Corrie Ten Boom Amor Asombroso Amor
Corrie Ten Boom Amor Asombroso Amor
Corrie Ten Boom Amor Asombroso Amor
DEVOCIONALES
ASOMBROSO
AMOR
No SIEMPRE resultan las cosas tan bien como en la casa de aquel comisario de
pueblo.
Un día se me invitó a integrar un equipo que trabajaba en forma continua en
una gran cárcel. Era un edificio rarísimo. Pusimos nuestro armonio portátil en
un largo y angosto pasillo con rejas en ambos extremos. Sólo tres caras se
veían tras los barrotes de las celdas a nuestra derecha e izquierda. Por lo visto
yo tendría que girar la cabeza de un lado a otro mientras hablaba.
Una de las señoras en el grupo inició el culto cantando un himno acompañada
al armonio. Cantó en forma un tanto afectada y la reacción distó mucho de ser
favorable. En ambos extremos del pasillo comenzaron los presos a dar
alaridos, a gritar y chillar en un esfuerzo por ahogar la voz de la cantante. Pero
ella siguió con toda tranquilidad. Entremezclado con todo podía oír yo las risas
despectivas y burlonas. Un joven de nuestro grupo comenzó a orar con voz
amanerada. El resultado fue aun peor. Los presos encontraron un balde y lo
hicieron rodar en el piso. El ruido aturdía. “Señor”, oré, “¿Tengo que hablar en
este lugar? No puedo, no puedo”, dije con desesperación.
“No temas; cree solamente. Puedes hacer todas las cosas por Aquel que te
fortalece. Habrá una gran victoria”, me dijo el Señor en mi corazón.
Me anime a empezar. El tumulto empeoró. Se tiraron los bancos al suelo.
Gritos infernales nacían de todas partes. Pero, ya no tenía miedo. Había
recibido la promesa de la victoria y traté de levantar mi voz por encima del
desorden. Grité a todo pulmón: “Cuando estuve confinada en una celda
solitaria durante cuatro meses…”
Hubo de pronto un silencio absoluto. ¿Qué? ¿Esa mujer, sola en una celda
durante cuatro meses? Los presos siempre me tienen lástima cuando relato esta
parte de mi vida. Estar confinada en soledad, incomunicada, es un castigo
severo en cualquier parte del mundo. Muchos presos han aprendido esa verdad
por triste experiencia.
Por encima de las cabezas de los tres presos aparecieron más caras detrás de
las rejas. Trajeron sillas y bancos y se treparon a ellos para vernos mejor.
Siguieron apareciendo más caras en ambos extremos del pasillo. Pero reinaba
ahora un silencio absoluto y hablé y hablé, por espacio de tres cuartos de hora.
¡Había tanta alegría en mi alma!. El amor de Dios estaba allí. El Espíritu de
Dios estaba obrando y cuando terminé y el pastor que nos acompañaba invitó a
los hombres a rendir sus vidas a Cristo, hubo seis que dijeron “Sí”. El pastor
fue hacia uno de los extremos de nuestro pasillo con tres de los reclusos que
habían levantado la mano, y yo al otro, con los otros tres, para hablar más.
Ahora pude apreciar que había una habitación al final de este pasillo y que
muchos presos se habían reunido allí. Por lo visto, todos los presos habían ido
a escuchar la Palabra o por curiosidad, pero habían ido.
Había absoluto silencio mientras hablaba con los tres hombres. Luego miré a
los demás y me dirigí a ellos:
“Nunca he oído un ruido más espantoso que el que oí aquí cuando
empecé a hablar. Estuve tan contenta cuando se callaron. ¿Saben el
temor que tengo ahora? Que ustedes se burlarán de los hombres que
han levantado la mano o que les harán bromas. Por favor no lo hagan.
Estos hombres se han definido por Jesucristo y ahora están colocados
del lado de la victoria. Han recibido un librito llamado Evangelio según
San Juan. Dejen que ellos se lo lean a ustedes. Yo espero que algún día
ustedes también digan “Sí” a Jesucristo. Yo sé que les hará muy feliz”.
6. La Palabra De Dios Es Viva Y Poderosa
“La Espada del Espíritu que es la Palabra de Dios”
es mucho más poderosa que nuestros propios argumentos.
