Unidad II-DICTADURA TRUJILLISTA

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Texto no.

La dictadura de Trujillo: Periodo del 1930 al 1940

El general Rafael Leónidas Trujillo Molina se juramentó como presidente de la República el 16 de agosto de 1930.

Cuando Trujillo se juramentó, la República Dominicana vivía la peor crisis económica registrada en toda su historia.
Para empeorar más aún la gravísima situación económica reinante, el 3 de septiembre de ese año, un poderoso
ciclón registrado con el nombre de San Zenón azotó la República, originando la casi completa destrucción de la
ciudad capital y causando serios daños a la agricultura en las regiones del Este y Sur del país.

La devastación fue tan extraordinaria que obligó al Receptor de Aduanas Interino, Mr. Orme, a caligrafiar a
Washington recomendando una moratoria en el pago de la deuda.

Días antes, Trujillo había manifestado a este funcionario su interés en que la Receptoría no sólo recaudará los
ingresos aduaneros, sino también, los demás ingresos fiscales del gobierno. Trujillo tratando de mostrarse como un
fiel defensor de los intereses norteamericanos, a fin de ganar aún más confianza de Estados Unidos, no aceptó la
sugerencia del Receptor Interino, y seis días después del ciclón, en visita que hiciera a la oficina de Mr. Orme, le
expresó solemnemente en inglés, por medio de un intérprete: “Yo Rafael Leónidas Trujillo, Presidente de La
República Dominicana, deseo decirle a Ud. Señor Orme, Receptor General de Aduanas, que el día 20 de este mes,
cuando venza el plazo para el pago de los intereses y del fondo de amortización, estos serán pagados si yo estoy vivo
y si sigue existiendo para entonces la República Dominicana” (B. Vega. Trujillo y el control financiero norteamericano.

Trujillo expresó al ministro americano Curtis, su deseo de contratar un experto norteamericano para que le asesorara
en las cuestiones financieras. Enterado el Departamento de Estado de este deseo de Trujillo, fueron hechos arreglos
para que el Prof. William F. Dunn, quien había sido director de Rentas Internas en Haití entre 1924 y 1927, fuera
designado por Trujillo como su asesor, sugerencia que tuvo aceptación en marzo de 1931.

El profesor Dunn efectuó para Trujillo servicios importantes, entre otros, como su agente personal en las actividades
dirigidas a lograr el ansiado préstamo y en varios informes que rindió al gobierno de Estados Unidos, puso en
evidencia que la situación económica era sumamente difícil, tan y tanto, que si no se ayudaba al gobierno este caería
debido a las presiones de todas clases, y esto, en su opinión, sería “muy adverso sobre los préstamos existentes”.

El 18 de agosto, el Encargado de Negocios norteamericano informó que ese mes los ingresos aduaneros serían
insuficientes para el pago de la deuda, y que el Receptor General de Aduana, Mr. Pulliam, había solicitado del
gobierno la suma de $33,000 dólares para completar la suma total. Era la primera vez que esto ocurría. Ese mismo
mes, para reducir gastos, el gobierno se vio en la obligación de hacer una reducción en los empleos del Estado de un
15 a 20 %, y una nueva baja en los salarios de los que continuaban en sus empleos, de un 15 %.

Ese mismo año el gobierno de Trujillo dictó una serie de leyes creando nuevos impuestos para elevar los ingresos del
Estado, como lo fueron la ley No. 140 de mayo de 1931, que modificó la ley de patentes, elevando su costo
sustancialmente, la creación del impuesto del “manifiesto aduanero”, aplicable a toda importación o exportación, y
la ley No. 247, de diciembre de ese mismo año, mediante la cual creó la “Cédula Personal de Identidad” que obligaba
a todo dominicano mayor de 16 años de edad proveerse de dicho documento, el cual se obtenía mediante el pago de
un dólar, renovable al mismo costo todos los años.

Ese mismo año y con idéntico propósito Trujillo arrendó la Lotería Nacional al Sr. Agapito del Toro, por la suma de $
4,000 dólares semanales los primeros 2 años, y $ 5,000 dólares a partir del tercero, y el acueducto de Santo Domingo
a la firma norteamericana Illinois Slag And Ballast, por un solo pago ascendente a $ 750,000 dólares, suma que sería
aplicable a un contrato que esa misma empresa firmó con el estado dominicano, montante a $ 3,800,000 dólares,
para la construcción de puentes, calles, carreteras afectadas por el ciclón, así como a la construcción de dos nuevos
mercados públicos en la ciudad capital. También ese año fue vendido el servicio telefónico, y el ferrocarril central
propiedad del estado, fue arrendado en operaciones efectuadas de “grado a grado” hechas por el Poder Ejecutivo.
En enero de 1932, mediante la Ley No. 281, Trujillo prohibió la extracción de sal de Baní y Montecristi, logrando así
crear un monopolio de ese producto para abastecer el mercado nacional, previo aumento de precio. Poco después
dos resoluciones de orden sanitario originaron el cierre de los principales mataderos de la ciudad capital, y de
decenas de puestos dedicados a la repartición de leche, para también monopolizar en su favor la distribución y venta
de carne y leche producidas en sus haciendas. El 8 de noviembre de ese mismo año, el Senado le confirió a Trujillo el
título de “Benefactor de la Patria”. Para entonces, uno de sus más lucrativos negocios había sido establecido: todo
contratista de obras públicas tenía que entregar a las arcas de Trujillo el 10% del valor total de toda obra contratada.
Mediante testaferros, en 1932, Trujillo incursionaba en el negocio del transporte marítimo y terrestre, y poco
después también en el aéreo, en las importaciones y exportaciones, y apenas se encontraba en su fase de
“acumulación originaria de capitales”.

La acentuada caída de los precios en los principales productos de exportación – azúcar, tabaco, cacao y café –
continuaban estrangulando la economía nacional, y los ingresos globales del Estado no aumentaban, sino que
continuaban reduciéndose. Se registró una grave reducción en la moneda circulante, situación está que amenazó la
actividad comercial del país.

Con todo, a pesar de que era evidente un sentimiento generalizado de rechazo al déspota, ese mismo año de 1933 se
daban los primeros pasos para extender su mandato mediante su reelección al año siguiente. En este momento se
encontraba ya en vías de desarrollo un aberrante proceso de sumisión y adulación al déspota iniciado en el año
anterior con su proclamación de “Benefactor” y que continuó el año siguiente cuando el Congreso, en mayo 26, le
concedió el grado de “Generalísimo”. Este proceso fue impulsado por antiguos partidarios de Vásquez y Velázquez,
convertidos ahora en trujillistas, en su mayor parte burócratas, terratenientes y comerciantes importadores y
exportadores.

La dictadura de Trujillo: Periodo del 1940 al 1950

La década de los años cuarenta fue terrible para la vida del pueblo dominicano bajo la dictadura de Trujillo.
Aprovechando las limitaciones originadas en todo el mundo por el estallido de la 2da. Guerra Mundial, iniciada en
1939, el tirano fue cubriendo a la nación en un amplísimo monopolio comercial, industrial, agrícola y ganadero que
todo lo controlaba. Así, por ejemplo, como la guerra originó restricciones en el plano del abastecimiento de
combustibles, repuestos y neumáticos de vehículos, etc., creó junto a varios socios y familiares una red que
controlaba los suministros de esos productos, y como el conflicto bélico originó alzas desmesuradas en los
principales renglones agrícolas, (café, cacao, tabaco, etc.) fundó varias empresas dedicadas a su exportación y
estableció controles oficiales en los precios de compra a los productores del campo, realizando de esa forma
operaciones en el mercado internacional con beneficios infinitos.

La misma fórmula se aplicó a los artículos de consumo masivo, como la leche, la carne, el arroz, la sal, aceite
comestible y el tabaco. En aquellos días el hambre y la miseria se extendió como nunca, pues los precios de los
artículos de primera necesidad se situaron por las nubes. Una libra de arroz se vendía en 1942, a 6 centavos de dólar
la libra, la carne de res de segunda a 25, a 0.15 la botella de leche, a 45 centavos la botella de aceite de maní, cuando
el salario semanal de un obrero era de 3 pesos, el de un guardia y un policía 12 pesos al mes.

