De Cuerpos y Sombras, en Poeticas Del Dolor

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Esta publicación fue financiada por el programa “Estímulo

para Proyectos Académicos de Estudiantes de Postgrado


de la Universidad de Chile”, Departamento de Postgrado
y Postítulo de la Vicerrectoría de Asuntos Académicos de
la Universidad de Chile, convocatoria 2016-2017.

POÉTICAS DEL DOLOR.


HACER DEL TRABAJO DE MUERTE UN TRABAJO DE MIRADA
ISBN: 978-956-9498-20-6
© 2017 EDICIONES OXÍMORON
» Colección Ensayos | Escorzo
» Edición | Oxímoron
» Diseño y diagramación | Diego Mellado
Ileana Diéguez
Maritza Farías
Iván Insunza
Lorena Saavedra
(compiladores)

Poéticas
del dolor
Hacer del trabajo de muerte
un trabajo de mirada
ÍNDICE

De cuerpos y sombras. A propósito de la mirada y la pérdida 11


Ileana Diéguez

La insurrección del horror 37


Maritza Farías

El teatro como dispositivo para una conservación de la memoria 47


Lorena Saavedra

El fin como momento. 61


La técnica de la violencia y la lengua de la tortura
Pablo Peñaloza

Reflexiones frente a la puerta cerrada 75


Iván Insunza

Reflexiones sobre la indestructibilidad del deseo de inscripción. 83


Las mujeres buscadoras de Calama
Claudio Reyes

Memoria porfiada 101


Jorge Sánchez

El encuadre como violencia de la mirada 115


Carla Motto

Estetizaciones de la muerte y omisiones de la memoria 129


Antonio Urrutia

Londres 38 (ya) no es una casa vacía 141


Karen Glavic

El Borroneo y la recuperacion de la memoria 155


Veronica Moraga y Antonieta Muñoz

Visibilizar el horror en el arte contemporáneo 163


Constanza Navarrete

Anexo fotográfico 188

Reseñas curriculares 199


~11

DE CUERPOS Y SOMBRAS.
A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA[1]

Ileana Diéguez

“No tengo clara la relación entre rabia y pensamiento (…) me parece que una pizca de rabia
puede ser muy buen estímulo para pensar y un exceso de rabia lleva más bien al funeral
del que piensa (…) En algunos momentos pensar me ha servido como el tranquilizante
más eficaz contra la rabia, aunque en otros momentos es su principal carburante ¿Cuándo
saber si es una cosa u otra?”
Z. Bauman:
¿Para qué sirve realmente un sociólogo?

La disputa en torno al papel de los intelectuales, después de Gramsci


y Foucault, tuvo en el pensador palestino Edward Said una lúcida voz.
No existen reglas que indiquen lo que deben hacer los intelectuales,

[1] Este texto, en el que retomo y desarrollo problemáticas que hace tiempo me ocupan,
fue escrito a propósito y a posteriori del Seminario Poéticas del dolor: hacer del
trabajo de muerte un trabajo de mirada, que tuvo lugar en la Universidad de Chile
(abril, 2017) y que fue concebido y organizado por Maritza Farías, en colaboración con
Lorena Saavedra e Iván Insunza, estudiantes del Doctorado en Filosofía con mención
en Estética y Teoría del Arte, ganadores de la convocatoria 2016-2017 del Programa
“Estímulo para proyectos académicos de estudiantes de Postgrado de la Universidad
de Chile”. Sin dudas, el entramado de anacronías que oscuramente iluminan nuestro
presente, inspiró la “metodología” o el procedimiento aproximativo entres los escenarios
mexicanos y chilenos, que se activó en el Seminario. ¿Cómo imaginar la posibilidad de
hablar de dolor y violencia en un contexto que ha reconstruido su presente como un
palimpsesto de dolores, de ausencias, de rememoraciones y olvidos que alcanzan a varias
generaciones? ¿Cómo hacer coherente un discurso elaborado desde otro contexto y otros
acontecimientos? ¿Cómo quedarnos en un salón universitario discutiendo escrituras
impresas en papel sin leer también las borrosas escrituras que habitan en tantos sitios
de Santiago? Toda nuestra vida es el accionar, el sentir y pensar de nuestros cuerpos. El
seminario lo construimos a partir de poner el cuerpo, caminar, recorrer, mirar, sentir,
pensar. Se trató de los cuerpos presentes y ausentes hasta el último día, cuando también
pusimos nuestro cuerpo. Fuimos a una funa y camino al sitio supimos que el funado
sería Edwin Dimter, conocido como “El príncipe” del Estadio Chile, uno de los asesinos
de Víctor Jara. Los cuerpos llaman a los cuerpos para conjurar la muerte y reimaginar la
vida. Mi agradecimiento a Maritza, Lorena e Iván y a todas y todos los participantes que
pusieron el cuerpo durante aquellos intensos días.

ILEANA DIÉGUEZ
12~

pero nada los rebaja más que el silencio oportunista y cauteloso. “Los
intelectuales son de su tiempo.” (Said, 1996, p.38). Imaginar hoy el lugar
de los intelectuales –más allá de “orgánicos”, “tradicionales”, específicos,
integrados, marginales, exiliados o “comprometidos” – busca pensar
las relaciones entre los llamados pensadores o distribuidores del
conocimiento con las llamadas personas comunes, habitantes de un
lugar y un tiempo y que son también atravesados por los acontecimientos
y las contingencias
La urgencia de estas reflexiones seguramente tendrá que ver con la
urgencia de la vida en los lugares donde vivimos. Inevitablemente esta
urgencia está marcada por la contingencia, por la inmediatez o el aparente
“presentismo”[2], por el modo en que nos determinan los acontecimientos
en los que quedamos inmersos.
Al estudiar las memorias de lo cotidiano en la literatura chilena
contemporánea, Sergio Rojas se plantea la relación entre la emergencia
de lo particular, lo excepcional, lo contingente y la conciencia de lo
irrepetible (Rojas, p.234), para construir su hipótesis de que “en la
nueva narrativa el acaecer de aquella facticidad pretérita se ha alojado
en la autoconciencia biográfica del individuo”, de modo que “el recurso
de la memoria” emerge “en el lugar de la historia” y en la voz de los
narradores que tienen que “contar la historia” (Rojas, p.235).
Me interesa esta reflexión en torno al modo en que el pasado
se aloja en el presente y la posibilidad de que los acontecimientos
catastróficos de la historia sean narrados y diría, articulados, a través
de la memoria. Las catástrofes que interceptan las sucesiones históricas
produciendo rupturas entre presente y pasado activan otros sentidos
en las operaciones de montaje de la memoria, donde el pasado emerge
de manera imprevista e intermitente, para no decir “relampagueante”.
Este pensamiento en el que resuena la voz de Benjamin instala la
figura de la anacronía, no como error metodológico en la historia, sino

