Final - Lit. Latinoamericana - Vera, Guillermo

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Instituto Carlos Linneo

Profesorado de Lengua y Literatura

Literatura Latinoamericana

Profesora: Bertoldi, Paula

Monografía

El olvido, nuestro mayor miedo

Vera, Guillermo

Oberá, Misiones

1
Índice

Introducción…………………………………………………………………………………..3

¿Mi memoria o nuestra memoria?.........................................................................................4

No estamos lejos del Chaco…………………………………………………………………..5

Vivir para contarlo…………………………………………………………………………...6

Nuestra historia………………………………………………………………………………8

Yo también soy de Macondo…………………………………………………………………9

Conclusión…………………………………………………………………………………...11

Bibliografía………………………………………………………………………………….12

2
Introducción

¿Para qué escribimos? ¿Cuál es el sentido de hablarle a otra persona sobre nuestros
deseos más grandes? ¿Acaso hay alguna necesidad que nos haga querer mostrar lo que
consumimos, lo que fuimos o lo que deseamos ser?
Desde un joven Miguel Vera que solamente no quiere ser uno más que sufrió por la
Guerra del Chaco, hasta una ya grande pero vital Violeta que, después de Cien años, sigue
escribiendo para no dejar todo lo que ha vivido como simple polvo que se desintegra en el
espacio.
Mediante este trabajo de investigación, procuraremos denotar de qué manera, en obras
tales como Violeta de Isabel Allende, Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez o
Hijo de Hombre de Augusto Roa Bastos, se hace presente el miedo al olvido, como un móvil
para cumplir con sus objetivos, o por lo menos, para seguir luchando ante las duras
adversidades que les da la vida.
Para dicho objetivo utilizaremos tanto las obras de los autores antes mencionados
como demás trabajos que se centran en el estilo, la técnica o el análisis literario, con
estudiosos tales como Walter Benjamín, Víctor Bérmudez, entre otros.

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¿Mi memoria o nuestra memoria?

Si nos detenemos en la pregunta del título pueden surgir un gran conjunto de


conflictos sobre el porqué deseamos que se nos recuerde o que se nos tenga en cuenta cuando
todo esto termine. Si lo hacemos, es por nosotros mismos, por el hecho de querer seguir
viviendo en el pensamiento de la gente, pero eso también es el problema, la paradoja, la
gente. Es por ella por lo que hacemos esos textos o sublimamos lo que deseamos, es por
querer seguir viviendo nosotros, pero en la vida de las demás personas en cuanto nos
vayamos de aquí.
Desde épocas que se nos hacen difíciles de imaginar se utiliza la literatura o el arte
para poder plasmar lo que fuimos o cómo queremos que se nos recuerde. Según Víctor
Bermúdez hay dos tipos de memoria que son plasmadas en el arte literario, incluso desde los
tiempos de Homero. Una memoria es la colectiva, ligada a aquello que ha pasado un pueblo,
una comunidad, un grupo de personas que comparten la vida juntos, y luego una memoria
individual, una más relacionada a la introspección del sujeto (Cfr.: Bermúdez, 2017: 310). En
este último, es cuando nace la charla, no entre el escritor y un narrador omnisciente, sino
entre el escritor y él mismo, para contar todo lo que pasó, procurando rescatar lo que
considera más valioso.

—Vivir solamente, no te pido otra cosa. ¿Quién sino tú ha puesto en mi corazón este
amor a la vida? Y si yo amo la vida, ¿por qué te has de golpear a ti misma, matándome?
(Cubas, 1881: 32)

En su autodenominada obra póstuma, Bras Cubas nos presenta sus memorias mientras
ve aquel gusano que se come la carne de su cuerpo en estado de putrefacción, pero, no es solo
eso lo que interesa, lo grotesco de la situación, sino cómo se replantea la necesidad de la
muerte, como si lo único que quisiera fuera seguir viviendo. Esto debido al amor que ha
desarrollado por la vida, amor que desarrolló, teniendo vida, haciendo muy fuerte la idea de
querer irse sin más. Aún así, parece ser que nos referimos puramente a su experiencia desde
el punto de vista personal… ¿no hay nadie más?
Tampoco es por el puro placer de seguir viviendo, antes de tener esta pequeña
conversación con el gusano, retrata alguna de las vivencias de los familiares que fueron parte
de su árbol genealógico, desde el fundador de su familia, Damián Cubas. ¿Cuál es la
necesidad de comenzar a hacer eso entre tantas otras cosas que puede hacer sabiendo que

