Amor Psicópata 1
Amor Psicópata 1
Amor Psicópata 1
Que mañana tan oscura, debe ser por las ojeras, esta es probablemente la decimotercera
noche de desvelos, nadie con quien soñar, es difícil dormir, porque hasta en mis sueños se
esconde tu ausencia, aunque te hayas ido, sigues marcando cada momento.
No sé en qué momento nuestra chispa se apagó, sentía que lo nuestro iba a perdurar,
pero de un momento a otro nos fuimos separando lentamente.
Recuerdo que te gustaba cuando tocaba la guitarra, sonreías de manera tan suave y
peculiar como el cantar de las aves, siempre con tus vestidos ochenteros y ese par de ojos
color miel. Sinceramente hoy puedo reconocer que siempre tuve miedo de perderte.
Tal vez no debí amarte tan obsesionadamente, quizás mi amor para ti se empezó a tornar
algo tedioso, en mi ignorancia, pienso que ese fue el primer paso para nuestra ruptura…
En ocasiones, cuando la ansiedad vencía a mi ego sobrevalorado, iba cerca de su casa y
miraba desde el otro lado de la calle, mientras la caja de cigarros escaseaba, pensaba en
cómo hacer para que volviéramos a estar juntos, así como la primera vez.
Un día quise reclamarle por todo ese tiempo que le ofrecí, por todo ese amor en vano, así
que simplemente fui a buscarla, la tome por sus brazos y entre lágrimas le dije que me
sentía vacío, que la necesitaba; pero con una mirada fría y con un grito helado me pidió
que la dejara en paz. Esa tarde creo que ambos rompimos nuestro corazón, tanto literal
como figurativamente, hasta sangre por mis manos. El hecho fue que sin más me marche
de allí, sin siquiera mirar atrás, porque en el fondo sabía que no iría tras de mí, se quedó
allí sin decir nada, sin siquiera ver como el hombre que más la amaba se iba. Pero eso es
normal en las personas sin alma.
Días después de esa tarde tan atroz, decidí ir a verle una última vez, a ver si por lo menos,
podría verle sonreír. Recuerdo que ese día tenía una reunión en su casa, ella siempre fue
muy sociable, así que no me extrañaba que estuviera rodeada tantas personas, algunos se
acercaban para susurrarle al oído y otros entre sollozas miradas coqueteaban su hermosa
presencia, nada que me extrañara en aquel entonces, porque siempre había alguien
interesado en ella, era ya algo común. Pero no importaba seguía igual de fría, ya no tan
tierna… algo vacía.
A lo mejor por eso todos vestían de negro, y ella de rosa; para hacerle contraste a esa
nueva mentira, espero que esta nueva libertad que le he regalado le dure para siempre,
porque yo recordaré con mucho pesar entre fierros helados lo mucho que le amé hasta el
día que nos hice libres.