UNIDAD I FUNDAMENTOS DE LA NEUROEDUCACIÓN (Ed. Inicial)
UNIDAD I FUNDAMENTOS DE LA NEUROEDUCACIÓN (Ed. Inicial)
UNIDAD I FUNDAMENTOS DE LA NEUROEDUCACIÓN (Ed. Inicial)
FUNDAMENTOS DE LA NEUROEDUCACIÓN
3 créditos
Profesor Autor:
Doctor. José Raymundo Triviño Sabando
PERÍODO 2021
Índice
Contenidos
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Resultado de aprendizaje de la asignatura
Determina los principios de Neurociencia para la comprensión de los procesos de
desarrollo y estimulación del sujeto que aprende.
FUNDAMENTOS DE LA NEUROEDUCACIÓN
Unidad 1 La neurociencia
Presentación
Las neurociencias han entrado en el mundo educativo con una gran fuerza en los últimos
años. En todos los Foros y toda la gente hablan de ellas. Aparentemente “es la panacea
universal” que todo lo va a resolver. Sin embargo, esta realidad, aunque prometedora de
nuevos cambios, aun marca determinadas distancias por el desconocimiento e
insuficientes procesos investigativos en este campo. Si bien es cierto que las
neurociencias nos han demostrado que los primeros años de vida, que no antes, van a
ser vitales para el posterior desarrollo del futuro adulto, es una disciplina académica a la
que aun faltan muchas investigaciones y muchos conocimientos. Investigaciones y
conocimientos que a pesar del avance vertiginosa de la misma, tardarán mucho en llegar,
sobre todo en sus aspectos prácticos.
Aun así, desde un amplio sector del profesorado se ha intentado en los últimos años
mejorar los resultados pedagógicos a través de actividades metodológicas tendientes a
desarrollar, de mejor forma, las capacidades cognitivas de los estudiantes mediante la
utilización de variados recursos y técnicas.
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el desarrollo psicomotriz y psicoevolutivo del individuo. En un segundo tema se pondera
la importancia de la neurociencia en el campo de la educación así como el análisis de los
principales signos neurológicos y alteración funcional que afectan a la población infantil
en edad escolar y que tienen consecuencia en el aprendizaje.
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Tema 1. La neurociencia en el desarrollo psicomotriz y psicoevolutivo
del individuo
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Dentro de este desarrollo psíquico, la determinación de lo que puede atribuirse a las
estructuras y funciones biológicas que están dadas genéticamente, y lo que corresponde
a las condiciones de vida y educación, significa el eje central de cualquier concepción al
respecto. Y, consecuentemente, de lo que pueda hacerse para posibilitar el máximo
desarrollo de todas las potencialidades psíquicas del individuo.Así pues, numerosos
estudios y experiencias se han dirigido a tratar de definir cual de estos aspectos, lo
biológico o lo social, es lo principal, o determinante, para el desarrollo. Entre otras, los
hechos de la realidad se han interpretado para sedimentar y consolidar una u otra
posición, y esto ha conducido al establecimiento de posiciones teóricas a veces
irreconciliables (Martinez, 2010).
Entre las diversas teorías del desarrollo, la teoría que más se destaca es la del desarrollo
de Jean Piaget. Según este autor, la inteligencia implica una adaptación biológica y un
equilibrio entre el individuo y su medio ambiente describiendo una serie de estadios o
etapas del desarrollo de la inteligencia, teniendo siempre en cuenta que las edades
cronológicas que señalan los límites de cada etapa son aproximaciones flexibles, no
categóricas.