[2] “Pues ¿qué es vivir en un régimen presentista? Que vivimos inmersos en acontecimientos
que vienen unos tras otros pero que no tienen relación entre ellos, y lo único que se puede
hacer es actuar rápido, reaccionar. Detrás de ello está la certeza de que hemos entrado en
una era de catástrofes.” (Hartog cit. en Rojas, 2015, p.234)

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


~13

como montaje de acontecimientos en el acto de la memoria, donde las


catástrofes de otros tiempos emergen para interrumpir la normalidad
de un presente que a la luz del pasado vuelve sintomáticos los extraños
acontecimientos con los que parece “repetirse” la historia. Pero los
síntomas aparecen, se hacen visibles y como señala Didi-Huberman,
“interrumpen el curso normal de la representación” (2008, p.64).
Pensar determinados acontecimientos del presente que están marcando
la vida, como la ausencia de vida, en los lugares donde vivimos, nos
plantea entender una sintomatología construida a partir del temor que
nos produce constatar las señales que anuncian el retorno de catástrofes
que marcaron estados excepcionales en otros sitios y tiempos. Sobre
todo, cuando comenzamos a reconocer una recurrencia iconológica
que aproxima las tragedias, que las conecta a través del tiempo.
Unos meses después
de ocurrir en Iguala, en
el Estado de Guerrero,
México, la desaparición de
cuarenta y tres estudiantes
de la Escuela Normal de
Ayotzinapa, y el asesinato
de otros seis, la noche
del 26 de septiembre de
2014, tuve la posibilidad
de conocer las fotograf ías
de Paula Allen, varias de
ellas realizadas en diciembre de 1989 en el desierto de Atacama cuando
acompañó a las mujeres de Calama, quienes buscaban los cuerpos de sus
seres queridos. A lo largo de diecisiete años estas mujeres buscaron a
sus familiares –hijos, esposos, hermanos, padres, nietos– asesinados en
octubre de 1973 por la “Caravana de la Muerte” bajo órdenes del General

* Todas las fotografías aquí presentadas en torno a la exposición de Paula Allen en el


Museo de la Memoria y los DDHH de Santiago de Chile, fueron realizadas por la autora
de este texto en abril de 2015.

ILEANA DIÉGUEZ
14~

Sergio Arellano Stark,


quien a su vez obedecía
órdenes de Pinochet. Los
cuerpos, masacrados,
habían sido escondidos
en una fosa común.
Para evitar que fueran
encontrados Pinochet
ordenó exhumarlos y
lanzarlos al mar. Las
mu j e re s d e C a l a m a
persistieron en la bús-
queda, hasta que en 1990
dieron con una fosa que
retenía unos pocos restos
de los cuerpos que le
habían sido arrancados
para desaparecerlos en
el mar.
Paula Allen había
fotografiado también Foto 2 y 3. Imágenes de la exposición Flores en el desierto,
de Paula Allen, realizada en el Museo de la Memoria y los
las conmemoraciones DDHH, en Santiago de Chile, abril 2015.

de estos crímenes de
Estado, al cumplirse cuarenta años, cuando en el estadio de Calama
se colocaron 26 sillas evocando a los hombres asesinados y se dibujó
con velas el número 40, para acompañar la vigilia en la plaza pública.
Era inevitable no mirar a través de esas imágenes las fotograf ías que
habían recorrido México, haciendo visible la instalación de 43 sillas
con las fotograf ías de los 43 estudiantes desaparecidos –hasta hoy–
en Ayotzinapa. Nelly Richard ha trabajado las articulaciones entre
fotograf ía y recuerdo como estrategia sostenida por los familiares de
los desaparecidos, no solo en Chile, sino en toda la cruzada que se ha
vivido y vivimos en esta parte del mundo. La fotograf ía como huella

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


~15

indicial, ha sido y es una


reiterada estrategia para
duplicar los rostros de
quienes ya no están. La
instalación de 43 sillas
portando las fotograf ías
de los estudiantes
de Ayotzinapa desa-
parecidos la noche del
Foto 4. Instalación realizada en la Escuela Nacional de
Antropología e Historia, Ciudad de México, noviembre 26 de septiembre de
de 2014, en memoria de los 43 estudiantes de la Escuela
Normal de Ayotzinapa, desaparecidos el 26 de septiembre
2014, apela a esa imagen
de 2014. Foto I. Diéguez. fantasmal que produce
to d a fo to g r a f í a . A l
instalar las fotos sobre
l a s sill a s s e generó
una teatralidad que en
su registro espectral
b u s c a b a e vo c ar l a s
ausencias.
Como una vez dijera
Walter Benjamin (1989),
Foto 5. Imagen de la exposición Flores en el desierto, de la memoria relampaguea
Paula Allen, realizada en el Museo de la Memoria y los en momentos de peligro.
DDHH, en Santiago de Chile, abril 2015.
A eso que creemos pasado
hemos de regresar en momentos en que peligra el presente. Prácticamente
un año después de aquellas velatones en Calama –en octubre de 2013–,
en México escribíamos también con velas un luctuoso 43.
No evoco estas imágenes si no fuera por el secreto entramado que me
revelaron. Aquello que sucede en el relámpago de una noche, necesita
largo tiempo para tejerse como texto, para propiciar su legibilidad. Las
mujeres de Calama me transportaban a las fotograf ías de las búsquedas
de cuerpos y fosas realizadas por familiares y amigos integrados en
Los otros desaparecidos de Iguala, introduciendo la varilla de metal en

ILEANA DIÉGUEZ
16~

la tierra para por el olor


localizar los vestigios
corporales. Esta práctica
se fue extendiendo a
otros estados del país,
donde organizados en
Brigadas de Búsqueda,
los familiares siguen
procurando a sus seres
Foto 6. Instalación por los estudiantes desaparecidos de
queridos, rescatando sus la Escuela Normal de Ayotzinapa, en la Tercera Marcha por
Ayotzinapa, 5 de noviembre de 2014, Ciudad de México. Foto:
cuerpos de las cientos Luis Cortés, El Universal.
de fosas comunes que
se diseminan por todo
México.
Las imágenes de
mujeres buscando
los cuerpos de sus
hombres en el desierto
de Calama, las imágenes
de los familiares que en Foto 7. Integrantes de Los otros desaparecidos de Iguala
buscando a sus seres queridos. Guerrero, México, Junio de
Guerrero buscan a los 2015. Imágenes tomadas de la página “Te buscaré hasta
encontrarte Unidos lo lograremos”, con autorización de
otros desaparecidos de Mario Vergara, integrante de la organización. https://www.
Iguala, las sillas de los 26 facebook.com/profile.php?id=100008612112003

hombres desaparecidos, la instalación de los 43 de Ayotzinapa, las


velatones que acompañan el dolor e iluminan la memoria en Chile, en
México, como en tantas otras ciudades del mundo. Los signos estaban
dados, las imágenes referían escenas de una escritura también secreta
cuyos autores, pese a sus diferencias, parecían estar muy cercanos al
hacer del cuerpo el objeto del terror más atroz.
Las fotograf ías de los acontecimientos chilenos me regresaron a
las imágenes de lo que vivíamos en México y a la tristemente lúcida
frase que entonces decíamos, que se escribía en las paredes y calles de
México: FUE EL ESTADO. La experiencia era demasiado sintomática.

