Cuentos Breves Latinoamericanos

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CUENTOS BREVES LATINOAMERICANOS

Prólogo

. ........ A cercarnos al cuento breve es abordar una forma que se remonta a los
orígenes mismos de la literatura. En sus comienzos, los relatos breves se interca-
laban en las narraciones más extensas hasta que comenzaron a perfilarse con
un sentido relativamente autónomo. Un cuento puede ser tan breve como un tí-
tulo. Aun así, el cuento breve no pierde su carácter de texto íntegro, de manera
lal que la brevedad se suma a la integridad.
Actualmente se considera que un cuento es breve cuando el narrador tra-
baja con elementos muy precisos y concretos, es decir, cuando potencia un mí-
nimo de elementos. Para Flannery O'Connor: "un cuento breve debe ser exten-
1
so en profundidad, y debe darnos la experiencia de un significado" Para Juan
Armando Epple estas formas narrativas de variada filiación cultural tienen un
rasgo común y es justamente su notoria concisión discursiva.'
Irwing Howe delimitó un canon del relato breve que denominó "short short
stories". En sus definiciones afirma que, mientras en un rµento hay espacio para
mostrar la evolución de un personaje, en un cuento breve, la misma noción de
personaje parece perder importancia. Más allá de que muchas de sus afirmado-

1 O'Connor, Flanncry: 'Writing short-slories". En Mystery and Manners. Occasional Prose. N.York,
forrar, Straus (i Giroux, 1989.

' Epple, Juan Armando:"Bmísima relación sobre d mini-cuento en /Iispanomérica' en Revista Puro cuen-
to, Mayo/Junio dr 1988.

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nes son discutidas por la crítica, Howe coincide en que el poderoso efecto que tie- constituye una muestra de lo mejor que se escribe actualmente en Latinoamérica.
ne este brevísimo cuento en el lector -al igual que la poesía- se relacionaría con También resaltan en ella algunos nombres de importantes escritoras como Cristi-
la intensidad. Asimismo, considera que el enfoque único, que se construye en una na Peri Rossi, Ana Lydia Vega, Martha Cerda, Teresa Porzecanski y Bárbara Jacobs,
sola escena, es otra de las técnicas que se relaciona directamente con la brevedad.' entre otras. En esta selección se han considerado como criterios fundamentales
Un cuento breve, entonces, más allá de los intentos de definición -por ejem- además de la extensión, la presencia de una situación narrativa única, la varie-
plo, Enrique Anderson Imbert los bautizó "cuentos en miniatura"-, se constru- dad de los formatos posibles y la intensidad de los relatos.
ye con una sola anécdota, un sólo incidente, y el poderosísimo efecto que tiene Entre los cuentos elegidos se observa claramente la gran inclinación de los
en el lector depende de su intensidad. cuentistas latinoamericanos a producir ficciones fantásticas. Especialmente desta-
Durante el siglo XIX, el cuento tuvo un gran desarrollo en América Latina. camos como procedimiento el quiebre de la cronología narrativa, en la que los
Sus raíces pueden encontrarse ya en las crónicas y en algunos textos narrativos hechos narrados no siguen el orden temporal exterior, como por ejemplo en el
de la época colonial. Pero su auge comienza fundamentalmente con el cuadro de cuento "Tren" del argentino Santiago Dabove o en el relato "El regresivo" del hon-
costumbres que, combinado con otros elementos, dará como resultado un rela- dureño Osear Acosta. En el cuento "Hermano lobo" del colombiano Manuel Me-
to breve. Sin embargo, será con los modernistas como Manuel Gutiérrez Nájera, JÍa Vallejo, el mundo de los no-humanos se impone al mundo de los humanos
Rubén Daría y leopoldo Lugones con quienes el cuento alcanzará autonomía y en una extraña y fraternal resolución, a la vez que su compatriota, Triunfo Ar-
un mayor desarrollo. ciniegas, trabaja en su relato "Pequeño mío" con una categoría de lo fantástico
En la segunda mitad del siglo XX el cuento tuvo un notable crecimiento con como la metamorfosis. Del mismo modo, lo sobrehumano se cuela en relacio-
figuras consagradas por la crítica y los lectores. Importantes escritores renova- nes sorprendentes en el cuento "El violinista y el verdugo", de Fernando Ayala
ron la ficción breve. En este sentido, la escritura de Juan Rulfo señala uno de los Poveda, también de Colombia. La confusión entre realidad y ficción es otro de
momentos claves de la literatura latinoamericana junto con Juan Carlos Onetti, los motivos preferidos por los escritores. El cuento de la brasileña Marina Co-
Julio Cortázar, Jorge luis Borges, Juan José Arreola, Augusto Monterroso y Joao lasanti, "La tejedora", nos recuerda algunas de las labores tradicionales reconoci-
Guimaraes Rosa, entre otros. ' inesperado, la protago-
das a las muieres, tales como el tejido pero, en un giro
la presente antología se preocupa por atender al desarrollo de las formas nista vuelve a tomar las riendas de su vida y otra vez se llega a una resolución
breves en América Latina. Para ello, reúne no sólo a las figuras más conocidas fantástica para el relato. Del mismo modo, el cuento "El hombre de hierro", de
de nuestro continente sino que también, junto con los narradores consagrados, Canela, con un tono más bien propio de la poesía, nos presenta como protago-
pone en circulación cuentistas provenientes de diversos países y cuya producción nista, a "una mujer de seda" que logra diferenciarse para convertirse en estandar-
te y señal para los otros. Tampoco está ausente el mundo del "más allá" con sus
3 muertos y resucitados. Siguiendo esta línea temática encontramos, por ejemplo,
Howe, IIVing t llana Wienes Howe, (editores): Short Sh orts: An Anthology of the Shortest
Stories, Nueva York, Bantam Books, 1983. el cuento 'Alma en pena", del guatemalteco José María lópez Baldizón.

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CUENTOS BREVES LATINOAMERICANOS
CUENTOS BREVES LATINOAMERICA NOS

Dentro del eje de lo fantástico que venimos considerando, hallamos algu- mo es el del fanatismo deportivo, mediante un lenguaje que elige el registro de
nos de los temas más frecuentados por los autores, tales como las relaciones la oralidad. Entre otras de las escenas ciudadanas de esta antología destacamos
entre los elementos de este mundo que rompen el orden reconocido: espacios, las del cuento "Salto vital", de la portorriqueña Ana Lydia Vega, en el que el na-
tiempos, causalidades, elementos inexplicables y absurdos que irrumpen en la ITador protagonista produce una particular visión de los hechos.
vida de los personajes y que obligan al lector a dudar entre una explicación También hay cuentos que presentan cierta incorporación a la literatura de
realista y una sobrenatural del mundo representado en el relato. Como expo- otros discursos, como por ejemplo, el de los medios masivos de comunicación. El
nentes del género fantástico, los siguientes cuentos presentan, en pocas líneas, cine y la televisión aportan su singular estructura narrativa y temática; así, en el
inquietantes universos de sentido. Así, nos encontramos con "Bifurcaciones", cuento "Boda en Las Vegas", del guatemalteco Otto Raúl González, aparecen perso-
del cubano Félix Sánchez Rodríguez, "El hombre-espejo", del ecuatoriano Vla- najes del cine de Hollywood mediados por el discurso televisivo con tono de ma-
dimiro Rivas Iturralde, "Búsqueda", del chileno Daniel Pizarro y "Ropa usada J",
gazine del corazón. .
de su compatriota Pía Barros, "Tiempo libre", del mexicano Guillermo Sarnpe- Desde la perspectiva del contenido, el cuento "Mármol en polvo", del boli-
rio, "La otra muralla china", del costarricense José Ricardo Chaves, "Noción del viano Alfonso Gumucio Dagron, remite al poder político y a la corrupción de
alquimista llamado Dios y sus 500 jarrones", del hondureño Julio Escoto. "Ta- Estado. Leemos en el texto que "la plaga comenzó y terminó en el Palacio Tem-
tuaje", "Los brazos de Kalym" y "Escena de un spaguetti western circus", de los poral". Un diminuto gusano empezó a roer los cimientos del Palacio y ya nada
venezolanos Ednodio Quintero, Gabriel Jiménez Emán y José Sequera respec- pudo detenerlo, El cuento cierra la anécdota y nos deja con cierto regoci¡o al sa~
tivamente, son otros ejemplos análogos.
ber que finalmente, el palacio se derrumbó y "el último dictador" desapareno
Entre los cuentos de ciencia ficción, caracterizados por una lógica científica junto con toda su descendencia. Asimismo, el cuento "El contrato" del portorn- i 1