A continuación, en la tabla 1.1 se muestran las etapas que el citado autor menciona:
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Tabla 1.1 Etapas del desarrollo cognitivo según J. Piaget
El primer estadio que designa Piaget como sensoriomotor, a su vez, lo divide en seis
subestadios:
El primer subestadio (de 0 a 1 mes) se caracteriza por el uso de los reflejos. El niño
viene al mundo equipado de una gran variedad de reflejos. De ellos, unos desaparecerán
y no tienen interés para el desarrollo cognitivo. Otros, como la succión, el movimiento de
ojos, el movimiento de brazos y piernas, sufrirán cambios significativos. Según Piaget, son
los elementos básicos iniciales sobre los que se establece el crecimiento cognitivo
posterior.
El segundo subestadio (de 1 a 4 meses) se inicia cuando los reflejos del recién nacido
comienzan a variar y alteran su forma en función de la experiencia, pero de modo aún
muy primitivo. Durante estos meses los esquemas asociativos con funciones tales como
succionar, mirar, escuchar, vocalizar y presionar, reciben una gran cantidad de práctica
diaria. Además, comienza la coordinación entre varios sistemas, como visión y audición,
succión y prensión.
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En el cuarto subestadio (de 8 a 12 meses): La mayor novedad de este estadio es la
aparición de la conducta intencional. Ello le hace aparentemente más inteligente que los
niños de momentos anteriores, al ejercitar de manera intencionada un esquema como
medio para alcanzar un fin u objetivo.
Durante el primer año de vida, el niño desarrolla con rapidez sorprendente la capacidad
perceptiva y las habilidades motrices. En esta última intervienen de manera coordinada
tres procesos distintos:
- La maduración del sistema nervioso, proceso que finalizará sólo hacia los cinco
años.
- La evolución de las capacidades sensoriales, mucho más rápida.
- El fortalecimiento de los músculos, que proseguirá hasta bien entrada la
adolescencia.
Hasta los primeros siete meses el bebé ha dado grandes progresos. Aparecen ya, en
forma todavía rudimentaria, los movimientos voluntarios destinados a un fin; y la influencia
del ambiente en el proceso de aprendizaje empieza a ser notable. Los progresos son
asimismo muy rápidos. Finalmente, alrededor del año, logrará caminar cogido de la mano,
y un mes más tarde -aunque todavía con manifiesta torpeza- podrá hacerlo solo. Si bien
la locomoción es la protagonista estelar de este período, también se producen otros
aspectos de la evolución que tienen gran importancia, como, por ejemplo, la calidad de la
pinza pulgar-índice.
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Un primer aspecto que destacar en el desarrollo del lenguaje es la capacidad receptiva
del niño. El neonato muestra ya una especial actitud para distinguir y reconocer, entre
otros sonidos, el timbre y el volumen de la voz humana, y en particular de su madre. El
llanto se instaura rápidamente como primer soporte de la comunicación. Sin embargo, un
bebé cuyas capacidades auditivas sean normales prestará de inmediato una atención
especial a la voz de la madre. (AMEI WAECE, 2019)
En el aspecto del desarrollo cognitivo que se relaciona con esta edad, Piaget determina
que la inteligencia es sensoriomotora, esto significa que en el niño de este estadio es
fundamentalmente práctica, ligada a lo sensorial y a la acción motora. Piaget divide todo
el estado sensoriomotor en 6 subestadios (los cuatro primeros ya se especifican en la
edad de 0 a 1 año), el niño de 1 a 2 años se encuentra en los subestadios 5 y 6. En el
subestadio quinto se define el descubrimiento de nuevas relaciones instrumentales
como el resultado de un proceso de experimentación ajustada a la novedad de la
situación. Los esquemas se acomodan a lo nuevo antes de ser ejercitados
asimiladoramente en juegos ritualizados. Gracias a la mayor movilidad de los esquemas,
así como a la organización plenamente intencional de las acciones, la imitación se hace
más activa y deliberada, logrando una acomodación al modelo mucho más precisa que
en los subestadios anteriores. La experimentación y el tanteo permiten al niño incorporar
a su repertorio imitativo esquemas nuevos.