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


~17

La accesibilidad a los
signos de nuestro
presente tenía la forma
de una anacronía. La
memoria adviene en
imágenes dispersas ,
como un resplandor y
algo arde y molesta en
esas imágenes que nos
confrontan con nuestro Foto 8. Imagen de la exposición Flores en el desierto, de
propio malestar. Paula Allen, realizada en el Museo de la Memoria y los
DDHH, en Santiago de Chile, abril 2015.

EL MALESTAR POR LA MIRADA

A partir de la instalación de un régimen de necropolítica, la


intervención terrorífica sobre los cuerpos ha ocupado la escena
pública y con ello el ámbito de la mirada común. A propósito, una
amplia discusión sobre los límites de lo mirable atraviesa las paradojas
del pensamiento académico y del hacer artístico. Nos molestan las
imágenes porque queman nuestra mirada. Nos interpelan las imágenes
que no han querido disipar el fondo sombrío desde el cual llegan. La
oscuridad es intercedida por las mitologías del fuego. Es la posición de
Didi-Huberman al declararnos que la imagen arde y por tanto quema.
Pero ese fuego no es precisamente luz, sino urgencia. La imagen es
ceniza caliente que “proviene de múltiples hogueras” (2012, p.42).
Ante semejante metaforología necesitamos preguntarnos qué arde
en las imágenes que no queremos mirar. Pero si las miramos, qué nos
sucede. Pienso incluso, que ante la proliferación de imágenes en los
medios, lo que nos sucede es que ya hemos perdido la capacidad de
detenernos a mirar y leer lo que nos dicen las imágenes.
Considero que poner límites al mirar implica de alguna manera
colocar redes de protección, limitar nuestras implicaciones en la
realidad, e incluso jugar a las políticas de avestruz o a las prácticas
adiaforizantes.

ILEANA DIÉGUEZ
18~

La palabra de origen griego, adiaphora, es trasladada al corpus


conceptual de Zygmunt Bauman para hablar de las estrategias de
adiaforización como aquellas que buscan situar ciertos actos humanos
fuera del eje moral-inmoral, en palabras de Bauman, “fuera del
universo de obligaciones morales” o sea, libres de toda evaluación
ética. Por ello, en diálogo con Bauman, Leonidas Donskis (2015)
plantea la adiaforización como una retirada de la sensibilidad, como
una incapacidad para reaccionar ante las cosas que le ocurren a otros.
De alguna manera, un estado de adiaforización implica tanto un estado
de suspensión ética como también un estado de insensibilidad moral.
¿Quién tiene la autoridad moral para decidir qué es lo mirable
y qué no se puede mirar, en nombre de qué lo que se expone en
el espacio público no debe ser mirado? En nombre de la ética, el
espacio de intersección con los otros nos incumbe. Podemos decir
que no hemos visto o que no queremos ver, pero eso no evitará que
la realidad suceda. Si nos hemos implicado en la discusión en torno
a las visualidades y sus representaciones, inevitablemente estamos
implicados en la discusión en torno a lo visible y lo representable,
pero no podemos evadir la mirada.
¿Qué síntomas devienen cuando se impone la necesidad de evadir la
mirada ante imágenes que dan cuenta de las barbaries contemporáneas?
Pienso que callar y silenciar la barbarie sería precisamente otorgar la
victoria a los perpetradores de esa barbarie, a los señores de la muerte.
¿Qué significa decir que tal situación es “irrepresentable”? ¿Qué es el
uso correcto de las imágenes? ¿Qué implica condenar tal gesto, tal obra
por el modo en que se visibilizan o se representan acontecimientos de
catástrofes? ¿Qué significa la “distancia correcta” ante las imágenes?
La polémica desatada por el arte que trabaja con imágenes de
violencia nos implica en la pregunta por el lugar que tienen esas
imágenes en la vida, en nuestro entorno. Preguntarse por la actitud
de cada uno de nosotros, por la voluntad de desviar la mirada, pasar
la página y hacer como si siguiéramos viviendo en el mejor de los
mundos. La imagen, como nos ha recordado Didi-Huberman, “en el

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


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sentido antropológico del término, está en el centro de la cuestión


ética” (2004, p.232). En mucho, las tensiones entre los espacios de
representación de la violencia, en la vida cotidiana, en los medios,
en el arte tradicional y contemporáneo, tienen que ver con la mirada
miope, “la tradicional forma de mirar en occidente” (De Diego, 2005,
p.66). Ese modo de mirar adiafórico, que nos evita el enfrentamiento
con lo incómodo, nos permite relacionarnos de manera cómoda con
escenas difíciles, manteniéndonos siempre a salvo como espectadores.
La estigmatización de las imágenes que dan cuenta del troceamiento
de los cuerpos, del terror contemporáneo que se apropia de los espacios
más comunes, lleva implícita la defensa de una forma de relacionarse
con lo que amenaza la comodidad de la mirada. Habría que desmontar
–o desventrar– ese discurso que pondera las imágenes como espacios
de corrección. Escuchando y retomando el pensamiento de Walter
Benjamin y Aby Warburg, Didi-Huberman insiste en la necesidad de
practicar el discurso a contrapelo, para “volver visible la tragedia en la
cultura (para no separarla de su historia), pero también hacer visible
la cultura en la tragedia (para no separarla de su memoria)” (2012,
p.26). Para criticar la violencia es necesario mirarla (Didi-Huberman,
2015, p.89), y si la miramos tenemos que desmontar los sistemas de
relación que en ella operan. Considero que de esto se trata cuando
Didi-Huberman invita a hacer del trabajo de muerte un trabajo de
mirada[3].
Mirar las maneras en que la precariedad de la vida y la violencia
se va instalando hasta transformar el comportamiento y la visualidad,
es apenas el primer momento de una serie de actos necesarios para
quienes nos planteamos la tarea de pensar esta realidad. Porque
después de mirar, tendremos que desmontarla críticamente para
intentar comprender lo que nos está sucediendo.
Cercados por la contingencia que determina los lugares donde
vivimos, ha sido necesario mirar, por la urgencia de entender el registro

[3] En referencia al planteamiento realizado por Didi-Huberman (2014, p.54) en el texto


donde reflexiona sobre sus recorridos por el complejo de Auschwitz y Birkenau.

