Discurso

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MUJERES JOVENES: AL SERVICIO DEL SEÑOR

Por la hermana Bonnie L. Oscarson, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes


No mucho después de recibir mi llamamiento, estaba sentada en una reunión con varias Autoridades Generales hablando del
tema de la reunión sacramental. Uno de los líderes del sacerdocio se volteó hacia mí y dijo algo como: “Los hombres jóvenes de
nuestra Iglesia tienen la oportunidad de prepararse y repartir la Santa Cena cada semana. ¿Qué oportunidades significativas de
servicio tienen las mujeres jóvenes en la Iglesia?”.
La pregunta me tomó por sorpresa y no tuve una respuesta inmediata, pero desde entonces he orado y lo he pensado
detenidamente, y creo que sé la respuesta. Todas nuestras mujeres jóvenes, tienen la oportunidad de ofrecer amor cristiano y
servicio a medida que ministran unas a otras.
El Salvador Jesucristo estableció el mejor ejemplo de ministrar. Él tendió la mano a las personas, una por una, y les ofreció
sanación, consuelo, ánimo y más que nada, amor. La caridad es la característica distintiva de la vida del Salvador, y el amor
cristiano define lo que significa ministrar. Jesucristo es el Maestro en demostrar a los demás que son importantes, que son
valiosos a la vista de su Padre Celestial y que tienen un valor infinito. Las Mujeres Jóvenes tienen la oportunidad de tender la
mano igual que el Salvador al fortalecer a las mujeres jóvenes en sus clases que están teniendo dificultades y necesitan ánimo.
El Salvador enseñó: “De manera que, sé fiel; ocupa el oficio al que te he nombrado; socorre a los débiles, levanta las manos
caídas y fortalece las rodillas debilitadas” (D. y C. 81:5).
Como líderes y padres, necesitamos asegurarnos de recalcar la importancia de esa responsabilidad y enseñarles lo que significa
ministrar. El Manual 2 ofrece las siguientes ideas que las presidencias de las mujeres jóvenes pueden usar para ministrar a las
miembros de sus clases:
• Recordar cómo se llaman y familiarizarse con ellas.
• Amarlas sin juzgarlas.
• Velar por ellas y fortalecer su fe “una por una”, como lo hizo el Salvador.
• Establecer una amistad sincera con ellas, así como visitarlas en sus hogares y en otros lugares.
(Véase Manual 2: Administración de la Iglesia, 2010, 3.2.3).

El presidente Henry B. Eyring dijo: “[El Salvador] nos ha llamado a servir a los demás para que fortalezcamos tanto nuestra fe
como la de ellos. Él sabe que mediante el servicio llegaremos a conocerle” (“Velar y fortalecer”, Liahona, julio de 2000, pág. 79).

Indíqueles que anoten los talentos y los bienes que poseen y la forma en que podrían usarlos para ayudar en la edificación del
Reino de Dios sobre la tierra.
‘Yo y mi casa serviremos a Jehová’ (Josué 24:15)”.
Uno de los atributos más importantes que un líder con un llamamiento de la Iglesia puede adquirir es prestar servicio a los
demás como el Salvador lo hizo, con humildad y caridad. El Salvador enseñó: “El que quiera hacerse grande entre vosotros
será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20:26–27).
El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, aconsejó a los padres y a los líderes: “Los miembros adultos de la
Iglesia deben comprender que los requisitos del Progreso Personal… no son sólo una larga lista de tareas a realizar y firmar.
Son metas personales que cada… mujer joven se fija para llegar a ser digna de recibir las ordenanzas del templo, servir en
misiones, contraer matrimonio eterno y disfrutar de la exaltación” (”Nuestro deber a Dios: La misión de padres y líderes para
con la nueva generación”, Liahona, de mayo de 2010). El élder Hales enfáticamente instó a las madres y a los líderes a
participar en el Progreso Personal con sus jovencitas, para que puedan crecer juntas en los lazos de la fe y la amistad y
fortalecerse unas a otras a lo largo del sendero del Evangelio.

Lea la siguiente declaración del presidente N. Eldon Tanner:


“Quiero recalcar a las madres e hijas, a las mujeres de todas partes, que debido a la gran influencia y al poder benéfico que
ustedes tienen sobre todos nosotros, Satanás ha decidido destruirlas. No cedan ante él. Tengan el valor, la fuerza, el deseo y la
determinación de vivir como el Señor quiere que vivan: pura y sanamente. Jovencitas, consérvense virtuosas y háganse
merecedoras de un hombre recto, que como ustedes se conserve limpio, para que juntos asistan a la Casa del Señor y se sellen
en los lazos eternos del matrimonio por esta vida y la eternidad, y preparen un hogar donde Dios pueda mandar gustoso a Sus
hijos espirituales” (véase “Ser mujer es el más alto honor”, Liahona, jun. de 1974, pág. 40).
Explique que Satanás desea destruir la unidad familiar, lo cual constituye el eje central del plan de salvación. Si logra destruir a
la familia, conduciéndonos a quebrantar el convenio que hicimos con el Señor en la preexistencia, El Señor desea que Sus hijos
e hijas cumplan con su función sagrada a fin de que Sus hijos espirituales puedan nacer y crecer en familias que vivan con
rectitud.

