Sacramentos

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LOS SACRAMENTOS

Los sacramentos son signos sensibles, visibles y eficaces de la gracia de Dios a través de los
cuales se otorga la vida divina; es decir, ofrecen al creyente el ser hijos de Dios. Los
sacramentos fueron instituidos por Jesucristo para producir gracia en nosotros y santificarnos y
son otorgados por la iglesia. Los sacramentos se administran en distintos momentos de la vida
del cristiano y simbólicamente la abarcan por entero, desde el bautismo (que se suele
administrar a los niños) hasta la unción de los enfermos (que antes del Concilio Vaticano II se
aplicaba sólo a los que estuvieran en peligro de muerte).

Los sacramentos son signos porque representan la gracia que se produce en nosotros. Un
signo es algo que ya conocemos con anterioridad, y que nos sirve de apoyo para conocer otra
cosa.

En los sacramentos, el objeto sensible representa la gracia invisible que Dios concede al alma:
así, en el bautismo, el agua, cuya propiedad principal es lavar o purificar, es signo de la gracia
que purifica el alma del pecado original.

Decimos que son signos sensibles y visibles porque lo perciben nuestros sentidos; por
ejemplo, son cosas que vemos y palabras que oímos. Las cosas que vemos son: el agua en el
bautismo; crisma en la confirmación; el pan y el vino en la Eucaristía, etc. Las palabras que
oímos son sacramentales, es decir, esenciales en el sacramento, como las siguientes: “Yo te
bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…, etc.”

Los sacramentos son Instituido por Cristo: El Señor Jesucristo dio instrucciones a su iglesia
para ofrecer los siete Sacramentos a sus seguidores. Por ejemplo, su directiva a Sus discípulos
en el Evangelio de Mateo (28/19), “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Los sacramentos son dados para producir gracia: La gracia es un don gratuito de Dios de Sí
mismo para darnos poder y control en nuestra vida y en las decisiones que tomamos una vez
que nos hemos comprometido a él con fe.

Clasificación de los Sacramentos:

1- Los Sacramento en la Religión Católica se divide en tres grupos, estos son: Sacramentos de
Iniciación Cristiana, Sacramentos de Sanación y Sacramentos de Servicios.

1.1- Sacramentos de Iniciación Cristiana: Conforman la base de la vida cristiana. Estos


sacramentos son:

 Bautismo (Nos da el nacimiento a la vida divina: nos hace herederos del cielo)
 Confirmación (Fortalece y acrecienta la vida divina: nos convierte en soldados de Cristo)
 Eucaristía (Alimenta la vida divina.)

1.2- Sacramentos de Sanación: Constituyen la curación del alma y del cuerpo. Estos
sacramentos son:

 Reconciliación o Penitencia (Nos devuelve la vida divina perdida por el pecado.)


 Unción de los enfermos (Mantiene la vida divina en los sufrimientos de la enfermedad
grave o la vejez.)

1.3- Sacramentos de Servicios: Representan el compromiso con Dios a través de la


comunidad eclesiástica. Estos sacramentos son:

 Orden Sacerdotal (Perpetúa los ministros que transmiten la vida divina)


 Matrimonio (Perfecciona el amor humano de los esposos y les da las gracias para
santificarse en el camino hacia la vida divina).

2- Los sacramentos también se pueden agrupar en solo dos categorías:

2.1- Los sacramentos que expresan el carácter permanente y dejan una marca indeleble en
quien los recibe y por lo tanto solo pueden ser administrados una vez a caca creyente:.
estos son: el Bautismo, la Confirmación, el Matrimonio y el Orden Sacerdotal.

2.2- Los sacramentos que se pueden administrar reiteradamente. Que son: La


Reconciliación o Penitencia, la Eucaristía y la Unción de los Enfermos.

Definición y explicación de Los 7 Sacramentos:

1- Bautismo: El primer sacramento de la iniciación recibe, ante todo, el nombre de


Bautismo, en razón del rito central con el cual se celebra: bautizar significa «sumergir»
en el agua; quien recibe el bautismo es sumergido en la muerte de Cristo y resucita con
Él «como una nueva criatura» (2 Co 5, 17). Se llama también «baño de regeneración y
renovación en el Espíritu Santo» (Tt 3, 5), e «iluminación», porque el bautizado se
convierte en «hijo de la luz» (Ef 5, 8).

Desde el día de Pentecostés, la Iglesia administra el Bautismo al que cree en


Jesucristo. El rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o
derramar agua sobre su cabeza, mientras se invoca el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.

Puede recibir el Bautismo cualquier persona que no esté aún bautizada. En la iglesia
católica, el Bautismo se da tanto a niños como a adultos convertidos que no han sido
antes bautizados válidamente. La Iglesia católica insiste en el bautismo a los niños
puesto que, naciendo con el pecado original, necesitan ser liberados del poder del
maligno y trasladados al reino de la libertad de los hijos de Dios. Por esta razón la iglesia
recomienda a los fieles hacer todo lo posible para evitar que una persona no bautizada
venga a morir en su presencia sin la gracia del Bautismo. Así aunque el sacramento debe
ser administrado por un sacerdote, delante de un enfermo no bautizado cualquier
persona puede y debe bautizarlo siempre que tenga la intención de hacer lo que hace la
Iglesia, éste derrama agua sobre la cabeza del candidato y pronuncia la fórmula trinitaria
bautismal: «Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»,
mientras que con el pulgar de la mano derecha, dibuja una cruz en la frente, la boca y el
pecho del enfermo.