ILEANA DIÉGUEZ
20~

de los cuerpos. Desplazados de sus representaciones cotidianas, los


cuerpos comenzaron a ser expuestos en condiciones y situaciones más
amenazantes que dramáticas. Si queríamos acceder al conocimiento
desplegado en esas imágenes, teníamos que atrevernos a mirar.
¿De qué modo las supervivencias del destrozo han ido desplazándose
hasta una (des)figuración que ha planteado nuevas preguntas al hiper-
discutido y aparentemente agotado problema de la representación?
¿De qué manera los procesos del cuerpo, en el ámbito de la vida y
bajo circunstancias en las que está en peligro la existencia misma del
cuerpo que somos, determinan los procesos representacionales en el
ámbito de la estética y el arte?
Teniendo en cuenta ciertos relatos visuales, he buscado acceder a
ciertas claves para intentar comprender la espesura simbólica de este
estado de cosas. Inevitablemente movida por el deseo de contribuir,
como lo han hecho otros, a hacer visible y discutible la tragedia de
nuestro presente me he propuesto reflexionar la realidad de los cuerpos
como una siniestra textualidad necropolítica que nos determina.
Arjun Appadurai ha insistido en el exceso de furia y odio que en
la última década del siglo pasado marcó la escalada de la violencia,
produciendo innumerables formas de degradación de los cuerpos de
las víctimas. Las operaciones extremas sobre los cuerpos tienen como
propósito generar una serie de efectos políticos, lo que el antropólogo
indio ha nombrado como “cirugía política”. Los actos de cirugía política
buscan producir daños corporales “en nombre de algún proyecto mayor”
(2015, p.130). El término “cirugía política” busca evidenciar el uso de
técnicas paraquirúrgicas en los actos que caracterizan la escalada de
la violencia; técnicas dedicadas a la separación de las partes del todo
corporal. Esta relación entre la parte y el todo en el cuerpo, es planteada
por Appadurai como una narrativa de la parte y el todo en la política,
a modo de una monstruosa alegoría en la que se busca desmembrar
el cuerpo de la sociedad.

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


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APRENDER A VIVIR CON LA PÉRDIDA

La falta de sepultura, ha insistido Nelly Richard, “es la imagen sin


recubrir de un duelo histórico” (2007, p.109) que no cesa. Lo insepulto es
una deforme figura que aparece de múltiples maneras en los escenarios
pasados y presentes de América Latina. Desde las dictaduras –que
hoy tienen nuevas formas bajo los totalitarismos y las democracias
neoliberales– el tormento, la desaparición, la tortura y la insepultura
de los cuerpos, es una terrible realidad que ha marcado la vida y la
práctica artística. Las nuevas formas de guerra y los nuevos grupos
de poder que actúan bajo regímenes de impunidad y complicidades
de los Estados, han ido generando una transformación macabra de lo
que entendemos por cuerpo humano, por formas de vida, por ritos
funerarios, comprometiendo también los procesos de representación
y los actos de la mirada. A la desaparición de las personas se suma la
aniquilación de las identidades de los cuerpos, la diseminación de los
vestigios en fosas clandestinas. Ya no se trata solo de asesinar, sino de
imposibilitar el reconocimiento de los restos. La pérdida, la impunidad y
el duelo marcan nuestra condición de vida. Pienso que uno de nuestros
más grandes desaf íos, en el amplio escenario de la vida y en el inevitable
trabajo con la memoria, es entender hoy cómo vivir con lo que hemos
perdido, entender el nivel de pérdida con el que tenemos que aprender
a vivir. Este es el reto lanzado por el pensamiento de Achille Mbembe:
la clave de toda memoria al servicio de la emancipación está en saber
cómo vivir lo perdido, con qué nivel de pérdida podemos vivir (…) Hay
pérdidas radicales de las que nada se puede recuperar y, sin embargo, la
vida continúa y debemos encontrar mecanismos para hacer presente de
algún modo esa pérdida (…) Y hay que vivir con esa pérdida, con esa deuda
que ya no podemos pagar. (2016)

Cuando las familiares que en México buscan a sus hijos, dicen que
no buscan justicia, hay en esa expresión el conocimiento que otorga la
experiencia, el saber que en este país la justicia es una abstracción teórica
y que toca a ellos imaginar un ámbito posible de acciones concretas
contra tanto dolor. Para quien ha perdido a sus seres queridos sin

ILEANA DIÉGUEZ
22~

saber dónde están, sin saber si están vivos o muertos, el mayor anhelo
es poder encontrarlos con vida o al menos encontrar sus cuerpos y
darles digna sepultura[4]. Ante la experiencia de tanta INjusticia, la
búsqueda y el posible hallazgo de las personas o de los cuerpos, puede
ser comprendida como una forma de “justicia ananmética”, esa noción
pensada por Reyes Mate. No precisamente como lo que podría ser
teórica y objetivamente justo o injusto y que siempre aplica a favor
de los vivos, sino como respuesta a los que ya no están, incluso a los
muertos y como respuesta que se otorgan a sí mismos, por los medios
posibles, quienes sufren y luchan en medio del dolor y del olvido. Aunque
sepamos el lugar apenas simbólico que tiene la memoria para hacer
justicia a las víctimas y a los que han sido arrancados violentamente
de la vida. Y pese a todo, es un acto necesario. En estas condiciones
ese acto de memoria deviene, como ha intuido Reyes Mate, “un acto
de justicia”, pero construido desde otro lugar, desde la pérdida y desde
los muertos que nada importan a la retórica de la justicia o a la ficción
de una justicia de Estado.
En México, quienes buscan a sus seres queridos escriben a contrapelo,
con imágenes y restos que montan sobre sus cuerpos, como lo hace
Mario Vergara[5] cada vez que saca de sus ropas unos cuantos restos de
falanges y carpianos, los pone sobre su mano izquierda para demostrar
que esos fragmentos óseos son humanos y para decir una y otra vez
que “ahora los muertos están buscando a los vivos”, como si quisiera

[4] En el reportaje de Sánchez García, Abogado del Centro de Derechos Humanos Samuel
Ruiz, A.C. en San Luis Potosí, quien en enero de 2017 acompañó a la III Brigada Nacional
de Búsqueda, se incluyen las palabras de varias de las madres que declaran “no buscamos
culpables. Solo queremos dar paz a tantas familias que tienen años buscando a su
desaparecido”.
[5] Mario Vergara, integró Los otros desaparecidos de Iguala, creado en noviembre de 2014
para la búsqueda de personas desaparecidas a raíz de la desaparición de los estudiantes
de la Normal de Ayotzinapa entre el 26 y 27 de noviembre de 2014. Fundador del Comité
de Búsqueda de Fosas Clandestinas en Iguala, integrante del Movimiento Nacional por
Nuestros Desaparecidos, de la Red de Enlaces Nacionales y de las Brigadas Nacionales
de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Mario busca a su hermano Tomás Vergara,
desaparecido en Huitzuco, Guerrero, el 5 de julio del 2012.