Por Cheryl A. Esplin (Primera Consejera de la Presidencia General de la Primaria - Reunión General de Mujeres, abril de 2016)
Tema….Él nos pide que seamos Sus manos
El presidente Thomas S. Monson, quien ha entendido y vivido la admonición de amar, dijo: “Creo que el Salvador nos está
diciendo que a menos que nos perdamos en dar servicio a los demás, nuestra vida no tiene mayor propósito. Aquellos que
viven únicamente para sí mismos, al final, se marchitan y… pierden la vida, mientras que aquellos que se pierden a sí mismos
en prestar servicio a los demás progresan y florecen… y en efecto salvan su vida”.
En un devocional de BYU, la hermana Sondra D. Heaston preguntó: “¿Qué pasaría si pudiésemos realmente ver lo que hay
dentro del corazón de los demás? ¿Nos entenderíamos mejor? Al sentir lo que los demás sienten, ver lo que otros ven y oír lo
que otros oyen, ¿nos haríamos tiempo y tomaríamos el tiempo para prestar servicio a otros? ¿Los trataríamos diferente? ¿Los
trataríamos con más paciencia, más bondad y más tolerancia?”.
La hermana Heaston compartió una experiencia que tuvo cuando prestó servicio en un campamento de las Mujeres Jóvenes.
Ella dijo:
“Una de las… oradoras del devocional… nos enseñó acerca de cómo ‘llegar a ser’. Una de sus declaraciones… fue: ‘Sean de las
personas que se acercan a otros para conocerlos y brindarles servicio; desháganse de los espejos y miren por la ventana’.
“Para demostrar esto, llamó a una de las jovencitas y le pidió que se pusiera frente a ella; tras lo cual sacó un espejo y lo
colocó entre ella y la jovencita, de modo que [la oradora] estaba mirando al espejo mientras trataba de hablar con la joven.
Como era de esperar, ni siquiera se acercaba a ser una conversación eficaz ni sincera. Esa fue una poderosa lección práctica
que ejemplificó cuán difícil es comunicarse y servir a otros si estamos demasiado preocupados por nosotros mismos y sólo nos
vemos a nosotros mismos y nuestras necesidades. Entonces ella dejó el espejo, sacó un marco para una ventana y lo colocó
entre su cara y la de la jovencita… Pudimos darnos cuenta que la joven había pasado a ser [su] foco de atención y que el
verdadero servicio requiere que nos centremos en las necesidades y los sentimientos de los demás. A menudo estamos tan
preocupados por nosotros y nuestra vida ocupada, mirando al espejo mientras tratamos de encontrar oportunidades de servir,
que no vemos con claridad a través de las ventanas del servicio”8.
El presidente Monson muchas veces nos recordó que “estamos rodeados de personas que necesitan nuestra atención, nuestro
estímulo, apoyo, consuelo y bondad, ya sean familiares, amigos, conocidos o extraños”. Él dijo: “Nosotros somos las manos del
Señor aquí sobre la tierra, con el mandato de prestar servicio y edificar a Sus hijos. Él depende de cada uno de nosotros”9.
Al mostrar amor y prestar servicio, por más pequeño que parezca, se produce un cambio en el corazón y éste se ablanda
cuando las personas sienten el amor del Señor.
Todos podemos incorporar un poco de servicio en nuestra vida diaria. Vivimos en un mundo contencioso. Brindamos servicio
al no criticar, al negarnos a chismear, al no juzgar, al sonreír, al decir gracias, y al ser pacientes y amables.
Otros tipos de servicio requieren tiempo, planificación deliberada y energía extra; aunque cada esfuerzo vale la pena. Quizás
podríamos empezar haciéndonos estas preguntas:
¿A quién conozco que podría ayudar hoy?
¿De cuánto tiempo y recursos dispongo?
¿De qué manera puedo usar mis talentos y habilidades para bendecir a otros?
¿Qué podríamos hacer como familia?
Por el momento, Él nos pide que seamos Sus manos.
Me he dado cuenta de que es el amor hacia Dios y hacia nuestros semejantes lo que le da sentido a la vida. Ruego que sigamos
el ejemplo del Salvador y Su admonición de tender la mano a los demás con amor.
Testifico de la realidad de la promesa del presidente Henry B. Eyring de que “si [usamos nuestros] dones para prestar servicio
a otra persona, [sentiremos] el amor del Señor por esa persona. Además [sentiremos] Su amor por [nosotros]”

LISTA DE IDEAS DE SERVICIO


¿Quieres ideas sobre cómo prestar servicio? Esta es una lista de actividades que puedes hacer tú solo o con otras personas. Esta
lista es solo un punto de partida para ayudarte a pensar en tus propias ideas para prestar servicio.
Escribe cartas a todos los misioneros de tu barrio que están sirviendo, incluso a los matrimonios misioneros.
Escribe cartas a tus abuelos, tías abuelas y tíos abuelos.
Limpia tu ropero/dormitorio y dona la ropa que ya no utilices.
Escribe un nota secreta de “gracias” o “te quiero” a un miembro de tu familia.
Trabaja en el jardín de mujeres viudas.
Organiza una actividad de limpieza conjunta con un grupo de jóvenes de otra congregación religiosa.
Acompaña a los miembros nuevos del barrio a las clases.
Aprende a hacer tu historia familiar.
Visita a las personas que no pueden salir de su hogar y comparte los mensajes de las clases y los discursos dados en la Iglesia
cada domingo.
Escribe una nota de agradecimiento a un maestro que haya hecho una gran diferencia en tu vida.
Ora por quienes sabes que necesitan un poco de ayuda extra.
Haz una visita sorpresa a un joven menos activo de tu barrio. Considera llevar algún dulce.

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