DEBÍA realizarse una cena en una magnífica residencia a orillas del río. Varios
estudiantes figuraban entre los invitados. Llegar nos llevaría unas dos horas en
automóvil desde la ciudad, pero la buena gente de Georgia no lo considera
distancia mayor. Mi anfitrión y yo recorrimos los caminos bordeados de
laureles en flor, de colores encendidos.
Llegamos a nuestro destino a tiempo de presenciar una espléndida puesta de
sol. El cielo sobre el agua parecía envuelto en llamas de azul y de oro, mientras
nos sentamos en la terraza, entre palmeras, para disfrutar del cálido anochecer.
Los sirvientes de color andaban silenciosamente sirviendo a los huéspedes.
Parecía que hasta el tiempo mismo corría más lentamente en este lugar. Nadie
estaba apurado, y la conversación no era superficial.
Yo había hablado la noche anterior sobre el tema: “El problema del pecado ha
sido resuelto en la cruz de Jesucristo”. Y me alegraba que estuviera Jack esta
noche, pues, mientras hablaba había notado en él una expresión de evidente
disgusto, v no había tenido la oportunidad de conversar sobre el tema con él.
Este caso es un ejemplo que explica por qué creo que es desventajoso hablar
una sola vez a un mismo grupo. Existe el peligro que el trabajo sea superficial.
Las palabras amables y hasta sinceras, no dudo, de “Me agradó mucho su
mensaje”, no son el objetivo que yo quiero alcanzar. Yo quiero que las
personas lleguen a comprender quién es Jesús, y cómo Él quiere ser el
renovador de sus vidas.
Jack me dijo:
“Yo creo que hay perdón de pecados por Jesucristo, pero redención, no.
Eso no lo puedo alcanzar a entender. Usted dijo ayer: ‘La sangre de
Jesucristo nos limpia de todo pecado’. Usted nos mostró la mano e
ilustró el texto citado diciéndonos: ‘Esta mañana, mis manos estaban
sucias, ¿Dónde está la tierra ahora? Yo no sé. Me lavé las manos. Jesús
también lava nuestros pecados. Los echa en la profundidad del mar.
Desaparecen. Tan alejados quedan como está el Este del Oeste.
Esa podrá ser su opinión, pero yo no lo creo. Nosotros tenemos que
sufrir las consecuencias de nuestro pecado toda la vida. Yo creo en el
perdón de los pecados, pero no en la redención”.
Después de la cena continuamos nuestra conversación en el jardín. Sólo
quedábamos tres: John, con quien había estado trabajando las dos semanas
anteriores y Jack que nos estaba relatando sus experiencias. ¡Es un alivio tan
grande para el alma desahogarse completamente!
Era una historia triste.
“No nos portamos muy bien estando en el Colegio Secundario. Yo salía
con una cantidad de chicas pero, con una de ellas, el asunto anduvo
mal. Tuve que casar me con la chica y, cuatro meses después, nació
nuestro hijo. Nadie sabe que yo soy casado. Nadie lo debe saber. Yo
quiero ser pastor, pero si la gente se entera de esto, se arruinará todo mi
futuro. Yo vivo una mentira y no sé qué hacer. Tendré que soportar las
consecuencias de mi pecado mientras viva. Por eso digo que creo en el
perdón pero no en la redención de los pecados”.
Al escucharle, seguí orando, pidiendo sabiduría. ¿Cómo podría explicarle el
misterio de la renovación de vida por la victoria en Jesucristo?
John comenzó a hablar.
“Sin embargo, la redención existe. Jesús no remienda las cosas; las
hace nuevas. Si tú le pides que vuelva contigo a ese lugar oscuro de tu
vida, El cambiará, esas sombras en luz. Ese fue Su propósito al venir a
nosotros. El nos liberó del todo el pecado.
Jesús te levantará del ciclo de causa y efecto, y te llevará al reino de Su
maravilloso amor. Uno de los resultados de ese amor es la gracia.
“¿Qué es la gracia?”
“A ella se refería Isaías cuando dijo: ‘En lugar de la zarza crecerá
haya,’ En lugar de la maldición habrá bendición”.
En lugar de la ortiga crecerá arrayán. En lugar de1 pecador, habrá un santo.
“En Cristo somos, tú y yo, la justicia de Dios. ¿No lo entiendes?