que intenta sustentar la trama del relato, señalamos el cuento del brasileño Moacyr queño Celestino Cotto Medina, nos enfrenta al mundo de los "hampones" que
1 1
Scliar, "lágrimas congeladas', dado que es un ejemplo típico. Asimismo, encontra- en estos momentos parecen muy ocupados por el "maritaje entre narcos y po-
mos en varios cuentos rasgos de lo siniestro, tal como lo caracterizó Freud, como líticos". Dentro del mismo eje, en "De las propiedad<;s del sueño", del conocido
lo inquietante, lo desconocido, lo oculto, lo que aparece cuando lo familiar se vuel- novelista nicaragüense Sergio Ramírez, aparece nuevamente un país gobernado
ve amenazador. Así, "La broma póstuma" del dominicano Virgilio Díaz Grullón, "La por una tiranía y las ansias de libertad de todo un pueblo: "en una hora de la
casa muda" del panameño Dimas lidio Pitty o "El fabricante de máscaras" de su noche claramente consignada, los ciudadanos soñarían que el tirano era derro-
compatriota Enrique Jaramillo levi son daros exponentes de este motivo. cado y que el pueblo tomaba el poder". El relato nos conmueve porque toda lu-
En esta selección no dejan de "mostrarse" algunas escenas urbanas, como la cha, aun la pacífica, pareciera que nos lleva a aceptar un destino trágico para los
que se representa en el cuento "Una yunta" del costarricense Fernando Contre- países del continente. En este sentido, el cuento "Inoportuno', de la uruguaya Te-
ras Castro o en el de su compatriota Rodrigo Soto en "Microcosmos II l'', donde resa Porzecanski, rec upera la memoria de un pueblo a través del personaje de un
se nos remite a un tema que atraviesa a todos los países latinoamericanos, co- viejo que, al hablar, solamente "decía de un país que h abía extraviado su memo-

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ria, un país indeterminado donde habían ocurrido cosas irrecordables". Este per- sé María Méndez. En otros cuentos, la brevedad abre paso a reflexiones de v ida
sonaje que "sabe" porque ha vivido, es el encargado de transmitir la historia pa- entre poéticas y filosóficas, como en "El avaro'', del peruano Luis Loayza.
ra que la narradora-protagonista la "comprenda". El cuento "La noche" del do- Asimismo, resaltamos también, en esta selección, la variedad de recursos que
minicano Manuel Rueda, nos enfrenta a un tema caro a todos los pueblos del van desde el monólogo del cuento 'Enano" del uruguayo Gley Eyherabide hasta
continente en horas de dictaduras: el miedo a ser testigo. El cuento nos refiere el caso extremo y opuesto del cuento de Eliseo Diego, "El Señor de la Peña", en el
que, en una "noche oscura como el antifaz de los asesinos", un grito de terror que diferentes voces entretejen el hecho narrado desde distintos puntos de vista.
queda ahogado por un disparo y, mientras agoniza'fa ví¿tima, el vecindario que- El lector podrá encontrar además en esta antología algunos de los cuentos
da paralizado por el miedo. Asimismo, el mundo del arte y su relación con Ja breves latinoamericanos escritos y consagrados durante las últimas décadas, tales
política queda representado en el personaje de Erasto que da vida a la escultu- como "La migala" del mexicano Juan José Arreola, "El eclipse" del guatemalteco
ra El inconforme en el cuento "Sudar como un caballo" de] nicaragüense Lizan dro Augusto Monterroso, "El hombre y su sombra" del salvadoreño Alvaro Menen
Chávez Alfara. Desleal, "El reino endemoniado" del argentino Enrique Anderson lrnbert, "El sol-
En otro de los ejes de esta selección vemos cómo el contenido de los rela- dado" del dominicano Marcio Veloz Maggiolo o "El pequeño rey zaparrastroso"
tos primigenios sirve a algunos autores como intertexto para la recreación, para del uruguayo Eduardo Galeano
el re-relato, para la inclusión de la anécdota. Así, nos encontramos con el cuen- Creemos que al poner en circulación relatos poco conocidos junto con
to "Los animales en el arca" del argentino Marco Denevi, con "Fábula con joro- aquellos consagrados por lecturas y crítica, esta antología logrará cautivar nue-
ba" del venezolano Wilfredo Machado, con "Señal de los tiempos" del brasileño vos lectores y los hará disfrutar de algunos de los mejores cuentos breves escri-
Joao Carrascoza, con "El encuentro", del peruano Jorge Díaz Herrt>ra tos en Latinoamfrica.
En la antología también podemos identificar ciertos cuentos en los que el
lenguaje y su sistema de selección, la relación en tre significado y significante, apa- Alejandra Torres
recen tematizados: "En el origen", del paraguayo Mario Halley Mora y "Bautizar Universidad de Buenos Aires
las palabras", del chileno Alfonso Alcalde son ejemplos de estas indagaciones me-
talingüísticas. Asimismo, el registro de la oralidad y los distintos tipos de lengua-
je quedan plasmados en los dos cuentos del peruano Antonio Gálvez Ronceros,
"Miera" y "El mar, el machete y el hombre", así como también en "La carta", del
portorriqueño José Luis González. En algunos otros relatos, podemos apreciar la
leve frontera que los separa del chiste, ya sea por la anécdota o por el empleo
inusual de términos, como en el cuento 'Padre Nuestro que estás en Jos cielos",
del chileno José Leandro Urbina o en "Ernesto el embobado", del salvadoreño Jo-

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SANTIAGO D AVOB E SANTIAGO D AVOBE

chistes que la juventud cree inaugurar Pero en Flores me aguardaba lo inconcebi-


Tren ble; una demora por un choque con vagones y un accidente en un paso a nivel. El
jefe de la estación de liniers, que me conocía, se puso en comuniG:1ción telegráfica
con el de Flores. Me anunciaban malas noticias. Mi mujer había muerto, y el corte-
jo fúnebre trataría de alcanzar el tren que estaba detenido en esta última estación.
Me bajé atribulado, sin poder enterar de nada a mis hijos, a quienes había manda-
.. · •E 1 tren era el de todos los días a la tardecita, pero venía moroso, como
sensible al paisaje.
do adelante para que bajaran en Caballito, donde estaba la escuela.
En compañía de unos parientes y allegados, rnterrarnos a mi mujer en el ce-
menterio de Flores, y una sencilla cruz de hierro nombra e indica el lugar de su de-
Yo iba a comprar algo por encargo de mi madre.
tención invisible. Cuando volvimos a Flores, todavía encontramos el tren que nos
Era suave el momento, como si el rodar fuera cariño en los lúbricos rieles. Su-
acompañara en tan felices y aciagas andanzas. Me despedí en el Once de mis pa-
bí y me puse a atrapar el recuerdo más antiguo, el primero de mi vida. El tren se re-
rientes políticos y, pensando en mis pobres chicos huérfanos y en mi esposa difun-
tardaba tanto que encontré en mi memoria un olor maternal: leche calentada, alco-
ta, fui como un sonámbulo a la "Compañía de Seguros·. donde trabajaba No en-
hol encendido. Esto hasta la primera parada: Haedo. Después recordé mis juegos
contré el lugar.
pueriles y ya iba hacia la adolescencia, cuando Ramos Mejía me ofreció una calle
Preguntando a los más ancianos de las inmediaciones, me enteré de que ha-
sombrosa y romántica, con su niña dispuesta al noviazgo. Allí mismo me casé, des-
bían demolido hacía tiempo la casa de la "Compañía de Seguros". En su lugar se eri-
pués de visitar y conocer a sus padres y el patio de su casa, casi andaluz. Ya salía-
gía un edificio de veinticinco pisos. Me dijeron que era un ministerio donde todo
mos de la iglesia del pueblo, cuando oí tocar la campana; el tren proseguía el viaje.
era inseguridad, desde los empleos hasta los decretos. Me metí en un ascensor, y ya
Me despedí, y como soy muy ágil, lo alcancé. Fui a dar a Ciudadela, donde mis es-
en el piso veinticinco, busqué furioso una ventana y me arrojé a la calle. Fui a dar
fuerzos querían horadar un pasado quizás imposible de resucitar en el recuerdo.
al follaje de un árbol coposo, de hojas y ramas como de higuera algodonada. Mi
El jefe de estación, que era mi amigo, acudió para decirme que aguardara bue-
carne, que ya se iba a estrellar, se dispersó en recuerdos. La bandada de recuerdos,
nas nuevas, pues mi esposa me enviaba. un telegrama anunciándolas. Yo pugnaba
junto con mi cuerpo. llegó hasta mi madre. "iA que no' recordaste lo que te encar-
por encontrar un terror infantil (pues los tuve), que fuera anterior al recuerdo de la
gué!", dijo mi madre, al tiempo que hacía un ademán de amenaza cómica: 'Tienes
lech e calentada y del alcohol. En eso llegamos a Liniers. Allí, en esa parada tan abun-
dante en tiempo presente, que ofrece el ferrocarril Oeste, pude ser alcanzado por mi cabeza de pájaro·. ········¡
esposa que traía los mellizos vestidos con ropas caseras. Bajamos y, en una de las •
resplandecientes tiendas que tiene Liniers, los proveíamos de ropas estándares, pero
elegantes, y también de buenas carteras de escolares y libros. En seguida alcanzamos
el mismo tren en que íbamos y que se había demorado mucho, porque antes ha-
bía otro tren descargando leche. Mi mujer se quedó en Liniers, pero ya en el tren,
Santiago Dabove nació en Morón, provincia de Buenos Aires, en 1889 y murió en 195 1
gustaba de ver mis hijos tan floridos y robustos hablando de fútbol y haciendo los Obras: La muerte y su traje. Cumtos (1961)