A todo aquel que va a ser bautizado se le exige la profesión de fe, expresada


personalmente, en el caso del adulto, o por medio de sus padres y de la Iglesia, en el
caso del niño. El padrino o la madrina y toda la comunidad eclesial tienen también una
parte de responsabilidad en la preparación al Bautismo (catecumenado), así como en el
desarrollo de la fe y de la gracia bautismal.

El Bautismo es necesario para la salvación de todos aquellos a quienes el Evangelio ha


sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento.

El Bautismo perdona el pecado original, todos los pecados personales y todas las
penas debidas al pecado; hace participar de la vida divina trinitaria mediante la gracia
santificante, la gracia de la justificación que incorpora a Cristo y a su Iglesia; hace
participar del sacerdocio de Cristo y constituye el fundamento de la comunión con los
demás cristianos; otorga las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo. El
bautizado pertenece para siempre a Cristo: en efecto, queda marcado con el sello
indeleble de Cristo (carácter).

El Bautismo nos da el nacimiento a la vida divina: nos hace herederos del cielo. Para los
católicos, el sacramento del bautismo es el primer paso en un viaje de por vida de
compromiso y discipulado. Si somos bautizados como infantes o adultos, el bautismo es
la forma de celebrar y promulgar el abrazo de Dios por intermedio de la Iglesia.
Símbolos del Bautismo: En la iglesia católica el sacramento del Bautismo tiene varios
símbolos, pero hay cuatro principales: el agua, el aceite, la túnica blanca y la vela. Cada
uno representa un misterio en la vida de los bautizados.

 El agua: Representa el pasaje de la vida pagana a una nueva vida. Ella tiene el
factor de purificación, lavándonos del pecado original.
 El aceite: Representa la fortaleza del Espíritu Santo. Antiguamente los
luchadores usaban el aceite antes de las luchas para dejar sus músculos rígidos
y así poder vencer, en la nueva vida adquirida por el Bautismo el aceite tiene la
misma función, revestir al bautizado para las luchas cotidianas contra las
amenazas del maligno.
 Túnica blanca: Representa la nueva vida adquirida por el bautismo. Cuando
tomamos baño vestimos con ropa limpia, en el bautismo somos lavados en el
agua y vestidos de una nueva vida.
 La vela: Tiene dos significados: el Espíritu Santo y el don de la fe. Por el
bautismo somos revestidos de muchas gracias y la principal es el Espíritu Santo,
pues seremos unidos a Dios como hijos para ser santificados y esta santificación
es realizada a través del Espíritu Santo. La fe es un don fundamental para
nuestra vida, es a través de la fe que reconocemos a Dios y por ella recibimos su
gracia.

2- Confirmación o Crisma: Se llama Confirmación, porque confirma y refuerza la gracia


bautismal. En la confirmación el bautizado reafirma su fe en Cristo, siendo ungido
durante la ceremonia, recibiendo los siete dones del Espíritu Santo. Se llama Crisma o
crismación, puesto que un rito esencial de este sacramento es la unción con el Santo
Crisma (en las Iglesias Orientales, unción con el Santo Myron).

El rito esencial de la Confirmación es la unción con el Santo Crisma (aceite de oliva


mezclado con perfumes, consagrado por el obispo), que se hace con la imposición de
manos por parte del ministro, el cual pronuncia las palabras sacramentales propias del
rito. En Occidente, esta unción se hace sobre la frente del bautizado con estas palabras:
«Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo». En las Iglesias Orientales de rito
bizantino, la unción se hace también en otras partes del cuerpo, con la fórmula: «Sello
del don del Espíritu Santo».

La Confirmación es un sacramento instituido para dar oportunidad a una persona que


fue bautizada por decisión ajena y que tiene por delante de la iglesia, compromisos
asumidos por otras personas en su nombre delante de la pila bautismal, de confirmar el
deseo de ser miembro de la familia cristiana dentro de la iglesia católica y de reafirmar
aquellos compromisos, después de alcanzar la edad de la razón. Simplemente la
ceremonia es la renovación de las promesas bautismales. Preguntas hechas por el
obispo que preside, en general, las hace en voz alta y se responde de la misma manera
en la confirmación de la comunidad

El efecto de la Confirmación es la especial efusión del Espíritu Santo, tal como sucedió
en Pentecostés. Esta efusión imprime en el alma un carácter indeleble y otorga un
crecimiento de la gracia bautismal; arraiga más profundamente la filiación divina; une
más fuertemente con Cristo y con su Iglesia; fortalece en el alma los dones del Espíritu
Santo {Los dones del Espíritu Santo son siete (Cf Is 11, 1 – 2) : Sabiduría, Entendimiento,
Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dio}; concede una fuerza especial para
dar testimonio de la fe cristiana.

El sacramento de la Confirmación puede y debe recibirlo, una sola vez, aquel que ya
ha sido bautizado. Para recibirlo con fruto hay que estar en gracia de Dios.

El ministro originario de la Confirmación es el obispo: se manifiesta así el vínculo del


confirmado con la Iglesia en su dimensión apostólica. Cuando el sacramento es
administrado por un presbítero, como sucede ordinariamente en Oriente y en casos
particulares en Occidente, es el mismo presbítero, colaborador del obispo, y el santo
crisma, consagrado por éste, quienes expresan el vínculo del confirmado con el obispo y
con la Iglesia.

La Confirmación Fortalece y acrecienta la vida divina: nos convierte en soldados de


Cristo.

3- Eucaristía: Es la celebración en memoria de Cristo recordando la Santa Cena , la Pasión


y la Resurrección, en el que cristiano recibe la Hostia consagrada. Es el sacrificio mismo
del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar en los siglos,
hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de
su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en
el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida
eterna.
Jesucristo instituyó la Eucaristía el Jueves Santo, «la noche en que fue entregado» (1
Co 11, 23), mientras celebraba con sus Apóstoles la Última Cena.

