La Historia de Tetra - Un Arbol Muy Especial

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Virginia Pina Mingorance · Sofía Martínez Gonazález

La historia de Tetra
Un árbol muy especial

Tetra es un árbol que se encuentra amenazado. Sabina es una


niña a la que le gusta mucho la naturaleza. Cuando Sabina
conoce la historia de Tetra y su familia se propone ayudarles.
¿Lo conseguirá?

La historia de Tetra
Edita:
Oficina de Impulso Socioeconómico del Medio Ambiente.
Dirección General de Medio Natural.
Consejería de Empleo, Universidades, Empresa y Medio Ambiente de la Región de Murcia.

Elabora: Latizal SL

Idea original (guión y textos):


Virginia Pina Mingorance

Ilustraciones:
Sofía González Martínez

Coordinación y asesoramiento:
Rafael Díaz García (Oficina de Impulso Socioeconómico del Medio Ambiente)
Antonio Félix Carrillo López (Latizal SL)

Diseño y maquetación:
Sergio Caro Herranz

Imprime:
OMG Ortega Impresores

Depósito legal:
MU 830-2019

Primera edición en Murcia, 2019.

Este cuento forma parte del material educativo elaborado por la Oficina de Impulso
Socioeconómico del Medio Ambiente para el proyecto LIFE TETRACLINIS, cofinanciado por
la Unión Europea.

Se autoriza y agradece la difusión de este cuento citando la fuente.

Impreso en papel reciclado.


La historia de Tetra
Un árbol muy especial
Muy cerca del mar, en las montañas entre Cartagena y La Unión vive
Tetra, la protagonista de esta historia, con toda su familia europea.
Ella, concretamente, vive en un lugar llamado Monte de las Cenizas.

Aunque el nombre completo de estos árboles es Tetraclinis articulata,


sus amigos a ella la llaman Tetra que es más fácil de recordar.
A Tetra le gusta mucho el lugar donde vive porque casi siempre hace
sol y desde ahí disfruta de una magnífica vista del mar. No le importa
que llueva poco porque no necesita mucha agua para vivir.

Además de su familia Tetraclinis, la acompañan otras plantas;


Palmito y Lentisco son sus mejores amigos.
A Tetra también le gusta que
su abuela, un árbol anciano
y muy sabio, le cuente
historias que les ocurrieron
a sus antepasados. Gracias
a ella sabe que todos ellos,
los Tetraclinis, no son como
los demás árboles de la zona,
tienen algo especial.

Un día su abuela le dijo


que al otro lado del mar,
ese que ella ve y que tanto
le gusta contemplar, vive
el resto de su familia y que
allí, a diferencia de lo que
ocurre aquí, en las sierras
de Cartagena, los Tetraclinis
son muy abundantes.
Aunque vive feliz, algunas cosas le preocupan un poco. Cuando ve
venir a un pastor con su rebaño siente un poco de miedo porque a las
ovejas les encantan las hojas tiernas como las suyas. Hasta que Tetra
no sea un poco mayor, no la dejarán tranquila. Tampoco le gusta
cuando alguna persona poco respetuosa tira basura o pisotea las
plantas. Por suerte, esto no ocurre muy a menudo.

Pero lo que más miedo le da a Tetra es que haya un incendio… ¡sin


pies ni alas para huir de las llamas!. La abuela le contó que hace años
un fuego quemó muchos árboles de su familia y otras plantas vecinas.
Aún así, Tetra vive tranquila, disfrutando
con el canto de los carboneros y mitos que
revolotean entre sus ramas.
Cuando llega el fin de semana la situación cambia, ya que suben
excursionistas a este monte a ver los cañones que hay en su cima y
sus maravillosas vistas. Y, aunque viene mucha gente, nadie repara
en Tetra. Cuánto le gustaría que se fijasen en ella, que estas personas
supiesen que los Tetraclinis son unos árboles supervivientes, que
conociesen las historias que le cuenta la abuela.
Un soleado domingo de
primavera, Tetra no sabía
que esa situación iba a
cambiar para siempre.