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MARINA (OLASANTI M ARI NA (OLASANTI

No esperó al día siguiente. Con el antojo de quien intenta hacer algo nuevo, co-
La tejedora 1 w·nzó a entremezclar en el tapiz las lanas y los colores que le darían compañía. Po-
' , , ,1 poco, su deseo fue apareciendo. Sombrero con plumas, rostro barbado, cuerpo
,1rmonioso, zapatos lustrados. Estaba justamente a punto de tramar el último hilo de
l.1 punta de los zapatos cuando llamaron a la puerta.
Ni siquiera fue preciso que abriera. El joven puso la mano en el picaporte, se qui-
1<'i d sombrero y fue entrando en su vida.
···················· • S e despertaba cuando todavía estaba oscuro, como si pudiera oír al sol lle- Aquella noche, recostada sobre su hombro, pensó en los lindos hijos que tendría
gando por detrás de los márgenes de la noche. Luego, se sentaba al telar. 1•.ira que su felicidad fuera aún mayor.
Comenzaba el día con una hebra dara. Era un trazo delicado del color de la luz y fue feliz por algún tiempo. Pero si el hombre había pensado en hijos, pronto lo
que iba pasando entre los hilos extendidos, mientras afuera la claridad de la maña- ••lvidó. Una vez que descubrió el poder del telar, sólo pensó en todas las cosas que
na dibujaba el horizonte. ··~le podía darle.
Después, lanas más vivaces, lanas calientes iban tejiendo hora tras hora un largo -Necesitamos una casa mejor- le dijo a su mujer. Y a ella le pareció justo, porque
tapiz que no acababa nunca. .illora eran dos. Le exigió que escogiera las más bellas lanas color ladrillo, hilos ver-
Si el sol era demasiado fuerte y los pétalos se desvanecían en el jardín, la joven mu- ill's para las puertas y las ventanas, y prisa para que la casa estuviera lista lo antes
jer ponía en la lanzadera gruesos hilos grisáceos del algodón más peludo. De la pe- posible.
numbra que traían las nubes, elegía rápidamente un hilo de plata que bordaba so- Pero una vez que la casa estuvo terminada, no le pareció suficiente.
bre el tejido con gruesos puntos. Entonces, la lluvia suave llegaba hasta la ventana a ·i.Por qué tener una casa si podemos tener un palacio?- preguntó. Sin esperar res-
saludarla. ¡1uesta, ordenó inmediatamente que fuera de piedra con terminaciones de plata.
Pero si durante muchos días el viento y el frío peleaban con las hojas y espanta- Días y días, semanas y meses trabajó la joven tejiendo techos y puertas, patios y
ban los pájaros, bastaba con que la joven tejiera con sus bellos hilos dorados para ,"'caleras y salones y pozos. Afuera caía la nieve, pero ella no tenía tiempo para lla-
que el sol volviera a apaciguar a la naturaleza. mar al sol. Cuando llegaba la noche, ella no tenía tiempo para rematar el día. Tejía Y
De esa manera, la muchacha pasaba sus días cruzando la lanzadera de un lado mtristeóa, mientras los peines batían sin parar al ritmo de la lanzadera.
para el otro y llevando los grandes peines del telar para adelante y para atrás. Finalmente el palacio quedó listo. Y entre tantos ambientes, el marido escogió pa-
No le faltaba nada. Cuando tenía hambre, tejía un lindo pescado, poniendo espe- r;\ ella y su telar el cuarto más alto, en la torre más alta.
cial cuidado en las escamas. Y rápidamente el pescado estaba en la mesa, esperando -Es para que nadie sepa lo del tapiz -dijo. Y antes de poner llave a la puerta le
que lo comiese. Si tenía sed, entremezclaba en el tapiz una lana suave del color de la ;1dvirtió: -Faltan los establos. iY no olvides los caballos1
leche. Por la noche, dormía tranquila después de pasar su hilo de oscuridad. La mujer tejía sin descanso los caprichos de su marido, llenando el palacio de lu-
Tejer era todo lo que hacía. Tejer era todo lo que quería hacer. jos, los cofres de monedas, las salas de criados. Tejer era todo lo que hacía. Tejer era
Pero tejiendo y tejiendo, ella misma trajo el tiempo en que se sintió sola, y por pri- todo lo que quería hacer.
mera vez pensó que sería bueno tener al lado un marido. y tejiendo y tejiendo, ella misma trajo el tiempo en que su tristeza le pareció más

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MARINA (OLASANTI

grande que el palacio, con riquezas y todo. Y por primera vez pensó que sería bue-
no estar sola nuevamente.
Sólo esperó a que llegara el anochecer. Se levantó mientras su marido dormía so-
ñando con nuevas exigencias. Descalza, para no hacer ruido, subió la larga escalera
of'. lil torre y se sentó al telar.
Esta vez no necesitó elegir ningún hilo. Tomó la lanzadera del revés y, pasando ve-
lozmente de un lado para otro. comenzó a destejer su tela. Destejió los caballos, los
carruajes, los establos, los jardines. Luego destejió a los criados y al palacio con todas
las maravillas que contenía. Y nuevamente se vio en su pequeña casa y sonrió mi-
rando el jardín a través de Ja ventana
La noche estaba terminando, cuando el marido se despertó extrañado por la du-
reza de la cama. Espantado, miró a su alrededor. No tuvo tiempo de levantarse. Ella
ya había comenzado a deshacer el oscuro dibujo de sus zapatos y él vio desapare-
cer sus pies, esfumarse sus piernas. Rápidamente la nada subió por el cuerpo, tomó
el pecho armonioso, el sombrero con plumas.
Entonces, como si hubiese percibido la llegada del sol, la muchacha eligió una he-
bra clara. Y fue pasándola lentamente entre los hilos, como un delicado trazo de luz
que la mañana repitió en la línea del horizonte.········¡
ó

Marina Colasanti nació en Asmara, Etiopía, en 19JZ


Obras: Cuentos de amor desgarrados. (1 986); Ofelia la oveja. Cuentos (1989);
La mano en la masa. Cuentos de hadas (1990); Entre la espada y la rosa. Cuentos (1992)

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T RIU NFO A RCI NIEGAS

Pequeño mío
A la dama de Shangai

. . . .A 1 afeitarse esa mañana descubrió que tenía cara de gato: se erizó. La es-
p.mtosa imagen lo persiguió durante el día, en cada pausa del trabajo: los ojos cla-
11 ).5 de dilatadas pupilas, los bigotes enhiestos, las orejas puntiagudas y su grito, su

1>ropio grito, que le descubrió un par de pequeños y finos colmillos. En la noche,


o,obre el cuerpo jadeante de la mujer, maulló: tuvo sueños horribles con ratas y pe-
rros y otras bestias. Al despertar se deslizó entre las sábanas, lamió los tobillos blan-
rns y dulces y luego, perezoso, mientras los dedos de sangrientas uñas le recorrían
d lomo, bebió la leche que Ja mujer le trajo en el platito. ........ !

Triunfo Arciniegas 11ació m Málaga, Colombia, m /95Z


Obras: El cadáver del sol. Cuentos (1982); En concierto. Cuentos (1986);
La lagartija y el sol. Narrativa para niños (1989);
Caperucita Roja y otras historias perversas. Narrativa para niños U991);
La muchacha de Transilvania y otras historias de amor. Narrativa para nilios (1993).

