodo 21:1-11, en “Éxodo y el
trabajo”). Cuando estaba a punto de vender a sus dos hijos como esclavos, la viuda del
profeta le pide ayuda a Eliseo (2R 4:1). A Eliseo se le ocurre un plan para que la familia se
vuelva económicamente productiva y pueda sustentarse a sí misma. Luego de preguntarle a la
viuda qué tiene en su casa, ella dice, “Tu sierva no tiene en casa más que una vasija de
aceite” (2R 4:2). Aparentemente, para Eliseo este es capital suficiente para comenzar. Él le
dice que pida prestadas vasijas vacías de todos sus vecinos y las llene con aceite de su
vasija. Ella logra llenar todas las vasijas con aceite antes de que su propia vasija quede vacía
y la ganancia por la venta del aceite es suficiente para pagar las deudas de la familia (2R 4:7).
Esencialmente, Eliseo crea una comunidad emprendedora dentro de la cual la mujer es capaz
de comenzar un pequeño negocio. Esto es exactamente lo que hacen algunos de los métodos
más efectivos que luchan con la pobreza, ya sea por medio de la microfinanza, las sociedades
crediticias, las cooperativas agrícolas o los programas de proveedores de pequeños negocios
por parte de grandes compañías y gobiernos.

Las acciones de Eliseo a favor de esta familia reflejan el amor y el interés de Dios por las
personas que pasan necesidades. ¿Cómo podríamos incrementar con nuestro trabajo las
oportunidades para que las personas pobres trabajen y logren prosperar? ¿En qué maneras
perjudicamos individual y colectivamente la capacidad productiva de personas y economías
pobres, y qué podemos hacer con la ayuda de Dios para mejorar?
Eliseo restaura la salud de un comandante militar (2 Reyes 5:1-14)
Regresar al Índice

Cuando Eliseo cura la lepra de Naamán, un comandante del ejército de Siria —el enemigo de
Israel—, se producen repercusiones importantes en el campo del trabajo. “No es algo
insignificante que una persona enferma se recupere, especialmente un leproso”, como dice
Jacques Ellul en su ensayo esclarecedor sobre este pasaje, [3] porque la sanación restaura la
habilidad para trabajar. En este caso, la sanidad restaura a Naamán para que regrese a su
trabajo de administración asesorando a su rey sobre los acuerdos con el rey de Israel.

Es interesante que la sanación de un extranjero también lleva a la restauración de la ética


cultural en la misma organización de Eliseo. Naamán ofrece recompensar generosamente a
Eliseo por la sanación, pero él no acepta nada por lo que considera simplemente como hacer
la voluntad del Señor. Sin embargo, un siervo de Eliseo llamado Giezi ve una oportunidad
para ganar una remuneración extra, por lo que persigue a Naamán y le dice que Eliseo ha
cambiado de opinión y que aceptará un pago significativo después de todo. Luego de recibir el
pago, Giezi esconde su ganancia ilícita y le miente a Eliseo para cubrir sus actos, pero Eliseo
responde anunciando que Giezi recibirá la misma lepra que había salido del cuerpo de
Naamán. Es evidente que Eliseo reconoce que tolerar la corrupción en su organización
erosionará rápidamente todo lo bueno que ha hecho en una vida entera de servicio a Dios.

Las acciones de Naamán demuestran otro aspecto en esta historia. Él tiene un problema, que
es la lepra y necesita ser sanado. Sin embargo, la noción que se había formado desde antes
de cómo sería la respuesta —algo así como un encuentro dramático con un profeta— lo lleva
a rehusarse a aceptar la solución verdadera cuando se la ofrecen, la cual era bañarse en el río
Jordán. Cuando escuchó este remedio tan simple que le transmitió el mensajero de Eliseo, en
vez de Eliseo mismo, “Naamán se enojó”. Ni la solución ni la fuente parecen lo
suficientemente buenas como para que Naamán les preste atención.