Después de reunirse con los Apóstoles en el Cenáculo, Jesús tomó en sus manos el
pan, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi
Cuerpo que será entregado por vosotros». Después tomó en sus manos el cáliz con el
vino y les dijo: «Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre
de la Alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres,
para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía».

La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana. En ella alcanzan su cumbre


la acción santificante de Dios sobre nosotros y nuestro culto a Él. La Eucaristía contiene
todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua. Expresa y produce
la comunión en la vida divina y la unidad del Pueblo de Dios. Mediante la celebración
eucarística nos unimos a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna.

La inagotable riqueza de este sacramento se expresa con diversos nombres, que


evocan sus aspectos particulares. Los más comunes son: Eucaristía, Santa Misa, Cena del
Señor, Fracción del Pan, Celebración Eucarística, Memorial de la Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor, Santo Sacrificio, Santa y Divina Liturgia, Santos Misterios,
Santísimo Sacramento del Altar, Sagrada Comunión.

En la Antigua Alianza, la Eucaristía fue anunciada sobre todo en la cena pascual,


celebrada cada año por los judíos con panes ázimos, como recuerdo de la salida
apresurada y liberadora de Egipto. Jesús la anunció en sus enseñanzas y la instituyó
celebrando con los Apóstoles la Última Cena durante un banquete pascual. La Iglesia,
fiel al mandato del Señor: «Haced esto en memoria mía» (1 Co 11, 24), ha celebrado
siempre la Eucaristía, especialmente el domingo, día de la resurrección de Jesús.

El ministro de la celebración de la Eucaristía es el sacerdote (obispo o presbítero),


válidamente ordenado, que actúa en la persona de Cristo Cabeza y en nombre de la
Iglesia.

Los elementos esenciales y necesarios para celebrar la Eucaristía son el pan de trigo y
el vino de vid.

Jesucristo está presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está


presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su
Sangre, con su Alma y su Divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en
ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino.
Por la consagración se realiza la Transubstanciación, que significa la conversión de toda
la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo, y de toda la sustancia del vino
en la sustancia de su Sangre. Esta conversión se opera en la plegaria eucarística con la
consagración, mediante la eficacia de la palabra de Cristo y de la acción del Espíritu
Santo. Sin embargo, permanecen inalteradas las características sensibles del pan y del
vino, esto es las «especies eucarísticas».

Al sacramento de la Eucaristía se le debe rendir el culto de latría, es decir la adoración


reservada a Dios, tanto durante la celebración eucarística, como fuera de ella. La Iglesia,
en efecto, conserva con la máxima diligencia las Hostias consagradas, las lleva a los
enfermos y a otras personas imposibilitadas de participar en la Santa Misa, las presenta
a la solemne adoración de los fieles, las lleva en procesión e invita a la frecuente visita y
adoración del Santísimo Sacramento, reservado en el Sagrario.

La Iglesia establece que los fieles tienen obligación de participar de la Santa Misa
todos los domingos y fiestas de precepto, y recomienda que se participe también en los
demás días.

La Iglesia recomienda a los fieles que participan de la Santa Misa recibir también, con
las debidas disposiciones, la sagrada Comunión, estableciendo la obligación de hacerlo
al menos en Pascua.

Para recibir la sagrada Comunión se debe estar plenamente incorporado a la Iglesia


Católica y hallarse en gracia de Dios, es decir sin conciencia de pecado mortal. Quien es
consciente de haber cometido un pecado grave debe recibir el sacramento de la
Reconciliación antes de acercarse a comulgar. Son también importantes el espíritu de
recogimiento y de oración, la observancia del ayuno prescrito por la Iglesia y la actitud
corporal (gestos, vestimenta), en señal de respeto a Cristo.

Es extremadamente importante saber que comulgar cuando se está en pecado mortal


es una pena muy grave. “Por tanto, si alguien come el pan y bebe de la copa del Señor
indignamente, come y bebe su propia condenación” (1 Co 11, 27- 29).

La sagrada Comunión acrecienta nuestra unión con Cristo y con su Iglesia, conserva y
renueva la vida de la gracia, recibida en el Bautismo y la Confirmación y nos hace crecer
en el amor al prójimo. Fortaleciéndonos en la caridad, nos perdona los pecados veniales
y n La sagrada Comunión acrecienta nuestra unión con Cristo y con su Iglesia, conserva y
renueva la vida de la gracia, recibida en el Bautismo y la Confirmación y nos hace crecer
en el amor al prójimo. Fortaleciéndonos en la caridad, nos perdona los pecados veniales
y nos preserva de los pecados mortales para el futuro.

4- Reconciliación, Penitencia o Confesión: Es la confesión de los pecados a un sacerdote,


que aplica la penitencia para que una vez cumplida, propiciar la reconciliación con
Cristo. En otras palabras, es el sacramento que da al cristiano la oportunidad de
reconocer sus fallas, arrepentirse y proponerse no pecar más, para así ser perdonado
por Dios.

Este sacramento es llamado sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación, del


Perdón, de la Confesión y de la Conversión. Es el sacramento por medio del cual nos
reconciliamos con Dios y nos volvemos a unir al cuerpo de la Iglesia, ya que por el
pecado rompemos la comunión con él.

El Señor resucitado instituyó este sacramento cuando la tarde de Pascua se mostró a


sus Apóstoles y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 22-23).

La penitencia puede tener expresiones muy variadas, especialmente el ayuno, la


oración y la limosna. Estas y otras muchas formas de penitencia pueden ser practicadas
en la vida cotidiana del cristiano, en particular en tiempo de Cuaresma y el viernes, día
penitencial.

