Ejercicios Espirituales Lexicon
Ejercicios Espirituales Lexicon
Ejercicios Espirituales Lexicon
2. Referente semántico
Bajo este nombre se agrupan los textos que remiten al lector a una práctica
(“hacer ejercicios”, “ejercitarse”) y a una forma de escritura; caracterizada por
seguir un determinado modo de examen de conciencia, de meditación, de
contemplación, de oración y en general, de técnicas dirigidas al discernimiento
de la vida espiritual. Esta forma discursiva retoma una forma antigua de
“ejercicios” que se remonta a la antigüedad greco-latina. Pierre Hadot sostiene
que la realización de ejercicios entre los antiguos romanos consistía en el
análisis y la valoración de la “interioridad”, llevada a cabo mediante un diálogo
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presencial o virtual con un “maestro del saber” o sabio. En su Tesoro de la
Lengua Castellana, Covarrubias indica que ejercicio es “el acto de exercitarse
en alguna cosa”. Definiciones similares se encuentran en diccionarios en otros
idiomas.
En el caso de los ejercicios espirituales impresos en la Modernidad
observamos que éstos son de entrada una conversación espiritual, en la que
un director espiritual acompaña durante un período continuo de tiempo (en el
caso de los ejercicios propuestos por Ignacio de Loyola son cuatro semanas) a
aquel que “hace los ejercicios” (que se ejercita espiritualmente). Recordemos
que “espiritual”, según queda estipulado en diccionarios como el Covarrubias,
se define como todo lo perteneciente al espíritu, a la vida espiritual. En la
primera edición (1694) del diccionario de la Academia Francesa, lo “espiritual”
en materia de religiosidad significa observar la conducta del alma, lo interior, la
conciencia; opuesto a lo sensual, lo carnal, lo corpóreo.
2. Función social
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Por otro lado –como manuscrito y posteriormente como impreso— los
Ejercicios Espirituales de Ignacio se erigen en el período moderno como el
origen/fundación espiritual de una institución nueva: la Compañía de Jesús. Sin
embargo, lo que nos interesa observar es cómo este texto se sitúa en la
encrucijada que busca articular una tradición de ejercicios heredados de la
antigüedad clásica, con una religiosidad y espiritualidad que son propias de la
época moderna. Lo que nos lleva a afirmar que es este texto (su impresión) el
que hasta cierto punto estabiliza esta forma discursiva. Diversos estudios han
señalado que los Ejercicios Espirituales ignacianos retoman no sólo una forma
antigua de ejercicios estoicos, sino que se inspiran de lecturas de su tiempo
que proponían la contemplación y la meditación de la vida de Cristo para un
mejor aprovechamiento espiritual.
Del mismo modo, los ejercicios espirituales como impreso justifican su función
porque sirven para adecuar al individuo al Orden para el cual fue creado: el
Orden Eterno. Los ejercicios conducen así —indiferentemente— al
conocimiento de una “verdad olvidada”, necesaria para la Salvación general, y
al conocimiento del sujeto en aras de lograr su salvación individual (discernir la
acción de Dios en su vida). La dinámica de los ejercicios espirituales articula de
ese modo la lógica del “ser” y aquella del “conocer”. Los ejercicios espirituales
son una “forma discursiva” en la que un sujeto parlante y que en ocasiones
también escribe, construye en el “hoy”, en el presente, un “ser cristiano”. La
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“identidad narrativa” se centra en el sujeto que cuenta su pasado orientado a su
presente.
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producto de la actividad imaginativa de un sujeto parlante en el curso de sus
contemplaciones, el cual no contaba con el soporte de una imagen material.
5. Frecuencia de publicación
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6. Sinónimos y sub-formas
A partir de la edición de los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola,
comenzaron a editarse a partir del siglo XVII, fuera y dentro la Compañía,
diferentes tipos de ejercicios: píos, devotos, caritativos, para la confesión, para
semana santa, entre otros. Cuyo fin es distinto a aquel de los ejercicios
espirituales, ya que preparan al devoto en un aspecto específico de la vida
espiritual o estaban destinados a grupos específicos de personas.
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Bienville en 1670, en Reims, en la Imprimerie Royale; Esercizii spirituali
secondo il metodo di S. Ignazio Loyola, dove si pone sott' occhio l'ordine e lo
scopo delle meditazioni, l'arte e la connessione maravigliosa che in sé
contengono, del jesuita Luigi Bellecio, compilados por el jesuita Antoine
Bresciani, publicados en Turín en 1842 por Giacinto Marietti (de estos existe
una traducción en español de 1879); Exercices spirituels pour les retraites des
ecclésiastiques del jesuita Maxime de Bussy; y Tres exercicios espiritvales muy
devotos compuestos por el jesuita Laurent Chifflet, publicados en Amberes en
1653 por la imprenta Plantiniana. Entre estas ediciones cabría mencionar los
Ejercicios espirituales de Claudio Acquaviva editados por el P. Gaetano Filiti en
1908, quien editó el manuscrito del 1571 y además hace a una rara edición
impresa en Padua en el 1625.