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MANUEL MEJIA VALLEJO

Hermano Lobo
Una buena acción es aquella que en sí tiene bondad
y que exige fuerza para realizarla. (Montesquieu)

·························• U n día el lobo se dio cuenta de que los hombres lo creían malo.
- Es horrible lo que piensan y escriben - exdamó.
- No todos - dijo un ermitaño desde la entrada de su cueva, y repitió las parábo-
las que inspiró San Francism El lobo estuvo triste un momento, quiso comprender.
- Wónde está ese santo?
-En el Lielo.
- ¿En el cielo hay lobos?
El ermitaño no pudo contestar.
_¿y tú qué haces? - preguntó el lobo intrigado por la figura escuálida, los ojos
ardidos, los andrajos del ermitaño en su duro aislamiento. El ermitaño explicó todo lo
que el Jobo deseaba.
-Y cuando mueras, árás al cielo? - preguntó el lobo conmovido, alegre de ir
entendiendo el bien y el mal.
-Hago por merecer el cielo - dijo apaciblemente el ermitaño.
- Si fueras mártir. árías al cielo?
-En el cielo están todos los mártires.
El lobo se le quedó mirando, húmedos los ojos, casi humanos. Recordó entonces
sus mandíbulas, sus garras, sus colmillos poderosos, y de unos saltos devoró al ermi-
taño. Al terminar, se tendió en la entrada de la cueva, miró al cielo limpiamente y se
sintió bueno por primera vez.........,

Manuel Mejía Vallejo nació m ]aicó, A11lioquía, m 1923.
Obras: El día señalado. Novela (1964); Cuentos de zona tórrida. (1967);
Yel mundo sigue andando. Novela (1984); OtTas historias de Balandú. Cumtos (1990);
Sombras contra el muro. Cumlos (1993); la venganza y otros relatos. Cumlos (1 995);
Los invocados. Novrla (1 997).

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Í-1 HNANllO ( ONTRERAS ( ASTRO R ODRIGO SOTO

A prs.ir de la visión periférica de sus cuatro ojos, la agudeza de sus cuatro oí-
,¡, •s Y d akrla constante, la yunta irremediablemente cayó una mañana. Era tan Microcosmos 111
lrwpr.1110 aún que todavía alcanzaron ellos a soltarse velozmente y huyeron por
111.·,111ilo 1·11 d1r~·rnones opuestas, pero no fueron lejos... Jos cuerpos separados ya
1111
.•.i1p1tTDll rnmo actuar: correr en dos piernas resultaba tan ajeno a su natura-

.. ... . ¿e
l1·1o1 rnmo niirnr con dos ojos o asustarse con un solo corazón.

J.:n lujnon la velocidad hasta quedarse queditos, se sentaron en el pavimen-


onspiración? ¿Sabotaje? Quizás. Porque sucede que uno, en esta
'" 111ir<111closc en aquella corta distancia sin oponer resistencia, sólo miraban có-
época, está acostumbrado a mirar a los autos paseándose con las banderas de los
11111 " 1·o1d.i uno le arrastraban su otro cuerpo. mientras les crecía y les crecía Ja
1l 1'. f ol l lt°ld .
partidos políticos, pero nunca con una de un club deportivo. Conspiración, sí se-
ñor. Casi estoy seguro .
• Todo iba bien hasta que llegó el carro ese, con la bandera del Sport Cartagi-
nés. Ya habían hablado dos oradores, ya venía nuestro candidato; todos estába-
mos satisfechos, habíamos repetido las consignas hasta enronquecer. Todo iba
bien. señor. Fue sabotaje. Complot Conspiración. Se lo digo yo, que estaba cerca y
pude verlo todo.
El asunto fue que cuando el carro ése pasó, agitando la bandera del Sport Car-
taginés, uno de los que estaba ahí le encajó tamaño banderazo en el techo. Pero el
problema, señor, es que todos éramos del mismo partido, eso siempre, cómo no,
pero no fanáticos del mismo equipo. Y ahí tiene lo que sucedió: el que estaba a la
par del que golpeó el carro, un cerdo del Sport Cartaginés, se le lanzó al tipo de la
bandera y le dio un puñetazo que le quebró todos los dientes. Rapidito se corrió la
voz: que los del Sport Cartaginés estaban peleando contra ~osotros, señor. iimagí-
nese! Contra nosotros, dos veces campeones nacionales. En los megáfonos decían
que la misma causa nos unía, decían que nuestro candidato era el mejor y aquí y
allá. pero nadie escuchaba. Todos nos unimos para romperle la cabeza hasta al úl-
timo fanático del Sport Cartaginés. Y venían las ambulancias y hasta llegó la poli-
da. Pero le rompimos la cabeza hasta al último fanático del Sport Cartaginés. Sí se-
ñor. Las banderas de nuestro Partido quedaron ahí. pisoteadas por Ja multitud. Pe-
frn111111fo (011treras Castro nació m San Ramón en 1963.
1J/•rn.<: t'J nirn mirando al mar. Novda (1994); Los Peor. Novela (1995); ro le rompimos la cabeza hasta al último fanático del Sport Cartaginés. Vaya si lo
1 lt lio1nosrnpio. Cuentos (1997). hicimos. Sí señor. ........
1

56 57
' 1

JOSÉ MARÍA LóPEZ BALDIZÓN


JOS É MARÍA Ló PEZ B ALD IZÓN

, matrero como él solo, Teodoro Teos me aguardó a la '•


Afma en pena mujer? Es Jo que no se. Pero,
. h , · t al Motagua, cammo a
salida de C oyoyo, ¡un °
.
h
Ch1·mecate donde existe un im-
'
alió de las sombras un cor-
provisado funicular de cana,stita. ·; y unt :~~o es~::ngó el maldito, mas, ¿a quién
vo traicionero que :e sembro ~qui; :~c~npdánd~le muerte a Reginaldo, mi herma-
daría muerte? c:Sera que vengo m R . ld me mató a mi? Es lo que no

. . . . . . . . . . _¿
Quién se llama Baudilio Bautista?
d
no gemelo, o, e veras, .
en vez de matar a egma o,
sé. Por eso pregunto m1 nom r ·
h t
b e iAhl iMaldita mi desgracia! iNo sabré quién fue
·
dar con un conocido 1
E1 paisano que hizo esta pregunta apareció sin que le viésemos llegar. Ves- el muerto das a no d. culpó y quitándose el sombrero de fieltro para saludar-
OICien o esto, se 1s , • . o ca
tía luto riguroso, por lo cual era de suponerle seminarista o viudo, muerto o re-
nos, e1 espectr o d·e Baudilio Bautista se fue desvaneuendo poco a p ........¡
cién llegado de provincia, aunque, a decir verdad, nadie hubiera atinado el acerti- 9
jo a primera vista. Mas no puede negarse que su semblante enigmático nos pare-
ció raro al extremo de sobrecogemos tremebunda la duda de que fuera un alma
en pena. Amarillento, barbilampiño, de nariz afilada y brillantes ojos, daba idea de
cargar consigo alguna terrible preocupación funeral.
-¿Ninguno de ustedes es Baudilio? -esgrimió esta vez resuelto a obtener
nuestra contestación.
- Nadie. Ninguno. No hay quien se llame así... -respondimos
-Pues, señores - aclaró sentencioso el desconocido-, para que lo sepan, yo
soy quim lleva ese nombre: soy Baudilio Bautista, para servirlos ... He llegado de
,i!1i por Za capa. Discúlpenme, pregunto por mí para saber si me conocen aquí. ..
Nos miramos ciertamente extrañados. Y. por lo mismo, seguro de la chifladu-
1-. 1 del señor Baudilio, alguien le hizo este injusto reproche:

- c'.Quf se trae con ese ¡uego? ¿pregunta por usted mismo tan tranquilamente...?
-l'ucs.. verán: tengo un hermano gemelo, mejor dicho, tenía ... No hace
llll wlH 1 que él estiró la pata. Mi hermano se llamaba Reginaldo Bautista .. iUn mo-
11w11lo! iNi hagan ojo pachel Juro que éramos iguales ...
- Resulta - continuó- , que por cuestión de faldas acabo de tener dificulta-
des. Me enamoré de una doña llamada Susana Domínguez, mujer de un tal Teo-
. 1 B · Vi en 1929 y murió rn 1975.
dori 1 'l(·os, viejo camionero y dueño de trapiche en Estanzuela ... iClaro que en los tf 53
Josi A1aria López ~a~~n iw:~~:~:~:~~~s ~ c{ar~~ida rota. Cumtos (1960);
pudilos luego se saben las cosas! ¿Quién le diría a Teodoro que su mujer era mi Obras. u o y p La sangre del maíz. Novela (1 966).