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


~23

decirnos que la búsqueda es un mandato, un mandato de los muertos


sobre los vivos[6].
Pienso en las palabras de Mario Vergara como un correlato de lo que
en otro tiempo y contexto reflexionara Jean Allouch (2006) a propósito
de sus acotaciones sobre el duelo. La relación entre duelo y persecución
será uno de los nuevos planteamientos en la última década del siglo que
inició la problematización de la noción de duelo, enmarcada en una
nueva circunstancia: ya no son los hijos quienes despiden y entierran
a los padres, sino los padres o las madres quienes pierden a sus hijos
e hijas. Sumado a ello, Allouch plantea otra problemática: no es la
pérdida de cualquier ser querido la que pone a un sujeto en situación
de duelo, sino que el duelo se instala porque aquel o aquella que hemos
perdido se ha llevado un trozo de sí, comprometiendo decisivamente
el cuerpo de los vivos.
Entre las muchas deudas que tiene el saber academizado con lo que
hoy son nuestras circunstancias en México, está la necesidad de repensar,
desmontar y proponer nuevas miradas a los estudios tradicionales
en torno al duelo. Pese a las interpelaciones de Jean Allouch y Judith
Butler, entre otros, en México como en otros sitios, se sigue utilizando
la clásica noción de duelo propuesta en las primeras décadas del siglo
XX por Freud[7].
No puedo dejar de pensar en los planteamientos de Eduardo Grüner
cuando a partir de la crisis instalada en Argentina en diciembre de
2001, insistía en la “necesidad de movilización del pensamiento”
(2004, p.7). Como respuesta a “las urgencias del momento”, Grüner
planteó que al menos en Argentina “todas las disciplinas e impulsos
investigadores de las llamadas ciencias sociales y humanísticas se han

[6] Todas las referencias a Mario Vergara corresponden a la exposición por él realizada en el
Seminario de Investigación Cartografías Críticas en el Posgrado de Ciencias Sociales y
Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Cuajimalpa, en la sesión
del 1ro de junio de 2016. Las citas e imágenes referidas se incluyen con la autorización del
autor.
[7] Ver también al respecto El duelo en tiempos de muerte seca, en Cuerpos sin duelo.
Iconografías y teatralidades del dolor (Argentina-Córdoba 2016 y México 2017), referido
en la bibliografía.

ILEANA DIÉGUEZ
24~

visto en la obligación de repensar sus categorías” (2004, p.7). Insisto


en la pregunta: ¿por qué en México en medio de una profunda crisis,
o en cualquier otro país latinoamericano de los muchos que también
han sido expuestos a la inversión del ciclo de la vida y la muerte, a la
pérdida de los hijos en inexplicables circunstancias, a la imposibilidad
de dar digna sepultura; por qué seguir trabajando con categorías, como
la freudiana, generadas en circunstancias muy distintas a las que hoy
vivimos, e incapaces ya de responder a las reflexiones sobre el dolor
en las actuales condiciones de pérdida?
Intento pensar fuera de ese instalado marco respecto al duelo, que
poco nos sirve para entender hoy la complejidad de la pérdida y el dolor.
Insisto en estas palabras: pérdida y dolor. Y no en muerte y duelo. La
pérdida –y no la muerte– que implica la desaparición forzada de una
persona, de un hijo. El dolor –y no el duelo– que se instala desde el
conocimiento de esa desaparición. Desde estos vínculos: pérdida y dolor,
intento entender las lúcidas interpelaciones realizadas por quienes
en México buscan a sus seres queridos. Bajo la circunstancia de una
pérdida que compromete la realidad corporal y la existencia misma
de los vivos, se desarrolla un vínculo de búsqueda –persecución dice
Allouch– no solo de los vivos hacia los muertos, sino de los muertos
hacia los vivos[8], como expresa Mario Vergara: “ahora los muertos
buscan a los vivos”. O le abren los ojos a los vivos, que anhelan cerrar
los ojos de sus muertos.
Abrir los ojos para mirar y pensar los procesos de pérdida y dolor
en nuestras actuales circunstancias, implica también abrir los ojos
ante la transformación del dolor en acción, como lo han hecho los
familiares, a los que ya no podemos seguir mirando bajo la noción
de víctimas. Ellos mismos plantean la necesidad de desmarcarse de
tal categoría[9].

[8] “Produce escándalo que los muertos puedan ser perseguidos sin que no obstante se quisiera
saber demasiado lo que ese malestar revela acerca de la creencia en una vida del muerto.
En cambio, aparece otra reacción cuando nos enteramos de que los muertos pueden
perseguir” (Allouch, p.404).
[9] El más reciente reclamo lo escuché de Lucía Baca y Alfonso Moreno, padres de Alejandro

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


~25

Se ha insistido en el
poder transformador del
dolor. En sus reflexiones
sobre el duelo, Judith
Butler plantea que
tal vez la posibilidad
de elaborar un duelo
implique aceptar que
vamos a cambiar a causa
de la pérdida sufrida.
Así como se reconoce
que hubo una pérdida,
hay también “un efecto
de transformación
de la pérdida” (2006,
p.47). La pérdida nos
Fotos 9 y 10. Animitas para Daniel Zamudio en el Parque San
reúne en torno a lo que Borja. No solo es una ofrenda, un lugar de conmemoración y
dolor, sino también un sitio para expresar el enojo, la indignación
hemos tenido, a lo que y un llamado a parar la intolerancia hacia la diversidad sexual.
Destaca la persistencia del NO+. Foto: I.D., abril 2017, durante
hemos amado y hemos
la visita colectiva realizada como parte del Seminario Poéticas
deseado, y a la lucha del dolor, desarrollado en la Universidad de Chile.