Esa mañana, vio acercarse


a una niña con sus padres y
pensó que, como las demás
familias, pasarían junto a
ella de largo. Tras observar
con sus prismáticos un
ave posada sobre el amigo
Palmito, la niña continuó
su camino hacia Tetra. Al
pasar a su lado ¡sorpresa!
la miró con curiosidad, tocó
suavemente sus hojas y se
agachó a recoger un fruto del
suelo.
- ¿Sabéis qué árbol es este? -preguntó Sabina, que era como se
llamaba la niña, a sus padres.

-Me recuerda al ciprés que tenemos en el colegio pero…qué raro, su


fruto no es redondo, tiene cuatro partes.

¡Qué contenta se puso Tetra! Por fin alguien reparaba en ella.


El padre de Sabina le respondió que había oído hablar de unos árboles
que habitan en esos montes y que en toda Europa solo vivían aquí.

- ¿Cómo se llamaban? Ah, sí, Tetra…Tetra…

Decía el padre de Sabina intentando


recordar el nombre completo.
Sabina se guardó el fruto en el
bolsillo mientras exclamaba:

- ¡Averiguaré de qué
árbol se trata! Yo,
de momento, lo
llamaré Tetra,
como dice papá.
Por la tarde, fueron a merendar a casa de los abuelos.
Sabina les enseñó el fruto que guardaba como un tesoro
y les habló del árbol que había descubierto. El abuelo le
contó que conocía bien a estos árboles porque cuando
era pequeño iba con su familia a buscarlos y cortar su
tronco y ramas para cocinar. ¡Menos mal que ahora no
cocinamos con leña! pensó Sabina acordándose de Tetra.
El abuelo también le habló de que les llamaban Sabina…

- ¡Sabina, como yo!

- Sabina mora -dijo el abuelo- porque


son abundantes en el norte de África.

Esa noche Sabina pensaba en su cama


en todo lo que había descubierto aquel
día. Quería conocer más sobre Tetra y
su familia.
Al día siguiente, en el colegio, Sabina
contó a sus compañeros que había
descubierto un árbol nuevo, muy
parecido al ciprés del patio y que lo
llamaban como a ella. Su maestra les
dijo que probablemente se tratase de un
árbol del que había oído hablar llamado
Tetraclinis articulata y que mucha gente
también lo conocía como Ciprés de
Cartagena por el parecido con este árbol
y por el lugar donde vive. También les
contó que la palabra “Tetra” significa
cuatro pero que no sabía por qué se
llamaba así.

- ¡Yo sí!, exclamó Sabina


mostrando a todos el
fruto que guardaba en el
bolsillo.
Decidieron entonces conocer más sobre los
Tetraclinis. Fueron a la biblioteca del colegio
y Sabina vio en un libro una foto de un árbol
igualito a Tetra, con su mismo aspecto, hojas y
fruto. Descubrieron que los Tetraclinis que viven
aquí estuvieron a punto de desaparecer y Sabina
se acordó de lo que le contó el abuelo acerca de
cómo cocinaban antiguamente. Averiguaron
también que toda la zona donde habitan los
Tetraclinis está protegida para lograr conservar
las numerosas plantas y animales que allí viven y
que, por eso, allí no está permitido hacer algunas
cosas como construir casas o encender fuego.

-¡Una brasa que se lleve el viento sería fatal para


Tetra y su familia! -exclamó Sabina.
Sabina pensó que más gente debía conocer la importancia de estas
plantas, únicas en Europa. Entonces, les propuso a sus
amigos ayudar ellos también a los Tetraclinis.
Entre todos querían conseguir que nadie
tirara basura en la zona y que todas las
personas que fueran al Monte de las Cenizas
conocieran la historia de estos árboles
supervivientes.
Decidieron ir juntos a plantar más Tetraclinis al monte
donde vive Tetra y pusieron carteles para que quien visitara
el lugar conociera a los Tetraclinis y el medio en el que vivían.
Sabina colocó un cartel junto a Tetra.

¡Este es
un árbol
muy
especial!
Tetra se sentía feliz porque muchas personas la
conocerían. A partir de ese día las familias que
iban de excursión al Monte de las Cenizas
se paraban a saludarla y a hacerle fotos.
Ya nadie tiraba basura en la zona, ni
pisaba las plantas que allí crecían
y, sobre todo, Tetra estaba contenta
porque su amiga Sabina la
visitaba a menudo y siempre la
tendría en su corazón.

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