Los elementos esenciales del sacramento de la Reconciliación son dos: los actos que
lleva a cabo el hombre, que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo, y la absolución
del sacerdote, que concede el perdón en nombre de Cristo y establece el modo de la
satisfacción.

Para celebrar correctamente este sacramento tenemos que seguir 5 pasos: 1- un


diligente examen de conciencia; 2-La contrición (o arrepentimiento o dolor de corazón),
que es perfecta cuando está motivada por el amor a Dios, imperfecta cuando se funda
en otros motivos, e incluye el propósito de no volver a pecar; 3-Proposito de enmienda;
4- La confesión, que consiste en la acusación de los pecados hecha delante del
sacerdote; 5-la satisfacción, es decir, el cumplimiento de ciertos actos de penitencia,
que el propio confesor impone al penitente para reparar el daño causado por el pecado.
Se deben confesar todos los pecados graves aún no confesados que se recuerdan
después de un diligente examen de conciencia. La confesión de los pecados graves es el
único modo ordinario de obtener el perdón.

Todo fiel, que haya llegado al uso de razón, está obligado a confesar sus pecados
graves al menos una vez al año, y de todos modos antes de recibir la sagrada Comunión.
La Iglesia recomienda vivamente la confesión de los pecados veniales aunque no sea
estrictamente necesaria, ya que ayuda a formar una recta conciencia y a luchar contra
las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo y a progresar en la vida del Espíritu.

Cristo confió el ministerio de la reconciliación a sus Apóstoles, a los obispos, sucesores


de los Apóstoles, y a los presbíteros, colaboradores de los obispos, los cuales se
convierten, por tanto, en instrumentos de la misericordia y de la justicia de Dios. Ellos
ejercen el poder de perdonar los pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.

La absolución de algunos pecados particularmente graves (como son los castigados


con la excomunión) está reservada a la Sede Apostólica o al obispo del lugar o a los
presbíteros autorizados por ellos, aunque todo sacerdote puede absolver de cualquier
pecado y excomunión, al que se halla en peligro de muerte.

Uno de los más rígidos deberes impuestos al sacerdote por la iglesia es el secreto de
la confesión. El sacerdote tiene totalmente prohibido revelar lo que oye de los fieles
durante la Confesión.

Los efectos del sacramento de la Penitencia son: la reconciliación con Dios y, por
tanto, el perdón de los pecados; la reconciliación con la Iglesia; la recuperación del
estado de gracia, si se había perdido; la remisión de la pena eterna merecida a causa de
los pecados mortales y, al menos en parte, de las penas temporales que son
consecuencia del pecado; la paz y la serenidad de conciencia y el consuelo del espíritu;
el aumento de la fuerza espiritual para el combate cristiano.

5- Unción de los Enfermos: El Sacramento Católico de unción de los enfermos, antes


conocida como extremaunción, es un ritual de curación apropiado no sólo física, sino
también para el caso de enfermedad mental y espiritual. Es el sacramento por medio del
cual el sacerdote reza y unge a los enfermos para estimularles la cura mediante la fe,
escucha los lamentos de ellos y les promueve el perdón de Dios.
La Iglesia, habiendo recibido del Señor el mandato de curar a los enfermos, se
empeña en el cuidado de los que sufren, acompañándolos con oraciones de intercesión.
Tiene sobre todo un sacramento específico para los enfermos, instituido por Cristo
mismo y atestiguado por Santiago: «¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los
presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor»
(St 5, 14-15)

El sacramento de la Unción de los enfermos lo puede recibir cualquier fiel que


encuentra en estado de enfermedad o aquellos que están en peligro de fallecer en
cualquier momento por enfermedad o vejez (peligro de muerte). El mismo fiel lo puede
recibir también otras veces, si se produce un agravamiento de la enfermedad o bien si
se presenta otra enfermedad grave. La celebración de este sacramento debe ir
precedida, si es posible, de la confesión individual del enfermo.

El sacramento de la Unción de los enfermos sólo puede ser administrado por los
sacerdotes (obispos o presbíteros).

La celebración del sacramento de la Unción de los enfermos consiste esencialmente


en la unción con óleo, bendecido si es posible por el obispo, sobre la frente y las manos
del enfermo (en el rito romano, o también en otras partes del cuerpo en otros ritos),
acompañada de la oración del sacerdote, que implora la gracia especial de este
sacramento.

El sacramento de la Unción confiere una gracia particular, que une más íntimamente
al enfermo a la Pasión de Cristo, por su bien y por el de toda la Iglesia, otorgándole
fortaleza, paz, ánimo y también el perdón de los pecados, si el enfermo no ha podido
confesarse. Además, este sacramento concede a veces, si Dios lo quiere, la recuperación
de la salud física. En todo caso, esta Unción prepara al enfermo para pasar a la Casa del
Padre.

El Viático es la Eucaristía recibida por quienes están por dejar esta vida terrena y se
preparan para el paso a la vida eterna. Recibida en el momento del tránsito de este
mundo al Padre, la Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo muerto y resucitado,
es semilla de vida eterna y poder de resurrección.

6- Orden Sacerdotal: Este sacramento concede la autoridad para ejercer funciones y


ministerios eclesiásticos que se refieren al culto de Dios y a la salvación de las almas. El
sacramento del Orden es aquel mediante el cual, la misión confiada por Cristo a sus
Apóstoles, sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

Orden indica un cuerpo eclesial, del que se entra a formar parte mediante una
especial consagración (Ordenación), que, por un don singular del Espíritu Santo, permite
ejercer una potestad sagrada al servicio del Pueblo de Dios en nombre y con la
autoridad de Cristo.