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fray Pedro de Valderrama O.S.A., en 1603, publicados en Sevilla por Francisco
Pérez. Entre aquellos de autoría colectiva o adscritos a una orden en general
están: Directorio de los exercicios del oratorio parvo, que se practican en la
Congregación del Oratorio de Valencia, de los Oratorianos de Valencia y
publicados en Roma; Manual de piadosas meditaciones, oraciones, ejercicios
espirituales y modo de practicar las virtudes, de la Orden Seráfica Franciscana
Menor del convento de Santa Úrsula, Coapa, México, publicados por la
Imprenta Nacional en 1837; Varias, devotas y escogidas oraciones, y exercicios
espirituales: con que una alma entregada al servicio de Dios, puede mas
facilmente agradarle y servirle, sacadas de varios autores, y dispuestas para
común ejercicio de los congregantes de la venerable madre Sor María de la
Antigua, impreso en 1793 en la Oficina de Don Pedro de la Rosa, en Puebla de
los Ángeles, México; por último, Libro de ejercicios espirituales : que contiene
meditaciones, lecturas, consideraciones y exámenes, para ocho días de retiro
espiritual : obra utilísima para todas las personas que quieran hacer con fruto
dichos ejercicios, impreso en 1876 en México, por J.R. Barbedillo y Ca.
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Adaptaciones de los ejercicios espirituales de inspiración ignaciana
acomodados a religiosas
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ofrecer la posibilidad de ampliar la práctica de este método a otros grupos,
entre ellos las religiosas.
Entre las adaptaciones de ejercicios espirituales propuestas a religiosas
encontramos las siguientes: la del ya antes mencionado jesuita Giovanni
Pinamonti, que lleva por título La religiosa en soledad, obra en que se expone a
las religiosas el modo de emplearse con fruto en los exercicios espirituales de
San Ignacio de Loyola: y puede también servir a qualquiera persona, que
desee reformar con este medio su propio espíritu. Esta obra escrita
originalmente en italiano y publicada en Bolonia en 1695, cuenta con
traducciones en español y en francés. La traducción del italiano al español la
elaboró el padre Martín Pérez Culla en 1733 (aunque tenemos la sospecha de
que es anterior). Hay otra edición en español que tiene comentarios del padre
Christophe Berlanga, de 1700. La edición francesa esta hecha por el padre
Courbeville, es una edición de 1862, en la que participa y/o aparecen
comentarios de Marcel Bouix. Otro jesuita que escribe una adaptación de
ejercicios pensados para mujeres es el padre François Guilloré en 1676, su
obra lleva por título La manière de conduire les âmes dans la vie spirituelle,
suivi d´une retraite pour les religieuses (hay otra edición del mismo autor con
un título similar Retraite pour les Dames, publicado en París en 1684). Hay
traducciones de esta obra al italiano y al español (en el caso del español, el
título es Retiro de damas: con los exercicios que deben practicarse en él;
sacado sumariamente del que compuso en idioma francés el reverendo padre
François Guillore, traducción de Alfonso Fernando de Irisarri, Madrid, 1782).
Ciertamente cabría cuestionar si su obra es justamente una adaptación de los
ejercicios para religiosas u otra cosa, ya que es el título en español en el que
aparece claramente la palabra “exercicios”. El jesuita Antonio Núñez de
Miranda publica en 1695, la adaptación más famosa de los ejercicios en la
Nueva España: Exercicios espirituales de San Ignacio acomodados a el estado,
y Profession Religiosa de las Señoras Vírgenes Esposas de Christo: instruido
con un diario, breve, pero suficiente de todos los éxercicios cotidianos para que
se empiezen a exercitar. Por último esta La Religiosa ilustrada: con
instrucciones practicas para renovar su espíritu en ocho días de Exercicios,
útiles también para la perfección de todos los estados, del jesuita Pedro
Ansalone (el volumen que se consultó, es una sexta impresión, impresa en
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Lima en 1788; en el Sommervogel también se da cuenta de otra publicación
impresa en Barcelona en 1748). De no jesuitas también encontramos algunas
publicaciones, están: las del monje basiliano Jerónimo Vilches, Ejercicios
espirituales para religiosas (la edición de la traducción en español es de 1796);
las del franciscano Miguel Santander, Exercicios espirituales para las religiosas
(1814); las del agustino Nicolás Chiesa, La religiosa en soledad—ejercicios
espirituales tomados de los que para Religiosos escribió el M.R.P.M. – V.