80 81

--------____.._--------~
- - ··--····· ..
A UGUSTO MONTERROSO
AUG USTO MONT ERROSO

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su san-

El eclipse gre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un
sol eclipsado) mientras uno de los indígenas, recitaba sin ninguna inflexión de voz.
sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y
lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en

-. . . . . . . . .e
sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles. i~

uando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada po-

1
dría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y de-
finitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muer-
te. Quiso morir allí, sin ningun a esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la
España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos
Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba
en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impa-
sible que se disponían a sacrificarlo ante u n altar, un altar que a Bartolomé le pa-
reció como un lecho en el que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino,
de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas
nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fu eron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cul-
tura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese
día se esperaba un edipse total de sol. Y d ispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel
conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis - les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en
sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo y esperó confiado, no sin cier- Augusto Monl1rroso nació en T1911ciga[pa, Honduras, en 1921 .
to desdén. Obras: Obras completas y otros cuentos (1959); La oveja negra y demás fábulas. Cuento (1969);
Lo demás es silencio. Novela (1982); La letra e. Diario (1987); Los buscadores de oro {199.ll.

83
82
l
JUAN JOSÉ ARREOLA

La migala

.............. La migala discurre libremente por la casa. pero mi capacidad de h orror


no disminuye.
El día en que Beatriz y yo entramos en aquella barraca inmunda de la feria
callejera. me di cuenta de que la repulsiva alimaña era lo más atroz que podía de-
pararme el destino. Peor que el desprecio y la conmiseración brillando de pronto
en una clara mirada.
Unos días más tarde volví para comprar la migala, y el sorprendido saltim-
banqui me dio algunos informes acerca de sus costumbres y su alimentación ex-
traña. Entonces comprendí que tenía en las manos, de una vez por todas. la ame-
naza total. la máxima dosis de terror que mi espíritu podía soportar. Recuerdo mi
paso tembloroso, vacilante, cuando de regreso a la casa sentía el peso leve y den-
so de la araña, ese peso del cual podía descontar, con seguridad, el de la caja de
madera en que la llevaba, como si fueran dos pesos totalmente diferentes: el de la
madera inocente y el del impuro y pozoñoso animal que tiraba de mí como un
lastre definitivo. Dentro de aquella caja iba el infierno personal qut instalaría en
mi casa para destruir. para anular al otro, el desomunal infierno de los hombres.
La noche memorable en que solté a la migala en mi departamento y la vi co-
rrer como un cangrejo y ocultarse bajo un mueble, ha sido el principio de una vi-
da indescriptible. Desde entonces, cada uno de los instantes de que dispongo ha si-
do recorrido por los pasos de la araña, que llena la casa con su presencia invisible.
Todas las noches tiemblo en espera de la picadura mortal. Muchas veces des-
pierto con el cuerpo helado, tenso, inmóvil. porque el sueño h a creado para mí,
con precisión, el paso cosquilleante de la araña sobre mi piel, su peso indefinible,

93
r ,J
JUAN J OSÉ ARREOLA

su consistencia de entraña. Sin embargo, siempre amanece. Estoy vivo y mi alma


inútilmente se apresta y se perfecciona.
Hay días en que pienso que la migala ha desaparecido, que se ha extraviado
o que ha muerto. Pero no hago nada para comprobarlo. Dejo siempre que el azar
me vuelva a poner frente a ella, al salir del baño, o mientras me desvisto para
echarme en la cama. A veces el silencio de la noche mf' trae el eco de sus pasos,
que he aprendido a oír, aunque sé que son imperceptibles.
Muchos días encuentro intacto el alimento que he dejado la víspera. Cuando
desaparece, no sé si lo ha devorado la migala o algún otro inocente huésped de
la casa. He llegado a pensar también que acaso estoy siendo víctima de una su-
perchería y que me hallo a merced de una falsa migala. Tal vez el saltimbanqui me
ha engañado, haciéndome pagar un alto precio por un inofensivo y repugnante
escarabajo.
Pero en realidad esto no tiene importancia, porque yo he consagrado a la mi-
1
gala con la certeza de mi muerte aplazada. En las horas más agudas del insomnio,
cuando me pierdo en conjeturas y nada me tranquiliza, suele visitarme la migala.
Se pasea embrolladamente por el cuarto y trata de subir con torpeza a las pare-
des. Se detiene, levanta su cabeza y mueve los palpos. Parece husmear, agitada, un
invisible compañero.
Entonces, estremecido en mi soledad, acorralado por el pequeño monstruo,
recuerdo que en otro tiempo yo soñaba en Beatriz y en su compañía imposible.¡

Juan Josf Amola nació m Zapotlán, Ciudad Guzmán, Jalisco, m 1918.


Obras: Varia invención. Cuentos (1949); Confabulario. Cuentos (1952);
Bestiario. Cuentos (1958); La feria. Novrla (1963); Estas páginas mías. Cuentos (1985);
Confabulario definitivo. Cuentos (1986).

94
MARTHA (ERDA

Amenazaba tormenta

• . ......... . U
na hora de más o de menos no tiene importancia, salvo que estés mu-
riéndote o naciendo. "Muriéndome", es decir, morirse uno a sí mismo, no a otro; por
1
1

lo tanto, no es igual un minuto antes que después Pero esta reflexión no la hice
cuando se interpuso por primera vez en mi vida una nube entre las tres y las cua-
tro de la tarde, impidiéndome ver a mi alrededor durante esa hora Tampoco me di
cuenta de que sólo me cubría a mí, como una venda sobre mis párpados. Por lo de-
más, no estaba mal, aparecía justo a la hora de la siesta, protegiéndome con su som-
bra de algún rayo de sol inoportuno. Era grato despertar en medio de una luz amor-
tiguada, sin los deslumbramientos tan comunes del mes de abril. Porque era abril y
aún no llegaban las lluvias, así que la nube era más bien blanca. la única en pro-
testar fue mi esposa, quien no dejó de creer que era cosa mía para fastidiarla. Le pa-
recía de lo más extravagante traer una nube en los ojos, en lugar de unos lentes os-
curos. Tal vez hubiera preferido un antifaz y no mi algodonosa compañía. Sin em-
bargo, ahí estaba y lo mejor era dormir la siesta bajo su cobijo.
Fue hasta algunos días después, que me percaté de su movimiento. Estába-
mos en una comida de bodas, de ésas en que sirven a las cuatro de la tarde, cuan-
1
do mi mujer, malhumorada, me reclamó: "t.No pudiste dejarla m la casa?" "lA quién?", le
pregunté. "A tu maldita nube". La cual a esas fechas había descendido a la altura de
mi cuello, semejando una escafandra. Por cierto que, a las cinco, la nube persistía
en este sitio. Me hubiera gustado verificar si en mi casa no estaba en ese momen-
to nube alguna, mas la sola idea me pareció desleal. Indudablemente la nube era
mi seguidora, no tenía derecho a desconfiar de ella. Excepto que mi tiempo de ob-
servar se iba acortando, no podía objetarle nada; era juguetona, aunque discreta,
no pasaba de envolverme la cara, con lo cual me defendía de los ruidos. ¿se han
puesto alguna vez algodones en los oídos para no escuchar a su cónyuge? Tam-