En el caso de la leche, aceite comestible, la carne y el tabaco, junto a sus familiares creó varias industrias para su
procesamiento y comercialización, como el Matadero Industrial, la Industria Lechera, La Manicera y mediante
compra forzada, tomó el control de la Cia. Anónima Tabacalera de Santiago. El negocio de la industria de la
construcción y de ferretería, tampoco escapó a sus ambiciones, creando en aquellos días otra empresa administrada
por Francisco Martínez Alba, hermano de su esposa, que monopolizó todas las compras de artículos ferreteros del
Estado, y para redondear en tales actividades, con fondos provenientes de un crédito otorgado al Estado por el Exim
bank de Estados Unidos, creó la Fábrica Dominicana de Cemento, bajo la administración de su pariente, el Ing. Iglesia
Molina. Por aquellos días el área financiera de la economía también pasó a sus manos, creando primero una empresa
usurera propiedad de su mujer que compraba los sueldos de los empleados públicos con un descuento del 10%,
fundando la compañía de Seguro San Rafael CxA, y obligando al comercio y la industria a asegurar sus empleados
contra accidentes de trabajo, más tarde comprando el First National City Bank y fundando el Banco de Reservas para
situarlo al servicio de sus negocios. Casi al mismo tiempo con la colosal estafa que le permitió recoger los dólares que
circulaban en el mercado, para cambiarlo por un nuevo papel moneda (el peso dominicano), se apropió del superávit
superior a los once millones de dólares, en la operación que originó el canje de los dólares circulantes por el peso
dominicano, al momento de la creación del Banco Central.

Durante esta década la represión arreció en los campos y los pueblos y miles de campesinos que no podían
proveerse por falta de recursos de su Cédula Personal de Identidad, fueron remitidos al trabajo forzado gratuito en
las haciendas de Trujillo, sus socios y familiares.

En la década de los años cuarenta, pese al ambiente represivo imperante, se registraron las primeras grandes
huelgas de los trabajadores azucareros en demanda de mejoras salariales; y al propio tiempo, las presiones
internacionales que se crearon contra la dictadura después del triunfo de los aliados contra el fascismo en 1945
obligaron al tirano a una breve apertura que posibilitó la actuación de sus opositores.

Apertura esta última que duró apenas menos de un año, pues después de la muerte de Roosevelt (1946) y la llegada
al poder de Harry Truman y los inicios de la Guerra Fría en 1947, el tirano dominicano convertido ahora mediante
leyes aprobadas al vapor por sus congresistas en “campeón del anticomunismo”, reinauguró su política represiva
infernal, asesinado, encarcelando y obligando al asilo a centenares de jóvenes opositores.

Por esta década en su años finales, además, el régimen entró en una fase de vivo temor por el ascenso al poder,
primero de Rómulo Betancourt en Venezuela, de Arévalo en Guatemala, y de José Figueres, en Costa Rica,
mandatarios que se hicieron solidarios con la causa del pueblo dominicano y con cuya ayuda los exiliados
dominicanos, que ya sumaba varios miles, organizaron en Cuba en octubre de 1947, la fallida expedición de Cayo
Confites, y dos años después, en junio de 1949, en Guatemala, el desembarco de Luperón.

La década de los años cincuenta se cierra con el acoso iniciado por Trujillo contra empresarios azucareros
norteamericanos y la compra de muchos de sus ingenios, con una campaña de descrédito desatada contra la
empresa estadounidense que servía la energía eléctrica y que condujo su posterior “nacionalización” y los inicios de
la creación de un extraordinario monopolio azucarero, consolidado con la inauguración, primero del Ingenio Catarey
y el Central Río Haina, construidos ambos después que el tirano se adjudicó a su favor la propiedad de millones de
tareas de tierra del Estado y de varias grandes fincas expropiadas a hacendados privados y del otorgamiento de
varios préstamos concedidos por el recién creado Banco de Reservas

La dictadura de Trujillo: Periodo del 1950 al 1958

A pesar de que desde 1951 todo aparato de la dictadura había iniciado la acostumbrada campaña propagandística a
fin de proclamar una vez más en 1952 la “necesidad de la reelección de Trujillo”, ese último año el déspota decidió
recomendar a la asamblea de su partido al general Héctor Bienvenido Trujillo Molina como candidato a la Presidencia
de la República para las elecciones de mayo, las cuales transcurrieron en medio de la “paz y la tranquilidad”
habituales.

El acto de juramentación celebrado el 16 de agosto de 1952, fue una ceremonia gris. El nuevo presidente no
pronunció discurso alguno. Asistió al evento como invitado el dictador de Nicaragua Anastasio Somoza El mismo día
de su juramentación, mediante decreto, el nuevo presidente de la República designó a Trujillo Comandante en Jefe
de las Fuerzas Armadas. Para entonces la dictadura se encontraba férreamente consolidada pues la oposición había
sido totalmente liquidada y al amparo de la “guerra fría”, Washington estrechó aún más sus vínculos con el régimen
dominicano. Había contribuido a ello la extraordinaria red de cabilderos que Trujillo tenía contratados en los altos
círculos del poder de los Estados Unidos, para cuyo mantenimiento el país erogaba sumas fabulosas. Esta red
envolvía a altos militares, relacionadores públicos, abogados, senadores, miembros de la Cámara de Representantes,
diplomáticos y hasta funcionarios del Departamento de Estado.

Entre los más activos cabilderos se encontraban Joseph E. Davis, quien desplegó grandes esfuerzos para hacer más
fructífero el viaje que a finales de 1952 realizó el dictador dominicano a Estados Unidos. Otro cabildero de
importancia lo era Franklin D. Roosevelt, hijo. Durante ese viaje, Trujillo fue elogiado por el presidente de la Suprema
Corte de Justicia, Fred N. Vinson, quien comparó al dictador dominicano con Washington, usando las siguientes
palabras:” El generalísimo Trujillo es uno de los pocos hombres que tienen el privilegio en el mundo de haber
encendido la antorcha de la civilización, lo mismo que hizo Washington a los Estados Unidos, para procurar el bien, el
progreso y la prosperidad de su pueblo”. (E. Rodríguez Demorizi. Cronología de Trujillo. Pág.227.

Impresora Dominicana. 1955). El déspota además fue recibido y agasajado por David Bruce, Secretario de Estado en
funciones, por el contralmirante Franc C. Nash; fue objeto de atenciones de John Foster Dulles, Secretario de Estado;
fue recibido también en enero de 1953, por el presidente Truman, próximo a cumplir su mandato presidencial, y el 6
de marzo, por Dwight D. Eisen hower, en ese momento Presidente de Estados Unidos. Trujillo en calidad de Canciller
del gobierno dominicano, cargo para el que fue nombrado semanas antes, firmó en nombre de la República con el
gobierno norteamericano un Tratado de Defensa Mutua.

El déspota dominicano realizó varios viajes a Estados Unidos, y otro a España, Italia y el Vaticano, entre junio y agosto
de 1954. En suelo Ibérico, el tirano dominicano, quien desde hacía muchos años había realizado esfuerzos por el
ingreso de ese país a las Naciones Unidas, y a favor de un acuerdo entre España y los Estados Unidos, fue recibido
por el dictador Francisco Franco con todos los honores.

En el vaticano, el 15 de junio de 1954, en su calidad de Ministro Plenipotenciario, firmó un Concordato con la Santa
Sede en representación del gobierno dominicano. Ese mismo día fue recibido por el Papa Pio XII, con “celestiales
bendiciones”. Ya antes, el Secretario de Estado del Vaticano, monseñor Tardini, le había condecorado con la gran
Cruz de la Orden Piana.

En 1930 la sociedad dominicana se encontraba organizada sobre la base de una institución estatal débil, apenas en
vías de consolidación, pero que actuaba como elemento regulador de los conflictos sociales mediante la puesta en
práctica de mecanismos democráticos. La burocracia civil y militar de ese Estado era muy reducida y particularmente
el ejército apenas tenía 2,000 miembros. De acuerdo con los lineamientos constitucionales, el poder civil prevalecía
sobre el militar. El Estado Dominicano de 1955 era totalmente distinto del existente en 1930, pues ante todo había
dejado de ser el elemento regulador de los conflictos sociales, pasando a ser instrumento político y represivo de un
pequeño grupo burocrático civil y militar, utilizado casi exclusivamente para la acumulación y concentración de
capitales. Además de la celebración de la Feria de La Paz, celebrando el 25 aniversario de la dictadura, donde se
gastó más de 30 millones de pesos en infraestructura de la ciudad.