El sacramento del Orden se compone de tres grados, que son insustituibles para la
estructura orgánica de la Iglesia: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.

La Ordenación episcopal da la plenitud del sacramento del Orden, hace al Obispo


legítimo sucesor de los Apóstoles, lo constituye miembro del Colegio episcopal,
compartiendo con el Papa y los demás obispos la solicitud por todas las Iglesias, y le
confiere los oficios de enseñar, santificar y gobernar.

La unción del Espíritu marca al presbítero con un carácter espiritual indeleble, lo


configura a Cristo sacerdote y lo hace capaz de actuar en nombre de Cristo Cabeza.
Como cooperador del Orden episcopal, es consagrado para predicar el Evangelio,
celebrar el culto divino, sobre todo la Eucaristía, de la que saca fuerza todo su
ministerio, y ser pastor de los fieles. Aunque haya sido ordenado para una misión
universal, el presbítero la ejerce en una Iglesia particular, en fraternidad sacramental
con los demás presbíteros que forman el «presbiterio» y que, en comunión con el
obispo y en dependencia de él, tienen la responsabilidad de la Iglesia particular.

El diácono, configurado con Cristo siervo de todos, es ordenado para el servicio de la


Iglesia, y lo cumple bajo la autoridad de su obispo, en el ministerio de la Palabra, el culto
divino, de la predicación, de la orientación y sobre todo, en la caridad.

En cada uno de sus tres grados, el sacramento del Orden se confiere mediante la
imposición de las manos sobre la cabeza del ordenando por parte del obispo, quien
pronuncia la solemne oración consagratoria. Con ella, el obispo pide a Dios para el
ordenando una especial efusión del Espíritu Santo y de sus dones, en orden al ejercicio
de su ministerio.

Corresponde a los obispos válidamente ordenados, en cuanto sucesores de los


Apóstoles, conferir los tres grados del sacramento del Orden.
Sólo el varón bautizado puede recibir válidamente el sacramento del Orden. La Iglesia
se reconoce vinculada por esta decisión del mismo Señor. Nadie puede exigir la
recepción del sacramento del Orden, sino que debe ser considerado apto para el
ministerio por la autoridad de la Iglesia.

El sacramento del Orden otorga una efusión especial del Espíritu Santo, que configura
con Cristo al ordenado en su triple función de Sacerdote, Profeta y Rey, según los
respectivos grados del sacramento. La ordenación confiere un carácter espiritual
indeleble: por eso no puede repetirse ni conferirse por un tiempo determinado.

Los sacerdotes ordenados, en el ejercicio del ministerio sagrado, no hablan ni actúan


por su propia autoridad, ni tampoco por mandato o delegación de la comunidad, sino en
la Persona de Cristo Cabeza y en nombre de la Iglesia. Por tanto, el sacerdocio
ministerial se diferencia esencialmente, y no sólo en grado, del sacerdocio común de los
fieles, al servicio del cual lo instituyó Cristo.

7- Matrimonio: es el sacramento que estableciendo y santificando la unión entre un


hombre y una mujer, funda una nueva familia cristiana. Matrimonio es el casamiento
entre hombre y mujer, celebrado en la iglesia y santificado en la indisolubilidad y en la
fidelidad. Este sacramento perfecciona el amor humano de los esposos y les da las
gracias para santificarse en el camino hacia la vida divina.

La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima
comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador.

Para los católicos, el sacramento del matrimonio, o el santo matrimonio, es una señal
pública de que uno se entrega totalmente a esta otra persona. También es una
declaración pública acerca de Dios: la unión de amor entre marido y mujer habla de
los valores familiares y también los valores de Dios.

Dios, que es amor y creó al hombre por amor, lo ha llamado a amar. Creando al
hombre y a la mujer, los ha llamado en el Matrimonio a una íntima comunión de vida y
amor entre ellos, «de manera que ya no son dos, sino una sola carne» (Mt 19, 6). Al
bendecirlos, Dios les dijo: «Creced y multiplicaos» (Gn 1, 28).

La alianza matrimonial del hombre y de la mujer, fundada y estructurada con leyes


propias dadas por el Creador, está ordenada por su propia naturaleza a la comunión y al
bien de los cónyuges, y a la procreación y educación de los hijos. Jesús enseña que,
según el designio original divino, la unión matrimonial es indisoluble: «Lo que Dios ha
unido, que no lo separe el hombre» (Mc 10, 9)

Jesucristo no sólo restablece el orden original del Matrimonio querido por Dios, sino
que otorga la gracia para vivirlo en su nueva dignidad de sacramento, que es el signo del
amor esponsal hacia la Iglesia: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo ama a la
Iglesia» (Ef 5, 25)

Dado que el Matrimonio constituye a los cónyuges en un estado público de vida en la


Iglesia, su celebración litúrgica es pública, en presencia del sacerdote (o de un testigo
cualificado de la Iglesia) y de otros testigos.

El consentimiento matrimonial es la voluntad, expresada por un hombre y una mujer,


de entregarse mutua y definitivamente, con el fin de vivir una alianza de amor fiel y
fecundo. Puesto que el consentimiento hace el Matrimonio, resulta indispensable e
insustituible. Para que el Matrimonio sea válido el consentimiento debe tener como
objeto el verdadero Matrimonio, y ser un acto humano, consciente y libre, no
determinado por la violencia o la coacción.