En el mundo actual, este problema de dos facetas se repite con frecuencia. Primero, uno de
los líderes principales ignora la solución que propone un empleado de menor nivel porque no
está dispuesto a considerar ideas de alguien que considera como poco calificado. En su
libro Good to Great [Empresas que sobresalen], Jim Collins señala que la humildad es el
primer indicador de lo que llama un “líder nivel 5”, o la disposición de escuchar ideas
provenientes de muchas fuentes.[4] Segundo, la solución no se acepta porque no coincide con
el criterio del líder.

Gracias a Dios que muchos líderes actuales, igual que Naamán, tienen subordinados que
están dispuestos a tomar el riesgo de hablarles con sensatez. No solo se necesitan jefes
humildes en las organizaciones, sino también subordinados valientes. Asombrosamente, la
persona por la cual se pone en marcha todo el episodio es la persona de menor estatus de
todas, una niña extranjera que Naamán había capturado en una incursión y que había dado a
su esposa como esclava (2R 5:3). Este es un recordatorio hermoso de cómo la arrogancia y
las expectativas equivocadas pueden bloquear la perspectiva, pero la sabiduría de Dios sigue
tratando de vencer de todas formas.

Elías restaura el hacha de un leñador (2 Reyes 6:1-7)


Regresar al Índice

Cuando estaba cortando madera a la orilla del río Jordán, el hierro del hacha que estaba
usando uno de los profetas que acompañaba a Elías cayó en el río. Esta se la había prestado
un leñador y el precio de una pieza tan sólida de hierro en la edad de bronce habría
significado la ruina financiera para el dueño; por esta razón, el profeta que la tomó prestada se
angustia. Eliseo se interesa de forma personal e inmediata por la pérdida económica y hace
que el hierro flote sobre el agua, en donde podían recuperarla y devolverla a su dueño. Una
vez más, Eliseo interviene para permitir que alguien trabaje para ganar su propio sustento.

El don de un profeta es discernir los propósitos de Dios en la vida diaria y trabajar y actuar de
acuerdo a ello. Dios llama a los profetas a que restauren la buena creación de Dios en medio
de un mundo caído, en formas que señalan al poder y la gloria de Dios. El aspecto teológico
del trabajo de un profeta —llamar a las personas a que adoren al Dios verdadero— está
acompañado de forma inevitable de un aspecto práctico, que es restaurar el buen
funcionamiento del orden creado. El Nuevo Testamento nos dice que algunos cristianos
también están llamados a ser profetas (1Co 12:28; Ef 4:11). Eliseo no solo es un personaje
histórico que demuestra el interés de Dios por el trabajo de Su pueblo, sino que también es un
ejemplo para los cristianos en la actualidad.

El camino hacia el exilio del reino del sur


(1 Reyes 11:41-2 Reyes 25:26; 2 Crónicas 10-36)
Regresar al Índice

Al seguir los pasos del reino de norte, los gobernantes del reino del sur pronto comienzan a
caer en idolatría y maldad. Bajo el gobierno de Roboam, el pueblo edificó “para sí lugares
altos, pilares sagrados y Aseras en toda colina alta y bajo todo árbol frondoso. Hubo también
en la tierra sodomitas de cultos paganos. Hicieron conforme a todas las abominaciones de las
naciones” (1R 14:23-24). Los sucesores de Roboam fluctuaron entre ser fieles a Dios y hacer
el mal delante de los ojos del Señor. Por un tiempo, Judá tuvo suficientes reyes buenos para
retrasar el desastre, pero en los últimos años, el reino cayó en el mismo estado en que había
caído el reino del norte. Los babilonios conquistaron la nación y deportaron a los reyes y las
élites (2R 24-25). La infidelidad de los reyes que el pueblo había pedido en contra del consejo
de Dios cientos de años atrás, culmina en un colapso financiero, en la destrucción de la fuerza
obrera, en hambruna y el asesinato o deportación de la mayoría de la población. El desastre
predicho se extiende por setenta años hasta que el rey Ciro de Persia autoriza el regreso de
algunos de los judíos para que reconstruyan el templo y la muralla de Jerusalén (2Cr 36:22-
23).