Los esquemas son en primer lugar acciones susceptibles de ser realizadas con o sobre
objetos que comparten alguna propiedad (por ejemplo: se pueden agarrar los objetos de
cierto tamaño, se pueden hacer rodar los objetos redondos o cilíndricos.); así, los
esquemas asimilan los objetos. Al mismo tiempo, los esquemas de acción aportan el
primer conocimiento sensoriomotor de los objetos: cómo son desde el punto de vista
perceptivo y qué puede hacerse con ellos en el plano motor.
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postura ni pueden sentarse o caminar durante mucho tiempo porque se fatiga fácilmente.
Después de adquirir control sobre los grandes progresos motores (andar, coger con la
mano, coger objetos, abrir puertas) el niño comienza a desarrollar habilidades más
concretas: a los dos años ya puede abrir cajas, pasar hojas de un libro, construir torres de
4 - 6 cubos, garabatear con un lápiz, puede subir y bajar escaleras con ayuda y andar de
puntillas. Lograr el dominio parcial de sus piernas, puede parase prescindiéndose de toda
ayuda, se sienta con soltura en su silla y puede trepar a una silla de adulto.
El movimiento del desarrollo se profundiza con la edad y también en cierto sentido se hace
más lenta. A medida que aumenta la edad se requiere un tiempo más largo para alcanzar
un agrado de madurez proporcional. Entre los 12 y los 18 meses la reptación es sustituida
gradualmente por la marcha; los primeros pasos, vacilantes e inseguros, se dan,
naturalmente, con apoyo, ya que el niño se halla ante un delicado problema de equilibrio.
La actitud de principiante es bien conocida por todos: el niño adelanta la cabeza, y el
tronco y el resto del cuerpo sigue; los pies muy separados para asegurar una amplia base
de sustentación, se alzan muy alto a cada paso y se dejan caer de plano. A los 15 meses
comienza el correteo: los pasos se alargan y la separación de los pies se reduce; el niño
puede caminar hacia un lado y hacia atrás y arrastrar un juguete tras de sí. Otro gran logro
de esta edad es el control de esfínteres: Éste no debe fomentarse en edades tempranas
para evitar la ansiedad.
Respecto al desarrollo afectivo en este periodo, a finales del primer año de vida los niños
demuestran cierta habilidad para reconocerse a sí mismo diferenciándose de los demás,
siempre que la imagen presentada se corresponda con la que tienen en ese momento.
Entre los aprendizajes sociales que el niño inicia antes de los dos años, al menos en cierto
grado, están: elección de ropas apropiadas a su sexo, colaboración al vestirse y
desvestirse, control de esfínteres, manejo rudimentario de los cubiertos y otros hábitos de
la comida, comunicación por turnos y cuidado de instrumentos domésticos (plantas,
muebles, electrodomésticos, etc.).
En cuanto al desarrollo del lenguaje, cerca de los doce meses se da una maduración
importante en áreas del cerebro que tienen que ver con éste, lo cual se relaciona con los
avances que se producen en la conducta lingüística en esos meses. El lenguaje
evoluciona tanto en la expresión como en la comprensión. En este periodo abandona la
media lengua y emite palabras con pronunciación correcta. Entre los 12 - 18 meses
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empiezan las primeras palabras funcionales. Que son las que utiliza para conseguir algo
que satisfaga sus necesidades. Aparece la sobreextensión de la palabra, donde con una
palabra nombra a todos los elementos de la familia (mamá para todas las señoras).
Entre los 18 y los 24 meses: Todos los niños deberían empezar a hablar. Ya que su
maduración biológica es suficiente para que ocurra la integración de los elementos
lingüísticos, pasando de la comprensión de 3 palabras a los 12 meses hasta las 250 a los
dos años de edad. (AMEI WAECE, 2019)
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-Preconceptos: Se llaman así a las primeras nociones que el niño utiliza en su
adquisición del lenguaje. Estos preconceptos tienen la particularidad de estar a medio
camino entre la generalidad propia del concepto.