“Por supuesto que no. Entenderemos estas cosas recién cuando
lleguemos al cielo y tengamos nuestra nueva mente; otros medios de
percepción. Pero, aun ahora, podemos entender estas cosas por fe. Si tú
ahora aceptas por fe que Jesús es el vencedor sobre el pecado, presente
y futuro de todo aquel que le rinde su vida completamente, cambiará
ese pasaje oscuro de tu vida en una bendición. Verás siempre en esa
mujer y ese niño un símbolo vivo del perdón y de la redención de
Jesucristo.”’
¿Pero que debo hacer?” preguntó Jack. “Yo he sido convertido y yo he
aceptado a Cristo Jesús como mi Salvador personal.”
“Te falta rendirte completamente a Él. Entrégale las llaves de toda tu
vida. Perder tu vida por causa de Él significa salvarla. En Su gran
amor, Él exige la rendición completa”.
Jack miró a su alrededor. Estábamos solos en el jardín. De la casa llegaba el
murmullo de las voces.
“Yo estoy dispuesto a hacerlo, pero no sé como expresarlo”, dijo Jack.
“Pide al Espíritu Santo que te dé las palabras”.
Los tres oramos entonces y Jack dijo: “No entiendo estas cosas, Señor, pero
aquí estoy. Yo se que has dicho: >El que a Mí viene, yo no le echo fuera’, y
‘Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios=.”
En ese preciso momento se me llamó a la casa, pues estaban esperando que yo
hablara a los invitados otra vez. Una hora más tarde, cuando me alistaba para
retirarme, Jack me dijo: “Corrie, puedo reírme ahora. Hace un año que no he
podido reírme, pero ahora estoy libre.”
Y yo sabía que era verdad.
No sé cuáles serán los resultados de su liberación, pero ya no tendrá que vivir
una mentira. Su vida está en buenas manos.
“Si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres” (Juan. 8:36) .
Y Jack será usado para ayudar a muchos que están sumidos en la
desesperación a causa de sus pecados.
¡Nuestros pecados echados en la profundidad del mar!
¡Cuán enormemente grande es la remisión y redención de nuestros pecados por
Jesucristo!
Muchos creyentes no comprenden suficientemente la obra que Jesucristo está
realizando por nosotros en este mismo momento. Muchos de nosotros creemos
que Él murió por nuestros pecados. Creemos en Su muerte y resurrección, pero
nos olvidamos que después de Su resurrección, ascendió al cielo y se sentó a la
mano derecha de su Padre y vive por nosotros. Este es un hecho tan real como
lo es el de Su muerte.
El diablo nos acusa día y noche. Pero Jesús es nuestro abogado. Nosotros
somos la justicia de Dios en Él (2 Cor. 5:21).
Si después de haber sido perdonados por nuestros pecados, hay todavía alguno
que nos aflige, aunque sea por cinco minutos más, estamos robándole a Él y a
nosotros mismos de mucho gozo.
“Resistid al diablo y de vosotros huirá” (Stg. 4: 7) . No encontraremos mejor
arma para usar contra Satanás.
La conciencia del pecado puede degenerar en derrotismo. Decimos, “Siento
mucho pero yo soy así.” El diablo se regocija cuando nosotros quedamos
derrotados, pero le teme a la conciencia de la victoria.
El diablo nos mantiene conscientes del pecado.
El Espíritu de Dios nos da conciencia de pecado, y luego, conciencia de
victoria.
8. A Alemania Nunca Más
Cuando Jesús nos dice que amemos a nuestros enemigos, El mismo nos dará
el amor para hacerlo. No somos ni fábricas ni represas de Su amor, sino
conductos. Cuando llegamos a entenderlo, toda razón de orgullo es
eliminada.
ESTABA excitada esperando ver lo que había de ocurrir, pues había sido
invitada a concurrir a una reunión de oración de un grupo de estrellas de
Hollywood.
Por cierto que era un grupo de gente de muy buena presencia. Me recibieron
cordialmente, pero con muy poca ceremonia, y al principio me encontré un
tanto fuera de mi ambiente.
Después que uno de ellos leyó un pasaje de las Escrituras, todos nos
arrodillamos, y me emocionó observar un gozo y gratitud en sus oraciones que
pocas veces me había sido dado ver. Cuando les hablé, los encontré con
mentes receptivas y luego algunos relataron sus experiencias. “Me encontré tan
feliz cuando llegué a conocer al Señor Jesús”, me dijo uno de ellos.