Rendición de cuentas sobre el aspecto financiero en el templo


(2 Reyes 12:1-12)
Regresar al Índice
Paradójicamente, un ejemplo de la degeneración del reino sirve para traer a la luz un modelo
de buenas prácticas financieras. Como casi todos los líderes del reino, los sacerdotes se
había vuelto corruptos y en vez de usar las donaciones que traían las personas para mantener
el templo, robaban el dinero y lo dividían entre ellos mismos. Bajo la dirección de Joás, uno de
los pocos reyes que “hizo lo recto ante los ojos del Señor” (2R 12:2), los sacerdotes crean un
sistema de contabilidad eficiente. Este consiste en colocar en el templo un cofre cerrado con
un agujero en la tapa para recibir las donaciones, y cuando se llena, el sumo sacerdote y el
escriba del rey lo abren juntos, cuentan el dinero y contratan a carpinteros, constructores,
albañiles y canteros para que ellos hagan las reparaciones. Esto asegura que el dinero se use
para el propósito correcto.

En la actualidad se sigue usando el mismo sistema, por ejemplo cuando se cuenta el dinero
en efectivo de los cajeros automáticos. El principio de que incluso los individuos de confianza
deben estar sujetos a la inspección y la rendición de cuentas es la base de la buena
administración. Cuando una persona que tenga una posición de poder —especialmente el
poder de manejar las finanzas— trata de evadir los controles, la organización está en peligro.
Gracias al hecho de que Reyes incluye este episodio, sabemos que Dios valora el trabajo de
los empleados bancarios, contadores, auditores, reguladores bancarios, conductores de
vehículos blindados, trabajadores de seguridad computacional y otros que protegen la
integridad de las finanzas. También insta a toda clase de líderes a que tomen la iniciativa de
establecer un ejemplo personal de rendición pública de cuentas invitando a otras personas a
que inspeccionen su trabajo.

La arrogancia y el fin de los reinos (2 Crónicas 26)


Regresar al Índice

¿Cómo pudieron los reyes caer tan fácilmente en la maldad? La historia de Uzías nos aporta
algunas ideas. Él asciende al trono a sus dieciséis años y al comienzo “hizo lo recto ante los
ojos del Señor” (2Cr 26:4). Su corta edad representa una ventaja, ya que reconoce su
necesidad de la guía de Dios. “Y persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, quien
tenía entendimiento por medio de la visión de Dios; y mientras buscó al Señor, Dios le
prosperó” (2Cr 26:5).

Es interesante que gran parte del éxito que Dios le da a Uzías se relaciona con el trabajo
común. “Edificó también torres en el desierto y excavó muchas cisternas, porque tenía mucho
ganado, tanto en las tierras bajas como en la llanura. También tenía labradores y viñadores en
la región montañosa y en los campos fértiles porque amaba la tierra” (2Cr 26:10). “Y en
Jerusalén hizo máquinas de guerra inventadas por hombres hábiles” (2Cr 26:15).

La Escritura nos dice que “fue ayudado en forma prodigiosa hasta que se hizo fuerte” (2Cr
26:15). Entonces, su fuerza se convierte en su ruina ya que comienza a servirse a sí mismo
en vez de al Señor. “Cuando llegó a ser fuerte, su corazón se hizo tan orgulloso que obró
corruptamente, y fue infiel al Señor su Dios” (2Cr 26:16). Él intenta usurpar la autoridad
religiosa de los sacerdotes, lo que lleva a una revuelta en el palacio que le cuesta el trono y lo
deja como un marginado por el resto de su vida. La historia de Uzías presenta una gran
lección para las personas en posiciones de liderazgo hoy día. El carácter que lleva al éxito —
especialmente nuestra dependencia de Dios— se corroe fácilmente por los poderes y los
privilegios que el mismo éxito produce. ¿Cuántos líderes políticos, de negocios y de ejércitos
han llegado a pensar que son invencibles y por esto pierden la humildad, la disciplina y la
actitud de servicio que son necesarias para seguir siendo exitosos? ¿Cuántos de nosotros en
cualquier nivel de éxito hemos prestado más atención a nosotros mismos y menos a Dios
cuando nuestro poder aumenta incluso ligeramente? Uzías tuvo incluso el beneficio de que
sus subordinados se le opusieran cuando actuó incorrectamente, pero decidió ignorarlos (2Cr
26:18). ¿Qué o a quién tiene usted para ayudarle a evitar que se deje llevar por el orgullo y
alejarse de Dios en caso de que su éxito aumente?