95
MARTHA CERDA
B ARBARA JACOBS

bién me permitía reírme sin que me vieran y eludir las respuestas a la misma re
gunta : ¿De dónde diablos sacaste esa cosa? P -
Cuando la nube se extendió hasta Ja hora del crepu'scu]o . d . . .
Un justo acuerdo
d . ' a qumo un tono
rosa o que me sentaba me¡or y, mientras el mundo de afuera se esforzaba en
agredirme por medio de los insultos de mi mujer, a quien cada vez oía
c1as a la b . · d d menos gra-
. nu e, m1 mun o e adentro crecía y se ensanchaba: el vapor a me en-
volv1a de la cabeza a los pies, desde las tres de la tarde hasta el anoch y
h Un lunes amanecí nublado. Mi nube había decidido quedarse con;;~ la no-
·········• Por diferentes delitos. la condenaron a cadena perpetua más noventa y seis
c. e antenor, porque amenazaba tormenta. Mi mujer estaba furiosa C l
diez de Ja mañ , · orno a as años de estricta prisión.
. ana comence a 11 over. "Augusto, deja de hacer payasadas", gritó mi mu-
Como era joven, los primeros cincuenta los pasó viva. Al principio no faltó
¡er a eso de las doce, .pero yo seguí lloviendo hasta que mi última ota em a ó l
quien la visitara; en varias ocasiones, concedió ser entrevistada, hasta que dejó de
alfombra. ante los gntos ya inaudibles de la que fuera mi esposa.:...... p p a
ser noticia. Su rutina sólo se vio interrumpida cuando, durante los últimos años y
• a pesar de que las autoridades la consideraron simpre una mujer sensata, fue con-
finada en el pabellón de psiquiatría. Ahí aprendió cómo entretenerse sin necesidad
de leer ni escribir; acaso ni de pensar. Para entonces ya había prescindido del ha-
bla, y no tardó en acostumbrarse a la inmovilidad. Al final parecía dominar el ar-
te de no sentir.
Cuando murió la llevaron. en un ataúd sencillo, a una celda iluminada y con
bastante ventilación, en donde cumplió buena parte de su condena; a lo largo de
este período, el celador en turno rara vez olvidó llevarle flores, aunque marchitas,
obedeciendo la orden, transmitida de sexenio en sexenio, de mantenerla aislada, si
bien no por completo ,
Hace poco, debido a razones de espacio, las autoridades decidieron enterrar-
la; pero, con el fin de no transgredir la ley y de no conceder a esa reo ningún pri-
vilegio, acordaron que el tiempo que le faltaba purgar fuera distribuido entre dos
o tres presas desconocidas que todavía tenían muchos años por vivir. ········¡
·11111 11 111 (m/a 11ació m Guadalajura m ¡945.
11/,,,,, l..i st•1iora Rodríguez y otros mundos. Novela (/990)·

111•:1:• '" de dam as. Cuentos (1993); y apenas era miércoles. Novela (1993); Bárbara ]acobs nació en México DF en 1947
1,, • •11.i111,1~. los pastores, los hermeneutas. Cumtos II995)- Obras: Un justo acuerdo. Cuentos (1979); Doce cuentos en contra. (1982);
1,,,¡,, 1111.i vuJ,1. Novela (1998). ' Escrito en el tiempo Cartas (1985); Las hojas muertas. Novda (1987!;
Juego limpio. Ensayos (1997).

96
97
SERGIO RAMÍREZ
SERG IO RAMÍREZ

Aunque el experimento comenzó a efectuarse hace mucho ~empo'. no h a si-


De las propiedades del sueño do osible obtener ningún resultado, pues Maimónides prevema (~aragrafo XII)
quepen el caso que el objeto de los sueños fuera una persona, debena ser sorpren-
dida durmiendo.
y los tiranos nunca duermen......... !

-·· · ···· · · · · ·•5
inesios de Cirene, en el siglo XIV, sostenía en su Tratado sobre los sueños
que si un determinado número de personas soñaba al mismo tiempo un hecho i
igual, éste podía ser llevado a la realidad: "entreguémonos todos entonces, hom- I¡
brl's y mujeres, jóvenes y viejos, ricos y pobres, ciudadanos y magistrados, h a- .I

bi1antrs de la ciudad y del campo, artesanos y oradores a soñar nuestros deseos. 1


N11 hay privilegiados ni por la edad, el sexo, la fortuna o la profesión; el repo-
so se ofrece a todos: es un oráculo que siempre está dispuesto a ser nuestra te-
rrible y silenciosa arma".

La misma teoría fue afirmada por los judíos aristotélicos de los siglos XII y
XIII (o Sinesios la tomó de ellos) y Maimónides, el más grande, logró probarlo
(según Gutrnan en Die Philosophie des Judrntums, Munich, 1933), pues se relata que
una noche hizo a toda su secta soñar que terminaba la sequía. Al amanecer, al
salir de sus aposentos se encontraron los campos verdes y un suave rocío hu-
medecía sus barbas

La oposición política de un país que estaba siendo gobernado por una larga
tir.mía quiso experimentar siglos después las excelencias de esta creencia y distri-
li11 yó entre la población de manerea secreta unas esquelas en las que se daban las
111strucciones para el sueño conjunto: en una hora de la noche claramente con-
•;ignada, los ciudadanos soñarían que el tirano era derrocado y que el pueblo to- Sagio Ramím nació m Masatepc m 1942.
111.ilia el poder. Obras Cuentos (1963) · Nuevos cuentos (1969); Tiempo de fulgor. Novela (1970));
. , , , . ( 972)· Ch l Atlas también muere. Cuentos (1976;
De tropeles y tropelías Fabulas poht1cas l , ar es . . N l (1998)
Castigo divino. f'fonla. (1988); Margarita está lmda Ja mar. ove a .

106 107
VtRGILIO D fAZ GRULLÓN

La broma póstuma

............... D urante toda su vida había sido un bromista consumado. De modo


que aquel día en que visitaba el museo de figuras de cera recién instalado en el
pueblo y se encontró frente a frente con una copia exacta de sí mismo, conci-
bió de inmediato la más estupenda de sus bromas. La figura representaba un
oficial del ejército norteamericano de principios del siglo pasado y formaba par-
te de la escenificación de una batalla contra indios pieles rojas. Aparte de que el
color de sus propios cabellos era algo más claro, el parecido era tan completo
que sólo con teñirse un poco el pelo y maquillarse el rostro para darle la apa-
riencia cetrina del modelo, lograría una similitud absolutamente perfecta entre
ambos. En la madrugada del siguiente día, luego de haberse transformado con-
venientemente, se introdujo a escondidas en el museo, despojó a la figura de ce-
ra de su raído uniforme vistiéndose con éste y escondió aquélla, junto con su
propia ropa, en una alacena del sótano. Luego tomó elilugar del soldado en la
escena guerrera y, asumiendo su rígida postura, se dispuso a esperar los prime-
ros visitantes del día anticipándose al placer de proporcionarles el mayor susto
de sus vidas.

Cuando, al cabo de dos horas, tomó conciencia de su incapacidad de mo-


vimiento la atribuyó a un calambre pasajero. Pero al comprobar que no podía
mover ni un dedo, ni pestañear, ni respirar siquiera, adivinó, presa de indescrip-
tible pánico, que su parálisis total duraría eternamente y que ya el soldado que

137
VIRGILIO DíAZ GRULLÓN MAN UEL R U EDA

había encerrado en el sótano, después de vestirse con la ropa que estaba a su


lado, había abierto la puerta de la alacena e iniciaba los primeros pasos de una La noche
nueva existencia. ········¡

· · · ··· • E s la noche, oscura como el antifaz de los asesinos. Muy cerca se oye un
grito de terror, luego un disparo que lo silencia. Ninguna de nuestras ventanas se
ha abierto; todos temblamos en el interior, absteniéndonos de ser testigos de un he-
cho que más tarde podría comprometernos. Un automóvil arranca y se pierde a lo
lejos con su carga de muerte. En la esquina alguien agoniza en medio de un gran
charco de sangre. A su alrededor un vecindario de culpables trata en vano de con-
ciliar el sueño. ........ :

Manud Rueda nació m Sanlo Domingo en 1921.