“Justamente esa semana debía representar un papel dramático en el que
debía llorar. Trataba de hacerlo, pero sencillamente, no podía. Estaba
demasiado feliz”.
Algunas de las estrellas contaban de cómo habían sufrido el oprobio y el
desprecio por causa de Cristo. Como muchos otros cristianos en los Estados
Unidos, se abstienen de beber y de fumar. Por lo tanto, se hace muy evidente
en ese medio, que son cristianos. La gente les pregunta: “¿No fuma? ¿Va a la
Escuela Dominical?” Profesan su fe con valor y han tenido que sufrir la burla y
el desprecio de sus colegas.
Una actriz joven y bonita, Colleen Townsend, me dijo:
“Permaneceré en el mundo de las películas hasta que Dios me indique
claramente que lo debo abandonar. Nosotros somos los únicos que
podemos acercarnos a nuestros colegas, y queremos aprovechar las
oportunidades tanto tiempo como podamos”.
Sólo veinte días después leí en los diarios que había renunciado a un contrato
lucrativo para ingresar a una Escuela Bíblica.
La segunda vez que tuve contacto con este grupo fue en su reunión de
evangelización que se realizaba cada quince días para los compañeros no
cristianos. La reunión se realizaba en la casa de Jane Russell.
La casa es en realidad extraordinaria. Está situada sobre la cumbre de un cerro.
El último tramo del camino es tan empinado que es accesible únicamente por
automóvil. Una de las paredes de la sala es totalmente de vidrio y puede
apreciarse una magnífica vista de Hollywood. La estructura de la habitación y
sus muebles son muy originales y de encanto particular.
Un pastor joven habló esa noche y trajo el mensaje acerca del pecado y de la
salvación, con mucha seriedad, pero salpicado de verdadero buen humor.
Demostró en su mensaje que el mayor de los pecados es la incredulidad y la
resistencia a Jesucristo. Proclamó en forma que inspiró a todo su auditorio, no
sólo la necesidad de la conversión, sino también el gozo inmenso de ser hijo de
Dios. Sin vacilación alguna describió el futuro de aquellos que están perdidos:
una eternidad sin Jesucristo.
Sing-Sing y Hollywood. El extremo Este y el extremo Oeste de los Estados
Unidos. En ninguna otra parte he sido testigo de tal interés, y disposición de
escuchar las Buenas Nuevas.
Pasado un tiempo, relatando esta experiencia de Hollywood en Holanda,
mientras daba una conferencia sobre Estados Unidos, alguien me preguntó en
el período de discusión: “¿Cómo es posible ser estrella de cine y creyente al
mismo tiempo?”.
Pedí sabiduría para responder a esa pregunta y por fin dije:
“Combinar la vida frivola de una estrella de cine con el cristianismo es
prácticamente imposible. Igualmente imposibles son las combinaciones
que se hacen de soberbia y cristianismo; de auto-suficiencia y
cristianismo, de rencores y cristianismo, de crítica y cristianismo”.
Me recuerda el incidente de Jesús y la mujer adúltera. “El que de vosotros esté
sin pecado, arroje contra ella la piedra el primero” (Juan. 8: 7). Y Jesucristo es
muy severo en Su mandato a las estrellas de cine y a todos los pecadores,
decentes e indecentes: “Vete y no peques más” (Juan. 8:11).
¡Qué maravilloso es saber que El vino al mundo a salvar a los pecadores!
Sobre el Calvario vemos el horror del pecado, pero también le vemos a El, que
apareció “para deshacer las obras del diablo” (1 Jn. 3: 8).
“Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas”
(Ef. 2:10).
Cuando estamos escondidos con Cristo en Dios, estamos de parte de la
victoria.
18. En Londres
“Dios está dispuesto a entrar al corazón, como la luz esta dispuesta a
inundar la habitación que se abre a su brillo”. — Amy Carmichael.
“No entiendo nada de lo que está diciendo”, me dijo una joven. Los demás,
también, reconocieron que este territorio les era desconocido. Sin embargo, la
conferencia a la que asistíamos no era para legos en la experiencia cristiana.
