Los Frutos Del Espritu Santo

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LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO.

VIGILIA 2022
(Gálatas 5,22-23)

P. Julio González Carretti ocd.

Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu
Santo como primicias de la vida eterna. La tradición de la Iglesia enumera
doce: Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, benignidad,
Mansedumbre, Fidelidad, Modestia, continencia y castidad. Meditemos
algunos de estos frutos espirituales (CIC 1832).
PRIMER FRUTO DEL ESPÍRITU: LA CARIDAD.
Texto bíblico.
- “Lo que pido en mi oración es que vuestro amor crezca en conocimiento y
experiencia para llegar limpios al día de Cristo”. (Flp. 1,9-11; cfr.
1Cor.13,4-7; 1 Juan 4:7-11).
S. Pablo, nos enseña que este es un amor abundante, continuo y fiel,
(cfr.1Cor.13:4-7). Es un amor sublime, santo y abnegado que procede del
inmenso amor de Cristo, que derrama por el Espíritu Santo en nuestro
corazón. Es un amor humilde y generoso que no depende de un mero
sentimentalismo ni mucho menos que guste preferencias. Este es un amor
que abarca el corazón y la mente del creyente. Es perceptivo, inteligente y
práctico. Es un amor que discierne y se esfuerza por escoger lo mejor y lo
que realmente agrada a Dios y a los demás seres humanos.
S. Juan de la Cruz nos enseña: “El Espíritu Santo es el amor con que Dios
ama al hombre y se hace amar” LB.1,3-4; CB 38,4).
Canto.

SEGUNDO FRUTO DEL ESPÍRITU: EL GOZO.


Texto bíblico.
- “Este día es santo…No os aflijáis: el gozo de Yahvé es nuestra fuerza”
(Ne. 8,10; cfr. Hch. 20,24).
El gozo es fruto del Espíritu y característica del Reino de Dios (cfr.
Gál.5,22; Rm.14,17). No se trata del entusiasmo del momento que flaquea
en la tribulación, sino el gozo de los creyentes que en las pruebas salen
victoriosos, por su gozosa generosidad y perfección, su unión a Dios y su
fidelidad a la verdad serán la gloria del Señor, en el día de su venida (cfr.
Mc.4,15; 1 Tes.1,6; 2,19; 2 Cro.8,2; 9,7; 13,9; Flp.2,2; Hb.13,17, 2 Jn.4;
3Jn 3). Sera en el cielo donde asistiremos a las bodas del Cordero, será el
gozo perfecto que desde ahora participan los hijos de Dios, porque el
Espíritu los introduce en la comunión de amor con el Padre y el Hijo.
San Juan de la Cruz en “Cantico espiritual”, el Doctor místico cuando
comenta el verso: “La cena que recrea y enamora” enseña: “Da a entender
que él trae la cena consigo, la cual no es otra cosa sino su mismo sabor y
deleites de que él mismo goza; los cuales, uniéndose él con el alma, se los
comunica y goza ella también; que eso quiere decir yo cenaré con él, y él
conmigo. [.] Y así él mismo es para ella la cena que recrea y enamora,
porque, en serle largo, la recrea, y en serle graciosa, la enamora.” (CV
15,29; Ap. 3,20). La cena que recrea y enamora es la Eucaristía.
Canto.

TERCER FRUTO DEL ESPÍRITU: LA PAZ.