Virgili.o Díaz Grnllón nació en Santiago en 1924. Obras: Tríptico. Cuentos (1949); Beatriz hace un milagro. Drama (1968);
Obras: Un día cualquiera. Cuenios (1958); Crónicas de Altocerro. Cuentos (1966); Con el tambor de las islas. Poesía (1 974 ); El rey Clinejas. Novela 0979);
Más allá del espejo. Cuentos (1 975); Los algarrobos también sueñan. Novela (1977); Papeles de Sara y otros relatos. Cuentos (1985);
Antinostalgia de una era. Novela (1989). Congregación del cuerpo único. Poesía (1989 )

138 139
GLEY E YHERABID E

Enano

................ \ \ M e llamo Hernán. Soy enano. Estoy acostado en la cama de mi cuar-


to. El cuarto (en verdad es una bohardilla alquilada a la dueña de casa), es mi
casa. Muevo la vista, los ojos, miro a la mesa de luz cuadrada chata, amarrona-
da, oscura, con los diarios encima; miro el cielorraso, con el mismo revoque blan-
co y las mismas manchas húmedas. Vuelvo a mover mis ojos, la vista, y a ver las
cuadradas paredes, con dos ventanas que dan a la calle, a través de las cuales veo
el mismo techo gris pizarra de la casa que está frente a la mía (perdón, de la due-
ña de casa}. Pero nada de eso me importa ya. En unos pocos días más, me caso.
Tengo con mi novia (]a que va a ser mi mujer), amueblada, la nueva casa. Com-
pré muebles 'Provenzal Francés'. No me gustan los americanos modernos. Está en
un barrio residencial, si se quiere, y a pocas cuadras del mar. Problemas econó-
micos no vamos a tener. No. Tengo un quiosco de ventas de cigarrillos, revistas,
bueno, todo eso; y además llevo quinielas y vendo lotería. No, problemas econó-
micos no vamos a tener. Ya sé lo que están pensando No. No es eso. Tengo, te-
nemos, buenos amigos. Diría yo, muy buenos amigos. Lp que me preocupa (me
aterroriza) es otra cosa (cuando 'veo' que vamos a entrar a la Capilla y después
para toda la vida). Es que mi novia es alta. No muy alta. Pero es alta; casi nor-
mal. Y yo soy enano~

"Mi nombre es Elena (María Elena). Ahora, es casi de noche y coso. Soy rn.•.
turera. Durante ocho horas trabajo en una fábrica. Y al volver a rns.i, lr.1l1,ij11 1·11
una cosedora que compré con mis ahorros, unas horas más. No, 110 sim1pn· li w
así. No se puede trabajar todo el día. No hay quien lo pueda soporl.ir. l 11 l1l1~1 1

145
GLEY EYHERABIDE EDUARDO G ALEANO

ahora, por una cosa que vale la pena: me voy a casar Cualquier trabajo, por más
duro que sea (estoy trabajando catorce horas diarias), vale con tal de salir de aquí, El pequeño rey zaparrastroso
de este cuarto donde vivo desde hace once años, Once años en un cuarto, un al-
tillo (con un jarrón y una sola rosa roja), Viendo un día tras otro las mismas te-
jas de la casa de enfrente, ante mL Sola, No, por favor ,,, no crean que me caso
sólo por esa, Y por no ver más a la dueña de casa, No, Me caso porque pienso, ,,
Pienso que estoy enamorada de éL Lo quiero, Vamos a tener una casa amuebla-
da, A trabajar corno Dios manda, A pasear los sábados de tarde y los domingos, ¡ ,,,,,,.,,,,,,... T.rde a tarde, lo veían. Lejos de los demás, el gurí se sentaba a la sombra
Y vamos,, no,,, a tener hijos, no sé,, Pero eso no importa, Ya se verá Lo q ue de la enramada, con la espalda contra el tronco de un árbol y la cabeza gacha.
me preocupa (me aterra a ratos; cuando 'veo' Ja entrada en la Capilla, él alto de Los dedos de su mano derecha le bailaban bajo el mentón, baila que te baila co-
traje negro y yo pequeñita, de vestido blanco y todos los años por venir después); mo si él estuviera rascándose el pecho con alevosa alegría, y al mismo tiempo su
es que él es alto, Alto: norrnaL Y yo, yo soy enana'.'""""! mano izquierda, suspendida en el aire, se abría y se cerraba en pulsaciones rápi-
. das. Los demás le habían aceptado, sin preguntas, la costumbre.
El perro se sentaba, sobre las patas de atrás, a su lado, Ahí se quedaban has-
ta que caía la noche, El perro paraba las orejas y el gurí, con el ceño fruncido por
detrás de la cortina del pelo sin color, les daba libertad a sus dedos para que se
movieran en el aire, Los dedos estaban libres y vivos, vibrándole a la altura del
pecho, y de las puntas de los dedos nacía el rumor del viento entre las ramas de
los eucaliptos y el repiqueteo de la lluvia sobre los techos, nacían las voces de las
lavanderas en el río y el aleteo estrepitoso de los pájaros que se abalanzaban, al
mediodía, con los picos abiertos por la sed. A veces a los dedos les brotaba, de
puro entusiasmo, un galope de caballos: los caballos venían galopando por la tie-
11
rra, el trueno de los cascos sobre las colinas, y los dedo's se enloquecían para ce-
1
lebrarlo. El aire olía a h inojos y a cedrones.
Un día le regalaron, los demás, una guitarra. El gurí acarició la madera de la 1

caja, lustrosa y linda de tocar, y las seis cuerdas a lo largo del diapasón. La pro-
bó, la guitarra sonaba bien. Y él pensó: qué suerte. Pensó ahora, tengo dos....... .

<;1ry l'.yl1m1b1de nació m Melo en I 934,


Eduardo Galeano nació m Montevideo en 1940.
Obras: Los fantasmas del día del león y otros relatos (1967);
<ll>rns: El otro equilibrista, Cumlos (1967); En la Avenida, Novela (1970);
< ;«¡wto )' l11s palomas, Novela (1972); Todo el horror, Cumlos (1986);
las venas abiertas de América latina, Ensayo (1971); Vagamundo, Cuentos (1 973);
luc'W >e 11· ¡>,111lilll as, Novela (1987); En el zoo. Novela (1988),
La canción de nosotros, Novela (1975); Las palabras andantes. Prosa poética (1993);
El fútbol a sol y sombra. Ensayo (1995); Las aventuras de los jóvenes dioses (1998).

146 147
CRISTINA PERI Ross1 CRISTINA PERI ROSSI

posible que lo haya extraviado en alguno de nuestros momentos felices. No está


Punto final en la sala, n i en el dormitorio, ni en la chimenea. l El gato se lo habrá comido?
Su ausencia aumenta nuestra desdicha de manera dolorosa. En tanto el punto
no aparezca, estamos encadenados el uno al otro, y esos eslabones están hechos de
rencor, apatía, vergüenza y odio. Debemos conformarnos con seguir así, desechan-

... . . ... . . . e
uando nos conocimos, ella me dijo: "Te doy el punto final. Es un punto
muy valioso, no lo pierdas. Consérvalo, para usarlo en el momento oportuno. Es
do la posibilidad de una nueva vida. Nuestras noches son penosas, compartiendo
la misma habitación, donde el resquemor tiene la estatura de una pared y asfixia.
como un vapor malsano. Tiñe los muebles, los armarios, los libros dispersos por el
suelo. Discutimos por cualquier cosa, aunque los dos sabemos que, en el fondo, se
lo mejor que puedo darte y lo hago porque me mereces confianza. Espero que no trata de la desaparición del punto, de la cual ella me responsabiliza. Creo que a ve-
me defraudes". Durante mucho tiempo, tuve el punto final en el bolsillo. Mezcla- ces sospecha que en realidad lo tengo, escondido, para vengarme de ella. "No debí
do con las monedas, las briznas de tabaco y los fósforos, se ensuciaba un poco; confor en ti --se reprocha-: Debí imaginar que me traicionarías".
además, éramos tan felices que pensé que nunca habría de usarlo. Entonces com- Era un estuche de plata, largo, de los qu e antiguamente se usaban para guar-
pré un estuch e seguro y allí lo guardé. Los días transcurrían venturosos, al abrigo dar rapé. Lo compré en un mercado de artículos viejos. Me pareció el lugar más
de la desilusión y del tedio. Por la mañana nos despertábamos alegres, dichosos adecuado para guardarlo. El punto estaba allí. redondo, minúsculo, bien acomo-
de estar juntos; cada jornada se abría como un vasto mundo desconocido, lleno dado. Pero pasaron tantos años. Es posible que se extraviara durante una mudan-
de sorpresas a descubrir. Las cosas familiares dejaron de serlo, recobraron la per- za, o quizás alguien lo robó, pensando que erd valioso.
dida frescura, y otras, como los parques y los lagos, se volvieron acogedoras, ma- Luego de buscarlo en vano casi todo el día, me voy de casa, p ara no encon-
ternales. Recorríamos las calles observando cosas que los demás no veían y los trar su mirada de reproche, su voz de odio. Toda nuestra felicidad anterior ha de-
aromas, los colores, las luces, el tiempo y el espacio eran más intensos. Nuestra saparecido, y sería inútil pensar que volverá. Pero tampoco podemos separamos.
percepción se había agudizado, como bajo los efectos de una poderosa droga. Pe- Ese punto huidizo nos liga, nos ata, nos llena de rencor y de fastidio, va devoran-
ro no estábamos ebrios, sino sutiles y serenos, dotados de una rara capacidad pa- do uno a uno los días anteriores, los que fueron herITTJsos.
ra armonizar con el mundo. Teníamos con nuestros sentidos una singular melo- Sólo espero que en algún momento aparezca, por azar, extraviado en un bol-
día que respetaba el orden del exterior, sin sujetarse a él. sillo, confundido con otros objetos. Entonces será un gordo, enlutado, sucio y pol-
Con la felicidad, olvidé el estuche, o lo perdí, inadvertidamente. No puedo sa- voriento punto final. a destiempo. como el que colocan los escritores noveles. ····¡
berlo. Ahora que la dicha terminó, no encuentro el punto final por ningún lado. •
esto crea conflictos y rencores suplementarios. "Wónde lo guardaste? -me pregun-
ta ella, indignada- ¿Qué esperas para usarlo? No demores más, de lo contrario, Cristina Peri Rossi nació tn Montevideo en 1941.
todo lo anterior perderá belleza y sentido~ Busco en los armarios, en los abrigos, Obras: Viviendo Cuentos (1 963); Los museos abandonados. Cuentos (1969);
en los cdjoncs, en el forro de los sillones, debajo de la mesa y de la cama. Pero el Evohe. Poesía (1 971); La tarde del dinosaurio. Cumtos (1976); Lingüística general. Poisía (1 979);
¡n 111 ln 1H1 csl,í; tampoco el estuche. Mi búsqueda se ha vuelto tensa, obsesiva. Es Cosmogonías. Cumtos (1988); Babel bárbara. Poesía (1 991).

