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EDAD EN LOS PREDIOS

DE LA MARIANA

La verdad es que noche yo crei que la persona


esa

que estaba por llegar a las inmediaciones del fundo era


desconocida, porque unos minutos antes y sin que hubiese
motivo para ello, el perro se puso a ladrary a gruñir en
sueños. Durante un rato estuvo en ese afán, sin despertarsee
por completo ni levantarse a indagar quién era el extraño
que venía por el camino. Eso creí en un comienzo, pero
a ver que el perro no se movía de su lugar, y segu1a gru-
nendo y ladrando a intervalos como si estuviera
le resté
despierto,
importancia al hecho y pensé que solo eran des-
OpOSitos de un animal viejo. De manera que traté de
dormir paara continuar con la parte que me faltaba soñar
Omi
que había sido
interrumpido por los ladridOs.
sueño raro: Raul acababa de matar a un
Era un
de cantina usando su cuchilloa.
de
sujeto en una pelea
un alma mansa, incapaz de hacer
monte: él, que era
sombra. Por loS
hechos que ocurrieron esa
daño a su
a veces los suenos nos cuentan al
noche, ahora sé que
a suceder al derecho.
revés las cosas que van
Raúl se hallaba
Antes que ocurriera esa desgracia,
una cantina con
en el sueño conversando en la mesa de
anchas la
grupo de conocidos y manejando
a sus
un
reunión, mientras con uno de los brazos tenía ceñida por
los hombros a la mujer que amaba, a quien había
pretendido durante dos años sin que ella le diera la menor
importancia. Sus acompañantes estaban muy contentos
de su compañía y brindaban con él chocando sus vasos
de cerveza, aunque en la vida real nadie le tenía aprecio
por su parquedad y su modo solitario de ser. Como nunca
le había visto alegre, me regocijé de que se hallara feliz
aunque fuera en la historia de un mentiras.
Raúl era un muchacho silencioso y hecho de penas
a quien había
que arrancarle las palabras y estar con el
oído atento para entender parte de lo
que iba diciendo
entre dientes. Era un hombre mas de oír
que de hablar.
Por lo general, sólo usaba las palabras
que nos dan más
servicio en la vida diaria: buenos dias, sal, un
poco de
azúcar, café. Palabras como esas. A Causa de su
carácter
melancólico y reservado, cada cierto tiemp0
entraba en
un período de silencio que podia durar horas y hasta
enteros. Le ocurría como una crisis, de modo días
repentino
no.
Pero así como entraba en esos raptoS de
silencio, tambión
alia de ellos sin previo aviso y volvia a
comunicarse con
los demás usando su voz extrana de transeúnte.
Era su carácter habitual, hasta que de
pronto empe-
h a Cambiar. Se le veía andar distraido, con pasos lentos,
como si cargara una pena muy grande que no podía
llevarla bien porque excedía sus fuerzas. Durante varias
semanas continuó asi, hasta que de manera imprevista y
sin dar explicaciones de su conducta, empezó a abandonar
supuesto en la tienda de la destilería, para irse a tocar su
armónica en cualquier rincón donde pudiera estar solo.
Sorprendido por el eambio, pregunté a los peones delfundo
con los que Raúl se reunía a veces para escucharles hablar
o reírse de las bromas pesadas que se hacían entre ellos,
si sabían lo que le estaba ocurriendo. Y me respondieron
que el hombre había enamorado, pero sin llegar a
se
decirme el nombre de la mujer que le estaba dañando la
vida.
La armónica era un regalo que le dio mi hermano
cuchillo
Tulio cuando Raúl tuvo doce años, junto con
un
trataba de un obsequio
para matar animales de monte. Se
muchacho de esa edad, pero Tulio
peligroso para un
hombre aturdido y hacía
las cosas sin
Siempre fue un
ocasionar en el futuro. Lo
medir las desgracias que podía
situaciones de riesgo, que llegué
ponerlo tantas veces en
buscando
como
a pensar que lo hacía de mala entraña, aún
que al muchacho le ocurriera
una desgracia. Y mejor
en
SIuera en mi presencia, como pasó aquel domingo
atinarle
echó un disparo para
que fuimos de caceríay Tulio
espesura, pero
en lugar de
d un venado que salió de la
- 15
bala se fue cona:
acabarcon el animal la lirecci aRati
rozando la cabeza, debido a
lepasó que él
adelantado monte arriba a petición de Tuli se hatia
desorientar a la caza llevandoel olor a
dice que para
s
ente haciael lugar
enganoso.
Durante trece anosRaúl tuvo esa
dada en su habitación, hasta que el amor violens
armónicagar
sintió por esa mujer lo empujó a buscarla entre sus
nto que
viejos y rescatarla del olvido. Practicaba día trasto
stos
día ys y noche
su armónica, hasta que llegó a conocer sussecretos.Com
en
si fuera un muchacho de doce años y no un hombre cie
de
veinticinco, lo sorprendia tocando en su instrumento de
niño las canciones tristes que estaban de moda v otras
más que iba sacando de su cabeza. Le ponía tanto senti
miento a su música, que cualquier persona que tuvierael
corazón adivino podía fácilmente medir la fiebre de amor
que le estaba quemando las venas. Le hacía hablar a la
armónica las palabras dulces que no podía pronunciar
por su boca. Y aunque consiguió que su instrumeno
Sonara como un concierto de ruiseñores, su arte exquisi
no le servía de nada para declararse a esa mujer porrla