Conclusiones de Samuel, Reyes y Crónicas


Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Las cuestiones de gobierno y liderazgo afectan todos los aspectos de la vida. Cuando las
naciones y las organizaciones son bien gobernadas, las personas tienen la oportunidad de
progresar. Cuando los líderes no actúan para el bien de sus organizaciones y comunidades,
todo deriva en desastre. El éxito o el fracaso de cada uno de los reyes de Israel y de Judá
dependía de su cumplimiento del pacto y las leyes de Dios. Con las excepciones parciales de
David, Salomón y pocos más, los reyes decidieron adorar dioses falsos, lo que los llevó a
seguir principios poco éticos y enriquecerse a sí mismos a costa del pueblo. Su infidelidad
llevó a la destrucción eventual de Israel y Judá.

Sin embargo, la culpa no recae únicamente en los reyes. Fue el pueblo mismo el que trajo
sobre sí la aflicción de la tiranía cuando pidieron que el profeta Samuel les diera un rey. Al no
confiar en que Dios los protegería, estuvieron dispuestos a someterse a sí mismos al gobierno
de un autócrata. “Cada nación tiene el gobierno que merece”, como lo indica Joseph de
Maistre.[1] La influencia corruptora del poder es un peligro que siempre está presente, pero
aún así, es necesario que las naciones y las organizaciones sean administradas. El antiguo
pueblo de Israel escogió un gobierno fuerte por cuenta de la corrupción y la tiranía, una
tentación que está muy presente en la actualidad. Otros pueblos se han rehusado a hacer
alguno de los sacrificios —pagar impuestos, obedecer leyes, abandonar las milicias tribales y
personales— requeridos para establecer un gobierno funcional y pagaron el precio en
anarquía, caos y asfixia económica autoimpuesta. Tristemente, esto sigue ocurriendo
actualmente en varios países. Se necesita un balance espléndido para dar lugar a un buen
gobierno, un balance que está prácticamente por encima de las capacidades humanas. Si hay
una lección principal que un pueblo puede tomar de Samuel, Reyes y Crónicas, es que solo al
comprometernos con la gracia y la guía de Dios, Su pacto y mandamientos, podemos
encontrar las virtudes necesarias para un gobierno bueno y duradero.

Esta lección aplica no solo para las naciones sino también para los negocios, escuelas,
organizaciones no-gubernamentales, familias y toda clase de lugares de trabajo. La buena
administración y liderazgo son esenciales para que las personas sean exitosas y prosperen
económica, relacional, personal y espiritualmente. Samuel, Reyes y Crónicas exploran
diferentes aspectos del liderazgo y el gobierno en una gran variedad de trabajadores. Las
especificidades incluyen los peligros de la autoridad y las riquezas heredadas, los peligros de
tratar a Dios como un amuleto de buena suerte en nuestro trabajo, las oportunidades que
surgen para los trabajadores fieles, las alegrías y tristezas de la paternidad, el criterio piadoso
para la escogencia de los líderes, la necesidad de la humildad y la colaboración en el
liderazgo, el rol esencial de la innovación y la creatividad y la necesidad de la planeación para
la sucesión y el desarrollo del liderazgo.