El sacramento del Matrimonio crea entre los cónyuges un vínculo perpetuo y


exclusivo. Dios mismo ratifica el consentimiento de los esposos. Por tanto, el
Matrimonio rato y consumado entre bautizados no podrá ser nunca disuelto. El carácter
impreso por el matrimonio se disuelve solo con la muerte de uno de los conyugues. Es
un sacramento que solo existe habiendo dos participantes. Por otra parte, este
sacramento confiere a los esposos la gracia necesaria para alcanzar la santidad en la
vida conyugal y acoger y educar responsablemente a los hijos.

¿Para qué sirven los Sacramentos?

Los sacramentos presuponen la fe y a través de sus palabras y elementos rituales, nutren,


fortalecen y dan expresión a la fe.

Aunque no todos los individuos tienen que recibir cada sacramento la iglesia afirma que para
los creyentes en su conjunto, los sacramentos son necesarios para la salvación como las
modalidades divinamente instituidas por Cristo mismo.

A través de cada uno de ellos, Cristo concede la gracia particular de ese sacramento, como la
incorporación a Cristo y a la iglesia, el perdón de los pecados o la consagración para un servicio
particular.
Por qué bebemos recibir los sacramentos?

Los cristianos católicos recibimos los sacramentos porque hemos sido llamados por
Jesucristo para vivir una vida llena de gracia, una vida divina y totalmente gratuita, que nos
conduzca a la salvación. Cuando yo vivo en gracia la lámpara de mi alma está encendida, brilla
en mí la luz de Cristo; cuando yo vivo en pecado mortal mi lámpara está apagada, vivo yo en
tinieblas. Esta vida de gracia Jesús nos la comunica a través de los siete sacramentos. Si quiero
ser salvado por Cristo, reconciliado con Dios Padre y con los demás, acepto y amo lo que Dios
me propone para mí bien autentico., acepto entonces los sacramentos.

Jesucristo después de su resurrección dejó a su Iglesia su Espíritu que nos purifica y santifica a
través de los sacramentos que son los medios a través de los cuales nos llega la vida de Dios y a
través de los cuales se conserva, se alimenta y se acrecienta la misma vida, hasta llegar a la
plenitud en la Eternidad, Es la manera con la que Cristo nos limpia, nos vivifica, nos alimenta,
nos fortalece, nos sana, nos impulsa, nos envía, nos sostiene.

El Papa nos enseña que "Cuando recibimos los sacramentos recibimos la vida de Jesús,
vivimos la vida divina, nos asemejamos a Jesús. Es Cristo mismo, con su fuerza, mediante el
Espíritu Santo que obra en nosotros esa semejanza." Juan Pablo II a los niños. 22/01/84.

La iglesia católica nos dice que los sacramentos están ordenados a la santificación de los
hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios, pero como
signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que a la vez la alimentan,
la robustecen y la expresan por medio de palabras y cosas; por esto se llaman sacramentos de
la fe. Confieren ciertamente la gracia, pero también la celebración prepara perfectamente a los
fieles para recibir con fruto la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad. Por
consiguiente, es de suma importancia que los fieles comprendan fácilmente los signos
sacramentales y reciban con mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que han sido
instituidos para alimentar la vida cristiana. "Sacrosantum Concilium" # 59. Estudia CIC
(Catecismo de la Iglesia) 1122 ss.

Al recibir o celebrar sacramentos, la iglesia católica, mediante las palabras y elementos


rituales, alimenta, expresa y fortifica su fe y la fe de cada uno de sus fieles. Los sacramentos son
necesarios para la salvación de los creyentes porque confieren la gracia de Dios, el perdón de
los pecados, la adopción de hijos de Dios, la conformación a Cristo Señor y la pertenencia a la
iglesia.

Durante los sacramentos se produce nuestro encuentro con Dios. Necesitamos los
Sacramentos para transformar nuestra pequeña vida humana y por medio de Jesús llegar a ser
como Jesús: hijos de Dios en libertad y esplendor. En el Bautismo los hijos perdido de los
hombres se convierten en hijos protegidos de Dios; mediante la Confirmación los débiles se
convierten en fuertes; mediante la Confesión los culpables se convierten en reconciliados;
mediante la Eucaristía los hambrientos se convierten en pan para otros; mediante el
Matrimonio y mediante el Orden sacerdotal los individualistas se convierten en servidores del
amor; mediante la Unción de los enfermos los desesperados se convierten en hombres con
confianza. El sacramento de todos los sacramentos es Cristo mismo. En él podemos dejar la
perdición del egoísmo y entramos en la verdadera vida, que no cesa nunca.

https://porquetengo.com/que-recibir-los-sacramentos-y-para-que-sirven/#forward

http://forosdelavirgen.org/85395/cuales-son-los-7-sacramentos-de-la-iglesia-2

https://www.iglesia.info/sacramento-del-matrimonio/

https://parroquiaicm.wordpress.com/2012/03/12/y-para-que-necesitamos-en-realidad-los-
sacramentos-youcat/

LOS SIETE SACRAMENTOS

CÓMO NOS SALVA JESÚS?

¿CÓMO NOS COMUNICA LA VIDA?

Jesús nos salva comunicándonos su misma vida. El mismo dijo: "Yo he venido para que tengan
vida y la tengan en abundancia". Esa vida por ser divina y totalmente gratuita la llamamos vida
de gracia o vida sobrenatural. Esta vida sobrenatural se me comunica a través de los siete
sacramentos.

El Papa nos enseña: "Cuando recibimos los sacramentos recibimos la vida de Jesús, vivimos la
vida divina, nos asemejamos a Jesús. Es Cristo mismo, con su fuerza, mediante el Espíritu Santo
que obra en nosotros esa semejanza." Juan Pablo II a los niños. 22/01/84.
LA IGLESIA NOS ENSEÑA

Adheridos a las doctrinas de las Santas Escrituras, a las tradiciones apostólicas y al sentimiento
unánime de los Padres, profesamos que "los sacramentos de la Nueva Ley fueron todos
instituidos por nuestro Señor Jesucristo" CIC n.1114 ss.

Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo
de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios, pero como signos, también tienen un fin
pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que a la vez la alimentan, la robustecen y la expresan
por medio de palabras y cosas; por esto se llaman sacramentos de la fe. Confieren ciertamente
la gracia, pero también la celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir con fruto
la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad.

¿PORQUÉ 7 SACRAMENTOS?

Porque 7 son las etapas de la vida. Hay una gran semejanza entre las etapas de la vida natural y
las etapas de la vida sobrenatural" Lee: Catecismo de la Iglesia Católica (CIC n. 1210).

1. En la vida natural hay que nacer.

En la vida sobrenatural hay que nacer del agua y del espíritu. Lee: Juan 3,5. Nuestra madre la
Iglesia nos engendra por el Bautismo.

2. En la vida natural hay que crecer y dar fruto.

En la vida sobrenatural la Confirmación lleva a su desarrollo y hace fructificar esa vida recibida
en el Bautismo. Lee: Juan 15,16.
3. Para vivir es necesario alimentarnos.

En la Eucaristía Cristo, el Pan de Vida, nos nutre con su cuerpo y su sangre. Lee: Lucas 22, 19.

4. En la vida natural enfermamos y necesitamos medicina para recuperar la salud.

En la vida sobrenatural Jesucristo, médico de las

almas (Lee: Mateo 9,12), nos ofrece el sacramento de la Reconciliación para sanar las heridas
del pecado: Lee: CIC n.1421.

5. En la vida natural buscamos formar un hogar.

En la vida sobrenatural Cristo quiere que los esposos se amen como El ama a su Iglesia (Lee:
Efesios 5,25): para eso instituyó el Matrimonio.

6. En la vida natural necesitamos de una autoridad que ordene la vida social.

En la vida sobrenatural el Reino de Cristo en este mundo exige una autoridad, unos pastores
que apacienten las ovejas de Cristo, para ello Cristo instituyó el Sacerdocio.

7. La vida natural llega a su ocaso y morimos.

La Unción de los Enfermos nos conforma con la muerte y resurrección de Cristo: Lee: CIC n.
1523.
¿BASTA SÓLO EL BAUTISMO?

¿QUIÉN INVENTÓ EL ARCO IRIS?

En efecto, Cristo dijo: "Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de
Dios". Juan 3,5. Pero Jesucristo nunca dijo: "Basta tan sólo nacer del agua y del Espíritu para
entrar en el Reino de Dios". Y ¡claro! ¿cómo iba a bastar? Aquél que es la Vida verdadera ¿cómo
nos iba a dar la vida a medias? Si la vida natural tiene siete etapas ¿por qué Cristo iba a hacer la
vida sobrenatural menos perfecta? Algunos cristianos objetan: "Yo no veo los siete sacramentos
en la Biblia, para mí son un invento de la Iglesia Católica".

¡Claro que no los ves! De la misma manera que tú no ves los siete colores del arco iris si no
tienes un prisma. Nosotros sí los vemos porque tenemos un prisma que es la Iglesia. El prisma
no inventa los colores de la luz, simplemente los separa y distingue para que tu ojo los pueda
percibir con claridad y nitidez. Lo mismo la Iglesia, ella no inventa los sacramentos,
simplemente nos ayuda a distinguir con claridad lo que la Biblia enseña.

Sin el prisma yo no podría distinguir los siete colores en un rayo de luz. Sin la Iglesia yo no
puedo percibir los siete sacramentos contenidos en la luz de la Palabra Divina.

LOS SACRAMENTOS EN LA BIBLIA

SIETE PRUEBAS DE LA FEfff

Bautismo.

"Y acercándose Jesús les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id pues y
enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo". Mateo 28,18-19.

Confirmación.

"Cuando los apóstoles oyeron cómo había recibido Samaria la palabra de Dios, enviaron a Pedro
y a Juan, los cuales bajando, oraron sobre ellos para que recibiesen el Espíritu Santo, pues aún
no había venido sobre ninguno de ellos; sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor
Jesús. Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo". Hechos 8, 14-17.

Eucaristía.

"Tomando pan se los dio diciendo: ´Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros, haced
esto en memoria mía.´ Así mismo el cáliz... diciendo: ´Este es el cáliz de la Nueva Alianza en mi
sangre que es derramada por vosotros´ ". Lucas 22, 19-20.

Confesión.

"Diciendo esto sopló y les dijo: ´Recibid el Espíritu Santo, a quien perdonéis los pecados les
serán perdonados, a quien se los retuviereis, les serán retenidos´ ". Juan 20, 22-23.

Unción de los enfermos.

"¿Alguno entre vosotros enferma? Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él,
ungiéndole con el óleo en el nombre del Señor". Santiago 5,14.

Sacerdocio.

"Les constituyeron presbíteros en cada iglesia por la imposición de las manos, orando y
ayunando y los encomendaron al Señor". Hechos 14, 23.

Matrimonio.

"En cuanto a los casados, el precepto no es mío sino del Señor, que la mujer no se separe del
marido y de separarse, que no vuelva a casarse o se reconcilie con el marido y que el marido no
repudie a su mujer". 1 Corintios 7, 10-11.

CONCLUSION.
Los 7 Sacramentos, sí están en la Biblia, el que tú no los veas o lo ignores no quiere decir que no
existan.