“por encontrar las condiciones de nuestro deseo” (2006, p.46). La


exposición pública del dolor puede manifestarse como indignación, y
“la indignación frente a una injusticia, o a una pérdida insoportable,
tiene un potencial político enorme”, insiste Butler (2010, p.65).
En un escenario diferente, pero reconociendo también el poder
movilizador del dolor, Achille Mbembe señala “la potencia” que habita
en quienes son capaces de “bailar con las sombras y tejer relaciones
estrechas entre su propia fuerza visual y otras cadenas de fuerza
siempre situadas en otra parte, en un afuera más allá de la superficie
de lo visible” (2016, p.214).

Moreno Baca, ingeniero en sistemas, desaparecido en la carretera Monterrey-Nuevo Laredo,


el 27 de enero de 2011. Lucía y Alfonso daban sus testimonios el 31 de mayo de 2017, en una
sesión del Seminario de Investigación Cartografías Críticas, en la UAM, sede Cuajimalpa.

ILEANA DIÉGUEZ
26~

MIRAR ESCENARIOS DE PÉRDIDA

Mirar es una decisión, un deseo, una posición, una política que


implica incluso el desplazamiento hacia los espacios familiares y
afectivos. Lo que miramos, lo que retenemos en el acto de mirar, es
la densidad antropológica que ciertos espacios supuran. El acto y no
la cosa. Ciertos espacios están inevitablemente ligados a experiencias
pasadas que en su irresolución interpelan demasiado el presente.
Los restos de relatos
que esperan ser mirados
y leídos en los muros,
pisos y rincones de
múltiples espacios de la
realidad chilena, develan
tensiones, irresoluciones
y duelos que hacen que
Foto 11. Información colocada junto a las indicaciones de una
las heridas aún supuren de las habitaciones destinadas a ejercer la tortura en Londres
38, espacio de memorias, en pleno centro de Santiago de
demasiados rumores. O Chile. Foto: I.D., abril 2017, durante la visita dialogada y
incendien el palimpsesto colectiva realizada como parte del Seminario Poéticas del
dolor, desarrollado en la Universidad de Chile.
de la memoria. Ciertos
espacios guardan el
rumor de voces y cuerpos
que ya no están. Son un
archivo que bien muestra
la sociedad fantasmal de
nuestro presente.
Si problemático es
enfrentarse a las imágenes Foto 12. Fragmento de muro en el baño del Camarín 3. Estadio
Nacional de Chile. Foto: I.D, abril 2017, durante la visita guiada
de terror, pienso la y colectiva realizada al sitio de memoria Estadio Nacional,
potente incomodidad memoria nacional, como parte del Seminario Poéticas del
dolor, desarrollado en la Universidad de Chile.
que detona el atravesar
los espacios donde se resguardó y se empoderó el terror, que del todo
no ha sido vencido ni exterminado.

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


~27

Ante una imagen


p o demo s de c idir el
rumbo de la mirada y
del cuerpo. Cuando nos
adentramos en ciertos
espacios , ya no hay
“ante” sino “entre”, y las
imágenes advienen por Foto 13. Baño en el Camarín 3 del Estadio Nacional de Chile.
el poder irrefrenable Foto I.D, abril 2017, durante la visita guiada y colectiva realizada
al sitio de memoria Estadio Nacional, memoria nacional, como
de los imaginarios y de parte del Seminario Poéticas del dolor, desarrollado en la
Universidad de Chile.
los relatos que como
restos sobreviven por
generaciones.
En el relato donde
rememora su visita al
complejo de Auschwitz-
Birkenau, Didi-Huberman
insiste en la necesidad
de mirar “como mira un Foto 14. Espacio originalmente destinado a los servicios
higiénicos en la Caracola Sur del Velódromo, Estadio Nacional
arqueólogo” (2014, p.32), de Chile, convertido en uno de los principales sitios de tortura,
especialmente para mujeres. Foto I.D, abril 2017, durante la
pero no para explorar visita guiada y colectiva realizada al sitio de memoria Estadio
el pasado, sino como Nacional, memoria nacional, como parte del Seminario Poéticas
del dolor, desarrollado en la Universidad de Chile.
estrategia anamnética
para comprender el
presente (p.62). Mirar
lo que está más allá de
la apariencia, mirar con
ojos de memoria. Mirar el
sedimento de otro tiempo,
descifrar los indicios de
Foto 15. Paredes de la Caracola sur del Velódromo, Estadio
vida, el posible paso de Nacional de Chile. Foto I.D, abril 2017, durante la visita guiada
los cuerpos, las manchas y colectiva realizada al sitio de memoria Estadio Nacional,
memoria nacional, como parte del Seminario Poéticas del
que contaminan los dolor, desarrollado en la Universidad de Chile.

ILEANA DIÉGUEZ
28~

muros, las coloraciones


y oscurecimientos
matéricos que se asientan
en los sitios.
Mirar la desolación
que emerge sobre la lisura
y sospechosa blancura
de los muros. Mirar
Foto 16. Detalle en el baño del Camarín 3, Estadio Nacional de
Chile. Foto I.D, abril 2017, durante la visita guiada y colectiva estos lugares que no
realizada al sitio de memoria Estadio Nacional, memoria nacional,
como parte del Seminario Poéticas del dolor, desarrollado en han sido precisamente
la Universidad de Chile.
habilitados como sitios
de exposición. Sitios
oscuros, siniestros en el
evidente desvío de sus
funciones[10]. Como en los
tiempos del terror[11], los
camarines y los espacios
comprometedores
Foto 17. Restos de velas en el espacio central de la Caracola permanecen cerrados,
sur del Velódromo, Estadio Nacional de Chile. Foto I.D, abril
2017, durante la visita guiada y colectiva realizada al sitio
con gruesas cadenas
de memoria Estadio Nacional, memoria nacional, como y candados que se
parte del Seminario Poéticas del dolor, desarrollado en la
Universidad de Chile. cierran y se abren por
la manipulación de los
guías. Una sensación de voyeur es inevitable, porque para mirar hay
que atravesar los portones encadenados, abiertos solo a solicitud de
los visitantes. Es un lugar que aún pervive en encierro. Y mirar allí
parece una herejía. Sobre todo, cuando asoman los restos rituales de

[10] Bajo y entre los muros de un reconocido Coliseo dedicado al desarrollo cultural y deportivo
de una nación, tuvo lugar el mayor campo de concentración de Chile bajo la dictadura de
Pinochet.
[11] Cito un fragmento del libro Terrorismo de Estadio, de Pascal Bonnefoy: “Las puertas de
los camarines se cerraban con una gruesa cadena y candado desde afuera, y por si algún
detenido tuviera el delirio de escapar, también se colocaba una ametralladora a la entrada,
al igual que en las escotillas, cerradas entre sí con candados” (2016, p.34).