que había perdido la calma.


dio
A fines del ochenta y nueve, cuando Tulio
muerte cansado del mal de azúcar
rque le había amargado
ahora

lavida, Raúl pasó a mi poder. Lo recibí guapo


nces de amory
como

Se va a la muerte, pero inútil para los lance 0 anos

huranocon las mujeres. Viendo quetenia al


y seguía igual de lo echaro
inocente como cuando plpar:
a r a

mundo, una noche lo llevé a la le La


Za
Gitana

casa de o
que lo bautice de hombre, y después a beber unas cervezas
con la intención de que el trago le soltara la lengua; pero
sólo conseguí que el remedio resultara siendo a la larga
peor que la enfermedad. Se volvió parroquiano de los bares
con putas, sin que su experiencia de hechor le sirviera
para darles un pirop0 a las muchachas que merodeaban
el fundo con la esperanza de que se fijara en ellas y les
dirigiese alguna palabra. Bebía de noche, dos o tres veces
por semana, desde las siete hasta la una de la nmañana,
hora en que llegaba borracho, colgando la cabeza y sacu-
diendo las orejas a los costados como si oyera algún sonido
extraño que estuviese saliendo del piso. Le gustaba beber
en las cantinas donde pudiera estar solo, meditando su
soledad. Hasta que un día, para su mala fortuna, entró al
bar de Pedro Lucero y la descubrió a ella.
Cada vez que lo veía pasar con su armónica metida
como un cuchillo en el cinto, me acercaba a él y le hablaba
de la vida, del trato de las parejas, y, cuando era posible,
del servicio que las palabras le dan a los hombres. Nada
las reemplaza, le decía. Sirven para curar las heridas y
más aún si son heridas de amor. Toca mejor ese instru-
mento y vas a cómo llegas a amansar el corazón de
ver
la mujer más rebelde. Ellas son así o asá, le explicaba

también, pierden el juicio cuando usas la palabra para


echarles algún halago bonito, aunque sea mentira. Le
daba consejos creyendo que alguna lección se
le iba a

quedar grabada en la cabezota que tenía; pero


nunca

aprendió. Y siendo como eres?, le pregunté una tarde,


declararte a una mujer? Con
Cde qué manera piensas
-17
la nariz,:Sin
orla nar
por
darme
mayor
respondió

me
s e ñ a s ? i U j u ! ,

atención.

