El Último Vuelo Del TC
El Último Vuelo Del TC
El Último Vuelo Del TC
Las opiniones están divididas con respecto al lugar donde cayó. En Argentina se aseguró
por mucho tiempo que el TC-48, un Douglas DC-4 se precipitó al mar. Transportaba en su
vuelo de instrucción a 53 cadetes de la Escuela de Aviación de ese país más uno peruano,
además de nueve tripulantes y cinco oficiales. Para dar mayor dramatismo a una situación
per se dramática, familiares de los desaparecidos sostuvieron que, cuando las autoridades
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les comunicaron la triste noticia, los desatinados informantes agregaron que a todos los
habrían devorado los tiburones.
En cambio esos mismos familiares y también en Costa Rica, hasta nuestros días se afirma
que habitantes de zonas cercanas a la cordillera de Talamanca dicen haber visto pasar, por
esa fecha, un avión gris de cuatro motores con uno o dos en llamas y estrellarse en medio
de la densa vegetación del sector.
En ambos países coinciden en que los primeros esfuerzos para encontrar los restos fueron
tardíos, ineficientes y limitados. En su defensa, los que debieron tomar la iniciativa arguyen
motivos climáticos e informaciones confusas que retardaron los procedimientos. Solo ocho
horas después de perder contacto, aviones y helicópteros de los Estados Unidos sitos en
Panamá, aviadores costarricenses y rescatistas que viajaron por tierra a la zona, iniciaron la
búsqueda. Lo concreto es que el TC-48 desapareció a las 7.05 del 3 de noviembre de 1965,
cuando viajaba entre Panamá y El Salvador para una escala técnica y nunca más se volvió a
saber de él ni de sus pasajeros. Si cayó al Caribe, si se estrelló en la cordillera de
Talamanca o en otro lugar, aún no logra ser establecido.
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contratiempos, aunque el inicio de la nueva etapa se retrasó en dos horas para revisar las
máquinas.
Continuando con su itinerario volaron a Lima, donde abordaron dos cadetes peruanos
invitados a la travesía, uno en cada avión. El 2 de noviembre se dirigieron hasta Panamá,
previa escala en Guayaquil.
Al amanecer del día siguiente ambas aeronaves despegaron desde la base Howard de los
Estados Unidos en la zona del canal, para dirigirse a Ciudad de México, con una escala
técnica en San Salvador. Volarían parte de este trayecto sobre el Caribe, que en ese
momento sufría los embates de una tormenta que no alcanzaba las dimensiones como para
suspender la operación, pero que sin duda la complicaba.
Una hora después de la partida, el TC 48 emitió una alerta señalando que tenía fuego en el
motor número 3. También informó al TC 43 lo que estaba ocurriendo, pero el piloto de éste
quizás no evaluó bien la situación porque acusó recibo, pero no regresó para escoltarlo. El
llamado de auxilio fue captado en el aeropuerto de Tegucigalpa y por Álvaro Protti, piloto
de un carguero de LACSA, la línea aérea costarricense, que en ese momento volaba hacia
Miami. Este piloto recomendó al avión en problemas que se dirigiera a Puerto Limón, en
cuyo aeropuerto le resultaría más fácil aterrizar.
Después de muchas incursiones por cielo, mar y tierra, que se han prolongado por más de
cincuenta años, de múltiples reportajes en la prensa y en TV, tanto argentina como
costarricense, entrevistando a posibles testigos, de escribirse dos libros sobre el tema,
sumado a un sinfín de leyendas y especulaciones tejidas en torno a esta tragedia, ha
resultado imposible encontrar algo que permita establecer con cierto grado de certeza si el
avión cayó al mar o en medio de la selva. Entre los amantes de los misterios paranormales
incluso en algún momento se habló de un segundo “triángulo de las Bermudas”, que se lo
habría tragado.
La primera información que entregó la FAA fue categórica. El avión cayó al mar e incluso
deslizaron una responsabilidad a los pilotos, indicando que habrían volado demasiado bajo.