Puesto que en este nuevo papel el Estado Dominicano tenía necesariamente que abandonar los mecanismos
democráticos existentes en 1930, se hizo imperativo el desarrollo máximo de los instrumentos represivos. Ello
explica el paso de un ejército compuesto de algo menos de 2,000 soldados en 1930, a una fuerza armada en 1955
integrada por 25,000 miembros. En 1930 el orden público era controlado en todo el país por policías municipales y su
número no llegaba a los 800 miembros. El nuevo Estado que Trujillo fue conformando, paso a paso, convirtió a la
Policía Nacional en otro ejército de cerca de 10,000 miembros al servicio de la dictadura, es decir, con una
orientación y práctica marcadamente políticas.

El Estado Dominicano de 1955 poseía otros aparatos militares, inexistentes en 1930, como la Marina de Guerra, con
cerca de 4,000 miembros y unos 15 buques; la Fuerza Aérea Dominicana, con cerca de 100 aviones y unos 5,000
miembros, incluyendo su infantería; por último, debemos de citar el Servicio de Inteligencia Militar, un cuerpo
absolutamente dedicado al espionaje, al crimen y la represión. Es importante notar que el SIM, como popularmente
le denominó el pueblo, tenía una sección dedicada al espionaje y el crimen en el extranjero. Esa sección fue la que se
encargó de los asesinatos de Sergio Bencosme en 1935 en New York; de Pipí Hernández en La Habana en 1950; de la
desaparición del dirigente obrero Mauricio Báez, ocurrida también en La Habana en 1950; de la muerte del
desaparecido periodista y novelista Andrés Requema, en 1952 en New York; de la captura y posterior muerte del
escritor español Jesús de Galíndez, en 1956, y de otros que harían muy larga lista. Otros instrumentos políticos y
represivos menores merecen ser mencionados, pues, aunque de vida efímera, también jugaron un papel dentro del
Estado dictatorial creado por Trujillo. Eran estos, La Guardia Universitaria, organización paramilitar para el control
del estudiantado universitario; los Jinetes del Este, los Cocuyos de la Cordillera, estos últimos, organizados para el
mantenimiento del orden político en los campos, bajo la supervisión de los Alcaldes Pedáneos.
El crimen de Galíndez y Murphy contribuyó a que se operara un cambio en la conducta del gobierno norteamericano
con respecto a la dictadura. Para este cambio de enfoque en los altos círculos del poder de Estados unidos, jugó un
papel de primer orden la prensa de ese país, pues prácticamente todos los principales periódicos mostraron signos
de preocupación por el mantenimiento en el poder en el Caribe de un dictador que se permitía la libertad de matar y
secuestrar impunemente en el propio territorio de los Estados Unidos. Merece mención aparte el papel jugado por
The New York Times y el Washington Post. Estos dos diarios, a partir del caso Galíndez, ofrecieron especial cobertura
a la situación dominicana. Pero también Trujillo mismo contribuyó a este cambio de la prensa de Estados Unidos, no
sólo con sus crímenes, sino también por convertir a la República Dominicana en refugio de los dictadores derrocados
de América Latina. El primero en arribar al país fue el general antinorteamericano Juan Domingo Perón, ex
presidente de Argentina, a finales de 1955. A éste le siguió el dictador colombiano general Rojas Pinilla derrocado en
1957 luego lo hizo el tirano venezolano Pérez Jiménez, al año siguiente.

Justamente en el mes de diciembre de ese 1958, perfectamente enterado del desarrollo de la lucha armada en Cuba
contra el régimen de Fulgencio Batista, el “Benefactor” firmó con el dictador haitiano Duvalier un acuerdo de ayuda
mutua para resistir cualquier amenaza a sus gobiernos. El último tirano en ser recibido en Santo Domingo fue el
sanguinario general cubano Fulgencio Batista, quién arribó la madrugada del 1ero de enero de 1959, tras ser
expulsado del poder por el movimiento guerrillero “26 de Julio”, que encabezó el Dr. Fidel Castro Ruz.

La llegada al poder de Fidel Castro y sus revolucionarios “barbudos”, como fueron conocidos en todo el mundo,
ocurría en un momento en que se desarrollaba en todo el continente una profunda corriente democrática
antidictatorial, y fue en este espacio cuando por primera vez un pequeño ejército rebelde mal armado, vencía a un
ejército profesional. Este precedente abrió nuevas perspectivas a los luchadores antitrujillistas que vivían en el exilio
y que sumaban ya varios miles. A esta situación favorable se le agregó el compromiso público asumido por el joven
gobernante cubano de contribuir con la liberación del pueblo dominicano. Además, algunos dominicanos
antitrujillistas lucharon en las filas del ejército rebelde junto a Fidel, donde habían alcanzado posiciones de
importancia.

A finales de enero, fue constituida, con sede en La Habana y delegaciones en New York, Caracas y San Juan, Puerto
Rico, el Movimiento de Liberación Dominicana, entidad que tuvo a cargo el enrolamiento de los miembros del
ejército guerrillero que serían entrenados en los campamentos Mil Cumbres y Madrugá, el primero situado en Pinar
de Río, el segundo, a unos 70 kilómetros de La Habana.

Trujillo inició un arduo programa de fortalecimiento de sus fuerzas militares mediante la urgente compra de armas,
municiones y aumentando sus filas en varios miles más. Para ese fin fueron usados 50 millones de dólares, además
de 38 millones presupuestados ese año para la rama militar. Esta abrumadora suma destinada al programa de
reforzamiento de la defensa del régimen de Trujillo equivalía a casi el 50% del total del presupuesto nacional.

Ese programa envolvía también la organización de una legión extranjera, integrada por mercenarios contratados en
Europa y los Estados Unidos. A cada oficial de este ejército se le ofrecían salarios de entre mil y mil quinientos
dólares. En la legión extranjera fueron integrados muchos ex - soldados batistianos y europeos que habían
pertenecido a los ejércitos de Hitler y Mussolini. Al frente de esta legión fue situado como jefe el general Fausto
Caamaño, compañero de armas de Trujillo desde la ocupación militar norteamericana de 1916 – 1924. Para reunir la
suma requerida para fortalecer sus fuerzas armadas, el gobierno dispuso la promulgación de nuevos impuestos que
afectaron a las exportaciones, la industria y el comercio. Así mismo la ley No.5144 del 6 de junio de 1959, dirigida a
afectar con un nuevo impuesto a casi todos los artículos de gran consumo como la leche, el pan, el arroz, las pastas
alimenticias, el vestido, el calzado, los aceites lubricantes, y el cemento. Tales medidas impositivas ahondaron más el
ya evidente deterioro de la economía nacional, profundizando a su vez la miseria en el seno del pueblo trabajador.

Para agravar más la situación económica del país, pese a que el 21 de enero fue promulgada la ley No. 5071 que
prohibió toda exhortación o transferencia de divisas depositadas en los bancos nacionales, tanto Trujillo como sus
familiares, y el pequeño grupo que componía la burguesía burocrática que le acompañaban en el disfrute sin límites
del poder, dieron inicio a un desenfrenado proceso de depósitos de divisas en bancos de Estados Unidos y Europa
debido a que sintieron el peso de la amenaza que veían venir sobre el régimen. Se desconoce el monto total de las
divisas sacadas del país por el “Benefactor” y su grupo durante ese año de 1959, pero expertos financieros lo estiman
en superior a los 50 millones de dólares. Esa fuga de divisas, más las fuertes sumas invertidas en armamentos y
pertrechos militares, dieron origen a un serio desequilibrio en la balanza de pagos y una carencia de dólares que
afectó seriamente las importaciones, hecho que atizó el descontento entre los comerciantes.