Texto bíblico.
- “El fruto de la justicia será la paz, el fruto de la equidad una seguridad
perpetua” (Is. 32,17).
La paz es don mesiánico e Israel espera al Príncipe de la paz que es
Cristo (cfr.Is.9,6).
Será S. Pablo quien nos enseña que Cristo, es nuestra paz, reconcilió a
los dos pueblos, judíos y griegos en un solo cuerpo, todos los seres del
cielo y de la tierra por la sangre de su cruz (cfr. Ef.2,14-22; Col.1,20).
Como fruto del Espíritu, la paz es vida eterna anticipada. Solo la justicia
delante de Dios y entre los hombres es el fundamento de la paz, puesto
que suprime la división que trajo el pecado original. Llamados hijos de
Dios, bienaventurados los pacíficos en esta vida, están llamado a entrar en
la Jerusalén celestial, la morada de Dios con los hombres (cfr. Ap.21,2).
Esta es la herencia del vencedor: yo seré Dios para él y él será hijo para
mí (Ap.21,7).
San Juan de la Cruz nos enseña:
- “Mira que Dios no reina sino en el alma pacífica y desinteresada” (D 70).
Canto.
CUARTO FRUTO DEL ESPÍRITU: LA PACIENCIA.
Texto bíblico.
- “Tenéis necesidad de paciencia para cumplir la voluntad de Dios y
conseguir así lo prometido” (Hb. 10,36; Col.1,11).
La paciencia de Dios en la historia de la salvación es una llamada a la
conversión (cfr. Jl2,13; Is.55,6). Jesús, con su actitud con los pecadores
encarna la paciencia de Dios en las parábolas de la higuera, del hijo
pródigo y la de servidor sin piedad (cfr. Lc.9,55; 13,6-9; 15, Mt.18,23-25).
El cristiano sabe que Jesús debía sufrir para entrar así en su gloria, y que
los sufrimientos, llevados con paciencia participa en los padecimientos de
Cristo para ser glorificados con él (cfr.Lc.24,26; Rm. 8,17; Flp.3,10).
La paciencia es fruto del Espíritu, como el amor, sabiendo que la
tribulación engendra la paciencia y ésta la virtud probada y ésta a su vez
engendra la esperanza que no decepciona (cfr. Gál.5,22; 1Cor.10,13;
Col.1,11; Rm.5,3; 5,5; Sant.1,2). Para vivir su vocación, el cristiano, hijo
del Dios, paciente y que perdona, su paciencia cotidiana revelará la
grandeza de su amor al prójimo.
San Juan de la Cruz nos enseña:
- “El alma enamorada es blanda, mansa, humilde y paciente” (v.28).
Canto.

QUINTO FRUTO DEL ESPÍRITU: LA BENIGNIDAD.


Texto bíblico.
- “Revestíos pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas
de misericordia, de benignidad,...soportándoos unos a otros, y
perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro” (Col.3,12-13;
cfr. St. 3,13-18).
La Biblia traduce benignidad muchas veces por bueno. “Dad gracias a
Yahvé por es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal.106,1;
cfr.Sal.145,9; 100,4-5). La idea se centra no en la bondad moral de Dios,
sino en benignidad, mostrada especialmente en su bondad y misericordia.
En la cruz, Jesús muere perdonando a sus verdugos, máxima revelación
de la bondad de Dios con los hombres malvados (cfr. Lc.2334).
S. Pablo nos enseña que Jesucristo es la bondad de Dios manifestada a
los hombres (Tit. 2,11-14), en la gracia del Hijo es donde se encuentra
salvación y no en nuestras obras. La benignidad se define como la actitud
interior de hacer el bien, producido por el Espíritu Santo.
San Juan de la Cruz nos enseña:
- “Toda la bondad de las criaturas comparada con la infinita bondad de
Dios, se puede llamar malicia” (1S 4,4).
Canto.

SEXTO FRUTO DEL ESPÍRITU: LA BONDAD.


Texto bíblico.
- “Vuestra bondad sea conocida de todos los hombres. El Señor está
cerca.” (Flp.4,5).
El AT, nos presenta a Yahvé como el único bueno por naturaleza, es la
bondad absoluta. El salmista contempla a Yahvé cono Aquel que muestra
el camino a los pecadores, bueno e indulgente, rico en amor con los que lo
invocan, al que hay que agradecer los prodigios que realiza en favor de los
hombres (cfr. Sal.25,8; 86,5; 107,21).
Jesús es la encarnación de la bondad de Dios (Tit. 3,4), para con el
hombre en las acciones que realizó en su favor: sanar enfermos, volver a
la vida a los muertos, expulsar demonios, perdonar pecados, etc. Afirma
que sólo Dios es bueno (Mc.10,18), por excelencia, todos nosotros
participamos de su infinita bondad.
San Pablo enseña que la bondad, así como todo fruto del Espíritu, el
creyente es luz en el Señor (cfr. Ef.5,8-10), para el hermano necesitado.
San Juan de la Cruz comentando el verso: “Oh lámparas de fuego” nos
enseña: - “Y el resplandor que le da esta lámpara de Dios en cuanto es
bondad, le hace al alma luz y calor de amor de Dios en cuanto es bueno, y,
según esto, ya le es Dios lámpara de bondad. Esta comunicación y
muestra que Dios hace de sí al alma, que a mi ver es la mayor que él le
puede hacer en esta vida, le es innumerables lámparas que de Dios le dan
noticia y amor.” (LB 3,3).
Canto.

SÉPTIMO FRUTO DEL ESPÍRITU: LA MANSEDUMBRE.