Otra característica del niño a esta edad es el egocentrismo, ya que el niño tiene tendencia
a sentir y comprender todo a través de él mismo, le es difícil distinguir lo que pertenece al
mundo exterior y a las otras personas y lo que pertenece a su visión subjetiva; y por esta
misma razón, por el hecho de que separa mal lo suyo de lo ajeno, tendrá dificultad para
ser consciente a su propio pensamiento.
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Desarrollo afectivo social. La familia juega un papel protagonista en el desarrollo de las
personas, no sólo porque garantiza su supervivencia física, sino también porque es dentro
de ella donde se realizan los aprendizajes básicos que serán necesarios para el
desenvolvimiento autónomo dentro de la sociedad (aprendizaje del sistema de valores del
lenguaje, del control de impulsividad,...). A través de distintos mecanismos (recompensas
y castigos, observación e imitación, identificación), la familia va moldeando las
características psicológicas del individuo durante el tiempo que permanece bajo su
custodia.
Desde el punto de vista del niño, la madre y el padre no son objetos sociales
intercambiables, en cuanto que las experiencias que le aportan una y otro son diferentes.
Es muy probable que cuando una madre coge al niño sea para aportarle algún cuidado
físico, mientras que en el caso del padre un gran porcentaje del tiempo y que pasa con su
hijo lo invierte en actividades de juego. Además, el patrón de juego es distinto al de las
madres; esta tienden a desarrollar juegos verbales y en torno a juguetes, mientras que los
padres se decantan preferentemente hacia los juegos de actividad física (peleas,
carreras).
Una de las experiencias sociales a las que se suelen enfrentar los niños de esta edad es
el nacimiento de un nuevo hermano. Sin duda, este acontecimiento supone para ellos un
cambio en lo que hasta ese momento constituía su vida, más aún si se trata de un hijo
primogénito. Quizá para él lo más relevante sea el cambio que se produce en el patrón de
interacciones que mantenía con los adultos significativos, sobre todo con la madre. Las
investigaciones que han analizado las interacciones madre-niño antes y después del
nacimiento de un hermano han encontrado consistentemente un patrón de cambio muy
claro: tienden a aumentar los enfrentamientos entre la madre quien solía iniciar los
episodios de atención conjunta o de juego, ahora será el niño quien probablemente adopte
un mayor protagonismo a la hora de iniciar intercambios comunicativos.
Esta etapa transcurre de los 7 a los 11 años de edad, se caracteriza por tener una mayor
concreción en la inteligencia representativa; a partir de esta edad se les desarrolla el nivel
de pensamiento preoperatorio (pensamiento simbólico y egocéntrico) así como el de las
operaciones concretas. A lo largo de esta etapa, el sujeto tienen la capacidad de generar
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un pensamiento lógico, sin embargo no llega a ser abstracto. Al hablar de operaciones en
esta etapa, Piaget las reconoce como representaciones mentales de acciones que
internamente parecen lógicas al sujeto.
El periodo formal constituye la última etapa del desarrollo y se caracteriza por dos rasgos
aparentemente independientes, pero que tienen mucha relación entre ellos. Es el
momento en el que se produce la inserción en el mundo de los adultos, con todos los
problemas que esto conlleva. Pero también es el periodo en el que el individuo empieza
a ser capaz de de manejar el pensamiento hipotético deductivo característico de la ciencia.
Ya no solo es capaz de razonar sobre lo real, sobre lo que conoce o tiene presente, sino
que puede hacerlo también sobre lo posible. Estas capacidades son las que le permitirán
al adolescente entender el pensamiento científico y razonar sobre problemas complejos.
Pese a que esta es la última etapa del desarrollo no quiere decir que el desarrollo se
detenga ahí sino que puede continuar, se pueden aprender cosas nuevas, habilidades
diferentes, etcétera. El sujeto puede seguir formando nuevos esquemas, automatizando
la forma de solución de situaciones complejas y esto constituye un progreso que puede
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proseguir durante toda la vida. Lo más característicos del periodo formal es una
gigantesca ampliación de las posibilidades de resolución de problemas.