Rodríguez (1897). Y por último –aunque cabe cuestionar si es correcto ubicar
estos texto aquí— encontramos de autoras femeninas los Ejercicios de los
desagravios de Christo Señor Nuestro, que usan las religiosas del Máximo
Doctor San Gerónimo de la ciudad de la Puebla de los Angeles (1767),
atribuidos a Sor Josefa de la Concepción; y Exercicios espirituales de retiro que
María de Jesús Agreda practicó y dexó escritos a sus hijas… (la fecha de
publicación es de 1745, aunque hay datos que apuntan a una primera edición
de 1676) escritos por la religiosa María de Jesús Ágreda y publicados en
Madrid (aunque ambos son impresos, hay que señalar, como lo hace Margo
Glantz, que “la escritura de mujeres se recluye en el convento”, es las más de
las veces una “palabra manuscrita”, rara vez una letra impresa, es una escritura
de mano (o sea vinculada a la labor de manos) y no una escritura que viene de
la cabeza, como la de los hombres).
Por las fechas de los impresos vemos que hay un despliegue de estos a
finales del siglo XVII. A lo largo del siglo XVIII las ediciones son espaciadas
pero constantes, muchos de estos textos se reimprimen 3 o 4 veces durante
este período. Mientras que en el siglo XIX la frecuencia disminuye.
Con respecto a la materialidad de los impresos, vemos que el formato de
la mayoría de las publicaciones es 8o, es decir alrededor de 15 cm. Muchos de
estos impresos poseen al inicio de la obra licencias, están acompañados de
dedicatorias, preliminares, dirección para los ejercicios, instrucciones o diarios
donde se propone la distribución del día para realizar los ejercicios. De igual
forma, en algunos casos, al final del texto se proponen oraciones y novenas.
No se ha encontrado ninguna imagen que acompañe las meditaciones, las
lecciones y los exámenes propuestos. Por otro lado, se aprecia que una de las
coincidencias de estos impresos que acomodan los ejercicios a las religiosas
y/o mujeres es la estructura que mantienen los textos (los puntos en torno a los
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cuales se organiza la practica de los ejercicios). Si bien pueden señalarse
varias diferencias, es posible afirmar que una constante es que estos guardan
semejanza hasta cierto punto con ciertos aspectos de la estructura de los
ejercicios ignacianos, principalmente en cuatro cosas fundamentales: oración
mental, exámenes o reflexión, lección espiritual y proponer imágenes de la vida
de Jesucristo como punto neurálgico que organice la experiencia de los
ejercicios espirituales de las religiosas. El jesuita Pedro Ansalone insiste: “en
Christo crucificado hay que verse como en un espejo.”
Otra coincidencia entre los textos es su función social, o sus funciones
sociales. Intentando esquematizar podemos decir que hay tres grandes
funciones al proponérseles ejercicios espirituales a las religiosas (dos muy
claras, mientras que la tercera permanece un tanto velada): A) la primera y más
grande (es decir, aquella función que puede contener al resto) es la
estipulación de que los ejercicios “ayudan al camino de la perfección” (un
camino al que estaban llamadas todas las religiosas). El jesuita Antonio Núñez
de Miranda señalaba que uno de los objetivos de su adaptación de los
ejercicios espirituales ignacianos para las religiosas era: “para exemplar de sus
angélicas virtudes y seraphica perfección”, así como “para acordarle a su
virginal fineza la obligación preciosa de hermosearse con las mismas virtudes
de su esposo”. El propósito del jesuita Pinamonti es similar, este comenta: “los
Exercicios pueden igualmente servir para elegir estado, y para reformarle,
tratando aquí con una Religiosa que le tiene escogido, encaminaremos las
cosas a su reforma, quitando primero los impedimentos, e introduciendo
después las disposiciones, para conseguir la debida perfeccion de tal estado.”
La perfección a la que estaban llamadas las religiosas tiene muchas
acepciones en este contexto, pero sin duda una de ellas es la de “apartar el
alma de las aficiones desordenadas y encaminarla a una íntima unión con
Dios.”
Una cuestión fundamental que aparece aquí, es que las “adaptaciones”
sirven para instruir o guiar a las religiosas en su soledad, aquí podemos
también interpretar, en su clausura (“de suerte, que con tal libro pueda una
Religiosa satisfacer útilmente a su buen deseo.”). Ya sea que decidieran ellas
mismas hacer los ejercicios sin ayuda de un confesor (el texto toma el papel del
confesor). O bien, que el texto sirviese de guía tanto al confesor (que
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acompaña a la religiosa en los ejercicios), como a la religiosa misma. El jesuita
Pinamonti, advierte en ese sentido, tener cuidado con los directores “poco
expertos” manejando los ejercicios. Esto es, dice, “como un arma manejada por
una mano débil, y flaca, y por consiguiente” la religiosa no experimentará el
fruto.