La dictadura de Trujillo en sus últimos días

La aplicación de los métodos más brutales de aniquilamiento utilizados por Trujillo contra los jóvenes
expedicionarios del 14 de Junio de 1959, lejos de fortalecer su dictadura, como creyeron el dictador y sus
colaboradores, resquebrajó los cimientos de su estructura de poder, pues el impacto que causó en el seno del pueblo
el conocimiento de las torturas y fusilamientos masivos de estos héroes, pusieron en evidencia que ese régimen
había llegado a un grado extremo de bestialidad, creando una ola de repudio que se fue generalizando día tras día,
sentimiento que elevó la conciencia democrática de todos los dominicanos. Ese último hecho se dejó sentir sobre
todo en la juventud, pero también en el seno de muchas familias pertenecientes al aparato burocrático civil y militar
de la tiranía, que advirtieron, además, por primera vez, que los cambios políticos que se registraban en toda América
Latina en aquellos momentos ya comenzaban a sentirse también en nuestro país, indicando que el gobierno de
Trujillo tenía sus días contados.

En aquellos momentos ciertos hechos de gran trascendencia reiteraron a los dominicanos en 1960, que el final de la
dictadura se avecinaba. El primero lo fue la amplitud y la categoría social y política de los jóvenes participantes en la
conspiración contra Trujillo descubierta por los servicios secretos en enero de ese año, pues una buena parte
procedía de los grupos adinerados, y no pocos, incluso, eran hijos o familiares cercanos de funcionarios o ex
funcionarios del régimen; y consecuencia de lo anterior, el viraje registrado por la cúpula de la Iglesia Católica con la
publicación de la Carta Pastoral emitida ese mismo mes de enero, donde demandaron el respeto a los derechos
humanos de los jóvenes apresados y el respeto a sus vidas.

El examen objetivo de la conducta política del tirano en aquellos días, y las de sus principales cómplices y esbirros de
los Servicios de Inteligencia Militar (SIM) profundizando la represión, es decir, el espionaje, las persecuciones y los
encarcelamientos de manera masiva, envolviendo al país en un verdadero estado de sitio, conducta desbocada que
llegó a su clímax con el horrible asesinado de las tres hermanas Mirabal en noviembre de 1960, permiten señalar que
el dictador había entrado en una fase de desquiciamiento mental.

Desquiciamiento que se había puesto en evidencia también, en la planificación del atentado organizado por Trujillo y
su jefe de los servicios de inteligencia militar, coronel Abbes García, contra la vida del presidente de Venezuela,
Rómulo Betancourt, hecho ocurrido el 24 de junio de 1960; acción descabellada que condujo a la OEA poco después,
a la condena del dictador y establecer sanciones económicas contra su gobierno. Todo esto ocurría mientras los
aparatos propagandísticos oficiales elogiaban al socialismo, a la revolución cubana, se anunciaba el establecimiento
de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y se estableció un pacto para el regreso al país de los dirigentes
revolucionarios marxistas, Máximo López Molina y Andrés Ramos Peguero, para permitir la actuación del
Movimiento Popular Dominicano.

Por su parte, la economía del país que desde hacía varios años había entrado en crisis, se agravó aún más por los
gastos excesivos del gobierno en la ampliación de su ejército, aviación y marina, la creación de su “Legión
Extranjera”, el aumento de los gastos para mantener los constantes esfuerzos para la vigilancia del territorio
nacional, la caída de los precios de los principales artículos de exportación que originaron un déficit en la balanza de
pagos, junto a la sangría en divisas que significó las sanciones económicas impuestas por la OEA que sustrajeron
divisas a los negocios azucareros de Trujillo por cerca de 20 millones de dólares y el acaparamiento de divisas de la ya
atemorizada familia del déspota, designado en esos días (enero 21 de 1961) Presidente de los Bancos del Estado. Ese
serio deterioro económico y financiero condujo al régimen, por un lado, a la firma de un acuerdo con el Fondo
Monetario Internacional, y por el otro, a la creación de nuevos impuestos que aumentaron más el descontento.

A todo lo anterior se sumó un fenómeno externo a la sociedad dominicana: el cambio que registró la política exterior
de Estados Unidos en América Latina, inmediatamente después de la caída de la dictadura de Batista en Cuba, en
1959, tendente a favorecer el establecimiento de gobiernos democráticos representativos. Motivados por esos
cambios, entendidos por los estrategas estadounidenses como absolutamente necesarios para evitar en el
continente la creación de nuevos procesos revolucionarios como había ocurrido en Cuba con la llegada de Fidel
Castro al poder, tanto el presidente Eisenhower, en los días finales de su mandato, como el nuevo mandatario John
F. Kennedy en los primeros meses de su gobierno (enero-febrero de 1961), enviaron a la República Dominicana
varios emisarios que intentaron convencer a Trujillo de que abandonara el poder. Pero ese esfuerzo resultó inútil: El
gendarme creado por Estados Unidos, envuelto en su locura, ya no obedecía a sus jefes. Pero el presidente Kennedy
no se detuvo, por el rechazo de su propuesta al dictador, y el 14 de marzo de 1961, en el discurso que pronunció en
Uruguay, donde anunció la creación de la “Alianza para el Progreso”, expresó su “esperanza de que pronto la
República Dominicana se vincule a la sociedad de hombres libres”.

Todos los hechos anteriormente señalados evidenciaban, que, a principios de 1961, Trujillo ya era, como dicen los
dominicanos, “un muerto en vida”.

Texto no. 2

JUAN BOSCH. OBRAS COMPLETAS IX HISTORIA DOMINICANA.

DE DICTADOR A PROPIETARIO DEL PAÍS

Como se advierte, una serie de males históricos dominicanos produjo a Rafael Leónidas Trujillo como dictador militar
y político de su país. Eso no era ninguna novedad en América y ni aún en Santo Domingo. Como dictador, Trujillo
pudo haber sido más duro que Heureaux, Melgarejo, Porfirio Díaz o Gerardo Machado; pudo haber sido tan
corrompido como cualquiera de ellos y haber acumulado unos cuantos millones de dólares cobrando comisiones o
haciéndose donar fincas nacionales. Pero, al fin y al cabo, igual que los nombrados, un día hubiera sido muerto o
echado del poder, porque igual que esos dictadores su poderío hubiera sido parcial, no total; militar y político nada
más.

En el caso de Trujillo hubo una serie de razones nacionales que lo conformaron y lo condujeron a la dictadura militar
y política. Pero una vez en el poder, otra serie de razones le permitió mantenerse en él e hizo posible que él
sometiera toda la vida nacional a su voluntad y estableciera un régimen de tal manera duro e implacable, que su
tiranía no tiene ejemplo en la historia americana, tan pródiga en tiranos. Es claro que todas esas razones, las que le
dieron el poder y las que le permitieron usarlo sin tasa, aparecen entrelazadas y ligadas entre sí en sus causas y sus
efectos, desde los orígenes mismos del Pueblo dominicano. Pero cuando el historiador las separa y estudia puede
determinar claramente el momento y la circunstancia en que cada una comenzó a ser decisiva.

Para el mantenimiento de la tiranía trujillista, decisiva fue el papel del dictador como empresario único del desarrollo
capitalista de Santo Domingo tras disponer del dominio militar y político del país. Antes de poder usar el Gobierno
como instrumento de sus fines económicos, Trujillo tenía que doblegar el poder político a su voluntad. Tenía una
fuerza con que hacerlo: era la Guardia Nacional. En los años de su jefatura militar había seleccionado
cuidadosamente un grupo de soldados y oficiales que acabaron acatando sus órdenes sin un titubeo, y con ellos
organizó una máquina de terror. No debemos olvidar que la Guardia Nacional está compuesta —y lo estaba sobre
todo en esos años por campesinos sin tierra, que sirven en la fuerza armada por un sueldo, y que por tanto no sólo
están obligados por la disciplina militar, sino que son también económicamente dependientes, de manera que
Trujillo los usó como subordinados y los explotó como esclavos. Una vez jefe del Gobierno, Trujillo lanzó esa máquina
de terror sobre el país con la violencia de un ejército enemigo de ocupación.