Todas estas personas habían concurrido a la conferencia porque deseaban, en
mayor o menor grado, ser enseñados en los métodos de proclamar el evangelio
en su medio. Para estos cristianos de convicción, la segunda venida de Cristo
era terreno completamente desconocido.
“Cuando el Hijo del hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?”
(Luc. 18: 8).
25. Dos Niñitas
La Biblia no es una cuenta de banco congelada.
UNA MADRE a quien visitaba en Suiza me trajo dos niñitas de diez años de
edad aproximadamente. Una de ellas era su propia hija; la otra, era adoptada.
“¿Quiere decirles usted cómo deben hacer para ser hijas de Dios?”, me dijo.
“Las dos concurren a la Escuela Dominical, conocen la Biblia pero
repetidamente me preguntan: ‘¿Cómo puedo llegar a ser hija de Dios?’
Yo no sé cómo explicárselo.”
Estábamos en una aldea, en las montañas de Suiza. El pequeño chalet estaba en
las afueras de la aldea y se apreciaba desde allí un magnífico panorama de los
Alpes.
Pedí sabiduría al Señor. Tenemos la promesa en Stg. 1: 5. “Si alguno de
vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos
abundantemente.” Las promesas de Dios son ciertas. Yo creo que Dios se
agrada cuando nosotros le confortamos con Sus promesas porque sabe
entonces que tenemos fe.
Me senté con las dos niñitas en un banco frente a la casa.
“Vean”, les dije, “si yo quisiera adoptar a una de ustedes como hija
mía, no sería fácil, ¿verdad? Tendría primero que completar muchos
formularios. Insumiría mucho tiempo poner todo en orden. Pero, aun
cuando todos los documentos estuvieran en orden, yo no diría:
‘Todo está listo. Ahora eres hija mía.’ No, yo esperaría hasta saber que
en realidad me quisieran un poquito y recién entonces le preguntaría a
una de ustedes: ‘¿Quisieras ser hija mía?’ Si me contestara ‘Sí, porque
la quiero’, yo le diría: “Todo está arreglado. Aquí están los papeles.
Hace mucho que estaban listos pero yo estaba esperando hasta que tú,
tú misma me dijeras que me amabas y que querías ser mi hija.
“De la misma manera el Señor Jesús cumplió todos los requisitos en la
cruz hace mucho tiempo. Todo lo que Dios exigía para aceptarte como
Su hija se cumplió hace muchos siglos en el Calvario, cuando murió
por tus pecados. Ahora Él te pregunta — y yo lo hago en nombre de Él
— ‘¿Quieres ser hija de Dios?’
“Si tú le dices: ‘Sí, por favor, Señor, pues te amo’, entonces Él te dirá:
‘Todo está arreglado ya. He estado esperando tu respuesta mucho
tiempo. Ahora eres mi hija.’ ¿Quieres dar esa respuesta al Señor
Jesús?”
Espontáneamente, las dos se arrodillaron, y en su gracioso suizo-alemán,
dijeron “Sí”, al Señor Jesús; y los ángeles del cielo se regocijaron.
Sus caritas estaban radiantes de felicidad, y aparecían más hermosas que las
montañas del horizonte. El sol se había puesto ya, pero el crepúsculo alpino
transformaba el mundo en un pedazo de cielo. Durante un rato largo quedamos
las tres conversando acerca del mundo de riquezas al que las dos niñas
terminaban de entrar.
Hijas de Dios.
Una vez más veía montañas en el fulgor del crepúsculo. Pero ahora, del otro
lado del mundo. Estaba en una reunión de estudiantes en el Estado de
Washington sobre la costa occidental de Estados Unidos. Alrededor de una
fogata estábamos asando salchichas. Las clavábamos en la punta de un palo
afilado y las acercábamos al fuego.
El tema de conversación era la conversión. Un muchacho me preguntó:
“¿Cómo se hace para llegar al punto de conversión? ¿Cómo se
provoca? Usted habla como que fuera cosa fácil llegar a ser hijo de
Dios.”
¿Eran las montañas en la distancia que trajeron a mi recuerdo las dos niñitas
suizas? Les conté a los estudiantes lo que había ocurrido en aquella
oportunidad. Uno me dijo:
“Yo le dije ‘Sí’ al Señor hace muchos años, ¿por qué será que he
retrocedido tanto desde entonces? Hasta dudo a veces de la seriedad de
mi propósito en aquel momento.”