Los libros le prestan mucha atención al manejo del conflicto, mostrando tanto la carrera
destructiva del conflicto reprimido como el potencial creador del desacuerdo abierto y
respetuoso. También indican la necesidad de personas diplomáticas y conciliadoras, tanto
formales como informales, y el rol indispensable de los subordinados que tienen la valentía de
decirles la verdad —respetuosamente— a aquellos que están en el poder, a pesar del riesgo
que esto represente para ellos mismos. En estos libros llenos de figuras de autoridad
imperfectas, los pocos líderes que siempre demostraron un buen desempeño incluyen a
Abigail, cuyas buenas habilidades de resolución de conflictos salvaron la integridad de David y
la vida de sus familiares, y a la niña del nombre desconocido, que era esclava de la esposa de
Naamán, cuya valentía en el servicio a la misma persona que la hizo esclava (Naamán) trajo
paz entre naciones en guerra. El profeta más destacado, que fue un líder excelente en estos
libros, es Eliseo, el profeta de Dios. De todos los profetas, es él quien le presta más atención
al liderazgo en la vida diaria, el trabajo y los temas económicos. Él restaura el sistema hídrico
de una ciudad, capitaliza comunidades económicas emprendedoras, reconcilia naciones por
medio de las misiones médicas (gracias a la sugerencia de la niña esclava mencionada
anteriormente), crea una cultura ética en su propia organización y mejora las condiciones de
vida de viudas, hombres trabajadores, comandantes y campesinos. Traer la palabra de Dios a
la humanidad da como resultado un buen gobierno, desarrollo económico y productividad
agrícola.

Por desgracia, cuando se trata de los reyes, hay muchos más ejemplos malos que buenos de
liderazgo y gobierno. Además de manejar mal el conflicto, como se describe anteriormente,
los reyes reclutan trabajadores por la fuerza, separan familias, promueven una clase élite de
funcionarios públicos y oficiales del ejército perjudicando a las personas del común, le
imponen impuestos insoportables al pueblo para sustentar sus estilos lujosos de vida,
asesinan a aquellos que obstaculizan su camino, confiscan propiedades arbitrariamente,
desvirtúan las instituciones religiosas y eventualmente llevan sus reinos a la subyugación y el
exilio. Es sorprendente que la causa de estos males no es el fracaso y la debilidad de los
reyes, sino su éxito y su fuerza. Ellos tergiversan el éxito y la fuerza que Dios les da y las
convierten en arrogancia y tiranía, lo que trae como consecuencia que abandonen a Dios y
violen Su pacto y Sus mandatos. El corazón oscuro del liderazgo desastroso es la adoración
de dioses falsos en lugar del Dios verdadero. Cuando vemos un mal liderazgo hoy día —en
otras personas o en nosotros mismos— sería bueno preguntarnos antes, “¿qué dioses falsos
se están adorando en esta situación?”

Así como la luz brilla más claramente en la oscuridad, en los fracasos de los reyes se resaltan
algunos episodios de buen liderazgo. La música y las artes florecen bajo la administración de
David. La construcción del tempo en la época de Salomón es una maravilla de la arquitectura,
la construcción, la artesanía y la organización económica. Los sacerdotes en el tiempo de
Joás desarrollaron un sistema para rendir cuentas en el aspecto financiero, el cual todavía se
usa hoy en día. Abdías es un modelo del bien que pueden hacer las personas fieles dentro de
los sistemas corruptos y las situaciones espantosas.

En la actualidad, Abdías es un mejor ejemplo para nosotros que David, Salomón o cualquiera
de los reyes. El interés dominante de los reyes era, “¿cómo puedo adquirir y mantener el
poder?”, pero el de Abdías era, “¿cómo puedo servir a las personas como Dios lo desea en la
situación en la que estoy?” Ambas son preguntas de liderazgo. Una se centra en los bienes
que se necesitan para tener el poder, y la otra en el poder necesario para el bien. Oremos que
Dios llame a Su pueblo a tomar posiciones de poder y que Él nos dé el poder necesario para
cumplir nuestros llamados, pero antes o después de pronunciar tales oraciones, comencemos
y terminemos con, “hágase Tu voluntad”.

También podría gustarte