Texto bíblico.
- “Aprende de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt.11,29).
La mansedumbre la podemos definir como aquella serenidad de espíritu
pacífica y humilde, en virtud de la cual el hombre no se dejar arrebatar por
la cólera con motivo de las faltas o el enojo de los demás. La
mansedumbre es la virtud de los fuertes de ánimo como Abraham y el
Siervo de Yahvé.
Jesús enseñó: “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en
herencia la tierra” (Mt.5,4). A los mansos, dóciles a Dios, signo visible de la
Sabiduría que viene de lo alto, llamados a ser una bendición para su
prójimo, poseedores de la promesa y de la tierra, sin violentarla. (cfr.
Eclo.4,8; Gál.5,23; Sant.3,13.17). Fruto del Espíritu Santo, el cristiano
puede ser llamado al martirio, por el evangelio, y la comunión con su
Iglesia (cfr. 2Cor.10,1; Gál.6,1; Col.3,12; Ef. 4,2; 1 Tim.6,11; 2 Tim.2,25;
1Pe.3,4).
San Juan de la Cruz nos enseña:
- “Manso es el que sabe sufrir al prójimo y sufrirse a sí mismo” (D 175).
Canto.

OCTAVO FRUTO DEL ESPÍRITU: LA FE.


- “La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de lo que no se ve. Por
ella fueron alabados nuestros mayores” (Hb.11,1-2).
Las Escrituras nos hablan de la fe como la fuente de toda la vida religiosa
de Israel. Comenzando por Abraham, padre de los creyentes, le siguieron
los personajes ilustres que vivieron y murieron en la fe y que Jesús lleva a
la perfección (cfr.Heb.12,2). Los discípulos de Cristo, son los que han
creído y creen en el designio salvífico del Padre (cfr. Rm.4,11; Hch.2,44;
1Tes.1,7).
Las palabras y las obras de Jesús, todos las podían ver y oír, proclamaban
la llegada del Reino de Dios. Creer, tener fe en Jesús, el Cristo, fue cosa
de los discípulos (cfr. Mt.16,13-16). Camino del Calvario, Jesús endurece
el rostro, llevando a la perfección la fe, confiando en Aquel que podía, por
la resurrección, salvarle de la muerte (cfr. Is.50,7; Lc.9,51; Flp.2,7; Hb.5,7).
La fe es don del Espíritu, entendida como fidelidad a Jesucristo y a su
evangelio (cfr. Rm.1,17). La medida de unión que tengamos con Jesús, es
la fuente de los frutos de santidad que podamos dar en nuestra vida.
San Juan de la Cruz nos enseña:
- “Porque la fe, que es el secreto que hemos dicho, son los pies con que el
alma va a Dios, y el amor es la guía que la encamina; y andando ella
tratando y manoseando estos misterios y secretos de fe, merecerá que el
amor la descubra lo que en sí encierra la fe” (CB
1,11).
Canto.

NOVENO FRUTO DEL ESPÍRITU: LA TEMPLANZA.


- “Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de
fortaleza, de caridad, y de templanza.” (2 Tit.1,7; 2Pe.1,5-7).
La templanza es dominio de sí, propio de la autodisciplina. La templanza
mencionada por S. Pedro se refiere al dominio de sí, más que a la
moderación en el comer y beber. Se trata del dominio de sí en forma
habitual y saber gobernar su yo (cfr.2Pe.1,6ss). Ejercer el dominio sobre sí
mismo es una gracia extraordinaria del Espíritu Santo. San Pablo nos
enseña: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp.4,13). Si hemos
obtenido la salvación por medio de Jesucristo eso implica que es mi
sabiduría, mi justicia, mi santificación, mi redención para entrada en la vida
eterna (cfr. 1Cor.1,30).
En lo práctico la templanza la debemos llevar al dominio propio de
nuestros pensamientos, la lengua y nuestro temperamento. (cfr. Flp.4,8-9;
St.3,2-8). Pensamientos como palabras, influyen notablemente en el
temperamento de cada individuo, también del cristiano, de ahí la
importancia que Cristo reine por la fe en nuestro corazón (cfr. 2Pe.1, 8-10).
En nosotros está en profundizar en la vocación y elección para victoriosos
ingresar en la vida eterna.
San Juan de la Cruz nos enseña:
- “La sobriedad y templanza espiritual …echando de ver que no está la
perfección y valor de las cosas en la multitud y gusto de las obras, sino
en saberse negar a sí mismo en ellas; lo cual ellos han de procurar hacer
cuanto pudieren de su parte, hasta que Dios quiera purificarlos de hecho
entrándolos en la noche oscura” (1N 6,8).

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