Un estudiante de medicina le contestó:
“Un niño se cayó de la cama. La madre le preguntó cómo le había
pasado ese accidente, y el niño le dijo: “Y, mamá, habrá sido porque
me dormí demasiado cerca de donde me subí a la cama.” Es lo que les
pasa a muchos creyentes. Cuando se convierten, creen que ya han
alcanzado la meta. Cuando uno se convierte y dice ‘Sí’ al Señor, no
significa el fin de una experiencia nueva, sino el principio de ella. Es
como si uno hubiera entrado por una puerta, la puerta de la conversión.
Entrar al reino de los cielos por la puerta de la conversión significa
entrar a un mundo de riquezas. Todas las promesas en la Biblia llegan a
ser patrimonio propio. Lo que sí, hay que aprender a manejarse en un
mundo de semejantes riquezas. Hay que descubrir lo que significa:
“Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por
nosotros a gloria de Dios” (2 Cor. 1:20). Hay que descubrir la riqueza
que uno tiene. Quien piense que la conversión significa que se ha
llegado al final del camino en la vida, se caerá, porque se habrá
quedado dormido demasiado cerca del lugar por donde entró.”
Yo agregué luego: “En el momento de la conversión la persona es inscripta en
el cielo con todos los derechos y privilegios que la hacen multimillonaria en el
sentido espiritual. “El cual nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares
celestiales en Cristo” (Ef. 1: 3).
La Biblia es una libreta de cheques. Cuando le dices “Sí” a Jesucristo, muchas
promesas son depositadas en tu cuenta, y todas son firmadas por Jesucristo
mismo. Ahora te toca cobrar los cheques si has de aprovecharlas. Cuando
encuentras una promesa así y dices: “Gracias, Señor. Acepto esta promesa”, tú
has cobrado un cheque y ese mismo día eres más rico que el día anterior.”
“Cantemos”, sugirió un estudiante. Las montañas resonaron con la canción
“Cada día con Cristo más dulce es que el anterior.” Un joven comentó: “Eso es
verdad si uno cobra no menos de un cheque por día.”
26. Los Hijos De Luz No Deben
Andar En Tinieblas
Bomberos que enderezan cuadros mientras la casa arde.
ME FUI hacia la popa del barco de carga buscando un lugar tranquilo donde
pudiera disfrutar de un rato de soledad y quietud.
Me apoyé en la borda mirando la estela plateada que nuestro barco dejaba en la
superficie del mar. Los delfines saltaban del agua. Siete gaviotas volaban a
nuestro alrededor. Nos seguirían infatigablemente hasta que nos acercáramos
otra vez a tierra.
Yo meditaba.
¡Qué cáscara de nuez era nuestro buque en la inmensidad del mar!
¡Qué criatura insignificante, diminuta, temporal soy yo! Entre mi nacimiento y
mi muerte se me concede que viva en esta tierra por un período y después... la
eternidad.
¿Exactamente dónde estoy?
Aquí estoy, abordo de una pequeñísima nave. En las enormes profundidades
debajo de mí, el mar está lleno de la vida misteriosa de los animales marinos.
Sobre mí, el cielo infinito del cual puede surgir la tempestad que podría hacer
zozobrar esta pequeña embarcación. A mi alrededor, el mar en cuyas aguas han
perdido la vida tantas personas.
¿Exactamente dónde estoy?
Vivo en un mundo donde reinan los demonios, adonde se desencadenan
guerras, donde predominan la desesperanza, la crueldad y el temor, donde los
millones de la China perecen de hambre, adonde yacen ciudades en ruinas en
muchas ciudades europeas, donde las bombas atómicas son superadas en poder
destructivo por las bombas de hidrógeno y otras.
¿Exactamente dónde estoy?
Estoy en un mundo que Dios amó de tal manera “que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna” (Juan. 3:16).
Estoy sobre la tierra a la que pronto volverá Jesús quien ha prometido: “He
aquí yo hago nuevas todas las cosas” (Apoc. 21: 5).
Un día la tierra, esta hermosa tierra “será llena del conocimiento de la gloria de
Jehová, como las aguas cubren la mar” (Hab. 2:14).
¿Exactamente dónde estoy?
Ya en este preciso momento, estoy EN ÉL.
Y debajo de mí están Sus brazos eternos.