- El rasgo más general es que quizá el sujeto no está razonando únicamente sobre
lo que tiene delante sino que también sobre lo que no está presente.
- El lenguaje pasa a ocupar un papel muy importante pues lo posible sólo puede
formularse en términos verbales.
Los cambios intelectuales afectan a todos los terrenos de la conducta. Dos tipos de
capacidades que se distinguen frecuentemente son las referentes a las habilidades
lógicas y científicas. Con referencia a estas últimas, la conducta del adolescente tiene
varios componentes:
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multiplican los ensayos y las correspondencias acumulando datos y esperando a que de
ellos salga la respuesta. El adolescente es capaz de de interrogar a la realidad y no
simplemente tomar nota de ella. EL sujeto no espera a que se produzca un fenómeno
para ver qué es lo que sucede, sino que él mismo provoca la variación y examina cuáles
son las condiciones en las que se ha producido. Para nosotras esta capacidad nos parece
sumamente importante, ya que es aquí donde se comienza a comprender que la realidad
puede y debe ser modificada.
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Los profesores, los equipos docentes y los directivos de instituciones educativas siguen
buscando nuevas formas de incluir las técnicas didácticas señaladas por la investigación
neurocientífica. Con todo ello, en los últimos años parece haber concenso entre la ciencia
y la educación y se ha entendido la importancia del órgano del cerebro como elemento
fundamental para el aprendizaje humano. Los hallazgos de la neurociencia tienen
implicaciones para la teoría y la práctica educativa. Estas ofrecen explicaciones
novedosas que permiten profundizar en el conocimiento acerca de las condiciones bajo
las cuales el aprendizaje puede ser más efectivo. Esto permitiría fundamentar el diseño
de estrategias instruccionales no convencionales dirigidas atender las diferentes
dimensiones y el desarrollo de la creatividad.
Si bien es cierto que las neurociencias nos han demostrado que los primeros años de
vida, van a ser vitales para el posterior desarrollo del futuro adulto, es una disciplina
académica a la que aun faltan muchas investigaciones y muchos conocimientos.
Investigaciones y conocimientos que a pesar del avance vertiginosa de la misma, tardarán
mucho en llegar, sobre todo en sus aspectos prácticos (Martinez, 2010).
Por su parte, también Campos (2014) afirma que lejos de que la neurociencia se
caracterice como una nueva corriente que entra al campo educativo, o que se transforme
en la salvación para resolver los problemas de aprendizaje, se debe entenderla como una
ciencia que viene a aportar nuevos conocimientos al educador -así como lo hace la
psicología- con el propósito de proveer el suficiente fundamento científico para innovar y
transformar la práctica pedagógica. Claro está que no todo lo que hay en neurociencia se
aplica a la educación, por lo que se deben establecer criterios válidos para identificar los
aspectos relevantes y encajarlos en el nivel de análisis adecuado y de fácil comprensión
para el mundo educativo.
Así pues, la formación del profesional que se desempeñará en este campo se convierte
en un elemento fundamental para el éxito o fracaso del proceso que se ejecuta. Como
sostiene la citada autora, necesariamente la formación continua de todos aquellos actores
que llevarán a cabo la tarea deberá estar presente como eje fundamental en la
construcción de esta nueva disciplina. Que los educadores tengan acceso a los
conocimientos relevantes de la neurociencia y la psicología, y que los neurocientíficos y
psicólogos conozcan de cerca el contexto educativo, llega a ser un imperativo para cerrar
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las diferentes brechas conceptuales, metodológicas o de otra índole que pudiera existir y
que impida la transdiciplinariedad.