El gobierno, en aquellas esferas que estaban legalmente fuera de la órbita del poder ejecutivo —poder judicial,
congreso, ayuntamientos— tuvo que someterse a la voluntad del gobernante; y llegó el momento en que Trujillo
tuvo a su disposición todo el régimen de gobierno, sin que una sola voz osara oponerse a sus órdenes. Al mismo
tiempo que sometía al gobierno, el dictador se dedicaba a someter al pueblo. Para esta tarea dirigió su acción hacia
los partidos políticos, pues su sentido de la realidad le indicaba que el Pueblo por sí solo, como masa sin
organización, no era peligroso; lo era en la medida en que tuviera líderes políticos que lo dirigieran. Siguiendo ese
criterio, liquidó a los dirigentes políticos y creó un partido, al cual llamó “dominicano”, y lo estableció como único
partido de gobierno; sólo sus miembros podían tener cargos públicos y aspirar a funciones de elección popular; con
esto último forzó a los líderes de poca categoría —los que tenían más contacto con las masas— a ingresar en el
nuevo partido. Simultáneamente comenzó la acción contra la prensa, la radio y toda manifestación escrita o hablada
que no estuviera sometida a su voluntad, de manera que ningún núcleo político que no fuera el suyo podía tener
expresión pública.

En poco tiempo, el partido “dominicano” no tuvo rivales, y a seguidas Trujillo estatuyó que sólo él, Rafael Leónidas
Trujillo, y no las asambleas del Partido, podría designar candidatos del Partido a cargos electivos; con lo que resultó
que los jueces —que en Santo Domingo son elegidos por el Pueblo—, el congreso y los ayuntamientos del país
pasaron a ser, de hecho, designados por Trujillo. A seguidas, desplegando una actividad impresionante, atacó todo
tipo de organización susceptible de tener acción pública: sindicatos —entonces elementales, llamados gremios—,
logias masónicas, clubes “de primera”, cámaras de comercio, colegios profesionales. Donde había un grupo social
organizado, allí llegó el poder avasallador de Trujillo, y dominó; colocó en los cargos directivos hombres suyos, y
como él era capaz de trabajar veinte horas diarias, vigiló a cada uno de esos hombres, de manera que en cierto
sentido el país se vio lleno de “alter egos” de Trujillo, que dirigían toda la actividad nacional.

Si alguien pregunta cómo se explica que el Pueblo dominicano aceptara esa situación sin luchar, le diremos que
luchó, pero sin organización y sin buena fortuna; y además le recordaremos que esos años, los que siguieron a la
gran crisis económica de 1929, fueron de confusión en países tan poderosos como Estados Unidos, Inglaterra,
Francia; que otros pueblos más cultos, más ricos, más organizados que el dominicano sufrieron situaciones
parecidas; que Alemania se sometió a Hitler, Brasil a Getulio Vargas, Argentina a Uriburu, Perú a Sánchez Cerro,
Guatemala a Ubico, Honduras a Carias, El Salvador a Hernández Martínez, y que sólo en Cuba había luchas del Pueblo
contra su dictador, el general Machado. En todo el ámbito americano el espectáculo era el de los pueblos dominados
por dictadores. La crisis económica se prolongaba; los obreros no hallaban trabajo, la clase media vivía de milagro.
Sólo los gobiernos ofrecían cargos, y con ellos cierta seguridad.

Los dominicanos no podían ser la excepción en un mundo agobiado por la decepción. En medio de la pobreza
general, Rafael Leónidas Trujillo comenzó a convertir el país en una empresa capitalista de su exclusiva propiedad.
Como no disponía de capitales de inversión, se valió de leyes votadas expresamente para que él pudiera monopolizar
ciertos negocios; así, la producción y venta de la sal, la producción y venta de la carne, la producción y venta de
madera, el negocio de los seguros públicos, los contratos de obras públicas pasaron a ser monopolios del dictador.
Esos privilegios, por sí solos, hubieran convertido a Rafael Leónidas Trujillo en un rico dominicano, tal vez en el más
rico de los dominicanos; pero no hubieran puesto el desarrollo capitalista del país en sus manos.

Lo que en verdad lo puso fue un acontecimiento internacional, en cuyos orígenes nada tenían que ver ni Santo
Domingo ni la voluntad de Trujillo. Fue la guerra mundial de 1939- 1945, que de hecho había comenzado en Etiopía
en 1935. La Segunda Guerra Mundial fue decisiva en la formación del cartel capitalista llamado erróneamente
República Dominicana; y la mayor responsabilidad histórica de que así sucediera no está en el Pueblo dominicano,
sino en la política exterior de Estados Unidos, que pedía aliados incondicionales sin tomar en cuenta su catadura
moral, y pedía mercancías para su ejército y su población civil, sin parar mientes en si esas mercancías estaban
siendo producidas por trabajo esclavo o con sangre de otros pueblos. Un año después de haber terminado la guerra
mundial, los negocios de Trujillo contaban hoteles, plantas de cemento, de grasas, fábricas de tejidos, de zapatos, de
materiales de construcción, de alimento para ganado, de cacao elaborado; de cigarrillos, bancos, líneas de
navegación marítima y aérea, monopolio de la sal, de los fósforos, de la carne, ingenios de azúcar, fábrica de armas, y
además se había convertido en el latifundista más grande del país.

De república que era antes, Santo Domingo quedó transformado en una empresa económica. Como país, sus
debilidades, de origen exterior e interior, produjeron la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo; y la dictadura fue el
instrumento usado por Trujillo para monopolizar la vida económica nacional. La clave de esa edificación militar,
política y económica que esclaviza a Santo Domingo está en la falta de conciencia moral en el autor y beneficiario de
la obra.

Al carecer de conciencia moral, Trujillo mide la conveniencia de un acto suyo por el beneficio económico que le
rinde, no por el daño o el bien, por la humillación o la honra, por la muerte o la salud que pueda originar. Todas sus
condiciones de carácter resultan, pues, antisociales, porque no están guiadas por la conciencia moral. A tal extremo
esto es cierto, que lo que podríamos calificar virtudes privadas del dictador se convierten en perjudiciales para la
sociedad, en sus reflejos colectivos. Su energía le ha servido para esclavizar y envilecer al pueblo; su sentido de la
autoridad con el consecuente don de mando, para organizar un sistema de terror; su don de organizador, para crear
un régimen despótico; su actividad mental y física y su dedicación al trabajo, para establecer un sistema de
explotación económica y sumisión política como pocas veces ha visto el mundo. La creación de la conciencia moral es
el fin último de la evolución social. Lo que persigue el hombre es lo bueno.

Lo bello, lo útil, lo justo y lo verdadero están dirigidos al establecimiento de una sociedad en que la conciencia moral
esté tan educada y evolucionada, que la bondad sea un principio naturalmente ejercido por todos los asociados. En
la naturaleza social, lo que dañe o perjudique a un miembro de la sociedad es repudiado y el autor de la acción que
causa el daño o perjuicio resulta aislado, porque su capacidad para dañar o perjudicar a otros lo define como ser
antisocial. El hombre incapaz de sustentar una conciencia moral se iguala al tigre. Esta fiera, dotada de músculos
potentes, garras poderosas y ojo rápido, no tiene conciencia moral; si siente hambre, mata; satisface sus instintos y
sus necesidades; el grado de inteligencia y de habilidad que tenga le sirve únicamente para sí; ningún otro animal de
la selva tiene derecho a la vida, a la integridad física, al sueño, a la paz, si hay por allí un tigre con hambre. Para
Trujillo, sólo cuenta él; la satisfacción de sus deseos, el aumento constante de sus caudales, de su poderío político y
de su figuración. Todo cuanto le sea útil a esos fines, es bueno; todo cuanto se oponga a ellos, es malo. Su conciencia
moral ha sido suplantada por la conciencia utilitaria, y en consecuencia sólo es bello aquello que le sirve, sólo es justo
lo que le beneficia, sólo es verdadero lo que le conviene. Con esa naturaleza moral, y una energía tremenda para
imponerla por encima de todos los principios sociales, Rafael Leónidas Trujillo convirtió a la República Dominicana en
su empresa económica. Hay que repetir esto porque infinito número de gente se equivoca creyendo que Santo
Domingo es la víctima de una tiranía política. No hay tal. La tiranía política es allí un instrumento de la empresa
económica.