B) En segundo lugar, otra de las funciones que aparece en los textos es
la idea de que la practica de los ejercicios está orientada a contribuir al
cumplimiento de los votos religiosos femeninos (clausura, castidad, pobreza, y
obediencia, especialmente la obediencia). Así como contribuir a adquirir ciertas
virtudes que ayuden a mantener estos votos y en última instancia las
mantengan en el camino de perfección. Vemos que estos impresos proponen
varias meditaciones (en promedio cuatro) por cada día de ejercicios, no para
que se hagan todas, sino para que se escoja la que más convenga a la
religiosa, dependiendo la virtud que quiera imprimir en su alma o el voto que
busque reforzar. Es decir, hay que escoger aquellas que el director juzgue
necesarias y valerse –según se aconseja—de las repeticiones de ésta.
Pinamonti comenta: “muchas cuerdas [h]ay en una harpa, mas no son
superfluas, pues se ponen en el instrumento para que sirvan a todos los tonos,
y no para que todas en qualquier tono se toquen.”
C) Por último, vemos que otra coincidencia en los textos y una tercera
función social secundaria fue la de contribuir a los modelos de corporalidad
religiosa propuestos para las mujeres. Es decir, la socialización de los impresos
de adaptaciones de ejercicios espirituales para religiosas tuvieron también
como fin contribuir a la construcción y reforzamiento de una gestualidad
religiosa femenina, al tiempo que exhortaron hacia ciertos usos corporales que
buscaban, entre otras cosas, la interiorización de sentimientos que las
religiosas estaban llamadas a experimentar para su perfección individual, el
refuerzo de las virtudes y la efectividad de la práctica de los ejercicios. El uso
de gestos para dramatizar los actos de devoción y oración son claves en la
interpretación que se hizo para las religiosas de la práctica de los ejercicios
espirituales y un elemento importante en la educación corporal de las mujeres.
Vemos que las adaptaciones instruyen a sus lectoras a sumir posiciones claves
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—cargadas de un gran simbolismo— durante la actividad contemplativa y de
oración.
Al igual que con otros textos normativos al interior del convento en los
ejercicios se instruye a sus lectoras a: estar de pie, arrodillarse, postrar el
cuerpo en el piso, acostarse boca arriba con los ojos levantados hacia el cielo,
o bajar la mirada humildemente en la presencia de otros, humillarse con
profunda reverencia, colocar una mano en el pecho en símbolo de dolor ante el
pecado propio, pasearse, persignarse muy despacio, estar de pie en Cruz,
postrarse en Cruz, hablar con moderación, evitar reírse, guardad con cuidado
los ojos, entre otros. Estos modos que se prescriben y aconsejan conjugan una
disposición mental y una disposición corporal. Se exhorta a sentir los ejercicios
“muy de corazón” pero actuando sus motivos corporalmente, ya que en última
instancia esto permite que se estampen en la memoria y el corazón. Posibilitan,
según señala la religiosa María de Jesús Agreda, que “no se apague el espíritu,
y devoción”. Es decir, ayudan al fin mismo de los ejercicios. De igual forma, se
observa que todos los ejercicios llaman a la ejecución de “obras espirituales”
que sirvan al fin de los ejercicios y les otorguen mayor eficacia. Entre estas
“obras espirituales” se encuentran los actos de penitencia exterior,
mortificaciones, disciplinas, ejercicios penales, ayunos y oraciones vocales o
jaculatorias. La práctica de los ejercicios a fin de cuentas consiste, nos dice el
padre Núñez, en unir la labor exterior simbolizada en las manos con la
meditación interior, que es “preferencia de Dios y ejercicio de las potencias”.
En ese sentido, podemos observar que las adaptaciones de los
ejercicios espirituales para religiosas jugaron –junto con estos otros textos
antes mencionados— un papel preponderante en el período de la primera
modernidad, en la construcción de una espiritualidad y corporalidad religiosa
propiamente femenina. Este tipo de textos –entre otras funciones— no sólo
procuraron modelos espirituales que permitieron orientar la experiencia interior
mediante el manejo de la dimensión sensible y emocional, sino que también
aportaban modelos corporales para las mujeres ya que contribuían a modelar
los comportamientos a través de los gestos, las prácticas de penitencia, el
seguimiento de las virtudes y la conducción de los sentidos. En resumen,
proporcionaban a las mujeres de un patrón de comportamiento corporal
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necesario para acercarse a los diferentes modelos de santidad propuestos por
la Iglesia.
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