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En el sitio EcuRed se sostiene que el TC-48 despegó desde Panamá con sobrepeso,
añadiendo que el capitán Viberti habría cuestionado los 12.900 litros de combustible que le
cargaron por considerarlo excesivo. Es más, se afirma que solicitó le sacaran parte de ese
carburante pero que el comodoro José Fonseca, imponiendo su rango, se negó a autorizar
esa descarga y que si tenía algún reclamo, que lo hiciese en Córdoba, a su regreso. Según
testigos, Viberti le habría respondido, “en esas condiciones, dudo que regresemos”.
Cabe hacer notar que el TC 48 era un avión para transporte de carga y de paracaidistas, que
llevaba asientos de esos lineales que dan la espalda al fuselaje, al que se le agregaron sillas
(algunos sostienen que de lona) para aumentar la capacidad. En ningún caso los cadetes
viajaban cómodos, aunque con el entusiasmo del viaje y en su juventud, estuviesen
dispuestos a soportar estas pequeñas contrariedades.
Para reafirmar su versión oficial, la FAA, exhibió una serie de objetos que habrían sido
rescatados del mar por barcos de la US NAVY, donde destacaron chalecos salvavidas,
trozos de una maleta y un apoyabrazos. También mostraron el carnet de identidad del
cadete Óscar Vuitoz, ciento diez dólares y un par de colleras para puños de camisa.
Un tiempo después de la desaparición del TC-48 la familia de Vuitoz recibió una extraña
carta, supuestamente anónima, en la que otro cadete afirmaba que su compañero y amigo,
antes de abordar el avión accidentado, le entregó una pequeña bolsa con su carnet, sus
colleras y cien dólares pues temía que, en el desorden imperante en el interior de la
aeronave a raíz de la excesiva cantidad de pasajeros, se le extraviaran. El portador de estos
elementos se los pasó a su superior cuando conoció la terrible noticia, con el ánimo de que
se lo hiciese llegar a los padres del desaparecido, pero en cambio fueron exhibidos como
pruebas de que el avión había caído al mar, desde donde supuestamente habrían sido
rescatados. La difusión de este engaño, además de que los chalecos salvavidas aparentaban
ser nuevos, sin que nunca hubiesen sido utilizados ni estado en el mar, tuvo el efecto de
poner en duda todas las afirmaciones de la FAA y los cuestionamientos de los familiares no
tardaron en llegar, imponiéndose entre ellos la teoría de que el avión había caído en la selva
y que la FAA se negaba a aceptar esta teoría porque pretendían ocultar algo.
Cabe hacer notar que la FAA el día 10 de noviembre, una semana después de ocurrido el
accidente, dio por desaparecidos a los tripulantes de TC-48 y el 6 de diciembre finalizó la
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búsqueda. Un año más tarde se consideró oficialmente muertos a los 68 tripulantes. Si
evaluamos la dimensión de la tragedia y el hecho de que la mayor parte de los involucrados
eran jóvenes cadetes cuyas familias entregaron a la institución confiados en que ésta velaría
por su bienestar, los plazos fueron demasiado breves como para dar por concluida la
búsqueda y considerarlos muertos. En su defensa, convengamos que el sitio de la
desaparición estaba a gran distancia del centro de operaciones de la FAA, lo que dificultaba
cualquier procedimiento.
Lo concreto fue que las decisiones de la autoridad sembraron serias dudas entre los dolidos
familiares, que luego de recabar información, organizaron expediciones, financiadas por
ellos, para viajar a Costa Rica y buscar noticias más concretas sobre lo ocurrido.
Para tener una idea de la espesura de la selva en ese sector, Yuri Jiménez, una prestigiosa
periodista costarricense, nos relata que, medio año antes de este accidente, una avioneta que
trasladaba a tres funcionarios de una oficina estatal de su país y a su piloto, desapareció en
el mismo sector y pese a los esfuerzos que se hicieron, no fue posible ubicarla. Solo 19
años después la encontró una persona que se topó casualmente con los restos del drama. En
el interior del aparato estaban los cuerpos de los fallecidos y todas sus pertenencias. Esto
nos dice que en todo ese tiempo nadie, ni siquiera los indígenas de la zona que se supone la
conocen al dedillo, dieron con sus restos. Es tan densa la vegetación y crece con tanta
celeridad, que según los entendidos podrías estar a un metro de tu objetivo y no verlo.
