Razonamiento

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A lo largo del tiempo y desde que se descubrió que las partes del cerebro realizan diferentes

funciones tanto motoras como cognoscitivas se pudo ir identificando la actividad que cada área
genera, es así que parte de esta división dio como resultado la designación o ubicación de las
regiones prefrontales del cerebro, es en estas regiones que desde 1936 gracias a Jacobsen se
lograron obtener las primeras observaciones, importante señalar que la función que esta región
realiza aun no se conoce en su totalidad y sin embargo ya se identifica que fungen como
principales factores para la organización del comportamiento así como la metacognición. Por otro
lado, Luria indica que esta función corresponde a la organización tanto de la actividad dirigida
como de la consciente, aunado a las observaciones de Stuss y Benson (1986) asociando a la
actividad de estas regiones prefrontales a las funciones ejecutivas. Para principios del siglo XX ya
se atribuía a los lóbulos frontales la función ejecutiva obteniendo ya una descripción detallada de
las conexiones corticales, estableciendo estas de manera importante hacía el hipotálamo y otras
estructuras cerebrales encargadas de la motivación y la emoción. Más adelante Luria relacionaba
ya estas actividades con la programación motora entre otras características de la personalidad y la
conciencia (1968, 1980), sin embargo las funciones ejecutivas hasta la fecha no solo se relacionan
a la corteza frontal, pues se ha demostrado que para estos efectos también se requiere de la
función en conjunto de regiones corticales posteriores y estructuras paralímbicas como el
hipocampo, la amigada y basales como los ganglios y el tronco cerebral.

Los principales usos hasta este entonces se dirigían a la planeación, organización, control de
lenguaje y memoria, percepción y otras actividades cognitivas, indicando que esta región cerebral
es de maduración tardía pues comienza su desarrollo desde el nacimiento y la cual se prolonga
hasta la segunda década de vida de los seres humanos.

Se define a las funciones ejecutivas como un término del ámbito neuropsicológico que designa una
serie de funciones cognoscitivas que implican atención, concentración, selectividad de los
estímulos, capacidad de abstracción, planeación, flexibilidad conceptual y autocontrol. (Ardila y
Rosselli, 2007). Por otro lado, también se puede definir que las funciones ejecutivas “son un
conjunto de habilidades implicadas en la generación, la supervisión, la regulación, la ejecución y el
reajuste de conductas adecuadas para alcanzar objetivos complejos, especialmente aquellos que
requieren un abordaje novedoso y creativo” (Gilbert y Burgess, 2008; Lezak, 2004). Este ultimo
concepto debido a que, como seres humanos cambiantes, es necesaria la adaptación para un
desarrollo optimo puesto que se presenta una gran variedad de situaciones que requieren de un
funcionamiento optimo y adaptable respecto a los mecanismos ejecutivos generados.

Existen diferentes tipos de objetivos que se derivan de las funciones ejecutivas ya que estos
pueden ser de naturaleza cognitiva o en el aspecto socioemocional. Las funciones ejecutivas
procesan información de entrada (input) como la atención la memoria o las emociones y de salida
o programas motores, dando como resultado que las funciones ejecutivas se responsabilizan tanto
de la regulación de conducta como de pensamiento en la promoción de un funcionamiento
adaptativo.

Como parte de los componentes de las funciones ejecutivas se encuentran:

a) Iniciativa, volición y creatividad


b) Capacidad de planeación y organización
c) Fluidez y flexibilidad para realizar los planes de acción
d) Procesos de atención selectiva, concentración y memoria operativa
e) Procesos de monitoreo y control inhibitorio

Todos estos componentes se relacionan con los lóbulos frontales y las regiones prefrontales
principalmente las áreas de Brodmann, nombrándole a esta parte de la anatomía como cerebro
ejecutivo.

Es importante también considerar los trastornos o afectaciones derivadas de las funciones


ejecutivas ya que estos pueden provenir de diferentes etiologías, como accidentes o tumores, o
generadas por pacientes con lesiones en la corteza frontal siendo frecuentes en casos de
traumatismos encefálicos, síndrome de Korsafoff, demencia y Alzheimer entre otros.

La formación de conceptos forma parte de la función ejecutiva de conceptualización y flexibilidad


cognitiva siendo involucradas las áreas cerebrales prefrontales concernientes a las funciones
cognitivas, está alude a “todo aquel aprendizaje en el cual una respuesta es generalizada a varios
estímulos” (Knowlton, 2002). Con base a lo mencionado por Fiorentini y compañía (2015) “debe
destacarse la heterogeneidad de las técnicas neuropsicológicas empleadas para la evaluación de la
formación de conceptos. Además, cuando la formación de conceptos y el razonamiento
conceptual son evaluados, se utilizan por lo general pruebas en las que los conceptos ya son
conocidos por la historia individual de los sujetos evaluados”.

Se define al concepto de manera operacional como la clase de estímulo que ocasiona respuestas
comunes a un contexto dado siendo este el producto de la formación de conceptos y el cual forma
parte de las actividades mentales propias del pensamiento, junto con el razonamiento y la
resolución de problemas. En otras palabras, el concepto es la representación mental que se le da a
un objeto o a una idea. Como parte del las funciones ejecutivas es importante considerar que
tanto la capacidad de conceptualizar como de razonar puede ser alterada si se presenta un daño
cerebral, este tipo de deficiencias puede ser probada mediante test neuropsicológicos como lo son
analogías, siendo esta una subprueba de la escala de Wechsler donde el principal objetivo es que
una persona relacione dos palabras considerando el concepto de las mismas, otro de los test
utilizados es a solución de problemas aritméticos pues es en este tipo de pruebas donde se
recurre a la conceptualización, entre otras pruebas.

Fiorentini, L., Arismendi, M., Vanotti, S., Vernis, S., Garcea, O., Yorio, A. (2015). Alteración de la
formación de conceptos y el razonamiento conceptual en pacientes con Esclerosis Múltiple.
Revista Neuropsicología Latinoamericana, vol. 7, núm. 1, 2015, Sociedad Latinoamericana de
Neuropsicología. Quebec, Canadá. Pp. 1-11

Québec, Canadá

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