El gobierno es sólo el servidor legal de la empresa; el ejército es la policía de la empresa; el territorio de la Nación es
el ámbito de la empresa; el Pueblo es el trabajador, el productor y el consumidor forzoso de la empresa. Un
dominicano que tenga coraje para luchar por su independencia tendrá que desafiar el hambre, la suya y la de sus
familiares; y si la desafía y se niega a someterse al amo de la empresa nacional, tendrá que enfrentar las leyes del
Gobierno, instrumento legal de la empresa, y esas leyes son hechas y rehechas cada día, a medida de las necesidades
de la empresa, para que nadie pueda rebelarse contra el amo; y en última instancia, el rebelde tiene sobre sí las
pistolas de la policía privada del empresario, y esa policía privada, que es implacable, lo mismo que el Gobierno, que
es servil, está pagada por la Nación.

En Santo Domingo no hay ninguna fuerza, mínima o grande, individual o nacional, que pueda ofrecer amparo al
rebelde. América no concibe la incapacidad del Pueblo dominicano para liberarse de su esclavitud porque América
no tiene experiencia de una situación tan extrema. Cada dominicano está sujeto a tres poderes, el militar, el político
y el económico. El rico —y los únicos ricos son los socios o los favoritos del dictador—que se oponga a Trujillo es
arruinado en el acto mediante el uso de los poderes político y militar; el empleado público o privado que se muestre
indiferente al régimen pierde su medio de vida; el pobre... el pobre es el sometido en todas partes, y no sólo en la
República Dominicana. En último grado, el rico, el empleado y el pobre son asesinados sin piedad si persisten en no
someterse.

No debemos confundir la situación de la República Dominicana con la de países de América que han sido víctimas de
tiranías tradicionales. En una tiranía típica de la América Latina el tirano hace negocios al margen de las actividades
del Estado, pero no llega a dominar en forma absoluta la vida 132 JUAN BOSCH económica de la nación.
El manejo de la economía por sectores independientes permite cierto grado de libertad de movimientos y de acción,
que el Pueblo aprovecha para luchar contra el tirano. La situación en Santo Domingo es distinta; el país está
militarmente ocupado, políticamente sometido y económicamente acogotado por Rafael Leónidas Trujillo, y ningún
sector del Pueblo disfruta del mínimo de libertad de acción imprescindible para poder organizar la lucha contra la
tiranía. Imagine el lector cómo sería la vida en una ciudad cualquiera si un solo hombre fuera al mismo tiempo el
dueño de todos los negocios, y por tanto el que da empleos en comercios e industrias; el jefe policial, y por tanto el
que da trabajo de policía a los que desean servir en ese cuerpo; el único jefe político de la ciudad, y por tanto el que
distribuye los cargos públicos, y atribuya a ese hombre la naturaleza agresiva, violenta y anormal de Rafael Leónidas
Trujillo. En poco tiempo serán ministros de las iglesias de la ciudad sólo quienes diga el amo; podrán entrar a la
ciudad y salir de ella únicamente aquellos a quienes él señale; teniendo a su servicio a los jueces y a los que hacen las
leyes, su voluntad será la ley. He ahí una imagen aproximada de lo que sucede en la República Dominicana. Nuestro
hemisferio conoció algo parecido en el norte de Haití, bajo el reinado de Christophe, a principios del siglo XIX, y una
situación de rasgo similares en la Venezuela de Juan Vicente Gómez, a principios del siglo XX.

En ninguno de los dos casos, sin embargo, el triple poder en manos del gobernante fue tan intenso y despiadado
como en la República Dominicana de Trujillo. Tanto en Haití como en Venezuela los tiranos nombrados fueron los
más ricos de sus países, no los dueños absolutos de la economía nacional. Esto lo ha logrado Trujillo en Santo
Domingo, y nadie más en América.

Texto no. 3

JUAN BOSCH OBRAS COMPLETAS IX HISTORIA DOMINICANA

LA FORTUNA DE TRUJILLO

¿Cuál era la fortuna de Rafael Leónidas Trujillo?

Según un informe detallado hecho por el jefe o encargado de la llamada Oficina Particular del Generalísimo, el
licenciado Tirso E. Rivera J., al morir el 30 de mayo de 1961 Trujillo tenía en la República Dominicana bienes a su
nombre por valor de 55 millones, 110 mil 728 pesos con 28 centavos; tenía además inversiones y acreencias (dinero
que le debían) por 69 millones 342 mil 176 con 87, y a nombre de María Martínez 24 millones 358 mil 124 con 60, lo
que hacía un total de 148 millones 811 mil 29 con 75.

El monto y los detalles ¿Pero era ése el monto de toda la fortuna de Trujillo? No. Además de esa suma (le faltaban
189 mil pesos para llegar a 149 millones) que tenía en el país, a nombre suyo o de su señora María Martínez de
Trujillo y de sus hijos Ramfis, Radhamés y Angelita, Trujillo tenía dinero depositado en un banco suizo (o tal vez en
más de uno) por una cantidad mayor que ésa. En mi libro Composición social dominicana se cuenta que “el día 8 de
junio de ese año (1954), mientras el dictador se hallaba en Madrid, su señora envió a Suiza, para ser depositada a su
nombre, una cantidad de dólares que pasaba de los cien millones”. El relato de ese episodio me fue hecho por un
testigo presencial que merece fe. La cantidad de dólares enviada a Suiza llegó a 150 millones.

De manera curiosa, en el estado de cuenta hecho por el licenciado Rivera no figura la finca Fundación, aunque
figuran terrenos en varios lugares del país, unos a nombre del dictador y otros a nombre de su señora, así como
acciones y bonos por valor de varios millones de pesos a nombre de sus hijos Ramfis, Angelita y Radhamés. A
menudo se dijo que Trujillo tenía propiedades en Puerto Rico y en los Estados Unidos, pero de ser así, esas
propiedades no figuran en el informe a que estamos refiriéndonos.

Ese informe fue hecho, al parecer, inmediatamente después de la muerte de Trujillo, pues está fechado así: “Al 5 de
julio de 1961”, a los 36 días del histórico 30 de mayo en que el dictador perdió la vida. A pesar de que el poderoso
millonario, el hombre más rico en toda la historia de la República Dominicana, estaba muerto hacía mes y medio, el
informe fue encuadernado con tapas rojas y con una leyenda encabezada por las cinco estrellas de su rango militar.
La leyenda dice: “Bienes e inversiones del Generalísimo Dr. Rafael L. Trujillo Molina”, y debajo la fecha mencionada.
El informe está dividido en varias partes; la primera se titula “Bienes e Inversiones a nombre de Su Excelencia el
Generalísimo Dr. Rafael L. Trujillo Molina” y ocupa 17 páginas. En la primera de las 17 figuran las acciones de varias
empresas con un valor total de 41 millones 965 mil pesos; en la segunda y la tercera figuran varios deudores de
Trujillo por un total de 8 millones 882 mil 223 pesos con 68 centavos; la parte final de la tercera está dedicada al yate
que figura valorado en 2 millones 130 mil 695 pesos con 13 centavos, y la tercera comienza con solares en la capital
de la República por 1 mil 988 pesos con 55 centavos, y como se trata de dos solares con 398 metros cuadrados, se
llega a la conclusión de que su precio por metro cuadrado era de alrededor de 5 pesos; después se detallan 36
solares de Cambita Garabito con 7 mil 708 metros cuadrados con un valor de 6 mil 60 pesos con 3 centavos (menos
de un peso el metro cuadrado).

A partir de ahí vienen “Haciendas y Propiedades Rurales” que empiezan por la finca de La Victoria (55 mil 762 tareas
con un valor de 918 mil 28 pesos con 37 centavos, lo que da un valor de 16 pesos la tarea). En la parte final de la
página número 5 y en la 6 y en la 7 figura la finca La Estrella, con 97 mil 943 tareas por un valor de 619 mil 865 pesos
con 67 centavos (a alguito más de 6 con 30 la tarea). Las páginas 8 y 9 están dedicadas a la colonia Angelita, en Hato
Nuevo: 12 mil 285 tareas con un valor total de 240 mil 334 pesos con 1 centavo (a algo menos de 20 pesos la tarea).