Fue en esta zona en la que los familiares centraron su búsqueda, contando con ayuda de las
autoridades costarricenses y los testimonios de algunos vecinos que aseguraron haber visto
la aeronave cuando volaba a muy baja altura, como es el caso de la maestra rural Talía
Rojas, que afirmó que mientras impartía clases a sus alumnos en una localidad llamada
Coroma, en Talamanca, vio pasar el avión envuelto en llamas. Ella, con la ayuda de sus
hermanos Alberto y Wilfredo, (este último geólogo, que ha dedicado parte importante de su
vida a investigar el caso y que posee un archivo con antecedentes) se convirtió en ayuda
fundamental para los parientes. Sin embargo todos los buscadores se toparon con un muro
infranqueable entre los indígenas de la zona.
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Una de las hipótesis que se barajaron a raíz del mutismo de los naturales fue que el avión
cayó en su territorio, que éstos lo desvalijaron lo mismo que a los tripulantes y que
asesinaron a los sobrevivientes para poder robar todo sin dejar testigos. La selva se habría
encargado de borrar las huellas del crimen.
De hecho se asegura que en cantinas de la zona fue posible ver indígenas vestidos con
chaquetas de cuero y otras prendas que llevaban las insignias de la FAA, que portaban
billetes verdes y que incluso fueron interrogados y torturados por policías locales, sin que
entregaran ninguna información. Al parecer existe un voto de silencio entre ellos y se dice
que su ruptura se paga con la vida, lo que parece ser cierto porque algunas personas que
estuvieron dispuestas a ayudar a las expediciones, fallecieron en extrañas circunstancias.
Otros habitantes del sector, como Trino Arias Campos, un campesino septuagenario,
asevera tener “más o menos clara” la ubicación del avión, que se la habría dado un indígena
que ha estado entre los restos, los que, según su descripción, semejan un bus grande a raíz
de que el avión habría perdido sus alas al capotar. Pero también asegura que el cacique de
una tribu del sector “embrujó” los rastros para que ningún hombre blanco pudiese dar con
ellos.
Así se ha ido tejiendo una telaraña en torno al misterio que no logra ser descifrado. Lo que
sí está claro es que con el paso del tiempo y seguramente por la presión de familiares, de la
opinión pública y la prensa, la FAA cambió su posición inicial y ya no descarta tan de
plano la posibilidad de que el avión haya caído en tierra.
Es así como en los últimos años han organizado varias expediciones, a las que les dieron el
nombre de “Esperanza”, la última en el 2019, que se han internado en la selva costarricense
con la ayuda de entidades locales como la Cruz Roja y la Aviación Civil.
De hecho, Jorge Rovira Guzmán, de la Cruz Roja de Costa Rica, que ha realizado varios
viajes buscando alguna seña, declaró: "Queremos mitigar de una vez por todas el dolor de
esas familias".
Paralelamente los argentinos han continuado rastreando el océano, cada vez con equipos
más modernos, pretendiendo confirmar la teoría que desde un comienzo sostuvieron.
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Hasta ahora, los familiares, mucho de los cuales han muerto después de más de medio siglo
de ocurrido el accidente, no encuentran el consuelo de poder conocer el verdadero destino
de sus víctimas.
Para consultar:
JIMÉNEZ, YURI LORENA: - Los gritos del Silencio – Diario La Nación de Costa Rica:
http://wvw.nacion.com/dominical/2002/abril/28/dominical0.html
MOREIRO, LUIS: El avión militar argentino desaparecido hace 36 años. Hay certeza de que el TC 48
cayó al mar- La Nación, Argentina
https://www.lanacion.com.ar/sociedad/hay-certeza-de-que-el-tc-48-cayo-al-mar-nid392549/
PIGNATELLI, ADRIÁN: La misteriosa desaparición del TC-48, el mayor accidente de la Fuerza Aérea Argentina:
la trama de encubrimientos y las búsquedas de los familiares en la selva. – Infobae
https://www.infobae.com/sociedad/2020/11/03/la-misteriosa-desaparicion-del-tc-48-el-mayor-
accidente-de-la-fuerza-aerea-argentina-la-trama-de-encubrimientos-y-las-busquedas-de-