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


~29

alguna ofrenda votiva como vestigio


del deseo de consagrar la vida, de
conjurar tanta barbarie.
A propósito de su experiencia
en Auschwitz-Birkenau, Didi-
Huberman reflexiona sobre las
formas de supervivencia en los
sitios construidos como lugares de
barbarie, así nombrados porque en
ellos tuvo lugar la sistemática tarea
de aniquilar la vida. Pero también
distingue las transformaciones
que en los espacios de memoria
introducen las reconstrucciones
e intervenciones museísticas para
convertirlos en lugares de exposición,
Foto 18. Sobre una puerta cerrada se inscribe
criticando las inclinaciones a decorar una leyenda. ¿Cancelación de la mirada o
los acontecimientos del horror con el apertura de la imaginación? Foto I.D, abril
2017, durante la visita-dialogada y colectiva
fin de hacerlos mirables o mostrables. realizada a Londres 38, espacio de memoria,
como parte del Seminario Poéticas del dolor,
La tensión entre lo que ha sido desarrollado en la Universidad de Chile.
un “lugar de barbarie” y busca ser
asimilado como “lugar de cultura”, nos regresa a la ya legendaria polémica
en torno a los límites de lo mirable, que es también los límites de lo
decible y de lo representable. Aceptar que el horror es irrepresentable y
que debemos censurar las imágenes o representaciones que documentan
la barbarie, puede contribuir, como han señalado Agamben y Nancy,
a conferirle al exterminio “el prestigio de la mística” (Agamben, 2005,
pp.31-32), o a rodearla “de un nimbo de sacralidad o de santidad” (Nancy,
2006, p.17). Como ha insistido Ranciére, pienso que, particularmente
ante la constatación del horror, estamos llamados a pensar el modo en
que se distribuye lo visible.
En nombre de qué nos creemos en el deber de velar las imágenes o
los espacios marcados por el horror, porque perturban nuestra mirada.

ILEANA DIÉGUEZ
30~

Fotos 19 y 20. Sobre otra puerta se inscribe un grito, un graffiti realizado de manera anónima,
que horada los archivos formales de la memoria. Puerta principal de Londres 38, espacio
de memoria, Santiago de Chile. Foto I.D, abril 2017, durante la visita dialogada y colectiva
realizada como parte del Seminario Poéticas del dolor, desarrollado en la Universidad de Chile.

Estamos ante la problemática del conocimiento por las imágenes, de


otro tipo de conocimiento. Las imágenes también son textos, en el
sentido lotmiano del texto como un tejido de signos que develan cierta
información. Desde ese lugar entiendo el obsesivo reclamo de Didi-
Huberman, la necesidad de mirar para conocer, pese a todo.

CUANDO VER NO ES MIRAR

“Ver no es lo mismo que mirar. Se puede mirar sin ver”, precisa


Achille Mbembe. En la distribución colonial de la mirada hay un poder
que otorga la posibilidad de ver “o de volver invisible aquello que no
se quiere ver” (2016, p.185).
Los actos de mirada tensionados por el acto de visión, se configuran
como fasmas, como fragmentos supervivientes en la des/semejanza,
atrapados entre lo que dicen las imágenes y lo que, sin embargo, no
alcanzan a decir porque emergen de una desmesurada oscuridad,
y porque su forma actual es apenas una manifestación de todas las
posibles apariciones. Apelo a esta arcaica figura –el phasma– movida
por el deseo de interpelar los cruces entre aparición y evocación, en
contextos donde se han hecho cotidianas las muertes violentas y las
desapariciones forzadas de personas.
En nuestra lengua, evocar y aparecer son dos verbos de raíz latina
que indican cualidades de visibilidad muy diferentes. Evocar, del latín
evocare, implica traer algo a la memoria, por un efecto de recuerdo, o

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


~31

traer algo a la imaginación por una asociación de ideas. En esa palabra


también habita la posibilidad de llamar a los muertos. Aparecer, del
latín apparescĕre, es ponerse ante la vista, manifestarse, dejarse ver,
hacer acto de presencia, cobrar existencia o darse a conocer por primera
vez (Diccionario de la Lengua Española). Quizás la forma sustantiva
de este verbo, aparición, indique una zona de proximidad con el arte
de evocar. La aparición, del latín apparitio, indica el acto de hacerse
visible, de emerger ante otros, y es una acción que implica a los vivos,
pero también a los muertos, pues alude a una figura irreal, imaginaria
o fabulosa que alguien cree ver, espectro, fantasma, comprometiendo
una cualidad del ver como un acto de visión.
¿Pero qué puede ser un acto de visión más allá de ser un acto de
mirada? El ver de la visión, de la aparición, es distinto al acto de mirada
que suscita la imagen ante mí. El ver inclina lo figurativo hacia lo
figural, inclina la vista hacia la visión (Didi-Huberman, 2015, p.203).
Hacia la videncia, en el sentido que lo expresa Achille Mbembe: “La
videncia consiste en descifrar los resplandores de lo real e interpretarlos
en función de si éstos se llevan a cabo en la superficie de las cosas o
en el subsuelo”. Y ello solo es explicable “en relación con el misterio
fundamental que es la vida” (2016, p.213). Ese ver es una lectura de
subsuelo, un leer en las sombras, un acto de exhumación a tientas, casi
en la oscuridad, que apenas permite evocar, imaginar en la materialidad
de los restos que emergen ante sí. En ese ver, que es mucho más que
mirar lo que está ante mí, habita la posibilidad de pensar el trabajo de
la mirada como un trabajo de pérdida, cuando mirar es también saber
que “algo se nos escapa ineluctablemente” (Didi-Huberman, 2010, p.17).