Otras tierras y acciones Después aparecen detallados terrenos en San Cristóbal (544 tareas por 3 mil 166 pesos con
98 centavos); terrenos en La Vega: 55 mil 363 tareas de pinares en Constanza, con un valor de 82 mil 921 pesos con
31 centavos (a más o menos peso y medio la tarea); 1 mil 107 tareas de tierra en Santiago con un valor de 5 mil 946
pesos con 88 centavos (a menos de 5 pesos y medio la tarea); terrenos en Maimón, Bonao: 1 mil 855 tareas por un
valor de 2 mil 775 pesos con 78 centavos (a peso y medio la tarea); terrenos en Sabana Grande de Cotuí, que estaba
en trato de venta a la Secretaría de Agricultura: 10 mil 683 tareas con un valor de 21 mil 558 pesos con 41 centavos
(a dos pesos y centavos la tarea); en Maimón y Hatillo de Maimón, reservados para las minas de hierro de Hatillo:
437 tareas con valor de 1 mil 311 pesos con 90 centavos (a 3 pesos la tarea); en Chacuey y Zambrano, que estaban
también en tratos para ser vendidos a la Secretaría de Agricultura: 33 mil 362 tareas con un valor de 36 mil 119 pesos
con 83 centavos (a alguito menos de un peso y 10 centavos la tarea); terrenos en Quita Sueño, que estaban también
en venta a la Secretaría de Agricultura: 77 tareas valoradas en 232 pesos con 44 centavos (a 3 pesos la tarea);
terrenos en Ciénaga Azul, que estaban también en trámite de venta a la Secretaría de Agricultura: 11 mil 352 tareas
con un valor de 26 mil 538 pesos con 61 centavos (a 2 con 33 la tarea); terrenos en San Blas, pendientes de venta a la
Secretaría de Agricultura: 25 mil 24 tareas valoradas en 57 mil 371 con 15, o sea, a menos de 2 con 30 la tarea;
terrenos en Los Ranchos, El Plátano y Yuna Arriba, en trámite de venta a la Secretaría de Agricultura: 15 mil 873
tareas valoradas en 46 mil 554 pesos con 65 centavos (a unos 3 pesos la tarea); terrenos en Rincón y Monte Bonito,
pendientes de venta a la Secretaría de Agricultura: 24 mil 759 tareas con un valor de 53 mil 830 pesos con 72
centavos (a menos de 2 con 20 la tarea); y terrenos en Sabana Larga, también en tratos para ser vendidos a la
Secretaría de Agricultura: 3 mil 119 tareas en 7 mil 233 con 29 (a unos 2 pesos con 15 centavos la tarea). En total, los
terrenos que Trujillo tenía en Cotuí, que con la excepción de las 437 tareas de Maimón y Hatillo iban a ser vendidos a
la Secretaría de Agricultura nadie sabe en cuánto, valían 250 mil 751 pesos y sumaban unas 124 mil 405 tareas. En la
Oficina Particular había en caja 2 mil pesos y muebles por valor de 979 pesos con 44 centavos. El valor total que
aparece en esa primera parte del informe es, como dijimos, de 55 millones, 110 mil 728 con 28 centavos; y en la
página 16 aparece toda esa primera parte resumida así: Acciones, 41 millones 965 mil; otros deudores, 8 millones
882 mil 223 pesos con 68 centavos; el yate Angelita, 2 millones 130 mil 695 con 13; solares, 6 mil 60 pesos con 3
centavos; haciendas y propiedades rurales, 2 millones 123 mil 770, y oficina particular, 2 mil 979 con 44.

Acciones, 30 millones 305 mil 230 pesos; bonos, 14 millones 83 mil; cédulas hipotecarias, un millón 785 mil;
depósitos de ahorros a plazo fijo, 19 millones 101 mil 156 con 72 centavos; pólizas de seguros, 2 millones 100 mil
pesos; deudores por ventas de activos (esto es, personas o firmas que le debían a Trujillo por compras que le habían
hecho), 326 mil 291 con 12; otros deudores, 302 mil 702 con 77; mensuras en proceso, 111 mil 632 con 57; solares,
27 mil 244 con 95; y propiedades rurales, 1 millón 199 mil 918 con 74, según detalle que daremos más adelante.

El total de esos “Otros Bienes e Inversiones” de Trujillo a la hora de su muerte era de 69 millones 342 mil 176 con 87,
cantidad que sumada a los 55 millones 110 mil 728 con 28 centavos cuyo detalle dimos en la parte primera de esta
información, arroja la impresionante cantidad de 124 millones, 452 mil 905 pesos con 15 centavos. Papel, azúcar y
chocolate.

Otra empresa muy conocida era la Industria Nacional de Papel, C. por A., de la cual Trujillo tenía acciones, 200 de
500 pesos cada una, libradas al Portador, y 100 de 500 pesos cada una, a nombre del capitán Leónidas Radhamés
Trujillo M. Esas acciones, según dice el informe, le fueron entregadas al general Dr. Trujillo hijo. Después de la
Industria Nacional del Papel le toca su turno en el informe a la más grande de las empresas que figuran en esta lista,
la Azucarera Haina, C. por A., en la cual Trujillo tenía acciones por un total de 23 millones 829 mil pesos, distribuidas
así: 7 mil 221 acciones de mil pesos cada una, a nombre del general Dr. Rafael L. Trujillo hijo; 7 mil 221 acciones de
mil pesos cada una, a nombre de la señora Angelita Trujillo de León (lote igual al de Ramfis); 7 mil 221 acciones de
mil pesos cada una, a nombre del capitán Leónidas Radhamés Trujillo Martínez (lote igual al de Ramfis y al de
Angelita, con un valor individual para cada uno de 7 millones 221 mil pesos, o lo que es igual: 21 millones 663 mil
pesos para los tres); 722 acciones de mil pesos cada una, a nombre del señor Francisco Martínez Alba (Paquito,
hermano de la señora de Trujillo. Nótese que le tocaba el 10 por ciento de la cantidad que le fue adjudicada a cada
hijo del dictador); 722 acciones de mil pesos cada una, a nombre del coronel Luis José León Estévez (esposo de
Angelita, a quien le correspondió igual lote que al cuñado Paquito Martínez Alba, equivalente en pesos a 722 mil para
cada uno); 722 acciones de mil pesos cada una, a nombre del señor Andrés Alba Valera.

Debajo de esos datos aparece la consabida nota de “Estas acciones están en poder del general Dr. Trujillo hijo”; e
inmediatamente después figura la Azucarera del Norte, C. por A., en la cual Trujillo tenía acciones por valor de 1
millón 972 mil 700 pesos, en 19 mil 727 acciones de 100 pesos cada una, que estaban a nombre del Lic. Tirso E.
Rivera J., y que según nota al pie se hallaban en poder de Ramfis. De inmediato aparece en la lista la Chocolatera
Industrial, C. por A., que había sido establecida en Puerto Plata, de la cual Trujillo tenía 10 mil acciones de 100 pesos
cada una (1 millón de pesos en acciones), a nombre de su hijo Radhamés. (Esas acciones, de acuerdo con una nota al
pie, estaban en manos de Ramfis). Había acciones de dos empresas más, en cantidades pequeñas. Por ejemplo, de
Laboratorio Químico Dominicano, C. por A., figuran en el informe 19 acciones de 100 pesos cada una, expedidas al
Portador (también esas acciones estaban en poder de Ramfis); y había 115 acciones de 100 pesos cada una, libradas
al Portador, que correspondían a la firma Luis E. Elmúdesi & Co., C. por A. Como dijimos al comenzar esta segunda
parte del informe, las acciones que figuran en esta lista alcanzaban, en pesos dominicanos (equivalentes a dólares), a
30 millones 305 mil 230. Distribuida a razón de mil pesos por familias, esa cantidad de dinero hubiera alcanzado para
30 mil 523 familias, o lo que es igual, para 152 mil 615 personas si calculamos 5 personas por familia.

