NEUROMITOS
NEUROMITOS
NEUROMITOS
Alrededor del 70% de los docentes encuestados aún considera que los hemisferios cerebrales
pueden funcionar independientemente. Esta creencia se puede evidenciar en frases tales
como: “hoy trabajaremos con el hemisferio derecho.”
Cerca de la mitad de los que fueron encuestados creían que las personas sólo utilizan el 10%
de su cerebro.
Aunque pensar que tan solo usamos una pequeña porción de nuestra capacidad cerebral
puede parecer reconfortante, al fomentar la creencia que poseemos un gran potencial oculto
aun por desarrollar, un 90% de nuestra mente sin utilizar, el cual podría ser utilizado en caso
de una lesión cerebral u ofrecer una milagrosa posibilidad de superación mental inimaginable,
tal creencia resulta no ser más que un mito.
Este neuromito solo ha servido para vender productos para mejorar el rendimiento cerebral,
así como por psíquicos como Yuri Geller para explicar sus extraordinarios poderes ocultos para
doblar cucharas.
No tendría sentido evolutivo desarrollar un órgano de alto consumo energético para tan solo
usar el 10%.
El no utilizar ese 90% del cerebro implicaría que esas neuronas que no se usan pronto se
atrofiarían y morirían.
Cerca de la mitad de los profesores considera que los niños pierden su capacidad de atención
después de consumir alimentos o bebidas azucaradas.
El origen de este neuromito se ubica en las investigaciones iniciales sobre consumo de azúcar y
el Trastorno por Déficit de Atención (TDAH).
Las investigaciones que han intentado comprobar esta relación no han logrado resultados y su
vínculo aun es débil.
Más del 90% de los maestros cree que los estudiantes aprenden mejor si se les enseña de
acuerdo a su estilo de aprendizajes preferido: auditivo, cinestésico o visual.
Sin embargo dicha creencia no se basa en ninguna evidencia neurocientifica y no se puede
afirmar que el aprendizaje mejora mediante la enseñanza acorde a los estilos individuales de
aprendizaje.
Una cuarta parte de los docentes consideraba que si no se bebe de seis a ocho vasos de agua al
día el cerebro se podía encoger, lo cual no es cierto.
Dos tercios de los profesores creían que una corta sesión de ejercicio ayudaba a mejorar de
alguna manera la comunicación entre ambos hemisferios cerebrales.
Aunque el ejercicio puede resultar benéfico para el cerebro, no hay evidencia que éste pueda
ayudar a mejorar la comunicación inter-hemisférica, por lo cual dicha afirmación carece de
fundamento.
Alrededor de un tercio de los profesores creen que existen períodos críticos en los cuales
deben ocurrir ciertos tipos de aprendizajes.
Aunque es cierto que los niños son especialmente sensibles al aprendizaje en determinados
periodos, esto no implica que no puedan seguir aprendiendo a lo largo de la vida, nuestro
cerebro posee la capacidad de cambiar, lo que se denomina “plasticidad neuronal”.
Un mito al respecto es que de 0 a 3 años es un periodo crítico durante el cual la gran mayoría
del aprendizaje ocurre y luego el desarrollo del cerebro se lentifica. Esta idea ha generado
ansiedad en cientos de padres y ha creado una carrera contra el tiempo para proporcionar una
gran cantidad de estimulación a los niños antes de que sus sinapsis se detengan, además ha
sido explotado por algunos fabricantes que ofrecen juguetes y productos para estimular el
cerebro.
Las explicaciones fáciles a menudo resultan más atractivas aunque sean erróneas, además
pueden ser utilizadas por gran cantidad de comerciantes para ofrecer productos que
pretenden estimular el cerebro, en otras palabras proporcionar mensajes simples sobre las
edades criticas de aprendizajes maximiza rentabilidad de algunos a la vez que genera un
neuromito.
“La naturaleza es sabia. ¿Crearía un órgano que pesa aproximadamente kilo y medio solo para
tenerlo casi de adorno en la cabeza? Utilizamos el 100 por cien del cerebro. Otra cosa es que
unos lo utilicen mejor que otros”, indicó García Moreno.
El cerebro, entonces, trabaja de manera integrada. Sí es verdad que, en algunos procesos, hay
cierta predominancia de uno de los hemisferios sobre el otro. “Pero no es tan categórica como
para considerar que cada hemisferio tiene atribuciones totalmente distintas a las del otro”,
afirmó.
No. Hay muchos circuitos cerebrales que participan en el lenguaje. “Al fin y al cabo, cuando
escuchamos una palabra en el oído izquierdo o en el derecho, se ‘procesan’ en el hemisferio
contrario. No hay solo un hemisferio para el lenguaje. Hay uno que trabaja un poco más y otro
un poco menos”, explicó el profesor de la UCM.
Cada región, cada circuito del cerebro, tiene sus propias etapas. Tomando el desarrollo de este
órgano de un modo global, sí es cierto que hay períodos más acelerados de aprendizaje. “El
potencial de aprendizaje es algo mayor para determinados procesos y actividades. Pero esto
no es matemático. No existe un calendario concreto para decir: ‘de 0 a 3 años, esto; de tres a
seis, esto otro’. Cuando hablamos de neuroeducación no debemos hablar de los primeros tres
años de vida, sino de todo el ciclo vital”, manifestó el especialista.