CUANDO EXHUMAR NO ES ENCONTRAR

En un pequeño y potente texto, Walter Benjamin (2011) hace una


rotunda analogía entre investigación y excavación, entre tierra y memoria
como territorios de vida. Así, cavar en la tierra y desenterrar son modos de
recordar, revolviendo capas de nuestra circunstancia vital. Se excava para
encontrar objetos, vestigios de las condiciones de vidas, para arrancarles

ILEANA DIÉGUEZ
32~

imágenes al tiempo. En México, excavar es desenterrar. Y es también


exhumar, pero no es encontrar. Las fosas clandestinas raramente guardan
cuerpos, apenas restos calcinados que salen de la tierra para esperar ser
identificados y en ocasiones son nuevamente inhumados. Pero a pesar de
todo se insiste en mirar la tierra, en mirar el suelo y cavar, como manera
desesperada de hacer memoria, de buscar lo perdido.
¿Qué siniestros vínculos aproximan el trabajo de investigación o
búsqueda académica, con la búsqueda de los familiares que indagan y
remueven la tierra para encontrar a sus seres queridos? Ambos trabajos
suponen, dadas las circunstancias, indagar en las sombras. Ambos
trabajos implican operaciones de exhumación. Pero exhumar no es una
operación de luz, es mirar entre las tinieblas para intentar vislumbrar lo
que emerge desde los restos, es un encuentro fantasmal.
Buscar o investigar no es, de ningún modo, iluminar. Insisto en
este relato nada positivista, contra–iluminista. Insisto en la búsqueda
creadora o intelectual como una travesía en las sombras, un trabajo de
contraluces, un correr de velos, un espejismo, una ficción. Investigar será
siempre la invención de un relato, el rodeo de una imagen que vemos
aparecer, tras la que corremos y que intempestivamente se desvanece.
Por nostalgia intentamos atarla a una escritura, fijarla y develarla, pero
sólo iniciamos procesos de duelos. Lo que aparece es apenas un presagio,
un cuerpo del deseo. Insisto en la intensa oscuridad que enmarca la
investigación como acto. Porque implica sumergirse en las sombras
tras lo que buscamos, precisamente en las circunstancias y en la textura
fantasmal de nuestro tiempo.
El investigador va tras algo que no tiene a mano, una cosa que se le
escapa, que desea, ha planteado Didi-Huberman (2015, p.11). De allí
que investigar no lleva necesariamente a un resultado, sino que es más
una permanente búsqueda, una persistente mirada, un irrefrenable
movimiento. Sucede, relata Didi-Huberman, que el investigador:
A veces se detiene en su recorrido, desconcertado: de repente, ante su
mirada ha aparecido algo que no esperaba. No la cosa en sí de su búsqueda
fundamental, sino una cosa fortuita, explosiva o bien discreta, una cosa

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


~33

inesperada que estaba ahí, en el punto de paso. No obstante, ante esta cosa,
el investigador percibe oscuramente que ha “encontrado algo”. Pero ¿de
qué le sirve lo que ha encontrado para lo que busca? Esta cosa accidental,
¿no interrumpe su “programa”, como suelen decir los profesionales de la
investigación? Sin duda. Al detenernos sobre el acontecimiento imprevisto,
¿no corremos acaso el riesgo de dispersarnos, de poner en peligro nuestro
propio método? Sin duda. Pero si tenemos a bien interesarnos un poco por
ese hallazgo, resulta ser de una generosidad, una fecundidad sorprendente.
Lo que la cosa inesperada es incapaz de ofrecer –una respuesta a los axiomas
de la investigación como pregunta en cuanto al saber-, lo regala en otra parte
y de otra manera: en una apertura heurística, en una experimentación de la
investigación como encuentro. Otro tipo de conocimiento. (2015, pp.11-12).

Estas reflexiones en torno a la fragilidad y a la fecunda imprevisibilidad


de los procesos de investigación, son una especie de brújula para quienes
trabajamos en diálogo con los acontecimientos que marcan nuestro
tiempo, y por supuesto la propia vida. La búsqueda, eso que llamamos
“investigar”, es un trabajo de capas, de esparcir zonas de tierra, meter las
manos, palpar las materialidades, los objetos, y recordar los sitios donde
algo hemos encontrado, de poner el cuerpo. La investigación es un arte
que se aproxima a la arqueología, pues cada supuesto hallazgo debe dar
cuenta de las capas que hubo que atravesar para comenzar a develar.
Escuchar a los familiares que en México buscan a sus seres queridos,
nos implica no solo en el registro testimonial. Nos implica sobre todo
en un camino ante el que no hay respuestas, sino escasos referentes y
viejos conceptos que desmontar. Estamos ante un imprevisible escenario,
cuya materia habremos de imaginar. En estos escenarios de pérdida
y búsqueda, nos interpelan los imaginarios y los gestos, quizás como
los trazos más descentrados de formas desgajadas de teatralidad, cada
vez más expandidas, más al margen del “arte”. Pero sin duda, ancladas
a la dimensión poética, en el sentido de una concepción ampliada
de lo poético que nace de la herida[12] y que se ofrece como imaginó
Jean Genet, “al incontable pueblo de los muertos” (2012). En esos
escenarios habremos de mirar para aprender a imaginar desde los
mínimos restos.

[12] “La belleza no tiene otro origen que la herida”, Jean Genet.

ILEANA DIÉGUEZ
34~

En nuestras actuales circunstancias, rondados por fantasmas,


pero sobre todo por demasiados avestruces que buscan mirar
hacia otra parte, inmersos en una política de impunidad y olvido,
la investigación como estrategia de conocimiento, no siempre es
congruentemente asumida. Pese a que reiteradamente se afirma
que vivimos la aproximación entre arte y vida, podemos constatar la
separación entre ambos mundos, sobre todo cuando nos preguntamos
si una acción en el arte alcanza a ser concebida y sostenida como un
acto en la vida. Pienso que muy especialmente es en el mundo de la
reflexión teórica y de la práctica académica donde continuamente
estamos expuestos a esta separación con los actos de la vida.
Los pormenores de lo que Mijaíl Bajtín fue desarrollando en
torno a la teoría del acto como figura esencial de una filosof ía de la
vida, lo llevaron a analizar las distintas acciones que en carácter de
“especialista” o incluso como “representante” de un grupo, de una tarea,
de una institución, etc., asumen las personas. Esa representatividad o
actividad que se realiza como “especialista” desde el punto de vista de
Bajtín sería una impostura si se realiza como mera actividad técnica,
si no se realiza como implicación absoluta y como acto responsable.
Y la separación entre esos dos planos de la acción –la técnica, la
especializada o representativa, separada de la responsabilidad ética–
fue lo que lo llevó a afirmar: “la crisis contemporánea es básicamente
la crisis del acto ético contemporáneo. Se ha abierto un abismo
entre el motivo de un acto y su producto” (Bajtín, 1997, p.61). De
manera que no es posible plantear la ética como un valor agregado
a las prácticas políticas, intelectuales o artísticas. No hay coartada
para el ser, la ética es un acto que se da en la frontera con el otro,
ante un otro concreto, en mis respuestas y en mi responsabilidad
específica: yo-para-mí, otro-para-mí y yo-para-otro. Es en esta no
coartada en la práctica de lo que hacemos como no coartada en el
ser, a lo que apunto cuando pienso en la necesidad de que nuestras
prácticas intelectuales sean congruentes con el estado de la vida, con
el tiempo en que vivimos.

DE CUERPOS Y SOMBRAS . A PROPÓSITO DE LA MIRADA Y LA PÉRDIDA


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