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puede plasmar unas últimas palabras? Quizás, lo único que quiere hacer, es que todo lo que
vivieron, incluso sus familiares, no haya sido en vano.

No estamos lejos del Chaco

Ya han pasado más de cien años desde que la humanidad vivió uno de los
acontecimientos más desgarradores, aterradores y que, lamentablemente, se repetiría
alrededor de veinte años después. Hablamos de la fatídica Primera Guerra Mundial, o
también llamada la Gran Guerra. Conflicto que tuvo lugar entre los años de 1914 y 1918.
Las consecuencias que tuvo tal enfrentamiento no fueron puramente materiales,
económicos o ligados al poder que tenía cada nación. Hay algo implícito, algo de lo cual no
se habla mucho. La experiencia y el miedo.
Sin embargo, no es solamente por el terror de la guerra que se ha generado este
problema en cuanto al poder vivir experiencias y el vivir con miedo. Según Walter Benjamín
(2001), la cotización de experiencias ha bajado en una generación que entre 1914 y 1918
experimentaron uno de los actos más atroces en la historia de la humanidad. No es que lo que
vivieron no haya sido impactante, sino que, luego de subsistir a semejantes hechos, muchas
personas volvían sin la posibilidad de plasmar experiencias incomunicables debido al
impacto (1).
Según el autor, una generación que había crecido moviéndose a caballo, pasando el
rato en los parques y disfrutando del sol de verano, de un momento para el otro, se
encontraba frente a una nube que no era producto de las lluvias del otoño, sino de los gases
de las bombas y el humo y el polvo que emanan los edificios que habían sido destrozados.
En Hijo de Hombre, novela del autor paraguayo Augusto Roa Bastos, se nos presenta
a Miguel Vera, un joven que participa de la guerra del Chaco y que sirve para conectar otras
historias del Paraguay en aquella época, el cómo la gente pasaba la pérdida de los familiares,
el machismo debido a la gran pérdida de hombres en el campo de batalla, la pobreza y la
locura que generaban en los soldados la sangre y los cuerpos que eran dejados en el suelo tras
un enfrentamiento. Pero… ¿Por qué querer dejar todo eso escrito?
La respuesta es simple, como diría Benjamín, quieren tener una nueva pobreza (3).
Este concepto alude a la idea de ver el mundo de una nueva forma, encontrar lo decoroso en
todo el estrago que han vivido aquellas generaciones hijos de las armas, de los desastres del
conflicto bélico entre naciones.

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Es por eso, que entre tanta sangre derramada, se puede destacar lo que personas
valientes hicieron en esos momentos, como Miguel Vera lo hace con el pueblo de Itapé,
ciudad ficticias que puede servir para representar las desgracias de la comunidad paraguaya
ante tan duras adversidades. Y sin necesidad de ser ficticio, la fuerte necesidad de hablar
sobre aquellos jóvenes que, como los adolescentes en Malvinas, tuvieron que ir, algunos, sin
saber cargar un arma, perdiendo toda fé, y entregándose a la muerte.

Ir abriéndose paso en la inexorable maraña de los hechos, dejando la carne en ella, pero
transformándolos también con el elemento de esa voluntad cuya fuerza crecía precisamente al
integrarse en ellos. Lo que no puede hacer el hombre, nadie más puede hacerlo…, había dicho él
mismo. Y había muchos como él, incontables, anónimos. No estribaba acaso su fuerza en la
simplicidad de acatar una ley que los incluía y los sobrepasaba (Roa Bastos, 1990, p.p. 327).