De acuerdo con Bruer (2000) hay que construir los puentes entre neurociencia y
educación, pues todavía no existen, y considera que son los "psicólogos cognitivos" los
que están en mejores condiciones para hacerlo. Además, muchos científicos se quejan
de que se ha producido una industria de la brain-based education, basada en neuromitos
y no en datos científicos, y algunos llegan a afirmar que sino se precisa el modo de
colaboración entre neurociencia y educación, todos estosmovimientos pueden quedarse
como una nota a pie de página en la historia de la educación. Paul Howard-Lones, de la
Universidad de Bristol, ha señalado que la neurociencia y la educación han ido hasta
ahora por caminos diferentes. Pone como ejemplo de esta dualidad la teoría de las
inteligencias múltiples, a la que los educadores dan mucha importancia, pero que, según
él, no tiene fundamento neurocientífico. Afortunadamente, en los últimos años se ha
trabajado mucho para salvar esa brecha entre la ciencia y la práctica en el aula, con rigor
y eficiencia (Sousa, 2014)
Así pues, el diálogo que parecía imposible entre neurociencia, psicología y educación, con
la participación de otras ciencias afines, se hizo realidad y el campo de la mente, el cerebro
y la educación se hace cada vez más fuerte, provocando mucho interés en todos los
estamentos de nuestras sociedades. Estrechar la brecha entre las investigaciones en
laboratorios de neurociencia y la práctica educativa ahora ya es un escenario compartido
por muchos países, lo que muy pronto facilitará tanto la promoción de mejores programas
educativos como también influenciará en el estilo de crianza en la familia. Su estructura
fortalecimiento y consolidación se darán a medida en que se construya un trabajo inter y
multidisciplinario que permita la construcción de una nueva epistemología, común a todas
las ciencias, dando así un carácter transdisciplinario al campo de la mente, el cerebro y la
educación (Campos, 2014).
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que incluyen coordinación motora, secuenciación de actos motores complejos, integración
sensorial y reflejos primarios, mientras que la terminología de signos neuológicos menores
se refiere a la afectación de conductas motoras, sensoriales y reflejas básicas
(Dominguez, 2014). Algunos autores consideran que la hiperactividad, la labilidad
emocional, los desórdenes de atención, y la impulsividad son señales menores. Pero lo
habitual es pensar en: dificultades motoras, de percepción, lingüísticas, de adaptación,
sociales, y problemas en la educación, representando a varios tipos de anomalías
cerebrales (Familianova Schola). Otras fuentes apoyan esta idea e indican que estos
signos neurológicos que se presentan en la infancia pueden ser de origen evolutivo,
representando un estado de inmadurez neurológica que poco a poco se va superando,
reflejándose en una disminución de los siguientes signos (entre otros): retraso en el inicio
de items del desarrollo (marcha, habla...), trastornos del lenguaje, retraso en la definición
de la lateralidad o alteraciones ligeras de la coordinación motriz. Pero en definitiva, el
problema puede ser mayúsculo si tardamos mucho tiempo en reconocer las
características de estos signos, sobre todo cuando, desde el contorno escolar, existen
ciertos objetivos que el niño no alcanza con normalidad.
A continuación, en la tabla 1.1 se sintetizan lo que se conocen como los principales signos
neurológicos menores.
Signos motores
Movimientos asociados. Dificultad para inhibir la participación muscular de otras regiones
del cuerpo.
Sincinesias. Reproducción contralateral simultanea de movimientos solicitados
en un lado del cuerpo.
Perseveración. Incapacidad de pasar con fluidez de un programa de acción a otro.
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Incoordinación en los Incapacidad para organizar un movimiento rítmico de oposición de
movimientos de los dedos.
oposición digital.
Dispraxia en la utilización Presión anormal del lápiz.
del lápiz.
Signos perceptivos
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educación en el intento de establecer una conexión entre neorociencia y educación a
manera de tender puentes como lo postula Bruer (2000).
Bibliografía
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