Eucaristía. Muchos no obedecen a Cristo que dice: "Haced esto en memoria mía". Otros
obedecen pero no creen a Cristo que dice: "Esto es mi cuerpo". Nosotros con Santo Tomás de
Aquino confesamos: "La vista, el gusto, el tacto se equivocan, pero yo creo lo que sale de Tu
boca."

Matrimonio. Jesucristo mandó: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre". Lee: Mateo
19,10. Las iglesias de origen protestante autorizan el divorcio. ¿Cómo podemos escuchar a
quien no obedece a Cristo?

Confesión. Santiago ordena: "Confesaos los pecados unos a otros". Lee: Santiago 5,16. Pero
algunos dicen: "Yo no me confieso con ningún hombre pecador como yo, yo sólo me confieso
con Dios". ¿De qué sirve saber mucha Biblia si después no obedecen lo que la Biblia manda?

Bautismo. Hay quien dice que no hay que bautizar a los niños, porque éstos no tienen pecado.
Pero la Biblia enseña que todos nacemos con pecado. Lee: Salmo 50 (51) v. 7.

Santiago dice: "Si alguno enferma, que llamen a los presbíteros ("ancianos" en griego) de la
Iglesia". Lee: Santiago 5,14. ¿A quién llaman ellos si no creen en el sacramento del Sacerdocio?
¿A los ancianos del asilo? ¿Cuál Iglesia? ¿No dicen ellos que la Iglesia es invisible? Como ves, la
fuerza de las sectas está en la ignorancia e inacción de los católicos. Cumple tu deber de
evangelizar adquiriendo y distribuyendo FE Y EVANGELIO.

ORACIÓN.

Señor Jesús tú eres mi único Salvador y por eso acepto los medios que tú me das para salvarme.
Quiero renacer a la vida por el Bautismo, fortalecerme con tu poder por la Confirmación,
alimentarme de ti en la Eucaristía, abrazarte en la Confesión y obedecerte en el Sacerdocio.
Amén.
Los 7 Sacramentos de la Iglesia

Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituídos por Cristo y confiados a la Iglesia,
por los cuales nos es dispensada la vida divina. Dan fruto en quienes los reciben con las
disposiciones requeridas. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados
significan y realizan las gracias propias de cada sacramento [1].

Bautismo[2]

Nos da el nacimiento a la vida divina: nos hace herederos del cielo

El fruto del Bautismo, o gracia bautismal, es una realidad rica que comprende:

El perdón del pecado original y de todos los pecados personales.

El nacimiento a la vida nueva, por la cual el hombre es hecho hijo adoptivo del Padre, miembro
de Cristo, templo del Espíritu Santo.

La incorporación a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y la participación del sacerdocio de Cristo.

Confirmación[3]

Fortalece y acrecienta la vida divina: nos convierte en soldados de Cristo

La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para:


– Enraizarnos más profundamente en la filiación divina.

– Incorporarnos más firmemente a Cristo.

– Hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociándonos todavía más a su misión.

– Ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras.

Eucaristía[4]

Alimenta la vida divina

La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la salvación realizada


por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace presente por la acción
litúrgica.

Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre
de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está
presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su
divinidad.

La Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo:

– Acrecienta la unión del comulgante con el Señor.

– Le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves.


– Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de
este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.

Reconciliación o Penitencia [5]

Nos devuelve la vida divina perdida por el pecado

La confesión individual e íntegra de los pecados graves seguida de la absolución es el único


medio ordinario para la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

Los efectos espirituales de este acramento son:

– La reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia;

– La reconciliación con la Iglesia;

– La remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales;

– La remisión, al menos en parte, de las penas temporales, consecuencia del pecado;

– La paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual

– El acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.


Unción de los Enfermos [6]

Mantiene la vida divina en los sufrimientos de la enfermedad grave o la vejez.

La gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como efectos:

– La unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia;

– El consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la enfermedad


o de la vejez;

– El perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la


Penitencia;

– El restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual;

– La preparación para el paso a la vida eterna.

Orden [7]

Perpetúa los ministros que transmiten la vida divina

El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confirmada por Cristo a sus apóstoles sigue
siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio
apostólico.
Comprende tres grados: El episcopado, el presbiterado y el diaconado.

La Iglesia confiere el sacramento del Orden únicamente a varones (viris) bautizados, cuyas
aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la autoridad de
la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a recibir la ordenación.

Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la
misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la Fe a los
hermanos (cf. Lucas. 22, 32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de
conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado
como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.[8]

Matrimonio[9]

Perfecciona el amor humano de los esposos y les da las gracias para santificarse en el camino
hacia la vida divina.

La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad
de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador.

Los efectos del Matrimonio son:

Origina entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo, de modo que el matrimonio válido
celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás.

Los cónyuges reciben una gracia propia del sacramento por la que:
– Quedan como consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la dignidad de su
estado.

– Se fortalece su unidad indisoluble.

– Se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial conyugal y en la acogida y


educación de los hijos.

Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento.
[10]

[1] Cf. CEC, 1131.

[2] Cf. CEC, 1279.

[3] Cf. CEC, 1316.

[4] Cf. CEC, 1409; 1413; 1416.

[5] Cf. CEC, 1496-1497.

[6] Cf. CEC, 1532.


[7] Cf. CEC, 1536; 1598.

[8] Juan Pablo II, Carta Apostólica, 22 de mayo de 1994.

[9] Cf. CEC, 1638-1640; 1660..

[10] Cf. Gaudium et Spes (=GS), 48, 1; Código de Derecho Canónico (=CIC), 1055, 1.

http://encuentra.com/resumen_doctrina/los_7_sacramentos_de_la_iglesia10164

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