Vivir para contarlo

A veces no es el miedo, la tristeza, o el pánico lo que hace que le tengamos miedo al


olvido, sino cosas un poco más positivas, tales como una gran vida. La posibilidad de vivir
grandes aventuras es igual para todos, y se vuelve más interesante si tiene algo valioso que
contar.
Biruté se detiene a comentar el papel de las mujeres ante esta problemática del rol
femenino. Resulta complejo alejarse de las funciones que se les es asignada socialmente, al
punto de que su objetivo, básicamente, se centra en ser un hombre más. Lo aclara de mejor
manera citando a Michelle Zimbalist diciendo que (...) a woman becomes a woman by
following in her mother's footsteps; there must be a break in a man's experience. 'Becoming a
man' is an 'achievement'[...] Women are given a social role and definition by virtue either of
their age or of their relationship to men. (1974: 28)
Ahora bien, esta autora también nos plantea que muchas veces, el rol de la mujer se
rompe gracias a la mística que tienen los textos fantásticos, o en aquellos donde el realismo
mágico hace acto de presencia. En Cien Años de Soledad, las mujeres logran rebelarse, ser
más audaces e inteligentes que gran cantidad de los hombres que hay en la obra, esto, a través
de la historia de un gran linaje. O también en la novela de la autora chilena Isabel Allende, La
Casa de los Espíritus.

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No obstante, no será esta la novela que usaremos para hablar sobre el olvido y el valor
que tiene recordar una vida que ha pasado y enfrentado mucho.
En el año 2022, a dos años del inicio de la pandemia producida por el denominado
“Coronavirus”, Isabel Allende presentaba su última obra, Violeta. Dicho texto nos cuenta la
vida de Violeta del Valle, joven que logra vivir para presenciar hechos que marcaron al
mundo, como la gripe española de los años 20, hasta la última pandemia a nivel mundial del
año 2020. Con esta novela quiso responder a la incógnita de “¿Qué pasaría si viviera cien
años?”.
A través de dicho texto se nos presenta la vida de esta mujer que, con el paso del
tiempo se ve en la obligación de luchar tanto contra los estamentos que dictan que debe haber
un papel inferior de la mujer en la sociedad, como aquellos conflictos internos que convergen
en su más profundo ser, atravesando todos aquellos momentos que impactaron al mundo,
como la caída de la bolsa del año treinta, la Segunda Guerra Mundial, el movimiento hippie,
entre otros.
Pero ¿qué rol cumple el olvido aquí? Es en este momento donde todo se vuelve
interesante. Violeta no nos cuenta su día a día en tiempo presente, sino en forma de
memorias, cuando ella ya es una mujer mayor pasando sus últimos días. No obstante, si hace
tal cosa, es porque sabe que mínimo hay alguien que leerá todo lo que vivió, y así es, ese
alguien, es Camilo.
Camilo es su nieto, hijo de Nieves, la hija que tuvo con un hombre llamado Julián. Lo
trata como un hijo, ya que tuvo que criarlo desde que era muy pequeño, ya que su madre
murió en el parto. Es ahí cuando Violeta vuelve a sentir la sensación de ser madre y de tener a
alguien a quien dejarle todo lo que sabe y cada una de sus vivencias, para que todo por lo que
ella pasó, no quede solamente en el espacio.
Adelaida Martínez nos cuenta que en los últimos treinta años se ha desarrollado de
manera muy intensa una nueva literatura femenina latinoamericana, donde ni siquiera se
pueden aplicar los estudios teóricos del rol de la mujer que ponderan en Europa y en los
demás países anglosajones. Y es aquí donde radica lo interesante, la protesta tan característica
que ha formado parte de las obras literarias de estas mujeres, ya no solamente se las
denominan como obras de crítica, sino que reciben el término de testimonio (Cfr.: Martínez;
1999: 3).
Qué manera de describir el desaparecer por toda la eternidad pero seguir viviendo en
los demás como lo hace Isabel Allende diciéndonos:

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¡Esa magnífica experiencia de desprenderse del cuerpo y flotar! Libre. Cuesta mucho esfuerzo
morirse, Camilo. Supongo que no hay apuro porque voy a estar muerta por mucho tiempo, pero esta
espera me fastidia. Lo único que me da pena es que ya no estaremos juntos, pero mientras me recuerdes
seguiré contigo de alguna manera. (Allende, 2022, p.p. 342)

No debemos olvidar que no es solo el desaparecer después de haber vivido mucho


tiempo, sino el irse habiendo pasado por mucho, siendo testigo de mucho, víctima de mucho.
No olvidemos que no es solamente una mujer que tuvo que enfrentarse al mundo de
los hombres que, de una u otra forma, sigue hasta estos días, siendo parte de muchos de los
problemas que afrontan. En el momento en que cae la bolsa, el padre de Violeta se ve en la
obligación de buscar alternativas extremas para poder seguir viviendo. Debe mudarse a un
pueblo con pensamientos muy conservadores. Se esconde durante mucho tiempo para no ser
secuestrada por la persecución ideológica que sufría América Latina debido a la horrorosa
Operación Condor. Su primer amor termina siendo un hombre de trabajos poco dignos,
machista, agresivo, que incluso lleva a su hija a ese mundo, un mundo de excesos, de placeres
y de gente metida en el ambiente criminal. Debe afrontar la muerte de su hija, el criar sola a
su nieto, la desaparición de sus seres queridos por la dictadura. Y eso es solo un poco de las
tantas adversidades que tuvo que afrontar este personaje que, a pesar de llamarse Violeta,
crecer y formarse en un lugar específico, sirve como símbolo de la mujer en todo el mundo.
Teniendo en cuenta lo dicho, sabemos que esta literatura, tal como nos la plantea
Martínez, es una de testimonio, de lucha por la vida, lucha ligada a los propósitos políticos y
al objetivo de generar una denuncia, dejando registro de todo lo vivido (Cfr.: Martínez, 2002:
03).

Nuestra historia

¿Por qué el olvido es tan peligroso? ¿Contra qué atenta? Mucho puede discutirse en
base a estas dos interrogantes, no obstante, cuando nos referimos a la desaparición en la
memoria de las personas, no solo hacemos referencia a la documentación de algo por lo que
pasamos, sino de aquello que logramos experimentar y describir, a lo mejor, cómo se siente.
El decir esto deja ver que no nos centramos precisamente en el hecho per- se, sino en
la posibilidad de ponernos en la piel de esa persona y, de forma colectiva, hacerla una

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experiencia universal. Isabel Arellano nos habla de este peligro del olvido y de cómo la
literatura interviene en esto.
Para ella, el valor de nuestra existencia en la memoria tiene importancia más desde el
punto de vista experiencial que existencial, es lo que lo hace históricamente valioso. Para el
testimonio de aquellos centros de tortura en plena dictadura, lo comentado por esos
secuestrados, nos sirve como el sustento, como descriptores del contexto en el que sucedieron
aquellos hechos nefastos que marcan de forma universal y son constructores de la conciencia
de una comunidad (Cfr.: Arellano, 2008: 23).
Al momento en que se cuenta la historia, se forma un personaje, un contexto, unas
emociones con las cuales puedo empatizar y sentirme parte, incluso, dependiendo de los
hechos, sentirme culpable. La narración no solamente toma el relato individual, sino que lo
coloca en un contexto que ya se nos presenta con sus características, pero esta vez, con un
sujeto que sufre o las celebra (Ob. Cit.: 2008: 16).
Si nos tenemos que redirigir a otra obra para, o más precisamente, a otro lugar, para
comprender la fuerza que tiene el olvido, tendríamos todo el derecho de usar a Macondo
como un claro ejemplo de lo que afrontan gran parte de las pequeñas ciudades de América
Latina, o quizás, del mundo.

