Comentario de Texto Aristóteles y San Agustín
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propia de cada uno de ellos, por ejemplo, cuá l es la de la planta, la del ser humano o
la del animal. Y hay que examinar por qué se encuentran escalonadas segú n se ha
dicho: sin que se dé la capacidad nutritiva no se da la sensitiva, si bien la nutritiva
se da sin la sensitiva en las plantas. (…) Muy pocos [animales] poseen, ademá s,
capacidad de razonar y de pensar. Entre los seres que cambian y perecen, los que
son capaces de pensar poseen también las demá s capacidades, mientras que no
todos los que poseen cualquiera de las otras capacidades poseen ademá s razó n,
sino que algunos carecen de memoria mientras otros viven exclusivamente de esta.
Todo ser que vive y tiene alma debe poseer necesariamente el alma de la nutrició n,
desde que es engendrado hasta que muere. Y es que un ser que cambia tiene
necesariamente desarrollo, madurez y envejecimiento, y es imposible que esto
suceda si no hay alimentació n. Por lo tanto, la capacidad nutritiva debe darse
necesariamente en todos los seres que nacen y envejecen. La sensació n, sin
embargo, no es necesario que se dé en todos los vivientes. (…) En cuanto al animal,
este sí ha de poseer necesariamente sensació n, dado que la naturaleza no hace
nada en vano. (…) Todo cuerpo dotado de capacidad de desplazamiento y, sin
embargo, carente de sensació n, perecería sin conseguir su finalidad, y esta
constituye la obra de la naturaleza: pues ¿có mo podría nutrirse en tal supuesto?
Así, pues, cuando Dios castiga al pecador, ¿qué te parece que le dice sino estas
palabras: “te castigo porque no has usado de tu libre voluntad para aquello para lo
cual te la di, esto es, para obrar segú n razó n”? Por otra parte, si el hombre
careciese del libre albedrío de la voluntad, ¿có mo podría darse aquel bien que
supera a la misma justicia [terrenal], y que consiste en condenar los pecados y en
premiar las buenas acciones? Porque no sería ni pecado ni obra buena lo que se
hiciera sin voluntad libre. Y, por lo mismo, si el hombre no estuviera dotado de
voluntad libre, sería injusto el castigo e injusto sería también el premio. Sin
embargo, por necesidad debe haber justicia, tanto en castigar como en premiar,
porque éste es uno de los bienes que proceden de Dios. Necesariamente debió ,
pues, dotar Dios al hombre de libre albedrío.