hablar,
como bra
si cada palahra costase dine
Le dolía el consumo. Pero
yélno
pudiera
pagarel.
consu

d se encontraba manei:
el m udo
riosamente,en
la
historia
del sueño,
ción de media docena de
jando
perso0-
c o n v e r s a c i ó n

una
anchas
a sus bromas
ertidas
divert que eran feste S por
haciendo
nas y
de amigos que
rodeaba. La mujer estaba
lo rode
la pandilla facilida de palabra y su hu
de él por su
orgullosa
Le acariciaba a cada instante, jugaba con Su
ingenioso.
los hombros para besarlo en
cabello yle abrazaba por
en el sueño, que nada
meiilla. Iban tan bien las cosas
hacía presagiar que pronto
iba a ocurrir una desgracia.
Hasta que en un momento dado, dejándose llevar porun
arrebato de pasión, la mujer se sentó en las rodillas de
Raúl y le dio un beso largo en la boca. Desde todos los
lados del salón se vio claramente ese beso, pues de
inmediato se produjo un silencio agresivo, como sicau
uno de los presentes hubiese sido brutalmente heridoe
Su honor. Durante un momento las imágenes se act
Veron y la gente del
la
sueño se quedó inmóvil, como e
ono-
escena congelada de una
película. Hasta que un d
cido se levantó de la mesa del fondo donde se hal
bebiendo y fue hacia la r e c r i m i n a r l e sp o r

haberse besado de ese parejahiriente.


para
presento
su

queja con modo


modo Les

educacióny amargura, como un Sin


muchacho0a

quien acaban em-

de lastimar en su amor
amor po ropio.
bargo, hecho molestó
el
que seguía en sus rodill mucho a Raúl. Apartómoio. v, Sin
al lado
de los hechos, llevó la m a n o
medir la proporción sueño que
cintura. Yo pensé dentro del
izquierdo de su
música
armónica con la que tocaba u n a
iba a s a c a r su
corazón ajeno, pero
apaciguar la violencia en el
que sabía nunca le había
una decisión que
con u n a rapidez y en
en alto para que
conocido, sacó su puñal y lo levantó
brillara c o m o un
bar la punta del a r m a
la penumbra del Raúl había tenido
diamante. Durante toda su vida
era zurdo, pero en
vergüenza de que la gente supiera que
m a n o izquier
del sueño levantó con orgullo su
la historia durante
la mantuvo en alto
da armada con el puñal,
después de bajarla cortando el aire,
algunos segundos y
empuñadura le hun-
del hombre y hasta la
se fue encima
homicida.
dió en el pecho el
arma

cerrélos ojos empecé


y
Pensando dormir de nuevo,
última e s c e n a para que
el sueño me siguiera
a recordar esa
me fue
venía después, pero
contando la historia que a
no ladraba, pero se puso
imposible. iMaldito perro!, ya
borracho que terminó por
roncar con unos ronquidos de
me entraron
unas ganas
desvelarme. En ese momento

el lomo para hacerlo despertar


rebencazo en
de darle un
me arrepentí. Por la luna llena
de un solo brinco, pero
ventana abierta de
mi dormitorio,
frente ala
que pasaba
las cuatro y media de
la mañana. Había
calculé que sería
de por sí daba pena. Eché un
un silencio tan grande que
despertóasustado
mí mismo y el perro se
Suspiro para
alboroto. Desde que le agarró
como si hubiese oído un gran
sentidos: en
cierto tiempo se le alteran los
la vejez, cada la
el olfato y en otro se le afina
un dia se le entorpece
e

spectiv ib:1 it la c l l t d e s p u e s

a
p e d i r l a

orracharse tra1sorm0 c a s a

su
dia a
se un
d e s d é n
ido
el

1po
que
Raul
había

a
T u l i o ,
que
siem

O c u r r i ó
72 0
C o m o

p a r e c i a

ciego
monio.

a
mi,
se mujeres.
miramientos,
que las hombre
mas
por
fanático
eSo,
sin otro
ella en
amor
de h a b i a

ropa
enamoró
un
si lavar

de
le dijo
p r i m e r o

Se lugar
elia. i n d a g a r
En c a s a » ,

entorno.
«
mi H i g u e r a s .