Yo también soy de Macondo

En la obra de Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad, se nos retrata la vida de
los Buendía en la ciudad de Macondo y cómo esta familia afrontará su subsistencia en un
mundo lleno de cambios, de dictaduras, de infidelidades y de violencia.
Si nos centramos en lo que Macondo representa, podríamos hacer un paralelismo
incluso con nuestra propia ciudad. Una pequeña comunidad en la cual, los grandes eventos,
los impactantes shows o novedades tecnológicas, nos son bastante ajenos debido a la
situación económica. La presencia de los medios no es tan fuerte y, constantemente, sufrimos
las decisiones de los que están en los altos mandos en las capitales. Así es tal cual como
sucede con la ciudad que fundan José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán. Los trenes, las
fábricas, la economía, se convierten en toda una novedad, pero sin embargo, la miseria nunca
se acaba, y no desea que todo termine siendo un encuentro desafortunado en el aire.
Tal vez es ese el mensaje que queremos evitar, el mensaje del olvido, igual al que
logra descifrar Aureliano Babilonia cuando después de mucho tiempo, comprende todo lo
que escribió el gitano Melquíades, algo que justo en ese momento, debía ser leído.

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(...) todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las
estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la
tierra. (García Márquez, 1976: 276)
Pero a pesar de morir Macondo al terminar el libro, nace nuevamente, en nuestra
memoria, una nueva forma de construir nuestra sociedad, porque Márquez pudo plasmarlo,
contándonos la historia de un pueblo que desaparece al terminar de saber sobre él, toda una
paradoja. Porque, al fin y al cabo, él es producto de la imprenta, la heroína de los autores, de
la individualidad ante la actividad númerica y selectiva del mundo industrial (Cfr.: Rama,
2007: 112), la cual es la misma que nos vende el libro de “Gabo”, pero esta vez, para que no
nos olvidemos de nosotros, al mismo tiempo que dejamos en el olvido la historia de los
Buendía.

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Conclusión

A lo largo de este trabajo hemos logrado mostrar cómo, de forma sútil en algunos
casos, y de manera muy explícita en otros, el olvido juega un papel muy importante en la vida
de nuestra literatura, la literatura latinoamericana. Cómo, por el miedo a dejar atrás lo que
fuimos o quiénes estuvieron, escribimos, pensamos y seguimos viviendo.
Desde un jóven que es reclutado para luchar contra la nación boliviana en la provincia
del Chaco, hasta una ya envejecida pero fuerte señorita que vivió cien años y que, con honor,
admite que todo lo que vivió es digno de contarse y de mantenerse para la eternidad.
El olvido nos impulsa, nos mueve a querer ser parte de algo que seguirá diciendo
presente por nosotros, y no solamente refiriéndonos al ámbito individual, sino el colectivo.
Todos somos el paso de alguien más en este mundo y tenemos la posibilidad de mantener
viva su existencia, ya que, a diferencia de los Buendía, no estamos condenados a desaparecer
cumplidos los cien años de nuestra estirpe.

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Bibliografía

● ALLENDE, I. (2022). Violeta. Plaza Janés.


● ARELLANO, S. (2008). La Narración como Proyección del Olvido en “El Palacio
de la Risa” de Germán Marín. Universidad de Chile Facultad de Filosofía y
Humanidades Departamento de Literatura.
● BENJAMÍN, W. (2001). Experiencia y Pobreza. Archivos Chile.
● BERMÚDEZ, V. (2017). La disciplina del olvido: ligero tránsito por la ciencia de la
memoria literaria.
● BIRUTE, C. (1983). El "espejo de las generaciones"en la narrativa femenina
contemporánea. University of Wisconsin Madison.
● CUBAS, B. (1881): Memórias Póstumas de Brás Cubas. Clássicos da Lingua
Portuguesa.
● GARCÍA MÁRQUEZ, G. (1967). Cien años de soledad. Círculo de Lectores. Buenos
Aires. Argentina.
● MARTÍNEZ, A. (1999). Feminismo y Literatura en Latinoamérica. Universidad de
Nebraska.
● RAMA, Á. (2007). Más Allá del Boom: Literatura y Mercado. Folio Ediciones.
● ROA BASTOS, A. (1990). Hijo de Hombre. Sudamericana.

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