Texto no. 4

Rafael Leónidas Trujillo

Rafael Leónidas Trujillo. Fue un militar y político dominicano. Dictador del país como generalísimo del Ejército,
gobernó primero desde 1930 hasta 1934 y de facto, hasta ser asesinado en 1961. Ejerció la presidencia de la
República Dominicana entre 1930 y 1938, y entre 1942 y 1952. Síntesis biográfica Nació en la provincia de San
Cristóbal el 24 de octubre de 1891, hijo de José Trujillo Valdez, pequeño comerciante descendiente de un sargento
(posiblemente de origen canario), del Cuerpo de Sanidad Militar del Ejército Español que llegó al país en 1861, y
Altagracia Julia Molina Chevalier, hija de Pedro Molina, campesino dominicano, y de Luisa Ercina Chevalier, hija a la
vez de un oficial haitiano de los tiempos de la ocupación de 1822. La abuela Diyeta Chevalier también era de origen
afro-haitiano. Tuvo ocho hermanos y hermanas, al igual que él casi todos hicieron carrera militar, Héctor B. Trujillo,
Pedro Vetilio Trujillo, José A. Trujillo, Amable R. Trujillo, Luís R. Trujillo y Aníbal Trujillo Molina, y sus hermanas Ofelia
Japonesa, Nieves Luisa y Marina Trujillo Molina.

También tuvo hermanos por parte de padre, de origen fue humilde, los hermanos con excepción de Amable Romeo
fueron generales y coroneles del Ejército Dominicano bajo la dictadura de Trujillo, Héctor fue nombrado
generalísimo en 1959.

A los 16 años de edad, Trujillo obtuvo un empleo como telegrafista, actividad que ejerció durante 3 años. Concluido
este tiempo se dedicó junto a su hermano José Arismendi (llamado “Petán”) al cuatrerismo, a la falsificación de
cheques y al robo postal, siendo encontrado culpable y encarcelado algunos meses por estos delitos. A los 22 años se
casó con Aminta Ledesma, la hija de un campesino proveniente de San Cristóbal. De esta unión nace la hija Flor de
Oro.

En 1916 de nuevo se dedica a actividades criminales, liderando a la banda de asaltantes llamada La 42, temida por su
violencia, dedicándose el resto del tiempo a actividades diversas.

Carrera militar

Se beneficia con la ocupación norteamericana (1916–1924). En 1918 se integra a la recién fundada Guardia Nacional,
en donde emprende una vertiginosa carrera como oficial. Se había desempeñado en el oficio de guardia campestre,
ingresó en el ejército dominicano el 18 de diciembre de 1918. Fue ascendido rápidamente a segundo teniente,
prestando juramento el 11 de enero de 1919. Trujillo se convirtió en el teniente número quince de los dieciséis que
existían entonces en la Guardia Nacional. Ingresó en el ejército con el propósito de realizar una carrera militar y
ascender. Fue recogida una frase que pronunció antes de ingresar a las filas del ejército:

“Voy a entrar en el ejército y no me detendré hasta ser su jefe”.

Ascendió rápidamente en la escala jerárquica de la Guardia Nacional, atropellando, en El Seibo, a sus compatriotas
que se levantaban contra la intervención estadounidense. En 1921 ingresó en una Academia Militar fundada por el
Ejército de Ocupación norteamericano en Haina y el 22 de diciembre de ese mismo año fue designado para ocupar la
jefatura de la Guarnición de San Pedro de Macorís. Fue trasladado al Cibao en 1922 y, mientras se encontraba en San
Francisco de Macorís fue ascendido a capitán sin pasar por el grado de primer teniente, algo irregular en el escalafón
militar, pero explicable debido a los “servicios” prestados por Rafael Leónidas al ocupante estadounidense. Este
ascenso fue acompañado por la reorganización de la Guardia Nacional, que se convirtió en la Policía Nacional
Dominicana, en la que ocupó muy poco tiempo después el mando de la 10ª Compañía.

También ahí fue elogiado por sus servicios y en mayo y agosto de 1923, antes de su nombramiento como inspector
del primer distrito militar, participó como estudiante en la Escuela de Oficiales del Departamento del Norte. En esta
época, a pesar de su formación militar, comenzaron a manifestarse sus inclinaciones políticas.

Al llegar 1924, fue promovido en forma temporal al mando de la Guarnición del departamento del Norte, y en
septiembre de ese mismo año recibió el nombramiento definitivo, siendo ascendido al rango de mayor. Mientras
estuvo en el ejército fue muy popular y trató de hacer de la policía un ejército nuevo; conservó las enseñanzas
recibidas de los militares estadounidenses pero muchas cosas las aprendió por sí solo.

La enseñanza militar lo llevó rápido a ocupar puestos de alto mando en la Guardia Nacional transformada en Policía
Nacional Dominicana. Con rango de mayor, dirigió el Departamento Norte de esta institución en 1924. Al triunfar
Horacio Vásquez en las elecciones que siguieron a la desocupación de las tropas estadounidenses en 1924, Trujillo
recibió la petición de permanecer al frente de la Policía Nacional. El 6 de diciembre de ese mismo año el Presidente
Vásquez lo ascendió a teniente coronel y lo nombró Jefe de Estado Mayor.

Dictadura

Conocido como “El Jefe”, “El Generalísimo”, “ Chapita” (por su gusto desmedido por las condecoraciones) o “El
Chivo” por su exacerbada lujuria, su dictadura estuvo caracterizada por el anticomunismo, la represión de toda
oposición y por uno de los más acusados cultos a la personalidad del siglo XX.

Sus defensores destacan como aspectos positivos del régimen la restauración del orden público y el progreso
económico del país. Trujillo ordenó el genocidio de miles de haitianos que vivían en la zona fronteriza y luego acordó
con el presidente haitiano, indemnizarlo con 30 pesos por cabeza. Más de 30 mil personas perdieron la vida y otros
tantos se exiliaron durante su gestión, en la que fueron asesinadas las Hermanas Mirabal mujeres en cuya memoria
la ONU instauró el Día Internacional de la NO Violencia contra la Mujer.

Trujillo y la Revolución Cubana


Artículo principal: Conspiración Trujillista.

Trujillo acogió en República Dominicana a Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959 cuando este huyó de Cuba y al día
siguiente durante una reunión en el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Santo Domingo, propuso crear un
“Legión Extranjera” para utilizarla contra Cuba y otros movimientos revolucionarios en América Latina. El gobierno
de Estados Unidos dio su aprobación al plan y este comenzó a ejecutarse de inmediato.

El 13 de agosto de 1959 Trujillo protagonizó una conspiración con el objetivo de derrocar el poder revolucionario en
Cuba. Dicha operación contó con el apoyo de los emigrados contrarrevolucionarios cubanos, así como de elementos
militares del antiguo régimen de Fulgencio Batista, retirados y en activo dentro del Ejército Rebelde; jefes del II
Frente Nacional de Escambray y el aliento de la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos.

La conspiración falló y el armamento cayó en manos del comandante Fidel Castro y sus subordinados.

Muerte

El 30 de mayo de 1961, en la carretera Santo Domingo - San Cristóbal, el auto en el que viajaba, fue ametrallado en
una emboscada urdida por Modesto Díaz, Salvador Estrella Sadhalá, Antonio de la Maza, Amado García Guerrero,
Manuel Cáceres Michel (Tunti), Juan Tomás Díaz, Roberto Pastoriza, Luis Amiama Tió, Antonio Imbert Barrera, Pedro
Livio Cedeño y Huáscar Tejeda. Recibió más de 60 impactos de balas de diversos calibres, de los cuales siete dieron
en su cuerpo causándole la muerte; su chofer Zacarías de la Cruz recibió varios impactos, pero no perdió la vida,
aunque los ajusticiadores lo dieron por muerto.

Algunos analistas mencionan que el interés de Estados Unidos en acabar con Trujillo se debió a que la represión de
su gobierno podría traer una revolución a República Dominicana, de forma similar a la Revolución Cubana,
consecuencia fundamental del total rechazo del pueblo cubano al gobierno dictatorial del presidente Fulgencio
Batista.

Tras su muerte su familia trató de huir con su cuerpo en su barco Angelita, pero fueron capturados. Su funeral, se
realizó el 2 de junio del mismo año. Fue el de un estadista, con una larga procesión desde el Palacio Nacional hasta la
localidad de San Cristóbal, donde fue enterrado. Miles de personas de todos los estratos sociales desfilaron ante el
féretro que contenía sus restos.

Actualmente los restos mortales se encuentran en un cementerio de la pequeña comunidad de El Pardo, a 25


minutos de Madrid en España. Cementerio que está muy por debajo de las características de los demás cementerios
madrileños, y una tumba que probablemente no se asemeja en nada a aquella mandada a construir por el dictador
en

San Cristóbal en los años 1950.

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