NO
sin en
r, piano del
el tocando
orilla de
por
a n d o
en
la regalos

e s t a r casualidad enviarle
con
vivir
a
l e b e r i a s

de acosarla, a
vio pese
la r e c i b i a

romance
hasta

que
de empezóa

no

vez
A m e l i a

l l e v a r
ese
m a y o r
y
esa
en hermano
que n u n c a
b e b e r ,
encaprichó
el
y r e n c i a .
Se contender
con conseguirlo,

a
llegó
por
sólo a u n q u e los
Y de
poco
p a r t i d a .

a
poco s e n d e r o

bre feliz. enterándome ese


por en
metí
fui t r a n s i t a r

e
m e s e s

dando
al nada
ni
me

el
iba y
Raúl no
dije c u e n t a
propia

pero t a m p o c o

lamor, por
Como
aprendiera

l e c c i ó n .
para
burdeles

que
buena
los
una frecuentaba
ra

que
pe
-23-

OLNIaV7 N T)

lAVW V7 a0

N OV0310C
lavieio para llevarlo hasta el interior de la casa, Dero na
de con el peso de la muerte y se me cayó de los
brazos
nel patio. Sus miembros rotos le
colgaban como los
miembros descoyuntadoS y unidos con hilos de una
narioneta, pero su rostro no tenia ni un solo rasguño,
estaba intactoy hermoso, sonriéndome desde la otra vida.
él que siempre fue para mi un huraño. Me quedé en el
Suelo abrazado a mi muerto, sin saber qué hacer, hasta
que vinieron algunos peones del fundo y se lo llevaron
adentro. Allí le revisaron la ropa pensando que su muerte
pudo haber sido por robo, pero solo le faltaba el puñal. A
lo largo de los años se le había perdido en varias ocasiones,

pero curiosamente, por


uno u otro motivo, siempre regre-
saba a sus manos. MenoS ahora, que ya no lo necesita
para andar por ahí
dando la apariencia de ser un bandido,
extraviado
cuando era tan solo un niño grande y solitario,
en la pena.
Celina tuvo al final
No sé explicarlo, pero cuando
entender bien la desgracia, su voz de
que gritarme para Amelia
sonó como la voz de
temor y de angustia me
«Quédate,
Cuando me pedía que me quedarajunto a ella.
tienes mujer a quien
Raúl, no medejes», me decía. «Sino siempre
abandonas?» Pero
rendir cuentas, dpor qué me
comen-
c a m a de
amante que
ne iba, dejándola sola en su a
amargura: que
enfriarse. Ahora, esta es mi
ZaDa a
muerto. Y será de
se había
pece a querer cuando ya que
ella de las dos alegrías
una
esa causa que hoy sea cabeza tratando
rondan por mi
LOdavia me quedan vque
convencerme que
disgustos, de
de hacerme olvidar los
- 33
aún está por ocurrir,
pese a todo lo ocurrido y lo peor que
madre Mariana.
vale la pena estar vivo. La otra es mi
decia. Y no la
«Cásate con esa mujer que te quiere», me
las mujeres
hice caso, porque en esa vez yo pensaba que
la casa de
solo eran para el gusto y no para meterlas en
o echando en mi
uno a que estén oliendo mis trapos
comida la cantidad de sal y pimienta que a ellas les pa-
rece. Y mientras Amelia iba esperando que me animase
a meterla en mi vida, se le acabó la paciencia y se fue a
vivir a San Marcos, el fundo que Tulio heredó de mi padre.
Hasta que ella murió a causa de una fiebre que cogió por
contagio, Tulio la quiso con su cariño distante, pero
odiándola a ratos, y sin perdonarla ni perdonarse a él
mismo el haberse hecho cargo de ella cuando ya llevaba
en el vientre al hijo de otro hombre.
«Si no la quieres, al menos hazlo por ti», me decía
mi madre Mariana viéndome solo, con un pie en la
vejez.
«Cuando te falte, aunque me reclames a gritos, no
podré
venir», me advirtió sabiendo que pronto iba a morirse. Y
con su voz que sabía trascender la
distancia, agregó: «Tú
no conoces la soledad». Y la
verdad es que no llegué a
conocerla, hasta ahora, en que a veces me obliga a llamar
en las noches a la
gente que pasó de largo sin que la detu-
viera en mi vida. Y solo el eco de los
cerros de La Mariana
me
responde. Si grito: iRaúl!, me contesta con una voz
remota que suena como un
aullido de dolor o de burla; o
juega conmigo rompiendo en pedazos el nombre
ser que nombro
de cada
y que pude querer y no
comprendo, y ya no llamo. quise. Entonces

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