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WiLFREDO MACHADO WiLFREDO MACHADO


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dó al descubierto una enorme aguja de varios metros, que necesitó ser movid,1 t ' ll-

Fábula con joroba tre varios hombres.


-Tu dios nunca habló del tamaño de la aguja -dijo uno de los árabes son-
riendo maliciosamente.
-iTraigan al camelJol -finalizó.
Colocaron al animal frente al ojo de la aguja y lo ataron con una fuerte soga

. . . . . . . . . . . . . Los hombres llegaron a caballo cuando el sol no arrojaba ninguna som-


de la argolla. En el otro extremo un esclavo comenzó a tirar de la cuerda. El ca-
mello hundió las patas en la arena y no se movió. Otros esclavos se sumaron al
bra sobre la arena y la luz tenía la consistencia del oro derretido. Vestían con cier- primero. pero el animal se mantenía como clavado al piso. La sangre bajaba por
to lujo. En el turbante del más viejo refulgía un diamante del tamaño de un higo. la nariz desgarrada y formaba una mancha oscura en el pecho. Entonces lo gol-
Noé observó que en medio de los caballos -enjaezados lujosamente- traían ata- pearon con largas varas de bambú hasta que el camello se derrumbó en silencio
do a un viejo camello de pelo grisáceo con la nariz perforada por una argolla. de sobre la arena manchada de sangre, sin proferir un solo quejido.
la que tiraba un esclavo tan flaco como el animal. Éste había soportado con resig- Los árabes se marcharon furiosos.
nación todos los maltratos y abusos que se cometían contra él. Sobre la joroba del Noé se acercó al camello y comprobó que aún estaba con vida. Luego lo re-
camello venía atado un pesado bulto, oculto bajo una lona grasienta. cogieron y lo llevaron al Arca. Allí lo curaron y con el tiempo el camello vol~ió .ª
Noé dejó a un lado el trabajo y les trajo agua a las bestias y a los hombres. ser el de antes. Los que lo conocían tan sólo percibieron algunos cambios ms1grn-
Miró sus ropas raídas y sintió un poco de vergüenza. El peor de los caballos ficantes en su conducta, como el de no acercarse a las mujeres cuando cosfan la
vestía mejor que él. Luego se adelantó y haciendo a un lado el temor se atrevió ropa de los niños, 0 los sacos de forraje que en el pasado le fueron tan queridos.
a preguntar: De noche, cuando el insomnio no lo dejaba dormir, salía al desierto, Y sin que
-¿En qué puedo ayudar a tan magníficos señores? nadie lo observara atravesaba -de un lado a otro- el ojo oxidado de la aguja,
El más viejo de los hombres le respondió. que había quedado enterrada en la arena bajo las tinieblas y la luna. Dios ta.mpo-
-Hemos recorrido el desierto expuestos al hambre y a las tormentas de are- co lo veía porque tenía el sueño muy pesado y el carrMlo saltaba en silenClo, sm
na para hablar contigo. Sabemos que tu dios -quienquiera que éste sea- no per- hacer el menor ruido .........\
mite la entrada de los ricos a su reino. y que prefiere hacerse acompañar por va-

gos y prostitutas, antes que por dignatarios. En alguna parte ha escrito esa estúpi-
da frase que es más fácil hacer pasar a un camello por el ojo de una aguja que un
rico entrar al reino de los cielos. Nosotros hemos venido hasta aquí para demos-
trar la pobreza y la locura de tu dios.
Wilfredo Machado nació m Barquisimeto, E;tado de, Lara m 1956.
Dicho esto, uno de los esclavos desató el bulto del lomo del camello y comen-
Obras: Contracuerpo. Cuentos (1 988); Fábula y muerte de El Angel. Cuentos (1991);
zó con rápidos movimientos a descubrir la lona sobre la arena. Al terminar que- La rosa imaginaria. Curnto.1 (1989); Libro de animales. Cuentos (1994).

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EDNODI O QUI NTE RO ANTONIO J OSÉ 5EQUERA

Tatuaje Escena de un spaguetti


western circus

........................ C uando su prometido regresó del mar, se casaron. En su viaje a las islas
orientales, el marido había aprendido con esmero el arte del tatuaje. La noche mis-
. . ......A !rededor de una hoguera, un grupo de cowboys comenta la jornada
del día. La brisa trae ese aroma estival de las reses que tanto gusta a los coyotes.
ma de la boda, y ante el asombro de su amada, puso en práctica sus habilidades: Alguien propone jugar a las cartas y un mazo de éstas surge de una alforja.
armado de agujas, tinta china y colorantes vegetales dibujó en el vientre de Ja mu- Tras varias partidas, uno de los cowboys se levanta indignado y señalando
jer un hermoso, enigmático y afilado puñal. con el dedo, como el tío Sam, a otro de los presentes, le increpa con desprecio:
La felicidad de la pareja fue intensa, y como ocurre en esos casos: breve. En -iEres un tramposo: te vi sacar ese as de la manga!
el cuerpo del ho mbre revivió alguna extraña enfermedad contraída en las islas - iNo - respondió el increpado- : ningún tramposo. Soy prestidigitador!
pantanosas del este. Y una tarde, frente al mar, con la mirada perdida en la línea - iPeor! -rugió el otro, extrayendo del cinto su colt
vaga del horizonte, el marino emprendió el ansiado viaje a la eternidad. Una detonación despertó al ganado de sus quimeras alpinas. Un alarido es-
En la soledad de su aposento, la mujer daba rienda suelta a su llanto, y a ra- pantó a las lechuzas y puso en guardia a las cascabeles. Un as de corazones sr
tos, como si en ello encontrase algún consuelo, se acariciaba el vientre adornado precipitó a las brasas, causando un chisporroteante estampido escarlata.
por el precioso puñal. -¿(órno saldremos de este cadáver? - quiso saber uno de los testigos.
El dolor fue intenso, y también breve. El otro, hombre de tierra firme, comen- - No hay problema, yo me encargo de eso - largó el prestidigitador. Y rn11
zó a rondarla. Ella, al principio esquiva y recatada, fue cediendo terreno. Concer- un pase mágico envió al cuerpo, aún tibio, a reunirse con conejos. pañuelos y
taron una cita. La noche convenida ella lo aguardó desnuda en la penumbra del flores. en el limbo de los magos ......... ,
cuarto. Y en el fragor del combate, el amante, recio e impetuoso, se le quedó muer-
to encima, atravesado por el puñal......... :
.

Ednodio Quintrro nació m Las Mesitas, Estado de Trujillo, en !94Z Armando ]osí Sequera nació en Caracas m 1Y.53.
Obras: La línea de la vida. Cuentos (1988); Cabeza de cabra y otros relatos. Cuentos (1993); Obras: Evitarle malos pasos a la gente. Cuentos (1982); El otro salchicha. Cumlos (1984);
El rey de las ratas. Novela (1994); El combate. Cuentos [1995); El cielo de Ixtab. Novela (1995); Escena de un Spaguetti Western. Cuenlos (1986);
De narrativa y narradores. Ensayos (1997) y Visiones de un narrador. Ensayos (1997). Cuando se me pase Ja muerte. Cumlos (1987); La vida al gratén. Cuentos (1 997).

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